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A. V.
Buenos Aires, 22 de mayo de 1972.
Capitulo primero
STUTTGART (1770-1788)
El p r im e r pr e c e p t o r a d o . Los pr im e r o s e sc r it o s
TEOLÓGICOS
En agosto de 1793 —es decir, un mes antes de pasar su «dispu
tación» final ante el Consistorio del Stift—, Hegel recibe del
señor Von Rutte —amigo de su familia que ejercía en Berna
la profesión de maestro de escuela— una misiva en que le
ofrecía un empleo de preceptor en esa ciudad, con un sueldo
de quince luises de oro, en casa del capitán de dragones Karl
Friedrich von Steiger.
Hegel responde de inmediato aceptando, en principio, la
proposición, aunque supeditando su partida al resultado del
próximo examen y a la obtención del permiso que debía otor
garle el Consejo para realizar dicho trabajo. Conseguida la au
torización, y habiendo cobrado una letra de cambio por valor
de cinco luises para afrontar los gastos del traslado —primer
emolumento recibido por el joven teólogo al comienzo de su
larga carrera—, Hegel parte hacia Berna en los primeros días
de octubre de ese año.
28—Alberto Vanasco
«R e l ig ió n p o pu l a r y cr ist ia n ism o »
tía por el Mesías no harán sino acrecentarse con los años. Aquí,
no obstante, establece un parangón entre Jesús y Sócrates en
el cual el primero queda en situación desventajosa frente al se
gundo. Éste «no limitaba a doce el grupo de sus amigos», ya
que «el decimotercero, el decimocuarto y todos los demás eran
tan bien recibidos como los anteriores». Sócrates no pretendía
endilgar sermones sino iluminar a los hombres, y no perseguía
la uniformidad sino la diversidad. «No tenía interés en formar
un equipo que tuviese un mismo espíritu de cuerpo y recor
dase para siempre su nombre.»
Pero aparte del tono impertinente y ácido que caracteriza
este primer trabajo, se deslizan bajo él algunas nociones que se
refieren a algo mucho más vital y significativo, y que confor
man desde ya el núcleo de muchas de sus concepciones poste
riores. Una de ellas radica en la observación que efectúa sobre
la estrecha correlación que existe entre todas las manifestacio
nes sociales: «El espíritu de un pueblo, la historia, la religión,
el grado de libertad política de ese pueblo, no se dejan consi
derar aisladamente, se hallan unidos en forma indisoluble.»
Con ese criterio, relaciona la desaparición de la religión
pagana con la extinción de la libertad en el mundo antiguo.
Atribuye el nacimiento del cristianismo al surgimiento del in
dividualismo, que es, a su vez, una consecuencia de la propie
dad privada. Ésta ha pasado a ocupar el lugar del Estado, el
cual desaparece, y su imagen, como un producto de su activi
dad, se disuelve en el alma de los ciudadanos. Al no poder
éstos integrarse a una idea, esto es, a un todo, entran también
en conflicto, pues el individuo sólo puede realizarse identificán
dose con aquello que lo sobrepasa, sea una familia, una cultu
ra, o un estado. Se efectúa así el pasaje de una comunidad a
una sociedad, siendo esta última una unión que ciertos hom
bres establecen en vista de sus propios beneficios, en tanto
que una comunidad es un fin en sí misma.
La libertad, por último, consiste en la integración a este
todo, a una idea, por lo tanto, en el sentido que dará más tarde
a este término; y al desaparecer la libertad la religión se trans
forma en iglesia.
Hegel había logrado iniciar lo que ambicionaba desde la
época del colegio: «una historia pragmática».
Al fin, para «restaurar al ser humano en su totalidad», no
ve otro camino que la implantación de una fe religiosa de tipo
32—Alberto Vanasco
L a «V ida de J esús»
33—Vida y obra de Hegel
ñanza.»
Este Jesús de Hegel recomienda «reverenciar la eterna ley
de la moralidad y a £1, cuya santa voluntad no puede ser afec-
rada por nada salvo por la ley». Es una Pasión cuyo drama con
siste en el enfrentamiento de la Iglesia positiva y el reino de la
Razón: «Cuando reverenciáis como a vuestra ley más alta los
reglamentos de la Iglesia y las leyes del Estado, desconocéis la
dignidad y la fuerza que hay en el hombre para sacar de sí
mismo el concepto de divinidad.»
Comienza esta Vida con la acción de Juan Bautista y fina
liza con el entierro de Cristo. Las palabras con que se abre el
libro anticipan en síntesis su contenido: «La Razón pura, libre
de toda limitación o restricción, es la deidad misma.» Y la ley
fundamental de su ética la expresa Jesús con palabras de Kant:
«Lo que podáis querer que sea una ley universal para los hom
bres, válida incluso contra vosotros mismos, proceded con arre
glo a tal máxima.»
Un Cristo humanizado que se desprende de su dimensión
divina para hacerse hombre mediante la razón: «La razón es
quien hace conocer al hombre su destino, el fin último de su
vida. Es verdad que a veces la razón es eclipsada, pero nunca
puede ser extinguida totalmente: aun en el centro de las tinie
blas queda siempre un débil resplandor.»
«L a P o sitiv id a d d e la R e l ig ió n C r istia n a »
Apenas escritas las últimas líneas de su Vida de jesús, Hegel
se abocó a desarrollar en forma teórica los conceptos esencia
les que se hallaban encarnados y, en algunos casos, planteados
tácitamente en su evangelio. Lo que le interesaba investigar en
esta nueva fase era la forma en que la palabra de Cristo, verbo
puro de la razón, había podido dar lugar a la constitución de
una Iglesia clerical y dogmática. Compone así su ensayo deno
minado La Positividad de la Religión Cristiana, tercero y úl
timo de sus trabajos teológicos de la época de Tubinga y Berna.
Es algo por demás curioso que mientras el joven preceptor
se halla empeñado en seguir elaborando esta apologética per
sonal, en la correspondencia que mantiene tanto con Schelling
como con Holderlin quedan formulados ya con toda precisión
S los problemas filosóficos fundamentales que más tarde lo han
1 de llevar a exponer el sistema en que tratará de darles una in-
>• terpretación definitiva. O Hegel no ve en ese momento la pers-
§ pectiva que los mismos le ofrecen, o llevado por su irreductible
£ carácter metódico ha decidido dejar para más adelante dichos
j planteos y acabar en orden con lo que tiene entre manos. Una
^ corroboración de esta última hipótesis estribaría en el hecho de
que no hace mención explícita en esas cartas de dichos traba*
jos teológicos.
Las siete primeras cartas intercambiadas entre ellos —tres
de Hegel y tres de Schelling, además de la segunda de Holder-
lin del 26 de enero de 1795— son esclarecedoras en alto grado
de la situación en que se encontraba la especulación filosófica
en la última década del siglo, del lugar que ocupaban Kant,
Fichte y Spinoza en ese panorama, y las respectivas posiciones
de los tres jóvenes amigos. De algún modo, marcan el punto de
partida de sus trayectorias individuales.
Reconstruyamos ahora someramente las etapas capitales de
este itinerario intelectual:
Como ya hemos transcrito, Hegel le escribe a Schelling al
leer la noticia de la publicación de su nota sobre los mitos en
las Memorabilien, de Paulus, alegrándose de reencontrarlo
«como otras veces» en tren de dilucidar conceptos teológicos
importantes que habrán de contribuir sin duda a modificar las
antiguas creencias.
Le hace saber, a su vez, «con satisfacción», la parte que le
corresponde a él en dicha tarea, pues considera que ha llegado
el tiempo de expresarse con mayor libertad. (Hay aquí, quizás,
una alusión a sus propios trabajos, lo que sería un indicio de
que se disponía a darlos a publicidad.)
Concluye con una mención a las refutaciones de la obra de
Kant, de las cuales sólo «ha oído hablar» de la de Storr, pero
tiene la convicción de que la influencia de Kant — «que es has
ta hoy silenciosa»— no se mostrará a plena luz sino con el
transcurso del tiempo.
Schelling, a su vez, se apresura a hacerle saber que «lo es
pera todo de la filosofía», que las investigaciones de índole re
ligiosa se han convertido para él en algo secundario y que en
esos momentos se ocupa, ante todo, de la problemática filosó
fica. Se trata, en suma, de llevar más allá las conclusiones de
41—Vida y obra de Hegel
E l F ra g m e n to d e S iste m a d e 1800
Hegel ha obtenido ya una visión total del mundo y de la
vida según siente e interpreta el conjunto de sus manifestado-
nes. Lo que se propone es desarrollar esa fórmula exclusiva
en que lo objetivo y lo subjetivo dejan de ser una antinomia
y permiten descubrir un sentido unificador detrás de todos
los fenómenos. Kant, por supuesto, había intentado superar
esta dualidad pero no había podido desembarazarse de las con
tradicciones del intelecto que le impedían abrirse camino al
mundo exterior, al vasto dominio de «las cosas en sí», asiento
de las verdades últimas. Hegel corta en tal sentido el nudo
gordiano y comprende que es necesario extender esas contra
dicciones al mundo objetivo. Éste es el primer paso de su
revolución copernicana.
Fichte se había propuesto también un monismo absoluto
pero al incluir la totalidad de la experiencia dentro de las fa
cultades creadoras del Yo había desembocado en un idealismo
radical que se hacía insostenible, sobre todo ante los avances
de la ciencia. Schelling era quien había tratado de enmendar
este exceso elaborando un idealismo objetivo según el cual el
mundo físico aparece como la manifestación de algo espiritual,
por lo que su idealismo se convierte en panteísmo. Es ante
estas ideas que Hegel descubre el camino a seguir. A Schelling
le debe, sin lugar a dudas, las pautas fundamentales que lo
llevaron a formular su sistema. Schelling había publicado nada
menos que otros cinco trabajos desde 1796, año en que se
habían dejado de escribir. Además de sus importantes artícu
los de 1797, «Nueva Deducción del Derecho Natural» y «Atis
bo general sobre la última literatura filosófica», ese mismo año,
como ya hemos dicho, había dado a la imprenta su tratado
Ideas relativas a una Filosofía de la Naturaleza, en que ya se
refería a la Naturaleza como al Espíritu visible. En 1798 había
publicado uno de sus ensayos capitales, El Alma del Mundo,
que influyó sobremanera en la evolución del pensamiento de
Hegel, y en 1799 su primer estudio sistemático, Primer Esbozo
de un Sistema de Filosofía de la Naturaleza, con que se cerraba
el primer ciclo de su desarrollo filosófico. Todo ello antes de
74—Alberto Vanasco
H a c ia la «F e n o m en o lo g ía del E s p ír it u »
Al llegar a Jena, Hegel consigue, gracias a la mediación de
Schelling y el ascendiente de que gozaba éste sobre Goethe,
un puesto de privat-dozent en la Universidad, la que se hallaba
prácticamente bajo la dirección del autor de Fausto. Su obje
tivo primordial había sido alcanzado. De inmediato se pone
en actividad para lograr los otros fines que se había propuesto
y por los que había bregado toda su vida. Se halla allí en su
elemento. Siempre le había tocado residir en pequeñas ciuda
des hermosas rodeadas de espléndidos paisajes naturales, pero
las ondulantes colinas y los maravillosos cursos de agua de
Jena le encantaron y colmaron su espíritu de energía y de dicha
inefable. Y era que allí había encontrado el bello contorno de
la naturaleza, que él sabía apreciar, unido a la atmósfera den
samente cultural que precisaba para saberse plenamente vivo.
Durante su primer año en esa ciudad, que constituía en aquel
entonces el centro filosófico de Alemania, Hegel desplegó una
78—Alberto Vanasco
la propia Frankfurt.
Hegel ha captado, al ver sucumbir el poderío imperial, la
esencia última del Estado, que consiste tan sólo en la capaci
dad efectiva de defenderse de otros Estados y proteger las vi
das y la propiedad de sus ciudadanos. Alemania, en consecuen
cia, ya no constituye un Estado. ¿De qué manera se lo puede
restaurar como tal? Éste es el interrogante que Hegel se plan
tea en este escrito.
«Una multitud puede constituir un Estado cuando está
unida como para efectuar la defensa común del conjunto de su
propiedad. Es obvio, pero conviene, no obstante, recalcarlo,
que esa unión no tiene sólo por objeto la defensa sino que,
cualesquiera que sean las fuerzas o la situación, lo hace con
una defensa efectiva.» Es decir, es a través de la guerra que
los Estados prueban que lo son.
Reseña luego detalladamente la evolución política de Ale
mania y hace una colorida semblanza de la Constitución y el
sistema representativo, que según él se remonta a la época
feudal alemana, se desarrolló en Inglaterra y degeneró en Fran
cia. Desecha los proyectos de unificación basados en la coali
ción de los pequeños Estados y señala como única salida la
hegemonía de uno de los grandes Estados sobre los demás.
Puesto ante la disyuntiva de elegir entre Austria y Prusia, se
decide por la primera. Prusia ha dado ya muestras de sus in
tenciones absolutistas al proceder violentamente con los esta
mentos del Reich. Austria necesita sólo un gran estadista para
que lleve a cabo la unidad, implantando una monarquía cons
titucional.
Hegel no publicó, ni siquiera tuvo tiempo de concluir, su
trabajo: Austria había puesto en evidencia mientras tanto que
era tan poco digna de confianza como Prusia, y el flamante
profesor arrumbó una vez más su cuaderno en un estante. Sin
embargo, había llegado a descifrar y a vaticinar en esas páginas
el porvenir de Alemania.
L as R eseñas b ib l io g r á fic a s
La «F e n o m en o lo g ía del E s p ír it u »
En enero de 1807, en Bamberg, Hegel corrigió las pruebas,
agregó un extenso prólogo, y en abril aparecieron los primeros
ejemplares de la edición.
¿Qué es la Fenomenología del Espíritu? Es, sin duda, uno
de los libros más extraordinarios, hermosos, desconcertantes,
ambiciosos, oscuros, extraños, lúcidos, ingenuos, originales, caó
ticos, puros, extravagantes, pretenciosos, alucinados, magistra
les, incomprendidos, luminosos, desconocidos y definitivos que
se hayan escrito. ¿Qué pretendía ser, entonces? Nada de eso,
seguramente. Tan sólo «un estudio puramente científico de la
filosofía», como se lo definía el autor a Goethe en una carta
del 29 de septiembre de 1804.
El libro es, en efecto, eso, pero también es lo otro. Es un
tratado filosófico, pero también es un poema; y no sólo un poe
ma sino además un drama, y una autobiografía, y un texto
de psicología, del hombre pero asimismo de toda la humani
dad, y es una historia, y una leyenda, y una profecía. Apenas
afirma algo ya lo niega, y afirma otra cosa, que a su vez es
negada. Una alegoría, y un canto, y una descripción fiel del
mundo, eso es la Fenomenología del Espíritu. En un universo
donde todo aparece nada más que para ser suprimido de inme
diato, una filosofía que pretendiera expresarlo debía ser forzo
106—Alberto Vanasco
La labor p e r io d íst ic a
rines renanos por mes, esto es, 540 florines por año, lo que
no llegaba a cubrir los 100 táleros que Hegel cobraba por una
subvención que Goethe le había hecho acordar por la Univer
sidad. Asegurada una remuneración mínima igual por parte de
Schneiderbanger, y con la promesa de recibir al año siguiente
un florín por ejemplar vendido, lo que podía significar mil flo
rines al año, Hegel se hace cargo en m am de la redacción del
periódico.
Pero antes de partir escribe aún otra carta a Schelling tra
tando de interesarlo en la publicación de una revista crítica de
la literatura alemana, de la cual podría hacerse cargo la Acade
mia de Munich, proyecto que desde luego fracasó y no interesó
a su amigo que había hallado ubicación nuevamente, por así
decirlo, en el centro del mundo.
He aquí, entonces, en Bamberg, al docto humanista hacien
do las veces de redactor de un diario. Con el empeño y la es
crupulosidad con que solía llevar a cabo todas sus tareas, como
había realizado aun las de preceptor en sus épocas de Berna y
de Frankfurt, Hegel se abocó al cumplimiento de sus nuevas
funciones con entusiasmo y hasta con convicción. Se declaró
vivamente interesado en dicho trabajo, debido «a su curiosidad
en los sucesos mundiales», y en cierta medida se propuso me
jorar el nivel del periodismo alemán: «Podemos considerar que
la mayoría de nuestros diarios están peor hechos que los diarios
franceses, y sería conveniente aproximarse al tono de estos úl
timos, sin dejar de lado, claro está, lo que todo alemán recla
ma: una especie de pedantería y una clara objetividad en la
presentación de las noticias.»
El Bamberger Zeitung era un periódico que estaba al ser
vicio de los intereses y designios de Francia, por lo que en
nuestros tiempos podríamos deducir que la labor que efectuaba
Hegel era estrictamente la de un colaboracionista, pero debe
tenerse en cuenta que para toda su generación la presencia de
las tropas francesas en Alemania significaba una posible aper
tura hacia el cambio político, o sea, la instauración de monar
quías constitucionales en toda Europa. Además, la idea de na
cionalismo imperante en ese entonces en el continente europeo
era muy distinta a la que podemos concebir actualmente. En
consecuencia, Hegel no exageraba al manifestarse entusiasmado
con la empresa; como todos los intelectuales progresistas de su
tiempo tenía a bien trabajar a favor del éxito de la revolución.
Hegel se inaugura al mismo tiempo como filósofo y como
116—Alberto Vanasco
sus proximidades.
Como ya era habitual, surgieron por intermedio de Niet
hammer: éste había sido llamado a Munich, en abril de 1807,
y designado «consejero superior de Escuelas y de Estudios» en
el Departamento de Instrucción Pública y Cultos, dependien
te del Ministerio del Interior de Baviera. Este importante nom
bramiento era una justa recompensa a los trabajos y proyectos
1. Carta a Niethammer del SO de mayo de 1807.
culturales desarrollados por Niethammer. Su plan de reorganiza
ción educacional tenía en cuenta principalmente a los gimna
sios, que eran considerados el centro de la formación intelec
tual. En general tendían a separar en la enseñanza secundaria
y superior la educación burguesa de la paisana, según la expre
sión de Hegel, o sea, la teórica de la práctica. Por la enérgica
oposición del partido clerical el plan no entró en vigor hasta
un año después.
Pero las altas atribuciones de su nuevo cargo le permiten
entrever una situación más adecuada para su amigo. Y el 8 de
mayo de 1808 le insinúa la posibilidad:
«¿Qué diría usted si se le propusiera para un puesto de direc
tor de gimnasio? Yo mismo no estoy aún lo bastante familia
rizado con esta idea como para poder decidirme al respecto.
Solamente se me ha ocurrido que de esta forma podríamos ha
cerlo venir aquí. Sin embargo, este proyecto se halla todavía
expuesto a miles de dificultades...»
Hegel se entusiasma ante la perspectiva y queda a la espera
de las novedades. En el ínterin, se suscita un conflicto con las
autoridades que por poco deja a Hegel y a sus colaboradores
sin su medio de vida:
El 19 de julio de 1808 el Diario de Bamberg publicó una
nota en que se señalaban los sitios de acantonamiento de tres
divisiones bávaras en los campos de Platding, Augsburg y Nu-
remberg.
Este artículo, confeccionado sobre la base de informaciones
aparecidas previamente en otros periódicos, incluía un fragmen
to de un decreto real que modificaba la parte correspondiente
de la noticia. Hegel había recibido la copia de este decreto de
manos del encargado de la imprenta, quien le comentó que lo
había encontrado.
Desde Munich, en consecuencia, el Ministerio de Asuntos
Exteriores pidió al editor del diario, bajo pena de retirarle el
privilegio, que informara el nombre del militar que había sumi
120—Alberto Vanasco
sentación.»
Formulada de este modo tajante la disyuntiva, la carta de
Schelling queda sin contestadón. Hegel nada puede agregar
que no sea para ahondar la diferencia entre los dos. Su amigo
ha sabido reducir a un solo punto lo que hay en ellos de irre
conciliable. Para Hegel ya no había «una parte» y «otra», y el
concepto es lo mismo que la representación, pero también es
mucho más que eso. £1 concepto era lo que el hombre hallaba
detrás de los fenómenos, del mundo de las apariencias, esto es,
la realidad misma, el mundo de las «cosas en sí» que Kant había
declarado inexpugnable. Schelling no había sabido escapar de
su dualismo, de la concepción idealista del mundo que había
heredado de Kant y de Fichte. Ni siquiera pudo comprender
de qué estaba hablando Hegel, a qué se refería. £1 monismo de
Hegel superaba por primera vez esa distinción, pero quien
había dado el paso inicial para alcanzar esa unidad no llegó a
comprenderla cuando la tuvo ante los ojos.
De pronto, el 26 de octubre de 1808, el destino de Hegel
da un vuelco definitivo. Una sucinta, expeditiva carta de Niet
hammer le hace saber su nombramiento: «Con mayor rapidez
de lo que yo creía posible, su asunto ha quedado arreglado. Se
me ha pedido que le anuncie que ha sido usted nombrado pro
fesor de ciencias filosóficas preparatorias y, a un mismo tiem
po, director del gimnasio en Nuremberg.»
Hegel siente de pronto que la tensión, la espera de tantos
años ha concluido por fin; lo aguarda ahora la realidad, en que
podrá ser él mismo de una vez por todas y para siempre. Así
se lo dice de inmediato al amigo cuando responde:
«Se imaginará usted de qué manera vuestra bondad y vues
tros esfuerzos denodados me llenan de reconocimiento y ale
gría: así lo podrá comprender si tiene en cuenta lo desmesurado
de mi espera y de mi aspiración impaciente, que se han pro
longado durante tantos años y que me devoraban día a día.»
Y se permite entonces la expansión sentimental y la eclo
sión del agradecimiento:
12i —Vida y obra de Hegel
H a cia la «C ie n c ia de la L ó g ic a »
El 6 de diciembre de 1808 se inauguró el nuevo instituto de
enseñanza secundaria, con un discurso del consejero escolar
de distrito en Nuremberg, Heinrich Eberhard Gottlob Paulus,
y la presencia del comisario general Von ThQrheim y otros al
tos funcionarios. El día 12 de ese mes, el rector Hegel dio
comienzo a las clases.
