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CAPÍTULO

“La casa del tesoro”:


En busca del alfolí de Dios

Christian Varela

“Traed todos los diezmos al alfolí” (Mal 3:10),1 o literalmente “a


la casa del tesoro”, fue la invitación dada al pueblo por el último profeta
del Antiguo Testamento.2 En muchas Iglesias Adventistas del Séptimo
Día (IASD), cada sábado se entonan las estrofas del himno 522 donde
el coro de manera enfática exclama una clara referencia a este men-
saje profético: “Oh, traedme el diezmo al granero”.3 Pero, ¿cuál es el
“alfolí”, “granero” o “casa del tesoro” donde deben ser entregados los
diezmos? ¿Es la iglesia local o la Asociación? ¿Evidencia la Biblia un
sistema centralizado de administración de diezmos como lo sostiene
la IASD? Para responder a estas cuestiones, se realizará un estudio en
las Escrituras y en Elena de White. Luego, se exhibirá el beneficio orga-
nizacional de la IASD sobre los principios encontrados como también
las ventajas del sistema de administración vigente de la IASD.

1
Para un estudio sobre el significado de este texto, véase David Asmat y Joel Iparraguirre,
“‘Traed los diezmos al alfolí’: Entendiendo Malaquías 3:10”, Berit Olam 12/2 (2015): 32-57.
2
La expresión hebrea beth ha’otsar ha sido traducida como alfolí (Reina Valera 1960), “teso-
ro del templo” (Latinoamericana 2005, Biblia de Nuestro Pueblo, Dios Habla Hoy), “fondos del templo”
(Nueva Versión Internacional), “granero del templo” (La Palabra de Dios para todos), “almacenes del
templo (Biblia la Palabra) o “tesoro” (Reina Valera Actualizada 2015).
3
“Suenen las palabras [Himno 522]”, Himnario adventista, ed. 2009 (Buenos Aires: Asocia-
ción Casa Editora Sudamericana, 2009).

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El señorío de Cristo y la mayordomía cristiana

El alfolí en el Antiguo Testamento

Las referencias bíblicas que presentan la reglamentación y prác-


tica del diezmo en el Antiguo Testamento (AT) abarcan tres periodos
explícitos: Las prescripciones dadas a Moisés durante el peregrinaje
a la tierra prometida (Levítico, Números y Deuteronomio), el reinado
de Ezequías (2 Crónicas) y el período pos-exílico (Nehemías y Mala-
quías).4 De esta información se buscará identificar el “alfolí” o lugar de
administración de los diezmos veterotestamentarios.

El alfolí en las prescripciones del Pentateuco

Las referencias más antiguas sobre la práctica del diezmo se


encuentran en los tiempos patriarcales. La primera se halla en el en-
cuentro de Abram con Melquisedec luego de su triunfo sobre Que-
dorlaomer y los reyes aliados (Gén 14:20). Abram realiza una entrega
voluntaria, personal y agradecida al sacerdote en respuesta a la vic-
toria que Dios le dio frente a sus enemigos al rescatar a su familia
(14:18-20).5 En este caso, el sacerdote de Salem, Melquisedec, es el
receptor del diezmo del patriarca.6
Luego, Jacob, escapando hacia la tierra de su madre tras en-
contrarse con Jehová decide aceptarlo como su Dios y hacer una
entrega fiel de los diezmos por las bendiciones recibidas (Gén 28:20-
22). El relato no especifica quien fue el receptor del diezmo dado
por Jacob. De esta manera, estos hechos evidencian que la práctica
del diezmo consagrado a Jehová fue utilizado antes de la leyes mo-
saicas, lo que permite que su naturaleza sea un principio de mayor-
domía universal dentro del contexto de la adoración del hombre al
reconocer las bendiciones divinas.7

4
Si bien aparece en Amos 4:4 no será tomado en cuenta porque no hace alusión significativa
a nuestro estudio.
5
Charles Bradford, “Mayordomía”, en Tratado de Teología Adventista del Séptimo Día (Bue-
nos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2009), 736.
6
Robert J. Kloosterhuis, “¿Dónde se encuentra el alfolí?”, Ministerio Adventista. (Noviembre
– Diciembre 1998): 17.
7
Para más detalle, véase Paul B. Petersen, "El diezmo como una expresión de fe" en este
volumen.

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“La casa del tesoro”: En busca del alfolí de Dios

Tras los años de esclavitud en Egipto, Jehová rescata y se


manifiesta a su pueblo en el Sinaí para revelarles su voluntad como
nación escogida y santa (Ex 19:4-5; Lev 27:34). Las prescripciones
dadas a Moisés muestran un interés definido por Dios para que su
pueblo entregue los diezmos tanto de los frutos del campo en granos
y ganado (Lev 27:30). El texto aclara un principio fundamental, este
le pertenece al Señor: “De Jehová es. Es cosa dedicada a Jehová”, “el
diezmo es consagrado a Jehová” (v. 32). La reglamentación levítica
permitía cambiar el diezmo de la cosecha por dinero en vez del trigo o
algún otro producto añadiendo la quinta parte, pero no podría hacer-
se lo mismo con el diezmo del ganado, donde uno de cada diez debía
ser entregado al Señor (v. 31-32).
Un detalle fundamental en la teología y praxis de la administra-
ción y uso de los diezmos es la comprensión del santuario/templo y
sus servicios. El santuario/templo estuvo al cuidado de la familia de
Leví. Los sacerdotes, ministerio restringido a la familia de Aarón (Éxo
28:1-4; Lev 8-9; Num 17). Además, el resto de familiares de Leví, debían
asistir a los sacerdotes en los deberes de manutención y transporte del
tabernáculo portátil durante el peregrinaje (Num 3:5-10; 4:1-49; 18:1-
32). El sacerdocio era una parte integral del santuario. Sin mediación
sacerdotal la sangre expiatoria era nula. Como mediador, el sacerdote
era responsable de la expiación del pueblo (Num 28:22). Los pecados
eran transferidos al sacerdote al ingerir la carne y, por lo tanto, cargaba
el pecado del pueblo y así hacía expiación por ellos (Lev 6:17-19, 25-26,
29; 7:6, 7; 10:17; cf. Éxo 28:38). El ministerio levítico era fundamental
para el sostén de todos estos servicios ya que de este modo Dios re-
velaba las prefiguraciones de la salvación a su pueblo y de todas las
naciones de la tierra a través del santuario/templo.8
Dios llama a los hijos de Leví a dedicarse a una obra de tiempo
completo y consagrada, no teniendo herencia en la repartición de la
tierra de Canaán (Num 18:20) y siendo sostenidos por sus hermanos
a través de los diezmos (Num 18:21). De esta manera se confirma que
el diezmo le pertenece al Señor. Él decidió darlo “a los hijos de Leví” (vv.
21, 24, 26). A su vez, ellos debían dar el diezmo, del diezmo recibido, al
sacerdote o sumo sacerdote en el tabernáculo (Num 18:28). Los diez-
mos de todo Israel debían ser utilizados para compensar el “ministerio”
de tiempo completo de los “hijos de Leví” por su servicio (Num 18:21,

8
Raúl Quiroga, “El santuario es el lugar”, DavarLogos 10/2 (2011):167-188.

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El señorío de Cristo y la mayordomía cristiana

31). A partir de estas prescripciones, se comienza a detallar a los sa-


cerdotes y levitas como el “alfolí” en el tabernáculo, para el sustento de
sus ministerios (Num 18:21, 26, 28).
Luego de cuarenta años de peregrinaje, Jehová nuevamente da
prescripciones sobre el diezmo a Moisés, principalmente al llamado
segundo diezmo.9 Se instruye a los adoradores a dar un diezmo anual
en el que se podía cambiar los productos por plata para ser llevado al
lugar escogido (14:22-26). De acuerdo a Deuteronomio 12:6, 11, 17;
14:23; queda prescrito la localización de entrega de los diezmos en
el lugar que Jehová designó para su residencia, sea el tabernáculo o
el templo, descartando la posibilidad de que el adorador retenga sus
diezmos en la localidad, sino que al parecer sería centralizado en el
tabernáculo/templo. Aunque también se detalla que pertenecía a la
familia y podía ser consumido en el santuario como una ofrenda de
gratitud junto con los levitas y los siervos (12:6, 11,12, 17-19), sin em-
bargo, cada tres años debían consagrar un diezmo que tendría un uso
diferente ya que quedaba en posesión del diezmante con el fin de ser
usado en la ciudad local para no desamparar al levita que está en las
poblaciones (Deu 14:27) y alimentar a los extranjeros, viudas y huérfa-
nos (26:12). La razón teológica de la devolución del diezmo es contun-
dente: “Aprender a temer a Jehová tu Dios todos los días” (14:23).
En conclusión, el Pentateuco evidencia en algunos pasajes que
el diezmo era llevado por los adoradores al “alfolí” designado por Dios:
sacerdotes, levitas y el tabernáculo, donde eran administrados en favor
del servicio del santuario, centro de la revelación salvadora de Jehová.

El alfolí en el reinado de Ezequías

Durante la monarquía unida y dividida no se presentan textos


claros con respecto a la práctica ni al uso del diezmo—exceptuando
el reinado de Ezequías. Sin embargo no quita que haya sido amplia-
mente practicado. Lo que se debe tener en cuenta en la construcción
del templo, es la realización de las cámaras especiales para la reco-
lección de ofrendas, que seguramente incluía también los diezmos
(1 Rey 7:51; 1 Cro 28:12, 19). El rey Ezequías en su reforma religiosa
luego de la apostasía de su padre Acaz, reorganizó el servicio de los
9
Para mayor información sobre el uso de estos diezmos véase Daniel Plenc, “Uso diverso
del diezmo en el Pentateuco”, Theologika 28/8 (2013):166-183. Edward G. Reid, In Search of the Sto-
rehouse, 6-7.

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“La casa del tesoro”: En busca del alfolí de Dios

sacerdotes y levitas conforme a sus turnos para servir en el templo


que había sido abandonado por años (2 Cro 31:2). Los ciudadanos de
Jerusalén y de Judá comenzaron a llevar sus ofrendas y diezmos para
este emprendimiento de reorganización (v. 5). Los diezmos fueron lle-
vados a Jerusalén de “todas las cosas”, entre ellos “vacas y ovejas; y
trajeron los diezmos de lo santificados” (v. 6). El diezmo fue acumulado
en montones, por lo que el rey mandó a preparar o acondicionar más
cámaras en el templo para depositar allí “las primicias y los diezmos
y las cosas consagradas” (v. 11-12). Y junto con el sumo sacerdote
Azarías, encargaron la tarea de administrar estos recursos a los levitas
Conanías y Semei. Los responsables iban a las ciudades sacerdotales
“para dar con fidelidad a sus hermanos sus porciones” de manera equi-
tativa (v. 15), dando el diezmo a “los varones anotados por sus linajes,
de tres años arriba, a todos los que entraban en la casa de Jehová” (v.
16) como a la mantención de todo el linaje levítico (vv.17-19). De esta
manera, se evidencia que la recolección y distribución de los diezmos y
ofrendas fue centralizada en el templo de Jerusalén por los sacerdotes
y levitas, designados por el rey y el sumo sacerdote.

