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Cuadernillo de Ingreso – Modulo 2

PREGUNTAS QUE SE HACE


“LA CIENCIA TAL CUAL ES”
en (Des)Haciendo ciencia. Conocimiento, creencias y cultura, Buenos
Aires, Ediciones del riel, 1997.
Alejandro Piscitelli

1. Nos preguntamos, se preguntan


“¿Y hasta cuándo cree usted que podemos seguir en este ir y venir del carajo? – le
preguntó.
Florentino Ariza tenía la respuesta prepara- da desde hacía cincuenta y tres años, siete
meses y once días con sus noches.
- Toda la vida – dijo.”
Gabriel García Márquez
El amor en los tiempos del cólera

Antes o después –generalmente tanto antes como después- surgía la pregunta sobre el
porqué y el para qué del dictado de esta materia en las más de catorce oportunidades en
que impartimos Introducción al Conocimiento (Pensamiento) Científico en el Ciclo
Básico Común de la Universidad de Buenos Aires desde principios de 1985 hasta marzo
de 1991 y de cuyo testimonio este libro es el mejor legado 1.

Subyacía a esos interrogantes una preocupación obvia. Ni los alumnos ni los docentes
cuestionábamos la posibilidad, legitimidad o utilidad de la enseñanza de la ciencia. En
realidad muchos de quienes las formulábamos, teníamos como perspectiva cursar carreras
científicas y todos, como alumnos/ docentes de la Universidad, compartíamos la
esperanza de alcanzar los conocimientos necesarios para ejercer las profesiones elegidas
con un mínimo de idoneidad y un máximo de satisfacción y sentido de logro personal y
reconocimiento social.

Lo que estaba en la mira y cuestionábamos, tanto alumnos como docentes desde dis- tintas
perspectivas, es el modo en que en este tipo de cursos se abordaba –y se sigue abordando-

1
Posteriormente la materia estuvo a cargo de varios docentes hasta ser finalmente coordinada en la
actualidad y desde hace varios cuatrimestres por Carlos Prego. En total se dictó ya en estos 12 años unas
25 veces. Una primera versión impresa de sus contenidos fue publicada como libro por la extinta casa
editorial Centro Editor de América Latina bajo el título Ciencia en movimiento. La construcción social de
los hechos científicos en Mayo de 1993. Los dos tomos vendieron varios miles de ejemplares y hoy
después de un par de reediciones están totalmente agotados. Esta versión pule, mejora y trastoca
algunas de las antiguas certezas y añade bibliografía, apéndices y otras delicattessen. Versión original.

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el estudio de la ciencia. A ninguno se nos ocurre poner en duda las leyes de Kepler, de
Newton o de Einstein; otros están de acuerdo en tomar a pies juntillas los principales
preceptos contenidos en la obra de Freud, Durkheim, Marx o Comte.

Lo que es menos claro, empero, es la utilidad de un análisis tan- to de los condicionantes


externos del proceso de acumulación de conocimientos científicos, cuanto del estudio de
la propia lógica y el método, así como de los procedimientos de establecimiento de su
validez, existiendo mucha mayor resistencia hacia el primer grupo de tópicos que hacia
el segundo. De ambas tareas se ocupa precisamente la epistemología y acerca de estos
problemas discurriremos a lo largo de todo este libro.

Compartimos pues, tanto autores como lectores, la certeza acerca de la validez y


productividad de ciertos aspectos de la ciencia, pero también tenemos serias dudas acerca
de la utilidad de la epistemología “realmente existente”.

Notemos, para comenzar, que interrogantes acerca de la utilidad de una actividad


cualquiera se han venido repitiendo desde los albores de la historia. La pregunta sobre el
porqué ha sido un “entretenimiento”, cuando no una necesidad, desde los inicios mismos
de la aventura del hombre. No ha habido momento histórico que no se caracterizara por
responder a esta pregunta de uno u otro modo. Entre el fetichismo pre-tecnológico de las
sociedades ágrafas y el fetichismo para-tecnológico de nuestros contemporáneos se ha
desplegado una amplia gama de variantes discursivas, pasando por la mitología, la magia
y la religión, que han tratado de dar respuesta a las preguntas del porqué.

Una buena ilustración de las mutaciones discursivas a lo largo de la historia con que los
hombres, y las mujeres, hemos enfrentado este problema queda de manifiesto en la
explicación de un suceso tan cotidiano como la “salida del sol”. Entre las distintas
respuestas que han tratado de dar cuenta de este “hecho” contamos con la concepción
homérica del sol como un carro dorado conducido a través del celo por el joven y brillante
dios Helios; la concepción de un sol que gira alrededor del centro del universo, la Tierra,
morada del hombre, creación suprema de Dios; y finalmente en el siglo XV la presunción
de que el sol estaba inmóvil y de que la que giraba en cambio era la tierra.

Cada una de estas tres fue, en su momento, una respuesta adecuada al problema en
cuestión. Esto significa que quienes se hacían estas preguntas quedaban satisfechos con
las respuestas recibidas y dejaban de preguntar sobre el tema. Consideramos válida a una
explicación cuando dejamos de preguntar 2. Y dejamos de preguntar cando se cumplen
ciertas condiciones formales y fácticas que varían a lo largo del tiempo y cuya principal
función es la de legitimar y hacer válida una explicación. Este aspecto protocolar de la

2
Ver especialmente el capítulo 3. Esta definición de explicación proviene de Humberto Maturana entre
otros lugares en Biología de la cognición y epistemología. Temuco: Universidad de la Frontera, 1990.
Recientemente la editorial Anthropos ha publicado dos hermosos tomos de Maturana (1996) en donde
se recopilan sus principales ideas y visiones.

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validación no es por lo tanto ni ahistórico ni es independiente de condiciones sociales


particulares.

En esto diferimos de las posturas positivistas y naturalistas tradicionales que caracterizan


a la filosofía de la ciencia oficial 3. Aun cuando corremos el riesgo de ser acusados de
historicistas, sociologistas o psicologistas –vicios terribles cuyas variantes y prácticas
examina remos a lo largo del libro- creemos poder demostrar en que medida la separación
de los aspectos de la psicología y la sociología de la ciencia de los estrictamente formales,
no sólo mutila la multideterminación de la aventura científica sino que vuelve inútil y
estéril todo intento de reconstruir la génesis y las metamorfosis de las teorías científicas.

El método científico surge a partir de la compleja relación entre lo social, lo político y lo


económico que se da en cada época. Explicaciones que desde nuestro presente pueden
sonar absurdas en su momento resultaron coherentes, reaseguradoras. Estaban libres de
contradicciones internas y permitían un cierto grado de anticipación y de dominio del
objeto de conocimiento: la naturaleza y los otros hombres.

Ni siquiera el método es inmune a la erosión y los condicionantes históricos 4, todo lo


contrario. Sabedores de cuan poco natural es el pensamiento natural, de lo que se trata es
precisamente de investigar porque clasificamos al mundo del modo en que lo hacemos y
en donde puede haberse originado esta poderosa pero aparentemente natural capacidad
de abstracción.

La ciencia es, al igual que la magia, el arte, la religión, también un sistema de creencias.
Claro que es el nuestro y por ello lo consideramos del modo privilegiado en que lo
hacemos. Al igual de lo que sucedía con las prácticas y los discursos mencionados
anteriormente, también la ciencia da respuestas de un modo que le es propio. Lo
específico de la ciencia es responder a los porqué a través del cómo. Si le preguntamos a
un físico porque sale el sol nos hablará de rotaciones y translaciones, de las leyes y de los
princi- pios por los cuales naturalmente sucede lo que sucede y porque no podría suceder
de otro modo. La ciencia ha renunciado pues a los porque concentrándose en los como y,
ocasionalmente, en los para qué.

La novedad de la ciencia clásica, canónica, coextensiva de la revolución newtoniana, del


determinismo, del mecanicismo, de lo unilineal, de la causalidad homogénea, de las ideas

3
El oficialismo en filosofía de la ciencia no tiene una cara única, ni es monolítico en sus posturas,
adscripciones o condenas. A lo largo de este libro englobamos dentro del oficialismo –o policía
epistemológica positivista- a una gran cantidad de autores y posiciones que comparten una especial
delectación en adherir a una versión inflexible del criterio de demarcación que busca separar a la ciencia
de un lado y a la metafísica y la ideología por el otro, que tiene en la física determinista de fines del siglo
XIX a su modelo de investigación que cree poder separar sin resto a la lógica de la investigación de la
psicología o la sociología de la ciencia.
4
Para una extraordinaria reconstrucción de los preceptos básicos y de la instauración de los
instrumentos de credibilidad básicos de la ciencia moderna ver Steven Shapin & Simon Schaffer.
Leviathan and the air-pump. Hobbes, Boyle and the experimental life. Princenton Universty Press, 1985.

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claras y distintas fue haber pretendido destronar al hombre como vara de medida del
conocimiento válido, situando en el centro de la reflexión a un método objetivo y auto-
suficiente 5. Desde Copérnico, que nos desalojó del centro del Universo, hasta Darwin,
que nos abandonó en las mallas de la selección natural hasta llegar a Freud que dejó de
garantizarnos que la conciencia fuera dueña de sus pasiones 6, la ciencia clásica se encargo
de desantropomorfizar nuestra concepción del mundo, a la vez que como consecuencia
de este mismo proceso se colocaba por encima del hombre, como proceso independiente
e inaprehensible. Hoy estas actitudes están en reflujo y son numerosos los autores y las
escuelas de pensamiento preocupadas por reencantar nuestras imágenes del mundo 7. La
visión clásica de la ciencia está hoy en desuso y sólo es reflotada en los escritos de los
filósofos de viejo cuño –más preocupados por releer los libros del viejo método que en
estudiar a las metamorfosis de la relación entre ciencia y naturaleza. Es por ello que
dedicar centenares de páginas y de razonamientos a la exposición de un método y de
reglas de razonamiento supuestamente seguidas por los científicos, más que un acto de
sana defensa de la racionalidad asemeja un anacronismo peligroso, contagiado de
nostalgia por una época que no volverá y por la desconfianza y el desentendimiento
respecto de un mundo distinto de aquel en el cual ya estamos viviendo.