El número de alumnos inscriptos ascendía a treinta, ocho
de los cuales correspondían al curso superior.
El Egidianum, o Colegio Secundario de San Egidio, había
sido fundado por Melanchton y remplazaba tres escuelas lati
nas suprimidas por la reforma. El edificio se alzaba frente a la
plaza Dillinghof, junto a la iglesia que había dado su nombre
al gimnasio. Sobre dos amplias habitaciones que miraban a la
calle había instalado su alojamiento el nuevo rector.
Así, pues, de redactor de la gaceta de Bamberg, en pocos
125—Vida y obra de Hegel
29 de diciembre de 1812.)
Peter G. van Ghert, ex alumno de Hegel, se había ocu
pado durante esos años de difundir y hacer comentar la Feno
menología en Holanda. Al conocimiento del libro en los Países
Bajos había contribuido también en forma decisiva la reseña
publicada por K. F. Bachmann en los Anales Literarios de
Heidelberg, primera serie del año 1810, que fue considerada
la más importante de las críticas dedicadas a la Fenomenología,
y en la que el autor establecía un parangón entre las obras
de Schelling y Hegel, obviamente favorable a este último:
«En tanto que en Schelling predomina la imaginación, en
Hegel la razón se manifiesta en toda su potencia...; toda su
fuerza tiende a dar a la filosofía la forma rigurosa de la cien
cia, de modo que cada elemento se muestra como necesario
y determinado, o, mejor aún, la filosofía se erige en un sis
tema.»
Van Ghert le hace llegar, desorientado, los reparos que
suscita en Holanda la Fenomenología, y que de alguna manera
exteriorizan su propia confusión ante ciertos aspectos de la
obra, no obstante su devoción por la misma: «Kinker afirma,
en efecto, en su reseña, que la Fenomenología no es otra cosa
que una descripción de la filosofía, ¡escrita en un lenguaje
poético y edificante!» (25 de febrero de 1811), y el 12 de
abril del año siguiente le pide la bibliografía relativa a la Fe
nomenología, y le sugiere que la haga conocer. «Un anuncio
de tal índole contribuiría sin duda alguna a la divulgación del
libro y haría desaparecer por entero la impresión de arbitra
riedad para los no iniciados y los extranjeros.» Por fin, una
vez publicada la Lógica, el 24 de junio de 1813, le transmite
una nueva crítica, esta vez formulada con mayor precisión:
«Los profesores Van Hemert y Kinker, dos kantianos, auto
res de obtusas recensiones de la Fenomenología, estuvieron
conversando conmigo a ese respecto en la biblioteca de nues
tra ciudad (en que se encuentra la primera parte) y me han
hecho conocer su sorpresa ante el hecho de que el ser y el
no-ser deban ser una misma cosa. Hallaban ellos una gran
contradicción en que en la página 25 se afirme lo que sigue:
que una explicación empírica es totalmente superflua; y que
de inmediato se desarrolle una explicación de ese tipo, en la
cual (como ellos lo imaginan) se demuestra que es lo mismo
que esta casa sea o que no sea.»
Pfaff, por su parte, planteaba sus diferencias en forma ma
138—Alberto V musco
mismo».
Hegel tiene una muy clara noción del riesgo que supone
una tarea como la que emprende en ese momento. £1 mismo
había dicho que las filosofías eran positivas en lo general, en
sus planteos iniciales y amplios, y que se hacen históricas, es
decir, pierden perennidad, al considerar los aspectos partícula-
res. A Plaión le había ocurrido. Descartes había tenido razón
en su escepticismo radical del comienzo; pero cuántos pecados
de dogmatismo había cometido luego. Nadie más sensato que
Kant con su sistema crítico; pero en qué terreno resbaladizo
se había aventurado luego. El propio Hegel, al querer racio
nalizar la armonía del sistema solar a partir de los elementos
precarios que le ofrecía la ciencia de su tiempo, había ya per
petrado un craso error. Y hasta en la Fenomenología se había
permitido incursionar en el dominio concreto de la significación
fisonómica y de la frenología. No por nada se había interesado
en la psicología empírica desde la época de Berna, cuando le
pedía a Süsskind, por intermedio de Schelling, un ejemplar del
Oberdeutsche Zeitung en que había aparecido un comentario
del Repertorio General para la Psicología Empírica de J. D.
Mauchart.
Debido a sus estudios, a sus trabajos en el diario de Bam-
berg y al frente del Colegio Secundario de Nuremberg, Hegel
contaba con una masa de conocimientos que le permitían afron
tar con cierta confianza la labor actual. Tal vez en ningún otro
hombre de su tiempo se reunía una cantidad tal de saber como
en él, se trate ya de matemáticas, física, química, psicología, as
tronomía, leyes o economía. Y estos conocimientos no eran ge
nerales ni vagos, sino específicos y minuciosos. Si no, téngase
en cuenta la carta que Seebeck le escribe emocionado el 29 de
enero de 1808 para informarle que Davy, el 19 de noviembre
último, en la Sociedad Real de Londres, ¡había demostrado,
por una serie de experiencias irrefutables, que el potasio y el
sodio eran verdaderos óxidos metálicos! Y le hace una detallada
relación del experimento.
Hegel mismo se encarga en la introducción de la Lógica de
establecer la distinción entre la tarea que había llevado a cabo
en la Fenomenología y la que se había propuesto ejecutar en
esta segunda obra. Anota a ese respecto: «En la Fenomenología
14}—Vida y obra de Hegel
firmado en su momento.
Paulus le responde, en primera instancia, con cierto escep
ticismo, haciéndole saber que los juristas —que prevalecen en
el gobierno de la Universidad— se muestran hostiles hada la
filosofía, y que Fries había logrado reunir oyentes, no en mé
rito a su filosofía, sino gracias a los cursos que había dictado
sobre física y derecho público; y le recomienda, en conclusión,
circunscribirse a la enseñanza de las matemáticas.
Pero en los primeros días de agosto de 1816 recibe Hegel
otra de las cartas decisivas de su existencia. Se la enviaba Karl
Daub desde Heidelberg y decía así: «Señor Consejero Escolar:
Por una carta recibida ayer de Karlsruhe [capital del gran
ducado de Badén] se me ha encomendado la misión, altamente
grata para mí como para todos vuestros amigos de aquí, de pre
guntaros si estaríais dispuesto a aceptar un cargo de profesor
titular de filosofía en la Universidad de esta ciudad.»
La retribución consistía en 1 300 florines y 12 muids de
trigo. Era menos de lo que obtenía en total con sus ingresos
en su calidad de rector y consejero escolar, pero Hegel aceptó
de todos modos, movido por «su amor a los estudios univer
sitarios».
Simultáneamente a estas gestiones se le ofreció a Hegel la
posibilidad de ejercer el profesorado en Berlín, nada menos
que en la cátedra de Fichte, la cual, desde su muerte, acaecida
el 27 de enero de 1814, no había sido adjudicada todavía. Por
otra parte, casi como una ironía, le fue concedida también en
esa época la tan anhelada cátedra de Erlangen, aunque ya los
acontecimientos habían superado sus aspiraciones y posibili
dades y debió rechazar la nueva designación. Esta cátedra, por
otra parte, no era de filosofía sino de elocuencia y arte poética,
además de griego y latín.
Hegel se vio así, de pronto, hacia agosto de 1816, con las
mejores perspectivas que podía ofrecer la filosofía en la Ale
mania de ese tiempo puestas a su disposición.
La oportunidad de Berlín se le presentó en la persona de
Friedrich Ludwig Georg von Raumer, funcionario del gobier
no prusiano y profesor de historia en Breslau. Éste había via
jado oficialmente a Italia y al regresar pasó por Nuremberg al
165—Vida y obra de Hegel
Tal vez nadie sintió como Hegel que todo lo que a él le ocu
rría era un signo de los tiempos, que su destino se hallaba
marcado por el de la humanidad. Ha llegado ahora —a los
46 años— a la plenitud de su vida. Inicia una etapa decisiva
de su experiencia como hombre y como pensador, una etapa
que, por otra parte, sabe que ha de ser la última. Nada más
puede pedir: es profesor titular en una Universidad ilustre,
filósofo prominente, funcionario de mérito y jefe de familia
dichoso.
En la disertación inaugural con que abre sus cursos el 28
de octubre de 1816 —como también en la que pronunciará
más tarde en la Universidad de Berlín— se trasluce en forma
patente este sentimiento de identificación con el sino de su
época; se diría que el Espíritu ha convocado a Hegel a aquel
sitial: una vez salvada Alemania, la ciencia resurge y la verdad
168—Alberto Vanasco
Lógica y Metafísica
Semestre de verano Antropología y
1817 Psicología
i Estética
«La F i lo s o f ía d e l D e re c h o »
Hegel supo cumplir con toda eficiencia el papel para el que
había sido llamado por el Estado prusiano. A su desempeño
acertado se debió que retuviera el puesto durante trece años,
hasta su muerte, y que en 1829 se le confiriera también el
cargo de rector de la Universidad. Cumplió debidamente su
función de filósofo oficial en la primera Universidad del Estado,
comunicando a la juventud una serie de valores morales e in
telectuales sólidos y precisos, que era lo que se esperaba de
él; pero en ningún momento dejó de ser fiel a sus propios
dictados culturales o científicos y, menos aún, a sus fundamen
tos filosóficos: nunca dejó de decir en voz alta lo que pensaba
con respecto al final de la época en que le había tocado vivir,
a la terminación de un sistema social, de una forma de vida,
al eclipse del poderío de una clase, de una concepción del
mundo. También fue dialéctica y, por lo tanto, en cierto plano,
contradictoria, su actitud personal: mientras representaba en
180—Alberto Vanasco
naria.
A través de ese análisis concreto del fenómeno del Estado,
Hegel redescubre la comunidad racional de los hombres, que
su sistema general ya había podido anticipar. Era otro golpe
decisivo dado a todo individualismo. El Estado no es un pro
ducto que los hombres elaboran con su actividad; por el contra
rio, son ellos determinados por el Estado como ciudadanos. Es
el predominio de lo Absoluto sobre las formas particulares de
la vida.
Solucionar sus propias contradicciones es la tarea de esta
expresión de la Razón en su desenvolvimiento. Para Hegel
—como hemos señalado— la libertad depende de la identifica
ción de los individuos con el Estado. Cuando esta identificación
se pierde o se disuelve, los hombres se precipitan en un periodo
de esclavitud, y se inicia luego una nueva etapa en busca otra
vez de la libertad sustancial.
trucción del arte clásico sobreviene una tercera fase, la del ro
manticismo, en que predomina el sentimiento. Ésta da lugar
a que un estilo inicial severo sea sustituido por un estilo ideal
y después por el estilo gracioso, o agradable.
En cuanto a las artes particulares, las ordena según su gra
do de capacidad para expresar el Espíritu, lo Absoluto mismo,
y este ordenamiento es el que corresponde además al progreso
histórico:
1.° La Arquitectura, por la que empieza el arte, en la que
se expresa con la materia misma, no dominada aún totalmente
por el espíritu. Por ello lo que prepondera en sus elementos son
las propiedades materiales, gravedad, volumen, consistencia, lí
neas.
2.° La Escultura, en la que la expresión del elemento espi
ritual logra evidenciarse con mayor fuerza en la apariencia ma
terial.
3.° La Pintura, en que el espíritu se representa ya en una
casi pura dimensión subjetiva.
4.° La Música, en que la concentración espiritual casi se
desprende de la materia.
5.° La Poesía, donde el alma se proyecta en toda su pu
reza, a lo largo de su graduación, poesía épica y poesía lírica.
Se agrega aquí el arte dramático, que incluye la música y la
danza.
Aparte de esta monumental y admirable incorporación de
la filosofía de lo Bello a su sistema metafísico, la Estética de
Hegel presenta el valor inapreciable de las consideraciones y co
mentarios que, con respecto a los géneros y creaciones particu
lares, va desarrollando a lo largo de cada uno de los aspectos
estudiados, en que se encuentran tanto intuiciones geniales
como valiosos aportes a la historia del arte.
L a F il o s o f ía de la H ist o r ia
La inteligencia pone al hombre ante la evidencia de una tra
dición rota, de una sabiduría perdida, o, al menos, de un enigma
irreductible hasta hoy: el comienzo del tiempo, del espacio y de
la materia, el nacimiento de la vida y del espíritu.
Ante esta incógnita irresoluble, el hombre halla en la his
toria un mundo de transparencia, coherente y racional. El gran
198—Alberto Vanasco
y moral.»
El fin del Espíritu es arribar a la conciencia de sí mismo.
Todo el proceso de la vida y de la historia no consiste sino en
esa transformación del en-si en para-sí. Es el Espíritu que se
va apropiando del mundo objetivo, o, a la inversa, el Espíritu
que llega a ser lo que es, que explícita y objetiva su concepto.
Siendo éste su fin último, la progresión histórica deja de signi
ficar un simple acrecentamiento cuantitativo: «El Espíritu, en
tonces, debe alcanzar el saber de lo que él es en verdad y
objetivar este saber, transformándolo en un mundo real y pro
duciéndose a la vez a sí mismo objetivamente. Tal es la finali
dad absoluta de la historia universal.»
La historia universal es la manifestación del proceso divino
y absoluto del Espíritu en sus figuras más elevadas, es la mar
cha gradual por la cual alcanza su verdad y toma conciencia de
sí: «Los pueblos históricos, los caracteres determinados de su
ética colectiva, de su constitución, de su arte, de su religión y
de su ciencia, constituyen las configuraciones de esta marcha
gradual. Franquear estas graduaciones es el anhelo infinito y el
impulso irresistible del Espíritu del Mundo, ya que su articu
lación como así también su realización son su concepto mismo.»
Todos estos momentos se elevan a una totalidad transpa
rente para sí misma y aportan la conclusión. La revisión y el
estudio que Hegel hace de la historia estriba en el examen y
recuperación filosófica de cada uno de esos momentos. Pero será
la ciencia la que ha de obtener el conocimiento último y libre
mente adquirido de esta verdad que es una y la misma en sus
tres manifestaciones complementarias: el Estado, la Naturaleza
y el mundo ideal.
En síntesis: Dios, como acepta ahora denominar Hegel al
Espíritu, no es quien proyecta el desarrollo sino un resultado
del mismo y reside en él. La humanidad es el fin de sí misma
y el sentido de la historia no está sino en ella. La Razón, como
historia universal, no es producto de una voluntad subjetiva,
sino la acción de Dios. Dios habla pero no se expresa sino a sí
mismo. La Idea se hace perceptible sólo en el mundo, y es per
ceptible sólo para ella misma. La historia es su culminación y
en ella se justifica el proceso total del desarrollo de la Idea.
L a H ist o r ia d e la F il o s o f ía
200—Alberto Vanaico
Ésos fueron también para Hegel los años de sus viajes más
frecuentes y largos. En 1819 fue a Rügen; en 1820 y 1821 a
Dresde, Kassel y Colonia; en 1822 a Holanda. De paso por
Magdcburgo entrevistó a Lazare Carnot, el estadista francés que
se hallaba exiliado allí desde 1815, y en Bruselas se encontró
con Peter Gabriel van Ghert; en 1824 a Viena y Praga; en
1827 a París, donde es agasajado y presentado por V. Cousin;
en 1829 nuevamente a Praga. Visita a Goethe en Weimar, y en
Karlsbad se encuentra con Schelling. La relación entre ambos
se había mantenido en términos cordiales luego de las primeras
y violentas discrepancias. Schelling lo había visitado en Nu
remberg en 1812 y Hegel, a su vez, lo visitó en Munich en 1815.
Con los años, Schelling había terminado por comprender y
aceptar la teoría general del mundo de su amigo de lá adoles
cencia. Y luego de la muerte de Hegel sería llamado a Berlín
para ocupar su cátedra a fin de morigerar y compensar la in
fluencia a la larga subversiva y facciosa del pensamiento es
peculativo del creador del Idealismo Dialéctico.
En 1825 Ludwig dejó el trabajo de dependiente que desem
peñaba en una librería de Berlín y Hegel le consiguió una pla
za de oficial en el ejército colonial holandés. El joven se em
barcó de inmediato y un año después se hallaba en Java. En
cuanto a Christiane Hegel, pese a sus breves mejorías, gradual
mente se sumió en la más cerrada noche de la mente. Un año
después de la muerte de Hegel, en 1832, sintiéndose incapaz
de sobrellevar su soledad, se suicidó en Bad Teinach.
