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El documento discute las falacias del planeamiento estratégico. Explica que desde los años 1950 y 1960 fue un tema popular en el management, pero que en los años 1980 comenzaron a surgir críticas debido a que el mundo se volvió más incierto. Mintzberg identifica tres falacias: 1) que se puede predeterminar el futuro, 2) que la estrategia es algo que se puede diseñar de manera formal por la alta gerencia, 3) que la implementación es solo cuestión de establecer objetivos y planes.
El documento discute las falacias del planeamiento estratégico. Explica que desde los años 1950 y 1960 fue un tema popular en el management, pero que en los años 1980 comenzaron a surgir críticas debido a que el mundo se volvió más incierto. Mintzberg identifica tres falacias: 1) que se puede predeterminar el futuro, 2) que la estrategia es algo que se puede diseñar de manera formal por la alta gerencia, 3) que la implementación es solo cuestión de establecer objetivos y planes.
El documento discute las falacias del planeamiento estratégico. Explica que desde los años 1950 y 1960 fue un tema popular en el management, pero que en los años 1980 comenzaron a surgir críticas debido a que el mundo se volvió más incierto. Mintzberg identifica tres falacias: 1) que se puede predeterminar el futuro, 2) que la estrategia es algo que se puede diseñar de manera formal por la alta gerencia, 3) que la implementación es solo cuestión de establecer objetivos y planes.
Desde
fines
de
los
años
’50
y
comienzo
de
los
’60,
el
Planeamiento
Estratégico
ha
sido
el
tema
más
sofisticado
del
management.
Mintzberg,
Ansoff,
Drucker,
Ackoff,
entre
otros
académicos
y
“gurúes”,
han
buscado
delinear
los
conceptos
de
la
planificación
estratégica,
en
tanto
que
otros
autores
trabajaron
intensamente
en
lo
que
se
llama
el
proceso
de
planeamiento
estratégico.
El
planeamiento
estratégico
reinó
en
el
mundo
del
management
hasta
comienzos
y
mediados
de
los
’80.
Y
es
lógico.
En
un
mundo
sin
demasiadas
sorpresas
–aparentemente-‐
la
planificación
a
largo
plazo
se
transformó
en
la
guía
para
la
acción
de
las
empresas.
Las
compañías
que
se
desempeñaban
en
sectores
tradicionales
y
especialmente
en
industrias
de
capital
intensivo,
pusieron
énfasis
en
el
orden
y
el
control
de
un
proceso
de
planificación
como
eje
para
coordinar
las
actividades
de
la
empresa,
pero
también
para
prepararse
para
lo
inevitable,
prevenir
lo
indeseable
y
controlar
lo
controlable.
La
sofisticación
del
proceso
de
planeamiento,
considerando
un
contexto
de
turbulencia
manejable,
le
dio
la
denominación
de
estratégico.
Porqué?
Tal
vez
porque
era
una
manera
de
acercarse
al
concepto
de
estrategia.
Tal
vez
porque
era
la
alternativa
para
controlar
el
futuro.
Por
eso
el
Planeamiento
Estratégico
surge
como
una
actividad
exclusiva
de
la
alta
dirección,
considerando
que
su
esencia
tenía
que
ver
con
el
futuro,
su
anticipación
y
comprensión.
Si
el
contexto
no
hubiera
presentado
la
transitoriedad
y
la
incertidumbre
que
vivimos
a
las
puertas
del
siglo
XXI,
seguramente
hubiéramos
podido
pensar
una
empresa
desde
un
plan.
La
complejidad,
la
novedad,
la
diversidad
y
la
velocidad
de
los
cambios
de
fin
de
siglo
determinaron
el
necesario
ajuste
del
concepto.
La
planificación
es
insuficiente
en
un
mundo
dónde
predomina
la
ruptura.
Enfoques
No
tardaron
en
aparecer
diferentes
enfoques
en
el
proceso
de
planeamiento
estratégico.
Si
bien
presentaban
diferencias,
todos
tenían
en
común
checklists,
tablas,
matrices,
diagramas
y
técnicas
para
trabajar
sobre
las
4
jerarquías
básicas:
Objetivos,
Presupuestos,
Estrategias
y
Programas.
La
metodología
básica
se
sustenta
en
un
proceso
de
análisis,
formulación
e
implementación
de
la
estrategia.
Pero
lo
central
tiene
que
ver
con
los
enfoques
de
las
diferentes
escuelas
acerca
del
proceso
de
Planeamiento
Estratégico.
La
escuela
de
diseño
plantea
el
clásico
FODA,
basado
en
las
siguientes
premisas:
- La
formulación
de
la
estrategia
debe
ser
controlada
y
formalizada
como
un
proceso
desagregado
en
diferentes
fases.
- La
responsabilidad
del
proceso
de
del
CEO,
único
“arquitecto”
del
proceso.
- Las
estrategias
que
surjan
del
proceso
deben
se
explicadas
e
implementadas
a
través
de
objetivos,
planes
y
programas
de
acción.
Ansoff,
sostiene
la
premisa
de
un
proceso
“cuasi-‐analítico”,
enfatizando
en
relaciones
lógicas,
decisiones
en
cascada
y
una
serie
de
fases
en
el
desarrollo
del
proceso
al
que
Ansoff
le
da
un
claro
enfoque
de
“estrategia
corporativa”.
Así
dentro
de
los
pasos
a
seguir
plantea:
- La
definición
de
una
jerarquía
de
objetivos.
- La
construcción
de
un
perfil
de
habilidades
basadas
en
la
adecuación
de
sinergias
y
en
un
analítico
“framework”
de
análisis
de
fortalezas
y
debilidades.
- Una
cuidadosa
evaluación
del
cumplimiento
de
la
jerarquía
de
objetivos.
George
Steiner
plantea
desde
otra
visión,
un
proceso
de
planeamiento
dirigido
a
“ligar”
el
plan
con
la
acción.
Involucra
a
todas
las
áreas
y
actividades
funcionales
de
la
empresa,
y
propone
una
programación
de
mediano
alcance
que
supone
de
5
años.
Porter,
en
una
entrevista
en
The
Economist,
plantea
que
la
respuesta
al
diseño
de
una
estrategia
es
el
Planeamiento
Estratégico.
La
lista
de
autores
y
propuestas
es
interminable.
Las
metodologías
que
ayudan
al
análisis
también.
La
falacias
Henry
Mintzberg
plantea
tres
falacias
en
el
concepto
de
Planeamiento
Estratégico:
La
primera
de
las
falacias
tiene
que
ver
con
la
Predeteminación.
El
planeamiento
estratégico
se
plantea
como
una
herramienta
de
predictibilidad
respecto
del
futuro.
Muchos
de
sus
adeptos
sugirieron
que
podían
preverse
las
discontinuidades,
a
punto
tal
de
entender
al
planeamiento
y
al
presupuesto
como
una
base
sólida
para
hacer
frente
a
la
turbulencia.
La
segunda
falacia
tiene
que
ver
con
la
Separación
entre
la
estrategia
y
la
operación.
Supone
un
planeamiento
estratégico,
más
abstracto,
de
más
largo
plazo,
frente
a
un
planeamiento
operacional
dirigido
al
día
a
día.
En
este
punto
se
plantea
al
análisis
del
bosque
y
del
árbol
en
tiempos
asincrónicos,
cuándo
en
realidad
todos
acordamos
que
la
problemática
de
entender
el
contexto
tiene
que
ver
con
evaluar
el
árbol
y
el
bosque
a
mismo
tiempo.
Otro
de
los
puntos
clave
de
esta
falacia,
tiene
que
ver
con
la
actividad
de
los
gerentes
de
planeamiento
ó
“strategic
managers”,
como
conductores
del
proceso,
separados
de
la
operación.
La
falacia
número
tres
es
la
Formalización
del
proceso.
Suponer
que
la
creatividad
y
la
ruptura
puede
institucionalizarse
y
programarse
es
una
de
las
falacias
clave
del
Planeamiento
Estratégico.
El
más
elaborado
proceso
de
planeamiento
no
es
sinónimo
de
éxito.
Pero
estas
falacias
acerca
del
planeamiento
estratégico
no
implican
que
el
planeamiento
no
resulte
una
disciplina
fundamental.
Estrategia
y
Planeamiento
La
estrategia
tiene
que
ver
con
el
descubrimiento,
con
la
exploración,
con
las
ideas.
Esa
estrategia
está
directamente
relacionada
con
la
resolución
del
conflicto,
que
tiene
directamente
que
ver
con
los
valores
y
que
tiene
como
salida
la
Misión.
El
Planeamiento,
en
cambio,
tiene
su
punto
de
partida
una
vez
resuelto
el
conflicto,
es
decir,
debe
partir
necesariamente
de
una
Misión,
ya
que
el
planeamiento
no
ayuda
con
los
valores.
Si
la
estrategia
explora
y
lidera
las
ideas,
el
Planeamiento
relaciona,
conecta
y
coordina
el
proceso
de
“ligar”
las
ideas
con
la
acción.
Siguiendo
a
March
y
Simon,
el
planeamiento
debe
convertir
la
Misión
en
procedimientos
que
presciban
comportamientos
coordinados.
En
definitiva,
no
es
otra
cosa
que
un
proceso
cognitivo
que
ayuda
a
comprender
y
evaluar
el
negocio,
para
luego
relacionar
y
simular
situaciones
que
ayuden
a
resolver
problemas
y
reducir
la
incertidumbre.
Planificamos
porque
no
contamos
con
los
datos
ciertos
para
actuar
directamente.
El
planeamiento
es
la
simulación
del
negocio
antes
del
proceso
de
ensayo
y
error
que
propone
la
estrategia.
En
consecuencia,
la
estrategia
explora,
el
planeamiento
relaciona
y
la
operación
aplica.
No
hay
estrategia
y
acción
sin
planificación.
El
talento
del
planificador
no
es
genético,
como
el
talento
del
estratega.
Así
podemos
entender
al
Planeamiento
desde
una
dimensión
de
aprendizaje.
No
adivina
el
futuro,
sino
que
su
simulación
permite
comprender
los
fracasos.
Predecimos
para
entender.
Profundizando
a
Simon,
podemos
delinear
6
premisas
clave
sobre
el
planeamiento:
Primero,
sin
Misión
no
tiene
sentido
el
planeamiento.
Segundo,
explorada
y
manifestada
la
Misión,
dejamos
de
ocuparnos
de
actores,
poder
y
voluntad
para
pasar
a
un
modelo
hipotético-‐deductivo.
Tercero,
el
planeamiento
es
clave
para
diseñar
el
futuro
posible.
Cuarto,
el
propósito
central
de
planeamiento
es
unir
el
hoy
con
el
mañana
estableciendo
programas
de
acción.
Quinto,
el
proceso
de
planeamiento
busca
lograr
la
comprensión
a
través
de
un
sistema
que
facilita
la
decisión
grupal.
Sexto,
el
planeamiento
es
un
concepto
que
debe
controlar
la
visión
del
negocio
con
la
realidad
de
los
hechos.
En
definitiva,
el
planeamiento
tiene
una
incidencia
clave
en
el
éxito
de
la
gestión
de
la
Alta
Dirección.
Coordina
las
ideas
con
la
acción,
hace
que
se
hagan
las
cosas.
De
la
estrategia
a
la
acción
Estamos
acostumbrados
a
decidir
en
tres
niveles:
Un
nivel
estratégico,
otro
de
planeamiento
y
un
nivel
operativo.
El
nivel
estratégico
supone
convivir
en
el
ámbito
de
la
Alta
Dirección,
a
partir
de
la
Visión,
la
Misión
y
los
procesos
de
acople
cultural
que
permitan
alinear
la
cultura
con
la
estrategia.
El
nivel
de
planeamiento
prevé
un
rol
de
gerencia
de
“interfase”.
Si
el
planeamiento
relaciona,
“liga”
la
estrategia
con
la
acción,
exige
al
nivel
gerencial
un
rol
“totalizador”
además
del
necesario
para
conducir
su
área
funcional.
Esa
gerencia
de
interfase
es
un
“carrier”
que
transporta
las
decisiones
estratégicas
hasta
las
áreas
funcionales
que
directamente
las
llevan
a
la
acción
concreta.
En
este
punto,
el
nivel
gerencial
se
ocupa
de
traducir
la
Visión
en
objetivos
generales,
desarrollar
a
partir
de
la
Misión
del
negocio
un
Plan
de
Negocios
y,
adicionalmente
al
proceso
de
acople
cultural,
asegurar
el
acople
funcional
entre
las
áreas
responsables
de
la
operación.
Ese
mismo
nivel
gerencial,
usando
su
otro
“sombrero”,
es
el
guía
de
la
operación
concreta,
llevando
los
objetivos
generales
a
objetivos
funcionales,
el
plan
de
negocios
a
planes
funcionales
y
el
acople
funcional
llevarlo
a
la
acción
concreta.
Este
proceso
de
llevar
la
estrategia
a
la
acción
exige
un
nuevo
concepto
de
control.
Acostumbrados
a
revisar
la
acción
en
forma
excluyente,
el
planeamiento
en
su
verdadera
dimensión
propone
un
proceso
que
permita
recorrer
el
camino
inverso,
es
decir,
de
la
acción
a
las
ideas.
Allí
se
hace
presente
el
planeamiento
en
su
verdadera
dimensión:
asociando
conceptos,
eligiendo
un
camino
y
comunicando
el
camino
para
que
otros
lo
sigan.
Pero
todo
a
partir
de
un
input,
la
estrategia.
Conclusiones
Una
empresa
debe
basarse
en
la
comprensión
creativa
de
las
turbulencias
de
los
mercados
y
de
los
sectores
industriales.
Muchas
veces
nos
encontramos
con
gerentes
que
piden
permanentemente
realidad
y
planificación
a
sus
colaboradores.
Y
eso
no
está
mal,
pero
lo
que
se
ambiciona
difícilmente
se
alcanzará
sí
no
se
propone
traer
el
futuro
al
presente.
El
planeamiento
estratégico
se
presentó
como
una
herramienta
para
pensar
el
futuro.
Pero
rara
vez
un
plan
hace
algo
más
que
proyectar
el
presente
al
futuro.
Porque
se
maneja
en
un
estadío
de
experiencia,
en
un
ajuste
de
recursos
y
capacidades,
mientras
que
la
estrategia
se
maneja
en
un
estadío
de
valores,
de
lenguaje
nominal,
flojo
y
desestructurado.
Ese
casualmente
es
el
estadío
que
permite
traer
el
futuro
al
presente.
No
podemos
planificar
lo
impensado,
lo
nuevo,
la
ruptura.
No
podemos
planificar
lo
que
tiene
que
ver
con
lo
existencial.
El
planeamiento
no
es
estratégico.
La
estrategia
es
el
input
del
planeamiento.
La
estrategia
lidera
las
ideas
y
el
planeamiento
las
conecta
con
la
acción.
La
verdadera
estrategia
es
bastante
más
que
la
prolija
aplicación
de
una
técnica
y
de
un
análisis
profundo
de
situaciones
complejas.
El
planeamiento
es
una
técnica
posible
para
los
analíticos.
Y
esencial
para
poner
ideas
en
acción.
La
estrategia
es
para
una
especie
diferente,
depende
de
los
valores.