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INSTITUCION EDUCATIVA

ARGEMIRO ESCOBAR CARDONA

ESTUDIANTE

CAROLINA RODRIGUEZ

TEMA

EL BARROCO Y LA ILUSTRACION

GRADO

10- 02

LA UNION VALLE
EL BARROCO
El Barraco fue un movimiento artístico y cultural desarrollado en Europa en los siglos
XVII y parte del XVIII, que abarcaba no solo pintura, escultura y arquitectura, sino
también música, literatura y todas las artes de la época.
El término Barroco, aplicado a este estilo, no tiene un origen muy seguro. Barocco
o barroco era una palabra portuguesa que designaba las perlas de forma irregular.
Por extensión, se dio despectivamente este nombre a las cosas defectuosas o de
poco valor. En general, barroco sirvió para calificar todo lo que era desordenado y
confuso.
Este estilo se desenvuelve en un ambiente de conflictos religiosos, con la división
del cristianismo, la crisis del clasicismo y la evolución del manierismo; era una
sociedad donde el gusto por lo extravagante, lo elegante y lo refinado
(ornamentación excesiva) es característico; además de una nueva actitud espiritual
e interés por los problemas religiosos y artísticos.
El siglo XVII fue por lo general una época de depresión económica, consecuencia
de la prolongada expansión del siglo anterior causada principalmente por el
descubrimiento de América. Las malas cosechas conllevaron el aumento del precio
del trigo y demás productos básicos, con las subsiguientes hambrunas.nota 4 El
comercio se estancó, especialmente en el área mediterránea, y solo floreció en
Inglaterra y Países Bajos gracias al comercio con Oriente y la creación de grandes
compañías comerciales, que sentaron las bases del capitalismo y el auge de la
burguesía. La mala situación económica se agravó con las plagas de peste que
asolaron Europa a mediados del siglo XVII, que afectaron especialmente a la zona
mediterránea.nota 5 Otro factor que generó miseria y pobreza fueron las guerras,
provocadas en su mayoría por el enfrentamiento entre católicos y protestantes,
como es el caso de la Guerra de los Treinta Años (1618-1648).10 Todos estos
factores provocaron una grave depauperación de la población; en muchos países,
el número de pobres y mendigos llegó a alcanzar la cuarta parte de la población.
Por otro lado, el poder hegemónico en Europa basculó de la España imperial a la
Francia absolutista, que tras la Paz de Westfalia (1648) y la Paz de los Pirineos
(1659) se consolidó como el más poderoso estado del continente, prácticamente
indiscutido hasta la ascensión de Inglaterra en el siglo XVIII. Así, la Francia de los
Luises y la Roma papal fueron los principales núcleos de la cultura barroca, como
centros de poder político y religioso —respectivamente— y centros difusores del
absolutismo y el contrarreformismo. España, aunque en decadencia política y
económica, tuvo sin embargo un esplendoroso período cultural —el llamado Siglo
de Oro— que, aunque marcado por su aspecto religioso de incontrovertible
proselitismo contrarreformista, tuvo un acentuado componente popular, y llevó tanto
a la literatura como a las artes plásticas a cotas de elevada calidad. En el resto de
países donde llegó la cultura barroca (Inglaterra, Alemania, Países Bajos), su
implantación fue irregular y con distintos sellos peculiarizados por sus distintivas
características nacionales.
El Barroco se forjó en Italia, principalmente en la sede pontificia, Roma, donde el
arte fue utilizado como medio propagandístico para la difusión de la doctrina
contrarreformista.nota 6 La Reforma protestante sumió a la Iglesia católica en una
profunda crisis durante la primera mitad del siglo XVI, que evidenció tanto la
corrupción en numerosos estratos eclesiásticos como la necesidad de una
renovación del mensaje y la obra católica, así como de un mayor acercamiento a
los fieles. El Concilio de Trento (1545-1563) se celebró para contrarrestar el avance
del protestantismo y consolidar el culto católico en los países donde aún prevalecía,
sentando las bases del dogma católico (sacerdocio sacramental, celibato, culto a la
Virgen y los santos, uso litúrgico del latín) y creando nuevos instrumentos de
comunicación y expansión de la fe católica, poniendo especial énfasis en la
educación, la predicación y la difusión del mensaje católico, que adquirió un fuerte
sello propagandístico —para lo que se creó la Congregación para la Propagación
de la Fe—. Este ideario se plasmó en la recién fundada Compañía de Jesús, que
mediante la predicación y la enseñanza tuvo una notable y rápida difusión por todo
el mundo, frenando el avance del protestantismo y recuperando numerosos
territorios para la fe católica (Austria, Baviera, Suiza, Flandes, Polonia). Otro efecto
de la Contrarreforma fue la consolidación de la figura del papa, cuyo poder salió
reforzado, y que se tradujo en un ambicioso programa de ampliación y renovación
urbanística de Roma, especialmente de sus iglesias, con especial énfasis en la
basílica de San Pedro y sus aledaños. La Iglesia fue el mayor comitente artístico de
la época, y utilizó el arte como caballo de batalla de la propaganda religiosa, al ser
un medio de carácter popular fácilmente accesible e inteligible. El arte fue utilizado
como un vehículo de expresión ad maiorem Dei et Ecclesiae gloriam, y papas como
