Sei sulla pagina 1di 26

MELANIE KLEIN: FUNDAMENTOS, TEORÍA Y TÉCNICA1

Jorge Galeano Massera


UAM-Xochimilco

Este artículo busca presentar -al público en general y a


los estudiantes de psicología en particular- una visión
panorámica y algunas reflexiones sobre la obra de Melanie
Klein.
La teoría kleiniana permanece abierta e inacabada,
construida y reconstruida por muy diversos autores. Cualquier
exposición es una interpretación de los escritos, de las
enseñanzas que recogieron sus discípulos, de las palabras que
quedaron en el aire pero pudieron ser dichas. Sería
importante que el lector no quedara atrapado en los vaivenes
de la exposición y pudiera, más allá del texto, disfrutar de
la grandiosidad inherente a esta inmersión en los avatares
del espíritu humano.

LOS FUNDAMENTOS FILOSÓFICOS Y EPISTEMOLÓGICOS


Todas las teorías psicoanalíticas presuponen (más allá
de que se detengan o no a investigarlos) que existen vasos
comunicantes entre la subjetividad histórica y la social por
un lado y el núcleo familiar y el individuo por el otro. Dan
por hecho que el conjunto de los fenómenos naturales y
culturales constituye una cierta totalidad. Desde Freud, los
instintos y lo filogenético, la guerra y la religión
monoteísta tanto como el complejo de Edipo y el hecho
traumático están presentes en la evolución del sujeto. Sin

1
Artículo publicado en SUBJETIVIDAD Y CULTURA, México, Plaza
y Valdés, nº 5, 1995, pp. 60-72.
2

embargo, esto no quiere decir que se puedan construir puentes


sólidos entre tan diferentes niveles.
Klein busca establecer lazos de comprensión y no
determinaciones fuertes, causalistas. Las relaciones entre
“el mundo externo” y “el mundo interno” se suponen más que se
establecen. Desde la teoría y la técnica psicoanalítica se
puede hablar con más seguridad de situaciones (concebidas en
un sentido inmediato), de huellas mnémicas, y de propiedades
y estructuras del aparato psíquico. La comprensión,
verstehen, y no la explicación causalista es la meta deseable
y posible.
Para ella, el objeto del psicoanálisis es los procesos
psicodinámicos del individuo (y de las propiedades de su
mente) y no los procesos históricos y sociales. El mundo que
le importa es el interno. El otro, “el que está afuera”, sólo
interesa en la medida en que pueda arrojar alguna luz en la
comprensión del fenómeno psíquico. Las características de la
fantasía, por ejemplo, hacen que las explicaciones sean sólo
aparentes, que se reduzcan a suposiciones ex post facta. La
predicción es imposible, lo único que se puede hacer, en el
mejor sentido weberiano y fenomenológico, es tratar de
comprender el mundo interno y sus demandas hacia el "afuera".
Pero no se asume una posición solipsista: se presupone que el
mundo externo existe y determina. Pero éste no es el objeto
de estudio del psicoanálisis kleiniano.
Es opinión generalizada que en un ambiente sin aspectos
siniestros no existirían ansiedades y fantasías agresivas o
persecutorias. Para Klein, esta es una hipótesis
insatisfactoria. El factor ambiental tiene que ser evaluado
desde un punto de vista interno, desde las propiedades y
estructuras y desde la constelación de vivencias específicas
del sujeto y nunca tan sólo por medio de juicios de valor
3

externos (como el del pediatra que dice que el niño busca el


pecho porque tiene hambre).
Madelaine Baranger (1960) subraya que Klein comparte,
sin haberlos estudiado previamente, los mismos principios
ontológicos que caracterizan la fenomenología: no existe un
impulso en sí. El ser humano se define por una
intencionalidad específica relacionada con objetos concretos.
En términos kleinianos: relaciones primitivas o maduras del
Yo con sus objetos internos y externos.
Klein trata de ver e interpretar desde una mirada
desprejuiciada, hermenéutica, y de asumir una posición
empática. La primer referencia del mundo extrauterino es el
parto, la violencia, la agresión sin antecedentes. No existe
ni esquema corporal significativo ni esquema conceptual o
lógico dado de antemano. El núcleo psíquico que llamamos Yo y
que vivencía su universo no posee coordenadas a priori de
tipo Yo/mundo, Yo/cuerpo, cuerpo/mundo, Yo/no-Yo, etcétera.
El proceso de construcción de los puntos de orientación se
realiza a partir de las huellas mnémicas de una paz no tan
remota y del caos de vivencias fragmentarias de lo ignoto,
que aquí y ahora irrumpe frente al neonato. Predominan, por
lo tanto, los impulsos destructivos y las angustias
persecutorias.
Ella no acepta que psique y cuerpo sean entidades
substanciales separadas. A partir de su observación temprana
de lactantes establece que el sujeto de la vivencia es una
unidad psicosomática: el niño se resiente con la madre, el
alimento le parece malo, lo rechaza y vomita. La división
sustancial soma-psique es el producto de un proceso de
disociación y represión completamente secundario. Diríamos
que esa dicotomía también es un prejuicio ideológico y
cultural de origen cristiano y renacentista.
La determinación de los fenómenos implica una pluralidad
4

de acciones recíprocas simultáneas que podríamos caracterizar


como dialécticas -en términos de contradicciones- y que Klein
tematiza como "posiciones". El espacio, el tiempo, el cuerpo
y la mente son campos de experiencia sin que se pueda
atribuir a uno de ellos la primacía sobre los demás. Ya no se
trata, como en Freud, de imágenes y pulsiones sino de
fantasías inconscientes, de objetos omnipotentes y de
vivencias masivas.
Objeto es una percepción, una fantasía, un sentimiento,
un pensamiento, una “cosa” que se manipula, un vínculo, una
persona, una situación, etcétera. En el mundo interno, el
objeto es un registro mnémico, es un producto interno
(fantasía o sentimiento, por ejemplo) o un objeto externo
introyectado. La psiquis está desde el principio poblada de
objetos. Éstos y sus vínculos son fundamentales para la
comprensión de la subjetividad.
El objeto es fruto de la interacción de las fantasías de
un núcleo intencional que podemos llamar sujeto con una
hipotética realidad que sólo podemos atrapar como concepto
teórico, como práctica social o como vivencia. Todos los
objetos son vividos por una subjetividad que está allí, en el
mundo intra o extrauterino, que en él se mueve con su propio
cuerpo.
La fantasía cumple una función mucho más compleja y
profunda que la de mecanismo de defensa encargado de
posibilitar la huida de la realidad o de otras fantasías. Es
una constante. Es el modo de existencia básico de lo
inconsciente, de las experiencias conscientes y la expresión
mental de los instintos. Existe desde el comienzo de la vida.
La angustia y la fantasía son los principios económicos que
permiten comprender los procesos psicodinámicos.
Lo anterior implica la ausencia de dos de los prejuicios
de la psicología clínica (igualmente cuestionados por la
5

fenomenología): si se admite la primacía de la fantasía y de


la angustia respecto a la pulsión, los principios
substancialista y causal-mecanicista aparecen como meros
actos de fe. Se renuncia a entender los fenómenos como
causados o encadenados mecánicamente. La concepción
“hidráulica” y neurofisiológica de Freud se desecha aunque se
mantienen múltiples compromisos terminológicos, más que
conceptuales.
La esencia de la revolución kleiniana es el paso de una
concepción biológico-instintiva del inconsciente a una
psicológico-estructural. Y esto ha permitido ampliar el
tratamiento analítico a casos antes no considerados: niños de
poca edad, ancianos, psicóticos, perversos.
En 1920 Freud plantea la posibilidad de realizar un
análisis infantil y Hug-Hellmuth la retoma un año después sin
llegar a desarrollar una técnica específica. Klein aporta los
dos elementos substanciales: una nueva visión de los procesos
psicodinámicos tempranos y la concepción del juego y de los
dibujos infantiles como equivalentes a los sueños y a las
asociaciones libres en el análisis de adultos.
Todo lo anterior podría dar la idea de que Klein fue una
profunda filósofa y epistemóloga. Nada tan alejado de la
realidad. Una cosa es establecer los supuestos que están por
detrás de una teoría y otra, muy diferente, es pensar que el
autor estuvo consciente de los presupuestos de sus
construcciones conceptuales.
Klein está plenamente centrada en su nivel de reflexión:
la construcción de una clínica psicoanalítica, es
asistemática en su conceptualización y sólo aparentemente
teorizadora. En última instancia, nunca se toma la molestia
de justificar sus pasos, o sus cambios, en otro sentido que
en el de la práctica. Y, sin embargo, la lectura de lo
empírico es fenomenológica y no fenoménica.
6

LA TEORÍA
El énfasis de Freud sobre el concepto de instinto lo
lleva a pasar por alto las modalidades concretas de su
ejercicio. La descripción de Klein parte de la relación
primitiva del instinto con su objeto y eso implica el rechazo
de una hipotética etapa anobjetal.
El narcisismo pasa a ser, de amor del sujeto a sí mismo,
a vínculo con un objeto introyectado en el propio cuerpo. El
autoerotismo será entonces la actividad de relación del
sujeto con este objeto interno. Su ubicación narcisista
proviene de necesidades defensivas movilizadas por la
angustia. Entonces, en un sentido estricto, no existe un
narcisismo primario, desde un principio sus coordenadas son
los vínculos de amor y odio (de celos, de envidia, de
agresión) con relación a ese objeto introyectado.
Los instintos son buscadores de objeto y, en el aparato
psíquico, están vinculados a una fantasía. El lactante se
excita, tiene erecciones, impulsos sexuales positivos y
negativos tempranos, “sabe” del sexo. Lo fundamental, para la
clínica, son las fantasías del intercambio infinito de
gratificaciones sexuales entre los padres, de la madre con
pene, de la pareja combinada, etcétera.
En su envidia del pecho inagotable, en sus celos
edípicos tempranos agudizados por la escena primaria, en su
excitación sexual, el lactante realiza ataques orales y anal-
uretrales sádicos al cuerpo de la madre. Fantasea
destrozarla para ver sus contenidos: sus heces, sus penes y
sus bebés, de los que quiere apropiarse y destruirlos. En la
medida en que tal agresión produce temor a la retaliación,
puede generar el impulso epistemofílico de buscar objetos en
el exterior para calmar su angustia. La culpa por la agresión
es el origen del complejo de Edipo temprano.
7

Sin embargo, en este grandioso drama primigenio, lo que


más importa no son las pulsiones sino lo que podríamos
denominar impulsos: una confluencia muy compleja de
intencionalidad, deseos, fantasías y vínculos con el objeto.
Más allá de que Klein mantenga el término “self”, su
conceptualización es radicalmente diferente. La estructura de
la personalidad está determinada por las fantasías que el Yo
tiene sobre sí mismo y sobre los objetos que contiene. Por
debajo de estas fantasías están los núcleos psicóticos y los
objetos enquistados que en situaciones traumáticas pueden
movilizarse.
El concepto posición no hace referencia a una
determinada fase evolutiva de la libido (etapa anal, oral o
genital) sino a una cierta ubicación del individuo dentro de
una situación compleja. Implica una configuración específica
de relaciones objetales, ansiedades y defensas, que se
alternan y perduran, matizadas y mezcladas, a lo largo de la
vida. Una posición se define por el predominio de un tipo de
angustia específico y por procesos defensivos destinados a
elaborarla en la relación con el objeto. Ambas -la
esquizoparanoide y la depresiva- están ligadas al proceso
evolutivo inicial y pertenecen a un plano de reflexión
independiente de los cuadros patológicos.
En la posición esquizoparanoide (desde el nacimiento
hasta los tres meses), el neonato se encuentra en una
situación caracterizada por la falta de puntos de referencia.
Sus experiencias y vivencias intrauterinas son relativamente
limitadas y la irrupción en la convivencia es cuestión de
vida o muerte. Desde el punto de vista psíquico y
fisiológico, nunca tendrá que hacer tanto en tan poco tiempo.
El mayor esfuerzo es el primero.
Sin embargo, al nacer, el lactante tiene un Yo lo
suficientemente integrado como para sentir angustia, utilizar
8

mecanismos de defensa y establecer relaciones objetales


primitivas tanto en la fantasía como en eso que llamamos
realidad.
Más allá de su bajo nivel de organización y desarrollo
fisiológico, es un núcleo con memoria, con capacidad de
percibir su entorno y de producir fantasías, capaz de
sofisticadas manipulaciones psíquicas. Las experiencias
placenteras intrauterinas y los mecanismos biológicos
evolutivos establecen desde un principio la tendencia del Yo
a integrarse pero, si la angustia se hace intolerable, se
desintegra.
Las relaciones de objeto son puntuales, son relaciones
de objeto parcial. El Yo inmaduro del lactante no puede tener
una percepción global del objeto y de sus múltiples
interrelaciones. Sus vínculos son, por lo tanto, con partes
privilegiadas de los objetos. El pecho y el pene, y no sólo
metafóricamente hablando, son los objetos parciales buenos y
malos, idealizados y perseguidores que generan, en sus
vínculos y vivencias, los modelos primitivos de todo objeto y
forma de relación posterior.
Para Klein las huellas mnémicas prenatales y las nuevas
vivencias que se van registrando configuran un mundo interno.
El mundo interno resulta de la actividad de la fantasía
inconsciente en la que los objetos son introyectados -gracias
a las identificaciones proyectivas e introyectivas- no de
manera aislada sino construyendo un complejo al interior del
Yo. Incluye a los objetos parciales y totales, a los buenos y
a los malos, a los idealizados y a los perseguidores, a los
sentimientos involucrados, etcétera.
Para ella, en los primeros tres o cuatro meses, las
vivencias de los aspectos "buenos" y "malos" no configuren un
mismo fenómeno. La identidad del objeto se gesta en un
proceso de introyección y proyección constante en el que
9

convergen las más diversas cadenas de asociaciones. La


síntesis del objeto se produce si la gratitud predomina sobre
las pulsiones destructivas en el embate de emociones
radicales. Del nivel de la angustia persecutoria depende la
velocidad e intensidad de la alternancia de los procesos de
disociación e integración del objeto y, por ende, del propio
Yo. La proyección e introyección de vivencias implica
introyección de proyecciones, la proyección de
introyecciones, etc.
El lactante se define por la extrema debilidad del Yo
frente a la ansiedad despertada por los sentimientos de
destrucción interna. La angustia paranoide está provocada por
la disociación masiva del Yo y del objeto en uno perseguidor
y otro idealizado. Y también por la proyección en el mundo
externo de los aspectos fragmentados buenos y malos de los
objetos internos y del Yo. El peligro puede, así, encontrarse
tanto adentro como afuera. El terror siempre amenaza
desintegrar la organización yoica en formación. La calidad de
la vivencia va a depender también de las características del
objeto externo y del instinto de muerte del lactante.
Klein conserva los conceptos de instinto de vida y de
muerte, principios económicos freudianos. Su naturaleza se
deja de lado, estos se utilizan como instrumentos para tratar
de entender el diálogo interno y el flujo de las vivencias y
los comportamientos constructivos y destructivos. Los
instintos (ese recipiente categórico que en cualquier teoría
psicológica sirve para arrojar todo lo inexplicable,
comentario mío) despiertan o no deseos de vivir y morir.
Deflexionados en el objeto, producen relaciones cargadas de
angustia o de libido. Me encuentro entre aquellos que piensan
que estos conceptos no son indispensables para la teoría y
podrían ser eliminados.
El objeto malo es un objeto parcial que sintetiza las
10

vivencias dolorosas y frustrantes del bebé y del adulto que


se encuentra en la posición esquizoparanoide. En él se
proyectan las malas experiencias y las partes escindidas del
Yo cargadas de agresión y hostilidad. Él siempre tiene el
poder de transformarse en objeto persecutorio, si amenaza
dañar y liquidar al Yo y al objeto bueno. Es el fruto de la
identificación proyectiva, de los impulsos orales y anales,
de las fantasías destructivas escindidas. Además de ser un
objeto parcial es un objeto fragmentado.
Sin embargo, no todo es angustia, en circunstancias
internas y externas favorables, el lactante pasa la mayor
parte del tiempo durmiendo, mamando, siendo aseado y mimado
por la madre, o sea, disfrutando de placeres reales y
fantaseados que le permiten al Yo integrar y sintetizar sus
objetos.
El objeto idealizado, el pecho y el pene, en la posición
esquizoparanoide, puede ser vivenciado como objeto ideal
debido a la escisión y a la negación de sus aspectos malos, y
a la proyección de los aspectos buenos del Yo. La
idealización es una defensa contra las ansiedades
persecutorias. El lactante atribuye todas sus experiencias
buenas, reales o fantaseadas, a un objeto -parcial pero
unificado- con el que se identifica y al cual anhela poseer.
Los aspectos persecutorios del objeto idealizado son
similares a los del Superyó cruel: morales y perfeccionistas.
La tolerancia o la intolerancia frente a un alter ego
que sea vivido como un extraño, o incluso como un enemigo, no
dependerá sólo de lo que él le haya hecho o haya dejado de
hacerle a ese Yo sino de las fantasías proyectadas o
desplazadas. Las relaciones de amor y odio siempre encarnan
ilusiones, anhelos, amores y odios, angustias, venganzas y
temores de retaliación que se establecieron con otros
(personas, objetos y situaciones).
11

