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A continuación, este apartado expone los conflictos socio territoriales en los que la yuxtaposición y
oposición de diversas visiones del territorio, dan lugar a tensiones significativas que han conducido
a un ordenamiento que favorece la expulsión de población, la inseguridad alimentaria, la pobreza,
el deterioro de la cultura, el mal uso económico de los recursos disponibles, la degradación
ambiental, la pérdida de biodiversidad, la persecución a los líderes sociales, debilitamiento de las
organizaciones sociales, el reclutamiento de jóvenes, el despojo de tierras, la desposesión de los
territorios y los bienes públicos locales, y el tramite violento de los conflictos.
Ahora bien, el conflicto social y armado es y ha sido una realidad histórica y una variable que ha
influido directamente sobre dicho ordenamiento. Con intensidades diferentes en la región, ha
producido unos órdenes territoriales que han determinado la vida ecológica y social de muchas
comunidades (Jiménez, 2017). En otras palabras, es en definitiva un elemento clave para
comprender los desequilibrios socio-espaciales pues la indudable función de la guerra en la
producción de espacios determina una geografía que produce dinámicas de subordinación o
dominación expresada en el desarrollo geográfico desigual.
Asimismo, esta región aúna una economía de guerra que dinamiza, prolonga y financia el conflicto
social y armado; tanto así que puede decirse que la confrontación ha tomado vida propia en tanto
los agentes que intervienen pueden ser reemplazables y variables en el tiempo. Las dinámicas de la
violencia que caracterizaron el conflicto armado antes de la firma del acuerdo de paz, se siguen
manifestando en la región, especialmente en Tumaco y en el Chocó, donde existió una fuerte
presencia armada de las FARC y que aún después de la dejación de armas, no se ha hecho presente
de manera efectiva, la presencia emergente del Estado colombiano. Lo anterior, sirve como caldo
de cultivo para el escalamiento de la inseguridad (reflejado en el aumento de homicidios) y el
reacomodo, fortalecimiento y copamiento por parte de actores armados y organizaciones
criminales, siendo así una región que pervive como teatro de guerra. (Ávila, 2018)
Cabe decir que, como telón de fondo, la intervención del Estado en esta región ha profundizado las
tensiones territoriales mediante la aplicación de políticas públicas erráticas e inadecuadas, que
desconocen las formas de convivencia de grupos indígenas, afrocolombianos y comunidades
campesinas las cuales fortalecen tejidos sociales y territoriales; mientras facilita que los intereses
empresariales nacionales y transnacionales y latifundistas avancen en la implementación de
megaproyectos de carácter intensivo, extensivo y extractivo, cabe decir, muchas veces en
complicidad con fuerzas paramilitares.
La región del pacífico contiene un alto valor geoestratégico para los actores violentos del conflicto
armado en la medida que sirve como corredor de movilidad, en tanto se configura como zona de
protección y/o retaguardia por las peculiaridades geográficas y ambientales que anida y, al mismo
tiempo, por significar una posibilidad para la obtención de rentas económicas. Esto último parte del
hecho de representar un corredor estratégico de economías ilegales, ligadas fundamentalmente
con el negocio del narcotráfico, la minería ilegal criminal y la explotación intensiva y extensiva de
recursos maderables. Estas economías que emergen posibilitan, propician y financian la génesis de
grupos armados al margen de la ley, cuya pretensión por controlar el territorio, ejercer poder e
incidir en la toma de decisiones de las comunidades y los gobiernos locales, influye en la misma vía,
a la configuración de los territorios en los que intervienen (Salas, 2016:47).
Ahora, y como se señaló previamente, pese a las nuevas pautas que surgen a partir de la firma del
acuerdo de paz, la región continúa asediada por la proliferación de grupos armados ilegales que
disputan los corredores estratégicos, sean estas estructuras sucesoras del paramilitarismo, grupos
de desertores de las Farc y bandas criminales. Zonas como la costa pacífica nariñense y caucana son
disputadas por 17 grupos armados ilegales1, unos con mayor grado de organización y poder bélico
que otros, siendo los más poderosos el Clan del Golfo, las Guerrillas Unidas del Pacífico y el Frente
Oliver Sinisterra. Al vacío de poder dejado por las Farc se suma la incapacidad del Estado colombiano
por reestructurar de manera territorial su presencia expresada en instituciones; el aumento de pie
de fuerza es insuficiente y errático para afrontar los desafíos que trae el postconflicto.
Adicional a lo anterior, puede decirse según datos del SIMCI (2017) que, tanto en el contexto
nacional y regional, Nariño posee la mayor cantidad de siembra de coca, pasando de una siembra
de 29.755 ha hasta diciembre de 2015 a 42.627 hectáreas hasta diciembre de 2016, siendo Tumaco
el municipio con mayor participación, a saber, 23.148 ha. (Pares, 2018:24). De allí es importante
señalar la imbricación existente entre el narcotráfico con el acaparamiento de la tierra, el
elevamiento de sus costos, la imposición de diversas prácticas ilegales, así como la correlación
directa entre la presencia de cultivos de coca y la presencia y el surgimiento y consolidación
territorial de grupos paramilitares y bandas criminales (Duarte, 2016).
Por el lado del Valle del cauca la situación no mejora. Igual que ocurre en el pacífico sur, esta zona
sufre un proceso de reconfiguración de actores armados que disputan el corredor emblemático de
narcotráfico en Buenaventura y el corredor del Naya, representativo por la comercialización de
minería ilegal, el comercio de hoja de coca, pasta y clorhidrato de cocaína y la compra y venta ilegal
de armas. La zona contiene más de cuatro grupos armados, a saber, el Clan del Golfo (Autodefensas
1
ELN; Desertores de las Farc, Cartel de Sinaloa, Guerrillas Unidas del Pacífico, Frente Kevin González, Frente Oliver
Sinisterra, Los negritos, La empresa, Nuevo Grupo, AGC Llorente, Clan del Golfo (AGC), Gente de Orden, Los Cucarachos;
Los lobos; Grupo de Frente 25 de las Farc al mando de alias "La Vaca", Los Comuneros
del Sur
Gaitanistas de Colombia), La Empresa, el ELN y un grupo de desertores del Frente 30, 25, 6to y frente
urbano de las Farc, entre otros, los cuales monopolizan actividades ilegales y ejercen poder sobre
actividades licitas. Esta doble condición ha desdibujado los límites entre lo ilegal y lo legal y, en
ultimas, ha degenerado en muchas comunidades el desplazamiento de sus economías basadas en
las prácticas culturales de producción, a economías ilegales agenciadas por actores armados ilegales
a razón de su alta rentabilidad económica (Pares, 2018:34).
Conclusiones:
Así, la condición de dependencia del Pacífico a la explotación de recursos naturales para lograr el
desarrollo de la región, como el oro y la madera, y la falta de opciones para fortalecer la economía
(legal), conllevan a una situación propensa a la profundización y perpetuación del conflicto, la
pobreza y la violencia. Es decir, el control y la explotación de los recursos naturales están intrínseca-
mente relacionados con la guerra en tanto las economías que se tejen alrededor de ellas y la disputa
sobre estas ha jugado un papel importante en el surgimiento y mantenimiento del conflicto.
No obstante, las relaciones de causalidad entre los recursos naturales y la geografía, y el conflicto
armado debe primero reconocer que, en efecto, el origen del conflicto no radica de forma exclusiva
en la lucha por los recursos, pero estos sí son determinantes tanto en los orígenes del mismo como
en las diferentes mutaciones que ha sufrido. Para este caso se debe a i) las tensiones en torno a la
distribución de los ingresos que genera la explotación de los recursos naturales, ii) los vínculos entre
las economías dependientes de la extracción de recursos naturales y la fragilidad política que este
modelo económico genera, y iii) las tensiones por apropiarse de las rentas de la explotación de
recursos naturales como la coca, la madera y el oro.
De acuerdo a lo anterior, se permite deducir que, si la guerra está vinculada con la naturaleza, las
posibilidades de una paz y la generación de una alternativa al desarrollo también lo están; si el
conflicto gira alrededor de los recursos naturales, la suerte del proceso de alternativa al desarrollo
será moldeada por dichos factores. Por tanto, se necesita lograr un balance entre la protección del
medio ambiente y el crecimiento económico necesario para financiar e impulsar un proceso de
construcción de paz, lo cual implica necesariamente replantear el actual modelo de desarrollo
económico basado en las economías extractivas de oro y monocultivos, pues este ha tenido altos
costos ambientales y de derechos humanos, y ha dejado pocos réditos para las comunidades donde
se realizan las actividades, siendo la perdida cultural el mayor impacto que toca analizar.
Asi pues, el reto va orientado en dos sentidos, el primero al trabajo que debe hacer el Estado para
suplir las prácticas de poder que las guerrillas, el narcotráfico y las estructuras criminales han
logrado instaurar en la región, siendo un reto principal potenciar un tránsito hacia unas economías
incluyentes que puedan sobrevivir en la legalidad, que destruya las fuentes de financiación de los
actores armados como el narcotráfico, la minería ilegal, y el contrabando. Esto implicaría no solo
llevar en las instituciones del Estado a los territorios olvidados, sino potenciar y proteger las
características del territorio, su geografía y su biodiversidad. Así mismo y como segundo punto,
fortalecer la capacidad instalada de las comunidades que han resistido y emergido en medio del
conflicto armado, rescatando las prácticas culturales tradicionales de producción y conservación del
medio ambiente.
Conflicto intercultural:
Antes de comenzar, es importante señalar que cuando se habla de conflicto intercultural se hace
alusión a los conflictos territoriales que confrontan diferentes perspectivas identitarias y culturales
entre dos o más comunidades en relación con la forma, el uso, la propiedad y la construcción social
sobre la tierra y el territorio. La sobreposición de intereses y expectativas territoriales conlleva a la
agudización de confrontaciones que lesionan los intereses de unos en la defensa de los otros.
Al respecto, el Cauca presenta para el año 2010 1 millón 318 mil habitantes, de los cuales el 58%
son campesinos, el 21,5% se autoreconoce como negro, mulato, afrocolombiano o
afrodescendiente y el 22,2% se pertenecen a comunidades indígenas (Ver tabla) (Cespaz, 2017). Esta
condición ha generado en ciertas zonas la coexistencia o superposición de figuras de ordenamiento
y territorialidad, como los resguardos indígenas, los consejos comunitarios y las zonas de reserva
campesina. Esta característica constituye en un elemento conflictivo y problemático para estos
sectores, tanto así que el Centro de Estudios Interculturales (2013) afirma la existencia de por lo
menos 40 conflictos por la tierra, entre los cuales se pueden señalar algunos interculturales como
otros tantos entre comunidades y empresas agroindustriales, mineras y madereras que explotan
sus territorios (Mesa Intercultural, 2016).
Por su parte, Chocó presenta una proyección de 476.173 habitantes para el año 2010 de los cuales
el 82.1 % se autoreconoce como negro, mulato, afrocolombiano o afrodescendiente, mientras que
el 12.7% se autoreconoce como indígenas (DANE, 2005). Para este caso, los conflictos se cristalizan
en el momento de discutir el tipo de propiedad y el propietario de la tierra, siendo especialmente
un detonante la irrupción en los territorios ancestrales afrodescendientes e indígenas por procesos
relacionados con la entrega de títulos por Restitución de Tierras. (Cespaz, 2017)
(blablá) En un contexto de alta concentración de la tierra, se registra un alto Gini de tierras que para
el caso de Cauca representa el segundo más alto en el país; el chocó 0.79, en el Valle del Cauca
(blablá) y en Nariño (blabla). Así mismo, el Gini de propietarios corresponde a los más altos a nivel
nacional, a saber, el choco el sexto más alto en el país, y aumenta después de la actualización
catastral; y el cauca es el séptimo más alto del país con 0.841. (IGAC, Universidad de los Andes,
2012).
Cabe decir la responsabilidad del Estado Colombiano en este tipo de conflictos. Son varios casos
registrados por el Centro de Estudios Interculturales de la Universidad Javeriana de Cali que
muestran intervenciones del Estado en el que una vez titulados resguardos o territorios colectivos
de comunidades negras, titulan a campesinos al interior de esos territorios o viceversa. De esta
forma, las delimitaciones físicas y geográficas de las figuras territoriales jurídicas auspiciadas por el
estado son erráticas y perjudiciales desde la lógica de las múltiples comunidades y actores que se
encuentran en los territorios (Salgado, 2016).
