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SALA CONSTITUCIONAL

Magistrado-Ponente: FRANCISCO ANTONIO CARRASQUERO LÓPEZ

El 02 de agosto de 2007, se recibió en esta Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia,
escrito contentivo de la acción de amparo constitucional interpuesta por los abogados Enrique Mendoza
Santos y José Manuel Álamo Ramos, inscritos en el Instituto de Previsión Social del Abogado bajo los
núms. 47.326 Y 64.308, respectivamente, actuando en representación del ciudadano LUIS IGNACIO
DIEGO LASSO, titular de la cédula de identidad núm. 13.801.490, contra la decisión núm. 026-07 del
13 de febrero de 2007, dictada por la Sala Quinta Accidental de la Corte de Apelaciones del Circuito
Judicial Penal del Área Metropolitana de Caracas, mediante la cual declaró con lugar el recurso de
apelación interpuesto por los abogados Adriana Petit y Fernando Quintero, inscritos en el Instituto de
Previsión Social del Abogado bajo los núms. 55.512 y 58.858, actuando con el carácter de defensores del
acusado Morean Corothie Arturo, titular de la cédula de identidad núm. 4.269.479, contra la sentencia del
26 de julio de 2006, proferida por el Juzgado Séptimo de Primera Instancia en Funciones de Juicio del
mencionado circuito judicial penal, a través de la cual condenó al prenombrado acusado a cumplir la pena
de un año y seis meses de prisión, por considerarlo responsable de la comisión del delito de calumnia
previsto en el artículo 241 del Código Penal, aplicable rationae temporis, así como a las penas accesorias
previstas en los artículos 16 y 34 eiusdem y al pago de las costas procesales, y, en consecuencia, revocó la
mencionada sentencia recurrida y declaró prescrita la acción penal de acuerdo a lo previsto en el artículo
108.5 eiusdem.

El 08 de agosto de 2007, se dio cuenta en Sala y se designó ponente al Magistrado doctor


FRANCISCO ANTONIO CARRASQUERO LÓPEZ, quien, con tal carácter, suscribe la presente
decisión.

Con base en los elementos que cursan en autos y siendo la oportunidad para ello, esta Sala pasa a
decidir, previas las siguientes consideraciones:
I
DE LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

La presente solicitud de amparo se fundamenta en lo siguiente:

Que la decisión accionada yerra “...en la correcta aplicación de la jurisprudencia sentada (sic)
el 19 de mayo de 2006 por la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, sentencia número
1.089, no dando o negando el sentido que esa jurisprudencia tiene para este caso concreto, y el segundo,
falta en la aplicación del aparte único del artículo 109 del Código Penal...”.

Que “...Esa sentencia restringe, menoscaba o desconoce el núcleo esencial de dos derechos
constitucionales de nuestro representado, a saber: ejercer la acción penal y proteger su honor, propia
imagen y reputación, los cuales están expresamente reconocidos en los artículos 26, 60, 253 aparte
primero y 257 de la Constitución...”.

Que “...Consta suficientemente en el texto de sendas sentencias dictadas, la primera, el 4 de


enero de 2002, por el Juzgado Primero de Primera Instancia en lo Penal en Función de Juicio del
Circuito Judicial Penal del Área Metropolitana de Caracas, poniendo fin al proceso penal seguido
contra nuestro representado por la supuesta comisión del delito de estafa, y la segunda, el 30 de abril de
2002, por la Sala de Casación Penal del Tribunal Supremo de Justicia, dictada a propósito de una
incidencia surgida en aquel otro juicio principal (...) que nuestro representado fue denunciado el 27 de
marzo de 1996 por el ciudadano Arturo Morean Corothie, por la supuesta comisión del delito de estafa,
que el Ministerio Público presentó acusación en fecha 24 de marzo de 1998, que la audiencia preliminar
fue celebrada el 18 de abril de 2001, que el denunciante se hizo parte querellante y acusador privado,
ejerciendo incluso los recursos de apelación y de casación contra una decisión incidental del 18 de abril
de 2001 (propia de la audiencia preliminar) que admitió la acusación pública y rechazó la privada por
haber sido extemporánea, y que nuestro representado fue absuelto de esa acusación el 4 de enero de
2002...”.

Que “...Una vez finalizado el 4 de enero de 2002, el referido proceso penal que fue seguido a
nuestro representado, por la comisión del delito de estafa, a propósito de la denuncia que fue interpuesta
en su contra por el ciudadano Arturo Morean Corothie, donde fue absuelto; Luis Ignacio Diego Lasso,
nuestro representado, presentó una denuncia por la comisión del delito de calumnia contra el
mencionado Arturo Morean Corothie, el 26 de junio de 2002, la cual fue confirmada y ratificada o
formalizada el 26 de marzo de 2003, a través del escrito de acusación particular presentado ante el
Juzgado Séptimo de Primera Instancia en lo Penal en Función de Juicio del Circuito Judicial Penal de la
Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de Caracas, quien finalmente le condenó por la
comisión de ese delito...”.

Que “...Consta suficientemente en el texto de sendas sentencias dictadas la primera el 26 de


julio de 2006 por el Juzgado Séptimo de Primera Instancia en lo Penal en Función de Juicio del Circuito
Judicial Penal de la Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de Caracas, condenando al agresor
de nuestro representado, ciudadano Arturo Morean Corothie, por la comisión del delito de calumnia, y la
segunda el 13 de febrero de 2007 por la Sala Quinta Accidental de la Corte de Apelaciones del Circuito
Judicial Penal de la Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de Caracas, revocando la sentencia
de primera instancia y decretando la prescripción de la acción penal ejercida por nuestro representado
contra su agresor (marcadas con las letras –sic- ‘C’), que nuestro representado formuló una denuncia
por el delito de calumnia contra el ciudadano Arturo Morean Corothie, en fecha 26 de junio de 2002,
esto es, a menos de seis (6) meses de haber sido dictada la sentencia absolutoria en su favor, vale decir,
dentro del lapso de tres (3) años siguientes a la publicación de la sentencia absolutoria dictada en su
favor...”.

Que la decisión accionada yerra “...en la correcta aplicación de la jurisprudencia sentada (sic)
el 19 de mayo de 2006 por la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, sentencia número
1.089, no dando o negando el sentido que esa jurisprudencia tiene para este caso concreto, a saber, que
‘...el fundamento de la prescripción se encuentra constituido por la imposibilidad de mantener al
ciudadano en una situación de incertidumbre, de zozobra, ante la inclinación de la persecución penal...’
(resaltado nuestro), y en este caso concreto, por argumento a contrario, la víctima del delito de calumnia
no podía ejercer la acción penal ni la jurisdicción penal podía actuar contra su agresor hasta que no se
produjera una sentencia penal definitiva y firme acerca de la culpabilidad o la absolución de nuestro
representado (la víctima), por el delito de estafa que le fue atribuido impropiamente por el ciudadano
Arturo Morean Corothie, quien se hizo parte querellante en el proceso penal seguido a nuestro
representado, reafirmando su calumnia de esa forma, por lo que mal pudo o podía prescribir esa acción
penal, o dicho de otro modo, el tiempo de espera de nuestro representado para querellarse penalmente no
puede ser definido o entendido como ‘inacción’, en el sentido de la jurisprudencia de la Sala
Constitucional citada arriba...”.

Que la decisión accionada yerra “...por falta de aplicación del aparte único del artículo 109 del
Código Penal que prevé, para el supuesto caso de no poder ser promovida o proseguida la acción penal
‘...sino después de autorización especial o después de resuelta una cuestión prejudicial deferida a otro
juicio...’, que la prescripción quedará en suspenso ‘...hasta el día en que se dé la autorización o se define
la cuestión prejudicial...’, ya que dicha acción penal por el delito de calumnia no podía ser promovida ni
menos proseguida por razones de un juicio previo (un antejuicio) que tenía que ser finalizado
previamente (sentido este de la prejudicialidad), hasta que hubiera cosa juzgada definitivamente firme en
el proceso penal por estafa seguido a nuestro representado por el Estado venezolano (y el denunciante
luego querellante), a propósito de la denuncia formulada en su contra por la persona a quien nuestro
representado hubo luego de acusar por la comisión del delito de calumnia, toda vez que esa acción penal
estuvo necesaria e ineludiblemente condicionada por un hecho jurídico futuro e incierto, a saber, una
sentencia absolutoria sobre el delito de estafa que le había sido atribuido, y por tanto, no cumplida esa
condición, mal podía correr el lapso de prescripción de la acción penal previsto en el artículo 108
ordinal 5 del mismo Código Penal...”.

II
DE LA DECISIÓN OBJETO DE LA

ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

En la decisión accionada se plasmaron, entre otras, las consideraciones transcritas a


continuación:

Que “...de acuerdo a lo pronunciado en la decisión antes expresada, contra la cual se planteó el
recurso de apelación que nos ocupa, el cuerpo del delito resultó demostrado. En virtud de ello, quedaría
precisar por esta Sala Accidental de la Corte de Apelaciones lo referente al tiempo transcurrido hasta el
día de hoy, así como las circunstancias que rodearon el caso y que se relacionan con ese tiempo
cumplido, a los fines de determinar, si efectivamente, como lo señala la defensa del acusado, la acción
penal planteada en contra del ciudadano Arturo Morean Corotie, se encuentra prescrita...”.

Que “...Considerado lo anterior, pasa la Sala a calcular lo relativo a la prescripción de la


acción penal, de conformidad con lo previsto en el artículo 108 del Código Penal, en concordancia con
lo pautado en el artículo 241 del Código Penal, y ahora, en el vigente Código Penal, en el artículo 240,
que tipifica el delito de calumnia, donde se consagra una pena para su autor de seis a treinta meses de
prisión. Es decir, de seis meses a dos años y seis meses de prisión...”.

Que “...para orientar sobre la pena que debe servir de referencia para establecer la prescripción
aplicable a cada caso, debe tenerse como tal a la que establezca el delito tipo. Es decir, que a los fines de
contarse la prescripción en base a una de las reglas establecidas en los ordinales contenidos en el
artículo 108 del Código Penal, no serán tomadas en cuenta las circunstancias agravantes o atenuantes
del caso, sino la pena que se establezca para la conducta que defina el delito tipo. Y en este sentido, la
pena que debe servir de referencia es la prevista para el delito tipo de calumnia, que es de seis a treinta
meses de prisión. Es decir, de seis meses a dos años y seis meses de prisión...”.
Que “...En consecuencia, si la pena aplicable es la resultante del término medio de la pena del
delito tipo, tenemos que siendo la pena del delito tipo de seis meses a treinta meses, de cuya sumatoria
llega a treinta y seis meses, el término medio de esa pena es de dieciocho meses, es decir, un año y seis
meses...”.

Que “...siendo así, tanto como porque se tenga el delito tipo entero en su límite máximo, treinta
meses de prisión, es decir, dos años y seis meses de prisión, o como porque se tenga el término medio:
Dieciocho meses, es decir, un año y seis meses, el tiempo requerido para que se tenga por prescrita la
acción penal en el presente caso, es de tres (3) años, a tal conclusión se llega teniendo en cuenta lo
establecido en el ordinal 5° del artículo 108 del Código Penal...”.

Que “...En el presente caso, el hecho configurante del supuesto delito de calumnia, se concretó
en fecha 27 de marzo de 1996. Tal fecha referencial para hacer el cálculo con miras a establecer o no la
prescripción de la acción penal en el presente caso, se concretó...”.

Que “...El artículo 109 del Código Penal vigente define el momento a partir del cual se
comenzará a contar la prescripción, y sobre el particular dispone que, para los delitos consumados, que
es el caso que nos ocupa, pues trátase el delito de calumnia de un delito ‘uniactivo’, pues se desarrolla
con un solo acto, y en este caso, como se dijo, de haberse cometido, quedó configurado al momento de
presentarse la denuncia por parte del ciudadano Arturo Morean Corotie en fecha 27 de marzo de 1996,
en contra del ciudadano Luis Ignacio Diego Lasso...”.

Que “...en el presente caso no es adecuado suponer lo establecido como excepción en el aparte
único de la norma copiada, pues tales casos se refieren de manera expresa a los casos de autorización
especial aquellos que se originen después de resuelta una cuestión judicial deferida a otro juicio. Las
cuestiones judiciales deferidas a otro juicio, a las cuales se refiere la norma en comento, son aquellas
que resultan conocidas de la relación con otro juicio o proceso en curso, tales como que se prevén en el
artículo 35 del Código Orgánico Procesal Penal, relativas a la prejudicialidad civil. De otra parte, como
consta en autos, al momento de plantearse la denuncia por parte del ciudadano Arturo Morean Corotie
en fecha 27 de marzo de 1996, en contra del ciudadano Luis Ignacio Diego Lasso, no había proceso en
curso que los relacionara...”.

Que “...Sobre el momento a partir del cual debe comenzarse a contar la prescripción en lo que
respecta al delito de calumnia, la defensa argumenta, que ‘Si bien la denuncia falsa y calumniosa fue
interpuesta el 27-03-1996, el lapso para el cómputo de la prescripción no puede ser contada a partir de
sea fecha, sin tomar en consideración el efecto que tiene la pena aplicable al caso concreto las
previsiones del artículo 241 del Código Penal, el cual prevé la atenuación de la sanción en el caso en
que el reo de ese delito se haya retractado antes de que se produjera algún acto de enjuiciamiento y que
ello le está permitido incluso antes de que se dictara la sentencia...”.

Que “...El precedente argumento de manera alguna puede servir como excepción a casos donde
la ley, de manera expresa señala los términos justos que deben observarse por quienes la aplican. De allí
que ante normas claras y definidas como lo es el artículo 109 del Código Penal, que precisa el momento
para comenzar a contarse el lapso de prescripción de la acción penal, no es dable por el interprete
suponer la existencia de excepciones más allá que la que establezca la misma ley, y será así con mayor
razón si las excepciones posibles ya han sido definidas en el texto de la norma que consagra especial
regulación del caso...”.

Que “...En virtud de ello, teniéndose por configurado el delito de calumnia, la prescripción de la
acción debe contarse a partir del hecho reportado como determinador de ese hecho punible. Ahora bien,
cabe preguntarse ¿Cuál es el hecho determinador de ese delito?. 1. ¿El hecho mismo de la denuncia
cuyo proceso iniciado a partir de ella no resulta con sentencia condenatoria? 2. ¿o la sentencia que
declara la absolución del denunciado?. Por supuesto, el hecho determinador de toda calumnia será
siempre la denuncia o acusación que se presente contra un individuo mediante el cual se le atribuya un
hecho punible a sabiendas de que es inocente, y que esta denuncia o acusación se proponga ante la
autoridad judicial, o ante un funcionario público que tenga la obligación de transmitirla...”.
Que “...Por otra parte, es criterio de quienes integramos esta alzada, que no es posible
contradecir la norma que pauta de manera clara e inequívoca, que comenzará a contarse la prescripción
de la acción penal, para los hechos consumados, a partir del momento de su perpetración. Y es así, pues
la norma, como se dijo, es expresa, y el caso de autos, de manera alguna puede subsumirse entre las
excepciones que se establecen en el único aparte del artículo 109, que contienen esa previsión...”.

Que “...si analizamos la sentencia condenatoria de Morean Corotie dictada por la primera
instancia, para la comprobación del delito de calumnia y de su culpabilidad, no requirió ese juzgador
examinar de la sentencia mediante la cual se absolvió al denunciado Diego Lasso, si la denuncia de
Morean Corotie se realizó a sabiendas de que Diego Lasso era inocente. Tal inferencia deriva, de que la
sentencia absolutoria del ciudadano Luis Ignacio Diego Lasso, se dicta por: ‘Si bien es cierto que el
Ministerio Público le ha imputado mediante acusación formal al ciudadano Luis Ignacio Diego Lasso la
comisión del delito antes mencionando, haciendo una descripción de las circunstancias de modo, tiempo
y lugar en que ocurrieron los hechos, no es menos cierto que en el desarrollo del juicio oral y público no
se pudo comprobar la responsabilidad del acusado de autos...”.

Que “...Lo anterior permite a esta Sala concluir, que la sola denuncia efectuada en contra de
Diego Lasso ante la autoridad judicial, que este presumiera o estuviera seguro de que tal denuncia se
efectuaba en su contra a sabiendas de que era inocente, sin que lo dijera expresamente la sentencia, era
suficiente para que este pudiera poner a funcionar a la jurisdicción o a los órganos de policía de
investigaciones penales, para que se iniciara el proceso penal por el delito de calumnia. Pues, como se
observa de la decisión de la instancia que se recurre mediante la apelación que nos ocupa, el Juzgado de
Juicio que la dictó no examinó la omisión de declaratoria expresa por el Juzgado de la absolutoria
acerca de si la denuncia fue presentada por Morean contra Diego Lasso a sabiendas de que éste último
era inocente. Tal hecho, por supuesto, que no resultó definitorio para la acusación por parte del
ciudadano Luis Ignacio Diego Lasso, tampoco fue decisivo para que la instancia produjera la sentencia
de condena en contra del ciudadano Arturo Morean Corotie, y atendiendo a tales circunstancias, era de
suponer que no se requería en consecuencia la sentencia condenatoria que ahora se pretende hacer valer
como el punto de partida para que comience a contarse la prescripción de la acción penal en el presente
caso...”.

Que “...Teniendo como fecha para comenzar a contar la prescripción de la acción, el día 27 de
marzo de 1996, haría falta precisar la fecha límite para finalizar esa cuenta. Al respecto, la Sala, al
considerar que la interrupción de la prescripción de la acción se produce una vez se haya realizado el
primer acto de investigación por el delito denunciado como cometido, o por el primer acto de
investigación a partir de la querella que se interponga, tenemos que en el presente caso la querella fue
presentada por el ciudadano Luis Diego Lasso día (sic) 26 de marzo de 2003, y que fue el día 8 de abril
de 2003, cuando se dictó el auto de admisión de esa querella...”.