Sixto V, Clemente VIII, Paulo V, Gregorio XV, Urbano VIII, Inocencio X y Alejandro
VII se convirtieron en grandes mecenas y propiciaron grandes mejoras y
construcciones en la ciudad eterna, ya calificada entonces como Roma triumphans,
caput mundi («Roma triunfante, cabeza del mundo»).13
Culturalmente, el Barroco fue una época de grandes adelantos científicos: William
Harvey comprobó la circulación de la sangre; Galileo Galilei perfeccionó el
telescopio y afianzó la teoría heliocéntrica establecida el siglo anterior por Copérnico
y Kepler; Isaac Newton formuló la teoría de la gravitación universal; Evangelista
Torricelli inventó el barómetro. Francis Bacon estableció con su Novum Organum el
método experimental como base de la investigación científica, poniendo las bases
del empirismo. Por su parte, René Descartes llevó a la filosofía hacia el
racionalismo, con su famoso «pienso, luego existo».14
Las características artísticas generales del barroco son el predomino de lo
decorativo sobre lo estructural, búsqueda de sensaciones de movimiento y tensión,
de la emoción antes que la belleza, predomino de lo sensual sobre lo racional,
producción de sensación de espacio aéreo y profundidad, e inclinación a lo
espectacular y monumental.
Su punto de partida fue en Italia, Roma. De ahí pasó al resto de Europa, y llegó
incluso a Rusia. A través de España, el barroco se difundió por toda América y
alcanza su momento culminante en el siglo XVIII.
En la pintura barroca prevalece el naturalismo, representado en obras sencillas,
destaca personas del pueblo, naturalezas muertas, bodegones, escenas de la vida
real y temas de santos. En la escultura se acentúa el claroscuro y las expresiones
dramáticas, se perfecciona la técnica renacentista hasta lograr resultados de
virtuosismo.
La arquitectura se basó en dos tipos de obras arquitectónicas; la iglesia y el palacio,
donde los espacios internos y externos poseen forman originales y rítmicas, con
gran variedad de detalles decorativos y juegos de luces y sobras.
En la literatura barroca, fue donde las letras castellanas presentaron su momento
de máximo esplendor, empujadas por el espíritu de la Contrareforma. Con respecto
a la música, estuvo marcada por innovaciones estilísticas y técnicas que permitieron
la creación del nuevo género de la ópera, y la aparición de elementos del clasicismo
en la música instrumental.
Entre los personajes más resaltantes en el periodo barroco tenemos los pintores
Caravaggio, Carracci, Poussin, Ribera, Silva Velázquez y Rubens; los escultores
Bernini, Martínez Montañés; los arquitectos Maderno, Borromini, Le Vau y Hardouin;
los literarios Quevedo, Góngora y Cervantes; y músicos como Monteverdi, Vivaldi,
Haendel y Bach.
LA ILUSTRACION
La Ilustración fue un movimiento cultural e intelectual, primordialmente europeo,1
que nació a mediados del siglo XVIII y duró hasta los primeros años del siglo XIX.
Fue especialmente activo en Francia, Inglaterra y Alemania.2 Inspiró profundos
cambios culturales y sociales, y uno de los más dramáticos fue la Revolución
francesa. Se denominó de este modo por su declarada finalidad de disipar las
tinieblas de la ignorancia de la humanidad mediante las luces del conocimiento y la
razón.3 El siglo XVIII es conocido, por este motivo, como el Siglo de las Luces4 y
del asentamiento de la fe en el progreso.
Los pensadores de la Ilustración sostenían que el conocimiento humano podía
combatir la ignorancia, la superstición y la tiranía para construir un mundo mejor. La
Ilustración tuvo una gran influencia en aspectos científicos, económicos, políticos y
sociales de la época. Este tipo de pensamiento se expandió en la burguesía y en
una parte de la aristocracia, a través de nuevos medios de publicación y difusión,
así como reuniones, realizadas en casa de gente adinerada o de aristócratas, en
las que participaban intelectuales y políticos a fin de exponer y debatir acerca de
ciencia, filosofía, política o literatura.
El término Ilustración se refiere específicamente a un movimiento intelectual
histórico. Existen precedentes e incluso una propia Ilustración en Inglaterra y
Escocia a finales del siglo XVII, como inmediatamente después en Alemania, si bien
en su vertiente política el movimiento se considera originalmente francés. La
Ilustración francesa tuvo una expresión estética, denominada Neoclasicismo, a
diferencia de la alemana, prototípicamente Gotthold Ephraim Lessing, que se
alejaba por completo de ésta, a la que despreciaba. Desde Francia se expandió un
tipo de ilustración sociopolítica por toda Europa y América renovando especialmente
los criterios políticos y sociales. Francia, país eminentemente conservador, quedaba
por principio abocado a la revolución política. La aportación francesa es muy
discutible en el terreno de las Artes y la Literatura. La Estética como disciplina es
una de las grandes invenciones dieciochistas, inglesa (Francis Hutcheson y los
empiristas) y sobre todo alemana (especialmente a partir de Alexander Gottlieb
Baumgarten).
En la segunda mitad del siglo XVIII, pese a que más del 70 % de los europeos eran
analfabetos, la intelectualidad y los grupos sociales más relevantes descubrieron el
papel que podría desempeñar la razón, íntimamente unida a las leyes sencillas y
naturales, en la transformación y mejora de todos los aspectos de la vida humana.

Para entender correctamente el fenómeno de la Ilustración hay que recurrir a sus


fuentes de inspiración fundamentales: la filosofía de Descartes -basada en la duda
metódica para admitir solo las verdades claras y evidentes- y la revolución científica
de Isaac Newton, apoyada en unas sencillas leyes generales de tipo físico. Los
ilustrados pensaban que estas leyes podían ser descubiertas por el método
cartesiano y aplicadas universalmente al gobierno y a las sociedades humanas. Por
ello la élite de esta época sentía enormes deseos de aprender y de enseñar lo
aprendido, siendo fundamental la labor desarrollada por Diderot y D'Alembert
cuando publicaron la Encyclopédie raisonée des Sciences et des Arts entre 1751 y
1765, inspirada por los principios laicos y materialistas de la burguesía francesa y
completada en 1764 con el crítico Dictionnaire philosophique, de Voltaire. La obra
Ensayo de John Locke16 es uno de los precursores.

Como característica común hay que señalar una extraordinaria fe en el progreso y


en las posibilidades de los varones y mujeres para dominar y transformar el mundo.
Los ilustrados exaltaron la capacidad de la razón laica para descubrir las leyes
naturales y la tomaron como guía en sus análisis e investigaciones científicas.
Defendían la posesión de una serie de derechos naturales inviolables, así como el
reformismo frente al abuso de poder del absolutismo y la rigidez de la sociedad
estamental del Antiguo Régimen; fue precisamente el fracaso de este reformismo el
que convirtió a la Ilustración en Liberalismo al estallar la Revolución francesa. Criticó
la intolerancia en materia de religión, las formas religiosas tradicionales y al Dios
castigador de la Biblia, y rechazó toda creencia que no estuviera fundamentada en
una concepción naturalista de la religión. Estos planteamientos, relacionados
íntimamente con las aspiraciones y valores laicos y materialistas de la burguesía
ascendente, penetraron en otras capas sociales potenciando un ánimo crítico hacia
el sistema económico, social y político establecido por los estamentos nobiliario y
clerical que culminó en la Revolución francesa.

Antropocentrismo: Hay un nuevo Renacimiento en que todo gira en torno al ser


humano y en particular en torno a su razón material y sensible de forma aún más
pronunciada que en el siglo XVI, aunque el papel que entonces representó Italia lo
desempeña esta vez Francia. La fe se traslada de Dios al hombre: hay confianza y
optimismo en lo que éste puede hacer, y se piensa en que el progreso (surge en
este siglo la palabra) humano es continuo e indefinido, (Condorcet escribe su
Cuadro de los progresos del espíritu humano) y los autores modernos son mejores
que los antiguos y los pueden perfeccionar. Se formuló la filosofía del optimismo
(Leibniz) frente al pesimismo característico de la Edad Media y el Barroco. La
sociedad se seculariza y la noción de Dios y la religión empieza a perder, ya
definitivamente (como había empezado a mediados del XVII con la Paz de
Westfalia), la importancia que en todos los órdenes había tenido hasta ahora; se
desarrolla una cultura exclusivamente laica e incluso antirreligiosa y anticlerical.
Empiezan a formularse las expresiones más tolerantes de espiritualidad: nihilismo
libertario (Casanova, Pierre Choderlos de Laclos), Masonería, deísmo (Voltaire),
agnosticismo; incluso se formulan ya claramente las propuestas del ateísmo (Pierre
Bayle, Baruch Spinoza, Paul Henri Dietrich) y el libertinismo, expuesto por algunos
personajes de novelas escandalosas de la época (Marqués de Sade, etc.). La
atención a los aspectos más oscuros del hombre constituye lo que se ha venido a
llamar "la cara oscura del siglo de las luces".

Racionalismo: Todo se reduce a la razón y la experiencia sensible, y lo que ella no


admite no puede ser creído. Durante la Revolución francesa, incluso se rindió culto
a la «diosa Razón», que se asocia con la luz y el progreso del espíritu humano
(Condorcet). Las pasiones y sentimientos son un mal en sí mismos. Todo lo
desprovisto de armonía, todo lo desequilibrado y asimétrico, todo lo
desproporcionado y exagerado se considera monstruoso en estética.

Hipercriticismo y su subsecuente reformismo: Los ilustrados no asumen sin crítica


la tradición del pasado: con la Enciclopedia se replantean todo el conocimiento
anterior filtrándolo a la luz de la razón y desdeñan cuanto no se somete a los
principios laicos y materialistas que esta impone. Por ello desdeñan toda
superstición y superchería (los "errores comunes" de Benito Jerónimo Feijoo),
incluyendo a menudo la religión. Los consideran signos de oscurantismo y de una
sociedad periclitada: es preciso depurar el pasado de todo lo que es oscuro y poco
racional para construir una sociedad mejor y más pura. Se usa la literatura (el teatro,
la fábula, la sátira) para corregir los defectos de la sociedad y mejorarla (castigat
ridendo mores, "corrige riendo las costumbres", escribe Horacio): se educa, no se
entretiene sino para conseguir lo primero. La tragedia expone los funestos
resultados de la pasión o sentimiento fuera de control; la comedia ridiculiza los
defectos morales del ser humano; la fábula suministra ejemplos de conductas útiles
y prudentes y antiejemplos opuestos. La historia se empieza a documentar con rigor;
las ciencias se vuelven exclusivamente empíricas y experimentales; la sociedad
misma y sus formas de gobierno comienzan a ser sometidas a la crítica social, lo
que culmina en las revoluciones al fin del periodo. Hay un enorme deseo de utopía
política, que Jean-Jacques Rousseau formula con su concepto de voluntad general
para inspirar gobiernos más justos; igualmente, Montesquieu exige una justicia
mejor preconizando el principio de separación de poderes; la revolución americana
declara buscar la felicidad aquí en la tierra y proclama el derecho democrático a
elegir los gobernantes frente al modelo monárquico. Empieza a hablarse de
constituciones. Se crean sociedades para mejorar todas las disciplinas (academias
científicas como la Royal Society, bibliotecas públicas, museos, Sociedades
económicas de amigos del país...), las ciencias (Isaac Newton, Leibniz, Georges
Louis Leclerc, Linneo, Lavoisier, Euler, Franklin), la medicina (vacuna, primeros
intentos de higienización), la tecnología (máquina de vapor, pila voltaica,
reinvención de la porcelana, lanzadera volante, lámpara de gas, cronómetro,
termómetro, sextante), la economía (Adam Smith) avanzan notablemente gracias a
esta preocupación, por lo que hay un gran crecimiento demográfico.
Pragmatismo: Sólo lo útil merece hacerse; se desarrolla la filosofía del Utilitarismo
preconizada por Jeremías Bentham, que halla un principio ético general en la
felicidad enunciada por Epicuro, bajo la fórmula de «la mayor felicidad para el mayor
número de gente». Las literaturas y las artes en general han de tener un fin útil, que
puede ser didáctico (enseñanza), moral (depurar de las insanas pasiones) o social
(sátira de las malas costumbres, para corregirlas). De ahí que entren en crisis
géneros como la novela o que se cultiven las novelas de aprendizaje y que se
pongan de moda las fábulas, las enciclopedias, los ensayos, las sátiras, los informes
y en general los géneros ensayísticos. El teatro pretende corregir las costumbres
con la comedia y limpiar de pasiones el alma con la tragedia. Es ésta la Poética
finalista del Neoclasicismo francés, comúnmente rechazada por el Empirismo inglés
y la Ilustración alemana.
Imitación: La mímesis se hace relativa a la mathesis cartesiana. La originalidad se
considera un defecto en el restrictivo neoclasicismo francés, que no supo asumir a
Shakespeare, y se estima que se pueden lograr obras maestras «con receta»,
imitando lo mejor de los autores grecorromanos (clasicismo o neoclasicismo), que
se constituyen en modelos para la arquitectura, la escultura, la pintura y la literatura.
El academicismo impera en el terreno artístico y sofoca toda creatividad en Francia
y toda cultura sujeta a su influencia El buen gusto es el criterio principal y se excluye
lo imperfecto, lo feo, lo decadente, lo supersticioso y oscuro, la violencia, la noche,
las pasiones desatadas y la muerte. El teatro debe someterse a las reglas de las
tres unidades, no ya estatuidas por Aristóteles sino un tanto burdamente
simplificadas: unidad de acción, lugar y tiempo; es más, los franceses añaden la
unidad de estilo. Inglaterra mediante la estética empirista y, en especial, Alemania,
es decir, los pivotes representados paradigmáticamente por Lessing y Kant,
definirán una posición evolucionada, que rechazará frontalmente todo teatro
francés, y la propuesta de la originalidad del genio.17

Idealismo: El buen gusto exige rechazar lo vulgar: no se cuenta con los criterios
estéticos del pueblo y la realidad que ofrece la literatura es mejor de lo que la
realidad es, es estilizada, neoclásica. El lenguaje no admite groserías ni insultos, y
busca el purismo, aunque con frecuencia se contagia de galicismos; no se
presentan crímenes ni críticas a un poder que es inmutable (no se trata, por ejemplo,
el tema del tiranicidio en el teatro, ni aparecen mezcladas las clases populares con
las elevadas por decoro, ni temas de mal gusto como el suicidio (que solo aparecerá
en el Romanticismo con el Werther de Goethe), y todo es amable y elevado. Se
excluye lo temporal y lo histórico, cualquier forma de cambio "desde abajo" de la
cosmovisión ilustrada.
Universalismo: El molde generalizador y objetivizador de la razón conduce a los
ilustrados a asumir una tradición cultural cosmopolita, a asumir la relatividad cultural
(Cartas persas de Montesquieu, críticas a la diversidad de las religiones de Voltaire,
gusto por el exotismo de los libros de viajes) y funden todo tipo de tradiciones en la
horma grecorromana que les sirve de fuente principal. Sienten interés por lo exótico,
pero no lo asumen, porque buscan en él lo específicamente humano y universal. Y
como la tradición literaria más universal es la clásica y el academicismo francés la
ha incorporado, todo lo francés se pone de moda y poseer la lengua francesa se
transforma en un signo de distinción: el arte y la cultura francesa influye en
Alemania, España y Rusia y sus lenguas se llenan de galicismos. Se habla de "las
Grecias, las Romas y las Francias" porque no existe (aún) el subjetivo nacionalismo
romántico ni la teoría de los caracteres nacionales y se siguen los géneros puros e
intemporales del clasicismo grecolatino: la fábula, la tragedia, la comedia, la oda, la
elegía, la égloga o pastoral, la sátira, el poema didáctico o moral y se arrinconan
géneros propios de otras culturas barrocas como la tragicomedia lopesca o el drama
isabelino, o de aire medieval como la comedia de santos o el auto sacramental,
modelos desviados y apartados del clasicismo universal. Es más, el universalismo
ilustrado empieza a elaborar utopías de gobierno colectivo cuyo choque con la
realidad desencadenará la Revolución francesa. Por otra parte, la Ilustración
inglesa, empirista, y la Ilustración alemana, de tendencia idealista, promoverán una
filosofía y un arte, sobre todo esta última, de mucho mayor calado que el formado
por el neoclasicismo francés. De raíz española, si bien en gran medida transterrada
a Italia por la expulsión jesuita de 1767, fue la importante y tardía Ilustración
española o hispánica, universalista y comparatista encabezada por Juan Andrés, el
lingüista Lorenzo Hervás, el musicólogo Antonio Eximeno y los grandes botánicos y
los filipinistas y americanistas.

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