Indígenas
Comunidades Organizaciones del suroccidente
Campesinas Asociación Agrocomunitaria el Porvenir
Asociación de Trabajadores Campesinos de Sotará
Asociación Agroambiental e Integral de Trabajadores campesinos del
Municipio del Patía
Asociación Campesina de Inzá - Tierradentro
Asociación Campesina Municipal de Popayán Red de Reservas Naturales
Asociación Campesina Municipal de Popayán Red de Reservas Naturales
Asociación Campesina Municipal de Popayán Red de Reservas Naturales
Asociación Campesina Municipal del Páez
Asociación de Juntas Comunales de Roberto Payán
Asociación de Campesina de Trabajadores de Balboa
Asociacion de trabajadores campesinos de la zona de reserva campesina
del municipio de Totoró
Asociación de Trabajadores Campesinos de Nariño
Asociación de trabajadores campesinos de Piendamó
Asociación de Trabajadores Campesinos del Municipio de Argelia
Asociación de trabajadores Campesinos del Municipio de Buenos Aires
Asociación de trabajadores campesinos del municipio de Sucre
Asociación Municipal de Campesinos Productores de Agricultura
Ecológica de Timbío
Asociación Pro Constitución Zona de Reserva Campesina del Municipio de
Miranda
Asociación Solidaria Campesina del Occidente de Popayán
Asociación de Tabajadores Campesinos del Valle
Asociación de trabajadores campesinos por la Zona de Reserva
Campesina del Municipio de Corinto
Asociación de trabajadores campesinos por la Zona de Reserva
Campesina del Municipio de Corinto
Asociación de trabajadores campesinos por la Zona de Reserva
Campesina del Municipio de Corinto
Asociación de trabajadores campesinos por la Zona de Reserva
Campesina del Municipio de Corinto
Asociación de trabajadores campesinos por la Zona de Reserva
Campesina del Municipio de Caloto
Asociación de Trabajadores Campesinos del Municipio de Cajibío
Proceso Campesino y Popular de La Vega
Corporación Agraria de Productores Agropecuarios del Cauca
Sindicato de Pequeños Agricultores del Cauca
Indígenas Cauca: se reconocen 8 etnias indígenas en el territorio, a saber,
yanaconas, ingas, kokonukos, totoroes, paéces, guambianos, eperara y los
siapidara
Chocò: Wounaan (bajo y medio San Juan), Emberá (río Atrato, Baudó y
Dubasa principalmente), Katíos (parte del río Andágueda, municipio de
Lloró, y Darién chocoano). Del mismo modo, habitan en menor cantidad,
indígenas cunas en límites con Panamá.
afro Chocó: 58 consejos comunitarios distribuidos en los municipios de
Riosucio, Quibdó, Bojayá, Atrato, Alto Baudó, Quibdó, Medio Baudó, Bajo
Baudó, Litoral del San Juan, Nóvita, Cantón de San Pablo, Istmina, Sipí,
Bahía Solano, Río Quito, Atrato y Cantón de San Pablo, Cértegui, Tadó,
Unión Panamericana, Medio San Juan, Condoto, Río Iró, Juradó, Nuquí,
Unguía, Acandí, Lloró y Bagadó.
Ante eso se ha venido proponiendo que en los territorios interculturales se debe ahondar en la
discusión sobre la defensa territorial desde la diversidad de pensamientos (I Seminario Nacional de
Territorios Interculturales, 2016), concordando con que el territorio debe ser un factor de unidad
antes que de división (MINGA, 2013), y que los territorios interculturales deben proponerse avanzar
en la exigencia del reconocimiento de los campesinos como sujetos políticos de derechos (I
Seminario Nacional de Territorios Interculturales, 2016).
Teniendo como antecedente que grupos indígenas y afrodescendientes cuentan con procesos de
representación consolidados o en proceso de consolidación, podemos dar cuenta de los avances
diferenciados de cada uno de estos grupos incluyendo a las organizaciones campesinas, aun cuando
estás últimas no cuentan con el reconocimiento político y jurídico2 con el que cuentan los grupos
étnicos reconocidos constitucionalmente. Así cada grupo tiene, si bien pretensiones frente al
territorio similares (titulación y ampliación de sus territorios colectivos) también tienen capacidad
de incidencia y disputas diferentes frente a su reconocimiento de sus derechos económicos, sociales
y culturales, no solo individuales sino colectivos ante el Estado.
Como parte de las discusiones adelantadas en el marco del proceso de intercambio de experiencias
propiciado por Rights and Resources Initiative (RRI), la abogada Patricia Tobón de la ONIC, señala
frente a la posibilidad de avanzar con una propuesta de territorios interculturales:
2
Algunos aportes y avances en este tema se pueden evidenciar a este respecto: Ley 731 de 2002. “Por la cual
se dictan normas para favorecer a las mujeres rurales”
(…) nosotros si consideramos que los territorios son interculturales, que viven campesinos,
indígenas y afrodescendientes. Ahí viven todos y tienen un territorio intercultural. Pero
cuando se quiere hacer un territorio cultural con una sola figura jurídica encontramos varios
problemas. Es que la figura de los resguardos lleva más de 200 años en la región y tienen
uno derechos asociados inclusive de administración de justicia y hay un tema que las
comunidades sus principales temas (...). Pero la idea que tiene la gente es, si, nosotros
podemos hacer unos trabajos comunales todos juntos como afros, indígenas y campesinos
al respecto en el territorio pero cada uno en su titulación colectiva especial. (Rights and
Resources Initiative (RRI), 2016)
Por esto, es importante para impulsar la estrategia de Territorios Interculturales tener en cuenta
varios aspectos: analizar las relaciones históricas de las comunidades que están asentadas en los
territorios. Hacia este aspecto se orientan las reflexiones de un joven líder afrodescendiente3 quien
considera que los Territorios Interétnicos deben surgir de las propias experiencias y condiciones de
las comunidades, a las cuales se les consultaran si están dispuestas participar en esta propuesta
sobre el territorio:
“el tema de los territorios interétnicos (...) no se puede forzar, son cosas que se dan más
según las condiciones del momento, del lugar. Tú no puedes forzar (...) que un territorio
este en un territorio interétnico. Pero un territorio de colonos, con comunidades indígenas
y campesinas, es un territorio interétnico, de hecho yo creo que hay que crear formas de
convivencia. Y es: vamos a ver qué aporta en su reglamento o código de vida o su plan de
vida, que aporta las comunidades negras en su grande experiencia y qué aporta los
campesinos y entre ellos crear unas reglas para convivir ahí. (...) Los territorios
interculturales son un proceso”.
Esto requiere, como se ha venido destacando en este documento, de un aspecto muy importante,
desincentivar la discriminación positiva que ejerce el estado hacia ciertas comunidades y culturas.
También requiere que las comunidades puedan tener niveles reales de decisión, determinación y
gestión de sus recursos, no solo de aquellos recursos asociados con el territorio, sino con el recurso
3
Líder afrodescendientes perteneciente al Colectivo de Estudiantes Universitarios Afrocolombianos y a la
coordinación de CONAFRO (Coordinación Nacional de Organizaciones y Comunidades Afrodescendientes).
público, quienes mejor que los que viven en estos espacios para determinar en qué asuntos debe
ser destinado.
En este sentido, otro aspecto que ha sido causa y que ha tenido diferentes desarrollos en los
territorios, es el que tiene que ver con los intereses extractivos, proyectos agroindustriales y otros
relacionados. Desafortunadamente este aspecto ha hecho mella en las condiciones de las
comunidades. La pobreza, desarraigo, desplazamiento y la falta de oportunidades que en muchos
contexto causa la implementación y puesta en marcha de estos proyectos ha afectado a todas las
comunidades por igual, por esto más que discrepar en figuras jurídicas, es necesario unificar
propuestas y aspiraciones sobre un territorio donde todos coincidan.
Las figuras que hacen dividir a las comunidades. Yo me imagino una propuesta de territorios
interculturales donde todos pensemos qué va a pasar, cuál es el concepto que tenemos frente
al territorio, frente al tema de soberanía alimentaria, frente a todo el tema de derechos. Qué
pensamos de manera conjunta, cómo logramos sacar un concepto de digamos, sobre cada uno
de esos aspectos. Pero en un solo territorio, una figura que no es ni resguardo y que todos
podemos vivir allí. Eso es lo que yo entiendo por territorios interculturales. Nosotros tenemos,
digamos el ejemplo de Jardines de Sucumbíos, es un ejemplo que es muy, casi no es muy común
porque prácticamente donde hay comunidades indígenas y donde hay afros pues estamos es
peleándonos entre nosotros por el mismo territorio.