Que “...Teniendo el día 27 de marzo de 1996, como momento justo de la perpetración del delito
de calumnia por el cual está siendo juzgado el ciudadano Arturo Morean Corotie, tenemos que desde ese
día, hasta el día 08 de abril de 2003, en fue (sic) admitida la querella presentada por el ciudadano Luís
Ignacio Diego Lasso, transcurrieron siete (7) años y once (11) días...”.

Que “...Ahora bien, si el lapso de prescripción ordinaria es de tres (3) años no habiendo ningún
acto de interrupción de la prescripción hasta el 08 de abril de 2003, fecha de admisión de la querella
presentada por el ciudadano Luis Ignacio Diego Lasso, la acción penal por el delito calumnia (sic) por
el cual fue acusado el ciudadano Arturo Moeran Corotie, está evidentemente prescrita por el transcurso
del tiempo...”.

Que “...En consecuencia, transcurrido el tiempo de la prescripción ordinaria de tres años, de


conformidad con lo pautado en el artículo 108 ordinal 5, de manera ostensiblemente amplia, en el
presente caso, se declara prescrita la acción penal del delito de calumnia, previsto y sancionado para la
fecha de la acusación, en el artículo 241 del Código Penal, y ahora, en el vigente Código Penal, en el
artículo 240...”.
III
DE LA COMPETENCIA

Siendo la oportunidad de pronunciarse respecto a la competencia para conocer del presente


asunto, esta Sala pasa a hacerlo y, a tal efecto, observa:

Conforme a lo dispuesto en los artículos 266.1 y 336.11 de la Constitución de la República


Bolivariana de Venezuela, en la Disposición Derogatoria, Transitoria y Final, letra “b” de la Ley Orgánica
del Tribunal Supremo de Justicia, en el artículo 4 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y
Garantías Constitucionales, y al reiterado criterio de competencia establecido, en esta materia, en la
sentencia núm. 1 del 20 de enero de 2000, corresponde a esta Sala Constitucional del Tribunal Supremo
de Justicia conocer de las acciones de amparo que se intenten contra decisiones de última instancia
emanadas de los tribunales o juzgados superiores de la República -salvo los juzgados superiores de lo
contencioso administrativo-, las cortes de lo contencioso administrativo y las cortes de apelaciones en lo
penal, en tanto su conocimiento no estuviere atribuido a otro tribunal, de acuerdo con lo establecido en el
citado fallo.

Ahora bien, en esta oportunidad se interpuso acción de amparo constitucional contra una
decisión dictada por la Corte de Apelaciones del Circuito Judicial Penal del Área Metropolitana de
Caracas. En consecuencia, congruente con las disposiciones constitucionales y legales antes citadas, y con
el aludido criterio reiterado, esta Sala Constitucional resulta competente para conocer y resolver la

mencionada acción de amparo. Así se decide.

IV
CONSIDERACIONES PARA DECIDIR

Como primer punto, esta Sala pasa a comprobar si la solicitud que da lugar a al presente
pronunciamiento cumple con los requisitos legales que permiten su tramitación, lo que determinará la
posibilidad de emitir un pronunciamiento sobre el mérito del asunto sometido a consideración.

En tal sentido, la Sala estima que el escrito de amparo sub examine cumple con los requisitos que
exige el artículo 18 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales.

Asimismo, en cuanto a la admisibilidad de la acción de amparo interpuesta, a la luz de las


causales de inadmisibilidad que establece el artículo 6 eiusdem, este órgano jurisdiccional considera que
la misma no se halla incursa en ninguna de ellas.
En ese orden de ideas, por cuanto la presente solicitud de amparo cumple las exigencias previstas
en el mencionado artículo 18, y, en fin, cumple con los requisitos legales que permiten su tramitación,
esta Sala debe concluir que la misma, prima facie, es admisible.

Ahora bien, conforme a la doctrina de la Sala, siendo el objeto de la acción de amparo


interpuesta una decisión judicial, es necesario fijar posición en cuanto a su procedencia, la cual debe
verificarse a la luz de lo dispuesto en el artículo 4 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y
Garantías Constitucionales, el cual prevé lo siguiente:
“Artículo 4. Igualmente procede la acción de amparo cuando un tribunal de
la República, actuando fuera de su competencia, dicte una resolución o
sentencia u ordene un acto que lesione un derecho constitucional.
En estos casos, la acción de amparo debe interponerse por ante un tribunal
superior al que emitió el pronunciamiento, quien decidirá en forma breve,
sumaria y efectiva” (Subrayado de la Sala).

Al respecto, de la norma que subyace en ese precepto legal se deduce que será procedente esta
modalidad de acción de amparo constitucional en aquellos casos en los que un tribunal de la República,
actuando fuera de su competencia, dicte una resolución o sentencia u ordene un acto que lesione un
derecho constitucional (véase Sentencia núm. 3102 del 20 de octubre de 2005 -entre otras-).

En primer lugar, con relación a la citada frase “actuando fuera de su competencia”, esta Sala ha
sostenido que, a los efectos de la norma in commento, la misma no sólo debe entenderse en el sentido
procesal estricto (incompetencia por la materia, valor o territorio), sino que “también corresponde a los
conceptos de abuso de poder o extralimitación de atribuciones” (véase sentencia núm. 1 del 24 del enero
de 2001), y, en segundo lugar, respecto a la idea de lesión constitucional, la cual está inmersa en la propia
naturaleza de la acción de amparo, este órgano jurisdiccional ha señalado inveteradamente que “...la
acción de amparo constitucional está concebida como una protección de derechos y garantías
constitucionales stricto sensu; de allí que lo realmente determinante para resolver acerca de la
pretendida violación, es que exista una violación de rango constitucional y no legal, ya que si así fuere el
amparo perdería todo sentido y alcance y se convertiría en un mecanismo ordinario de control de la
legalidad” (Sentencia núm. 492 del 31 de mayo de 2000).

Por ende, la Sala ha reconocido que deben concurrir las siguientes circunstancias para declarar la
procedencia del amparo contra actos jurisdiccionales: (a) que el juez de quien emanó el acto
supuestamente lesivo incurra en usurpación de funciones o abuso de poder, y (b) que tal acto ocasione la
violación de un derecho constitucional; de lo cual se puede inferir que no es impugnable mediante amparo
aquella decisión que simplemente desfavorece a un determinado sujeto procesal.
Al respecto, esta Sala ha estimado que con el establecimiento de tales extremos de procedencia,
cuya ausencia en el caso concreto acarrea, en virtud del acatamiento de los principios de economía y
celeridad procesal, el rechazo ex ante de la acción de amparo, se pretende, fundamentalmente, evitar la
interposición de solicitudes de amparo incoadas con el propósito de que simplemente se reabra un asunto
que ha sido resuelto judicialmente dentro del ámbito de competencia del juez respectivo.
Expuesto lo anterior, esta Sala pasa a verificar los mencionados extremos de procedencia de la
acción de amparo sub examine.

El objeto de la presente acción de amparo es la decisión núm. 026-07 del 13 de febrero de 2007,
dictada por la Sala Quinta Accidental de la Corte de Apelaciones del Circuito Judicial Penal del Área
Metropolitana de Caracas, mediante la cual declaró con lugar el recurso de apelación interpuesto por los
abogados Adriana Petit y Fernando Quintero, actuando con el carácter de defensores del acusado Morean
Corothie Arturo, contra la sentencia del 26 de julio de 2006, dictada por el Juzgado Séptimo de Primera
Instancia en Funciones de Juicio del mencionado circuito judicial penal, a través de la cual condenó al
prenombrado acusado a cumplir la pena de un año y seis meses de prisión, por considerarlo responsable
de la comisión del delito de calumnia previsto en el artículo 241 del Código Penal, aplicable rationae
temporis, así como a las penas accesorias previstas en los artículos 16 y 34 eiusdem y al pago de las
costas procesales, y, en consecuencia, revocó la sentencia recurrida y declaró prescrita la acción penal de
acuerdo a lo previsto en el artículo 108.5 eiusdem.

En esa decisión, la Corte de Apelaciones del Circuito Judicial Penal del Área Metropolitana de
Caracas sostiene que el artículo 109 del Código Penal define el momento a partir del cual se comenzará a
contar la prescripción, y que en el caso de autos el delito de calumnia se consumó en el momento de
presentarse la denuncia por parte del ciudadano Arturo Morean Corotie en fecha 27 de marzo de 1996, en
contra del ciudadano Luis Ignacio Diego Lasso.

Seguidamente, también señala que en ese asunto no es adecuado suponer lo establecido como
excepción en el aparte único de la mencionada disposición del Código Penal, pues tales casos se refieren
de manera expresa a los supuestos de autorización especial y a aquellos que se originen después de
resuelta una cuestión judicial deferida a otro juicio. Expresa que esas cuestiones judiciales deferidas a
otro juicio son aquellas que resultan conocidas de la relación con otro juicio o proceso en curso, tales
como las que se prevén en el artículo 35 del Código Orgánico Procesal Penal, relativas a la
prejudicialidad civil. En ese orden de ideas, indica que al momento de plantearse la denuncia por parte del
ciudadano Arturo Morean Corotie en fecha 27 de marzo de 1996, en contra del ciudadano Luis Ignacio
Diego Lasso, no había proceso en curso que los relacionara, y tan solo pudiera hablarse de esta hipótesis a
partir del momento este último ciudadano interpuso querella contra aquel por la supuesta comisión del
delito de calumnia.

En razón de ello, teniendo el 27 de marzo de 1996 como momento de la perpetración del delito
de calumnia por el cual está siendo juzgado el ciudadano Arturo Morean Corotie, la referida corte de
apelaciones afirmó que hasta el día 08 de abril de 2003, oportunidad en la que fue admitida la querella
presentada por el ciudadano Luís Ignacio Diego Lasso, transcurrieron siete (7) años y once (11) días, y
que de ello se desprende que en este caso se materializó la prescripción ordinaria de la acción penal.

Por su parte, los representantes judiciales del accionante sostienen que esa decisión
restringe, menoscaba o desconoce el núcleo esencial de dos derechos constitucionales de su representado
a ejercer la acción penal y a proteger su honor, propia imagen y reputación, los cuales, según afirman,
están expresamente reconocidos en los artículos 26, 60, 253 aparte primero y 257 de la Constitución

Indican que una vez finalizado, el 04 de enero de 2002, el proceso penal seguido a su
representado en virtud de la denuncia que interpusiere en su contra el ciudadano Arturo Morean Corothie
por la comisión del delito de estafa, en el cual resultó absuelto, el mismo presentó, el 26 de junio de 2002,
una denuncia contra este ultimo ciudadano por la supuesta comisión del delito de calumnia, “...la cual fue
confirmada y ratificada o formalizada el 26 de marzo de 2003, a través del escrito de acusación
particular presentado ante el Juzgado Séptimo de Primera Instancia en lo Penal en Función de Juicio del
Circuito Judicial Penal de la Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de Caracas, quien
finalmente le condenó por la comisión de ese delito...”.

Señala que el tiempo de espera de su representado para querellarse penalmente no puede ser
definido o entendido como “inacción”. Que la acción penal por el delito de calumnia no podía ser
promovida ni menos proseguida por razones de un juicio previo (“un antejuicio”) que tenía que ser
finalizado previamente (sentido este de la prejudicialidad), hasta que hubiera cosa juzgada
definitivamente firme en el proceso penal por estafa seguido a su representado por el Estado venezolano
(y el denunciante luego querellante), toda vez que esa acción penal estuvo necesaria e ineludiblemente
condicionada por un hecho jurídico futuro e incierto, a saber, una sentencia absolutoria sobre el delito de
estafa que le había sido atribuido, y por tanto, no cumplida esa condición, mal podía correr el lapso de
prescripción de la acción penal previsto en el artículo 108 ordinal 5 del mismo Código Penal.

Ahora bien, expuesto lo anterior, esta Sala observa que en el presente asunto se encuentran
involucrados varios aspectos vinculados tanto a la parte sustantiva como a la parte adjetiva del derecho
penal, los cuales deben ser suficientemente dilucidados a los efectos de cumplir cabalmente con la
función jurisdiccional que le corresponde desplegar en esta oportunidad, de allí que, con el fin de emitir
un pronunciamiento sobre la presente solicitud de tutela de derechos constitucionales, este órgano decisor
estima necesario abordar algunos aspectos atinentes, por una parte, al delito de calumnia, especialmente, a
lo relativo a su momento consumativo, al momento a partir del cual comienza a correr la prescripción de
la acción penal por ese delito y a la oportunidad para ejercer la acción penal para perseguir a los sujetos
activos del mismo, y, por otra, a la prescripción de la acción penal, fundamentalmente, al supuesto de
suspensión de la prescripción de la acción penal referido a la cuestión prejudicial deferida a otro juicio y a
la apreciación del presente asunto a la luz del mismo.

En primer lugar, es oportuno señalar que para el momento en que fue denunciado el accionante
de autos por el delito de estafa, a saber, el 27 de marzo de 1996, el tipo de calumnia se encontraba
previsto en el artículo 241 del Código Penal, y que, aun cuando en la última reforma de ese cuerpo legal
efectuada en el 13 de abril de 2005 se alteró parte de la enumeración del articulado de ese instrumento
legal, incluyendo la de ese delito, el cual, a partir de ese momento, se ubica en el artículo 240, no es
menos cierto que el mismo ha mantenido idéntica redacción desde aquella oportunidad hasta la presente
fecha y que está igualmente dispuesto entre los delitos contra la Administración de Justicia.
Actualmente, el artículo 240 del Código Penal, el cual se encuentra ubicado dentro del Capítulo
III (“De la calumnia”), del Título IV (“De los delitos contra la Administración de Justicia”) del Libro
Segundo del Código Penal, dispone lo siguiente:

“Artículo 240. El que a sabiendas de que un individuo es inocente, lo denunciare o


acusare ante la autoridad judicial, o ante un funcionario público que tenga la obligación
de trasmitir la denuncia o querella, atribuyéndole un hecho punible, o simulando las
apariencias o indicios materiales de un hecho punible, incurrirá en la pena de seis a
treinta meses de prisión.

El culpable será castigado con prisión por tiempo de dieciocho meses a cinco años en
los casos siguientes:

1. Cuando el delito imputado merece pena corporal que exceda de treinta meses.

2. Cuando la inculpación mentirosa ha causado la condenación a pena corporal de


menor duración.

Si la condena impuesta ha sido a pena de presidio, deberá imponerse al calumniante la


pena de cinco años de prisión”.

Con relación a este delito, se ha afirmado que “...Para la elaboración del artículo 216 del
Código Penal de 1897 [contentivo del tipo que hoy día se conoce en nuestro ordenamiento jurídico como
calumnia] el legislador tomó como fuente el artículo 212 del Código Penal italiano de 1889 ...” (Código
Penal: Fuentes/evolución legislativa/proyectos de reforma/doctrina/ jurisprudencia. Universidad Central
de Venezuela, Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas, Instituto de Ciencias Penales y Criminológicas,
vol. IV, Caracas, 1995, p. 371).

Al respecto, es lugar común en la doctrina patria reconocer la marcada influencia que tuvo el
Código Penal italiano de 1889 (denominado también “Código Zanardelli”) en el Código Penal venezolano
de 1897, la cual, a su vez, aun se ve reflejada, en considerable medida, en el Código Penal vigente, tal
como efectivamente lo revela no sólo la estructura de este último, sino también, por ejemplo, la
configuración del precitado tipo de calumnia, cuya ubicación dentro de los delitos contra la
Administración de Justicia, y cuya redacción, en líneas generales, guarda evidente similitud con aquella
(en un sentido similar, Sosa Chacín, Jorge. Teoría General de la Ley Penal. Segunda edición, Liber,
Caracas, 2000, p. 97, Mendoza Troconis, José. Curso de Derecho Penal Venezolano. Parte General.
Librería Destino, s/f, p.123, entre otros).

Específicamente, con relación al delito de calumnia, Mendoza Troconis sostiene lo siguiente:

“...En el Código Penal de 1897 se comienza a ubicar la calumnia entre los hechos punibles ‘contra la
Administración de Justicia’, en los Arts. 216 y 217, con el nomen juris de ‘falsas imputaciones’. El
segundo artículo citado consagra el instituto de la ‘retractación’, y también el de la ‘revelación de la
simulación’, reduciendo las penas señaladas a la tercera parte. Mantiénense estas dos disposiciones en los
Arts. 225 y 226 del Código de 1904, con la circunstancia, en ambos Códigos, de que la calumnia presenta
dos hipótesis en la acción, o sea, ‘la calumnia formal’, por querella falsa, y la ‘calumnia material’, por
simulación de apariencia o indicios materiales de infracción. Con igual tipificación y redacción figura el
delito en los Arts. 237 y 238 del Código Penal de 1912; 239 y 240 de 1916; 241 y 242 de los de 1926 y
1931. En el del 1916 se cambió el nomen iuris por el de ‘calumnia’, sustituyendo el de ‘falsas
imputaciones’.

Las disposiciones del artículo 241 de nuestro Código corresponden a las del Art. 212 del
italiano de 1889, que ya lo estimó como delito social y que tiene sus precedentes en los
Arts. 375 del sardo-italiano, incluido en los ‘Delitos contra la fe pública’, y en el 266
del toscano...”. (Curso de Derecho Penal Venezolano. Parte Especial. Tomo X, El Cojo
S.A, Caracas, 1971, p. 115-116).

