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APUNTES DE CLASES PARA LA ASIGNATURA

FUNDAMENTOS DEL DERECHO PROCESAL

PROFESOR
GONZALO CORTEZ MATCOVICH

Barrio Universitario, Concepción, segundo semestre 2014


Fundamentos del Derecho Procesal
Prof. Gonzalo Cortez Matcovich
Universidad de Concepción
2014

CAPÍTULO I. INTRODUCCIÓN

1) CONCEPTO, DENOMINACIÓN Y CONTENIDO DEL DERECHO PROCESAL

Con la expresión Derecho Procesal se hace referencia a un conjunto de


normas y principios que reglamentan la función jurisdiccional (Judicial) y, además,
una rama especializada de la ciencia jurídica que tiene por objeto el estudio y análisis
precisamente de aquella parte del ordenamiento jurídico.

Como se sabe, el art. 76 CPR se refiere a la función jurisdiccional


señalando que "La facultad de conocer las causas civiles y criminales, de resolverlas y de hacer
ejecutar lo juzgado, pertenece exclusivamente a los tribunales que establece la ley". Esta
disposición no sólo se refiere a la función sino también a los órganos encargados de
cumplir dicha función: los tribunales. Por esta razón, la jurisdicción es objeto de un
doble estudio: como organización judicial (conjunto de órganos) y como actividad
atribuida a los órganos jurisdiccionales.

Sin embargo, la función jurisdiccional que, de acuerdo al texto


constitucional, consiste en conocer, resolver y hacer ejecutar lo juzgado y le ha sido
atribuida de manera exclusiva a los tribunales, no puede realizarse en un único
momento, sino a través de una serie de actos que se desarrollan en el tiempo y que
terminan en una sentencia, que constituyen lo que se conoce como proceso. En
este sentido, el mandato del texto constitucional es claro: toda sentencia de un
órgano que ejerza Jurisdicción debe fundarse en un proceso previo legalmente
tramitado (art. 19 Nº 3 inc. 6º CPR).

Es decir, el proceso es el instrumento proporcionado por el Estado tanto a


los particulares como a los tribunales y que se desarrolla a través de una serie de
actos jurídicos de carácter procesal que se desenvuelven concatenada y

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sucesivamente en el tiempo culminando con la decisión del juez que dirime el


correspondiente conflicto de intereses.

La noción del proceso es fundamental para el estudio de la disciplina porque


es la única forma en que los jueces pueden desarrollar la función que la
Constitución les encomienda. En algún momento se le consideró el principal objeto
de estudio de la asignatura y de ahí la denominación de la misma que permanece
hasta hoy, aun cuando para el Derecho Procesal moderno es comúnmente aceptado
que el concepto fundamental de la disciplina es la jurisdicción.

Sin embargo, no hay inconveniente en considerar la noción de proceso


como punto inicial para esclarecer el concepto de la ciencia pues profundizando en
la esencia del proceso también llegaremos a determinar los otros pilares básicos de
la asignatura, ya que de todos los procesos regulados por el ordenamiento, sólo
deben ser objeto del derecho procesal aquellos a través de los cuales actúa la
función jurisdiccional del Estado.

Junto a los conceptos de jurisdicción y proceso, el derecho procesal también


se ocupa del estudio del concepto de acción. La teoría de la acción, como se verá,
hace referencia a los derechos de las partes frente a los órganos jurisdiccionales,
como respecto de la propia actividad que desempeñan esos órganos.

En consecuencia, una primera aproximación del concepto de derecho


procesal podría consistir en que es aquél que regula la jurisdicción, el proceso y
la acción, con lo que, si bien, no se esclarece demasiado el concepto de derecho
procesal, al menos sirve para determinar los temas fundamentales que comprende el
estudio de la disciplina. Naturalmente que una vez que se aclaren estos tres
conceptos se estará en condiciones de precisar qué es el derecho procesal.

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En cuanto a la denominación de la disciplina, si bien la expresión Derecho


Procesal es la que parece prevalecer en la doctrina y en la legislación, ha recibido
otras denominaciones a lo largo del tiempo, que van desde la llamada "Práctica
Forense", que perduró hasta el siglo XVIII, sustituyéndose por la voz "Procedimiento" y
sus cultores, los "Procedimentalistas", abriéndose camino, a comienzos del siglo XX,
una concepción sistemática y coherente del Derecho procesal que se inicia
fundamentalmente con la obra de Chiovenda, quien propone denominar a esta
rama con el nombre de "Derecho Procesal". Sin embargo, actualmente no cabe
duda que el derecho procesal se ocupa de otras realidades distintas del proceso,
como los conceptos de jurisdicción y acción, que son fundamentales para el estudio
de la disciplina. En este sentido, la doctrina española ha introducido la
denominación de Derecho Jurisdiccional, que parece ser la denominación que más base
científica tiene para oponerse a la de Derecho Procesal.

Sin embargo, a pesar de que gran parte de la doctrina está consciente de que
el concepto fundamental de la disciplina es la jurisdicción, ha preferido mantener el
tradicional vocablo de Derecho Procesal, denominación que en ningún caso impide
tomar la noción de proceso como punto inicial para esclarecer el concepto de la
ciencia procesal.

La función que, de manera preponderante, le es atribuida a los tribunales es


la de resolver conflictos de intereses surgidos entre los individuos. Es prácticamente
imposible concebir la existencia de una sociedad en la que no se susciten conflictos
entre las personas. El conflicto puede tener distintas formas pero en todas ellas se
da el elemento común de que la relación existente entre una persona y un bien es
incompatible con otra del mismo tipo. De ahí que los intereses de una misma
persona no pueden estar en conflicto.

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Producido un conflicto es necesario darle solución, pues la sola existencia


del conflicto puede ser peligrosa para el orden social. A menudo, los conflictos son
resueltos por las propias personas involucradas en él y ésta parece ser la solución
ideal.

Sin embargo, si las partes no logran componer bilateralmente sus


diferencias, debe existir un mecanismo que resuelva el conflicto de manera pacífica,
obligatoria y definitiva para las partes, para lo cual deben concurrir las siguientes
condiciones:

a.- Debe existir un sujeto ante quien se pueda acudir para que dirima el
conflicto (Jurisdicción).

b.- Debe reconocerse a las partes en conflicto el derecho a acudir ante este
tercero (Acción).

c.- Debe existir un medio o instrumento a través del cual este tercero resuelva
dicho conflicto (Proceso).

Clasificación del Derecho Procesal

1. Considerando la naturaleza de las normas de fondo que deben ser aplicadas


para la solución del asunto, se habla de Derecho Procesal Penal cuando a través
del proceso se intenta resolver sobre la aplicación de normas de carácter penal y si a
través del proceso se discute sobre la aplicación de una controversia regulada por el
Código Civil y sus normas complementarias, estamos en presencia del Derecho
Procesal Civil.

A medida que se han ido desarrollando otras disciplinas específicas, que


contemplan, además, disposiciones de orden procesal, también se ha ido

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conformando un conjunto de normas especiales de naturaleza procesal. Así, es


posible hablar de un derecho procesal laboral, de familia o del consumidor.

En todo caso, si bien el Derecho Procesal admite una clasificación entre el


proceso civil y el proceso penal, fundada en la distinta naturaleza de las normas cuya
actuación se pretende, ello no significa que se pueda hablar de dos ramas distintas,
porque las diferencias no dicen relación con su esencia, sino con la distinta
naturaleza de la materia que se debe dirimir.

2. Atendiendo al contenido de la norma procesal aplicable, se habla de


Derecho Procesal Funcional y de Derecho Procesal Orgánico. El Derecho
Procesal Funcional dice relación con todas aquellas normas que se refieren a la
conducta que las partes y el tribunal deben observar en la tramitación del proceso,
que básicamente están en el Código de Procedimiento Civil y el Código Procesal
Penal y otras leyes complementarias.

Por su parte, el Derecho Procesal Orgánico se ocupa del estudio de las


normas relativas a la organización y atribuciones de los órganos jurisdiccionales y
básicamente están en el Código Orgánico de Tribunales y algunas leyes
complementarias.

Características del Derecho Procesal

1. Pertenece al Derecho Público puesto que regula una función del


Estado, que es la función jurisdiccional pública y como toda otra rama
perteneciente a este ámbito ordena las relaciones del Estado con las personas que se
encuentran en una posición de subordinación.

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La doctrina ha destacado la irrenunciabilidad de las normas procesales y la


imposibilidad jurídica de sustituirlas por actos voluntarios como consecuencia de
este carácter. No hay ni puede haber un proceso convencional. El Derecho Procesal
es una creación artificial del legislador. Sin una ley que regule el proceso este no
existe.

Esto no quiere decir que todas las normas que lo componen sean
necesariamente de orden público y, por consiguiente, imposibles de derogar o
modificar por los particulares. En el Derecho Procesal hay una limitada eficacia de
la autonomía de la voluntad. Así, por ejemplo, es perfectamente posible que las
partes determinen la competencia territorial de un tribunal, de modo diferente al
previsto por la ley o reducir el término de prueba, por ejemplo.

2. Es un Derecho Instrumental. La instrumentalidad del Derecho Procesal


se percibe únicamente cuando la colocamos en relación con otras normas del
Derecho, pues todo el Derecho es, en sí mismo, instrumental. En este sentido, el
Derecho Procesal es entendido como un instrumento para la tutela de los derechos
denominados sustanciales. El Derecho Procesal sería el “Derecho que sirve para
tutelar”, y el derecho sustantivo o material constituiría el “Derecho tutelado”.

Sin el Derecho Procesal, todos los derechos consignados por el Código Civil
y que no sean espontáneamente respetados por los sujetos de derecho no podrían
ser exigidos y se transformarían en letra muerta. En el caso del Derecho Penal, la
instrumentalidad es más intensa aún pues la única forma de aplicar la sanción
establecida en la ley es a través del proceso.

3. Presenta una unidad conceptual. Todas las normas procesales


presentan características que les son comunes y son objeto de una disciplina

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integral. Todos los procesos, cualquiera sea su naturaleza responden a una misma
idea central de servir de instrumento al juez para la correcta aplicación del derecho.

Como se dijo, si bien el Derecho Procesal admite una clasificación entre el


proceso civil y el proceso penal, no significa que existan dos ramas distintas, toda
vez que las diferencias entre ambos procesos no tiene que ver con su esencia, sino
que viene impuesta por la distinta naturaleza de la materia que deben dirimir, pues,
por sobre las diferencias, existe un núcleo común de principios y conceptos. Sin
perjuicio de lo anterior, dadas las diferencias que tiene la regulación legal del
proceso civil y penal, desde el punto de vista didáctico deben se considerados como
unidades separadas para facilitar su enseñanza y comprensión.

4. Es un Derecho Autónomo. El Derecho Procesal tiene una propia


doctrina, tiene sus propias normas desvinculadas del derecho material y presenta
incluso una terminología propia y exclusiva. El concepto de acción o la noción de
carga procesal, por ejemplo, son propios de la disciplina.

A esta autonomía se llegó luego de una evolución de las antiguas


concepciones privatistas del derecho procesal que le negaban independencia frente
al derecho substancial.

La consideración de que el derecho procesal era un mero capítulo o


apéndice de otras disciplinas como el Derecho privado o el penal, está
completamente superada y representa sólo una visión arcaica y desfasada del
movimiento científico procesal. (Montero). Hoy en día nadie niega la autonomía del
derecho procesal, frente a la legislación civil, pues su contenido y su objeto son
totalmente distintos.

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2) FUENTES DEL DERECHO PROCESAL

Son fuentes del derecho procesal, entendida en su concepto amplio, como


todo medio que sirve para establecer, interpretar o aplicar la norma procesal, las
siguientes:

La LEY PROCESAL, que es la fuente directa e inmediata del derecho


procesal;

Entre las fuentes indirectas, destacan:

La DOCTRINA DE LOS TRATADISTAS

La COSTUMBRE

La JURISPRUDENCIA

Y las otras fuentes como:

El DERECHO HISTÓRICO Y LA LEGISLACIÓN COMPARADA

Destacadamente los AUTOS ACORDADOS.

La importancia de la Ley Procesal, como fuente del derecho procesal,


reclama un tratamiento separado, como capítulo independiente, después de tratar
las fuentes indirectas.

2.1.- La doctrina de los tratadistas: Es la ciencia del derecho Procesal. No


es fuente directa, pero en nuestro derecho ha sido fuente indirecta de innegable
importancia. Es gracias a los estudios e investigaciones de la Doctrina Procesal
desde mediados del siglo XIX hasta la fecha, que el Derecho Procesal ha adquirido
la autonomía, independencia y base científica que exhibe actualmente.

2.2.- La costumbre: La costumbre según la Ley –porque la contra legem, ni


siquiera admite discusión– no es fuente del Derecho Procesal. Prácticamente la

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unanimidad de la doctrina procesal excluye a la costumbre como fuente del derecho


procesal por distintos motivos, pero básicamente se fundan en que cualquier
repetición de una conducta jamás puede producir una vinculación jurídica, ni al juez
ni a las partes.

En la doctrina española el procesalista Guasp se mostraba favorable a admitir


como fuente a la costumbre, más aun tan radical fue su postura que admitía la
costumbre contra legem. Su argumento era que “el valor normativo de la costumbre era un
problema meta jurídico que el legislador no puede dominar”.

En todo caso, la costumbre según la ley no aporta ningún plus normativo a lo


que puede deducirse de la interpretación de la ley. La costumbre fuera de la ley
tampoco tiene cabida tratándose de normativa perteneciente al Derecho Público.

Cuestión diferente son los hábitos o usos procesales, llamados también usos
forenses, esto es, lo que se acostumbra a hacer por o ante los tribunales, pero sin
carácter vinculante y siendo cambiantes los usos según el lugar y el tiempo. En
todos estos casos no puede decirse que exista en la comunidad una conciencia del
carácter normativo de la repetición constante y uniforme de una conducta. No
existe la denominada opinio iuris.

La práctica se advierte en la forma en que se redactan los escritos,


resoluciones y actuaciones procesales. La omisión de los usos y prácticas no
constituye infracción de ley. Ejemplos de ellas son los denominados "Otrosíes" que
se utilizan para distinguir las diversas peticiones que se formulan al tribunal o el
anuncio de la causa en 2ª instancia, cuya forma de realizar no se indica en la ley.

Estas prácticas que carecen de carácter vinculante y son muy cambiantes de


un lugar a otro, pueden o no estar conformes a derecho y si no lo están se les llama
corruptelas, malas prácticas.

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2.3.- La jurisprudencia: El juez está obligado a fallar, por el llamado


principio de inexcusabilidad del art. 76 inc. 2º CPR, reiterado por el art. 10 inc. 2º
COT. La resolución uniforme y constante de una determinada cuestión jurídica crea
la jurisprudencia que no es sino un conjunto de precedentes reiterados en que los
tribunales superiores de justicia hacen aplicación en casos concretos sometidos a su
juzgamiento de los preceptos decisorios y ordenatorios de los litigios.

El planteamiento de si la jurisprudencia es fuente del derecho, si bien


pertenece a la teoría general, presenta una importante conexión con el derecho
procesal, pues se relaciona con el concepto mismo de la función jurisdiccional. Es
en el ejercicio de la potestad jurisdiccional que los jueces aplican el derecho al caso
concreto en sus sentencias y son ellas las que en conjunto conforman lo que
conocemos como jurisprudencia.

En nuestro sistema con la codificación se instaló la idea de que la


jurisprudencia no es fuente del derecho si no que la ley y nada más que la ley es la
única fuente. Aunque parece claro que la jurisprudencia no es fuente formal, cumple
un papel fundamental, primero, para determinar la forma como los tribunales
interpretan las normas jurídicas y, por otro lado, a través de la jurisprudencia se
determina el contenido y alcance de los denominados principios generales del
derecho.

No constituyen jurisprudencia sino un simple precedente aquellas


resoluciones aisladas sobre determinadas materias litigiosas por alta que sea la
investidura del tribunal que la emite y se dice que tampoco la constituiría los fallos
de los tribunales inferiores por la jerarquía que ocupan ellos dentro de la
organización judicial por la cual sus fallos están expuestos a ser modificados por el
superior jerárquico a través de los recursos procesales.

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Sin negar la posibilidad teórica de un derecho de formación jurisdiccional,


se trata de un problema jurídico constitucional que cada ordenamiento resuelve de
una u otra forma. La tradición de los países anglosajones se orienta hacia la creación
judicial del derecho, mientras que la tradición europea continental y, por ende, los
ordenamientos hispanoamericanos, especialmente después de la revolución
francesa, es que los jueces son meros aplicadores de la ley (Diez Picazo, L.).

El artículo 3º del Código Civil sienta lo que se ha entendido es la regla en la


materia: el derecho positivo no atribuye a la jurisprudencia la fuerza de mandato
jurídico obligatorio. La libertad interpretativa de los jueces está avalada por una
reiterada jurisprudencia de la Corte Suprema. Pero, si bien la jurisprudencia no es
fuente directa, es base principalísima de estudio y prácticas procesales, pues ella
señala la forma como los tribunales aplican o interpretan la norma, lo que es muy
prudente tener en cuenta antes de actuar en el proceso. Además, tiene un
importante valor para conocer la forma cómo se interpretan las normas, de acuerdo
con las técnicas legalmente previstas y determinar el contenido y alcance de los
principios generales del derecho.

2.4.- El derecho histórico y la legislación comparada: Se les reconoce


como fuente de conocimiento sin fuerza vinculante. Las fuentes históricas, como
antecedentes de las normas procesales, permiten comprender el grado de evolución
que ha experimentado esta disciplina.

La legislación comparada, que comprende el derecho extranjero, también


sirve de ayuda para comprender e interpretar las normas procesales, porque el
fenómeno jurídico es en sí mismo universal. Especialmente debe considerarse la
legislación española que ha servido de base a nuestro ordenamiento procesal.

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2.5.- Los autos acordados: Los tribunales superiores tienen como


facultades anexas a la jurisdicción las llamadas facultades económicas que les permiten
dictar ciertas disposiciones de carácter general y que se denominan autos acordados
que son reglas de carácter judicial que contienen normas permanentes, generales y
obligatorias, dictadas para el mejor cumplimiento de las normas procesales y del
servicio judicial. Tienden a llenar vacíos en la reglamentación o corregir prácticas
viciosas.

2.5.1. Naturaleza de los autos acordados: Es un tipo de norma jurídica


emanada principalmente de la Corte Suprema y las Cortes de Apelaciones, de
carácter general y destinada a lograr un mejor ejercicio de las funciones de los
tribunales de justicia. Son normas jurídicas producto de una especie de potestad
reglamentaria que poseen los tribunales superiores de justicia. Se trata de actos
administrativos, emanados de una potestad administrativa de los tribunales,
la cual se justifica atendiendo a su independencia.
Por tratarse de actos administrativos, no se pueden extender a materias
propias de ley, lo cual puede ser controlado por el Tribunal Constitucional.

2.5.2. Características de los autos acordados:


a.- Se trata de normas jurídicas obligatorias.

b.- Emanan de los tribunales superiores de justicia: Corte Suprema y Cortes de


Apelaciones. El art. 82 CPR fundamenta el poder del primer tribunal y el art. 590
COT el de las Cortes de Apelaciones.

c.- Puede ser generalmente obligatorio o destinado a un grupo de sujetos


(funcionarios judiciales).

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2.5.3. Clasificación de los autos acordados:

A.- De origen legal o en virtud de las facultades económicas


a.1 Dictados en virtud de un mandato contenido en la CPR o la ley: Es el
caso del auto acordado sobre la forma de las sentencias definitivas, sobre
procedimiento del recurso de protección y sobre materias que deben ser conocidas
por la Corte Suprema en su funcionamiento ordinario como extraordinario.
a.2 Dictados por la Corte Suprema en virtud de sus facultades económicas:
i.- Internos: que afectan sólo a los funcionarios del Poder Judicial.
ii.- Externos: son aquellos que no afectan sólo a funcionarios del Poder Judicial,
sino que a terceros ajenos, dándoles normas de procedimiento, reglamentando
relaciones entre ellos y el Poder Judicial. Por ejemplo, sobre tramitación del
recurso de protección.

B.- En cuanto a su amplitud o extensión:


b.1 Emanados de la Corte Suprema: Tienen vigencia en todo el territorio nacional.
b.2 Emanados de las Cortes de Apelaciones: Tienen vigencia dentro de su territorio
jurisdiccional.

2.5.4. Publicidad de los autos acordados: Normalmente se adoptan los


medios más idóneos según la naturaleza del auto acordado, para que este sea
conocido por todos. La principal medida es su publicación en el diario oficial. Así,
por lo demás, lo ordena en forma expresa el art. 96 COT, que aparte de señalar que
deben dictarse en pleno, “todos los autos acordados de carácter y aplicación general que dicte la
Corte Suprema deberán ser publicados en el Diario Oficial”.

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Hay Autos Acordados relativos a la forma que deben revestir las sentencias
definitivas, el que reglamenta el recurso de amparo, de inaplicabilidad, el de queja.

2.6. La ley procesal como fuente del Derecho Procesal

Cuando se alude a la ley procesal como fuente del Derecho Procesal,


debemos entenderla en su acepción más amplia, esto es, como “legislación
Procesal”, que contiene a todas las normas jurídicas de observancia general en cuya
producción intervienen uno o más órganos del Estado, sea que lo hagan o no en
forma asociada.
De ahí que la Constitución Política, como ley fundamental de nuestro sistema
jurídico, es la primera fuente del derecho procesal no sólo por la supremacía que
ostenta en el ordenamiento sino porque, además, contiene numerosas normas de
naturaleza procesal.
En primer lugar, en la Constitución se contienen las garantías fundamentales
del proceso y se reconoce al proceso jurisdiccional como el medio para la
solución de los conflictos, al señalar el art. 76 CPR que la facultad de conocer las
causas civiles y criminales, de resolver y de hacer ejecutar lo juzgado, pertenece
exclusivamente a los tribunales establecidos en la ley.
A su vez, el art. 19 Nº 3 inc. 6 CPR establece que toda sentencia de un
órgano que ejerza jurisdicción debe fundarse en un proceso previo legalmente
tramitado y que corresponderá al legislador establecer siempre las garantías de un
racional y justo procedimiento.
A los conflictos contenciosos administrativos por su parte, se refiere el art. 38
inc. 2 al establecer la responsabilidad del Estado por un órgano en el ejercicio de sus
funciones.

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La autotutela, vale decir, la reacción directa y personal de quien se hace


justicia con manos propias, por sí mismo (Alcalá-Zamora, N.), caracterizada porque
uno de los sujetos en conflicto intenta solucionarlo por medio de su acción directa, en
lugar de servirse de la acción dirigida hacia el Estado a través del proceso, comporta
graves riesgos, de ahí que su prohibición general sea uno de los primeros postulados
de la civilización.

Pero la prohibición de la autotutela no puede establecerse como medida


unilateral, pues junto a ella es necesario ofrecer al ciudadano un medio pacífico de
solución de controversias.

Se reconoce también la función jurisdiccional, primero, en el art. 19 Nº 3 inc.


6, al hacer alusión a “…todo órgano que ejerza jurisdicción…”.
Además, el ejercicio de la función jurisdiccional se radica en los tribunales
que establece la ley, en consecuencia, es la función que caracteriza al órgano y no el
órgano a la función. Al efecto, establece el art. 19 Nº 3 inc. 5 CPR que nadie puede
ser juzgado por comisiones especiales, sino por el tribunal que señale la ley y
establecido con anterioridad por ésta. Dicho principio aparece reiterado en el art. 76
inc. 1 CPR, ya que la función jurisdiccional pertenece exclusivamente a los
tribunales establecidos en la ley.
En cuanto a las fases o etapas de la jurisdicción, el art. 76 CPR se refiere a
conocer, resolver y hacer ejecutar lo juzgado. En los incisos 3 y 4 se establece la
facultad de imperio de los tribunales para hacer cumplir sus resoluciones.
La jurisdicción es una función atribuida a los tribunales establecidos en la ley
y el Capítulo VI se refiere a los tribunales que conforman el Poder Judicial, dentro
de los cuales se encuentran los tribunales ordinarios y especiales que integran dicho
poder.

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Se contienen normas relativas a los jueces, como las referentes a su


nombramiento (art. 78), en tanto que los arts. 92, 95 y 96 se refieren a los
nombramientos de los Ministros del Tribunal Constitucional, del Tribunal
Calificador de Elecciones y de los Tribunales Regionales Electorales.
Responsabilidad de los jueces, en el art. 79 y el art. 82, que otorga a la Corte
Suprema la superintendencia correctiva, de lo cual arranca la responsabilidad
disciplinaria. A su vez, los arts. 52 nº 2 c) y 53 nº 1 regulan la responsabilidad
política de los Ministros de los tribunales superiores de justicia por la causal de
notable abandono de deberes. El art. 80 consagra la inamovilidad de los jueces, los
cuales se mantienen en su cargo mientras dure su buen comportamiento, cesando
en sus funciones sólo cuando cumplan 75 años, por renuncia, incapacidad legal
sobreviviente o por causa legalmente sentenciada. Al Fuero se refiere el art. 81. A
las Prohibiciones de los jueces para ser candidatos a Diputado o Senador, alude el
art. 57 Nº 4 y el art. 80 inc. final se refiere a los Traslados.
El Capítulo VII se refiere al Ministerio Público, como organismo del
Estado, encargado de dirigir en forma exclusiva la investigación de los hechos
constitutivos de delito, los que determinen la participación punible y los que
acrediten la inocencia del imputado y, en su caso, ejercer la acción penal pública en
la forma prevista por la ley.
La CPR contiene una serie de preceptos en los cuales se refiere a la
competencia, como los relativos al Tribunal preestablecido en la ley: art. 19 Nº 3
inc. 5 señala que nadie pude ser juzgado por comisiones especiales. Distribución de
la jurisdicción: el art. 77 establece que una LOC determinará la organización y
atribuciones de los tribunales (…). La determinación de sus atribuciones no es otra
cosa que la determinación de su competencia. Inexcusabilidad: el art. 76 inc. 2
establece que un tribunal no puede abstenerse de actuar cuando se le ha requerido

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su intervención en forma legal y en negocios de su competencia. Actos de órganos


del Estado: los tribunales como órganos del Estado deben actuar dentro de su
competencia y en la forma que prescriba su LOC. La sanción es la nulidad procesal
de las actuaciones, que pueden hacerse valer por medio de un incidente de nulidad
procesal y el recurso de casación. (art. 6 y 7); El detenido por delito flagrante debe
ser puesto a disposición del juez competente, art. 19 Nº 7. El recurso de amparo
debe ser conocido por la magistratura que señale la ley, art. 21, entre otros
preceptos.
Encontramos normas relativas al proceso (art. 19 Nº 3 y 76 CPR) y al
procedimiento (art. 19 Nº 3 inc. 6).
Hay normas que se refieren a la garantía de la defensa jurídica (art. 19 Nº 3
inc. 2 y 3).
2.6.1. Garantías en el proceso penal
a) No se puede presumir de derecho la responsabilidad penal (art. 19 Nº 3 inc. 7
CPR ).
b) El principio de legalidad penal (art. 19 Nº 3 inc. 8 y 9 CPR).
c) La privación o restricción de la libertad solo puede efectuarse en los casos y
formas establecidos en la ley (art. 19 Nº 7 letra c CPR).

2.6.2. Cosa juzgada: La excepción de cosa juzgada se contempla en el art.


76 inc. 1º en cuanto se prohíbe al Presidente de la República y al Congreso Nacional
hacer revivir procesos fenecidos. La acción de cosa juzgada está contemplada en el
inc. 1 del art. 76 al señalar la etapa jurisdiccional de hacer ejecutar lo juzgado.

2.6.3. La ley procesal, en sentido estricto, como fuente del derecho


procesal.

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Los artículos 1 y 2 CPC, reivindican la primacía de la ley como fuente del


derecho procesal y en sus disposiciones siguientes se regula toda la dinámica del
proceso, desarrollándose la garantía del debido proceso.
A su vez, el Código Orgánico de Tribunales es el texto fundamental relativo
a la organización de la justicia en sus diversas manifestaciones. Se incluyen las
disposiciones referentes al esquema organizativo de los tribunales de justicia, al
personal jurisdiccional y a los auxiliares y colaboradores de la función jurisdiccional.
Normativa especial, como el Código del Trabajo o la Ley Nº 19.968 sobre
Tribunales de Familia, contienen tanto normas procesales como orgánicas propias,
que prevalecen por sobre las generales.

2.6.3.1. Interpretación de la ley procesal

Las normas de interpretación del Código Civil contenidas entre los artículos
19 al 24 rigen para las normas procesales; además de las reglas de especialidad
(artículos 4 y 13) y los llamados adagios o aforismos jurídicos.

El examen de la jurisprudencia de los tribunales superiores revela la


tendencia de hacer uso conjunto y no separado de todas o algunas de las reglas de
interpretación de las leyes. Así la Corte Suprema ha señalado que “Para buscar el
pensamiento y los móviles del legislador y, finalmente, la verdad jurídica, es menester que el
intérprete use cuatro elementos: gramatical, lógicos, histórico y sistemático”. (Sentencia de la
Corte Suprema, de 23 de junio de 1959, en RDJ, t. 61, s. 5ª, p. 207).

Siguiendo a Couture, puede decirse que para la mejor interpretación de la


ley procesal debe consagrarse en los Códigos de Procedimiento Civil los principios
formativos de éstos, para guiar al juez en la labor de aclarar los puntos obscuros o
dudosos de la norma y para presentarle el orden sistemático de las ideas que
inspiran las leyes.

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2.6.3.2. Integración de la ley procesal

Se habla de integración cuando existen lagunas en el ordenamiento jurídico, es


decir, cuando falta una norma expresa que regule determinada situación. En el
derecho penal no existe el problema de las lagunas, pues sin ley no hay delito ni
pena; tampoco en el derecho comercial, porque a falta de ley rige la costumbre.

Sin embargo, tratándose de otras ramas del Derecho, los arts. 76 inc. 2 de la
Constitución Política, así como el 10º inc. 2 COT prevén la posibilidad de que
existan lagunas en el ordenamiento. ¿Cómo actúa el juez en semejante situación? en
caso de que no exista una ley que resuelva el asunto sometido a la decisión de un
juez el Nº5 del art. 170 del CPC. establece que toda sentencia definitiva debe
contener "la enunciación de las leyes y, en su defecto, de los principios de equidad con arreglo a los
cuales se pronuncia el fallo".

Aquí entonces los principios de equidad aparecen como los integrantes de la


laguna, como los reemplazantes de la ley que falta. Sin embargo, hay que considerar
que la norma aparece dada para suplir la ausencia de norma para resolver sobre el
fondo de la cuestión, es decir, la falta de norma material.

Las antinomias entre normas procesales se solucionan atendiendo en primer


término a la jerarquía normativa (Ejemplo: art. 93 Nº 12 CPR y 191 inc. 4. COT, la
primera entrega la solución de la contienda al TC y la segunda a la Corte Suprema).
En su defecto, deben aplicarse las reglas de interpretación sistemática y teleológica y
los Principios Generales del Derecho, mientras que las lagunas legales se colman
mediante la analogía.

Un caso de aplicación analógica para superar imperfecciones legales la


tenemos en el caso donde estableció que “si bien el artículo 1562 del Código Civil, que se
contempla a propósito de la interpretación de los contratos, establece que debe preferirse el sentido en

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que una cláusula produce algún efecto a aquel en que no sea capaz de producir efecto alguno y en el
caso de autos se trata de interpretación de ley, a fin de armonizar el ordenamiento procesal en forma
lógica, no se ve razón alguna para no aplicar aquel criterio del legislador para determinar el sentido
y alcance de las cláusulas contractuales y concluir así que la referencia del artículo 200 del Código
de Enjuiciamiento Civil a los artículos 258 y 259 del mismo cuerpo de leyes, ha tenido por objeto
lo que ya se ha expresado, esto es, aumentar el plazo para comparecer en segunda instancia, en el
caso que los autos se remitan desde un tribunal ubicado fuera de la comuna que sirva de asiento al
tribunal de alzada, con tres días más, agregando el tiempo fijado en la tabla de emplazamiento”.
(Corte Suprema, sentencia de 8 de mayo de 2002, Rol N° 2.997-01).

Finalmente, la aplicación de la norma procesal al caso concreto, no sólo


conlleva problemas referentes a su interpretación o su integración; también suele
suceder que existan dos o más leyes que pueden aplicarse al caso y hay que elegir
sólo una de ellas.

2.6.3.3. límites en la aplicación de las leyes.

Este capítulo aborda los problemas que suscita la ley procesal en cuanto a su
vigencia o eficacia respecto del tiempo, espacio y de las personas.

2.6.3.4. Vigencia o límites en cuanto al tiempo:

Se suscita el problema cuando sobre la misma materia procesal, se dicta una


nueva ley que deroga total o parcial, expresa o tácitamente, la ley anterior. El
conflicto se produce cuando la nueva ley alcanza relaciones que no fueron regidas
por la ley antigua.

El principio general es el efecto inmediato, o sea que la ley procesal rige los
hechos, actos y situaciones jurídicas realizadas después de su entrada en vigor. Así
lo establece el artículo 9º del Código Civil.

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Este principio aparece reiterado en el art. 19 Nº 3 en materia penal, donde


es más absoluto pues tiene rango constitucional; en cambio el art. 9 CC no obliga al
legislador.

La regla sentada por los artículos 6º y 7º CC explica que la ley rige desde su
publicación en el diario oficial hasta el día de su derogación o modificación a menos
que en sí misma se establezca otra norma al respecto.

Tal como lo hiciere Chiovenda, para comprender la aplicación de la ley


procesal en el tiempo hay que distinguir entre los procesos terminados, los no
iniciados y los pendientes.

En el primer caso, no hay problema porque los efectos del proceso regidos
por la ley antigua son intangibles; por el efecto de irrevocabilidad e
inimpugnabilidad que involucra la Cosa Juzgada no pueden ser alterados por una ley
posterior.

En el segundo caso, proceso no iniciado, se rige por la nueva ley, que se


aplica "in actum".

Es la tercera situación la que plantea problemas. El principio que fluye de


los artículos 22 y 24 de la LER es que las leyes procesales rigen "in actum",
inmediatamente que entran en vigencia.

Para la adecuada comprensión del principio, hay que distinguir:


a) Las leyes de organización y las relativas a la competencia absoluta por ser
de orden público rigen in actum (de inmediato).

Si aplicamos "in actum" la norma significa que el juez que está conociendo
del asunto que, según la nueva norma, es de competencia de otro tribunal, debe
abstenerse en el conocimiento y remitir el proceso al competente.

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Para otros, por aplicación de la regla de la radicación, consagrada en el art.


109 COT, no se puede alterar la competencia del juez que ya está conociendo del
asunto, considerando la nueva ley como una causa sobreviniente. Sobre el particular se
volverá cuando se estudie el aludido principio de la radicación.

En la práctica este problema se evita cuando el legislador prevé los


problemas que pueden surgir con la dictación de la nueva ley y señala en
disposiciones transitorias las soluciones a estos posibles conflictos.

b) Las leyes de competencia relativa: son de orden privado en materia


contenciosa civil, por tanto, es necesario respetar el acuerdo previo celebrado por
las partes de ser juzgados por un tribunal distinto al naturalmente competente. Pero
en el caso de que no exista acuerdo, rigen in actum.
c) Las leyes de procedimiento: las actuaciones realizadas bajo la antigua ley
deben respetarse, rigiéndose las posteriores por la nueva ley.

2.6.3.5. Legislación positiva chilena acerca de la aplicación de la ley


procesal en el tiempo
La ley de efectos retroactivos de las leyes contiene en sus arts. 22, 23, y 24
las disposiciones que regulan el conflicto temporal de las leyes.
El art. 22 establece el efecto inmediato de las leyes de procedimiento.
También el art. 24 ratifica lo anterior al decir: “las leyes concernientes a la substanciación y
ritualidad de los juicios prevalecen sobre las anteriores desde el momento en que deban empezar a
regir”.
Los arts. 23 y 24 se refieren a situaciones especiales como:

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a) Plazos: Si los plazos han comenzado a correr a la fecha de vigencia


de la nueva, se rigen por la antigua. Si los términos no han comenzado su
curso a la época de la nueva ley, rige ésta, art. 24.
b) Recursos: no se refiere expresamente a ellos, pero puede
entendérselos como “actuaciones”, art. 24: “las actuaciones y diligencias que ya
estuvieren iniciados se regirán por la ley vigente al tiempo de su iniciación” que aplicada a
la materia significa que quedan sujetos a la ley vigente a la época de su
interposición.
c) Actuaciones y diligencias en general: las que se encontraban
iniciadas se rigen por la ley antigua según el art. 24.
d) Prueba: está regido por el art. 23. Si el medio de prueba es a la vez
solemnidad del acto o contrato, como la escritura pública en la compra de un
inmueble rige la ley antigua, esto es, la vigente al tiempo del contrato. Fuera de
este caso, queda a elección del interesado rendir la prueba según la nueva ley o
emplear los medios de prueba existentes al momento de la celebración del acto
o contrato.

Sin embargo, la forma en que se rinda la prueba está regida por las
normas de la nueva ley, que en este aspecto rige in actum.

2.6.3.6. Vigencia o límites en cuanto al espacio:

La ley procesal como toda otra, tiene una limitación espacial.

Dentro del ámbito territorial de la soberanía del Estado, se aplicará siempre


la ley procesal chilena. Dicho de otro modo, los tribunales chilenos aplican en todo
caso el derecho procesal chileno.

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Esto supone una notable diferencia con la ley sustantiva, puesto que, por la
naturaleza del asunto llevado a juicio, puede suceder que resulte aplicable el derecho
extranjero, en virtud de las reglas de derecho internacional.

La razón de todo ello es que siendo la jurisdicción una función pública,


derivada de la soberanía, debe regir dentro del ámbito territorial que le corresponde
geográficamente al Estado de Chile. Los arts. 1 y 5 COT sientan la reglas de que la
ley procesal se aplica por los tribunales nacionales dentro de los límites del territorio
de la república y respecto de todos quienes se encuentren en dicho territorio.

Este principio ha sido reconocido por nuestro Tribunal Constitucional, al


pronunciarse sobre la constitucionalidad del Tratado de Roma, texto que crea la
Corte Penal Internacional. Dicho texto fue declarado en algunas de sus normas
contrario a los preceptos y principios de la Constitución. La posibilidad de que
dicho tribunal supranacional pudiera revisar resoluciones de tribunales chilenos y la
concepción de la jurisdicción como una manifestación de la soberanía fueron los
argumentos centrales del fallo, que es de fecha 8 de abril de 2002. Los fundamentos
de la decisión apuntan tanto a la naturaleza supranacional de la Corte Penal
Internacional como a su jurisdicción penal, ya que ambas atentarían en contra del
principio de la "soberanía territorial" y la manifestación de ésta en la jurisdicción de
los tribunales nacionales.-

Este principio tiene excepciones:

1º.- Es así como existen en este momento normas especiales para la


tramitación de exhortos internacionales (comunicaciones de un juzgado a otro para
el cumplimiento de determinadas diligencias)

2º.- También es posible el cumplimiento en Chile de sentencias


pronunciadas por tribunales extranjeros.

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3º.- Han surgido, asimismo, en el aspecto procesal penal tratados sobre


extradición todo lo cual esta inspirado en el principio que proclaman los Estados de
cooperación judicial internacional;

4º.- Finalmente, quedan sometidos a la jurisdicción chilena, los delitos


enunciados en el artículo 6º COT, pese a haber sido cometidos en el extranjero.

2.6.3.7. Vigencia o límites en cuanto a las personas:

Es regla general que la ley procesal no toma en cuenta la calidad de las


personas para determinar la jerarquía del tribunal llamado a intervenir en un asunto
litigioso.

Así lo indica el art. 5º COT cuando manifiesta que "A los tribunales
mencionados en este artículo corresponderá el conocimiento de todos los asuntos judiciales que se
promuevan dentro del territorio de la República, cualquiera que sea su naturaleza y la calidad de
las personas que en ellos intervengan".

Llevado este principio de igualdad ante la ley al terreno procesal significa


que toda persona litiga ante los mismos jueces, con iguales formalidades, con iguales
cargas y derechos y aquél que por cualquier circunstancia carezca de los medios
económicos para comparecer en un pie de igualdad ante el órgano jurisdiccional
tiene los mecanismos conducentes a la obtención del privilegio de pobreza.

No obstante la igualdad que se trata en la Constitución Política de la


República y que se insiste en el COT en su art. 5º, en algunas ocasiones en un juicio
pueden participar ciertas personas que están constituidas en calidad o en dignidad y,
en algunos de estos casos, la ley dispone que esos asuntos deben ser conocidos por
un tribunal distinto al que naturalmente le correspondía su conocimiento en cuyo
caso se dice que estas personas gozan de fuero. El fuero no está establecido en favor

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de la persona que lo detenta, sino precisamente en pro de la persona que no goza de


fuero, ya que se estima que un tribunal de mayor jerarquía se encuentra más
protegido a las influencias que podría ejercer la persona sujeta a fuero, asegurándose
de este modo la imparcialidad del juez.

3) NATURALEZA Y APLICACIÓN DE LAS NORMAS PROCESALES

Al preguntarnos acerca de la naturaleza de las normas procesales, se trata de


determinar cuándo una norma jurídica tiene naturaleza procesal o no. En general la
determinación de si una norma tiene naturaleza procesal o no lo hace la doctrina
distinguiéndola por contraste con la norma sustantiva.

Criterios para distinguir una norma procesal de una de carácter


sustantivo

i. Un primer criterio, unánimemente rechazado por la doctrina, atiende a la


ubicación legislativa de la norma. Así, si una norma pertenece a un cuerpo
normativo propio del derecho sustantivo tendrá esta naturaleza, si por el contrario
se utiliza en un texto de carácter procesal será de esta índole. En concreto, las
normas ubicadas en el Código Civil o de Comercio tendrán naturaleza sustantiva en
cambio las ubicadas en códigos procesales tendrán naturaleza procesal.

Este criterio no es válido porque la localización legislativa no siempre


obedece a razones de teoría jurídica si no que a razones de oportunidad y
conveniencia.

En el Código Civil existen numerosas normas de carácter procesal, por


ejemplo, el procedimiento de pago por consignación o el relativo a la muerte
presunta.

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ii. Un segundo criterio atiende a la materia a que la norma jurídica se refiere.


De esta manera tendrá carácter procesal aquella norma que se refiere o tiene por
objeto el proceso.

Como toda norma jurídica tiene un supuesto jurídico y una consecuencia


jurídica, el carácter procesal responde al segundo de estos componentes, es decir a
la consecuencia jurídica.

Así, por ejemplo, el art. 2518 del Código Civil señala que la prescripción se
interrumpe por la demanda judicial, de donde se sigue que el supuesto de hecho de
la norma es la demanda judicial, en tanto que la consecuencia jurídica es la
interrupción de la prescripción. Lo que determina la naturaleza de la norma es la
consecuencia jurídica, en el caso de la norma propuesta, la interrupción de la
prescripción, entonces la norma es sustantiva.

A la inversa la Ley 19.718 sobre Defensoría Penal Pública señala que tienen
derecho a un Defensor Penal Público aquellos imputados o acusados que carecen
de defensor de su confianza. El supuesto de hecho tiene naturaleza sustantiva, en
cambio la consecuencia jurídica es procesal, siendo esta última el punto
determinante.

Por consiguiente, la norma será procesal cuando sus consecuencias jurídicas


tengan este carácter, es decir, se proyectan en el proceso, con independencia del
supuesto de hecho.

La determinación de la naturaleza de la norma tiene importantes


repercusiones para la correcta aplicación del derecho, dado que de esta calificación
se desprenden importantes consecuencias. El ámbito de aplicación espacial
(territorial) es distinto, los problemas sobre la vigencia temporal de la ley se
resuelven distintamente según estemos frente a una norma procesal o no.

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En fin, la infracción de una norma procesal no excluye la posibilidad de que


se acoja la demanda, en tanto que el éxito de ésta depende de la situación existente
de acuerdo a normas de carácter material o sustantivo.

En algunos casos, la naturaleza procesal o sustantiva de una norma


condiciona el régimen de impugnación, como ocurre con el Recurso de Unificación
de Jurisprudencia en el procedimiento laboral, que tiene lugar cuando respecto de la
materia de derecho objeto del juicio existieren distintas interpretaciones, lo que
excluye, como causal del recurso, la infracción de normas de contenido procesal.

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CAPÍTULO II. ACCIÓN, JURISDICCIÓN Y PROCESO

1) INTEGRACIÓN DE LOS CONCEPTOS DE ACCIÓN, JURISDICCIÓN Y

PROCESO

No es posible iniciar, con utilidad, el juicio descriptivo y exegético del


Derecho Procesal, sino partiendo de tres nociones fundamentales, de orden
sistemático, que no están definidas, sino presupuestas por las leyes positivas:
jurisdicción, acción y proceso (Calamandrei).

Aunque en el Derecho Procesal moderno ya es un comúnmente aceptado


que el concepto fundamental de la disciplina es la jurisdicción, no hay inconveniente
en considerar la noción de proceso como punto inicial para esclarecer el concepto
de la ciencia, pues profundizando en la esencia del proceso también llegaremos a
determinar los otros pilares básicos de la asignatura.

De todos los procesos regulados por el derecho únicamente son objeto


del derecho procesal aquellos a través de los cuales actúa la jurisdicción.

A su vez, la jurisdicción puede ser vista desde un doble ángulo: orgánico y


funcional. En el primer sentido, la jurisdicción se nos presenta como un conjunto
de órganos (tribunales) a quienes el ordenamiento les atribuye potestad
jurisdiccional y funcionalmente, como actividad atribuido a dichos órganos y que
reviste una serie de notas singulares, que la distinguen de otras actividades estatales.

Como al derecho procesal únicamente le conciernen aquellos procesos a


través de los cuales se desarrolla la actividad jurisdiccional, se produce un
desplazamiento del objeto fundamental de esta ciencia: del derecho procesal como
derecho del proceso, se pasa al derecho jurisdiccional entendido como el derecho
de la actividad jurisdiccional.

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Sin embargo, para contemplar el cuadro completo del objeto de la


disciplina, hay que plantear que en el proceso no sólo actúan los tribunales sino que
también las partes. La teoría de la acción tiende a destacar los derechos de las partes
en un doble sentido: por un lado en relación con el derecho a la jurisdicción y, por
otro, respecto de su participación en la actividad jurisdiccional. El proceso no es
sólo el instrumento del poder judicial, lo es también de los ciudadanos.

En el proceso pues tienen su encuentro la jurisdicción y la acción, formando


lo que Podetti denominó “trilogía estructural de la ciencia del proceso”.

2) LA JURISDICCIÓN COMO FUNCIÓN DE LOS TRIBUNALES

La jurisdicción debe ser estudiada analizando tanto el elemento orgánico


como el funcional, es decir, como órganos a quienes el ordenamiento les atribuye
potestad jurisdiccional y como la actividad o función que le corresponde desarrollar
a dichos órganos.

En este capítulo se aborda la jurisdicción como función.

Decía Calamandrei que cualquier persona, aún aquella que esté


absolutamente desprovista de la más elemental noción de derecho procesal está en
condiciones de advertir que los jueces cuando son llamados a resolver un litigio,
desarrollan una cierta actividad típica, dotada de sus características propias y fines
especiales que la diferencian de todos los otros tipos de actividades ejercidas por
otros profesionales y por otros funcionarios públicos.

Efectivamente, los órganos jurisdiccionales (Tribunales) monopolizan, por


disposición constitucional, una cierta actividad, que es designada por el art. 76 CPR
como "La facultad de conocer las causas civiles y criminales, de resolverlas y de hacer ejecutar lo
juzgado, pertenece exclusivamente a los tribunales que establece la ley".

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La configuración constitucional supone, no obstante, una cualificación


incompleta, meramente externa de lo que la Constitución atribuye en exclusiva a los
órganos jurisdiccionales y, además, porque designa esta actividad como una simple
facultad, es decir, una mera atribución discrecional, en circunstancias que el propio
texto constitucional, en el inciso inmediatamente siguiente, establece lo que se
conoce como regla de inexcusabilidad, prescribiendo que “Reclamada su intervención en
forma legal y en negocios de su competencia, no podrán excusarse de ejercer su autoridad, ni aun
por falta de ley que resuelva la contienda o asunto sometidos a su decisión”.

Descartado entonces que se trate de una verdadera facultad, se ha planteado


que se trataría de una prerrogativa o poder de determinados órganos públicos,
noción que también resulta insuficiente porque la jurisdicción sería más bien un
poder-deber. Junto a la facultad de juzgar, el juez tiene el deber administrativo de
resolver. Couture planteaba en este punto que el concepto de poder debe ser
sustituido por el concepto de función.

La jurisdicción viene caracterizada por ser una potestad y por tener atribuida
la función de conocer, resolver y hacer ejecutar lo juzgado. El término potestad hace
referencia a una categoría individualizada de poder que deriva de la soberanía del
Estado y se caracteriza por designar una situación de superioridad –autoridad– de
una persona o entidad sobre otra que queda sujeta a aquélla. En el caso de la
jurisdicción, esta superioridad se manifiesta en la relación del juez (autoridad)
respecto de las partes, que se manifiesta a lo largo de todo el proceso.

La jurisdicción es ante todo una función pública atribuida a unos órganos


públicos específicos que a estos efectos se denominan órganos jurisdiccionales o,
más propiamente, órganos de la jurisdicción.

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La Constitución Política, en el art. 19 Nº 3 inc. 6º alude a “toda sentencia de


un órgano que ejerza jurisdicción”, disposición que debe entenderse relacionándola
con lo previsto en el referido art. 76 CPR, que se refiere también, pero en otro
lenguaje, tanto a los órganos, como al contenido de la función.

3) FUNCIÓN O FINALIDAD DE LA JURISDICCIÓN1:

Las teorías sobre la función de la jurisdicción son numerosas. Las más


conocidas son las siguientes:

3.1 La tutela del derecho subjetivo:

Para los defensores de esta teoría, función de la jurisdicción es la protección


de los derechos subjetivos de los particulares, es decir, a la reintegración del derecho
amenazado o violado. Esta tesis ha sido criticada por representar una tautología ya
que la noción de derecho subjetivo involucra un interés jurídicamente protegido,
que se volvería a tutelar por la jurisdicción. Además, quedarían excluidos otros
intereses merecedores de tutela jurídica, diferentes de los derechos subjetivos.

3.2 La actuación y tutela del derecho objetivo:

Más extendida, aunque con diversos matices, es la noción de que la función


de la jurisdicción consiste en la actuación y tutela del derecho objetivo. Lo que se
pide ante los tribunales no es tanto una protección de una situación subjetiva
particular sino la actuación de la ley (del Derecho en sentido objetivo), vale decir, la
aplicación de la norma al caso concreto.

1
Para la debida comprensión de este capítulo, es preciso tener en cuenta las siguientes nociones previas: Derecho
objetivo: Conjunto de normas que limitan, restringen y uniforman las conductas de las personas (derecho “positivo”
o “vigente”). Derecho subjetivo: En sentido amplio: es la facultad o poder de hacer, poseer o exigir algo de otro
conforme a la norma jurídica, es decir, las facultades que el derecho objetivo le reconoce a las personas, para que
exijan de sus congéneres un comportamiento determinado.

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La crítica que se hace a esta orientación es que la actuación del Derecho


objetivo no es sólo característica de la jurisdicción, sino propia también de la
Administración y que incluso los particulares realizan tal actuación.

3.3 La resolución de controversias: Una tesis generalmente aceptada es


que la función de la jurisdicción consiste en la resolución coactiva de una
controversia. Carnelutti planteaba, partiendo de su concepto de litis, como conflicto
intersubjetivo de intereses, que la finalidad del proceso era la justa composición de
la litis, es decir, la resolución de controversias. Esta tesis podría entenderse como
una variante de la anterior, el sentido de que la función de resolver controversias en
la medida que dicha función no ha de realizarse de cualquier modo, sino con arreglo
a normas jurídicas (derecho objetivo).

La tesis de la jurisdicción como actividad tendiente a la resolución de


conflictos representa una visión parcial del problema, porque si bien la inmensa
mayoría de los procesos civiles involucran una controversia, no siempre la función
jurisdiccional implica componer una controversia ni tal idea es predicable respecto
del proceso penal e incluso hay actuación de la jurisdicción en casos en que no
existe tal controversia.

De todas las formas doctrinales de explicar la función de la jurisdicción,


como tutela del derecho subjetivo, como tutela del derecho objetivo o como forma
de resolver conflictos, la más adecuada es la que la concibe como una actuación del
derecho objetivo respecto de casos concretos sometidos a un tribunal (Ortells).

Sin embargo, como se señaló, este criterio presenta un inconveniente ya que


no sólo a los tribunales les corresponde la función de aplicar el derecho objetivo. La
distinción entre la potestad jurisdiccional y ciertas potestades de carácter
administrativas se encuentra en que la aplicación del derecho objetivo mediante la

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potestad jurisdiccional tiene carácter de definitivo e irrevocable, es decir, con el


valor de cosa juzgada.

El criterio de la cosa juzgada es el único que nos permite diferenciar si nos


encontramos ante un acto administrativo o jurisdiccional. El acto administrativo
carece de eficacia para producir cosa juzgada y se haya esencialmente expuesto a ser
revisado y en su caso dejado sin efecto.

Así vistas las cosas, la jurisdicción es la potestad de actuar el derecho de


modo definitivo e irrevocable, potestad que, además, por mandato constitucional es
exclusiva de los órganos jurisdiccionales.

Para el prof. Colombo, "La jurisdicción es el poder deber que tienen los
tribunales para conocer y resolver, por medio del proceso y con efecto de cosa
juzgada, los conflictos de intereses de relevancia jurídica que se promuevan en el
orden temporal, dentro del territorio de la República y en cuya solución les
corresponda intervenir".

La tesis de la irrevocabilidad como característica de la jurisdicción es


bastante aceptada hoy en día tanto en el derecho comparado como en Chile. De
hecho en las definiciones más habituales de jurisdicción se combina la teoría de la
resolución de la litis con los efectos de cosa juzgada. Pero esta teoría no es exacta ni
completa. No es exacta porque el fenómeno procesal admite excepciones al efecto
de la irrevocabilidad, como ocurre con la acción de revisión, que permite a la C.
Suprema revisar una sentencia que ha adquirido la calidad de firme, si algún
afectado hace valer algunas de las causales de revisión que la ley reconoce. En
materia civil se encuentra más restringida esta revisión, ya que existe un plazo de un
año para hacerla valer desde que la sentencia judicial se encuentra ejecutoriada. Se
podrá rebatir que en estos casos no hay cosa juzgada porque se dictó una sentencia

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injusta, con base en errores o medios de prueba falsos. Si es así, habría que
reformular la noción y decir que las sentencias judiciales producen el efecto de cosa
juzgada bajo condición que dichas sentencias sean justas, verdaderas o no
fraudulentas, lo que en parte, cabe admitir, viene a relativizar el efecto de cosa
juzgada de los tribunales de justicia (Bordalí).

4) FUNCIÓN DE LA JURISDICCIÓN EN EL DERECHO CHILENO

Un análisis de diversas disposiciones constitucionales y legales del


ordenamiento jurídico chileno, permite afirmar que la función de los tribunales es:

1.- Tutelar los derechos subjetivos fundamentales (art. 5º CPR, 20 y 21 CPR, y 3º


COT)

2.- Tutelar los derechos subjetivos legales (art. 19 Nº 3 inc. 1º CPR)

3.- Defender la Constitución (art. 92 y ss. CPR)

4.- Solucionar conflictos jurídicos (art. 76 CPR y 1º COT)

5.- Conocer y resolver los actos judiciales no contenciosos (art. 2º COT)

6.- Crear derecho en el caso concreto (art. 170 Nº 5 CPC)

7.- Otras (art. 3º COT).

5) CARACTERÍSTICAS DE LA JURISDICCIÓN

1. Su Origen Constitucional (art. 76 CPR): La jurisdicción constituye una


emanación de la soberanía, la que reside en la Nación toda, quien delega su ejercicio
en las autoridades establecidas por la Constitución y las leyes de la República (art. 5º
CPR).

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2. Es una función pública: El Estado ejerce la soberanía, por delegación


de todos los habitantes de la Nación.

Para el ejercicio de la soberanía existen tres vías que reciben el nombre de


funciones: la función legislativa, la administrativa y la judicial, que responden a la
antigua concepción de la separación de poderes de Montesquieu.

3. Presenta unidad conceptual: Ello significa que es una sola y, como tal,
no acepta clasificaciones. La jurisdicción tiene un carácter único e indivisible. Sólo
hay una jurisdicción.

La jurisdicción es una y es la misma cualquiera sea el tribunal que la


ejercite y el proceso de que se valga para ello. Pero tiene, además, carácter
totalizador, en el sentido que cuando el órgano dotado de potestad jurisdiccional la
ejercita, lo hace como un todo sin posibilidad de fragmentación. De este modo,
cuando en el lenguaje corriente que utilizan los operadores jurídicos, así como la
propia ley, se habla de jurisdicción civil, penal, laboral, etcétera, en realidad se
incurre en una impropiedad, ya que la jurisdicción no admite clasificaciones. En
estos casos, aparece más apropiado hablar de tribunales civiles, penales, laborales,
etcétera, y no así de distintas “jurisdicciones”.

Lo que puede distribuirse entre los tribunales es el ámbito, la materia, el


territorio o la actividad sobre la que se ejerce la potestad jurisdiccional. Surge así la
noción de competencia. La competencia no es la parte de la jurisdicción que se
confiere a un órgano, ni la medida de Jurisdicción que se le atribuye; es el ámbito
sobre el que se ejerce la potestad jurisdiccional. Es posible que la ley disponga que
un tribunal conozca solo de materias civiles y otro sólo de materias penales; o que la
ley disponga que la potestad jurisdiccional se ejerza en todo el territorio chileno, y la
de otro en una determinada zona del territorio, como puede ser una comuna.

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4. Su ejercicio es privativo de los tribunales de justicia: La nota de


exclusividad de la jurisdicción, principio político fundamental y criterio distintivo
básico, es recogida por el artículo 76 CPR: “la facultad de conocer de las causas civiles y
criminales, de resolverlas y de hacer ejecutar lo juzgado, pertenece exclusivamente a los tribunales
establecidos por ley [...]”. La misma idea repite el artículo 1º COT.

La exclusividad de la Jurisdicción puede ser referida en un sentido positivo y


en uno negativo. En un sentido positivo, la exclusividad viene a significar que el
Estado asume la jurisdicción en régimen de monopolio, para conferir su ejercicio,
también con carácter exclusivo, a los jueces y tribunales determinados por la ley.
Nadie más que el Estado puede crear órganos jurisdiccionales. Por otra parte, viene
a significar un monopolio judicial, esto es, sólo los tribunales creados por ley están
investidos de la potestad jurisdiccional. Monopolio estatal, es decir, sólo el Estado
tiene la potestad jurisdiccional; y monopolio judicial, es decir, sólo los tribunales
creados por ley tienen la potestad jurisdiccional.

En un sentido negativo, la exclusividad impone a los órganos


jurisdiccionales la prohibición de desarrollar otra actividad que no sea la
jurisdiccional. Esto se deriva en el derecho chileno de la norma general del artículo
7º Constitución Política de la República. Pero además, el artículo 4º COT establece
expresamente: “es prohibido al Poder Judicial [esto es a la potestad jurisdiccional]
mezclarse en las atribuciones de otros poderes públicos y en general ejercer otras funciones que las
determinadas en los artículos precedentes”.

5. Independencia: Nota esencial de la jurisdicción es la independencia. Si


los jueces han de ser imparciales en el desarrollo de la función jurisdiccional, dicha
imparcialidad se asegura con jueces independientes que aplican el derecho objetivo.

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La independencia es quizás la nota más importante y característica de la


jurisdicción, sin cuya presencia no podrían denominarse propiamente tribunales a
los órganos que ejercieran funciones juzgadoras.

Las exigencias propias de la independencia judicial pueden ser delimitadas


en un doble sentido: i) no injerencia del legislativo y, sobre todo, del ejecutivo en la
potestad jurisdiccional, ni tampoco intromisión de los tribunales superiores, y ii) la
sumisión única y exclusivamente al imperio de la ley, como premisa de la
independencia.

i) No intromisión en la Jurisdicción

El principio de separación de poderes conlleva la necesidad de que cada


ámbito constitucionalmente establecido se limite al cumplimiento de las funciones
asignadas. El mayor peligro para la independencia judicial procede del ejecutivo.

El texto constitucional chileno se encarga de reconocer la independencia del


siguiente modo: “ni el Presidente de la República ni el Congreso pueden, en caso alguno, ejercer
funciones judiciales, avocarse causas pendientes, revisar los fundamentos o contenido de sus
resoluciones o hacer revivir procesos fenecidos” (art. 76 CPR). A su vez, el Código Orgánico
de Tribunales se encarga de señalar la independencia jurisdiccional del siguiente
modo: “el poder judicial es independiente de toda otra autoridad en el ejercicio de sus funciones”
(art. 12 COT).

Por otra parte, en el ejercicio de la función jurisdiccional, el juez no está


sometido a ningún otro tribunal, ni siquiera a los de superior rango jerárquico, y
éstos no podrán corregir la aplicación o interpretación del ordenamiento jurídico,
salvo los casos en que la ley lo permita, por medio de los recursos procesales que
esa misma ley establezca. Sobre este punto, el art. 8º COT dispone: “ningún tribunal

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puede avocarse el conocimiento de causas o negocios pendientes ante otro tribunal, a menos que la
ley le confiera expresamente esta facultad”.

ii) Sumisión única y exclusivamente al imperio de la ley

El sometimiento de la jurisdicción al imperio de la ley impide cualquier


arbitrariedad en la función judicial: la independencia encuentra perfecto correlato en
la sumisión exclusiva al ordenamiento jurídico. En la sumisión al derecho objetivo
radica en última instancia la independencia y prestigio de la potestad jurisdiccional.

Tal principio debe interpretarse en un sentido positivo, en cuanto


vinculación a la Constitución y al resto del ordenamiento jurídico. Pero también, ha
de tenerse en cuenta su proyección negativa, como desvinculación de cualquier
norma contraria a la legalidad vigente, especialmente en relación con aquellas
normas procedentes de otros poderes o instituciones, que no responden al ejercicio
de su función. Los órganos jurisdiccionales no estarán obligados en este sentido a la
aplicación de normas contrarias a la Constitución o a la ley (los artículos 6º y 7º
CPR obligarían a los tribunales a ello).

6. Imparcialidad: Una característica de la jurisdicción es la imparcialidad.


La esencia misma de la potestad jurisdiccional impone que quien ejerce la función
jurisdiccional no puede ser al mismo tiempo parte en el conflicto. En toda actuación
del derecho por parte de la jurisdicción siempre han de existir dos partes
enfrentadas entre sí que acuden a un tercero imparcial que es el tribunal.

Hay que considerar que la aplicación de la ley comporta necesariamente un


juzgar, en el sentido de decir el derecho. No obstante, hay que agregar que tanto la
Administración cuando aplica la ley, así como los tribunales, juzgan. Sin embargo, el
juicio de la Administración opera de diversa manera al de la jurisdicción. La

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Administración juzga su propia actividad, mientras que la jurisdicción juzga una


actividad ajena y una voluntad de la ley que concierne a otros.

7. Es indelegable (o improrrogable): Como la soberanía radica en la


nación, que delega su ejercicio en las autoridades establecidas por la constitución y
las leyes, se trata de materias de Derecho Público y de orden público, en las cuales
sólo puede hacerse aquello que está expresamente permitido. Prorrogar la
jurisdicción significaría transferir ser juez a otro, no ya la posibilidad de juzgar sino
su calidad de tal, lo que no puede hacerse, de ahí que nunca nadie haya discutido
esta característica.

8. Es irrenunciable: Para comprender esta característica, puede afirmarse


que se es juez porque se tiene jurisdicción y se tiene jurisdicción porque se es juez.

En consecuencia, renunciar a la jurisdicción importaría renunciar a ser juez,


para abstenerse de juzgar un caso concreto. Ello no es posible e importaría incurrir
en el delito de denegación de administrar justicia. Esta característica tiene su
aplicación práctica en la regla de la inexcusabilidad.

9. La territorialidad: El ejercicio de la jurisdicción está ligado a la idea de


territorio del Estado, toda vez que la jurisdicción es atributo de la soberanía, su
ejercicio sólo es posible dentro de los límites del territorio nacional.

Se encuentra consagrado en distintas disposiciones legales en nuestro país.


Así, entre otros, los arts. 14 CC, 5 COT y art. 77 CPR, sin perjuicio de algunas
excepciones, como las situaciones previstas en el art. 6 COT.

10. Está amparada por el Imperio: Hemos dicho que se llama imperio la
facultad de los tribunales para hacer ejecutar lo juzgado y para lograr este

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cumplimiento, agregamos que podía requerirse directamente el auxilio de la fuerza


pública (arts. 1º, 11º COT y 76 inc. 3 CPR).

11. Es de ejercicio eventual: La jurisdicción se pone en movimiento


solamente cuando la función legislativa resulta insuficiente para mantener la
vigencia real del derecho. Es decir, si la ley es cumplida naturalmente por todos, no
se requiere de la actividad jurisdiccional, por lo que se ejercicio dependerá de la
eventual violación de una ley o de un derecho. Como lo dice Redenti, la jurisdicción
se manifiesta sólo después de transgresiones ya verificadas.

12. Jurisdicción y cosa juzgada: La jurisdicción produce un efecto


jurídico que no se encuentra en otra actividad del Estado, este efecto que le es
inherente se denomina cosa juzgada. La sentencia que pronuncia un tribunal de
justicia produce el efecto de verdad indiscutible e inamovible, una vez que ella se
encuentra firme o ejecutoriada. Este efecto denominado cosa juzgada, permite al
vencido evitar que de nuevo se le enjuicie, lo que logra a través de la llamada
excepción de cosa juzgada.

6) LA JURISDICCIÓN EN NUESTRO ORDENAMIENTO

Si bien es efectivo que en nuestro ordenamiento no existe una definición ni


un título especial dedicado a la jurisdicción, no lo es menos que proporciona los
elementos necesarios para que la doctrina construya un concepto de jurisdicción y
precise sus caracteres en nuestro derecho positivo.

Desde luego, la noción de función jurisdiccional aparece expresamente


consagrada en la Constitución Política de la República.

En primer término, la norma que condensa la noción de jurisdicción en la


Constitución en la del art. 76 inc. 1º CPR: “la facultad de conocer de las causas civiles y

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criminales, de resolverlas, y de hacer ejecutar lo juzgado, pertenece exclusivamente a los tribunales


establecidos en la ley”.

El ejercicio de la función jurisdiccional se radica en los tribunales que


establece la ley, en consecuencia, es la función la que caracteriza al órgano y no el
órgano a la función. Al efecto, establece el artículo 19 N°3 inc. 5 CPR que “nadie
puede ser juzgado por comisiones especiales, sino por el tribunal que le señale la ley y que se halle
establecido con anterioridad por ésta”, principio que aparece reiterado en el artículo 76
inc. 1 CPR. El precepto excluye al Presidente de la República y al Congreso como
sujetos que pueden ejercer la función jurisdiccional al preceptuar “que ni el Presidente
de la República ni el Congreso Nacional pueden, en caso alguno, ejercer funciones judiciales,
avocarse causas pendientes, revisar los fundamentos o contenido de sus resoluciones o hacer revivir
procesos fenecidos.”

En segundo lugar, se refiere a ella el art. 19 N° 3 inc. 6 que “toda sentencia de


un órgano que ejerza jurisdicción debe fundarse en un proceso previo legalmente tramitado” y
dicha función pública es una emanación de la soberanía de conformidad a lo
establecido en los artículos 5, 6 y 7 CPR.

Para dar forma y hacer operantes los principios contenidos en las citadas
disposiciones, el artículo 77 CPR dispone que una "Ley Orgánica Constitucional
determinará la organización y atribuciones de los tribunales que fueren necesarios para la cumplida
y pronta administración de justicia en todo el territorio de la República".

La referida ley es el actual Código Orgánico de Tribunales y su legislación


complementaria. El COT en su art. 1º señala que "la facultad de conocer las causas civiles
y criminales, de juzgarlas y de hacer ejecutar lo juzgado pertenece exclusivamente a los tribunales
que establece la ley". Finalmente, en cuanto al contenido de la función jurisdiccional, el

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art. 76 CPR se refiere a la facultad de conocer, resolver y hacer ejecutar lo juzgado


en las causas civiles y criminales.

En los incisos 3 y 4 del artículo 76 CPR se desarrolla expresamente la


facultad denominada de imperio que poseen los tribunales para hacer cumplir sus
resoluciones al señalar que “para hacer ejecutar sus resoluciones y practicar o hacer practicar
los actos de instrucción que determine la ley, los tribunales ordinarios de justicia y los especiales que
integran el Poder Judicial podrán impartir órdenes directas a la fuerza pública o ejercer los medios
de acción conducentes de que dispusieren. Los demás tribunales (los especiales que no integran
el Poder Judicial y los tribunales arbitrales) lo harán en la forma que la ley determine.”

En cuanto a la conducta que debe asumirse por quien recibe la orden


judicial, el inciso final nos señala que “la autoridad requerida deberá cumplir sin más
trámite el mandato judicial y no podrá calificar su fundamento u oportunidad, ni la justicia o
legalidad de la resolución que se trata de ejecutar.”

El art. 76 CPR establece, que la función jurisdiccional recae sobre causas


civiles y criminales. La disposición emplea la expresión causa, que, en general es
sinónima de controversia jurídica actual entre partes sometida a un tribunal de
justicia.

Debe considerarse que en el derecho continental de principios del XIX los


tribunales sólo conocían del contencioso civil y criminal, no existiendo un
contencioso jurisdiccional administrativo ni constitucional. Con el correr del
tiempo, la jurisdicción comenzó a conocer de cuestiones administrativas y
constitucionales. Esa misma evolución se ha dado en el derecho chileno, la que sin
embargo no se refleja en la fórmula que utiliza hasta el día de hoy el artículo 76
CPR.

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De este modo, la cláusula del artículo 76 CPR debe ser entendida como una
disposición general de jurisdicción que recae en todo tribunal de justicia establecido
por ley. Los tribunales de justicia están llamados a conocer de todo asunto jurídico
que la ley les encomiende.

La mayor apertura de la fórmula empleada por nuestra Constitución se


produce por el lado del concepto causas civiles. Habitualmente se entiende por
causas civiles todas aquellas que no son criminales, cualquiera sea el tribunal que las
conozca. Por lo tanto, se podría decir que el concepto de causas civiles incluye
aquellas estrictamente civiles referidas a conflictos entre privados y regidas por
códigos y leyes de derecho privado (Código Civil, Código de Comercio, otros
códigos y leyes especiales) así como aquellas civiles en un sentido amplio donde se
pueden incluir todas las que no caen en una definición estricta de causa civil ni
tampoco criminal, pudiendo incluirse las laborales, tributarias, de minería,
administrativas, etc.

Aclarado el punto anterior, se debe determinar en qué consiste la función de


conocer y resolver esas causas judiciales. Es común entender los conceptos de
conocer y resolver las causas civiles y criminales como sinónimos de resolver
conflictos jurídicos. La propia jurisdicción, como hemos visto, es definida
comúnmente como el poder-deber que tienen los tribunales para conocer y resolver
por medio del proceso y con efectos de cosa juzgada los conflictos de intereses de
relevancia jurídica que se promueven en el orden temporal, dentro del territorio de
la República y en cuya solución les corresponde intervenir (Colombo).

Sin embargo, como ha quedado dicho a propósito de la finalidad de la


jurisdicción, esta concepción de la función judicial no es completamente exacta,
pues la doctrina hace tiempo que pone atención en que hay actuaciones

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jurisdiccionales que no presuponen un conflicto de intereses o al menos se discute


la existencia del mismo.

De este modo parece aconsejable no interpretar las actividades de conocer y


resolver referidas necesariamente a un conflicto de intereses. Los tribunales de
justicia, cuando conocen y resuelven asuntos, en muchos casos subyace ahí un
conflicto intersubjetivo, pero ello no siempre es así.

En cuanto al contenido de la función jurisdiccional el art. 76 lo extiende al


conocimiento, a la resolución y al cumplimiento de lo juzgado, tanto de las causas
civiles como criminales.

7) LOS DENOMINADOS "MOMENTOS" DE LA JURISDICCIÓN:

Siguiendo la terminología de Calamandrei, la doctrina nacional emplea el


término "momentos" de la jurisdicción para referirse a las fases o etapas de su
desarrollo.

Los momentos jurisdiccionales representan el desenvolvimiento del


ejercicio de la función jurisdiccional. El momento más trascendente es el del
juzgamiento, fase en que el tribunal resuelve el conflicto y pone fin a la
incertidumbre, mediante una sentencia que, oportunamente, adquirirá los efectos de
verdad jurídica indiscutible e inamovible propios de la cosa juzgada.

Pero el tribunal no puede estar en condiciones de resolver sin conocer el


conflicto sometido a su decisión, sin escuchar a las partes y recibir sus pruebas. Por
eso es que la fase de juzgamiento va siempre precedida por la del conocimiento que,
por su importancia, no sólo tiene reconocimiento doctrinario sino constitucional y
legal.

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Pero al litigante no sólo le interesa la solución definitiva de su pretensión


sino que aspira a verla traducida a la realidad, en otras palabras, a obtener el
cumplimiento de lo resuelto. De ahí que exista un tercer momento que lógicamente
es posterior al juzgamiento.

En suma, estos "momentos", también conocidos como poderes (Bacre) o


elementos (Alsina) de la jurisdicción son los siguientes:

i) Conocimiento (notio).

ii) Juzgamiento (iudicium).

iii) Ejecución (excecutio).

i. La fase del conocimiento o notio: En esta primera fase se produce el


traspaso del conflicto al proceso, abriéndose la instancia que, por definición,
comprende las materias de hecho y de derecho sometidas a la decisión del tribunal.
De las disposiciones legales y constitucionales que regulan la jurisdicción puede
concluirse que en el proceso chileno existe un periodo previo a la decisión, que es el
del conocimiento y que comprende dos etapas: la discusión y la prueba (así, entre
otros, art. 76 CPR, arts. 1º y 108 COT).

De ahí la exigencia legal de que todo proceso se inicie por la fase


jurisdiccional del conocimiento que comprende los periodos de iniciación,
discusión, prueba y discusión de la prueba.

La facultad jurisdiccional de conocer, está informada por dos principios:

a) La legalidad del procedimiento, que significa que los jueces deben


tramitar los procesos de acuerdo a las normas preestablecidas de procedimiento. La
infracción a las normas de procedimiento provoca la nulidad del proceso.

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b) Forma inquisitiva o contradictoria del proceso, que fijan la posición


del tribunal en esta etapa. En un procedimiento basado en la forma inquisitiva
corresponde al juez no sólo iniciar el proceso sino también llevarlo adelante. El
proceso con forma contradictoria se caracteriza por la dualidad de sujetos
procesales en posiciones opuestas y por la posición fundamentalmente expectante
del juez que contempla, más o menos pasivamente, la pugna entre aquéllos.

ii. La fase de juzgamiento o iudicium: En este poder se resume la


actividad jurisdiccional, porque es la facultad más relevante y que caracteriza la
misión del Juez. Se trata de la fase de dictar sentencia poniendo término al litigio
con carácter definitivo, es decir, con efecto de cosa juzgada. Dentro del lenguaje
empleado por nuestro legislador equivale a la función de resolver o juzgar (arts. 1º
COT y 76 CPR).

Esta fase implica reflexión, estudio y análisis del material de hecho y de


derecho necesario para adoptar una decisión, análisis que se manifiesta o exterioriza
en el acto o declaración de voluntad denominado sentencia.

En nuestro ordenamiento esta labor de análisis y raciocinio de la situación


fáctica y jurídica, se desarrolla en las consideraciones de hecho y de derecho, que
constituye el antecedente directo e inmediato de la parte decisoria o resolutiva de la
sentencia.

El juez no puede dejar de resolver una contienda por insuficiencia,


oscuridad o silencio de la ley. El siempre debe fallar, aplicando la ley si es clara,
interpretándola si es oscura e integrándola si ésta falta.

En la sentencia el juez no puede aplicar el principio de "non liquet", no fallar


el asunto, que equivale a decir "no queda claro", cuyos orígenes se remontan a los
tiempos del jurado en Roma (arts. 76 CPR y 10 COT).

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El juez al fallar no puede hacerlo fuera de los límites fijados por las partes
en la demanda y en la contestación. Si el juez falla más allá de estos límites
propuestos en la demanda y su contestación, incurre en un vicio susceptible de
anular el fallo que ha dictado, denominado "ultrapetita". En la sentencia se puede
incurrir en el vicio de omitir la resolución sobre puntos litigiosos, en cuyo caso el
vicio recibe el nombre de "citrapetita". Asimismo, el juez al fallar puede decidir
sobre una cosa distinta de la pedida por las partes, en cuyo caso incurre en el vicio
de "extrapetita".

iii. La fase de ejecución o executio: Corresponde al contenido de las


expresiones “hacer ejecutar lo juzgado”. En la etapa de ejecución, la reflexión cede paso
al obrar. Su existencia está subordinada al contenido de la sentencia en cuanto opera
si ésta es de condena, es decir, impone un deber de prestación y normalmente
requiere de coerción, es decir, del auxilio de la fuerza pública.

La expresión contenida en el precepto constitucional –“hacer ejecutar lo


juzgado”– confiere al legislador un margen de movimiento más amplio y permite
justificar un régimen legal de ejecución en el que se encomiende a un órgano
distinto del tribunal la realización directa de los actos materiales de ejecución. En
efecto, la potestad jurisdiccional de hacer ejecutar lo juzgado, en cuanto ámbito
constitucionalmente reservado a los tribunales de justicia, no tiene por qué abarcar
más allá de la orden de ejecución y la garantía del cumplimiento efectivo de lo en
ella dispuesto. Ciertamente la ley puede circunscribir el procedimiento de ejecución
en la potestad jurisdiccional; pero no a resultas de un imperativo constitucional.

Como el tribunal carece de fuerza pública propia, ha de recurrir al órgano


administrativo correspondiente para que le suministre la suya. La facultad que
tienen los jueces para usar la fuerza para hacer ejecutar lo juzgado, recibe el nombre

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de imperio y para cumplir la sentencia, los tribunales pueden requerir directamente el


auxilio de la fuerza pública (arts. 11 COT y 76 inc. 3º y 4º CPR).

Las autoridades requeridas por los tribunales para el cumplimiento de sus


resoluciones, deben prestar su auxilio sin que le corresponda calificar el fundamento
con que se lo pide, ni la legalidad o justicia de la resolución que se trata de ejecutar.
Si la autoridad se niega a proporcionar este auxilio que se le solicita, comete delito
de retardo o denegación de justicia (art. 224 Nº3 CP).

8) LÍMITES DE LA JURISDICCIÓN

La jurisdicción, aunque unitaria por su naturaleza, se ejerce dentro de ciertos


límites en el tiempo y en el espacio. Por consiguiente, se habla de los límites de la
jurisdicción atendiendo al tiempo por el cual la poseen sus titulares y al ámbito
espacial dentro del cual ellos la ejercen.

• Límites de la jurisdicción en el tiempo

La regla general está constituida por la existencia de los "jueces perpetuos",


puesto que de acuerdo a lo previsto en el art. 77 CPR "Los jueces permanecerán en sus
cargos durante su buen comportamiento". La excepción la constituyen los jueces árbitros,
que son los únicos jueces en Chile que ejercen jurisdicción sólo temporalmente, ya
que normalmente duran dos años en el ejercicio de sus funciones. También
constituye un límite temporal la disposición del inc. 2º del art. 80 CPR en cuanto
señala que los "jueces cesarán en sus funciones al cumplir 75 años de edad".

• Límites de la jurisdicción en el espacio

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El límite relativo al espacio puede ser de orden externo, que comprende los
límites de las jurisdicciones extranjeras de otros Estados y las atribuciones, por otro
lado, de los otros poderes del mismo Estado e interno, en cuyo campo encontramos
la competencia.

Por límites externos se entiende todo elemento que permite demarcar, en


función de potestades extrañas a ella, su zona de vigencia y aplicación en el espacio.

Consiguientemente, son límites externos tanto el punto hasta donde se


extiende la soberanía de un Estado –cuando entra en contacto con la de otros
Estados– conocida como límite territorial, así como la actividad de otros órganos
del propio Estado, llamada límite funcional.

A) Si miramos este límite externo, desde el punto de vista de la


jurisdicción de otros Estados, podemos decir que los límites externos de la
jurisdicción chilena quedan fijados, por las jurisdicciones de los demás Estados, ya
que siendo la jurisdicción emanación de la soberanía ésta no puede extenderse fuera
de los límites territoriales del país (art. 5 inc. 1º COT; art. 6 COT y art. 3 C.J.M).

Dicha regla reconoce como excepción las siguientes:

• Las inmunidades de jurisdicción.

• Cumplimiento de resoluciones extranjeras en chile.

• La práctica de diligencias efectuadas a petición de tribunales chilenos en el


exterior (Exhorto diplomático).

• Excepciones del art. 6º COT. (Donde prima el criterio de la nacionalidad).

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• Inmunidad de Jurisdicción. Se refiere a los casos en que no es posible que


se ejerza por parte de nuestros tribunales el ejercicio de la función
jurisdiccional respecto de determinadas personas.

1º.- Los Estados Extranjeros. Los Estados Extranjeros no pueden ser


juzgados como sujetos de derecho por nuestros tribunales de acuerdo con las
normas consuetudinarias del derecho internacional y al principio de la igualdad
soberana de los diversos Estados consagrada en la Carta de las Naciones Unidas
(art. 2.1.)

Este principio se encuentra expresamente reconocido en nuestro derecho en


los artículos 333 y 334 del Código de Derecho Internacional Privado y ha sido
reconocido expresamente por nuestra Corte Suprema.

2°.- Los Jefes de Estado Extranjeros. Los Jefes de Estado Extranjeros gozan
de inmunidad de jurisdicción de conformidad a los artículos 333 y 334 del Código
de Derecho Internacional Privado.

3°.- Los agentes diplomáticos. Los agentes diplomáticos gozan de inmunidad


de jurisdicción de conformidad a lo previsto en el art. 31 de la Convención de Viena
sobre Relaciones Diplomáticas, pudiendo renunciarse a ella por el Estado
acreditante de conformidad a lo previsto en el art. 32 de esa Convención. El art. 37
hace extensiva la inmunidad a los miembros de la familia de un agente
diplomático.-

4°.- Los Cónsules. Los cónsules y empleados Consulares gozan de inmunidad


de jurisdicción de conformidad al art. 43 de la Convención de Viena sobre
Relaciones Consulares, y pueden renunciar a ella de conformidad a lo previsto en el
art.45 de esa Convención.

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5°.- Misiones Especiales y Organizaciones Internacionales. Los artículos 31 y


41 de la Convención sobre Misiones Especiales regulan la inmunidad de jurisdicción
y la renuncia a ella respecto de las Misiones Especiales.

Los conflictos de jurisdicción.

