Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
Títulos publicados
1. L Mies van der Rohe.Bscritos, diálogos y discursos.
2. H. von Hofmannsthal. Carta de Lord Chandos.
3. G.Terragni. Manifi'estos, memorias, borradores y polémica.
4. H. Ahlberg. Gunnar.Asplund, arquitecto. 1885-1940.
5.
6.
7.
P. Valéry.Eupalinos o el arquitecto.
A. Gaudí. Manuscritos, artículos, conversaciones y dibujos.
Le Corbusier. EI Espíritu Nuevo en arquitectura.
REMBRANDT
8. C. Sambricio. Cuando se quiso resueitar Ia arquitectura.
9. P. Mondrian. La Nueva Imagen en Ia pintura.
10. J. M. Sostres. Opiniones sobre arquitectura.
11. H. Hitchcock y P. Johnson. EI estilo internacional: arquitectu-
ra desde 1922. '
12. N. M. Rubió. Actar.
13. P. García Montalvo. Las villas de Roma.
14. A. Loos. Dicho en el vacío. 1897-1900.
15.· F. Purini. La arquitectura didáctica.
16. Le Corbusier. EI viaje de Oriente.
17. LouisH. Sullivan. Un sistema de ornamento arquitectónico,
18. Theo van Do.esburg. Principios dei nuevo arte plástico y otros
escritos.
19. Edmund Burke. Indagación filosófi'ca.
20. J. J. P. Oud. Mi trayectoria en ((DeStljl".
21. A. Gleizes y J. Metzinger. Sobre el Cubismo.
22. Antoni Tàpies. La realldad como arte.
23. Giorgio De Chirico. Sobre el arte metafísico y otro; escritos.
24. Antonio Saura. Note Book.
25. Gino Severini. Dei cubismo ai c!asicismo.
26. Georg Simmel. Rembrandt.
27. John Hejduk. Víctimas.
28. Valerio Adami. Diario dei desorden.
29. Francisco Jarauta (ed.). Gtra mirada sobre Ia épqca.
30. Charles Baude1aire. EI pintor de Ia vida moderna.
En preparación
Pierre Boulez. Pensar Ia música hoy.
Stéphane' Mallarmé. Fragmentos sobre ellibro.
José Antonio Coderch. Conversaciones. Cofección de .9lrquifectura • 26
REMBRANDT
Ensayo de Filosofía
deI arte
LIBRERÍA YERBA
CAJAMURCIA
Pág.
CAPÍTULOI: LA EXPRESIÓNDELALMA
*.l -.,
V
~
"".'0/"-
" •....•.. -
/--
r
HOMBRE // e~~n un proceso unitario, así ta~n el hombre,
como cont.e~plador, tiene una capacidad correspondiente,
Aquí hay inevitablemente un círculo. Aparece Ia repre- Ia de perclblr aIos otros hombres dentro de una función
sentación de un fenómeno actual, en el que, si no me equi- unitaria en Ia cual el acto de percepción sensible y espiri-
voco, está depositada, por decido así, su historia psíquica, tual está tan poco separado por un trazo interior que los
que es intuida desde dentro a partir de su devenir vivido y divida como 10 están 10 corporal y 10 psíquico entendidos
que por eso logra un modo particular de ser entetldido~ como hechos vitales.
li P~ro esta complicada historia temporal se tiene que sentir El dualismo de 10~ble:cotI)()ral y de 10 espiritual
desde un instante intemporal e instantáneo. Si, brevemen- fue superado pºTS_~a~~~pe~re d~-un modo tan riguroso
te, le l1amamos "presente" de Ia representación artística, c01Ilopor Rembrandt. Llamar aI alllor de Romeo y J ulieta,
este presente ha de ser interpretado por nosotros mediante en virtud de su nacimiento instantáneo, un amor mera~~n-
el pasado; pero el pasado sólo se puede interpretar a partir te sensible, producido por Ia bel1eza corporal y sólo dirigi-
de aquel presente dado. Toda esta forma de interpretación, do a el1a, es una incomprensión indignante. La totalidad
según Ia cual el fenómeno ha de ser comprendido desde 10 del hombre ama al hombre entero y cada vez que semejan-
que, por su parte, únicamente puede ser entendido par- te amor ocurre, es algo sencillamente irracional y su mila-
tiendo del fenómeno, parece dominar Ia representación ar- gro en nada es más pequeno o más transparente por el
tística del hombre. Pues esta representación es sensible y hecho de que los individuos se hayan conocido durante
espacial, es un mero orden de colores que tiene sentido cinco anos, en toda su esencia espiritual. El deseo sensible
para noso~s, porque expresa un alma, general o indivi- no es Ia causa sino una re-vitalización situada en Ia perife-
duali~_Pero para conocer esta alma no tenemos otro ria del suceso central del amor. Como aquí uno advierte el
fury1'amentd)y otra i~dicación fuera de aquel1a intuit\·vidad cuerpo y el alma del otro sin diferenciarlos, así también se
cqfporalme;;te dada. El círculo no parece insoluble pues advierte el propio cuerpo y Ia propia alma indiferenciados
