Sei sulla pagina 1di 108

Ciencias Sociales

Georg SimmeJ
Sociolog’a, 1
Estudios sobre las formas
de socializaci—n A lia n z a U niversidad

BH3U0T1
J l ras u n p er’od o de rC afivo Je
;mtc?Žd hacia <& ob ra , los desarrollos m‡s recientes de la s o c io lo À ;a
han d e /u e lto a G E O R G SIM M E l . ( ’ 858-! 918) 1 piem iiiente lugn.r
que le corresponde en el ‡m bito d e la disciplina. Publicada en 1908 ;;
traducida en 1977 al castellano por Revista tic O ccidente, su
S O C IO L O G IA apunta hacia el a m b icioso ob jetivo de c o r ic rir a’
(con cepto vacilanteÈ de esc ‡rea <k con ocim ien tos Çu n con tenido
iiiequ ivoco, regido p o r un pensam iento seguro y Èm et—dicoÈ Sirnrjel
en’a p’en i conciencia de que el car‡cter de ciencia n u e v i de i.i
soeiologtŸ exig’a esa fundam entac’on b‡sica que hiciera Árd ise jtiH e
.a legitimidad de* sus problem as: {jorque si la linc‡ que .raza c)
investigador entre los fen—m enos Çn o encuentra f—rmula propia cu
r nguna provincia, de reconocidas disciplinas cien! i ticasÈ, entonces
ocurrir‡ que Çsu lugar en el sistema de las ciencia?. !a dis us'—n de
sus m Žtod os y dt sus posibles fru tos constituye un problem a iude-
p en d -.Çu cÈ. Pura lograr ese p rop osito, esiOÀ E ST U D IO S S O P R L
LA S F O R M *’> D E S O C IA L IZ A C IO N -s u b tit u lo de H c b -a .
publicada en lo? volœm enes p<'r r a /o ies editonale?Ñ rc-Tz-an m
am plio y m in ucioso an‡lisis sobre las cuestiones, tanto abstr‡ete.È
c o m o p. i oculares, que se plantean a lo largo de diez c p ’ l a l o s : ci
problema de la sociolog ’a ; la cantidad en ios grupos spep’esy la
su bordinaci—n: ia lucha: ci secreto y Õ a sociedad secreta; el c mee de
los c’rculos sociales; el pobre; la aut-acondenacior. de 'tos grupos
sociales, c> espacio y la sociedad: la. am pliaci—n de los grupos v la
form aci—n de la indiv-dualidad.

A lia n z a E d itorial

C u b ie rta D a n iel G Á
f^UL†ft”E !! Cl•UCliS SOClftlS E ElWf™
b i b l i o t ec a

U N L C SH FaculijWe te Cin
‘ cfas Sortais ?
Hunanas
A¥ ¥*Ç Sarna ?‰-L
So c i o l o g i a I
K stu d io s s o b r e las fo r m a s
d e s o c ia liz a c i— n
th &¡ 1/‡
Georg
O Si mm el

Sociolog’a 1
E studios sobre las form as
de socializaci—n

Alianza
Editorial
¥litÇ-!.. . . . y . i l l : ,'v’È’'ix’<iiÁi’ l , Õi i : c n W Õ vr .-Àt / Á u ! n ' l œ e f -o r m v È i h
V<-Õ. - ; s, ,Á /9Cij’

• ' Ç Ç Õ. Çs d e <X.\ -i d ci i u-. S . A . . M i d i -0 . Á'È77


C E d . Ç m . : A ! Áa n À i Li ÇJi i Ï:a l . S A , M a d r i d . I* W>
Ca l i e M i t ‡ n . JS; A-l e i . 7 Ç) u .i a • . 7SCH.í M a d i i d
IS B N : 8 ë-2 0 6 -2 W .ë-U H K M
IS B N : .S A O W t-^ 'y .M !È
Oep.->-ii!o leØai MJS.429 .¥¥WS
Fc’<X-om|>J>’dOti hH \
l.uprtrvo en G : a l i c a i R o l w . S A
P r i m a l i n Sp a i n
IN D IC E

P r — lo g o.................................................................................................................................................. 9

C a p ’tu lo i . E l p rob lem a d e U s o c i o l o g ’ a ......................................................................... 11

C a p itu lo 2 . L a cantidad en l o s g ru p os s o cia le s ........................................................... 57

C a p ’tu lo 3. L a s u b o r d in a c i— n ............................................ ¥ 147

C a p ’tu lo 4. La lu ch a ................................................................................................................... 265

C a p itu lo 5. E l secreto y la s o cie d a d secreta ....................................................................... 357


PROLOGO

Cuando una investigaci—n se produce en consonancia con


los fines y m Žtodos reconocidos de una ciencia ya existente,
encuentra por s i mism a e l lugar que le corresponde, sin nece
sidad de que e l investigador fundam ente su prop—sito, bast‡n
dole, desde luego, con partir de lo ya adm itido. P ero s i la inves
tigaci—n carece de ese nexo, que har’a in discu tible la legitim idad
de sus problem as; s i la l’nea que traza por entre los fen—m enos
no encuentra f—rm ula propia en ninguna provincia de recono
cidas disciplinas cient’ficas, entonces, evidentem ente, su lugar
en e l sistem a de las ciencias, la discusi—n de sus m Žtodos y de
sus p osibles fru tos constituye un problema nuevo e indepen
diente, cuya soluci—n no cabe en un pr—logo y ocupa la primera
parte de la investigaci—n misma.
En esta situaci—n se halla e l ensayo presente que quiere
dar al concepto vacilante de la Sociolog’a un contenido in eq u’
voco, regido por Çunr> pensam iento seguro y met—dico. L o œnico
que, por tanto, rogamos al lector, en e l proem io de este libro,
es que tenga siem pre presente la posici—n d el problem a, tal
com o se explica en la prim era parte. D e otro modo, estas p‡gi
nas podr’an darle la im presi—n de una masa inconexa, com
puesta de hechos y reflexiones, sin relaci—n en tre si.
9
Capitulo 1
EL PROBLEMA D E LA SO C IO LO G IA

I es cierto que el conocim iento h um an o se h a desarrollad o


S partiendo de necesidades pr‡cticas, porque el conocer la
verdad es un arm a en la lucha por la existencia, ta n to frente
a la n a tu ra leza extrah u m an a, com o en la concurrencia de lo s
h om bres entre s’, hace y a m ucho tiem po que dicho con oci
m iento no est‡ ligado a ta l procedencia y h a dejado de ser u n
sim ple m edio para los fines de la acci—n, troc‡ndose en fin œ l
tim o. E sto no obstante, el conocim iento no h a roto tod as las
relaciones con los intereses de la pr‡ctica, ni a u n en la form a
au t—n om a de la ciencia, aun qu e ah o ra estos intereses no ap a
recen y a como m eros resultados de la pr‡ctica, sin o como
acciones m utuas de dos esferas independientes. P u e s no s—lo
en la tŽcnica se ofrece el conocim iento cient’fico p ara la r e a li
zaci—n de los fines exteriores de la volun tad, sin o que tam biŽn
en las situacion es pr‡cticas, tan to internas como externas, s u r
ge la necesidad de una com prensi—n te—rica. A veces aparecen
nuevas direcciones del pensam iento, cuyo car‡cter abstracto
no hace m‡s que reflejar en los problem as y form as intelec
tuales los intereses de nuevos sentim ientos y volicion es. A s ’
las exigencias que suele fo rm u la r la ciencia de la S o cio lo g ’a n o
son sin o la. p ro lo n gaci—n y el reflejo te—ricos del poder pr‡c
tico que h an a lcan zad o en el siglo xix las m asas frente a los
intereses del in d ivid u o . M odernam ente, las clases inferiores

11
12 S ociolog’a

Kan dado la sensaci—n de m a y o r im p o rtan cia y despertado m a


y o r atenci—n en las clases superiores; y si este KecKo se Lasa
ju sta m en te sobre el concepto de ÇsociedadÈ, es porque la d is
ta n c ia social entre u n o s y otros Kace que los interiores a p arez
can a los superiores no como in divid uos, sin o como u n a m asa
u n ifo rm e , y que no se vea otra conexi—n esencial entre am bos
que la de form ar ju n to s Çuna sociedadÈ. D esde el m om ento
en que Ñ a consecuencia de la s relaciones pr‡cticas de p o d er
la s clases, c u y a eficacia consiste, no en la im p ortan cia visible
de los in d iv id u o s, sin o en su n a tu ra le za ÇsocialÈ, atrajeron
sobre s’ la conscien cia in telectu al, el pensam iento ecK— de ver
que, en Àenera!, toda existencia in d iv id u a l est‡ determ inada
por in n u m era b les in flu en cia s del am biente b u m an o. Y este
p en sam ien to adq uiri—, por decirlo as’, fu erza retroactiva. A l
lad o de la sociedad presente, la sociedad pasada se ofreci—
com o la su sta n cia que engendra las existencias in divid uales,
no de otra suerte que el m ar engendra las olas. P areci—, pues,
descubierto, el suelo nutricio, por cu yas energ’as resultaban
exp licab les la s form as p articu lares de los individuos. E sta
direcci—n del pensam iento se ve’a ap o yad a por el rela tivis
mo m oderno, por la tendencia a descom poner en acciones
rec’procas lo in d iv id u a l y sustan cial. E È1 in d ivid u o era s—lo
el lu g a r en que se a n u d ab an h ilo s sociales y la p erson ali
dad no era m ‡s que la fo rm a p a rticu la r en que esto acon te
c’a. A d q u irid a la consciencia de que toda activid ad h u m an a
tran scu rre dentro de la sociedad, sin que nadie pueda s u s
traerse a su in flu jo , todo lo que no fuera ciencia de la n a tu ra
le za exterior ten ’a que ser ciencia de la sociedad. S u rg i— Žsta,
pues, com o el a m p lio cam po en que concurrieron la E tic a y la
H isto ria de la cultura, la E co n o m ’a y la C ie n cia de la reli
g i— n , la E stŽ tica y la D em o g ra f’a , la P o l’tic a y la E tn o lo g ’a ,
y a que los objetos de estas ciencias se rea liza b a n en el m arco
de la sociedad. L a ciencia del h om bre h ab ’a de ser la ciencia de
la sociedad.
A esta concepci—n de la S o c io lo g ’a , com o ciencia de
todo lo h u m an o , co n trib u y— su car‡cter de ciencia n u eva.
P o r ser n u eva adscribiŽronse a ella todos los problem as que
eran d if’ciles de colocar en otra discip lin a; a la m an era como
las com arcas reciŽn descubiertas aparecen cu al E ld o ra d o s para
F.l problem a d e la so cio lo g ’a 13

todos los sin patria, p ara todos los desarraigados, pues la in de


term inaci—n e in d efen si— n de las fronteras, in evitab le en ios
p rim eros tiem pos, a u to riza a todo el m u n d o a establecerse
all’. P ero bien m irado, el h echo de m ezclar p roblem as a n ti
guos n o es descubrir u n n u evo territorio del saber. L o que
ocurri— fue, sim plem ente, que se echaron en u n g ra n puchero
todas la s ciencias h ist—ricas, psicol—gicas, n o rm ativ as, y se le
puso a l recipiente u na etiqueta que dec’a: S o cio lo g ’a . E n rea
lidad, s—lo se h ab ’a gan ad o unnom bre nuevo; pero lo desig
nado p or este nom bre o estaba y a determ inado en su con ten i
do y relaciones o se p ro d u jo dentro de las p ro vin cias conoc’- ^
das de la in vestigaci—n . S i el h echo de que el p en sam ien to y
la acci—n h u m an o s se re a liza n en la sociedad y son determ i
nados por ella, h a de convertir la S o cio lo g ’a en u n a ciencia
que los abrace ’ntegros; <por quŽ no considerar asim ism o la
Q u ’m ica , la B o t‡ n ica y la A s tro n o m ’a com o cap ’tu los de la
P sicolog’a, y a que sus objetos, en œ ltim o tŽrm in o, s—lo ad
quieren realidad en la conciencia h u m a n a y est‡n som etidos
a sus condiciones?
E l error se fu n d a en u n hecho m al interpretado, sin du d a,
pero m uy im portante. E l reconocim iento de que el hom bre
est‡ determ inado, en tocio su ser y en todas sus m an ifestacio
nes por la circun stan cia de v iv ir en acci—n rec’proca con otros
hom bres, h a de traer desde luego u n a nu eva m anera de co n si
derar el problem a en las lla m a d a s ciencias del esp’ritu. H o y ya
no es p osible exp licar por m edio dei in d ivid u o , de su entendi
miento y de sus intereses, los h echos hist—ricos (en el sen tido
m ‡s am p lio de la palab ra), los contenidos de la cu ltu ra, las
form as de la ciencia, las n orm as de la m oralidad; y si esta ex
plicaci—n no basta, recurrir en seguida a causas m etaf’sicas o
m ‡gicas. P o r lo que toca al lenguaje, verbigracia, y a no esta
m os ante la altern a tiva o de creer que ba sido in ven tado por
in d ivid u o s geniales, o de creer que ba sido dado por D io s al
hom bre. E n la religi—n y a no cabe p lan tear el dilem a entre la
inven ci—n de astu tos sacerdotes y la inm ediata revelaci—n, etc.
H o y creemos com prender los fen—m enos h ist—ricos por las
acciones rec’procas y co n ju n tas de los in d ivid u o s, por la sum a
y sub lim aci— n de in co n tab les contribuciones in d iv id u a les, por
la encarnaci—n de las en erg’as sociales en entidades que est‡n
14 S ociolog’a

m ‡s a ll‡ del in d ivid u o y que se d esarro llan por encim a de Žl.


P o r consiguiente, en su relaci—n con las ciencias k o y existen
tes, la S o cio lo g ’a es un n u evo m Žtodo, un a u x ilia r de la inves-
tigaci< 5–~paH~lIegarÇ p o r n u e va s v ’a s, a l o s fen—m en os que se
dan en aquellos cam pos del saber. P ero este p apel que des
em pe–a la S o cio lo g’a no es esencialm ente distinto del que des
em pe–— la inducci—n cuando en su d’a penetr— como u n n u e
vo p rin cip io de in vestigaci—n en tod as las ciencias posibles, se
aclim at— en ellas y les ayu d — a encontrar n u evas soluciones
para los problem as plantead os. P ero as’ com o la inducci—n no
con stituye u n a ciencia p articular, y m enos u n a que lo abarque
iodo, tam poco, por la s m ism as razon es, la S ocio log’a. P o r
cuanto se fu n d a en la idea de que el hom bre debe ser com pren
dido com o ser social, y en que la sociedad es la base de todo
acontecer hist—rico, no contiene la S o cio lo g ’a ningœ nobjeto
que no estŽ tratado ya en las ciencias existentes, sino que es
s—lo u n nuevo cam ino p ara tod as ellas, un m Žtodo cient’fico
que, justam en te por ser ap licab le a la to ta lid ad de los proble
m as, no con stitu ye u n a ciencia por s’.
<Pcro cu ‡l puede ser el objeto propio y nuevo cu ya in ves
tigaci—n h ag a de la S o cio lo g’a u n a cien cia independiente con
lim ites determ inados? E-s evidente que, p ara que quede legiti
m ada com o u n a n u eva ciencia, no hace falta descubrir un
objeto cuya existencia sea h asta a b o ra desconocida. T o d o lo
que designam os en general como objeto es un com plejo de
determ inaciones y relaciones, cada u na de las cuales, si se des
cubre en u n a p lu ralid a d de objetos, puede convertirse a su vez
en objeto de u na llu eva ciencia. T o d a ciencia se fu n d a en u n a
abstracci—n, p o r cuanto considera en uno de sus aspectos y
desde el punto de vista de u n concepto, en cada caso, diferente,
la to talid ad de u n a cosa, que no puede ser abarcada por n in -
_ g u n a ciencia. A m e la to ta lid ad de la cosa y de las cosas, crece
cada ciencia por d ivisi— n de a q u e lla to talid ad en diversas cu a
lid ad es y funciones, u n a vez que se h a h alla d o el concepto que
j1 sep ara estas œ ltim as, y perm ite com probar m et—dicam ente su
presencia en las cosas reales. A s ’, por ejem plo, los hechos lin
gŸ ’sticos que a h o ra se com prenden com o el m aterial de la lin
gŸ ’stica com parada, e xist’a n de an tigu o en fen—m enos som eti
dos a estudio cient’fico; pero la ciencia especial de la lin gŸ ’stica
Kl problema Je Id Sociolog’a 13

com parada surgi— a l descubrirse el concepto merced a l cual


aqu ellos fen—m enos, antes separados, se reu n ieron en u n id ad
y aparecieron regulados p o r leyes particulares.
D e l m ism o m odo, la S o cio lo g ’a p^pdr’a con stitu ir u na
ciencia p articular, b a ila n d o su objeto u n a n u eva l’n e a trazad a
a travŽs de kecb os que, com o tales, son perfectam ente conoci
dos; s—lo que, sin haberles sido b a sta entonces aplicad o el con
cepto que descubre el aspecto de estos becbos correspondiente
a aq u ella l’n ea, haciŽnd ole con stituir u n a u n id ad m et—dica y
cient’fica com œn a todos. F ren te a los becbos de la sociedad
hist—rica, ta n com plicados y que no se reœnen b ajo u n solo
pun to de vista cient’fico, los conceptos de pol’tica, econom ’a,
cultura, etc., producen series de conocim ientos de este gŽnero,
bien lig a n d o en cursos hist—ricos singulares u n a parte de
aquellos becbos y ap artan d o los otros o no dej‡ndoles m ‡s
que u n a colaboraci—n accidental, bien dando a conocer a gru
paciones de elem entos que, independientem ente del aq u ’ y del
ah o ra in d ivid u ales, encierran u n a conexi—n necesaria, no s u
jeta a l tiem po. S i pues ha de existir u n a S o c io lo g ’a com o cien
cia p articular, ser‡ necesario que el concepto desociedad como
tal, por encim a de la a gru p aci— n exterior de esos fen—m enos,
som eta los b ecbos sociales hist—ricos a u n a n u eva abstracci—n
y ordenam iento, de m anera que se reconozcan como connexas
y form ando p or consigu iente parte de u n a ciencia, ciertas n o
tas que b a sta entonces s—lo h a n sido observadas en otras
y va rias relaciones.
E ste p u n to de v ista surge m ediante u n a n ‡ lisis del con
cepto de sociedad, que se caracteriza por la distinci—n entre
form ‡ y contenido de la sociedad Ñ teniendo presente que esto
en realidad no es m ‡s que u n a m et‡fora p ara designar a p ro x i
m adam ente la oposici—n de los elem entos que se desea separar;
esta oposici—n h abr‡ de entenderse en su sentido peculiar, sin
dejarse lleva r p o r la sign ificaci— n que tienen en otros aspectos
tales designaciones p rovision ales. P ara llegar a este objetivo,
parto de la m ‡s a m p lia concepci—n im ag in ab le de la sociedad,
procurando evitar en lo posib le la contienda de las definicio
nes. L a sociedad existe a ll’ donde vario s in divid uos en tran en
acci—n rec’proca. E sta acci—n rec’proca se produce siem pre por
determ inados in stin to s o para determ inados fines. In stin tos
Ib S ociologia

er—ticos, religiosos o sim plem ente sociales, fines de defensa o


de ataque, de juego o adquisici—n, de a y u d a o ense– an za, e in
fin ito s otros, Kacen que el hom bre se p o n g a en convivencia,
en acci—n con ju n ta, en correlaci—n de circun stan cias con otros
hom bres; es decir, que ejerza in flu en cias sobre ellos y a su vez
las reciba de ellos. L a existen cia de estas acciones rec’procas
sign ifica que los portadores in d i vid u ales d e a q u ŽlIo T m stin to s
\Tfmes, que lo s m ovieron a unirse, se k a n convertido en u n a
unidad, en u n a ÇsociedadÈ. P u e s u n id a d en sentido em p’rico
no es m ‡s que acci—n rec’proca de elem entos: un cuerpo o rg‡
nico es u n a u nidad, porque sus —rgano s se encuentran en u n
cam bio m utuo de energ’as, m ucko m ‡s ’n tim o que con n in
g œ n ser exterior; un lis ta d o es u n a u n id a d porque entre sus
ciudadanos existe la correspondiente relaci—n de acciones m u
tuas; m ‡s aœn . no p odr’am os -llam ar uno a l m undo, si cada
parte no in flu yese de a lg œ n m odo sobre las dem‡s, si en a l
gœ n punto se interrum piese (a reciprocidad de las influencias.
A q u e lla u nidad o so cia liza ci— n puede tener diversos gra
dos, segœn la clase e in tim id ad que tenga la acci—n rec’proca;
desde la u n i— n ef’m era para dar un paseo, b asta la fam ilia;
desde las relaciones Ça plazoÈ, b a sta la pertenencia a un E s
tado; desde la convivencia fu g itiv a en u n h otel, b a sta la u n i— n
estrecha que sign ificab an los grem ios m edievales. A h o r a bien:
yo lla m o contenido m ateria de la so cializaci— n , a cuanto
exista en los in d ivid u o s (portadores concretos e inm ediatos de
toda realidad hist—rica), capaz de origin ar la acci—n sobre
otros o la recepci—n de sus influencias; ll‡m ese in stin to, in te
rŽs, fin , in clin aci—n , estado o m ovim iento p s’quico. E n s’
m ism as estas m aterias con que se llen a la vida, estas m oti
vaciones no son to d av’a un algo so cial. N i el ham bre ni el
am or, ni el trabajo n i la religiosidad, n i la tŽcnica n i la s fu n
ciones y obras de la in teligen cia co n stitu yen to d av’a so cia li
za ci— n cuando se dan inm ediatam ente y en su p ureza. L a so
cia liza ci— n s— lo se presenta cuando la coexistencia aislad a de
los in d ivid u os adopta form as determ inadas de cooperaci—n y
colaboraci—n que caen b ajo el concepto general de la acci—n
rec’proca. P o r consiguiente, la so cia liza ci— n es la form a, de
diversas m aneras realizad a, en la que los in d ivid u os, sobre la
base de los intereses sensuales o ideales, m om ent‡neos o du
t i problem a de la sociolog’a 17

raderos, conscientes o inconscientes, que im p u lsan cau salm en


te o indu cen teleol—gicam ente, co n stitu y en u n a u n id a d dentro
de la cu al se realizan aqu ellos intereses.
E n todo fen—m en o so cial, el contenido y la form a so cia
les con stituyen u n a realidad u n itaria . L a form a so cia l no p u e
de a lc a n z a r u n a existen cia si se la desliga de todo contenido;
del m ism o m odo que la fo rm a espacial no puede su b sistir sin
u n a m ateria de la que sea form a. T a le s son justam en te ios
elem entos (in sep arab les en la realidad) de todo ser y acon te
cer sociales: u n interŽs, u n fin , u n m otivo y u n a form a o m a-
n era de acci—n rec’proca entre los in d ivid u o s, p o r la cu a l o en
cuya figura a lcan za aqu el contenido realidad social.
A h o r a bien; lo que hace que la ÇsociedadÈ, en cualqu iera
de los sentidos de la palab ra, sea sociedad, son evidentem ente
la s diversas clases de acci—n rec’proca a que hem os alu dido.
U n grupo de hom bres no fo rm a sociedad porque exista en
cada u no de ellos por separado u n contenido v ita l o b jetiva
m ente determ inado o que le m ueva in divid ualm en te. S — lo
cuan do la vida de estos conten idos adquiere l a foxm ft del in
flu jo m utu o, s— lo cuant’o se produce u n a a cci—n de tinos
bre otros Ñ in m ediatam en te o p o r medio de u n tercero Ñ , es
cuando la nu eva coexisten cia espacial, o tam biŽn la sucesi—n
en el tiem po, de los hom bres, se h a convertido en u n a socie
dad. S i, pues, h a deTtaber u n a ciencia cu yo objeto sea la so
ciedad y s—lo e lla , œ n icam en te podr‡ proponerse como fin
de su in vestigaci— n estas acciones rec’procas, estas m an eras y
form as de so cia liza ci— n . T o d o lo dem ‡s que se encuentra en
el seno de la ÇsociedadÈ, todo lo que se realiza por ella y en
su m arco, no es sociedad, sin o sim plem ente u n contenido que
se adap ta a esta fo rm a de coexistencia o a l que Žsta se adapta,
y que s—lo ju n to con ella ofrece la figura real, la ÇsociedadÈ,
Çn el sentido am p lio y u su a l. S ep a r‡ r por la abstracci—n estos
dos elem entos, u n id os inseparablem ente en la realidad; siste
m atizar y som eter a u n punto de v ista m et—dico, u n itario , las
form as de acci—n rec’proca o de socializaci— n , m entalm ente
escindidas de los conten idos que s—lo merced a ellas se hacen
sociales, me parece la œ n ica p osib ilid ad de fu n d a r u na ciencia
especial de la sociedad, t’n ic a m e n te merced a ella, aparecer’an
realm ente p royectados en el p lano de lo m eram ente social,
IX S ociolog’a

los hechos que designam os con el nom bre de realidad so cia l-


h ist—rica.
A u n q u e sem ejantes abstracciones Ñ la s œ n icas que per
m iten extraer ciencia de la com plejidad y aun de la u n id a d de
Jo real Ñ h a y a n surgido de las necesidades interiores del co
n ocim ien to, h a de haber para ellas a lg u n a legitim aci—n en la
propia estructura del objeto. P u es s— lo en la existencia de a l
guna relaci—n fu n c io n a l con los hechos puede h allarse g a ra n
t’a contra u n problem atism o estŽril, contra el car‡cter acci
dental de la conceptuaci—n cient’fica. S i y erra el n atu ralism o
in g en u o , creyendo que lo dado en la realidad contiene los
prin cip ios de ordenaci—n, a n a l’tico s y sintŽticos, merced a ios
cuales puede esa realidad dada ser contenido de ciencia, es
cierto, sin em bargo, que las notas efectivas de la realidad son
m ‡s o m enos flexibles y se acom odan m ‡s o m enos a aqu ellas
ordenaciones; com o, por ejem plo, u n retrato transform a fu n
dam entalm ente la figura n a tu ra l h u m an a, y, sin em bargo, h ay
figuras que se acom odan m ejor que otras a esta tran sform a
ci—n radical. C o n arreglo a este criterio puede, pues, definirse el
m ejor o peor derecho a la existencia, que ostentan los proble
m as y m Žtodos cient’ficos. E l derecho a som eter a un a n ‡ lisis
de form as y contenidos (llevan d o las prim eras a u n a s’n tesis)
los fen—m en os h ist—rico -sociales, descansa en dos condiciones
que s—lo en los hechos pueden ser com probadas. P o r u n a parte
es preciso que u n a m ism a form a de so cializaci—n se presente
con contenidos totalm en te distintos, para fin es com pletam ente
diversos: y p or otra parte, es necesario que los m ism os intereses
ap arezcan realizad o s en diversas fo rm as de socializaci—n ; del
m ism o m odo que u n as m ism as form as geom Žtricas se encuen
tra n en la s m‡s diversas m aterias, y u n as m ism as m aterias en
la s m ‡s distin tas form as espaciales (lo que tam biŽn sucede
con la s form as l—gicas respecto a los contenidos m ateriales del
conocim iento).
A h o r a bien, am bas cosas son de hecho innegables. E n
contram os las m ism as relaciones form ales de u n o s in d ivid u os
con otros, en gru p os sociales que p o r sus fines y por toda su
sign ificaci—n son lo m ‡s diversos que cabe im agin ar. S u b ord i
n aci—n , com petencia, im itaci—n , d ivisi— n del trabajo, p artid is
mo, representaci—n, coexistencia de la u n i— n hacia adentro y
F.l problem a d e la sociolog’a IV

la exclu si—n hac’a afu era, e in fin itas form as sem ejantes se
encuentran, as’ en u na sociedad pol’tica, como en u n a com u
n idad religiosa; en u na banda de conspiradores, com o en u n a
cooperativa econ—m ica; en una escuela de arte, com o en u na
fa m ilia . P o r va riad o s que sean los intereses que lleva n a esas
socializacion es, la s form as en que se presentan pueden ser las
m ism as. P o r otra parte, un m ism o interŽs puede m ostrarse en
socializacion es de form as diversas, E l interŽs econ—m ico, por
ejem plo, lo m ism o se realiza por la concurrencia que por la
organ izaci— n de los productores con arreglo a u n plan; unas
veces por separaci—n de grupos econ—m icos, otras, por an exi—n
a ellos. L o s contenidos religiosos, perm aneciendo idŽnticos,
adoptan unas veces u na form a liberal, otras, u na form a cen
tralizad a. L o s intereses basados en las relaciones sexuales se
satisfacen en la p lu ra lid a d casi in calcu lable de las form as fa
m iliares. E l interŽs pedag—gico ta n pronto da lu g a r a u na
relaci—n lib eral del m aestro con el d isc’p u lo, como a u n a fo r
m a desp—tica; u n a s veces produce acciones rec’procas in d iv i
d u alistas entre el m aestro y los distintos disc’pulos, y otras
establece relaciones m ‡s colectivas entre el m aestro y la tota
lidad de los d isc’p u lo s. A s ’, pues, de la m ism a m anera que
puede ser œ n ica la form a en que se realizan los m ‡s divergen
tes contenidos, puede perm anecer œ n ica la m ateria, m ientras
la convivencia de lo iT in d ivid u o s en que se presenta se ofrece
en una gran diversidad de form as. D e donde resulta que si
bien en la realidad la m ateria y form a de los hechos constitu
yen una insep arable u n id ad de la vida social, puede extraerse
de ellos esa legitim aci—n del problem a sociol—gico que recla
ma la determ inaci—n, ordenaci—n sistem ‡tica, fun d am en taci—n
psicol—gica y evolu ci— n h ist—rica de la s puras form as de so
cializaci—n .
E ste problem a es opuesto totalm ente al procedim iento
por el cual se h a n creado las diversas ciencias sociales exis
tentes. E n efecto, la d ivisi—n del trabajo entre ellas est‡ ab so
lutam en te determ inada por la diversidad de contenido. T a n to
la econom ’a pol’tica, como el sistem a de las o rgan izacion es
eclesi‡sticas, tanto la h isto ria de la ense– an za como la de las
costum bres, tanto la pol’tica como las teor’as de la vida se
xual, etc., se h an distribu ido entre s’ de tal m odo el cam po de
20 S ociologia

los fen —m en os sociales, que tin a S o c io lo g ’a que pretendiese


a b arcarlos en su to talid ad no ser’a m ‡s que u n a sum a de
a q u ella s ciencias. M ien tras las l’n eas que trazam os a travŽs
de la realidad h ist—rica, p ara d istrib u irla en cam pos de in ves
tig a ci— n distintos, u n a n tan s— lo aquellos pun tos en que ap a
recen los m ism os intereses, no h ab r‡ lu g a r en esa realidad
p ara u n a S o c io lo g ’a independiente. L o que se .necesita es una
l’nea que, cru zando todas la s anteriorm ente tra za d as, aislŽ
el h echo p u ro de la so cia liza ci— n , que se presenta con di
versas figuras en relaci—n con los m ‡s divergentes contenidos
y form e con Žl un cam po especial. D e este m odo la S o cio
lo g ’a se h ar‡ u n a ciencia independiente, en el m ism o sentido
Ñ sa lv a n d o las diferencias patentes de m Žtodos y resu lta
d o s Ñ en que lo ha lo grado la teor’a del conocim iento, ab stra
yen do de la p lu ralid ad de los conocim ientos sin gulares las
categor’as o fun cion es del conocim iento com o ta l. L a S o c io
log’a pertenece a aquel tipo de ciencias cu y a independencia
no d im an a de que su objeto estŽ com prendido ju n to con otros
b ajo un concepto m ‡s am p lio (com o F ilo lo g ’a cl‡sica y ger
m ‡n ica, com o O p tica y A cœ stica ), sin o de considerar desde u n
p u n to de v ista especial el cam po to tal de los objetos. L o que
l a d iferen cia de~las dem ‡s ciencias h ist— rico-sociales no es,
p ues, su objeto, sino el m odo de considerarlo, la abstracci—n
p a rticu la r que en e lla se lleva a cabo.
Ed concepto de sociedad tiene dos sign ificacion es, que
deben m antenerse estrictam ente sej>aradas ante la considera
ci—n cien t’fica. P o r un lad o, sociedad es el com p lejo de in d i
vid u os socia liz a d o s, el m ateria l h u m a n o socialm ente confor
m ad o, que con stituye toda la realidad h ist—rica. P ero de otra
parte, ÇsociedadÈ es tam biŽn la su m a de aqu ellas form as de
rela ci— n p o r m edio de las cuales surge de los in d ivid u os ’a
sociedad en su prim er sentido. A n ‡ lo g a m e n te se designa con
el nom bre de ÇesferaÈ, de u n lado u na m ateria conform ada de
cierto m odo, pero ta m b iŽn , en sentido m atem ‡tico, la mera
figura o form a, merced a la cual resulta, de la sim ple m ateria
in form e, la esfera en el prim er sentido. C u a n d o se trata de
ciencias sociales en aqu el prim er sentido, su objeto es Lodo lo
que acontece en la sociedad y por ella. L a ciencia social, en el
segundo sentido, tiene por objeto las fuerzas, relaciones y f o r -
Ei problem a ele la sociolog ’a 21

m as, por m edio de las cuales los hom bres se so c ia liz a n y que
por tanto co n stitu yen la ÇsociedadÈ sensu strictissim o ; lo cual
no se desvirtœa p o r la circu n stan cia de que el contenido de la
socializaci—n , la s m odificaciones especiales de su fin e interŽs
m aterial, decidan a m enudo, o siem pre, sobre su conform aci—n .
Ser’a totalm ente err—nea la objeci—n que afirm ase que todas
estas form as (jera rq u ’a s y corporaciones, concurrencias y fo r
m as m atrim o n iales, am istades y u sos sociales, gobierno de
uno o de m uch os), no son sino acontecim ientos producidos
en sociedades y a existentes, porque si no existiese de a n te
m ano una sociedad, fa lta r’a el supuesto y la ocasi—n p ara que
surgiesen esas form as. ILsta creencia dim an a de que, en todas
las sociedades que conocem os, actœan u n gran nœ m ero de tales
form as de relaci—n , esto es, de so cializaci—n . A u n q u e s—lo que
dase u n a de ellas, tendr’am os aœn ÇsociedadÈ, de m an era que
todas ellas puede parecer agregadas a u n a sociedad y a term i
nada, o n acidas en su seno. P ero si im agin am os desapareci
das todas estas form as sin gulares, y a no queda sociedad n in
guna. S — lo cuand o a ctœ a n esas relaciones m utuas, p roducidas
por ciertos m otivos e intereses, surge la sociedad. P o r co n si
guiente, aunque la h isto ria y leyes d Ž la s organ izacion es to ta
les, as’ su rgid as, son cosa de la ciencia so cia l en sen tido
am plio, sin em bargo, teniendo en cuenta que Žsta se h a escin
dido ya en las cien cias sociales particulares, cabe u na S o cio
log’a en sentido estricto, con un problem a especial, el p roble
ma de las form as ab stra’das, que m ‡s que determ inar la
so cializaci—n , la co n stitu y en propiam ente.
P o r tanto, la sociedad, en el sentido en que puede tom arla
la S o cio lo g ’a , es o el concepto g en eral abstracto que abarca/
tod as estas form as, el gŽnero del que son especies, o la su m a
de fo rm as que a ctœ a en cada caso. R e s u lta , adem ‡s, de este
concepto que un n œ m ero dado de in d ivid u o s puede ser socie
dad, en m ayo r o m en or grado. A cada nuevo aum ento de for
j a c io n e s sintŽticas, a cada creaci—n de partidos, a cada u n i— n
Para u n a obra com œn, a cada distribuci—n m ‡s p recisa del
m ando y la obediencia, a cada com ida en com œn, a cada adorno
que uno se ponga pora los dem ‡s, va haciŽndose el m ism o g ru
po cada v e z m ‡s ÇsociedadÈ que antes. N o h a y sociedad a b so
luta, en el sentido de que fuera necesario previam ente su su -
22 S o c io lo g a

puesto para que su rjan los diversos fen—m en os de enlace; pues


t ’o h ay acci—n rec’proca ab so lu ta, sin o diversas clases de ella,
cu ya a p a rici— n determ ina la existencia d e l a sociedad, y que no
son n i cau sa n i consecuencia de Žsta, sin o la propia sociedad.
S — lo la in ab o rd ab le p lu ralid a d y variedad en que estas form as
de acci— n rec’proca actœan a cada m om ento h a prestado u n a
ap arente realidad hist—rica au t—n om a a l concepto general de
sociedad. A c a s o esta liip — s’asis de u na sim ple abstracci—n sea
la causa de la curiosa in determ inaci—n e in segu rid ad que ha
ten id o este concepto en las investigaciones de S o cio lo g ’a gene
ral, hechas h asta ahora. A n ‡ lo g a m e n te , el concepto de la vida
n o progres— de veras m ientras la ciencia lo consider— como \m
fen — m en o u n itario , de realidad inm ediata. S — lo cuando se in
vestigaro n los procesos sin gu lares que se verifican en los orga
nism o s y c u y a sum a y tram a con stituye la vida; s—lo cuando
se h ubo reconocido que la vida no consiste m ‡s que en los
fen —m en os p articulares que se dan en los —rganos y cŽlulas y
Žntre ellos, s— lo entonces adq uiri— una base firm e la ciencia
de la vida.
U n ica m en te a s’ podr‡ determ inarse lo que en la sociedad
es realm ente Çsociedad.È; como la G eo m etr’a determ ina quŽ es
lo que co n stitu ye la esp ecialidad de las cosas espaciales. La
S o cio lo g ’a , como teor’a del ser so cia l en la h u m an id ad , que
puede ser objeto de ciencia en otros sentidos incontables, est‡,
pues, con las dem ‡s ciencias espec’ales en la relaci—n en que
est‡ la G eo m etr’a con las ciencias fisicoqu ’m icas de la m ate
ria. L a G e o m etr’a considera la fo rm a merced a la cual la m a
teria se hace cuerpo em p’rico, form a que en s’ m ism a s—lo
existe en la abstracci—n. L o m ism o sucede en la s form as de la
so cia liza ci— n . T a n to la G eo m etr’a, com o la S o cio lo g ’a , a b a n
don an a otras ciencias la investigaci—n de los contenidos que
se m an ifiestan en sus form as o de las m anifestaciones totales
cu y a m•ra form a la S o cio lo g ’a y la G eo m etr’a exponen.
A p e n a s si es necesario advertir que esta a n a lo g ’a con la
G eo m etr’a se lim ita a esta aclaraci—n del problem a radical de
la S o c io lo g ’a , que a q u ’ se h a inten tado. Sob re todo la G eo m e
tr’a tiene la v e n ta ja de h a lla r en su cam po m odelos extrem a
dam ente sen cillos en que pueden resolverse la s m ‡s com plica
das figuras; por eso puede construirse con notas fu n d am en ta
t i problem a de la sociolog’a 2?