Los casos en los cuales nos podemos encontrar ante un conflicto de


jurisdicción se presentan en relación con los límites externos de ella, esto es, porque
existe un tribunal nacional que se atribuye facultades para los efectos de resolver un
determinado conflicto frente a un tribunal extranjero u otra autoridad política o
administrativa del Estado.

De acuerdo con ello, nos podemos encontrar ante dos casos de conflictos de
jurisdicción:

a) Conflictos de jurisdicción internacional.

Cuando se discute de los límites de poderes que puede tener un tribunal


chileno frente a un tribunal extranjero o viceversa, para los efectos de conocer y
resolver un determinado conflicto.

En tal caso, se deberán aplicar para resolver dicha controversia las normas
contempladas en los tratados internacionales y de derecho internacional privado, las
cuales se contemplan en el Código de Derecho Internacional Privado.

b) Conflictos de jurisdicción o de atribuciones nacionales.

De conformidad a lo establecido en los artículos 5, 6, 7 CPR los órganos del


Estado deben actuar dentro de su competencia y no pueden atribuirse facultades
que no se les han conferido ni aún a pretexto de concurrir circunstancias
extraordinarias.

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De acuerdo con ello, nos encontramos ante un conflicto entre los tribunales
ordinarios o especiales cuando ellos se atribuyen una función que se sostiene
corresponder a otro poder del Estado.

Según nuestro ordenamiento jurídico, los órganos encargados de resolver


estos conflictos de atribuciones difieren según la mayor o menor jerarquía del
tribunal que interviene en el conflicto.

Conforme a las reglas que se contienen en nuestro ordenamiento jurídico, el


conflicto de jurisdicción deberá ser resuelto:

- Por el Senado, si el conflicto se suscita entre las autoridades políticas o


administrativas y los tribunales superiores de justicia, entendiendo por tales a la
Corte Suprema y la Corte de Apelaciones (art. 53 N° 3 CPR).

- Por el tribunal Constitucional, si el conflicto se suscita entre las autoridades


políticas o administrativas y los tribunales inferiores de justicia (art. 93 N° 12 CPR).

B) Los Límites externos también derivan de los propios poderes de otro


Poder del Estado (Ejecutivo o Legislativo).

Aparece de los art. 76 y 7 CPR; arts. 1, 2, 3 y 4 COT y art. 222 C.P., que la
jurisdicción de los tribunales chilenos está limitada por el ejercicio que de sus
propias atribuciones pueden hacer otros poderes del estado.

Límites Internos de la jurisdicción

Son aquéllos que miran a ella misma, prescindiendo de las jurisdicciones


de otros Estados o de las funciones de otros Poderes del mismo Estado. Surge así la
idea de "competencia" que determina la órbita dentro de la cual cada juez o tribunal
ejerce su actividad jurisdiccional, definida en el art. 108 COT y que es objeto de
estudio en el curso siguiente.

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9) DENTRO DEL CONCEPTO DE JURISDICCIÓN, CONVIENE EXAMINAR UN


PUNTO QUE SE REFIERE A LA DIFERENCIA QUE EXISTE O PUEDE EXISTIR ENTRE

EL ACTO DE JURISDICCIÓN, EL ACTO ADMINISTRATIVO Y EL ACTO LEGISLATIVO.

Si en un Estado ideal se dieran las circunstancias que hicieren posible,


determinar la naturaleza de los actos que emanan de cada uno de los tres poderes,
no habría problema en precisar la naturaleza de los actos que cada uno de ellos;
pero como no estamos en un Estado utópico, esa trilogía no tiene un modo
definido y claro.

Existen zonas que los tratadistas llaman "zonas grises" que son difíciles de
clasificar en algunos de estos tres poderes. Especialmente se dan estas dificultades
cuando el distingo se refiere al carácter jurisdiccional o administrativo de algunos
actos jurídicos.

La doctrina tradicionalmente se basa en tres criterios fundamentales:

a) Criterio Orgánico, conforme al cual todo aquello que emana del poder
legislativo será legislación, será administración aquello que proviene del ejecutivo y
será jurisdicción toda aquella actividad desplegada por el poder judicial.

Como hemos visto, este criterio no es exacto porque es frecuente que se


atribuya una determinada función a un órgano que por su naturaleza no está
destinado a cumplir.

b) Criterio Formal, en cuya virtud se atribuye determinada naturaleza


jurídica a ciertos actos en razón del carácter que tales actos aparentan exteriormente.

Criticable posición si se tiene en cuenta que puede incurrir en errores al


calificar un acto por estas formalidades externas.

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c) Finalmente, el criterio sustancial se basa en los efectos del acto, con


prescindencia del órgano del cual emana así como de las formas que pueda revestir.

Podemos agregar dos criterios:

d) Uno que atiende al interés comprometido en una u otra actividad


estatal. En efecto, es esencial que la actividad del juez sea ajena al interés debatido
en el proceso; la inversa ocurre con la actividad administrativa porque las
autoridades que la realizan defienden los intereses unilaterales del Estado.

e) Y otro criterio que señala que la característica distintiva del acto


jurisdiccional es la Cosa Juzgada, este efecto de irrevocabilidad perpetua del acto
es ajena a otros quehaceres del Estado.

Trascendencia del distingo: La distinción entre acto administrativo, legislativo


y administrativo no es una cuestión meramente doctrinaria. Tiene importantes
repercusiones: a) son diversos los presupuestos, requisitos y condiciones que
afectan a cada uno de ellos, b) distintos los efectos que se derivan de la falta de
alguno de ellos, c) los medios para reclamar del actos no son los mismos, así como
los órganos ante los cuales pueden reclamar y los plazos.

10) CLASIFICACIÓN DE LA JURISDICCIÓN

La Jurisdicción considerada desde un punto de vista general se presenta


como una función cuyo contenido es único. Es decir, conceptualmente la
jurisdicción es una y esa unidad emana de su naturaleza. La jurisdicción no está
dividida, ni puede clasificarse.

Sin embargo, considerada más en particular es susceptible de distinciones y


especificaciones, por ello es más propio hablar de manifestaciones de la
Jurisdicción, que de clases de Jurisdicción.

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Esta clasificación o distinción se hace atendiendo a la naturaleza del acto o


del asunto en que se ejerce ella, es decir, se clasifica considerando su contenido; así
hablamos de una Jurisdicción según las distintas ramas del Derecho. Tenemos una
Jurisdicción civil, penal, administrativa, laboral, militar, minera, constitucional.

Si nos limitamos únicamente a la jurisdicción civil, su ejercicio comprende


las siguientes facultades o atribuciones:

1.- Jurisdicción Contenciosa. (art. 76 CPR y art. 1º COT).

2.- Jurisdicción no contenciosa, voluntaria o graciosa u honoraria (art. 2


COT).

3.- Jurisdicción conservadora, disciplinaria y económica (art. 3 COT).

4.- jurisdicción ético profesional. (DL 3.621, de 7-feb.-1981).

1. Jurisdicción Contenciosa (arts. 76 CPR y 1º COT)

Se denomina jurisdicción contenciosa a la jurisdicción propiamente dicha,


que deriva de los arts. 76 CPR y 1º COT y se caracteriza porque presupone un
conflicto, una controversia, que es dirimida por el tribunal. En los términos de las
referidas disposiciones la jurisdicción contenciosa supone la existencia de una
causa, que es sinónimo de juicio, pleito, litigio.

Elementos de una causa:

a.- Existencia de una controversia de orden jurídico. Se requiere de la


existencia de una "controversia de orden jurídico". Quedan excluidos por
consiguiente todos aquellos de carácter ideológicos, religiosos, éticos o morales.

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En la redacción anterior del art. 5º COT se señalaba que a los tribunales que
menciona les corresponde el conocimiento "de todos los asuntos judiciales que se
promuevan en el orden temporal dentro del territorio de la república...". La expresión
"temporal", se contrapone al orden espiritual.

Con la reforma de la ley 19.665 se suprimió la referencia al orden temporal


porque la distinción entre la jurisdicción temporal y la espiritual, si bien se justificó
en un momento histórico determinado, hoy está superada y no sirve para atribuir
competencia los tribunales. En cualquier caso, es claro que a la jurisdicción no le
concierne el conocimiento de causas eclesiásticas o puramente espirituales, cuyo
conocimiento les corresponde a los jueces eclesiásticos, con arreglo al derecho
canónico.

b.- La controversia jurídica debe ser actual. La controversia será "actual"


cuando versa sobre aspectos concretos y en la que exista un Derecho
comprometido y no meras expectativas. Los jueces no pueden hacer declaraciones
abstractas o de mera consulta. Los órganos jurisdiccionales no están llamados a
conocer y juzgar discusiones meramente doctrinales o de orden académico, sino que
es menester que haya un derecho comprometido.

c.- La controversia jurídica actual debe ser entre partes. El litigio debe
suscitarse "entre partes" que tengan intereses contrapuestos, puesto que si estos son
armónicos no hay litigio. Luego, para que exista esta controversia deben existir a lo
menos dos partes. Cada parte puede ser una o más personas y la persona que
compone a cada parte puede ser natural o jurídica.

Desde el punto de vista procesal, aquella parte que acciona, que pretende,
recibe el nombre de demandante o actor. Y aquella contra la cual se dirige la acción
recibe el nombre de demandado o reo. Hay que tener en cuenta que para que exista

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una causa no es necesario que las partes comparezcan efectivamente ante el


tribunal, puede seguirse ese juicio en ausencia de una de ellas, en cuyo caso se dice
que el juicio se sigue en rebeldía, pero este hecho no significa que vaya a existir una
sola parte, siempre serán dos partes.

d.- La controversia actual entre partes, debe ser conocida por un tribunal
de justicia, que la va a resolver. El "tribunal" no puede faltar y puede ser ordinario,
especial o arbitral.

2.- Jurisdicción no contenciosa o voluntaria (art. 2º COT)

La intervención de los tribunales no responde siempre a la existencia de un


conflicto jurídico entre partes.

En primer lugar, es perfectamente posible que el tribunal esté llamado a


intervenir de manera independiente a si concurre o no la controversia, como
ocurriría en un juicio sobre divorcio en que ambos cónyuges estén de acuerdo.

Pero, por otro lado, hay ocasiones en que el legislador impone la


intervención de los tribunales cuando se trata de aplicar determinadas disposiciones
legales en casos en que ni siquiera existe una controversia real o aparente. En estos
casos, se pretende garantizar la correcta aplicación de dichas normas en razón de las
garantías inherentes al ejercicio de la labor de los tribunales.

Típico ejemplo de este último supuesto es la jurisdicción voluntaria,


designada así, desde Roma (Marciano, Digesto), por contraposición a la
contenciosa.

En la actualidad, predomina la idea que la denominada jurisdicción


voluntaria no es jurisdicción ni es voluntaria.

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En primer lugar, hay que recordar que la actuación jurisdiccional exige la


pretensión de una parte, acto por el cual pide o reclama algo frente al oponente. En
la llamada jurisdicción voluntaria, justamente falta la controversia, la oposición y,
por lo tanto, la pretensión, de modo que en estos casos no hay ejercicio de función
jurisdiccional.-

En segundo término, la expresión voluntaria es inadecuada porque en


muchos casos la intervención de los jueces se halla impuesta por la ley.

Los jueces que intervienen en actos de jurisdicción no contenciosa no


ejercen jurisdicción porque no hacen aplicación del Derecho de manera irrevocable.
Por lo mismo, no hay proceso porque no hay oposición ni produce cosa juzgada la
resolución que pronuncian.

De hecho, en estos actos no hay partes en sentido estricto, sólo hay un


peticionario y tampoco hay controversia, porque si esta apareciere el acto se
transforma en contencioso.

Los actos judiciales no contenciosos están establecidos por el legislador con


distintas finalidades:

a) Destinados a proteger los derechos de los incapaces.

b) Destinados a servir de solemnidad a ciertos actos jurídicos

c) Destinados a la comprobación del cumplimiento de los requisitos que la


ley impone para determinados actos.

No está definida por el COT, pues el art. 2 COT simplemente se refiere a


los asuntos judiciales no contenciosos.

El código de Procedimiento Civil chileno, adecuadamente la denomina


"actos judiciales no contenciosos" y de acuerdo al art. 817 CPC se entiende por actos

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judiciales no contenciosos, "aquellos que según la ley requieran de la intervención del juez y en
que no se promueve contienda alguna entre partes".

Los requisitos para estar en presencia de un acto judicial no contencioso


son:

a) La ley requiere expresamente la intervención del juez y

b) Que no se promueva contienda alguna entre partes.

En una gestión voluntaria no se habla de demandante sino de interesado,


empero, un acto judicial voluntario puede devenir en contencioso, si es que se
formula oposición por legítimo contradictor.

Diferencias entre la jurisdicción voluntaria y la jurisdicción


contenciosa

i. Existencia de Conflicto: En la jurisdicción contenciosa, existe un


conflicto, una contienda actual, una controversia entre partes, es decir, una causa.

ii. Obligatoriedad de conocimiento y fallo: En la jurisdicción


contenciosa los tribunales están obligados a conocer y fallar todos los asuntos que
las partes le someten a su conocimiento y no pueden excusarse de ejercer su
autoridad, ni aun por falta de ley que resuelva la contienda sometida a su decisión
(art. 10 COT).

En la jurisdicción voluntaria los jueces intervienen en el conocimiento de un


asunto, en la medida en que una ley expresa requiera su intervención.

iii. Apreciación de la prueba: En la jurisdicción contenciosa los tribunales


para apreciar la prueba no gozan de libertad, pues en su apreciación están
constreñidos por lo que señala el legislador.

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En la jurisdicción voluntaria los tribunales aprecian prudencialmente las


pruebas rendidas por el interesado, cualquiera que sea la índole de esas pruebas.

iv. Competencia: En la jurisdicción contenciosa para determinar el tribunal


que debe conocer de un asunto, es menester examinar la posible existencia del
fuero, como factor o elemento determinante de la competencia del tribunal.

En la jurisdicción voluntaria por expresa decisión del legislador este


elemento no se considera (art. 133 COT y art 827 CPC).

v. Forma de la Sentencia: En cuanto a la forma que deben revestir las


sentencias que se dictan en unas y otras. Las emitidas en la jurisdicción contenciosa
deben sujetarse al art. 170 CPC y al A.A. de 1920.

Las de la jurisdicción voluntaria se ciñen por el art. 826 CPC.

vi. Cosa Juzgada: Las sentencias dictadas en la jurisdicción contenciosa,


una vez firmes producen el efecto de cosa juzgada. En cambio, en la jurisdicción
voluntaria, las sentencias en ella pronunciadas no producen el efecto de cosa
juzgada (art. 821 CPC).

3.- Facultades económicas, conservadoras y disciplinarias (art. 3º


COT)

3.1.- Facultades conservadoras:

La jurisdicción conservadora es la facultad que tienen los tribunales de


justicia de velar por que todos los poderes públicos actúen entro de la órbita de sus
atribuciones y en especial de velar por que las garantías individuales consagradas en
constitución sean respetadas.

El origen de esta denominación se remonta al legislador de 1875 que dictó


la Ley de Organizaciones y Atribuciones de los tribunales, el que tomó esta

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denominación de la entonces existente Comisión Conservadora, establecida por la


Constitución de 1833, cuya función esencial, en receso del Parlamento, era velar por
la observancia de las Garantías Individuales.

Se comprenden dentro de estas facultades conservadoras, las siguientes:

a) El Recurso de Amparo o Habeas Corpus.

b) La acción constitucional de protección.

c) El recurso de reclamación de expulsión de extranjeros.

d) El recurso de reclamación por pérdida de nacionalidad.

e) La asistencia jurídica gratuita.

3.2.- Facultades disciplinarias:

Las facultades disciplinarias de los tribunales de justicia les permiten


aplicar determinas sanciones o de adoptar medidas, con el objeto de velar por la
corrección de los debates judiciales y por el correcto desempeño funcionario y
personal de los miembros del Poder Judicial.

Su finalidad no es otra que mantener la disciplina del Poder Judicial, desde


un doble ángulo:

a) Vigilando y sancionando, en su caso, la conducta ministerial de los jueces.

b) Vigilando y sancionando la conducta de las partes y de los profesionales


que comparecen ante los tribunales.

Se llama conducta ministerial aquella que debe observar un juez en el


desempeño de sus funciones jurisdiccionales.

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Las facultades disciplinarias se hacen efectivas ya sea de oficio o bien a


petición de parte. Cuando es el afectado el que reclama por el abuso que
compromete la responsabilidad disciplinaria del juez, se habla de Recurso de Queja
o Queja propiamente tal.

De acuerdo al artículo 82 CPR la Corte Suprema tiene la superintendencia


directiva, correccional y económica de todos los tribunales de la nación.

Las Cortes de Apelaciones tienen también las atribuciones necesarias para


ejercer la disciplina judicial dentro de su respectivo territorio jurisdiccional e igual
atribución le corresponde a los jueces de letras dentro de su respectivo territorio
(art. 535 y ss. COT).

En el ejercicio de esta facultad los tribunales según su jerarquía y naturaleza


de la cuestión objeto de la corrección pueden aplicar las siguientes medidas
disciplinarias:

a) Hacer uso de la remoción, a requerimiento del Presidente de la República,


a solicitud de parte interesada, o de oficio (art. 80 inc. 3º CPR).

b) Puede aplicarse en este ejercicio el Traslado, según el artículo 80 inc. 4º


CPR, lo que se hace en pleno especialmente convocado al efecto por la mayoría
absoluta de sus miembros en ejercicio.

c) Aplicación de multas, cuyo monto el legislador regula.

d) Arrestos y apremios, medidas que pueden ser aplicadas tanto por la Corte
Suprema como por las Cortes de Apelaciones, incluso por los Jueces de Letras.

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3.3.- Facultades económicas:

Estas facultades son aquéllas que permiten o autorizan a los tribunales a


adoptar ciertas medidas de orden general, que redundan en beneficio de la buena
administración de justicia. Desde un punto de vista técnico jurídico, no comportan
una función propiamente jurisdiccional. De ahí que el COT alude a ellas, señalando
que los tribunales tienen "además" estas facultades.

Pertenecen a esta clase de facultades las diversas órdenes y disposiciones


dictan los jueces para que sean cumplidas por sus subalternos y las circulares u
oficios emanados de los tribunales superiores, entre los que cobran especial interés
los autos acordados.

Forman también parte de estas facultades la intervención que les


corresponde a los tribunales en el nombramiento e instalación de los distintos
funcionarios judiciales; la concesión de permisos y licencias y la que ejercen de
conformidad al artículo 5º CC que prescribe: "La Corte Suprema de Justicia y las Cortes
de Alzada, en el mes de marzo de cada año, darán cuenta al Presidente de la República de las
dudas y dificultades que les hayan ocurrido en la inteligencia y aplicación de las leyes, y de los vacíos
que noten en ellas".

4.- Jurisdicción ético profesional ( D.L. 3.621 de 7 feb de 1981)

El DL 3621 de 7 de febrero de 1981, suprimió diversas normas que conferían


atribuciones a los Colegios Profesionales, reduciendo el carácter de éstos al de
simples asociaciones gremiales. Entre dichas atribuciones dejadas sin efecto, se
contaban las facultades de conocer y resolver los conflictos que se promovían entre

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profesionales o entre éstos y sus clientes, como consecuencia del ejercicio de la


profesión así como para velar por el cumplimiento de la ética profesional.

Esta Facultad fue suprimida y sustituida, estableciéndose en el artículo 4º del


citado DL que "Toda persona que fuere afectada por un acto desdoroso, abusivo, o
contrario a la ética, cometido por un profesional en el ejercicio de su profesión,
podrá recurrir a los tribunales de justicia en demanda de la aplicación de las
sanciones que actualmente contemplen para estos actos la Ley orgánica del Código
respectivo o las normas de ética vigentes”. Estas normas, para el caso de los
abogados son las contenidas en el Código de Ética Profesional (Sentencia de la
Corte Suprema, de 4 de octubre de 1999).

Este reclamo se considera como un asunto Contencioso y su


conocimiento y fallo se somete a los trámites del procedimiento sumario. Se trata de
una forma de hacer efectiva la responsabilidad profesional, a que dan lugar los actos
desdorosos, abusivos o contrarios a la ética que comete el profesional y que se
ejerce en la forma y por el procedimiento establecido en el Decreto Ley Nº 3.621,
cuyo objeto es la aplicación de las sanciones que contemplan para estos actos la Ley
Orgánica del Colegio respectivo o las normas de ética vigentes, al tenor del citado
cuerpo legal.

Antes de la vigencia del Decreto Ley Nº 3.621, las facultades estaban


asignadas al respectivo Colegio, quien las hacía efectiva sobre sus miembros, puesto
que la inscripción en este Colegio era obligatoria.

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CAPÍTULO III. EL PROCESO COMO INSTRUMENTO DE LA JURISDICCIÓN

1) INTRODUCCIÓN

Por imperativo constitucional la potestad jurisdiccional se ejercita


necesariamente a través del proceso. En tal sentido, la Constitución Política, en el
art. 19 Nº 3 inc. 6º dice que “toda sentencia de un órgano que ejerza jurisdicción debe fundarse
en un proceso previo legalmente tramitado”.

