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Problemática choco: La realidad chocoana parece no cambiar con el paso de los años.

Una
vez más, el departamento está paralizado porque sus habitantes están hartos del olvido
nacional. De manera pacífica, con un paro cívico y movilizaciones, desde Quibdó y otros
municipios reclaman que se cumpla el acuerdo logrado en el 2016 con el Gobierno
Nacional.
¿Qué cosas? La pavimentación de la vía de Quibdó a Pereira y de Quibdó a Medellín,
claves para la movilidad del departamento, así como la construcción de una vía con salida
al mar, que tendría unos 67 kilómetros.
Según el Defensor del Pueblo del Chocó, Luis Murillo, se trata de obras que están
paralizadas. A esto se suma la construcción de dos hospitales de segundo nivel en dos
subregiones del departamento y otro más de tercer nivel en Quibdó.
Un tercer tema, fundamental además para la implementación del Acuerdo de Paz, tiene que
ver con la seguridad física y alimentaria de los pobladores y de las comunidades indígenas
afectadas en 20 de 30 departamentos todo por cuenta de la avanzada armamentista del
‘Clan del Golfo’ y del ELN hacia las zonas que dejó las Farc.
De acuerdo con Murillo, hay disposición del Comité Cívico por la Dignidad del Chocó,
organizador del paro, de escuchar al Gobierno Nacional. Pero el asunto, de fondo, requiere
escuchar: “hay una voluntad de acercarse a evaluar el cumplimiento de lo acordado, que el
gobierno explique los 9 billones que dice que ha invertido, en qué sectores”.
Lo que está en juego son los derechos sociales y económicos de una población que esta
semana tuvo que enfrentar el secuestro de ocho de sus pobladores en Nóvita, y que acogió
al Gobierno en pleno y las Fuerzas Militares. Hoy allí tienen 500 efectivos quienes se
suman a los 6300 existentes, aunque no se ve una pronta solución a sus males.
Por ahora, se acordó una visita con corte humanitario a la subregión del Bajo Atrato y la
Defensoría del Pueblo citó a una nueva reunión de Alto Nivel en Docordó, pero las medidas
también deben ser integrales, deben incluir garantías de no repetición y deben incluir
avances concretos de ese pliego de peticiones.“Estas poblaciones han sido victimizadas
múltiples veces y lo que están pidiendo es que se avance en los procesos de paz con las
Farc y el ELN y que eso redunde en el beneficio para las comunidades étnicas”, agregó
Murillo.
Pero, ¿cómo? Con la llegada oportuna de la ayuda humanitaria de emergencia a la
población indígena desplazada y/o confinada, con la protección para líderes y lideresas que
están siendo objeto de amenazas, con la garantía de su seguridad alimentaria. En últimas,
con una respuesta a la altura de la situación de riesgo que persiste y que parece únicamente
entenderla la Defensoría del Pueblo.

El vocero de la Federación de Mineros del Chocó, Ariel Quinto, explicó que además de las
vías y la mala atención en salud, la corrupción es otro gran problema que aqueja al
departamento y por eso reclamó acciones de la Procuraduría y la Contraloría General, para
que se determine qué ha pasado con los recursos que el Gobierno Central ha destinado.“El
alto riesgo en el que están las zonas dejadas por las Farc, y a donde la institucionalidad no
ha llegado, está permitiendo que los guerrilleros de las Farc sean reemplazados por los del
ELN o el Clan del Golfo. A eso tiene que dársele un debate más profundo y no mirar las
cosas, como dice el Gobierno, de que al Chocó se le ha metido mucha plata y no se ve. Si
no se ve, tendría que aparecer y la Procuraduría y la Contraloría de la República deben estar
ahí para saber quién invirtió o quién se la robó”, dice.A esto se suman, igualmente, lo que
Quinto denomina incumplimientos de una mesa de trabajo en la que se han solicitado por
más de cinco años cosas, como la posibilidad de otorgar títulos y formalizar a los pequeños
mineros del departamento.
Lo que buscan es un cambio al código minero, que permita formalizar la minería artesanal
que es la principal fuente de empleo en el Chocó, y que se revisen los cerca de 280 títulos
otorgados a grandes empresas, al parecer, sin la debida consulta a las comunidades étnicas.
De hecho, buscan un plan piloto en el Chocó para esta formalización ya que estiman que las
exigencias para obtener un título parecen inalcanzables.Quinto además denunció que las
autoridades no estarían apoyándolos en las denuncias que han hecho de manera reiterada
por el cobro de vacunas, por parte de grupos al margen de la Ley: “Lo hemos denunciado y
el Estado no nos colabora, no nos apoya, porque nosotros supuestamente somos ilegales y
no se apoya al pequeño minero para que se le solucione la ilegalidad”, dice al indicar que,
al menos, 24 municipios del departamento del Chocó se dedican principalmente a la
actividad minera y a reclamar una solución política, más que policiva.“La comunidad
internacional y nacional está mirando como un problema humanitario el Chocó. Es así
efectivamente y esperamos que, así como se sale corriendo a solucionar paros en otros
lados, el Gobierno Nacional en cabeza del presidente Santos atienda el clamor de estas
comunidades que, aunque distante de la Colombia que muchos conocen, también tenemos
derecho”, puntualizó.
El líder indígena Orewa Luis Ángel Gindrama, por su parte, considera nula la atención del
Estado para las comunidades en los tres municipios del Baudó, en Riosucio, en Bojayá, en
Carmen del Darién, en el Litoral del San Juan y en el Bajo San Juan, entre otros.
¿Por qué? Por la presencia del Clan del Golfo, a quienes ellos denominan paramilitares, y la
obligación del confinamiento. Por la falta de garantías de parte de la Fuerza Pública, por la
presencia de minas antipersonales en los territorios, por los combates, porque las reuniones
pasan y ellos siguen en las mismas.
“No hay apoyo, no hay ayuda humanitaria, seguimos en las mismas. Las inversiones
sociales en acueducto y alcantarillado son para las cabeceras municipales y no para los
resguardos. Las comunidades seguimos en la mismas”, dice y no duda en reclamar: “¡Por
favor! Nos van a acabar, nos van a desaparecer. No hay garantías, hay una ruptura total, un
incumplimiento total de los acuerdos de paz de La Habana. Se firmó un documento de paz,
pero en este momento no hay garantías”.
En la selva del Chocó la miseria provocada por la violencia, la coca, la minería ilegal y la
contaminación contrastan con la riqueza ambiental. El pueblo indígena de Noanamé es un
reflejo de los conflictos que no se han resuelto. NOANAMÁ, Colombia – Una mañana
lluviosa de noviembre en lo más hondo de la selva de Chocó al oeste de Colombia, los
combatientes rebeldes del Ejército de Liberación Nacional (ELN) se repartían en un campo
de fútbol fangoso en grupos de ocho para realizar su entrenamiento diario. Los rebeldes
practicaban con palos en lugar de pistolas para evitar que se atascaran con el barro y
llevaban pantalones de vestir en lugar de uniforme.
Desde lejos parecía un partido de béisbol, pero en realidad los combatientes entrenaban
porque la guerra podría estar a punto de estallar. Otra vez.
Un líder del frente Che Guevara que utiliza el alias de “Yerson” se sentaba cerca mientras
sus compañeros acababan el entrenamiento matutino y culpaba a la élite de Colombia por el
continuo conflicto. Llevaba atuendo militar y una boina con una imagen roja del Che
Guevara.
“La gente ve las guerrillas como algo anticuado”, dijo. “Pero el capitalismo es más antiguo
y seguiremos luchando contra la injusticia si tenemos que hacerlo”.
Yerson hablaba sobre la insurgencia que su organización ha realizado contra el estado
colombiano durante cinco décadas, hasta que se negoció el alto el fuego sin precedentes en
octubre. El cese el fuego acabó oficialmente el 9 de enero, pero todavía no está claro si se
volverá al estado de guerra o las fuerzas armadas y rebeldes mostrarán contención.En 1964,
inspirados por la revolución cubana, un grupo de estudiantes radicalizados y campesinos
declararon la guerra contra el gobierno en las montañas del centro de Colombia. Su
objetivo era romper el yugo de la élite liberal conservadora que controlaba el sistema
político, redistribuir la riqueza a los pobres y establecer un estado marxista.

El frente Che Guevara del ELN se desplazó al pueblo de Noanamá situado en la cuenca de
San Juan en el departamento de Chocó durante la relativa calma del alto el fuego. La
cuenca de San Juan recibe su nombre por el río principal que fluye en la región. La
situación geográfica de Chocó, escondido entre las montañas andinas al este y el océano
Pacífico al oeste, lo convierte en uno de los lugares más húmedos y biodiversos de la tierra.
Para los guerrilleros del frente Che Guevara, el fin temporal de las hostilidades no es
necesariamente una promesa de paz ni un futuro brillante para la región de Chocó.
Repetidas “provocaciones” de las autoridades, como sobrevuelos en helicóptero, han creado
una atmósfera de tensión y han añadido presión a las conversaciones de paz que se estaban
realizando en la capital de Ecuador, Quito.
El departamento de Chocó es el escenario de muchos problemas que aún plagan Colombia.
Rico en recursos naturales como Madera, oro y platino, además de un vasto bosque tropical
primigenio cada vez más amenazado, Chocó ha sido el enclave de una guerra de posiciones
entre el ELN y los grupos paramilitares que compiten por el territorio que quedó sin dueño
cuando las FARC se desmovilizaron.
Como consecuencia, la población predominantemente afrocolombiana e indígena se ha
visto atrapada en el fuego cruzado.
Para empeorar las cosas, las autoridades colombianas han destruido cultivos de coca, el
ingrediente base de la cocaína, y pequeños dragados para minería de oro como parte de un
impulso para deshacerse de las industrias ilegales, tal como se acordó en el proceso de paz.
No obstante, eso ha aumentado la tensión con los lugareños, que protestan porque se han
quedado sin nada. Con cultivos escasos y un futuro incierto por delante, los residentes de la
región están desesperados.
Eliminación de cultivos y cultivos débiles
Noanamá es hogar de alrededor de 800 campesinos afrodescendientes y está rodeada de una
copiosa y verde selva. A pesar de su paisaje esplendoroso, es imposible no ver la
contaminación: la ciudad y el río están regadas de basura y, por ello, sus habitantes ya casi
no pescan.
Los habitantes locales solían pescar, cazar y talar en esa región con métodos tradicionales,
pero la expansión de la coca y la fiebre del oro cambiaron sus vidas de forma irrevocable y
transformaron su cultura y su dieta, además de contaminar el ambiente. Ahora plantan
cultivos de coca para tener ingresos y pancoger para sustento.
El joven líder de la comunidad Noanamá, al que llaman Indio, explicó en una tarde de calor
sofocante cómo cada familia cultivamenos de una hectárea de coca.
“Además de la minería, ese es nuestro único ingreso”, dijo. No obstante, explicó, el precio
de mercado de la coca ha caído drásticamente en el último año, en parte por un auge de la
coca. Eso ha hecho que sea más difícil comprar productos básicos, que tienen que ser
importados a través del río a precios elevados.
El ELN es oficialmente la última insurgencia armada que queda en el continente después de
que las FARC firmaron un histórico tratado de paz con el gobierno en noviembre de 2016.
El tratado dio fin a una guerra civil de 53 años de duración que había acabado con la vida
de más de 200 000 personas y desplazado a más de siete millones.
Puso fin a la guerra con las FARC, pero muchos de los elementos que hicieron que
floreciera el conflicto, como el auge del mercado de la cocaína, siguen vivos, siendo una
espina para el gobierno, que quiere presentar a Colombia como una nación transformada a
la comunidad internacional.
Al contrario de las FARC, que conseguían gran parte de su dinero a través del tráfico de
cocaína, el ELN ha evitado participar de forma importante en el comercio. La mayor parte
de sus ingresos provienen de la extorsión y los rescates de secuestrados, y ha extraído una
cantidad incalculable de millones del oleoducto Caño-Limón, propiedad del estado, desde
los 80 a través de la extorsión a empresas petroleras y amenazas de sabotaje.
El bloque occidental del ELN que opera en Chocó, sin embargo, sí que cobra una tasa a los
cultivadores de coca.
Puede leer: El mercurio en los ríos de Quibdó hizo que los pescadores guardaran sus
atarrayas
Aunque el ELN afirma tener un plan ambiental, su rama en Chocó reconoce que se tiene
que adaptar a las realidades locales, lo cual en la práctica significa cobrar a los lugareños
por realizar actividades que dañan el medioambiente, como la tala y la minería y aplicar
prohibiciones de extracción en las cabeceras de los ríos.
El gobierno colombiano tiene un plan ambicioso para erradicar la coca y otras industrias
ilegales como la minería de oro sin licencias. Ha prometido destruir más de 100 mil
hectáreas de cultivos de coca, la mitad a través de la eliminación y la otra mitad con un plan
voluntario de sustitución de cultivos. El año pasado, la cantidad total eliminada fue de no
más de 18000 hectáreas.
Pero la producción de coca es más alta de lo que ha sido en 20 años, lo cual también ha
contribuido a la deforestación a gran escala. Desde que se desmovilizaron las FARC, la
deforestación ha aumentado un 44 por ciento y más de 170 mil hectáreas de bosque se han
perdido, según Amazon Watch. Uno de los extraños beneficios de la guerra civil es que
mantuvo grandes trechos del bosque de Colombia intactos.
A causa de esas tendencias, los residentes de Noanamá dudan que el gobierno vaya a
cumplir con su plan de sustitución de cultivos, ya que intentos similares fracasaron en el
pasado.
El problema del oro
Los lugareños también denunciaron a las autoridades por destruir dragas de oro. Creen que
hay una doble moral, afirman que pequeñas dragas de oro en el río San Juan que están en el
territorio del ELN han sido destruidas. Dicen que dragas de tamaño industrial en el
territorio del grupo paramilitar más grande de Colombia, el AGC, Autodefensas Gaitanistas
de Colombia, permanecen intactas.
Como para confirmar las sospechas de los habitantes locales, una tarde reciente, río arriba
del San Juan, dragas de oro gigantes se veían en el río, arrojando arena en sus márgenes y
creando pequeñas montañas a lo largo de la orilla.
Un largo barco de estaño salió del pueblo minero con 5 hombres armados vestidos con ropa
de trabajo a menos de 10 minutos del principal cuartel de policía de la región. Eran
combatientes paramilitares de las AGC, quienes, como el ELN, llevan un brazalete sobre la
chaqueta con las iniciales de su organización.
Históricamente, el oro ha hecho más producido más daño que beneficios al Chocó. Los
africanos llegaron por primera vez a la región para minarla como esclavos bajo el dominio
colonial de los españoles.
Siglos más tarde, es la parte más pobre del país, y una de las más destruidas por la minería.
Casi la mitad de la cubierta forestal se ha perdido en el país a causa de las actividades
mineras en Chocó, y tiene el peor nivel de contaminación de mercurio en Colombia. Un
análisis de sangre y orina para detectar mercurio que se llevó a cabo por el Ministerio de
Sanidad reveló que los residentes de la cuenca de San Juan tenían niveles críticos en su
sistema, muy por encima de la media nacional.
Sin embargo, el comercio lucrativo continúa haciéndolo un punto clave para los grupos
armados. Se calcula que 82 por ciento de las exportaciones de oro de Colombia se obtienen
de bandas criminales armadas.
Atrapados en el fuego cruzado
Muchas casas habían sido abandonadas en Noanamá y los combatientes del ELN las habían
utilizado como campamentos. El pueblo de Noanamá no parece una zona de guerra, pero
hace poco más de seis meses la cuenca de San Juan era el escenario de una de las luchas
más cruentas de los tiempos recientes.
Cuando estalló la batalla entre el ELN y las AGC en junio, miles de personas fueron
desplazadas; los líderes de los poblados fueron asesinados, niñas de tan solo 12 años fueron
violadas, y el 20 por ciento de la población que vivía en la cuenca de San Juan tuvo que
abandonar su hogar, según una investigación de Human Rights Watch.
Las condiciones eran tan malas el año pasado que miles de chocoanos tomaron las calles de
la capital departamental, Quibdó, para pedir seguridad y una reforma. El día de la
Independencia de Colombia, los manifestantes en Quibdó retiraron la bandera nacional y la
sustituyeron con la regional de Chocó, como protesta porque las condiciones de vida allí
apenas habían mejorado desde la conquista española.
Según la única profesional de la medicina del pueblo —una monja católica que lleva en
Chocó desde 1957— las enfermedades más comunes son la malaria, la desnutrición y las
lombrices intestinales, relacionadas con el agua contaminada.
La Cruz Roja Británica tiene una misión humanitaria en la región y proporciona medicinas
a los lugareños, pero cuando se quedan sin suministros, los chocoanos dependen de las
medicinas tradicionales a base de plantas que les administra la religiosa colombiana. La
gente también viaja desde los pueblos vecinos para que les asista esa monja, que puede
llegar a ver hasta 20 pacientes al día de forma habitual.
Cuando le preguntamos por qué utiliza medicina tradicional, la monja responde con
naturalidad: “Porque había que hacerlo, por necesidad”.
Después de semanas en la calma relativa de Noanamá, los combatientes del frente Che
Guevara finalmente guardaron sus equipos y desmontaron sus campamentos, listos para
dejar el pueblo. No nos desvelaron cuál sería su destino, si era otro pueblo o de nuevo la
selva.
a pesca ya no hace parte de la esencia de Quibdó. Desde hace varios años, las chalupas y
lanchas que dormitan tranquilamente en la orilla del malecón, por donde pasa el caudaloso
y carmelito río Atrato, ya no están rebosantes de atarrayas, anzuelos y baldes.
Ahora, estas largas embarcaciones de madera se utilizan principalmente para transportar
personas a través del río, desde Quibdó al barrio Bahía Solano, en un recorrido de no más
de dos minutos; o de ingresar alimentos traídos desde los municipios aledaños a la capital
del Chocó.
Según Jhon Jairo Rentería, un quibdoseño de 42 años, el principal responsable de que la
pesca haya desaparecido es el mercurio, un metal pesado utilizado para la extracción de oro
en el río Quito, que desemboca en el Atrato justo al frente de Quibdó.
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“Esa minería llegó hace como 20 años al río Quito, y se concentró en sitios como Villa
Conto, San Isidro y Paimadó, ubicados a 30 kilómetros de Quibdó (a tres horas de distancia
por agua), donde hay mal contadas 20 dragas o dragones que sacan oro”.
Rentería asegura que hace cinco años la comunidad del sector abandonó por completo la
pesca al conocer las nefastas consecuencias del mercurio, un elemento químico relacionado
con el cáncer y que es usado para separar el oro de la piedra.
“La Defensoría del Pueblo nos advirtió que el mercurio era cancerígeno, y que si seguíamos
consumiendo los peces del río terminaríamos enfermos de cáncer. Muchos conocidos de
Paimadó, Villa Conto y San Isidro ya padecen de esta enfermedad”.
Ante esta alarma, Jhon Jairo y la mayoría de los habitantes de la capital tomaron la difícil
decisión de guardar sus atarrayas y rebuscarse otras opciones para sobrevivir.
“Ya no podemos vivir de la pesca por la contaminación de mercurio. Dejamos de hacerlo
por miedo a enfermarnos. La mayoría optó por hacer solo recorridos en las chalupas. Hace
muchos años que no saco mi atarraya para pescar bagres, bocachicos, cachamas y sabaletas.
Tenemos susto hasta de bañarnos en sus aguas”.
Una tragedia que crece: Contraloría
En un reciente informe, la Contraloría General de la República catalogó como deficiente la
labor de la Corporación Autónoma Regional para el Desarrollo Sostenible del Chocó
(Codechocó) en la lucha contra la minería ilegal en el departamento.
Luego de recoger información en 9 municipios chocoanos (Quibdó, Río Quito, Cantón de
San Pablo, Tadó, Unión Panamericana, Lloró, Nóvita y Río Iró), el resultado concuerda con
la denuncia de Jhon Jairo.
Se identificaron 377 entables mineros que explotan los recursos naturales sin permisos
ambientales, con 63 retroexcavadoras, 172 dragas, 48 dragones y 276 motobombas. Entre
los casos más urgentes están Quibdó (34 títulos vigentes), Río Quito (200 entables mineros
y 4 títulos); y Unión Panamericana (119 entables y un solo título).
Lea también: La lucha de un consejo comunitario contra la minería ilegal en Chocó
A pesar de este panorama, la entidad afirma que “La Corporación desarrolló solo 14 visitas
de control. La minería ilegal ha generado contaminación hídrica por sólidos suspendidos,
mercurio y cianuro; deforestación de los suelos; sedimentación de los cauces; y destrucción
de la flora y fauna”.
En el municipio de Cantón de San Pablo, la Contraloría encontró 121 casos de personas que
resultaron con altos niveles de mercurio en sus cuerpos.
“La minería ilegal hace presencia sin mayores controles y existen deficiencias en la
actividad sancionatoria de Codechocó. Los alcaldes incumplen el Código de Minas, ya que
no suspenden la explotación sin título inscrito en el Registro Minero Nacional”, cita el
documento de la Contraloría.
Según la entidad, en 2016 Codechocó tenía 78 procesos administrativos sancionatorios
mineros, sin alguna actuación. En dicha vigencia, solo dio apertura a tres procesos: dos en
Atrato y uno en Acandí.
Nadando en mercurio
Un análisis de la WWF, Global Environment Facility y el Programa de las Naciones Unidas
para el Desarrollo, concluyó que Colombia es el país del mundo que más mercurio libera a
la atmósfera. En promedio, el país libera 75 toneladas al año de mercurio per cápita, lo cual
equivale a que por cada colombiano llegan al ambiente 1,6 kilogramos anualmente.
En un estudio de 2016, el Instituto Nacional de Salud evaluó los niveles de mercurio en
cabello, sangre y orina en 596 personas de los municipios de Quibdó, Río Quito, Cantón de
San Pablo, Istmina y Condoto. Los resultados son alarmantes.
Le sugerimos: Mercurio en Colombia: veneno en la sangre
El límite admisible de mercurio en la sangre no debe superar los 5 microgramos por litro.
Sin embargo, la media en los análisis fue de 9,7, siendo Istmina, Cantón de San Pablo y
Quibdó los más críticos.
En orina, el tope debe ser de 7 microgramos por litro, pero la media fue de 28,6. Los
valores más altos fueron en Istmina, Río Quito y Cantón de San Pablo. Un microgramo es
el máximo permitido para las muestras de cabello. El estudio arrojó una media de 0,9 para
los cinco territorios, pero Cantón de San Pablo (1,4) y Quibdó (1,2) no pasaron la prueba.
Por su parte, WWF, junto con la Universidad de Cartagena y el Instituto de Investigaciones
Ambientales del Pacífico, realizó mediciones en 14 sitios de Quibdó para analizar la
concentración de mercurio en el aire. Se encontraron niveles 24 veces más altos que lo que
recomienda la Organización Mundial de la Salud, en especial en zonas del centro de la
ciudad, donde se realiza la quema de la amalgama.
Capturas en Chocó
La semana pasada, la Fiscalía General de la Nación dio un duro golpe a la estructura
criminal Zares del Oro por contaminar los ríos Quito y Atrato y extraer oro y platino con
mercurio, maquinaria pesada y sin permisos ambientales.
Los Zares del Oro habrían realizado transacciones entre 2009 y 2013 por más de $1,2
billones. La entidad también identificó propiedades de las personas que estarían vinculadas
a la estructura criminal y ocupó 441 bienes con fines de extinción de dominio en Chocó,
Antioquia, Risaralda, Córdoba y Bogotá, avaluados en $1,7 billones.
Además, según la Fiscalía Zares del Oro era dueño del 70% de las estaciones de servicio de
gasolina en Chocó, de donde saldría el combustible para las dragas y la maquinaria. En el
operativo 11 personas fueron capturadas, entre ellas el Alcalde de Nóvita, Deyler Camacho,
a quienes se les imputaron cargos como concierto para delinquir, explotación ilícita de
yacimientos mineros, daño en los recursos naturales, contaminación ambiental, invasión de
área ecológica, violación de fronteras y enriquecimiento ilícito.
Tres capturados recibieron medida de aseguramiento; otros tres fueron cobijados con
detención domiciliaria; y al resto el juez les otorgó medida no privativa de la libertad.
Un pescador maniatado
Mientras contempla con nostalgia las contaminadas aguas de los ríos Quito y Atrato, Jhon
Jairo recuerda cuando el mercurio no se había apoderado de ellas y aún se podía pescar.
“De pequeño, mi papá y la señora que me cuidaba me enseñaron a pescar. Sacábamos
toneladas de peces de los ríos, que brotaban como arroz. La cantidad ha disminuido y los
que sobreviven están envenenados. Hay épocas en las que se ven pequeños pescados
muertos por la falta de oxígeno”.
Como él, los habitantes guardan en su memoria la época próspera de la pesca, actividad que
no se aventuran a recuperar y que fue vetada por ellos mismos para evitar una enfermedad.
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Jhon Jairo se acuerda que hace 10 años, cuando el Gobierno tomó acciones para
desmantelar más de 50 dragas del Quito, el río tuvo un respiro temporal, que se vio
representado en una enorme abundancia de peces listos para cazar.
“En esa época no conocíamos lo que generaba el mercurio. Como la extracción disminuyó,
empezamos a pescar en el Atrato. Mandamos toneladas a Antioquia, Pereira y Bogotá. Pero
fue momentáneo, pronto volvieron las dragas y con ellas la escasez y la contaminación”.
Pero Jhon Jairo no pierde la esperanza. “Esperamos que el Gobierno le ponga fin a esta
actividad. Las autoridades ambientales nos dicen que si se frena el mercurio, en más o
menos 10 años podríamos volver a pescar y consumir los peces. Ojalá algún día esto se
haga realidad
¿ POR QUE DE LA POBREZA DE CHOCO?
La integración del Chocó al sistema económico de la Nueva Granada fue tardía, dos hechos
marcaron su incorporación: la pacificación de los indios, la apertura de la frontera minera.
De hecho, la apertura de la frontera minera del Chocó abrió uno de los ciclos más
importante en la economía colonial en la segunda mitad del siglo XVII. Expansión minera
que no sólo dinamizó la economía colonial e incrementó la riqueza del virreinato, sino el
comercio y el desarrollo de ciudades como Bogotá, Cartagena, Santa Fe de Antioquia,
Popayán, Cali y Cartago.
Porque los beneficiarios de aquel auge minero, además de la Corona y sus funcionarios
corruptos fueron los terratenientes, los comerciantes y los propietarios de minas que vivían
en aquellas ciudades. Bonanza minera que desató una lucha de poderes entre las
gobernaciones de Cartagena, Antioquia y Popayán por el dominio del Chocó, pero como
sucede ahora por la corrupción y la ausencia de controles fiscales la participación de la
Corona fue poca y los grandes beneficiados de ese auge fueron los mineros.
El Chocó se convirtió en un centro de disputas políticas, económicas y eclesiásticas entre
estas tres gobernaciones, las cuales incidieron profundamente en su atraso. Porque, tanto las
gobernaciones como las órdenes religiosas de los franciscanos, los dominicos y los jesuitas
se peleaban por igual el dominio jurisdiccional, control de las minas, el comercio, los
tributos y la evangelización de los indios.
Los pleitos y los intereses de los poderes políticos y eclesiásticos de estas tres regiones,
crearon constantes conflictos que hicieron difícil la administración del Chocó, conflictos
que frenaron de manera determinantes el desarrollo del Chocó.
En el Chocó se vivía en una especie de torre de babel, Cartagena y Santa Fe de Antioquia
se disputaban el control del Darién y la provincia de Citará (Quibdó) y Popayán la
provincia de Nóvita y lo mismo hacían las órdenes religiosas.
En esas disputas los payaneses lograron que la Corona prohibiera el comercio y la
navegación por el Atrato y que se condenaran con la pena de muerte a los comerciantes que
violaran dicha medida. En retaliación los antioqueños consiguieron que la Corona también
cerrara el comercio y la navegación por el río San Juan y la costa pacífica chocoana para
evitar el tráfico ilícito de oro y el contrabando desde Panamá.
El cierre de las navegaciones por los dos ríos más importante de la región hizo más fuerte la
dependencia del Chocó de Santa Fe de Antioquia y Popayán. Por varias décadas las únicas
vías de penetración al Chocó, fueron los caminos: Santa Fe de Antioquia- Urrao- Bebará-
Atrato y el camino Nóvita-Cartago-Popayán.
Desde Santa Fe de Antioquia y Popayán no sólo se controló la administración territorial, el
comercio y los cobros de los tributos, sino que en estas ciudades fue donde finalmente los
mineros beneficiarios de aquella bonanza aurífera chocoana invirtieron las fortunas que
acumularon en las explotaciones del oro del Chocó.
La apertura de la navegación por el Atrato y el San Juan, después de varios decenios de
cierre y, en especial la reanudación del comercio, entre Cartagena, Jamaica y el Chocó
fueron trascendental para el crecimiento de Quibdó como centro urbano. El fin de la
dominación española y la liberación de los esclavos marcó un nuevo rumbo para el Chocó.
