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Antes o después –generalmente tanto antes como después- surgía la pregunta sobre el
porqué y el para qué del dictado de esta materia en las más de catorce oportunidades en
que impartimos Introducción al Conocimiento (Pensamiento) Científico en el Ciclo
Básico Común de la Universidad de Buenos Aires desde principios de 1985 hasta marzo
de 1991 y de cuyo testimonio este libro es el mejor legado 1.
Subyacía a esos interrogantes una preocupación obvia. Ni los alumnos ni los docentes
cuestionábamos la posibilidad, legitimidad o utilidad de la enseñanza de la ciencia. En
realidad muchos de quienes las formulábamos, teníamos como perspectiva cursar carreras
científicas y todos, como alumnos/ docentes de la Universidad, compartíamos la
esperanza de alcanzar los conocimientos necesarios para ejercer las profesiones elegidas
con un mínimo de idoneidad y un máximo de satisfacción y sentido de logro personal y
reconocimiento social.
Lo que estaba en la mira y cuestionábamos, tanto alumnos como docentes desde dis- tintas
perspectivas, es el modo en que en este tipo de cursos se abordaba –y se sigue abordando-
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Posteriormente la materia estuvo a cargo de varios docentes hasta ser finalmente coordinada en la
actualidad y desde hace varios cuatrimestres por Carlos Prego. En total se dictó ya en estos 12 años unas
25 veces. Una primera versión impresa de sus contenidos fue publicada como libro por la extinta casa
editorial Centro Editor de América Latina bajo el título Ciencia en movimiento. La construcción social de
los hechos científicos en Mayo de 1993. Los dos tomos vendieron varios miles de ejemplares y hoy
después de un par de reediciones están totalmente agotados. Esta versión pule, mejora y trastoca
algunas de las antiguas certezas y añade bibliografía, apéndices y otras delicattessen. Versión original.
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Cuadernillo de Ingreso – Modulo 2
el estudio de la ciencia. A ninguno se nos ocurre poner en duda las leyes de Kepler, de
Newton o de Einstein; otros están de acuerdo en tomar a pies juntillas los principales
preceptos contenidos en la obra de Freud, Durkheim, Marx o Comte.
Una buena ilustración de las mutaciones discursivas a lo largo de la historia con que los
hombres, y las mujeres, hemos enfrentado este problema queda de manifiesto en la
explicación de un suceso tan cotidiano como la “salida del sol”. Entre las distintas
respuestas que han tratado de dar cuenta de este “hecho” contamos con la concepción
homérica del sol como un carro dorado conducido a través del celo por el joven y brillante
dios Helios; la concepción de un sol que gira alrededor del centro del universo, la Tierra,
morada del hombre, creación suprema de Dios; y finalmente en el siglo XV la presunción
de que el sol estaba inmóvil y de que la que giraba en cambio era la tierra.
Cada una de estas tres fue, en su momento, una respuesta adecuada al problema en
cuestión. Esto significa que quienes se hacían estas preguntas quedaban satisfechos con
las respuestas recibidas y dejaban de preguntar sobre el tema. Consideramos válida a una
explicación cuando dejamos de preguntar 2. Y dejamos de preguntar cando se cumplen
ciertas condiciones formales y fácticas que varían a lo largo del tiempo y cuya principal
función es la de legitimar y hacer válida una explicación. Este aspecto protocolar de la
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Ver especialmente el capítulo 3. Esta definición de explicación proviene de Humberto Maturana entre
otros lugares en Biología de la cognición y epistemología. Temuco: Universidad de la Frontera, 1990.
Recientemente la editorial Anthropos ha publicado dos hermosos tomos de Maturana (1996) en donde
se recopilan sus principales ideas y visiones.
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Cuadernillo de Ingreso – Modulo 2
La ciencia es, al igual que la magia, el arte, la religión, también un sistema de creencias.
