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La seguridad social, a lo largo de su historia conocida, ha vivido momentos de auge, esplendor y

debilitamiento. En la actualidad, la seguridad social se inscribe dentro del amplio campo de las
formas de protección social, ideadas por los seres humanos desde su aparición hasta nuestros
días, para atender los “estados de necesidad”, resultado de los distintos hechos: biológicos,
económicos y sociales, que los causan. En las sociedades de hoy, la seguridad social se
constituye, erige y define como una política pública, que compromete seriamente al Estado,
por cuanto, en primer término, la sociedad universal la ha reconocido como un derecho
humano y social fundamental; y, en segundo lugar, el Estado, se ha constituido en el garante de
su efectividad.

En América Latina y el Caribe, la seguridad social ha pasado por varias etapas o momentos, que
la diferencian, relativamente, de la forma como ha logrado su consolidación en otros lugares
del mundo.

La seguridad social se enfrenta a grandes desafíos. El mundo ha cambiado de tal forma que los
pilares que constituyeron la base de sustentación de la seguridad social en el pasado, han
empezado a fragmentarse y debilitarse considerablemente, por lo que muchas de las reformas
que se proponen, en apariencia, para fortalecerla, como ha pasado recientemente en América
Latina, terminan desnaturalizándola totalmente. Uno de los grandes desafíos de la seguridad
social es el de la ampliación o extensión de su cobertura en un contexto económico, político,
social y cultural, absolutamente adverso a tales propósitos. Pero, la ampliación de la cobertura
de la protección social se está logrando en algunos países latinoamericanos, merced a un
expansionismo de la asistencia social, entendida, básicamente, como transferencia directa de
recursos, principalmente, dinerarios, sin contraprestación alguna por parte de los beneficiarios
de la ayuda económica asistencial, hecho que no contribuye a superar los estados de
desprotección social, sino a mantenerlos atenuados en su potencialidad, lo que convierte a la
política social pública en una modalidad de asistencia clientelar, legitimadora de un
determinado orden social y político. Demostrar este aspecto, premisa básica, constituye el
principal objetivo de la presente ponencia.

<!--[if !supportLists]-->1. <!--[endif]-->La Seguridad Social: Un instrumento de protección


social

Las organizaciones internacionales del tipo de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la


Organización Internacional del Trabajo (OIT), así, como los organismos especializados en
seguridad social, tal es el caso de la Asociación Internacional de la Seguridad Social (AISS), en
los últimos años, han llamado la atención de los Estados Miembros sobre el crecimiento de la
población en situación de pobreza, concebida no sólo como privación económica, sino como
una situación de desprotección e indefensión, y, las dificultades de la seguridad social no sólo
para buscar solución al fenómeno de la pobreza, sino para evitar que el mismo siga
expandiéndose y captando sectores de la sociedad.
La seguridad social, bajo el enfoque de las políticas públicas, particularmente, política social e,
igualmente, bajo el escrutinio del sector privado de la economía, ofrece la posibilidad de
miradas múltiples. Es, sin duda, para muchos autores, una política laboral y, como tal,
contribuye a la reproducción de la fuerza de trabajo. Es, igualmente, un impuesto a la nómina
laboral que incrementa el costo de la fuerza de trabajo. Es, un mecanismo de distribución de
renta o riqueza social producida; por consiguiente, una compensación por el esfuerzo realizado;
y, por último, es, el reconocimiento social a un derecho humano y una responsabilidad
compartida fundada en la solidaridad social.

El enfoque, concepción o fundamentación que se determine de la seguridad social signará su


estructura y funcionamiento e, inclusive, su carácter y alcances tanto en términos de
cobertura poblacional y de cobertura contingencial (estados de necesidad-contingencias),
como sistema de protección social y, trazará las líneas que en los distintos países del mundo
asume la seguridad social y los regímenes o ramos que la constituyen, en términos de modelos.
Dos grandes orientaciones o tendencias guían la configuración y diseño de los sistemas de
seguridad social: cobertura universal o cobertura sectorial o profesional. Por lo general, los
sistemas de seguridad social asumen modelos mixtos, conformes a las características socio-
económicas de los pueblos y a los mismos regímenes de aseguramiento de las contingencias.
<!--[if !supportLists]-->2. <!--[endif]-->La Seguridad Social en América Latina y el Caribe:
Campo o ámbito de aplicación de los Seguros Sociales.

El sub-continente latinoamericano y caribeño presenta características muy particulares en


materia de seguridad social. Cuatro grandes momentos, etapas, períodos o fases, son
distinguibles en la evolución histórica de la seguridad social, en el entendido que utilizamos el
término seguridad social, no en el sentido restringido de una modalidad de aseguramiento, sino
en una más amplia que comprende variedad de formas de protección social: universales y
sectoriales; asegurativas y asistenciales; contributivas directas y no contributivas; obligatorias y
voluntarias; principales y complementarias. Un primer momento, el que comprende el largo
período colonial y republicano, hasta los inicios del siglo XX, cuando hace su aparición la
institución de los seguros sociales. Durante este prolongado período encontramos lo que
Manuel Almansa Pastor, denomina “Medidas Protectoras Inespecíficas” (Almansa Pastor,
1973); y, otros autores, como Javier Montezuma y Rafael Uzcátegui Díaz, prefieren llamar
“prehistoria” de la seguridad social, o, “etapa clásica” de la seguridad social. El segundo
momento, está marcado por la creación y evolución de los seguros sociales, con su concepción
o sesgo profesional, obrerista o laboralista, el cual puede, perfectamente, prolongarse hasta la
actualidad, es decir, la “etapa” moderna o, la “historia” de la seguridad social; pero, que,
preferimos, interrumpirlo, con el tercer momento, es decir, el proceso de reforma de la
seguridad social, en su versión seguros sociales, el cual se inicia en la década de los años 80 del
siglo pasado, para debilitarse, al menos en América Latina, hacia finales del siglo XX, cuando
irrumpe lo que podemos denominar, la contra-reforma de la seguridad social. Finalmente, el
cuarto y último momento, en pleno desarrollo, la revitalización de la asistencia social como
modalidad para ampliar la cobertura de la seguridad social y hacer de la seguridad social un
derecho de todos. Estos momentos son simplificados por Carmelo Mesa-Lago (Mesa-Lago,
1991), en sus múltiples estudios sobre la seguridad social en América Latina y el Caribe, al
establecer, a partir de la fecha de creación de los seguros sociales en latinoamérica y el Caribe,
una clasificación de los países en: pioneros, intermedios y tardíos. Países pioneros, son
aquellos, por ejemplo, Chile, Cuba, Argentina, Uruguay, en los que los seguros sociales, como
institución protectora de los trabajadores subordinados, se establecen en las primeras décadas
del siglo XX. Países intermedios, son la gran mayoría: México, Colombia, Perú, Ecuador,
Venezuela, en los que los seguros sociales, se crean a partir de los años cuarenta del siglo
pasado. Países tardíos, los países que han logrado más recientemente su independencia, tal es
el caso de los países del Caribe.

Los seguros sociales, en consecuencia, marcan una época en la protección social asegurativa de
la población latinoamericana y caribeña; y, por tal motivo, se convertirán en el epicentro de lo
que denominamos, proceso de reforma de la seguridad social, la cual, siguiendo a Mesa –Lago,
y, dependiendo, precisamente, de lo que suceda con la institucionalidad de los seguros sociales,
la reforma será estructural o no estructural. Las reformas estructurales son de tres tipos:
Modelo Sustitutivo; Modelo Paralelo; y, Modelo Mixto. Las reformas no estructurales, refieren
a la incorporación de algunos cambios no sustantivos.

La reforma estructural hace desaparecer en el corto, mediano o largo plazo, los seguros
sociales. La reforma no estructural, permite la continuidad de los seguros sociales, remozados
en algunos aspectos, y, su convivencia, con otros esquemas protectores y asegurativos. El
proceso de reforma de la seguridad social en América Latina y el Caribe, marca un hito, en
cierta manera, en la responsabilidad del Estado en cuanto a garantizar la seguridad social a
todas las personas, pues, en las estructuras organizativas de la seguridad social en América
Latina y el Caribe se observa la aparición de la mercantilización-privatización de la seguridad
social.

<!--[if !supportLists]-->3. <!--[endif]-->Cobertura de los seguros sociales y de la seguridad


social en América Latina y el Caribe antes y después de los procesos de reforma.

Los seguros sociales, como ha quedado señalado anteriormente, es la institucionalidad


asegurativa por excelencia en América Latina y el Caribe, durante el siglo XX, institucionalidad
que hace vida común con una heterogeneidad de organismos de carácter previsional de la más
diversa naturaleza: benéficos, caritativos, mutualistas, cooperativos, contractualistas y
asistenciales.

Los seguros sociales se consolidan en América Latina y el Caribe bajo el mismo esquema que le
dio origen en la Alemania de Bismarck, en 1883, es decir, como una modalidad de protección
obligatoria de la fuerza de trabajo que compromete por igual a trabajadores, empleadores y el
Estado, que frena la potencialidad del conflicto social obrero-patronal.

Los seguros sociales inician su plan de protección por las contingencias relacionadas con la
salud de los trabajadores y, progresivamente, avanza hacia otros ramos de aseguramiento,
como por ejemplo, la pérdida de los medios económicos de vida como consecuencia de causas
biológicas: enfermedad, accidente, vejez, muerte; y, la pérdida del empleo.

En 1952, La Oficina Internacional del Trabajo, (OIT), en la conferencia de ese año, aprueba el
Convenio 102, mejor conocido como “Norma Mínima de Seguridad Social”, en la que se
establecen las contingencias mínimas que deben cubrir los seguros sociales en los países que
suscriban y ratifiquen el Convenio y los sectores de población amparados.

El sesgo profesionalizante o laborista que se da a los seguros sociales desde su inicio resultará, a
la postre, en una de sus mayores debilidades, por cuanto, los seguros sociales se mantienen con
una cobertura poblacional muy baja- fuerza de trabajo ocupada en el sector formal de la
economía-, lo que sirve de argumentación para que cobre ímpetu la tendencia universalista;
pero, bajo un esquema de responsabilidad individual, con lo que pierde fuerza la solidaridad
intergeneracional y la dignidad humana, como principios filosóficos, doctrinarios e ideológicos
que sustentan la seguridad social como derecho humano fundamental.

El argumento reformador es el de la ampliación de la cobertura, básicamente, en pensiones y


salud; pero, el resultado ha sido contrario a lo esperado, sí, es que en verdad, se pensó que un
cambio de actores (público-privado) y una modalidad de aseguramiento (colectivo-individual),
podía ofrecer resultados distintos a los obtenidos.

Los seguros sociales se mantienen en relación directa con los mercados laborales y la
formalidad laboral. Su campo de aplicación personal, como se ha dicho, por lo general, es el
porcentaje de la Población Económicamente Activa (PEA), ocupada en el sector formal de la
economía, salarizada y localizada en centros urbanos y polos de desarrollo industrial, cifra que
hasta el inicio de la reforma no superaba, en promedio, el 30% de la PEA. Y, luego, del freno
puesto al proceso reformista, se incrementa a un promedio regional de 40%, incluyendo en este
promedio la cobertura de la seguridad social en Chile y Costa Rica, las de más alta cobertura
poblacional regional. Con la reforma de la seguridad social, desde la perspectiva pensional,
elemento central de la reforma y definitorio en un sistema de seguridad social, al inicio, como
se ha indicado, la cobertura tiende a ampliarse; pero, tan pronto aparecen los desequilibrios en
la producción y en los mercados laborales, la tendencia expansiva se frena y comienza a
retroceder, cualitativa y cuantitativamente.
La reforma, al menos, la reforma pensional, no cumplió, en su inicio e, igual, posteriormente, el
objetivo de ampliar la cobertura pensional en América Latina y el Caribe, lo que facilita la
aparición de una corriente favorable a la contra-reforma. En materia de cobertura de la
seguridad social conviene distinguir entre cobertura legal, cobertura estadística y cobertura
real. La primera, es posible que tienda a la universalidad, “todas las personas tienen derecho a
la seguridad social”; la segunda, es más restrictiva y refiere a quienes tienen la posibilidad de
afiliarse, por ejemplo, “los trabajadores sometidos a relaciones laborales de subordinación o
dependencia, cualquiera sea el salario y medio de desenvolvimiento: urbano o rural”. Y, la
tercera, los trabajadores, que, en definitiva, se afilian y cotizan regularmente. Estas tres formas
de medir la cobertura de la seguridad social, por lo general, no coinciden. La cifra más baja, es,
siempre, la de la cobertura real. Y, esta cobertura es, la que según medición hecha por la CEPAL,
no supera el 40% en toda América Latina y el Caribe

<!--[if !supportLists]-->4. <!--[endif]-->Los Desafíos de la Seguridad Social en América Latina y


el Caribe
América Latina y el Caribe comparten los retos y desafíos que tiene planteados la seguridad
social en el mundo entero.

La AISS, bajo la vocería de Kiefer Sutherland, destaca las bondades de la seguridad social e,
igualmente, los grandes desafíos a los que se enfrenta en la actualidad. Veamos:

<!--[if !supportLists]-->a) <!--[endif]-->Cada día y todos los días, la seguridad social mejora la
calidad de vida de las personas

<!--[if !supportLists]-->b) <!--[endif]-->La seguridad social hace más que otorgar un seguro en
tiempos de necesidad

<!--[if !supportLists]-->c) <!--[endif]-->La seguridad social asegura la dignidad

<!--[if !supportLists]-->d) <!--[endif]-->La seguridad social contribuye a la estabilidad social


<!--[if !supportLists]-->e) <!--[endif]-->La seguridad social es un motor del desarrollo
económico sostenible

<!--[if !supportLists]-->f) <!--[endif]-->La seguridad social es un derecho universal fundamental

Estas bondades se opacan y oscurecen cuando Sutherland aborda los desafíos actuales de la
seguridad social, a saber:

<!--[if !supportLists]-->a) <!--[endif]-->Abordar el envejecimiento de la población

<!--[if !supportLists]-->b) <!--[endif]-->Enfrentar la crisis financiera y económica


<!--[if !supportLists]-->c) <!--[endif]-->Reducir la brecha de la cobertura

<!--[if !supportLists]-->d) <!--[endif]-->Lograr una gobernanza sólida

<!--[if !supportLists]-->e) <!--[endif]-->La voluntad política y el rol del Estado en alcanzar la


meta.

¿Cuál es la meta de la seguridad social en nuestros días?. Lograr que el alcance de la seguridad
social se extienda a todas las personas del mundo sin exclusión alguna.

Ciertamente, temas como el envejecimiento de la población, los cambios en los mercados


laborales, la inflación y la inseguridad en los mercados financieros, conspiran contra la
sustentabilidad de los sistemas de seguridad social, tanto contributivos directos como
indirectos o fiscales.
La población mundial tiende a envejecer y las tasas de reemplazo poblacional se debilitan de
manera considerable. El envejecimiento de la población ligado con la imposibilidad de los
aparatos productivos nacionales para absorber la fuerza de trabajo que anualmente se
incorpora al mercado de trabajo, son factores que inciden negativamente en la seguridad
social. La seguridad de ingresos en la vejez es uno de los objetivos prioritarios de la seguridad
social; pero, este objetivo se estableció en un mundo joven, con elevadas tasas de reemplazo
poblacional, índices de mortalidad infantil y general altos, que acortaban la esperanza de vida
al nacer, y, mercados laborales mediados por relaciones típicas laborales, bajo esquemas
salariales y de subordinación o dependencia de un empleador o patrono. Estos factores
determinaron que se fijaran edades muy tempranas para la desincorporación laboral y, en
algunos casos, requisitos flexibles en cuanto a edad cronológica, número de cotizaciones y
monto de los beneficios pensionales, con modalidades de ajuste periódico. La situación en la
actualidad es diametralmente opuesta.

La inflación, fenómeno altamente perturbador de la economía y tranquilidad de la población, es


devastadora de las economías individuales y familiares. El costo de mantener la salud es
sumamente elevado e, igualmente, mantener, el poder adquisitivo del monto de las pensiones,
lo que da lugar a los desequilibrios económicos y financieros de los sistemas de seguridad social
y, eventualmente, a la reducción de beneficios prestacionales, característica esencial de los
sistemas de seguridad social de la actualidad, inclusive, los regímenes seguristas totalmente
privados.
La inestabilidad de los mercados financieros es otro factor que incide desfavorablemente en la
seguridad social. Los fondos de pensiones ameritan realizar inversiones rentables y seguras
para preservar las reservas técnicas que permiten financiar a corto, mediano y largo plazo las
pensiones causadas, lo que ofrece, sin duda, la seguridad de ingresos prometida por los
sistemas de seguridad social. Los mercados financieros se muestran inestables, con crisis
recurrentes, que ponen en peligro la rentabilidad de las inversiones y la seguridad de ingresos
para los pensionados.

Mejorar la estabilidad y sustentabilidad de la seguridad social, pasa por atender los desafíos
señalados, caso contrario, la seguridad social perderá sus atributos y bondades, generando
gran conflictividad social.

<!--[if !supportLists]-->5. <!--[endif]-->La revitalización de la asistencia social


En América Latina y el Caribe se alcanzó durante las primeras cuatro décadas alguno remedos
del “Estado de Bienestar”, que, el capitalismo avanzado e, igual, los países socialistas, habían
conquistado después de la Primera Guerra Mundial. A partir de la década de los años 40, se
incorpora en los Pactos Políticos Latinoamericanos, la noción del constitucionalismo social, que
había nacido en México, con la Constitución de Querétaro, en 1917.

Muchos países latinoamericanos logran desarrollar un marco institucional de bienestar social,


de tipo asistencial, conjuntamente, con la instauración de lo seguros sociales. Esta tendencia se
mantiene con sus bajas y altas hasta la década de los años 80, cuando el pensamiento
neoliberal en boga obliga una reducción de la participación del Estado y, consecuencialmente,
del gasto público en lo social, para dejar espacio al libre actuar de las fuerzas del mercado. Este
libre actuar alcanza a la seguridad social (seguros sociales) contributiva y pública, y abre las
compuertas para la concepción de una seguridad social menos solidaria, más mercantilizada e
individualizada, contraria al principio de la universalidad de la seguridad social.

El evidente fracaso de esta tendencia, al menos, en el propósito, si, ciertamente, lo hubo, de


ampliar la cobertura de la seguridad social, hace que en América Latina y el Caribe reflote el
populismo como acción gubernamental y, junto con él, el asistencialismo social como política
pública orientada a ampliar la cobertura de la protección social a las masas de población
históricamente excluidas y a los nuevos pobres.
Armando Barrientos, describe apropiadamente esta situación. Al respecto, afirma:

“La protección social, y especialmente la lucha contra la pobreza, han pasado a encabezar la
agenda política en América Latina.(…) No es sorprendente que los gobiernos emergentes de
centroizquierda en América Latina presten cierta atención a la pobreza y la desigualdad dadas
sus bases de apoyo naturales y su ideología. En cambio, sí es inusual que gobiernos de centro
derecha (…) hayan identificado la protección social como un área prioritaria y se hayan
comprometido a ampliar los programas existentes de transferencias para combatir la pobreza
(…) Lo que caracteriza el reciente interés por la protección social es la proliferación de
programas de transferencias de ingresos a hogares en situación de pobreza. Mientras que las
políticas de los 90 se centraron principalmente en reformas a la seguridad social, la década de
2000 ha estado dominada por la expansión de la asistencia social. Durante el siglo XX, los
sistemas de protección social de la región estuvieron dominados por la seguridad social y el
principio de contribución. El crecimiento de los programas de transferencias para combatir la
pobreza desde comienzos del siglo XXI, en cambio, hizo hincapié en la asistencia social y el
principio de ciudadanía (…)”.(Barrientos, 2012)
La seguridad social es un derecho social, fundamental, de toda persona, así lo ha reconocido la
Declaración Universal de los Derechos Humanos y, buena parte, de las Constituciones Políticas
latinoamericanas y caribeñas; por consiguiente, a nuestro juicio, el tema del enfrentamiento de
la pobreza no es cuestión de la prioridad que se le conceda a lo contributivo o a lo asistencial.
En la actualidad, la seguridad social, concebida como derecho, comprende toda forma de
protección social: segurista o asistencial. La seguridad social, desde la perspectiva contributiva,
supone que las personas tienen las posibilidades y oportunidades para obtener los medios de
vida, satisfacer sus necesidades y asegurar su protección social en todo momento o etapas de la
vida humana. El resplandecer del asistencialismo, no se debe al carácter contributivo de una
cierta concepción limitada de la seguridad social, es, a decir verdad, el reconocimiento político
de la incapacidad para colocar a las personas en condiciones para procurarse sus medios de
vida mediante el trabajo productivo. El asistencialismo no es condenable; pero, la simple
transferencia de ingresos económicos a las personas y familias consideradas pobres, lo que ha
sido probado a lo largo de la historia humana, no ha sido, ni será, la vía para garantizar calidad
de vida y bienestar.

<!--[if !supportLists]-->6. <!--[endif]-->Hacia una redefinición de la política social y la


seguridad social.

Cuatro documentos, de fecha reciente, emanados de la OIT, OMS y de la AISS, marcan la pauta
para una redefinición de la política social y de la seguridad social.
A finales del siglo XX y comienzos del siglo XXI, la OIT, preocupada por el rumbo que
adquirieron los procesos de reforma de la seguridad social; la tendencia al envejecimiento de la
población; los cambios en los mercados laborales; las crisis financieras; y, el impacto de estos
fenómenos en el equilibrio financiero de los sistemas de seguridad social, elaboró tres
documentos con contenidos de gran importancia y significación para la seguridad social.

El primero de estos documentos, se denomina “Seguridad Social: Un nuevo consenso”. En este


documento, la OIT hace una revisión profunda de la situación mundial de la seguridad social y
su vinculación con las políticas de desarrollo social y económico. Parte, la OIT, de un supuesto
básico, el logro alcanzado por la seguridad social en el pasado es producto del consenso de
empleadores privados, trabajadores y el Estado. Este consenso se fracturó con las políticas
neoliberales que se impusieron en gran parte de los países del mundo, en las dos últimas
décadas del siglo XX, con resultados lamentables para la seguridad social y, en general, para
todos los programas públicos de protección social; por consiguiente, hoy día, se requiere de un
nuevo consenso para fortalecer la seguridad social como principal instrumento de protección
social.
El segundo documento de la OIT, de indudable trascendencia, es el que contiene “la estrategia
de trabajo decente para luchar contra la pobreza”. Con esta estrategia, la OIT busca,
efectivamente, adecentar el trabajo de los seres humanos, procurando mayor estabilidad en el
empleo, mejores remuneraciones, mayor protección social de los trabajadores, acceso a las
redes de servicios sociales y un regreso al diálogo social. Posteriormente, en el año 2012, la OIT,
conjuntamente, con la OMS, dan a conocer el Informe elaborado por una Comisión presidida
por Michelle Bachelet, ex presidenta de Chile, bajo el título: “Piso de Protección Social”. En este
documento, la Comisión, llama la atención mundial, sobre la necesidad de definir una política
social que supere la situación de pobreza en la que se encuentra un alto porcentaje de la
población del planeta. Con la política, “Piso de Protección Social” se busca garantizar seguridad
de ingresos en la vejez; acceso a los servicios de salud, atención médica integral y de calidad,
ante el riesgo de pérdida de la salud por enfermedad o accidente por cualquier causa; y, acceso
a la red de servicios sociales. Esta política combina programas seguristas y asistenciales y el
propósito es ampliar la cobertura de la protección social. Finalmente, un cuarto documento,
emanado de la AISS, bajo el título: “Una Seguridad Social Dinámica: Asegurar la estabilidad
social y el crecimiento económico”, nos presenta un nuevo panorama de la seguridad social y su
importancia como factor fundamental del desarrollo económico de los pueblos.

Los cuatro documentos, brevemente reseñados, ofrecen a los gobiernos del mundo
orientaciones precisas y válidas para redefinir la política social, orientándola a la conquista de la
meta de ofrecer seguridad social para todas las personas sin exclusión alguna.
Para el caso particular de América Latina y el Caribe, conviene, destacar, también, por su
importancia, la Carta Andina de Seguridad Social y los Acuerdos Bilaterales y Multilaterales en
materia de Seguridad Social, suscritos por los gobiernos de los países miembros de la
comunidad andina. De igual importancia, es el “Acuerdo Multilateral de Seguridad Social del
MERCOSUR”.

<!--[if !supportLists]-->7. <!--[endif]-->El desafío de la extensión de la cobertura de la


seguridad social en América Latina y el Caribe.

América Latina y el Caribe, constituye un sub-continente en el que la seguridad social, desde su


instauración en estas latitudes, asumió el sesgo característico de los seguros sociales, es decir,
el sesgo laboralista o profesional, lo que dio como resultado una baja cobertura poblacional
derivada de la importancia del sector primario de la economía y un escaso desarrollo
industrial; por consiguiente, poca población asalariada susceptible de cotizar o contribuir con el
financiamiento de los seguros sociales.
Oscar Hernández Álvarez, analiza acertadamente esta situación de la cobertura poblacional de
los seguros sociales en Latinoamérica, coincidente con el diagnóstico realizado por Carmelo
Mesa-Lago.

“(…) En realidad el gran déficit de las sociedades latinoamericanas en relación con sus
trabajadores no se encuentra en relación a la existencia de una adecuada legislación laboral
sino en la seguridad social.(…) la gran dificultad que experimentan muchos trabajadores que, en
general, disfrutan de la tutela legislativa laboral, aparece cuando deben afrontar contingencias
que no pueden atender adecuadamente con su salario y demás beneficios legales o
contractuales. Cuando el trabajador enferma, muere o entra en una desocupación crónica,
cuando se hace viejo y pierde sus facultades productivas, el Derecho Laboral deja de ser un
instrumento adecuado de ayuda. Es entonces cuando la seguridad social debería prestar al
trabajador el auxilio que ya no le da el Derecho del Trabajo y es entonces cuando
desgraciadamente, la seguridad social en muchos países de la región latinoamericana aparece
como bastante inadecuada para llevar a cabo esta importante misión”. (Hernández Alvarez
(2009)

Este mismo autor, fundado en cifras provenientes de la CEPAl, en informe sobre “La Protección
Social de cara al futuro: acceso, financiamiento y solidaridad”, señala, que: “(…) Para el año
2006 el porcentaje de trabajadores de la región que cotizaba a la seguridad social era apenas
del 38,7%. Esta cifra (…) supone un promedio que comprende desde los países con cobertura
más amplia (Costa Rica, con el 65,3% y Chile con el 64,9%) hasta los de cobertura más baja (
Paraguay 13,5% y Perú 13%). Esta baja cobertura de la seguridad social se corresponde con la
existencia de un alto porcentaje de la población (42%) que se encuentra debajo de la línea de
pobreza y sin protección social básica” (Hernández Álvarez, 2009)

Este drama social de América Latina, que existe, que es real, trata de ser abordado por los
gobiernos de distinto tipos mediante medidas y programas de corte asistencial, transfiriendo
recursos económicos a las personas y familias privadas de dichos recursos. Consideramos, que,
el asistencialismo, por sí solo, no es la vía correcta para extender la cobertura de la seguridad
social y la protección social. El asistencialismo, puede constituir un piso de protección social,
como lo recomienda la OIT; pero, para construir sobre él, otros pisos de protección, garantes de
una mejor y mayor calidad de vida y un mayor bienestar social de la población en su conjunto.
Hacer de las medidas asistenciales un fin en sí mismo, es dilapidar recursos por cuanto la
situación de pobreza, concebida integralmente, no se supera con limosnas, sino con un
enfrentamiento pleno que tenga por norte el desarrollo de la actividad económica sustentable,
la educación de la población y la generación de empleo de calidad para la fuerza de trabajo.
Sí, tales condiciones se dan, las personas están en capacidad de generar sus medios de vida y
contribuir al financiamiento de su seguridad social, bajo un marco de solidaridad y justicia
social.
<!--[if !supportLists]-->8. <!--[endif]-->Asistencialismo vs Seguridad Social en Venezuela

Venezuela, es el país anfitrión de esta Conferencia de CLACSO, por tanto, merece una
consideración especial respecto al tema abordado. A partir de la tercera década del siglo XX,
Venezuela, dio inicio a lo que se conoce como proyecto modernizador, en cuya ejecución
cumplió papel importante el Estado, alimentado por una renta petrolera creciente que
permitió, entre otras acciones, establecer un marco institucional importante de carácter
asistencial, el cual pierde intensidad a finales de siglo, para dar lugar a una restricción
significativa de la participación del Estado en lo social, típica acción de los programas de ajuste
recomendadas por los organismos financieros internacionales.

En Venezuela, el siglo XXI, ha significado el retorno del populismo, bajo un modelo de desarrollo
económico, social y político, bautizado con el nombre de “socialismo del siglo XXI”. Este
socialismo, tiene, por característica, la acentuación del asistencialismo como política social del
Estado, mediante la creación y puesta en marcha de una serie de programas (misiones sociales)
estructurales, unos; y, coyunturales otros. Se trata de una política de transferencia neta de
recursos monetarios y otras prestaciones hacia sectores de población de bajos recursos
económicos. La seguridad social, o, mejor dicho, los programas sociales contributivos, han
quedado al margen, ahogados por el asistencialismo social, con el cual se ha distribuido parte
de la renta petrolera en los sectores de población con privación económica. El régimen
contributivo de los seguros sociales se ha fundido o fusionado con el régimen no contributivo o
asistencial, si demarcación alguna que los separa e identifique. En Venezuela, desde este punto
de vista, muestra tendencia a la extensión de la cobertura de la protección social, sin tener para
ello una base sólida de sustentación financiera.
Bibliografía

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Social. Editorial. Tecnos. Madrid, 1973.
<!--[if !supportLists]-->· <!--[endif]-->Asociación Internacional de la Seguridad Social. Una
Seguridad Social Dinámica: Asegurar la Estabilidad Social y el Crecimiento Económico. Evolución
y Tendencias. Informe Global 2010. Ginebra.

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<!--[if !supportLists]-->· <!--[endif]-->Hernández Álvarez, Oscar. “Tendencia de los


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Un nuevo consenso. Ginebra 2002.

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mediante el Trabajo. Memoria del Director General. Conferencia Internacional del Trabajo. 91ª.
Reunión 2003. Ginebra.

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Mundial sobre la dimensión social de la globalización: Por una globalización justa crear
oportunidades para todos. Ginebra, 2004.

<!--[if !supportLists]-->· <!--[endif]-->Organización Internacional del Trabajo . “Piso de


Protección Social para una Globalización equitativa e inclusiva”. Informe del Grupo consultivo
presidido por Michelle Bachelet, convocado por la OIT con la colaboración de la OMS. Ginebra,
2011.

Publicado 12th November 2013 por Absalón Méndez Cegarra

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ABSALON MENDEZ CEGARRA

Licenciado en Trabajo Social, Abogado, Doctor en Ciencias Sociales. Coordinador del Postgrado
integrado en Seguridad Social FACES. UNIVERSIDAD CENTRAL DE VENEZUELA
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DISOLUCIÓN INMEDIATA DE LA ANC


Absalón Méndez Cegarra

La reiterada oferta de diálogo que hace Nicolás Maduro, absolutamente falsa y engañosa, no
otra cosa que un parapeto para algunos escarceos de aparentes conversaciones, realizadas,
curiosamente, fuera del país, es la estrategia gubernamental para ganar tiempo y simular ante
la comunidad internacional disposición para superar la crisis política nacional, con partes o
conversadores carentes de representatividad, razón por lo que las partes deben acudir a
fiadores internacionales ante la desconfianza de unos y otros y a chaperonas,

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