No en vano los filósofos que se esmeran “por salir del siglo XX” (Morin 1975) insisten
en escribir un Nuevo Método capaz de estar a la altura de las demandas epistemológicas
que la ciencia de punta nos plantea. La desantropomorfización que singularizó a la ciencia
clásica revela ser apenas un momento de una trayectoria mucho más zigzagueante, que
está permitiendo precisamente re-introducir la subjetividad constitutiva de toda
construcción intelectual.

2. ¿Por qué vivimos en esta civilización y no en otra?


“Hace millones de años que las flores fabrican espinas. Hace millones de años que los
corderos comen igualmente las flores. ¿Y no es serio intentar comprender por qué las
flores se esfuerzan tanto en fabricar espinas que no sirven nunca para nada? ¿No es
importante la guerra de los corderos y las flores? ¿No es más serio y más importante que
las sumas de un señor gordo y rojo?”
Antoine de Saint-Exupery “El Principito”

5
Para una descripción casi teleológica del advenimiento del método y las ciencias modernas consultar
las obras de Alexander Koyré en especial Du monde clos a l’univers infini. Paris: PUF, 1962 y Estudios de
historia del pensamiento científico. México: Siglo XXI, 1980.
6
La referencia original proviene de una de las conferencias de Introducción al Psicoanálisis de Sigmund
Freud. Una inte- resante interpretación y prolongación de sus señalamientos se encontrará en B.
Mazlish “La cuarta discontinuidad”. En Z. Pylyshyn Perspectivas en la revolución de las computadoras.
Madrid: Alianza, 1975.
7
Ver en especial Carolyn Merchant The death of nature. Women, ecology and the scientific revolution.
San Francisco: Harper & Row 1980 y, Morris Berman. The reenchantment of the world. New York:
Bantham, 1984.

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La nuestra es una civilización científica tan- to porque se ha desarrollado a la sombra de


la evolución de la ciencia, cuanto porque nuestra cultura se apoya y mimetiza en las
prácticas que, sobrepasando los límites de la ciencia, se instalan en todas las formas de
hacer propias de nuestra sociedad.

Las prácticas sociales más variadas, la política, la enseñanza, la economía fueron áreas
no-científicas que sin embargo no pudieron sustraerse al embrujo de declararse
progresivamente científicas, apoyándose así en un sistema de creencias que ha adquirido
fuerza propia a lo largo del tiempo.

En el transcurso de la historia de la humanidad siempre han existido sistemas de creencias


que han legitimado formas del hacer social. La magia, los mitos, la religión y ahora la
ciencia son ejemplos de esos sistemas de creencias (ver capítulo 5). La convivencia
epistemológica entre estas di- versas prácticas culturales no ha sido, sin embargo, ni
pacífica ni simétrica. La ciencia se ha derramado sobre aquellas y ha tendido a
desvalorizarlas. 8

La ciencia se diferencia de todos los sistemas de creencias anteriores porque no solicita


que tengamos fe en ninguna entidad específica –como sí lo hacían las prácticas cognitivas
recién enumeradas- sino solamente en su modo de hacer, en la forma específica de su
metodología que no acepta otra verdad indiscutible que la suya propia: todo puede ser
cuestionado, analizado, discutido –salvo su propia existencia, y función.

Un análisis cuidadoso del (des)-encuentro entre los europeos y los “primitivos” muestra
que en ningún caso el nativo fue menos inteligente, más ilógico o más fácilmente presa
de la confusión lógica que el europeo. Numerosas monografías revelan que lo que los
europeos –en especial los antropólogos- tomaron como ejemplo de debilidad intelectual
o de llaneza cognitiva, no fue sino producto de la intención por parte de los no-europeos
de no desnudarse, ni emocional ni cognitivamente, ante el blanco. Es posible que los
europeos superáramos tecnológicamente a los no-europeos, lo que no quisimos ver es que
a ellos, al igual que al prisionero, siempre les quedaba el refugio en el silencio de su
alma 9.

