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NADA SUCEDE HASTA QUE LO DIGO

En mi lengua está el poder de la vida y de la muerte”


(Proverbios 18:21)

¿Sabía usted que una mujer habla un promedio de 27.000 palabras al día y que un
hombre habla unas 10.000? Y, ¿sabía que la mayor cantidad de las palabras que
decimos tienden a ser negativas? Muchas de las palabras que soltamos durante el día
van en contra de nosotros mismos y de otros.
Nuestras palabras tienen poder, a través de ellas “damos vida a lo que decimos, o
bien matamos lo que decimos”. La verdad es que nuestras palabras son “profecías
auto-cumplidas”, para bien o para mal. Médicos y neuro-científicos han llegado a
afirmar que una persona común podría mantenerse sana si tan solo aprendiera a
administrar lo que dice, es decir, pronunciar palabras de salud, bienestar y
felicidad hacia sí mismo y los demás.

HE AQUÍ UN SECRETO
Constantemente nos atamos con nuestras palabras: “Que tonto soy”, “nunca
lograré salir de esta situación”, “jamás podré pagar esa deuda”, “mi matrimonio
nunca mejorará”, “soy fea”, “soy un perdedor”, “nunca sanaré”. Estas palabras
atraen maldición hacia nosotros porque nosotros les dimos ese poder. Pero así
mismo podemos atraer la bendición de Dios si constantemente dijésemos: “Sé que
saldré de esta situación”, “Soy una persona inteligente”, “Mi matrimonio marcha
cada vez mejor”, “Soy un vencedor”, “Soy bonita”. Las palabras negativas que
decimos son como sogas que se enredan a nuestro ser y nos hunden en desgracias,
mientras que las palabras positivas son como alas que nos permiten volar hacia una vida
mejor.
NO DESCRIBAS TU SITUACIÓN
Ahora bien, estoy consciente que el mero hecho de decir palabras de bendición no
cambiará la situación ––al menos no de una vez–– (no soy ingenuo en esto); pero
tanto repetir lo mismo y lo mismo una y otra vez resultará en que las palabras
comenzarán a germinar vida en nuestro interior…, “las palabras que se repiten dan
a luz una realidad”. Cuando decimos palabras de poder la situación adversa no
cambia de una, pero nosotros comenzamos a cambiar y luego, sin darnos cuenta la
situación que nos aquejaba ya no tiene el poder de antes.
Por eso, en vez de “describir lo pobre que estás” ––por ejemplo––, ¿por qué no
decir lo abundante que estarás, lo próspero que serás? Describir una situación
complicada solo añade tristeza, pero “profetizar sobre los huesos secos añade
bendición a la situación”.
El Dios al que servimos es uno que “llama a las cosas que no son como si fuesen”.
Así mismo nosotros deberíamos hacer. No se trata de negar tu realidad
(enfermedad, escasez, quiebre, desánimo), sino de hablarle a tu realidad y decirle lo
que llegará a ser.

NADA SUCEDE HASTA QUE LO DICE


 Quiero terminar esta reflexión con una afirmación: “Nada sucede hasta que
lo dice”. Escuche esto: “Una bendición no se hace realidad hasta que lo dice”,
pensarlo no es suficiente, hay que decirlo: “Estoy sano, estoy libre de deudas,
soy abundante, soy muy inteligente, mi familia es salva, sana y próspera”. No se
trata de engañar a nuestra mente sino de “domesticarla”, enseñarle a ver más
allá de la realidad terrenal…, ¡necesitamos educar nuestra lengua para que
pronuncie bendiciones y no maldiciones!
 En la Biblia la frase “Y dijo Dios” aparece 42 veces en el A.T. y 4 veces en el
N.T.” ¿Qué nos enseña esto? Dios sabía la importancia de las palabras habladas,
por eso Él no solo pensaba sobre un asunto, lo ponía en marcha al declararlo.
Un ejemplo claro de esto lo encontramos en Lucas 15 en la parábola del hijo
pródigo. Este joven logró salir de la precaria situación en la que él mismo se
metió cuando dijo: “Me levantaré e iré a casa de mi padre”. El pródigo no solo
ideó un plan, lo primero que hizo fue “pronunciarlo, decirlo, hablarlo en voz
alta, declararlo”. Una vez que lo dijo lo puso en marcha.
En realidad nada sucede en este mundo hasta que lo decimos. Si usted quiere salir de
deudas comience a decir: “Pagaré mis deudas y seré libre”; si usted quiere recibir
sanidad diga: “Sé que Dios me sanará de toda enfermedad, estoy sano/a”; si usted
quiere que en su familia haya paz debe comenzar diciendo: “Mi familia es
bendecida, la paz de Dios nos inunda todos los días”. TODO inicia cuando lo
decimos.
Ahora bien, no basta con declararlo, decirlo, decretarlo, hablarlo…,
seguidamente debemos ponernos en acción. Pero lo primero es lo primero,
DÍGALO, así su mente recibirá la orden para ponerse a trabajar en una solución.
Leamos la declaración de poder que confeccioné para ustedes, leámosla en voz alta
y creámosla; hagamos este ejercicio a diario, tres veces al día por siete días y
veamos qué comienza a ocurrir en nuestro interior. Leamos:
Versículos que nos hablan de la importancia de nuestras palabras:
 En la lengua hay poder de vida y muerte;
quienes la aman comerán de su fruto (Proverbios 18:21)
 El que es bueno, de la bondad que atesora en el corazón produce el bien; pero
el que es malo, de su maldad produce el mal, porque de lo que abunda en el
corazón habla la boca (Lucas 6:45)
 El que refrena su lengua protege su vida,
pero el ligero de labios provoca su ruina (Proverbios 13:3)
 Eviten toda conversación obscena. Por el contrario, que sus palabras
contribuyan a la necesaria edificación y sean de bendición para quienes
escuchan (Efesios 4:29).
 Hasta un necio pasa por sabio si guarda silencio;
se le considera prudente si cierra la boca (Proverbios 17:28).
 No devuelvan mal por mal ni insulto por insulto; más bien, bendigan, porque
para esto fueron llamados, para heredar una bendición (1ª Pedro 3:9).
 La lengua que brinda consuelo es árbol de vida;
la lengua insidiosa deprime el espíritu (Proverbios 15:4).
 Pero yo les digo que en el día del juicio todos tendrán que dar cuenta de toda
palabra ociosa que hayan pronunciado (Mateo 12:36).
 Mis queridos hermanos, tengan presente esto: Todos deben estar listos para
escuchar, y ser lentos para hablar y para enojarse (Santiago 1:19).
 Las palabras del sabio son placenteras,
pero los labios del necio son su ruina (Eclesiastés 10:12)
 El que mucho habla, mucho yerra;
el que es sabio refrena su lengua (Proverbios 10:19).
 Todo esfuerzo tiene su recompensa,
pero quedarse sólo en palabras lleva a la pobreza (Proverbios 14:23)
 Mirad también las naves; aunque tan grandes, y llevadas de impetuosos
vientos, son gobernadas con un muy pequeño timón por donde el que las
gobierna quiere. Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta
de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego!
(Santiago 3:4-5).

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