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Qué son?

Los musgos (División: Briofitas) son plantas pequeñas que carecen de tejido vascular o leñoso. Requieren
de un ambiente temporalmente saturado de agua para completar su ciclo de vida (Delgadillo, 2003a).
Son el segundo grupo más importante dentro de las plantas verdes. Se les divide en tres grandes grupos:
antocerotes (Clase: Anthocerotopsida), hepáticas (Clase: Hepaticopsida) y musgos (Clase: Bryopsida).

Son unos de los primeros organismos vegetales que ocuparon el ambiente terrestre. El nombre de
briophyta proviene del griego brión, que significa musgo y del latín phyton, que significa planta.

¿Cuántos hay?

Se calcula que existen alrededor de 19,900 especies descritas de musgos (CONABIO 2008). En México se
reconocen 980 especies de musgos y cerca de 500 de hepáticas (Delgadillo 1998, 2000, 2003a, b). Del
primer grupo 106 especies son endémicas a nuestro país, esto es 10.8 % (Delgadillo, com. pers. 2004).

A nivel mundial, los musgos son el grupo con más especies con alrededor de 12,800, seguidos por las
hepáticas, de las cuales se conocen entre 6,500 a 7,000 especies.

Finalmente, solo se conocen alrededor de 100 especies de antocerotes.

¿Dónde viven?

Viven en ambientes muy variados, desde las altas montañas hasta el nivel del mar, en las selvas húmedas
o en zonas áridas. A menudo se encuentran en los microclimas más húmedos de estos ambientes ya que
requieren del agua para su reproducción.

¿Cómo son?

Generalmente son de tamaño pequeño. Su ciclo de vida incluye dos fases: el gametofito y el esporofito
con características muy distintas. A diferencia de los helechos, en los musgos el gametofito (haploide) es
la fase dominante.
El esporofito (diploide) es muy pequeño y de vida corta. El gametofito tiene un pequeño tallo, a menudo
postrado, con pequeñas hojitas arregladas de forma espiral. También tiene rizoides por donde obtiene
sus nutrientes.

¿Cómo viven?

Los musgos forman microambientes con mucha humedad, ya que retienen el agua como esponjas y la
liberan lentamente. Por esto, muchos microorganismos y pequeños artrópodos dependen de ellas. Son
de gran importancia en el ciclo del agua, ya que almacenan el agua y también previenen la erosión.

¿Cómo los usamos?

Los musgos se colectan como ornamentales, sobre todo en la época de Navidad para adornar pesebres,
arreglos florales y canastas ornamentales.

En la mayoría de los casos la extracción se hace sin planes de manejo y con un alto impacto tanto para
las poblaciones de musgos, como para las comunidades en donde viven. Algunos musgos son utilizados
por sus propiedades medicinales.

La Hepatica es un género de herbáceas perennes que pertenecen a la familia de los ranúnculos,


Ranunculaceae.

Symbol question.svg Hepatica

Anemone hepatica 1797.jpg

Hepatica nobilis

Taxonomía

Reino:
Plantae

División:

Magnoliopgthyta

Clase:

Magnoliopsida

Orden:

Ranunculales

Familia:

Ranunculaceae

Género:

Hepatica

Especies

Hepatica acutiloba

Hepatica americana

Hepatica nobilis

Hepatica transsilvanica

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Son plantas verdes de tamaño pequeño en forma de costras, éstas se encuentran en los bosques
húmedos y en cortes de terrenos que se mantienen bajo condiciones muy húmedas y sombrías.

Reciben el nombre de hepatica, del griego hepar hígado, por la forma del gametófito, (que en algunos
géneros recuerda a este órgano).

La forma del gametófito en estas plantas puede ser laminar o estar formado por cauloides y filoides. Las
hojas son basales, de color verde oscuro y coriáceas, cada una con tres lóbulos. Produce flores
hermafroditas de febrero a mayo que pueden ser blancas, púrpura-azuladas o rosas; nacen solitarias
sobre largos tallos vellosos y sin hojas.
Las mariposas, abejas y escarabajos actúan como polinizadores de esta planta.

Algunos botánicos incluyen la hepatica en una más amplia representación de la Anémona, como
Anémona hepatica.

Pteridologia

Las pteridofitas, pteridófitas (nombre científico Pteridophyta), criptógamas vasculares, o, generalmente,


helechos y afines se pueden definir como traqueofitas con alternancia de generaciones bien manifiesta,
donde el esporófito es un cormo primitivo, que posee vástago con tallo y generalmente también hojas
(microfilos o megafilos), y raíces siempre adventicias, con xilema primitivo compuesto por traqueidas, y
floema primitivo compuesto por células cribosas, el xilema y el floema formando haces vasculares
ubicados en un cilindro central rodeado de la corteza primaria o endodermis, rodeada de epidermis con
cutícula y estomas, que se mantiene a lo largo de toda la vida del esporófito; sin crecimiento secundario;
con esporas como unidad de dispersión que persiste por siglos, formadas en eusporangios o
leptosporangios; donde el gametófito es un talo (cuerpo sin organización), en él se forman los
arquegonios (órgano sexual pluricelular que originará la gameta femenina inmóvil), y los anteridios
(órgano pluricelular donde se formarán las gametas masculinas móviles flageladas), siendo la
fecundación dependiente del agua; con un embrión que se desarrolla sobre el gametófito directamente
después de la formación del cigoto y que no entra en latencia, que puede ser bipolar y con suspensor si
proviene de un eusporangio (posee el meristema apical y el radical que después no se desarrolla) o
unipolar (si proviene de un leptosporangio sólo posee el meristema apical); el embrión crece sobre el
gametófito sin ser liberado, dará el vástago con raíces adventicias.

Helechos

Qué son?

Los helechos y colas de caballo (Pteridofitas) son plantas vasculares que no tienen flores y no producen
semillas, sino que se reproducen por medio de esporas. Algunas veces son reconocidas como las plantas
vasculares “inferiores” cuyos tejidos vasculares (xilema y floema) están arreglados en haces que
conducen agua, alimento y minerales aunque muchas presentan tallo y raíces, para otras su tallo
consiste en rizomas rastreros con raíces adventicias (Jones, 1987).

Este grupo es uno de los más antiguos de las plantas vasculares actuales, pues sus primeros registros
datan del Periodo Devónico de la Era Paleozoica y tuvieron su apogeo a fines del Mesozoico (período
Cretácico).

En esta División se agrupan los helechos (Clase: Polypodiopsida, Clase: Marattiopsida), los licopodios,
selaginelas e isoetales (Clase: Lycopodiopsida), las psilofitas (Clase: Psilotopsida) y los equisetos o colas
de caballo (Clase: Equisetopsida).

¿Cuántos hay?

Actualmente se estima la existencia de 10,000 especies en el mundo, concentradas en áreas tropicales


con diversidad de ambientes (Mickel y Smith, 2004). México tiene una de las floras de helechos más
diversas del mundo y más amplias latitudinalmente, pues está compuesta aproximadamente por 124
géneros y 1,008 especies y 16 infraespecies. Del total de especies 186 son endémicas (Mickel y Smith,
2004).

La flora mexicana de helechos es más que una combinación de especies del oeste de Estados Unidos y
de Centroamérica, pues constituye una compleja mezcla taxonómica que incluye géneros cuyo centro de
origen se encuentra en México. Además, es destacable el hecho de que los géneros con mayor
porcentaje de endemismo en México habitan en ambientes estacionalmente secos.

¿Dónde viven?

Por lo general se encuentran en zonas húmedas y umbrosas, aunque hay especies adaptadas a un rango
amplio de hábitats como bosques tropicales, de niebla, templados y varios ambientes secos. Entre los
helechos, los hay terrestres, rupícolas, epífitos, acuáticos y arborescentes. Las colas de caballo,
licopodios y selaginelas generalmente requieren de mucha humedad para sobrevivir.

Cola de caballo
Hábitat

Uso

Equisetum arvense

Nombre oficial: Cola de caballo

Familia: Equisetaceae

Nombre popular: Equiseto, Limpiaplata

Historia

La cola de caballo es una de las plantas más antiguas de la Tierra, hace más de 400 millones de años, en
la era paleozoica, formaba bosques enteros. Su aspecto es el reflejo de un tiempo lejano cuando la
formación de la flores todavía no era posible y tenían una relación arcaica con el mundo mineral, el
agua y la luz.

Su nombre botánico, equisetum, deriva de la combinación de equus caballo y sacta cerda, ya que los
tallos son tan duros como las cerdas de los caballos y arvensis el nombre de la variedad, que significa
"campo" y indica el hábitat de la planta.

Antiguamente, utilizaban la ceniza de la cola de caballo para limpiar y abrillantar la vajilla de peltre,
debido a su alto contenido en ácido silícico. Más tarde empezó a utilizarse en la medicina popular,
siempre debido a su alto contenido en ácido silícico. Dioscórides la calificó de “hippo-uris", diurética,
para la tos y las hemorragias internas. Por ser remineralizante es beneficiosa para el estado general de la
salud, los huesos, el cabello, los dientes, las uñas y para un mejor equilibrio de las personas nerviosas.
Combate la albuminuria, la diabetes, la hipertensión y la arteriosclerosis. Sebastian Kneipp consideraba
esta planta indispensable en caso de vómitos sangrantes y hemorragia, y alababa los efectos de la planta
para aliviar la tos y curar las dolencias bronquiales y pulmonares. La infusión a base de silicio también
gozaba de una excelente reputación en los tratamientos de tuberculosis pulmonar.

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Formas alotrópicas del fósforo

29 de abril de 2010 Publicado por Ángeles Méndez

En química, la alotropía es una propiedad que poseen algunos elementos químicos, al poder presentarse
con distintas estructuras moleculares. Un elemento es alótropo cuando aún encontrándose en el mismo
estado físico, tienen estructuras y aspectos diferentes. Las propiedades deben observarse en el mismo
estado de agregación de la materia.

Existen diversas formas alotrópicas muy conocidas, como por ejemplo, el ozono, el grafito o el diamante.

En este caso, trataremos las formas alotrópicas del fósforo.

El fósforo presenta una alotropía complicada, llegándose a mencionar alrededor de once formas
alotrópicas diferentes, sin embargo, las más conocidas y quizás mejor caracterizadas son las conocidas
con los nombres de: fósforo blanco, fósforo negro, y fósforo rojo.

Fósforo blanco:

Se forma cuando se calienta el fosfato cálcico con presencia de sílice y carbón , a una temperatura de
1400ºC, condensándose los vapores, que no son otra cosa que el fósforo blanco, P4 :

2Ca3( PO4)2 + 3 SIO2 + 10C ↔ P4 + 3 Ca2SiO4 + 10 CO


La especia P4, tiene una forma tetraédrica, como índica la figura, donde cada átomo de fósforo forma un
enlace sencillo con los sus otros tres átomos vecinos, con ángulos de enlace de 60º. Loa ángulos de
dichos grados se dice que se encuentran en tensión, esperándose que la molécula sea debido a esto,
reactiva.

Algunas de las características más destacables son:

El fósforo blanco, es un sólido blanco como su nombre indica, que se torna amarillo cuando se ve
expuesto a la luz. Su punto de fusión es 44ºC, mientras que su punto de ebullición es de 287ºC. Por
encima de los 50ºC se inflama en el aire.

Es extremadamente venenoso y prácticamente insoluble en el agua, pero en cambio, si es soluble en


benceno y CS2.

Cuando a éste alótropo se le expone al aire, se oxida dando una llama verde y produciendose la
formación de PO2, y algo de ozono.

Produce unas reacciones bastante violentas con toda la familia de los halógenos.

El ácido nítrico lo oxida lentamente, convirtiendolo en ácido fosfórico, y el NaOH, lo convierte en fosfina
e hipofosfito sódico:

P4 + 3 NaOH + 3 H2O ↔ PH3 + 3 NaH2PO2

Este alótropo ha tenido un extenso uso militar, utilizándose como agente incendiario, para crear cortinas
de humo, y como componente antipersona ya que puede producir quemaduras bastante graves, por
todo esto se le conoce también como arma química. Los militares lo conocen como WP (del inglés, White
phosphorus), llegándole a dar apodos durantes las guerras.

Fósforo negro:

El fósforo negro es la forma alotrópica más estable de este elemento químico. Fue preparado por
primera vez, por el físico americano P.W. Bridgman.
Se obtiene a través de calentamiento del fósforo blanco cuando se encuentra a presiones elevadas.

Este alótropo recuerda al grafito en su aspecto y también en lo que se refiere a la conductividad


eléctrica, pues posee una red en capas, donde cada átomo de fósforo se encuentra enlazado a otros tres
átomos a una distancia de 2.20 Ǻ y con uno ángulos de enlace de 99º.

Esta forma alotrópica es cinéticamente inerte, y ni siquiera a 400ºC arde, así que mucho menos al aire.

Fósforo rojo:

El fósforo rojo se obtiene calentando el fósforo blanco, en una atmósfera inerte, a unos 250 ºC de
temperatura. Es de color rojo, amorfo, y más bien poco soluble tanto en agua como en disolventes
orgánicos.

La reactividad de este alótropo del fósforo es intermedia entre las otras dos formas alotrópicas. La gran
diferencia de reactividad del fósforo blando y la del rojo, hace que sea interesante observar el valor del
ΔHº para la conversión del fósforo rojo en blanco, siendo ésta de tan sólo 17.6 KJ.mol^-1.

De manera contraria al fósforo blanco, el rojo no es nada soluble en disulfuro de carbono y tampoco es
tóxico.

Cuando se pone en contacto con sustancias oxidantes, éste se transforma a través de una reacción
bastante violenta, en pentóxido de fósforo, desprendiendo un humo blanco.

Se suele usar como agente reductor en las reacciones químicas, o como compuesto de partida para
sintetizar distintos compuestos del fósforo.

Pero quizás su uso popular más conocido, son las cerillas, donde produce una reacción al contacto con
clorato potásico.

Salamanquesas: El geco y las fuerzas de Van der Waals


A principios del siglo XIII se fundó en Salamanca la primera universidad de España (en aquella época
Reino de Castilla), que también fue una de las primeras del mundo, la octava para ser concretos. Por
aquel entonces la sabiduría acumulada siglos atrás fue separada: de un lado quedó el saber consagrado
de las ciencias más ortodoxas (matemáticas, derecho, medicina, teología...), sin embargo el resto de
conocimientos ancestrales fueros relegados al ostracismo, o al menos eso es lo que se intentó.

Todo aquello que fue apartado, encontró refugio en la penumbra de una red de truculentos túneles que
recorren el subsuelo de la ciudad, y que confluían en lo que se denominaba la Cueva de Salamanca.

Así pues, mientras a lo largo del día se impartían las materias ilustradas, durante la noche las ciencias
ocultas se avivaban a la luz de las velas en la citada cueva, justo debajo de la iglesia de San Cebrián o
Ciprián (precisamente el santo patrón de la magia). Allí se impartían, a un reducido grupo de 7
temerarios alumnos, clases de astrología, adivinación, demonología, nigromancia y otras ciencias
apartadas. Todo aquello quedó en clave de leyenda durante siglos hasta hoy día, pues la Reina Isabel la
Católica selló la entrada a los túneles, al contravenir totalmente dichas actividades su “programa
político”, más orientado a la religión como el pseudónimo de esta reina indicaba. No obstante, no hace
mucho, un conocido programa de televisión y radio dedicado al misterio pudo acceder incluso a los
citados túneles, revelando la veracidad de su existencia.

Salamanca se consideraba por entonces uno de los centros mundiales del ocultismo, y dentro de las
actividades mágicas era frecuente utilizar a las salamandras, al serle atribuidas popularmente poderes
maléficos o místicos, ya que se creía que nacían del fuego.

Por semejanza fonética y semántica las palabras Salamanca, salamandra y mántica (adivinación) dieron
lugar a varios términos, entre los cuales se encuentra salamanquesa, animal confundido frecuentemente
por el pueblo con la salamandra. La salamanquesa quedó desde entonces marcada con un halo mágico
del cual hace gala su nombre. Se decía por ejemplo que eran capaces de contaminar el agua de los pozos
en los que bebían, pues se las creía venenosas.

Recuerdo también que de pequeño “jugábamos” a hacerlas caer de las paredes. Para ello usábamos
rústicas escopetas de madera que lanzaban una goma tensada, siendo el improvisado gatillo una pinza
de tender. En aquellos juegos siempre había alguna avezada vecina indicando que, si te escupían en la
cabeza, te quedabas calvo. Por mucho que intentaran vengarse de los gomazos, no creo que estas
lagartijas tengan nada que ver con la alopecia androgenética, tampoco recuerdo que ninguna me
escupiese, aunque por el momento toco madera.

Salamanquesa común o Tarentola mauritanica

Evidentemente todo ello es fruto de las creencias populares o leyendas urbanas, pues las salamanquesas
nada tienen que ver con las fuerzas ocultas o sobrenaturales, no obstante, sí hay otro tipo de fuerzas de
carácter universal de las que sacan provecho: las Fuerzas de Van der Waals. Aunque su nombre nos
sugiera otra cosa, no se trata de ninguna película de ciencia ficción ni del nombre de un futbolista de
actualidad de Holanda, sin embargo en cierto modo sí de una mezcla de ambas cosas, pues Van der
Waals fue un renombrado científico holandés de finales del XIX y principios del siglo XX.

Y ¿qué tiene que ver este señor, premio Nóbel entre otras cosas, con una lagartija que disfruta
correteando por paredes, techos y fachadas de las casas? Pues precisamente eso, la capacidad de trepar
por cualquier sitio que tienen estos animales. Seguramente no nos hayamos parado a pensar nunca
cómo hacen para sujetarse a las paredes. Lo primero que se nos ocurre es que se agarran a las pequeñas
irregularidades, pero esta teoría se viene al traste cuando las ves moverse por un cristal. ¿Ventosas? No,
no tienen de eso. El secreto reside en las citadas fuerzas.

El consagrado Nóbel reveló la existencia de fuerzas de atracción a nivel de átomos y moléculas que
tenían su origen en la cargas eléctricas de los átomos (electrones con carga negativa girando alrededor
de un núcleo positivo). De forma simplificada, para que todos podamos entenderlo, en átomos y
moléculas se forman polos positivos y negativos, bien de forma permanente o temporal debido al
movimiento de electrones, y claro está, todos hemos escuchado alguna vez aquello de que los polos
opuestos se atraen. Eso sucede a nivel molecular y se establecen fuerzas intermoleculares que hacen
que éstas se atraigan, son fuerzas mucho más débiles que las que hacen que la materia esté unida pero
que también tienen su importancia.

La pupila de la salmanquesa se estrecha durante el día

Los gecos, vocablo que designa a la familia a la que pertenecen estas lagartijas, cuyo nombre proviene
del sonido que emite un geco de Malasia similar a pronunciar “gekko”, ya utilizaban estas fuerzas mucho
antes de que se instaurara el premio Nóbel. Todos ellos han desarrollado en la palma de sus patas unas
estructuras microscópicas en forma de pelillos o fibras, que al ponerse en contacto con cualquier
superficie interaccionan con las moléculas de las mismas mediante las fuerzas de Van der Waals, y
aunque éstas son muy débiles, como hay miles de estas estructuras, la suma de todas las fuerzas
proporciona una gran adhesión por atracción. La fuerza adquirida es tal que para despegar las patas, lo
deben hacer progresivamente, igual que cuando se despega una pegatina.

Cada pequeña almohadilla está repleta de miles de diminutos filamentos

Esta capacidad de sujeción les ha permitido adaptarse a la vida urbanita, por lo que es frecuente que
alguna se cuele de vez en cuando en el interior de la casas. En cierta ocasión, una se aventuró en un piso
de estudiantes donde estuve un periodo viviendo. Aunque inofensiva, su excesivo tamaño nos causó
repelo a todos, por lo que de inmediato fue nominada para su expulsión. La tarea no fue nada fácil e
involuntariamente terminó con el reptil cayendo al vacío por la ventana desde un cuarto piso, pese a la
buena labor que ejercía devorando mosquitos. Contra todo pronóstico, cuando todo parecía perdido
para el pobre animal, una de las patas rozó por un instante una cuerda de tender del patio interior. La
lagartija hizo un giro con una sola mano cual gimnasta que aprovecha la inercia de la caída (yo diría que
similar al que el deportista Jesús Carballo patentó a una sola mano en barra fija), quedando allí sujeta y
escapando cuando se recuperó del fuerte susto. Semejante proeza es una muestra más de la capacidad
de adherencia que tienen estos animales, algo que hoy en día la biomimética ya está aprovechando para
construir adhesivos que utilizan el mismo diseño de las diminutas fibras de sus dedos.

Como es lógico, hoy ya no me dedico a lanzar gomas a las salamanquesas, mi actitud hacia ellas hace
tiempo que cambió y desde que descubrí el porqué de aquella acrobacia, sólo puedo sentir admiración
su increíble uso de la ciencia. Así que, la próxima vez que me cruce con ellas, sólo les dedicaré tiempo
para alguna foto y un pensamiento: “Que la fuerza (de Van der Waals) te acompañe”.

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