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En el siglo XVI por los conquistadores españoles cambió la noción del mundo que
existía hasta entonces.
En esta época se tuvieron que crear instituciones especiales para controlar los
tributos que iban a la corona española y así evitar el despilfarro y la codicia de los
europeos en tierra americanas.
El Perú, reino rico y poderoso, donde se hallan ricas minas de plata y oro y azogue
y plomo y estaño y cobre, abastecidas de todo género de sustento. Tierra rica y
abundante de ganado, vez y pescados. Tierra templada y limpia de serpientes y
animales ponzoñosos y bravos.
En 1554, cuando el rey envía al Perú una provisión que establece la modalidad de
la toma de cuentas, ya había venido y muerto el segundo virrey, don Antonio de
Mendoza, quien por ser muy veterano había fallecido pronto. Para ese año se había
sofocado con sangre y fuego la nueva rebelión de los encomenderos, acaudillados
esta vez por Francisco Hernández Girón. La Real Audiencia de Lima, que tenía el
poder hasta que se nombrase el nuevo virrey. Lo derroto en Pucara, al noreste del
lago Titicaca, en octubre de 1554, el motivo de la nueva refriega había sido la
exigencia de la Real Audiencia de que los encomenderos rindiesen cuentas a la
corona y se sometiesen económicamente a ella.
En los años finales de su reinado, en 1596, Felipe II creo una junta de Hacienda de
Indias, la cual debatió la creación de los tribunales de cuentas americanos, a más
de discutir acerca del incremento y la creación de nuevos ingresos para la corona.
Unos años después se creó otra Junta de Hacienda, esta vez unificando a los
consejeros de las indias con los del Consejo de Castilla. Pero en su corta existencia,
unos cuatro años.
JERARQUIAS Y SANCIONES
Desde los años iniciales de la existencia del tribunal de cuentas hubo tres tipos de
contadores: