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INDICE:

Introducción……………………………………………………………………………………………………………………………pág. 2

La Sociedad Colonial……………………………………………………………………………………………………………….pág. 3

(Ana María Presta)

Formas y estrategias familiares en la sociedad colonial………………………………………………………….pág. 5

(Ricardo Cicerchia)

La Iglesia Católica en la Hispanoamérica colonial…………………………………………………………………..pág. 6

(Josep Bernardas)

Trabajo libre, trabajo forzoso……………………………………………………………………………………………….pág. 11

(Enrique Tandeter)

Género………………………………………………………………………………………………………………………………….pág. 13

(Dora Barrancos – Lavrin Asunción)

Conclusión…………………………………………………………………………………………………………………………….pág. 15

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INTRODUCCION:

En el presente informe se resaltan y se destacan las características principales de la sociedad


colonial en Hispanoamérica. Visto desde una perspectiva diferente y abarcativa se analizarán
diversas problemáticas que se gestaron entre los periodos que van del siglo XVI al XVIII.

A partir de la contextualización espacio temporal y del reconocimiento de los principales actores


sociales trataremos de abordar las distintas relaciones de poder que se fueron dando en la
sociedad. Aspectos relevantes y significativos de estas relaciones como es el género, la esclavitud,
la encomienda dentro del trabajo forzoso de los indios, el papel fundamental de la iglesia católica
como institución trasmisora de la cultura hispánica y de legitimación de las acciones de la Corona
Española en territorios americanos.

A fin de poder desentramar algunas cuestiones que tan arraigadas están en nuestra sociedad, fue
necesario problematizarlas, tal es así como el género, el racismo, el problema de la subalternidad y
el rol de la mujer que tan invisibilizados estaban por la historiografía tradicionalista.

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LA SOCIEDAD COLONIAL: RAZA, ETNICIDAD, CLASE Y GÉNERO.

SIGLOS XVI XVII.

ANA MARÍA PRESTA.

La autora distingue, los hombres y mujeres que vinieron a conquistar y colonizar de los que se que
quedaron en la península ya que en la misma permaneció el más elevado estrato de una pirámide
social peninsular altamente jerarquizada. Los conquistadores hidalgos (nombre atribuido a todo
aquel que presumiera de status noble), sin fortuna, estaban imbuidos de una ideología señorial,
cimentada en la explotación de la tierra, propia del estrato nobiliario. El status se aseguraba con la
amplitud patrimonial. Los conquistadores, imprimieron en la colonia las marcadas diferencias y los
patrones culturales que reflejaban el estrato superior al que siempre quisieron pertenecer pero al
que solo en el Nuevo Mundo, como elite conquistadora, pudieron acceder. El más cercano
antecedente de la Reconquista, llevaron a los conquistadores de América a emprender y a que se
valorizara su tarea como gesta material y espiritual. El conquistador se propuso obtener por la
fuerza de las armas lo que le estaba negado por cuna: honor, fama, gloria, bienestar material y
hasta títulos, logrando que sus actos de servicio redundaran en la obtención de status, cumpliendo
con el objetivo de “valer más”. En la temprana colonia las distinciones más marcadas entre los
hombres eran las de raza. No existe cómo categoría biológica de diferenciación social; sin
embargo, como construcción cultural fue operativa a ciertas sociedades para concretar y
propósitos de exclusión y segregación raciales.

La sociedad ibérica se dividía en tres estamentos: el de los nobles, se situaba la casa gobernante, el
del clero y el de la gente común. Entre ellos las diferencias quedaban plasmadas por privilegios de
rango sancionados por estatutos o fueros. El 10% de la población peninsular propietaria---noble y
clero--- gozaba de exención tributaria y de derechos jurídicos especiales que los separaban de una
masa mayormente campesina, que contaba con más obligaciones que derechos. La sociedad
Ibérica no era ni racial ni étnicamente homogénea. En el siglo de los descubrimientos, la
intolerancia racial y cultural cristalizó en el concepto de limpieza de sangre. El status de un
individuo, quedaba condicionado por la demostración fehaciente de no poseer traza de sangre de
moros o judíos, los “diferentes” con quienes los españoles habían convivido por centurias. ESTA
PRÁCTICA FUE EL ANTECEDENTE DE LA DISCRIMINACIÓN RACIAL, ÉTNICA Y CULTURAL, QUE JUNTO
CON EL ASUMIDO DERECHO DE CONQUISTA SE CONSTITUYO EN LA BASE DE LA ESTRATIFICACIÓN
SOCIAL COLONIAL

Al igual que los nobles peninsulares, los españoles y su prole criolla estaban exentos del pago de
tributo, a fines del siglo XVI, la sociedad colonial se parecía cada vez más a la peninsular. Las
diferencias de clase podían suavizarse por una misma pertenencia étnica (como en los migrantes
vascos) y por la identidad regional. Relaciones de dependencia personal apegadas al
patriarcalismo y expresadas en la relación patrón-cliente.