sJI~ se au6ya en el resupuesto, de ninguna manera ndis- entre sí; el objeto y el sujeto del amor ~ctúan siempre como
cu~e que el alma de un fenómeno humano nos sea una completa unidad. En general no tiene sentido hablar
accesible de una manera totalmente separada y diferente a de cuerpo y alma como de partes que componen aI hom-
Ia apariencia de 10 corporal; de que a éste 10 vemos inme- bre. Una vez que dualísticamente se los ha separado, es di-
diatamente y a aquél1a Ia inferimos mediatamente. Pero es fícil o imposible volverlos a juntar. Cuando decimos que
posible que ésta sea una separación artificial y así como el sólo podemos "percibir" 10 físico, es ello definitoriamente
hombre, como sujeto, es una unidad indivisa, una vida sin justo; pero es también una petitio principzi afirmar que a 10
espiritual tenemos que "inferido". Quizá, como existencia ~ tuida como unidad, Ia separación entre 10 aprehendido in-
mediatamente y 10 captado mediatamente se nos presenta
total, tenemos también una percepción entera que sólo Ia
reflexión, por alguna razón cualquiera, divide -tal vez por-
~. como siendo totalmente problemática y artificial. Quizá el
que elia no se extiende en todas Ias dimensiones con Ia conocimiento kantiano, según el cual también el objeto
empírico sólo nos liega por funciones del entendimiento
miSma seguridad y porque n~ puede determina,~ a 10 "ps,~-
l( quico" de un modo tan umvoco como a 10 corporal. cumplidas en el material sensible, esté en esta dirección. si
Pero esta no excluye aquelia unidad, así como Ia visión óp- es cierto que Ias intuiciones sin conceptos son ciegas y que
tica no deja de ser una función unitaria, a pesar de que el Ias conceptos sin intuiciones son vacíos, Ia unidad se pro-
punto de Ia visión más penetrante y Ias lím~tes del campo duciría por su síntesis; pero siempre será dudoso saber si Ia
de Ia visión tengan claridad muy diferente.,.,-;:' unidad no corresponde a una función originariamente uni-
Lo que liamamos autoconciencia o sentido interno no taria cuya separación en concepto e intuición no está pres-
es una yuxtaposición o sucesión de nuestros elementos sin- cripta en su propia estructura. Este motivo, con una modi-
gularmente percibidos, sino un saber de Ia unidad ~e todos ficación quizá no tan esencial, conduce todavía más aliá; o
elios o de nuestra persona, cualquiera que sea el mstante sea que también Ia imagen del hombre corporal y Ia del
de Ia historia de nuestra vida en que aparezca y aunque no hombre psíquico ha sido lograda por una fundamental
podamos definir de un modo más preciso 10 que aquí función unitaria que sólo posteriormente, por puntos de
hemos designado como "unidad". Esta función, cuyo por- vista en cierto modo tomados desde fuera, ha sido dividida
tador se podría liamar el sentido total -sin poder cierta- en intuición y construcción psicológica. Dentro de Ia plás-
mente mostrar su órgano Y que frente a Ia propia persona tica, Ias cuadros de Miguel Ángel 10 han mostrado del
se mantiene totalmente unívoco- encuentra quizá su objeto modo más preciso. Objetivamente, desde el creador, apare-
en otras personas; Ia formal unidad de Ia percepción de un ce aquí Ia forma corporal de tal modo atravesada por el
sentido tal, tanto se podría realizar con el yo ajeno como ~entimiento psíquico que un solo acto del contemplador,
con el propio. Muchas cosas vienen en apoyo de esta con- mteriormente inseparable, percibe ambas cosas: Ia configu-
ducta. Desde hace mucho tiempo se ha notado cuanto de ración corporal y Ia significación psíquica sólo son aquí
10 que creemos "ver" inmediatamente no es visto en efecto, dos palabras para uno y el mismo hecho del ser, que es de-
sino que se podría decir que ha sido "inferido". En un aná- masiado unitario como para que su percepción se compon-
lisis más riguroso se advierte que se funde cada vez más 10 ga de una función que simplemente ve y de otra que sim-
retenido de un modo puramente sensible con Ia impresión ~lemente interpreta. El círculo según el cuallo psíquico se
total, pasándose continuamente a aquel acceso que ~os ttene que concebir por 10 corporal, pero 10 corporal por 10
trasciende de otra manera, de tal modo que en Ia cosa m- psíquico, es consecuencia y demostración de Ia unidad del
