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Material de trabajo para los pernos

de comunidades locales
Abril 2019

Fecha: agosto 2010

Cuaderno núm. 4-19

Queridísim@s tod@s:

Es siempre una gran alegría comunicarnos con ustedes y así poder caminar juntos en
nuestro camino espiritual y comunitario.
Seguimos también rezando por la paz que como sabemos en muchos lugares está muy
amenazada.

Aprovechamos la ocasión para desearles a todos: ¡Felices Pascuas!

El cuadernillo de este mes contiene:

 En profundidad. El Espírito Santo y el anhelo a la santidad (pág. 2)


 Palabra de Vida mes de Abril 2019. (pág. 3-4)
 Algunos puntos para profundizar y dinámica del encuentro. (pág. 5)
 Nosotros queremos la paz. (Igino Giordani) (pág.6 )
 Experiencia: Trabajar no para el alimento perecedero… (pág. 7)

Con toda nuestra unidad,

Chepi y Regno

1
El Espíritu Santo y el anhelo a la santidad

(San Pablo), Brasil, 20 de mayo de 1991.

Ayer fue Pentecostés. Un Pentecostés especial para nosotros este año. El Espíritu Santo,
nuestro protector, ha entrado, de hecho, más profundamente en nuestra almas después de
dos años de meditación de todo el movimiento acerca de Él.

Ahora su voz se escucha mejor, su atmósfera divina se aprecia más, se conocen los dones y los
frutos... El Espíritu Santo, por lo tanto, está más cercano, más familiar: ha tomado su lugar en
nuestra alma.

Y con Él ha regresado el deseo de santidad. Pero en la medida justa, según nuestra línea: Él es
el santificador.

Recuerdo que en el inicio del Movimiento habíamos, en cierto modo, renunciado a la santidad, tal
como lo pensaba cualquier cristiano en aquellos tiempos: ya sea porque -nos parecía- tenía algo
de egoísta, de replegarse sobre uno mismo (y la de radicalidad de nuestro Ideal: el amor, no lo
permitía), ya sea porque nos sentíamos llamados a una santidad colectiva.

Luego, con el transcurso de los años, con una comprensión nueva de María, se perfiló la idea de
nuestra santidad en la “Vía Mariae” (“camino de María”) en un camino al mismo tiempo
individual y colectivo.

Ahora, en estos días estamos -me parece- en un tercer momento, que se volvió claro durante la
novena al Espíritu Santo: la santidad. Sí, de hecho, la absoluta exigencia de la santidad, pero
por amor a los demás: por lo tanto, santos por amor; porque hemos entendido que no podemos
dejar nada mejor a los demás que un “modelo” de nuestro Ideal.

De modo que también yo, también hoy, renuevo la decisión: tender a la santidad siguiendo a
Jesús abandonado y a María desolada, la “nada”, para ser toda voluntad de Dios y amor a los
demás.

Chiara Lubich

2
«Pues si yo, el Señor y el Maestro, les he lavado los pies,
también ustedes deben lavarse los pies unos a otros» (Jn 13,
14).

Al recordar las últimas horas transcurridas con Jesús antes de su


muerte, el evangelista Juan pone en el centro el lavatorio de pies. En
el antiguo Oriente era un signo de acogida al huésped que llegaba por
caminos polvorientos, y solía realizarlo un siervo. Precisamente por
eso, en un principio los discípulos se niegan a aceptar este gesto de
su Maestro, pero Él al final les explica:

«Pues si yo, el Señor y el Maestro, les he lavado los pies,


también ustedes deben lavarse los pies unos a otros»

Con esta imagen tan significativa, Juan nos desvela completamente la


misión de Jesús: Él, el Maestro y el Señor, ha entrado en la historia
humana para encontrarse con cada hombre y con cada mujer, para
servirnos y restablecer nuestra relación con el Padre.
Día a día durante toda su vida terrena, Jesús se despoja de cualquier
signo de su grandeza, y ahora se prepara a dar su vida en la cruz. Y
precisamente en este momento entrega a sus discípulos, a modo de
herencia, las palabras que más tiene en el corazón:

«Pues si yo, el Señor y el Maestro, les he lavado los pies,


también ustedes deben lavarse los pies unos a otros»

Es una invitación clara y simple; todos podemos entenderla y ponerla


en práctica inmediatamente, en cualquier situación, en cualquier
entorno social y cultural.
Los cristianos, que reciben la revelación del Amor de Dios a través de
la vida y las palabras de Jesús, tienen una «deuda» con los demás:
3
imitar a Jesús acogiendo y sirviendo a los hermanos, para ser a su vez
anunciadores del Amor. Como Jesús: primero amar concretamente y
luego acompañar el gesto con palabras de esperanza y de amistad.
Y el testimonio es aún más eficaz cuando dirigimos nuestra atención a
los pobres con espíritu de gratuidad, rechazando en cambio
comportamientos serviles hacia quienes tienen poder y prestigio.
Incluso ante situaciones complejas, trágicas y que se nos escapan de
las manos, hay algo que podemos y debemos hacer para contribuir al
«bien»: ensuciarnos las manos sin esperar recompensa, con
generosidad y responsabilidad.
Además Jesús nos pide que testimoniemos el Amor no solo
personalmente en los ambientes donde vivimos, sino también como
comunidad, como pueblo de Dios, cuya ley fundamental es el amor
recíproco.

«Pues si yo, el Señor y el Maestro, les he lavado los pies,


también ustedes deben lavarse los pies unos a otros»

Después de estas palabras, Jesús sigue diciendo: «Porque les he dado


ejemplo, para que también ustedes hagan como yo he hecho con
ustedes… Sabiendo esto, dichosos serán si lo cumplen» (Jn 13, 15-
17).
Comentando esta frase del Evangelio, Chiara Lubich escribió:
«“Dichosos serán…”. El servicio recíproco, el amor mutuo que Jesús
enseña con este gesto desconcertante es, pues, una de las
bienaventuranzas que Jesús nos enseñó. […] Entonces, ¿cómo
viviremos durante este mes esta palabra? La imitación que Jesús nos
pide no consiste en repetir de modo vulgar su gesto, aunque
debemos tenerlo siempre delante de nosotros como un ejemplo
luminoso e inigualable. Imitar a Jesús significa comprender que los
cristianos tenemos sentido si vivimos por los demás, si concebimos
nuestra existencia como un servicio a los hermanos, si planteamos
toda nuestra vida sobre esta base. Entonces habremos realizado lo
que a Jesús más le importa. Habremos entendido de lleno el
Evangelio. Seremos realmente dichosos»1.

LETIZIA MAGRI

1
Cf. C. LUBICH, Parole di Vita (ed. F. Ciardi), «Aprile 1982», Città Nuova, Roma 2017, pp. 233,
235 (próxima publicación en castellano).
4
1) La estupenda Palabra de Vida de este mes nos habla de servicio, de acogida que en el antiguo Oriente se manifestaba
con el lavatorio de los pies a los huéspedes que llegaban de un largo viaje y que normalmente realizaba un siervo.

2) Esto que realiza Jesús antes de su muerte, pone de relieve la importancia de este gesto que en un principio los
discípulos se niegan a aceptar, pero Él, al final, les explica.

3) Con esta imagen tan significativa, Juan nos desvela completamente la misión de Jesús: Él, el Maestro y el Señor, ha
entrado en la historia humana para encontrarse con cada hombre y con cada mujer, para servirnos y restablecer nuestra
relación con el Padre.

4) Es una invitación clara y simple; todos podemos entenderla y ponerla en práctica inmediatamente, en cualquier
situación, en cualquier entorno social y cultural.

5) Los cristianos, que reciben la revelación del Amor de Dios a través de la vida y las palabras de Jesús, tienen una
«deuda» con los demás: imitar a Jesús acogiendo y sirviendo a los hermanos, para ser a su vez anunciadores del Amor.

(Tiene como finalidad facilitar la comunión, el diálogo entre todos. La duración no tendría que ser
mayor de 30 min.)

1) Y si tratamos de vivir así, el testimonio es aún más eficaz cuando dirigimos nuestra atención a los pobres
con espíritu de gratuidad, rechazando en cambio comportamientos serviles hacia quienes tienen poder y
prestigio.

2) Además Jesús nos pide que testimoniemos el Amor no solo personalmente en los ambientes donde
vivimos, sino también como comunidad, como pueblo de Dios, cuya ley fundamental es el amor recíproco.

3) Después de estas palabras, Jesús sigue diciendo: «Porque les he dado ejemplo, para que también ustedes
hagan como yo he hecho con ustedes… Sabiendo esto, dichosos serán si lo cumplen» (Jn 13, 15-17).

4) ¿Cómo viviremos entonces esta palabra? […] Imitar a Jesús significa comprender que los cristianos
tenemos sentido si vivimos por los demás, si concebimos nuestra existencia como un servicio a los

5
hermanos. […] Entonces habremos realizado lo que a Jesús más le importa. Habremos entendido de lleno el
Evangelio. Seremos realmente dichosos».