Porque generó el declive de Nóvita como gran centro minero y de poder regional y permitió
el crecimiento de Quibdó como gran centro regional y eso significó una nueva dinámica en
materia económica y de desarrollo.
Las luchas por el control del oro y el cierre del tráfico por las dos arterias fluviales más
importantes, auspiciado desde Antioquia y Popayán fue uno de los hechos más nefastos
para el desarrollo chocoano, que demuestra cómo Antioquia y el Cauca subdesarrollaron al
Chocó. Además esta es una síntesis del primer saqueo del oro del Chocó, luego siguió el de
la compañía Chocó Pacífico y ahora se vive otro aberrante pillaje que será la próxima
columna: El saqueo de la Chocó Pacífico.
En los últimos años, el deterioro social y económico del Departamento del Chocó ha sido
noticia nacional. De acuerdo con el censo general de 2005, las coberturas de los servicios
de acueducto y alcantarillado son, respectivamente, el 22,5% y 15,9% del total de
viviendas, valores que no alcanzan a ser el 30% de las coberturas observadas a nivel
nacional. Adicionalmente, el índice de necesidades básicas insatisfechas, NBI, muestra que
el 79% de los hogares carecen de algunos de los servicios incluidos en ese indicador, un
nivel que es tres veces más alto que el registrado en el país. Peor aún, es comprobar que
este indicador se ha mantenido relativamente estable en los últimos tres censos nacionales
de población y que, como consecuencia de los descensos en el promedio nacional, el NBI
del Chocó pasó de ser el 190% del NBI de Colombia en 1985 al 310% en 2005.
Finalmente, la tasa de analfabetismo chocoana, a pesar de sus descensos, se ha mantenido
en el doble del promedio colombiano. Los indicadores económicos también muestran un
estancamiento relativo en los últimos años. Mientras, en el período 1990 – 2004, la
población del Chocó representó en promedio el 1% de la población de Colombia, el PIB del
departamento fue solamente el 0,4% del PIB nacional. El PIB per cápita chocoano fue, en
promedio, el 40% del PIB per cápita colombiano y el 26% del estimado para Bogotá. Esta
situación se ha mantenido desde que hay datos de producto departamental en el país. Para
1950, el primer año para el que se dispone de estas cifras, se encuentra que el PIB per
cápita del Chocó era el 10% del de Bogotá y solamente el 57% del alcanzado por La
Guajira, que junto con el Chocó eran los departamentos con menor producto por habitante
en ese año. Las cifras 2 de ingresos muestran una situación más critica en el Departamento
del Chocó, el cual permaneció durante el período 1975 – 2000 en la última posición del
escalafón en términos per cápita. Bonet y Meisel (2006) muestran que durante todo el
período estudiado, el ingreso por habitante de Bogotá, la entidad con mayor ingreso, se
mantuvo 8 veces por arriba de Chocó. No obstante la actual situación del Chocó, sus
condiciones fueron diferentes a comienzos del siglo XX, ya que durante las primeras
décadas el departamento vivió un período de prosperidad. El auge de las exportaciones de
oro y platino, en esos años, resultó en un significativo dinamismo comercial e industrial
que no se había visto antes. Por ejemplo, González (2003) señala que a partir de 1917, con
la primera guerra mundial y la revolución rusa, los nuevos usos del platino dispararon sus
precios y el Chocó se convirtió en el primer productor mundial de este mineral. Caicedo
(1997) destaca que el presupuesto de los municipios chocoanos en 1927 era similar al de
los municipios del Cauca, que tenía una población tres veces mayor que el Chocó. Un
reflejo de este progreso era que Quibdó, con sus 24.722 habitantes en 1918, ocupaba el
puesto 16 entre los municipios más poblados del país1. La evidencia muestra, entonces, que
el Chocó vivió etapas de auge, crisis y estancamiento a lo largo del siglo XX. El Chocó
tiene unas características geográficas e institucionales que lo convierten en un caso singular
para su estudio. La región es reconocida como una de las zonas más lluviosas del mundo,
con una topografía que la aísla del resto del país y con un número considerable de ríos
caudalosos, que se han convertido en su principal medio de 1 De acuerdo con el Censo de
Población de 1918. 3 transporte. La explotación del oro con mano de obra esclava y el
exterminio a que fue sometida la población nativa en el período colonial, llevaron a que la
gran mayoría de su población se identifique como afro descendiente: 87% de acuerdo con
el censo de 2005. Las condiciones geográficas condicionaron una explotación esclavista
durante el período colonial, llevando a la consolidación de unas instituciones extractivas
que han permanecido en el departamento y explican, en gran parte, las condiciones actuales
de atraso. El propósito de este trabajo es analizar las condiciones sociales y económicas del
Departamento del Chocó en los últimos años para contestar la pregunta: ¿Por qué es pobre
el Chocó? Inicialmente, se presenta un recuento de los antecedentes históricos del territorio
hasta mediados del siglo XX, con el fin de identificar algunas de las raíces del
estancamiento actual. Luego, se estudian las condiciones geográficas y climáticas, las
cuales han condicionado en gran parte el desarrollo chocoano. Posteriormente, a partir de
las cifras de producto e ingreso disponibles, la sección 4 profundiza en los cambios y la
evolución de la estructura económica departamental después de 1960. El examen de las
condiciones sociales del departamento es el principal objetivo de la sección 5, mientras que
la sección 6 analiza los problemas de corrupción. Finalmente, el último componente del
trabajo presenta las conclusiones y algunas recomendaciones de política.
u testamento ha sobrevivido casi dos siglos y, aunque prácticamente se deshacen en la
oficina de una notaría, las curtidas hojas siguen dando cuenta, a diferencia de hoy, de un
pasado lleno de opulencia en el Chocó.
Un sartal de perlas de nueve hilos con su cruz y lazo de esmeraldas, con peso de 31
castellanos, once sortijas de hilo de oro, una peineta de carey engastada en oro con once
esmeraldas y cinco varas largas de muselina fina bordada con lentejuelas de oro , se leen
entre muchos otros objetos y personas que fueron de su propiedad.
La historia de doña Nicolasa y la de otros 27 colonizadores de la región que hoy ocupan los
municipios de Bagadó, Bojayá, Quibdó, Lloró y Riosucio, reposa en el libro Memorias de
los últimos esclavizadores en la Provincia del Citará, del historiador chocoano Sergio
Mosquera Mosquera. Era la época en la que un negro alto y fuerte costaba 400 pesos plata y
un niño de dos se vendía en 70 pesos.
Para Juan Bautista Velasco, autor de la presentación del libro, los testamentos son un
inventario del mundo doméstico. Por eso para él no es difícil imaginar a doña Nicolasa
viajando en plena selva sobre canoas de finas maderas como una reina o durmiendo en
mullidas sábanas de lino y gasas traídas a estos lares por comerciantes ingleses o
jamaiquinos.
Y si de buena vida se trataba, Francisco García y Ruiz supo mucho de eso: 134 esclavos
fueron suyos antes del 7 de noviembre de 1819, fecha en la que destinó qué, cuánto y
quiénes le correspondían a sus herederos.
En esta historia, que más parece de otra parte, pero menos la del Chocó, también están los
negros esclavistas. Esto va a causar un revuelo por la concepción que se tiene de esclavitud,
por el referente del esclavizador blanco y no del negro. Al finalizar la esclavitud (1.851),
había negros libres con 10, 15 ó 20 esclavos , cuenta Sergio Mosquera.
Entre los testamentos de los esclavizadores que van agonizando con el fin de la Colonia, y
que fueron escritos entre 1800 y 1850, se destaca el del presbítero Manuel Alberto
Guerrero, párroco en Lloró. Los bienes de este servidor de la iglesia eran sus esclavos
Cipriana, Jacinta, Tomasa, Joaquín, Mariquita y Catalina, una cadena de oro, una caña con
puño de oro y una cría de chivos, entre otros enseres.
La revisión de los folios durante cuatro años sirvió para conocer de dónde vienen los
apellidos tradicionales en el Chocó. Así, los Mosqueras, Córdobas y Contos no resultaron
tan negros como se creía y sí muy relacionados con los europeos. Esos apellidos hacen
relación a los amos de nuestros antepasados y de los cuales tomaron su apellido , dijo el
historiador.
Pero parte de las vidas de doña Nicolasa o del cura Manuel Guerrero no estarían presentes
después casi 200 años, si hubieran seguido el mismo camino que muchos otros papeles
históricos en el Chocó: el río Atrato. La mayoría de la historia documental terminaba en las
aguas durantes los cambios de notarías y de las oficinas de instrumentos públicos.
Faltaba que un hombre sintiera curiosidad desde que escuchó por primera vez de su madre
la palabra congo. Mi abuela dijo Mosquera le había dicho que los congos era una raza
venida del Africa, de la cual ella descendía, y se caracterizaba por su baja estatura, por su
larga vida y por ser maestros de la zanganería. En esos momentos empezó mi búsqueda .
Cuatro historias negras Quibdó Memorias de los últimos esclavizadores en la Provincia del
Citará es el primero de cuatro libros que Sergio Mosquera tiene preparados sobre el tema.
Los libros casi coinciden con el cumpleaños número 50 del Chocó, que se celebran el
próximo año. Serán editados por la Promotora Editorial de Autores Chocoanos.
El segundo volumen se llama De esclavos y esclavizadores en la Provincia del Citará, y en
él se analiza la patronimia afrocitareña, que no es otra cosa que el derecho que tenían los
dueños de imponer el nombre y el apellido a su esclavo.
El tercero es un diccionario genealógico de la misma provincia, desde 1800 hasta 1996.
El historiador estudia a las diferentes familias y los enlaces matrimoniales que determinan
las redes de familiaridad y parentesco en la región. Se toman varias parejas de esclavizados
y se rastrean los hijos, nietos y bisnietos, hasta la generación actual.
El cuarto texto es Afrocitareños esclavizadores libres. Trata sobre la existencia de negros
citareños que, una vez se libraron de la esclavitud, se convirtieron en esclavizadores de
negros.
No hay derecho para que un departamento con costa en el Atlántico y en el Pacífico,
además de un inmenso inventario de recursos naturales como: minería, agricultura,
acuicultura, pesca y las inmensas posibilidades de generar agroturismo, esté tan
estigmatizado por problemas de salud, hambre y miseria, generados por los constantes
escándalos de corrupción de los cuales aparecen responsable su clase dirigente.

Es triste decir que la corrupción devora al Chocó, según la Procuraduría, este


departamento es al que más procesos disciplinarios se le adelanta, son muchos los recursos
que apropia el Gobierno Nacional para hacer frente a la difícil situación de desnutrición en
los niños, y en general para obras de infraestructura, pero, lamentablemente se pierden en
los laberintos de la administración corrupta y bullanguera; se conoce casos de Alcaldes que
gastan viáticos innecesarios desplazándose a diferentes sitios del País, muchos de ellos de
placer o para hacer turismo, mientras sus municipios se debaten en medio del hambre y la
indigencia.

El Gobierno Nacional aporta anualmente por persona al Chocó: $750.000.oo, mientras que
para otros departamentos son apenas $310.000.oo, por eso, se dice que la principal falla
está en las administraciones municipales, prueba de ello, es el cúmulo de investigaciones
que adelantan los organismos de control contra diferentes mandatarios y ex mandatarios
locales.

Entre tanta corrupción y afrenta contra la administración del Chocó, estoy absolutamente
seguro que en sus habitantes existen mentes claras y diáfanas que les duele todo lo que está
pasando, pero, lamentablemente se necesita de una política gubernamental lo
suficientemente clara y drástica para que se haga una intervención de mano dura, con el fin
de tomar decisiones administrativas que le pongan fin a semejante vergüenza nacional.

Es claro que la solución a la problemática del Chocó no es viable hacerla por las vías
democráticas,- puesto que los gamonales y caciques mantienen aceitada su maquinaria para
ponerla a funcionar en cualquier evento de contienda electoral-, para que esto ocurra, se
hace indispensable rescatar el principio de autoridad, - que se encuentra secuestrado por la
ola de corrupción y de violencia -, con el fin de contrarrestar tanto desplazamiento por
causa de las explotaciones mineras y demás recursos naturales, de parte de los grupos
guerrilleros, paramilitares y demás organizaciones criminales que operan la margen de la
Ley.
¿Sera que se requiere acudir a una administración de agentes foráneos, para que previo un
plan de desarrollo diseñado en conjunto con el Gobierno Central, se le ponga coto a tanta
ignominia y así lejos del mundanal ruido político se logre encauzar a tan importante región
por los senderos del progreso y del desarrollo?.

Si hacemos una evaluación de los solos recursos mineros, en oro y platino, que se pueden
explotar con las técnicas medioambientales legalmente establecidas, podemos estar seguros
que se lograría un factor de equilibrio entre la pobreza extrema y los empresarios, que no se
atreven a organizarse, puesto que, inmediatamente son víctimas de los agentes alzados al
margen de la Ley, de donde se concluye, que, les es más rentable el caos que la legalidad.

Es triste tener que decir que el Departamento del Chocó, se debate entre la pobreza extrema
y la opulencia extravagante, producto del fantasma de la corrupción, que lo asedia por todas
partes y que por esta causa se ha convertido en todo un problema para el Gobierno.

Es vergonzoso ver cómo algunos políticos viven en mansiones con todas las comodidades y
servicios públicos de primera línea, cuando a la salida nos encontramos con familias
viviendo en casuchas, haciendo sus deposiciones al aire libre, con niños famélicos
muriendo de hambre, tomando aguas estancadas y sin servicios de alcantarillado, agua, luz
y teléfono.

Lamentablemente gran parte de su clase política, se encuentra cuestionada por los


Organismos de Control, muchos en las cárceles y son cientos los procesos pendientes para
ser llamados a juicio.
Si el departamento de Chocó lograra encausarse por un proceso de desarrollo, con los solos
recursos naturales de: minería, hídricos, pesquería, maderables, y agroturísticos, podría
llegar a ser un modelo de desarrollo con amplia generación de empleos directos e
indirectos, y excedentes de exportaciones en los varios campos ya enunciados.

No olvidemos que tan rica región, tiene además de sus recursos humanos y naturales una
ubicación privilegiada, donde se pueden construir puertos de navegabilidad marítima y
terrestre, sin embargo, hace unos años escuchamos un programa de acometimiento de vías,
pero a la fecha nada se ha vuelto a saber.

Fue muy importante la visita que en días pasados hiciera el Defensor del Pueblo, para
reunirse con los habitantes afectados por diferentes problemas que van desde el
desplazamiento forzado, la pobreza absoluta en todos órdenes, pero, lo más grave la
terrible descomposición social que se percibe en todos los sectores.

El fenómeno de la prostitución en los menores de edad está alcanzando límites tan


alarmantes, que los mismos padres de familia en muchos casos manifiestan tenerlo que
permitir por la terrible situación de pobreza en que viven, de otro lado, es muy común ver,
cómo niños menores de edad, están abandonando sus hogares para ingresar a los grupos
armados al margen de la Ley, donde por lo menos, - según ellos-, se les brinda un plato de
comida y un uniforme.

Es apenas justo pedir al gobierno nacional, que haga más presencia en el Chocó, sus gentes
honestas se sientan inermes ante tanta ignominia y corrupción, los robos de las regalías y
demás dineros públicos se suceden muchas veces a ojos vistos
l Chocó es el departamento más pobre y con mayores niveles de exclusión social del país.
Según el Departamento Nacional de Planeación (2016) la mortalidad infantil es de 42.8
por ciento; el déficit de vivienda es del 80.3 por ciento; el Índice de Necesidades Básicas
Insatisfechas es del 93.1 por ciento y la pobreza extrema es del 37.1 por ciento. El
analfabetismo es del 21 por ciento; la desnutrición crónica es del 18.5 por ciento; y la baja
asistencia escolar implica que miles de niños y jóvenes están en sus casas, desamparados, o
incorporados en la delincuencia.
Indicadores de un país donde las brechas sociales son también regionales y de que hay una
deuda innegable del Gobierno con este departamento.
Pero la responsabilidad también recae sobre la dirigencia política local
patrimonialista, depredadores que se ha lucrado y apropiado de los recursos. Entre 2010 y
2015 las transferencias del Presupuesto General de la Nación al Chocó pasaron de 390.846
a 873.179 millones de pesos. Los dos últimos gobiernos del departamento han recibido
siete billones de parte de la Nación, ¿a dónde han ido a parar los recursos?
Entre 1992 y 2015 – y a fuerza de disputas territoriales e intereses políticos- el
departamento pasó de 17 a 30 municipios. La mayoría de estos municipios -con menos de
10.000 habitantes- viven de los recursos de la Nación. A esto se le agrega la
burocratización derivada de los repartos clientelistas, el nepotismo y la ineficiencia
administrativa.
Los políticos actúan siguiendo un libreto: acceder a los cargos para convertir los recursos
públicos en su coto privados. Otros se han unido a organizaciones criminales, han
concertado delitos y han violado códigos penales y disciplinarios.

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