A partir del proceso de investigación que se ve reflejado en el presente documento, vale la pena
resaltar una serie de hallazgos relacionados con la identificación y caracterización de conflictos
multiculturales presentes en el territorio nacional. Estos son enumerados a continuación:
De acuerdo con lo anterior se hace cada vez más necesario todo tipo de procesos investigativos que
no solo busquen la caracterización y localización de las situaciones de conflicto de involucran
diferentes grupos étnicos, sino que además sistematicen y acompañen toda iniciativa de resolución
de los conflictos que emerjan de las mismas comunidades. En un potencial y futuro ejercicio
investigativo es necesario pasar de un nivel nacional (como el que se presenta en este documento)
a una escala local, para identificar los diferentes actores y desencuentros relacionados con el
conflicto territorial intercultural.
Entidades como el Incoder han sido identificadas tanto por sectores de la academia como de la
población, como responsables de la generación de conflictos territoriales motivados por procesos
de consulta irresueltos, cruces de linderos, ausencia de procesos de clarificación de predios, retrasos
en la ampliación y otro tipo de solicitudes que devienen de los procesos de consulta interna y
necesidades colectivas demandadas por las comunidades.
A este respecto es importante la opinión de los trabajadores estatales quienes consideran que si
bien existe poca sincronía entre los intereses, las esferas de influencia y los temas de cada una de
las instituciones, estos aspectos tienen una gran incidencia a la hora de poner en marcha políticas
estatales, pero también se considera que hay políticas estatales que han apuntado a objetivos
similares sin resultados probables: “Si tú ves todas las políticas de desarrollo rural, todas son
igualitas y repiten y repiten porque como no se ha llegado a atender de manera integral como debe
ser, entonces no se soluciona la cosa (...) no es nada nuevo. Esto hace 5 años en el último informe
que hicieron en Naciones Unidas Absalón Machado, yo llevo 24 años en el Incora de escucharles el
mismo cuento, de que hay desmembramiento de los grupos sociales que si el líder es el que tiene
el contacto político, ese es el líder que se queda muchas veces con los beneficios” (Vidal, 2016)
Dichas circunstancias agudizan y generan nuevos conflictos por las comunidades que a falta de
espacios de conciliación promovidos por entidades como el Ministerio del Interior, así como
ausentes también al interior de las comunidades y grupos étnicos, son resueltos en buena medida
a través de la violencia. En cuyo caso una vez son atendidos por la mediación del Estado, se hace
evidente la falta de coordinación y articulación entre las entidades del orden nacional y el local, no
solo para la resolución de los conflictos, sino para la básica satisfacción de las necesidades y garantía
de derechos de las poblaciones rurales.
(...) entonces al campesinado se le fue relegando, los recursos eran muy mínimos, solamente
desde el 2000, antes del 2000 tu ibas por todas las dependencias del Incora, que había una
que se llamaba acceso a tierras, los recursos eran muy mínimos para compra de tierras para
campesinos, porque era todo para reinsertados, para desplazados. La política fue sesgada
por atención prioritaria a esos grupos poblacionales, y fue dejando de lado a los campesinos
que no tenían ningún apellido, que no eran desplazados ni nada, que habían hecho
resistencia en el campo, se habían quedado (...)
Así pues es importante fortalecer escenarios de participación y empoderamiento sobre las prácticas
productivas campesinas como lo son las Zonas de Reserva Campesina, son efectivamente esenciales
para el ejercicio de la ciudadanía, aun cuando es necesario extender este reconocimiento como
colectivo y sujeto de derechos.
Esta recomendación y reflexión se realiza con la finalidad de evitar caer en visiones, posturas y
enfoques que exacerben o exalten ciertos sectores o actores sobre otros. Si bien es cierto, la figura
de ZRC ha favorecido a muchos territorios y campesinos, garantizándoles la permanencia en el
territorio y evitando el desarraigo, es importante considerar que por sí solas las figuras no tienen
vida, están surgen y se constituyen en reivindicación importante para los sectores que las impulsan,
siempre y cuando tengan el apoyo y la movilización de múltiples actores, no solo campesinos o
vinculados a lo rural. Por eso, la recomendación más que proponer una figura jurídica de Territorios
Interculturales o algo similar, de lo que se trata es de evitar caer en disputas por figuras jurídicas o
por el reconocimiento de derechos de ciertos sectores en detrimento de otros, ya que por estas
disputas, lo que se ha evidenciado es una constante y paulatina fragmentación de las comunidades,
del tejido social y de las confianzas entre culturas diferentes que comparten los mismos espacios
vitales.
