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La nicotina y el resto de sustancias del tabaco afectan negativamente a varias partes del
cerebro.
por Oscar Castillero Mimenza
Tabaco y nicotina
Al producirse la inhalación, la mayor parte de esta sustancia es absorbida por el sujeto fumador
a través de los pulmones (y en mucha menor cantidad por las mucosas y la lengua), y tras haber
sido procesada por los alvéolos y llevada a la sangre en alrededor de ocho segundos llega hasta
nuestro cerebro tras haber pasado por la barrera hematoencefálica.
Una vez allí se fija en los receptores de la acetilcolina denominados nicotínicos, en los cuales
genera la apertura de canales de calcio pero que impide que la acetilcolina ya existente en el
encéfalo pueda entrar. Ello provocará que el organismo intente generar mayores niveles de
acetilcolina, las cuales van a provocar también la activación del dopaminérgico del sistema de
recompensa cerebral. La nicotina genera afectación en diferentes puntos del cerebro,
pero algunas de las más relevantes son el sistema límbico y los ganglios basales, así como la vía
mesocortical y mesolímbica.
Este sistema es el causante de que el consumo de tabaco poco a poco vaya pasando a ser
apetecible y fomente la adicción. La dopamina en dicha área aumenta a la par que otros
componentes del tabaco bloquean la acción de la MAO que la disminuiría. También genera una
afectación en el locus coeruleus, estimulándolo y provocando un aumento en los niveles de
energía a la par que contribuye a generar sensaciones de tranquilidad en situaciones de estrés.
Asimismo, poco a poco se va generando mediante regulación positiva una desensibilización de
los receptores nicotínicos a esta sustancia, a lo que el cuerpo responderá formando una mayor
cantidad de receptores donde pueda producirse la unión entre nicotina y receptor. Se está
formando una tolerancia a la sustancia, algo que provocará que cada vez se necesite más
nicotina para provocar los mismo efectos. Y esta tolerancia explica en parte también porqué
fumadores crónicos más que activarse sienten relajación cuando fuman: en realidad están
aliviando la ansiedad propia de la abstinencia.
Al mismo tiempo, afecta al eje hipotálamo-hipofisario de manera que incremente la liberación
de hormonas liberadoras de adrenocorticotropa y corticotropina, lo que a su vez contribuye a
que se estimulan las glándulas suprarrenales de tal manera que provoca la síntesis y emisión de
adrenalina o epinefrina. Esta hormona va a generar vasoconstricción y aumentos de la presión y
frecuencia cardíacas y a su vez retroalimenta la activación del organismo. También dificulta la
síntesis de enzimas pancreáticas.
Más allá de cómo actúa, también resulta relevante conocer algunos de sus efectos. A corto
plazo y con los primeros consumos, es habitual que el consumo inicial de pequeñas dosis puede
aliviar sintomatologías depresivas y aumentar el estado del ánimo.
La activación del locus coeruleus también facilita la activación y puede parecer que se
produzcan aumentos en los niveles de vigilia, capacidad de concentración y la sensación de
saber afrontar las situaciones. Ahora bien, también puede generar palpitaciones mareos y
problemas respiratorios.
Sin embargo, según el consumo se va haciendo más frecuente se van viendo cada vez peores
consecuencias. En primer lugar la progresiva tolerancia a la nicotina tiene como resultado que
acabe por aparecer una dependencia a la sustancia, inicialmente física y posteriormente
también psíquica.
La falta de tabaco generará abstinencia, por lo general en forma de malestar y ansiedad.
También se observan aumentos del apetito, apatía, cefaleas y problemas del sueño. En
abstinencia pueden aparecer también problemas de concentración. También altera la
capacidad de percepción olfativa y gustativa, perjudicando estos sentidos.
El efecto de la nicotina en la neocorteza se ha observado, especialmente a largo plazo, como
problemática y negativa. Diversos estudios sugieren que el consumo de tabaco debilita y genera
deterioro en las células nerviosas de esta parte del cerebro, y que provoca una reducción de su
grosor debido a la mayor mortalidad de las fibras nerviosas. Este factor puede vincularse a una
mayor probabilidad de deterioro cognitivo e incluso demencia. Se ha visto también que se
reduce la formación de nuevas neuronas.
En caso de embarazo, se ha observado que fumar puede generar prematuridad y bajo peso,
además de retrasos en el crecimiento y el desarrollo cognitivo del menor.
También afectan en gran medida las capacidades vasoconstrictoras de la nicotina, algo
que puede facilitar la aparición de ictus. Ahora bien, la nicotina (que no el fumar) parece tener
efectos positivos en la prevención del Parkinson, si bien se trata de algo aún en estudio.
Si tenemos en cuenta además el posible efecto de la presencia de monóxido de carbono
(habitual en la combustión del tabaco), también dificulta la oxigenación del cerebro y pueden
provocar desmielinización del sistema nervioso (pérdida de mielina, que se traduce en pérdida
de velocidad en la transmisión de información entre neuronas)
Asimismo, aunque en los momentos iniciales generaba estimulación, a la larga puede generar
problemáticas como depresión. A un nivel menos biológico y más psicológico, si se hacen
esfuerzos infructuosos por dejarlo pueden darse también sensación de indefensión o ineficacia,
o bien incluso puede llegar a recurrirse a otras sustancias más dañinas.
Referencias bibliográficas:
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https://psicologiaymente.com/drogas/efectos-de-tabaco-en-cerebro