Claro que es el nuestro y por ello lo consideramos del modo privilegiado en que lo
hacemos. Al igual de lo que sucedía con las prácticas y los discursos mencionados
anteriormente, también la ciencia da respuestas de un modo que le es propio. Lo
específico de la ciencia es responder a los porqué a través del cómo. Si le preguntamos a
un físico porque sale el sol nos hablará de rotaciones y translaciones, de las leyes y de los
princi- pios por los cuales naturalmente sucede lo que sucede y porque no podría suceder
de otro modo. La ciencia ha renunciado pues a los porque concentrándose en los como y,
ocasionalmente, en los para qué.
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El oficialismo en filosofía de la ciencia no tiene una cara única, ni es monolítico en sus posturas,
adscripciones o condenas. A lo largo de este libro englobamos dentro del oficialismo –o policía
epistemológica positivista- a una gran cantidad de autores y posiciones que comparten una especial
delectación en adherir a una versión inflexible del criterio de demarcación que busca separar a la ciencia
de un lado y a la metafísica y la ideología por el otro, que tiene en la física determinista de fines del siglo
XIX a su modelo de investigación que cree poder separar sin resto a la lógica de la investigación de la
psicología o la sociología de la ciencia.
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Para una extraordinaria reconstrucción de los preceptos básicos y de la instauración de los
instrumentos de credibilidad básicos de la ciencia moderna ver Steven Shapin & Simon Schaffer.
Leviathan and the air-pump. Hobbes, Boyle and the experimental life. Princenton Universty Press, 1985.
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Cuadernillo de Ingreso – Modulo 2
claras y distintas fue haber pretendido destronar al hombre como vara de medida del
conocimiento válido, situando en el centro de la reflexión a un método objetivo y auto-
suficiente 5. Desde Copérnico, que nos desalojó del centro del Universo, hasta Darwin,
que nos abandonó en las mallas de la selección natural hasta llegar a Freud que dejó de
garantizarnos que la conciencia fuera dueña de sus pasiones 6, la ciencia clásica se encargo
de desantropomorfizar nuestra concepción del mundo, a la vez que como consecuencia
de este mismo proceso se colocaba por encima del hombre, como proceso independiente
e inaprehensible. Hoy estas actitudes están en reflujo y son numerosos los autores y las
escuelas de pensamiento preocupadas por reencantar nuestras imágenes del mundo 7. La
visión clásica de la ciencia está hoy en desuso y sólo es reflotada en los escritos de los
filósofos de viejo cuño –más preocupados por releer los libros del viejo método que en
estudiar a las metamorfosis de la relación entre ciencia y naturaleza. Es por ello que
dedicar centenares de páginas y de razonamientos a la exposición de un método y de
reglas de razonamiento supuestamente seguidas por los científicos, más que un acto de
sana defensa de la racionalidad asemeja un anacronismo peligroso, contagiado de
nostalgia por una época que no volverá y por la desconfianza y el desentendimiento
respecto de un mundo distinto de aquel en el cual ya estamos viviendo.
No en vano los filósofos que se esmeran “por salir del siglo XX” (Morin 1975) insisten
en escribir un Nuevo Método capaz de estar a la altura de las demandas epistemológicas
que la ciencia de punta nos plantea. La desantropomorfización que singularizó a la ciencia
clásica revela ser apenas un momento de una trayectoria mucho más zigzagueante, que
está permitiendo precisamente re-introducir la subjetividad constitutiva de toda
construcción intelectual.
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Para una descripción casi teleológica del advenimiento del método y las ciencias modernas consultar
las obras de Alexander Koyré en especial Du monde clos a l’univers infini. Paris: PUF, 1962 y Estudios de
historia del pensamiento científico. México: Siglo XXI, 1980.
6
La referencia original proviene de una de las conferencias de Introducción al Psicoanálisis de Sigmund
Freud. Una inte- resante interpretación y prolongación de sus señalamientos se encontrará en B.
Mazlish “La cuarta discontinuidad”. En Z. Pylyshyn Perspectivas en la revolución de las computadoras.
Madrid: Alianza, 1975.
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Ver en especial Carolyn Merchant The death of nature. Women, ecology and the scientific revolution.
San Francisco: Harper & Row 1980 y, Morris Berman. The reenchantment of the world. New York:
Bantham, 1984.
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Las prácticas sociales más variadas, la política, la enseñanza, la economía fueron áreas
no-científicas que sin embargo no pudieron sustraerse al embrujo de declararse
progresivamente científicas, apoyándose así en un sistema de creencias que ha adquirido
fuerza propia a lo largo del tiempo.
Un análisis cuidadoso del (des)-encuentro entre los europeos y los “primitivos” muestra
que en ningún caso el nativo fue menos inteligente, más ilógico o más fácilmente presa
de la confusión lógica que el europeo. Numerosas monografías revelan que lo que los
europeos –en especial los antropólogos- tomaron como ejemplo de debilidad intelectual
o de llaneza cognitiva, no fue sino producto de la intención por parte de los no-europeos
de no desnudarse, ni emocional ni cognitivamente, ante el blanco. Es posible que los
europeos superáramos tecnológicamente a los no-europeos, lo que no quisimos ver es que
a ellos, al igual que al prisionero, siempre les quedaba el refugio en el silencio de su
alma 9.
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La ciencia inflige a los “para” o “proto”-saberes el mismo tipo de tratamiento que la religión o el mito
le hicieran a ella varios siglos atrás. Es interesante analizar cuales han sido las tecnologías cognitivas
utilizadas por la ciencia para alcanzar el pretendido monopolio cognitivo que exhibe hoy día. Un aporte
insoslayable en esta tarea ha sido el uso de la imprenta y en especial de distintas técnicas de
visualización. Ver especialmente Elizabeth Eisenstein The Printing Revolution in early modern Europe.
Cambridge University Press, 1983 y William M. Ivins, jr. Prints and visual communication MIT Press,
1953.
9
Si bien los indios fueron ampliamente derrotados en la conquista americana, sus formas de vida,
estilos cognitivos, etc., subsisten fragmentariamente en algunas de las comunidades que los so-
breviven. Para un estudio de los intercambios cognitivos y simbólicos en los procesos de exterminio ver
N. Wachtel La visión de los vencidos. Madrid: Alianza Editorial, 1978; y Tzvetan Todorov La conquete
d’Amerique. La question de l’autre. Paris: Seuil, 1982.
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En la segunda perspectiva, la ciencia se estudia desde una postura menos compro- metida
con su práctica. Aquí se trata de investigar los esquemas conceptuales que no están tan
directamente relacionados a su producción diaria como en el caso anterior, pero que así y
todo la condicionan.
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Ejemplos de la sofisticación y sutileza alcanzada por las lógicas pre-escriturales o no occidentales se
encuentran en Thomas Gladwin East is a big bird. Navigation and logic on Puluwall Atoll. Harvard
University Press, 1970; Jean Lave Cognition in practice. Mind, mathematics and culture in everyday life.
Cambridge University Press, 1988.
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Este segundo tipo de interrogante está ligado a la ciencia en la medida en que los
conceptos operan y son eficaces en su seno. Pero estos esquemas están a su vez,
íntimamente relacionados con nuestro conocimiento pre-científico, con nuestras nociones
acerca del ser del mundo, de nuestro sentido común, etc. Los conceptos con los que el
científico opera son el resultado de una actividad reflexiva que intenta reducir a sus
principios elementales los procesos y las estructuras que distingue como significativos.
Conceptos tales como los de entro- pía, selección natural, sistema capitalista, gen, átomo,
son ejemplos de dicha actividad y resultan a la vez explicados y explicativos, formando
parte de una red de cono- cimientos interrelacionados que se apoyan los unos a los otros 11.
11
Ver la introducción a Pasos para una ecología de la mente Buenos Aires: Lohle, 1976, de Gregory
Bateson para un interesante cuadro en donde se define a la ciencia como el mapeo de datos sobre
fundamentales siendo su principal objetivo el incremento de conocimientos fundamentales. El gran
problema de las ciencias blandas es que resulta muy difícil discernir cuales son sus datos y mucho más
aún de- terminar si existen fundamentales en su seno.
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Cuadernillo de Ingreso – Modulo 2
En este libro sostenemos, por un lado que no se debe reducir la ciencia a una actividad
meramente “maniatada” a las distintas redes de poder, ya que esta actividad posee una
lógica de funcionamiento que le es propia. Al mismo tiempo afirmamos que se trata de
una práctica atravesada por efectos de poder, vinculada a distintos centros de decisión,
que no la determinan linealmente, aunque sí la perturban y modifican continuamente, al
mismo tiempo que la ciencia ejerce una acción eficaz sobre la sociedad.
Tanto reducir las prácticas científicas a una matriz de determinación económica (metáfora
marxista clásica) como postularla como una actividad teórica construida exclusiva- mente
por proposiciones lógicas (neopositivismo analítico), son dos formas de evitar el análisis
de la materialidad de estas prácticas. A lo largo de estas páginas intentaremos combinar
lo productivo de cada uno de estos momentos analíticos con el análisis concreto y
específico de casos científicos ejemplares.
Las interpretaciones acerca del rol de la ciencia fluctúan, por lo tanto, entre una visión
beata y otra demonizadora. A nuestro entender ambas lecturas revelan cortes parciales y
provisorios. Abordar el problema de la articulación entre ciencia y sociedad en su
multidimensionalidad exige construir tanto una historia social de la ciencia y de las
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Remitimos a los numerosos trabajos de Michel Serres para un esclarecimiento sobre las intrincadas
relaciones que existen en ciencia entre lo interno y lo externo lo autónomo y lo heterónomo, lo lógico y
lo extra-lógico. Una de las mejores síntesis de su pensamiento se encuentra en El paso del Noroeste.
Madrid: Debate, 1991. Una exploración constructiva de sus puntos de vista aparece en vivo y en directo
en la serie de entrevistas que le realizara Bruno Latour en Michel Serres. Eclaircissements. Paris: Bourin,
1992.
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Cuadernillo de Ingreso – Modulo 2
reconstrucciones institucionales por las que pasó en cada etapa de su desarrollo, como
desentrañar la compleja relación que mantiene con otras redes institucionales de poder.
Pero también debemos ocuparnos de su dinámica interna, tanto en lo que hace a sus
formas de validación como a sus características como intervención social particular.
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En su llamativa obra Los traidores a la verdad. Fraude y decepción en los corredores de la ciencia,
William Broad y Nicholas Wade. Simon & Schuster, New York, 1982, dos periodistas científicos del New
York Times de Nueva York muestran docenas de casos en la astronomía, la física, la biología y la
medicina, revelando que la corrupción y la mentira son tan comunes en la ciencia como en la vida
cotidiana. Estas constataciones no deben llevarnos empero a creer que la ciencia es una forma de
póquer, truco o ruleta en donde cualquier cosa vale. Descubrir que un área de la actividad humana es
tan distinta de lo que generalmente se cree nos obliga, empero, a separar a la paja del trigo,
desidealizando imágenes románticas de una ciencia que ya no existe –si es que alguna vez existió- y a
mostrar los componentes humanos, demasiado humanos que se esconden detrás de toda búsqueda
“desinteresada” de la verdad –lo que no invalida su carácter epistémico intersubjetivo.
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He aquí una clave para comprender los procesos de distribución del poder entre los
científicos, mediados por lo que John Zyman (1982), denomina la actividad bélica
considerada simbólicamente. Es por ello que los instrumentos de persuasión extra-
científicos (revistas especializadas, control de aparatos de publicaciones, asesorías
técnicas a editoriales, control de cátedras, organización de seminarios especializados
para- o intra institucionales) son tan importantes para la aceptación de una teoría.