El proceso, por consiguiente, puede ser concebido como una exigencia


constitucionalmente prevista para el desarrollo de la función jurisdiccional. La
actividad jurisdiccional se expresa sólo a través del proceso: es el único medio para
el ejercicio de la potestad jurisdiccional, la cual no se realiza fuera del proceso. Pero,
además, hay que considerar al proceso como el medio constitucionalmente
predispuesto cual derecho de las partes para impetrar de los tribunales la tutela
judicial de sus derechos e intereses legítimos.

De este modo, el proceso no es sólo el instrumento puesto por el


ordenamiento jurídico para que los órganos jurisdiccionales cumplan la función que
la Constitución les asigna sino que, además, el proceso es un derecho de las partes
(derecho al debido proceso).

Calamandrei sostuvo que siempre es indispensable en un proceso la


existencia de dos partes, siendo por tanto el principio fundamental del proceso, su
fuerza motora, su garantía suprema, el principio del contradictorio. Pero dichas
partes están frente al juez no como súbditos, objetos de supremacía que tienen que

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obedecer pasivamente, sino como ciudadanos libres y activos que frente al juez
tienen, no sólo deberes que cumplir, si no también derechos que hacer respetar.

El juez, frente a las partes en el proceso, no es sólo una autoridad provista de


poderes, sino un funcionario ligado por deberes y responsabilidades frente a ellas,
las que tienen derecho de hacer valer libremente sus razones y a ser atentamente
escuchadas.

De este modo, el proceso indica una relación entre personas y éstas son tres:
juez y cada una de las partes. Esto hace que el proceso no sea un monólogo, sino
que es un diálogo, una conversación, un cambio de propuestas, de respuestas, de
réplicas; un entrecruzamiento de pretensiones y resistencias, de ataques y
contraataques. Y en esto consiste el más precioso y típico carácter del proceso
moderno, como lo es la dialecticidad, que quiere decir que la voluntad del juez no es
más soberana absoluta, sino que está siempre condicionada por la voluntad y el
comportamiento de las partes, esto es, a la iniciativa, al estímulo, a la resistencia o al
consentimiento de ellas. Y lo mismo se puede decir para cada una de las partes, cuya
voluntad y cuya actividad se plasma y se adecua en cada momento del proceso, a los
estímulos que le llegan del comportamiento del juez y de la contraparte. Sin este
diálogo triangular no existe proceso en el sentido moderno de la palabra.(Bordalí)

2) FORMAS DE SOLUCIONAR LOS CONFLICTOS JURÍDICOS

A la idea de proceso se ha llegado por confrontación con las otras


soluciones posibles para dirimir conflictos jurídicos. Producido el quebrantamiento
de la ley, el conflicto jurídico, es necesario resolverlo de alguna manera porque se
trata de una situación peligrosa para el orden social.

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En general, tres soluciones son posibles:

A) La llamada autotutela, vale decir, la reacción directa y personal de quien


se hace justicia con manos propias, por sí mismo (Alcalá-Zamora, N., Proceso,
autocomposición y autodefensa).

La autotutela –que Alcalá-Zamora llamó primero autodefensa–, se


caracteriza porque uno de los sujetos en conflicto intenta solucionarlo por medio de
su acción directa, en lugar de servirse de la acción dirigida hacia el Estado a través del
proceso. La fuerza es el elemento clave de la autotutela, lo que supone, de entrada,
una situación injusta, porque sólo pueden reaccionar los fuertes o los débiles que
gocen de protectores.

La justicia privada como mecanismo de solución de conflictos comporta


graves riesgos, de ahí que su prohibición general sea uno de los primeros postulados
de la civilización, pudiendo incluso llegar a configurar la comisión de un delito,
como ocurre con la figura prevista en el art. 494 Nº 20 CP, que sanciona al que con
violencia se apoderare de una cosa perteneciente a su deudor para hacerse pago con ella.
También encontramos el caso del art. 457 CP que sanciona con las penas de la
usurpación al que con violencia en las personas ocupare una cosa inmueble o usurpare un
derecho real que otro poseyere o tuviere aún ilegítimamente.

En forma excepcional se dice que se permitiría la autotutela en


determinados casos. Así sucede en la huelga legal y también en el llamado Derecho
Legal de Retención. Algunos agregan la legítima defensa del artículo 10 Nº4 del
Código Penal.

B) Una segunda posibilidad de resolver el conflicto es la


autocomposición, término acuñado por Carnelutti, que se caracteriza porque son
los propios interesados en el conflicto los que lo solucionan.

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Hay ocasiones en que la composición se logra mediante concesiones mutuas


de las partes, donde se incluye la transacción, el avenimiento, la conciliación y otros
casos, en que las concesiones provienen de uno solo de los sujetos, como ocurre en
la renuncia o el allanamiento. De ahí que esta autocomposición puede ser
unilateral o bilateral.

En la autocomposición es posible la intervención de un tercero, pero en


todo caso el conflicto se resuelve por obra de las partes, no por obra del tercero,
quien en el mejor de los casos se limita a proponer una solución, nunca a imponerla,
no está suprapartes, sino que interpartes.

La resolución alternativa de controversias a través de medios no


adversariales ha tenido un desarrollo importante en el último tiempo. Se le
reconocen como ventajas la rapidez y economía en comparación al proceso judicial,
así como la intervención directa de las partes en la solución de sus conflictos y la
flexibilidad de los mecanismos autocompositivos.

Como se aprecia, la autocomposición en cualquiera de sus formas, es una


manera directa y uni o bilateral de poner fin a un conflicto y es un medio pacífico.
Por ello se presenta como el medio ideal de solución de controversias.

Sin embargo, existe un gran número de conflictos en que hay un interés


social comprometido, que va más allá del que tienen las partes involucradas, lo que
impide o limita que los sujetos del conflicto puedan ponerle fin por mutuo acuerdo,
por ejemplo, en todos los asuntos civiles que versen sobre derechos no disponibles,
según lo previsto en el artículo 12 CC, como aquellos que versan sobre el estado
civil de las personas.

Por otro lado, debe considerarse que los motivos de la renuncia o


reconocimiento de un derecho ajeno son muy variables, ya que la desigualdad

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económica de los litigantes, la lentitud y carestía del procedimiento o la desacertada


conducción del pleito, a menudo arrastran a autocomposiciones que son más bien
rendiciones. De ahí el viejo adagio: más vale un mal arreglo que un buen pleito.

Breve análisis de algunos mecanismos autocompositivos reconocidos en


nuestra legislación:

La transacción es una forma autocompositiva de solución de conflictos y


como tal, responde típicamente a su concepto. Se reglamenta como contrato en los
artículos 2446 y siguientes del Código Civil y mediante ella las partes solucionan
extrajudicialmente un litigio pendiente o precaven uno eventual.

La conciliación, en cambio, es un acto jurídico bilateral en cuya virtud las


partes, a iniciativa del juez que conoce de un proceso, logran durante su desarrollo,
ponerle fin de mutuo acuerdo.

Su diferencia sustancial con la transacción es que es siempre judicial. Por


eso puede afirmarse que la conciliación no es un acto autocompositivo puro, pues
precisa la existencia de un proceso y, en su momento, de la actividad personal del
juez de la causa.

Finalmente, el avenimiento es el acuerdo que logran directamente las partes de


un proceso en virtud del cual le pone término a su conflicto pendiente de resolución
judicial, expresándoselo así al tribunal que está conociendo de la causa.

En nuestra legislación el término avenimiento tiene dos acepciones. En una


primera versión responde a la definición recién anotada; en cambio en la segunda,
se emplea el vocablo para referirse al acuerdo mismo a que llegan las partes en la
conciliación.

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La confusión se debe a que nuestra legislación el avenimiento no se


encuentra regulado sistemáticamente, a diferencia de la conciliación.

A los anteriores debe agregarse, destacadamente, el régimen de mediación


familiar establecido en la Ley Nº 19.968 sobre Tribunales de Familia.

Hay quienes llaman a estas fórmulas autocompositivas equivalentes


jurisdiccionales, denominación introducida por Carnelutti para designar aquellos
medios, diversos de la jurisdicción, aptos para la legítima composición del litigio.

C) La tercera alternativa para solucionar la controversia consiste en atribuir


al Estado la facultad de dirimir esos conflictos de intereses. La prohibición de la
autotutela no puede establecerse como medida unilateral. Junto a ella es necesario
ofrecer al ciudadano un medio pacífico de solución de controversias.

En este caso el conflicto es solucionado por un tercero que impone una


decisión a las partes. El conflicto no se resuelve por obra de las partes, sino por
obra de un tercero, a cuya decisión quedan las partes obligadas jurídicamente. El
tercero está aquí suprapartes. Se denomina por la doctrina heterocomposición.

La intervención de este tercero puede realizarse o a título de árbitro o de un


juez, de ahí que la heterocomposición revista dos formas: arbitraje y Jurisdicción
propiamente dicha.

La naturaleza de ambas formas es la misma, aun cuando en el arbitraje


intervienen uno o más terceros nombrados por las partes o por la autoridad judicial,
para la resolución de un conflicto determinado, mientras que en el otro caso, este
tercero imparcial está establecido por el propio Estado.

La resolución del conflicto, mediante la aplicación del derecho al caso


concreto, no puede lograrse de manera instantánea. La función jurisdiccional debe ir

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precedida de numerosos actos, que en su conjunto conforman lo que se denomina


proceso. Según Couture el proceso es "un medio idóneo para dirimir imparcialmente, por
acto de juicio de la autoridad, un conflicto de intereses con relevancia jurídica".

La importancia del proceso es que es la única forma a través de la cual los


tribunales pueden cumplir la función que constitucionalmente se les ha asignado, la
función jurisdiccional.

Que exista actualmente la jurisdicción, es decir, la función jurídica entregada


a ciertos órganos pertenecientes al Estado llamados Tribunales de Justicia y que esta
función se desarrolle de acuerdo a ciertas reglas, mediante un instrumento esencial
denominado proceso, es fruto de una evolución que significó la supresión de la
justicia por mano propia y sustituirla por la administración de justicia a cargo de un
tercero imparcial e independiente (De La Oliva).

El vocablo proceso tiene distintas acepciones:

- se le suele emplear como sinónimo de juicio. Interpretación que no puede


aceptarse pues es errónea, ya que entre ambas nociones, según expone Carnelutti,
hay una relación de continente a contenido.

- como equivalente a expediente judicial, a los papeles y escritos que


consignan los actos judiciales de las partes y de los órganos de la autoridad. Se
refieren con esta idea a la materialidad del expediente.

Es en este último sentido que nuestro legislador procesal civil lo asimila en


el art. 29 CPC.

3) EL PROBLEMA DE LA NATURALEZA JURÍDICA DEL PROCESO

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El estudio de la naturaleza jurídica del proceso civil consiste, ante todo, en


determinar si este fenómeno forma parte de alguna de las figuras conocidas del
derecho o si por el contrario constituye por sí solo una categoría especial. ¿Cuál es
la naturaleza del vínculo que une a las partes y al juez?.

El tema no es sólo una investigación teórica. La conclusión a que se llegue


tiene consecuencias prácticas. Si se aceptara que la naturaleza jurídica del proceso es
un contrato, habría que admitir que ante el silencio de la ley procesal, las normas
existentes en el derecho civil sobre los contratos serían aplicables en el campo
procesal en esta materia.

Para dar respuesta a estas interrogantes la doctrina ha elaborado varias


respuestas.

Estas teorías se pueden agrupar básicamente en dos grandes clases:

• teorías privatistas.

• teorías publicistas.

Entre la primeras es posible citar:

- las que consideran al proceso como un contrato.

- las que lo consideran un cuasicontrato.

Entre las publicistas se suele mencionar como las más importantes:

- aquellas que consideran a la naturaleza jurídica del proceso como una


relación jurídica.

- se menciona también aquella que la estima como una situación jurídica.

- y por último existe la llamada teoría de la institución.

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TEORIAS PRIVATISTAS

1. El proceso como contrato

En un momento intermedio entre la justicia privada y la atribución al estado


de la función jurisdiccional, los romanos basaban el proceso en el contrato de
litiscontestatio, por el cual demandante y demandado se comprometían a sujetarse
a un juez.

De acuerdo a esta teoría, la relación que liga al actor y al demandado es de


orden contractual, ambos se encuentran vinculados con el mismo lazo que une a los
contratantes.

La crítica que se le formula a esta teoría privatista del contrato se encuentra


en que se afirma que el proceso es fundamentalmente un mecanismo coactivo, y se
agrega que es absurdo pensar que el demandado acude al proceso porque haya
llegado a un acuerdo con el actor. Acude al proceso algunas veces (y no siempre)
porque le interesa defenderse de las pretensiones que en su contra formula el
demandante.

Pero también es cierto que no hay impedimento alguno para que el


demandado no comparezca y la consecuencia será que el juicio se siga en su rebeldía
(en su ausencia).

En síntesis, no es dable buscar la naturaleza jurídica del proceso como un


contrato, como fruto del acuerdo de voluntades, cuando ese proceso es un
fenómeno esencialmente coactivo.

2. El proceso como un cuasicontrato

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Superada la tesis contractual, el peso de la tradición privatista fue tan fuerte


que la doctrina mantuvo la litis contestatio como figura fundamental.

El punto inicial fue que si el proceso no es un contrato, y sin embargo es


fuente de obligaciones, el proceso tenía que ser un cuasicontrato, pues era la única
fuente de las obligaciones restante.

La inutilidad de esta concepción quedó pronto al descubierto. Había otra


fuente de las obligaciones que era la ley, que es justamente la que explica los nexos y
obligaciones existentes en el proceso.

TEORIAS PUBLICISTAS O PROCESALISTAS

A mediados del siglo XIX se iniciaron en Alemania los intentos por


abandonar la concepción privatista del proceso, adentrándose en el Derecho
público

1. El proceso como relación jurídica

Esta teoría al igual que las demás publicistas tiene como rasgo común el que
se apoya, arranca de la noción de litis pendentia y no de la noción de litis contestatio.

Iniciador de esta teoría fue Oscar Von Büllow, en su obra “La teoría de las
excepciones procesales y los presupuestos procesales”, publicada en 1868.

Para este autor, lo importante no era ya el contrato, lo importante es la


relación jurídica pública. El proceso es relación jurídica en cuanto varios sujetos,
investidos de poderes determinados por la ley, actúan en vista de la obtención de un
fin.

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Estos sujetos, según Couture, son el actor, el demandado y el juez. Sus


poderes son las facultades que les confiere la ley para la realización del proceso. Su
esfera de actuación es la jurisdicción. Y el fin es la solución del conflicto de interés.

Sobre lo que no existe coincidencia es en lo que dice relación con la forma


en que están ordenados estos poderes y ligámenes.

Para Köhler esta relación jurídica se produce únicamente entre el actor y el


demandado, como dos líneas paralelas. Es la teoría de la relación jurídico paralela.

Para Hellwig esta relación no puede expresarse en líneas paralelas, sino en


forma de ángulo, debiendo comprenderse como sujeto necesario de ella al juez,
hacia quien se dirigen las partes. No hay un ligamen directo entre las partes, sino
que éstas están unidas sólo a través del juez. Es la teoría de la relación jurídico
angular.

Finalmente, para Wach esta relación jurídica se traduce a lo largo del proceso
en una serie de derechos y obligaciones; de deberes recíprocos entre las partes, pero
no sólo entre ellas, sino que también entre las partes y el juez. Es la teoría de las
relaciones jurídico triangulares.

2. El proceso como situación jurídica

La teoría de la relación jurídica fue objeto de críticas. Entre ella, surgió la


teoría de James Goldschmidt, quien reemplaza la noción de la relación jurídica por
la de situación jurídica (que en 1925 publicó una obra titulada “El proceso como
situación jurídica”).

Situación jurídica es el conjunto de expectativas, posibilidades, cargas y


liberaciones de cargas de cada una de las partes en atención al resultado que espera
(el actor) o teme (el demandado) obtener en el proceso.

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Los lazos jurídicos que nacen entre las partes en el proceso no son relaciones
jurídicas, sino que derivan de una situación jurídica. Tampoco puede hablarse de
derechos y de obligaciones, porque el proceso funciona a base de categorías
jurídicas nuevas, no del tradicional binomio derecho-obligación.

Para él existen otras ideas o conceptos que son privativos del Derecho
Procesal. Estos son el riesgo, las expectativas, las posibilidades, las cargas, y la
liberación de cargas. El concepto de situación jurídica es específicamente procesal.

En el proceso no hay derechos sino expectativas de una ventaja procesal y


tampoco hay obligaciones sino cargas. La obligación presupone que la parte
contraria tiene un derecho a exigir, la carga, en cambio, supone un imperativo en
interés propio, no existiendo parte contraria que lo exija.

a. La carga es una facultad cuya no realización lleva aparejado un riesgo. En


la obligación la conducta es de realización necesaria, no es facultativa.

b. La obligación tutela un interés ajeno. La carga procesal en cambio, tutela


el propio interés, así el demandado al contestar la demanda lo hace en interés
propio, no en beneficio del actor.

3. Las consecuencias que derivan de su inejecución son diversas. De la


obligación insatisfecha surge un derecho del acreedor. En cambio de la carga
procesal insatisfecha no surge ningún derecho para otra persona, sino que surge un
perjuicio actual o posible, respecto del que no la satisfizo.

3. El proceso como institución jurídica

Para esta teoría, desarrollada fundamentalmente en España por Jaime


Guasp, en el proceso se da una correlación de derechos y deberes jurídicos, y por

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ende hay más de una relación jurídica, de modo que no cabe hablar sólo de la
relación jurídico procesal.

Esta multiplicidad de relaciones jurídicas hay que reducirlas a una unidad


superior. Tal unidad la proporciona la institución. Los dos elementos fundamentales
de la institución son:

a) La idea común y objetiva que es la realización del fin del proceso.


b) Las voluntades particulares que se adhieren a aquella idea.

Últimamente parece predominar la idea que el proceso es una categoría


jurídica autónoma, que no es posible ni necesario incluir en otra más general.

4) ESTRUCTURA DEL PROCESO

Principios inherentes a la estructura del proceso

Son principios inherentes a la estructura del proceso aquellos que son


consustanciales a la idea misma del proceso, de suerte tal que sin ellos, no puede
hablarse de un genuino proceso. El proceso siempre debe configurarse de acuerdo a
estos principios, de modo que sean efectivos y respetados. También se les conoce
como principios necesarios o simplemente principios del proceso y derivan de
la idea de que en el proceso necesariamente concurren dos partes parciales y un
tercero imparcial.

Son principios inherentes a la estructura del proceso:

a) La contradicción o audiencia y

b) La igualdad de las partes.

a) La contradicción (bilateralidad de la audiencia):

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En la cabecera de los principios del proceso ha de situarse el de


contradicción, común a todo tipo de proceso, sin perjuicio de las diversidades en su
configuración. Este principio consiste en la efectiva posibilidad de que toda persona
que pueda ser afectada por una resolución judicial, puede influir en el contenido de
la misma, es decir, la necesidad de ser oído.

En cuanto al contenido del principio, se integra, en primer lugar, por la


posibilidad real y efectiva de tomar conocimiento del contenido material y jurídico
del proceso; en seguida, supone igual posibilidad de formular alegaciones y
peticiones y en tercer término, implica la posibilidad de probar las alegaciones y de
intervenir en la práctica de las pruebas.

La contradicción no quiere decir que necesariamente deban intervenir las


dos partes para que el acto tenga validez, sino que basta con que se les haya dado a
las partes la oportunidad real de intervenir en ellas.

b) Igualdad de las partes: Este principio supone que se concedan a las


parte de un proceso los mismos derechos, posibilidades y cargas, de modo tal que
no quepa la existencia de privilegios ni a favor ni en contra de ellas. Esto se traduce,
primero, el igualdad de trato en cuanto a la concesión de los derechos de acción y
defensa en juicio y, segundo, que iniciado el proceso, a las partes, situadas ante un
juez imparcial se les concedan iguales posibilidades y derechos y se las someta a las
mismas cargas.

Así entendido, el principio no es sino consecuencia de aquél otro más


general de la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley que recoge la Constitución
en el artículo 19 Nº 2º y 3º. Ahora bien, la igualdad de los ciudadanos es un sólo un
principio y no un hecho. En la realidad, las desigualdades sociales, culturales y

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económicas convierten el principio de igualdad en algo que hay que buscar, es decir,
un ideal a perseguir y no algo que ya exista en el mundo social. (Bordalí).

La constitucionalización de algunos principios del proceso civil

En el último medio siglo, las Constituciones Políticas han incorporado


determinadas instituciones procesales y algunos principios fundamentales del
proceso, pretendiendo reforzar las garantías que el proceso y algunas instituciones
del Derecho procesal suponen para las personas.

