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“Flores rotas”: ética del soltero

Héctor Gallo1

En su texto “De la naturaleza de los semblantes”, Miller dice que “las sabidurías
son siempre del hombre e invitan al sujeto a bastarse así mismo; en este
sentido, son siempre morales de solteros que enseñarían a arreglárselas sin
los demás”. 2

En la cita que se acaba de evocar, Miller relaciona el interés por el saber en el


hombre con cierta independencia del otro. Cuando un hombre eleva esta
independencia al carácter de una moral, podría hablarse de una ética del
soltero. El soltero es aquel que no se inscribe en el típico rechazo masculino a
separarse de una mujer, rechazo que entra en equivalencia con la negativa de
una mujer “a alejarse de esa parte de ella misma que estuvo separada de ella,
a saber, un hijo”.3

No es extraño que a los hombres amantes de las sabidurías les moleste


depender de un objeto de amor, ni que antepongan su interés por el saber a su
interés por una mujer, cuestión que suele conducir a que, en cierta medida,
olviden como mujer a la que tienen a su lado. Podría decirse que el principio
ético que define la posición de quienes llevan la molestia por la dependencia al
extremo, es de tipo estoico: “prescindir de los otros —en definitiva, del Otro—
para ser uno solo”4. Esta ética es la que define al soltero por convicción. Se
trata de seres que no admiten colocar a una mujer como causa de su deseo,
pues no le conceden el lugar de un objeto fálico privilegiado, tal como si es
común que lo haga una mujer con un niño.

Adentrándonos en la trama de la película Flores rotas, diremos que a pesar del


protagonista no ser presentado como un intelectual amante de las sabidurías,
sino más bien como un exitoso negociante de computadores ya retirado para

1
Profesor del Departamento de psicoanálisis, Facultad de Ciencias Sociales UdeA, Psicoanalista,
miembro de la NEL Medellín y de la A.M.P., Psicólogo UdeA, Sociólogo Universidad Autónoma de
Medellín, Doctor Sobresaliente CUM Laude en Psicoanálisis, Universidad Autónoma de Madrid.
2
Jacques-Alain Miller, De la naturaleza de los semblantes, Buenos Aires, Paidós, 2.005, pp. 166-167.
3
Ibíd., p. 131.
4
167.

1
disfrutar del dinero que posee, compartir de forma comprometida la vida con
una mujer no parece haber constituido una prioridad en su vida. No parece
haber compartido con ellas un tiempo de su vida afincado en el amor, sino en
una lógica semejante a la del Don Juan. Después de haber pasado por varias
mujeres y de vivir al respecto un presente decadente, a los cincuenta años se
deja convencer de un amigo de lo importante que sería verificar quién es la
mujer que podría veinte años atrás haberlo convertido en padre sin estarlo
buscando. Este es un instante lógico en donde su identificación a la posición de
ser “uno solo”, en cierta medida admite ser movilizada.

Digamos que no es demaciado complicado para un hombre sostener el


semblante de que puede prescindir de los otros, si cuenta con los medios para
presentarse como alguien autosuficiente, es decir, como un ser con los
atributos fálicos necesarios para volverse objeto de culto y adoración. El
protagonista no es alguien admirado por sus dotes fálicos, pero tampoco es
presentado como un pobre diablo. Digamos que es algo así como un Don Juan
en declive y por ello toda la trama de la película gira en torno a un pasado
florecido de mujeres y un presente lleno de monotonía.

La película comienza con el abandono del protagonista por parte de su


compañera. Ella se marcha porque comprende que el necio Don ha vivido con
ella sin hacer una apuesta amorosa, siente que la ha dejado sin lugar como a
tantas otras y no es claro el valor que le concede. Al marcharse hace caer el
semblante de Don Juan que ha caracterizado al protagonista y lo acusa de ser
un personaje que no quiere arriesgar nada.

Llama la atención que Don la vea partir sin hacer nada por detenerla y sin
jugarse algo que transmita un deseo por ella. No se comporta como un
enamorado que se angustia ante la posibilidad de perder su objeto de amor y
ello a pesar de haber llegado a una edad en donde la ética del soltero es más
difícil sostener que en la juventud.

Un hecho interesante de reseñar, porque a su alrededor gira toda la trama de la


película, es que en simultaneidad con el abandono, llega a manos de Don una

2
carta en donde algo inesperado se revela. Una mujer anónima le anuncia que
es padre de un hijo concebido hace 20 años. No parece sorprendido sino
incrédulo, pues la reproducción es algo excluido de la ideología de quien se
sostiene en la existencia bajo la ética del soltero.

