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10 CUALIDADES DE UN MAESTRO

QUE DEJA HUELLA

1. Cordialidad y cercanía

El maestro tiene que conseguir con su trato, que los niños no tengan miedo a
preguntarle y pedirle consejo cuando sea necesario. Si descontamos las horas
de sueño, en algunos casos, el niño pasa más tiempo con el maestro que con
sus padres, y a veces de forma mucho más intensa y comunicativa. Dejando
aparte la relación de enseñanza-aprendizaje, es fundamental “romper el hielo”
en la necesaria relación humana que se va a establecer.

2. Entereza y autoridad

El respeto que va a ser necesario en la educación global de los niños, tiene que
mantenerse siempre como referente por parte del docente, y aunque éste habrá
de ser mutuo, será el maestro, especialmente en los primeros cursos, quién
tendrá que establecer los límites en el aula; y, para ello tendrá que saber
mantenerse firme cuando sea necesario y cuando la distinción de su rol corra
peligro, por supuesto, siempre lejos de cualquier signo de violencia.

3. Paciencia

El maestro ha de ser paciente. Una de las bases de la educación actual es que


no hay dos niños iguales. Sus ritmos de trabajo, sus comportamientos en clase
y todos los factores externos que puedan afectar a su aprendizaje, provocan
lógicos desfases en las necesidades temporales de aprendizaje de cada uno.
Unos necesitarán más tiempo y otros menos para hacer las tareas y
comprender lo visto en clase.

4. Entusiasmo y entrega

Al igual que debería ocurrir, por ejemplo, con los médicos, y aunque por motivos
distintos, los maestros no hacen un trabajo rutinario que puedan desarrollar
fríamente, sin humanidad y sin pasión, ni siquiera basta con que el entusiasmo
se sienta por dentro, porque es algo que tienen que transmitir. Los alumnos, en
este caso, deben de ser conscientes en todo momento de que se les está
tomando en serio y de que el maestro no está, simplemente, cumpliendo un
horario y deseando terminar su “trabajo” para irse pronto a casa.

5. Humildad

Son muchas las tareas y exámenes que tendrá que corregir, y por su lógica
cualidad humana, en ocasiones se producirán errores que habrá de subsanar
con humildad y rapidez. Es un valor muy importante que ha de transmitir a sus
alumnos también en su actitud cotidiana ante ellos.

6. Facilidad de comunicación

El maestro debe tener lo que coloquialmente se llama, “don de palabra”. No hay


que olvidar que en el proceso comunicativo que se establecerá cada día en el
aula, él desempeñará la mayor parte de las veces el papel de “emisor”. Pero
también será a menudo “receptor” y recibirá constantes respuestas que, sobre
todo en los primeros cursos de los niños, no siempre estarán claras, a veces
incluso serán tremendamente confusas, y él las debe saber interpretar en la
medida de lo posible para poderles corregir positivamente. Igualmente, las
reuniones y participaciones en los equipos docentes del colegio, donde tendrá
que participar activamente, serán otro “campo de batalla” donde tendrá que
mostrar una adecuada fluidez verbal.

7. Creatividad y decisión

El maestro se va a encontrar a menudo con situaciones en las que, con los


recursos establecidos o habituales, no será capaz de encontrar soluciones
rápidas o eficaces. Es aquí donde su creatividad e imaginación va a ser
importante para “sacarse de la manga” propuestas de solución viables. Esta
creatividad también le resultará muy útil a la hora de hacer planteamientos
didácticos novedosos o interesantes.

8. Buena preparación y disposición a la formación continua

A lo largo de sus estudios de magisterio, habrá adquirido muchos de esos


conocimientos, tanto prácticos como teóricos, pero estos no siempre serán
suficientes. Además de una lógica y continua labor de recordatorio para
mantener frescos sus conocimientos, el maestro deberá tener una adecuada
predisposición a continuar formándose, prácticamente de forma ininterrumpida.

9. Capacidad de organización y planificación

El maestro va a tener que pasar de una materia a otra varias veces a lo largo
de una jornada, y lo tiene que hacer de forma organizada. No sólo respecto al
horario, que es algo bastante fácil de llevar y asimilar por los niños, sino de las
adecuadas transiciones, y a veces relaciones, entre contenidos.

10. Capacidad de evaluación

La evaluación no tiene que pecar ni de ser muy rígida ni muy blanda; ha de ser
eficaz. El niño ha de saber cuándo lo ha hecho mal, pero hay que saberle
motivar para buscar su mejoría, y no frustrarle en exceso mientras haya margen
de corrección.

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