Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
¿Sabía usted que una mujer habla un promedio de 27.000 palabras al día y que un
hombre habla unas 10.000? Y, ¿sabía que la mayor cantidad de las palabras que
decimos tienden a ser negativas? Muchas de las palabras que soltamos durante el día
van en contra de nosotros mismos y de otros.
Nuestras palabras tienen poder, a través de ellas “damos vida a lo que decimos, o
bien matamos lo que decimos”. La verdad es que nuestras palabras son “profecías
auto-cumplidas”, para bien o para mal. Médicos y neuro-científicos han llegado a
afirmar que una persona común podría mantenerse sana si tan solo aprendiera a
administrar lo que dice, es decir, pronunciar palabras de salud, bienestar y
felicidad hacia sí mismo y los demás.
HE AQUÍ UN SECRETO
Constantemente nos atamos con nuestras palabras: “Que tonto soy”, “nunca
lograré salir de esta situación”, “jamás podré pagar esa deuda”, “mi matrimonio
nunca mejorará”, “soy fea”, “soy un perdedor”, “nunca sanaré”. Estas palabras
atraen maldición hacia nosotros porque nosotros les dimos ese poder. Pero así
mismo podemos atraer la bendición de Dios si constantemente dijésemos: “Sé que
saldré de esta situación”, “Soy una persona inteligente”, “Mi matrimonio marcha
cada vez mejor”, “Soy un vencedor”, “Soy bonita”. Las palabras negativas que
decimos son como sogas que se enredan a nuestro ser y nos hunden en desgracias,
mientras que las palabras positivas son como alas que nos permiten volar hacia una vida
mejor.
NO DESCRIBAS TU SITUACIÓN
Ahora bien, estoy consciente que el mero hecho de decir palabras de bendición no
cambiará la situación ––al menos no de una vez–– (no soy ingenuo en esto); pero
tanto repetir lo mismo y lo mismo una y otra vez resultará en que las palabras
comenzarán a germinar vida en nuestro interior…, “las palabras que se repiten dan
a luz una realidad”. Cuando decimos palabras de poder la situación adversa no
cambia de una, pero nosotros comenzamos a cambiar y luego, sin darnos cuenta la
situación que nos aquejaba ya no tiene el poder de antes.
Por eso, en vez de “describir lo pobre que estás” ––por ejemplo––, ¿por qué no
decir lo abundante que estarás, lo próspero que serás? Describir una situación
complicada solo añade tristeza, pero “profetizar sobre los huesos secos añade
bendición a la situación”.
El Dios al que servimos es uno que “llama a las cosas que no son como si fuesen”.
Así mismo nosotros deberíamos hacer. No se trata de negar tu realidad
(enfermedad, escasez, quiebre, desánimo), sino de hablarle a tu realidad y decirle lo
que llegará a ser.