Junto con lo relativo a la configuración de la jurisdicción, la


constitucionalización de los principios básicos del proceso ha tenido mayor
tradición en lo que se refiere al proceso penal, dado que en el mismo son más
inmediatamente patentes los elementos políticos e ideológicos y también por el
especial valor de los derechos de la persona que pueden ser afectados por ese
proceso, reconocidos y protegidos ellos mismos por la norma constitucional.

Con posterioridad, la constitucionalización se ha extendido a las garantías


procesales en general, más allá de las que sólo rigen en el proceso penal. Además, las
garantías procesales fundamentales han alcanzado una nueva formulación
normativa mediante su incorporación a textos internacionales y supranacionales
sobre derechos humanos. Otros, en cambio, que constituyen criterios diferentes,
que se consideran más adecuados a la realidad jurídica y que responden a la libertad
de configuración del legislador. Son los llamados Principios del Procedimiento
(técnicos-jurídicos).

El precepto básico para el reconocimiento de las garantías fundamentales en


el proceso en la Constitución, es el art. 19 Nº 3, que, aunque en buena parte de su

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literalidad demuestra su principal preocupación por el proceso penal, reconoce


derechos fuera de ese proceso.

De acuerdo a Bordalí, los tipos de derechos procesales que regula el artículo


19 Nº 3 CPR, son los siguientes:

a) El derecho a la acción o derecho de acceso a los tribunales. (art. 19 Nº 3


inc. 1º CPR).

b) El derecho de defensa jurídica (art. 19 Nº 3 inc. 2º y 4º CPR).

c) El derecho de defensa jurídica gratuita (art. 19 Nº 3 inc. 3º CPR).

d) El derecho a un juez natural (art. 19 Nº 3 inc. 5º CPR).

e) El derecho a un debido proceso (art. 19 Nº 3 inc. 6º CPR).

a) El derecho a la acción o derecho de acceso a los tribunales. (art. 19


Nº 3 inc. 1º CPR). La Constitución consagra un derecho o interés, de carácter
auxiliar o secundario, a la actividad jurisdiccional del Estado, que surge como
consecuencia de la prohibición de la autotutela. Es el derecho de acceso al proceso.

Como se verá, el derecho a la actividad jurisdiccional del Estado es


independiente de la existencia de un derecho material subjetivo.

b) El derecho de defensa jurídica (art. 19 Nº 3 inc. 2º y 4º CPR): Toda


persona tiene derecho a defensa jurídica en la forma que la ley señale y ninguna autoridad o
individuo podrá impedir, restringir o perturbar la debida intervención del letrado si hubiere sido
requerida. (art. 19 Nº 3 inc. 2º CPR). Específicamente en materia penal, el art. 19 Nº
3 inc. 4º CPR, establece que Toda persona imputada de delito tiene derecho irrenunciable a ser
asistida por un abogado defensor proporcionado por el Estado si no nombrare uno en la
oportunidad establecida por la ley.

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c) El derecho de defensa jurídica gratuita (art. 19 Nº 3 inc. 3º CPR): La


ley arbitrará los medios para otorgar asesoramiento y defensa jurídica a quienes no
puedan procurárselos por sí mismos. La ley señalará los casos y establecerá la forma
en que las personas naturales víctimas de delitos dispondrán de asesoría y defensa
jurídica gratuitas, a efecto de ejercer la acción penal reconocida por esta
Constitución y las leyes (art. 19 Nº 3 inc. 3º CPR).

d) El derecho a un juez natural (art. 19 Nº 3 inc. 5º CPR). Nadie podrá ser


juzgado por comisiones especiales, sino por el tribunal que señalare la ley y que se hallare
establecido por ésta con anterioridad a la perpetración del hecho.

El derecho al juez natural se materializa, según Romero, en las siguientes


garantías procesales:

- la competencia sólo la concede la ley y sin que pueda existir una pluralidad
de jueces que al mismo tiempo entren a conocer de un mismo asunto.
Esto significa que ninguna norma jurídica de rango inferior puede regular
este presupuesto procesal: sólo la ley puede crear un órgano jurisdiccional
y asignarle su competencia (arts. 6,7, 63 Nº 3 y 76 CPR). Adicionalmente,
la aplicación de las reglas de competencia debe llevar siempre a determinar
la actuación de un juez natural.

El tribunal que conoce de un asunto debe conocer también de las


cuestiones accesorias que en él se susciten. Como un mismo asunto no puede ser
conocido por más de un tribunal, con la misma competencia y a un mismo tiempo,
el juez natural es el único llamado a resolver el fondo del asunto y las cuestiones
accesorias que ante él se promuevan.

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Las partes tienen derecho a que la sentencia sea pronunciada por el mismo
tribunal que se avocó al conocimiento del asunto. Esto es así porque, una vez fijada
la competencia, queda fija e inmutable hasta el final del proceso (art. 109 COT).

- La actuación del juez natural está asegurada por la continuidad de la función


jurisdiccional. Por esta razón, el legislador prevé un conjunto de disposiciones para
hacer frente a circunstancias que impidan que el juez natural no pueda desempeñar
su función, como las reglas sobre subrogación e integración, que aseguran la
continuidad en la actuación del órgano jurisdiccional, aun cuando falte el juez.

- El juez natural goza de inamovilidad en su función. Se trata de un


complemento indispensable para la actuación del juez natural (art. 80 CPR).

e) El derecho a un debido proceso (art. 19 Nº 3 inc. 6º CPR). Que será


analizada a continuación.

El derecho fundamental a un debido proceso

En Chile todas las personas que habitan el territorio nacional tienen


reconocido un derecho fundamental a un debido proceso, pese a que no existe
ninguna disposición constitucional que así lo exprese. La Constitución no utiliza la
expresión debido proceso pero no por un olvido o un explícito deseo de no
reconocer esta garantía a las personas, sino por no emplear una denominación que
tiene sus orígenes en el Derecho anglosajón (“due process of law”), lo que podría
haber obligado a los operadores jurídicos nacionales a interpretar la garantía a la luz
de lo que la doctrina y jurisprudencia anglosajonas han construido al respecto.

Por este motivo, el constituyente de 1980 optó por usar la expresión


equivalente de “racional y justo procedimiento” (artículo 19 Nº 3 inciso 6º CPR).

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En esta garantía de nuestro texto constitucional hay que entender el reconocimiento


del debido proceso como derecho fundamental de los ciudadanos.

El sentido de la expresión “racional y justo procedimiento”. La Comisión


de Estudio de una Nueva Constitución, en sus sesiones 101ª a 103ª, dejó claro que
este derecho fundamental se refería a garantías tales como el emplazamiento de las
partes, el examen y objeción de la prueba rendida, la existencia de recursos
procesales, la fundamentación de las sentencias, etcétera, enumeración que tiene un
mero sentido ejemplar, puesto que el objetivo de la cláusula “racional y justo
procedimiento” era el concebir un principio de carácter constitucional que debía ser
determinado en cada caso concreto por aquellos órganos competentes para realizar
esa labor.

Adicionalmente, nuestro texto constitucional reconoce algunas específicas


garantías que tradicionalmente han formado parte de un debido proceso, como lo
son el derecho de defensa jurídica en juicio (artículo 19 Nº 3 inciso 2º CPR) y el
derecho a un juez ordinario predeterminado por la ley (artículo 19 Nº 3 inciso 5º
CPR). A esas garantías deben agregarse todas las otras que reconocen los tratados
internacionales sobre derechos humanos ratificados por el Estado chileno y que se
encuentren vigentes (artículo 5 CPR). Entre esos derechos se encuentra el derecho a
un tribunal competente, independiente e imparcial, entre otros, según lo reconocen
la Convención Americana de Derechos Humanos (CADH.) en su artículo 8 y el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos (PIDCP.) en su artículo 14.

El debido proceso en la jurisprudencia del Tribunal Constitucional

a) El Tribunal Constitucional ha resuelto que "en un sentido general, este


Tribunal ha entendido por debido proceso “aquel que cumple integralmente la función

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constitucional de resolver conflictos de intereses de relevancia jurídica con efecto de cosa juzgada,
protegiendo y resguardando, como su natural consecuencia, la organización del Estado, las
garantías constitucionales y, en definitiva, la plena eficacia del Estado de Derecho. A este respecto,
el debido proceso cumple una función dentro del sistema en cuanto garantía del orden jurídico,
manifestado a través de los derechos fundamentales que la Constitución les asegura a las personas.
Desde esta perspectiva, el imperio del derecho y la resolución de conflictos mediante el proceso son
una garantía de respeto por el derecho ajeno y la paz social. En síntesis, el debido proceso, más allá
de consagrar los derechos de los litigantes, y el poder-deber del juez en la forma que el constituyente
ha establecido para eliminar la fuerza en la solución de los conflictos, genera un medio idóneo para
que cada cual pueda obtener la solución de sus conflictos a través de su desenvolvimiento.”
(Sentencia Rol Nº 786). A su vez, como ha señalado esta Magistratura, “el
procedimiento legal debe ser racional y justo. Racional para configurar un proceso lógico y carente de
arbitrariedad. Y justo para orientarlo a un sentido que cautele los derechos fundamentales de los
participantes en un proceso. Con ello se establece la necesidad de un juez imparcial, con normas que
eviten la indefensión, que exista una resolución de fondo, motivada y pública, susceptible de revisión
por un tribunal superior y generadora de la intangibilidad necesaria que garantice la seguridad y
certeza jurídica propias del Estado de Derecho” (Sentencia del tribunal Constitucional, de 7
de julio de 2011, Rol N° 1838).

b) La vertiente formal y sustantiva del debido proceso: El tribunal


Constitucional ha resuelto que "la noción de debido proceso como garantía constitucional
judicial, tiene una vertiente formal y otra sustantiva. Desde el ángulo formal, consiste en que toda
decisión de un órgano jurisdiccional debe ser el resultado de un proceso previo, ante tribunal
competente, realizado conforme a un procedimiento que asegure posibilidades básicas de defensa,
orgánica y funcionalmente, tanto para definir derechos civiles como cuando se enfrenta una
acusación de naturaleza penal. Sustantivamente, debido proceso significa que tal decisión
jurisdiccional terminal debe ser racional y justa en sí, vale decir, proporcional, adecuada, fundada y

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motivada en el derecho aplicable, que no en criterios arbitrarios. Así, los bienes jurídicos de las
personas sólo pueden ser afectados como resultado final de un contencioso, si y sólo si dicho
contencioso ha sido sustanciado con arreglo a garantías formales tales que conduzcan a una decisión
materialmente válida. Las formas, entonces, si bien se identifican, perfilan y definen como garantías
autónomas, controlables en sí mismas, más allá de la decisión sustancial del pleito, existen en
función de los efectos materiales que pueda implicar su cumplimiento u omisión, de cara a su
potencial repercusión en los derechos involucrados en la contienda". (Sentencia del tribunal
Constitucional, de 7 de julio de 2011, Rol N° 1838).

c) El procedimiento legal debe ser racional y justo. Racional para


configurar un proceso lógico y carente de arbitrariedad. Y justo para orientarlo a un sentido que
cautele los derechos fundamentales de los participantes en un proceso. Con ello se establece la
necesidad de un juez imparcial, con normas que eviten la indefensión, que exista una resolución de
fondo, motivada y pública, susceptible de revisión por un tribunal superior y generadora de la
intangibilidad necesaria que garantice la seguridad y certeza jurídica propias del Estado de
Derecho” (Sentencia del tribunal Constitucional, de 7 de julio de 2011, Rol N° 1838).

d) Origen y contenido: En los antecedentes fidedignos de la Constitución


chilena, consta que se desechó la idea de enumerar o enunciar cada una de las
garantías integrantes del debido proceso y se optó, en cambio, por crear una
solución conceptual que sirviera de referente o baremo al legislador y a los jueces,
para el ejercicio de sus respectivas atribuciones de legislación o resolución de casos
concretos. Pero se apuntó especialmente que son los jueces, en cada uno de los
casos, y especialmente por medio de la declaración de inaplicabilidad por
inconstitucionalidad, quienes irán definiendo las garantías que integran el debido
proceso.

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Con relación a los requisitos del proceso, los redactores de la norma


constitucional vigente señalaron que, por tratarse de elementos diferentes, no era
correcto confundir la legalidad positiva oficial, la racionalidad sustantiva en que
debe fundarse aquélla y el imperativo esencial de justicia que debe cumplir tal
proceso. En consecuencia, esas tres condiciones tienen que reunirse
copulativamente para que exista un debido proceso civil, penal, administrativo o de
otra índole. Si bien es cierto que la ley es la que debe fijar los trámites del proceso,
no lo es menos que siempre ha de hacerlo en forma racional y asegurando que sea
sustantivamente justo … Se propuso en la Comisión precisar dichos conceptos
refiriéndolos a un conjunto de actos legalmente previstos y que han sido cumplidos
con anterioridad a la sentencia, que permita oportuno conocimiento de la acción,
adecuada defensa y libre producción de la prueba que corresponde con arreglo a la
ley… Pero surgieron objeciones a tal predicamento, fundadas en que sería menester
no sólo definir los requisitos enunciados, con las dificultades inherentes a toda
definición y la rigidez que aun la mejor de ellas siempre conlleva, sino que, además,
habría que agregar otros presupuestos reputados igualmente esenciales en un debido
proceso. Entre estos últimos, tal imperativo cubriría la publicidad de las actuaciones,
el derecho a la acción, el emplazamiento, el examen y objeción de la prueba rendida,
la bilateralidad de la audiencia, la facultad como regla general para interponer
recursos, el pronunciamiento de los fallos dentro de los plazos previstos en la ley y
la fundamentación de las sentencias con arreglo al sistema jurídico en vigor...
Incumbe al legislador la permanente obligación de establecer las garantías del
debido proceso, pero es la Corte Suprema [hoy Tribunal Constitucional] la que,
finalmente, decide si la ley ha cumplido o no las exigencias de racionalidad y justicia
impuestas a ella por el Poder Constituyente. (Cea Egaña).

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Ello cobra más importancia aún si se mira que la justicia ordinaria está
limitada en la tutela constitucional de dicha garantía, la cual, per se, no está amparada
por el recurso de protección, en los términos del artículo 20, inciso primero, que
sólo incluye el artículo 19, número 3, inciso quinto (derecho a no ser juzgado por
comisiones especiales), mas no inciso sexto (racional y justo procedimiento). Por lo
demás, la doctrina ha dado cuenta de cómo este Tribunal Constitucional ha ido
decantando la noción de debido proceso en el marco de sus atribuciones, por medio
del requerimiento de inaplicabilidad. (Sentencia del tribunal Constitucional, de 6 de
agosto de 2013, Rol N° 2137-11-INA).

e) Concepto relativo: La tradición jurídica occidental, nutrida en este tópico


fundamentalmente en su origen a partir del derecho de los Estados de
la common law, ha consistido en aislar, identificar y describir caso a caso los
componentes del debido proceso, para construir una garantía procesal formal. Tales
hallazgos judiciales han sido ulteriormente legalizados o conservados en la
jurisprudencia. Todos dichos componentes formales, en último término, están
basados en el reconocimiento del derecho a defensa adecuada y, por ello, reposan
sobre una implícita presunción de que ese derecho a defensa se afecta o disminuye
cuando dichos elementos no son respetados, en términos tales que el proceso
dejaría de ser debido (racional y justo) y conduciría por ello a una decisión final
inaceptable, cualquiera fuere ésta, toda vez que se habría obtenido de manera írrita,
entendiendo por tal la disminución real o potencial de las aludidas posibilidades de
defensa en un contexto bilateral o procesalmente contradictorio, controlado vis a
vis entre las partes. Además, bajo el concepto de debido proceso, en el Derecho
Comparado incluso ha llegado a ejercerse nada menos que el control de
constitucionalidad de las leyes, en la medida que éstas afecten por sí mismas algunos
derechos, sin mediar un debido proceso judicial, conforme a la Constitución.

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Sin embargo, ni en la dogmática jurídica ni en los textos positivos -


nacionales, internacionales y comparados - existe un elenco taxativo de los
componentes formalmente definidos como requisitos del debido proceso, aplicables
a todo posible contencioso judicial, cualquiera sea su naturaleza, como numerus
clausus. Más bien, se ha tendido a exigir elementos mínimos, con variaciones en
ciertos componentes según la naturaleza específica del proceso de que se trate. En
cambio, existe un amplio consenso jurídico nacional e internacional en el sentido de
reconocer algunos de ellos, aunque con alcances y contenido especiales diversos.
(Sentencia del tribunal Constitucional, de 6 de agosto de 2013, Rol N° 2137-11-
INA).

Como sostiene Bordalí, con el debido proceso o racional y justo


procedimiento, estamos frente a un derecho fundamental o principio
constitucional que hace las veces de un contenedor de varias garantías
procesales para los justiciables, en algunos casos expresamente señaladas por el
constituyente en forma separada de la cláusula general, como ocurre con el
derecho de defensa, el derecho a un juez natural, entre otras.

De esta suerte –señala este autor–, la expresión debido proceso en Chile


debe referirse a específicos derechos procesales reconocidos en la Constitución de
1980 como lo son el derecho a la defensa jurídica y a un tribunal ordinario
predeterminado por la ley; a específicos derechos procesales reconocidos en
tratados internacionales sobre derechos humanos ratificados por el Estado chileno y
que se encuentren vigentes, como lo es, entre otros, aquél referido a un tribunal
competente, independiente e imparcial, y finalmente, por debido proceso puede
entenderse también como un principio constitucional orientador de la actividad del
legislador y de los tribunales de justicia en el país.

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En suma, nuestro debido proceso entendido como cláusula o principio


general de carácter constitucional, funciona como un “metaderecho” referido a un
conjunto de derechos procesales mínimos más o menos detallados en la Constitución
o en tratados internacionales sobre derechos humanos, pero también funciona
como un principio de carácter constitucional y como un concepto jurídico
indeterminado que deberá ser precisado o colmado por los órganos a los que el
sistema jurídico entregue esta competencia.

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LA ACCIÓN COMO DERECHO A LA ACTIVIDAD JURISDICCIONAL

Tiempo atrás, en un intento por definir el Derecho Procesal, se dijo que en


una primera aproximación a su concepto podía decirse que es aquél que regula la
jurisdicción, la acción y el proceso.

En las lecciones anteriores se ha estudiado la jurisdicción vista como


función y el proceso, como instrumento necesario para el ejercicio de la potestad
jurisdiccional.

Corresponde ahora el estudio de lo que se entiende por acción.

Siguiendo la huella del Derecho Romano, la doctrina consideró


tradicionalmente que la acción y el derecho eran una misma cosa.

Este concepto de acción se caracterizaba, primero, por la vinculación de la


acción al derecho subjetivo privado y, segundo, por situar a la acción en el mismo
plano de relación que el derecho subjetivo privado. En este sentido se llegó a decir
que la acción era el derecho en movimiento.

Si la acción se entendía de esa manera, al Derecho Procesal no le quedaba


otra cosa que regular las formas con arreglo a las cuales debía ejercitarse ese poder
jurídico privado.

Esta propuesta que, quizá en el derecho romano era en cierto modo


correcta, dejó de serlo en el derecho moderno. De ahí que esta concepción se
mantuvo en el Derecho europeo hasta mediados del siglo XIX y hasta principios del
siglo XX en nuestro continente.

Las críticas se orientaron en una doble dirección:

a) La tutela jurisdiccional del derecho privado no quedaba explicada


completa y correctamente con la referencia a un derecho subjetivo lesionado, del

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que continuaba pretendiéndose su satisfacción por el obligado, pero ahora por vía
judicial.

b) Por otra parte, la referencia a un derecho subjetivo lesionado no permitía


explicar la iniciación y desarrollo de un proceso, cuando la sentencia no reconoce
ese derecho. Es decir, cuando se trataba de una demanda infundada. Es evidente
que el ordenamiento atribuye el poder de provocar un proceso con independencia
de la existencia de un derecho.

Esta transformación conceptual deriva fundamentalmente de una discusión


académica, de una polémica suscitada entre dos juristas alemanes: Müther y
Windscheid.

Esta discusión condujo a la formación del concepto procesal de la acción


como acto provocatorio de la jurisdicción, y sobre ella elaboraron diversas doctrinas
sobre la naturaleza jurídica de la acción.

Lo verdaderamente importante de este nuevo concepto de acción fue que,


más que un concepto jurídico nuevo, constituyó la base de la autonomía de esta
rama del Derecho. Fue a partir de este momento que el derecho procesal adquirió
personalidad y se desprendió del viejo tronco del Derecho civil.

Admitida la autonomía del concepto de la acción, la doctrina perdió unidad


y comenzó a dividirse en numerosas orientaciones

Acepciones del vocablo Acción:

Se trata de un concepto multívoco.

- en el Derecho Mercantil se usa la palabra acción para referirse a la parte o


cuota en que se divide el capital de una sociedad anónima.

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- en el Derecho Penal se utiliza para aludir a la conducta humana


constitutiva de lo ilícito, así se habla por ejemplo de acción punible de homicidio.