Así pues, la interpretación histórica de las disposiciones referidas a la calumnia en nuestro


Código Penal vigente, implica, efectivamente, el estudio de las normas que, sobre esta materia, contenía
el Código Penal italiano de 1889, lo cual permitirá desentrañar con mayor certeza el verdadero sentido y
alcance de aquellas y, en fin, resolver eficazmente el presente asunto.

El artículo 212 del Código Penal italiano de 1889, también ubicado en el Capítulo III (“Della calumnia”),
Titulo IV (“Dei delitti contro L’Amministrazione della Giustizia”), clara fuente de inspiración del artículo
240 del Código Penal venezolano, disponía lo siguiente:

“Artículo 212. Quien, con denuncia o querella ante la autoridad judicial o ante un
funcionario público que tenga obligación de informar a ella, inculpa a alguien que sabe
es inocente, de un delito, o bien simula a cargo de él los rastros o los indicios materiales,
es castigado con reclusión de uno a cinco años y con la interdicción provisional de las
funciones públicas (...)” (Crivellari, Giulio. Il Codice Penale per il Regno D’Italia.
Unione Tipografica-Editrice Torino, Milano, Roma, Napoli, 1889, p. 90).

Como puede apreciarse, es diáfana la correspondencia entre el encabezamiento la disposición


traducida y el encabezamiento del artículo 240 del Código Penal venezolano vigente, los cuales
contemplan el tipo base de calumnia.

Así pues, ambas disposiciones prevén dos supuestos típicos de calumnia, uno referido a la
denuncia o acusación, ordinariamente denominado “calumnia directa o formal”, y otro atinente a la
simulación de apariencias o indicios materiales, señalado como “calumnia indirecta o material”.

Ahora bien, por cuanto en el presente caso la conducta del acusado Morean Corothie Arturo fue
subsumida en el primer supuesto típico mencionado, corresponde a esta Sala circunscribir su análisis al
mismo, el cual castiga a la persona que a sabiendas de que otra es inocente, la denuncia o acusa ante la
autoridad judicial o ante un funcionario público que tiene la obligación de trasmitir la denuncia o querella,
atribuyéndole un hecho punible.

En tal sentido, es pertinente abordar en este punto, lo relativo al momento consumativo del
supuesto in commento, es decir, al momento en el que se cumplen, en un contexto imputable, todos los
elementos [positivos] objetivos y subjetivos del tipo penal.
Según Impallomeni, “...La definición textual de la calumnia verbal contenida en el artículo 212,
pareciera llevar a la consecuencia que este delito se ha consumado y perfeccionado apenas la denuncia
o querella ha llegado al conocimiento de la autoridad judicial o del funcionario público” (citado por
Majno, Luigi. Commento al Codice Penale Italiano. Terza edizione, volume secondo, Unione
Tipografico-Editrice Torinense, Torino, 1922, p. 320)

Por su parte, Babboni, al comentar también el artículo 212 del Código Penal italiano de 1889,
sostiene que “...Por la prevalencia del derecho universal, la calumnia deberá considerarse consumada
con la verificación de la lesión de ese derecho (...) La violación del derecho universal se verificará en el
momento en el que los órganos de la justicia son excitados...” (Babboni, Ranieri y otros. Trattato di
diritto Penale. Seconda edizione. Vol. V “Dei delitti contro l’amministrazione della Giustizia”, Casa
Editrice Dott. Francesco Vallardi, Milano, 1923, p. 78).

Más recientemente, Maggiore señaló que “...El momento consumativo se verifica, en la calumnia
formal, apenas han llegado o han sido presentadas a la autoridad la denuncia, la querella, etc., aunque
ella no les haya dado curso...”. (Maggiore, Giuseppe. Derecho Penal. Parte Especial. Volumen III “De
los delitos en particular”, título original italiano: Diritto penale. Parte speciale -1950-, Temis, Bogotá,
1972, p. 335)

Por su parte, Manzini sostiene que “...El momento consumativo del delito se verifica (...) en la
hipótesis de la calumnia directa o formal, en el momento y lugar en que a la autoridad judicial, o a otra
Autoridad obligada a informar a la judicial, se presenta o llega la falsa denuncia, querella ...” (Manzini,
Vincenzo. Tratado de Derecho Penal. Tomo 10, volumen V “Delitos contra la Administración de
Justicia”, traducción de la obra italiana Trattato di Diritto Penale Italiano -1950-, Ediar, Buenos
Aires,1961, p. 136).

En ese mismo sentido, la Sala de Casación Penal de la otrora Corte Suprema de justicia, en
sentencia del 4 de junio de 1964, afirmó lo siguiente: “...El delito de calumnia se consuma en el momento
en que se hace la denuncia o acusación falsa, ante la autoridad judicial o ante un funcionario público
que tenga la obligación de transmitirla (argumento del art. 241 del Código Penal)...’ (Gaceta Forense.
Corte Suprema de Justicia. Caracas, 1966, segunda etapa, año 1964 -abril-junio, N° 44, p. 345).

Expuesto lo anterior, aprecia la Sala que, aunque con algunos matices, existe gran coincidencia
entre los precitados criterios en lo atinente al momento consumativo de la calumnia.

Al respecto, se observa que la propia configuración del primer supuesto típico del artículo 240
del Código Penal y exigencias derivadas de los principios de legalidad y de seguridad jurídica, muestran
acertada la consideración según la cual la denominada calumnia directa o formal se consuma en el
momento en que se presenta la denuncia o acusación referida en el artículo 240 del Código Penal, es
decir, en el momento en el que el sujeto, a sabiendas de que otro es inocente, lo denuncia o acusa (verbos
rectores) ante la autoridad judicial o ante un funcionario público que tiene la obligación de trasmitir la
denuncia o querella, atribuyéndole un hecho punible.

Ahora bien, junto a lo antes expresado, esta Sala considera necesario abordar un aspecto más
próximo aún al núcleo de la presente controversia, el cual está referido al momento a partir del cual
comienza a correr la prescripción (ordinaria) de la acción penal para perseguir al sujeto activo de la
calumnia.

Al respecto, esta Sala estima pertinente volver a acudir a las fuentes de la normativa dedicada en
el Código Penal venezolano vigente, al delito de calumnia, especialmente, al estudio de las disposiciones
que el Código Penal italiano de 1889 dedicó a esta materia.

En este orden de ideas, Babboni sostiene lo siguiente:

“...La prescripción de la acción penal por calumnia corre a partir de la consumación, o


sea del día en que fue presentada la denuncia o la querella (...) No parece que el término
deba comenzar, en caso de condena, desde el día en el cual la condena sea cumplida o
en todo caso extinta, porque la calumnia no puede considerarse un delito permanente.
Con la presentación de la denuncia o de la querella (...) se verifica la violación del
derecho; luego de ese momento, surge una condición antijurídica, la cual es solamente
una consecuencia del delito, pero no es mantenida por la persisencia de la acción
criminosa, que no se va repitiendo (...) La Comisión de revisión [del proyecto de
Código Penal] ha discutido (Acta XXIV, pag. 432, reunión 7 marzo 1889) si la
prescripción de la acción penal en el delito de calumnia debe correr desde el momento
en que fue aclarada la inocencia del inculpado. Lucchini sostiene la posición afirmativa,
para quien la calumnia es un delito permanente, como la bigamia o el secuestro de una
persona, porque obteniendo el propósito de la condena, ella dura hasta que el
calumniador no revele la falsedad de la acusación (...) Señaló también Lucchini que no
cree justo que en caso de condena a larga pena por imputación calumniosa pueda
cumplirse la prescripción a favor del calumniador, mientras el calumniado todavía se
encuentra cumpliendo la pena. En sentido contrario, Costa señaló que la calumnia no es
un delito permanente: ella se consuma con la querella o con la denuncia, y después de la
consumación solamente los efectos dañosos del delito. Aurita tampoco se adhirió a la
idea propuesta por Lucchini, y la Comisión no aprobó la propuesta de hacer correr la
prescripción por calumnia, en caso de condena del calumniato, desde el día en el cual la
condena se ha cumplido o en todo caso se ha extinto. Innamorati y Majno coinciden con
la Comisión, considerando que la calumnia no es un delito permanente y que, por
consiguiente, la prescripción corre desde el día de la consumación y no desde aquel en
que la inocencia del calumniado fue conocida...” (Babboni, Ranieri y otros. Trattato di
diritto Penale. Seconda edizione. Vol. V “Dei delitti contro l’amministrazione della
Giustizia”, casa editrice Dott. francesco vallardi, Milano, 1923, p. 85-86).

En ese mismo sentido, Majno sostiene que “...La Comisión se adhirió a la opinión propuesta por
Aurita y por Costa, y rechazó la propuesta [formulada por el Prof. Lucchini] de declarar que en caso de
condena la prescripción de la acción penal por calumnia corre solo desde el día en que fue cumplida la
pena o en todo caso extinta...” (Majno, Luigi. Commento al Codice Penale Italiano. Terza edizione,
volume secondo, Unione Tipografico-Editrice Torinense, Torino, 1922, p. 322-323).

Como puede observarse, según los prenombrados juristas italianos, la comisión revisora del
Código Zanardelli adoptó la posición según la cual la calumnia “se consuma con la querella o con la
denuncia”, es decir, desde el instante en que alguna de ellas fue presentada, y rechazó el criterio aislado
según el cual aquella “corre solo desde el día en que fue cumplida la pena o en todo caso extinta”.

Al respecto, debe señalarse que es muy probable que esa sea la razón por la cual, en el Código
Penal italiano de 1889 no se estableció una oportunidad especial para computar la prescripción en lo que
atañe al delito de calumnia (así como tampoco, como se apreciará más adelante, se previó una condición
de procesabilidad para el mismo); tratamiento diferente al que le brindó, por ejemplo, al delito de
bigamia, respecto del cual, en su artículo 360 (el cual se corresponde con el artículo 402 del Código Penal
venezolano vigente), se apartó de la regulación general prevista en el artículo 92 (equivalente a artículo
109 del Código Penal venezolano), al disponer que “...La prescripción de la acción penal por bigamia
corre desde el día en que sea disuelto uno de los dos matrimonios, o se ha declarado nulo el segundo por
bigamia...” (vid. infra).

Por tanto, pareciera claro que, en razón de lo antes expuesto, el Código Penal venezolano de
1897, cuyas normas sobre la calumnia y la prescripción se reflejan claramente en las actuales, como ha
podido apreciarse, no disponen un momento especial para computar la prescripción en lo que atañe al
delito de calumnia, sino que dejan que ella sea regulada por la norma general (artículo 109 del Código
Penal venezolano), a diferencia de lo que ocurre con el delito de bigamia (artículo 402 del Código Penal).

Ahora bien, la calumnia prevista en el artículo 240 del Código Penal constituye un tipo de mera
actividad, pues para su consumación sólo se requiere desplegar la conducta prevista en tipo, la cual, a
diferencia de los delitos de resultado -material- (p. ej. el homicidio) no exige la producción de un
resultado material separado en el tiempo y en el espacio de la conducta del agente (p. ej. la muerte -en el
homicidio-).

Asimismo, la calumnia también constituye efectivamente un delito instantáneo, puesto que, en


contraposición a los delitos permanentes y a los de estado, ella se consuma en el momento en que se
despliega la conducta típica, tanto en su aspecto objetivo como subjetivo, es decir, en el momento en que
se presenta la denuncia o acusación a que hace referencia la disposición in commento (a partir de ese
momento se comienza a vulnerar –cuando menos a poner en peligro- el fundamental valor, interés o bien
jurídico tutelado por esa norma, es decir, la correcta marcha de una de las funciones cardinales del Estado,
a saber, la Administración de Justicia).

Siendo ello así, debe entenderse que la calumnia se perpetra en el instante en el que se presenta
la denuncia o acusación referida en el artículo 240 del Código Penal, y, por tanto, al no preverse nada en
contrario, a partir de ese instante comienza a correr la prescripción –ordinaria- de la acción penal para ese
delito, conforme a lo dispuesto en artículo 109 eiusdem, el cual prevé lo siguiente:

Artículo 109. Comenzará la prescripción: para los hechos punibles consumados, desde
el día de la perpetración; para las infracciones, intentadas o fracasadas, desde el día en
que se realizó el último acto de la ejecución; y para las infracciones continuadas o
permanentes, desde el día en que ceso la continuación o permanencia del hecho.
Si no pudiere promoverse o proseguirse la acción penal sino después de autorización
especial o después de resuelta una cuestión prejudicial deferida a otro juicio, quedara en
suspenso la prescripción y no volverá a correr hasta el día en que se dé la autorización o
se define la cuestión prejudicial (subrayado añadido).

Como puede observarse, la ley se refiere, en general, a los delitos consumados, sin hacer ninguna
consideración en cuanto a los posibles efectos de los mismos, de allí que aun cuando los efectos de la
consumación calumnia se mantengan durante cierto tiempo, igualmente comenzará la prescripción de la
acción desde el día de la perpetración de ese delito.

En tal sentido, señala Mendoza Troconis que “...si los efectos del delito consumado se suceden
mucho tiempo después del día de la perpetración, no influye tal tardanza en el punto de partida del
lapso...” (Mendoza Troconis, José. Curso de Derecho Penal Venezolano. Parte General. Librería Destino,
s/f, p. 310).

En este orden de ideas, valga señalar que, aunque si bien, por regla general, para los hechos
punibles consumados comenzará a correr la prescripción desde el día de la perpetración, tal como lo
dispone la disposición in commento, no es menos cierto que, como se advirtió ut supra, en el
ordenamiento jurídico-penal se contemplan algunas disposiciones que se apartan de esa regulación
general, tal como ocurre con la previsión referida al delito de bigamia, prevista en el artículo 402 del
Código Penal, la cual dispone expresamente lo siguiente:

“Artículo 402. La prescripción de la acción penal por el delito previsto en el artículo


400, correrá desde el día en que se haya disuelto uno de los dos matrimonios, o desde el
día en que el segundo matrimonio se hubiere declarado nulo por causa de bigamia”.

Al respecto, tal como ocurre con las otras disposiciones del Código Penal estudiadas en esta
sentencia, esta última también se inspiró en el Código italiano de 1889, específicamente, en su artículo
360.

Así, según Majno, “...Una disposición particular, sobre el comienzo de la prescripción, la


contiene el artículo 360 del Código Penal para el delito de bigamia. La prescripción de la acción penal
por bigamia corre desde el día en que sea disuelto uno de los dos matrimonios, o se ha declarado nulo el
segundo por bigamia...” (Majno, Luigi. Commento al Codice Penale Italiano. Terza edizione, volume
primo, Unione Tipografico-Editrice Torinense, Torino, 1922, p. 332 ss.)

Ahora bien, al igual que el Código Zanardelli, nuestro Código Penal no contempla una
disposición similar con relación al delito de calumnia, en otras palabras, no prevé una disposición
particular que señale el momento a partir del cual comienza a correr la prescripción de la acción penal
para el delito de calumnia, razón por la cual, lo ajustado a derecho es sostener que, en lo que se refiere a
ese ilícito penal, rige la disposición general prevista en el encabezamiento de su artículo 109, según la
cual, para este tipo de delitos, es decir, delitos consumados, la prescripción comienza a correr desde el
momento de su perpetración.
En razón de lo anterior, esta Sala estima correcta la posición de la supuesta agraviante de autos,
al comenzar a computar el lapso de la prescripción, en el presente asunto, a partir del momento en que se
consumó el delito, es decir, desde el instante que interpuso la supuesta denuncia calumniosa referida en el
Código Penal.

En este orden de ideas, la Sala observa que la parte accionante sostiene que la decisión
accionada menoscaba los derechos a ejercer la acción penal y a la protección del honor, la propia imagen
y la reputación, toda vez que declaró la prescripción de la acción penal, en vez de estimar que en ese caso
ocurrió la suspensión de la prescripción de la acción penal, por cuanto, según su opinión, existía una
cuestión prejudicial deferida a otro juicio.

Así pues, se aprecia que el quejoso de autos centra su argumentación en la pretendida suspensión
de la prescripción de la acción penal, conforme a lo previsto en el único aparte del artículo 109 del
Código Penal, puesto que, a su entender, en este caso la prescripción ordinaria de la acción penal estuvo
en suspenso mientras existía el proceso instaurado en virtud de la supuesta denuncia calumniosa, es decir,
mientras existía el proceso por la presunta comisión del delito de estafa seguido contra el ciudadano Luis
Ignacio Diego Lasso.

Ahora bien, en aras de emitir un juicio de valor al respecto, esta Sala considera necesario
explanar algunas apreciaciones sobre el único aparte del artículo 109 del Código Penal, el cual, al igual
que el delito de calumnia, tiene sus antecedentes en el Código Penal de 1897 y en el Código Penal italiano
de 1889.

El único aparte del artículo 92 de Código Zanardelli, dispone lo siguiente:

“92 (...)

Si la acción no puede ser promovida o proseguida sino después de una autorización


especial, o bien después que sea resuelta una cuestión deferida a otro juicio, la
prescripción queda suspendida, y no reanuda su curso sino desde el día en que se de la
autorización o se haya definido la cuestión” (Crivellari, Giulio. Il Codice Penale per il
Regno D’Italia. Unione Tipografica-Editrice Torino, Milano, Roma, Napoli, 1889, p.
48).

Así pues, resulta evidente la gran influencia de la precitada disposición en la configuración del
artículo 109 del Código Penal venezolano vigente, el cual la reproduce en gran medida.

Con relación a la suspensión de la prescripción, Maggiore sostiene lo siguiente:

“...El curso de la prescripción penal, a semenjanza de cuanto sucede en la prescripción


civil y en la comercial, puede suspenderse o interrumpirse. La diferencia entre
suspensión e interrupción consiste en que, en la suspensión la prescripción duerme y
descansa, dormit, quiescit, por un intervalo de tiempo, por lo cual el tiempo anterior se
computa y entra en el trascurrido después que ha cesado la causa suspensiva; en cambio,
en la interrupción el tiempo anterior se pierde, y sólo puede volver a empezar a correr
un nuevo término de prescripción. Las causas de suspensión tienen que ser
expresamente determinadas por la ley; y su consistencia jurídica la toman
exclusivamente por la ley, no del principio contra non valentem agere non currit
praescriptio [la prescripción no corre contra el que no puede obrar]... (Maggiore,
Giuseppe. Derecho Penal. Vol. II “El delito. La Pena. Medidas de Seguridad y
Sanciones Civiles”, Temis, Bogotá, 1954, p. 367-368)”

Por su parte, Manzini afirma que “...La ‘suspensión’ de la prescripción es el efecto jurídico,
consiguiente a determinadas causas que obstaculizan el curso del procedimiento penal, por el cual el
transcurso del término prescriptito es detenido por el tiempo necesario para remover el obstáculo, de
modo que la parte del término ya transcurrida sigue siendo válida y se une a la parte sucesiva, a correr
desde el día de la cesación de la causa suspensiva (art. 159)...” (Vincenzo, Manzini. Tratado de Derecho
Penal. Primera Parte. Vol. V, traducción de la obra italiana Trattato di Diritto Penale Italiano, volume
terzo -1942-, trad. Santiago Sentís Melendo, Ediar, Buenos Aires, 1950, p. 170-171).

En tal sentido, Florian señala que “...El curso del término de la prescripción del delito (acción
penal) puede sufrir aquello que, en el lenguaje técnico-jurídico se denomina suspensión. Ella se verifica
cuando el ejercicio de la acción penal encuentra un obstáculo que hace objetivamente imposible su
desarrollo. En este contexto, ese obstáculo no puede operar sino en cuanto sea determinado por ley ...”
(Florian, Eugenio. Diritto Penale. Quarta Edizione, Casa editrice Doctor Francesco Vallardi, Milano,
1934, p. 1145).

Respecto del supuesto referido a la cuestión deferida a otro juicio, el precitado autor sostiene que
“...los motivos que emergen del hecho que el juicio penal no pueda ser definido si antes no se ha resuelto
una cuestión deferida, por ley o por la facultad de la cual el juez sea investido y haga uso, en otro juicio
cualquiera...” (ob. cit. 1146).

Majno, en su comentario al artículo 92 del Código Zanardelli, señala que “...la segunda
hipótesis de suspensión [de la prescripción] prevista en el artículo 92, considerando la necesidad de la
decisión previa de una cuestión deferida a otro juicio, no puede reconocer efecto suspensivo sino a
cuestiones prejudiciales, por las cuales el juez penal se encuentra en la imposibilidad jurídica de conocer
del delito antes que otro juez haya decidido aquellas: no por consiguiente, a mandatos que suspenden un
debate por mera oportunidad, así como tampoco a incidentes que son competencia de los mismos jueces
que conocen del delito...” (Majno, Luigi. Commento al Codice Penale Italiano. Terza edizione, volume
primo, Unione Tipografico-Editrice Torinense, Torino, 1922, p. 335 ss.)

Para Manzini, “...Es indiferente que la cuestión sea deferida a otro juicio por obligación de ley o
por facultad del juez (...) Igualmente, no es necesario para que se verifique la suspensión del curso de la
prescripción, que el deferimiento de la cuestión sea dispuesto por el magistrado del debate, ya que la
necesidad de deferir a otro juicio dicha cuestión se verifica a veces también en el periodo instructorio
(...) La cuestión de que tratamos debe ser tal que determine la suspensión del procedimiento penal (....)
La suspensión de la prescripción dura desde el día en que fue emitida la providencia en que ‘ha cesado
la causa de la suspensión’, y sigue de nuevo su curso con el día inmediatamente siguiente a aquel en que
se verificó dicha cesación (...) La expresión ‘otro juicio’, debe entenderse, pues, en sentido objetivo y en
relación a ‘cuestión que obstaculice el curso del procedimiento penal’; de modo que debe tratarse no
sólo de un juicio deferido a otro juez, sino de un examen y de una decisión que vierta sobre materia
diversa de aquella que es objeto inmediato de dicho procedimiento...” (Vincenzo, Manzini. Tratado de
Derecho Penal. Primera Parte. Volumen V, traducción de la obra italiana Trattato di Diritto Penale
Italiano, volume terzo -1942-, trad. Santiago Sentís Melendo, Ediar, Buenos Aires, 1950, p. 175 -176)

Así pues, por mandato del único parte del artículo 109 del Código Penal, la prescripción de la
acción penal efectivamente se suspende cuando surge o existe una “cuestión prejudicial deferida [del latín
deferre, conceder, dar noticia] a otro juicio”.

Ahora bien, tal como lo advirtió la accionada, en el presente asunto no se observa la existencia
de tal circunstancia, es decir, no se aprecia la existencia de una “cuestión prejudicial deferida a otro
juicio” que suspendiera la prescripción de la acción penal.

En efecto, para la oportunidad en la que supuestamente se consumó el delito de calumnia, es


decir, desde el 27 de marzo de 1996, día en que el ciudadano Arturo Morean Corotie denunció al
accionante de autos por la pretendida comisión del delito de estafa, no existía ningún obstáculo en el
ordenamiento jurídico que impidiera que este último, a su vez, activara el sistema de justicia en aras de
que se iniciare un proceso por la supuesta comisión del mencionado delito contra la Administración de
Justicia y, a pesar de ello, el mismo no lo activó, sino que se mantuvo completamente inerte en lo que a
ello refiere, hasta que, según su criterio, quedó definitivamente firme la sentencia que lo absolvió por la
comisión del delito de estafa, oportunidad para la cual, tal como lo sostuvo la accionada, ya había
prescrito la acción penal por delito calumnia. Al respecto, valga señalar que la oportunidad para promover
la acción penal por el delito de calumnia se encuentra y se infiere de la ley, y no constituye un mero
capricho de la parte.

Así pues, no existía (ni existe) en el Código Penal alguna condición de procedibilidad o
perseguibilidad que le impidiera tal actuación al referido ciudadano (así como tampoco -en todo caso- se
observa en la presente causa alguna decisión judicial que surtiera tales efectos), a diferencia de lo que
ocurre, por ejemplo, en el Código Penal español, el cual dispone en su artículo 456.2 (contentivo, en su
encabezamiento, del tipo de acusación y denuncias falsas –equivalente a la calumnia prevista en el
Código Penal venezolano-) lo siguiente: “Art. 456. 1. Los que, con conocimiento de su falsedad o
temerario desprecio hacia la verdad, imputaren a alguna persona hechos que, de ser ciertos,
constituirían infracción penal, si esta imputación se hiciera ante funcionario judicial o administrativo
que tenga el deber de proceder a su averiguación, serán sancionados (...) 2. No podrá procederse contra
el denunciante o acusador sino tras sentencia firme o auto también firme, de sobreseimiento o archivo
del Juez o Tribunal que haya conocido de la infracción imputada. Éstos mandarán proceder de oficio
contra el denunciante o acusador siempre que de la causa principal resulten indicios bastantes de la
falsedad de la imputación, sin perjuicio de que el hecho pueda también perseguirse previa denuncia del
ofendido”.
Como puede observarse, la legislación española sí contempla una condición de procedibilidad en
lo que respecta al tipo in commento, no obstante, el legislador patrio no adopta esa posición, pues no
previó una condición similar que suspenda el ejercicio de la acción penal, así como tampoco la dispuso el
instrumento legal en el cual este último se inspiró para crear las normas referidas a la calumnia en el
Código Penal venezolano, es decir, el Código Penal italiano de 1889.

En este orden de ideas, tampoco se observa en el –derogado- Código de Enjuiciamiento Criminal


[ni en el Código Orgánico Procesal Penal] algún obstáculo que impidiera al accionante de autos activar el
sistema de justicia por la supuesta comisión, en su contra, del delito de calumnia, ni, en fin, tampoco se
desprende de autos la existencia de algún impedimento de ese tipo.

Por consiguiente, el aquí quejoso sí estaba facultado para “promover” la acción penal (en los
términos empleados en el único aparte del artículo 109 del Código Penal) desde el mismo momento en
que, supuestamente, fue perpetrado el delito de calumnia en su contra. Sin embargo, de autos se
desprende que el mismo se mantuvo inactivo en lo que a ello se refiere y no excitó el sistema de justicia
sino después de transcurrido con creces el lapso de prescripción de la acción penal del pretendido delito
de calumnia, circunstancia que extinguió la mencionada acción penal, conforme a lo previsto en los
artículos 108.5 y 109 del Código Penal y 48.8 del Código Orgánico Procesal Penal.

Así pues, empleando los términos de la disposición contenida en el único aparte artículo 109 del
Código Penal, esta Sala aprecia que en el caso planteado en autos no existía algún obstáculo que le
impidiere al accionante promover la acción penal por el delito de calumnia, sin embargo, a pesar de ello,
ésta última no fue promovida (al menos, oportunamente, es decir, antes de que operara la prescripción de
la acción penal), de lo cual se infiere que en el asunto planteado no existía acción penal que pudiera
suspenderse -y, por tanto, no existió acción penal que pudiera proseguirse-, circunstancia que excluye la
presencia de la suspensión de la acción penal, tal como lo señaló la accionada.

En este orden de ideas, el artículo 26 de la Constitución de la República Bolivariana de


Venezuela reconoce el derecho de acceso a los órganos de la administración de justicia para hacer valer
sus derechos e intereses, incluso a los colectivos y difusos, sin embargo, ese derecho debe armonizarse
con otros derechos que se también desprenden del propio texto constitucional y que también le asisten a
los otros actores del proceso, como lo son, el derecho al debido proceso, el derecho a ser procesado y
sancionado conforme lo dispone la Constitución y la ley, el derecho a la seguridad jurídica, entre otros, y,
en fin, esa norma debe interpretarse teniendo en cuenta el resto de normas que integran ese Instrumento
Fundamental. Así pues, se le reconoce al quejoso el derecho de acceso a los órganos de la administración
de justicia para hacer valer sus derechos (incluyendo, por supuesto, los derechos al honor, propia imagen
y reputación, alegados por el accionante), no obstante también se reconoce la existencia de causas de
extinción de la acción penal, entre las cuales se encuentra la prescripción de la acción penal.

Que es menos cierto que también se reconoce la existencia de causas de extinción de la acción
penal, entre las cuales se encuentra la prescripción de la acción penal, institución que es reconocida
expresamente por el propio Texto Constitucional, cuando se refiere, en algunas de sus normas, por
ejemplo, a la imprescriptibilidad de la acción para sancionar los delitos de lesa humanidad, violaciones
graves a los derechos humanos y los crímenes de guerra (artículo 29), así como también cuando sostiene
que no prescribirán las acciones judiciales dirigidas a sancionar los delitos contra los derechos humanos,
o contra el patrimonio público o el tráfico de estupefacientes (artículo 271).

Asimismo, la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela también reconoce


expresamente el derecho debido proceso, el cual (al igual que el derecho a la tutela judicial efectiva) no
asiste únicamente al accionante de autos, supuesta víctima del delito de calumnia, sino también al acusado
por la pretendida comisión de ese delito, en otras palabras, esas facultades jurídicas no asisten únicamente
a la supuesta víctima, sino también al acusado.

En caso similar al de autos, la Sala de Casación Penal de la otrora Corte Suprema de Justicia, en
sentencia del 4 de junio de 1964, sostuvo lo siguiente:

“...b) En esta inquisición sumaria no se ha suscrito controversia sobre la existencia de ninguna


cuestión prejudicial que dé lugar a la suspensión de la causa y de la prescripción de la acción
penal (...) c. La Ley procesal vigente para la fecha de la denuncia hecha por la señora
Goldemberg de Gordon (4 de febrero de 1958), hasta cuatro años después cuando entró a regir el
Código de Enjuiciamiento Criminal promulgado el 3 de febrero de 1962, solamente ordenaba a
los Tribunales Penales, en su artículo 8°, declinar en los tribunales civiles el conocimiento de la
cuestión prejudicial de validez de un matrimonio, si se proponía o se advertía su existencia en el
proceso penal (...) No existe, pues, en el sub judice ninguna causa que haya dejado en suspenso
el curso de la prescripción de la acción penal. Corte Suprema de Justicia (...) A las anteriores
consideraciones se añaden las siguientes (...) Las causas extintivas de la acción destruyen la
pretensión punitiva y hacen imposible, por ende, la persecución del hecho punible. La extinción
de la pretensión punitiva producida por la prescripción empece la iniciación de todo
procedimiento judicial (artículo 99 y 109 del Código de Enjuiciamiento Criminal), o su
prosecución (ordinal 1° del artículo 206 eiusdem). La prescripción de la acción penal se produce
por el solo transcurso del tiempo señalado en la ley, salvo en los casos de interrupción indicados
en el artículo 110 del Código Penal, o de suspensión de la misma, cuando la acción no puede
promoverse o proseguirse sino después de resuelta una cuestión prejudicial, que en este caso no
existe, de acuerdo con el único aparte del artículo 109 del citado Código. Como la prescripción
en materia penal opera ope legis, no requiere ser alegada... ” (Gaceta Forense. Corte Suprema de
Justicia. Caracas, 1966, segunda etapa, año 1964 -abril-junio, N° 44, p. 345. Esta sentencia
también se encuentra -parcialmente- trascrita en Arcaya, Mariano. Código Penal. Tomo 2, Edisil,
Caracas, s/f, p. 121).

Así pues, al igual que en el caso resuelto en la precitada sentencia, en el presente asunto no
existió alguna cuestión prejudicial que diera lugar a la suspensión de la causa y de la prescripción de la
acción penal, tal como lo advirtió la supuesta agraviante de autos.

En conclusión, (1) siendo que la calumnia se perpetra en el instante en el que se presenta la


denuncia o acusación referida en el artículo 240 del Código Penal; (2) que a partir de ese instante
comienza a correr la prescripción –ordinaria- de la acción penal para ese delito, conforme a lo dispuesto
en el encabezamiento del artículo 109 eiusdem; (3) que en el caso de autos el accionante no promovió la
acción penal por el delito de calumnia aun cuando podía hacerlo, puesto que no existían obstáculos
jurídicos para ello; (4) que, al no existir en este caso una “cuestión prejudicial deferida a otro juicio”; (5)
que al no haber quedado en suspenso la prescripción de la acción penal, (6) que al haber transcurrido con
creces el lapso de prescripción de la acción penal por el delito calumnia, circunstancia que extinguió la
mencionada acción penal, conforme a lo previsto en los artículos 108.5 y 109 del Código Penal y 48.8 del
Código Orgánico Procesal Penal, esta Sala estima que la pretendida agraviante de autos actuó dentro del
marco de su competencia y que la decisión accionada no vulnera los derechos denunciados por el quejoso
de autos, circunstancia que determina la improcedencia in limine litis de la presente demanda de amparo
constitucional.

En razón de lo antes expuesto, esta Sala declara la improcedencia il limine litis de la presente
acción de amparo constitucional. Así se decide.

DECISIÓN
Por las razones expuestas, este Tribunal Supremo de Justicia, en Sala Constitucional,
administrando Justicia en nombre de la República y por autoridad de la ley, declara IMPROCEDENTE
in limine litis la acción de amparo constitucional interpuesta por los abogados Enrique Mendoza Santos
y José Manuel Álamo Ramos, actuando con el carácter de defensores del ciudadano Luis Ignacio Diego
Lasso, identificados ut supra, contra la decisión núm. 026-07 del 13 de febrero de 2007, dictada por la
Sala Quinta Accidental de la Corte de Apelaciones del Circuito Judicial Penal del Área Metropolitana de
Caracas, mediante la cual declaró con lugar el recurso de apelación interpuesto por los ciudadanos
Adriana Petit y Fernando Quintero, actuando con el carácter de defensores del acusado Morean Corothie
Arturo, contra la sentencia del 26 de julio de 2006, dictada por el Juzgado Séptimo de Primera Instancia
en Funciones de Juicio del mencionado circuito judicial penal, a través de la cual condenó al
prenombrado acusado a cumplir la pena de un año y seis meses de prisión, por considerarlo responsable
de la comisión del delito de calumnia previsto en el artículo 241 del Código Penal, aplicable rationae
temporis, así como a las penas accesorias previstas en los artículos 16 y 34 eiusdem y al pago de las
costas procesales, y, en consecuencia, revocó la sentencia recurrida y declaró prescrita la acción penal de
acuerdo a lo previsto en el artículo 108.5 eiusdem.

Publíquese, regístrese y archívese el expediente.

Dada, firmada y sellada en el Salón de Despacho de la Sala Constitucional del Tribunal


Supremo de Justicia, en Caracas, a los 26 días del mes de OCTUBRE de dos mil siete. Años: 197º de la
Independencia y 148º de la Federación.

La Presidenta,

LUISA ESTELLA MORALES LAMUÑO


El Vicepresidente,

JESÚS EDUARDO CABRERA ROMERO

Los Magistrados,

PEDRO RAFAEL RONDÓN HAAZ

FRANCISCO ANTONIO CARRASQUERO LÓPEZ

Ponente

MARCOS TULIO DUGARTE PADRÓN

CARMEN ZULETA DE MERCHÁN

ARCADIO DE JESÚS DELGADO ROSALES

El Secretario,

JOSÉ LEONARDO REQUENA CABELLO

FACL/

Exp. N° 07-1155

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