fenómeno. Pues tan pronto como un ser en sí unitario se zo de volver a reunir 10 separado. Para ambos es esto, to-
divide en una dualidad de elementos, inevitablemente el mado en absoluto, un fin que está en 10 infinito. Sólo el
uno parece construirse sobre el otro y a Ia inversa. EI círcu" arte, cuyas objetivaciones dejan a salvo Ias más próximas
10 no es defectuoso sino que simplemente significa el he- referencias a Ia inmediatez subjetiva de Ia vida interior, pa-
cho de aquelia unidad; que él continuamente es cometido rece lograr un reElejo relativamente no deformado de aque-
por nuestra consideración es 10 que atestigua precisamente lia unidad -no es una reunión de 10 separado, una síntesis
Ia esencia del cuerpo animado. Por cierto, el círculo no cuyas costuras jamás se cerrarían, sino que el arte es un re-
aparece en Ia complicación y disolución de Ia vida empírica Elejo de Ia inseparabilidad originaria, que es pre-sintética y
en su relatividad absoluta, en su simultaneidad equilibra- pre-analítica. Los teóricos italianos del arte d.el siglo XVIII
da, sino que se presenta con tensiones separadas, con el ponían el acento de valor del retrato en su psicología; es
predominio cambiante de este o aquel elemento, sugirien- anifiesto que Ia espressione les parecía Ia cuestión princi-
do así Ia apariencia de un modo separado de funcionar. • paI. Yo me permitiría creer que Rembrandt Ia ha rechaza-
Pero quizá pertenezca a Ia esencia del arte hacer entrar a Ia do absolutamente, que él quería pintar al hombre tal como
unidad en su activo derecho. Justamente eLªrtc:;.ç~)llfigl)ra 10 veía -o más precisamente, a su visión de esta apariencia;
al fenómeno humano de tal rri~91.!~E·clualidad de 1.!na sólo que para él, dentro de su actividad artística, Ia "apa-
aprelléilsíón de 10 físico y de 10 psíquico, de Ia percepcióg r.iencia" no estaba todavía separada en 10 corporal y 10 psí-
Y~~~J~jtlterlJret~ci§lJ.,.seeXt1eflde, más aliá de Ia contem- quico. Es interesanteadvertir que en Ia misma época y jus-
pÍación, al~'-de:: Ia relación inevitable del contemplado r aI tàmente eri Holanda, el alma y el cuerpo, dentro de Ias
cotltemplado, de tal modo que ésta disminuye. Por eso teorías filosóficas, habían sido tan dualística y radicalmen-
~ aquel círculo se muestra todavía más claramente en el r~- te separadas que para posibilitar su conexión tenían que
trato que en Ias otras objetivaciones del hOfI!bre: expresa Ia tomar sus recursos últimos de Ia religión y Ia metafísica.
I unidad de Ia percepción configurada qll~~0.:.~~sp2tlcle a III
I unidad del ser.
Arnold Geulinx, advirtiendo Ia absoluta falta de influjos
recíprocos entre cuerpo y alma tuvo que pedir socorro aI
I Esta unidad es continuamente vivida de un modo sub- Dios personal, quien, con ocasión de un acontecimiento
jetivo. P~roelacõl1tecímiento típico es que semejante uni- corporal, causaba Ia sensación correspondiente y con oca-
~en el instante en que se objetiva mediante nuestras ca- sión de un acto de Ia voluntad causaba el movimiento cor-
tegorías espirituales -es decir, cuando se sustrae a Ia vida poral correspondiente. Spinoza lus cl.esligó todavía más, )-
íntima como tal- se divide en elementos aparentemente he- puesto que 10 psíquico por sí mismoyi~ corporal por sí
terogéneos. EI mismo conocimiento, Ia misma praxis, por mismo expresaban ya ià~istellÇia-~t1tera;cãdatinâ con su
Ia que esto acontece, se introduce en seguida con el esfuer- particular lenguaje, de tal ~~;-era que, por decido así, una
de ellas nunca ocupa ellugar de Ia otra; Ia armonía empíri- que, en Ia interpretación de 10 singular como tal, se atiene
ca entre Ias dos sólo es posible porque el ser que se expresa a Ia mera yuxtaposición de Ias elementos (naturalmente se
en él o en elia es en absoluto idéntico, incapaz de diferen- ha de comprender esta cum grano salis). Sólo que, en últi-
ciación alguna. Pero el arte no es Ia unidad de algo concep- ma instancia, ambas están todavía en el mismo plano; Ias
! tual que estuviese por detrás de Ias elementos, sino que es dos son enlaces externos o internos de partes que han sido
Ü~jt.Imediata intuitividaclde elios. En Rembrandt no está pensadas como separadas y no a1canzan una unidad -que
I esa u~ídadéargada con Ia dinámica tormentosa de un Mi- I está más aliá de cualquier parcelamiento- tal como Ia que
guel Angel: elia ha a1canzado aquí su más poderosa fuerza 1 Ia obra de arte expone en su pura y acabada esencia. Quizá
de impresión porque parece estar inmediatamente más acá ambos principias de concepción no se comportan con res-
;
de Ia ruptura. En Rembrandt tiene Ia unidad el carácter de pecto aI problema de Ia vida de modo diferente; quizá el
una pacífica naturalidad. Pero de cualquier modo me pare- ~ ser viviente como tal sea una unidad que nuestra conside-
ce innegable que Rembrandt, en el punto más alto de Ia \ ración dividió en partes y que luego, de modo mecanicista
exposición pictórica, no interpretó el cuerpo por el alma ni o teleológico, volvió a soldar -mientras que ninguno de Ias
el alma por el cuerpo. En el arte, en el que, en general, no f métodos que toman su punto de partida de Ias partes po-
se debería hablar de "medias" -excepto si se 10 hace en el ! dría a1canzar Ia inseparabilidad primaria de Ia forma. De
i este mo do, por tanto, Ia obra de arte no puede ser concebi-
puro sentido técnico y para Ias estudios previos a Ia conclu- J
sión de Ia obra singular- significaría esta una desconsidera- / da como Ia síntesis de sus partes, como si elias fueran fin y
ción. El artista ha de ref1exionar sobre Ias medias con Ias medio- porque elia, en el sentido propio que posibilitaba tal
que a1canzará un efecto determinado; en Ia obra de arte síntesis, r:?J?O~~ __
12~~llt.I.a.."ra.rte" compl~ta. Por eso, el re-
trato, por 10 menos el de Rembraridt, no capta Ia perfección
concluida y su impresión indivisa que no reconduce más
alcanzada, no concibe aI cuerpo y aI alma en una "interac-
aliá de su inmediata totalidad, no existe separación y orde-
ción" en Ia que una fuese el media para Ia exposición o in-
nación alguna según Ia categoría intelectual y práctica de
terpretación de Ia otra, sino que concibe Ia totalidad del
media y fino Vale aquí Ia frase de Schopenhauer: "el arte
está siempre en el fin". También Ia solución más sugestiva,
\. ho?,bre, !ó'..~:,~
~o~ignifica Ia síntesis de euerPQY ~a, sino
\ ~u tnseparabíh<lâd. .
o" •• _ •.••.••
_.
das. Se origina así el siguiente problema' ~Cómo se puede se limita a sí misma.I~Acaso Ia obra de arte sólo es un "sím-
\
leer inmediatamente en él toda Ia perso alidad interior?;La bolo", un medio para que nos.,representemos algo que su
explicación según Ia cual nosotros conocemos por ~pe- intuitividad dada no representa? )Evidentemente el proble-
riencia Ia correspondencia de un alma determinada con un ma de Ia animación conduce ~sta pregunta general, que
cuerpo determinado, de tal manera que Ia imagendel últi- trataremos a fondo en páginas posteriores. Si es cierto que
mo reproduciría en el contemplador, de un modo asociati- el retrato, siendo una forma física sólo puede retener Ia
vo, Ia de Ia primera, no merece ser discutida. Si se nos ofre- forma física del retratado; si sólo Ia realidad viviente del
ciera Ia imagen psíquica de Ephraim Bonus o Ia de Jan Six hombre ofrece en unidad su animación y Ia forma; si el re-
con segura claridad (aunque noconexpresión conceptual), trato, sin embargo, despierta en nosotros Ia plena repre-
sería una conjetura, privada en absoluto de sentido, afir- sentación de 10 animado, entonces Ia representación misma
mar que Ia experiencia nos habría ensefiado que hombres tendría que fluir de una fuente que no brota deI cuadro
de esta determinada apariencia, tal como Ia que aquí se ha mismo, sino de otra parte, aunque hayamos sido conduci{ .. ,.
fijado pictóricamente, poseyeran en absoluto una constitu- dos hasta ella precisamente a través de éste) . . ,>t, v_.: /
ción del alma determinada de este o aquel modo. Ni jamás Tal conclusión corresponde, me parece, aIos concep:·----
he visto personas que se parecieran tanto a Ia de Bonus o Ia tos tradicionales, pero no a Ia situación objetiva. Antes
de Six como para confundirlas, ni sería soportable encolar bien creo que se ofrece aquí el más profundo antagonismo
Ia correlación convincente entre apariencia e interioridad entre Ia dirección de Ia fotografía y Ia de Ia obra de arte. El
/~~ ~...