La angustia es un fenómeno primigenio. Las más diversas


actividades pueden servir como maniobras defensivas y como
maneras de elaborarla y resolverla.
La angustia -tanto la persecutoria como la depresiva, en
un mundo que se muestra ajeno- impide la creatividad, el
interés epistemológico, la capacidad de verbalización y
conceptualización, la motilidad, etcétera. La estabilidad
presente y futura no radica en su neutralización sino en la
cantidad de angustia que se ha podido disipar. Lo ignoto, lo
que no se ha podido constituir como parte del mundo, lo que
produce ansiedad y es extraño, resulta intolerable,
inaceptable.
La respuesta más elemental contra la angustia es la
agresión. Más allá de que para M. Klein exista una carga que
pueda ser considerada “constitutiva”, esta no es el
substituto económico de la pulsión en el esquema freudiana.
Va mucho más allá: está siempre relacionada con el vínculo
objetal y los procesos psicodinámicos. El ser humano no se
mueve por ser agresivo sino por tener angustias. La agresión
siempre tiene características defensivas, ya sea que se
manifieste como un ataque interno o externo. Los impulsos
agresivos están a menudo ligados al placer y a la
gratificación de su evacuación. Las privaciones emocionales,
económicas y sociales, el dolor físico y psíquico, las
pérdidas, la dependencia (incluso la amorosa), el deseo, el
miedo y el odio, los celos y la voracidad, los conflictos
entre las instancias psíquicas y a su interior, el uso
exacerbado en calidad y cantidad de las defensas pueden
servir de ejemplos de la diversidad de disparadores de
reacciones agresivas. Pero la autopreservación e incluso el
amor necesitan de una cierta dosis de agresión e
intolerancia, señales de fuerza y vitalidad, de preservación
de sentimientos y valores, de aceptación y voluntad de
12

perfeccionamiento, de creatividad, de identidad yoica y,


diría, también social.
Los mecanismos de defensa son manipulaciones del Yo para
protegerse de los perseguidores internos y externos. Sin
embargo, a su vez generan sus propias ansiedades y lesionan
el Yo si la calidad y la frecuencia de su uso están
exacerbadas. La gran tarea vital es elaborar la angustia y no
sólo defenderse de ella. Esto no presupone un principio ideal
de Nirvana. Una cosa es pensar que los humanos no pueden
vivir permanentemente angustiados y otra, muy diferente, es
suponer que pueda ser eliminada.
La angustia persecutoria, característica de la posición
esquizoparanoide, es provocada por la presencia de objetos
parciales, por sentimientos y por partes del propio Yo que
amenazan aniquilarlo a él o al objeto bueno interno. Una de
las maneras de contrarrestarla es realizando una escisión de
los aspectos persecutorios e idealizados del objeto; uno se
hace depositario de la agresión del Yo y el otro, de sus
aspectos buenos. Asimismo, el Yo se fragmenta en sus
sentimientos destructivos y libidinales.
La escisión esquizoparanoide le permite al Yo, en su
función positiva, emerger del caos y ordenar sus experiencias
sensoriales y emocionales para una síntesis futura del
objeto. Uno de los peligros que acechan, para mi fundamental,
es la producción de una visión dicotómica del mundo, de las
culturas, de las religiones, de los hombres: los buenos (como
yo y los míos) y los malos (como los demás). Existe una
relación directa entre la profundidad de la escisión, la
severidad de la represión y el uso inadecuado de los demás
mecanismos de defensa.
En la escisión, la idealización de los aspectos buenos y
libidinales del objeto parcial es el reverso de la negación o
la proyección de los aspectos malos y destructivos del
13

objeto, de los sentimientos y de partes del Yo. Si bien la


idealización permite la supervivencia de los aspectos
amorosos de la relación de objeto, puede dar origen a un
Ideal del Yo, a un Yo Ideal y a un Superyó generadores de
metas inalcanzables y normas crueles.
Por medio de la identificación proyectiva una parte o la
totalidad de la persona se ubica en el objeto, con la
finalidad de controlarlo o apoderarse de él -sea por amor,
sea por odio- con el consiguiente empobrecimiento de la
persona. El Yo, para salvarlos de la agresión interna o
controlar su peligrosidad, proyecta en el exterior partes de
sí mismo, objetos parciales, sentimientos persecutorios y de
desvalorización e incluso facultades perceptivas. Este es,
junto con la escisión, el mecanismo esquizoparanoide y
psicótico por excelencia. El uso masivo de ambos puede llevar
a la desintegración del Yo y de los objetos. La escisión y el
uso concomitante de la identificación proyectiva, al expulsar
y depositar en el exterior -objeto o persona- aquellos
aspectos que el Yo detesta en sí mismo, pueden justificar las
agresiones más despiadadas.
Hay una relación directa entre la profundidad de la
escisión, la severidad de la negación y el uso inadecuado de
los demás mecanismos de defensa. Si la negación es el
mecanismo que busca anular los aspectos persecutorios o
gratificantes de los objetos y de las situaciones
frustrantes, el control omnipotente es el recurso que el Yo
utiliza para mantenerlos a raya. Si se niega que el objeto
del odio pueda tener la menor de las virtudes, el más ínfimo
gesto de amor o compasión, sólo el control total, su
eliminación, permitirá lograr una paz interior transitoria.
Hasta la llegada de los fantasmas.
La identificación introyectiva permite la
reincorporación de los aspectos idealizados y persecutorios
14

del objeto y del Yo depositados. El rescate de los


sentimientos y de los aspectos idealizados permite
enriquecerlo. Pero la reintroyección de los perseguidores
origina ansiedad hipocondríaca y la reintroyección de los
impulsos destructivos proyectados origina ansiedad por el
temor a la retaliación. En la medida en que la manipulación
de control sea más paroxística y que los sentimientos que la
acompañan sean más destructivos, tanto mayor será el miedo a
la venganza del objeto. Así se cae en un círculo vicioso que
obsesiona y desquicia cada vez más.
Como lo plantea Hanna Segal (1984), “cuando se produce
una regresión a estos puntos tempranos del desarrollo, el
sentido de realidad se pierde y el individuo se psicotiza.
Pero si se alcanzó la posición depresiva y ya se la elaboró,
por lo menos en parte, las dificultades que aparecen en el
desarrollo posterior no son de carácter psicótico, sino
neurótico. ... Los mecanismos psicóticos gradualmente ceden
su lugar a mecanismos neuróticos: inhibición, represión y
desplazamiento”.
La posición depresiva (entre los 3 y los 6 meses) se
caracteriza por una relación de objeto total, por un estado
relativamente más integrado del Yo y por un tipo específico
de angustia. El Yo es entonces capaz de unir los aspectos
buenos y malos de la madre y la percibe como un objeto total,
como una persona. Ya no utiliza tanto la identificación
proyectiva y maduran así los sentimientos de ambivalencia
(amor y odio) que habían empezado a surgir en la posición
esquizoparanoide. También disminuye culpa por haber agredido
y dañado a la madre. Estas vivencias desencadenan ansiedades
depresivas, culpa y deseos de reparación. La integración del
Yo corre paralela con la del objeto.
La angustia depresiva está vinculada a objetos buenos y
totales que se sienten amenazados, dañados, o muertos. La
15

culpa se hace presente porque no existe un objeto amado que


no haya sido agredido en la fantasía o en los hechos. En el
proceso de integración del objeto y del propio Yo hay una
síntesis de "amor" y "odio", un reconocimiento de la
ambigüedad. El objeto bueno que se siente perdido o destruido
despierta sentimientos de nostalgia, de culpa y de duelo.
Las experiencias gratificantes se encuentran presentes
desde la posición esquizoparanoide y se hacen más definidas
en la posición depresiva. El objeto bueno es un objeto
parcial o, diríamos, "quasi-total", experimentado como fuente
de vida, amor y bondad. Es introyectado reconociéndole sus
aspectos malos y, por lo tanto, es diferente del objeto
idealizado. Es vulnerable, puede ser dañado y destruido. El
objeto bueno llega a ser frustrante pero le proporciona al Yo
seguridad interna frente a la desolación y la agresión. No
está constituido por el instinto de muerte y la angustia
persecutoria, es frágil pero dinámico en sus intercambios con
los objetos externos.
En la posición depresiva, el objeto llega a ser
reconocido como distinto e independiente y surgen los deseos
de reparar y recuperar los objetos amados para devolverles la
vida y la integridad. Tanto el amor como el odio construyen
objetos. Tal vez la única diferencia sea el "ángulo de
apertura" que la relación amorosa posibilita.
En todo acto de creación existe la destrucción de una
realidad que no se acepta y su reemplazo por la concreción de
una fantasía substitutiva y reparatoria a la vez. En toda
obra hay una desvalorización y una revalorización del mundo
interno y del mundo externo. En un mismo acto se mata y se da
a luz. El acto creativo es tanto la conquista del habla por
el niño como la obra sublime del poeta, los primeros
garabatos, las pinturas de algunos y los anhelos de todos.
La reparación es la actividad yoica dirigida a inhibir
16

las pulsiones agresivas y restaurar el objeto amado que se


siente dañado o muerto. Sólo puede emerger en la posición
depresiva como reacción a la angustia provocada por los
sentimientos de culpa. Como la imagen materna es el
catalizador de los objetos parciales, se transformará en el
prototipo de los totales y en ella como persona se centrará
la angustia depresiva y los sentimientos de culpa.
La superación de la posición esquizoparanoide puede ser
exitosa o no pero nunca es total, ni siquiera en hipótesis.
Las defensas contra el conflicto depresivo producen
regresiones a la posición esquizoparanoide y a la caída en
cuadros obsesivo-compulsivos o maníaco-depresivos. La
posición depresiva tampoco se llega a superar, la integración
nunca es total.
Una parte de los mecanismos de defensa de la posición
depresiva, utilizados frente a objetos diferentes y en otras
situaciones, son herederos de los utilizados en la posición
esquizoparanoides.
La escisión del objeto se utiliza ahora para disociar
los aspectos “vivo e indemne” de los “dañados o en peligro de
muerte”. Esto permite que surjan los sentimientos de culpa y
reparación, facilita la reintroyección de los aspectos
libidinales y establece el fundamento de la capacidad madura
de discernimiento.
La idealización del objeto total permite la
supervivencia de los aspectos amorosos del vínculo. Se
realiza principalmente en función de las coordenadas espacio-
temporales: aquí o allá, antes o ahora. El objeto ideal con
el que el Yo anhela identificarse se puede convertir, o
fundir, en el Ideal del Yo, en el Yo Ideal y en el Superyó.
Sin embargo, estos objetos, si resultan de la acción de las
defensas maníacas, pueden generar demandas desproporcionadas
y exigencias crueles.
17

La negación, en la posición depresiva, representa un


esfuerzo por desconocer la culpa, la dependencia y los
vínculos entre los objetos y las emociones. La represión, la
inhibición y la evasión son defensas características de esta
posición, son las herederas evolucionadas de la negación.
El control se utiliza ahora para evitar la frustración,
dominar la angustia e impedir la agresión. El desplazamiento
reorienta la agresión protegiendo a objeto pero no es el
fruto de una elaboración mayor. Mucho más madura es la
capacidad de discriminación, que evita la búsqueda de chivos
expiatorios y establece diferenciaciones entre las fuentes de
angustia y respecto a la cantidad, a la calidad y a la
frecuencia de las agresiones actuadas y recibidas.
En la posición depresiva, los procesos de introyección
se intensifican. Ahora se refieren a objetos totales, o a
aspectos idealizados o buenos. Es el mecanismo que en mayor
medida posibilita el desarrollo del Yo al enriquecer su mundo
interno.
La proyección de objetos internos, sentimientos y partes
valiosas de sí mismo permite mantenerlos a salvo de la
agresión interna y reparar el objeto externo.
La reparación de los daños reales o fantaseados
provocados por la agresión estimulan la integración de los
objetos totales, del Yo y de su mundo interno. La actividad
reparatoria hace posible que el Yo conserve el amor y los
vínculos libidinales a pesar de los conflictos, las
frustraciones, las privaciones y las pérdidas. La reparación
favorece tanto la introyección como el desarrollo de la
destreza física y es, a su vez, retroalimentada por ellas.
Hace posible que el Yo conserve el amor y los vínculos
libidinales.
En la situación esquizoparanoide -de escisión,
identificación proyectiva y angustias persecutorias- existe
18

un fenómeno relativamente constante, que se va configurando


como el primer punto de referencia objetal: el pecho materno.
El pecho es inicialmente un objeto parcial pero complejo:
satisface o no ese dolor angustiante que el adulto llama
"hambre", proporciona o no calor y gozo, permanece
silencioso, murmura o ladra. La calidad de la vivencia va a
depender de las características del objeto externo y de la
agresión del lactante. El pecho, por ser el primer objeto, es
el punto de partida y de llegada de todas las vivencias,
reflejo de la ubicación en el mundo. A partir de él se
configura la madre, el padre y el universo como objetos
totales.
El complejo de Edipo empieza con la aparición de un
tercero -objeto, situación o persona- en la relación con la
madre. Más allá de Klein podríamos pensar que los orígenes
del complejo de Edipo temprano se encuentran en los
sentimientos del lactante de que el pecho bueno no es
totalmente introyectable, de que "algo" se escapa, de que
"algo" impide la fusión, de que "algo" separa, sin que "ese
tercero" (las necesidades de aseo de la madre, una llamada
telefónica, la preparación de la comida, etcétera) esté
identificado, ya sea un pecho malo o un padre que tiene
demandas y se interpone.
Klein, a partir de sus investigaciones con niños, señaló
que desde las diferentes zonas erógenas podían partir
pulsiones que se mezclaban más allá de una secuencia
evolutiva. Sin embargo, en cada fase, una pulsión es
dominante. Los impulsos orales, anales y genitales, sádicos o
no, podían presentarse juntos, más allá de que predomine uno
u otro.
Al final del primer año de vida, en la cúspide de la
posición depresiva, debido a la frustración ocasionada por el
destete, el bebé se aleja de la madre y se vuelve hacia el
19

padre. En esta etapa pregenital, los impulsos orales,


uretrales y anales -contradictorios y sádicos de un Yo poco
desarrollado y bajo la influencia de un Superyó temprano
cruel- van a ser proyectados en unos progenitores que se
imaginan intercambiando constantemente gratificaciones y
agresiones. Esto genera angustia, frustración, celos y
envidia. El bebé ataca a sus padres con todos los recursos de
sus fantasías agresivas y los siente dañados o destruidos. La
escisión de los padres en uno idealizado y otro perseguidor,
que pueden alternarse con gran velocidad e intensidad, genera
objetos muy terroríficos y remite al bebé a la angustia
esquizoparanoide y a la utilización de las defensas
correspondientes.
La formación del Superyó temprano no aparece más como
consecuencia de la resolución del complejo de Edipo en el
vínculo con el padre, depende del destete. Sus raíces se
encuentran en un momento anterior, en la posición
esquizoparanoide, en la fusión del objeto perseguidor y del
idealizado. El Superyó temprano es mucho más cruel y punitivo
que los padres reales debido a la proyección de los impulsos
sádicos del bebé. Los primeros sentimientos de culpa no son
frente al padre que encarna el mandato social sino frente a
su propia agresión, por haber causado daños reales o
imaginarios al objeto amado.
Este Superyó no es sólo una fuente de angustia y de
sentimientos de culpa. También es una fuente de amor, un
objeto interno que acompaña y ayuda a controlar los instintos
y los impulsos destructivos del Yo.
A medida que el Yo y las pulsiones genitales van
madurando, se gesta tanto una elección del progenitor que
satisfará de manera más definida y permanente los deseos
libidinales como la rivalidad relativa y la identificación
con el opuesto. El proceso lleva a la construcción de la
20

sexualidad genital propia, a un sentimiento de identidad


sexual, renunciando o no a los impulsos homosexuales. Estos
mecanismos funcionan no sólo para la identidad sexual sino
también para cualquier otro tipo de identidad profunda.
Para bien y para mal los progenitores son los objetos
prototípicos que sirven de modelo universal de lo "bueno" y
lo "malo", lo querido y lo odiado.
Si la privación externa impide la generación de
sentimientos gratificantes y representa una vivencia de
aniquilación y muerte, la calidad de las reintroyecciones y
del mundo interno -el alimento y el calor, el amor y la
gratitud por el pecho bueno- pueden generar la envidia
temprana de un pecho generoso e inagotable. La envidia surge
en la posición esquizoparanoide y hace referencia a una
relación de dos (Yo/objeto parcial pecho). Su destructividad
se debe a que el Yo, al no lograr incorporar las bondades del
objeto, trata de aniquilarlo. El objeto bueno envidiado se
transforma en fuente de angustia, en perseguidor. Bajo este
sentimiento, la utilización de los mecanismos de defensa de
escisión e identificación proyectiva generan confusión y
caos. La envidia es el prototipo de todo vínculo destructivo.
La falta de confianza en el objeto interno, la relación
ambigua con él, provoca la aparición de los celos. Los celos
se manifiestan en la posición depresiva y hacen referencia a
una relación de tres. En los celos se desea poseer el objeto
amado con la exclusión e incluso a costa de la eliminación de
todo rival. El triángulo edípico es el modelo para toda
relación de celos. Los objetos son totales, están ya bien
diferenciados. En los celos, además de una pérdida de
confianza en el objeto amado, existe una pérdida concomitante
de autoconfianza y un subyacente sentimiento de humillación.
Pero, como expresión de odio ante la pérdida o la amenaza de
pérdida, los celos son una reacción natural.
21

Los celos, en la posición depresiva, y la envidia


temprana, característica de la posición esquizoparanoide,
pueden estar ligados a la voracidad, al deseo de poseer todo
lo bueno del objeto sin considerar los daños, o la muerte,
que se le puedan ocasionar. Respuestas menos destructivas que
la voracidad de los celos o la envidia -pero igualmente
negativas- son la desvalorización y el desprecio. Si una
buena dosis de ambición es indispensable para el acto
creativo, la voracidad (la ambición insaciable) es uno de las
reacciones más destructivas.
La ambigüedad hace referencia a diversas
interpretaciones, valores o modos, y la ambivalencia, a
sentimientos y emociones. La ambivalencia y la ambigüedad
producen angustia y la angustia lleva a proyectar hostilidad
y agresión. Si llegan a ser sentidas como una amenaza por un
Yo y un Superyó rígidamente estructurados, el individuo
desarrollará conductas defensivas. La intolerancia es una de
ellas. Y no necesariamente la intolerancia social y política,
sino la referente a la presencia de cualquier objeto en el
que se depositaron nuestras angustias, frustraciones,
envidias, odios, etcétera y del que, por lo tanto, esperamos
retaliación y maldad.
En la medida en que los sentimientos ambivalentes puedan
coexistir en relación con un mismo objeto internalizado -sin
disociación, sin negación, sin el uso de defensas neuróticas
o psicóticas- será posible la aceptación de la ambigüedad de
los objetos y podrá mantenerse en suspenso el juicio de
valor. Tolerar, valga la expresión, la ambigüedad del objeto
y la ambivalencia de nuestros sentimientos exige un elevado
grado de integración y madurez, una identidad psíquica (y
también social, diría yo) bien establecida.
Si bien la culpa es característica de la posición
depresiva, su génesis se da en la posición esquizoparanoide.
22

La envidia excesiva provoca sentimientos de culpa prematuros


y confusión en la elaboración de las angustias por los daños
causados al objeto y por el temor a su retaliación.
El descubrimiento de la importancia del proceso de
reparación es fundamental para reconceptualizar la teoría de
la sublimación. Si el lactante puede gozar a pesar de sus
dolores, si puede amar a pesar de sus temores, entonces
también logrará la generosidad y el acto creativo mediante el
cual podrá ofrecer, a los otros, objetos y partes de sí
mismo. El goce puede llevar a reparar el objeto dañado
proyectándolo re-creativamente también en el sentido de “para
goce de los demás”.
Las vivencias del medio social están mediatizadas por la
acción de los padres -sus representantes inmediatos- y
principalmente por la internalización parcial de los mismos
como objetos internos (Ideal del Yo y Yo ideal) y como
instancia psíquica (Superyó). Como ya se dijo, estos no son
sólo lugares desde donde manan angustias y sentimientos de
culpa -debido a sus aspectos sancionadores de conducta moral-
son también fuente de amor, objetos internos que acompañan y
apoyan al Yo contra sus impulsos destructivos.
Dentro de este mismo ámbito de acción, como facilitador
o como represor de los impulsos y de las intermediaciones
yoicas o superyoicas, la acción directa más importante del
medio social es su papel como disparador y encausador de las
predisposiciones del sujeto. No puedo dejar de constatar que,
en nuestro medio social deteriorado, el sujeto siempre va a
encontrar, en algún recóndito o no tan recóndito lugar de su
psiquis, núcleos psicóticos profundos, temores paranoides
frente a objetos persecutorios proyectados y angustias
depresivas suficientes para llevarlo a la agresión. Serán
siempre muy pocos los que tengan los recursos emocionales
para escapar a los procesos dinámicos de una sociedad en
23

crisis.

LA TÉCNICA
La síntesis nunca culmina, la angustia está siempre
presente, angustia por lo inconcluso, por lo ignoto, porque
nunca llego siquiera a conocerme plenamente, por los amores
no correspondidos que frustran y por los correspondidos que
se teme perder.
El conocimiento es, en última instancia, la posibilidad
de darse cuenta de la existencia de problemas, la ubicación
en el mundo es relativa y la diferenciación del mundo se
gesta en la diversidad de enfrentamientos.
Cuando fallan los procesos de estructuración y
maduración del Yo, éste le da prioridad a las defensas
primitivas de la posición esquizoparanoide; se producen
cuadros o trastornos maníaco-depresivos, obsesivo-compulsivos
o confusionales; o se generan psicopatologías neuróticas o
psicóticas.
Cuando no se puede realizar la tarea de asimilación y
síntesis del objeto, el mundo interno se fragmenta, se llena
de fantasmas y de objetos petrificados.
El concepto de cura (y tal vez incluso el de madurez)
deberá usarse siempre entre comillas. Recordemos lo dicho
sobre la alternancia de las posiciones, los núcleos
psicóticos y neuróticos y los objetos enquistados que pueden
ser reactivados por situaciones de angustia desbordante.
Para la técnica, la "cura" no radica en la eliminación
del síntoma sino en la reelaboración de los vínculos. La
deconstrucción del objeto terrorífico sólo es posible cuando
se le desenmascara, cuando se hace visible su faz fenoménica,
cuando se puede visualizar cómo se fueron construyendo los
objetos y los vínculos que impiden seguir creciendo. Más allá
de la "cura" está la apertura de horizontes, del otro y de la
24

posibilidad de ser el sujeto de la propia historia. La


maduración -o en su caso el proceso terapéutico- va
construyendo, al andar, el camino para la superación de una
existencia reactiva.
Cuando el objeto se esclerosa, cesa el proceso de
proyección e introyección, las vivencias se estereotipan y el
mundo se vuelve rígido. Tanto los objetos persecutorios como
los idealizados devienen paralizantes. El mundo de todos
nosotros se transforma en el pequeño mundo particular de un
Yo encerrado a cal y canto entre los muros que levantaron sus
defensas neuróticas o entre las murallas almenadas que
erigieron sus defensas psicóticas. Cuando se emerge de estas
trincheras es para atacar y destruir a un enemigo que no por
fantaseado es menos real.
El terapeuta es el nuevo objeto privilegiado, el
representante de mamá-pecho y de papá-pene, los modelos
primigenios para toda relación. Se transforma, en la
transferencia, en el depositario y fuente de todos los
conflictos, punto de origen y fin de todos los males. La
consecuencia técnica es acorde: la interpretación no incide
sobre un impulso sino sobre la situación actualmente
vivenciada, sobre las angustias y las defensas movilizadas en
el vínculo. Y este aquí y ahora nos remite al pasado, a
nuestra historia de relaciones con los objetos arcaicos y
sus resignificaciones.
Existe un concepto distinto de lo que es una sesión
analítica: ésta se estructura por la activación de una
fantasía inconsciente específica que se manifiesta en la
vivencia transferencial, aquí y ahora. Este es el punto donde
tiene que incidir la interpretación, permitiendo el insight
de la fantasía inconsciente, la reestructuración de la
relación transferencial y la aparición de una nueva fantasía
inconsciente. El paciente puede así vivenciar los ires y
25

venires de las posiciones esquizoparanoide y depresiva,


restablecer el intercambio introyectivo-proyectivo con la
realidad y elaborar sus conflictos inconscientes.
La sesión y el conjunto de la terapia son por lo tanto
muy activas, el analista, más allá de que respete el timing
del paciente, interviene mucho.
Re-vivenciar un objeto petrificado implica revisar uno
de los pilares sobre los que se construyó la existencia y,
por lo tanto, re-nacer, re-abrir el momento del cierre, re-
tomar opciones y buscar otras. En términos fenomenológicos,
la revisión del vivir en un pequeño mundo privado abre la
posibilidad de re-visualizar un universo que es siempre
compartido. La descosificación de un infierno esclerosado
ofrece nuevas perspectivas de madurez, creatividad y
felicidad a un Yo cargado de intenciones.

BIBLIOGRAFÍA
BARANGER, Madelaine; "El significado de la obra de Klein en
el pensamiento psicoanalítico", Revista uruguaya de
psicoanálisis, t. III, n. 4, pp. 239
253, 1960.

BARANGER, Willy: Posición y objeto en la obra de Melanie


Klein, B. Aires, Kargieman, 1969.

BLEICHMAR, N. y LIEBERMAN DE BLEICHMAR, C.; El psicoanálisis


después de Freud; México, Eleia, 1989.

FREUD, Sigmund; "Más allá del principio de placer" (1920),


Obras completas, v. XVIII, B. Aires, Amorrortu, pp. 1
62, 1979.

(1923); "El Yo y el Ello", Obras completas, v. XIX, pp. 1


26

66, 1979.

(1926); "Inhibición, síntoma y angustia" (1926), Obras


completas, v. XX, pp. 71
164, 1979.

GRINBERG, León; Culpa y depresión, B. Aires, Paidós. 1963.

HINSHELWOOD, R. D.; Diccionario del pensamiento kleiniano, B.


Aires, Amorrortu, 1992.

KLEIN, Melanie; Obras completas, B. Aires, Paidós, vols. 1-6,


1980 y vols. 1-4, 1990.

SEGAL, Hanna; Introducción a la obra de Melanie Klein,


México, Paidós, 1984.

Potrebbero piacerti anche