Como ya adelantamos, el pensamiento de Hegel había em
pezado a institucionalizarse en las universidades: en 1821
Daub desarrolló un curso sobre la Doctrina de la Conciencia,
según la Fenomenología, y Hinrichs otros dos acerca de la
Lógica, según la Enciclopedia de las Ciencias Filosóficas, y de
la Diferencia entre las filosofías de Schelling y de Hegel. Hegel,
por su parte, prologó el libro de Hinrichs La Religión en rela
ción íntima con la Ciencia, de 1822.
Los últimos trabajos publicados por Hegel fueron ocho ar
tículos aparecidos en 1823 en los Anales de Crítica Científica,
y un comentario Sobre el Bill de Reforma Inglesa, en el Diario
del Estado Prusiano, del cual sólo dio a conocer una primera
203—Vida y obra de Hegel
E l E spír it u A bso lu to
La tarea de toda la vida de Hegel consistió tan sólo, pero nada
menos, que en reinterpretar —a partir de una intuición funda
mental que llegó a convertirse casi en una idea fija— todos y
cada uno de los aspectos de la realidad que se ofrecieron a su
inquietud metafísica. Este ejercicio le permitió ir descubriendo,
como a todo aquel que se interna en un continente nuevo, reía*
ciones insospechadas y sentidos nuevos en la multitud de fenó
menos que se presentaron ante sus ojos. Fue como si se hubiera
puesto a examinar el mundo desde una profundidad mucho ma
yor que la de sus contemporáneos o sus antecesores. Pero cada
una de esas revelaciones se nos muestra tan sólo a la luz del
sistema íntegro, con relación a la premisa general de que el su
jeto es la sustancia, y con referencia al lugar que ocupa en la
tríada capital L og os -N aturaleza -E s p ír it u , a través de la cual
se desarrolla la dialéctica del Espíritu Absoluto.
Todo el sistema universal de Hegel se despliega alrededor
206—Alberto Vanasco
el temblor de tu presencia,
comprendería tus revelaciones,
interpretaría el sentido elevado de las imágenes,
oiría los himnos que resuenan en las comidas de los dioses,
las sabias sentencias de sus consejos.
Pero tu templo ha enmudecido, oh diosa.
El tropel de dioses ha huido nuevamente hacia el Olimpo,
haciendo abandono de los altares sagrados,
y el genio de lo desconocido, que los había atraído hasta aquí
[abajo con sus encantos,
ha huido ante el sepulcro de la humanidad profanada.
La sabiduría de sus sacerdotes se calla, ningún eco de los
[sagrados misterios
ha llegado hasta nosotros, y es en vano
que el indagador ejerza su curiosidad,
más que el amor por la sabiduría (los indagadores pretenden
[tenerla
y te desprecian), y para satisfacerla
excavan para desenterrar palabras
en que tu espíritu sublime haya dejado su impronta.
Es inútil. No han logrado recoger más que polvo y cenizas
en que tu vida no volverá a renacer nunca para ellos.
Aunque se complacen también en la pudredumbre y en la
[muerte,
ellos, que están eternamente muertos, la gente satisfecha:
es en vano: no queda ningún signo de tus fiestas,
ninguna huella de tu imagen.
Para los hijos de la iniciación, la multitud de enseñanzas su-
[blimes,
la profundidad del sentimiento inefable, eran demasiado sa
grados
como para que estimaran que sus signos se habían desecado.
El propio pensamiento no puede apresar al alma
que fuera del tiempo y del espacio,
sumida en el presentimiento de lo infinito
se olvida de ella misma y luego despierta de nuevo a la con-
[ ciencia.
Aquel que aspira a hablar de esto a los otros,
aun cuando se expresara en la lengua de los ángeles, sentiría
[la pobreza de las palabras,
temblaría por haber concebido tan mezquinamente las cosas
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212—Alberto Vanaseo
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219—Vida y obra de Hegel
11. Prólogo.
I/S tuttgart (1770-1788)
13. Los primeros estudios.
II/T ubinga (1788-1793)
20. Los estudios universitarios.
III/B erna (1793-1796)
28. £1 primer preceptorado. Los primeros escritos teoló
gicos.
29. «Religión popular y cristianismo.»
33. La «Vida de Jesús».
40. «La Positividad de la Religión Cristiana.»
I V /F rankfurt (1797-1800)
55. Los últimos escritos teológicos. El fin del preceptorado.
61. «El Espíritu del Cristianismo y su Destino.»
67. Los escritos políticos.
71. El fragmento de 1800 introductorio a la «Positividad de
la Religión Cristiana».
73. El Fragmento de Sistema de 1800.
V / J ena (1801-1806)
78. Hacia la «Fenomenología del Espíritu».
81. «Diferencia entre los Sistemas filosóficos de Fichte y de
Schelling.»
84. Sobre la Constitución de Alemania.
85. «Dissertatio philosophica de Orbitis Planetarum.»
87. Las Reseñas bibliográficas.
89. Los cinco ensayos de la «Revista Crítica de Filosofía».
98. «El Sistema de Moralidad Social.»
99. Sistema de Jena (1801-1806).
106. La «Fenomenología del Espíritu».
V I/B am berg (1807-1808)
111. La labor periodística.
V I I /N urem berg (1808-1816)
125. Hacia la «Ciencia de la Lógica».
141. «La Ciencia de la Lógica.»
V I I I / H e id e l b e r g (1816-1818)
168. La «Enciclopedia de las Ciencias Filosóficas».
IX /B erlín (1818-1831)
180. «La Filosofía del Derecho.»
194. La Estética.
198. La Filosofía de la Historia.
200. La Historia de la Filosofía.
X /E p íl o g o
206. E l Espíritu Absoluto.
210. Apéndice.
214. Bibliografía.
217. Índice personajes y obras.