El debate: Son de diverso orden los abordajes que se identifican sobre las relaciones y la
existencia de conflictos interculturales. En primera instancia se resalta que a partir de la
constitución de 1991 y su carácter participativo se abre un recha importante en lo que
refiere a procesos de reclamación y exigencia de los derechos.
En segundo lugar, existen múltiples ángulos de análisis del fenómeno identificados hasta el
momento, estos son: las comunidades, las entidades del Estado y la academia. Y sin que sean estos
mencionados los únicos actores que intervienen en la definición de lo que son los conflictos
interculturales existe un debate abierto que requiere vincular actores territoriales, experiencias
locales de resolución de conflictos y otros que además requieren de un proceso arduo fundamental
de investigación, sistematización y discusión que dé como resultado un proceso más profundo de
caracterización pero sobre todo de identificación de vías de resolución desde la experiencia.
Esto aspecto es de capital importancia ya que ante posibles escenarios de construcción de paz, la
resolución de conflictos interculturales sobre el territorio implica la sinergia de todos los sectores
vinculados e interesados en la ruralidad de este país.
CONCLUSIONES Y PROPUESTAS:
Según Carlos Duarte (2015) esta dificultad del ordenamiento territorial actual se evidencia en que
el modelo multicultural que entregó valor a lo étnico pero, de algún modo, seccionó la población
rural desde la diferenciación. Este hecho, atado a la ausencia de un ejercicio de ordenamiento
territorial interétnico e intercultural que integre las distintas visiones frente al territorio ha
motivado y agudizado numerosos conflictos por la tierra y por la igualdad de derechos entre los
actores rurales que conviven en la nación.
Entre las disputas por las tierras y el territorio, se presenta fuertemente conflictivo el tema de la
territorialidad y la gobernabilidad. Los diversos actores, procesos sociales y territoriales del
departamento buscan ejercer autoridad en su territorio; los indígenas a través de los cabildos, los
afrodescendientes mediante los consejos comunitarios y los campesinos mediante las Zonas de
Reserva y sus organizaciones sociales (Centro de Estudios Interculturales, 2013). Sin embargo la
presencia de procesos organizativos permite que las situaciones potenciales conflictivas no
terminen por agravarse ya que entre estos procesos se generan en algunos casos vínculos de
solidaridad de manera que sus reivindicaciones, reclamos y exigencias en muchos contextos y
coyunturas tienden a coincidir. Ante esto es importante la puesta en común de una iniciativa que se
viene adelantando entre diferentes sectores sociales: la construcción de un espacio de debate: la
Mesa intercultural4 junto con la propuesta de territorios interétnicos5.
4
En el marco del II Encuentro Nacional de Zonas de Reserva Campesina (ZRC) realizado entre el 22 y 25 de
marzo de 2012 en el municipio de Corinto departamento del Cauca, se conformó la Mesa Intercultural: “Los
temas centrales planteados giraron en función del debate sobre los conflictos étnico territoriales entre
indígenas, afrodescendientes y campesinos en el Cauca y sobre la posibilidad de construir conjuntamente
territorios interculturales que rompan con la lógica de las élites políticas nacionales y regionales en el sentido
de separar, aislar y dividir a estas comunidades (Tobón, 2012).
5
Dentro del proceso de la Asamblea de procesos Constituyentes por la Paz con Justicia Social, realizada entre
el 27 al 29 de mayo de 2016 en Bogotá, dentro de la mesa de Ordenamiento Territorial, los asistentes de
diferentes regiones del país deliberaron y propusieron: Reconocer las diversas territorialidades y formas
organizativas de las comunidades tales como Zonas de Reserva Campesina, Consejos Comunitarios, Territorios
interétnicos, Zonas Agroalimentarias, entre otras (Constituyentes por la Paz con Justicia Social, 2016).
Bibliografía: