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Hamlet, el padre y la ley

Enrique Kozicki
Buenos Aires, Editorial Gorla, 2004

Por Celina Recepter

Enrique Kozicki, filósofo y jurista, es in- que a lo largo del tiempo se constituyeron
vestigador, docente y ensayista, colabora en puntos de referencia para todos los que
habitualmente en revistas especializadas y retoman el análisis de una de las más famo-
es coautor de varias obras colectivas. En este sas tragedias shakespearianas. Este laberín-
libro “Hamlet, el padre y la ley”, desarrolla tico recorrido (que sirve tanto para refrescar
desde la perspectiva psicoanalítica, las te- la memoria de quienes hayan abordado al-
máticas que lo inquietan. guna de estas lecturas como para orientar al
A lo largo de nueve capítulos se desarro- novato en la lectura de análisis de la trage-
llan varias líneas de análisis que giran alre- dia shakespeariana)1 nos deja con la única,
dedor de la cuestión de la ley: su violación pero nada menor certeza que atraviesa to-
como eje del conflicto en Hamlet y su lugar das las miradas: la centralidad de la cuestión
preponderante en la relación triangular tea- de la duda hamletiana para el análisis del
tro-ley-poder. conflicto trágico.
En primer lugar, el autor se adentra en lo En este contexto, el autor propone una
que denomina “la hamletología”, describien- mirada propia –inserta en una de las corrien-
do y contraponiendo las distintas miradas tes interpretativas analizadas– que respon-

1
En realidad, es el capítulo 2 el propiamente referi- algunas de estas vertientes interpretativas, también
do a la “hamletología”, pero los dos capítulos si- refieren a abordajes sobre las cuestiones centrales de
guientes, más allá de una división motivada –según esta tragedia desde otros pensadores.
mi opinión– en la relevancia que el autor le otorga a
164 Por Débora Natalia Bouch

de a su interés como jurista, para responder coloca a éste, a su hijo, en el lugar de padre
algo que fue abordado en forma disímil por imposible.”3
estos “hamletólogos”. Esta nueva hipóte- Hasta aquí, entonces, el interés del jurista
sis/mirada le otorga centralidad a la ley en el se percibe sutilmente a partir de la centrali-
nudo del conflicto trágico. Su hipótesis de dad otorgada a la trasgresión de la ley como
lectura –construida en el marco de los pará- origen del conflicto, pero este interés ocupa
metros teóricos utilizados por las vertientes un lugar cada vez más importante conforme
de interpretación psicoanalíticas– ubica la se avanza en la lectura del libro, producto
causa del conflicto, la razón de ese “mundo quizás de la intención del autor de leer esta
fuera de quicio”, en la trasgresión a la ley: tragedia partiendo de la rehabilitación de in-
“Hamlet es, precisamente, la tragedia en que terrogantes muy profundos acerca de los
se hunde un grupo de humanos cuando es fundamentos estéticos del derecho.4
trasgredido el límite que impone la ley”.2 Es así como se presenta un segundo gru-
¿Cuál es la ley trasgredida? Como explíci- po de hipótesis, que no refiere ya (solamen-
to heredero de los postulados de Freud y te) al análisis de Hamlet, sino más bien a las
Legendre, el autor presenta esta trasgresión características del vínculo entre el teatro trá-
en varios niveles; primero, como prueba de gico y el derecho: el arte cumple una fun-
la existencia del conflicto edípico en Hamlet; ción normativa y el derecho posee una di-
también, a partir del parricidio realizado con mensión estética.
el casamiento de Gertrudis con Claudio; pero Este vínculo se remonta a los orígenes de
fundamentalmente, se refiere a la trasgresión una ciencia que se erige alrededor de la figu-
vinculada a la desaparición del rol del padre ra de la ley con el objetivo de administrar y
como garante mismo de la ley, la cual se pro- regular el comportamiento de los individuos.
duce cuando el padre-espectro realiza una Es en el proceso de implantación de la ley
“demanda de hijo frente a su hijo” (para el que puede entenderse al arte como una he-
autor esto es lo que significa la exigencia de rramienta cuya función específica deriva de
venganza depositada en Hamlet): “Efectiva- su propia pertenencia al ámbito de la norma-
mente, un padre es un hijo que ejerce oficio tividad, su dimensión estética. Y su función
de padre; si los papeles se invierten, los hi- desde este lugar es justamente la de elabo-
jos ejercen oficio de padre imposible. Es la rar la prohibición, porque “las prohibiciones
subversión del oficio del padre; es decir, no no solo se manifiestan mediante enunciados
funcionó el límite simbólico, el de la ley, cuyo formales técnico jurídicos, sino también, muy
portador y vocero debía ser el padre. Solo se frecuentemente, por medios estéticos que
asume la paternidad si se renuncia a soste- desbordan la palabra”.5
ner la propia demanda de hijo respecto de su ¿Está el autor hablando del arte al servicio
hijo: el padre debe, insistimos, ceder su lu- del poder? No necesariamente, pero sí del
gar de hijo a su hijo. Evidentemente el ghost poder necesitando del arte: “Así como la
–fantaseado o alucinado por Hamlet–, con normatividad jurídica depende de la dimen-
su doble demanda de hijo dirigida a su hijo, sión estética, artística, que le insufla vida,

2 4
Kozicki, Enrique: “Hamlet, el padre y la ley”, Bue- Ídem, p. 179.
5
nos Aires, Gorla, 2004, p. 83. Ídem, p. 148.
3
Ídem, p. 122.
Comentario a Zygmunt Barman: Vidas desperdiciadas. La modernidad y sus parias 165

inversamente, esta normatividad ha ejercido es establecer este sujeto de ficción –sujeto


decisiva influencia en la elaboración de las monumental– que es el que ‘habla’. Esta es
teorías del arte”.6 una maniobra estética.”10
La ley necesita, entonces, de la elabora- Kozicki nos está hablando –al igual que E.
ción estética, porque es ésta la que “imprime Marí en su Teoría de las ficciones– de cómo,
consistencia a la prohibición”7 (normativi- desde los orígenes del derecho, existen me-
dad estética); asimismo, también hay influen- dios estéticos que manifiestan prohibiciones.
cia normativa en la elaboración estética, he La ficción teatral es usada para construir un
aquí la “función instituyente del arte”.8 En discurso de verdad; porque si ésta puede ser
gran sintonía con el análisis frankfurtiano – pensada como un instrumento de validación,
que explica cómo el arte a través de la indus- es justamente porque permite abordar situa-
tria cultural devino en instrumento de domi- ciones desde ángulos que resultan inaccesi-
nación–, el autor afirma que la función insti- bles para herramientas con otros recursos:
tuyente del arte “se pone brutalmente de ésa es justamente la función que cumple “La
manifiesto”9 cuando las artes caen en ma- Ratonera” en la tragedia analizada. El autor
nos de un poder criminal. parece, entonces, haber elegido una tragedia
Otra de las facetas abordadas sobre esta en la que comparte una certeza con su prota-
función instituyente del arte refiere a la idea gonista, porque Hamlet también piensa a la
de que la ley se sostiene siempre sobre una ficción teatral como una herramienta que lo-
ficción teatral, en este sentido se hace nece- gra superar las barreras del autoconocimien-
sario analizar el papel de la ficción en el pro- to y la identificación, haciendo desaparecer
ceso social de elaboración de un discurso sus dudas gracias al surgimiento de la ver-
de verdad. dad revelado a través de la obra teatral. Y no
“Una sociedad debe hablar, es decir, sos- es el único: el futuro de Fortimbrás como he-
tener un discurso que sea el de la sociedad y redero del trono también dependerá de la re-
no el de los individuos singulares. La finali- presentación de su relato.
dad primera de los montajes institucionales

Bibliografía

Freud, S. La interpretación de los sueños, Bs. Rinesi, Eduardo: Hamlet. Estudio preliminar y
As. Editorial Amorrortu. traducción, Editorial Talcas, Buenos Aires, 2000.
Freud, S. “Duelo y Melancolía” en Obras Com- Shakespeare, W. (1994): Hamlet. Introducción,
pletas, Editorial Orbis-Hyspanoamerica traducción y notas de Valverde, José María, Edi-
Rinesi, E. (2003): Política y Tragedia. Hamlet torial Planeta, Barcelona.
entre Hobbes y Maquiavelo, Ediciones Colihue,
Buenos Aires.

6 9
Ídem, p. 143. Ídem, p. 175.
7 10
Ídem, p. 148. Ídem, p. 174.
8
Ídem, p. 147.

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