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Contenido
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• 1 Actividad marítima y portuaria
• 2 Antecedentes de la aeronáutica
• 3 Obras del Ministerio de Transportes y Comunicaciones
• 4 Cultura y sociedad
• 5 La política exterior
• 6 Un lugar entre las naciones
• 7 Bibliografía sugerida
• 8 Véase también
• 9 Referencias
• 10 Enlaces externos
Ignacio Manuel Altamirano fue un escritor y literato guerrerense que nació en 1834, con ascendencia
zapoteca. Estudió en Cuernavaca, y más tarde se convirtió en profesor de latín. Durante la Guerra de
Reforma combatió del lado liberal. Su obra más conocida fue Clemencia. Tras varios años de trabajo
literario fue nombrado embajador en Italia. Murió en San Remo el 13 de febrero de 1893.
La literatura fue el campo cultural que más avances tuvo en el Porfiriato. En 1849,
Francisco Zarco fundó el Liceo Miguel Hidalgo, que formó a poetas y escritores durante
el resto del siglo XIX en México. Los egresados de esta institución se vieron
influenciados por el Romanticismo. Al restaurarse la república, en 1867 el escritor
Ignacio Manuel Altamirano fundó las llamadas "Veladas Literarias", grupos de
escritores mexicanos con la misma visión literaria. Entre este grupo se contaban
Guillermo Prieto, Manuel Payno, Ignacio Ramírez, Vicente Riva Palacio, Luis G.
Urbina, Juan de Dios Peza y Justo Sierra. Hacia fines de 1869 los miembros de las
Veladas Literarias fundaron la revista "El Renacimiento", que publicó textos literarios
de diferentes grupos del país, con ideología política distinta. Trató temas relacionados
con doctrinas y aportes culturales, las diferentes tendencias de la cultura nacional en
cuanto a aspectos literarios, artísticos, históricos y arqueológicos.[1]
El escritor guerrerense Ignacio Manuel Altamirano creó grupos de estudio relacionados
a la investigación de la Historia de México, las Lenguas de México, pero asimismo fue
impulsor del estudio de la cultura universal. Fue también diplomático, y en estos cargos
desempeñó la labor de promover culturalmente al país en las potencias extranjeras. Fue
cónsul de México en Barcelona y Marsella y a fines de 1892 se le comisionó como
embajador en Italia. Murió el 13 de febrero de 1893 en San Remo, Italia. La influencia
de Altamirano se evidenció en el nacionalismo, cuya principal expresión fueron las
novelas de corte campirano. Escritores de esta escuela fueron Manuel M. Flores, José
Cuéllar y José López Portillo y Rojas.[2]
Poco después surgió en México el modernismo, que abandonó el orgullo nacionalista
para recibir la influencia francesa. Esta teoría fue fundada por el poeta nicaragüense
Rubén Darío y proponía una reacción contra lo establecido por las costumbres literarias,
y declaraba la libertad del artista sobre la base de ciertas reglas, inclinándose así hacia el
sentimentalismo. La corriente modernista cambió ciertas reglas en el verso y la
narrativa, haciendo uso de metáforas. Los escritores modernistas de México fueron Luis
G, Urbina y Amado Nervo de la cruzmagolatisedr.[3]
Como consecuencia de la filosofía positivista en México, se dio gran importancia al
estudio de la historia. El gobierno de Díaz necesitaba lograr la unión nacional, debido a
que aún existían grupos conservadores en la sociedad mexicana. Por ello, el Ministerio
de Instrucción Pública, dirigido por Justo Sierra usó la historia patria como un medio
para lograr la unidad nacional. Se dio importancia especial a la Segunda Intervención
Francesa en México, a la vez que se abandonó el antihispanismo presente en México
desde la Independencia.[4]
En 1887, Díaz inauguró la exhibición de monolitos prehispánicos en el Museo
Nacional, donde también fue mostrada al público una réplica de la Piedra del Sol o
Calendario Azteca. En 1908 el museo fue dividido en dos secciones: Museo de Historia
Natural y Museo de Arqueología. Hacia principios de 1901, Justo Sierra creó los
departamentos de etnografía y arqueología. Tres años después, en 1904 durante la
Exposición Universal de San Luis —1904— se presentó la Escuela Mexicana de
Arqueología, Historia y Etnografía, que presentó ante el mundo las principales muestras
de la cultura prehispánica.[5]
El valle de México, pintado en 1885 por Velasco. El paisajismo mexicano tuvo gran auge durante la época
en que Porfirio Díaz gobernó al país. En general, la cultura mexicana se vio afectada por los cambios
económicos y políticos, y se desarrolló un arte en dos etapas. La primera, que comprende de 1876 a 1888
representó el auge del nacionalismo. La segunda y última fase del arte porfiriano empezó en 1888 y
finalizó con el gobierno de Díaz, en 1911 y se caracterizó por una preferencia cultural hacia Francia y su
cultura.
José María Velasco fue un paisajista mexicano que nació en 1840, y se graduó como
pintor en 1861, de la Academia de Bellas Artes de San Carlos. Estudió asimismo
zoología, botánica, física y anatomía. Sus obras principales consistieron en retratar el
Valle de México y también pintó a personajes de la sociedad mexicana, haciendas,
volcanes, y sembradíos. Una serie de sus trabajos fue dedicado a plasmar los paisajes
provinciales de Oaxaca, como la catedral y los templos prehispánicos, como Monte
Albán y Mitla. Otras pinturas de Velasco fueron dedicadas a Teotihuacan y a la Villa de
Guadalupe.[6]
El avance de la instrucción pública fue favorecido por el positivismo, y por su
representante mexicano Gabino Barreda. Durante el Porfiriato se sentaron las bases de
la educación pública, que siempre fue respaldada por los intelectuales de índole liberal.
En 1868, todavía durante el gobierno de Juárez, se promulgó la Ley de Instrucción
Pública, que no fue aceptada por la Iglesia Católica. Joaquín Baranda, ministro de
Instrucción Pública, desarrolló una campaña de conciliación con la Iglesia, y aplicó a la
educación el aspecto positivista, sin dejar de lado el humanismo. Se buscaba que todos
los alumnos tuvieran acceso a la educación básica, pero para ello se tuvo que enfrentar a
caciques y hacendados, además de la falta de vías de comunicación en las zonas rurales.
La instrucción primaria superior se estableció en 1889 y tuvo por objeto crear un
vínculo entre la enseñanza elemental y la preparatoria.[7]
En 1891 fue promulgada la Ley Reglamentaria de Educación, que estableció la
educación como laica, gratuita y obligatoria. Asimismo fueron instituidos los llamados
Comités de Vigilancia. Para que los padres y tutores cumplieran con la obligación
constitucional de mandar a sus hijos o pupilos a la escuela. Baranda fundó más de
doscientas escuelas para maestros, que una vez egresados se dirigieron a enseñar a las
ciudades del país. Sin embargo, en las zonas rurales la falta de desarrollo social provocó
un rezago educativo.[8]
Durante las fiestas del Centenario de la Independencia de México, Justo Sierra presentó
ante el Congreso de la Unión, una iniciativa para crear la Universidad Nacional de
México, como dependencia agregada al Ministerio de Instrucción Pública y Bellas
Artes. La ley fue promulgada el 26 de mayo, y el primer rector universitario fue Joaquín
Eguía Lis, durante los años de 1910 a 1913. Las escuelas de Medicina, Ingeniería y
Jurisprudencia habían funcionado separadas durante más de cuarenta años, pero con esta
ley se reunían todas, junto con la Escuela Nacional Preparatoria, en la Universidad
Nacional de México. Pocos años después de culminar la Independencia, fue suprimida
la Real y Pontificia Universidad de México, ya que había sido considerada un símbolo
del Virreinato de Nueva España, como una muestra de desprecio ante la cultura
española. Años después se intentó restaurar la institución, pero las guerras civiles y las
confrontaciones políticas lo impidieron.[9]
La política exterior [editar]
A la par de la búsqueda por la estabilidad política mediante la reorganización y control
del ejército y la pacificación del país, el Presidente Díaz encaminó sus esfuerzos a
obtener el reconocimiento internacional. De las naciones europeas que había firmado la
convención de Londres – por la cual se originó la guerra de intervención- y con la que
México había roto relaciones diplomáticas-, Gran Bretaña fue la ultima en reconocer al
gobierno de Díaz (1884). España lo otorgo el mismo año en que el general oaxaqueño
asumió la presidencia, 1877, y Francia lo hizo en 1880.
Para el logro de sus objetivos en política exterior, el Presidente Porfirio Díaz contó con
la colaboración de expertos que se habían forjado en las últimas décadas. Las dos
figuras más importantes, fueron sin duda, Matías Romero e Ignacio Mariscal. El
primero, quien se desempeñó como Ministro de México en Washington de 1882 a 1898,
logró generar una política bilateral con los Estados Unidos aprovechando las
oportunidades commerciales que se abrían. Mariscal, quien se desempeñó por casi
treinta años como Secretario de Relaciones de 1880 a 1910, Su experiencia como
minsitro en Washington y Londres le permitió gestar una política exterior que mirara lo
mismo allende al Bravo que allende al Atlántico.
En abril de 1878, Estados Unidos reconoció el gobierno del presidente Díaz. Con la
modificación de una serie de leyes México abrió sus puertas a la inversión extranjera.
La respuesta del exterior no se hizo esperar: un gran flujo de capital y tecnología surgió
de las concesiones que el gobierno mexicano otorgó a inversionistas extranjeros en
forma de tasas de ganancias garantizadas, exenciones de impuestos y reformas fiscales
benéficas para los inversionistas.
Las principales fuentes de capital extranjero invertido en México durante el Porfiriato
venían de Estados Unidos y Gran Bretaña. Estados Unidos compartía con México el
interés por desarrollar sistemas de comunicación que facilitaran el comercio e hicieran
más estrechos los vínculos económicos entre ambos países; por tal motivo, gran parte
del capital invertido en México estuvo dirigido hacia la construcción de una amplia red
ferroviaria que uniera a las principales ciudades del país y –mediante conexiones– se
extendiera más allá de la frontera norte hasta alcanzar importantes ciudades
norteamericanas.
Con las grandes propiedades, la agricultura se orientó a la exportación y creció
espectacularmente, sobre todo en la producción de henequén, café, cacao, hule y chicle.
No obstante, la importancia de los capitales norteamericanos para el proyecto
modernizador del gobierno mexicano –Estados Unidos siempre fue en primer
inversionista y socio comercial de México–, Díaz nunca dejo de mostrarse receloso de
su participación en las áreas estratégicas de la economía nacional. La política
expansionista sostenida años atrás por Estados Unidos –y de la cual México había sido
víctima– seguía presente en la memoria colectiva de la nación, y su nueva variante, la
invasión pacífica –que suponía un expansionismo de orden económico–, no podía ser
halagüeña.
Por ello desde los albores de su régimen, Díaz fomento la participación de capitales
europeos para contrarrestar la influencia que pudieran tener los norteamericanos en los
asuntos internos de México. Un factor que favoreció en gran medida las inversiones
británicas fue la participación que los miembros del gobierno mexicano tuvieron en las
empresas extranjeras –mineras, petroleras, ferrocarrileras, y de servicios
principalmente–. La relación de altos funcionarios porfiristas con inversionistas ingleses
–particularmente con Weetman Dikinson Pearson, presidente de S. Pearson and Son–
fue muy estrecha, y en la mayor parte de los casos las concesiones –supuestamente
sometidas a concurso– se otorgaba favoreciendo los intereses británicos.
El marcado favoritismo del gobierno de Díaz hacia el capital británico no fue suficiente
para detener la expansión económica norteamericana en México. La inmejorable
posición geográfica de Estados Unidos y las presiones que por momentos ejercía el
gobierno norteamericano sobre la administración porfirista fueron las condiciones que
obligaron a Gran Bretaña a asumir el papel de segundo socio comercial de México. A
pesar de la abierta simpatía que Díaz siempre mostró por el capital europeo, la relación
con Estados Unidos era estrecha.
Pero los capitales extranjeros no lo eran todo. Para impulsar el desarrollo económico y
el progreso material, la política exterior del Porfiriato fue la piedra angular. Durante los
34 años de dictadura el gobierno mexicano se comportó con independencia y valentía
frente a las presiones que por momentos ejercía Washington sobre la administración de
Díaz. El cumplimiento de los compromisos de la deuda definió desde 1878, la
estabilidad y cordialidad de la relación bilateral.
El gobierno mexicano desarrollo una intensa actividad diplomática basada, desde luego
en la estrecha cooperación con Estados Unidos. Con Washington se firmaron varios
acuerdos. Se creó la comisión mixta de reclamaciones para cuidar los intereses de
ambos países, se constituyó también la comisión internacional de limites. Como
equilibrio político y económico resultaba imprescindible para México, el gobierno
porfirista amplio sus horizontes hasta Europa. Las relaciones comerciales con Francia,
España y Alemania alcanzaron un nivel sin precedentes. Inglaterra, por su parte, se
convirtió en el contrapeso ideal en áreas estratégicas como la minería, los ferrocarriles y
el petróleo. Porfirio Díaz mandó de embajador al Japón a su propio hijo porque ambos
pueblos veían el auge del monstruo del norte como peligroso. (Argumentando cercanía
de raza al ser la cultura mexicana y japonesa descendientes de la mongoloide que una
rama cruzaría por el estrecho de Bering y serían los antepasados de los aztecas, y
diversas etnias amerindias). Incluso en Centroamérica, la diplomacia mexicana actuó
con independencia y se opuso a los intentos de Guatemala, auspiciados por Washington,
de crear una sola nación con el resto de los países centroamericanos.
La política exterior de aquellos años, conducida por Porfirio Díaz y por sus Ministros de
Relaciones Exteriores, Ignacio Luis Vallarta e Ignacio Mariscal fue radicalmente
opuesta a la que se siguió en la primera mitad del siglo. Lejos de ser vaga e idealista con
posiciones tajantes que no admitían negociación (como se demostró en el caso de
Texas), esta diplomacia tuvo objetivos muy concretos -como lo fue el lograr el
reconocimiento norteamericano- que iban a ser alcanzados con acciones pragmáticas y
acomodaticias. Después de todo, si la finalidad era el desarrollo económico y esto
requería de estabilidad y orden, ¿no era mejor acaso tener a los norteamericanos como
socios y no como enemigos? De hecho, el gobierno de Díaz mataba así dos pájaros de
un tiro, ya que era obvio que no sólo necesitaba evitar el conflicto, sino que también
requería del capital y de la tecnología del vecino del norte para el ansiado desarrollo
económico. Ambas cosas las consiguió al mismo tiempo.
Además fue una política exterior mucho más sofisticada que la de antaño.
Se reconocía que Estados Unidos no era una sola entidad monolítica, sino que estaba
compuesto de diversos grupos con distintos intereses, así que de lo que se trataba era de
atraer a los intereses adecuados para neutralizar a los otros.
A pesar de todo la relación con Estados Unidos marchó como en ningún otro momento
del siglo XIX: en un ambiente de amistad, paz y apoyo. Con las fronteras abiertas a las
inversiones extranjeras y la estabilidad política garantizada por don Porfirio, el gobierno
estadounidense respiró tranquilo en Washington durante más de tres decenios. Tan
estable se presentaba la administración de Díaz, que los políticos de Estados Unidos se
convirtieron en accionistas de las principales compañías petroleras y ferrocarrileras. Es
de Díaz, la frase "Tan Lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos".
Francisco Bulnes escribió: “Existía una convicción universal de que mientras el general
Díaz disfrutase del apoyo ultraamistoso que le había concedido Estados Unidos, nada
debía temer a las revoluciones. La diplomacia mexicana debió dedicarse a mantener
intactas tan valiosas simpatías, básicas para nuestra orden social”. Durante los gobiernos
de Porfirio Díaz se registraron dos hechos importantes para la administración pública.
El primero, al expedirse el 11 de febrero de 1883 el quinto Reglamento Interior del
Ministerio de Relaciones Exteriores, y el segundo, al decretarse la existencia de siete
secretarías para el despacho de los asuntos de orden administrativo del gobierno federal,
el 13 de mayo de 1891, estableciéndose la Secretaría de Relaciones Exteriores.
De esta manera, también se integró un Reglamento para el cuerpo diplomático, el cual
fue la Ley reglamentaria del cuerpo diplomático mexicano de 1888. Es de destacar que
don Porfirio Díaz mantuvo una posición firme en asuntos de la política exterior, ya que
también desarrolló una postura de acercamiento industrial, comercial, cultural y
financiero hacia los países europeos.
Un lugar entre las naciones [editar]
El evidente progreso porfiriano recuperó un término perdido en los azarosos y
desgarradores decenios del siglo XIX “modernidad”. Por primera vez en su historia
independiente y a pesar de las contradicciones políticas y sociales internas, la república
intentaba mostrarse ante el orbe como una nación civilizada y moderna.
Convencido de las bondades de la “civilización moderna”, el gobierno de Porfirio Díaz
se dedicó afanosamente el reconocimiento internacional. No en términos políticos –ya
contaba, formalmente, con los más importantes-, ni económicos –las inversiones fluían
libremente en México-, sino también en términos morales. Era imprescindible ganar un
espacio en el mundo, obtener un lugar que permitiera a la republica desasirse del
termino de “bárbaro” –utilizado por las naciones europeas al referirse a México en el
siglo XIX-. La “tierra prometida” no estaba dentro de los limites del país, estaba afuera,
en el concierto de las “naciones civilizadas” y en sus grandes escenarios: las
exposiciones universales.
Hacia finales del siglo XIX las exposiciones internacionales se convirtieron en el
escaparate de la modernidad. El vertiginoso avance de la ciencia y la tecnología abrió
los espacios por donde entraron la luz eléctrica, el teléfono, el fonógrafo, la bombilla, el
acero y el hierro para las construcciones, el petróleo y la maquinaria perfeccionada
capaz de realizar la producción en masa.
La primera participación oficial de México en una exposición internacional se verificó
en Philadelphia 1876. Su actuación fue modesta. Pero en 1884 Don Porfirio regreso a la
presidencia, la presencia mexicana en la exposición de Nueva Orleans fue notable. La
nación comenzó a demostrar un rostro diferente del que se conoció durante todo el siglo
XIX: el del progreso. Con un pabellón construido con hierro y acero, conocido como La
Alambra Mexicana, el gobierno de México dejó entrever un país dotado de grandes
recursos, como la plata y de materias primas, como el henequén. Se mostró además
generosamente abierto a los inversionistas interesados en orientar sus capitales hacia la
minería o la agricultura.
En Nueva Orleans, más que una participación activa, México anunció al mundo el
despegue del progreso porfiriano. El gobierno mexicano obtuvo varios reconocimientos
en la exposición y desde ese momento apareció ante sus ojos el lugar donde debía
consolidar su reconocimiento internacional, no en Estados Unidos, sino en Europa, en la
ciudad luz: París.
En la Exposición Universal de París (1889), México participó con un pabellón en forma
de palacio azteca y llevó a Europa una premisa novedosa para su propia modernidad,
justificada en todos los niveles del régimen porfirista, y cuya importancia sería
permanente incluso para los gobiernos revolucionarios del siglo XX: veneración por el
pasado indígena.
El positivismo liberal porfiriano creyó encontrar las raíces más profundas de la
identidad nacional en el periodo precortesiano. Era necesaria la reivindicación social,
moral e histórica del indio muerto, porque con los indios vivos, como la etnia yaqui en
Sonora, o la maya en Yucatán, que no conocían mayor “modernización” que la de sus
costumbres-, el gobierno mantenía un estado de guerra y de exterminio permanentes. El
anhelado progreso, sin embargo, no se entendía sin el reconocimiento de ese lejano
pasado, y así lo expreso Justo Sierra: “un país que, aunque poseído de la fiebre del
porvenir, una fiebre del crecimiento… no ha perdido un átomo del apego religioso a su
historia… Todo ese mundo precortesiano… es nuestro, es nuestro pasado, lo hemos
incorporado como preámbulo que cimienta y explica nuestra verdadera historia
nacional”.
Y la “verdadera historia nacional” llevo a París el magno “palacio azteca”, vistoso
pabellón que albergo en su interior muestras de arte mexicano – pintura, escultura,
cerámica-; ejemplos de la riqueza minera de l país, cartas geográficas y geológicas, y
gran variedad de productos agrícolas, como las frutas tropicales; pero sobre todo, libros
acerca de reliquia arqueológicas y estudios antropológicos y etnográficos.
La moda mexicanista y el indigenismo como elemento de identidad nacional no
impidieron, sin embargo, que la proyección y construcción el pabellón terminara en
manos de un contratista francés, y el estilo arquitectónico definitivo, en el interior del
palacio azteca, se tornara evidentemente afrancesado.
La presencia de México en París fue todo un éxito. El país dirigido por el caudillo de
Tuxtepec se ganó un lugar entre las llamadas naciones civilizadas. Europa reconocía el
progreso material y económico de México, que desde su pasado indígena arrojaba un
nuevo paradigma a la humanidad: la patria de los afrancesados porfiristas guardaba una
insospechable riqueza prehispánica que se insertaba perfectamente en la era moderna de
finales del siglo XIX. Indigenismo cosmopolita, le llamaron.
En su informe de 1889, Porfirio Díaz reconoció el éxito alcanzado en la exposición
universal de Paris: “motivo de verdadera complacencia debe ser para todo mexicano el
resultado obtenido por la republica en la Exposición Universal en Paris…; según se sabe
ya, México obtendrá en aquel certamen un buen número de premios. Por lo demás,
inútil parece aludir a los resultados que se obtendrán del conocimiento exacto de nuestro
país y de sus recursos” En los años siguientes a 1889 el país consolido con éxito la
visión de que el gobierno porfiriano pretendía mostrar al exterior: una nación prospera,
civilizada y pacífica, amante del orden y el trabajo y dispuesta a seguir el camino de las
grandes potencias. Por razones políticas y económicas, su participación en las
exposiciones universales de años posteriores se hizo imprescindible.
En 1893 en Chicago, destacó la “comisión mexicana para la mujer”; en el París de 1900
el pabellón mexicano despidió el siglo presentando el arrebato del Porfiriato: entre
alegorías de la guerra de independencia y del glorioso periodo de la reforma, se
levantaba la pax porfiriana iluminada por el símbolo del progreso: la luz eléctrica. Al
iniciarse el nuevo siglo, Búfalo (1901) y San Luis Missouri (1904) serán las ultimas
participaciones importantes del México de Porfirio Díaz. En cada una de ellas, el
gobierno enarboló con el mismo éxito la bandera del indigenismo prehispánico.
La gran paradoja del México moderno de Porfirio Díaz saltaba a la vista. La
“modernidad” del Porfiriato no se encontraba solo en el progreso- innegable elemento
del futuro-, sino en lo más recóndito de su pasado: en las raíces ancestrales de su propia
historia.
Bibliografía sugerida [editar]
• Bazant, Jan: Breve historia de México México: Eds Coyoacán, (2003) ISBN
970-633-057-7.
• Cosío Villegas, Daniel. “Estados Unidos contra Julio Hernandez Jalili Arriba el
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• Cosío Villegas, Daniel. “Historia Moderna de México. El Porfiriato vida social“
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• Gilly, Adolfo: La revolución interrumpida México: El caballito, (1971) ISBN
968-60011-02-1.
• González Gómez, Francisco: Historia de México 2 del Porfirismo al
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• Guerra, François-Xavier. “México: del antiguo régimen a la revolución. Tomo I.
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• Krauze, Enrique; Zerón-Medina, Fausto: Porfirio El Poder México:Ed Clio,
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• Monod, Émile: L'Exposition Universelle de 1889 París: E. Dentu, (1890)
• Roeder, Ralph: Hacia el México moderno: Porfirio Díaz México:Fondo de
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• Torre Villar, Ernesto de la: Historia de México II México: McGRAW-HILL,
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• Valadés, José C : El porfirismo : historia de un régimen México: UNAM,
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• Valadés, José C: Breve historia del porfirismo 1876-1911 México: Eds
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• Zavala, Silvio: Apuntes de historia nacional 1808-1974 México:Fondo de
Cultura Económica, (1995) ISBN 968-16-3442-x).
Véase también [editar]
• Tienda de raya
• El hijo del Ahuizote
• John Kenneth Turner
• Porfirio Díaz
• Huelga de Cananea
• Rebelión de Acayucan
• Plan de Tuxtepec
• Huelga de Río Blanco
• La telenovela El vuelo del águila
Referencias [editar]
1. ↑ «Historia de la Academia Mexicana de Literatura» (en español) (HTML).
Consultado el 2007-11-25.
2. ↑ «Biografía de Ignacio Manuel Altamirano» (en español) (HTML). Consultado
el 2007-11-25.
3. ↑ Graciela Montalvo y Nelson Osorio Tejeda. «Modernismo en
Hispanoamérica» (en español) (HTML). Consultado el 2007-11-25.
4. ↑ Enrique Florescano. «"En la época de Porfirio Díaz"» (en español) (HTML).
Consultado el 2007-11-.25.
5. ↑ «Historia del Museo Nacional de Antropología e Historia» (en español)
(HTML). Consultado el 2007-11-25.
6. ↑ «Biografía de José María Velasco» (en español) (HTML). Consultado el 2007-
11-25.
7. ↑ «Educación en la época del Porfiriato» (en español) (HTML). Consultado el
2007-11-25.
8. ↑ Manuel Flores. «La educación en el Porfiriato» (en español) (PDF).
Consultado el 2007-11-25.
9. ↑ Fundación UNAM. «Historia de la UNAM» (en español) (HTML).
Consultado el 2007-11-25.
Enlaces externos [editar]
• Video acera de la ciudad de Guadalajara en el porfiriato
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Decena Trágica
Parte de Revolución Mexicana
Soldados sublevados en acción durante la Decena Trágica
•
•
• Muerto en combate.
• Al llegar a Palacio, Madero organizó la defensa, mandó llamar a varios cuerpos
militares de Tlalpan, de San Juan Teotihuacán, de Chalco, de Toluca y el propio
presidente decidió ir a Cuernavaca a traer a Felipe Ángeles y sus fuerzas.
Huerta, mientras tanto, no perdía tiempo en su favor pues había entrado en tratos
con los sublevados y se había sumado a la conspiración.
• Francisco Madero fue advertido de dos hechos que colocaban a Huerta en
calidad de traidor. Uno que se había reunido con Bernardo Reyes en una Casa de
la Colonia Roma y el otro que se había permitido pasar comida a la Ciudadela,
lugar donde se encontraban refugiados los alzados. Madero llamó a Huerta y le
cuestionó ambas acciones a lo que Huerta negó rotundamente su reunión secreta
e hizo pasar por un error el abastecimiento. Madero le dio dos días a Huerta para
que tomara la Ciudadela y demostrase así su lealtad y sus palabras. Gustavo A.
Madero desconfiaba de Huerta, éste había informado al presidente sobre la
reunión de Huerta. Madero le creyó a Huerta y para que ambos personajes
limaran asperezas los persuadió para reunirse en un restaurante lo que se
concretó en una cita.
• Finalmente, el 17 de febrero, Madero, el vicepresidente José María Pino Suárez
y Felipe Ángeles (a quién más tarde dejaría libre), fueron hechos prisioneros.
Mientras tanto, el embajador Henry Lane Wilson intrigaba en contra del
gobierno mandando insinuaciones de que sólo se podría evitar la intervención
armada de los Estados Unidos con la renuncia de Madero. El papel de Wilson
durante este episodio fue deplorable: hacía ostentación ante miembros del
cuerpo diplomático de conocer los proyectos desleales de Huerta y notificó al
Departamento de Estado de Estados Unidos que los rebeldes habían aprehendido
al presidente y vicepresidente, hora y media antes de que esto sucediera. (La
conocida participación de Wilson bien podría deberse, entre otros motivos, a
promesas petroleras incumplidas por Gustavo A. Madero a quien el embajador
llamaba "pillo").
• Cuando Madero y Pino Suárez fueron hechos prisioneros, Wilson ofreció a
Huerta y a Felix Díaz el edificio de la embajada norteamericana para que
llegaran a acuerdos finales, en lo que se llamó el Pacto de la Ciudadela, para
hacer creer que había sido firmado ahí, y conocido popularmente como pacto de
la embajada. En este pacto se desconocía al gobierno de Madero y se establecía
que Huerta asumiría la presidencia provisional antes de 72 horas, con un
gabinete integrado por reyistas y felicistas; que Félix Díaz no tendría ningún
cargo para poder contender en las futuras elecciones; que notificarían a los
gobiernos extranjeros el cese del ejecutivo anterior y el fin de las hostilidades.
• Al Pacto de la Ciudadela siguió la tortura y asesinato de Gustavo A. Madero,
hermano del presidente. A éste le arrancaron el único ojo que tenia, lo patearon,
lo humillaron, lo golpearon continuamente hasta matarlo. Aún después de
muerto continuaron maltratando su cadáver.
• A Pino Suárez, Madero y su familia el embajador de Cuba les había comunicado
el ofrecimiento de darles asilo político de parte del gobierno Cubano. Cuba
había dispuesto una embarcación en Veracruz para tal fin.
• Las condiciones que puso Madero para firmar su renuncia fueron entre otras que
se le permitiera su exilio y se respetase a su familia.
• Francisco Madero y Pino Suárez se encontraban encerrados en la intendencia de
Palacio Nacional. Victoriano Huerta persuadió al Ministro de Relaciones
Exteriores de Madero, Pedro Lascuráin de que consiguiera del presidente y del
vicepresidente su renuncia. Huerta le había prometido a cambio respetar la vida
de ambos. Huerta hizo saber a Lascuráin su plan: al renunciar Madero y Pino
Suárez, Lascuaráin como Ministro del Exterior sería nombrado presidente,
inmediatamente él debía nombrar a Huerta Secretario de Estado del Despacho de
Gobernación para después renunciar y así quedar este como presidente legal de
México. Lascuráin pidió a Huerta garantías de su palabra de respetar a los presos
y éste con una imagen de la Virgen de Guadalupe que dijo le había dado su
madre desde su infancia y que conservaba desde entonces, juró por esa imagen a
Lascuráin que cumpliría con su palabra.
• Lascuráin visitó a los presos e informó del ofrecimiento de Huerta. Madero y
Pino Suárez le entregaron su renuncia. Un tren especial los llevaría a Veracruz y
de ahí tomarían el barco dispuesto por el gobierno Cubano hacia ese país. Todo
había sido arreglado conforme a este ofrecimiento.
• Después se presentaron las renuncias del presidente y vicepresidente ante un
Congreso reunido en sesión extraordinaria y que para simular el quorum se tuvo
que llamar a los suplentes. El congreso dudó de la autenticidad de las firmas
pero Lascuráin comunicó que él mismo había sido testigo de ellas, por lo que su
honorabilidad valió para que en la votación que se llevó en el Congreso para dar
validez a las firmas resolviera a favor del documento. El congreso nombró
presidente a Pedro Lascuráin, que había sido Ministro de Relaciones Exteriores
de Madero, quien a su vez como único acto de gobierno -y de acuerdo al pacto-
nombró a Victoriano Huerta Ministro de Gobernación para inmediatamente
renunciar, y dejar a Huerta como presidente provisional legal de México.
• Desde su aprehensión, Madero y Pino Suárez permanecieron en el Palacio
Nacional, esperando en vano un tren que los conduciría al puerto de Veracruz,
de donde se embarcarían a Cuba, cuyo embajador Manuel Márquez Sterling
hasta se había quedado a dormir "en zapatos" en su improvisada habitación, al
exilio. De nada sirvieron las gestiones de sus familiares, amigos, los ministros de
Cuba, Chile y Japón, ante Wilson para que hiciera valer la influencia que tenía
sobre Huerta, ya que el embajador les respondió que él, como diplomático, no
podía interferir en los asuntos internos de México. El embajador de Cuba había
ido a visitar a los prisioneros y ante el temor de Pino Suárez de ser asesinados
pasó la noche con ellos. Madero tenia mejor humor y motivó a los presentes para
pasar una velada agradable. Pino Suárez dijo que al ya no serles de utilidad a
Huerta, serían asesinados. Escribió una carta a su amigo Serapio Rendón donde
le pedía velar por sus hijos y consolar a su esposa. Sarita, como se conocía a la
esposa de Madero, tenia protección de la delegación japonesa. Ella había ido a
entrevistarse con el embajador norteamericano para abogar por la vida de su
esposo. El embajador le comentó que él le había advertido a Madero mucho
tiempo atrás que eso pasaría y que ahora pagaba las consecuencias de su mal
gobierno. Al final dijo a Sara que no se preocupara, que no le pasaría nada a
Madero.
• El 22 de febrero Madero recibió en su prisión improvisada la visita de Sara -su
esposa- y de su madre. La madre de éste informó a Francisco de la muerte de su
hermano. Su esposa luego trató de reconfortarlo y motivarlo para pensar en una
vida tranquila en París, luego se dieron un beso y soltó en llanto Sara. A las
22:00 los mandaron a acostarse para que a las 22:20 los despertásen con la
noticia de que serían trasladados, Madero preguntó al guardia por qué no se les
había informado antes para estar vestidos, pero no le respondió. Bajo órdenes del
general Aureliano Blanquet, confirmadas por Huerta y Mondragón, se trasladó a
ambos en ese momento y en distintos coches a la Penitenciaría de Lecumberri.
• Al momento de llegar a Lecumberri (y resumiendo) se desviaron los coches
hacia un lado de la penitenciaría, Francisco Cárdenas, el hombre encargado de
asesinar a Madero, lo ordenó: «Baje usted, carajo» y ante la negativa de este, le
disparó en la cabeza, muriendo en el asiento del coche. Por su parte, Pino
Suárez, custodiado por Rafael Pimienta, igualmente se niega a bajar al oir el
disparo, pero Pimienta le apunta con la pistola, haciendo que Pino Suárez intente
huir corriendo pero Pimienta le alcanza a disparar, ya caído, Cárdenas le ordena
a Pimienta matarlo, pero este se resiste y lo acaba matando el mismo Cárdenas.
• La ciudad se levantó con la noticia ¡¡¡Ya mataron a Madero!!! y aunque la
primera reacción fue de indignación, la mayoría de los habitantes de la capital se
alegraron del cese de hostilidades, se lanzaron jubilosos a las calles, adornaron
las fachadas de sus casas y, en unión de la prensa, ensalzaron a los vencedores y
condenaron a los caídos. Apresaron a todos.
• Plan de Ayala
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• El Plan de Ayala fue una proclamación política promulgada por el jefe
revolucionario mexicano Emiliano Zapata, dentro de la Revolución Mexicana el
25 de noviembre de 1911, en el que desconoció al gobierno del presidente
Francisco I. Madero, a quien acusó de traicionar las causas campesinas.
• En dicho plan, los zapatistas llamaban a las armas para restituir la propiedad de
las tierras a los campesinos, pues se sostenía que las tierras habían sido
arrebatadas al pueblo por caciques, hacendados y terratenientes, y deberían ser
devueltas a sus dueños originarios. Por ello el Plan sostiene que los campesinos
deben presentar sus títulos de propiedad.
• El revolucionario del norte, Pascual Orozco, también se adhirió al plan de Ayala
en febrero de 1912, Madero encargó a Victoriano Huerta enfrentar a las tropas
de Orozco, quien fue derrotado, aunque en realidad, Orozco nunca tomó en
cuenta el plan zapatista en su programa político, ya que sus objetivos eran
contrarios a los de Zapata.
• Cuando Victoriano Huerta asumió el poder ejecutivo gracias a un golpe de
estado y asesinando a Madero en 1913, Orozco se unió al usurpador y Zapata,
indignado por la conducta de Orozco, hizo reformas al plan de Ayala, en las
cuales ahora desconocía a Huerta como presidente y declaraba a Orozco traidor
a la Revolución (de hecho, Zapata fusiló al padre de Orozco, al mismo tiempo
que rechazó la propuesta que le hacía Orozco cuando trataron de convencer al
caudillo del sur de que se uniera a Huerta), tomando el mando de las tropas
adheridas a dicho plan Emiliano Zapata, quien declaró que no descansaría hasta
que ambos traidores fueran derrotados y que los ideales del plan de Ayala se
hicieran realidad. checar plan de iguala, y plan de san luis para evitar cualquier
tipo de confusion.
Contenido
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• 1 Antecedentes
• 2 La Guerra México - Estados Unidos
• 3 La Firma del Tratado
• 4 Artículos del Tratado
• 5 Modificaciones al tratado
• 6 Protocolos del Tratado
• 7 La Venta de la Mesilla
• 8 Consecuencias civiles
• 9 Referencias
Antecedentes [editar]
La política de inmigración mexicana, junto con el afán expansionista de los Estados
Unidos de América, son dos de las principales causas de la Guerra Mexicano
Estadounidense. Tras la independencia de México, el país estaba profundamente
desgastado tras once años de guerra intensiva. La producción de bienes manufacturados
estaba detenida, el campo estaba en estado lamentable, la hacienda pública estaba
quebrada, y las luchas por el poder no hacían más que sumir a la población en la
confusión y el miedo. Paralelamente, los Estados Unidos eran un país pujante, con una
industria creciente, una economía floreciente, y una población que crecía a ojos vistas.
Estados Unidos acababa de adquirir los territorios de la Louisiana a Francia y las
Floridas a España, pero aún soñaban con extender sus territorios hasta el pacífico, donde
estaban instalados los primeros colonos estadounidenses. Ya desde el gobierno colonial,
y aún después de la Independencia, el Gobierno de México tuvo que impulsar la
colonización de los vastos territorios del norte, entre ellos las Californias, el Nuevo
México y Texas, cuya población total no excedía los 50 000 ciudadanos mexicanos.
Para ello, se planteó una política de colonización muy sencilla e inclusiva, en la cual se
venderían grandes cantidades de terreno a bajo precio, a crédito y con exención de
impuestos y de aduanas por 5 años a todo extranjero que quisiera convertirse en
ciudadano mexicano, aprendiera a hablar español, fueran católicos y se comprometiera a
acatar las leyes mexicanas, con el objetivo de mejorar la economía del país, que
pensaban, podría subsanarse con la inversión de capitales. Para facilitar las cosas,
Moses Austin sugirió al Gobierno que se otorgaran concesiones, que permitían a una
persona colonizar una porción importante de territorio y recibir tierras a cambio de sus
servicios. Si bien Moses Austin murió poco después, su hijo Stephen recibiría el
permiso para realizar una colonización con 300 familias en las planicies de Texas. Esta
concesión fue ratificada por Iturbide y después por la República Federal. A esta primera
concesión le siguieron muchas más, tanto para Stephen Austin como para otros
empresarios. Muchos concesionarios cobraron precios exhorbitantes a los
colonizadores, que sin embargo los aceptaron por ser la décima parte de lo que costaba
una concesión de tierra equivalente en los Estados Unidos.
Gran número de personas procedentes de otros países se asentaron en las fértiles
planicies de Texas y se convirtieron en ciudadanos legales, pero también llegaron
multitudes de ciudadanos estadounidenses que aceptaron las condiciones exigidas.
También comenzaron a rebelarse contra el gobierno dictatorial establecido por el
general Santa Anna. Las cosas llegaron a un punto peligroso, y en 1827 se envió al
general Manuel de Mier y Terán a observar y diagnosticar la situación.
Las relaciones entre México y los Estados Unidos durante este período están marcadas
por el expansionismo territorial estadounidense. Desde la primera misión diplomática
estadounidense en México, el ministro Joel R. Poinsett no dejó duda alguna acerca de
los apetitos expansionistas, que pretendían anexarse la provincia de Texas, citando
como prueba el tratado de compraventa de la Louisiana, incluía todo ese territorio
mexicano. La posición de México es contundente: sólo se aceptarán los límites del
Tratado de Adams-Onís de 1819, que señalaba los límites territoriales entre el territorio
de la Nueva España y los Estados Unidos. Después de muchas negociaciones ese tratado
es ratificado el 12 de enero de 1828. Como respuesta, el gobierno estadounidense
colabora con la mayoría texana que desea independizarse de México y pasar a ser un
nuevo estado de los E.E.U.U., aunque estos no aceptan su incorporación en un
principio. Según informes del general Mier y Terán, en 1829 los anglos aventajaban en
número de ocho a cada mexicano. Mier y Terán proponía el establecimiento de
presidios, la colonización del territorio por mexicanos y europeos, así como el
establecimiento de aduanas. Los texanos, por su parte, estaban preocupados por las
restricciones a la esclavitud que imponían las autoridades mexicanas, que habían
abolido dicha institución en el resto del territorio y toleraban marginalmente su
presencia en Texas. Al año siguiente don Lucas Alamán promulga una Ley de
Colonización por la cual pretendía obstaculizar la llegada masiva de ciudadanos
estadounidenses a Texas. La ley pretendía regular la colonización, que sería controlada
directamente por el Gobierno presindiendo de los empresarios; se enviarían 3000
hombres de las guarniciones militares de los Estados y Territorios cercanos (que se
negaron a cooperar); y se enviarían "familias pobres y honestas" como colonos a Texas.
Pero en aquellas circunstancias, tomando en cuenta los datos de Mier y Terán, era ya
imposible controlar la provincia.
En 1836 una multitud de independentistas texanos, comandados por William Barrett
Travis y Davy Crockett, se hicieron fuertes en la antigua misión de El Álamo, en San
Antonio de Béjar, y se declararon en contra de la dictadura de Antonio López de Santa
Anna, declarando también la independencia de Texas. La respuesta mexicana no pudo
ser otra que eliminar a los rebeldes y obligar a la provincia a continuar dentro de
México. A ello estuvo encaminada la expedición de Santa Anna, quien, si bien pudo
someter por la fuerza a los texanos en El Álamo, en Goliad y en El Encinal del Perdido,
fue completamente derrotado en la batalla de San Jacinto a manos del general Samuel
Houston. Los texanos recibieron apoyo de parte del ejército, del gobierno y de la
población estadounidense. Por lo anterior, el ministro mexicano en Washington, Manuel
Eduardo de Gorostiza, protestó ante el gobierno estadounidense por el paso de tropas
estadounidenses comandadas por el general Gaines a través del río Sabine. Los datos
históricos concuerdan en que esta movilización había sido ordenada por el presidente
Jackson.
Santa Anna es capturado en San Jacinto, y firma los Tratados de Velasco. Éstos tratados
no fueron reconocidos por México, ante el argumento de que el Presidente no tenía la
autoridad para hacerlo por ser prisionero de guerra. A pesar de eso, Las tropas
mexicanas tuvieron que retirarse hasta allende el Río Bravo del Norte, a pesar de que la
frontera entre Coahuila y Texas siempre fue el río Nueces. De 1836 a 1845 Texas se
gobernaría como república independiente, y México la consideraría como una provincia
renegada. La retirada del ejército mexicano no consolidó la existencia de una frontera
clara entre Texas y México. Hubo una serie de ataques y contraataques de parte del
ejército mexicano, de 1836 a 1843; San Antonio Béjar fue recuperado y perdido por los
mexicanos, y los texanos no lograron dominar el territorio más allá del Río Nueces.
La Guerra México - Estados Unidos [editar]
Se ha sugerido que este artículo o sección sea fusionado con Intervención
Norteamericana en México (ver la discusión al respecto).
Una vez que hayas realizado la fusión de artículos, pide la fusión de historiales en WP:TAB/F.
Cuando el Congreso estadounidense votó por la anexión de Texas a finales de febrero
de 1845, el ministro de México en Washington, Juan Nepomuceno Almonte, exigió
como medida de protesta, sus cartas credenciales. De esta forma, México suspendió sus
relaciones diplomáticas con la Unión Estadounidense, advirtiendo que la anexión de
Texas sería considerada como un acto de guerra. En Texas se formarían dos grupos
políticos: una pequeña porción, partidaria de la independencia texana, cuyos
representantes más importantes fueron Anson Jones y Ashbel Smith; la otra, más
numerosa y popular, la encabezaba Samuel Houston y estaba a favor de la anexión a los
Estados Unidos.
Durante ese tiempo México rompe relaciones con Francia; España y sus intrigas
terminarían por derrocar al presidente Herrera a través de la sublevación del general
Mariano Paredes Arrillaga y el apoyo del ministro español en México, Salvador
Bermúdez de Castro, cuyas instrucciones pretendían colocar a un príncipe de la casa de
Borbón como Rey de México. La administración de Paredes sólo sirvió para dividir aún
más a los mexicanos y precipitar la declaración de guerra de los Estados Unidos,
acaecida el 13 de mayo de 1846. Para agosto, en plena guerra, es derribado Paredes.
Prácticamente al mismo tiempo llega Santa Anna, que vivía exiliado en Cuba, y
rápidamente asume una posición de liderazgo frente a la invasión.
No cabe duda que Santa Anna realizó actos heroicos a pesar de las limitaciones de su
ejército, sin embargo sus decisiones no fueron las más afortunadas y significaron su
derrota. Ejemplo de lo anterior es la Batalla de la Angostura, en Coahuila, que Santa
Anna ganó; sin embargo, su decisión de retirarse sin tomar prisioneros ni obtener las
armas y parque enemigos. Los estadounidenses, derrotados, se sorprendieron al día
siguiente, cuando no vieron las huellas del ejército de Santa Anna. Los historiadores
tienden a decir que los estadounidenses ganaron por "default". A su regreso a la ciudad
de México, la sola presencia de Santa Anna desarmó la revuelta llamada "sublevación
de los Polkos", iniciada por las medidas reformistas que atacaban los intereses del clero,
llevadas a cabo por Valentín Gómez Farías.
Mas, los Estados Unidos ya estaban preparando otra incursión, en gran escala. Esta vez
el General Winfield Scott bombardeó en marzo de 1847 el puerto de Veracruz. La
invasión estadounidense será considerada por los estadounidenses como un paseo, pues
no se ofreció más resistencia que la Batalla de Cerro Gordo. Las ciudades de Jalapa y
Puebla son ocupadas sin que los invasores disparen una sola bala, pues el clero, que
había recibido la seguridad de parte de los agentes estadounidenses que sus propiedades
y privilegios no serían revocados, arengaba al pueblo para que aceptaran a los
estadounidenses. El ejército de Scott dura dos meses estacionado en Puebla, mientras
Santa Anna lleva a cabo una de sus intrigas para distraer a Scott y, al mismo tiempo,
preparar la defensa de la capital.
Las batallas para tomar la ciudad de México se realizan en agosto de este año con la
derrota en Padierna del general Valencia y la resistencia en Churubusco por parte del
general Pedro María Anaya. La resistencia mexicana fue feroz, pero las limitaciones del
ejército le hicieron perder la guerra. Al acercarse Scott a Anaya y pedirle que entregara
todo el parque restante, Anaya le respondió con orgullo "Si hubiera parque, no estaría
usted aquí". Dentro del Ejército de Scott se encontraban 200 soldados irlandeses que
por divergencias religiosas, deciden desertar y pasan al bando gubernamental; en castigo
por ello, después de la derrota, Scott ordenó que se les juzgara por felonía, y ahorcó a 50
de ellos.
Entre el 22 de agosto y el 6 de septiembre tiene lugar un armisticio. El enviado
plenipotenciario estadounidense Nicholas P. Trist y los comisionados mexicanos Luis
G. Cuevas, Bernardo Couto y Miguel de Atristáin llegar a un acuerdo para concertar la
paz. Las negociaciones, sin embargo, no tienen éxito, y la guerra se reinicia. Las últimas
batallas se libraron en Molino del Rey y el Castillo de Chapultepec; además el pueblo
capitalino opuso una resistencia suicida a los invasores, quienes finalmente toman la
capital el 15 de septiembre.
Ante estos resultados, el ejército de Santa Anna se divide, el general renuncia a la
presidencia y se marcha nuevamente al exilio. México parecía estar destinado a
desparecer: pues no hubo cabeza de gobierno visible durante doce días. Mientras tanto,
en Washington el movimiento conocido como All México (Todo México) se fortalece.
La Firma del Tratado [editar]
Ante la crítica situación que se vivía en el país, el presidente de la Suprema Corte de
Justicia, don Manuel de la Peña y Peña, se hace cargo del poder ejecutivo en la ciudad
de Toluca el 27 de septiembre. Unos días después marchará a Querétaro, junto con don
Luis de la Rosa, que era el titular de los cuatro ministerios existentes. A finales de
noviembre los comisionados de paz Cuevas, Couto y Atristáin reiniciarán
conversaciones con Trist, aún a pesar de que este último fue destituido por el gobierno
de Washington. Sin embargo, es animado a continuar por Scott, ya que ambos
funcionarios estadounidenses se sentían incomprendidos por la administración Polk. Las
conversaciones fueron largas y complicadas. El mayor éxito de los mexicanos fue
conservar la Baja California y unirla a través de un puente de tierra a Sonora. A pesar de
todo, fue necesario fijar los límites entre ambos países con base en los ríos Gila y
Grande, cediendo en total 2,378,539 km²; paralelamente 100,000 mexicanos pasan a ser
extranjeros en su propia tierra.
El tratado sería firmado en la villa de Guadalupe Hidalgo, entonces muy cercana a la
ciudad de México, el día 2 de febrero de 1848 y ese mismo se celebró con misa solemne
en la Basilica de Guadalupe. El contenido del tratado le es notificado a Polk el día 19,
que lo envía al Congreso estadounidense, donde es aprobado el 10 de marzo.
Paralelamente, De la Peña y Peña logra reunir al Congreso mexicano en Querétaro. Don
Luis de la Rosa presentó ante él una amplísima "Exposición", documento que por su
realismo y patriotismo, convenció a la mayoría de los diputados a favor del tratado de
paz, aún a pesar de quienes pretendían continuar la guerra.
El Tratado de Guadalupe Hidalgo fue ratificado y canjeado por ambas partes ese mismo
año. El 30 el mayo de 1848 queda establecida la paz entre las dos naciones.
Artículos del Tratado [editar]
El Tratado de Guadalupe Hidalgo consta de 24 artículos, más varios transitorios. Una
transcripción íntegra del Tratado se encuentra en Wikisource. Ver facsímiles en:
Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.
El contenido de los artículos se puede resumir como sigue:
• I: Se declara la paz.
• II: Se restablece el orden constitucional.
• III: Se alza el bloqueo de los puertos mexicanos y se evacúan las tropas de
ocupación.
• IV: Se liberan los lugares capturados por el las tropas de ocupación y se
repatrian los prisioneros de guerra.
• V: Se delimita la frontera entre ambas naciones, siguiendo los ríos Gila y Bravo,
y permitiendo un puente de tierra que conecte Sonora y la Baja California.
• VI: Se permite el libre tránsito de los buques y ciudadanos estadounidenses por
el golfo de California y el río Colorado, por agua, mas no por tierra, a menos que
una carretera en un margen cercano al río Gila sea beneficiosa para ambas
partes.
• VII: Se permite la navegación libre y gratuita, excepto para desembarco, para
ambas partes, en los ríos Gila y Bravo del Norte, sin que se puedan hacer obras
que impidan o interrumpan dicho paso sin permiso de la otra parte.
• VIII: Se conservan los derechos de permanencia y garantía de tierras de los
mexicanos en los nuevos territorios, y se les permite elegir la nacionalidad que
desean conservar.
• IX: Se conservan por un año los derechos civiles de los mexicanos en los
territorios cedidos, y se establece su igualdad con los derechos políticos con los
otros habitantes de los Estados Unidos de América. Se conservan, asimismo,
intactos los derechos y propiedades eclesiásticos.
• X: Se conservan intactas todas las concesiones de tierra hechas por el Gobierno
mexicano. Los concesionarios de tierrra podrán conservarlas si cumplen con las
obligaciones adquiridas previamente con el Gobierno mexicano, siempre y
cuando hayan tomado posesión de ellas antes de marzo de 1836 en Texas, y de
mayo de 1846 en el resto del territorio; en caso contrario, el cumplimiento de las
concesiones no serán obligatorias.
• XI: Los Estados Unidos se comprometen a controlar a las tribus indígenas en su
territorio e impedir su paso a México; a no comprar o canjear prisioneros,
artículos, ni ganado robados en México, ni a venderles o suministrarles armas de
fuego o municiones; y a rescatar y repatriar a los prisioneros de los indios que
tengan la nacionalida mexicana.
• XII: En compensación por la pérdida del territorio, los Estados Unidos de
América pagarán a México quince millones de dólares, pagando 3 millones de
dólares de inmediato y el resto en pagos anuales a un interés del 6% anual.
• XIII: Los Estados Unidos de América no reclamarán a México compensación
alguna por compensaciones de guerra, y pagarán ellos mismos las reclamaciones
resultantes.
• XIV: Los Estados Unidos de América no reclamarán a México compensación
alguna para sus ciudadanos, presentes o futuras.
• XV: Los Estados Unidos de América no reclamarán a México compensacies
anteriores para sus ciudadanos, y pagarán ellos mismos las reclamaciones
resultantes, siempre que estos no excedan de tres millones doscientos cincuenta
mil pesos.
• XVI: Cada República podrá fortificar su frontera.
• XVII: Las incompatibilidades entre las estipulaciones del Tratado y realidad
física, legal o política, podrá resolverse de común acuerdo con la misma fuerza
que si estuviera escrito en el tratado, durante ocho años; al término de ese
período, sólo se podrá resolver por mutuo acuerdo.
• XVIII: No se exige gravamen a los artículos para las tropas de ocupación antes
de su evacuación formal, a menos que sean introducidos fraudulentamente.
• XIX: Los bienes importados por los puertos, importados antes de la devolución
de las aduanas, o por la duración estipulada en el siguiente artículo, no podrán
ser gravados ni decomisados; excepto si son transladados a algún lugar no
ocupado por las fuerzas estadounidenses.
• XX: Aún si desde la firma de este tratado hasta la devolución de las aduanas
pasaren menos de 60 días, durante este tiempo las mercancías importadas no
serán gravadas, salvo los derechos correspondientes, según el artículo anterior.
• XXI: Si entre los gobiernos de ambas repúblicas hubiese un desacuerdo, ambos
gobiernos se comprometen a buscar una solución pacífica.
• XXII: Se delimitan las reglas a tratar en caso de guerra entre las dos Repúblicas.
• XXIII: Para ratificar este tratado, ambos Presidentes deberán pedir la aprobación
del Congreso y canjear la ratificación antes de cuatro meses.
Además de estos 23 artículos, existe un artículo "adicional y secreto" en el Tratado,
aplicable sólo si la ratificación del tratado tomase más de 4 meses en efectuarse. En este
caso, se permiten cuatro meses adicionales para el canje de ratificaciones.
Modificaciones al tratado [editar]
Antes de ser plenamente ratificado, el Tratado de Guadalupe Hidalgo sufrió
modificaciones importantes en los artículos IX y X, además de modificaciones menores,
pero significativas, en otros artículos. El artículo IX del Tratado original fue suprimido
en su totalidad, y reemplazado por uno enteramente nuevo. Así, en vez de que los
mexicanos conservasen por un año sus derechos civiles de los mexicanos en los
territorios vendidos, y de establecer su igualdad con los otros habitantes de los Estados
Unidos de América, el nuevo artículo permite que el Congreso estadounidense, a
discreción, los admita como ciudadanos de los Estados Unidos de América. El artículo
X, sobre la posesión de las concesiones otorgadas, fue suprimido y no reemplazado. En
el artículo XI se elimina la restricción de venta de armas de fuego a los indios. En el
artículo XII se suprime elección de la forma de pago de la compensación que debe
recibir México. En el artículo XXIII, se agrega que el canje de ratificaciones se hará
donde estuviere el Gobierno mexicano. Y finalmente, se suprime el artículo adicional y
secreto del Tratado.
Protocolos del Tratado [editar]
Además del texto del Tratado propiamente dicho, se adjuntó un protocolo en el cual se
ofrece una interpretación formal del texto legal del Tratado, para evitar que éste pueda
ser malinterpretado en perjuicio de cualquiera de las dos partes.
En éste protocolo, el Gobierno estadounidense indica que, a pesar de suprimir el artículo
IX y sustituirlo por el de la Luisiana, no se disminuyen los derechos de los mexicanos,
sino que se encuentran integrados en el artículo III del Tratado de la Luisiana, y por
tanto, son equivalentes. También el Gobierno estadounidense indica que, al suprimir el
artículo X, no se pretende anular las concesiones de tierras hechas por México en los
territorios cedidos, pues estas conservan su valor legal. Y finalmente, indica que, al
suprimir gran parte de la descripción de la forma de pago en el artículo XII, no se
pretende dejar de pagar dicha compensación.
La Venta de la Mesilla [editar]
La Venta de la Mesilla
El 30 de Diciembre de 1853 se firma el Tratado de la Mesilla. Este tratado, que en los
Estados Unidos de América se le conoce como "compra Gadsden", por su principal
promotor, el general James Gadsden, acuerda con el gobierno de México la venta de
76,845 kilómetros cuadrados adicionales de terreno, en el sur de los actuales estados de
Arizona y Nuevo México, lo cual modificaba el Tratado de Guadalupe Hidalgo, a
cambio de 10 millones de pesos. Aquí, sin embargo, debemos hacer notar la habilidad
negociadora de Santa Anna y de su ministro de Relaciones Exteriores, Manuel Díez
Bonilla, pues Gadsden pretendía adquirir no sólo esta región sino la totalidad de los
estados de Chihuahua y Sonora, así como la Baja California. Además, el ejército de los
Estados Unidos se preparaba para una eventual guerra en el caso de que México
respondiera negativamente. Finalmente, y contra todas las expectativas estadounidenses,
Santa Anna aceptó la venta, hecho que lo hizo altamente impopular. Los 10 millones de
pesos serían utilizados por Santa Anna en su beneficio y el boato que le rodeaba; el
Congreso de los Estados Unidos aceptó el envío de 7 millones de pesos, y 1 millón de
pesos se perdió antes de llegar a la capital. Estos 6 millones de pesos le permitirían a
Santa Anna mantener plenos poderes por unos años más.
Consecuencias civiles [editar]
Los Estados Unidos de América terminaron por suprimir el contenido del Artículo X y
modificar en gran parte el poder del Artículo IX del Tratado de Guadalupe Hidalgo.
En este periodo surgen grupos de rebeldes mexicanos con el propósito de recuperar las
tierras vendidas; Joaquín Murrieta llamado "El Patrio" y otros grupos guerilleros
asolaron el sudoeste. Tras la independencia de Texas, se dieron lugar también a
leyendas como El Zorro, llevada al cine por primera vez en 1920 (The Mark of Zorro,
Fred Niblo).
Durante el periodo del tratado, alrededor de 100.000 ciudadanos mexicanos vivían en el
terreno cedido por México, población que comprendía el 4 por ciento de la población
mexicana. Pocos de ellos decidieron conservar su ciudadanía mexicana. La mayoría
continuaron viviendo en él, para entonces, suroeste estadounidense, con la creencia que
sus derechos estarían protegidos. Durante el movimiento chicano de los años 1960, el
líder de los derechos a la tierra de Nuevo México, Reies López Tijerina, y su grupo
Alianza invocaron el Tratado de Guadalupe Hidalgo en su lucha por la supresión del
tratado. En 1972, los Brown Berets, o Gorras Café, una organización de jóvenes
activistas latinos, también invocaron el tratado cuando se apoderaron temporalmente de
la Isla Santa Catalina, parte del llamado Archipiélago del Norte. En cuanto a la tenencia
de la tierra, muchas de las antes mencionadas concesiones de tierra no fueron
reconocidas por los Estados Unidos. En California, cerca del 27 por ciento de ellas
fueron rechazadas; lo mismo ocurrió con el 76 por ciento de las tierras en litigio de
Nuevo México.
Referencias [editar]
• Documentos facsimilares de la Historia de México en Rosa Ma Porrúa Ediciones
• Traducción del Tratado en la Biblioteca del Congreso EUA
• La herencia mexicana en el sudoeste estadounidense y el batallón de San
Patricio
• PBS.org (intervención estadounidense).
Obtenido de "http://es.wikipedia.org/wiki/Tratado_de_Guadalupe_Hidalgo"
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• Convención de Aguascalientes
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• La Convención de Aguascalientes fue una destacada reunión que tuvo lugar
durante el proceso de la Revolución Mexicana, convocada el 1º de octubre de
1914 por Venustiano Carranza, primer jefe del Ejército constitucionalista, bajo
la denominación de Gran Convención de Jefes militares con mando de
fuerzas y gobernadores de los Estados, y cuyas sesiones iniciales tuvieron
lugar en la Cámara de Diputados de la Ciudad de México, aunque con
posterioridad fueron trasladadas a Aguascalientes, que pasó a dar nombre a la
Convención, la cual se celebró desde el 10 de octubre hasta el 9 de noviembre de
1914. Los zapatistas no entrarían desde el principio a la Convención sino hasta
el 26 de octubre, cuando protagonizaran el afamado Incidente de La Bandera,
que casi le cuesta la vida a uno de sus delegados.
• El general Victoriano Huerta, ante el empuje del movimiento revolucionario,
presentó la dimisión como presidente de la nación, en julio de 1914, y salió del
país. Carranza pretendía discutir con los demás jefes revolucionarios el
programa político y los asuntos de gobierno, y, como había prometido, presentó
su renuncia a la jefatura del Ejército y se retiró de la reunión. Ante la
inasistencia de los representantes de Emiliano Zapata, que no reconocían la
autoridad de Carranza, y la negativa de Francisco Villa a presentarse en la
ciudad de México, se acordó por los asistentes trasladar las sesiones a la ciudad
de Aguascalientes, lo que fue aceptado.
• Desde los inicios de la Convención, la asamblea estuvo dominada por los
elementos villistas, que impusieron sus puntos de vista sobre los demás
delegados. Se declaró Soberana, eligió al general Eulalio Gutiérrez Ortiz como
Presidente de la República y nombró a Villa jefe del Ejército convencionista,
que se enfrentó por las armas con los constitucionalistas de Carranza.
• Villa y Zapata, ahora reconciliados, entraban en la ciudad de México el 6 de
diciembre, con un ejército de 60,000 hombres, mientras Carranza y sus
seguidores se trasladaban a Veracruz.
•
Contenido
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• 1 Historia
○ 1.1 Autores
• 2 Principales artículos
• 3 Contenido
○ 3.1 Reformas
• 4 Enlaces externos
Historia [editar]
(1o. de Diciembre de 1946 a 30 de Noviembre de 1952) 1946 Artículos 3, 73, 104 y 117
1947 Artículos 27, 73 y 115 1948 Artículos 20 y 27 1949 Artículo 73 1951 Artículos
49, 52, 73, 94, 97, 98, 107 y 131 1952 Artículos 43 y 45 ADOLFO RUIZ CORTINES
(1o. de Diciembre de 1952 a 30 de Noviembre de 1958) 1953 Artículos 34 y 115
ADOLFO LOPEZ MATEOS
(1o. de Diciembre de 1958 a 30 de Noviembre de 1964) 1960 Artículos 27 (dos
reformas), 42, 48, 52, y 123 1961 Artículo 123 1962 Artículos 107 y 123 1963 Artículo
54 y 63 GUSTAVO DIAZ ORDAZ
(1o. de Diciembre de 19|64 a 30 de Noviembre de 1970) 1965 Artículo 18 1966
Artículos 73 (dos reformas), 79, 88, 89 (dos reformas), 117 y 135 1967 Artículos 73, 94,
98, 100, 102, 104, 105 y 107 1969 Artículos 30 y 34 LUIS ECHEVERRIA ALVAREZ
(1o. de Diciembre de 1970 a 30 de Noviembre de 1976) 1971 Artículos 10, 73, 74, 79
1972 Artículos 52, 54, 55, 58 y 123 (dos reformas) 1974 Artículos 4, 5, 27, 30, 43, 45,
52, 55, 73, 74, 76, 79, 82, 89, 93, 104, 107 (dos reformas) 111, 123 (dos reformas) y
131 1975 Artículos 27, 73, 107 y 123 1976 Artículos 27 (dos reformas), 73 y 115 JOSE
LOPEZ PORTILLO Y PACHECO
(1o. de Diciembre de 1976 a 30 de Noviembre de 1982) 1977 Artículos 6, 18, 41, 51,
52, 53, 54, 55, 60, 61, 65, 70, 73, 74, 76, 93, 97 y 115 1978 Artículos 123 (tres
reformas) 1979 Artículo 107 1980 Artículos 3, 4 y 78 1981 Artículos 29, 60, 90, 92 y
117 1982 Artículos 26, 28, 73, 74 y 123 MIGUEL DE LA MADRID HURTADO