- en el Derecho Civil acción se usa como el mecanismo o medio de


protección de los derechos subjetivos, de este modo la acción reivindicatoria es el
mecanismo que protege el derecho de dominio.

NATURALEZA JURÍDICA DE LA ACCIÓN

No es este el momento ni el lugar para exponer las diversas teorías que


sobre la acción se han venido elaborando. Me limitaré a exponer una apretada
síntesis de los aspectos fundamentales de la materia:

Sobre la acción pueden citarse las siguientes teorías:

- la teoría monista, conocida también como teoría clásica o civilista de la


acción.

- las teorías dualistas, procesal o moderna de la acción, dentro de las cuales


se observan tres matices diversos:

* teoría concreta.

* teoría abstracta.

* teoría abstracta atenuada.

A. Las teorías monistas sobre la acción sostenían la identidad entre las


concepciones de acción y derecho subjetivo, de manera que para ellos acción no es
más que el derecho subjetivo deducido en juicio.

Esta concepción está completamente superada y hoy basta su mera


referencia.

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Baste decir, para desestimar estas teorías, que no pueden explicar la


existencia de derechos sin una acción destinada a tutelarlos; ni tampoco el caso de
las acciones infundadas. Tampoco son suficientes para explicar el caso de las
acciones posesorias, que están destinadas a proteger la posesión, que es un hecho y
no un derecho.

B. Las Teorías dualistas postulan que derecho subjetivo y acciones son


cosas diferentes; separan los conceptos de acción y de derecho subjetivo.

Sin embargo, no todos los partidarios de esta teoría están de acuerdo en cuál
es la relación que existe entre la acción y el derecho subjetivo, de ahí que se
distingan tres matices dentro de esta teoría:

- teorías concretas.

- teorías abstractas.

- teorías abstractas atenuadas.

• Teorías dualistas concretas

Las teorías que conciben a la acción como un derecho a la tutela


jurisdiccional concreta, parten por postular que la acción es un derecho subjetivo
público y, además, de un contenido distinto a derecho subjetivo privado.

No se trata simplemente de un derecho al proceso, sino a una tutela


jurisdiccional favorable a su titular, como también se dice, el derecho a que se preste
por los órganos jurisdiccionales la tutela jurisdiccional pretendida.

Estas teorías, que se llamaron concretas porque el objeto de la acción no era


el proceso, sino la obtención de una sentencia de contenido determinado y
favorable a la parte, fueron objeto de una persistente crítica: si se entiende de ese

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modo el derecho a la acción, la existencia de ese derecho es dudosa hasta que se


emita la sentencia de término.

Es decir, estas teorías siguen sin dar explicación a la eficacia y validez del
acto de iniciación procesal, que existe con anterioridad y con independencia de la
certidumbre del derecho.

A esta crítica se sumó Chiovenda, quien no admitió que la acción se


definiera como un derecho frente al Estado, afirmando que la acción es un derecho
en contra del adversario que consiste en producir frente a él el efecto jurídico de la
actuación de la ley.

• Las Teorías dualistas abstractas, tienen los siguientes aspectos


comunes:

a) La existencia de un derecho o interés, de carácter auxiliar o secundario,


a la actividad jurisdiccional del Estado, que surge como consecuencia de la
prohibición de la autotutela. Es el derecho al proceso.

b) El derecho a la actividad jurisdiccional del Estado es independiente de


la existencia de un derecho material subjetivo.

c) El objeto de la acción no es una sentencia favorable a quien solicita la


tutela jurisdiccional.

Sin embargo, más adelante se observó que el derecho de acción no podía


concebirse con total independencia de la afirmación de una determinada situación
de hecho jurídicamente relevante y apta para ser objeto de actividad jurisdiccional.

De ahí surge el concepto de pretensión procesal, que es la petición


fundada que se dirige a un órgano jurisdiccional, frente a otra persona, sobre un
bien de la vida.

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La pretensión se distingue de la acción, porque ésta es un derecho,


en tanto que la primera es una declaración de voluntad petitoria.

Cabe pues distinguir entre el ejercicio de la acción y la interposición de la


pretensión, que son términos distintos y de aparición sucesiva; la pretensión es la
consecuencia lógica de la acción; se ejercita el derecho de acción para interponer
una pretensión.

La pretensión es el objeto del proceso.

Elementos de la pretensión:

Los elementos de la pretensión son:

1. Existencia de un sujeto activo

2. Existencia de un sujeto pasivo

3. Existencia de un objeto, que es el beneficio jurídico que el demandante


pretende obtener.

4. Existencia de una causa, es decir, el hecho o acto jurídico que sirve de


fundamento a la pretensión.

La Sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos de 28 de


noviembre de 2011, ha resuelto que “Según el art. 8° de la Convención toda persona tiene
derecho a ser oída con las debidas garantías y dentro de un plazo razonable, por un juez o
tribunal competente, independiente e imparcial, establecido con anterioridad por la ley, en la
sustanciación de cualquier acusación penal formulada contra ella, o para la determinación de sus
derechos y obligaciones de orden civil, laboral, fiscal o de cualquier otro carácter. Esta disposición de
la Convención consagra el derecho de acceso a la justicia. De ella se desprende que los Estados no
deben interponer trabas a las personas que acudan a los jueces o tribunales en busca de que sus
derechos sean determinados o protegidos”.

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Por su parte, nuestra Corte Suprema ha dicho que “la sentencia impugnada
entrabó la posibilidad del actor de ejercer su derecho a someter el conflicto de autos a la decisión de
los tribunales competentes, esto es su derecho de acción y de defensa, consagrado en el artículo 19 Nº
3 inciso primero de la Constitución Política de la República, en razón de haberse efectuado una
declaración judicial de carácter sustantivo que quebrantó la normativa que debió ser atendida al
efecto, puesto que tal decisión dice relación con un pronunciamiento de fondo de la controversia sub
lite que, independientemente del parecer que al respecto pueda discurrirse, no era pertinente efectuar
en esa etapa procesal”. (Sentencia de la C. Suprema de 23 de diciembre de 2011).

EL DERECHO DE ACCIÓN EN EL ORDENAMIENTO JURÍDICO CHILENO

1) Consagración constitucional

El derecho fundamental de acción encuentra su reconocimiento en el


artículo 19 Nº 3 CPR, además de encontrarse establecido en los artículos 8 y 25 de
la Convención Americana de Derechos Humanos.

El artículo 19 Nº 3 CPR asegura a todas las personas “la igual protección de


la ley en el ejercicio de sus derechos”. De esta expresión desprende la existencia del
derecho a la jurisdicción, aún cuando no haya una declaración explícita en tal
sentido.

La historia del precepto revela que originalmente se propuso incluir un


inciso en el que se reconociera expresamente la existencia del derecho de acción,
señalándose que “toda persona puede ocurrir a los tribunales para hacer valer sus
derechos y dispondrá de recurso efectivo contra actos que los violenten”. La
Comisión Redactora, consideró que la expresión ya estaría contenida en el inciso 1

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del Nº 3 del artículo 19.

Dentro la Comisión de Estudios de la Nueva Constitución lo definió


Bernales de la siguiente manera “el poder más que una facultad de obligar al tribunal
a proveer, o sea, el derecho de proveimiento, como algunos lo llaman, es un poder
de los particulares o de un organismo determinado, puede ser el Ministerio Público,
y un deber, función pública de los tribunales de proveer”.

El derecho de acción es, por una parte, la facultad de accionar que tiene
toda persona, y por otra el deber de los tribunales de proveer. Como se comprende,
la igual protección de la ley perdería sentido, el derecho de defensa e incluso el
debido proceso, sino se consagrara el derecho de acción.

Para Soto kloss “este derecho esencial y fundamental, que tiene toda persona
por el hecho de ser persona, significa pura y simplemente tener la posibilidad de
plantear cualquier tipo de pretensión ante la justicia, en la medida –obviamente–
que sea jurídica, esto es, verse sobre bienes o derechos cualquiera sea su objeto”.

El derecho de acceso a la justicia cumple la función de ser el presupuesto de


todos los demás derechos, ya que a través de su ejercicio, se puede obtener tutela de
todos los otros derechos consagrados en la Constitución. Sin su existencia no sería
posible obtener tutela judicial, tornándose en ilusorios todos los demás derechos,
constituyéndose en la piedra angular del funcionamiento del sistema de protección
jurídica.

2) Contenido del derecho de acción

El derecho fundamental de acción, no se agota con el acceso a los tribunales,


sino que incluiría dos aspectos:

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- Derecho de acceso a la jurisdicción;

- Derecho a obtener una resolución fáctica y jurídicamente motivada.

2.1.-Derecho de acceso a la jurisdicción

El derecho de acceso a la jurisdicción consiste en la posibilidad de dar inicio


a la actividad jurisdiccional del estado y constituirse en parte en un proceso.

2.2.- Derecho a obtener una resolución fáctica y jurídicamente motivada

En este punto se hace referencia a la necesidad de que el juez justifique su


decisión sobre un determinado asunto sometido a su conocimiento, con el fin de
otorgarle legitimidad a dicha decisión.

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CAPÍTULO IV. ÓRGANOS DE LA JURISDICCIÓN.

1) INTRODUCCIÓN

Como ya hemos visto, la Constitución Política de la República en su


Capítulo VI que lleva por epígrafe "Poder Judicial" establece los mandamientos
generales conforme a los cuales este Poder debe estar organizado, a la vez que
regula la actividad de sus miembros. Entre sus artículos 76 y 82 se señalan la
integración de los tribunales, su organización y atribuciones y se indican los
requisitos, condiciones y forma de nombramiento de sus integrantes.

Es el Código Orgánico de Tribunales el que regula en forma pormenorizada


estas normas generales contenidas en la Carta Fundamental.

Por otra parte, debemos recordar que de acuerdo al artículo 76 de la


Constitución, “la facultad de conocer de las causas civiles y criminales, de resolverlas y de hacer
ejecutar lo juzgado, pertenece exclusivamente a los Tribunales establecidos por la ley. Ni el
Presidente de la Republica ni el Congreso pueden, en caso alguno, ejercer funciones judiciales,
avocarse causas pendientes, revisar los fundamentos o contendido de sus resoluciones o hacer revivir
procesos fenecidos”, norma que consagra el principio de INDEPENDENCIA de la
función jurisdiccional, lo que asegura, como ya lo vimos, la imparcialidad en la labor
de administrar justicia.

Dicho principio de independencia en la función del juez, es además,


recíproco frente a los restantes entes estatales, pues al Poder Judicial le está vedado
mezclarse, a su turno, en las atribuciones de otros poderes públicos, tal como lo
prescribe expresamente el art. 4 COT, garantizando el principio de SEPARACIÓN
DE FUNCIONES en que se basa nuestro ordenamiento constitucional.

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A su vez, la voluntad del Estado tendiente a la satisfacción colectiva de la


necesidad de justicia se manifiesta a través de la creación de la Institución de los
TRIBUNALES DE JUSTICIA. Son estos tribunales de justicia los que también
reciben la denominación de órganos de la jurisdicción.

A este respecto debe tenerse presente que no debe confundirse el órgano,


que es el tribunal, con las personas que en calidad de funcionarios sirven a este
órgano.

El tribunal es un órgano estatal cuya finalidad esencial es ejercer la


jurisdicción. Decimos que es su finalidad esencial y no única porque los tribunales
no sólo ejercen actos que importan un ejercicio de la jurisdicción sino que
desempeñan además otros actos no jurisdiccionales.

De lo señalado anteriormente podríamos esquematizar las ideas de la


siguiente manera:

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2) DEFINICIÓN DE TRIBUNALES DE JUSTICIA.

Podemos decir que son "aquellos órganos públicos cuya función


primordial consiste en resolver litigios con eficacia de cosa juzgada y eventual
posibilidad de ejecución, sin perjuicio de cumplir actos de otra índole que las leyes
que los organizan les puedan atribuir".

3) LOS ÓRGANOS DE LA JURISDICCIÓN SEGÚN EL ART. 5 DEL CÓDIGO


ORGÁNICO DE TRIBUNALES.

1. Tribunales Ordinarios

Según el art. 5 inc. 2 COT : “Integran el Poder Judicial como Tribunales ordinarios
de justicia, la Corte Suprema, las Cortes de Apelaciones, los Presidentes y Ministros de Corte, los
tribunales de juicio oral en lo penal, los juzgados de letras y los juzgados de garantía”.

Sin entrar en el estudio de cada uno de estos órganos de la jurisdicción, por


corresponder a una cuestión que se verá en el curso siguiente, solo diremos aquí
que el carácter ordinario de un Tribunal obedece fundamentalmente a dos
elementos:

a) El encontrarse estos órganos jurisdiccionales regidos por la actual CPE y


por el COT;

b) Que estos tribunales están dotados de una aptitud potencial y actual para
conocer, juzgar y hacer ejecutar lo resuelto, independientemente de las materias y de
las personas que en ellos intervienen en todos los asuntos de orden temporal que se
promuevan en Chile.

Entonces bien, de acuerdo lo dispone esta norma y considerando la


organización jerárquica del Poder Judicial, debemos señalar que a la cabeza de este
Poder se encuentra la Corte Suprema y bajo ella se sitúan diecisiete Cortes de

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Apelaciones, ubicadas en las distintas regiones del país (Art. 55 COT). De estas
últimas dependen, a su vez, distintos tribunales distribuidos en todo el territorio del
país.

Desde este punto de vista, la estructura jerárquica de los Tribunales


ordinarios que integran el Poder Judicial sería la siguiente:

Por su parte, los denominados “Tribunales ordinarios accidentales”,


constituidos de acuerdo a la terminología utilizada por el mismo art. 5 COT por los
“Presidentes y Ministros de Corte”, que también integran el Poder Judicial como

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tribunales ordinarios y cuya regulación legal se encuentra en los articulos 50 al 53


COT, se estructuran de la siguiente manera:

2. Tribunales Especiales

En primer término, podemos señalar que los elementos que permiten


calificar como especial a un tribunal son los siguientes:

a) Una ley orgánica especial que los establezca y señale sus estatutos;

b) Es necesario que se trate de un litigio cuya solución debe encontrarse en


leyes relativas a materias especiales;

c) la circunstancia de que el tribunal no forme parte del Poder Judicial, a


excepción de la norma contenida en el inc.3 del 5º COT, recientemente vista.

Ahora bien, de acuerdo lo establece el art. 5 inc. 3 COT: “Forman parte del
Poder Judicial, como Tribunales especiales, los Juzgados de Familia, los Juzgados del Letras del

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Trabajo, los Juzgados de Cobranza Laboral y Previsional y los Tribunales Militares en tiempo de
paz”

En la disposición legal citada, en su inciso 4 se agrega: "los demás tribunales


especiales...".

En este entendido, debemos señalar que existen tribunales especiales


además de los señalados en el inciso 3, pero que no forman parte del Poder Judicial.

Tratandose de los primeros, esto es, de los Tribunales especiales que


forman parte del Poder Judicial, la estructura sería la siguiente:

De acuerdo lo señala el art. 5 inc. 3 COT, estos Tribunales se regirán en su


organización y atribuciones por las disposiciones orgánicas constitucionales
contenidas en la ley 19.968, (para el caso de los Juzgados de Familia), en el Código
del Trabajo (para el caso de los Juzgados de Letras del Trabajo y los Juzgados de

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Cobranza Laboral y Previsional) y en el Código de Justicia Militar y sus leyes


complementarias (para el caso de los Tribunales Militares en tiempos de paz),
rigiendo para todos estos Tribunales especiales las disposiciones del Código
Orgánico de Tribunales, sólo cuando los cuerpos legales citados se remitan en
forma expresa a él.
Tratandose de Tribunales especiales que NO forman parte del Poder
Judicial, de acuerdo lo establece el art. 5 inc. 4 COT, se regirán por las leyes que
los establecen y reglamentan, sin perjuicio de quedar sujetos a las disposiciones
generales del Código Orgánico de Tribunales.

Sobre el particular conviene señalar que en Chile, el ejercicio de la


jurisdicción no está encomendado al Poder Judicial. Pero esta afirmación debe ser
entendida en un doble sentido. Primeramente debe señalarse que en ningún sistema
judicial comparado la jurisdicción se ejerce por el Poder Judicial. En Chile sucede lo
mismo. La jurisdicción se ejerce por los tribunales de justicia. Lo que diferencia al
caso de Chile de otros países, es que solo algunos de los tribunales que ejercen la
jurisdicción pertenecen a la estructura estatal denominada Poder Judicial. En efecto,
la Constitución no atribuye el ejercicio de la función judicial como pareciera indicar
el Título VI del texto constitucional al Poder Judicial, sino que la atribuye a todo
órgano creado por ley y denominado por esta como tribunal. Pero tampoco esos
tribunales que ejercen la jurisdicción deben pertenecer a la estructura estatal
denominada Poder Judicial. La pertenencia o no pertenencia al Poder Judicial no es
un requisito constitucional para el ejercicio de la jurisdicción. Tan legítima en este
sentido es la actividad de un tribunal perteneciente al Poder Judicial como del que
no lo es. Y en su conjunto, son más los tribunales que están fuera del Poder Judicial
que los que están adentro de este. Piénsese en el Tribunal Constitucional, el
Tribunal Calificador de Elecciones, los tribunales electorales regionales, los

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Juzgados de Policía Local, los Tribunales Tributarios y Aduaneros que


reemplazaron a los Directores Regionales del Servicio de Impuestos Internos y la
Junta General de Aduanas, respectivamente, el Tribunal de Defensa de la Libre
Competencia, los tribunales militares en tiempos de guerra, el Tribunal de la
Contratación Pública, el Tribunal Arbitral de Propiedad Industrial, el Tribunal
Arbitral del DL 1939, el Panel de Expertos de la Ley General de Servicios
Eléctricos, el Subcontralor General como Juez de Cuentas y el Tribunal de Segunda
Instancia del Juicio de cuentas regulados en la Ley nº 19.908 sobre la Contraloría
General de la República, entre otros. (BORDALÍ).

En todos estos casos estamos frente a Tribunales especiales que no forman


parte del poder judicial.

Y cuando se dice que hay tribunales que están dentro y otros fuera del
Poder Judicial, se apunta a que los primeros están regulados por un mismo estatuto
orgánico que en este caso es la conjunción de los preceptos del Capítulo VI de la
Constitución Política de la República y el Código Orgánico de Tribunales. El resto
de los tribunales tendrán el estatuto orgánico particular que la ley haya dispuesto
rigiendo en algunos casos, supletoriamente, dicho Código Orgánico de Tribunales.
¿Y qué diferencia puede haber entre el estatuto orgánico constitucional y del Código
Orgánico de Tribunales y los estatutos orgánicos especiales del resto de los
tribunales? La respuesta es que en el Código Orgánico de Tribunales se consagran
de manera más exhaustiva las prohibiciones a que están sujetos los jueces; las
causales que hacen presumir su falta de imparcialidad; las obligaciones que tienen; la
garantía de la inamovilidad y a su vez la remoción legítima de los jueces; los
distintos tipos de responsabilidad, etcétera, lo que en principio permite asegurar de

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mejor modo la independencia externa de los jueces para un imparcial ejercicio de la


función judicial. (BORDALÍ)

3. Tribunales arbitrales.

Finalmente, el art. 5 inc. final COT señala que “los jueces árbitros se regirán por
el título IX de este Código”.

Los Tribunales arbitrales son aquellos constituidos por jueces árbitros y son
tales, de acuerdo lo establece el art. 222 COT aquellos jueces nombrados por las partes, o
por la autoridad judicial en subsidio, para la resolución de un asunto litigioso.

Los jueces árbitros no pertenecen a la categoría ni de jueces ordinarios ni de


jueces especiales. No obstante ejercer labores jurisdiccionales, no forman parte del
Poder Judicial y se rigen en su organización y atribuciones por las normas
contenidas en los arts. 222 y siguientes del Código Orgánico de Tribunales.

En cuanto a los elementos que permiten diferenciarlos de los jueces


ordinarios y especiales podemos mencionar:
• Los jueces árbitros no son funcionarios públicos.
• Ejercen jurisdicción de manera temporal.
• Por regla general su competencia emana de la voluntad de las partes.
• Carecen de Imperio.

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4.- ESTRUCTURA DE TRIBUNALES ORDINARIOS Y ESPECIALES QUE FORMAN

PARTE DEL PODER JUDICIAL, SEGÚN ART. 5 COT

Quedan fuera del Poder Judicial, no obstante ejercer funciones


jurisdiccionales, Tribunales especiales como los Juzgados de Policía Local, Tribunal
Constitucional, Tribunal calificador de Elecciones, Tribunal de Defensa de la Libre
Competencia, los tribunales militares en tiempos de guerra, el Tribunal de la
Contratación Pública, el Tribunal Arbitral de Propiedad Industrial, Tribunales
ambientales, entre muchos otros, los cuales se regirán por las leyes que los
establecen , sin perjuicio de quedar sujetos a las disposiciones del Código Orgánico
de Tribunales.
Tampoco forman parte del Poder Judicial, no obstante ejercer funciones
jurisdiccionales, los Jueces Árbitros.

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