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Señala así también la "esquizofrenia" de la Psicología clínica, que por un lago pugna por
ser una práctica científica, pero también persisten en ella prácticas clínicas con éxito social y no
científicas. Plantea, pues, una razón radical de esa práctica clínica: ir a la naturaleza de los
trastornos psicológicos, y al sentido de la tarea terapéutica.
Por un lado, la hiperreflexividad actual del individuo sobre sí mismo, "un estancamiento
sobre sí mismo que impide seguir el río de la vida" (pag. 27). Da una definición general de
trastorno como: "la conducta que se vuelve problemática para el propio sujeto en su esfuerzo
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adaptativo ante situaciones conflictivas o de fracaso" (pag. 27) y "un trastorno psicológico sería
una forma de conducta que resulta problemática al tratar de llevar a cabo alguna función
adaptativa, de modo que la propia forma termina por ser el objeto funcional de la persona" (pag.
31). Cuando la conducta problemática, en un esfuerzo por adaptarse, se vuelve objeto de
preocupación, pasa a un primer plano y el resto de la vida del individuo es secundaria. Sería
entonces cuando existiría un problema psicológico. La atención y preocupación sobre un
problema de la vida lo convierte en un problema psicológico.
Va dando ejemplos de otros autores y corrientes que apoyan esta concepción de la propia
reflexión como el problema. Diversos trastornos que tienen en común ese énfasis sobre sí
mismo, esa hiperreflexión que se convierte en problema, desde los problemas obsesivos a las
alucinaciones psicóticas, desde la bulimia a la evitación experiencial, desde los problemas
depresivos al ataque de pánico.
Más adelante, en el Tercer Capítulo, trata sobre la "formación del síntoma", es decir, la
naturaleza misma del problema psicológico. Comienza siendo la queja del cliente, como se
presenta en la vida cotidiana, pero el clínico va elaborando y dando forma según su propia
configuración, según la importancia concedida a unas u otras conductas. Pero esos síntomas
tienen ya una elaboración cultural y social, sería la cultura moderna la que los propicia, los forma
y los lleva a la consulta clínica: desde los problemas que han evolucionado culturalmente
(depresión, ansiedad, esquizofrenia) a los que han nacido con los tiempos modernos (estrés,
bulimia, adicciones). Cifra esos cambios en funciones sociales, en instituciones básicas que han
creado su función en los tiempos modernos: sistema de producción capitalista, la forma de
familia burguesa, el sistema de transmisión cultural en la escuela, y el sistema de valores de la
religión. En ese entramado social la propia Psicología clínica sería una institución intermedia que
no sólo trata de remediar los problemas en su adaptación, sino que también los propicia y les da
un marchamo científico.
Describe los cambios históricos y los cambios en el énfasis clínico que han ido
evolucionando desde mediados del siglo XIX hasta los trastornos actuales. Trastornos que se
deben más a la "sensibilidad social" que a unos hallazgos científicos verdaderos. Esos síntomas
serían una construcción social, y ahí estaría su origen, aunque ello no significa que dejen de ser
síntomas objetivos y reales para las personas que los sufren. Describe así varios ejemplos de
construcción social de los propios problemas creados por el psicoanálisis, el concepto de
autoestima, la farmacología del Prozac, el trastorno de estrés posttraumático, el trastorno de
personalidad múltiple, y el trastorno de pánico.
En el Capítulo 4 trata sobre "la forma y contenido del síntoma". Aunque la forma puede
ser igual descrita, el contenido (la causa) se busca de forma diferente en cada aproximación
psicológica. Discute los conceptos filosóficos de materia/forma, sujeto/objeto, y
significante/significado, en relación a las distintas aproximaciones psicológicas. En concreto, ya
en el Capítulo 5, el discurso significante/significado caracterizaría la aproximación psicoanalista
y la teoría comunicacional; y el discurso clínico en términos sujeto/objeto caracterizaría la
aproximación cognitiva, la propia psicopatología y la teoría neurobiológica; y por último, el
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discurso en términos forma/función, que sería característico de la terapia existencial y la
conductual.
En el Capítulo 6 trata sobre la "ontología de los sistemas mentales", es decir, de qué están
hechos, quién los hace, cómo se forman, y para qué sirven los trastornos psicológicos. La noción
de síntoma es equiparable a conducta, no como signo de conductas subyacentes, sino como
realizadora de alguna función. Esa función supone el desempeño de alguna necesidad o intento
adaptativo, por lo que es necesario estudiar las características del mundo actual, donde las
personas tienen problemas psicológicos. Aquí interpreta el síntoma como una forma institucional
de estandarizar lo que es disfuncional o inadaptativo. La sociedad normaliza los propios
problemas de la vida. Los trastornos psicológicos tendrían una naturaleza social y cultural, y los
problemas de la vida forman esos trastornos psicológicos.
Ello no quiere decir que los trastornos psicológicos no sean hechos reales, sino que en
este libro Marino Pérez los presenta en un contexto completamente diferente, les da la vuelta
para presentarlos de una forma no habitual para los psicólogos clínicos. Así, tras argumentar los
conceptos filosóficos fundamentales implicados en las "causas" según Aristóteles, resume en las
siguientes:
Sólo dejamos una reflexión más para los lectores del texto: ¿cuáles son las razones para
que un intento de adaptación acabe por ser disfuncional?, ¿quién define que es disfuncional o no
adaptativo?. Además, en último término, si la propia conducta problemática tiene una función en
su entorno social, ¿por qué tendría el clínico el deber de tratar ese problema, o intentar que no
sea desadaptativo?.