El estrato de los peninsulares se conformaba por:

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ESPAÑOLES: Su participación en la conquista fue para algunos la posibilidad de trascender social y
económicamente al recibir una encomienda de indios; se convirtió ----a lo largo del siglo XVI--- en
la fuente de adquisición de recursos humanos y naturales. Entre sus magras responsabilidades
para con sus sujetos, se hallaba la obligación de su adoctrinamiento y protección. La corona
castellana se hizo cargo del gobierno colonial en la década de 1550. La minería nació con los inicios
de la colonia y al calor de la encomienda. Numerosos encomenderos participaron de la primera
etapa de desarrollo minero debido a su disponibilidad de mano de obra y capital. A lo largo del
siglo XVI, la expresión del status social se plasmaba en la utilización del “DON”.

Cualquiera fuera su ocupación, los peninsulares buscaban acrecentar o perpetuar el status


adquirido en el pasado reciente, para ello era menester acceder al mejor matrimonio y en el caso
de la primera elite colonial, las uniones demostraron que la elección de cónyuges se formalizaba
entre paisanos (nacidos en el mismo lugar). Asumido como un negocio más el matrimonio era
pactado entre los padres o parientes de los contrayentes, cuya voluntad era ajena a tales
decisiones. Para asegurar que los bienes adquiridos permanecieran en el linaje, la elite eligió la
figura del mayorazgo. El mayorazgo----que acentuaba el régimen jurídico señorial----era una forma
de propiedad vinculada, originada en las concesiones feudales debidas a la Reconquista, que
permitía al titular disponer del fruto y las rentas pero no del bien mismo, cual quedaba sujeto a un
orden de sucesión preestablecido: la primogenitura. El status superior se cerraba en torno a altos
funcionarios virreinales y al clero.

Los descendientes de los españoles o criollos heredaron la arrogancia y aspiraron al estilo de vida
de sus acaudalados progenitores. El matrimonio debía efectuarse entre iguales o pares que
garantizaran una descendencia legítima que conjugara la salvaguarda de los principios cristianos y
de la sociedad elemental. Las mujeres de la primera y segunda generación de colonizadores
cumplieron con la función de salvaguardar el patrimonio familiar y aunque unas pocas pudieron
trascender los mandatos sociales y familiares, en su mayoría cumplieron el tradicional rol de
subordinación de género consagrado legalmente por su casi nula capacidad jurídica.

INDIOS: Previo a la conquista y colonización, el territorio americano estaba ocupado por etnias
que se diferenciaban unas de otras, por su hábitat, continuidad histórica, ocupación, lengua y
cultura. Sociedades complejas que conocían el Estado, como los incas y sus sujetos, sociedades de
jefatura, grupos segmentados o tribus y bandas de cazadores, pescadores y recolectores se
autodenominaban o fueron identificados por el conquistador con distintos nombres., nombres
étnicos, portadores de una identidad diferenciada dentro de la más alta creación intelectual de
“indio”, invento del conquistador para apuntar las supuestas diferencias biológicas y culturales de
los habitantes de América. La etnicidad constituyó un elemento adicional de la estratificación
social y en ciertos casos fue preexistente a la presencia española. Lo primero que hicieron los
españoles con los conquistados, fue someterlos a prestaciones de trabajo, contribuciones en
especie y dinero que más tarde los funcionarios reales fijaron en forma más equitativa, cómo
monto tributario que sería percibido en moneda por los particulares o la corona. Los indígenas
fueron divididos en encomiendas primero y luego en jurisdicciones administrativas para facilitar a
los funcionarios el cobro de las tasas. Las reducciones pretendían convertirse en centros de

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segregación. En ellas solo vivirían indígenas, quedando prohibido el asentamiento de españoles,
mestizos, mulatos y negros.

ESCLAVOS: La esclavitud, aceptada en la península Ibérica, llegó a América con la conquista. Los
africanos por ese entonces conservaban un status superior al de los indios en la medida en que
habían llegado como sirvientes de los conquistadores.

Tal cómo los españoles, los negros no podían habitar en los pueblos de indios. A los esclavos
domésticos se les concedió horría (manutención) La dama a la cual habían sido dotados dejaba
encargado a sus albaceas el liberarlos al final de sus días, como forma de premiar las fidelidades
del servidor y sumar una última buena obra para poner su alma en carrera de salvación.

CASTAS: El mestizaje entre españoles, indios y negros fue amplio y sostenido, produciendo grupos
humanos de compleja inserción en los tres campos raciales reconocidos por los peninsulares. Los
propios conquistadores, los iniciadores de una sexualidad abierta que, pasada la primera
generación iba a provocar toda clase de especulaciones. Asimilados al status y cultura de sus
padres, la primera generación de mestizos acumuló los privilegios de sus progenitores
conquistadores.

Formas y estrategias familiares en la sociedad colonial

(Ricardo Cicerchia)

En la sociedad colonial, la familia es columna vertebral de el armazón social, la iglesia vigilaba y


controlaba los aspectos morales y culturales del matrimonio, de las relaciones intrafamiliares aun
sus bienes, los tribunales eclesiásticos fueron poder absoluto. La virtud de la familia reposa en la
virtud de la mujer, el varón es el sostén material de la familia. La mujer debía ser casta y su
fidelidad como primordial sostén en la familia. La deshonra masculina se vincula a la pobreza. La
moral respondía a tres precepto: monogamia, exogamia y represión de placer.

En el nuevo mundo la familia seguía con su carácter mangánico y patrilineal combinado.

El matrimonio es una institución que crea una sociedad económica como un alianza entre familias
y grupo de parentesco, el matrimonio es un dispositivo más efectivos para las transferencia de la
propiedad y distribución de poder.

Los señores de la guerra podían tener relaciones sexuales no formales, y los hijos de esta
relaciones quedaban legitimadas si sus padres en matrimonio su unión consensual, ser mestizó no
era un estigma. La crianza y la educación era la responsabilidad más importante de los padres.

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Las comunidades indígenas seguían sujetas a los españoles, el pueblo seguía la monogamia, el
adulterio era castigado y las mujeres podían ser rechazadas por sus maridos. Aunque el divorcio
acaso produjera hogares dirigidos por mujeres, y ciertamente mujeres con una importante cuota
de independencia.

La comunidad afroamericana, las relaciones con los africanos no era bien visto, estas relaciones
iban desde la ambigüedad hasta la prohibición por parte de la corona. Lo que si estaba permitido
era el mestizaje con los originarios de América. Lo que se perseguí era el concubinato afro
indígena por la corona y en forma brutal. El mundo blanco se hallaba culturalmente separado de
los individuos de castas, su única relación era la de la servidumbre.

El matrimonio en las clases acomodadas era un medio de conservación de las jerarquías sociales.
Los miembros de las elites y de las clases medias, solían casarse dentro de su grupos, la libre
elección de la pareja fue erosionando el modelo familiar desde la misma cúspide de la pirámide
social.

La Iglesia Católica en la Hispanoamérica Colonial:

(Josep Bernardas)

El establecimiento de la Iglesia Católica en el Nuevo Mundo


Para entender la organización de la Iglesia Católica hay que considerar la Reconquista y la idea que
la fe podía y debía propagarse con medios militares.
Dentro de sus territorios, los gobernantes de los reinos hispánicos habían sido tolerantes con sus
súbditos no cristianos. En el siglo XV a falta de una clase burguesa poderosa, las propias coronas
de Portugal y Castilla tomaron la iniciativa de la expansión de sus dominios más allá de la
península.
En época de la primera llegada de Colón a Antillas, el papado centraba su interés en problemas
humanos y religiosos de las poblaciones conquistadas, al mismo tiempo que confería legitimidad a
las conquistas y años posteriores determinaron la estructura esencial del trabajo de evangelización
católica a América.
Los Reyes Católicos estaban obligados a promover la conversión de los habitantes de las tierras
recién descubiertas y a proteger y mantener a la iglesia militante bajo el Patronato Real. La política
eclesiástica se convirtió en un aspecto más de la política colonial, coordinada a partir de 1524 por
el Consejo de Indias.
La corona se reservaba el derecho de presentar candidatos para los nombramientos eclesiásticos y
se responsabilizaba de pagar los salarios, de construir y dotar catedrales, iglesias, monasterios y
hospitales con los diezmos de la producción agrícola y ganadera. También, decidía el traslado de
personal eclesiástico a las Indias.
La Iglesia de América tenía asignada una misión práctica: Activar la sumisión y la europeización de

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los indios y predicar la lealtad de la corona de Castilla. Cualquier resistencia por parte de la Iglesia
al cumplimiento de esta función se consideraba un problema político y era tratado como tal.