Nosotros queremos la paz


Giordani escribió el libro ‘Rivolta cattolica’ (‘Revuelta católica’) en 1925, después de haber vivido en
una trinchera en la Primera Guerra Mundial y mientras en Europa soplan vientos políticamente
amenazadores. Este escrito es tomado de una nueva edición publicada en el 2016, a cargo del Comité
de ediciones Gobettianas.ité des éditions Gobettiane.

La paz es ciencia, es civilización, es luz. La guerra es ignorancia, es instinto, es oscuridad.


Esperar, como ya se ha hecho, que de la matanza surja una civilización mejor, es decir del bien el mal,
del negro el blanco, es lo mismo que pretender de la guillotina el mejoramiento pedagógico de las
cabezas que corta.

La ciencia, dedicada a inventar instrumentos de exterminio, hará que la próxima guerra sea de una
crueldad refinada, metódica, exquisitamente estúpida.

El miedo regula las relaciones recíprocas entre las personas. Sometidos por el temor, países
empobrecidos mantienen ejércitos desproporcionadamente grandes y costosos (…).

Habría una solución: sustituir el miedo recíproco con la confianza recíproca, la desconfianza con la
amistad. Pero la solución es demasiado… fácil, por eso es tan difícil. Y echaría a la calle a varias
oligarquías.

A los jovencitos impulsivos y sabiondos, a los diputados y personajes públicos, a los periodistas
improvisados y a los roedores de los bancos, a las señoritas insípidas y a las solteronas de los comités,
a todos los especuladores altos y bajos, a los generales y a los profesores, a todos los que sostienen la
guerra… yo impondría un remedio para que recobren la razón: los pondría durante diez minutos en una
trinchera bajo un bombardeo extenuante, obsesionante, en donde pierdan toda la razón y la
naturaleza se rebele. Si uno sale de ahí sano entiende la guerra y termina maldiciéndola.
Esta honorable sociedad de ministros, diputados, periodistas que nos explican el significado de la
guerra, debería entender de una vez por todas que esas discusiones a nosotros nos dan náusea.
Nosotros queremos olvidar…
Nosotros queremos la paz, la serenidad y queremos que la violencia que se está desencadenando se
aplaque.
¿Pedimos demasiado?
6
Igino Giordani

EXPERIENCIA.
“Trabajen no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta
la Vida eterna. Este es el alimento que les dará el Hijo del hombre.”

Junto con otras familias tratamos de poner en práctica la Palabra de Dios y


esto nos ayuda a superar los problemas, a dialogar entre nosotros y a convivir
como familia.

Hace tres meses en el trabajo de mi esposo hicieron recorte de personal y a


él también le toco salir. Ese día llegó a casa muy preocupado y nos dijo todo lo que
le había pasado, lo vimos muy mal, sólo pude decirle que deberíamos confiar en la
Providencia de Dios, que nos daría algo mejor, pero que debía tener paciencia y
paz en el alma. Al otro día muy temprano salió a buscar trabajo con las personas
que conoce, le decían que no había vacante pero que en cuanto tuvieran algo le
llamarían.

Cuando aún trabajaba en esa empresa llevaba tortas para comer, un día le
compartió a un compañero, le gustaron mucho y le pidió que todos los días le
llevara una. Así poco a poco hizo publicidad con los otros compañeros y cada día
aumentaba el pedido, después lo mandaron a trabajar en la oficina y ya no pudo
continuar con la venta de tortas.

Como pasaban los días y no tenía ninguna respuesta de trabajo, pensó que
podía llevar nuevamente tortas a sus amigos, me pidió prepararle algunas, yo le
dije que si lo habían despedido era porque no lo querían ver más allí, pero él
insistió en que lo intentáramos.

Recordé la frase del Evangelio que tratábamos de vivir y que se refería a a


trabajar por el alimento que permanece hasta al vida eterna. Con este deseo en el
corazón y tratando de amar a Jesús en mi esposo, al día siguiente me levanté muy
temprano y con alegría me puse a prepararle las tortas que me había pedido.
Cuando regresó se veía muy contento, le había ido muy bien hasta le pidieron de
regresar en la tarde con dulces, botanas, refrescos, cigarros, etc.

Empezamos a comprar de todo un poco y a trabajar con nuestros hijos


como familia y nos organizamos para hacer las cosas. Lo bonito de esto es que
pasamos más tiempo juntos y si a veces alguno de nosotros no quiere ayudar,
nuestra hija la más pequeña nos recuerda que tenemos que ser los primeros en
amar y hacer este trabajo no por el dinero sino por Dios. Cada día le damos
gracias al Eterno Padre porque logramos sacar todos los gastos. Hasta ahora no nos
ha faltado nada y lo poco que tenemos lo tratamos de compartir con las personas
que lo necesitan.

7
R. y G.

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