Quien más se interesa en la noticia del hijo es el amigo de Don, que si lleva
una vida de familia, opuesta a la de aquel. Su amigo quiere que averigüe a qué
mujer impregnó con su semen hace veinte años, pues esto le permitiría dar un
giro a su vida y establecerle un nuevo norte. Pero dado que ser padre exige en
un soltero un cambio de posición ética —pasar de arreglarse solo a pensar que
sería interesante poder contar con alguien— a Don no parece entusiasmarlo la
idea.

Finalmente Don procede a la manera obsesiva, acepta la demanda del otro y


emprende la investigación sobre su paternidad porque el otro se lo pide. Querer
saber si es padre, así sea por sugestión, implica en cierta medida poner en
cuestión la formula ética del soltero que se puede enunciar así: no necesito a
nadie a mi lado. Al amigo de Don le encanta jugar al investigador, así que
logran establecer cuantas mujeres pasaron por su vida 20 años atrás y aíslan
cinco, una de ellas muerta. Saldrá de correría a localizarlas para establecer
cuál es la madre de su hipotético hijo. Pasajes, direcciones de las casas, los
automóviles para movilizarse y el modo como debe presentarse ante ellas, es
organizado por el investigador.

Aunque Don emprende la misión con muchas dudas sobre su razón de ser,
finalmente se apropia de ésta, pone el cuerpo e incluso es golpeado en una de
sus visitas. En esta ocasión entra en una profunda oscuridad, luego despierta
en un paraje solitario y de ahí se dirige a buscar la tumba de la mujer muerta.
El despertar de ese golpe, parece indicar un movimiento en su posición de
soltero, pues al parecer simboliza que no siempre se pasa sin consecuencias
por el lado de una mujer. En la escena siguiente una vendedora de flores le
cura sus heridas y luego está frente a la tumba de una de sus de mujeres del
pasado con una apariencia de conmoción.

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Algo que es importante resaltar con respecto a la investigación que emprende
Don, es que esta vez no es a una mujer a la que quiere encontrar para
enseguida desechar, sino a una madre. Claro que cuando está con las posibles
madres, se comporta lacónicamente, como si no contara con un discurso
envolvente, pues sus preguntas son cortas y sus respuestas simples. Insiste en
hacerse reconocer como sustraído al Otro, no da muestra de arrepentimiento,
nostalgia de lo que pudo ser y no fue con esas mujeres, no hay reproches y es
como si nada hubiera quedado por decir.

La ética de soltero en Don, no consiste en prescindir del cuerpo de las


mujeres, sino en prescindir de reconocerlas como merecedoras de ocupar un
lugar de causa en su vida. Las quiere tener, pero a condición de que ninguna le
exija considerarla única. Ellas existen mientras acepten ser parte de una serie y
que no pretendan hacerse las inolvidables. El soltero busca a La mujer con
mayúscula y al no encontrarla por cuanto no existe, a ninguna vale la pena
retener, ninguna merece convertirse en el amor de la vida.

Si tomamos como modelo la que abandonó a Don al comienzo de la película,


las mujeres del soltero se caracterizan por el malestar de sentirse amantes a
pesar de en lo real no ser relegadas por una mujer que sea la oficial. Aquí la
molestia de ser amante consiste en sentir que la pareja no está dispuesta a
ceder lo que no tiene. El amante, en el sentido peyorativo del término, es aquel
que da sin problema lo que tiene, pero niega lo que no tiene.

A partir de lo que se acaba de anotar, la ética del soltero consiste en procurar


evitar enamorarse, pues no hay que disponerse a dar el deseo, la falta en ser.
Se trata de una negativa que lo mantiene a salvo de la exposición a las
exigencias del Otro femenino y que define su falta de coraje, la cobardía que lo
hace merecedor del abandono sistemático.

El soltero es abandonado por no reconocer su propia división subjetiva,


cuestión que se expresa en el hecho de que la partida de una mujer no parece
hacerle sentir una falta en el tener. Cada mujer sale frustrada del lado de un
soltero decidido, pues al no sentir que lucha por ella, queda con el sentimiento

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de que valía poco y de haber sido objeto de burla. Don no da muestra de
extrañar a ninguna de las que visitó, no parece sentir ningún desgarramiento
íntimo al volverlas a ver. La vida de un soltero con las mujeres que pasan por
sus brazos, queda ilustrada en la película con la escena en la que Don se
acostó con una de sus ex mujeres. Después de mucho tiempo de no verse,
llegó con flores, cenaron, hablaron, pasaron la noche e hicieron el amor y al
otro día se marchó como si nada hubiera sucedido. Fue un episodio más de su
vida del que nada queda inscrito, algo sin ninguna consecuencia y con respecto
a lo cual no hay la más mínima responsabilidad.