contemplador no debe detenerse en Ia fotografía, puesto AI contrario, todo 10 a'nimico:y suprasensibl que babita
que realiza su obligación tanto mejor cuanto más nos "re- dentro de sus formas, sigue.niánteniendo s derecho. Pero
cuerda" el original; Ia fotografía se excluye a sí misma, de es indiferente que valga o no para el h~r;;bre, más aliá de
tal maner~que interiormente creemos ver a su modelo. 2 esta visión; 10 definitivo es que tenga valor para el hombre
Puesto que elia sólo reproduce efectivamente 10 corporal, dentro de esa visión misma . .Qe hecho se ha alcanzado 10
no tendría sentido o sería intolerable si semejante camino que conceptualmente parecía imposible, es decir, que Ia
psicológico no nos condujera, yendo más aliá de sí mismo, impresión del cuadro, tan sólo material e imitador de 10
a Ia plena realidad de su original. Los más grandes retratos corporal, se exprese como vida y alma, dados inmediata-
mente con él y sentidos en él -y no con fecha posterior a Ia
de Rembrandt, aI contrario -que sólo son los polos de una
de su existencia real en el modelo. También en su efectivi-
serie de fenómenos mezclados de los dos principios-, se
dad, si no nos fuese lógicamente contradictoria y psico-
nos muestran como manifestaciones de su visión; el ojo
lógicamente no analizable, se tendría que reconocer esta
que contempla permanece conjurado en el fenómeno, tal
impresiónSpor cierto no me considero capaz de propor-
como existe, y no nos traslada a Ia categoría de Ia realidad. cionar una solución más rigurosa del problema. La explica-
(I No pensemos en el solipsismo de cierto~upos de artistas ción por asociaciones psicológicas está plenamente recha-
I para los que Ia forma humana, en el lien~~ sólo es un zada. No menos Ia analogía con Ia fotografía que, en virtud
! orden de manchas de color, un punto e emÍión de exci- de su fidelidad exterior, conduce por encima de elia misma
r tantes ópticos, un ornamento particularmente complicado. a Ia imagen real de su original, y abandona Ia esfera del
arte por Ia dy.1~ realidad. El principio del arte exige justa-
2 Es muy instruciivo el hecho psicológico de que frente a muchos mente -concedid~qlle-iíos sea posible aproximamos cada
retratos hablamos de; "un parecido espantoso" pero nunca 10 hacemos vez más a su pureza- que Ia obra encuentre el contenido,
con respecto a una fotografía. Pues tal parecido sólo se puede producir
si el retrato -y precisamente por eso- nos coloça ante Ia realidad inme- el excitante y Ia interpretación en sí misma y que se ofrezca
diata y, por así decido, irresistible del modelo. 5iempre sentimos horror únicamente desde sí misma. Del mundo de Ia realidad se
(Goethe deda en este caso una "aprensión") cuando un orden determi- puede haber introducido en elia todo 10 que se quiera:
nado de Ias cosas de un fenómeno se interrumpe por un fenómeno que
pero si esto ha ocurrido, Ia materia habrá liegado a ser arte
viene de otro orden completamente diferente. La realidad de 10 viviente
y Ia idealidad de Ia obra de arte significan dos mundos separados y un y en esta forma, no podrá volver a ser el puente que nos re-
trozo de aquella que aparezca repentinamente dentro de éste es algo así conduzca a Ia realidad. Ahora bien, si el retrato, aI repre-
como un fantasma, sólo que, por decido así, con signo cambiado. Ante
sentfar físicamente 10 físico, elimina aqueUa, vitalidad aními-
Ia fotografía no sentimos semejante espanto porque no pertenece al
orden ideal del arte, sino que de antemano no quiere más que conducir- ca-según su efecto sobre el contemplador~ que no parece
nos psicológicamente a una impresión de Ia realidad. corresponder aI fenómeno físico del modelo, sino sólo a su
[ plena realidad, el presupuesto fundamental de semejante vida y una animaClOn que corresponde total y absoluta-
resultado estará quizá en el hecho de que Ia forma no está mente aI complejo que le es objetivamente dado; 10 equipa
/ tomada inmediatamente, como en Ia fotografía, del fenó- con el alma propia de Ia forma poética que, sin embargo,
meno, sino que es una creación del alma. El antiguo princi- nunca puede llevar a cabo desde Ia suya, es decir, como
/' pio de que el alma se construye su cuerpo, es problemáti- siendo su propia alma. Aquí existe un hecho último aI que
co, ya que Ia "construcción" real del organismo es cosa no por su falta de claridad se debería dejar de lado. Pode-
propia de Ia vida unitaria puesto que sólo una posterior re- mos, "partiendo del alma de otro", pensar, hablar, obrar;
flexión separará el cuerpo y el alma como partes activas e es decir, crear formas tales que sólo son posibles por el
independientes. Pero Ia corporeidad del retrato entero, en alma; por decido así, son cuerpos de ella -pero 10 que con-
cuanto es arte, se construye, en efecto, por un alma. Apli- duce un alma a esta creación sólo) es Ia dinámica y no <;;1
yo;
car esto para Ia interpretación de Ia naturaleza anímica del es el hecho de que ella misma, ~n virtud de su dinámica
~retrato, ya que Ia animación del fenómeno pictórico ha particular, siente de un modo cualitativamente personal.
sido puesta por su creador en paralelo con Ia animación En efecto, el alma sólo puede crear un cuerpo tal, que
del fenómeno real, es, a primera vista,)a más monstruosa como producción real procede de ella, pero que como
paradoja. Pues el alma artística crea el cuadro como un en- constitución y anuncio es un alma diferente. Es posible
gepdro objetivo de ella, sólo que no es su alma subjetiva Ia que sea Ia fortificación y el crecimiento del hecho funda-
que le corresponde, aI modo como al alma viviente le co- mental, según el cual el sujeto se representa en su concien-
.rresponde su propio cuerpo viviente. Y puesto que el re- cia -que sin embargo sigue siendo siempre Ia propia y cuyo
- trhto de un hombre nos representa su alma, pero no Ia de contenido total se podría designar como Ia "modificación
otro, el problema de semejante posibilidad no nos parece de Ia autoconciencia" -, un tú, un no yo, que por sí mismo
que haya sido tocado mediante Ia alusión aI creador, que es un yo. Este tú no es, con respecto aI yo, algo recibido
por cierto tiene un alma que no es, empero, Ia del modelo. exteriormente, como los árboles y Ias nubes; interiormente
Sin embargo, esta paradoja, rigurosamente considerada, le es más próximo que cualquier otra cosa que sólo sea
aunque parezca contradictoria, es una posibilidad univer- contenido anímico pero no alma, y aI mismo tiempo, ade-
salmente reconocida y continuamente realizada y cuya más más, porque no se puede hablar simplemente del tú como
indudable configuración es Ia del actor, El act~r encuentr.a si fuese "mi representación", sino que tiene que ser pensa-
el papel como algo objetivo, como un compleJo -en sentl- do como un ente real y por sí. Brevemente, es verosímil
do espiritual- exterior de palabras, condiciones y acciones. que el tú sea una categoría primaria que no se puede redu-
Partiendo de Ias facultades que residen únicamente en su cir más y que se ha de vivir inmediatamente. Es posible
alma realiza una forma que le es exterior y ajena, con una que esta transformación así aconteci da del yo, se continúe
en acciones en Ias que, como sujeto de ellas, vale un tÚ. Así
ocurre cuando no imitamos exteriormente un pensamiento
o un modo de expresión de otro, sino que desde éllas en-
gendramos con interior espontaneidad: para nosotros mis-
mos y un tercero parecería trasladada a Ia del otro. Cuando
el historiador, entre Ias acciones transmitidas desde fuera
de una personalidad, pulsa los enlaces anímicos que él
tiene que tomar de su propia alma, aunque como sujeto
jamás los haya vivido y que sean quizá completamente he- El resultado de este conocimiento es que para pensar
terogéneas a su esencia; cuando el dramaturgo configura como posible Ia animación del retrato no precisamos salir
sus criaturas con rasgos esenciales y Ias hace mover por im- de Ia obra de arte. Si consideráramos que Ia animación se
pulsos que únicamente, en el instante de esta creación apoya exclusivamente en Ia realidad de los sujetos, se Ia
misma, nacen en él, pero que, por decirlo así, no se detie- podría buscar, por decirlo así, más aliá o más acá de Ia obra
nen en él, sino que están aI mismo tiempo en aquelias for- de arte misma: o en el modelo viviente, en cuyo caso el
mas en cuanto formas, en todos los fenómenos de esta es- cuadro sólo se ofrecería como pasaje y símbolo para que el
pecie -el más patente de los cuales, como hemos con- contemplador se 10 represente, o en el artista mismo que
siderado, es el del actor- una forma objetiva está soportada en estas diferentes formas revestiría, como con una envol-
o configurada por un alma inmanente a elios y es su expre- tura, 10 que en él es personal. Pero Ia expatriación del alma
sión, mientras que el alma del creador que Ia trasciende es de Ia obra de arte misma, simplemente contradice a Ia im-
Ia que otorga Ia expresión que soporta y configura. presión vivida ante los grandes retratos. Esta impresión
Si en toda esta serie se ve un fenómeno originario per- sería aI menos pensable si recordáramos que el alma crea-
manente, aunque su profundidad1fIetafísicil~o pueda tor- dora en general se objetiva en configuraciones que tienen
narse transparente, Ia "animación" del retrat6, de Ia obra carácter independiente y forma y lógica propias y que son
plástica en general, que evidentemente pertenece a esta autónomas frente aI carácter, Ia forma y Ia lógica de Ia per-
serie, no es más comprensible que cualquiera de sus ele- sonalidad que Ias crea en una medida ilimitada. Como ya
mentos, pero tampoco 10 es menos. Si se admiten estos fe- dijimos, este hecho no puede ser aclarado por una ulterior
nómenos, 10 qU~,es forzoso, Ia animación de Ia forma cor- reducción, puesto que como función primaria de Ia natura-
poral en el lienzo ya no es una paradoja solitaria que se leza anímica del hombre, únicamente proporciona el fun-
aparte de nuestros hábitos empíricos. En efecto, procede damento de explicación de los fenómenos inmediatos.
del hecho de que un alma ha creado el cuadro y de que Pero sólo designa un punto de acabamiento de 10 que es
cerrado e inmanente a Ia obra de arte, 10 cual quizá jamás de Ia realidad y Ia escena sólo es el medio de conducirlo
pueda ser absolutamente alcanzado en su realidad. De hasta ella ..Su contrario es el actor subjetivista que en todos
cualquier modo, partiendo de su libre autosuficiencia, resi- los papeles "se representa a sí mismo"; no puede cumplir
den en ella, como siendo en cierta medida los elementos aquella metempsicosis de su yo en un objeto que cualitati-
que Ia condicionan a Ia tierra, aquellas dos tentaciones: Ia vamente no le es afín, y que superando Ia oposición de yo y
dirección que apunta aI modelo real 3 y Ia determinación, a no-yo alcanza Ia unidad" difícilmente analizable por con-
través de 10 subjetivamente personal, de su creador. Es evi- .- ceptos, de Ia obra de arte. La obra de arte es siempre una
dente que Ias dos son deslizamientos de Ia pura voluntad objetivación del sujeto y por eso alcanza su puesto allende
artística hacia Ia realidad; una de ellas encuentra su extre- Ia realidad que siempre se adhiere aI objeto en sí o aI sujeto
mo en Ia fotografía, Ia otra en Ia falta de dominio o corte- erisTÃ1im:a bien, tan pronto como cesa Ia pureza de esta
allendidad, sea para representar un objeto o para expresar
dad que sólo le permite aI artista expresar su propio y limi-
el sujeto, se desliza, justamente en esta medida, desde su
úldo yo. En el arte escénico, que para este problema
categoría específica, a Ia de Ia realidad. Sin embargo, como
ofrecía Ia analogía más decisiva, los dos extremos corres-
ya dijimos, Ia seguridad contra ambos extremos jamás es
pondientes llevan Ia pura forma del arte a Ia realidad. Por
absoluta. Y precisamente con respecto aI retrato sería una
una parte está el imitador, cuya producción delata un pro-
mezquindad burocrática rebajar Ia significación de ciertas
ceso de Ia realidad que está más allá de Ia esfera del arte; obras, en nombre de Ia pureza del concepto de arte, cuan-
para el contemplado r el proceso debe estar en Ia categoría do en ellas se advierte una o Ia otra de aquellas intencio-
nes, es decir, Ia que lleva a Ia realidad o Ia que parte de ella.
J Con esto no se piensa ni está involucrado el naturalismo artístico. Cuando se ha logrado algo grande y esencial es una cues-
La decisión en pro o en contra de éste tiene una relación totalmente va-
tión por completo accesoria saber si podemos ubicarla
riable con Ia pregunta de si Ia obra de arte posee su sentido en su pura
t inmanencia o si es un medio para Ia representación de Ia realidad del dentro de este o de aquel concepto y no es posible que no-
! \ modelo. Pues, por una parte, Ia pura intención artística, que encierra Ia sotros, partiendo de tal concepto, prescribamos aI artista 10
\ significación de Ia obra dentro de cuatro lados espaciales, puede ser fiel, que" debe hacer" porque su título 10 obliga. Así se tiene Ia
I, en Ia exposición realista, a Ia más rigurosa reproducción de Ia realidad y
\con ello tiene por lograda Ia interior perfección de Ia obra de arte abso- impresión, justamente en Goya -10 que es doblemente no-
lutamente autosuficiente. Por otra parte, el artista que desde el centro table ya que es el artista de una fantasía tan autónoma y
de su obra quiere conducir a Ia intuición del modelo no necesita alcan- desconsiderada que se cambia a sí mismo y aI mundo-, de
~ar su representación por una captación realista. Antes bien puede tener
Ia voluntad de elaborar su irnagen más valiosa o, en sentido profundo, que sus retratos sólo deben ser, por decirlo así, mojones in-
más rigurosa por medio de Ia estilización, el embellecirniento o incluso dica dores del hombre real. En muchos cuadros de Goya 10
Ia exageración y Ia caricatura. lúgubre -no sólo del retrato sino también de Ias escenas
fantásticas- corresponde aI hecho de que a través de ellos retrato de que aquí se habla. Pero tengo Ia impresión que
se está como ante un espejo mágico frente a Ia realidad del Velázquez había puesto a cada una de Ias figuras de sus re-
hombre y de los procesos. El realismo de Ia subjetividad, tratos ante Ia pregunta por su fuerza vital y como si su ins-
en cambio, es difícilmente mostrable entre los grandes re- tinto hubiese sido este denominador general suyo, cuya ri-
tratistas. En un cierto sentido, aunque modificando mucho gurosa y determinada medida Ia hizo perceptible en cada
su acepción, podría pensar aquí, por paradójico que parez- uno de sus retratos alIado de 10 que, de otro modo, consti-
ca, en el pintor más objetivo, eh Velázquez. Yo tengo Ia tuye toda su individualidad. La poderosa e intransigente
opinión, naturalmente indemostn1b,le, de que el sentimien- fuerza vital del Conde de Olivares y de Juan de Mateos, Ia
to vital de Velázquez era el de unatuerza extraordinaria, decadente debilidad de Felipe IV y de su hermano, Ia fuer-
estrechamente unida; de que, ante todo, era una naturaleza za interiormente hueca e hinchada de El bufón Pablillo, Ia
energética elevada por encima, tanto de su idoneidad sin- encarnizada dinámica del Enano de la corte, Ia problemáti-
gular, como de Ias coloraciones cualitativas que determinan ca vitalidad del Nino rey, cada uno individualmente consi-
el sentimiento fundamental de otras naturalezas. Esta fuer- derado ocupa, por decido así, un puesto en una escala de
za no tenía, por cierto, el sentido del titanismo, como en fuerza rigurosamente determinada y que es sentida con se-
Miguel Ángel, que cargaba un mundo sobre sus hombros guridad por el contemplador. Si esta interpretación es justa
aunque se desplomara bajo él, ni tenía tampoco el atletis- tendríamos en Velázquez un ejemplo, aunque muy pecu-
mo muscular que se presentaba en Rubens, sino que esa liar, de realismo subjetivo del retrato para el cual es el fac-
fuerza se encaminó hacia el lado de Ia intensidad, con un ,'" tor real y subjetivo de Ia personalidad artística el que deter-
desarrollo no desviado y creciente en cada trabajo. El f
\
mina Ia configuración.
hecho de que Ia imagen de Ia personalidad de Velázquez, Ahora bien, aunque ni este subjetivismo ni aquel obje-
junto a Ia de sus pares, junto a Rafael y Ticiano, Durero y tivismo que quiere producir una representación del sujeto
Holbein, Rembrandt y Hals, muestre una cierta falta de viviente y real a través del cuadro, se excluyan en absoluto,
color -aunque no indeterminación o carencia de significa- el retrato de Rembrandt, sin embargo, muestra el más am-
ción- se debe a que su esencia personal y subjetiva, más plio contraste con estas dos formas de realismo. Desde ese
que en una inagotable dinámica de vida, se basa en una punto de vista sólo se le pueden comparar Ticiano y Tinto-
muy individual coloración de esta dinámica. Pero no Ia ha retto. Sin embargo, Ia superación de los dos realismos es
trasladado a sus retratos, como 10 hizo, por ejemplo, Greu- en él algo más característico; Ia unidad de Ia objetivación
ze, que ponía sin más como carácter de su modelo Ia dulce artística del sujeto es, por decido así, más patente, porque
y frívola sentimentalidad de su natural~za. Quizá sea el se eleva desde Ia decisiva tensión de los opuestos. Frente aI
ejemplo más indudable del subjetivismo en Ia pintura de arte a que se podían acomodar Ias intenciones estilizantes
de 10s artistas venecianos, el de Rembrandt aparece como
siendo por una parte más persona1 y subjetivo, y, por otra
-:al; si Ia creación de aquel fenómeno mediante un alma que
se infunde dentro de é1 ofrecía una salida y si Ia heteroge-
parte, Ia individua1idad del modelo, su capa de vida más neidad de Ia personalidad creadora y de Ia representada no
interna y específica, llega a ser para é1 un problema mucho Ia obstruía, en cuanto Ia transformación de Ia individuali-
más importante que para 10s venecianos. Los dos intentos dad propia en otra ajena se mostraba como un poder total-
pudieron haberle sido peculiarmente fuertes: utilizar el . mente universal y específicamente artístico del espíritu hu-
modelo só10 como material o como revestimiento de Ia emo- mano; todo esto es 10 que revela Ia función especial del
ción e impu1sividad inmediata de su fuerte realidad subje- autorretrato en Rembrandt. No es algo ais1ado y en cierta
tiva y, a su vez, dar eficacia, también inmediata, a Ia vida medida contingente, como en otros pintores, sino que
totalmente captada del modelo y en lugar de Ia visión artís- acompafia toda su carrera y designa a menu do su punto
tica dejar hab1ar a Ia impresión de Ia realidad. más alto. Por eso donde Ia unidad de 10 interior con 10 ex-
Si Ia objetivación del sujeto es Ia fórmula que apunta terior era ofrecida a una vivencia inmediata, se ejercitaba
más alIá de estos dos extravíos, el autorretrato manifiesta continuamente en Ia representación de esa unidad para Ia
frente a elIos una conducta totalmente especial. Puesto que que tenía una capacidad no comparab1e a Ia de ningún
. Ia realidad exterior deI modeIo viviente y Ia realidad dicta- otro pintor. AI objetivarla en renovadas formas artísticas
, . da desde dentro deI artista están en Ia conciencia como 10gró, por así decirlo, Ia fórmula universal de tal unidad en
unidad, es posib1e que se encuentren aquellos dos intentos, general en una medida cada vez más plena; su arte como
pero también que se anulen recíprocamente con facilidad. tal 10 elevó, y esto es 10 más sugestivo, por encima de Ia rea-
Para Ia interiorización configurada deI alma que crea en 10 1idad, tanto de Ia del sujeto como de Ia de su modelo. Lo
exterior individual y ajeno como si fuese su propia interio- que representaba su retrato no era ya una corporeidad abs-
ridad -proceso específicamente artístico que se separa por tracta de una vida total, sino que su visión es de antemano
sí mismo de aquellos dos realismos- el autorretrato es Ia Ia de esta vida entera en Ia unidad o en cuanto unidad de
escuela y, en cierto modo, el prototipo en el que 10s opues- todos sus elementos.
tos todavía no se han disociado. En efecto, Rembrandt, a
través del autorretrato se podía orientar siempre y con Ia
mayor facilidad a 10 que era algo esencia1 y quizá 10 esen-
cia1 de su arte. Si toda esta discusión admitía Ia dificultad
acerca de Ia posibilidad de que en eI fenómeno de Ia ima- Con esta discusión que a1canzó su punto culminante en
gen solamente corporal pueda ser perceptib1e Ia anima- el problema del autorretrato, me aproximo a una forma
ción, que só10 en Ia realidad viviente se une con 10 corpo- más profunda, pero de ningún modo aclarada aún, a Ia de