El primer escenario de conflictos de conciencia sufridos por las autoridades fueron las Antillas. En
1509 el rey Fernando había legalizado la encomienda, un sistema en donde los indios eran
repartidos entre los colonos, quiénes podían ejercer derechos sobre ellos prácticamente de por
vida, sin ser oficialmente esclavos. En 1511 el fraile Antonio de Montesinos denunciaba a los
colonos, y con esos dicterios se preparaba el terreno para la primer batalla entre el Evangelio y el
colonialismo, una lucha que iba a ser una piedra de toque de la vida de la Iglesia Católica.
Bartolomé de Las Casas en 1514 empezó su gran defensa de los indios que duró hasta su muerte,
en 1566.
Las dos décadas posteriores a 1519 representaban una fase decisiva de la dominación castellana
de América. La expansión territorial significó el descubrimiento de sociedades complejas,
organizadas según unos sistemas totalmente ajenos a los de Europa. Además, sus estructuras
religiosas estaban arraigadas funcionalmente a la vida de aquellas sociedades.
Los mismos conquistadores estaban llevados por el fervor religioso, en parte: servían por igual a la
cristiandad y a su monarca como vasallos a su fe, como misioneros y a sí mismos. Una vez
establecida la autoridad española, entraron en escena las órdenes misioneras para evangelizar los
pueblos conquistados. Primero vino la conquista militar y política, a la que siguió la conquista
“espiritual”. Tanto Iglesia como Estado se vieron necesitados de unos servicios que se prestaban
mutuamente. Para muchos, el Nuevo Mundo era una oportunidad para establecer el verdadero
“reino evangélico” o “pura cristiandad”.

Los jesuitas, creados en 1540, eran en sí el fruto del ideal reformista; también lo fue su
intervención en América. Soñaban con implantar un cristianismo libre de los errores que
desfiguraban la fe en Europa.
Las reformas del Concilio de Trento afectó a la evangelización de las Indias: La liturgia seguía
siendo en latín, lo que restringía el acceso de los fieles a la palabra de Dios, se consolidó las
estructuras eclesiásticas y se dejó la vida de la Iglesia ampliamente en manos de los clérigos.
Así, la Iglesia del Nuevo Mundo fue el producto de la fusión de dos corrientes: Una fue el traslado
de las características de la Iglesia de la península Ibérica y la otra fue la ratificación de las
características del Concilio. Siguiendo las líneas maestras establecidas por el Concilio, el obispo se
convirtió en la pieza esencial de cada diócesis. Hispanoamérica puede presentar un distinguido
grupo de hombres firmemente dedicados a extender el evangelio; eran pobres, devotos, de sólida
formación teológica, consientes de sus deberes.
La iglesia tanto en España como Hispanoamérica funcionaba a través de sus obispados. Las
diócesis se establecían como consecuencia de las conquistas militares o, ya en avanzado período
colonial, del crecimiento de la importancia de ciertas regiones.
El significado que tenía un obispado en la sociedad colonial era de constituir un centro
administrativo autónomo: Sacramentalización, nombramientos, función judicial de la Iglesia,
responsable del trabajo misionero, de la legislación sinodal y de la formación de los seminaristas.
En relación con la autoridad civil, presentaba candidatos para los nombramientos, actuaba junto a

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la estructura administrativa civil en todos los niveles y estaba encargado de ejecutar leyes que
emanaban de las autoridades políticas. La multiplicación de las diócesis representó la proliferación
de centros de actividad e iniciativa eclesiásticas y de la tarea colonizadora. Otro órgano central
eran los seminarios.
A nivel local, la pieza clave de la organización de la Iglesia era la parroquia, la cual arraigó en
América junto al episcopado. Tuvo que adaptarse a las condiciones de América: Los misioneros
crearon “doctrinas”, las cuales cumplían una tarea evangelizadora y civilizadora.
Se aceptaba la importancia de las órdenes religiosas a la hora de llevar el cristianismo a
Hispanoamérica. Desde la primera década del siglo XVI los Reyes católicos tenían una política clara
respecto a América; decidieron tratar a los monjes como tales. También, decidieron arreglárselas
sin los servicios de las órdenes militares y en su lugar recurrieron a los servicios de las órdenes
mendicantes (franciscanos, dominicos, agustinos, mercedarios y jesuitas), y entre los frailes
prefirieron los “reformados” y “observantes”. Estas órdenes fueron las que mayormente
cristianizaron América. Algunas otras órdenes se encargaron de una tarea pastoral parecida
aunque estaban representados en grupos reducidos en unas pocas ciudades, por ejemplo los
carmelitas, jerónimos, trinitarios y mínimos.
No hay estadísticas sobre el ritmo o volumen de las expediciones para reclutar misioneros, pero
sabemos que variaban según la época, orden, provincias o divisiones dentro de una orden. La
necesidad de un clero reclutado localmente se reconoció desde fecha temprana. Sin embargo,
aunque los criollos se sumaban cada vez más a los peninsulares, la Iglesia siguió contando con una
presencia blanca abrumadora durante el período colonial. La mayoría de los frailes misioneros y de
los prelados diocesanos, profundamente etnocéntricos, adoptaron una posición absolutamente
negativa acerca de la cuestión de la aptitud de los indios para el sacerdocio católico, de esa forma
se excluyó a los indios de las órdenes sagradas. Los mestizos estaban generalmente excluidos de la
ordenación por causa del impedimento que representaba su nacimiento ilegítimo. Sólo en la
segunda mitad del siglo XVIII podemos identificar cantidades significativas de sacerdotes indios o
mestizos: constituían una especie de clero de “segunda clase”, regado a parroquias rurales.
Las órdenes femeninas nacieron en suelo americano. Fueron de vida monástica, contemplativa y
no eran ni misioneras ni educadoras. Los conventos para mujeres tuvieron un papel educativo y
caritativo considerable para las hijas del sector criollo de la sociedad. Sin embargo, las mujeres
indias no se aceptaban como iguales en la vida de los conventos. Se admitía en ellos pero
constituían un nivel más bajo que se dedicaba a tareas domésticas dentro del convento.
Consolidación de la Iglesia
Sólo en un área en específico se puede hablar de crecimiento: la fundación de universidades; la
extensión de la educación superior en el siglo XVII fue decisiva. En el siglo XVIII la mayoría de las
universidades las había fundado el episcopado. Desde luego, esto no era más que instituciones
para formar al clero. Las universidades coloniales hispanoamericanas consiguieron escasos
resultados en el sentido del aprendizaje y la investigación originales y contribuyeron poco al
debate crítico sobre los problemas de la sociedad. Su función social fue la de conferir legitimidad
al sistema colonial.
Otro fenómeno del siglo XVII fue el endurecimiento de las actitudes que adoptaron respecto a las
prácticas religiosas indígenas. Se vio con preocupación que hayan sobrevivido las religiones

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paganas y que seguían afectando la vida de los nativos de mil formas distintas. Se tomó la decisión
de destruir todo lo que pudiera poner en evidencia errores anteriores. El descubrimiento de que
persistían las prácticas paganas desató una lucha a muerte, de manera inquisitorial. La
consecuencia era el encarcelamiento, la destrucción física de cualquier símbolo idolátrico y el
castigo a los hechiceros. Los indios exteriormente eran cristianos, mientras que en su interior
seguían observando sus creencias religiosas.
El instrumento de la lucha contra la disidencia religiosa fue la Inquisición, su función principal era
suprimir el judaísmo o el protestantismo, así como la brujería y las desviaciones sexuales. Muchas
personas se mantuvieron en un estado de criptojudaísmo. En cuanto a los negros, esclavos o libres
se los castigaban por las prácticas supersticiosas; su evangelización era de una preocupación
marginal.
El proceso de consolidación de las instituciones eclesiásticas coloniales se correspondió a su vez
con un importante cambio material: esta fue la época en que se formaron los patrimonios de las
órdenes religiosas y de las parroquias seculares. En su origen, se había dos formas básicas de
propiedad: dinero y bienes inmuebles. El origen más frecuente de esta riqueza eran los legados de
los colonos al morir a cambio de servicios espirituales que se les prestaría. Además, la iglesia
secular recaudaba diezmos de los blancos, mestizos y en cierta parte de indios. La cantidad
producida por el diezmo se convirtió en un importante factor a la hora de establecer la jerarquía
de las sedes episcopales.

Los jesuitas fueron la última gran orden religiosa que hizo su aparición en América; por esta misma
razón disfrutó de las mejores perspectivas al situarse en aquella sociedad. Dos tipos de problemas
le interesaban a los jesuitas: los comunitarios derivados de la vida de pocos religiosos fuera de sus
conventos y los éticos, a causa de la dependencia patronal de las peliagudas relaciones con los
encomenderos. Las reducciones jesuitas representaban una clara alternativa a los métodos
existentes de evangelización pastoral, y marcaron una ruptura de los conceptos que habían
prevalecido desde el período de experimentación misionera en la primera mitad del siglo XVI.
Tenían la necesidad de construir una sociedad paralela a la de los colonos, sin intervención de
éstos ni del sistema administrativo que tutelaba sus intereses (la evangelización en términos
generales: doctrina y reforzar la práctica social india en sus componentes urbano, lúdico,
económico y ecológico).
Como principio básico, la evangelización por el sistema de reducciones adoptó la presencia de que
“hay que hacer hombres antes que cristianos”, pero existía la contradicción de exigir al mundo
colonial que permitía al “indio ser hombre, hombre libre, sin injusticia y sin explotación”.
Por su parte, los franciscanos habían pasado por un proceso de criollización, que amortiguó su
ardor evangelizador. Siendo la orden que tenía más misioneros, desde mediados de siglo XVII tuvo
que volver a depender del voluntariado metropolitano para atender los antiguos y nuevos campos
de evangelización. Tras la partida de los jesuitas en 1767, los franciscanos ampliaron su
responsabilidad y asumieron, algunas veces extendieron, muchas de las misiones jesuitas, a
menudo en colaboración con otras órdenes.
Los efectos del nuevo regalismo en la Iglesia a fines del Siglo XVIII
Los regalistas reformadores ilustrados veían a los jesuitas como el obstáculo decisivo para una más

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completa confirmación del poder estatal sobre la Iglesia. Los jesuitas tenían un amplio poder en el
campo de la educación y en la orientación de las conciencias.
La campaña antijesuítica trajo consecuencias calamitosas: Las universidades y misiones se vieron
privados de más de 2.500 padres que formaban parte de su personal, la mayoría criollo,
cosmopolitas, bien cualificados, disciplinados y eficientes. En realidad, la derrota de los jesuitas fue
la derrota de una de las fuerzas de la Iglesia que mejor podía luchar contra las aspiraciones
autoritarias del nuevo regalismo. Sin los jesuitas, la Iglesia se quedaba prácticamente indefensa
ante el estado e ingresaba desarmada a la etapa preindependentista.
Carlos III prohibió primero la enseñanza y luego la defensa pública de la “doctrina jesuítica”. Se
convocaron a una serie de concilios para “exterminar las doctrinas relajadas y nuevas,
sustituyendo las antiguas y sanas”.
Durante las dos últimas décadas del gobierno colonial español, la Iglesia se mostró más
dependiente y subordinada respecto al estado de lo que pudo haber sido antes. En la rebelión de
los comuneros contra los impuestos los protagonistas fueron los criollos. Al mismo tiempo, en
Perú estaba sacudida por la más profunda conmoción jamás registrada en la sociedad andina:
miles de indios y mestizos se rebelaron contra los abusos coloniales, antiguos y recientes; los
pocos sacerdotes que lucharon o simpatizaron por los rebeldes lo hicieron por necesidad. Del lado
contrario, el aparato clerical identifica su destino intuitivamente con el de la minoría blanca y se
deja manipular por el poder civil como instrumento de “pacificación”(es decir, sometimiento) de
los no blancos. La tajante división entre los dos bandos aporta a una nueva evidencia de que la
Iglesia estaba allí para servir al estado colonial más a que a los indios.

Los gobiernos de las nuevas repúblicas estaban tan decididos como lo había estado la corona
española a controlar la Iglesia católica mediante la reivindicación y el ejercicio del derecho de
nombramiento de cargos eclesiásticos y, al mismo tiempo, a restringir su poder y privilegios y
reducir sus propiedades. La relación entre Iglesia y Estado fue un tema de discusión política central
en la mayor parte de las repúblicas hispanoamericanas a lo largo del siglo XIX.

En fin, lo que queda claro que la cristianización es una era sistemático y planificado, ya que las
diócesis se imponían después de las conquistas militares. Los obispos se encargaban de la
administración, además de crear albergues- colegios para estudiante universitarios. La idea de la
doctrina era de educar ey evangelizar. Y reprimir la practicas ed otros cultos de los pueblos
originarios.

Por medio de este adoctrinamiento se buscaba imponer un sistema económico extractivo y la un


dominio feudal , el cual en Europa estaba llegando a su fin, y en la forma de educación también
estaba la formas de familia , que debían llevar adelante los “salvajes” y las normas de vestimenta y
la preparación por medio de la educación, de un domino servil.

Los movimiento religiosos cristianos se mantenían por el patrimonio, agrario y por el diezmo de los
esclavos y de la sociedad civil existente(europeos), y cada diócesis tenía una cuota diferente.

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Los jesuitas, fueron los más justo , en una forma de decir, porque su misión más importante era la
evangelización, aunque muchas veces su obrar de buena fe , era utilizada para la implementación
del sistema euro centrista de la época.

Trabajo libre, trabajo forzoso

(E. Tandeter)

La estructura colonial minera en América latina en especial y que se enfoca este estudio. La mina
del Potosí. Presentaba una estructura tripartita. Entre los dueños rentistas, los empresarios
arrendatarios y los trabajadores.

