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Escultura e iconografía de Cristo crucificado

en Jumilla (Región de Murcia)

Francisco Javier DELICADO MARTÍNEZ


Universitat de València

I. El Crucificado en la historia de la escultura española: modelos y


series icónicas.

II. De escultura cristífera y artífices en la Región de Murcia y su


presencia en Jumilla

2.1. Los crucificados del Convento franciscano de Santa Ana del


Monte.
2.2. Efigies de Cristo crucificado en la Iglesia Mayor de Santiago
Apóstol.
2.3. El Cristo de la Salud de la Iglesia parroquial de El Salvador.
2.4. Crucificados pasionarios contemporáneos albergados en la
Ermita de San Antón (Museo de Semana Santa), viejo edificio del
Pósito (Cofradía del Rollo) y Museo de Jesús Nazareno (Plaza
de Arriba).
2.5. Otras representaciones icónicas del crucificado en Jumilla.

III. Consideraciones finales.


I. EL CRUCIFICADO EN LA HISTORIA DE LA ESCULTURA
ESPAÑOLA: MODELOS Y SERIES ICÓNICAS

La más pronta representación en escultura de Cristo crucificado hunde


sus raíces más remotas en los temas pasionistas que se fueron gestando en la
iconografía de la Europa cristiana a través de la imaginería otoniana a lo
románico. El tema del Crucificado, junto al de la Virgen con el Niño, fueron
los motivos más extendidos en el arte románico a partir del siglo XII y durante
gran parte de la Baja Edad Media en la imaginería religiosa, destinados a presidir
altares de templos, que tienen en sí un origen bizantino, representando la victoria
de Cristo sobre la muerte (la cruz como árbol de la Vida Eterna) y la salvación de
la humanidad.

El arquetipo tradicional durante ese período fue el Cristo sobre la cruz de


cuatro clavos, adoptando una estructura simétrica y perpendicular al madero
con los brazos extendidos horizontalmente y el cuerpo parcialmente cubierto
mediante un amplio lienzo anudado a la cintura denominado perizonium.

Es en el siglo siguiente cuando el icono del Crucificado evoluciona hacia


el humanismo gótico, inaugurándose la gran época de la escultura exenta, con
una distorsión progresiva de la figura cristífera que aparece colgada, con cuerpos
de formas amaneradas y de perfil ondulante, con las rodillas flexionadas y el pie
derecho sobre el izquierdo (un solo clavo), mientras que el paño de pureza se
acorta, desapareciendo el suppedaneum románico. Destacada será la llegada
de maestros del norte que difundirán modelos utilizados en el arte borgoñón.

En el siglo XVI se muestra un interés por la escultura renacentista procedente


de Italia que incide en el estudio anatómico que propugna el nuevo humanismo,
sin desechar el dramatismo borgoñón que había arraigado décadas anteriores
en el arte sacro español.

La profesora Lucía Ros Tabernero ha puesto de relieve, en un momento


en que se consolida el renacimiento, cómo el patetismo del crucificado gótico se
concentra ahora en la expresión o representación del rostro, que marca la
evolución del arte, abordando la obra en su aspecto fenoménico, a la vez que se
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suaviza el modelado del cuerpo y se alarga su canon en una época en que se


consolida el clasicismo1.

Mientras, en tierras de América hispana los Cristos escultóricos de pasta de


caña de maíz reflejan el proceso de evangelización de Nueva España y el mestizaje
artístico, religioso y tecnológico que tuvo lugar en la época colonial entre
europeos e indígenas y que incluso se exportaron a la metrópolis, de fácil traslado
por su escaso peso en las predicaciones a campo abierto.

Ya en el final de siglo el auge del manierismo muestra un potente influjo


del estilo de Miguel Ángel por el uso de la curva sinuosa derrochando un
completo conocimiento de la anatomía.

Con el barroco la imaginería alcanza un mayor sentido expresivo y se


dará paso a un Cristo más sufriente, de porte arrebatador, propio de las escuelas
escultóricas vallisoletana, sevillana y granadina en el siglo XVII2, siendo Juan
de Mesa el mayor escultor de crucificados entre los imagineros andaluces, a la vez
que en la centuria siguiente alcanza un gran protagonismo la región murciana
gracias a las creaciones salzillescas, que en su “Cristo de la Agonía” acentúa
el movimiento y constituye uno de los arquetipos más destacados de su producción;
modelos del maestro que repetirán sus continuadores con escaso arte y nula
personalidad.

Durante el neoclasicismo escasa es la huella que dejarán los escultores


academicistas en materia religiosa, siendo evidente la decadencia de la imaginería
en el siglo XIX, tras haber desaparecido los gremios y reglamentado los estudios
de Bellas Artes. Solo en contados casos, como en Cataluña, los talleres de Ramón
Amadeu en Barcelona y Olot iniciarán un proceso fabril de imágenes devocionales
seriadas, de porte amanerado, con el detrimento de este arte escultórico que
continuará hasta bien entrada la centuria siguiente.

II. DE ESCULTURA CRUCÍFERA Y ARTÍFICES EN LA REGIÓN


DE MURCIA Y SU PRESENCIA EN JUMILLA

En el transcurso del siglo XV comienza a aparecer escultura exenta y quizás


la obra más destacada del gótico borgoñón conservada en la región sea el

1
RUS TABERNERO, L., Evolución iconográfica de la imaginería del Crucificado en
España. Córdoba 2004.
2
MARTÍN GONZÁLEZ, J. J., Escultura barroca en España. Cátedra, Madrid 1983, pp.
117 y ss.
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grupo de la Piedad y Entierro de Cristo, hoy en la iglesia de la Trinidad de


Alcaraz (Albacete), junto a algunas cruces de término góticas ya tardías.
La imaginería cristífera irrumpe en el antiguo Reino de Murcia en las primeras
décadas del siglo XVI, desarrollando una serie de crucificados algo mayores que
los Cristos de altar, toscamente labrados, de naturaleza muy expresiva, provenientes
de talleres artesanos que se relacionan con la Andalucía oriental, destinados
a conventos e influidos por el arte borgoñón.

En el transcurso del siglo suenan nombres de artífices como Felipe Bigarny,


con influjo burgalés y borgoñón en sus Cristos crucificados, con tendencia a
destacar los componentes dramáticos3; Jerónimo Quijano, arquitecto y escultor,
con tallas de honda expresividad, a quien se atribuye el Cristo de los agustinos de
Granada; los entalladores hermanos Francisco, Juan y Diego de Ayala, renovadores
de modelos renacentistas, cuya producción se extiende por toda la vieja Diócesis
de Cartagena, Gobernación de Orihuela y Reino de Valencia, debiéndose al
primero el Cristo de la Misericordia venerado en la parroquia de San Miguel
de Murcia, y la talla del tablero de un Calvario que preside el ático del retablo
mayor de la Iglesia de Santiago Apóstol de Jumilla; y el vasco Domingo Beltrán
Otazu (1535-1590), artífice de sello romanista, autor del Cristo de la Buena
Muerte de la sacristía de la iglesia de San Miguel de Murcia y al que se atribuye el
Crucificado, inscrito en una cruz de gajos, perteneciente al Ayuntamiento
jumillano.

A caballo entre dos siglos hay que situar las obras populares de papelón, de
corpulenta presencia y porte tardorrenacentista, destinadas a la predicación de
las órdenes mendicantes, particularmente la de los franciscanos, sobresaliendo el
escultor Juan de Rigusteza (o Juan de Aguilera -del que poco o nada se sabe),
autor del desaparecido Cristo del Consuelo de Cieza (1601) y a quien cabría
adscribir- o a su obrador- el Cristo de la Reja y el Cristo de la Sangre de los
descalzos de Jumilla, elaborados en pasta de celulosa y lino, y el Cristo de
las Eras de Carcelén (Albacete), de similar impronta y época, que iniciarán
la transición hacia el barroco.

La escultura seiscentista se inicia con su declive, quedando relegada a ser


un apéndice menor de Granada, sobresaliendo las figuras de los Estangueta
(Juan Bautista, “El Viejo” y “El Mozo”), proclives a la talla de calvarios, con el
tema de la Crucifixión, con las figuras de la Virgen y San Juan, que fue elegido
durante el barroco para presidir la mayor parte de los retablos de la época; y de

3
BELDA NAVARRO, C., y HERNÁNDEZ ALBADALEJO, E., Arte en la Región de
Murcia: De la Reconquista a la Ilustración. Editora Regional (Colección Monografías
Regionales, nº 6), Murcia 2006, p. 171.
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Cristóbal de Salazar, que realizó una amplia labor en el campo de la retablística y


la escultura en Yeste y Jorquera, con crucificados y calvarios tratados todavía al
modo manierista, mientras que de su labor en los años centrales del siglo es la
talla del retablo mayor de La Gineta (1648), del que se conserva únicamente
el crucificado del remate, conocido como Cristo de la Buena Muerte4.

La llegada a Murcia del estraburgués Nicolás de Bussy (1651-1706) y la


de un importante grupo de maestros retablistas desplazados desde la vecina
Orihuela marcaría el inicio del verdadero barroco. El taller de Bussy fue desde
1688 un muestreo de eficaz laboratorio de experiencias, debiéndose a su mano el
paso del Cristo de la Sangre de la Iglesia del Carmen de Murcia, una de las obras
capitales de su tiempo que muestra la dramática tensión de su estilo5, de original
iconografía con la insólita escultura de un crucificado vivo andante, y el Cristo de
la Misericordia de la Iglesia del Calvario de Lorca (1697), destruido6, al que
proseguirá el taller de Nicolás Salzillo en el primer tercio del siglo XVIII.

Sin embargo, es con su hijo Francisco Salzillo (Murcia, 1707-1783 cuando la


tradición napolitana y los talleres ligures tendrán una gran influencia en los
modelos escultóricos en los crucificados del maestro oriundo de Cápua. El
conocido Cristo del Amparo de San Nicolás de Bari de Murcia ya presenta los
rasgos iconográficos propios del modelo salzillesco y fue el primero de una serie
bastante homogénea, que concluiría con los enviados a los franciscanos de
Orihuela y al convento de las Isabelas de Murcia, de cuerpos en reposo de bellas
anatomías -como citan Belda Navarro y Hernández Albadalejo- ausentes de dolor,
con el sudario siempre pegado al cuerpo o introducido entre las piernas, dando
vida a numerosos ejemplos de pequeñas proporciones destinados a presidir las
ceremonias litúrgicas -los famosos Cristos de altar- entre los que se inscribe
el Cristo de la Agonía del templo de Santiago de Jumilla (ca. 1768)7, o que forman
parte de relevantes esculturas, como el pequeño crucifijo con efigie cristífera
que lleva en la mano el portentoso San Jerónimo penitente del Monasterio de
Jerónimos de La Ñora, hoy en la Catedral, una de las obras cima de su producción.

Seguidores de su estilo serán Roque López (1747-1811), considerado el mejor


discípulo, con “catálogo” de obras dado a conocer por el conde de Roche en 1889,
autor del Cristo crucificado (1793), de tamaño algo menor que el natural (140 cm.

4
BELDA NAVARRO, C., y HERNÁNDEZ ALBADALEJO, E., o. c., 252.
5
PÉREZ SÁNCHEZ, A. E., Murcia. Arte. Fundación Juan March (de la colección
“Tierras de España”). Madrid 1976, p. 228; SÁNCHEZ ROJAS-FENOLL, Mª C., El escultor
Nicolás de Bussy. Universidad de Murcia 1982.
6
BELDA NAVARRO, C., y HERNÁNDEZ ALBADALEJO, E., op. cit., p. 271.
7
Ibidem, p. 394; RAMALLO ASENSIO, G., “Salzillo”. Cuadernos de Arte Español. Vol.
84, Historia 16, Madrid, 1993, pp. 26-27.
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de alto), de expresiva mirada, de espléndida anatomía tomada del natural, con


resalto de bíceps y tríceps y del esternón del torso, inspirado en el Crucificado de
Orihuela del maestro, y que forma parte del grupo del Calvario de la Iglesia de
San Juan Bautista de Murcia8; Marcos Laborda; Juan Porcel; Santiago Baglietto
y Gierra (1781-1853), continuador de Salzillo, autor de numerosos crucifijos
para mesa de altar, urna o capillas privadas entre 1835 y 18409; Francisco
Sánchez Tapia (1831-1902), a cuya mano se debe el Crucificado que ejecutó
para el Convento de las Claras de Murcia y otras efigies en Jumilla, y su hijo
Francisco Sánchez Araciel (1851-1918), con obra desaparecida, quienes repetirán
con nula personalidad modelos salzillescos. Y condicionado por lo académico
cabe mencionar a Antonio José Palao y Marco (Yecla, 1824- Zaragoza, 1886),
que en estilo neoclásico realizó las esculturas menos malas del retablo mayor de
la Catedral de Murcia, siendo lo más logrado las figuras del Calvario del ático10.
Una larga nómina de escultores e imagineros viene a ocupar el siglo XX,
habida cuenta que fue mucho lo que hubo que restituir tras lo desaparecido en la
guerra civil, que se abre con figuras de primer orden, como es el caso de los
valencianos José Capuz Mamano (1884-1964), gran renovador figurativo de
la plástica escultórica con obra vanguardista, que trabajó mucho para la cofradía
marraja de Cartagena, autor del soberbio grupo de “El Descendimiento”, de art
decó con influencias de los primitivos flamencos, e Ignacio Pinazo Martínez
(1883-1970), también innovador con abundante obra religiosa de mesurado
realismo en Jumilla; José Planes Peñalver (1891-1974), con sus soledades y
yacentes, de tono tradicional de muy digna calidad, con crucificados para
Cartagena y Jumilla; Juan González Moreno (1908- 1996), de amplio legado
escultórico en la región, que en los años de posguerra realizó escultura sagrada
con rostros de recia apostura viril11; José Sánchez Lozano (1904-1995), autor
de imágenes procesionales y de altar copiando o imitando con dignidad las
perdidas de Salzillo12; José Lozano Roca (1899-1972), discípulo del anterior,
muy considerado; Francisco Liza Alarcón (pedanía de Guadalupe, Murcia, 1929),
que ha trabajado para otras regiones; Antonio Labaña Serrano (Algezares, 1944);
avezado discípulo de Sánchez Lozano; Francisco Buiza; el gallego José Vázquez
Juncal (Tordoia, 1946), con hechuras para Alcantarilla, Molina del Segura,
Jumilla y otras localidades dispersas por la geografía hispana; el riojano Francisco
Javier Santos de la Hera (1947), a cuya mano se debe en Jumilla el Cristo de

8
MELENDRERAS GIMENO, J. L.: El escultor murciano Roque López (1747-1811), discípulo
de Francisco Salzillo. Sus obras para Murcia y su provincia. CAM, Murcia 2010, pp. 63-64.
9
MELENDRERAS GIMENO, J. L.: Escultores murcianos del siglo XIX. CAM, Murcia
1996, p. 118.
10
Ibidem, p. 154.
11
PÉREZ SÁNCHEZ, A. E., o. c., 330.
12
Ibidem, p. 331.
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la Expiración; José Hernández Navarro (Beniaján, 1954), con obras de sabios


conocimientos anatómicos directamente inspiradas en modelos de la imaginería
barroca española; y Mariano Spiteri Sánchez (Jumilla, 1960)13.

2.1. Los crucificados del Convento franciscano de Santa Ana del Monte

Mentan las crónicas que fueron tres los Cristos crucificados que se trajeron al
Convento franciscano de Santa Ana del Monte (cenobio de “colmado historial
milagrero” ubicado en la umbría del collado de Santa Ana a las faldas del
Picacho y a seis kilómetros de distancia de Jumilla) a principios del siglo XVII,
de los que se cuenta que uno de ellos jamás llegó: Dos se corresponden con
el “Cristo de la Reja” y el “Cristo de la Sangre” (o del Padre Mancebón); y un
tercero –que quizás fuese destinado para la sacristía de la iglesia conventual-, el
denominado “Cristo de Jumilla”, que hoy se halla en la Ermita del Cristo de
las Eras, de la localidad de Carcelén (Albacete) y que se sacaba durante la
predicación de la Cuaresma. Dicen allí, en Carcelén –según recoge Ángel Oliver-
que el “Cristo de las Eras” hizo noche en una era camino de Jumilla hace muchos
años, y que a la hora de reanudar la marcha no hubo forma humana capaz de
despegarlo de la dura tierra en que le habían dejado. Sobre aquélla era se
alzó una ermita y allí sigue el Cristo, “donde quiso quedarse”14. [Algo similar
aconteció –debemos añadir- con el “Cristo del Consuelo”, obra de papelón de
hacia 1601, del escultor Juan de Rigusteza (o Juan de Aguilera), ya desaparecida,
que existió en la vecina localidad de Cieza, del que se refiere que cuando era
conducido en una carreta tirada por una yunta de bueyes, las bestias que
transportaban la imagen de Cristo crucificado se obstinaron en no continuar
el camino, y en aquel lugar quedó el Cristo y se erigió una capilla].

Haciendo alusión ahora a los dos primeros Cristos, se trata de sendas


imágenes de gran devoción popular y muy queridas de la población de Jumilla,
que pertenecen a la serie icónica de efigies de papelón a las que se aplicaban
capas de estuco para una mayor consistencia, que circularon por España ya
avanzado el siglo XVI, que reproducen modelos corpulentos de aristadas siluetas
e incorrecciones anatómicas, adscribiéndose por los detalles estilísticos a época
tardorrenacentista, y que debieron estar destinadas a la evangelización de las
clases urbanas encomendadas a los mendicantes, entre ellos los franciscanos,
con el carácter de acción popular.

13
MELENDRERAS GIMENO, J. L.: Escultores murcianos del siglo XX. Ayuntamiento,
Murcia 1999, pp. 21-24, 105-119, 134-164, 381-390, 474-477 y 494-518.
14
OLIVER, Á., Crónica y guía de las provincias murcianas. Espasa Calpe, S.A., Madrid
1975, p. 504.
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El más antiguo incumbe al Cristo de la Reja (así denominado por el lugar


en que se ubica -sobre la reja que separa presbiterio y crucero de la nave de la
iglesia conventual, mirando al coro-), crucificado del tamaño del natural elaborado
en pasta de celulosa y lino, que por su estructura posee escaso peso, datando de
fines del siglo XVI y de autor anónimo, del que hay noticia que en 1602 ya se
hallaba en el cenobio franciscano. La figura, de tosco modelado y nerviosa
anatomía, interiormente debe estar unida mediante fuertes pegamentos y
ensamblajes, siendo su carnación similar a las imágenes hechas en madera,
de encenizada policromía. Presenta a Cristo muerto asido al madero mediante
tres clavos y con la cabeza abatida sobre el lado derecho, casi paralela al travesaño,
de alargado rostro y barba bífida. Destacaba, de antiguo (desde 1753), el paño
de pureza o faldellín de terciopelo bordado, que llevaba anudado a la cintura,
donación que fue del síndico Bartolomé Hernández de Zelada, hoy desposeído
del mismo, y que daba un cierto grado de vida a la imagen15. Es una hechura de
gran tradición milagrera que realizó diversos prodigios en la villa, según
relatan las crónicas franciscanas -como el “Libro de la fundación del convento...”-,
recogen también algunos autores16 y consta inscrito con caracteres góticos sobre
el arco de cerramiento que describe la reja del crucero, donde se puede leer que,
estando los frailes en oración, “este Stmo. Cristo desenclavó el brazo derecho y
dio tres veces la bendición a la comunidad” (hacia 1650). Fue intervenida en
2003 en el Centro de Restauración de Verónicas de Murcia y desde el año siguiente
participa en las procesiones pasionarias, aunque ya lo hiciera en la Semana
Santa de los años sesenta (1964, 1965 y 1973). El Cristo de la Reja es trasladado
en romería desde el convento a la ciudad el Lunes Santo, siendo depositado para
su custodia durante la Semana de Pasión en la parroquia de San Juan Bautista.

Y algo posterior al anterior -si no lo es de la misma época- es el Cristo de


la Sangre (o Cristo del Padre Mancebón), con capilla propia desde 1613 en
la iglesia de los descalzos, un segundo crucificado de tamaño del natural (180 x
127 cm.) elaborado en pasta de papel, de suave policromía y carnaciones
blanquecinas, que cabe fechar a principios del siglo XVII. De autor desconocido,
la pieza se singulariza por sus grandes dimensiones presentando el rostro de
apariencia serena con los ojos cerrados, el cabello de estopa encolada, barba
partida, brazos estilizados, canon alargado y faldellín de terciopelo negro sujeto
al talle, mientras que la disposición de los pies superpuestos evidencia un

15
DELICADO MARTÍNEZ, F. J., “El Convento de Santa Ana del Monte de Jumilla. Una
fundación franciscana del siglo XVI”, en Monjes y monasterios españoles (Actas de las
ponencias y comunicaciones del Simpósium). Instituto Escurialense de Investigaciones
Históricas y Artísticas, San Lorenzo del Escorial 1995, vol, I, p. 1241.
16
VERDÚ FERNÁNDEZ, A., “Santa Ana del Monte y el Cristo de la Reja”. Revista-
Programa de Semana Santa de Jumilla-2009. Junta Central de Hermandades de Semana
Santa, Jumilla 2009, pp. 143-148.
ESCULTURA E ICONOGRAFÍA DE CRISTO CRUCIFICADO EN JUMILLA 805

giro muy forzado e incorrecto. La estudiosa María Teresa Marín ha hecho


observar las manchas azulonas producidas por los golpes del flagelo y rojas
por la sangre que recorre antebrazos y costado17. La hechura fue restaurada
con acierto en el año 2000 por el escultor jumillano Mariano Spiteri Sánchez, que
procedió a la eliminación de repintes y recuperación de la policromía original18, y
concurrió a sendas exposiciones temporales (Huellas y Splendor Fidei. Murcia,
2002 y 2006 respectivamente). Como telón de fondo y conformando un Calvario
con el “Cristo de la Sangre”, se integran sendas pinturas de la Virgen María
y de San Juan Evangelista, óleos sobre lienzo de impronta barroca por el
tratamiento de la luz, anónimos, colocados en la capilla en 1762.

Varias son los prodigios que se cuentan en torno de este crucificado, de


honda devoción en Jumilla, como aquél que menciona que hallándose en oración
el padre Juan Mancebón (Orihuela, 1570-Jumilla, 1660, un asceta de vida edificante
y de penitencia que tuvo gloriosos trances y visiones), se le apareció Cristo
personificado, quien dio al venerable franciscano unas gotas de sangre de las
llagas de su costado, dejando al siervo de Dios en un estado de trance de
amor divino19. Y varios otros son los fenómenos místicos acaecidos acerca
de este Cristo que relatan fray Antonio Panes en la Crónica de la Provincia
de San Juan Bautista... (Valencia, 1665, 2 vols.), el padre Pascual Salmerón
en su inédita Historia del religiosísimo y devotísimo Santuario de Santa Ana del
Monte de Jumilla, de Religiosos Descalzos de Nuestro Padre San Francisco
(Cieza, 1784) y el padre Francisco García de Haro en su Relicario del Reyno de
Murcia. Annales de Santa Ana del Monte de Jumilla (Jumilla, 1785, ms.), como
el de la conversión de una esclava mora, según aconteció en 1677, que tras caer
postrada ante esta devota imagen pidió ser bautizada.

Por otra parte, en dependencias de la biblioteca y archivo conventuales se


custodia la diminuta talla labrada en marfil policromada de un “Cristo crucificado”,
fijado sobre cruz y peana de madera, de autor anónimo y de 26 cm. de altura,
celebrada como el “Cristo de Lepanto” que data de hacia 1571, perteneció a Don
Juan de Austria (1545-1578, hijo natural de Carlos V y hermanastro del monarca
Felipe II) e iba en la nave que comandaba el estratega durante la batalla de
Lepanto, de donde proviene su advocación. Fue regalado a la comunidad

17
MARÍN TORRES, Mª T., “Cristo de la Sangre o del Padre Mancebón”, en Splendor
Fidei: 250 años del Cristo amarrado de Francisco Salzillo (Jumilla). (Catálogo de la exposición
celebrada en la Sala de Verónicas de Murcia, 19 septiembre – 15 0ctubre 2006). Consejería de
Educación y Cultura, Murcia 2006, pp. 110-111; NAVARRO SORIANO, I., Escultura de la Pasión
en Jumilla, 1583-2005. Junta Central de Hermandades de Semana Santa, Jumilla 2006, p. 194.
18
VERDÚ FERNÁNDEZ, A., “Jumilla. Acto de presentación del Stmo. Cristo de la
Sangre”. Periódico semanal Canfali. Jumilla, miércoles 22 de noviembre de 2000, p. 6
19
DELICADO MARTÍNEZ, F. J., o. c., pp. 1218 y 1244.
806 FRANCISCO JAVIER DELICADO MARTÍNEZ

franciscana en 1613 por Juan Bautista Fernández Pacheco, virrey de Nápoles,


duque de Escalona y marqués de Villena, siendo grande la relación que existía
entre el noble y los frailes, habida cuenta que pasaba largas temporadas de
descanso estival en el convento. La pequeña hechura incumbe a un Cristo portátil
de altar doméstico que evidencia a Jesús exánime, con la cabeza reclinada
hacia la derecha y el cuerpo acentuado por una potente musculatura20.

2.2. Efigies de Cristo crucificado en la Iglesia Mayor de Santiago Apóstol


Aunque todas las obras reflejadas en la presente ponencia hacen referencia a
representaciones de bulto redondo, hacemos una excepción en el presente
epígrafe al dar breve noticia del altorrelieve de un Cristo Crucificado que,
perteneciente al grupo del Calvario (de Francisco de Ayala), forma parte del
tablero del ático de la calle central del monumental retablo mayor que preside la
Iglesia mayor de Santiago Apóstol de Jumilla, obra de los escultores entalladores
hermanos Francisco y Diego de Ayala, documentado a fines del siglo XVI y
que es trasunto del Calvario del retablo mayor de la iglesia del Real Monasterio
de San Lorenzo de El Escorial, con esculturas cinceladas en bronce dorado
del italiano Pompeo Leoni, firmadas en 1588.
Asimismo, a época de plenitud artística (ca. 1768) debe corresponder el Cristo
de la Agonía, una muy delicada efigie del escultor Francisco Salzillo, obra
desconocida durante mucho tiempo en el “catálogo” del maestro, que se conserva
en la Capilla-museo del Santo Sepulcro (magnífica obra renacentista del arquitecto
Jerónimo Quijano). Tipológicamente, este crucificado sigue modelos de tradición
genovesa21 y pertenece a los denominados “Cristos expirantes”, de gran difusión
en el barroco, cuya serie bastante homogénea22 inició el imaginero con el
arquetipo del Cristo del Amparo de San Nicolás de Bari, de Murcia (1739), para
continuarla –como recuerda Belda Navarro- con el Cristo de la Agonía del facistol
del coro de la Catedral de Murcia (1750), el Cristo de la Expiración del Hospital
de la Caridad de Cartagena (1769), el Cristo de San Eloy de San Bartolomé de
Murcia, y el Cristo de la Agonía de la Capilla de la Venerable Orden Tercera de
San Francisco, de Orihuela (1773-1774), el más espectacular23. El Redentor de

20
DELICADO MARTÍNEZ, F. J., o. c., 1235.
21
FLORES ÁLVAREZ, A., “Crucificado, de Francisco Salzillo” [Ficha catalográfica].
Splendor Fidei: 250 años del Cristo amarrado de Francisco Salzillo (Jumilla). (Catálogo de
la Exposición celebrada en la Sala de Verónicas. Murcia, 19 de septiembre – 15 de octubre de
2006). Consejería de Educación y Cultura, Murcia 2006, pp. 124-125.
22
BELDA NAVARRO, C., y HERNÁNDEZ ALBADALEJO, E., Arte de la Región de
Murcia. De la Reconquista a la Ilustración. Editora Regional, Murcia 2006, pp. 393-394.
23
BELDA NAVARRO, C., “El Cristo de la Agonía”, en La Luz de las Imágenes. Semblantes de
una vida. (Catálogo de la Exposición celebrada en Orihuela, 2003). Generalitat Valenciana, Valencia
2003, pp. 538-539.
ESCULTURA E ICONOGRAFÍA DE CRISTO CRUCIFICADO EN JUMILLA 807

Jumilla, levemente suspendido de la cruz y que se agita, con unas dimensiones


de 88,5 x 48 x 14 cm., incumbe a un Cristo de celebración24, que antaño presidió
la sacristía mayor del mencionado templo. Presenta cruz arbórea con el “INRI”
grabado sobre la cartela del larguero, cabeza levantada inclinada hacia la derecha
carente de corona de espino, con los ojos suplicantes dirigidos hacia el cielo, boca
entreabierta, con la caída del cabello en bucles sobre uno de los hombros,
subrayándose la poderosa caja torácica y los trabajados pliegues del sudario
introducido entre las piernas; una muy elaborada pieza, de acentuado realismo,
con una policromía de suaves carnaciones, de exquisito modelado y turgente
y sensual anatomía, con un fuerte arqueamiento del torso, propio de un cuerpo
en tensión, ejecutada con maestría anatómica de primer orden25, con las piernas
casi pegadas y que mueve a compasión. La imagen ha participado en sendas
exposiciones celebradas en la ciudad de Murcia (Splendor Fidei, Sala de Verónicas,
19 de septiembre – 15 de octubre de 2006, conmemorativa del 250 aniversario
del Cristo amarrado a la columna de Salzillo (Jumilla); y Salzillo, testigo de
un siglo, Iglesia de Jesús e Iglesia de San Andrés, marzo - julio de 2007, que
rememoraba el III Centenario del nacimiento del escultor).

Otra obra de no menor enjundia, aunque en este caso de factura contemporánea,


es la del Cristo de la Vida Eterna (1946), una talla que representa a Cristo
crucificado exánime, de tamaño natural, obra personalísima del escultor José
Planes Peñalver, elaborada en su obrador “La Guindalera” de Madrid, de sesgo
academicista, rostro sereno y cuerpo levemente contraído, con una policromía
muy conseguida; y modelo que el artista repetirá con leves variantes para las
localidades de Espinardo, Cartagena y Valdepeñas (el de ésta, aunque más
pequeño, de mayor perfección técnica). Fue realizado por encargo del presbítero
Pedro Molina Tomás, párroco que fue de Santiago, y costeado por la familia
Molina Guillén, destinado para el culto de una de las capillas laterales de la
nave gótica, donde se conserva26. La hechura estuvo expuesta en febrero de 1946
en el Museo de Arte Moderno de Madrid, de lo que se hizo eco la prensa
nacional y regional (Diarios ABC, La Verdad y Línea) siendo elogiada por el

24
BELDA NAVARRO, C., “Mito y realidad de una Edad de Oro (1700-1805). El gran
siglo de la Escultura Murciana”. Historia de la Región Murciana. Ediciones Mediterráneo,
Murcia 1980, vol. VII, p. 458.
25
SÁNCHEZ PEÑA, J. M., “Aportaciones en la obra de Salzillo”. IMAFRONTE.
Universidad de Murcia, Departamento de Historia del Arte, 2 (1986) 183-189; BELDA
NAVARRO, C., Francisco Salzillo. La plenitud de la Escultura. Murcia 2001, pp. 80-81;
DELICADO MARTÍNEZ, F. J., “Francisco Salzillo y sus obras escultóricas en Jumilla”.
Archivo de Arte Valenciano. Real Academia de Bellas Artes de San Carlos, Valencia 2007,
pp. 248-249.
26
MELENDRERAS GIMENO, J. L., El escultor murciano José Planes Peñalver.
CajaMurcia - CAM, Murcia 1992, pp. 56-57; MELENDRERAS GIMENO, J. L., Escultores
murcianos del siglo XX. Ayuntamiento – CAM, Murcia 1999, pp. 55-56.
808 FRANCISCO JAVIER DELICADO MARTÍNEZ

crítico de arte José Francés27, y desde 1971 procesiona en los desfiles pasionarios
de la Semana Santa local. Recientemente, en 2007, la efigie ha sido restaurada
por el escultor Mariano Spiteri Sánchez, quien procedió a la fijación y consolidación
de los brazos del crucificado que presentaban grietas y se hallaban desencolados28.
[Debe añadirse en este punto que los crucificados de Planes encierran unos
rasgos muy peculiares dentro de una escultura tradicional -la religiosa- de
muy digna calidad, aunque carente de originalidad y deseo de renovación,
hecho que no ocurre con su obra profana].

Y más próximo en el tiempo y conservado en la Capilla de la Comunión del


templo santiaguista es el Santo Cristo de la Expiración (1981), un crucificado de
tamaño mayor que el natural del imaginero Francisco Javier Santos de la
Hera29, de impronta barroquizante, con la cabeza girada hacia su izquierda y
la mirada dirigida al infinito, que presenta una gran contorsión del cuerpo con el
perizoma tallado a trépano. Dicho crucificado, sobre un fondo de terciopelo
rojo que oculta debajo un lienzo de grandes dimensiones deteriorado del
siglo XVIII, queda enmarcado por un gran marco barroco de talla relevada
dorada. La imagen pertenece a la Hermandad del Santo Costado de Cristo y
participa en la procesión del Santo Entierro.

2.3. El Cristo de la Salud de la Iglesia parroquial de El Salvador

La imagen del Santísimo Cristo de la Salud30 tras de la desamortización


de Mendizábal (1835), pasó de la portería del extinto Convento de las Cinco
Llagas de San Francisco en que se hallaba, a estar alojada en la casa solariega de
Leonarda Pérez de los Cobos donde permaneció hasta 1848, año en que se
trasladó a la Iglesia parroquial de El Salvador31, instalándose en la que fue
capilla de Nuestra Señora del Rosario, y posteriormente, desde 1952, en el

27
“Homenaje a José Planes”. Diario La Verdad. Murcia, miércoles, 13 de marzo de 1946, p. 3.
28
DELICADO MARTÍNEZ, F. J., “Plástica escultórica contemporánea: José Planes y su
obra de imaginería en Jumilla”. Revista-Programa de Semana Santa, Jumilla-2010. Junta
Central de Hermandades de Semana Santa, Jumilla 2010, pp. 102-103.
29
DELICADO MARTÍNEZ, F. J., “La Iglesia mayor de Santiago Apóstol, de Jumilla
(Murcia): Espacio arquitectónico, patrimonio artístico y liturgia (y II)”. Archivo de Arte
Valenciano. Valencia XCI (2010), en prensa.
30
Las manifestaciones devocionales al “Cristo de la Salud”, que suele dar título en
diversas poblaciones a patronazgos, templos, ermitas y cofradías, y que en muchos lugares es
el equivalente al Cristo de la Fe, parten en España del siglo XVII, siendo patrono de diversas
localidades y guarda una relación muy directa con los contagios de las epidemias del cólera y
de la peste en tiempos pasados en que se ponían las gentes bajo su protección.
31
DELICADO MARTÍNEZ, F. J., “Arquitectura Barroca en Jumilla: La Iglesia del
Salvador”. Archivo de Arte Valenciano. Real Academia de Bellas Artes de San Carlos, (Valencia),
LXXXIX (2008) 96-99.
ESCULTURA E ICONOGRAFÍA DE CRISTO CRUCIFICADO EN JUMILLA 809

crucero derecho de dicho templo (que acoge un retablo pseudoclasicista de


gran aparato escenográfico, escala monumental y muy pretencioso en nuestra
opinión que no se reconcilia con la arquitectura barroca del templo -mejor
suerte hubiese corrido un retablo neobarroco, análogo al que confronta en el
crucero izquierdo-. Fue costeado por Pepita Guardiola y confeccionado en
los Talleres Granda de Madrid).

La hechura corresponde a una relevante talla escultórica que representa a


Cristo crucificado, de acentuada frontalidad, con la cabeza marcadamente triangular
ceñida por una corona de espino e inclinada sobre el hombro derecho en el
momento inmediatamente posterior al fallecimiento de Jesús, el cuerpo flexionado
y la herida de lanza en el costado derecho, conservando las características propias
del arte barroco y presentando un modelado naturalista de su perfecta anatomía
marcando las costillas, la profusión de sangre, el paño de pureza anudado a la
cintura con el que se cubre de amplios pliegues, las piernas paralelas, los
tradicionales tres clavos, los huesos de los pies o los tendones de los brazos y
el título que remata el madero de la cruz en el que se lee en latín la sentencia por
la que murió: “I(esus) N(azarebnus) R(ex) I(udeorum)”, acercándole en estos
registros a la concepción verista de dicho estilo artístico, desconociéndose hasta
el momento cualquier referencia documental de autoría de la obra y si medió o no
escritura de obligación entre el artista y la comunidad religiosa franciscana que lo
adquirió o fue donación de algún mecenas o protector.

La efigie constituye una imagen de secular arraigo, de gran devoción popular


y fervor religioso desde promedios del siglo XVIII en la que fue villa, con
hermandad o cofradía propia y a la que se le vienen dedicando solemnes cultos:
antaño quinarios y modernamente procesiones por su propia hermandad desde
1882, acompañadas de gozos y poemas dedicados32. Elaborada en madera
policromada y de tamaño algo mayor que el natural (180 x 160 cm.), data de
hacia 1750-1760, y se ha venido atribuyendo a varios autores. Así, en la década
de los años 20 y 30 del pasado siglo se adscribió al escultor Juan Martínez
Montañés; en la de los 50 a Gregorio Fernández; en la década de los 70 se pensó
en Ignacio Vergara y Gimeno o Francisco Vergara el mayor; y modernamente se
atribuye al taller genovés de Antón María Maragliano (1664-1739) y, con
más verosimilitud, a Francesco María Maggio (1705-1780) y la escultura gaditana,
por sus filiaciones estilísticas con el “Cristo de Jerusalén y Buen Viaje”, de
Huelva, y el “Cristo de la Misericordia”, de Cádiz33.

32
DELICADO MARTÍNEZ, F. J., “Manifestaciones artísticas de la devoción a la Salud en el
sureste español [Jumilla y Yecla]”. Actas del Primer Congreso Nacional de la Advocación de la Salud
(coord.. de Juan Aranda Doncel). Ayuntamiento, Aguilar de la Frontera (Córdoba) 2005, pp. 463-466.
33
NAVARRO SORIANO, I., “Aproximación al Cristo de la Salud”, y TÉVAR GARCÍA,
J., “Una escultura genovesa en Jumilla: El Cristo de la Salud”, en 25 aniversario de la refundición de
810 FRANCISCO JAVIER DELICADO MARTÍNEZ

La imagen fue intervenida entre octubre de 1989 y marzo de 1990 por los
restauradores Raimundo Cruz Solís, Isabel Pozas Villacañas y Carlos Pereira,
quienes durante su estancia en Jumilla, mientras intervenían el retablo de los
Ayala de la Iglesia mayor de Santiago, aconsejaron trasladar al “Cristo de la
Salud” a Madrid al estudio-taller de la Conferencia Episcopal Española,
procediendo allí dichos facultativos a diversas fijaciones de la pieza (particularmente
los brazos con nuevas espigas de madera, que se hallaban desencolados, y
los clavos) limpieza de la superficie, fijación y reintegración de la policromía, y
barnizado final como protección.

Una nueva cruz restituyó hacia 1890 a la original del Cristo de la Salud
por el mal estado en que se hallaba, admitiéndose que los travesaños estarían
atacados por xilófagos, siendo costeados los gastos por la familia de Isabel
Gutiérrez Rodríguez, madre del cura ecónomo del Salvador, Juan Manuel
Pérez Gutiérrez, que se puso bajo la protección de este Cristo y que, en acción
de gracias y por haber librado a su hijo del contagio de la epidemia del cólera en
1885 al ejercer el ministerio sacerdotal, sufragó la misma.

Preservada la imagen durante la guerra civil en dependencias consistoriales,


desde 1941 participa en la procesión del Calvario y en la procesión del Santo
Entierro del Viernes Santo, subrayándose que si en origen fue adquirida como
imagen de culto por los frailes descalzos, con los años pasó a constituir un paso
procesional de la Semana Santa de Jumilla.

2.4. Crucificados pasionarios contemporáneos albergados en la Ermita de


San Antón (Museo de Semana Santa), viejo edificio del Pósito (Cofradía
del Rollo) y Museo de Jesús Nazareno (Plaza de Arriba)

Varios son los Cristos crucificados que, con el fin de fomentar y engrandecer
los desfiles pasionarios de la Semana Santa de Jumilla y tras ser ésta declarada
Fiesta de Interés Turístico Nacional por el Ministerio de Economía en 26 de
noviembre de 2003, han sido encargados por las diferentes cofradías y hermandades
a reconocidos escultores en época contemporánea y que permanecen albergados
en sedes de asociaciones y “museos” semanasanteros.

El escultor José Planes Peñalver es autor de la talla de un crucificado puesto


bajo la invocación del Santo Costado de Cristo, de tamaño natural, muy en la
línea de sus restantes efigies cristológicas que data de 195634, perteneciente a

la Hermandad del Santísimo Cristo de la Salud de Jumilla, 1980-2005. Imp. Vilomara,


Jumilla 2005, pp. 38-39 y 43-45, respectivamente.
34
MELENDRERAS GIMENO, J. L. (1999), o. c., p. 67.
ESCULTURA E ICONOGRAFÍA DE CRISTO CRUCIFICADO EN JUMILLA 811

un paso procesional que fue realizado por encargo de la Cofradía del Rollo y
evidencia a Longinos a caballo (tardía hechura del taller de Planes, ca. 1972) en
el momento en el que con una lanza se dispone a atravesar el costado de Jesús.

Interés posee, también, el Cristo de las Cinco Llagas (denominación que


evoca en Jumilla el extinto en 1836 y desaparecido Convento de las Cinco
Llagas de San Francisco, que se ubicó en los arrabales de la que fue villa), que
representa el momento anterior al Descendimiento de la Cruz, un crucificado
muerto del tamaño natural tallado en madera sobre cruz arbórea, de estilo
neobarroco obra del año 1993, del escultor José Vázquez Juncal, policromado
por el encarnador Francisco Berlanga de Ávila. Lleva anudado a la cintura
un paño de pureza rojo de tela bordada con dorados anudado a su derecha.
Permanecía albergado en el Museo de Semana Santa (Ermita de San Antón),
habiéndose trasladado al recién inaugurado Museo de Jesús Nazareno, de la
Plaza de Arriba. Participa en los desfiles semanasanteros.

La Cofradía del Rollo, asimismo, es poseedora de un Grupo escultórico de la


“Elevación (o “Erección”) de la Cruz”, compuesto de cuatro figuras del tamaño
del natural, talladas en madera de cedro real del Canadá y policromadas, que
escenifica con gran realismo el momento en que Jesucristo clavado en la cruz es
izado al espite mediante un sistema de cuerdas y poleas por dos sayones que
encorvados realizan un tremendo esfuerzo tirando de las sogas y ayudándose
de una escalera, mientras un tercero espera en el suelo con los clavos en la mano
para fijar los pies, asentando las hechuras sobre plataformas individualizadas.
Obra del imaginero José Hernández Navarro, data del año 2008 y en su
composición sigue el modelo del paso barroco de la “Erección de la Cruz”
del escultor vallisoletano Francisco de Rincón, siendo de advertir que el imaginero
ya realizó otro grupo de idéntica advocación, aunque con variantes, para la
Iglesia de San Antolín, de Murcia (1988). El grupo concurre a la procesión
del Calvario en la mañana del Viernes Santo.

Asimismo, la Junta Central de Hermandades de Semana Santa encargó al


escultor José Hernández Navarro la imagen del Santísimo Cristo del Perdón
que evidencia a Cristo muerto sobre la cruz, del tamaño del natural con la
cabeza reclinada hacia delante en posición frontal, tallado en madera el año
2009 y destinado a presidir el Museo de la Semana Santa local.

2.5. Otras representaciones icónicas del Crucificado en Jumilla

La exposición Fides Pópuli (La fe del pueblo) celebrada en el Museo


Municipal de Jumilla del 16 de diciembre de 2006 al 28 de enero de 2007,
con motivo del año jubilar “250 años del Cristo amarrado a la columna” de
812 FRANCISCO JAVIER DELICADO MARTÍNEZ

Francisco Salzillo, hizo aflorar y sirvió para dar a conocer al gran público
diversas imágenes de Cristo crucificado que cabría incluir dentro de las series
dedicadas a cruces alzadas y procesionales, que conservan cofradías, hermandades
y particulares, y cuyas fichas catalográficas se insertan en el catálogo de la
muestra que se publicó al efecto, redactadas por la investigadora local Isidora
Navarro Soriano.

De entre las que fueron expuestas, traemos a colación por su interés artístico,
y siguiendo un orden de antigüedad, las siguientes hechuras:

El Ayuntamiento de Jumilla acogió en sus dependencias desde el siglo XVI


y destinó luego a la Ermita de Santa Catalina, hoy integrada como capilla del
cementerio de la localidad, una cruz alzada con la italianizante efigie de Cristo
en la Cruz, de pequeño tamaño (70 x 66 cm.) y muy buena calidad (aunque mal
conservada), clavado yerto en una cruz de gajos, único ejemplar que se conserva
en la Región de Murcia. La estudiosa Isidora Navarro atribuye la obra al escultor
vasco Domingo Beltrán Otazu, datando la hechura de hacia 1581-1584, y
destacando de la misma el minúsculo paño de pureza dorado, que retoma la
técnica de paños mojados adheridos al cuerpo, y la turgencia musculosa de las
nalgas; hechura de impronta serena, rasgos miguelangelescos y estilo manierista35.

Al Quinientos se adscribe también un Cristo Crucificado de autor anónimo,


procedencia italiana y estilo manierista que conserva en Jumilla el escultor
Mariano Spiteri Sánchez que cabría fechar por 1590 y que fue dado a conocer
en la muestra Fides Pópuli. Se trata de una esbelta y sinuosa hechura (80 x
70 cm.) de vigorosa anatomía, de amplia caja torácica con los músculos muy
marcados, cuyo rostro se relaciona con obras clásicas, con figura de elegante
contraposto y convulso movimiento, de policromía mate blanquecina, con un paño
de pureza de amplio vuelo abarrocado, según ha hecho observar Isidora Navarro36.

La Hermandad de Jesús ante Herodes acoge entre otras pertenencias un


crucifijo de celebración, de arte académico, que puede fecharse a principios
de la centuria del XIX, tallado en madera y policromado, de 80 cm. de alto,
de autor desconocido, que presenta a Cristo expirado sin haberse producido
todavía la lanzada de Longinos, de blando modelado y suaves carnaciones

35
NAVARRO SORIANO, I., Escultura de la Pasión en Jumilla, 1583-2005. Junta Central
de Hermandades de Semana Santa, Jumilla 2006, pp. 186-188; NAVARRO SORIANO, I., “Cruces
alzadas y orfebrería”, en Fides Pópuli (La fe del pueblo). (Catálogo de la exposición celebrada en el
Museo Municipal de Jumilla, diciembre de 2006 - enero de 2007). Ayuntamiento, Jumilla 2006, pp.
78-79.
36
NAVARRO SORIANO, I., “Cruz procesional” (Ficha catalográfica). Splendor Fidei o. c.,
pp. 82-83.
ESCULTURA E ICONOGRAFÍA DE CRISTO CRUCIFICADO EN JUMILLA 813

con amplio paño de pureza en torno de la cintura en gris azulado anudado a


su derecha. La hechura fue sometida a una nueva policromía en 2002 por el
dorador sevillano Francisco Berlanga de Ávila37, mediante sentado de color
y estucado de carencias. También concurrió a la exposición referida.

Por último, destacar una reciente obra contemporánea, muy cuidada, del
imaginero Francisco Berlanga de Ávila –ya citado en otro lugar de este estudio- y
perteneciente a la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno: La talla de un Cristo
Crucificado (1992), con unas dimensiones de 100 x 60 cm., perteneciente a una
cruz procesional38 (que luce en los extremos de los brazos puntales metálicos
que fueron añadidos con posterioridad por decisión de los miembros de la
cofradía), y que es trasunto del “Cristo de la Expiración” (El Cachorro), obra
barroca concertada al sevillano Francisco Antonio Gijón en 1682 y conservada en
la Capilla del Patrocinio, de Sevilla. Con mirada (la de Cristo) puesta en el
Laocoonte y con un cuerpo alargado de trepidante estética barroca, el minúsculo
paño cordelífero de oquedades y quebraduras conforma un agitado oleaje de
pliegues, y posee como variante del arquetipo de Gijón la sustitución en los
pies –paralelos- de un clavo por dos, con policromía de acabado brillante. La
triangulación de los brazos colgados respecto del travesaño horizontal del
madero agudiza aun más si cabe, a la vista del espectador, el momento final
del Cristo.

III. CONSIDERACIONES FINALES

Fin de la presente ponencia ha sido la elaboración de un catálogo de materiales,


que a manera de corpus, pretende servir como base de partida para futuros
estudios, analizándose dieciséis esculturas de “Cristo crucificado” desde el
punto de vista formal, histórico y técnico, existentes en conventos, templos
parroquiales, ermitas y museos de la población de Jumilla (Región de Murcia), a
través de una serie de obras, de diversas épocas, procedencias y estilos, que se
sitúan en el marco significativo de sus funciones litúrgicas (crucificados de altar
o celebración) o piadosas (Cristos de devoción), cuyo contenido se ve potenciado
por los títulos y advocaciones, como es el caso de los Cristos de la Reja y de
la Sangre, existentes en el convento de descalzos alcantarinos de Santa Ana;
el Cristo de la Salud, de la Iglesia parroquial de El Salvador; y los Cristos de la
Agonía, de la Vida Eterna y de la Expiración expuestos al culto en la Iglesia
mayor de Santiago Apóstol.

37
Ibidem, pp. 76-77.
38
Ibidem, pp. 84-85.
814 FRANCISCO JAVIER DELICADO MARTÍNEZ

Y como objetivo, también, de este discurso, se ha pretendido profundizar en


el aspecto escultórico de las obras de imaginería relacionadas y su evolución
estilística, recabando noticias acerca de los autores y círculos artísticos, destacando
la presencia en la ciudad de obras renacentistas, barrocas y contemporáneas
procedentes en su mayoría del ámbito cultural murciano, aunque también hay
otras originadas en Italia.

Por último, no hay que olvidar y debe de considerarse que muchas de las
obras devocionales descritas (pasos e imágenes, muchas de ellas de interés
histórico y valía artística) fueron posible con el resurgir de las cofradías
penitenciales de la Pasión de Cristo en pasados siglos que cubrirán en todo
tiempo las necesidades espirituales y materiales, caminando inseparablemente
cofradía e imagen, habida cuenta que la terrible historia de su final constituye el
repertorio.

Como ha subrayado el profesor Francisco José Portela Sandoval, “el singular


valor de la imaginería constituye una de las más claras expresiones de esa
tradicional religiosidad hispana que se renueva cada año durante las
celebraciones de Semana Santa”39.

39
PORTELA SANDOVAL, F. J., “Presentación” a la obra de BONET SALAMANCA,
A.: Escultura procesional en Madrid (1940-1990). Instituto de Estudios Madrileños, Madrid
2009, p. 11.
ESCULTURA E ICONOGRAFÍA DE CRISTO CRUCIFICADO EN JUMILLA 815

1. ANÓNIMO. Cristo de la Reja. Pasta de celulosa y lino, de tamaño del natural,


ca. 1590. Iglesia del Convento franciscano de Santa Ana del Monte, Jumilla.

2. SALZILLO, Francisco: Cristo de la Agonía. Talla en madera de ciprés de


88,5 x 48 x 14 cm., ca. 1768. Capilla-Museo del Santo Sepulcro,
Iglesia mayor de Santiago Apóstol, Jumilla.
816 FRANCISCO JAVIER DELICADO MARTÍNEZ

3. MAGGIO, Francesco Maria (?): Cristo de la Salud (Detalle del rostro).


Talla escultórica de 180 x 160 cm, ca. 1750-1760.
Iglesia parroquial de El Salvador, Jumilla.

4. HERNÁNDEZ NAVARRO, José: Stmo. Cristo del Perdón


(Pormenor de la efigie). Crucificado de tamaño del natural, 2009.
Museo de Semana Santa (Ermita de San Antón), Jumilla.

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