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CÓMO USAR LAS TRAMAS MAESTRAS

En uno de los artículos publicados en el blog te he hablado de


las tramas maestras y te he mostrado algunas de ellas: la trama
de venganza, la trama de reclusión, la trama de invasión y la
trama de búsqueda. Hay más: la trama de incursión, la trama
de superación, la trama de rivalidad, la trama de persecución...

Las tramas maestras son, dicho de una manera sencilla,


patrones argumentales arquetípicos: historias que,
particularizadas con personajes, escenarios y sucesos propios,
se han contado desde el inicio de los tiempos. Así, en una trama
de venganza siempre sucede que alguien sufre una acción
abyecta y recibe un daño importante, que el culpable queda
impune y que la víctima busca desquitarse. Cada historia de
venganza será distinta, ya que, por ejemplo, en una historia el
daño inicial tomará una forma (el asesinato de un familiar, por
ejemplo) y en otra historia tomará otra (un engaño, por
ejemplo).

En este PDF voy a explicar, a modo de extensión del artículo del


blog, cómo podemos ayudarnos de las tramas maestras para
dar forma a una historia.

Serán tres maneras de usar las tramas maestras, las que


explique: una es usar una trama maestra como idea a partir de
la cual empezar a trabajar; otra, usarla para establecer la línea
argumental principal de una historia; y otra, como ayuda en el
desarrollo del argumento en sí.

¿Preparado? Bien, veámoslas.

1. Usar una trama maestra como idea inicial

Por lo general, para empezar a dar forma a una historia, se


parte de una idea sencilla que actúa a modo de chispa
generatriz. Como dijo Umberto Eco a propósito del proceso de
creación de su novela El nombre de la rosa, “el resto es pulpa

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que se agrega por el camino”.

Esta idea inicial puede tomar formas diversas: puede ser una
anécdota que nos hayan contado, una noticia que hayamos leído
en el periódico, una experiencia propia, un sueño que hayamos
tenido, un lugar inventado... lo que sea.

Por ejemplo, yo podría partir de un personaje: un fantasma que


viva tranquilo en un caserón abandonado y que se dedique a
leer los libros que aún hay en la biblioteca. A partir de aquí, se
trataría de decidir la época y el lugar concretos en los que
transcurrirá la acción, qué otros personajes aparecerán, cuál
será la línea argumental principal, etc.

En el caso de El nombre de la rosa, la idea de la que partió


Umberto Eco, fue, sencillamente, una voluntad: “Tenía ganas de
envenenar a un monje”. Luego ya investigó sobre venenos,
situó la acción en el Medievo, ideó una abadía, etc.

Pues bien, la primera manera de usar las tramas maestras


consiste en tomar una de ellas, la que más atractiva nos resulte,
como simple idea a partir de la cual empezar a trabajar. En un
primer momento, la trama maestra elegida nos proporcionará
una visión muy poco definida de la historia, pero a medida que
le vayamos sumando otras ideas, podremos ir generando un
concepto más sólido.

Por ejemplo, podrías elegir como punto de partida de tu trabajo


la trama de venganza, así, sin más, simplemente porque te
resultan interesantes las historias en las que alguien lucha por
devolverle a alguien un daño que le ha causado y que se haga
justicia.

A esta idea podrías ir ya sumándole otras. Por ejemplo, podrías


pensar en que el antagonista fuese un personaje histórico,
alguien que cometiera atrocidades al adueñarse de un territorio,
y así estarías ya empezando a fijar tanto quiénes serán los
personajes como la época y lugar en los que transcurrirá la
acción. También podrías pensar en darle la vuelta a la tortilla:
en lugar de narrar cómo alguien trata de vengarse de otra

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persona, narrar cómo alguien trata de evitar que otra persona


se vengue de él.

Como puedes ver, no hace falta que la idea generatriz sea


originalísima o interesantísima, sino que la originalidad o el
interés se lo podemos ir dando a la historia a medida que la
trabajamos. Bastará con que la idea nos resulte atractiva y
veamos que ofrece posibilidades de desarrollo. En este sentido,
las tramas maestras son puntos de partida tan buenos como
cualquier otro.

2. Usar una trama maestra para establecer la línea


argumental principal de una historia

Como he comentado en el apartado anterior, una vez nos


hemos hecho con una idea generatriz, se trata de desarrollarla
hasta hacernos con un concepto sólido de la que será la historia
que contaremos.

En este concepto han de quedar definidos, si no todos, sí la


mayoría de los elementos que darán forma a la historia, a
saber: quién será el protagonista, qué otros personajes
intervendrán, cuál será la acción, dónde y cuándo transcurrirá,
etc.

Por ejemplo, y retomando el ejemplo del uso de la trama de


venganza como punto de partida para trabajar una historia,
podríamos, tras desarrollar esta idea generatriz, acabar
haciéndonos con el concepto de una ficción en la que un
campesino busque matar al líder de la guerrilla que asesinó a su
mujer y a sus dos hijas. La historia transcurriría en un país de
América Central, en la época del apogeo de la guerrilla en la
región, y aprovecharíamos para hacer un retrato de cómo era la
vida en los territorios que sufrieron la guerra de guerrillas.

En el ejemplo anterior, la línea argumental venía ya “de serie”,


esto es, la idea inicial (la trama de venganza) nos señalaba ya
cuál sería la línea argumental (la lucha de alguien por vengarse
de otra persona), pero es frecuente que, tras haber desarrollado

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una idea cualquer, lleguemos a tener trabajado todo un


contexto para nuestra historia (personajes, lugar y época en los
que transcurrirá la acción, tono…) y, sin embargo, no seamos
capaces de idear una línea argumental que lo hilvane todo.

Por ejemplo, imagínate que has dedicado esfuerzos a crear todo


un mundo, con sus escenarios, sus habitantes y su
ambientación, y que, incluso, tienes ya pensadas algunas
escenas. Podría ser, pongamos, un mundo que haya quedado
devastado por una guerra nuclear en el que los supervivientes
se hayan refugiado bajo tierra, en túneles de metro,
alcantarillas, minas, etc., y apenas puedan salir al exterior
debido al estado de la atmósfera. Tienes ya trabajado todo el
contexto: los escenarios, la climatología, el contexto económico
y social... y ahora sólo te queda encontrar una línea argumental
adecuada que te permita vertebrar la historia a contar.

Para hacerte con una línea argumental, has de idear un


conflicto. Un conflicto no es más que una lucha que se ve
obligado a librar un personaje o grupo de personajes por
alcanzar algo que necesita. Cuando digo “lucha”, no me refiero
a una pelea o a un combate con armas, por ejemplo, sino a una
confrontación del protagonista contra algo o alguien o, incluso,
contra sí mismo, o contra todo ello a la vez, del tipo que sea.
Esta lucha empezará, se desarrollará y terminará, y llevará al
protagonista (el personaje o grupo de personajes que la libra)
de una situación inicial, en la que la lucha no habrá dado aún
inicio, a una situación final, en la que la lucha ya habrá
finalizado.

De esta manera, el argumento de tu historia será la secuencia


de hechos que lleve al protagonista, a través de una relación de
causa y efecto, desde la situación previa al inicio del conflicto
hasta la situación posterior a su finalización.

Pues bien, aquí es donde puedes echar mano de las tramas


maestras. Se trata, simplemente, de poner como línea de acción
de tu historia el conflicto propio de una de las tramas maestras.

En el ejemplo del mundo postapocalíptico, podrías decidir que la

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línea de acción será la propia de una trama de búsqueda, y que,


por tanto, narrarás la peripecia de un personaje que recorrerá
este mundo en busca de, por ejemplo, un medicamento que
necesita para sus hijos.

Un caso típico en el que esta manera de usar las tramas


maestras nos va como anillo al dedo es cuando hemos de idear
una historia para un personaje que ya haya protagonizado
otras. La mayoría de los elementos que conformarán la nueva
historia (protagonista, época, tono, etc.) serán los mismos que
los de las historias previas, y únicamente tendremos que pensar
en una nueva peripecia en la que meter al personaje.

Por ejemplo, si ya has escrito dos novelas infantiles


protagonizada ambas por un mapache hiperactivo, y en la
primera se dedicaba a buscar a un amigo desaparecido (trama
de búsqueda) mientras que en la segunda era capturado y
llevado a un centro de experimentación con animales y luchaba
por recuperar la libertad (trama de reclusión), para la tercera
podrías pensar en recurrir a la trama de invasión y hacer que
luche por evitar que una empresa maderera que ya haya
empezado a talar los árboles del bosque en el que vive, lo
arrase del todo.

3. Usar una trama maestra como ayuda en el


desarrollo de un argumento

Una vez tenemos decidido cuál será a grandes rasgos la línea


argumental principal de nuestra historia, se trata ya de trabajar
la acción en sí, esto es, la serie de sucesos que llevará al
protagonista, a lo largo de un conflicto, desde una situación
inicial hasta una situación final.

Por ejemplo, una vez que Umberto Eco tuvo decidido que la
línea de acción principal de la historia de El nombre de la rosa
sería la investigación de las muertes de unos monjes en una
abadía, lo siguiente que hizo fue diseñar una serie de sucesos
que llevase al protagonista, Guillermo de Baskerville, a lo largo
de su peripecia desde el momento en que aún no sabía nada de

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los crímenes hasta el momento en el que el caso ya estaba


resuelto.

De esta manera, Umberto Eco fue detallando la línea de acción


de su novela. En el planteamiento, optó por hacer que
Guillermo, nada más llegar a la abadía, fuese informado por el
abad de la muerte de uno de los monjes y recibiese el encargo
de investigar el asunto con discreción; en el desarrollo, optó por
hacer que muriesen tres o cuatro monjes más y que, para liar el
asunto, llegase la Inquisición lanzando acusaciones de herejía a
diestro y siniestro; y en la resolución... bueno, mejor que no te
lo cuento, y así no te destripo toda la historia.

Pues bien, en esta fase del proceso también podemos servirnos


de las tramas maestras. Lo primero, será necesario que
encontremos una que nos pueda servir de guía. Si hemos
llegado hasta aquí basándonos en una trama maestra en
particular, pues ya la tendremos identificada; si no, se trataría
de ver si hay alguna de ellas que nos vaya bien.

Por ejemplo, imagínate que has desarrollado una idea y te has


hecho con una primera visión de la que será una historia que
transcurrirá en uno de los frentes de la Segunda Guerra
Mundial. Tienes ya decidido que el protagonista será un grupo
de soldados aliados y que el conflicto consistirá en su lucha por
sobrevivir tras haber quedado aislados en territorio enemigo. Es
un tema que te apasiona, y te has documentado a conciencia
sobre cómo era la vida en el frente, qué maniobras se llevaban
a cabo, qué recursos tenía cada ejército, cómo se hacían llegar
los suministros, etc.

Fíjate en que esta línea argumental podrías trabajarla como si


de una trama de reclusión se tratara: el prisionero sería el
grupo de soldados, y el confinamiento sería el hecho de haber
quedado tras las líneas enemigas; los soldados lucharán por
recobrar la libertad, ya sea transmitiendo por radio su posición
para que vengan a rescatarles, avanzando hacia el frente para
cruzarlo de vuelta a territorio aliado, huyendo por la retaguardia
del enemigo o poniéndose a salvo de cualquier otra manera.

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Para empezar, lo tendrías muy fácil para dividir la historia en un


planteamiento, un desarrollo y una resolución, que no serían
otros que los habituales en las tramas de reclusión: el
encarcelamiento, los intentos de fuga y la huida a la
desesperada, respectivamente. Así pues, en tu historia, el
planteamiento consistiría en la serie de hechos que llevase al
grupo de soldados de estar con su batallón a quedar situado
tras las líneas enemigas; el desarrollo, en sus intentos por salir
de los dominios del enemigo; y el desenlace, en un último
intento de ponerse a salvo, ya jugándose el todo por el todo.

Luego, se trataría de aprovechar los resortes dramáticos propios


de la trama de reclusión para acabar de dar forma al
argumento. Por ejemplo, como sabes que en las tramas de
reclusión es habitual que las condiciones del cautiverio
empeoren progresivamente, puedes hacer que los soldados:
primero, estén en territorio enemigo, pero dispongan de cierta
libertad de movimiento; luego, intenten atravesar el frente y
sean detectados y tengan que atrincherarse en algún sitio; a
continuación, tras un combate, sean capturados y encerrados
provisionalmente en algún lugar; y, por último, averigüen que
van a ser ejecutados. De esta manera, la trama maestra te
estaría ayudando a fijar los sucesos concretos que vertebrarán
la acción.

Llegados a este punto, ya podríamos lanzarnos a escribir la


sinopsis argumental de nuestra historia: un resumen de una
página, aproximadamente, en el que dejaremos claro cuál es la
secuencia de hechos que conforma el argumento.

Como ves, una trama maestra no es más que un armazón que,


una vez revestido con personajes, escenarios y acciones
particulares, pasará inadvertido, de manera que la historia no
resultará, para nada, trillada.

Bueno, pues nada más en cuanto a este artículo. Espero que la


explicación te haya resultado interesante.

Un saludo,

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César Sánchez

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