Los empresarios arrendatarios tomaban en arriendo una unidad de producción que incluían minas,
una plata de beneficio de minerales y el derecho a una cuota de trabajadores forzados.

Estos empresarios eran en su mayoría inmigrantes españoles que contaban con un crédito
otorgado por el “banco de San Carlos”. Este banco era el único comprador de la producción de la
plata en el continente.

De todas maneras el mayor beneficiario de la explotación de estos recursos no iba a hacer ni el


estado español ni los empresarios arrendatarios. Lo serían los dueños de esas tierras. Es decir, la
corona española.

El reparto del excedente minero era la siguiente:

El 20% iba para el empresario

El 37% a los dueños rentistas

Y el 43% a la corona.

De los trabajadores de las minas. La mitad era libre y la otra trabajadores forzados. Esta diferencia
se nota también entre el trabajo calificado y el no calificado. Los trabajadores forzados servían
para tareas más simples y era de fácil reemplazo porque técnicamente no eran esclavos. El
empresario y el capataz no tenían que preocuparse por cuidarlo y mantenerlo.

La manera de conseguir estos esclavos forzados seria por el medio de “La Mita”.

La mita era una migración anual de los pueblos andinos utilizada ya en el periodo Incaico. En la
cual determinadas tribus o comunidades eran obligadas a mandar un número de hombres
mayores de 18 años a trabajar a los lugares donde el Imperio creía necesario.

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En 1570 el Virrey Toledo reglamenta esta práctica. Por la cual 13000 hombres fueron trasladados a
trabajar en las minas del Potosí. De estos 13000 hacia mediados del siglo XVIII quedaban menos de
3000. En determinados libros de historia se intentó explicar este decrecimiento demográfico por
medio de tesis económicas y políticas. Para algunos historiadores para a mediados del 1800 este
modo de producción minera ya estaba agotado. Pero la verdad es otra. La planificación colonial en
América tenía como fin explotar los recursos del continente hasta sus raíces y la única forma que
esa planificación pudiera tener éxito era teniendo una mano de obra más que barata al tal punto
que funcionaria solo con un modo de producción esclavista.

El “mitayo” trabajaba 1 semana y tenía 2 libres. Tenía un salario, pero era solo para la mera
subsistencia de él y de su familia. Ya que por lo general el trabajador forzado no viajaba solo. De
esto también sacaría provecho el colono ya que las mujeres y niñas servían para el servicio
doméstico. Durante años los arrendatarios quisieron cambiar esta frecuencia de trabajo y
descanso, pero no tuvieron mucho éxito. Sin embargo ni lentos ni perezosos. Lograron encontrar
una solución legal. Ahora los empresarios no iban a pagar solo por las horas trabajadas sino
también por la cantidad de trabajo realizado. El mitayo estaba obligado a cumplir con
determinados encargos. De lo contrario no cobraba. Si no llegaba a cumplir con la tarea en su
semana de trabajo. Lo terminaría en sus semanas de descanso.

De más está decir que las condiciones en la que trabajaban los “indios” eran infrahumanas. Día y
noche estaban en la mina y era común ver menores en ellas ya que ayudaban a sus familiares a
cumplir con las tareas. Obviamente que estos niños no trabajan legalmente en las minas por lo
cual no existían para el empresario así que lo que les pasara o dejara de pasar no les importaba en
lo más mínimo. Eran frecuentes las enfermedades respiratorias, los accidentes, las peleas, las
violaciones, los desmayos y laceraciones. Pero como habíamos dicho al principio de este informe
eran solo mano de obra o una herramienta más de producción que era fácilmente reemplazable.
Al tal punto que actualmente la mina de Potosí sigue activa y las condiciones laborales poco han
cambiado. Son de esos lugares donde no llego la modernidad, los derechos humanos, los
laborales, los infantiles. Donde el tiempo histórico se mantuvo estático y solo esperaba hasta que
el ultimo minero siga en pie.

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GENERO

(Dora Barrancos – Asuncion Lavrin)

“Lo que intentamos comprender es su lugar en la sociedad, su condición, sus papeles y su poder,
su silencio y su palabra”

Georges Duby / Michelle Perrot

Para poder empezar a hablar de género, es pertinente desentramar aquellas cuestiones que la
historiografía tradicional fue invisibilizando acerca de la relaciones hombre / mujer. Entonces, es
necesario romper con esta NATURALIZACION, esta asimetría de género que impone la sociedad
occidental.

Para ello hay mucho/as autore/as que a fines del siglo XX proponen un cambio de perspectiva,
ejerciendo una relectura, una reinterpretación de las fuentes históricas, un nuevo análisis que
permita la comprensión de estas nuevas problemáticas.

La mujer en Hispanoamérica Colonial: introducción basada en el texto de Asunción Lavrin, nacida


en Cuba y formada en EEUU (Hardvard)

Como abordamos esta problemática?

En primer lugar a la hora de abordar el rol/papel de la mujer en la sociedad colonial es necesario


aclarar la influencia de factores de temporalidad y espacialidad, es decir que el rol de la mujer no
era el mismo a comienzos del periodo colonial que afines del mismo (época de revoluciones en
América),además su papel variaba según su ubicación geografía, no era lo mismo el rol dentro de
ciudades como Cuzco o México que en la periferia , donde la colonización se hizo menos evidente.

Por otro lado y no menos importante es necesario tener en cuenta lo que Fernanda Gil Lozano
(historiadora UNTREF) va a denominar como “mapa cromático”, para hacer referencia a l rol de la
mujer dependiendo de su color de piel.

Entonces damos cuenta de una situación de la mujer que es diversa, por consiguiente las
experiencias de las mujer variaban según el grupo étnico y social al que pertenecían.

Con la conquista la concepción de la mujer sufrió transformaciones, mas allá de que


anteriormente las sociedades incas y aztecas eran patriarcales, la mujer tenía un rol definido y
reconocido en la comunidad. La cultura hispánica se introdujo de forma sistemática. Aquí nos
interesa como afecto al género femenino. La mujer española se introduce en América como
esposa del colonizador, bajo el mando del mismo.

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La concepción patriarcal española fue transmitida sistemáticamente en el nuevo mundo por la
Iglesia católica. Aquí se destaca su gran influencia sobre la vida de la mujer, dictaba sus normas de
conducta, castigaba desviaciones pero también proponía una salida al matrimonio, los conventos.

Los valores de la iglesia marcaron la actitud de la mujer colonial, la introducción de la monogamia,


el matrimonio, la reclusión de la mujer en el hogar como esposa y madre. Este imaginario de la
mujer colonial solo puede llevarse a cabo mediante un estudio de la mentalidades, de los
comportamientos de la mujer en aquel periodo. El sexo femenino era visto como inferior física y
espiritualmente, la limitación del ejercicio y la libertad se legitimaban en códices / edictos
medievales que eran restrictivos y proteccionistas. A esta se le niegan derechos, oportunidades y
privilegios, se la priva de la participación política y cívica.

Las mujeres indígenas fueron objetos de violencia física y sexual (se justifica con la lascivia del
conquistador?), fueron esclavas, mancebas, empleadas domesticas, interpretes. Perdieron el
contacto con su religión, el rol de estas mujeres como hechiceras se redujo con la influencia de la
iglesia.

Negras y mulatas eran esclavas , instrumentum vocale como en la época romana, una herramienta
hablante, su voz solo la diferenciaba de un animal. Eran también objeto de de abusos sexuales,
maltratos, violencia de parte de sus amos. Las manumisiones se daban muy rara vez, los hombres
eran más ávidos de liberar a sus esclavas que las mujeres, reacias, ya que formaban parte de su
dote.

En fin, podemos afirmar que el papel de la mujer en la época colonial es diverso, pero con las
nuevas perspectivas historiográficas podemos comprobar que su rol no era simple y pasivo., la
invisibilizacion de algunas cuestiones de género, se ponen en discusión con los movimientos
feministas a partir de los años 70 y se permite resignificar la relación hombre/mujer, romper con
la naturalización de las relaciones desiguales que tanto arraigo tiene en la sociedad.

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CONCLUSION:

A fin de comprender el entramado colonial provocado por el choque de civilizaciones durante la


Época Moderna en América, es necesario para nosotros, futuros docentes, tener una visión
completa, compleja y profunda de los procesos sociales que se dieron durante este periodo, ya
que repercuten continuamente en nuestra sociedad actual y no solamente en nuestro país, sino
en toda Latinoamérica en mayor o menor grado.

A partir de esta postura y desde esta perspectiva nos situamos al momento de trasmitir nuestros
conocimientos en el aula. Una postura que abarque los aspectos más relevantes y significativos de
este proceso que nos permita poder desentramar cuestiones, procesos y relaciones que tan
naturalizadas tienen los alumnos y la sociedad general, y permitir una mirada donde los hechos no
son “naturales” sino “históricos”.

Así, poder trabajar dentro del aula haciendo una mirada desde el presente hacia el pasado,
siempre orientada por una problemática, ya que ahí es donde el aprendizaje es significativo, nos
permite entender nuestra sociedad, nuestros problemas cotidianos y asi poder cambiar nuestra
forma de actuar.

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