El acceso del soltero al Otro sexo es entonces bastante precario, pues vive la
experiencia amorosa como si no lo conmoviera, como si se prohibiera sentir
algo profundo. La película muestra que una mujer no es un objeto que el
soltero idealice, porque para él es como si no cumpliera una función fálica, no
es alguien que merezca ser soportado. Cada una de las mujeres del pasado de
Don, parecen dedicadas a algo que para él no es en absoluto digno de
admiración. Una de ellas tiene un raro negocio que consiste en organizarle todo
al otro, otra vende casas prefabricadas con el marido, otra aprendió a
comunicarse con los animales y parece una delirante, la cuarta vive en medio
de un desorden de cosas tiradas en todo lado y la quinta está en el cementerio.

¿Qué define el hecho de ser hombre para un soltero? Dedicarse a las chicas
como su asunto primordial en la existencia, pero a condición de no convertir a
ninguna en su falo imprescindible. El soltero no admite que sobre él se
adquieran derechos exclusivos, no admite que una mujer sienta que es su
adquisición suprema o que tenga derecho al uso exclusivo del funcionamiento
sexual de su órgano. Lo que sigue al derecho exclusivo es la división de un
hombre, pues es al precio de su castración que se vuelve merecedor de todos
los cuidados y hasta de la fidelidad de una mujer. Este precio el soltero evita
pagarlo y por ello se resiste a admitir ser el objeto exclusivo de una mujer.

¿De qué le sirve a Don enterarse de la posibilidad de que una mujer, entre
muchas, puede haberle dado un hijo? Le sirve para redefinir su existencia en
un tiempo en el que únicamente le queda la soledad y una vida absurda en la

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que no hay pasión por nada. Pasado su tiempo de seductor, le queda averiguar
si en efecto dejó algo memorable en una mujer que lo relance en su vida.

Miller dice que quienes cultivan la ideología del no a la reproducción, es debido


a que tienen la ambición de permanecer como hijos de sus esposas y así evitar
pasar a ser los testigos de la relación entre su mujer y el hijo. A juicio de Miller,
la ideología del no a la reproducción, esconde más el deseo de hombres, por
ejemplo Sartre, “de ser niños y de prestarse a satisfacer ellos mismos, en la
mujeres con las que se relacionaron, su adquisición”5.

Si la ética del soltero consiste en no permitir que se abra en él la falta del otro,
porque esto implicaría enamorarse, entonces se identifica con el que tiene y
esto hace muy complicado para una mujer poder abrir su falta en él. Desde el
punto de vista clínico, la ética del soltero encuentra cierta afinidad con la
posición obsesiva. Si al obsesivo se le ocurre que se ha enamorado de una
mujer, si reconoce que ella tiene o es eso que a él le falta, el amor se le vuelve
imposible de distinguir del odio y esto es la ambivalencia.

Miller dice que en la medida en que solo son amantes aquellos que “asumen su
no tengo”6, ello explica que “resulte tan difícil la confesión del amor en el
obsesivo, que el amor que se experimenta sea tan cercano al odio, y que se le
torne complicado, hasta imposible de soportar, el hecho de ser amado —en
tanto que amar a alguien puede significar desear ser amado por él”.7

Para un soltero sentir que ha encontrado a una mujer que rompe la serie,
equivale a admitir que el amor de alguien ha logrado romper en él su
identificación con el tener y ha llegado a hacer surgir en lo más profundo de su
ser la falta misma por la cual será susceptible de amar y ser amado. Al
respecto señala Miller que “amar a quien se identifica con el que tiene ya es
mucho puesto que se pretende abrir en él la falta de”8 uno.

5
Ibíd., p. 156.
6
Ibíd., p. 158.
7
Ibíd.
8
Ibíd.

6
La película termina con el encuentro de Don, al lado de su casa, con un joven
al que había visto en el Aeropuerto después de su recorrido y que se le ocurre
suponer que puede ser su hijo, pues lo ve con apariencia de desorientado, no
parece saber hacía donde se dirige. Da la impresión que se ha abierto en él
una falta, quebrado su identificación al que no necesita del otro, pues se
comporta como un padre proveedor que da comida, un padre simbólico que
accede a dar un consejo a su hijo y, finalmente, declara al joven que él sabe
que piensa que es su padre. El joven sale corriendo tildándolo de loco y Don
hace un acto más de padre: corre detrás. Como el joven desaparece, queda
inmóvil, como si se viera frente a la nada y convocado a hacer un viraje
subjetivo que rompa con su posición sintomática.

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