El alfolí en el periodo pos-exílico

Luego del cautiverio babilónico, con el templo destruido, el ser-


vicio de diezmos parece no haberse practicado. No obstante, es bajo
el liderazgo y la reconstrucción dirigida por Nehemías que Jerusalén y
Judá toman la iniciativa de reactivar el mandamiento divino. Los diez-
mos eran recibidos o recogidos en las ciudades por los levitas (Neh
10:37b). Los levitas también debían dar el diezmo del diezmo recibido
(10:38). Al igual que en los tiempos de Ezequías, el templo contó con
“cámaras” donde eran puestas las ofrendas y los diezmos eran lleva-
dos y recogidos (10:37a). Los diezmos y ofrendas eran administrados
por personas idóneas para la distribución a los sacerdotes y levitas
(Neh 12:44). Durante la ausencia de Nehemías al regresar al palacio
del rey (aproximadamente 432 a. C.), el sacerdote Eliasib y el pueblo
dejaron abandonado la casa de Dios (13:4-13). A su regreso, Nehemías
restablece el sistema de diezmos y hace volver a los sacerdotes y le-
vitas a sus funciones para el servicio del Templo que habían abando-
nado por la falta de recursos (13:5, 11). En esa ocasión puso como
administradores al sacerdote Selemías, al escriba Sadoc y a los levitas

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El señorío de Cristo y la mayordomía cristiana

Pedaías y Hanán. Nuevamente su uso es para la manutención de sa-


cerdotes y levitas, y para las actividades del templo, evidenciándose
que la recolección y distribución de los diezmos estaban centralizadas
en el templo de Jerusalén.
Como se hizo referencia en la introducción, Malaquías, contem-
poráneo de Nehemías, en su mensaje de amonestación contra el sa-
cerdocio y desenfreno pactual del pueblo, los invitó a volver a Dios
y llevar los diezmos y ofrendas al “alfolí”, “granero” o “almacén” de la
casa de Dios. El hecho de que Dios acuse al pueblo de robar, implica el
concepto levítico de que el diezmo le pertenece a Él, y es robo retener el
diezmo y ofrendas fuera del alfolí o cámaras del tesoro del templo del
Señor donde eran administrados por los agentes designados por Dios.
Parece ser que su uso fue para que haya “alimentos”, es decir, recursos
para la manutención de los obreros encargados de los servicios del
Templo. Claramente, entonces, se puede concluir que el alfolí son los
almacenes o cámaras del templo.
Es posible concluir esta sección afirmando que existe evidencia
bíblica para afirmar que el diezmo era llevado o recolectado en el Tem-
plo de Jerusalén, lugar elegido por Dios para adorarle. De esta mane-
ra, allí era distribuido seguir las necesidades de los levitas de manera
equitativa de acuerdo a las familias sacerdotales y levíticas registra-
das en el servicio de la obra de Dios.

Cuadro comparativo de los diezmantes,


contexto, diezmo y teología

Administración/Admi-
Texto Diezmantes Contexto nistrador (alfolí o casa Diezmo Teología
del tesoro)
Botín ga-
Victoria sobre sus
Génesis 14:20 Abraham Sacerdote Melquisedec nado en la Agradecimiento
enemigos
batalla
Agradecimiento
Huida de Esaú a Todo lo que y reconocimien-
Génesis 28:22 Jacob No especifica
tierra extraña Dios le diere to de las bendi-
ciones de Dios
De los frutos
del campo,
Levítico Prescripción de El diezmo perte-
Israel No especifica del ganado
27:30-32 Jehová nece a Jehová
mayor y
menor

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“La casa del tesoro”: En busca del alfolí de Dios

Aunque el
Ofrenda diezmo le per-
Números Hijos de Prescripción de
Levitas ofrecida a tenece al Señor,
18:21, 26 Israel Jehová
Jehová él decide darlo a
los levitas
Los levitas
Números Sacerdote en el taber- deben ofrendar
Levitas Prescripción Contribución
18:28 náculo sus diezmos a
Jehová
Diezmo
Alegrarse por
Prescripción de El lugar escogido por junto con los
Deuteronomio las bendiciones
Israel Jehová en un Jehová para poner su holocaustos,
12:6 recibidas de
contexto pactual residencia ofrendas,
Dios (12:7)
etc.
Diezmo Alegrarse y
El lugar escogido por junto con los festejar por las
Deuteronomio Prescripción de
Israel Jehová para poner su holocaustos, bendiciones
12:11 Jehová
residencia ofrendas, recibidas de
etc. Dios (12:12)
El lugar escogido por
Alegrarse y fes-
Jehová para poner su Grano, vino,
tejar las obras
Deuteronomio Prescripción de residencia. El diezmo aceite, ga-
Israel de las manos
12:17 Jehová no puede quedar local- nado (vaca,
del diezmante
mente en la ciudad del ovejas)
(12:18)
diezmante
Grano,
El lugar escogido por Aprender a
Deuteronomio Prescripción de vino, aceite,
Israel Jehová para poner su temer a Jehova
14:23 Jehová manadas,
residencia todos los días
ganados
Este diezmo trienal que-
El diezmo
daba en la ciudad local El Señor bende-
de todo la
Deuteronomio del diezmante y era cirá la obra de
Israel Prescripción producción
14:28-29 recogido por los levitas, las manos del
del último
extranjeros, huérfanos diezmante
año
y viudas
Este diezmo trienal que-
El diezmo
daba en la ciudad local El Señor bende-
de todo la
Deuteronomio Prescripción de del diezmante y era cirá la obra de
Israel producción
26:12 Jehová recogido por los levitas, las manos de
del último
extranjeros, huérfanos Israel (26:15)
año
y viudas
Jehová bendice
Ezequiel reorga-
Diezmo de a su pueblo
niza el servicio
2 Crónicas En el templo de Jerusa- todas las (v.10) por la
Judá de los sacerdotes
31:5-6 lén (vv. 4, 11,12) cosas: Vacas reactivación del
y levitas en el
y ovejas templo y sus
Templo
servicios
La adminis-
Ezequiel reorga-
tración de los
niza el servicio
2 Crónicas En el templo a cargo de diezmos del
Judá de los sacerdotes
31:12 Conanías y Simei Señor es asig-
y levitas en el
nada a hombres
Templo
responsables