les relativam en te escasas que abarcan todo el c’rculo de las


form as p osibles. P o r lo que se refiere a las form as de la so c ia li
za ci— n , no es de esperar en tiem po previsible su reducci—n, n i
siqu iera ap roxim ad a, a elem entos sim ples. L a consecuencia de
esto es que la s form as sociol—gicas, s’ bem os de definirlas con
a lg u n a precisi—n, s—lo tien en v a lid ez p ara un c’rculo reducido
d e fen—m enos. A s ’, por ejem plo, poco se k a logrado, sentando
la afirm aci—n general de que la form a de la su b ord in aci—n se
encuentra en casi toda sociedad h u m an a. L o que se necesita
es m ‡s bien entrar en la s diversas clases de su b ord in aci—n , en
las form as especiales de su realizaci— n ; y , n atu ralm en te, cu a n
to m ‡s determ inadas sean, m enos extenso ser‡ e lc ir c u lo d e .s u
vigencia.
H o y suele colocarse toda cien cia ante esta altern ativa:
o se encam ina a descubrir leyes que rija n sin su jeci— n al
tiem po, o_se aplica a exp lica r v com prender, pracesos s in g u la-
res h ist—ricos y reales, lo que por lo dem ‡s no e x clu ye la e x is
ten cia de in con tab les form as interm edias en el com ercio de las
ciencias. P u es bien: el concepto del problem a que aqu ’ se de
term ina, para n ada requiere la previa decisi—n de dicha a lte r
n ativa. E l objeto que hem os ab stra’d o de la realidad puede
ser considerado, por u n a parte, desde el pun to de vista de la j
leyes, que dim an an do de la p u ra estructura objetiva de los
elem entos, se com portan indiferentem ente respecto a su reali
zaci—n en el espacio y el tiem po; rigen lo m ism o si las r e a li
dades h ist—ricas las hacen aparecer una o m il veces. P ero, por
otra parte, aq u ellas form as de so cia liza ci— n pueden ser con si
deradas tam biŽn desde el pun to de v ista de su ap arici— n en tal
lu gar o tal tiem po, de su evo lu ci— n hist—rica dentro de grupos
determ inados. D e la com petencia, verbigracia, o’m os h a b la r
en los m‡s- diversos cam pos; en la P o l’tica, como en la E c o
nom ’a, en la H istoria de las religiones como en la del arte, se
nos presentan casos incontab les de ella. P artien d o de esto, h a y
que determ inar quŽ es lo que sign ifica la com petencia como
form a pura de la conducta h um ana, en quŽ circu n stan cias se
Presenta, quŽ m odificaciones experim enta por la sin g u larid ad
de su objeto, por quŽ caracter’sticas form ales y m ateriales de
n n a sociedad resulta potenciada o rebajada, c—m o se diferencia
la com petencia entre in d iv id u o s de la que tiene lu g a r entre
24 S ociolog ’a

grupos; en u n a palab ra, que es la com petencia como form a de


relaci—n de los hom bres entre s’, fo rm a que puede aceptar toda
suerte de contenidos, pero que, p o r la identidad con que se
presenta, siem pre, por grande que sea la diferencia de aqu Žllos,
prueba que pertenece a un cam po recu lad o segœn leyes p ro
p ias y susceptibles de abstracci—n. E n los fen—m enos reales
com plejos, lo u n ifo rm e queda destacado com o por u n corte
lateral, y lo heterogŽneo, es decir, los intereses que con stituyen
el contenido, queda, en cam bio, p aralizad o .
D e u n m odo an ‡lo go debe precederse con todas las g ra n
des relacion es y acciones rec’procas que fo rm an sociedades:
con los partidos, con la im itaci—n , con la form aci—n de clases,
c’rculos, d ivision es secundarias, con la en carn aci—n de las
acciones rec’procas sociales en o rgan izacion es p articulares de
n a tu ra leza objetiva, ideal o personal; con la ap arici—n y el p a
pel que desem pe–an las jerarqu ’as, con la Çrepresentaci—nÈ
de com unidades por in d ivid u o s, con la im p o rtan cia de un ene
m igo com œn p ara la trabaz— n in terior de los grupos. A tales
problem as fundam entales se agregan otros que contienen, por
decirlo as’, la form a determ inante de los grupos, y que son , ora
hechos m ‡s especiales, ora hechos m ‡s com plicados; entre
aqu ellos citarem os, verbigracia, la im p ortancia de los Çim par
cialesÈ, de los que no form an partido, y la de los ÇpobresÈ,
como m iem bros org‡nicos de las sociedades, la de la determ i
naci—n num Žrica de los elem entos de los grupos, la del p rim us
in ier pares y del tercius gaudens. E n tre los hechos m ‡s com
plicados cabe citar: el cruce de v a rios c’rculos en p erson alid a
des in divid uales, la fu n ci— n especial del ÇsecretoÈ en la fo r
m aci—n de c’rculos, la m odificaci—n de los caracteres de grupo,
segœn abracen in divid uos que se encuentren en la m ism a loca
lid ad o elem entos separados; y otros innum erables.
C om o queda indicado, prescindo aqu’ de la cuesti—n de si
existe u n a absoluta igu ald ad de form as con diversidad de con
tenido. L a igu ald ad aproxim ad a que ofrecen las form as en
circunstancias m ateriales m u y distintas Ñ as’ com o lo contra
rio Ñ , es suficiente para considerarla en p rincipio posible. E l
hecho de que no se realice por com pleto esa igu ald ad dem ues
tra justam ente la diferencia que existe entre el acom ecer h is
t—rico esp iritu al, c o n s u s fluctuaciones y com plicacion es,
El problem a d e Áa sociolog ’a 25

irreductibles a p len a racio n alid ad , y la capacidad de la G e o


m etr’a para extraer con p len a p u reza de s u re a liza ci— n en la
m ateria las form as som etid as a su concepto. T Žn g a se tam biŽn
en cuenta que esta igu a ld a d en l a fo rm a de la acci—n rec’p roca, .
sea cualq u iera la diversidad del m aterial b u m a n o y real, y vi- Á
ceversa, no es, p o r lo pron to, m ‡s que u n m edio a u x ilia r para
re a liza r y ju s tific a r la distinci — n cien t’fica entre form a y conÈ!
ten ido,-en la s d iv ersas m an ifestacio n es d e co n ju n to. M et— d i
cam ente, Žsta ser’a necesaria, a u n cuando la s constelaciones
efectivas de los Hechos h icieran im p o sible el procedim iento
in d u ctivo , que de lo diverso saca lo igu al; de la m ism a m anera
que la abstracci—n geom Žtrica de la form a espacial de u n cuer
po estar’a justificad a, aun que este cuerpo a s’ conform ado s—lo
existiera u n a vez en el m undo. H a y que reconocer, sin em bar
go, que ello representa u n a d ificu lta d de procedim iento. A s ’,
por ejem plo, b a c’a fin es de la E d a d M edia, ciertos m aestros
de grem io se viero n llevad o s, por la extensi—n de las relacio
nes com erciales, a u n a ad q u isici— n de m ateriales, a \ m empleo
de oficiales, a u n a u tiliza c i— n de nuevos m edios para atraer a
la clientela, que no se a ven ’an y a con los an tigu os p rin cipios
grem iales, segx’n lo s cuales cada m aestro deb’a tener la m ism a
ÇcongruaÈ que los otros; p o r eso, estos m aestros trataron de
colocarse fuera de la estrecha corporaci—n grem ial. D esde el
punto d e v ista s o ciol—gico puro, desde el p u n to de v ista de la
form a, que hace abstracci—n de todo contenido especial, esto
sign ifica que la a m p lia ci— n del c’rculo a que est‡ ligado el
individ uo produce u na afirm a ci— n m ‡s fuerte de la s in d iv i
dualidades, u n a m a y o r lib ertad y diferen ciaci—n de los in d iv i
duos. P ero que y o sepa no existe n in g œ n m Žtodo seguro para
extraer de aquel factum com plejo, realizad o en su contenido, ,
este sentido sociol—gico. À Q u Ž fo rm a puram ente sociol—gica,
quŽ relaciones m utu as entre lo s in d ivid u o s (abstracci—n hecha
de sus intereses e instintos y de la s condiciones puram ente
objetivas) contiene el acon tecim iento hist—rico? E l proceso
hist—rico puede interpretarse en diversos sentidos, y lo œnico
que podem os h acer es presentar en su totalid ad m aterial los
hechos h ist—ricos que a testigu an la realidad de las form as s o
ciol—gicas. P u es carecem os de u n m edio que n os perm ita, en
todas las circunstancias, discern ir claram ente el elem ento m a
2h S ociolog’a

terial y el sociol—gico form al. O cu rre aqu ’ com o con la dem os


traci—n de u n teorem a geom Žtrico trente a la in evitab le conti-
g en c’a e im perfecci—n de u n a fig u ra dib ujada. P ero el m atem ‡
tico puede contar con que el concepto de ’a figura geom Žtrica
ideal es conocido y considerado como el œ n ico sentido esen
cial de los trazos de tin ta o tiza . E n cam bio, en nuestro cam
po, no puede partirse de un supuesto an ‡lo go , no puede dis
tin gu irse entre la p u ra so cia liza ci— n y el total fen—m eno real,
con su com plejidad.
E s preciso decidirse (a pesar de las posibles objeciones) a
h a b la r de un p rocedim iento in tu itiv o Ñ p o r lejos que estŽ esta
in tu ici— n de toda in tu ici—n esp ecu lativa y m e ta f’sic a Ñ . N o s
referim os a u n a p articular d isp osici—n de la m irada, gracias a
la cual se realiza la escisi—n entre la form a y el contenido. A
esa in tu ici—n , por de pronto, s— lo podem os irnos acostu m
brando, por m edio de ejem plos, hasta que m ‡s tarde se encaje
en un m Žtodo expresable en conceptos y que lleve a tŽrm ino
seguro. Y esta d ificu ltad se acrece, no s—lo porque carecemos
de u na base in d u d ab le p ara el m an ejo de! concepto sociol—gico
fu n d am en tal, sin o porque, aun en caso de operar con Žl de un
m odo eficaz, h a y m uchos aspectos de los acon tecim ientos en
que la su b ord in aci—n b a jo ese concepto o bajo el concepto del
contenido , sigue siendo a rb itraria. C a b r‡ n , por ejem plo, opi
n ion es contradictorias a l decidir h asta quŽ punto el fen—m eno
de la ÇpobrezaÈ es de n a tu ra le za socio l— gica, esto es, un resu l
tado de las relaciones fo rm ales existentes dentro de un grupo,
un fen—m en o condicionado por las corrientes y m utaciones
generales, que necesariam ente se en gen d ran en la coexisten
cia de los hom bres, o bien, sim plem ente, u na determ inaci—n
m aterial de ciertas existencias p articulares, exclu sivam ente
desde el pun to de vista del interŽs econ—m ico. L o s fen—m enos
hist—ricos, en gen eral, pueden ser contem plados desde J re s
pu n tos de vista fundam entales: 1.¡ C o n sid eran d o las existen
cias in d ivid u a les, que son los sujetos reales de la s circu n stan
cias. 2.¡ C o n sid eran d o las form as de acci—n rec’proca, que si
bien s—lo se re a liza n entre existencias in d ivid u ales, no se es
tu d ian , sin em bargo, desde el punto de vista de Žstas, sino
desde el de su coexistencia, su colab oraci—n y m utua a yu d a.
Y 3." C o n sid eran d o los contenidos, que pueden form u larse en
El problem a de la sociolog ’a 27

-conceptos, d Ž la s situ acion es o los acontecim ientos, en los cua


les se tienen en cuenta, ah o ra, no sus sujetos o las relaciones
que Žstos m an tien en entre s’, sin o su sentido puram en te o b je
tiv o expresado en la econ om ’a y la tŽcnica, el arte y la ciencia,
las form as ju r’d icas y los productos de la vida sen tim en tal.
E sto s tres p un tos de vista se m ezclan continuam ente; la,
necesidad m et—dica de m antenerlos separados trop ieza siem pre Á
con la dificultad de ordenar cada uno de ellos en u na serie in - i
dependiente de lo s otros, y con el ansia de obtener u n a im agen
œnica de la realidad, que com prenda todos sus aspectos. Y no
podr‡ determ inarse en todos los casos cu‡n p ro fu n d am en te lo
u no penetra en lo otro; de suerte que. por grand e que sea ’a
claridad y rigor m et—dicos en el planteam iento de la cuesti—n,
dificil’sim o ser‡ evitar la am bigŸedad. E l estudio de los p ro
blem as p articulares sem ejar‡ pertenecer tan p ro n to a u n a como
a otra categor’a, y aun dentro y a de una de ellas ser‡ im p osi
ble m an tenerse con seguridad en el procedim iento conveniente,
evitando el m Žtodo propio de las dem ‡s. E sp ero , sin em b a r
go, que la m etodolog’a sociol—gica, que aqu’ se ofrece, resulte
m‡s segura y aun m ‡s ciara en las exposiciones de los p roble
mas particulares, que en esta funda m entaci—n abstracta. E n
las em presas esp iritu ales no es raro Ñ y h asta es corriente
trat‡ndose de problem as generales y hondos Ñ que eso que
con u n a im agen in e v ita b le tenem os que lla m a r fundam ento,
no sea tan firm e com o el edificio sobre Žl levan tad o. L a pr‡c-
tica cient’fica, especialm ente en los cam pos h asta ah o ra no
cultivado~s, no puede prescindir de cierta dosis de in stin to , cu-
yos m otivos y n o rm as s— lo despuŽs lleg an ‡ clara c o n scien cia !
y elaboraci—n sistem ‡tica! E s cierto que el trab ajo cient’fico
no puede en n in g u n a esfera fiarse p len am ente a aquellos p ro
cedim ientos poco claros aœn , in stin tivos, que s— lo actœ an in
m ediatam ente en la in vestigaci—n particular; pero ser’a con
denarlo a esterilidad, si ante problem as n u evo s se p id iera y a
‡l prim er paso u n m Žtodo plena m —ntente acabado (l).

(t) S i tenem os en cu en ta 1Ç in fin ita co m p lica ci— n d e la v i J a s o cia l, y convid‡


ra m os q u e lo s con cep ta s y m Ž to d o s c o n que Ha d e set d om in a d a esp iritu a lm cn te, a ca
b an de salir ‡ c su p r’stin a ru d eza , ser’a Inca p reten si—n querer con seg u ir desde lu eg o,
a h ora . u n a claridad p enetrante y d efinida en lo s p rob lem a s y u n a ju ste ra plen a e n lnÈ
respuestas. M ‡ s d ign o m e parece con fesa r esto de a n tem a n o, pues asi, a l (m enos, p la n -
28 Sociologia

D e n tro del cam po de los problem as que se p lan tean a l


sep arar de u n a parte la s form as de acci—n rec’proca, sociali-
zad ora, y de otra, el fen—m en o to tal de la sociedad, h a y parte
de la s in vestigacion es que aqu ’ se ofrecen, que est‡n y a, por
decirlo as’, cuan titativam en te fuera de los problem as g en eral
m ente reconocidos como pertenecientes a la sociolog’a. S i se
p lan tea la cuesti—n de la s acciones que va n y vien en entre los
in d ivid u o s, y de cu y a sum a re su lta la cohesi—n de la sociedad,
aparece en seguida u n a serie y h asta un m un d o de sem ejantes
form as de relaci—n , que h asta ahora, o no eran in clu idas en la
ciencia social, o cuando ’o eran perm anec’an in c—gn itas en su
sign ificad o fu n d am en tal y vita l. E n general, !a so cio lo g ’a se
h a lim itad o a estudiar aquellos fen—m enos sociales en donde
la s energ’as rec’procas de los in d ivid u o s Kan cristalizado ya
en unidades, ideales a l menos. E stad o s y sindicatos, sacerdo
cios y fo rm as de fam ilia, constituciones econ—m icas y o rga n i
zacion es m ilitares, grem ios y m un icipios, form aci—n de clases
y d ivisi— n in d u strial del trabajo, estos y otros grandes —rganos
y sistem as an ‡logos parec’an co n stitu ir exclusivam ente la
sociedad, llen an d o el c’rculo de su ciencia. E s evidente que
cuanto m ay o r, cuanto m ‡s im portante y dom inante sea u na
p ro vin cia social de intereses o u n a direcci—n de la acci—n, tanto
m ‡s f‡cilm ente tendr‡ lu g a r la tran sform aci—n de la vid a in -

team oo co n d e cisi— n el p ro b lem a , m ientras que. d ecla ra n d o esta ciencia perfecta, se


b aria cu e stion a b le in clu s o el sen tid o de tales in ten tos. A j ’ . pues, lo s ca p ’tu los de este
lib ro s — lo deben con siderarse c o m o ejem p los, en cu a n to al m Ž to d o , y , en cu a n to al c o n
te n id o . c— m o fra gm en tos d e T o q u e y o en tien d o p o r cien cia de la socied ad . E n a m b os
sen tid os p a re c’Ç,in d ica d o elegir temas lo m ‡s H eterogŽneos p o sib le , m ezcla n d o l o gene
ral y l o especial. C u a n to m eaos red on d ea d o en u n a c o n e x i— n sistem ‡tica aparezca l o
q u e a q u ’ se ofrece? cu a n to m ‡s desviadas estŽn ru s partes, to n to m ‡s a m p lio Ha de
aparecer el c’rc u lo d e n tro del cu al u n a p erfecci—n fu tu ra d e la s o cio lo g ’a u n ir‡ lo s
p u n to s q u e y a a b o r a pu ed en fijarse aisladam ente. Y si y o m ism o d estaco de esta m a
nera el car‡cter fra gm en ta rio e in com p leto <k este lib r o , n o quiere d ecir q u e pretenda
defenderm e c o n f‡ c il p re ca u ci— n con tra ob jecion es de ese gŽn ero. S i la arbitrariedad
in d u d a b le en la elecci—n de lo s prob lem a s particulares y d e lo s ejem plos pareciera una
fa lta , seria se–al d e que n o h e con seg u id o h a cer com p ren d er con bastante claridad m’
p en sam ien to fu n d a m en ta l. S — lo e t trata a q u ’ d e l co m ie n z o y gu ia para u n cam ino-
in fin itam ente la rg o ; pretender la p len itu d sistem ‡tica ser’a, p o r lo m enos, enga–arse a
Sê m is m o . E n este p u n to , el in d iv id u o s — lo puede a lca n za r p len itu d com p leta en el s e n
tid o su b je tiv o , co m u n ic a n d o cu a n to h a con seg u id o ver.
J-! problem a ‡e la sociolog’a 29

m ediata, in te r’n d iv id u a l, en organizacion es ob jetivas, su r


giendo as’ u n a existencia abstracta, situada m ‡s a ll‡ de los
procesos in d ivid u ales y prim arios.
P ero esto requiere u n com plem ento im portante en dos
sentidos. A p a r te de los organism os visibles que se im p on en
por su extensi—n y su im p ortan cia externa, existe u n nœm ero
inm enso d e f o r m as de relaci—n y de acci—n entre lo s bom -
"bres, quŽ, en los casos particulares, parecen de m ’n im a m onta,
pero que se ofrece^ en "cantidad in ca lcu lab le y s o n la s que !
producen la sociedad, ta l com o la conocem os, intercal‡ndose
entre la s form aciones m ‡s am plias, ofic’ales, por decirlo as’.
L im itarse a estas œ ltim a s ser’a im ita r la a n tig u a m edicina
interna, que se dedicaba exclu sivam ente a los grandes —rganos
bien determ inados: coraz—n, L igado, pulm —n, est—m ago, etc.,
desde–ando los incontab les tejidos que carec’an de nom bre
p op u lar o que eran desconocidos, pero sin los cuales jam ‡s
p roducir’an un cuerpo v iv o aqu ellos —rgano s m ejor determ i
nados. L a vid a real de la sociedad, tal como se presen ta en la
experiencia, no podr’a reconstruirse con solo los organism os
del gŽnero indicado, que co n stitu yen los objetos tradicion ales
de la ciencia social. S in la in tercalaci—n de incontab les s’n te
sis poco extensas, a las cuales se consagran la m a y o r parte de
la.s presentes in vestigacion es, quedar’a escindida en u n a p lu
ralid ad de sistem as discontinu os. L o que dificulta la fijaci—n
cient’fica de sem ejantes form as sociales, de escasa apariencia,
es al propio tiem po lo que las hace in fin itam ente im portantes
p a ra l a com prensi—n m ‡s p ro fu n d a de la sociedad: es el becho
de queTgeneralm ente, n o estŽn asentadas to d a v ’a en o rg a n iza
ciones firm es, su p rain d iv’d u ales, sino que en ellas la sociedad
se m anifieste, p or decirlo as’, en status nascens, claro es que
n o en su origen prim ero, hist—ricam ente in asequ ible, sin o en
aquŽl que trae consigo cada d’a y cada Lora. C on stan tem en te
se an u da, se desata y torna a anudarse la so cia liza ci— n entre
los hom bres, en u n ir y ven ir continu o, que encadena a los
individuos, aun que no llegue a fo rm ar o rgan izacion es propia
m ente dichas. S e tra ta aqu ’ de los procesos m icrosc—pico-
jn o leeu lares que se ofrecen en el m ate ria l h um a n o ; pero que
con stitu yen e lv e rd a d e ro acontecer, que despuŽs se o rgan iza
o L ip ostasia en aqu ellas unidades y sistem as firm es, m acros-
S ociolog’a

c—picos. L os hom bres se m ira n u n os a otros, tienen celos


m utuos, se escriben cartas, com en ju n to s, se son sim p‡ticos o
antip ‡ticos, aparte de todo interŽs apreciable; el agradecim ien
to producido por la prestaci—n a ltru ista posee el poder de un
la zo irrom p ib le, un hom bre le pregunta a l otro el cam ino, los
hom bres se visten y arreglan u n os p ara otros, y todas estas y
j m il otras relaciones m om ent‡neas o duraderas, conscientes o
inconscientes, ef’m eras o fecu nd as, q ue se d an entre persona y
persono, y de las cuales se entresacan arbitrariam en te estos
ejem plos, nos lig an incesantem ente unos con otros. E n cada
m om ento se Hilan h ilo s de este gŽnero, se aban donan, se vu el
ven a recoger, se su stitu yen por otros, se entretejen con otros.
E s ta s son las acciones rec’procas que se producen entre los
‡tom os de la sociedad. S — lo so n asequ ibles a i m icroscopio psi-
C 0 l—gico; pero engendran toda l a resistencia y elasticidad, el
ahigarira m iento y u n id a d de esta vidaTsocial, tan_clara y ta n
enigm ‡tica.
S e trata de ap licar a l a coexistencia social el principio de
las acciones in fin itas e in fin itam en te peque–as, que h a resul
tado tan eficaz en las ciencias de la sucesi—n: la G eo lo g ’a, la
T e o r ’a b iol—gica de la evoluci—n, la H isto ria . L os pasos infi
nitam en te peque–os crean la conexi—n de la u n idadH ist—rica;
I la s acciones rec’procas de persona a persona, igualm ente poco
Á apreciables, establecen la conexi—n de la u n id ad social. C u a n
to sucede en el cam po de los con tin u o s contactos f’sicos y
esp iritu ales, la s excitaciones m utuas a l p lacer o al dolor, las
conversaciones y los silencios, los intereses com unes y an tag—
nicos, es lo que determ ina que la sociedad sea irrom pible; de
e llo dependen las fluctuaciones de su vida, en virtud de las
cuales sus elem entos gan an , pierden, se tran sfo rm an incesan
tem ente. A ca so , partiendo de este p un to de vista, se logre para
la ciencia so cia l lo que se logr— con el m icroscopio para la
ciencia de la vida org‡nica. E n Žsta, las investigaciones se
lim itab a n a los grandes —rganos corporales, claram ente in d i
vid u a liza d o s, y cuyas form as y fu n cion es se ofrecen a sim ple
vista. P ero con el m icroscopio apareci— la relaci—n del proceso
vita l con sus —rganos m ‡s peque–os, la s cŽlulas, y su identi
dad en las innu m erables e incesantes relaciones m utuas que
se dan entre Žstas. S ab ien do c—m o se adhieren o se destruyen
FJ problem a de la sociolog’a 31

u n as a otras, c—m o se a sim ila n o se in flu en cian q u’m icam en


te, vem os poco a poco de quŽ m odo el cuerpo crea su form a,
la conserva o m od ifica. L os grandes —rganos en que se han
reunido, form ando existen cias y actividades separadas, estos
sujetos fund am entales de la v id a y sus acciones reciprocas, no
h ubieran nunca hecho com prensible la conexi—n de la vida, si
no se h ubiera descubierto que la vida fu n d am en tal, p rop iam en
te dicha, la co n stitu yen aqu ellos procesos in co n ta bles, que tie
nen lugar entre lo s elem entos m ‡s peque–os, y quese com bis. \
nan luego p ara fo rm a r lo s m acrosc—picos. N o se trata a q u ’ de
an alog’a sociol—gica o m etaf’sica entre las realidades de la so
ciedad y el organism o. T r‡ ta se œnicam ente de la a n a lo g ’a con
la consideraci—n m et—dica y su desarrollo; tr‡tase de descubrir
ios Kilos delicados de las relaciones m ’n im as entre los h om
bres, en cuya repetici—n co n tin u a se fun d an aqu ellos grandes
organism os que se Kan hecho ob jetivos y que ofrecen u na his
toria propiam ente d ic h a .lis to s procesos p rim a rio s,q u e fo rm a n -
la sociedad con un m aterial inm ediato in d iv id u a l, h an de ser
som etidos a estudio fo rm al, ju n to a los procesos y o rg a n iz a
ciones m ‡s elevados y com plicados; h a y que ex a m in a r las ac
ciones rec’procas p articulares, que se ofrecen en m asas, a las
que no est‡ h ab itu ad a la m irada te—rica, con sider‡n dolas com o
form as con stitutivas de la sociedad, com o partes de la so c ia li
zaci—n. Y precisam ente porque la so cio lo g’a suele p asarlas p or
alto, es por lo que ser‡ conveniente consagrar u n estudio dete
nido a estas clases de relaci—n, en apariencia in sign ifican tes.
M a s ju stam en te porque tom an esta direcci—n, la s in v e sti
gaciones aqu’ p lan tead as parecen no ser otra cosa que ca p ’tu
los de la p sicolog’a, o, a lo sum o, de la psicolog’a social. N o
cabe duda que todos los acontecim ientos e in stin to s sociales
tienen su lu g a r en el alm a; que la so cializaci—n es u n k n o n ie -
no ps’quico y que su hecho fundam e–taTTeThecho de que una
pluralidad de elem entos se convierta en u na u n id a d , no tiene
an alog’a en el m undo de lo corp—reo, y a que en este todo est‡
Ajo en la exterioridad in sup erable del espacio. Sea cual fuere
el acontecer externo que designem os con el nom bre de social,
ser’a p ara n osotros u n ju ego de m arionetas no m ‡s com pren
sible n.i m ‡s sign ifica tivo que la co n fu si— n de la s nubes o el
entrecruzam icnto de la s ram as del ‡rbol, si no reconociŽsem os
32 S ociolog’a

.que los sujetos de aq u ellas exterioridades, lo m ‡s esencial de


ellas, lo œnico interesante para n o sotros, son m otivaciones,
sentim ientos, p ensam ientos, necesidades del alm a. P o r con si
guiente, H abr’am os llegad o a la in telig en cia cau sal de cu a l
quier acontecer social, cu an d o p artien do de ciertos datos p si
col—gicos desarrollad os conform e a Çleyes psicol—gicasÈ Ñ por
problem ‡tico que sea su concepto Ñ , pud iŽram os deducir p le
nam en te esos acontecim ientos. N o cabe tam poco duda de que
lo que n osotros com prendem os de la existencia H ist—rico-so-
cial no son m ‡s que encad en am iento s espirituales que, por
medio de u na p sicolog’a, in s tin tiv a u n a s veces y m et—dica
otras, reproducim os y reducim os a la convicci—n interior de
que es p la u sib le, y a u n necesaria, la evo lu ci— n de que se trata.
E n este sentido, to da H istoria, toda descripci— n de u n estado
social, es ejercicio de ^psicolog’a. P e: o H ay u n a consideraci—n
que tiene e x trao rd in aria im p o rtan cia m et—dica y es decisiva
para las ciencias del esp’ritu en general; a saber: que el tra ta
m iento cient’fico de los Hechos del alm a n o es necesariam ente
p s ic o lo g ’a r A u n eiT los casos en que Hacemos u so in in terru m
pido de reglas y conocim ientos psicol—gicos, a u n en lo s casos
en que la exp licaci—n de cada Hecho a islad o s— lo es posible
p or v ’a p sicol—gica, com o ocurre en la S o cio lo g ’a , no es preci
so que se refiera a la P sico lo g ’a en el sentido e intenci—n de
este m Žtodo; es decir, que no se dirige a la le y del proceso espi
ritu a l (que sin duda necesita todo contenido determ inado), sino
a su contenido m ism o y a las configu raciones de Žste. S — lo
h a y a q u ’ u n a diferencia de grad o respecto a las ciencias de la
n a tu ra le za exterior Ñ que en œ ltim o tŽrm in o, y como hechos
de la vida esp iritu al, tam biŽn se producen dentro del alm a Ñ .
E l descubrim iento de cualq u ier verdad astron —m ica o qu’m ica,
a s’ com o la reflexi—n sobre ellas, es u n acontecer de la cons
ciencia que u n a p sico lo g’a perfecta pudiera deducir p uram en
te de las condiciones y m o vim ien to s del alm a. P ero aquellas
ciencias surgen cuando, en v e z de los procesos del alm a, tom a
m os com o objetos sus conten idos y conexiones; an‡logam en te
a com o al considerar u n cuadro, desde el pun to de vista de su
sign ificaci—A estŽtica y de la h isto ria del arte, no atendem os a
las vibraciones f’sicas que co n stitu y en sus colores y que por
lo dem ‡s co n stitu y en tod a la existencia real del cuadro.
El problem a de la sociolog ’a 33

L a realidad es siem pre im p osible de abarcar cien t’fica-


TTtpnte en s u in teg rid ad inm ediata; hem os de aprehenderla des
de varios puntos de vista separados, creando a s’ u na p lu r a li
dad de objetos cient’ficos independientes u n os de otros. E sto
puede decirse tam biŽn de aqu ellos acontecim ientos espirituales
que no se reœnen en un m undo espacial independiente, y que
n.o se contraponen intuitivam ente a su realidad an’m ica. L as
form as y leyes, verbigracia, de u n a len g u a que se ba form ado
por energ’as del alm a y para fines del alm a, son objeto, sin
em bargo, de una ciencia del len g u a je que prescinde com pleta
m ente de aqu ella realizaci— n de su objeto, y lo expone, a n a
liz a o con struye p or su contenido objetivo y por las form as que
se dan en este m ism o contenido. A n ‡ lo g a m e n te se presentan
los becbos de la socializaci— n . E l Hecho de que los hom bres se !
influ y a n reciprocam ente' de que u no baga o padezca, sea o se |
transform e porque otros existen, se m anifiestan, obran o sien
ten, es, n aturalm en te, un fen—m eno del alm a, y la producci—n
Hist—rica de cada caso in d ivid u al s—lo puede com prenderse
merced a form aciones p sicol—gicas, m erced a series psicol—gicas
acertadas, merced a la interpretaci—n de lo exter’orm ente cons-
tatable por m edio de categor’as psicol—gicas. P ero u n prop—sito
cient’fico puede prescindir de este acontecer ps’quico, aten d ien
do s—lo a los contenidos del m ism o, que se ordenan b ajo el
concepto de so cia liza ci— n , para perseguirlos, d istin gu irlos, po-_;
nerlos en relaci—n.
A s ’, por ejem plo, se descubre que la relaci—n de u n p o
deroso con otros m ‡s dŽbiles, cuando tiene la form a del p r’-
mus in ter pares, gravita t’picam ente en el sentido de acentuar
el poder del prim ero, suprim iendo gradu alm ente los elem entos
de igualdad. A u n q u e en la realidad hist—rica sea Žste u n pro-
ceso ps’quico, lo que desde el punto de vista sociol—gico nos
interesa es c—mo se suceden en estos casos los diversos estadios
de superioridad y su b ord in aci— n , basta quŽ pun to la sup erio
ridad en unos sentidos es com p atible con la igu ald ad en otros.
en quŽ m edida el p redom in io a n iq u ila la igualdad, y tam biŽn,
si u n i— n y la p osib ilid ad de cooperaci—n son m ayores en
los estadios anteriores o posteriores de esta evoluci—n , etc. O
oten se descubre que las enem istades son m‡s enconadas cu a n
do surgen sobre la base de u n a com u nidad anterior, o de una
.54 S ociolog’a

com unidad que se siente a œ n de a lg œ n m odo, an ‡logam en te a


com o se h a dicho que el odio m a y o r era el que se daba entre
parientes. E ste resultado n o podr‡ concebirse, ni aun descri
birse, com o no sea en form as p sicol—gicas. A lro ra bien; como
form aci—n sociol—gica, lo que tiene interŽs no es la serie espi
ritu al que se desarrolla en cada u no de los in divid uos, sin o la
sinopsis de am bas b a jo la s categor’as de acuerdo o desavenen
cia. ÀH asta quŽ punto la relaci—n entre dos in d ivid u o s o par
tidos puede contener h ostilidad y solidaridad, para conservar
al todo la coloraci—n de so lidaridad o darle la de hostilidad?
À Q u Ž clases de com unidad h an de h aber existido rara que,
obrando com o recuerdo o por in stin to im borrable, proporcio
nen los m edios m ‡s adecuados para producir al enem igo un
da–o m ‡s cruel y m ‡s profundo que s’ se tratara d i personas
antes extra–as? E n u n a palabra: Àde quŽ m anera puede aque
lla observaci—n exponerse com o realizaci— n de form as de rela
ci—n entre los hom bres? ÀQ u Ž p a rticu la r com binaci—n de cate
gor’as sociol—gicas expresa? E sto es lo que aqu ’ im porta, a u n
que la descripci—n sin g u lar o t’p ica del acontecim iento h a y a de
ser forzosam en te psicol—gica.
R ecogien do u n a indicaci—n, an terior, y prescindiendo de
tod as las diferencias, puede com pararse esto con la deduc
ci—n geom Žtrica en un encerado, en el que h a y figuras d ib u
jadas. "Ni o se nos ofrecen aqu’, n i pueden verse, m ‡s que
trazos f’sicos de tiza; pero cuando h ab lam o s de geom etr’a,
no nos referim os a ellos, sino a la significaci—n que les pres
ta el concepto geom Žtrico, que es com pletam ente heterogŽneo
de la figura f’sica, form ada por trazos de tiza; a u n cuando,
por otra parte, puede ser tam b iŽn esta figura f’sica su b su -
m ida bajo otras categor’as cient’ficas y considerada com o
objeto de otras investigaciones particulares, verbigracia, la
producci—n fisio l— gica, la com posici—n qu’m ica, la impresi—n,
—ptica. A s ’, pues, los datos de la S o cio lo g ’a son procesos p s’
quicos, cuya realidad inm ediata se ofrece prim eram ente en las
categor’as psicol—gicas. P ero Žstas, aun que indispensables para
la descripci—n de los hechos, son ajen as al fin de la conside
raci—n sociol—gica, la cual consiste ta n s—lo en la objetivid ad
de la socializaci—n , que se sustenta en procesos ps’quicos, œni-
c—s- m edios, a veces, de describirla. A n ‡ lo g a m e n te, u n dram a
t i problem a de la sociolog ’a 35

no contiene, desde el p rin cip io h asta el fin , sino procesos psi


col—gicos; s—lo p sicol—gicam ente puede ser entendido; y , sin
em bargo, su in ten ci—n no est‡ en los conocim ientos p sicol—gi
cos, sino en las s’n tesis form adas por los procesos ps’quicos,
desde los puntos de vista de lo tr‡gico, de la form a art’stica,
de lo s s’m bolos v ita les (l).
A l sostener que la teor’a de la so cia liza ci— n com o tal
Ñ prescindiendo de todas las ciencias sociales determ inadas
por u n contenido p a rticu la r de la vida s o c ia l- es la œnica
que tiene derech o a ser lla m a d a cien cia social en gen eral, h a y
que tener en cuenta que lo im portante no es, n atu ralm en te, la
cuesti—n de nom bre, sin o el_nuevo com plejo de problem as
partfculacesÑL a p olŽm ica acerca de ia sign ificaci— n p rop ia de
la sociolog’a no me parece interesante si se trata tan s— lo de la
atribuci—n de este t’tu lo a problem as y a existentes y e stu d ia
dos. P ero si se elige p ara esta colecci—n de problem as el t’tu lo
de sociolog’a, con la pretensi—n de cubrir p len am ente, con Žl
solo, el concepto de la S o cio lo g’a, entonces ser‡ preciso ju s ti
ficarlo frente a otro grupo de problem as que, indu dablem ente,
por encima de las ciencias sociales, in ten tan establecer ciertas
afirm aciones sobre la sociedad como tal y como u n todo.
C om o todas la s ciencias exactas, encam inadas a com pren
der inm ediatam ente lo dado, la ciencia social est‡ tam biŽn
flanqueada por dos d iscip lin as filos—ficas. U n a de ella s se
ocupa de las condiciones, conceptos fundam entales y su p u es
tos de toda in vestigaci—n parcial; estos problem as no pueden
ser tratados en cada ciencia en particular, siendo m ‡s bien
sus antecedentes necesarios. U n la otra disciplin a filos—fica la
investigaci—n p arcial es perfeccionada y puesta en relaci—n
con. conceptos que no ocupan lugar en la experiencia y en el
saber objetivo in m ed iato. A q u Ž lla es la teor’a del co n ocj-
niiento;.Žsta, la m etaf’sica. L a œ ltim a encierra propiam en te

(t) C uando Çc in ici— u n a n u eva m anera Je con sid era r In.e h e ch o s, h Ç> <jue
apoyar lo s d istin to s a sp ectos d e Sus m Žtod os en a n eja r’a s sacadas d e ca m p o s >S c o n o
cidos; pero œ n icam en te el p rocesa (a ca so in fin ito ) en virtud del cu al el p rin c ip io se
d en tro de la in v estiga ci—n con creta (ren ’izacidn <{t:c dem uestra su fe cu n d id a d ),
PQÇde hacer aupcrflu as $exne.Áentes analog’a., y m ostra r ln igualdad de fo rm a en cu b ierta
*Jo lo diversidad de m ateria l. C la ro est‡ ÇJuc este p roceso aclara diclsas a n a log’a s a
h ed id a n u c ’a È hace su p erfiu a È.
36 S ociolog ’a

dos p roblem as que, sin em barco, suelen ir con fu n d id os, con


raz—n , en el ejercicio real del p ensam iento. EJ sentim ien to de
in sa tisfacci— n que nos produce el car‡cter fragm en tario de los
conocim ientos parciales, el prem aturo fin de las afirm aciones
ob jetivas y de las series dem ostrativas, conduce a com pletar
estas im perfecciones p o r los medios de la especulaci—n, y ju s
tam ente estos m ism os m edios sirven tam b iŽn a l deseo p ara-
Ielo de com pletar la i n c o n ex i— n de aq u ellos fragm en tos, ^re-
u n iŽn d olos en la unidad de u n todo. P e ro ju n to a esta fu n
ci— n m etaf’sica, que atiende al Àrado del conocim iento, h a y
otra que se orienta hacia otra dim en si— n de la existencia, en
la que reside la interp retaci—n m etaf’sica de sus contenidos;
esta fu n ci— n la expresam os como el sentido o fin , com o la
su stan cia ab so lu ta bajo lo s fen—m en os relativos y lam biŽn
com o el v a lo r o el significado religioso. E s ta actitud esp iritu al
produce frente a la sociedad cuestiones com o Žstas: Àes la so-
ciedad el fin de la e xistencia h u m a n a o__umnedio -para el in -
dividuCL? L ejo s de ser un medio Àno ser‡ inclu so u n obst‡culo?
ÀR esid e su v a lo r en su vida fu n cio n a l o en la p roducci—n de
u n esp ’ritu objetivo, o en la s cualidades Žticas que produce
en lo s individuos? ÀM anifiŽstase en los estadios t’picos de la
evo lu ci— n social una a n a lo g ’a c—sm ica, de suerte que las rela
ciones sociales de los hom bres h ab r’an de ordenarse en una
form a o ritm o general que, sin m an ifestarse en ios fen—m e
nos, ser’a el fun d am en to de todos los fen—m enos, y que diri
g ir’a tam biŽn las fu erzas de los hechos m ateriales? ÀP ueden
tener, en general, las colectividades un sentido m etaf’sica-re
lig io s o o queda Žste reservado a la s alm as individuales?
P ero todas estas y otras incontab les cuestiones de pareci
da n a tu ra leza , no me parecen poseer la independencia su sta n
tiva, la relaci—n p eculiar entre objeto y m Žtodo, que las ju s ti
ficar’a com o bases para considerar la S o cio log’a com o una
nu eva ciencia al lado de las y a existentes. T o d a s ellas son
cu estion es p u ra m ente filos—ficas, y el que h a y a n escogido por
oTjeto la sociedad no significa otra cosa sino que extienden a
u n n u evo cam po u n m odo de conocim ientos que, por su es
tructura, existen y a de antiguo. R eco n — zca se o no como cien
cia la filo so f’a en general, lo cierto es que la filo so f’a de la
sociedad no tiene n in g œ n derecho para sustraerse a las ve n ta
El p rob lem a de la sociolog’a 37

jas o desventajas que le da su car‡cter filos—fico, co n stitu y Ž n


dose com o u n a ciencia p articu lar de la S o cio lo g’a.
L o propio ocurre con el tipo de problem as filos—ficos que
no tienen, como los anteriores, la sociedad por supuesto, sino
que, a l con trario, in q uieren los supuestos de la sociedad. N o
se entienda esto en sentido h ist— rico , como s i se tratase de
describir la ap arici—n de una sociedad determ inada, o de las
condiciones f’sicas y an trop ol—gicas necesarias para que se
produzca la sociedad. T a m p o co se trata de los diversos in s tin
tos que m ueven a sus sujetos a realizar, en contacto con otros
sujetos, aqu ellas acciones rec’procas cuyas clases describe la
S ocio log’a. L o que se trata de determ inar es lo siguiente:
cuando ta l s u jeto aparece Àcu‡les so n los sup u estos que im
plica su consciencia de ser~tm ser social? E n las partes tom a
das aislad am en te no h a y a œ n sociedad; en las acciones rec’
procas Žsta existe y a realm ente: Àcu‡les son, p u es, la s condi-
ciones interiores y fu n d am en tales que hacen que los in d iv i
duos p ro vistos de sem ejan tes instintos p ro d u zcan sociedad?
À C u ‡ l es el a pTiori que p o sib ilita y form a l a estructu r a j
em p’rica del in d ivid u o com o ser social? ÀC — m o son posibles,;
no y a s—lo las form aciones particulares em p’ricam ente p rod u
cidas, que caen b a jo el concepto gen eral de sociedad, sin o la
sociedad en gen eral, com o form a objetiva de alm as subjetivas?

D igresi—n sobre e l problema:


ÀC —m o es posible la sociedad?

S i K a n t p udo fo rm u la r la pregunta fu n d am en tal de su


filosof’a: Àc—mo es p o sib le la naturaleza?, y responder a ella,
fuŽ porque, para Žl, la n a tu ra leza no era otra cosa que la repre
sentaci—n de la n a tu ra le za.Y esto, no solam ente en el sentido
de que Çel m undo es mi representaci—nÈ, y de que s— lo pode-
mos h a b la r de la n a tu ra le za en cuanto es un contenido de
muestra consciencia, sin o en el sentido de que a q u ello a que
nosotros dam os el nom bre de n a tu ra le za es u n a m anera par-
a c u la r que tiene nu estro intelecto de reunir, ordenar y dar
orma a las sensaciones. E sta s sensaciones ÇdadasÈ (colores y
Sustos, son idos y tem p eratu ras, resistencias y olores) que
38 S ociolog’a

a tra v ie sa n nu estra conciencia en la sucesi—n casu al del aco n


tecer su b jetivo , no son to d av’a ÇnaturalezaÈ, sin o que se h a
cen ta l, m ediante la activid ad del esp ’ritu , que las com bina,
con virtiŽn d o las en objetos y series de objetos, en sustancias y
propiedades, en relaciones causales. T a l com o se nos dan in
m ediatam en te lo s elem entos del m undo, no existe entre ellos,
segœ n K a n t, aquelv’nculo merced al cu al se produce la u n i
dad ra c io n a l y n orm ada de la n atu raleza, o, m ejor dicho, el
v ’n cu lo es ju stam en te lo que tienen de n a tu ra leza aquellos
fragm en tos, p or s’ m ism os incoherentes, y que se presentan
sin su jeci— n a reglas. £ 1 m undo k a n tia n o surge de este s in
g u la r contraste: nuestras im presiones sen soriales son, segœ n
K a n t, puram en te subjetivas, pues dependen de nuestra o rga
n iza ci— n f’sico-ps’quica, que podr’a ser d istin ta en otros seres,
y del acaso de las excitaciones que las producen. P ero se con
vierten en ÇobjetosÈ al ser recogidas por la s fo r m as de nuestro
entendim ien to, y gracias a elias, tran sform ad as en regu larid a
des firm es desfonde resulta u n a im agen coherente de la Ç n atu
raleza-È. M a s, por otra parte, aqu ellas sensaciones son lo dado
realm en te, el contenido in v a ria b le del m un d o, ta l com o se
nos presenta, y la g aran t’a de la existencia dŽ u n ser, indep en
diente de nosotros. P o r lo cual, justam en te, aquellas fo rm a
ciones in telectuales de objetos, conexiones, leyes, nos parecen
su b jetiva s, nos parecen ser lo puesto por n osotros frente a lo
que recibim os de la realidad, las funciones del intelecto m is
mo que, siendo in variab les, h u b ieran form ado, con otro m a
te ria l sensible, xtna n atu raleza distinta. P a r a K a n t, la n atu
ra le za es u n a m anera determ inada de conocim iento, u n a im a
gen del m un d o producida por n uestras categor’as cogn osciti
v a s y en Žstas nacidas. P o r consiguiente, la pregunta: Àc—mo
es posible la naturaleza?, esto CS, ÀquŽ condiciones so n m enes
ter p ara que exista u n a natu raleza?, se resuelve segœn Žl m e
dian te la in vestigaci— n de las form as que co n stitu yen la esen
cia de nuestro intelecto, y producen, por ta n to , la n atu raleza
com o tal.
P are ce r’a conveniente tratar de m odo a n ‡ lo g o la cuesti—n
de la s condiciones a priori, en virtu d de la s cuales es posible
la sociedad. T a m b iŽn en este caso n os son dados elem entos
in d iv id u a les, que en cierto sentido su b sisten diferenciados,
F! problem a de la sociolog’a

como las sensaciones., y s—lo lle g a n a la s’ntesis de la sociedad


merced a u n proceso de conciencia que pone en relaci—n el ser
in d iv id u a l de cada elem ento con el del otro, en form as deter
m inadas y sigu ien do determ inadas reglas. P ero la diferencia
esencial entre la u n id a d de u na sociedad y la de la n a tu ra le
za, es que esta œ ltim a Ñ en el supuesto k a n tia n o a q u ’ acep
tado Ñ s—lo se produce en el su jeto que contem pla, s—lo se
engendra p or obra de este sujeto que la produce con los ele
mentos sensoriales inconexos; al paso que la unidad social,
estando com puesta de elem entos conscientes que p ractican u n a
actividad sintŽtica, se re aliza sin m ‡s n i m ‡s y no necesita
de n in gœ n contem plador. A q u e lla afirm aci—n de K a n t, segœn
la cual la relaci—n no puede residir en las cosas, es producida
por el sujeto, no tiene ap licaci— n a las relaciones sociales, que
se realizan inm ediatam ente, de hecho, en la s ÇcosasÈ, que son,
en este caso, las alm as individ uales. C la ro est‡ que esta rela
ci—n, como s’ntesis que es, sigue siendo algo esp iritu al, sin p a
ralelism o algu n o con la s figuras espaciales y sus influencias
rec’procras. P ero la u nificaci—n no h a m enester aq u ’ de n in g œ n
factor que estŽ fu era de sus elem entos, pues cada u n o de Žstos
ejerce las funciones que la energ’a esp iritu al del contem plador
realiza trente a l exterior. L a conciencia de con stitu ir u n a u n i
dad con los dem ‡s es aqu’, de hecho, la u nidad m ism a cu ya J
explicaci—n se busca. E sto, por u n a parte, n o supone, n a tu ra l
mente, la conciencia abstracta del concepto de u n id ad , sino
las incontables relaciones in d ivid u ales, el sentir y saber que
uno determ ina a otros y es. a su vez, determ inado por ellos; y,
por otra parte, tam poco exclu ye que un tercero, en p osici—n de
observador, realice adem ‡s entre la s personas u n a s’ntesis que
s—lo en Žl estŽ fund ad a, com o la que realizar’a entre elem en
tos espaciales. <ÀQuŽ p ro vin cias de la realidad externa e in tu ’-
ble h an de reunirse en unidad? E llo no depende del contenido
inm ediato y objetivo, sino que se determ ina segœn la s catego
r’as del sujeto y sus necesidades de conocim iento. L a sociedad,
empero, es la u nidad objetiva, no necesitada de contem plador
alguno, distinto de ella.
P o r u n a parte, en la n a tu ra leza la s cosas est‡n m ucho
nt‡s separadas que la s alm as. E s a u nidad de un hom bre con
¡tro, esa u n i—n que se verifica en el am or, en la com prensi—n
4C S ociolog’a

o en la obra com œn, no tien e a n a lo g ’as en el m undo espacial,


donde cada ser ocupa u n p u n to del espacio, que n o p uede
com partir con n in g œ n otro. P ero por otra parte, en la con
ciencia del contem plador los elem entos de la realidad espacial
se fu n d en en u n a u n id ad a que no llega la u n id ad de los in d i
vidu os. P u es en este caso los o'bjetos de la s’ntesis so n seres
independientes, centros espirituales, unidades person ales, y se
jreslsten a la fu si—n a b so lu ta en el alm a de otro sujeto, fu si— n
a que en cam b io tienen que som eterse la s co sa s in an im ad as,
p o r su carencia de person alidad. P o r esta raz—n, un gru p o de
Hombres co n stitu ye u n a u n id ad que realiter es m ucho m‡s
a lta, pero idealiter m ‡s b a ja que la que form a el m o b iliario
de u n a h ab ita ci— n (mesa, sillas, sof‡, alfo m b ra y espejo), o u n
p aisaje (r’o, prado, ‡rboles, casa), o u n cuadro sobre el lien zo .
S i digo que la sociedad es Çmi representaci—nÈ, es decir, que
d im an a de la activid ad de m i conciencia, he de tom ar el dicho
en m uy otro sentido que cuando digo que el m undo exterior
es mi representaci—n. E l alm a ajen a tiene p ara m ’ ia m ism a
realidad que y o m ism o; u n a realid ad que se diferencia m ucho
de la de u n a cosa m aterial. P o r m ucho que K a n t asegure que
la existencia de los objetos exteriores tiene exactam ente la
m ism a seguridad que la m ’a propia, ello s—lo es cierto al refe
rirn os a lo s contenidos p articulares de m i vida subjetiva. P u es
el fun d am en to de la representaci—n en general, el sentim iento
del Y o g o z a de u n a in co n d icio n a lid a d e in con m ovilid ad a
que no llega n in g u n a representaci—n p articular de algo m ate
ria l exterior.
P ero ju stam en te esa seguridad, susceptible o no de fu n
d a m e n ta ro n , ia tiene para nosotros el hecho del T œ ; y como
causa o, si se quiere, efecto de esa seguridad, sentim os e’ T œ
, como a lg o i ndependien te de la representaci—n que de Žl nos
form am os, com o a lg o que existe tan por s’ m ism o como n u es
tra propia existencia. E l h echo de que este Çser por s’È del
otro no nos im pida convertirlo en nuestra representaci—n; el
hecho de que algo que no se resuelve por entero en nuestra
representaci—n pueda, no obstante, convertirse en contenido,
esto es, en producto de ella, con stituye el m‡s hondo problem a
p sicol—gico y l—gico de la socia liza ci— n . D en tro de la propia
conciencia distin gu im os perfectam ente entre nuestro Y o
£1 problem a d e la so cio lo g ’a 41

fundam ental Ñ sup u esto de todas la s representaciones, base


prim aria que no participa en el p roblem atism o, n u n ca com
pletam ente a n u la b le , de sus conten idos Ñ y estos contenidos
m ism os, los cuales, y e n d o y vin ien d o , siendo accesibles a la
duda y a la correcci—n, se n os aparecen como m eros productos
de aquella ab so lu ta y riltim a fu erza y existen cia de nuestro
ser espiritual. E n cam bio, a l alma, ajena, aunque en œ ltim o
tŽrm ino sea tam biŽn por n osotros representada. hem os de
trasladarle esas m ism as condiciones o, m ejor dicho, in con d i-
cionalidades del propio Y o . E l alm a ajen a tiene para nosotros
aquel sum o grado de realid ad que posee nuestro T o frente a
sus contenidos.
T e n ien d o e n cuenta todo esto, l a cu esti—n : Àc—m o es
posible la sociedad? adquiere u n sentido m et—dico distinto
que la de Àc—mo es p osible la n atu raleza? P u es a la œ ltim a
responden la s form as de con ocim ien to, por m edio de las
cuales el su jeto realiza la s’ntesis de los elem entos dados,
convirtiŽnd olos en ÇnaturalezaÈ; m ientras que a ,la prim era
responden la s condiciones, sitas a p riori en los elem entos
m ism os, gracias a la s cuales se u n en Žstos realm ente para
form ar la s’n tesis ÇsociedadÈ. E n cierto sentido, todo este
libro, ta l como se desen vuelve sobre el p rin cip io y a estableci
do, con stituye la base p ara responder a aq u ella pregunta.
P u es pretende descubrir lo s procesos que, realiz‡n dose en de
fin itiv a en los in d ivid u o s, con d icion an la Çsociai idadÈ. no
como causas a n tecedentes en e’ t i empo, sino como procesos
inherentes a la s’n tesis q u e, resum iendo, lla m a m o s sociedad. !Á
P ero la cuesti—n ha~de entenderse en un sentido m ‡s fu n
dam ental aœn . H e dicho que la fu n ci— n de realizar la u nidad
sintŽtica, cuando se refiere a la na tu ra le za , descansa en el su
jeto con tem plador, y cuando se refiere a la sociedad, se tra sla
da a los ciernen tos de Žsta. C ie rto que el in d iv id u o no tiene
presente, en abstracto, la conciencia de form a r sociedachjpero, f
en Todo caso, caU aT n o sabe que el otro est‡ Ogado a Žl, a u n
cuando Žste saber que el otro est‡ socializad o , este con ocim ien
to de que todo el com plejo es sociedad, suele realizarse con
referencia a contenidos in d ivid u a les, concretos. Q u iz ‡ ocurra
con esto lo que con la Çunidad del conocim ientoÈ; y es que en
procesos conscientes procedem os con arreglo a ella, coor
S ociolog’a

denando un conten id o concreto a otro, s in que tengam os de


ella una conscien cia aparte, sa lv o en raras y posteriores ab s
tracciones. L a cuesti—n se nos presenta a h o ra de este modo:
ÇÀQuŽ elem entos generales ya p riori h an de servir de fu n d a
m ento. quŽ supuestos h a n de a ctu ar para que los procesos
sin g u la res, concretos, de la conscien cia del in d ivid u o sean
verdaderos procesos de so cia liza ci— n ? ÇÀQuŽ condiciones con
tenidas en ellos h acen p o sib le que su resultado sea. dicho
en tŽrm inos abstractos, ja p roducci—n de u n a u nidad social
con elem entos in d ivid u ales? L o s fundam erttos a priori socio
l—gicos tendr‡n la m ism a doble sign ificaci—n que aqu ellos
que Çbacen posibleÈ la n a tu ra le za. P o r u na parte determ ina
r‡n. m ‡s O m enos perfecta o deficientem ente, los procesos rea
les de socia liz aci—n, com o fu n cio n e s o energ’as del acontecer
esp iritu al. M a s por otra parte ser‡n -o - su p u esio s ideales l— g i
cos de la sociedad perfecta, au n q u e q u iz‡ nu n ca realizad a con
est‡ perfecci—n a n ‡lo gam en te a com o la le y de la causalidad
por u n lad o vive y actœa en los procesos efectivos del con oci
m iento, y por otro co n stitu ye la fo rm a de la verdad, como sis
tem a ideal de conocim ientos perfectos, independientem ente
de que esa form a sea re a liza d a o no por el dinam ism o, re la ti
vam ente accidental, del esp’ritu, e independientem ente de la
m ay o r o m enor a p ro x im a ci— n que revele la verdad realm ente
conseg u id a , a la verdad ideal m ente pensada.
L a in vestigaci— n de estas condiciones del proceso de so
cia liza ci— n Àdebe llam arse epistem olog’a? E s Žsta u n a m era
cuesti—n de nom bre, pues los productos resultan tes de esas
con d icio n es y determ inados por ellas no son conocim ientos,
sin o p rocesos p r‡cticos y realidades, ^ o obstante, esto a que
me refiero, y que hem os de estud iar com o concepto gen eral de
la so cia liza ci— n , es algo a n ‡ lo g o al conocim iento: es la con
ciencia de so cia liza rse o estar so c ia liz a d o . E l sujeto no se en
cuentra aqu’ trente a un objeto del que va adquiriendo g ra d u a l
m ente u n a idea te—rica, sin o que la conciencia de la so cia l’za -
' ci—n es in m ed iata m ente la que s u stenta y encierra su sentido
interno. Se trata de los procesos de acci—nJX'CêpjtQca, que para
e ’ in d ivid u o sig n ifica n el b ecb o Ñ no abstracto ciertam ente,
pero s’ cap az de ser abstractam ente expresado Ñ de estar so
c ia liza d o . ÀC u ‡ les son las fo rm as fu n d am en tales, o quŽ cate
FJ problem a d e la sociolog ’a 43

gor’as espec’ficas debe poseer el kom bre p ara que su rja esta
conciencia y , por con sigu ien te, cu‡les son las form as que
debe tener esta consciencia u n a vez form ada, la sociedad cons
titu id a como hecbo sabido? T o d o esto puede con stitu ir u n a
epistem olog’a de la sociedad. E n lo que sigue inten tarŽ esbo
zar, com o ejem plo de ta l in vestig a ci— n , a lg u n as de estas con-
diciones o form as de socia liza ci— n , que actœ an a priori. a u n au e >
–o puedan ser designadas, com o las categor’as k a n tia n a s , con
una sola palabra.
I. L a idea que u n a p erson a se form a de otra, m ediante
contacto person al, est‡ condicionada por ciertas m odificacio
nes que no son sen cillo s errores de experiencia incom pleta, o
falta de agudeza en la visi— n por prejuicios de sim p a t’a o a n
tipat’a, sino cam bios radicales en la estructura del objeto real.
E stas m odificaciones cam inan en dos sentidos. V em o s a los
dem‡s gen eralizad os en cierta medida, acaso porque no nos
es dado representarnos p len am ente u na in d iv id u a lid a d dife
rente de la nuestra. T e d a im agen que u n alm a se form a de
otra est‡ determ inada por la sem ejan za con ella; y si bien
no es Žsta, en m odo algun o, la condici—n œ n ica del conoci
m iento esp iritu al Ñ y a que, por una parte, parece necesaria
u n a desigualdad sim u lt‡ n ea p ara que b a y a d ista n cia y obje
tividad, y, por otra parte, u na capacidad in telectual que se
m antiene m ‡s all‡ de la igu ald ad o no ig u a ld ad del ser - ,
un conocim iento perfecto presupondr’a, sin em bargo, u na
igu ald ad p erfecta. P arece com o si cada h om bre tuviese en si
un punto p rofu ndo de in d ivid u alid ad que no pud iera ser im a
ginado interiorm ente por n in g œ n otro, cu yo centro in divid ual
es cualitativam ente diverso. Y s’ esta exigen cia no es com pa
tible l—gicam ente con la d istan cia y en ju iciam ien to ob jetivos
en que descansa nuestra representaci—n del otro, ello prueba
solam ente que n os est‡ ved ado el conocim iento perfecto de hi,
in d iv id u a lid a d ajena. D e la s variaciones de esta deficiencia
dependen las relaciones de u n o s hom bres con otros. A h o r a
bien; sea cu al fuere su causa, es su consecuencia en todo caso
u na gen eralizaci—n de la im agen esp iritu al del otro, u n a con-
,fu si— n d e con to rn o s que p one en relaci—n con otras esa im a-
j?en, que debiera ser œ n ica. P a r a los efectos de nu estra conduc
ta pr‡ctica, im agin am os a todo hom bre como el tipo ÇhombreÈ
44 S ociologia

a que su in d iv id u a lid a d pertenece. A pesar de'su sin gu larid ad ,


le pensam os colocado b ajo u n a categor’a que ciertam ente no
coincide con Žl por entero Ñ circun stan cia esta œ ltim a que
diferen cia esta relaci—n de a q u ella que existe entre el concepto
gen eral y lo s casos in d ivid u a les b ajo Žl com prendidos Ñ . P ara
conocer a l bom bre no le vem os en su in d iv id u a lid a d pura,
sin o sostenido, elevado o, a veces tam biŽn, rebajado por el
tipo general, en el que le ponem os. A u n cuando esta tra n sfo r
m aci—n sea tan im perceptible que y a no podam os reconocerla
inm ediatam ente; a u n en el caso de que nos fa lle n los h a b i
tu ales conceptos caracter’sticos, como m oral o in m o ra l, libre
o siervo, se–or o esclavo, etc., designam os interiorm ente al
hom bre, segœ n cierto tipo, inexp resable en p alab ras, con el que
no coincide su ser in d ivid u al.
Y esto n os conduce m ‡s lejos to d av’a. Sobre la total sin
g u larid a d de una' persona, nos fo rm am o s de ella u n a im agen
que no es idŽntica a su ser real, pero que tam poco representa
un tipo general, sino m ‡s bien la im agen que presentar’a esa
persona si, por decirlo asi, fu era ella m ism a plenam ente, si
realizase, por el lado bueno o por el m alo, la p osib ilid ad ideal
que existe en cada hom bre. T o d o s so m o s fragm entos, no s—lo
del hom bre en general, sino de nosotros m ism os. S om os in i
ciaciones, no s—lo del tipo h u m an o absoluto, no s—lo del tipo
de lo buen o y de lo m alo, etc., sino tam biŽn de la in d iv id u a li
dad œ n ica de nuestro propio y o , q u e, como dibujado por
l’n eas ideales, rodea nuestra realidad perceptible. P ero la m i-
rada del otro com pleta este car‡cter fragm en tario y nos con-
vierte en lo que no som os n u n c a p u ra y enteram ente. N o
podem os reducirnos a no ver en los dem ‡s sino lo s fragm en
tos reales yu xtap u esto s, sin o que, de la m ism a m anera, como
en nuestro cam po visu al, com pletam os la m ancha ciega de
m odo que no n o s dam os cuenta de ella, a s’ tam biŽn con esos
datos fragm en tarios construim os ’ntegra la ajen a in d iv id u a li
dad. L a pr‡ctica de la vida nos obliga a form ar la im agen del
hom bre con los torsos que realm ente conocem os de Žl. Pero
justam en te por eso resulta entonces que dicha im agen descan
sa en aqu ellas m odificaciones y com plem entos, en la transfor
m aci—n que sufren los fragm en tos dados, al convertirse en el
tipo general y en la p len a p erson alid ad ideal.
t i problem a de la so cio lo g ’a 4V