8
La ciencia inflige a los “para” o “proto”-saberes el mismo tipo de tratamiento que la religión o el mito
le hicieran a ella varios siglos atrás. Es interesante analizar cuales han sido las tecnologías cognitivas
utilizadas por la ciencia para alcanzar el pretendido monopolio cognitivo que exhibe hoy día. Un aporte
insoslayable en esta tarea ha sido el uso de la imprenta y en especial de distintas técnicas de
visualización. Ver especialmente Elizabeth Eisenstein The Printing Revolution in early modern Europe.
Cambridge University Press, 1983 y William M. Ivins, jr. Prints and visual communication MIT Press,
1953.
9
Si bien los indios fueron ampliamente derrotados en la conquista americana, sus formas de vida,
estilos cognitivos, etc., subsisten fragmentariamente en algunas de las comunidades que los so-
breviven. Para un estudio de los intercambios cognitivos y simbólicos en los procesos de exterminio ver
N. Wachtel La visión de los vencidos. Madrid: Alianza Editorial, 1978; y Tzvetan Todorov La conquete
d’Amerique. La question de l’autre. Paris: Seuil, 1982.

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La lógica hindú, la filosofía oriental, los sistemas de clasificación australianos e indo-


americanos; en sistemas de mitos y prácticas religiosas, etc. Muestran cuán variada es la
capacidad cognitiva humana y cuán racista y etnocéntrico resulta enjuiciar a otras culturas
utilizando como vara la propia racionalidad (acotada) 10.

Así, si bien el hombre se liberó progresivamente de la coacción de la naturaleza no fue


sino para someterse a la coacción de sus propias creaciones. Nuestras actividades más
triviales se miden en relación los supuestos científicos más fuertes: eficiencia,
neutralidad, objetividad, racionalidad, rendimiento.

No se trata de minimizar o de despreciar estas imágenes tan difundidas. Como


encarnaciones psíquicas suelen ser aún más fuertes que la realidad que dicen reflejar.
Aunque existen verdaderos problemas acerca del puesto que ocupa (o debe ocupar) la
ciencia en nuestra cultura, algunos de los temores y casi todas las esperanzas se basan en
nuestra ignorancia y desconocimiento de los engranajes ocultos y de las demandas
sociales que mantienen viva a la empresa científica. He aquí una de las dobles caras de la
ciencia. Siendo nuestro tiempo el de la crisis, también es el tiempo de la crisis de la crisis.
La ciencia nos ha llevado a la crisis pero probable- mente sólo ella –al menos en algunas
de sus formas, variantes y alternativas- pueda sacarnos de allí adonde nos ha sumido.
Cuando todo parece tender al holocausto y el aniquilamiento, el futuro se abre empero de
un modo revelador mostrándonos que él es también nuestro producto y no solo nuestro
productor.

Solamente un examen crítico de la ciencia, de sus fundamentos y de sus alcances, podrá


hacer de ésta lo que aun ella no es: una actividad liberadora. El Homo Atomicus puede
ser el último eslabón de una vieja cadena, o el primero de una nueva aún por construirse.
Averiguar cual de estas posibilidades nos depara el destino lleva a examinar las dos
formas básicas de encarar su estudio. La primera consiste en la incorporación de sus
contenidos: es lo que aprendemos –bueno es una manera de decir- en la escuela, y se trata
de un proceso interminable si nuestro proyecto vital apunta a convertirnos en científicos.
Este aprendizaje comprende la incorporación de información básica y el manejo de una
metodología originada en supuestos elementales que no son interrogados.

En la segunda perspectiva, la ciencia se estudia desde una postura menos compro- metida
con su práctica. Aquí se trata de investigar los esquemas conceptuales que no están tan
directamente relacionados a su producción diaria como en el caso anterior, pero que así y
todo la condicionan.

10
Ejemplos de la sofisticación y sutileza alcanzada por las lógicas pre-escriturales o no occidentales se
encuentran en Thomas Gladwin East is a big bird. Navigation and logic on Puluwall Atoll. Harvard
University Press, 1970; Jean Lave Cognition in practice. Mind, mathematics and culture in everyday life.
Cambridge University Press, 1988.

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Este segundo tipo de interrogante está ligado a la ciencia en la medida en que los
conceptos operan y son eficaces en su seno. Pero estos esquemas están a su vez,
íntimamente relacionados con nuestro conocimiento pre-científico, con nuestras nociones
acerca del ser del mundo, de nuestro sentido común, etc. Los conceptos con los que el
científico opera son el resultado de una actividad reflexiva que intenta reducir a sus
principios elementales los procesos y las estructuras que distingue como significativos.
Conceptos tales como los de entro- pía, selección natural, sistema capitalista, gen, átomo,
son ejemplos de dicha actividad y resultan a la vez explicados y explicativos, formando
parte de una red de cono- cimientos interrelacionados que se apoyan los unos a los otros 11.

Pero a la vez, la genealogía de estos conceptos se retrotrae hasta las concepciones


ordinarias del sentido común, a los modos en que aprendemos a representarnos el mundo
que nos rodea. Retroceder en el tiempo, encontrar las raíces comunes a la ciencia y al
sentido ordinario, establecer vínculos entre la ciencia y la vida cotidiana es intentar
reconciliar a las ciencias duras con las humanidades. Es buscar llegar a una comprensión
de la ciencia imposible de lograr desde el interior de la propia práctica científica.

De lo que se trata es de pensar la ciencia y de entender al entendimiento científico, que


es entender gran parte de nuestro tiempo y a nosotros mismos. De esto –más que de
aquello- se ocupan los enfoques sociológicos de la ciencia y en ellos concentraremos
nuestra atención.

3. ¿Cómo estudiar el contexto de surgimiento de la


ciencia?
“Como si buscara una especie de célula primordial, el nudo blanco, el origen de las
formas y de las palabras, en el rasgueo de una guitarra, en la melodía que se repite y
repite sin terminar. Un núcleo que es el ori- gen de todas las voces y de todas las
historias, una lengua común que está como grabada en el vuelo de las aves, en el
caparazón de las tortugas, una forma única.”
Ricardo Piglia. “La ciudad ausente”

En forma semejante a como los filósofos de la ciencia se distribuyen entre relativistas y


objetivistas, la sociología de la ciencia, disciplina nacida en la década de 1940, se divide
entre quienes sostienen que la ciencia es una actividad regida autónomamente por sus
propias leyes de funcionamiento (internalistas) y los que afirman que la ciencia es una
práctica social determinada causalmente por las presiones del Estado, la economía, el
poder militar o la industria (externalistas).

11
Ver la introducción a Pasos para una ecología de la mente Buenos Aires: Lohle, 1976, de Gregory
Bateson para un interesante cuadro en donde se define a la ciencia como el mapeo de datos sobre
fundamentales siendo su principal objetivo el incremento de conocimientos fundamentales. El gran
problema de las ciencias blandas es que resulta muy difícil discernir cuales son sus datos y mucho más
aún de- terminar si existen fundamentales en su seno.

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En este libro sostenemos, por un lado que no se debe reducir la ciencia a una actividad
meramente “maniatada” a las distintas redes de poder, ya que esta actividad posee una
lógica de funcionamiento que le es propia. Al mismo tiempo afirmamos que se trata de
una práctica atravesada por efectos de poder, vinculada a distintos centros de decisión,
que no la determinan linealmente, aunque sí la perturban y modifican continuamente, al
mismo tiempo que la ciencia ejerce una acción eficaz sobre la sociedad.

Tanto reducir las prácticas científicas a una matriz de determinación económica (metáfora
marxista clásica) como postularla como una actividad teórica construida exclusiva- mente
por proposiciones lógicas (neopositivismo analítico), son dos formas de evitar el análisis
de la materialidad de estas prácticas. A lo largo de estas páginas intentaremos combinar
lo productivo de cada uno de estos momentos analíticos con el análisis concreto y
específico de casos científicos ejemplares.

Lo que sí podemos afirmar, en cambio, es que la interrelación entre ciencia y sociedad se


ha hecho mucho más evidente que nunca antes desde la revolución industrial, y sobre
todo a partir de este siglo. Así constataremos que la actividad bélica ha sido una fuente
determinante para el desarrollo científico. En vez de afirmar que existe una historia
interna y una historia externa de la ciencia diremos que la historia interna de la ciencia
está inserta en su historia externa 12.

Si se adopta el punto de vista internalista, la ciencia se convierte en la historia progresiva


de sus reconstrucciones lógicas y del perfeccionamiento de los métodos, en una larga
marcha hacia la verdad. O también, en la tradición marxista, se vuelve el instrumento que
permite despejar la opacidad imaginaria con que la sociedad industrial encubre las
relaciones de producción capitalistas volviéndolas instantáneamente trasparentes de
modo voluntarista.

Si se adopta el punto de vista externalista, la ciencia se convierte en un instrumento de


uso y abuso ideológico, siendo utiliza- da como método normativo de los
comportamientos sociales, volviéndose así la “superestructura” simbólica del dispositivo
de poder general que controla a las sociedades, cuya función sería un modo más de la
forma general en que las instituciones se inscriben en la subjetividad.

Las interpretaciones acerca del rol de la ciencia fluctúan, por lo tanto, entre una visión
beata y otra demonizadora. A nuestro entender ambas lecturas revelan cortes parciales y
provisorios. Abordar el problema de la articulación entre ciencia y sociedad en su
multidimensionalidad exige construir tanto una historia social de la ciencia y de las

12
Remitimos a los numerosos trabajos de Michel Serres para un esclarecimiento sobre las intrincadas
relaciones que existen en ciencia entre lo interno y lo externo lo autónomo y lo heterónomo, lo lógico y
lo extra-lógico. Una de las mejores síntesis de su pensamiento se encuentra en El paso del Noroeste.
Madrid: Debate, 1991. Una exploración constructiva de sus puntos de vista aparece en vivo y en directo
en la serie de entrevistas que le realizara Bruno Latour en Michel Serres. Eclaircissements. Paris: Bourin,
1992.

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reconstrucciones institucionales por las que pasó en cada etapa de su desarrollo, como
desentrañar la compleja relación que mantiene con otras redes institucionales de poder.
Pero también debemos ocuparnos de su dinámica interna, tanto en lo que hace a sus
formas de validación como a sus características como intervención social particular.

4. La antinomia conocimiento puro vs aplicado y el


rol del observador
“- Soy geógrafo- dijo el Anciano.
- ¿Qué es un geógrafo?
- Es un sabio que conoce dónde se encuentran los mares, los ríos,
las ciudades, las montañas y los desiertos.
- Es bien interesante- dijo el principito - ¡Por fin un verdadero oficio! ¿Tiene océanos?
- No puedo saberlo- dijo el geógrafo.
- Ah! El principito estaba decepcionado. ¿Y montañas?
- No puedo saberlo- dijo el geógrafo.
- ¡Pero eres geógrafo!
- Es cierto- dijo el geógrafo –pero no soy explorador. No es el geógrafo quien debe
hacer el cómputo de las ciudades, de los ríos, de las montañas, de los mares, de los
océanos y de los desiertos. El geógrafo es demasiado importante para ambular.” Antoine
de Saint-Exupery “El Principito”

La producción de conocimiento puro es una ficción. Todo conocimiento, sin excepción,


es instrumental, y está por lo tanto sujeto al uso y el abuso social. Todo discurso
académico está dotado de sentido en virtud del contexto en el cual opera y depende
además de lo que cada época histórica evalúa como conocimiento aceptable. Por ello, la
génesis histórica de todo saber es también su historia ‘política’.

Tan solo comprendiendo la importancia que tuvieron la persuasión y la propaganda


podemos entender como las tesis de Galileo fueron aceptadas por la incipiente comunidad
científica renacentista, y lo mismo cabe decir de las controversias planteadas acerca de la
fusión en frío, la difusión de la teoría cuántica o la mismísima crotoxina 13.

Cada revolución o transformación científica importante modifica el horizonte de la


historia de la comunidad de individuos que experimenta tal mutación. Thomas S. Kuhn
(1972) sostiene que la competencia entre grupos organizados en la comunidad científica

13
En su llamativa obra Los traidores a la verdad. Fraude y decepción en los corredores de la ciencia,
William Broad y Nicholas Wade. Simon & Schuster, New York, 1982, dos periodistas científicos del New
York Times de Nueva York muestran docenas de casos en la astronomía, la física, la biología y la
medicina, revelando que la corrupción y la mentira son tan comunes en la ciencia como en la vida
cotidiana. Estas constataciones no deben llevarnos empero a creer que la ciencia es una forma de
póquer, truco o ruleta en donde cualquier cosa vale. Descubrir que un área de la actividad humana es
tan distinta de lo que generalmente se cree nos obliga, empero, a separar a la paja del trigo,
desidealizando imágenes románticas de una ciencia que ya no existe –si es que alguna vez existió- y a
mostrar los componentes humanos, demasiado humanos que se esconden detrás de toda búsqueda
“desinteresada” de la verdad –lo que no invalida su carácter epistémico intersubjetivo.

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es lo que precisamente determina el rechazo de una teoría previa- mente aceptada y la


aceptación de una nueva.

He aquí una clave para comprender los procesos de distribución del poder entre los
científicos, mediados por lo que John Zyman (1982), denomina la actividad bélica
considerada simbólicamente. Es por ello que los instrumentos de persuasión extra-
científicos (revistas especializadas, control de aparatos de publicaciones, asesorías
técnicas a editoriales, control de cátedras, organización de seminarios especializados
para- o intra institucionales) son tan importantes para la aceptación de una teoría.

Un cambio paradigmático, es decir una matriz disciplinaria que guía al científico en su


interrogación de la naturaleza dictaminando qué preguntas y cuáles respuestas, son
válidas para cada época y cuáles deben quedar, obligada- mente, en el foco ciego de su
visión (ver capítulo 5), no es sólo una modificación de la forma en que una red de
enunciados científicos se organiza, sino también de la propia estructura institucional que
la sostiene.

La importancia que adquiere la socialización coercitiva de los científicos así lo atestigua.


La relación entre ciencia y poder precisa de la reproducción institucional del
conocimiento que se cumple en las universidades, en los postgrados, en los centros de
investigación oficiales, etc.

Sin esta reproducción organizada de las camadas científicas, cuyo prerrequisito es


imposibilitar la confusión que resulta de la coexistencia de varios paradigmas, se hace
dificultosa la aplicación del saber técnico, condición fundamental para que la industria o
el Estado se alíen a la ciencia: es decir, a un saber socialmente “útil” 14.

5. Sobre ética y noología


“Pero a menudo los tesoros de la ciencia de- ben defenderse, no de los simples, sino de
los sabios.”
Umberto Eco, “El nombre de la rosa”

Aquello que usualmente falta en la actividad científica, especialmente cuando se tiende a


reducirla a una mera propagación de métodos para el razonamiento adecua- do que ipso
facto produce resultados ver- daderos, es una adecuada reflexión ética acerca de la propia
actividad. No estamos necesariamente abogando por una crítica epistemológica
despiadada, que termina- ría impidiendo todo tipo de investigación, sino por un
entrenamiento crítico adecua- do capaz de alertar acerca de los peligros en cuanto a

14
Es por ello que Ziman (1981) sostiene que el “pichón” de científico aprende de su maestro un lenguaje
del mismo modo en que un niño aprende a hablar: este lenguaje enfatiza la unión entre teoría y
práctica, tanto en las ciencias naturales como en las ciencias sociales. Los trabajos de este autor en
especial Reliable knowledge. An exploration of the grounds for believing in sciencie. Cambridge
University Press, 1978 son básicos para la discusión de estos temas.

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manipular irreflexivamente la caja de Pandora en la que puede convertir- se cualquier


innovación desatada del con- trol humano.

No existen en la mayoría de las universidades del mundo –y nuestro país no es excepción


a esta regla- cátedras de ética ni seminarios especializados sobre el tema. Cuando surge
el problema de las implicancias dañinas de la ciencia y de la tecnología, siempre se lo
trata a posteriori de la constatación de algún hecho lamentable: la fuga de energía atómica
en Harrisburg o en Chernobyl, la contaminación de la bahía de Yokohama, el drama del
envenenamiento químico de Seveso o Bhopal, la tragedia de Hiroshima, etc.

Aún en estos casos las únicas críticas que se atienden, son aquellas formuladas por
aquellos científicos que han alcanzado un estado de gracia especial –el caso del fundador
de la relatividad y premio Nobel, Albert Einstein- o aquellos que poseen una sensibilidad
moral agudizada –Norbert Wiener, Wilhard Szilazi- o bien las que provienen de los
márgenes de la actividad científica. En todos los casos se trata de opiniones minoritarias,
aisladas, excepcionales, que poco alteran la “buena conciencia” de la gran comunidad
científica, de sus divulgadores y publicistas:

Pero es justamente esta pérdida de con- fianza y desencantamiento en el valor de la


ciencia, solo expresado por algunos, lo que ha generado una tendencia a criticar a los
presupuestos asignados a la investigación en armamentos sofisticados o en investigación
astronáutica. Esto se expresa en EE.UU. muchas veces en demandas por retrotraer la
ciencia a los pequeños laboratorios universitarios donde se han conseguido resultados
rápidos y útiles con presupuestos escasos –caso de los superconductores de energía
eléctrica- en oposición a los grandes gastos en “escudos espaciales” del proyecto “Gue-
rra de las galaxias”, -que respondían a las necesidades que tenía un presidente –el ex-
actor californiano Ronald Reagan- de grabar su nombre en la historia,- o en armamento
ultra sofisticado que luego se demuestra demasiado falible –caso del Airbus iraní
confundido “equivocada- mente” (sic) con un pequeño caza por un radar cuyo costo
supera los 600 millones de dólares.

En otras oportunidades la crítica impugna la empresa científica en su conjunto


estigmatizándola por su racionalidad técnica al servicio del poder 15. Son cada vez más
numerosos los autores que plantean la necesidad de elaborar una ciencia a escala humana
apta para construir una sociedad convivencial, cuya función es servir de instrumento
creador por parte de los propios habitantes, denegándole así el derecho a los expertos a
crear una capa de ‘intelligentzia’ por encima de la población y no sujeta a su control 16.

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Este es un argumento interesante pero que escapa a las consideraciones del presente libro más
inclinado a conocer lo que la ciencia realmente hace que lo que debería o debe- ría dejar de hacer. Para
un intento de diálogo entre ambas posturas ver Larry Laudan. Science and relativism. Some key
controversies in the philosophy of science. University of Chicago Press, 1990.
16
Ver sobre el particular los trabajos publicados en la colección Tecnología, Ciencia, Naturaleza y
Sociedad de la Editorial Anthropos. En particular José San Martín Tecnología y Futuro Humano (1991) y
en la colección Nueva Ciencia –especialmente Carl Mitcham ¿Qué es la filosofía de la tecnología? (1988)

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Cuadernillo de Ingreso – Modulo 2

El ecólogo humanista Murria Bookchin (1982) cree que sólo herramientas polifucionales
aptas para distintas actividades productivas podrán eliminar la tendencia a imaginar y
construir grandes dispositivos científicos inmanejables a manos de los ciudadanos –
grandes terminales de computa- doras, por ejemplo.

Michel Foucault (1981), genealogista de los sistemas del pensamiento, planteó el


problema en términos que nos son particular- mente cercanos: ¿cómo crear un poder de
la verdad que no sea la verdad del poder? Para tal tarea insistió en la necesidad de arrancar
la producción de verdad de las instituciones poderosas, así como en romper con las
modalidades binarias en que el discurso científico se organiza hoy en día.

Edgar Morin (1982) cree a su vez en la necesidad de generar una ciencia o práctica de la
autoreflexividad al interior de la propia actividad científica. Para ello propone que las
instituciones científicas no ahoguen, sino que se abran a empresas científicas aventureras
y aventuradas –sin relación directa con la utilidad social, ni tampoco vinculadas a la
adquisición de un saber suntuoso- que den lugar a la auto-investigación de la ciencia por
ella misma, y que las instituciones científicas ayuden al desarrollo de cualquier revolución
paradigmática en ciernes.

El cuestionamiento del principio de objetividad, de las modalidades clásicas de


producción de conocimiento, la convocatoria al desarrollo del pluralismo teórico en las
instituciones, la protección y tolerancias hacia la ‘desviación’ deben ser elementos de un
‘programa’ científico de trabajo que pueda destrabar la relación ‘perversa’ que existe
actualmente entre ciencia y poder.

Esta relación ha producido, por una parte, una desviación hacia el cálculo racional,
que desnaturaliza el ideal humanista de los científicos, y por otra parte, ha convertido a
los dispositivos de- dicados a la experimentación, de subproductos de la ciencia, en
principal producto de las publicaciones científico-técnicas.

Esta legitimación sobrepasa los límites de las puertas de los laboratorios y se apoya en la
sociedad en su conjunto. No es sólo su propia conciencia de participar en una forma de
conocimiento: este modo de conocer se presenta a sí mismo como el final del camino,
como lo último y verdadero. La búsqueda habría terminado, con la ciencia llegaríamos a
responder a todas las preguntas, solo se trataría de una cuestión de tiempo. Los científicos
serían los encargados de poner en práctica este modo autónomo de hacer las cosas 17.

Manuel Medina y José San Martín (eds) Ciencia, tecnología y sociedad. Estudios interdisciplinares en la
universidad, en la educación y en la gestión pública (1990) y Gilbert Hottois El paradigma bioético. Una
ética para la tecno-ciencia (1991).
17
El material enumerado en la nota anterior pone en cuestión este facilismo tecnológico. No se trata
empero de retrotraernos a un fundamentalismo medievalista como a veces sugiere el propio Ivan Illich
en Energía y Equidad/Desempleo creador. México: Barral, 1977. Construir una ciencia con cara humana
–parte integral de una sociedad con rostro humano- es algo mucho más difícil de hacer que de decir, lo
que no significa que no debamos intentar aparte de decirlo, hacerlo.

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Cuadernillo de Ingreso – Modulo 2

Como ya lo hemos glosado respecto de otras prácticas y profesiones: la ciencia es algo


demasiado importante para dejarla en manos de los científicos y de los filósofos de la
ciencia. Pero para no cometer el error de sentido inverso, no hay porque esperar que ni
los sociólogos ni los psicólogos del descubrimiento puedan responder a interrogantes que
no tienen respuestas pre-concebidas ni que sean inmunes a los intereses o las presiones
de quienes se las formulan.

En el panorama que a continuación brindamos de los rasgos salientes de la actividad


científica en nuestra época no encontrarán coartadas objetivistas ni exposiciones
desapasionadas vaciadas de toda retórica. Porque el mundo en el que vivimos nos parece
al mismo tiempo fascinante y aterrador, porque la pasión por conocer no nos puede hacer
olvidar los horrores que se comenten en nombre del conocimiento, porque el estar
abocados a buscar la verdad no nos quita la posibilidad de haber comprobado que en más
de una ocasión lo que hace feliz al hombre no es tanto encontrarla en su desolada desnudez
cuando recurrir a un poco de consuelo, aunque teñido de falsedad, los invitamos a recorrer
el laberinto del saber siguiendo algunas pistas que hemos sabido construir.

Algunos de los lectores –como anteriormente los alumnos- se sentirán compañeros de


ruta, otras creerán estar dando pasos en falso, otros por último exhibirán mejores guías y
claves más certeras que las nuestras, a veces en una dirección 180º opuesta. Lo que
ninguna podrá ignorar es que la ciencia es la fuerza modeladora –para nuestro bien y
nuestro mal- de nuestro vivir cotidiano. Quien quiera cambiar el/su(s) mundo(s) deberá
recurrir a ella –aunque más no sea para limitarla en sus aspiraciones colonizantes y en su
desenfrenada carrera por imponer, nos guste o no- su voraz y muchas veces aniquiladora
racionalidad.

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