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El señorío de Cristo y la mayordomía cristiana

El templo en Jerusalén
(“traeríamos” vv.36-37).
Un sacerdote acom-
pañaría a un levita a
Príncipes,
recolectar los diezmos
sacerdotes, Confirmación del El diezmo
para ser llevados al tem- Cumplimiento
Nehemías levitas y el pueblo en guar- de las cose-
plo, “Casa de nuestro del pacto a
10:37-38 pueblo de dar el pacto de chas (NVI) y
Dios, a las cámaras de Jehová
Judá (9:38; Jehová labores.
la casa del tesoro” (vv.
10:28-29)
38-39) y serían recibi-
das por los levitas, los
cuales también darían el
diezmo del diezmo.
El pueblo esta
gozoso por el
restablecimiento
de los servicios
Los levitas recogían los
ofrecidos por
diezmos y lo llevaban
Distribución Cosecha de los sacerdotes
Nehemías al templo donde se
Judá del servicio del los campos y levitas. Desta-
12:44 responsabiliza a “varo-
Templo de Judá cándose que la
nes sobre las cámaras
revelación de la
de los tesoros”.
misericordia de
Dios está pre-
sente en medio
de ellos.
El templo esta-
ba abandonado
y sus encarga-
El templo y los almace- dos se habían
Reforma de Nehe-
nes administrados por retirado por falta
Nehemías mías frente a la Grano, vino y
Judá los sacerdotes Sele- de sustento. La
13:5, 12 negligencia de aceite
mías, Sadoc, Pedaías revelación de la
Eliasib
y Hanán gracia de Dios
no era mani-
festada en el
pueblo
Probar la fideli-
Príncipes, El alfolí, cámaras o casa
Llamado de Dios dad del Señor,
Malaquías sacerdotes del tesoro es una refe-
a guardar el Alimento quien bendecirá
3:8-10 y pueblo de rencia a la casa de Dios,
pacto con abundancia
Judá es decir, el templo.
en la tierra (v.12)

El alfolí en el Nuevo Testamento

El Nuevo Testamento no presenta instrucciones definidas sobre


la recepción y uso del diezmo en la iglesia cristiana. Si bien no hay
una ordenanza a la práctica ni información sobre el alfolí, esto no debe
ser una evidencia para rechazar la práctica del diezmo. A continuación
se presentarán algunos pasajes neotestamentarios donde se pueden

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“La casa del tesoro”: En busca del alfolí de Dios

desprender algunos puntos básicos para una teología y uso del diez-
mo en el Nuevo Testamento. Mateo y Lucas (23:23 cf.11:42) registran
la acusación de Jesús a los escribas y fariseos que olvidaban la justi-
cia, la misericordia y la ley. En este contexto, se evidencia la práctica de
diezmar las cosechas mínimas de menta y eneldo, por lo que destaca
la necesidad hacerlo. Ángel Manuel Rodríguez afirma que “al oír y leer
los evangelios de Mateo y Lucas, las comunidades cristianas están
siendo invitadas a hacer exactamente lo que Jesús estaba requirien-
do de su audiencia original. Cristo estaba endosando el principio del
diezmo del Antiguo Testamento entre sus seguidores”.10 Lucas tam-
bién registra la enseñanza de Jesús sobre la parábola del fariseo y el
publicano (18:9-14). Allí nuevamente se evidencia la práctica realizada
por el fariseo, la cual no es condenada por Jesús, lo que en realidad se
condena es la actitud arrogante del fariseo al utilizar este y otros actos
como evidencia de su piedad. Tanto en la acusación de Jesús como en
la parábola, consagraban sus diezmos al Señor, seguramente entrega-
dos en el templo de Jerusalén.
Pablo realiza dos alusiones de manera indirecta y directa sobre
el diezmo (1 Cor 9:11-14; Heb 7:1-10). En su carta a los Corintios, Pablo
alude a los servidores del Templo y su manutención por aquel servicio
ofrecido. Tomando aquella ordenanza, el apóstol defenderá sus dere-
chos de participar de la manutención como predicador del evangelio,
afirmando que “así también ordenó el Señor que los que anuncian el
evangelio, vivan del evangelio” (9:14). De esta manera, el “así también”
marca un paralelismo entre los obreros que anuncian el evangelio y
los sacerdotes y levitas que también anunciaban las prefiguraciones
del evangelio. Rodriguez afirma que “la implicación es que Pablo no
considera el diezmo como incompatible con la vida cristiana, antes lo
ve como útil y necesario en el cumplimiento de la misión de la iglesia al
mundo”.11 Luego, de forma directa menciona la entrega del diezmo de
Abraham a Mequisedec. Allí el apóstol valida la práctica del patriarca, y
no la invalida como a otras instituciones levíticas que eran proyeccio-
nes proféticas del ministerio de Jesús (9:1-10:25).

10
Ángel Manuel Rodríguez, El diezmo en el Nuevo Testamento y en la iglesia cristiana (Sil-
ver Spring, MD: Departamento de Mayordomía de la Asociación General de la Iglesia Adventista del
Séptimo Día, 2003), 2.
11
Ibíd., 3.

53
El señorío de Cristo y la mayordomía cristiana

Uno de los principios destacados sobre la entrega es la referen-


cia de la superioridad del sacerdocio de Melquisedec sobre el aarónico,
sacerdote que recibe los diezmos del patriarca. Este ejemplo ayuda a la
comprensión de que no es necesario el sistema levítico y el santuario
para que el adorador fiel entregue sus diezmos a quien Dios designe
como administrador de ello.
Rodríguez, en su estudio sobre el diezmo en el Nuevo Testamen-
to y la iglesia cristiana, pertinentemente presenta ciertas diferencias
que evidencian una discontinuidad entre el sistema veterotestamen-
tario (Antiguo Testamento) y el neotestamentario (Nuevo Testamento)
que son aplicables a nuestro tiempo actual. En primer lugar, la iglesia
no es el santuario/templo por lo que “la cristiandad no tiene un lugar
centralizado de culto que pueda asociarse con el sistema de diezmo”.12
En segundo lugar, ya no hay sacerdotes y levitas que reciban los diez-
mos ya que el sistema caducó con la crucifixión y resurrección de
Jesús. De esta forma, propone evaluar lo principios del sistema que
puedan ser utilizados por los cristianos para mantener la fidelidad de
la orden bíblica, lo lleva a concluir que no es necesario el sistema leví-
tico para la entrega y recepción de los diezmos,13 el creyente entrega
el diezmo porque reconoce y acepta a Dios como Creador, Redentor
y Sustentador. Por eso, Rodríguez afirma también que “no tenemos
evidencia explícita del diezmo en la iglesia apostólica. Debemos ser
cuidadosos respecto de cómo interpretar la falta de evidencia”.14 No
obstante concluye observando que “una cosa es clara: Jesús no recha-
zó el diezmo, sino que lo promovió. Por lo tanto, podría ser natural para
los cristianos devolver el diezmo”.15
Las referencias neotestamentarias a la práctica de la devolución
del diezmo es validada por Jesús y Pablo. Ellos no contradicen la natu-
raleza y el uso del régimen veterotestamentarios de devolver a Dios lo
que le pertenece para la manutención de los obreros encargados en la
predicación del evangelio. Por tanto, surge la siguiente pregunta: ¿En
nuestro tiempo, lo administra la iglesia local o la Asociación?

12
Ibíd., 9.
13
Ibíd., 10.
14
Ibíd., 13.
15
Ibíd.

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“La casa del tesoro”: En busca del alfolí de Dios

El alfolí en los escritos de Elena de White

Lo que Elena G. de White escribió referente al “alfolí” o “cámara


del tesoro” es poco, ya que “no era un asunto que necesitaba tratar-
se”,16 pero lo creyó conveniente para esclarecer el concepto. Ella afirmó
que “si nuestras iglesias han de tomar su posición del lado de la Pala-
bra del Señor y ser fieles en la entrega del diezmo en la tesorería, más
obreros serán alentados a entrar en la obra ministerial”.17 Lo que se
infiere es que ella pensaba en la Asociación local como la tesorería, ya
que tenían la responsabilidad de emplear y sustentar a los ministros.
Otra cita que resulta explicativa sobre su comprensión es la referida a
la ocasión cuando J. H. Kellogg contempló la posibilidad de no devol-
ver los diezmos de los empleados del sanatorio a la Asociación. Ello
lo expresó así: “Que él separe el diezmo de la tesorería será una deci-
sión que temo grandemente”.18 A su vez, destacó, que el pastor local
no tiene autoridad para apropiarse del diezmo y ser él el alfolí, como
tampoco están autorizados a apoyar ninguna propuesta de las iglesias
para desviar el diezmo hacia un uso ilegítimo.19 Por eso expresó que
el diezmo debe ser enviado de manera legítima a la Asociación para
sustentar a los obreros: “Llegó el tiempo cuando los diezmos y ofren-
das pertenecientes al Señor deben ser usados en el cumplimiento de
una decidida obra. Deben traerse al tesoro para ser usados en forma
ordenada y sustentar a los obreros evangélicos en su obra”.20
Lo interesante en la vida de ella es que en ocasiones “especiales”
usó el diezmo sin enviarlo a la Asociación. No se entrará en detalles
generales ya que este tema ha sido ampliamente detallado en otros
16
Kloosterhuis, 19.
17
Elena G. de White, Testimonio para la iglesia (eBook Ellen G. White Estate, Inc. 2010) 9:225.
18
Ibíd., Manuscript Releases, 7:366. También afirmo: “Si todos los diezmos fueran traídos al
alfolí, la tesorería de Dios no estaría vacía”. Ibíd., Pacific Union Recorder, 10. Cf. Ibíd., Testimonios para
la Iglesia (eBook Ellen G. White Estate, Inc. 2010), 9:57. Cf. Testimonios para la Iglesia (eBook Ellen G.
White Estate, Inc. 2010), 6:356.
19
“El ministro, por medio de la palabra y el ejemplo, debe enseñar a la gente a considerar el
diezmo como algo sagrado. No debe pensar que, por ser ministro, puede retener el diezmo y usarlo
siguiendo los dictados de su juicio personal. No le pertenece. No puede tomarse la libertad de dedi-
car para sí mismo lo que piensa que le corresponde. No debe apoyar ningún plan para desviar de su
uso legítimo el uso de los diezmos y las ofrendas que han sido dedicados a Dios. Deben colocarse
en su tesorería y destinarse para su servicio, tal como él lo ha establecido”. Ibíd., Testimonio para la
Iglesia, 9:199-200.
20
Ibíd., Manuscript Releases, 19:376.

55
El señorío de Cristo y la mayordomía cristiana

estudios,21 y a continuación se resumirá brevemente algunos puntos


que surgían del análisis de estas excepciones.
En primer lugar, ella apoyó la obra misionera del sur de los Es-
tados Unidos, la cual poseía muy pocos recursos financieros para
los pastores que trabajaban allí por las personas de color, por lo que
destinó su diezmo “al campo más necesitado y desanimado del mun-
do”.22 Sin embargo, es necesario tener en cuenta la justificación de su
accionar, el cual fue avalado por su ministerio profético, instruido di-
rectamente por Dios para utilizar el diezmo de esa manera, por lo que
afirmó que le fue “presentado, por años, que mi diezmo debía ser en-
viado por mí para ayudar a pastores blancos y negros que eran des-
cuidados y que no recibían lo suficiente para sostener debidamente a
sus familias”.23 En la misma carta enviada a Watson,24 afirma: “Cuan-
do mi atención fue llamada a ministros ancianos, blancos o negros,
fue mi deber especial investigar sus necesidades y suplirlas. Este ha-
bría de ser mi trabajo especial y lo he hecho en varias ocasiones; de-
biera darle notoriedad al hecho de que en casos especiales el diezmo
sea usado de esta forma”.25 Ella destacó que por su parte no había
retenido el diezmo de la tesorería del Señor para una causa personal,
sino que destacó de manera directa:

“Yo misma he tomado de mi diezmo para los casos más necesitados que
han sido traídos a mi atención. He sido instruida a hacer esto, y como el
dinero no ha sido retenido de la tesorería del Señor, no es un asunto que
deba comentarse, porque haría que fuese necesario que se hiciesen saber
estos asuntos, lo cual yo no deseo hacer, porque no es lo mejor. Algunos
casos me han sido presentados por años, y yo he suplido sus necesidades
sacando del diezmo como Dios me ha instruido a hacer. Y si alguna perso-
na me dijera: ‘Hermana White, ¿tomaría usted mi diezmo para usarlo donde
usted sabe que es más necesario?’ Yo diría: Sí, lo haré, y yo lo he hecho.

21
Arthur L. White, Ellen G. White: The Early Elmshaven Years (Washington, DC: Review &
Herald, 1981), 5:389-397; Roger W. Coon, “Tithe: Ellen G. White’s Counsel and Practice”, Suplemento
de Adventist Review, 1991. Rodriguez, “El diezmo en los escritos de Elena de White”, 103-105.
22
Elena de White, Manuscript Releases, (Ellen G. White Writings. CD-Rom The Ellen G. White
State, 2008), 2:99.
23
Elena de White, Spalding and Magan Collection, 215, (Ellen G. White Writings. CD-Rom The
Ellen G. White State, 2008).
24
Carta enviada en enero 22 del 1905 (Mountain View, California), en Spalding and Magan
Collection, 215.
25
Ibíd.

56
“La casa del tesoro”: En busca del alfolí de Dios

Yo encomio a aquellas hermanas que han colocado su diezmo donde es


más necesario para ayudar a hacer un trabajo que está siendo dejado sin
hacer; y si a este asunto se le da publicidad, creará un conocimiento que
sería mejor dejar tranquilo. Yo no deseo darle publicidad a este trabajo
que el Señor me ha encomendado a mí para hacer y a otros también”.26

De esta declaración se describe otro asunto especial, el de reci-


bir los diezmos de creyentes que confiaban en ella y en el uso que le
daría, pero es necesario entender que ella nunca los solicitó,27 sino que
por medio de la instrucción recibida conocía los lugares más descuida-
dos y de carencia para hacer uso de aquellos diezmos para el sostén
de ministros dedicados a la predicación del evangelio. Sin embargo,
ella termina la declaración afirmando que “Las circunstancias alteran
los casos. No aconsejo a nadie a ejercer la práctica de acumular el
dinero de los diezmos”.28
Otro deber especial del empleo del diezmo fue: “crear un fondo
de dinero del diezmo para pagar a esas mujeres que están realizan-
do una obra tan esencial como la de los ministros”.29 De esta manera,
podemos concluir que ella no utilizó el diezmo con fines personales,
sino para sostener obreros/as evangélicos/as, y por sobre todo, fue
instruida por Dios para realizar aquella obra. Es más, ella exhortaba a
los creyentes a ser fieles, aunque podrían desconfiar sobre el uso que
la administración daba a los diezmos.30

26
Ibíd.
27
Arthur White afirma que “Elena de White no realizo una práctica de recoger fondos del
diezmo, y ella nunca pidió que el diezmo puede colocar en sus manos”. En Ellen G. White, 5:396.
28
Elena de White, Spalding and Magan Collection, 215. (Ellen G. White Writings. CD-Rom The
Ellen G. White State, 2008).
29
Elena de White, Manuscript Releases 5:29. (Ellen G. White Writings. CD-Rom The Ellen G.
White State, 2008).
30
“El diezmo es sagrado, y ha sido reservado por Dios mismo. Debe ser llevado a su tesorería
para que se lo emplee en la sustentación de los obreros evangélicos. Durante largo tiempo el Señor
ha sido robado porque hay quienes no comprenden que el diezmo es la porción que Dios se ha reser-
vado. Algunos no han estado satisfechos y han dicho: “No pagaré más mi diezmo, porque no tengo
confianza en la forma como se manejan las cosas en el corazón de la obra”. ¿Pero robaréis a Dios
porque pensáis que el manejo de la obra no es correcto? Presentad vuestras quejas en forma clara y
abierta, con el espíritu debido, a las personas debidas. Pedid que las cosas sean ajustadas y puestas
en orden; pero no retengáis lo que corresponde a la obra de Dios, demostrando así que sois infieles,
porque otros no están obrando correctamente”. Elena G. de White, Consejos sobre mayordomía cris-
tiana (Mountain View, CA: Publicaciones Interamericanas, 1971), 98, 99.

57
El señorío de Cristo y la mayordomía cristiana

En consecuencia, se puede concluir que Elena G. de White nun-


ca rechazo el sistema centralizado y administrativo de la Iglesia Ad-
ventista, sino que tal como lo expresó Kloosterhuis:

Elena de White nunca se opuso a este procedimiento, práctica que ella pre-
senció durante casi cincuenta años de su ministerio. La señora White sos-
tuvo el principio de designar a la asociación local como el alfolí. Si hubiera
sido moralmente erróneo, ella ciertamente habría intervenido una y mil ve-
ces para corregir el mal. Pero este no es el caso.31

El alfolí en la Iglesia Adventista

Para entender como la IASD adoptó el sistema vigente hasta


hoy, no solo basta subrayar la comprensión de Elena de White, sino
que, también fue la comprensión de varios líderes sobre la evidencia
bíblica del tema. En 1856, la naciente iglesia enfrentó un desafío en
cuanto al sostén de los ministros ya que dos líderes, J. N. Loughbo-
rough y J. N. Andrews, debieron abandonar forzadamente la obra mi-
nisterial para mudarse a Waokon, Iowa; y trabajar en oficios secula-
res para mantener a sus familias. En1858, Andrews dirigió una clase
bíblica y se dedicó a investigar los principios bíblicos para apoyar el
sostenimiento del ministerio evangélico, dando origen al plan de “bene-
volencia sistemática”.32 En 1859, los adventistas adoptaron este plan,33
el cual animaba a dar en forma regular y proporcional a las entradas
o bienes de cada uno.34 El plan fue aceptado por Elena G. de White
como una orden celestial que debía ser apoyado.35 Luego, del 26 al
29 de abril de 1861, un grupo de líderes y creyentes se reunieron en
Battle Creek para hacer los preparativos para la incorporación de la
Asociación Publicadora (Casa editora). De esas reuniones surgen las

31
Kloosterhuis, 20.
32
John N. Loughborough, The Church, Its Order, Organization, and Discipline (Takoma Park,
MD: Review and Herald, 1907), 107. Jaime White escribió en 1868 lo siguiente: ““Este sistema es
adoptado generalmente por nuestra gente de todo los lugares, y ofrece un apoyo liberal a nuestros
ministros, dejándolos libres para dedicarse por entero a la obra del ministerio”. (Life Incidents [Battle
Creek, MI: Seventh-day Adventist Publishing, 1868], 302).
33
Veáse el informe presentado en Review and Herald, 9 junio (1859), 20.
34
Bradford, 747.
35
Ellen G. White, Testimony for the Church (Battle Creek, MI: Review and Herald Office, 1859),
5:10.

58
“La casa del tesoro”: En busca del alfolí de Dios

primeras propuestas formales para la organización de la iglesia. Esto


dio como resultado una serie de conferencias donde se proponía la
organización de las iglesias locales, asociaciones estatales y confe-
rencias generales.36
Jaime White también comenzó a referirse a la benevolencia
sistemática como el diezmo.37 En octubre del mismo año, se organi-
za la primera Asociación: la Asociación de Michigan. Uno de los pri-
meros temas que trataron fue establecer el sueldo de los ministros.
Resolvieron que los fondos vendrían de las iglesias de la asociación,
donde las iglesias locales no empleaban ni pagaban a los pastores.
Dos años más tarde se organizó la Asociación General de la Iglesia
Adventista, donde en su constitución modelo, artículo nº 3 afirmó
que “los fondos habrían de ser colectados a través del plan de bene-
volencia sistemática y otras ofrendas, e informados regularmente al
tesorero de la asociación”.38
De esta manera quedó establecido que cada asociación local
contaría con los recursos financieros para la obra ministerial/evange-
listica, sostenidos por las iglesias que componían la asociación. Lue-
go, en 1878, la Asociación General recomendó que las asociaciones
les dieran un diezmo de sus entradas. En 1901, cuando se estable-
cieron las Uniones, las asociaciones darían un diezmo a éstas y las
Uniones a su vez darían un diezmo a la Asociación General.
De este modo, la iglesia desde sus inicios comprendió la im-
portancia de la organización en todos los asuntos referentes a las
obras evangelisticas y ministeriales, y también referente a los tér-
minos legales frente a las regulaciones jurídicas estatales. Por eso,
Kloosterhuis acertadamente declaró

las iglesias locales no son entidades legales, pero las asociaciones loca-
les sí lo son. Las iglesias se unen para formar una asociación que sirva a
sus necesidades legales como un cuerpo reconocido jurídicamente para
emplear y supervisar a ministros, para pagarles su salario, y recolectar los
diezmos y las ofrendas de las iglesias para financiar los esfuerzos evange-

36
Veáse el artículo de Jaime White, Review and Herald, 18/3 (11 de junio de 1861): 20-23.
37
Veánse las referencias y citas de Jaime White, en Arthur White, El diezmo: Historia y uso, 2.
38
Veáse Robert J. Kloosterhuis, 19.

59
El señorío de Cristo y la mayordomía cristiana

listicos. Las iglesias locales, siendo que no tienen estatus legal, delegaron
a las asociaciones locales la responsabilidad de emplear ministros.39

Al haber sido abolido el sistema levítico que giraba en torno al


Tabernáculo/Templo, la IASD, de acuerdo a los principios fundamen-
tales de recepción y administración de los diezmos, decidió que sea
la asociación/misión el “alfolí” o “cámara de los tesoros” donde se de-
ben administrar los recursos financieros para el sostén de los obreros
evangélicos y todos los asuntos referentes a la evangelización. El Ma-
nual de Iglesia de la IASD afirma lo siguiente:

La iglesia local no usa ni gasta el diezmo, sino que lo remite al tesorero de la


Asociación. De esa forma, el diezmo de todas las iglesia fluye a la tesorería
de la Asociación local, que a su vez remite un porcentaje al siguiente nivel
superior, en concordancia con los reglamentos de la Asociación General y
de la División, para hacer frente a los gastos de llevar adelante la obra de
Dios en sus respectivas esferas de responsabilidad y actividad.40