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Es por ello que Ziman (1981) sostiene que el “pichón” de científico aprende de su maestro un lenguaje
del mismo modo en que un niño aprende a hablar: este lenguaje enfatiza la unión entre teoría y
práctica, tanto en las ciencias naturales como en las ciencias sociales. Los trabajos de este autor en
especial Reliable knowledge. An exploration of the grounds for believing in sciencie. Cambridge
University Press, 1978 son básicos para la discusión de estos temas.
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Aún en estos casos las únicas críticas que se atienden, son aquellas formuladas por
aquellos científicos que han alcanzado un estado de gracia especial –el caso del fundador
de la relatividad y premio Nobel, Albert Einstein- o aquellos que poseen una sensibilidad
moral agudizada –Norbert Wiener, Wilhard Szilazi- o bien las que provienen de los
márgenes de la actividad científica. En todos los casos se trata de opiniones minoritarias,
aisladas, excepcionales, que poco alteran la “buena conciencia” de la gran comunidad
científica, de sus divulgadores y publicistas:
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Este es un argumento interesante pero que escapa a las consideraciones del presente libro más
inclinado a conocer lo que la ciencia realmente hace que lo que debería o debe- ría dejar de hacer. Para
un intento de diálogo entre ambas posturas ver Larry Laudan. Science and relativism. Some key
controversies in the philosophy of science. University of Chicago Press, 1990.
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Ver sobre el particular los trabajos publicados en la colección Tecnología, Ciencia, Naturaleza y
Sociedad de la Editorial Anthropos. En particular José San Martín Tecnología y Futuro Humano (1991) y
en la colección Nueva Ciencia –especialmente Carl Mitcham ¿Qué es la filosofía de la tecnología? (1988)
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El ecólogo humanista Murria Bookchin (1982) cree que sólo herramientas polifucionales
aptas para distintas actividades productivas podrán eliminar la tendencia a imaginar y
construir grandes dispositivos científicos inmanejables a manos de los ciudadanos –
grandes terminales de computa- doras, por ejemplo.
Edgar Morin (1982) cree a su vez en la necesidad de generar una ciencia o práctica de la
autoreflexividad al interior de la propia actividad científica. Para ello propone que las
instituciones científicas no ahoguen, sino que se abran a empresas científicas aventureras
y aventuradas –sin relación directa con la utilidad social, ni tampoco vinculadas a la
adquisición de un saber suntuoso- que den lugar a la auto-investigación de la ciencia por
ella misma, y que las instituciones científicas ayuden al desarrollo de cualquier revolución
paradigmática en ciernes.
Esta relación ha producido, por una parte, una desviación hacia el cálculo racional,
que desnaturaliza el ideal humanista de los científicos, y por otra parte, ha convertido a
los dispositivos de- dicados a la experimentación, de subproductos de la ciencia, en
principal producto de las publicaciones científico-técnicas.
Esta legitimación sobrepasa los límites de las puertas de los laboratorios y se apoya en la
sociedad en su conjunto. No es sólo su propia conciencia de participar en una forma de
conocimiento: este modo de conocer se presenta a sí mismo como el final del camino,
como lo último y verdadero. La búsqueda habría terminado, con la ciencia llegaríamos a
responder a todas las preguntas, solo se trataría de una cuestión de tiempo. Los científicos
serían los encargados de poner en práctica este modo autónomo de hacer las cosas 17.
Manuel Medina y José San Martín (eds) Ciencia, tecnología y sociedad. Estudios interdisciplinares en la
universidad, en la educación y en la gestión pública (1990) y Gilbert Hottois El paradigma bioético. Una
ética para la tecno-ciencia (1991).
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El material enumerado en la nota anterior pone en cuestión este facilismo tecnológico. No se trata
empero de retrotraernos a un fundamentalismo medievalista como a veces sugiere el propio Ivan Illich
en Energía y Equidad/Desempleo creador. México: Barral, 1977. Construir una ciencia con cara humana
–parte integral de una sociedad con rostro humano- es algo mucho más difícil de hacer que de decir, lo
que no significa que no debamos intentar aparte de decirlo, hacerlo.
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