E ste m Žtodo fu n d am en tal, que en la realidad raras veces


es llevado a la perfecci—n, obra dentro de la sociedad exis
tente, como el a jj r io r i de las acciones rec’procas que posr
teriorm ente se entretejen entre los in d ivid u o s. D e n tro de u n i
T ’rcu lo ligad o p o r la com u n idad de profesi—n o de interŽsÇ |
cada m iem bro ve a l otro, no de u n m odo p u ram ente em p’ricoÈ
si–cTsobie el fu n d a m ento de u n a p rio ti que ese c’rculo im p o
ne a todos lo s que e n Žl p articipan- E n los c’rculos de los
oficiales, d Ž lo s creyentes, de los fu n cion ario s, de los intelec
tuales, de la fam ilia, cada cu a l ve a los dem ‡s sobre el sup u es
to de que es un m iem bro del c’rculo. D e la base v ita l com œn
parten ciertas su p osicion es, a travŽs de las cuales los in d iv i
duos se ven u n os a otros como a travŽs de un velo. E ste velo
no se lim ita a encubrir la peculiaridad personal, sino que le
confiere nueva form a, fu n d ien d o su consistencia in d ivid u a l
con la del c’rculo. > lo vem os a los dem ‡s p uram en te com ojj
individuos, s in o com o colegas, o com pa–eros, o corrcligiona-j
–os; en u na palab ra, como hab itantes del m ism o m undo par-j j
ticular. Y este supuesto in evita b le, qu'e actœa de un m o d o .j
a u tom ‡tico, es u n o de los m edios que tiene el Kom bre^paral
dar a su p erson alid ad y realidad, en la representaci—n d e ll
otro, la cualid ad y form a requeridas por su sociabilidad.
E s evidente que esto puede aplicarse tam biŽn a las re’a- |
ciones que los m iem bros de distin tos c’rculos m antienen entre I
s’. E l paisano que traba conocim iento con un oficial no puede
prescindir de que este in d ivid u o es oficial. Y aun que el ser
oficial sea nota efectiva de su in d ivid u alid ad , no lo es, sin em
bargo, del m odo esquem ‡tico com o el otro se lo representa. Y
lo propio ocurre a l protestante respecto del cat—lico, a l com er
ciante respecto del fu n cio n ario , al laico respecto del clŽrigo, et
cŽtera. P o r doquiera encontram os que la realidad queda v e la -)
da por ’a gen eralizaci—n social, con velos que excluyen en
prin cipio su descubrim iento, dentro de u n a sociedad social-
m en te mu y "d iferen ciada. D e este m odo el hom bre encuentra
en la representaci—nTlel hom bre ciertos desplazam ientos, abre
viaturas y com plem entos - pues la gen eralizaci—n es, por
unos lados, m ‡s, y por otros, m enos que la in d iv id u a lid a d Ñ
que p rovien en de todas estas categor’as a priori, de su tipo
como hom bre, de la idea de su p ro p ia perfecci—n, del grupo
S ociolog’a

social a que pertenece. Y sobre todo esto flota com o prin cipio
eur’stico la idea de su defin ici—n real, absolutam ente in d i
v id u a l. P ero si bien parece que œnicam ente cuando h ayam os
conseguido Žsta podrem os establecer nu estra relaci—n justa
con el otro, sin em bargo, esas m odificaciones y tran sform acio
nes que im piden su conocim iento ideal son, justam ente, la s
condiciones merced a las cuales resu ltan posibles las relacio
nes; que conocem os como sociales Ñ poco m ‡s o m enos del
m ism o m odo que, en K a n t. las categor’as del entendim iento,
al convertir las intu iciones dadas en objetos com pletam ente
nuevos, h acen que el m undo dado resulte cognoscible.
I II. H a y otra categor’a desde !a cual los sujetos se ven a s’
I m ism os, y u n o s a otros, y se tran sfo rm an de suerte que pueden
( p roducir la sociedad em p’rica. E sta categor’a puede form u larse
en la afirm aci—n aparentem ente triv ia l de que cada elem ento
f/de u n gru p o no es s—lo u n a parte de la, sociedad, s in o adem ‡s
a lg o fuera~de ella. E ste hecho actœa com o u n aprior i social,
porque la par’Ž~3 el in d ivid u o que no se orienta hacia la socie
dad o que no se agota en la sociedad, no debe concebirse como
algo que se h alla jun to a la parte social, sin relaci—n con Žsta,
com o a lg o que est‡ fu era de la sociedad, com o algo a que la
sociedad debe dejar espacio, quiŽralo o no. E l hecho de que el
’jn d i v iduo en ciertos aspectos no sea clen\£nlO-d.e la sociedad,
> co n stitu y e la condici—n p o sitiv a p ara que lo sea en otros aspec
tos, y la ’ndole de su ÇsocialidadÈ est‡ determ inada, al m enos
| en parte, por la ’ndole de su ÇinsocialuladÈ. E n las in vesliga-
Ô ciones que siguen verem os a lg u n o s tipos cuyo sentido sociol—
gico queda fijado en su esencia y fundam ento, justam ente por
el hecho de estar excluidos en cierto modo de la sociedad, para
la cual, sin em bargo, es im portante su existencia; a s’ ocurre con
el extranjero, el enem igo, el delincuente y a u n el pobre. P ero
esto puede aplicarse, no s—lo a estos tipos generales, sino, con
incontab les varian tes, a tod a existencia in d ivid u al. E l hecho
de que en cada m om ento n os h allem o s envueltos en relacio
nes con otros hom bres, y directa o indirectam ente determ ina
dos por ellas, no argu ye nada en contra de esto; porque la co-
I lectiv’d ad social se refiere justam en te a seres a los que no
abarca_poiLj:omplcÔto. Sabem os que el em pleado no es s—lo
em pleado, que el com erciante no es s—lo com erciante, que el
£| problem a de la so cio lo g ’a -È7

oficial no es s—lo oficial; y ese su ser extrasocial, su tem pera


m ento y los reflejos de su destino, su s intereses y el va lo r de
su person alidad, aun qu e n o alteren en lo fu n d am en tal las
actividades burocr‡ticas, com erciales, m ilitares, prestan al
hom bre u n m atiz p a rticu la r y m odifican, con im ponderables
extrasociales, su im agen social.
E l trato de lo s hom bres, dentro de las categor’as sociales,
ser’a distinto si cada cual s—lo apareciese ante el otro como
com prendido en la categor’a correspondiente, com o sujeto de
la fu n ci— n social que le est‡ asign ada. L o s i nd ividuos, como
las profesiones v posiciones sociales, se~chstingucn segœn e[
gradcTen que adm iten ju n to con su contenidcTsocial aquel otro
elem en to Ç extra r’o a l o socialÈ. E n la serie de esos grados, uno
dŽ los polos puede estar con stituid o por la relaci—n de am or o
de am istad. E n estas relaciones, lo que el in d ivid u o reserva
para s’ m ism o, a llen d e la activid ad dedicada al otro, puede
acercarse cu an titativam en te al va lo r-l’m ite cero. N o existe
en ellas m ‡s que u na vida œ nica, que puede ser contem plada
o vivid a, por decirlo as’, desde dos puntos de vista: en el
aspecto interior, term inus a quo del sujeto, y tam biŽn, pero
sin m odificaci—n a lg u n a , en la direcci—n de la persona a m a
da, b ajo la categor’a de su term inus adquein, que la persona
am ada asum e totalm ente. E n otro sentido distinto, ofrece el
sacerdote cat—lico un fen—m eno d e fo rm a igual, por a ia n to su
funci—n eclesi‡stica cubre y agota por com pleto su realidad in
dividual. E n el prim ero de estos casos extrem os, si desaparece
el elem ento ÇajenoÈ a la activid ad sociol—gica, es porque su
contenido se ha agotado to talm en te en la direcci—n del otro
termino* ch"Žl caso secundo. es_norque ios conten idos c!e acti
vidad no social h an desaparecido en p rin cip io. E l p olo con
trario pueden ofrecerlo, por ejem plo, las m anifestaciones de la
civilizaci—n m oderna, determ inadas por la econom ’a m oneta
ria, en la cu al el Hombre, considerado como productor, como
com prador o vendedor, como trabajador, en cualq u ier sentido,
se ap roxim a al ideal de la objetivid ad a b so lu ta . P rescindien do
de la s posiciones elevadas, directivas, la vida in d iv id u a l, el
tono de la person alidad desaparece de la obra; los hom bres no
s on sino sujetos de com pensaciones enere prestaci—n y con
traprestaci—n, regidas por norm as objetivas, y todo lo que no
48 S ociolog ’a

pertenezca a esta pura objetivid ad , desaparece de ellas. £ 1 ele


m ento Çno socialÈ recoge p o r com pleto la p erson alidad, con su
color especial, con su irra cio n alid a d y su vida interior; s—lo
cfuedan para a cu e lla s actividades sociales las energ’as espec’
ficas necesarias.
L as in d ivid u alid ad es sociales se m ueven entre estos ex-
I trem es, de ta l m anera, que las energ’as y determ inaciones que
convergen L acia el centro ’ntim o, tienen im p ortan cia y sentido
p ara la s actividades y sen tim ien tos dedicados a los dem ‡s,
P u es, en el caso l’m ite, la conciencia de que esta activid ad o
sentim iento social co n stitu ye algo d istin to del resto no social,
alg o que no adm ite en la relaci—n sociol—gica n in g œ n elem ento
Çno socialÈ, ejerce un in flu jo p o sitivo sobre la actitud que el
sujeto adopta frente a los dem ‡s y los dem ‡s frente a Žl. _E1
Ia p riori de la vida social em p’rica a firm a que la vid a n o es
com p leta m en te s o c ia L N o s— lo co n stitu im o s n uestras relacio
nes m utuas con la reserva n eg ativa de que u n a parte de nu es
tra personalidad no entra en ellas; la parte n o social de n u es
tra persona no actœa s— lo por conexiones psicol—gicas gen era
les sobre lo s procesos sociales en el a lm a, sin o que justam en te
el hecbo fo rm al de estar esa parte fuera de lo social, determ ina
la n a tu ra le za de su in flu en cia.
A sim ism o , el Lecho de que la s sociedades est‡n cons
titu id as por seres que al m ism o tiem po se h a lla n dentro y
fuera de ellas, form a la base para u n o de los m ‡s im p o rta n
tes fen—m enos sociol—gicos, a saber: que cn lrc u n a so e je d a d y
lo s in d iv id u os que la fo rm a n puede e x istir u n a relaci—n com o
la que existe entre dos p artidos, e in clu so que esta relaci—n;
dec’a rada o latente, existe siem pre. C o n esto la sociedad crea
acaso la fig u ra m ‡s consciente y, desde luego, la m‡s general
de u n a form a fu n d am en tal de la vida; que el alm a in d ivid u al
no puede estar en u n nexo, sin estar al m ism o tiem po fuera de
Žl, ni puede estar in clu sa en n in g œ n orden sin h allarse a l
propio tiem po colocada frente a Žl. E sto puede aplicarse lo
m ism o a la s conexiones trascendentes y m ‡s generales, que
a las sin gulares y casuales. E l hom bre religioso se siente ple
nam ente en vu elto en el ser divin o, como si no fuera m ‡s que
una p u lsaci— n de la vida d ivin a; su propia su stan cia se ha
sum ido del todo, con in d istin ci— n m ’stica, en la sustancia
El problem a d e la so cio lo g ’a 49

absoluta. N o obstante, p a ra que esta fu si— n ten ga sentido, h a


de conservar el hom bre en a lg u n a m anera u n ser propio, u n a
contraposici—n person al, u n y o separado, p ara quien la d iso
luci—n en el todo d ivin o sea un in fin ito problem a, un proceso
que m etaf’sicam ente ser’a im p o sible de realizar y re lig io sa
mente im p osible de sentir, s’ no arran case de u n sujeto con
propia realidad. E l ser u n o con D io s no tiene sentido, si no set
es Otro que D io s.
S i prescindim os de esta cum bre trascendente, la relaci—n
que ha m an tenido el esp ’ritu h um an o, a ’o largo de s u h isto
ria, con la n a tu ra leza com o u n todo, ofrece la m ism a form a.
N o s sabem os p or u n a parte in corporados en la n a tu ra leza,
como u n o de sus productos, que, con los dem ‡s, es un ig u a l
entre iguales; n os percatam os de no ser m ‡s que u n p un to por
el que cru zan las m aterias y energ’as natu rales, com o cru zan
por las agu as corrientes y la s plan tas en flor. Y no obstante,
el alm a tiene el sentim ien to de una existencia propia, indep en
diente de todos esos nexos y relaciones, independencia que se
designa con el concepto, ta n inseguro l—gicam ente, de libertad,
y que la n za a todo ese tr‡fago (de que n o sotros m ism os som os
un elem ento) u n meivt’s que cu lm in a en la afirm aci—n rad ical
de que la n a tu ra le za no es sino u n a representaci—n del alm a
bu m an aÀ
P ero asi com o la n a tu ra le za, con sus innegables leyes pro
pias, con su s—lid a realidad, se encierra dentro del Y o , a s’ por
otra parte este Y o , con toda su lib ertad y su sta n tivid ad , con
toda su oposici—n a la n a tu ra leza, n o es sino u n m iem bro de
Žsta. Justam ente el c a r ‡ c t e r trascendente del nexo n a tu ra l
consiste en eso: en que com prende dentro de s’ ese ser indepen
diente y con frecuencia enem igo. Y a u n lo cu e por hondo sen
tim iento vita l se sitœ a fu era de la n a tu ra leza, ha de ser, no
obstante, u n elem ento de la n a tu ra le za. E sta f—rm u la no es
toenos ap licab le a la relaci—n entre lo s in d iv id u o s y los c’rcu
los p articulares de su s v ’n cu lo s sociales, o Ñ si se fu n d en Žstos
eji el concepto o sentim ien to de la so cia liza ci— n en gen eral Ñ
a la relaci— n de los in d ivid u o s sim plem ente. P o r u na p arte
sabernos que som os produ cios de la sociedad. L a serie fis io l—
gica de los an tepasados, su s adap taciones y determ inaciones,
las tradicion es de su trab ajo , su saber y su creencia, tod o el
30 S ociolog ’a

Áesp’ritu del pretŽrito, cristalizad o en form as ob jetivas, deter


m in a la s disposiciones y contenidos de nuestra vida, b a sta el
pun to d e que b a podido p lan tearse la cuesti—n de si el in d iv i-
duo es algo m ‡s que u n a v a sija en que se m ezclan , en can ti
dades variab les, elem entos an terio rm ente existen tes; pues si
bien, en d efinitiva, estos elem entos son producidos p o r in d iv i-
duos, la con trib uci—n de cada cual co n stitu ye une. cantidad
in a prccm ble, y~s—lo p o r su co n flu en cia genŽrica y social engen-
dran los factores, en cu ya s’n tesis, a su vez, consiste luego la.
in d ivid u alid ad . P ero por otra parte sabem os que som os m iem
bros de Õ a sociedad. N o s o tro s , con nu estro proceso v ita l y el
sentido y fin de Žste, nos sentim os ta n en trelazad os en la co
existencia como en la sucesi—n social. E n calidad de seres n a tu
rales no constituim os u n a realidad sep arada; el ciclo de los
elem entos naturales pasa p o r nosotros, com o seres totalm ente
im personales, y la igu ald ad ante las leyes n atu rales reduce
n u estra vid a a un m ero ejem plo de su necesidad. D e la m ism a
m anera, en calidad de seres sociales, no viv im o s en derredor
de un centro aut—n om o, sino que en cada m om ento estam os
form ados por relaciones rec’procas con otros, siendo a s’ com

êp arables a lˆ sustancia corp˜rea, que p ara nosotros s—lo existe


com o su m a de v a ria s im presiones sensoriales, pero no como
existencia en s’ y por s’.
N o obstante, sentim os que esta d ifu si— n social no d isuel

I ve enteram ente nu estra p erson alidad. Y no se trata s—lo d


las y a m encionadas reservas, de esos contenidos in d iv id u a
les cu yo sentido y evoluci—n se basan, desde luego, en el alm
in d iv id u a l y no tienen lu gar a lg u n o dentro de la conexi—n
social: no se tra’a œnicam ente tam poco de laformaci—n de los
conten id os sociales, cuya unidad, a l m odo del alm a in d i
vid u a l, n o es, a su vez, ’ntegram ente social, d el'm ism o modo
que no puede deducirse de la n a tu ra leza qu’m ica de los co
lores la fo rm a art’stica que tom an en el lien zo las m an chas
crom ‡ticas. D e lo que se trata es, an te todo, de esto: que el
contenido so cia l de IfTvida, aun qu e pueda ser explicado to
talm ente por los antecedentes" sociales y por las relaciones
sociales m utuas, debe considerarse al propio tiem po tam biŽn,
b ajo la categor’a de la vida in d iv id u a l, como vivencia del in d i
viduo y orientado enteram ente h acia el in d ivid u o. E sta s son
t i problem a d e la so cio lo g ’a

diversas categor’as b ajo la s cualesse considera u no y el m is


mo contenido; a la m anera como u n a m ism a p la n ta puede ser
considerada desde el pun to de vista de sus condiciones b io l—
gicas o atend ien do a su u tilid a d pr‡ctica o a su v a lo r est‡tico.
E l punto de v ista desde el cu al la existencia del in d iv id u o es
ordenada y com prendida, puede tom arse dentro o fu gra del
in d iv id u o L L a to ta lid a d de la vida, con todos sus conten idos
sociales, puede considerarse como el destino central de quien
la vive; pero puede considerarse tam bi‡n, con todas las partes
reservadas para el in d iv id u o , com o producto y elem ento de la
vida social.
A s ’. pues, el hecho de la so cia liza ci— n coloca a l individuos
en la doble s itu a ci— n deque hem os partido: la de estar en e lla l
com prendido y ah propio"tiem po encontrarse en fren te de e lla ; |
Ta^de ser m iem bro de u n organ ism o y a i propio tiem po un
todo org‡nico cerrado, u n ser p a ra la sociedad y u n ser p ara s ’ 1
m ism o. P ero lo esencial v i o due presta sentido al a o rio ri so
ciol—gico, que en esto se fu n d am en ta, es que la re’a ci— n_dc
interiorid ad y de ex terio ridad entre el in d iv id u o y la so cie
dad, no son dos d eterm inaciones que su b sistan u na ju n to a la
otra Ñ aun que en ocasiones a s’ sea y puedan lleg ar h asta una
h ostilidad rec’proca Ñ , sin o que am bas caracterizan la p o si
ci—n u n itaria del hom bre que viv e en sociedad. L a existen cia
del hom bre no es, en parte, so cia l y, en parte, in d iv id u a l, con
escisi—n de sus contenidos, sin o que se h a lla h ajo la categor’a
fundam ental, irreductible, de u na unidad que s—lo podem os
expresar m ediante la s’n tesis o sim u ltan eid ad de las dos de
term inaciones opuestas: el ser a la vez parte y todo, producto
d e ja sociedad y elem ento de la sociedad; el v iv ir p or el propio
centro y el v iv irÓpara el propio centro. L a sociedad no consta
sola~me–te, com o antes se vio , d e b e re s en parte no s o c ia liz a -
^0sÈ sinp^gue consta de seres que por un lado se sienten cual
g x iste n cia sp le n a m e n te sociales, y por otro, cu al existe n cia s}
personales, s in cam b iar p o r ello de contenido, Y estos no son
—¡s p un tos de vista coexistcntcs, pero sin relaci—n, como
cuando se considera el m ism o cuerpo m irando a su peso o a
color, sino q u e am bos co n stitu yen la u n id a d de eso que I
.J a m a m o s ser social, la categor’a sintŽtica; del m ism o m odo
^Ue el* concepto de causa co n stitu ye u n a u n id ad a priori, a u n
52 S ociolog’a

que encierra lo s dos elem entos, totalm ente distintos en su


contenido, de lo causante y de lo causado. U n _ ap riori de la
sociedad em p’rica, u na de las condiciones que Hacen posible
f su form a, ta l com o la conocem os, es, pues, esa f a cultad que
poseem os de co n stru ir en ciertos seres, capaces de sentirse tŽr
m inos, y sujetos de sus p ropias evoluciones y destinos, el con -
cepto de sociedad, que tiene en cuenta a estos in divid uosy que
es conocida, a su vez, como sujeto y tŽrm ino de aqu ellas vid as
y determ inaciones.
I I I . L a sociedad es u n producto 'de elem entos desiguales,
P u es a u n en los casos en que ciertastendencias "dem —cr‡ -
ticas o socialistas planeen, o en parte consigan, u n a Çigual
dadÈ, esta igualdad es siem pre equivalencia de las personas,
las obras y la s posiciones, nunca igualdad de los Hombres en
su estructura, sus vidas y sus destinos. Y , por Otra parte,
cuando u n a sociedad esclavizada no co n stitu ye m ‡s que una
m asa, com o en la s m onarqu’as orientales, esta igualdad de
todos con todos no se refiere m ‡s que a ciertos aspectos de la
existencia, los p o l’tico s o econ—m icos, por ejem plo, pero no a
su to ta lid ad : pues las cualidades n ativas, las relaciones per
s o n a les, los destinos v iv id o s, tienen inevitablem ente algo
t’nico e in co n fu n d ib le, no s— lo por el lad o interior de la
vida, sin o tam b iŽn por lo que toca a la s relaciones con otras
existencias. S i consideram os la sociedad com o un esquem a
puram en te objetivo, aparŽcesenos cual ordenaci—n de conteni
dos y actividades, relacionados u n os con otros por el espacio,
el tiem po, lo s conceptos, los valores, y en donde puede pres-
cindirse de la personalidad que sustenta su dinam ism o.
A H o ra bien; si aq u ella desigualdad de los elem entos Hace
que toda obra o cualidad aparezca dentro de esta ordenaci—n
como a lg o in d ivid u alm en te caracterizado, claram ente determ i
n ado en su sitio, la sociedad se nos presentar‡ como un cosm os
de diversidad in calcu lab le en cuanto a ser y m ovim iento; pero
en el cu al cada pun to s— lo puede estar constituido y desarro
llarse de u n a determ inada m anera, si no Ha de v a ria r toda
la estru ctu ra del conjunto. C o n referencia a la estructura del
m undo en general, se Ha dicho que n i un gran o de aren a
p odr’a ten er otra fo rm a n i situ aci— n , sin que se produjese un
cam bio de la existencia entera. E sto se repite en la estructura
El prœblcui’i de la so cio lo g ia 53

Àe la sociedad, considerad a com o u n tejido de fen —m en os


determ inados. E s t a im ag en de la sociedad encu entra u n a a n a
log’a en m in iatu ra, in fin itam en te sim plificada, y por decirlo
as’, estilizada, en la b u ro cracia, que consiste en u n orden
determ inado de ÇpuestosÈ, de funciones, que in dep en dien te
mente de quien en cada caso las desem pe–e, producen u n a
conexi—n ideal; y dentro de Žsta, cada reciŽn llegad o h a lla u n
sitio claram ente dem arcado, que, p o r decirlo a s’, le estaba
esperando, y con el cual tien en que a rm o n iza r sus aptitudes.
L o que en este caso es u n a determ inaci—n consciente y siste
m ‡tica de trabajos, co n stitu ye en la to talid ad social, n a tu ra l
m ente, u n a in extricab le co n fu si— n de fun cion es. A q u ’ los
puestos no son el producto de u n a vo lu n ta d constructiva;
s—lo p o r la obra y la vida de los in d ivid u o s pueden ser conce
bidos. Y pese a esta enorm e diferencia; pese a cuanto de irra
cional, im perfecto y condenable, desde un pun to de vista
valorativo, se encuentra en la sociedad h ist—rica, su estructura
fenom enol˜gica Ñ la sum a y relaci—n de la s existencias y
—braFquc cada elem ento ofrece desde u n pun to de v ista obje
tivo social Ñ es u na ordenaci—n de elem entos, cada u n o de los
cuales ocupa un puesto determ inado; es u n a coordinaci—n de
funciones y centros fu n cio n a le s, colm ados de objetivid ad , de
sentido social, au n q u e no siem pre de valo r. A q u ’ lo p u ram en
te personal, lo ’n timam en te productivo, los im p u lsos y refle
jo s del yo propiam en te dicho, perm anecen fu era de la consi-
j j racx—n. OT~dicho de otro m odo: la vid a de la sociedad
transcurre no psicol—gica, sin o fenom en ol˜gicam ente, desde
el punto de vista exclu sivo de sus contenidos sociales Ñ como
si cada elem ento estuviese predeterm inado para su p uesto en
junto" A pesar de la d csarm on ’a que existe con respecto
a las exigencias ideales, la vid a social discurre comos i todos
sus m iem bros estuviesen en u n a relaci—n u n ifo rm e, de m ane-
ra que cada u no de ello s, precisam ente por ser Žste y no otro,
Se refiriese a todos lo s dem ‡s, y an ‡logam en te todos los de-
Ò t‡s a Žl.
P artien d o de esto, se reconoce cu‡l es ela p rio ri de que
ja m o s a h ab lar a h o ra , y que representa p ara el in d iv id u o el
u udam ento y ÇposibilidadÈ de pertenecer a u n a sociedad que
Cada individ uo, por su cu alid ad m ism a est‡ lla m a d o a ocupar
54 Socio!È*;!..

u n lu g a r determ inado dentro de s u m edio so cia l, y de que este


lu g ar, Que id ealm ente le corresponde, existe realm ente e n el
tod o so cia l Ñ este es el sup u esto sob re el cual v iv e el in d i
v id u o su v id a so cial. P o d r’am o s lla m a rle Çel v a lo r generalÈ
del in d iv id u o . E ste supuesto es indep en d’ente de su m ‡s
o m enos clara y consciente' concepci—n, como tam b iŽn de su
re a liza ci— n en el curso efectivo de la vida; del m ism o m odo
cjue el ap riorism o de la le y causal, com o sup u esto fo rm al del
con ocim ien to, es independiente de que la conciencia la fo r
m u le en conceptos claros y de que la realidad psicol—gica p ro
ceda o no con arreglo a ella. N u e s tr a v id a cogn oscitiva des
can sa en el supuesto de u n a a rm o n ’a preestable.cida entre
nuestras energ’as espirituales (por in d ivid u a les que sean) y la
existen cia exterior, ob jetiva. P u e s Žsta es siem pre la expresi—n
del fen—m en o inm ediato, aun qu e despuŽs quede este fen—m en
referido m etaf’sica o psicol—gicam ente a la producci—n de
la existencia p or el propio intelecto. D e l m ism o m odo, la vid a
so cia l est‡ atenida al supuesto de u n a arm on ’a fu n d am en jaj
entre el in d iv id u o y el to d o social, sin que estoTmp’cfiT la s
estridentes dison an cias de la vid a Žtica y la eudem on’stica. S i
la realid ad social se conform ase a este supuesto fu n d am en tal,
sin dificultades n i quiebras, tendr’am os la sociedad perfecta; y
no en el sentido de la perfecci—n Žtica o eudem on’stica, sino
de la perfecci—n conceptual. Ser’a, por decirlo as’, no la
sociedad perfecta , sino la sociedad perfecta. M ien tras el in d i
vid u o no realice o no encuentre realizad o este a priori de su
existen cia so cia l Ñ la plena correlaci—n de su ser in divid ual
con los c’rculos que'’ŽnrŸ'dya–; la necesidad de su vida persq-
f n a l in terio r p ara la v id a del todo Ñ no p—Hra~3 ecirse que este
j so cia liza d o n i ser‡ l a sociedad ese co n ju n to contin u o decoc
ciones rec’procas, que en u n cia su concepto.
E s ta relaci—n se m uestra particularm ente acen tuada en la
categor’a de la profesi—n. L a an tigŸed ad no conoci— este con
cepto, en el sentido de la diferen ciaci—n person al y de la socie
dad o rg a n iza d a por d ivisi— n del trabajo. P ero la idea que le
sirve de base, la idea de que la activid ad so cia l efectiva es la
expresi—n u n ’vo ca de la calidad interior, la idea de que el fo n
do perm anente de la sub jetivid ad encuentra su objetivaci—n
pr‡ctica en la s fun cion es sociales, esta idea fu e p atrim on io
m problem a de la sociolog ’a >5

tambiŽn de los an tig u o s. S — lo que esta relaci— n se verificaba


para los an tigu os en u n contenido u niform e. S u p rin cip io que
j a declarado en el dicho aristotŽlico de que u n o s por n a tu ra
leza est‡n destinados a ser esclavos y otros a ser am os. C u a n -
Jo el concepto obtiene m ‡s fin a elaboraci—n, m uŽstrase en Žl
u na estructura p articu lar. D e u n a parte, la sociedad crea y
ofrece u n ÇpuestoÈ, que, au n qu e diferente de los dem ‡s en con
tenido y l’m ites, puede ser en p rin cip io ocupado por m uchos,
siendo por lo ta n to algo, p o r decirlo as’, an — n im o. P ero de
otra parte, pese a Žste su car‡cter de generalidad, el puesto es
ocupado por el in d iv id u o , en virtu d de u n a Çvocaci^nÈ_fnlÀrêQx,
de~u–a cua’ificaci—n que el in d ivid u o percibe como enteram ente
personal. P a r a que existan profesiones en gen eral debe existir
u na especie de a rm o n ’a entre la estructura^ y proceso v ital de
’a sociedad, de u n lad o, y la s cualidades e im p u lsos in d iv id u a -
les,_de otro. F in a lm en te, sobre ella, como supuesto general,
descansa ’a representaci—n de que la sociedad ofrece a cada
persona u na posici—n y labor, para la que esta persona ha sido
destinada, y rige el im p erativo de b uscarla h asta encontrarla.
L a sociedad em p’rica s— lo resu lta ÇposibleÈ gracias a este
a priori. que cu lm in a en el concepto Àe p ro fesi—n; au n q u e ta l
a priori, an ‡logam en te a lo s y a tratad os, no pueae designarse
con un sencillo calificativo , como sucede con las categor’as
k a n tia n a s. L o s procesos de conciencia en que se realiza la
socializaci—n Ñ la u n id ad de m uchos, la m utua determ inaci—n
de los in d ivid u os, la im portancia m utua de los in d ivid u o s
para el todo y del todo para lo s in d iv id u o s Ñ se verifican so
bre un presupuesto fu n d am en tal, que, c– abstractoÈno es cons
ciente. pero que se expresa en la realidad de la pr‡ctica; y es
que el elem ento in d iv id u a l h a lla un puesto en la estructura
general, e in cluso que esta E stru ctu ra es, en cierto m odo, ad e
cuada, desde luego a la in d iv id u a lid a d y a la lab o r del in d iv i
duo, pese a l o in c a lc u la b le q u e es este œltim o. L a concatena
ci—n causal, que entreteje cada elem ento social con el ser y la
actividad de todos los dem ‡s, produciendo as’ la red externa
de la sociedad, se transform a en concatenaci—n teleol—gica, ran
Pronto como se la considera desde e’ punto de vista de lo s in
dividuos, sus productores, que se sienten personas a islad as y
cuya conducta se desarro lla sobre la base de la personalidad,
56 S ociolog’a

que existe por s’ y se determ ina por s’. E s a totalid ad fen om Ž


n ica se atem pera, pues, a l fin del in d iv id u o , que, por decirlo as’,
se acerca desde fueras ofrece a l proceso v ita l del in d ivid u o, de
term in ad o en su interior, el puesto en donde su p ecu liar per
son a se convierte en m iem bro necesario de la vida del todo. E s
esta u n a categor’a fund am ental, que presta a la conciencia in
d iv id u a l la form a necesaria para to rn arse elem ento social.
* * *

E s cuesti—n -bastan te b a la d ’ la de si las investigaciones


sobre la epistem olog’a social Ñ de las que esta digresi—n h a de
servir de ejem plo Ñ pertenecen a la filo so f’a social o a la s o
cio log’a. A c a s o sean u n territorio fro n terizo entre am bos m Ž
todos. P ero, como antes b e indicado, el planteam iento del pro
blem a sociol—gico y su delim itaci—n con respecto al filos—fico
no su fren en nada por ello, com o tam poco sufren los conceptos
de d ’a y noebe porque exista el crepœsculo, n i los de hom bre y
a n im a l porque acaso lleguen a encontrarse grados interm e
dios que ligu en las caracter’sticas de am bos de un modo q u i
z‡ inseparable en conceptos. E l problem a sociol—gico se pro-
p o ne ta n s—lo abstraer lo que en el fen—m eno com plejoÒ que
I llam am os v id a so cia l es realm ente sociedad, es c’ecir, so ciaTi-
zaci—n . L a sociolog’a tom a este concepto en su m ‡xim a p u re
za, alejan do de Žl iodo aquello que, si bien s—lo en la sociedad
puede obtener realizaci—n hist—rica, no con stituye em pero la
sociedad como tal, com o form a de existencia t’nica y au t— n o
m a. N o s encontram os, pues, con u n n œ cleo de problem as in
confun dibles. P ued e suceder que la p eriferia de este c’rculo de
problem as entre en contacto, ef’m ero o perm anente, con otros
c’rculos. A c a so las determ inaciones fron terizas resulten d u d o
sas. N o por eso el centro perm anece m enos fijo en su lugar.
P a so ah o ra a dem ostrar la fecu nd id ad de este concepto y
problem a central en estudios p a rd ales. S in pretender n i re
m otam ente ago tar el nœm ero de las form as de acci—n rec’proca,
que constituyen la sociedad, estas in vestigacion es se lim ita n
a se– alar el cam ino que pudiera conducir a la determ inaci—n
cien t’fica de la extensi—n que corresponde a la ÇsociedadÈ en
la to talid ad de la vida. Y lo se – a la r‡ n dando los prim eros p a
sos por Žl.
C a p ’tu lo 2
LA C A N T ID A D E N LOS GRUPOS SOCIALES

A M O S a ex a m in a r u n a serie de form as de convivencia,


V de u n ificaci— n y de acci—n rec’proca enere los in d iv i
duos, atendiendo s—lo a l sentido que tiene elnœm ero de los
individuos so cia liza d o s en dichas form as. D e an tem an o, y
partiendo de las experiencias diarias, habr‡ de concederse que
un grupo, .cuando posee cierta extensi—n, toma resoluciones,
crea form as y —rganos para su conservaci—n y fom ento, de las
que antes no necesitaba; y que, por otra parte, los c’rculos m ‡s
lim itados tienen cualid ad es y re a liza n acciones m utu as, que
desaparecen in evitab lem en te al sobrevenir u n a am p liaci—n n u
mŽrica. U n a doble im portancia debe concederse, pues, a la
cantidad. P rim ero la negativa: que ciertas form as, necesarias
o posibles en virtu d de las condiciones v ita le s, s—lo pueden
realizarse m ‡s ac‡ o m ‡s all‡ de cierto l’m ite num Žrico de ele
mentos. Y despuŽs la positiva: que ciertas form as resu ltan di
rectamente de las m odificaciones cu an titativas que sufren los
grupos. C om o es n a tu ra l, Žstas no se presentan siem pre en
iodos los casos, sin o que dependen de otras determ inaciones;
Pero lo decisivo es que las form as de que se trata s—lo pueden
Producirse b ajo la condici—n de u n a determ inada am p litu d
A m Ž r ic a .
A s ’, por ejem plo, puede com probarse que h asta a h o ra las
¡ygan izaciones socialistas, o que a l socialism o se a p roxim an ,
So o h an sido realizab les en c’rculos m u y peque–os, h abiend o

5?
58 Sociolog’a

fracasado en lo s grandes. L a tendencia in terior de estas o rga


nizacio n es, la ju sticia en la distrib u ci— n de trabajo y goce,
puede realizarse bien en un grupo peque–o y Ñ lo que se
guram ente es tan im portante Ñ puede ser com probada e inter
venida por los in d ivid u o s. L o que cada cual trabaja para la
com unidad y lo que de la com u nidad recibe como retribuci—n,
aparece en estos casos m u y claro: de m an era que es f‡cil la
com paraci—n y equip araci—n . E n cam bio, en un c’rculo a m
p lio , esta distribu ci—n dificu lta la in e v ita b le diferencia entre
la s personas, sus fu n cio n es y sus pretensiones. U n nœ m ero
m u y grande de hom bres no puede fo rm ar unidad m ‡s que
im p lan tan d o resueltam ente la d ivisi— n del trabajo; no s—lo
por razones o bvias de tŽcnica econ—m ica, sin o porque œ n ica
m ente la d ivisi—n del trabajo puede hacer que los in divid uos
estŽn referidos y atenidos u n o s a otros, lo cual pone a cada
in d ivid u o en relaci—n con los dem ‡s por incontab les m iem
bros interm edios, previn ien d o as’ el peligro de descom posi
ci—n, que am en aza siem pre a lo s gru p os extensos. P o r esta
raz— n , cuanto m ‡s estrecha sea la u n id a d exigida, tan to m ‡s
escrupulosa h a de ser la esp ecializaci—n de los in d ivid u os,
y , por consiguiente, tanto m‡s in co n d icio n al ha de ser la de
p endencia del in d ivid u o con respecto al todo y del todo con
respecto a l in d ivid u o. E l socialism o de un c’rculo m uy am p lio
e xigir’a la m ay o r diferen ciaci—n de las personas, diferenciaci—n
que, n atu ralm en te, trascendiendo de su trabajo, h ab r’a de e x
tenderse a sus sentim ientos y deseos. P ero esto dificu lta extre
m adam ente la com paraci—n de las prestaciones y de la s re tri
buciones, as’ como el eq u ilib rio de am bas; m ientras arte,
trat‡n dose de c’rculos peque–os, y p o r tan to ’ndiferenciados,
subsiste la p osib ilid ad de un so cialism o ap roxim ad o.
L o que, bajo el im perio de u na cu ltu ra progresiva, conde
na, p or decirlo as’, l—gicam ente estos gru p os a escasez n u m Ž
rica, es s u necesidad de obtener bienes que no pueden p rocu
rarse ellos m ism os, dadas sus condiciones de producci—n. Q u e
y o sepa, en la E u ro p a actu al s— lo existe u n a organ izaci—n ap ro
xim ad am en te socialista ( l) , el fa m iliste rio de G u is a , g ra n f‡ -

(j) L o co n fin n za q u e pu ed e m erecer el m aterial h is t— r ic o q u e u tiliz a n estas in


vestig a cion es est‡ d eterm in ada p o r d os circu n sta n cias. A te n d ie n d o a l servicio q u e ha
La cantidad on los grup os sociales 59

trica de objetos de h ierro, fu n d ad a en 1880 por un d isc’p u lo de


Fourier, sobre los p rin cip ios de asisten cia plen a a cada tra b a ja
dor y su fa m ilia , asegu ram ien to de un m ’nim o de existencia,
crianza y educaci—n g ra tu ita de los h ijos, a d q u isici— n colecti
va de las subsistencias. H a c ia el a–o90, la com u n id ad ocupa
ba, aproxim adam ente, a 2.000 personas, y parec’a tener condi
ciones de vida. P e ro esto se debe indudablem ente a l hecho de
estar rodeada p o r u n a sociedad que viv e en condiciones com
pletam ente diferentes y por m edio de la cual puede lle n a r
para la satisfacci—n de sus necesidades, los vac’os que necesa
riam ente h a n de quedar en su p ropia producci—n. L a s necesi
dades h um an as no pueden racio n alizarse, com o la producci—n;
m‡s bien parecen sujetas a un acaso in calcu lable, que s—lo
permite satisfacerlas a condici—n de que al propio tiem po se
produzcan in n œ m eras cosas irracio n ales e in ap rovech ab les.
P or consiguiente, u n c’rculo que evite esto y se proponga la
plena sistem atizaci—n y fin alidad de sus actividades, s—lo p o
dr‡ ser un c’rculo peque–o; œnicam ente a's’ podr‡ recibir de
uno grande que le circunde lo que necesita para viv ir, p ose
yendo cierto grado de cultura.

