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1. LA RED FAMILIAR
Como familia, pertenecemos también a una red familiar en la que se unen los dos grupos
de origen de los padres para formar un mayor sistema de personas a las que, quizás, no
conozcamos en su totalidad, pero que, a pesar de todo, son significativas para nosotros.
Por regla general pertenecen a la red familiar (sin tener en cuenta si aun viven o han muerto)
Mientras en las relaciones personales tiene que cumplirse tres condiciones para su éxito –
la vinculación, el equilibrio entre el dar y el recibir y el orden – en la red familiar aun rigen
otras leyes más:
A. EL DERECHO A LA PERTENENCIA
Todo el que pertenece a una red familiar tiene el mismo derecho a formar parte de ella y
nadie puede ni debe negarle su lugar. En cuanto aparece alguien en el sistema diciendo
“Yo tengo más derecho a pertenecer a este sistema que tu”, hiere el orden y el sistema
queda trastornado.
Esta es la culpa principal de un sistema: excluir a una persona aunque tenga el derecho de
formar parte.
El individuo se siente entero y completo en un sistema si todas las personas que pertenecen
a su sistema, a su red familiar, tienen en su alma y en su corazón un lugar bueno y honroso,
y si les concede toda su dignidad. Todos tienen que estar presentes. El que solo se ocupa
de su yo y de su restringida felicidad individual no se siente completo.
El ser califica por el tiempo. Obtiene su rango y se estructura por el tiempo. El que aparece
primero en un sistema tiene prioridad respecto al que llega después. En relaciones que
crecen con naturalidad rige una jerarquía que en primer lugar se orienta por el antes y el
después, a esto se le llama el orden original.
Muchos trastornos de pareja provienen de la actitud celosa de la nueva pareja frente a los
hijos de la anterior.
Las soluciones, en el caso de implicaciones sistémicas siempre tienen que ver con el
reconocimiento del carácter efímero de todas las cosas
El nuevo sistema tiene prioridad sobre el antiguo. Si alguien crea una familia, esta
familia actual tiene prioridad sobre las familias de origen de los cónyuges.
Si un hombre o una mujer, durante el matrimonio, tiene un hijo con otra persona, él o
ella tienen que abandonar el matrimonio y juntarse con la nueva pareja, por muy difícil
que sea para todos. A pesar de todo, la nueva mujer tiene que decirle a la anterior: “Tu
eres la primera, yo, la segunda”. Es decir, la nueva relación tiene prioridad sobre la
primera, pero solo puede ser lograda si, a la vez se reconoce y valora a la primera mujer.
La conciencia personal es de primer plano, se refiere a las personas a las que estamos
directamente vinculadas, confiriéndoles un lugar y una voz en nuestra alma.
Cuando un posgénito hiere el orden se arroga el derecho de negar algo que ya tiene,
de hacer algo que no puede hacer, de tomar algo que no debe tomar.
El orden no puede superarse por el amor ya que, antes de todo amor, en el alma actúa
ese sentido de equilibrio, haciendo justicia al orden del amor, incluso a costa de la
felicidad y de la vida.