Así, en el contexto de la autoridad concedida por Cristo para la


edificación y cumplimiento de la misión, la IASD sostiene que “la igle-
sia mundial desempeña una función significativa en la salvaguardia
de la santidad del diezmo”.41 Además, “La Iglesia organizada también
es responsable por el establecimiento de un sistema adecuado de
recolección y distribución del diezmo de la Iglesia mundial a través
de la Iglesia mundial”.42 Por ello con respecto al alfolí o casa del te-
soro, la iglesia afirma

“en armonía con el principio bíblico de la casa central de la tesorería, la Igle-


sia Adventista del Séptimo Día designó asociaciones, misiones, campos y
uniones de iglesias como casas de tesorería, en nombre de la iglesia mun-
39
Ibíd.
40
Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día, Manual de Iglesia. 19ª edición, rev.
2015 (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2015), 132-133. En la sección “cómo se
devuelve el diezmo”, el Manual de Iglesia afirma: “El diezmo pertenece al Señor y debe entregarse,
como un acto de adoración, a la tesorería de la Asociación a través de la iglesia a la que el miembro
pertenece. En caso de presentarse circunstancias inusitadas, los miembros de la iglesia deben con-
sultar a los administradores de la Asociación” (Ibíd., 133).
41
Iglesia Adventista del Séptimo Día y Secretaría de la División Sudamericana, Reglamentos
eclesiásticos-administrativos (Buenos Aires; Asociación Casa Editora, 2016), 603. También afirma el
reglamento: “Dios determinó financiar el ministerio evangélico por medio del sistema de diezmos y
confiarlo a la iglesia, cuya responsabilidad es administrar ese sagrado fondo” (Ibíd., 608).
42
Ibíd., 609.

60
“La casa del tesoro”: En busca del alfolí de Dios

dial, a las cuales se debe devolver el diezmo. De esa manera, el diezmo de


Dios, la distribución que él le confió a la Iglesia mundial, se junta, en todo
el mundo, y se usa para suplir las necesidades del ministerio evangélico”.43

Ventajas del sistema de administración adventista

¿Cuáles son las ventajas de que el alfolí o la casa del tesoro sea
la asociación? ¿Qué ventajas tiene este sistema de administración? La
primera ventaja que proporciona el sistema adoptado por la IASD está
bien definida en sus reglamentos:

Como parte de la experiencia de culto de los miembros de la iglesia, el diez-


mo se devuelve a Dios a través de la iglesia local. Entonces, el tesorero de
la iglesia local manda todo el diezmo a la tesorería de la asociación/misión/
campo/ unión de iglesias para el sustento de los involucrados en el minis-
terio evangélico. Ese sistema, definido por Dios, le ha permitido a su Iglesia
ejercer un impacto cada vez mayor en el mundo entero. 44

Analizando las ventajas de que el alfolí sea la asociación Robert


Kloosterhuis escribe pertinentemente: “Sugerir que la iglesia local sea el
alfolí, es posible. Pero, ¿A qué costo? Dañaría seriamente la estructura
de la organización y el gobierno de la denominación, tal como ahora la
conocemos”. 45 A continuación se mencionaran algunas otras ventajas:

1. Priorizar la misión evangelizadora de la iglesia en predicar a


todo el mundo con el mensaje de los tres ángeles.
2. Una organización administrativa financiera legal frente a en-
tidades locales y nacionales donde la iglesia se encuentra
establecida.
3. El cuidado de los tesoreros tanto locales como administrati-
vos de las sedes administrativas sea: Asociación, Unión, etc.
4. El cuidado de los pastores en la manipulación del dinero del
Señor en usos ilegítimos.
5. Transparencia en el uso de los fondos de la iglesia bajo la
supervisión en todos los niveles administrativos —desde la
iglesia local hasta la Asociación General— con un sistema de
43
Ibíd., 611.
44
Reglamentos eclesiásticos-administrativos, 611-612. Énfasis añadido.
45
Ibíd.

61
El señorío de Cristo y la mayordomía cristiana

auditorías que evalúan los gastos y seguridad de los fondos


eclesiásticos.
6. Una distribución equitativa en el sueldo de los obreros y los
esfuerzos evangelisticos en zonas menos favorables.
7. La distribución sabiamente dirigida por comisiones que co-
nocen las necesidades y esfuerzos evangelísticos de los
campos, haciendo el mayor provecho para la proclamación
del evangelio.

Desde esta perspectiva, se puede evidenciar que el sistema


adoptado por la IASD sigue el consejo inspirado de Dios a través
de su Palabra, lo que da como resultando múltiples bendiciones a
través de estos años, tanto para la iglesia local como para el cuerpo
de la Iglesia mundial.

Conclusión

La entrega del diezmo es un acto de adoración que evidencia la


sumisión y obediencia al señorío de Dios en la vida del creyente, donde
este entrega al Señor lo que le pertenece. Asimismo, por lo expuesto en
las Escrituras, Dios empleó un sistema de recolección y distribución en
su pueblo centrado en el templo como sede de la revelación del evan-
gelio a sus hijos y a todas las naciones. La devolución de los diezmos
no es un pago a los obreros religiosos por sus servicios, al contrario,
es una evidencia de fidelidad a Dios, por lo que el mismo decidió hacer
uso de los diezmos para los encargados de servir en el templo y poste-
riormente para la predicación del evangelio.
Con esto en mente, la IASD ha adoptado un sistema de recolec-
ción y distribución de los diezmos, centralizando su administración en la
Asociación local, basado para ello en la evidencia bíblica, los escritos de
Elena G. de White y la experiencia organizacional. Como cuerpo de Cris-
to, desde las iglesias locales a la Asociación General, debemos gozar de
las bendiciones celestiales que, sin duda, serán sobreabundantes.

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