de prŽster, habr’a que h a b er’o s eleccion a d o en ta n tos y ta n h eterogŽneos ca m p os d e la


vida L ist— rico -s o cia l, q u e ct tra b a jo d e u n a s o la p erson a n o p od r’a bastar a rceoger l o
esencial, c o m o n o fuera a cu d ien d o a fu en te? secundarias, y Žstas s — lo p o ca s veces p o
dr’an ser com p rob a d as p o r u n a in v estiga ci—n p erson a l d e los h ech os. P o r o tr o p arte, el
trabajo se extender’a sob re u n a la rga serie de a – os; y s e com prende, p o r ta n to , q u e n o
todos los h echos h a n p o d id o ser co n fr o n t a d o s c o n el estado m om en t‡ n eo d e la in v e s
tigaci—n, inm ediatam ente antC6 de lo p u b lica ci— n del lib r o . S i lu e x p o s ici— n de L ech os
sociales efectivos fu era el o b je to Ñ bien que s ecu n d a rio Ñ J e este lib r o , n o ser’a a d
m isible ese m argen que aqu ’ q u ed a ' p a ra a firm a cion es n o p ro b a d a È o err—n ea s. P e ro
este lib ro intenta m ostrar la p osib ilid a d -d e u n a n u eva a bstra cci—n cient’fica de la exis
tencia social. P o r lo ta n to , l o esencial con siste en lleva r a ca b o esta a b s tra cci— n s o b r e
algunos ejem p los, m ostra n d o q u e liO carece de sen tid o. S i se rae perm ite expresarm e
con alguna exageraci—n, en bien de la cla rid a d m et—d ica , dirŽ q u e l o q u e im p o r ta esque
***03 ejem plos sean p o sib les, y n o q u e s e Çn r e c le s . P u es su verdad n o est‡ d estin a d a a
dem ostrar ( o s — lo en Áp o co s ca sos) la verd od de u n a a firm a ci—n gen eral, s in o qu e, a u n
en lo s casos en q u e la exp resi—n pudiera h a cerlo creeT, s o n sim plem ente el o b je t o , e n s’
l¨ d iftrftit’, de u a an‡lisis.
La justeza y fecu n d ida d de este a n ‡lisis y n o la verdad acerca de la rea lida d de su
¡b je t o es lo q u e se p ro p o n e el a u to r y en l o q u e cabe p ara el a u tor Ž x ito o fra ca s o - E n
Principio, la in vestiga ci—n p od r’a ilu stra rse in clu s o co n ejem p los fin g id os, d e escu ela ,
Ò Pelando, para darle se n tid o real, al ca u d a l d e h ech os c o n o c id o s p o r el lector,
60 S’vciologie

E x is te n adem ‡s gru p os À e ’n d o le religiosa, que, en virtu d


de su estructu ra sociol—gica, no perm iten su ap licaci— n a u n
nœ m ero crecido de m iem bros: tales la s sectas de los valdenses,
m en o n itas, h u sita s. E n las sectas cu y o dogm a proh’be, por
ejem plo, el ju ra m en to , el servicio m ilita r, la aceptaci—n de car
go s p œblicos; en aqu ellas en que la producci—n, la distribu ci—n
del d’a y h asta el m atrim on io est‡n sujetos a regla com œn; en
a q u ella s en que los fieles tien en u n a vestim enta especial, des
tin a d a a distin gu irles de los dem ‡s hom bres y a designarles
com o pertenecientes a la com u ni—n; en aqu ellas en que la
experien cia su b jetiva de u na relaci—n inm ediata con Jesœs
co n stitu y e el nexo propiam ente dicho de la com unidad, in d u
dablem ente la extensi—n a c’rculos m ‡s am p lios rom p er’a el
v ’n cu lo , porque Žste descansa en g ra n parte ju stam en te en la
a ctitu d excepcional y de o p o sici— n adop tada por el conjun to.
E n este aspecto sociol—gico, al m enos, no deja de estar ju s ti
ficada la p retensi—n de estas sectas de representar el cristia
n ism o p rim itivo. P u es Žste, que exp resab a u n a u nidad in d i-
feren ciada aœn do dogm a y vida, s—lo fu Ž p osib le en peque–a
com u nidades, rodeadas por otras m ayores, que les serv’an ta n
to p ara com p letar lo s m edios de vid a necesarios como de con
traste para adquirir conciencia de su verdadero ser. P o r esta
raz— n , la exten si—n del cristian ism o a todo el E stad o hubo de
m od ificar totalm ente su car‡cter sociol—gico, no m enos que su
esp ’ritu y contenido.
A s im ism o , de su concepto se desprende y a que u n a cor
p oraci—n aristocr‡tica s—lo puede tener u na extensi—n reduci
da. P ero por encim a de esta evidencia, que resulta de su p osi
ci— n d om in an te frente a la s m asas, parece existir aqu ’ una
lim ita ci— n d f nœm ero, que, au n qu e oscile dentro de l’m ites
m u y variab les, es ab so lu ta a su m anera. Q u ie ro decir que no
s— lo existe u na proporci—n determ inada que p erm itir’a que en
todo caso al crecer los sœb ditos creciese tam biŽn a p rorrata la
a ristocracia dom inante, sin o que h a y p ara Žsta u n l’m ite ab
so lu to , m ‡s a ll‡ del cual la form a del grupo aristocr‡tico no
puede sostenerse. E ste l’m ite est‡ determ inado, en parte, por
circu n stan cias exteriores, y en parte tam biŽn, por circu n stan
cias psicol—gicas.
U n gru p o aristocr‡tico que h a y a de actuar com o totalidad,
La cantidad en los grup os sociales 61

debe ser abarcable p ara todos sus in d iviu d o s. E s to s tienen que


conocerse u n os a otros personalm ente, de m an era que los p a
rentescos y cru zam ien to s se ram ifiq u en por toda la corpora
ci—n y puedan perseguirse f‡cilm ente. P o r eso, el hecho de que
las aristocracias h ist—ricas, desde E sp a rta h asta V en ecia , m a
nifiesten la tendencia a la m ay o r lim itaci— n n u m Žrica p osi
ble, no es debido s— lo a la rep u gn an cia ego’sta a com p artir el
dom inio, sino a l conocim iento in stin tivo de que las con di
ciones v ita les de u na aristocracia no pueden cum plirse sino
dentro de un nœm ero escaso de elem entos, nœm ero lim itad o ,
no s—lo relativa, sin o ab solutam en te. E l derecho de prim oge-
nitura, cu ya n a tu ra le za es aristocr‡tica, co n stitu ye el m edio
para im pedir las exp an sion es. S — lo sobre su sup u esto fu e p osi
ble la an tigua le y tebana que p ro h ib ’a au m en tar el nœm ero
de posesiones rurales, y la le y corin tia, que disp on ’a que
el nœm ero de fa m ilia s fuese siem pre el m ism o. E s caracter’s
tico, en este sentido, el h echo de que en u n a ocasi—n h a b la n d o
P la t— n de lo s o ligo i dom inantes, lo s lla m e los Ç-no nu m ero
sos?. C u a n d o u n a corporaci—n aristocr‡tica deja cam po abier
to a las tendencias dem ocr‡tico-cen ti’fu gas, que suelen ap are
cer al verificarse el tr‡n sito a com unidades m ayores, se pierde
en contradicciones m ortales con su propio p rin cip io vita l,
como le ocurri— a la n ob leza de P o lo n ia . E n lo s casos m ‡s
felices, esta contradicci—n se resuelve sencillam ente por tran s
form aci—n en la fo rm a social dem ocr‡tica. A s ’, p or ejem plo, la
an tigu a com u nidad lib re de los cam pesinos, en G e rm a n ia
Ñ en la que rein aba la com pleta igu a ld ad person al de sus
m iem bros Ñ era aristocr‡tica; sin em bargo, a l con tin u arse en
las ciudades, se convirti— en la fuente de la dem ocracia. P a r a
evitar esto, no cabe sin o fija r u n l’m ite rigoroso de au m en to ,
y oponer la cerraz—n cu a n tita tiva del grupo a todos los ele
m entos que pretendan entrar y que acaso ten gan derecho
a hacerlo. P o r cierto que a m enudo es en estos m om entos
cuando aparece clara la n a tu ra le za aristocr‡tica de u n a corpo-
raci—n. E s ta adquiere conciencia, a l unirse fren te a los que
Pretenden am p liarla. A s ’, la a n tig u a organ izaci— n g en tilicia
Parece haberse tran sform ad o en. u n a aristocracia p ropiam en te
dicha, p or el hecho de que u n a p o b laci— n ex tra– a p retendi—
lrrum p ir en la s com unidades gen tilicias, en nœm ero h arto ele
62 Sociolog’a

va d o p a ra poder ser ad m itid a grad u alm en te en las agru p a cio


nes de parentesco. F ren te a esta am p liaci—n del gru p o, las
asociacion es gen tilicias, esencialm en te lim itad as, s—lo pud ie
ron sostenerse en form a aristocr‡tica. A n ‡ lo g a m en te, la g u il-
da de C o lo n ia , R ich erzech e, estaba form ada originariam ente
por la to ta lid ad de los ciu dadano s libres; pero, a l au m en tar la
p o b la ci— n , se convirti— en u n cuerpo aristocr‡tico, cerrado a
tod os los intrusos.
E s cierto que esta tendencia de las aristocracias p ol’ticas
a Çno ser num erosasÈ conduce ordinariam ente, no a la con
servaci—n, sino a su dism in uci—n y extinci—n. \ esto, n o s—lo
por m otivos fisiol—gicos, sino porque lo s gru p os peque–os y
cerrados se distinguen , en general, de los grandes, en que los
m ism os destinos que fortalecen y ren u evan los prim eros
d estru yen lo s segundos. U n a guerra in fo rtu n a d a que arru in a
a u n peque–o E stad o -ciu d ad puede regenerar a un E stad o
grande. Y esto, no s—lo por las razones extern as,'q ue se com
prenden a sim ple vista, sin o porque la relaci—n entre las fu er
zas de reserva y las energ’as actuantes es, en am bos casos,
m u y diferente. L o s gru p os peque–os y de o rga n iza ci— n centr’
peta em plean todas las fu erzas de que disponen, y las gastan.
E n cam bio, los grandes gru p os tien en m uchas fu erzas en
estado laten te, no s—lo en sentido relativo, sin o absoluto. E l
todo, con sus exigencias, no acapara a todos los m iem bros
constante y totalm ente, sin o que puede perm itirse conservar
energ’as sin hacer de ellas uso social. Y estas energ’as, en caso
necesario, so n evocadas y a ctu a liza d a s. P o r eso, cuando las
circun stan cias e x c lu y e n lo s peligros que ponen en actividad
ciertas energ’as sociales intactas, pueden ser perfectam ente
adecuadas m edidas de lim ita ci— n num Žrica, que in clu so se
refieran a la procreaci—n. E n la s m o n ta– as del T ib et rein a la
poliand ria, con v e n ta ja p ara la colectividad, como reconocen
in clu so a lg u n o s m isioneros. E l suelo es ta n in fecu nd o en ellas
que u n crecim iento r‡pido de la p o b laci— n p roducir’a la m a
y o r m iseria, y la p o lian d ria es u n m edio excelente p ara pre
ven irla. C u a n d o o’m os decir que entre los b osqu im an os la
infecundidad del suelo es tanta que en ocasiones tien en que
separarse las fam ilias, parŽcenos m u y ju s ta la disp osici—n que
lim ita la s fam ilias a u n a exten si—n com patible con la s dispo-
1.a cam id‡d cn lo* grup os sociales

nubilidades de su bsistencia, precisam ente en interŽs de la u n i


dad y del v a lo r social, que se b a sa en la u n id ad . E l p eligro de
la lim itaci—n cu a n tita tiva queda prevenido cn estos casos por
las condiciones exteriores de la vida del gru po y por sus con
secuencias para la estructu ra in terio r del m ism o.
C u a n d o u n c’rculo peque–o som ete las personas a su u n i
dad, en proporciones considerables, especialm ente en grupos
pol’ticos, tiende a ad o p tar u n a actitud m ‡s decidida 1 ron te a
las personas, frente a lo s problem as reales y trente a otros
c’rculos. E l c’rculo grande, en cam bio, dada la p lu ralid a d y
diversidad de sus elem entos, fom enta o soporta pruebo m enos
ta l actitud. L a h isto ria de las ciudades griegas e ita lia n a s y la
de los cantones su izo s m uestra que la s com unidades peque
–as, p r— xim as u n as a otras, si no lleg an a constituirse en
federaci—n, suelen v iv ir en h o stilid ad abierta o latente. L a g u e
rra y el derecho bŽlico so n a ll’ m ‡s duros y. sobre todo, m‡s
radicales que entre los grand es E stad o s. E sto se explica por la
falta de reservas, de elem entos indeterm inados y de tra n si
ci—n, que dificu ltan toda m odificaci—n y adecuaci—n; p or lo
cual, como tam biŽn por sus condiciones exteriores y p or su
configuraci—n sociol—gica fu n d a m e n ta l, encuŽntranse estos
peque–os c’rculos m ‡s veces ante cuestiones de ser o no ser.
Frente a estos rasgos t’p icos de los c’rculos peque–os, harŽ
re sa lta rÑ con selecci—n necesariam ente a rb itraria Ñ lo s s i
guientes rasgos, entre m uchos, que caracterizan sociol—gica
mente los grandes c’rculos. P arto d el hecho de que los g ra n
des c’rculos, com parados con los peque–os, parecen m ostrar
un m enor grado de rad icalism o y decisi—n en la actitud. P ero
esto requiere u n a lim itaci—n . Justam ente cuando entran en
m ovim iento grandes m asas Ñ en asuntos pol’ticos, sociales,
religiosos Ñ , m an ifiestasen en ellas un radicalism o ciego: es
la victoria de los partidos extrem os sobre ios m oderados. E sto
depende, en prim er lugar, de que las grandes m asas s—lo pue
den ser m ovidas y dirigid as por ideas sim ples; lo que es
com œn a m uchos h a de ser asequ ible a lo s esp’ritus m‡s
Çajos y p rim itivos. T am p o co p o dr‡n ser m uchas las perso
nalidades de elevado n ivel y bien diferenciadas que coinci-
*¥ an en ideas e im p u lso s com plicados y refinados; solam ente
Co-ncidir‡n en los que sean relativam en te sen cillos y de un
64 S ociologi,.

car‡cter general h u m an o. A h o r a bien; las realidades en que


h a n de verificarse pr‡cticam ente la s ideas de la m asa son
siem pre com plicadas y est‡n com puestas de un g ra n nœm ero
de elem entos m uy divergentes. A s ’. pues, s—lo las ideas sim
ples podr‡n actuar, y actuar‡n siem pre, de un m odo parcial,
inconsiderado, radical. E ste car‡cter se acen tuar‡ tod av’a m‡s
cuando se trate de la conducta de u n a m asa que se encuentra
actualm ente reunida. E n tales casos, la s incontables su ges
tiones, que v a n y vienen, determ inan u n a extraord in aria
agitaci— n nerviosa, que con frecu encia arrastra a l individ uo
sin darse cuenta, en grosan do los im pulsos, como olas, y con
virtiendo a la m asa en b o t’n de la p erson alid ad m ‡s a p a s io
nada. P o r esa raz—n se h a considerado como un m edio esen
cial de m oderar la dem ocracia la regla de que las votaciones,
en el pueblo rom ano, se verificasen p o r gru p os fijos Ñ tri-
butim et centuriatim d escriptis ordinibus, classibus, Àctatibus.
etcŽtera Ñ , a l paso que las dem ocracias griegas votab an u n i
tariam ente b ajo la im p resi—n inm ediata del orador. E sta
fu si— n de las m asas en un sen tim ien to que suspende toda
peculiaridad y reserva de la p erson a, es, en su contenido, de
u n radicalism o ta n absoluto, tan ajeno a toda m ediaci—n y
ponderaci—n, que conducir’a a resultados irrealizab les y des
tructores, si la m ay o r parte de las veces la consecuencia de
aq u ella exageraci—n no estuviese y a com pensada por de
caim ientos y reacciones interiores. A gre g œ e se a esto que las
m asas Ñ en el sentido de que aqu ’ se trara Ñ tienen poco que
perder, m ientras que creen poder gan arlo todo. E n esta s itu a
ci—n, suelen ser derribados todos los obst‡culos que se o p o
nen al rad icalism o. A d e m ‡ s, los gru p os o lvid a n con m ‡s fre
cuencia que lo s in divid uos que su poder tiene l’m ites; y lo
o lvid a n tan to m ‡s f‡cilm ente cuanto m ‡s desconocidos son los
m iem bros entre s’, como sucede en u n a m asa grande, reun id a
casualm ente.
A p a r te este radicalism o, que por su car‡cter puram ente
sentim ental se encuentra, sin duda, en los grandes gru p os,
puede observarse, en general, que los partidos peque–os sor.
m ‡s radicales que los grandes, n atu ralm en te dentro de los
l’m ites que im pone la ideolog’a co n stitu tiva de cada partido.
E l radicalism o a que aqu ’ nos referim os es el sociol—gico; es
u cantidad en los grup os sociales 65

decir, el que se fu n d a en la entrega sin reservas del in d iv i


duo a la tendencia del gru p o, el que consiste en la rigorosa
determ inaci—n del grupo, frente a form aciones vecin as, p or la
necesidad de conservaci—n, el que se basa en la im p o sib ilid a d
de incluir, dentro del m arco estrecho de u n a p lu ralid a d , cier
tas aspiraciones y pensam ientos am p lios. E l radicalism o,
como teor’a, es b astan te indep en diente de esto. S e h a n o ta
do que en la A le m a n ia a ctu a l (antes de l9l 4) los elem entos
conservadores-reaccionarios se ven obligad os a m oderar el
radicalism o de sus pretensiones, justam en te por cau sa de su
fuerza num Žrica. E s t‡ n form ados por tantas y ta n diversas
capas sociales, que no pueden perseguir en l’n e a recta, h asta
el final, n in g u n a de sus direcciones, sin causar recelos en a lg u
nos de los elem entos de que se com ponen. Igu alm en te el p ar
tido socialdem —crata se ha v isto obligado, p o r su exten si—n
cuantitativa, a d ism in u ir su rad icalism o cu a lita tivo , a conce
der cierto m argen a la s h erej’as, a consentir, si no expresa
mente, de hecho a l m enos, a lg œ n a b lan d am ien to de su irre-
ductibil’dad.
L a ab solu ta cohesi—n de los elem entos, base so cio l—
gica que hace posible el rad icalism o, es tanto m‡s d if’cil de
mantener cuanto m ‡s va riad o s so n lo s elem entos in d iv id u a
les que trae consigo el crecim iento num Žrico. P o r eso, las
coaliciones de trabajad o res, cu yo fin es la m ejora de las
condiciones de trabajo, saben m u y b ie n que, a l au m en tar en
extensi—n, pierden en coh esi—n interna. P ero en estos casos la
extensi—n num Žrica tiene, por otra parte, la enorm e im p ortan
cia de que cada n u evo m iem bro lib ra a la coalici—n de u n
competidor, que p odr’a ser peligro so para su existencia. Y es
Que, indu dablem ente, surgen condiciones de vid a com pleta
mente especiales p ara aqu ellos gru p os que se fo rm a n dentro
otro grupo m ayor, y cu yo prop—sito ideal consiste en re
u n ir en su seno todos lo s elem entos que caen bajo los m ism os
supuestos. E n sem ejantes casos suele regir el p rin cip io de:
0 conm igo o con tra m ’. L a s p erson alidades que, por decirlo
pertenecen idealm en te a l grupo, segœn las pretensiones de
este, le causan u n p erju icio positivo con su m era indiferen cia
y ausencia: b ien porque com piten con Žl, com o sucede en el
caso de las coalicion es obreras; bien porque su m in istra n ele
66 S ociolog’a

m entos p ara c[ue los de afu era m id en el poder del grupo; bien
porque el grupo no puede form arse com o no sea in clu yen d o a
todos los elem entos: p o r ejem plo: en m ucb os carteles in d u s
triales. P o r consiguiente, cuand o a u n grupo se le plantea
la cuesti—n Ñ en m odo a lg u n o ap licab le a todos Ñ de to ta
lid ad , la cuesti—n de si todos lo s elem entos a que se extiendo
su p rin cip io est‡n realm ente conten idos en Žl, b a y que dis
tin g u ir cuidadosam ente las consecuencias que se derivar,
de esta totalidad y las que se d erivan de su tama–o. C la ro
est‡ que el gru p o ser‡ m ‡s grand e si est‡ com pleto que s’ est‡
incom pleto. P ero lo que tiene im p ortancia para ciertos grupos
n o es la p u ra cantidad, sin o el problem a Ñ derivado Ñ de si
con esa can tidad queda rellen a cierta ‡rea prefijada. A s ’, en el
caso de la s coalicion es obreras las desven tajas que, por pŽrdi
da de co b esi— n y u n id ad , trae consigo el mero aum ento n u
m Žrico, est‡n com pensadas por las ven ta ja s an tag—n icas que
resu ltan de la m ayo r ap roxim aci—n a la totalid ad .
E n general, las in stitucion es p ropias de lo s grandes c’rcu
los pueden explicarse com o com pensaciones o su stitu tivos de
la cobesi—n persona! e inm ediata que caracteriza los c’rculos
peque–os. S e trata de in stan cias que o rga n iza n y m ediatizan
las acciones rec’procas de los elem entos, actuando a s’ como
su sten t‡cu lo s de la u n id ad social, y a que Žsta ba dejado de
ser u na relaci—n de persona a persona. C o n este objeto su r
gen los cargos y representaciones; las leyes y los s’m bolos
de la vida social; las o rgan izacion es y los conceptos sociales
generales. D e la fo rm aci— n y fu n cio n am ien to de estas in s
tituciones tra ta este lib ro en num erosos pasajes; bastar‡,
pues, in d icar aqu ’ su relaci—n con el pun to de vista n u m Ž
rico. S — lo en grandes c’rculos se producen, puras y bien des
arro llad as, como form as abstractas del nexo social, y a que
la s form as concretas no pueden e x istir en gru p os de cierta
extensi—n. S u fin alidad, que se Tamifica en m iles de cualidades
sociales, descansa, en œ ltim o tŽrm ino, sobre supuestos nu m Ž
ricos. E l car‡cter tran sp erso n al y objetivo con que frente
a los in d ivid u o s se presentan esas encarnaciones de las ener
g’as sociales, procede justam en te de la m uchedum bre de ele
m entos in d ivid u ales activos. E l gran nœm ero de Žstos p a ra liza
lo in d iv id u a l y eleva lo gen eral a ta l altu ra, que aparece
i_a cantidad en los g ru p os sociales 67

c o m oa lg o existente por s’, com o a lg o que no necesita del in


dividuo, e inclu so m uch as veces com o algo an tag—n ico a l in
dividuo; an ‡logam en te a com o el concepto, que reœn e lo que
h ay de com œn en fen—m en os sin gulares y diversos, est‡ tanto
m‡s a lto sobre cada u no de ellos cuanto m ay o r nœ m ero com
prende; de m anera que precisam ente los conceptos m ‡s gene
rales, lo s que d o m in a n m ay o r c’rculo de in divid ualidad es
Ñ las abstracciones de la m etaf’sica Ñ adquieren u n a vida
separada, cu yas n orm as y desarrollos son a m enudo extra
–os o enem igos de lo s del in d ivid u o tan gible. P o r con si
guiente, el grupo grande, p ara conseguir la u n id a d que se
expresa en sus — rgan o s y en su derecho, en sus conceptos
pol’ticos y en sus ideales, h a de p agarla a l precio de u n a gran
distancia entre todas estas organizacion es y el in d ivid u o , con
sus ideas y necesidades; m ientras que, en la vida social de un
c’rculo peque–o, ob ran los in d iv id u o s inm ediatam ente, y son
inm ediatam ente tenidos en cuenta. A s ’ se exp lican las fre
cuentes dificultades con que tropiezan aquellos organism os
que encierran en su seno u na serie de asociaciones m ‡s pe
que–as, abarcadas por la grande; las situacion es reales son
m ejor conocidas y con m ‡s cuidado tratad as desde cerca que
desde lejos, m ientras que la s relaciones ju stas y regulares en
tre todas la s unidades se determ inan m ejor desde la le ja n ’a
del —rgano central. E ste dualism o se presenta constantem en
te, por ejem plo, en la p o l’tica de beneficencia, en los sin d ica
tos, en la ad m in istra ci— n de la ense–anza. L a s relaciones de
persona a persona, que co n stitu yen el principio vita l de los
c’rculos peque–os, no se com p agin an con la distancia y irial-
dod de las norm as objetivas y abstractas, sin las cuales en
cam bio los c’rculos grandes no pueden su b sistir (l).

(l) S u rg e a q u i u n a d ificu lta d t’pica de las rela cion es humana.Ç. E n n u estra s a c


titudes te—ricas y pr‡ ctica s, fren te a tod os los p osibles ob je to s, n os vem os co n sta n te -
tnente im p elid os a estar al p r o p io tiem p o d en tro y fu era de ellos. P o t ejem p lo: el <jae
kabla co n tra el u s o del ta b a co , tien e q u e fu m a r; y . p o r otra parte, cla ro c j que
n ¡ debe h a cerlo. E n efecto, Çi n o fu m a . le fa lta r‡ el co n o cim ie n to de lo s en ca n tos que
condena; y *i fu m a , n o es leg itim o que con d en e lo q u e p ractica. P a ra fo rm u la r una
op in i—n s obre las m ujeres, < cn p lu r a lÈ , ser‡ necesaria la exp erien cia d e rela cion es ’n ti-
rnÔ>a c o n ellas; pero tam biŽn ser‡ p reciso estar libre y a p artad o de d ich os rela cion es, que
deforman sentim entalm en te el ju ic io . S — lo cu a n d o estam os ju n to a u n a cosa , dentro
68 Sociologia

T o d a v ’a resu ltar‡n m ‡s claras la s diferencias estructura


les p roducidas por la s sim ples diversidades cu an titativas de
los gru p os, si atendem os a l papel que desem pe–an ciertos ele
m entos de em inente in flu en cia. N o s—lo ocurre el hecho evi
dente de que cierto nœm ero de tales elem entos tiene u n sen ti
do distin to en u n c’rculo grande que en u no peque–o, sino
que, con la m odificaci—n cu a n tita tiva del c’rcu lo, cam bia
tam biŽn la eficacia de aquellos in flu jo s, aun qu e su propia
cantidad aum ente o d ism in u y a en la m ism a proporci—n que
la del c’rculo. E l papel desem pe–ado por u n m illo n ario en
u n a ciudad de 10.000 habitantes, la situ a ci— n econ—m ica m edia
y la fison om ’a que este vecino presta a la ciudad, son com ple
tam en te distin tos de la sign ificaci— n que 5o m illo n a rio s o
cada uno de ellos tienen en una ciu dad de500.000 habitantes.,
aun qu e la relaci—n num Žrica entre el m illo n ario y sus con ve
cinos (que parec’a ser la œ n ica determ inante) sigue siendo
la m ism a. S i en u n partid o p arlam en tario de 20 in d ivid u os
h a y cuatro m iem bros que critican o a b an d o n a n el p rogram a,
esto tiene u n a im portancia m u y distinta, en la ideolog’a y
pr‡ctica del partido,, que si disponiendo Žste de 50 in d ivid u os
fu esen 10 lo s rebeldes. E n general, aun qu e la proporci—n n u
m Žrica perm anezca igu al, ser‡ m ayor la im portancia de los
disidentes en el m ay o r partido. Se b a dicho, en fin, que una
tira n ’a m ilitar, ceteris paribus, puede sostenerse tanto me
jo r cuanto m ‡s extenso sea su territorio; pues supon ien do
que el ejŽrcito com prenda el 1 por 100 de la p oblaci—n, ser‡
m ‡s f‡ c il d o m in ar a u n a poblaci—n de 10.000.000 con un
ejŽrcito de 100.000 hom bres, que a u n a ciudad de 100.000
b ab itan tes con 100 soldados, o a u n pueblo de 100 habitantes
con u n o . L o caracter’stico es, en estos casos, que los nœm eros
ab solutos del grupo total y de los elem entos en Žl influyen tes,

de ello, p oseem os s u co n o cim ie n to y com p ren si—n : p ero s — lo cu a n d o la distancia sup rim e
el c o n ta cto in m ed ia to, en tod os sen tid os, p oseem os la ob jetivid a d , a u e es tan necesaria
c o m o la p rox im id a d para ju z g a r. E ste d u a lism o d e la p ro x im id a d y la leja n ’a .
<jue ta n n ecesa rio es p ara la co n d u cta u n iform e, con trib u y e, en cie rto m o d o , a u n a de las
fo rm a s fu n da m en ta les d e nu estra vida y del p rob lem a vitaL U n o y el m ism o a su n to
n o p o d r‡ ser tra ta d o, p o r u n a parte, m ‡* 4 u c d en tro d e u n a a so c ia ci— n estrecha; m as,
p o r o tra , necesitar‡ serlo en una grande. H e acÁui u n a con tra d icci— n fo rm a l s o c io l— g i
ca , a u e c o n stitu y e u n ca so especial d e a cu e lla gen eral h u m ana.
L.a cantidad en los grupos-sociales 69

aunque p erm anezca idŽn tica su proporci—n nu m Žrica, deter


m inan diversam ente la s relaciones dentro del grupo. T o d o s
estos ejem plos, c[ue pueden aum entarse indefinidam en te,
m uestran que la s relaciones entre los elem entos sociol—gicos
dependen, no s—lo de la s cantidades num Žricas relativas, sino
tam biŽn ab solutas. S i designam os los elem entos de este gŽne
ro, lla m ‡ n d o lo s partid o dentro del grupo, entonces direm os
que la proporci—n del p artid o frente a la to talid ad se m odifica,
no s— lo cuando, perm aneciendo ig u a l la œ ltim a, sube o b a ja
el partido nu m Žricam ente, sin o tam b iŽn cuando esta m od ifi
caci—n afecta en la m ism a m edida a l todo y a la parte. C o n
esto queda se– alad a la im p o rtan cia sociol—gica de la m agnitud
o pequenez d el c’rcu lo total , frente a las relaciones num Žricas
de los elem entos, a la que parece a prim era v ista referirse œ n i-
roente el sentido de los n œ m eros para las relaciones interiores
de los grupos.
L a diferencia fo rm a l que en la conducta social de los in d i
viduos introduce la can tidad o m agnitu d del grupo, no s—lo se
m anifiesta en la m era efectividad, sino que tam biŽn cae bajo
la categor’a de la n orm a, del deber. Y donde m ‡s claram ente
se aprecia esto es q u iz‡ en la diferencia entre la costum bre y
el derecko. D ijŽ ra se que en los pueblos arios, los prim eros
v’n cu los que lig a n el in d iv id u o a u n orden de v id a tran sin d i-
vidu al, nacieron de un in stin to o concepto p rim ario que sig
nificaba precepto, ob ligaci— n , deber en general. E s ta Çnorm a-
ci—nÈ indiferen ciada, se declara, por ejem plo, en eldharma de
los in d io s, en la tem is de los griegos, en el fas de los latin o s.
L as regu laciones p articulares, en las esferas de la religi—n , la
m oral, la convenci—n, el derecko, son ram ificaciones de aquel
in stin to n o rm ativ o , que es la u n id ad p rim ordial de tod as esas
form as diferenciadas.
E n contra de la op in i— n , segœn la cu al la m oral, la cos
tum bre y el derecko, se k a n desarrollado como brotes p arale
los, por decirlo as’, de aqu el germ en origin ario, creo y o que
lo que llam am os costum bre co n stitu ye la form a actu al de
aquel in stin to n o rm ativ o p rim ario y representa aqu el estado
^ d iferen cia d o , de donde las form as del derecko y de la m oral
Surgen en distin tos aspectos. L a m o ralid ad s—lo nos interesa
a 3u ’ en cuanto representa la conducta del in d iv id u o frente a
7C S ociolog ie

otros in d ivid u o s o frente a las com unidades; es decir, en cu an


to tiene el m ism o contenido que la costum bre y el derecho.
L a diferencia est‡ œnicam ente en que ese otro sujeto, merced
a cu y a contrap osici—n se desarrolla en el in d ivid u o la form a
de la conducta m oral, reside., en el in d ivid u o m ism o. A s ’ como
el in d iv id u o se escinde a l decir: y o s o y Ñ contraponiŽndose a
s’ m ism o como 'sujeto que sabe y com o objeto sabido Ñ , es
c’ndese tam biŽn al decir: y o debo. L a relaci—n de dos sujetos,
relaci— n que aparece como im perativo, se repite en el alm a
in d iv id u a l, merced a la capacidad fu n d am en tal de nuestro
esp ’ritu de contraponerse a s’ m ism o, viŽndose y trat‡ndose
como si fu era otro. (N o tratarŽ a q u ’ el problem a de si en esto
h a y u n a transposici—n de anteriores relaciones em p’ricas in
terin d ivid u ales, que se p asan a l terreno del alm a in d iv id u a l, o
s’ ese im p erativo brota de la pura espontaneidad.) P o r otra
parte, u n a vez que las form as de norm aci—n se h an apoderado
de determ inados contenidos, em anc’panse Žstos de sus p rim i
tivos susten t‡cu los sociol—gicos y se exa lta n b a sta adquirir
u n a necesidad propia que llam am os necesidad ideal. E sto s
conten idos Ñ m aneras de conducirse o estados internos de los
sujetos Ñ son entonces valiosos por s ’ m ism os, sondebidos; y
el hecho de que tengan n atu raleza social o algu n a im portancia
so cia l, no decide y a exclu sivam ente sobre su acento im p erati
vo, el cu al m ‡s bien brota de su sentido y v a lo r objetivo-ideal.
P ero n i aq u ella figura personal de la m oralidad, ni esta
evo lu ci— n de las tres norm as en el sentido de la im portancia
o b jetiva y sup rasocial, im piden que sus contenidos sean con
siderados a q u ’ como fin alidades sociales, y aqu ellas tres fo r
m as, como seguridades de su realizaci— n por el individ uo. Son
realm ente formas de la relaci—n interna y externa del in d iv i
duo con u n grupo social; pues el idŽntico contenido de esta
relaci—n h a adoptado, hist—ricam ente, ora u p a , ora otra de es
tas form as o m otivaciones. L o que en u n a Žpoca o en u n lu g a r
era costum bre, h a sido en otro lugar, o m ‡s tarde, derecho po
l’tico, o h a quedado ab an donado a la m o ral personal; lo que
estaba g aran tizad o por la coacci—n legal, se h a transform ado
luego en m era costum bre; lo que estaba ab an donado a la con
ciencia del individ uo, h a sido con frecuencia, despuŽs, exigido
legalm ente p o r el E stad o , etc. L o s tŽrm in os extrem os de esta
La cantidad en los grupos sociales 71

serie so n el derecho y la m oral, ocupando en cierto m od o el


centro, la costum bre, de la que K an nacido aqu Žllos. £1 dere
cho tiene, en la le y y en lo s poderes ejecutivos, los — rgan o s d i
ferenciados que le sirv en p ara circunscribir exactam ente sus
contenidos y p ara ex igir coactivam ente su cum p lim ien to; p or
eso se lim ita con raz— n a los supuestosindispensables de la
vida social: lo que la gen eralid ad puede exigir in co n d icio n a l-
mente a l in d iv id u o , eso es lo que debe exigirle. E n cam bio, la
m oral lib re del in d iv id u o no posee o tra ley que la que Žs :e se
dicta autom ‡ticam ente, desde s u propia intim idad, n i otro p o
der ejecutivo que la p ropia conciencia. P o r eso su dem arcaci—n
abarca en p rin cip io la to talid ad de la conducta; pero es claro
que, en la pr‡ctica, tien e en cada caso l’m ites accidentales y
oscilantes (l).
P o r m edio de la costum bre, cada c’rculo se asegu ra la

(l) E l d erech o y 1Ç m o ra l surgen, p&rt passtt, en un. re c o d o d e la e v o lu ci— n


social. E llo se refleja en el sen tid o i d e o l— g i c o d e a m b os, que, m ‡s d e lo q u e p a rece a
prim era vista, se refieren el u n o al o t r o . C u a n d o la co n d u cta estricta del in d iv id u o ,
que com p ren d e to d a u n a vid a re c u la d a p o r 1Ç costu m b re, ccd c a n orm a s generales de
derecho, q u e se a le ja n m u c h o d e t o d o l o in d iv id u a l, es d e interŽs s o cia l el n o dejar
aban don ad o a s ’ m ism a la lib e rta d a s’ lo g r a d a . L o s im p erativos m ora les co m p le ta n lo*
ju r’d icos, lle n a n d o lo s v a c’o s p r o d u c id o s p o r la desa p a rici—n de la co stu m b re , reg u la
dora gen eral de la -rida. F ’e n te o la costu m b re, la s otras d os form a s de n o r m a ci— n
trasladan el ord en p o r encim a del in d iv id u o y, al m is m o tiem p o, d e n tro d el in d iv id u o .
Pues cu alesqu iera q u e sean lo s va lores p ersonales >- m eta firicos que representen
la con cien cia y la m o ra lid a d a u t— n o m a , su v a lo r s o cia l, œ n ico d e q u e a q u ’ se tra ta ,
w t— en su enorm e u tilid a d p ro fil‡ ctica . E l d erech o y la costu m b re a fecta n a la a ctiv i
dad de la v o lu n ta d en su a sp ecto ex terior y en s u re a liza ci— n ; a ctœ a n prev en tiv a m en te
V p o r el m ied o. P a ra h a cer su p e rflu o este m o tiv o necesitan la m a y o r’a d e las veces
n o siem pre Ñ ser a cog id a s a p o s t e r io r / en la m ora lid a d person a l. P e r o Žsta se h a lla en
1Ò * ra’ces d e la a cci— n ; m od ifica l o m ‡s in te rio r del s a je to . h a sta q u e Ž ste llega a xe o li-
p or s ’ m ism o la a ctiv id a d ju sta , s in recu rrir a l a p o y o de a q u e llo s p od eres rela tivos,
c*tcriorea. A h o r a b ien, la s o cie d a d n o tiene n in g œ n interŽs en la p e rfe cci— n p uram ente
W oral d el s u je to ; s — lo le im p orta d ich a p e rfe cci— n Ñ y la fo m en to Ñ p o r cu a n to re p rc-
* Ç u a la m a y o r ga ra n t’a im a g in a ble p a ra las a ccion es sociales œtiles de este s u je to . E n
hÈ m ora lid a d in d iv id u a l, la socied ad se crea u n — rg a n o , n o s — lo m u ch o m ‡s eficaz que
el derecho y la co stu m b re , s in o q u e, adem ‡s, l e a h o rr a los g a stos e in co m o d id a d e s de
**tai Institu cion es; c o m o igu alm en te l a ten d en cia de la socied ad a p lan tea rse esdgen-
Cia* lo m ‡s equitativas p osib les en g en d ra la Çtra n q u ilid a d de c o n c ie n c ia È , c o n lo cu al
*1 in d iv id u o "#recom p en sa a si m ism o p o r su buena co n d u cta , q u e, a n o ser p o r esto,
Probablem ente h a b r’a de estar ga ra n tiz a d a de a lgœ n m o d o p o r el d erech o o la c o s
am b re.
72 S ociolog’a

conducta adecuada de su s m iem bros a ll’ donde la coacci—n del


derecho no tiene cabida, n i la m oral in d iv id u a l À a r a m ia b a s
tante. A s ’, la costum bre, que era la œ n ica recu laci—n de la vid a
en el tiem po en que las otras form as de norm aci—n diferen cia
da no e x ist’a n a œ n o e x ist’a n s—lo en germ en, actœa h oy com o
com plem ento de las otras dos. C o n esto queda indicado el
lu g a r que soci—logam ente ocupa. L a costum bre se sitœa entre
el c’rculo grande, en el que los m iem bros est‡n som etidos a l
derecho, y la in d ivid u alid ad ab solu ta, sujeto de la m oralidad
libre. Pertenece, pues, a los c’rculos m ‡s estrechos, a las fo r
m aciones interm edias entre los grupos a m p lio s y el individ uo.
C a s i tod as la s costum bres son costum bres de clase o profesi—n.
S u s m anifestaciones: conducta exterior, m oda, h onor, d om i
n a n ta n s—lo en cada u n a de las su b d ivision es del g ra n grupo
en que im pera el derecho; y en cada u no de esos subgrupos
tienen y a otro contenido (l). F ren te a u n a vio laci— n de las
b uen as costum bres s—lo reacciona el c’rculo estrecho de aq u e
llo s a quienes h a afectado o que h an sido testigos de ella; a l
paso que u n a vio laci— n del orden ju r’dico provoca la reacci—n
de toda la com unidad. C o m o la costum bre no tiene m ‡s poder
ejecutivo que la op in i— n pœblica y ciertas reacciones in d iv i
duales que se a–aden inm ediatam ente a Žsta, es im p osible que
la adm inistre u n c’rculo grande. E s un hecho de experiencia,
que no necesita m ayo r exp licaci—n, el de que la s costum bres
de los com erciantes perm iten u ordenan cosas distin tas que las
de la aristocracia; y las de un c’rculo religioso, que la s de uno
literario, etc. E sto revela que el contenido de la costum bre
consiste en las condiciones p articulares de que ba m enester
todo c’rculo reducido, que no dispone para g a ra n tiza rla s n i
del poder coactivo del derecho pol’tico, n i de im p u lsos m ora
les aut—n om os dignos de com pleta confianza.
L o œ n ico que estos c’rculos tienen de com œn con lo s p ri
m itivos (con los cuales com ienza p ara nosotros la h istoria
social) no es otra cosa que la escasez num Žrica. L a s form as
v ita les que b astab an entonces a l c’rculo, dada su fuerte cohe-

(l) V ’ a s e la discu si—n Ço b re la t o n n a i o d o l — i i c a del h o n o r en lo s ca p ’tu los c o n


sagrad os a 1* È u t o c o n je r v a d — n de loa Àxu p oa y al cru za m ien to de lo s c’rcu los.
1j cantidad en ios grup os sociales

si—n, se k a n traslad ad o a sus su b d ivisio n es a m edida que el


c’rculo to ta l k a ido creciendo. E n estas su b d ivisio n es est‡n,
en efecto, contenidas aqu ella p osibilid ad es de relaci—n perso
nal, aq u ella igu ald ad ap ro xim ad a de los m iem bros, aquella
com unidad de intereses e ideales que son necesarios para que
pueda dejarse la regu laci— n social a cargo de n orm as tan pre
carias y el‡sticas com o la s de la costum bre. C u a n d o los ele
mentos crecen en can tidad k‡cense m ‡s independientes, y en
tonces desaparecen esas condiciones para el c’rculo total, k a
fuerza o b ligato ria de la costum bre resulta dem asiado peque–a
para el E sta d o y dem asiado grande para los individ uos; m ien
tras que su con ten id o,'p or el contrario, es dem asiado grande
para el E stad o y dem asiado peque–o para lo s in divid uos.
A q u Ž l pide m ayores g aran t’as, Žstos m ayor libertad; y por
eso, cada elem ento s—lo se encuentra som etido a la costum bre
en aqu ellos aspectos en que pertenece a c’rculos m edios.
S i el c’rculo grand e fo m en ta y perm ite mejo^ que el m e
diano o peque–o la severa y ob jetiva norm a del derecho, es
porque sus elem entos g o za n de u n a m ayo r libertad, m ovilidad
e in d iv id u a liza ci— n . M erced a l derecho, las constricciones so
cialm ente necesarias quedan determ inadas exactam ente y k a n
de ser observadas escrupulosam ente. P o r otra parte, esta o rga
n izaci—n resulta m ‡s soportable para el in d ivid u o, porque fu e
ra de esas ob ligaciones im prescindibles, le concede m ay o r es
pacio libre para desenvolverse. E sto se ve tanto m ‡s claro
cuanto m ‡s tiene el derecho Ñ o la norm a que asp ira a serlo Ñ
un car‡cter de im pedim ento o prohibici—n . E n tre lo s ab or’ge
nes del B ra sil est‡ p ro h ib id o en gen eral casarse con la propia
herm ana o con la h ija del h erm ano. E ste precepto se observa
tanto m ‡s severam ente cuanto m ay o r es la tribu; a l paso que
cu hordas peque–as, que viv e n en el aislam iento, es frecuente
la u n i— n de h erm anos y h erm anas.
E l car‡cter p roh ib itivo de la norm a Ñ m ‡s propio del
derecho que de la costum bre Ñ se acom oda m ejor a los c’rcu
los grandes, porque Žstos ofrecen a l in d ivid u o m uch as m‡s
com pensaciones p ositivas que los peque–os. E l aum ento del
‡tupo favorece la conversi—n de sus norm as en form as ju r’d i-
-^ s. E sto se m an ifiesta, por otra parte, en el h echo de que las
N o d a c io n e s de peque–os g ru p o s p ara form ar un gru po m ayor,
74 Sociolog’a

se Kan llevad o a cabo m uch as veces con el prop—sito de fa c ili


tar la ad m in istra ci— n de justiciaÈ y su u n id ad se b a ila bajo e)
sign o exclu sivo de u n derecho u niform e. A s ’ la county de los
E stad o s de N u e v a In g laterra no era originariam ente m ‡s que
u n a agregaci—n detowns para ju d icia l purposes.
H a y aparentes excepciones a este nexo., que u ne la dife
ren cia entre la form a social de la costum bre y del derecho a la
diversa m agnitu d de los c’rculos. L a s p rim itivas unidades po
p u lares de las tribus germ ‡nicas, sobre las que fu eron edifica
dos los grandes rein os franco, inglŽs, sueco, sup ieron reser
varse durante largo tiem po la adm in istraci—n de justicia, que
relativam en te tarde pas— a ser atrib u ci—n del E stad o . P o r otra
parte, en las relaciones in tern acio n ales m odernas dom inan
m uch as costum bres que no h an sido elevadas todav’a a l rango
de derecho; h a y a lg u n as form as de conducta que dentro de los
E sta d o s p articulares est‡n fijadas por el derecho, y que en las
relaciones exteriores, o sea en el c’rculo m ‡s am plio, quedan
ab an d o n ad as a la form a m ‡s su e lta de ’a costum bre. R esolver
esta contradicci—n no es d if’cil. L a m agnitu d del c’rculo s—lo
favorece la fo rm a ju r’dica, en la m edida en que la p lu ralid ad
de su s elem entos se reœne en unidad. S i lo que perm ite a tri
b u ir a l c’rculo u n a unidad es sim plem ente un nœm ero de
contactos sueltos y no u n a cen tralizaci—n fija, entonces la de
sig n a ci— n de ÇunoÈ tiene un car‡cter netam ente relativo. L a
u n id a d social es un concepto que adm ite grados; y si cierta
form a de regu laci—n viene exigida por cierta cantidad o m ag
n itu d del c’rculo, puede suceder que a diferente cantidad de
m iem bros corresponda, sin em bargo, la m ism a form a, y a
igu a l cantidad, d istin ta form a, si es distinto el grado de u n i
dad que la sostiene y por la que est‡ sostenida. P o r consi
guiente, n o se m enoscaba la im p ortan cia de las relaciones
nu m Žricas por el h echo de que un c’rculo grande, a conse
cuencia de su especial condici—n, tenga que ren u n ciar a la fo r
ma ju r’d ica de sus n o rm as como h acen los c’rculos peque–os.
A q u e lla s organ izacion es p o l’ticas de los p rim itivos tiem pos
germ ‡nicos no pose’an aœn la cohesi—n de los elem entos que
cuando existe en gru p os grandes, es tanto causa com o efecto
de su con stitu ci—n ju r’dica. Y asim ism o ciertas norm as se pre
sen ta n como m eras costum bres en la s relaciones, tanto colee-
I 3 cantidad en los grup os sociales 7h

uvas como in d ivid u ales, de los E stad o s m odernos, porque


falta la u n id ad sobre las partes, que es sosten del orden ju r ’
dico, y que en los c’rculos peque–os o de poca cohesi—n queda
sustitu id a por u n a acci—n in m ed iata rec’proca entre sus ele
mentos. P ero a esto es a lo que responde ju stam en te la cos
tum bre como form a de regu laci—n . D e este m odo se ve c—mo
justam ente las excepciones aparentes con firm an la conexi—n
que existe entre la costum bre y el derecho, por un lado, y la
cantidad de los c’rculos, por otro.
C la ro est‡ que los conceptos de c’rculo grand e y peque–o
son de u n a extrao rd in aria b a steza cien t’fica, ab solutam en te
indeterm inados y s—lo u tiliza b le s p ara m ostrar la dependencia
en que, por lo general, la fo rm a sociol—gica est‡ con respecto
a la cantidad nu m Žrica del grupo. N o sirven de n in g œ n m odo
para m ostrar la proporci—n efectiva que h a de existir entre la
form a y la cantidad. Y sin em bargo, q uiz‡ no sea im p o si
ble en todos los casos determ inar con m ayor exactitud esa
proporci—n. D esde luego ser’a u n a em presa fan t‡stica para
nuestro saber actual, y en m ucho tiem po, reducir a valores
num erales exactos las form aciones y relaciones h a sta aqu ’
consideradas; pero dentro de m‡s m odestos l’m ites y a pueden
indicarse h o y algu n os rasgos de las socializacion es que tien en
lugar entre u n nœm ero lim itado de personas y que se caracte
rizan por esa lim itaci— n . E n u m e rarŽ a lgu n o s casos que sirvan
de ejem plo de la regi—n interm edia entre la com pleta indeter
m inaci—n num Žrica y la determ inaci—n num Žrica perfecta, ca
sos en los que la cantidad tiene ya algu n a im p ortan cia socio
l—gica, sin que pueda llegarse tod av’a a su fijaci—n exacta en
concreto.
1. E l nœm ero actœa com o prin cipio de d ivisi— n del grupo,
es decir, que las partes de Žste, a que se llega por d ivisi— n , son
consideradas com o u nidades relativas. M ‡s tarde in sistirŽ en
la im portancia especial! de a lg u n o s nœm eros; aq u ’ nos basta
indicarla como prin cipio. E l hecho de que un grupo total, que
se siente unitario, se divida, y no en superior e in ferior, en
dom inantes y dom inados, sino en m iem bros coordinados,
constituye u n o de los m ‡s enorm es progresos realizad os por
la h um anidad; es la estructura an at—m ica en que se fu n d a
m entan los m ‡s elevados procesos org‡nico-sociales. L a d iv i
S ociolog’a

si—n no puede hacerse m ‡s que: o segœ n las ascendencias de


cada u n o , o p o r asociaciones v o lu n ta ria s, o por a n alog’a de
ocupacion es, o p o r clasificaci—n en distritos locales. A estos
p rin cip io s se agrega el num Žrico, que divide por u n nœm ero
determ inado la sum a de hom bres o fam ilias existentes, fo r
m an d o a s’ sub divisiones igu ales en cantidad; frente a cada
u n a de estas su b d ivision es, el todo se com porta, poco m ‡s o
m enos, com o ellas frente a sus in divid uos.
A h o r a bien; este p rin cip io es ta n esquem ‡tico que para
lle g a r a realizarse tiene que com pletarse con otro m ‡s concre
to, y la s sub division es, num Žricam ente igu ales, se com ponen
de gentes en cierto m odo p r—xim as (parientes, am igos, veci
n o s), o de elem entos igu ales, o de elem entos desiguales, pero
com plem en tarios. L o esencial es que la unidad num Žrica s u
m in istra el prin cipio fo rm a l de divisi—n . P ero no decide nunca
por s’ sola, sin o que representa u n p apel que oscila entre un
m ‡xim o y u n m ’nim o. A s ’, por ejem plo, las tribus n—m adas,
que carecen de contenidos v ita le s estables, no tienen m uchas
veces o tra p osib ilid ad de O rganizarse que el p rin cip io nu m Ž
rico. T o d a v ’a h oy la estructura de los ejŽrcitos est‡ determ i
n a d a por la im p ortancia del nœ m ero para u n a m ultitud en
m archa. T ie n e tam biŽn g ra n im p ortan cia en la distribuci—n
de u n pa’s conquistado o reciŽn abierto p ara la colon izaci—n .
E n estos casos, al com ienzo, cuando fa lta n a œ n criterios obje
tivos de organ izaci— n , do m in a el prin cipio de la d ivisi— n por
gru p os igu ales en nœm ero. E ste criterio im pera, verbigracia,
en la a n tig u a constituci—n de Isla n d ia . C o n m ‡xim a pureza
realiz— la reform a de C listen es, m erced a este prin cipio, u na
de las m ‡s grandes in n o vacio n es h ist—ricas. A l crear el C o n
sejo de î00 m iem bros, 5o por cada 10 phyl‡i, cada dem os ob
tu vo u n nœm ero de puestos en el C o n sejo , correspondiente a
su nœm ero de habitantes. E l pensam iento racion al de esta
blecer u n a corporaci—n rep resentativa de la to talid ad del g ru
po, segœn el principio del n œ m ero, aparece aq u ’ com o u n a fase
su p erior de evoluci—n, que est‡ por encim a de la ÇcenturiaÈ
t’p ica Ñ de la que h ab larŽ m ‡s adelan te Ñ y u tiliz a p or vez
prim era el m edio de la d ivisi—n num Žrica para hacer fu n cio
n a r la u n id a d de gobierno com o s’m bolo de la p oblaci—n.
2. H a s ta a h o ra s—lo se h a tratado de la igu a ld ad n u m Žri-
L ” cantidad en Jos grupos sociales 77

cs de d istin tas su b d ivisio n es. P e ro el nœm ero puede servir


tam biŽn para caracterizar, dentro de un .grupo, u n c’rculo
œnico, directivo, de p erson as. A s ’, con frecuencia se design a
ban las directivas de los grem ios por su nœm ero. E n F ra n cfo rt,
los jefes de los tejedores de la n a se lla m a b a n lo s Seis; los de
los panaderos, los O ch o . E n la B arcelo n a m edieval, el S e n a d o
se lla m a b a el C o n sejo de C ie n to , etc. E s sin g u la r que con es
tos n œm eros indeterm inados, indiferen tes a toda cu alif’caci— n ,
sean designadas justam en te las personalidades sob resalientes.
E l fun d am en to de ello me parece ser que con el nœm ero, con
el seis, por ejem plo, no se design an seis elem entos in d iv id u a
les, aislados, yu x ta p u esto s, sin o u n a s’ntesis de ellos. S eis no
es uno y uno y u no, etc., sin o u n nuevo concepto que resulta
de la reu n i— n de estos elem entos y que no est‡ realizad o a
prorrata en cada u n o de ellos. C o n frecuencia en este libro
designo la acci—n m u tu a, v iv a y fu n cio n al, de elem entos,
llam ‡nd ola su u n id a d , por encim a de la mera sum a y en
contraposici—n sociol—gica a los elem entos sum ados. P ero en
estos casos a l designar u n a ju n ta directiva, u n a com isi—n, etc.,
por la m era su m a num Žrica, piŽnsase, en realidad, en aquel
conjunto fu n cio n a l, y la sum a sirve de den om in aci—n ju s ta
mente porque el nœm ero y a de su y o representa u n a u n id a d de
unidades. P o r consiguiente, en el caso indicado, lo s S eis no
est‡n esparcidos en un c’rculo hom ogŽneo, sino que sign ifica n
una determ inada y firm e articulaci—n d e l c’rculo, g ra cias a la
cual se destacan de Žste seis personas que se reœ n en en u n a
unidad directiva. E l car‡cter im p erson al y n eutro de la d esig
naci—n num Žrica es en este caso justam en te m u y sign ificativo;
Pues m ucho m ‡s claram ente que podr’a hacerlo cu alq u ier con
cepto form al, in d ica que los in d ivid u os no son p ensados como
personas, sino com o co n stitu yen d o un organism o puram ente
social. L a estructura del c’rculo exige que la direcci—n estŽ en
cierto nœm ero de elem entos; pero en el concepto puram ente
numŽrico reside y se m arca la objetivid ad p u ra de la form a,
3ue es indiferen te a todo p erson alism o de cada m iem bro in d i
vidual, y s—lo pide que sea u no de los S eis. A c a s o no h a y a
o p r e s i— n m ‡s clara p ara designar la a lta p osici—n so cia l de
es*0s in divid uos, m arcan do que es por com pleto indiferen te a
que Žstos sean com o personas, fu era de su fu n ci—n .
78 S ociologia

L a u n id a d de agru paci—n, que se m an ifiesta m erced a la


reu n i— n de elem entos en 'un nœm ero m ‡s alto, resu lta p a rti
cularm ente acen tuada p o r u n hecKo que, en apariencia, su m i
n istra u n a prueba en contra. A q u e l S en a d o de B arcelon a que
se llam ab a el C o n sejo de C ie n to lleg—, en realidad, a tener
m ‡s m iem bros, e incluso alca n z— los dos cientos, sin cam biar
p or eso de nom bre. E l m ism o fen—m en o se produce cuando el
nœm ero no actœa como prin cipio que destaca, sin o com o p rin
cipio que divide. E n los pueblos donde reg’a la d ivisi— n por
centu rias (de que luego se h ab lar‡ ), no se atend’a a que el
nœm ero de m iem bros respondiese exactam ente a esta clasifi
caci—n. D e las an tig u a s centurias germ ‡nicas se sabe expre
sam ente. P o r consiguiente, en este caso el nœ m ero es sin — n i
mo del m iem bro social, que prim eram ente encerraba o deb’a
encerrar un c’rculo de unos cien in d ivid u o s. E ste hecho, en
ap ariencia indiferente, m uestra la enorm e im portancia de la
determ inaci—n num Žrica en la estructura de los grupos. E l
nœm ero se hace independ’ente in clu so de su contenido a rit
m Žtico, y dice tan s—lo que la relaci—n de lo s m iem bros con el
todo es una relaci—n num Žrica, o, en otras p alabras: el n œ m e
ro que se b a estabilizad o representa esta relaci—n . S ig u e v i
gente la idea que preside a la d ivisi— n p o r ciento, aun qu e las
circunstancias em p’ricas s—lo la realicen de u n m odo m ‡s o
m enos exacto. D ecir que las centurias germ ‡nicas s— lo exp re
sab an u na p lu ralid ad indeterm inada entre los in d ivid u os v ’ a
totalid ad de los m iem bros, es designar ju siam cn te el tipo so
ciol—gico que a q u ’ se p ostula. L a vida del grupo exige u n in
term edio entre el individ uo y el todo, un su jeto de determ ina
das funciones, que n i el in d ivid u o n i el todo pueden realizar,
v el organism o designado para tal m isi—n lleva el nom bre de
su determ inaci—n num Žrica. N o son las /unciones Ñ harto
va rias 'y m udables Ñ las que dan el nom bre; lo œ n ico p erm a
nente es la reun i—n de u na parte a l’cu o ta de la com unidad en
u na unidad. L a m agn itu d que h a y a de tener esta parte en
cada caso es incierta; pero la perm anencia de la designaci—n
num Žrica dem uestra que la relaci—n nu m Žrica es considerada
como lo esencial.
C o n esto surge en el cam po social u n fen—m eno, cuya
form a psicol—gica se presenta tam biŽn en otras esferas. P arece
La cantidad en ios grupos sociales 79

que la s d istin tas clases de m onedas rusas se d erivan de un


antiguo sistem a de pesos; de ta l suerte, que cada tipo superior
contiene diez veces m ‡s que el in fe rio r. P ero de hecho cam b ia
ba con frecuencia la can tidad de m etal en la s m onedas, no s—lo
absoluta, sin o relativam en te, a pesar de lo cu al sus relaciones
de v a lo r perm anec’an constantes, u n a vez in tro d u cid as en el
orden num Žrico. A s ’, pues, m ien tras las relaciones reales de
valor m et‡lico cam bian, el servicio que h an de prestar a l tr‡
fico por la con stan cia de su v a lo r n o m in al queda se–alado
por el h echo de que las prim eras relaciones h ist—ricas de los
pesos son la s que su m in istra n perm anentem ente nom bres y
s’m bolos para aq u ellas relacion es n o m in ales. E n otras oca
siones el nœm ero se convierte tam biŽn en representante de la
cosa contada, y en tales casos lo esencial, o sea cierta relaci—n
entre el todo y u na parte, queda se– alado por el hecho de (jue
e! concepto num Žrico de las relaciones prim eras designa ta m
biŽn la s m odificaciones posteriores. A s ’ en E sp a – a , en el
siglo xvi, el im puesto sobre los metales se lla m a b a el quinto,
porque consist’a en el q u in to del va lo r, y conserv— este n o m
bre m ‡s tarde, aun qu e las proporciones cam biaron. A n ‡ lo g a
mente la palab ra diezm o entre los an tigu os israelitas, y m ‡s
tarde en otras m uch as ocasiones, pas— a designar el im puesto
en general, como la centu ria design— la su b d iv isi— n en gene
ral. L a rela ci— n cu a n tita tiva que co n stitu ye la esencia, tanto
del im puesto como de la d ivisi— n social, se ha su stitu id o
psicol—gicam ente a la determ inaci—n de su contenido, com o
claram ente se ve en el h echo de que la determ inaci—n num Žri
ca o rigin a ria se h a y a cristalizad o y designe todas las m odifi
caciones exteriores de la proporci—n.
3. L a determ inaci—n num Žrica, como form a de o rg a n iza
ci—n, adquiere u n a p o sici—n t’p ica en el desarrollo social. H is
t—ricam ente la d ivisi— n num Žrica aparece com o sustitu to del
principio de la estirpe. P arece ser que en m uchos pueblos los
grupos estaban com puestos de subgrupos form ad os sobre la
base del parentesco, y quŽ co n stitu ’an unidades econ—m icas,
Penales, p ol’ticas y de otros —rdenes. E s ta organ izaci—n , bien
fundada en lo interno, fuŽ em pero sustitu id a p o r la reuni—n
de diez o cien hom bres, que en solidaridad realizab an aquellos
actos econ—m icos, penales, etc. S em ejan te su stitu ci— n puede
80 Sociologia

parecer al pronto algo sin g u lar, u n esquem atism o desprovisto


de vida. E n va n o buscar’am os en los p rin cip ios inm anentes,
que dan cohesi—n a aqu ellos grupos, n a d a que ju stifiq ue esa
su stitu ci— n de la ra’z org‡nica por la base m ec‡nica y fo rm a
lista . Y es porque la ra z— n no puede estar sino en eltodo,
que abarca esos gru p os y Ies p la n tea exigencias in d ep en
dientes de los principios vitales que rigen sus partes. A m edi
da que el todo com o u n id ad va teniendo m ‡s contenido y
poder, las partes (al m enos a l p rin cip io y en los grados de
evoluci—n m ‡s altos) pierden su p ropia significaci—n; tr a n s
fieren al todo el sentido que ten ’a n por s’ m ism as, y resultan
ah o ra tanto m‡s adecuadas cuantas m enos ideas propias
viven en ellas y cuanto m ‡s se o rg a n iza n en partes m ec‡n i
cas, que s—lo por su con trib uci—n a l todo adquieren posici—n
e im portancia (l). E sto no es verdad, si lo referim os a ciertos
tipos, m u y perfeccionados, de la evoluci—n . H a y —rganos
sociales que, justam en te por tener las m ayores dim ensiones y
la m ‡s perfecta organ izaci—n , pueden dejar al elem ento in d i
vidu al la m ay o r libertad p ara que v iv a segœn norm as p ar
ticulares y en form as propias. H a y , por otra parte, otros que
adquieren su fu erza m ‡xim a ju stam en te porque sus elem en
tos viven u na vida propia m ‡s potenciada y diferenciada. E l
tr‡n sito de la estirpe a la centuria parece caracterizar el esta
dio medio, en el cual la falta de sentido y de car‡cter peculiar
de los m iem bros con stituye u n progreso para el todo: pues s—lo
as’ son f‡cilm ente abarcables en determ inadas circunstancias,
dirigibles segœn norm as sencillas, incapaces de desarrollar
contra el poder central esa resistencia que se produce f‡ c il
m ente en todo subgrupo que siente fuerte su cohesi—n interior.
C u a n d o la constituci—n o la acci—n de los grupos est‡
determ inada num Žricam ente Ñ desde la centuria an tig u a h a s
ta el rein ado m oderno de las m ay o r’a s Ñ , existe u n a v a s a
llam ien to de la in d ivid u a lid a d . E s Žste un p un to en el que se
m anifiesta con gran pureza la p ro fu n d a discrepancia entre la
idea dem ocr‡tica y la idea lib e ra lin d iv id u a lisla de la socie
dad. C o n s titu ir con varias personalidades u n a sum a en Çnœ-

(i) V Ž a se el À È a r r o l l o d e esta id ea en el ca p ’tu lo s o b r e el cru z a m ien to de les


c’rcu lo s.
L acanŸdad en los g ru p os sociales $1

meros redondosÈ, operando con ella sin consideraci—n a las


particularidades de los in d iv id u o s que la integran : co n ta r los
votos en v ez de pesarlos; fu n d ar las in stitucion es, las disp osi
ciones, las p rohibicion es, la s prestaciones, la s concesiones en
Un nœm ero determ inado de p erson as, ser‡ despotism o o
democracia, pero en todo caso supone la h u m illa ci— n de la
verdadera person alidad in d iv id u a l, que queda reducida al
hecho fo rm al de ser una. C u a n d o el in d ivid u o ocupa un
puesto en u na o rgan izaci— n , determ inada tan s—lo por el n œ
mero, su car‡cter de m iem bro del grupo do m in a por com
pleto sobre su car‡cter in d iv id u a l diferenciado. L a distribu
ci—n en subgrupos nu m Žricam ente iguales podr‡ ser ta n g ro
sera y variab le com o en las centurias de lo s germ anos, de
los p eruanos, de los ch in os, o tan afin ada, adecuada y exacta
como en u n ejŽrcito m oderno; siem pre revelar‡ de u n m odo
claro e im p lacable la le y form al del grupo, que, en lo s prim e
ros casos, se m an ifiesta com o u n a tendencia reciente, en lu ch a
y com prom iso con stan te con otras tendencias divergentes, y en
el œ ltim o caso se m uestra p len am ente establecida. N u n c a im
pera de m odo ta n a b so lu to y rad ical el elem ento su p rain d i-
vidu al de la agru paci—n, la plena independencia de la form a
respecto a todo contenido de la existencia in d ivid u al, com o en
la aplicaci—n de los p rin cip ios sociales puram ente aritm Žticos.
Y la m edida Ñ m u y v a ria b le Ñ en que cada gru p o se a p ro x i
ma a esos p rin cipios aritm Žticos, indica hasta quŽ punto la
idea de agru paci—n, en su fo rm a m‡s abstracta, h a absorbido
la in d iv id u a lid a d de sus factores.
4. F in a lm en te, h a y otras im p ortantes consecuencias socio
l—gicas que van ligad as a la determ inaci—n n u m Žrica Ñ a u n
que las cantidades eficaces de los elem entos pueden ser m uy
distintas, segœn la s circun stan cias Ñ . M e refiero a ciertas oca
siones en que se re aliza la idea de ÇsociedadÈ en el sentido de
vida m u n d an a. À C u ‡ n ta s personas h ay que in v ita r para que
constituyan u na Çreuni—n de sociedadÈ? L as relaciones c u a li
tativas entre el a n fitri— n y los invitados no deciden n ada, y
la in vitaci— n de dos o tres p erson as que interiorm ente no tie
nen relaci—n con nosotros, no form a u na Çreuni—n de socie
dadÈ. E n cam bio Žsta se co n stitu ye a l reunirse, por ejem plo,
los quince am igos m ‡s ’ntim os. L o decisivo es siem pre el n œ
82 Sociolog’a

mero; aun qu e su caniidad en cada caso depende, n a tu ra lm en


te, de la clase e in tim id ad de la s relaciones que existan entre
lo s elem entos. T re s condiciones: las relacion es del due–o con
cada in vitado, la s de Žstos entre s’ y la m anera c—mo cada
participante siente estas relaciones, co n stitu yen la base sobr
ia cu al el nœ m ero de elem entos decide luego acerca de si la
reu n i—n es u n a Çreuni—n de sociedadÈ o u n m ero encuentro
Ñ am istoso o determ inado p o r fin es objetivos Ñ . P o r con si
guiente, en todos estos casos u n a m odificaci—n num Žrica p ro
duce u n a tran sform aci—n n o tab le en la categor’a sociol—gica,
a u n cuando no podem os fijar la m edida de esta m odificaci—n
con nuestros m edios psicol—gicos. N o obstante, pueden descri
birse h asta cierto punto las consecuencias sociol—gicas c u a li
tativas de la causa cu an titativa.
P rim eram ente, la Çreuni—n de sociedadÈ exige un aparato
externo determ inado. E l que teniendo u n c’rculo de conocidos,
com puesto de u n as treinta personas, por ejem plo, no convida
n u n ca m ‡s que a u n a o dos, no necesita Çandarse con cum
plidosÈ. P ero si convida a la s treinta a l m ism o tiem po, in m e
diatam en te surgen exigencias en cuanto a l m enœ, la bebida, el
atav’o, la s form as de u rb an idad; au m en tan ex trao rd in aria
m ente la s condiciones en el sentido del dele’te sensual. E s Žste
u n ejem plo m u y puro de c—m o la sim ple form aci—n de una
m asa hace descender el n iv e l de la p erson alidad. E n u n a re
u n i— n de m u y pocos, el acom odam ien to m utuo, las coincid en
cias que con stitu yen el contenido de la relaci—n social, pueden
in clu ir tantas y tan elevadas partes de la ind ivid u alid ad , que
la reun i—n tenga un m arcado car‡cter de espiritualidad, y en
ella se desen vuelvan las energ’as m ‡s diferenciadas y desarro
llad as del alm a. P e ro cuantas m ‡s personas se reœnan, tanto
m enores ser‡n las p robabilidades de que coincidan en sus m‡s
va lio sa s e ’n tim as esencias, y tanto m ‡s b ajo h ab r‡ de b u s
carse el p un to de concordancia de los im p u lsos e intereses
com unes (l).

< i) P o r era ra z — n , d a n m uestra d e u n a to ta l in com p ren si— n s o cio l— g ica lo s <{ue


se lam en tan de la trivialidad <jue rein a en el tra to s o cia l a m p lio . N o puede, en p rin ci
p io , elevarse el n iv el relativam ente b a jo Çjuc ofrece siem p re u n a m u ltiiu d con siderable.
T o d o s lo s p ro d u c to * ele v a d os y refin a d os tienen u n car‡cter in d ivid u a l, y n o pueden
ser el co n te n id o d e la* co m u n id od c*. E s cie rto c u e p u ed en tener u n efecto s ocia liza n te
{.a cantidad en los grupos sociales S3

C u a n d o la can tidad de los elem entos congregados no ofre


ce y a cam po para el desarrollo de la parte in d iv id u a l, esp iri
tual, la fa lta de este a tractivo h ab r‡ de ser com pensada p or un
acrecentam iento de los excitantes exteriores y sen suales. E n tre
el nœm ero de p erson as congregadas en una fiesta y el lu jo y
el mero goce se n su a l de su convivencia, ka existido siem pre
ana estrecha con exi— n . A fines de la E d a d M edia, en Áas bodas
e llu jo creci— de tal m odo, s—lo por el sŽquito que acom pa–aba
a los n ovios, que en las le y e s su n tu a rias la s au toridades pres
cribieron a veces exactam ente el nœm ero m ‡xim o de personas
del acom pa–am iento. Siem pre Ka sido la com ida y bebida el
medio m ‡s a prop—sito para reun ir c’rculos am p lios, en los
cuales ser’a d if’cil con seguir de otra m anera la u n id a d de ‡ n i
mo e interŽs. P o r eso la s Çreuniones de sociedadÈ, s—lo p or el
elemento cu a n tita tivo que exclu ye toda com unidad y com u n i
caci—n de los sen tim ien to s m ‡s fin os y espirituales, h a b r‡ n de
acentuar los placeres sen suales, que son los m‡s com unes.
O tr o rasgo que caracteriza la Çreuni—n de sociedadÈ por
su diferencia nu m Žrica fren te a la reuni—n de unos pocos, con
siste en que no puede Ñ n i debe Ñ conseguirse en la prim era,
como se consigue en la œ ltim a , u na total u nidad de sen tim ien
tos. A d e m ‡ s Ñ y esta es otra distin ci—n Ñ , la Çreuni—n de so
ciedadÈ facilita la form aci— n en ella de gru p os parciales. E l
principio v ita l de u na con viven cia am istosa entre pocas perso
nas es contrario a su escisi—n en dos estados de ‡ n im o d iver
sos, e inclu so en dos conversaciones particulares. P ero la Çre
u n i—n de sociedadÈ surge al punto cuando, en ve z de u n centro
œnico, se producen dos clases de unidades: la u n id ad cen tra li
zada y general, que es m u y el‡stica y que, en lo esencial, se
funda s— lo en lo externo o exclusivam ente en la u n id ad del
espacio (por lo cu al la s reun ion es de sociedad en u n a m ism a
clase social ser‡n tanto m ‡s parecidas entre s’ cuanto m ayores
sean, aun que entren en ellas m u y vario s elem entos), y la s u n i-

Caando se trata de a lca n za r Ç n Ç u n id a d , p o r m ed io de la d iv isi— n d el tra b a jo ; p ero esto


s— lo en escasa m ed id a e.i p o s ib le d en tro de u n a Çre u n i— n d e s o cie d a d È; y eleva d o a
f t o p o r d o n e s m ayores s — lo con seg u ir’a d estru ir el car‡cter esencial de esto socied ad ,
^ o r con sigu ien te, es m u y a certa d o sociol—g ica m en te el in stin to q u e con sid era c o m o u n a
Àalto d e tacto el destacar d e mancTa visible en u n a Çre u n i— n de s o cie d a d È la p e rso n a li
dad in d iv id u a l, p o r in teresan te y grata efue Žsta sea en Ç m ism a.
dades parciales, peque–os centros de conversaci—n, de estado
de ‡n im o e intereses com unes, pero cu yo s m iem bros cam bian
incesantem ente. S urge de aqu ’ en las grand es reun ion es esa a l
tern a tiv a constante entre verse tan p ronto com prom etido com o
libre; altern a tiva que, segœn el tem peram ento del sujeto, es
sentida p or u n os como la m ‡s in so p o rtab le superficialidad, y
por otros como un ritm o on d u lan te del m a y o r atractivo es
tŽtico.
E ste tipo sociol—gico fo rm al se presenta en su form a m ‡s
p u ra en los bailes m odernos: u na relaci— n m om ent‡nea de
s in g u la r in tim id ad para cada pareja, pero n eu tralizad a p or el
cam bio con stan te de parejas. E s a in tim id a d f’sica entre per
son as extra– as se hace p osible, de u n a parte, por ser tod as
huŽspedes de un m ism o anfitri—n, lo que presta a los in v ita
dos cierta g aran t’a y seguridad, por la x a que sea su relaci—n
con Žl Ñ y de otra parte, por el car‡cter im personal y casi a n —
n im o de las relaciones, car‡cter que resulta de lo dilatad o de
la reu n i— n y del fo rm alism o de la conducta. E videntem ente,
estos rasgos de las reuniones, que en el baile se nos ofrecen
sublim ados y como en caricatura, se dan s—lo cuando b a y un
nœ m ero m ’n im o de participantes. A veces puede hacerse la
interesante observaci—n de que u n c’rculo ’n tim o de pocas per
sonas adquiere defpronto el car‡cter de Çreuni—n de sociedadÈ
al sobrevenir u n a persona m‡s.
H a y u n caso Ñ que se refiere a hom bres b astan te m enos
com plicados Ñ en el que parece m ‡s fija y definida la cantidad
n u m Žrica necesaria para engendrar la figura sociol—gica n u e
va. L a fa m ilia p atriarcal consta de u n a s veinte o trein ta cabe
zas, en las m‡s diversas com arcas, aun qu e la s condiciones
econ—m icas sean totalm ente diferentes. N o pueden, pues, ser
Žstas, o al m enos no pueden ser exclu sivam en te Žstas las que
determ inen tal igualdad num Žrica. M ‡ s bien parece veros’m il
que las acciones rec’procas internas, que co n stitu yen la o rg a
n iza ci— n de la fam ilia p atriarcal, crean, dentro de dichos l’m i
tes, las proporciones necesarias entre am p litu d e intim idad. E n
todas partes la fa m ilia p atriarcal se b a caracterizado por u na
g ra n in tim id ad y solid arid ad , con su eje y centro en el pater
fam ilias; por la tutela que Žste ejerc’a sobre los dem‡s, ta n to
en interŽs colectivo como en el su yo ego’sta. D e aqu ’ resulta
La cantidad en los grup os sociales $5

el l’m ite superior; este gŽnero de conexi—n y de con trol, en


el grado correspondiente de desarrollo psicol—gico, no parece
poder abarcar m a y o r nœ m ero de elem entos. P o r otra parte, el
l’m ite in ferio r queda fijad o p o r el KecKo de que un gru p o que
est‡ atenido a s ’ m ism o, p ara la satisfacci—n de sus necesida
des y el cuidado de su conservaci—n, engendra ciertas realid a
des p s’qu ico-colectivas que no suelen producirse m ‡s que por
encim a de u n determ inado l’m ite num Žrico. T a le s son la s deci
siones de la ofen siva y la defensiva; la co n fian za de cada cual
de que ha de h a lla r a cada m om ento los ap oyos y com plem en
tos necesarios, y , sobre todo, el sentim iento religioso, que s—lo
se eleva sobre el in d iv id u o Ñ o al in d ivid u o sobre s’ m ism o Ñ
por esp iritu aliza ci— n y su b lim a ci— n , m ezclando m œltip les
contribuciones que m utu am ente a n u la n su car‡cter in d iv i
dual. E l nœm ero m encionado Ha se–alado, q u iz‡ p o r exp e
riencia, el m argen ap roxim ad o, fuera del cu al n o puede el
grupo tener los rasgos caracter’sticos de la fa m ilia p atriarcal.
D ijŽrase que, a! crecer la in d ivid ttal’zaci—n y pasado este es
tadio cu ltu ral, las intim id ad es no fu ero n y a posibles sino en
c’rculos cada vez m ‡s restringidos, a l paso que lo s fen —m e
nos fun d ad os sobre la m agnitud de la fam ilia p atriarcal fu e
ron exigiendo c’rculos cada vez m ayores. L as necesidades que
se satisfac’a n desde a rrib a y desde abajo justam en te p a ra ese
nœm ero, v a n a b o ra diferenci‡ndose. U n a parte de ellas re
quiere un nœm ero m enor y otra u no m ayor; de m odo que y a
no se vuelve a encontrar m ‡s tarde n in g u n a fo rm a so cia l que
Pueda satisfacerlas a la vez, como la s satisfac’a a la fa m ilia
Patriarcal.
P rescin dien do de estos casos singulares, todas las cuestio
nes sem ejantes a la de cu‡l sea el nœm ero m ‡xim o necesario
para form ar u n a Çreuni—n de sociedadÈ tienen un tinte sof’s-
tico. ÀC u ‡ n to s soldados form an u n ejŽrcito? ÀC u ‡ n to s p a rti
darios se necesitan para form ar u n partido pol’tico? ÀQ u Ž
nœmero de personas form an un m ot’n? P arece repetirse aq u ’
enigm a cl‡sico: Àcu‡ntos gran os fo rm a n u n m ont—n? E s
indudable que u no, dos, tres, Cuatro granos, no lo form an;
Pero m il, s’. D ebe de haber, ):>or tanto, entre estos nœm eros un
h'mite, sobre el cual, si se a–ade u n solo grano, se obtiene el
*nion.t—nÈ. P ero si prueba a sacar la cuenta, se ve que no es
posible encontrar este l’m ite. E .1 fu n d am en to l—gico de esta
d ificu ltad estriba en que n os encontram os ante una serie
cu a n tita tiva Que, a causa de las escasas dim ensiones de caca
u n o de sus elem entos, aparece como en ascenso continuo; ha
de perm itir, pues, desde u n punto determ inado, la aplicaci—n
de un concepto nuevo, distinto rigorosam ente del anterior.
A h o r a bien; Žsta es, indudablem ente, u n a exigen cia con tra
dictoria; por su concepto m ism o, lo co n tin u o no puede ju s tifi
car por s’ u n a sœ b ita transform aci—n.
P ero la d ificu ltad sociol—gica tiene adem ‡s u n a com plica
ci—n Que no se da en los casos plan tead os por los an tigu os so
fistas. B a jo la den om inaci—n de Çm ont—nÈ de granos se en tien
de, o bien u n am on tonam ien to, en cu y o ceso, l—gicam ente, est‡
ju stificad a ta l designaci—n tan p ron to com o h a y a u n a capa
su p erior encim a de la inferior, o bien se designa u na ca n ti
dad, y entonces se pide, injustificadam en te, que un concepto
com o el de m ont—n, concepto oscilan te c indeterm inado, tenga
ap licaci— n a realidades com pletam ente determ inadas e inequi-
vocadam en te delim itadas. P ero en los casos sociol—gicos, el
au m en to de can tidad crea nuevos fen—m enos totales espec’fi
cos, que, en cantidades m enores, no parecen existir ni aun a
prorrata. U n partido pol’tico tiene distinto sentido cualirat’vo
que una peque–a tertulia. U n o s cuantos curiosos reunidos
ofrecen rasgos com pletam ente distin tos que u n a m an ifesta
ci—n, etc. L a inseguridad de que adolecen estos conceptos, a
consecuencia de la im posibilid ad de fija r num Žricam ente las
cantidades correspondientes, acaso desaparezca del m odo si
guiente: L a duda se refiere, evidentem ente, a las cantidades
m edias; ciertos nœm eros m u y bajos no con stituyen aœn, segu
ram ente, la colectividad en cuesti—n; otros m ‡s altos la cons
titu y e n y a sin la m enor duda. A h o r a bien; esos grupos,
num Žricam ente in sign ifican tes, tienen, sin em bargo, algu n as
cualidades sociol—gicas caracter’sticas (la reu n i—n peque–a,quŽ
no es a œ n de ÇsociedadÈ, el pelot—n de soldados, que a œ n n'o
con stitu ye u n ejŽrcito, lo s bribones que no son to d av’a u na
ÇbandaÈ). S u s cualidades sociol—gicas se ofrecen, empero, en
contrap osici—n a las que son propias de las colectividades m a
yores; por lo tanto, el car‡cter de las agrupaciones que nu m Ž
ricam ente se encuentran entre las dem asiado peque–as y las
cantidad en los grupos sociales 87

graneles, puede interpretarse com o com puesto de am bas, de m a


nera que las form as de los dos extrem os aparecen en ellas en
rudim ento, y ta n pronto surgen com o se esfu m an o quedan
en estado latente. A s ’, pues, si estas agrupaciones, situadas en
la zo n a interm edia, participan, p arcial o alternativam ente, del
car‡cter de las situ ad as por encim a o por debajo, se explica
bien la inseguridad su b jetiva de su determ inaci—n. N o se tra
’a, pues, de que en u n a figura desprovista de cualid ad sociol—
gica su rja sœb itam en te u n a o rgan izaci— n so ciol—gica determ i
nada. sin que se pueda decir el m om ento en que se h a hecho
esta transform aci—n. S e trata de que dos form as diversas, cada
u na de las cuales posee u n cierto nœm ero de rasgos propios,
cualitativam ente gradu ab les, coinciden en un grupo so cio l—
gico determ inado, por virtu d de ciertas condiciones cu a n tita
tivas, y se d istribu yen en diversas m edidas. A s ’, pues, le cues
ti—n de a cu‡l de las dos form as pertenece el grupo, no toca, en
modo algun o, a la s d ificu ltad es de las series con tin u as, sino,
sencillam ente, es u n a cuesti—n m al p lanteada ( l ) . Ô
A q u e lla s consideraciones se refer’an , pues, a figu ras
sociol—gicas que, si b ien dependen del nœm ero de elem entos
cooperantes, esa su dependencia no puede form ularse, a nu es
tro entendim iento, con la clarid ad suficiente p ara poder sacar
las consecuencias sociol— gicas de ciertos nœm eros determ ina
dos y concretos. N o obstante, esto œ ltim o no es a b so lu tam en
te im posible, si nos encontram os frente a figu ras m uy sim
ples. S i com enzam os por el l’m ite inferior de la serie num Žri-

t l) M ‡ s exa cta m en te, la s itu a ci— n es esta: a co d a n œ m ero d eterm in ad o d e ele


m entos corresp on d e, segœn el fin y sen tid o de su co m b in a ci— n , una fo rm a s o cio l— g ica ,
Una org a n iza ci—n , fijeza , rela ci—n de: t o d o co n las partes, etc. A cada elem en to Á(ue se
o se disgrega, esa fo rm a s o cio l— g ica su fre u n o m o d ifica ci— n , a u n q u e sea in fin i
tamente pequeda e indeterm in ab le. P e ro co m o n o tenem os una exp resi—n especial para
estos in fin ito s estados s o c io l— g ic o s , a u n cu a n d o p od a m os apreciar su car‡cter, n o n o s
queda o tr o recurso m u ch o s veces q u e pen sarlos com p u estos d e d os estados, u n o de los
Cuales d ic e m — * y o t r o m en os- N o h o y , en cato* ca sos, fu s i— n , c o m o n o la h a y ta m p o
co en lo s sen tim ien tos m ezcla d o* de a m istad y a m or, d e o d io y desprecio, de placer y
d o lor. H a y a q u ’ Ñ y de e llo n o s volv erem os a o cu p a r m‡s tarde Ñ , la m a y o r’a de las
'Çcea , u n estado sentim ental u n ita rio , para el cu al n o tenem os n in g œ n co n ce p to inm e
diato, y que, p o r ta n to , n o s co n te n ta m o s m ‡s b ie n co n circu n scrib ir que describir, p o r
ste‡’o d e la s’ntesis y lim ita ci— n m u tu a de otros d o s. A q u ’, com o en m u ch o s casos,
ss Socioioy;.;-'

ca, aparecer‡n ciertas cantidades determ inadas com o el supues


to in evitab le de ciertas form as sociol—gicas.
L as fig u ra s nu m Žricas m ‡s sen cillas que pueden conside
rarse com o acciones sociales m utuas, parecen ser las que se
dan entre dos elem entos. Y , sin em bargo, existe una figura
que es m ‡s sim ple todav’a, si se considera exteriorm ente, y
que entra en las categor’as sociol—gicas. E sta fig u ra es Ñ por
parad—jico y contradictorio que parezca Ñ la del Hombre in d i
vid u a l, aislad o . P ero, por otra parte, los procesos que dan fo r
ma a la dualidad de elem entos son, con frecuencia, m‡s senci
llo s que los que se requieren para la caracterizaci—n sociol—gi
ca del nœm ero u n o . P a ra este œ ltim o se trata principalm ente
de dos fen—m enos: la soledad y la libertad. E l m ero Hecho de
que u n in d iv id u o no estŽ en n in g u n a relaci—n rec’proca con
otros in d ivid u o s, no con stituye, sin duda, una realidad socio
l—gica; pero tam poco realiza totalm ente el concepto de soledad.
P u e s cuando la soledad se destaca y adquiere verdadera im
p ortan cia, no s— lo sign ifica la ausen cia de toda sociedad, sino
tam biŽn, justam en te, la existencia de u n a sociedad que, siendo
de a lg œ n m odo postulada, es inm ediatam ente despuŽs negada.
L a soled ad s—lo adquiere su sentido in co n fu n d ib le y positivo
com o efecto lejano de la so cied ad ,ya se presente Žsta como eco
de relacion es pasadas o com o anticip aci—n de futu ras, o como
n o sta lgia o com o ap artam iento deliberado. N o queda caracte
rizado el hom bre so litario s’ lo consideram os como œnico
h ab ita n te del planeta; su estado vien e tam biŽn determ inado

p o d e m o s com p ren d er la u n id a d verdadera del ser, s in o q u e h em os de escindirla en una


d u a lid a d de elem en tos, n in g u n o d e loa cu ales cu b re la realidad p o r entero, y esa u n i
d a d surge lu eg o del (e jid o de a m b o*. P e ro este n o es m ‡s q u e u n a n ‡lisis q u e se
lleva o ca b o p osteriorm en te y que n o rep rod u ce el p roceso de e v o lu ci— n real, la re a li
dad p rop ia d e a qu ella* u n idades. P o r con sig u ien te, cu a n d o lo s con cep tos d* las u n id a
des s ocia les (r e u n i— n d e am igo* y r e u n i— n d e socied ad , trop a y e j— rcito , tertulia y p a r
tid o , a d h esi—n p e rs o n a l y escuela, g ru p os y m asas) n o encuentran a p lica ci—n , p orq u e el
m a te ria l h u m a n o de q u e *e trata parece p o c o para u n o y d em asiad o para o t r o . exi*:Ç.
s in em ba rg o, u n a figu ra s o c io l— g ic a u n ita ria q u e corresp on de a la cantidad num Žrica,
n i m‡s ni m en os q u e en aqu ellas o tra s figu ras bien definida*. L o œ n ico que sucede es
q u e fa lta u n co n ce p to p a rticu lar para estos in fin itos m atices, lo cu al n o s ob lig a a de-
sig n a r sus cu alid a des c o m o una m ezcla de lo s form a * q u e corrcp o n d e n a las figu ras de
m e n o r n œ m e ro y a las d e m a y o r n œ m ero.
[ji cantidad en los grup os sociales 89

por la so cializaci—n , aun qu e esta so cializaci— n lle v e sign o


negativo. T a n to el placer com o la am argu ra de la soledad son
reacciones ante in flu jo s sociales. L a soledad es u n a acci—n
rec’proca, de la que u no de los m iem bros, a la vu elta de deter
m inados in flu jos, SC h a separado realm ente; es u na acci—n
rec’proca que s— lo idealm ente co n tin œ a vivien d o y actuand o
en el esp’ritu del otro sujeto. E s m u y sign ifica tivo en este sen
tido el conocido hecho psicol—gico de que raras veces el sen ti
miento de la soledad se produce con tan ta v io len cia y ta n ra
dicalm ente en los casos de soledad f’sica efectiva, com o en los
casos en que nos sabem os solos y sin relaciones, pero nos h a
llam os entre personas que f’sicam en te est‡n cerca de nosotros,
en u na reuni—n, en el ferrocarril, en la con fu si—n callejera de
una gran ciudad. P a r a la con figu raci—n de u n gru po es esencial
el saber si dicho gru p o favorece, o hace posible a l m enos, la
soledad en su seno. L a s com unidades estrechas c ’n tim as con
sienten rara vez en su estructura esos espacios solitarios in
tercelulares. A s ’ com o h ab lam o s de cierto dŽficit social, que se
produce en proporci—n determ inada con respecto a las condi
ciones sociales Ñ los fen—m enos antisociales de los degenera
dos, los delincuentes, las p rostitu tas, los suicidas Ñ , as’ ta m
biŽn ciertas cantidades y calidades de vid a so cia l crean cierto
nœm ero de existencias so lita ria s, tem porales o cr—nicas, a u n
que Žstas no puedan ser fijad as num Žricam ente por la esta
d’stica.
L a soledad adquiere otro sentido sociol—gico, cuand o no
consiste en u n a relaci— n sita en el interior de un in d ivid u o
y m antenida entre Žste y un determ inado grupo o la vid a so
cial en general, sin o que se presenta como u na interrupci—n
o peri—dica diferenciaci—n, dentro de u na y la m ism a relaci—n.
Esto resulta im portante, sobre todo en aq u ellas relaciones
que en idea se encam inan a la negaci—n de la soledad, com o
el m atrim on io m onog‡m ico. E n la estructura del m atrim on io
se expresan los m ‡s delicados m atices interiores; existe, por
tanto, u na diferencia esencial entre un m atrim onio donde el
Marido y la m ujer, a pesar de la perfecta dicha de la con viven -
^a, se h an reservado el p lacer de la soledad, y u n m atrim on io
donde la relaci—n no se ve in terru m p id a nu n ca p or la soledad,
^'a sea porque el h ‡b ito de la convivencia le h a y a arrebatado
90 Sociplo£:*

sus encantos, y a porque la fa lta de in terior co fia n za en el am ot


m utuo h aga terribles tales in terru p cion es, consider‡ndolas
com o infidelidades o, lo que es peor, como peligros de infide
lidad. P o r tanto, la soledad, que en ap ariencia es un fen—m eno
lim itad o a l sujeto in d iv id u a l, y consiste en la negaci—n de. la
sociab ilidad, tiene, no ob stan te, u n a im p ortancia sociol—gica
p ositiva, no s—lo desde el pun to de v is ta del sujeto, como sen
tim ien to consciente de cierta relaci— n bien determ inada con la
sociedad, sin o tam biŽn por la rigorosa caracter’stica que su
ap arici—n , como causa o com o efecto, presta tanto a los grupos
am p lio s com o a las relaciones m ‡s ’ntim as.
T a m b iŽ n la libertad, con su s v a ria s sign ificaciones socio
l—gicas, ofrece interŽs en este sentido. A prim era vista , parece
m era negaci—n del v’n cu lo social, y a que todo v ’n cu lo repre
senta una constricci—n. E l h om b re lib re n o form a u n id ad con
o’ros, sino que es u n id ad por s’ m ism o. A h o r a bien; puede
h ab er u na lib ertad que co n sista en esta fa lta de relaciones, en
la m era ausencia de toda lim ita ci— n por parte de otro ser. U n
erm ita–o cristiano o indio, un so lita rio de los bosques ger
m ‡n icos o am ericanos, puede disfru tar de la lib ertad en el
sentido de que su existen cia est‡ llena de contenidos no socia
les. Y lo m ism o ocurre con u n ser colectivo, fam ilia patriarcal
o E stad o, que viva en p len o aislam ien to in sular, sin vecinos
n i relaciones con otras entidades. P ero para u n ser que est‡ en
relacion es con otros, la lib ertad tiene u n sentido m ucho m‡s
positivo. E s u n determ inado gŽnero de relaci—n con el am
biente, un fen—m eno de correlaci—n que pierde su sentido
cuando el sujeto no tie n ekx quien contraponerse. L a libertad,
en ta l caso, tiene dos sign ificados extrao rd in ariam en te im por
tantes para la estructura p ro fu n d a de la sociedad.
1. P a r a el hom bre social, la lib ertad no es n i un esta
prim ario, dado por s’ solo, n i u n a propiedad sustan cial, per
m anente, adq uirida de u n a vez p ara siem pre. L a prim era
ra z— n de ello es que toda exigencia fu n d am e n tal que em puja
la energ’a del in d ivid u o en u n a direcci—n determ inada, tiene
la tendencia a p rolon garse sin l’m ites. C a s i to‡as las rela cio
nes Ñ pol’ticas, partidistas, fam iliares, am istosas, er—ticas Ñ
ruedan com o sobre u n p lan o in clin ad o , y, ab an don adas a s’
m ism as, apresan en sus exigencias a l h om bre entero. E l
'cantidad en los grup os sociales 91

hombre las ve rodeadas de u n a esfera id eal Ñ a veces es in g ra


ta esa v is i— n Ñ , frente a la cu al b a y que reservar expre-
samente cierta p ro visi— n de fu erzas, sentim ien tos, intereses.
P ero no es s—lo la am p litu d de la s exigencias sociales la
que am en aza la lib ertad de los elem entos que en tran en s o c ia
lizaci—n, sino tam biŽn la falta de m esura con que p lan tean
sus exigencias todas la s relacion es contra’d as. C a d a u n a de
Žstas reclam a su derecho im placablem ente, con in diferen cia
total de los dem ‡s intereses y deberes, sin preocuparse de si
arm onizan con ella o son con ellos incom patibles. E ste car‡c
ter de dichas relaciones, no m enos que su exten si— n cu an
titativa, lim ita , p u es, la libertad del in d iv id u o . E rente a
esta form a de n u estras relaciones, la libertad se m uestra como
un proceso co n tin u o de lib eraci— n , com o u n a lu ch a p or con
quistar, no s—lo la indep en dencia del yo , sin o tam b iŽn el
derecho a que, en cada m om ento, sea lavoluntad lib re la que
se m antenga en dependencia. E s u n a lu ch a que se renueva a
cada victoria. P o r consiguiente, la carencia de v’n cu lo s, como
conducta social n egativa, no co n stitu ye casi nunca u na pose
si—n tra n q u ila , sin o u n con tin u o desligarse d e ataduras,
que, sin cesar, lim ita n realm ente la indepen dencia del in d iv i
duo o tratan de lim ita rla idealm ente. L a lib ertad no es u n
estado del y o aislad o, sino u n a activid ad sociol—gica; no es un
modo de ser lim itad o a l nœ m ero sin g u la r del sujeto, sin o u na
relaci—n, bien que considerada desde el punto de vista de un
sujeto.
2. L o m ism o que en su aspecto fu n cio n al, es en su conte
nido la libertad algo m‡s que la negaci—n de relaciones, algo
m‡s que la in ta n g ib ilid a d de la esfera in d iv id u a l por otras
inm ediatas. Se sigue esto de la m u y sen cilla con sideraci—n de
que el hom bre, no s—lo quiere ser libre, sino tam b iŽn u tiliza r
Para a lg o su libertad. P e ro estf uso consiste casi siempre
en el dom inio y ap rovech am ien to de u u a a personas. P a r a el
m dividuo social, es decir, p ara el que vive en constantes rela
jo n e s m utu as con otros, la lib ertad no tendr’a m uch as veces
Contenido n i fin a lg u n o , si no hiciese posible y a u n fuese pro
piam ente la extensi—n de la v o lu n ta d a aqu ellos otros. M u y
acertadam ente decim os en exp resi—n v u lg a r Çtom arse lib erta
o s con alguienÈ, p ara referirnos a ciertas brusquedades y
92 S ociologi.

vio len cias, y an ‡logam en te m uchos idiom as a p lican la p a la


bra libertad en el sentido de derecho y privilegio. D e esia
m an era el car‡cter negativo de la libertad, como relaci—n
del sujeto consigo m ism o, se com plem enta, en am bas direc
ciones, con algo positivo. L a libertad consiste, en g ra n parte,
en un proceso de liberaci—n; se a lza frente a u n v’n cu lo , y
s— lo com o reacci—n contra Žste recibe sentido, conciencia y
v a lo r. P ero, por otro lado, consiste tam biŽn en u n a relaci—n
de poder frente a otros, en la im p o sib ilid ad de im ponerse, de
o b lig a r o som eter a otros, gracias a lo cual h a lla su v a lo r y
ap licaci— n . P o r consiguiente, el sentido de la libertad, cuando
se lim ita a l sujeto en s’ y por s’, no es sino la l’n ea de de
m arcaci—n entre esas dos sign ificacion es sociales: el v’nculo
a que se som ete el sujeto p o r parte de otros, y el v’n cu lo que el
sujeto im pone a otros. P o r decirlo a s’, el sentido de la lib er
ta d desciende a cero, cuando se descubre propiam ente. A u n
en el caso de representarse la libertad com o cualid ad del in d i
vid u o , Žsta consiste en dicha relaci—n sociol—gica bilateral.
A h o r a bien; aun que m uchas veces ios nexos que dan
consistencia sociol—gica a form as tales como la soledad y la
libertad, son nexos indirectos y m u y variad os, sin em bargo
la form aci—n sociol—gica m ‡s sim ple desde el punto de vista
m et—dico, es la que se produce entredos elem entos. E n ella se
encuentra el esquem a, el germ en y el m aterial, para las
in co n tab les form aciones de varios m iem bros que puedan pre
sentarse, aun qu e su im portancia sociol—gica no descansa s—t
en esas am pliaciones y m ultip licacion es ulteriores. E lla m is
m a es y a u n a so cializaci— n , en la que no s—lo se realiza
p u ra y caracter’sticam ente m uch as form as sociales, sin o que
su lim itaci—n a dos elem entos es in clu so la condici—n que
hace posible toda u na serie de form as de relaci—n . L a t’pica
n a tu ra le za sociol—gica de estas form as se m anifiesta, adem ‡s
en el h echo de que no s—lo la m u ltip licaci—n de los in d iv i
duos y de los m otivos so cia liza n tes no altera la igu ald ad de
tales form aciones, sin o que a veces Žstas se dan incluso entre
dos grupos (fam ilias, E stad o s, asociacion es de diversos gŽne
ros), com o entre dos in d ivid u o s.
L a caracterizaci—n especial de una relaci—n p O T el hecho

de ser dos lo s copart’cipes, se nos m uestra en la experiencia


La cantidad en lo s grup os sociales 93

diaria. U n a suerte com œn, u n acuerdo, u n a em presa, u n secre


to, cuand o se lim ita a dos, es bien d istin to de cuand o se
extiende a tres. D o n d e acaso sea esto m ‡s caracter’stico es en
el secreto; pues la experiencia g en eral parece m ostrar que,
cuando el secreto se lim ita a l m ’n im o de dos, es justam en te
cuando consigue la m ‡xim a g a ra n t’a de conservaci—n . U n a
sociedad secreta ecles’‡sticopol’tica, c[ue se fo rm — a com ienzos
del siglo xix en F ra n cia e Ita lia , ten ’a distintos grados, y los
secretos im portantes de la aso ciaci—n , que s—lo eran conocidos
de los grados superiores, no p o d ’an ser objeto de conversa
ci—n sino entre dos m iem bros de los grados superiores. T a n
decisivo parece, pues, el l’m ite del dos, que, cuando n o puede
m antenerse, por lo que al conocim iento del secreto se refiere,
m antiŽnese a l m enos para su m an ifestaci—n h ab lad a . E n
tŽrm inos generales, la diferencia entre las asociacion es de dos
miembros y la s de vario s, consiste en que la relaci—n entre
la u nidad de sus in d iv id u o s y cada uno de los m iem bros,
se presenta m u y de otra m an era en la aso ciaci—n de dos
que en la de va rio s. S i bien la asociaci—n de dos aparece fren
te a u n tercero como u n id a d independiente, tra n sin d iv ’d u a l,
no ocurre esto para sus copart’cipes, por regla general, sino
que cada uno de ellos se siente frente a l otro, pero no frente a
una colectividad sup erior a am bos. E l organism o social des
cansa inm ediatam ente sobre uno y otro. L a desaparici—n
de u n o de ellos d estru ir’a el todo, lo cu al es causa de que no
se llegue a aqu ella vid a transp ersonal que el in d ivid u o siente
como independiente de s’, m ien tras que en u n a asociaci—n ,
aunque s—lo sea de tres m iem bros, si desaparece u no de ellos,
puede quedar subsistente el grupo.
L o s grupos de dos dependen, pues, de la pura in d iv id u a
lidad de cada m iem bro, y esta dependencia Lace que la repre
sentaci—n de su existen cia v a y a acom p a–ada de la de su ter
m inaci—n m ‡s inm ediatam ente que en otras asociaciones, en
donde cada m iem bro sabe que, despuŽs de su separaci—n o
muerte, la asociaci—n puede co n tin u ar existiendo. C o m o la vi-
del individ uo, la de las asociaciones adquiere u n color de
terminado, segx’n su m odo de representarse su m uerte. T por
¥representaci—nÈ entendem os a q u ’, no s—lo e! pensam iento
te—rico, consciente, sin o u na parle o m odificaci—n de nuestro
94 S o cio lo g i.

ser. L a m uerte no est‡ ante nosotros como u n destino in e v ita


ble que su rg ir‡ en un m om ento dado, pero que b a sta entonces
s— lo existe como idea o profec’a, com o tem or o esperanza, sin
penetrar en la realidad de n u estra vida. N o ; sino que el becho
de que bem os de m orir con stituye u n a cu alid ad que penetra en
la vida. E n toda nu estra realidad vivien te hay algo que, des
puŽs, no h ar‡ sino b a ila r en la m uerte su œ ltim a fase o reve
laci—n; desde nuestro n acim iento som os seres que h an de m o
rir. C la ro est‡ que lo som os de diverso modo. N o s—lo es d is
tin ta la m anera como n os representam os subjetivam en te esta
condici—n y su efecto fin a l y como reaccionam os frente a ella,
sino que tam biŽn el m odo como este elem ento de nuestro ser
se entreteje con lo s otros elem entos es altam en te variab le. Le
m ism o, empero, ocurre con los gru p os. T o d o grupo de m‡s de
dos m iem bros puede, en su idea, ser inm ortal; y esto presta a
cada u no de sus m iem bros Ñ sea cu al fuere la relaci—n en que
estŽ personalm ente con la m uerte Ñ u n sentim ien to so cio l— g i
co perfectam ente determ inado (l). P ero el hecko de que una
asociaci—n de dos dependa, no en cuanto a s u vida, au n qu e s
en cuanto a su m uerte, de cada u no de los elem entos Ñ pues
si p ara su vid a necesita del segundo, no necesita de Žl para su
m uerte Ñ , b a de con trib u ir a determ inar la actitud del in d iv i
duo frente a ella, aunque no siem pre de u n m odo consciente
ni siem pre en el m ism o grado. D a r ‡ a l sentim iento de estas
asociacion es u n m atiz de peligro y de cosa irreem plazable, que
las cu alifica como asiento de tragedia sociol—gica, p or u na
parte, y de sen tim en talism o y p roblem atism o elegiaco, por
otra.
E sta em oci—n existir‡ siem pre cuando el tŽrm ino de la
asociaci—n estŽ de algœ n m odo in clu id o en su estructura p osi
tiva. N o bace m uebo tiem po se h ab l— de u n a extra– a Çsocie
dad del plato rotoÈ, fu n d ad a en u n a ciudad del N o rte de
F ran cia. H ace unos a–os h ab ’an se reunido varios in d u stria
les en u n banquete. D u ra n te la com ida se cay— un p lato, que
se h izo a–icos. U n o de los com ensales not— que casualm ente

(l) V Ža n se sob re esto Loa exp lica cion es cjue d o y en e! ca p itu lo so b re la Ç A u t o -


co n s c r v a c i— a de lo s jtrv p osÈ.
L;i cantidad en los grupos sociales 9S

el nœm ero de los tro zo s en que se h a b ’a partido el p la to era


exactam ente ig u a l a l de las personas presentes. E ste sign o dio
lugar a que los com ensales fo rm asen u n a sociedad de am igos
para prestarse m utua protecci—n y am paro. C a d a u no de los
presentes cogi— u n trozo del p lato. A l m orir u n o de los m iem
bros el trozo que le h a b ’a correspondido deb’a ser rem itido al
presidente, que estaba encargado de pegar los pedazos que iba
recibiendo. E l œ ltim o su p ervivien te hab’a de pegar el œ ltim o
trozo, y entonces el p lato a s’ reconstruido ser’a destrozado.
C on lo cual la Çsociedad del p la to rotoÈ quedar’a d efin itiva
mente disuelta. S in duda, el tono sentim ental que rein a en el
seno de esta aso ciaci—n y que a n im a a cada m iem bro de ella
ser’a totalm en te distinto si se adm itiesen n u evos m iem bros
que perpetuasen indefinidam en te l a vid a del grupo. E l estar
destinada de antem an o a m o rir le da un ton o p articu lar, que
es el que poseen las asociaciones de dos por la lim ita ci— n n u
mŽrica de su estructura.
P o r la m ism a raz—n estructu ral, s—lo las relaciones de dos
son susceptibles de recibir el colorido Ñ o falta de colorido Ñ
que designam os con el calificativo de trivialid a d . P u es lo que
determ ina el sen tim ien to de trivialid a d es que. exigiŽndose
previam ente de un fen—m eno o de u n a obra que tenga un sello
individual, resulte luego que no lo tiene. N o creo que se h aya
observado suficientem ente b a sta quŽ p un to relaciones de id Žn
tico contenido adquieren cierto color, merced a la represen
taci—n de su frecuencia o su rareza. L as relacion es er—ticas no
son las œnicas que est‡n in flu en ciad as por la idea de que Çse
m ejante em oci—n no b a existido nuncaÈ: no son las œnicas
que adquieren por ello u n tim bre especial y colm ado de s ig n i
ficaciones, que sobrep asan con m ucho su conten id o y v a lo r
Propios. A c a s o no exista n in g œ n objeto de posesi—n externa,
cuyo v a lo r Ñ no s—lo el v a lo r econ—m ico Ñ no estŽ codeterm ’-
ttado, consciente o inconscientem ente, p o r la rareza o a b u n
dancia de los objetos an‡logos; com o probablem ente no habr‡
tampoco n in g u n a relaci— n que, en su sentido interior, sea para
s us m iem bros indepen diente del factor, ÇÀcu‡ntas vecesÈ?, te
jie n d o en cuenta que Žste cu‡n tas veces puede sign ificar las
repeticiones de lo s m ism os contenidos, de la s m ism as s itu a
ciones y em ociones dentro de la relaci—n. L a sen saci—n de tr’-
Sociolog’a

v ia lid a d acom pa–a cierto grado de frecuencia, cierta idea de la


repetici—n de u n contenido v ita l, cuy o v a lo r est‡ condicionado
justam en te por a lg œ n grado de rareza. A h o r a bien; parece
com o si la v id a de u n a u n id a d social su p ra in d ivid u al, o la re
laci—n del in d ivid u o con ella, no se plantease nunca esta cues
ti— n . D ijŽ ra se que en este caso, siendo el contenido de la rela
ci— n sup erior a la in d iv id u a lid a d , no ju ega n in g œ n papel el
otro sen tido de la p a la b ra in d iv id u a lid a d , el sentido de cosa
œ n ica o rara, y que por consecuencia de ello no se produce la
sen saci—n de trivialid ad . E n las relaciones entre dos Ñ amor,
m atrim on io, am istad Ñ , o tam biŽn en a lg u n as relaciones de
m ‡s de dos, cuando no engendran u n organ ism o superior (co
mo a m enudo sucede en la vida de sociedad), el ton o de tri
via lid a d arrastra a veces a la desesperaci—n y a la infelicidad.
E sto prueba que el car‡cter sociol—gico de la s form aciones
duales consiste en asirse a las acciones rec’procas inm ediatas,
privando a cada u n o de los elem entos de la u n id ad suprain-
d iv’d u al que est‡ frente a ellos y en la que a l propio tiem po
participan.
E l hecho de que el proceso sociol—gico perm anezca de este
m odo dentro del m utuo a p o yo personal, sin pasar a la form a
ci—n de un todo sup erior a los elem entos Ñ como ocurre en
p rin cip io en los grupos de dos - , constituye, por otra parte,
la base de la Çintim idadÈ. E l car‡cter Ç’ntimoÈ de u n a re la
ci—n m e parece fund ad o en la in clin aci— n in d iv id u a l a conside
rar cada cu al que lo que le distingue de otros, la cualidad in d i
vid u a l, es el nœcleo, va lo r y fu n d am en to prin cipal de su exis
tencia; supuesto Žste que ho siem pre es fundado, pues m uchas
veces lo t’pico, lo com partido con m uchos, es lo esencial y sus
tan cial de u n a person alidad. A h o r a bien; el hecho se repite
en las asociaciones. T a m b iŽ n las asociaciones propenden a
considerar que lo espec’fico de sus contenidos, lo que sus
m iem bros com parten entre s’ y no com parten con nadie de
fu era de la com unidad, constituye el centro y el sentido pro
pio de la colectividad. ƒ sta , empero, es la form a de la in tim i
dad. S in duda en toda relaci—n m Žzclanse elem entos, que sus
m iem bros s—lo encuentran en dicha relaci—n, con otros que no
son exclu sivos de ella y que el in d ivid u o com parte de u n m odo
ig u a l o sem ejante con otras personas. A h o r a bien; cuando se
i , Àanudad en !o<À grupos sociales. 97

’5t’ma com o lo esencial aquel aspecto in terio r de la relaci—n;


fia n d o la estructura sen tim en tal de la relaci—n se basa en
aiÁuello que cada cual no da o ense– a sin o a otro, entonces es
.;uando surge ese colorido p ecu liar que lla m a m o s in tim id ad .
£a intim id ad no descansa en el contenido de la relaci—n. D o s
relaciones pueden ser idŽnticas, por ser igu a l la proporci—n en
que se m ezclan lo s conten idos in d ivid u a les exclu sivos con los
comunes tam biŽn a otras direcciones; pero ’n tim a ser‡ tan
s—lo aquella en que lo s prim eros aparezcan com o la base o el
eje de la relaci—n. C u a n d o ciertas situacion es exteriores o es
tados de ‡n im o nos im p u lsan a hacerle a u n a p erson a, que
nos es relativam en te ex tra– a , m an ifestacion es o confidencias
ile las que reservam os para lo s ’n tim o s, sentim os m u y bien
que no basta ese contenido Çintim oÈ para dar in tim id ad a la
relaci—n. N u e stra relaci—n h ab itu al con esa persona es, en su
sustancia y sentido, general, no in d ivid u al; por lo tanto, aque
lla confidencia, acaso nunca revelada a nadie, no b a sta para
incluir a dich a persona en nu estra in tim id ad , porque no cons
tituye la base de nuestra relaci—n con ella.
.Esa nota esencial de la in tim id ad la bace con frecuencia
peligrosa p ara las u n ion es d u ales m uy estrechas, especial
mente para el m atrim o n io . L o s esposos se com unican la s Çin
timidadesÈ indiferentes del d’a, las am ab ilidades o rud ezas de
!a hora, las debilidades cuidadosam ente ocultas a todos los
tic m‡s. Y esto les lleva f‡cilm ente a tran sp ortar el acento y
sustancia de la relaci—n a estas cosas plenam ente in d ivid u ales,
Pero sin im p ortancia objetiva; m ien tras aquella o tra parte del
^0, que es com partida con los dem ‡s y que acaso representa lo
m‡s im p ortan te de la p erson alidad, lo esp iritu al, lo m ag n ‡ n i
mo, lo orientado h acia los intereses generales, lo objetivo, es
considerado com o fuera del m atrim o n io y g rad u alm en te eli
minado de Žl.
A h o r a bien; es claro que la in tim id ad propia de las a so
ciaciones de dos est‡ en relaci— n estrecha con su car‡cter esen
cial sociol—gico, que con siste en no fo rm ar unidades sup erio-
res por encim a de los dos elem entos in divid uales. P u e s esa
Utiidad, au n qu e sus bases concretas no ser’an n u n ca otras que
1q s dos part’cipes, co n stitu ir’a, en cierto m odo, u n tercero, que
'¥'endr’a a interponerse entre los dos. C u a n to m ‡s extensa es
98 Soctol.v

u n a com u nidad, tanto m ‡s f‡cilm en te se form a u na unidad


objetiva p or encim a de lo s in d ivid u os; pero entonces la aso-
ciaci—n se hace tanto m enos ’n tim a. E sto s dos caracteres van
interiorm ente u nidos. L a condici—n de la in tim id ad es que la
relaci—n consista tan s— lo en estar el u no frente a l otro, sin
sentir a l m ism o tiem po com o existente y activo u n organism o
su p ra in di vid u a l. E sta condici—n se presenta raras veces. A s i.
lo que caracteriza la fin a estructura de los gru p os de dos, ev
que su sentido m ‡s in ten so q uedar’a interrum pido por u>-,
tercero, aun que fu era la u nidad con stituid a por los dos aso
ciados: y rige de ta l m odo este p rin cip io, que la in tim id ad se
interrum pe inclu so en el m atrim o n io, ta n pronto com o ha
n acido un h ijo . V a le la pena de fu n d am en tar esto con a l
gun as p alab ras, p ara caracterizar bien las u n ion es de Jes
elem entos.
E l du alism o, que suele co n stitu ir la form a de miestros
contenidos vitales, nos im p u lsa a conciliaciones cu yo logro o
fracaso hace resaltar con g ra n claridad dicha form a. C om o
p rim er ejem plo o m odelo de lo que decim os, recordarem os que
lo m ascu lin o y lo fem enino se sienten im p u lsados a una uni—n
que s—lo resulta posible por la oposici—n de am bos, y que, pre
cisam ente por el ap asio n am ien to con que se busca, aparece
como algo, en lo m ‡s hondo, inasequible. E n n in g œ n otro c‡se
se siente m ejor que el yo no puede apoderarse real y a b so lu ta
m ente del no yo , y esto justam en te en la relaci—n en que la 3
oposiciones parecen creadas para su com plem ento y fusi—n-
L a p asi—n quiere derribar los l’m ites del y o y fu n d ir el uno
con el otro; pero no consigue convertirse en u nidad, y lo que
surge es u na unidad nueva: el h ijo. L a condici—n d u a lista de
la generaci—n - u n a p roxim idad que, no obstante, ha de ser
alejam ien to, sin poder a lca n za r nu n ca la pretensi—n extrem a
del alm a, y u n alejam ien to que, no obstante, se a p ro x im a en
lo infin ito a la u n ificaci— n Ñ se im pone igualm ente a lo en
gendrado, que se h a lla entre sus engendradores; y los variable.'
sentim ientos de Žstos hacen que u n as veces actœe lo u no
otras lo otro. A s ’ acontece que m atrim on ios fr’os, en donde
lo s c—nyuges se son interiorm ente extra– os uno a l otro, no
desean h ijo s, porque el h ijo liga; la fu n ci—n de u n id a d que
desem pe–a el h ijo se funda en aqu el du alism o dom in an te >'
La cantidad en los grup os sociales 99

cesulta por ello ta n to m ‡s activa y , por lo m ism o, indeseada.


Pero otras veces m atrim o n io s m u y ap asion ados y u n id o s no
desean tam poco h ijo s, porque lo s h ijo s separan. L a fu si— n
m etaf’sica, que am bos c—n yuges apetec’an, se les va, por de
cirlo as’, de entre las m anos, y se transform a en un tercero,
-un ser f’sico que in tervien e entre am bos. P ero esta in terven
ci—n h a de parecer u n a sep araci—n a aquellos que b u scan la
unidad inm ediata; del m ism o m odo que u n puente, aun qu e
une las dos o rillas, hace perceptible la distancia que existe
entre ellas. Y a ll’, donde toda interven ci—n es superf’ua, re
sulta, en realidad, peor que superf’ua.
E sto no obstante, el m atrim on io m onog‡m ico parece que
debiera form ar u n a excepci—n a uno de ios caracteres so cio l—
gicos que bem os considerado esenciales en los grupos de dos:
la falta de la u n id ad s u p ra in d iv id u a l. E l hecho nada raro de
que entre personalidades v a lio sa s h a y a m atrim on ios resu elta
mente m alos y, en cam bio, lo s h a y a m u y buenos entre perso
nas llen as de defectos, in d ica que esta in stituci—n , au n q u ede
pendiente de los copart’cipes, puede tener u n car‡cter que no
coincida con el de n in g u n o de ellos. C u a n d o u n o de lo s espo
sos padece com plicaciones, dificultades, deficiencias, pero sabe,
por decirlo as’, lo ca liza r’a s en s ’ m ism o, reserv‡rselas, no
dando a la relaci—n co n y u g a l sin o lo m ejor y m ‡s puro de su
ser y m an teniendo el m atrim o n io apartado de todos los defec
tos de su p erson a, esta actitud podr‡ sin duda, en p rim er tŽr
mino y ante todo, referirse a l c—nyuge com o persona; pero, al
cabo, producir‡ el sen tim ien to de que el m atrim on io es algo
transpersonal, a lg o va lio so y sagrado por s’ m ism o, a lg o que
est‡ por encim a de las m ‡cu las que puedan tener cada uno de
los elem entos. C u a n d o , dentro de u na relaci—n, cada m iem bro
no siente sino por el lado orientado hacia el otro, y se conduce
siempre, por consideraci—n a Žl, entonces sus cualidades, aun
cuando, natu ralm en te, son las su y a s, adquieren un colorido,
Ÿn sentido y posici—n com pletam ente distin tos del que ten
dr’an si, referidas al propio yo, se entretejieran siem pre exclu
sivamente en el com plejo person al. D e esta suerte puede la re
laci—n, para la con cien cia de am bos, cristalizar en a lg o esencial
superior a ellos, algo m ay o r y m ejor Ñ o tam biŽn peor Ñ que
d io s, algo fren te a lo cu al tienen ellos deberes y de donde,
ICO Sociolo-,

com o de u n a sociedad ob jetiva, se derivan p ara ellos bienes


y desgracias.
P o r lo que se refiere a l m atrim o n io , este hecho de que ]A
u n id a d se desentienda de sus cim ientos Ñ el m ero y o y el
m ero tœ Ñ se encuentra facilitad o por dos circun stan cias. F.r*
prim er lu gar, por su in com p arab le estrechez, Q u e dos seres
fun d am en talm en te distintos como el hom bre y la m ujer pue
dan u n irse en tan estrecho v’n cu lo ; que el ego’sm o in divid ual
se ap liqu e tan radicalm ente, no s—lo en pro del otro, sin o en
pro de la relaci—n total, con sus intereses fam iliares, su honor
fa m ilia r y, sobre todo, los hijos, es, realm ente, un m ilag ro que
se retrotrae a esas bases del in d ivid u o que est‡n situ ad as m‡s
a ll‡ del y o consciente y que resu ltan in exp licab les p or m oti
vos racionales. Y lo m ism o se expresa en la d istin ci—n entre
esta u n id a d y sus elem entos singulares. C a d a u no de Žstos
siente la relaci—n como algo que tiene u n a vida propia, con.
fu erzas propias. L o cual no es sino la f—rm ula de su in con
m en surabilid ad con lo que acostum bram os a representarnos
en el y o person al y por s’ m ism o com prensible.
E sto , por otra parte, se ve m u y favorecido por la trasind i-
v id u a lid a d de las form as m atrim on iales, en el sentido de su
regu laridad so cia l y tradici—n h ist—rica. P o r m u y distintos
que sean el car‡cter y v a lo r de los m atrim on ios Ñ n adie puede
atreverse a decidir si m‡s o m enos distin tos que los in d iv i
duos p articulares Ñ , en œ ltim o tŽrm ino no es u n a p areja la que
ha inven tado la form a del m atrim on io, sino que Žsta se h a lla
vigen te en cada ‡m bito cu ltu ra l, com o a lg o relativam en te fijo,
no som etido a l capricho; como algo c u y a esencia form al
no em pa–a los m atices y p articularidad es in d iv id u a les. ELn
la h isto ria del m atrim on io sorprende el g ra n papel siem
pre trad icion al por cierto Ñ que juegan terceras personas
m enudo n i siquiera parientes) en la petici—n, en el con ven ^
sobre la dote, en la s cerem onias n upciales, h asta lleg ar al
sacerdote, que consagra el m atrim on io. E sta iniciaci—n , no
in d iv id u a l, de la relaci—n sim b o liza notablem ente la estructu
ra sociol—gica p eculiar del m atrim on io, a saber: la relaci—n
m ‡s personal de todas se encuentra acogida y dirigid a por
instancias hxst—rico-sociales, transp ersonales, tanto por el lo.'-'
de su contenido como por el de su form a. E sta in clu si— n d-
l .i c‡Otitlad en los grup os sociales 101

elem entos exteriores en la relaci—n co n yu g a l, contrapone el


m atrim onio a la lib ertad in d iv id u a l, (fue se da, p o r ejem plo, en
la relaci—n am istosa. E l m atrim on io no tolera sin o aceptaci—n
o renuncia; pero no adm ite m odificaciones. T o d o esto fom en
ta, evidentem ente, el sentim ien to de una form a objetiva y de
una u n id ad tra n sp erso n a l del m atrim on io. A u n q u e cada uno
de los c—n yuges s— lo tiene enfrente al otro, siŽntese, sin em
bargo, p arcialm ente con el sentim ien to de h allarse frente a u n a
colectividad, com o mero su sten t‡cu lo de u n organ ism o su p ra-
in divid ual, que en su esencia y n orm as es indepen diente de Žl.
P arece que la cu ltu ra m oderna, al in d iv id u a liza r m ‡s y
m‡s el car‡cter Je cada m atrim o n io, deja intacta, sin em bargo,
la supr& individualidad, que con stituye el nœcleo de su form a
sociol—gica. E s m ‡s, en cierto sentido parece fortalecerla. L a
m œltip le diversidad de form as m atrim on iales Ñ determ inadas
por la elecci—n de los contrayen tes o por su d iversa p osici—n
social -- que se da en a lg u n a s sem ieulturas y en cu ltu ras ele
vadas del pasado, parece a l pronto con stituir u n a fo rm a -m‡s
in d ivid u al, u n a form a particularm ente flexible y acom odada
a la diferen ciaci—n de los casos particulares. P ero , en realidad,
sucede lo contrario. C a d a u n a de estas clases de m atrim on io
es algo superior a l individ uo, algo predeterm inado so cia lm en
te; su tendencia a la p a rticu la riza c’— n resulta m ‡s estrecha y
coactiva que una form a de m atrim on io general y a p licab le a
todos lo s casos, la cual, por su n a tu ra leza abstracta, necesa
riam ente Ha de conceder m ay o r m argen a las diferencias per
sonales. E ste es u n fen—m en o sociol—gico general; existe u na
m ayor libertad p a r a la conducta in divid ual, cuando la estruc
turaci—n social se refiere a lo com œn, cuando a cualesquiera
relaciones se im p on e u na m ism a form a social, que, cuando
los estatutos sociales se esp ecializan en variedad de form as
Particulares, por querer, en apariencia, acom odarse m ejor a
situacion es y necesidades in divid uales. E n este œ ltim o caso es
cuando m ‡s perjudicado resulta el elem ento in d iv id u a l. L a
libertad para m an ten er toda suerte de diferenciaciones es m a
yor cuand o la constricci—n se atiene a los rasgos m ‡s gene-
m ies ( l) .

(i) D e es to s c o r r e la c io n e s t r a t a m o s d e t a lla d a m e n t e e n e l œ l t i m o c a p ’ t u lo .
102 S o c io lo g y

P o r eso, la u nidad de la form a m atrim on ial m oderna


ofrece m ay o r m areen p ara figuras p articulares c[ue u n a plu
ralid a d de form as sociales predeterm inadas; y , por otra parte,
su generalidad aum enta extrao rd in ariam en te el car‡cter obje
tivo , la vigen cia au t—n om a del v’n cu lo , fren te a tod as las m o
dificaciones in d ivid u a les, de que se tra ta ah o ra para n os
otros (l).
A lg o an ‡logo sociol—gicam ente podr’a descubrirse ta m
b iŽn en la du alidad de los asociados en un negocio. A u n q u e
la fu n d aci— n y exp lo taci—n del negocio estŽ basada en la co

(l) E s* p ecu lia r fa s i— n del car‡cter s u b je tiv o y o b je tiv o , de lo p erson a l y lo


tratisperson al q u e ofrece el m a trim on io, existe y a en el p ro ce s o fu n da m en ta l: el em pa
re ja m ie n to fis io l— g ic o , q u e es el œ n ico ra sgo com œ n a tod as las form a s de m atrim on io
h ist—ricam en te con ocid a s. P u es q u iz ‡ n in g u n a Otra d eterm in aci—n se encuentre en todas
ellas, sin excep ci—n . E ste p roceso es s en tid o, d e u n a parte, c o m o lo m ‡s in tim o y per
s o n a l, y de o tra , c o m o lo genera; y a b s o lu to , q u e reduce la p erson a lid a d at s e rvicio de
la especie, a la exigencia org‡n ica gen eral de la n a tu ra leza . E n este d o b le car‡cter del
a cto , que es plenam en te p erson a l p or un la d o y tra n sperson al p o r o tro , reside su sccte-
t o p s ic o l— g ic o ; y es’ Çe com p rend e c—m o justam en te este neto h a p o d id o ser la base ce
la rela ci—n m a trim o n ia l, lo cu al rep rod u ce ese d o b le car‡cter en u n gra d o s o c io l— g ic o
m i* s it o . P e ro , ju sta m en te s o b r e lo rela ci—n del m a trim o n io c o n el a cto s e x u a l, p r o d œ
cese una c o m p lic a c i— n fo rm a l m uy sin gu la r. Si bien n o es p osib le una d efin ici—n p o s i
tiva del m a trim o n io , d ada la heterogeneidad d e sus fo rm a s , en ca m b io puede afirm arse
q u e existe u n a rela ci—n entre el L o m b tc y la m u jer q u e n o e* m a trim o n io : la relaci—n
p u ra m en te sexual. E l m a trim on io, s e a -lo q u e fuere, es siem pre y en tod as partes a lg o
m ‡s q u e el com ercio sexual. P o r m u y divergentes q u e sean las direccion es en que el
m a trim o n io trascien de del com ercio s e x u a l, pu ed e decirse q u e esc trascender de lo
sexual es lo q u e co n stitu y e el m a trim on io. S o cio l— g ica m e n te , Žsta es una estructura
ca si œnica. E l œ n ic o p u n to q u e tienen de co m œ n to d o s las form a s m atrim on ia les es, a:
m ism o tiem p o, justam ente, el q u e todas b an de superar para p ro d u c ir u n m atrim o
n io . S — lo on a lo g la s m uy leja n a s parece h a b er en o tro s ca m p os. A s i lo s artistas, p or
heterog Žn ea s q u e sean sus ten d ea d a s estil’sticas o im a g in a tiva È, tienen que c o n o
cer escrup u losam en te lo s fen —m en os naturales, n o para quedarse en ellos, s in o para
llen a r su m isi—n art’stica espec’fica, sob rep a s‡ n d olos. A s i, todas loa variedades h is t—
ricas e in d ivid u a les de cu ltura ga stron —m ica, tienen de com œ n el satisfacer lo È necesi
dades fisiol—gica s; pero n o para detenerse er. e llo, s in o ju sta m en te p ara sobrepa sar con
lo s m ‡s d iversos estim uloÈ esto necesidad general. P e ro d en tro de las fo rm a cio n e s
s o c io l— g ic a s , e l m a trim on io parece ser el t’n ico ejem plar o , al m en os, el m‡s p u ro
ejem plar d e este tip o , q u e p od em os caracterizar del m o d o s ig u ien ie: lo s d istin tos ca s oÈ
de tin m ism o co n ce p to so cia l n o con tien en m ‡s que u n elem en to realm ente co m œ n a
to d o s; pero n o llegan co n Žl a la rea liza ci—n d e d ich o co n ce p to , s in o cu an d o agregan s
CSC elem en to co m œ n a lg o m ‡s; es decir, algo qu e, inevita b lem en te, e s in d iv id u a l y dis
tin to en lo s d istin to È casoÈ.
1.4cantidad en io^ grupos sociales 103

laboraci—n de am bas personalidades, el objeto de dieba cola


boraci—n, el negocio o la ÇfirmaÈ, es u n a realidad objetiva, con
respecto a la cual tiene derechos y deberes cada u n o de los
com p on entes.. . frecuentem ente como podr’a ocurrirle a u n
tercero. N o obstante, esto tiene u n sentido sociol—gico distinto
que el caso del m atrim o n io . £ 1 ÇnegocioÈ, a consecuencia del
car‡cter objetivo de la econom ’a, es, desde luego, algo sep ara
do de la persona del propietario , tan to en el caso de que h a y a
dos propietarios, com o en el de que sean uno o varios. La
relaci—n m utua, en que est‡n u n os con otros los copart’cipes,
tiene su fin fu era de s ’ m ism a, al paso que en el m atrim on io
tiene su fin en s’ m ism a. E n el prim er caso, la relaci—n se
establece como m edio p ara obtener ciertos resultados ob jeti
vos; en el segundo, lo objetivo no es sino u n m edio p ara la
relaci—n sub jetiva. T a n to m ‡s notable resulta, pues, que en el
m atrim onio surja, fren te a la subjetividad inm ediata, la obje
tividad y a u to n o m ’a del grupo, de que suelen carecer la s de
m‡s agrupaciones duales.
H a y una caracter’stica de la m ay o r trascen d en cia socio
l—gica, que falta en las agrupaciones duales, y que las plurales
pueden tener siem pre en principio; me refiero a l hecho de
cargar los deberes y respo n sab ilid ad es a cuenta del organism o
im personal, hecho que con tan ta frecuencia caracteriza la vida
social, y no en v e n ta ja su y a . Y esto acontece en dos direccio
nes. T o d a com unidad, que sea algo m ‡s que m era coexistencia
de in d ivid u o s, tiene cierta indeterm inaci—n en sus l’m ites y su
poder, por lo cual f‡cilm en te tendem os a reclam ar de ella
m ultitud de obras, que propiam ente corresponder’a rea liza r a
cada m iem bro in d iv id u a l. E s a s obras las cargam os a cuenta
de la sociedad, como, en otro sentido, las cargam os a cuenta
del porvenir, sigu ien d o u n a tendencia psicol—gica an‡loga;
Pues el porvenir tiene n eb u losas p osibilid ad es que dejan espa
cio lib re para todo, y del p o rven ir esperam os que, con fu erzas
espont‡neas, resuelva todo aq u ello que en el m om ento presen
te no deseam os realizar. F rente a l poder del in d ivid u o, que,
aunque visib le en estas relaciones, es siem pre lim itado, ‡lzase
la fuerza de la com unidad, que tiene siem pre algo de m ’stico,
y de la cual, por tan to , se espera f‡cilm ente, n o s—lo que haga
tq u ello que el in d iv id u o no puede hacer, sino tam b iŽn aqu ello
104 Sociolog’a

que el in d ivid u o no desea hacer. Y esto ocurre en la creencia de


que dicho traslado es perfectam ente leg’tim o. U n o de los m e
jores conocedores de N o rtea m Žrica a trib u y e gran parte de las
deficiencias y dificultades con que lu c h a a ll‡ la m ‡q u in a del
U stado, a la fe en el poder de la o p in i— n pœblica. S eg œ n Žl, e
in d iv id u o conf’a en que la colectividad h a de reconocer lo
ju sto y realizarlo ; y as’ am in o ra su in icia tiv a in d iv id u a l res
pecto a los intereses pœblicos. U stŽ sentim ien to se exalta h a s
ta el punto de con stitu ir el fen—m eno positivo que describe el
m ism o autor, de 3a sigu ien te m anera: C u a n to m‡s tiem po ba
gobern ad o la op in i—n p œblica, tan to m ‡s f‡cil es obtener la
m ‡ ' a b so lu ta autoridad de la m ayo r’a; y cuanto m ‡s dif’cii
es que se p roduzcan m in o r’as enŽrgicas, ta n to m ‡s in clin ados
se sienten los pol’ticos a preocuparse, no de form ar op ini—n,
sin o de descubrirla y obedecerla en seguida.
P ero tan peligrosa com o en el aspecto de la om isi—n
resu lta p ara el in d iv id u o la pertenencia a una com unidad en
el aspecto de la acci—n. N o se trata solam ente en este caso de
aum ento de im p u lsivid ad y de la a n u la ci— n de los resortes
m orales, que se producen en el in d ivid u o cuando form a parte
de u n a m uchedum bre, y que conducen a lo s delitos de las
m asas, en los que es dist’cutible la respon sab ilidad ju r’dica
de los copart’cipes; se trata de que, a veces, el interŽs verdad e
ro o supuesto de u na com u nidad a u to riza u obliga al in d iv i
duo a re a liz a r actos con cu y a respon sabilidad no querr’a
cargar si obrase particularm ente. L a s asociaciones econ—m icas
tienen exigenciaÇÈ de ta n desaforado ego’sm o; los colegios
oficiales toleran ab usos tan irritantes; las corporaciones de
orden pol’tico o cient’fico ejercen tan in d ign an te tiran ’a sobre
los derechos individuales, que el in d ivid u o, si tuviese que
responder de estos actos com o persona, no los realizar’a, o, ai
m enos, no sin rubor. Un cam bio, com o m iem bro de una cor
p oraci—n realiza todo esto con perfecta tranquilid ad de co n
ciencia; porque entonces es an —n im o y se siente cubierto, y
a u n encubierto, por la colectividad, cuyos intereses cree repre
sentar, form alm ente a l m enos. H a y pocos casos en que la dis
tancia entre la u nidad social y sus elem entos constituyentes
a p arezca y actœe con tal fuerza, degenerando casi en cari
catura.
LÈ cantidad en los g ru p os sociales 103

E ra preciso indicar esta degradaci—n de los valores perso


nales, que con frecuencia trae consigo la in clu si— n del in d iv i
duo en un grupo. E,n efecto, su ausencia caracteriza los g ru
pos de dos. P u e sto cjuc cn los gru p os duales cada elem ento no
tiene a su lad o m ‡s que otro individ uo, y no una p lu ralid ad ,
que even tualm en te co n stitu y e u n a u n id ad superior, la depen
dencia en que est‡ el todo con respecto del in d iv id u o y la res
ponsabilidad de Žste en todos los actos colectivos aparecen per
fectam ente claras. P ued e, es cierto, como sucede frecu entem en
te, cargar la respon sab ilidad sobre el com p a–ero; pero Žste
sabr‡ rech azarla m ‡s inm ediata y resueltam ente que u n con
ju n to a n — n im o , al que falta la energ’a del interŽs personal
o la representaci—n legitim a para tales casos. Y de la m ism a
m anera que n in g u n o de los dos puede am p ararse tras el grupo
por lo que hace, tam poco puede confiar en el por lo que om ite.
L as fu erzas del gru p o p lu ra l superan al in d ivid u o de un
m odo m u y indeterm inado y p arcial, pero m uy sensible. P ero
en el grupo du al esas fu erzas no pueden, como cuando se trata
de asociaciones grandes, com pen sar la insuficien cia in d iv i
dual. P u es aunque dos in d iv id u o s u nidos hacen m ‡s que dos
separados, lo caracter’stico aqu ’ es que cada u no de ellos tiene
que hacer algo, y si no lo hace, s—lo queda el otro, no una
fuerza su p ra in d ivid u al, como acontece en el caso de a so ciacio
nes de tres.
L a im p ortancia de esta determ inaci—n no reside ta n s—lo
en su aspecto negativo, en lo que ella exclu ye. T a m h ’c n con
fiere u n tono p a rticu la r a las u niones de dos. P recisam en te
el hecho de saber cada cu al que no puede confiar nada m‡s
que en el otro, presta a estos grupos duales Ñ verbigracia,
Ç1 m atrim onio, a la am istad y tam biŽn a asociacion es m‡s
externas, inclu so a las asociacion es pol’ticas de dos grupos
una consagraci—n especial: en ellos, cada elem ento se encu en
tra, por lo que toca a su destino sociol—gico y a la s conse
cuencias de Žste, ante la altern a tiva de o todo o nada, con
m ucha m ayor frecuencia que en las asociaciones m ‡s am p lias.
D on d e con m ‡s sen cillez se ve esta intim id ad p eculiar es en !a
contraposici—n con las asociacion es de tres. E n Žstas, cada uno
de los elem entos aparece cual in stan cia m ediadora en tre los
otros dos, y ofrece la doble ’u n ci— n propia de todo interm edia-
S o c io lo g ia

r’o, <’ue lo m ism o lig a que separa. C u a n d o tres elem entos,


A , B, C , form an u n a com unidad, la relaci—n inm ediata que
existe, por ejem plo, entre A y B . se com plem enta p or la m e
d iata que estos m ism os, A y B m an tien en m ed’an te su re la
ci—n com œn con C . C o n s titu y e Žste u n enriquecim iento socio
l—gico form al; los dos elem entos A y B , adem ‡s de estar lig a
dos por la l’n ea recta, la m ‡s corta, est‡n tam biŽn u nidos por
u n a quebrada. P u n to s, entre los cuales no puede darse ningœn
contacto inm ediato, entran en relaci—n m utua por medio del
tercer elem ento, que vu elve b ac’a cada u n o de los otros dos
u no c’e sus lados, reun iŽn dolos a l m ism o tiem po en la u n id ad
de su person alidad. E scisio n es que los interesados no pueden
resolver por s’ m ism os vu e lv e n a deshacerse en el conjun to,
gracias a l tercero que las ab arca.
P ero la u n i—n indirecta, si por un lado favorece la directa,
por otro la estorba. E n toda asociaci—n de tres, por estrecha
que sea, h a y ocasiones en que u n o de los tres es sentido como
u n in tru so por los otros dos, aun qu e s—lo sea por su p artici
paci—n en estados de ‡n im o cu y a concentraci—n y delicadeza
ruborosa s—lo perm iten el desarrollo entre dos personas. T od a
u ni—n sen sitiva de dos se irrita cuand o tiene u n espectador.
T a m b iŽ n puede observarse cu‡n raro es que tres p erson as lle
guen a encontrarse en la m ism a disposici—n de ‡n im o a l v is i
ta r u n m useo, verbigracia, o al con tem p lar u n paisaje; cosa
que entre dos se produce con rela tiva facilidad. A y B pueden
acen tuar y sentir sin obst‡culos el elem ento m, que les es co
m œn, porque el elem ento n que A no com parte con B y el ele
m ento a- que B no com parte con A , pasan a con stituir como
reservas in d ivid u a les, sitas en otro p lano. P ero si se agrega
un C , que tenga de com œn con A el elem enton y con B el x .
entonces, aun en esta situaci—n , que es la m ‡s favorab le para
la unidad del todo, quedar‡ destruido en principio el car‡cter
u n itario del sentim ien to. D o s personas pueden form ar rea l
m ente u n solo partido Ñ o bien encontrarse m ‡s a ll‡ de todo
partido Ñ . P ero tres personas, en las relaciones m ‡s delicadas,
suelen form ar h asta tres p a r tid o s Ñ de dos cada p a r tid o Ñ ,
suprim iend o as’ la relaci— n u n ita ria de cada cual con cada
uno de los otros dos.
L a e s t r u c t u r a s o c i o l — g i c a d e l a a s o c i a c i — n d e d o s s e c a r a !C

Potrebbero piacerti anche