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La hormona del crecimiento (GH) es una proteína simple formada por 191 aminoácidos en una
sola cadena que posee dos puentes disulfuro. Su estructura es parecida a la de la prolactina y,
sobre todo, a la de la somatotropina coriónica de la placenta. La somatotropina humana (hGH) es
diferente de la de otras especies, residiendo su gen en el cromosoma 17. Los seres humanos no
responden a la GH de otras especies, ya que sus receptores son específicos.
Los efectos metabólicos son variados en cuanto a su duración y a sus particularidades. Son
evidentes los balances positivos de nitrógeno, fósforo, calcio, potasio y magnesio, necesarios para
los nuevos protoplasmas. Administrada a un paciente hipopituitario, provoca inicialmente una
acción insulínica con hipoglucemia pasajera, favoreciendo así la penetración de glucosa y
aminoácidos en las células; pero, posteriormente, la administración continuada de GH genera
resistencia a la insulina.
En el hígado se forma el 90 % de los IGF circulantes, el resto en otros tejidos donde ejercen un
efecto paracrino. La secreción es estable y lenta; su síntesis depende de varios factores, entre
otros la concentración de hormona del crecimiento, la cual es absolutamente indispensable para la
formación de IGF-I. En plasma, los IGF están unidos extensamente a proteínas que los protegen
de pasar a los tejidos y ejercer allí sus acciones. Algunas de sus acciones son similares a las de la
insulina. Favorecen la entrada de glucosa en células grasas y musculares y estimulan la glucólisis,
la síntesis de glucógeno y de proteínas, promueven la síntesis de lípidos e inhiben la lipólisis. Su
potencia es muy inferior a la de la insulina: 50-100 veces menor en el adipocito, 10-20 veces en el
músculo sóleo, y 3-5 veces en músculo cardíaco. Tanto el IGF-I como el IGF-II pueden producir
hipoglucemia, aunque es preciso administrar grandes cantidades para vencer la afinidad que
muestran por las proteínas transportadoras. Su síntesis y liberación, sin embargo, no varían en
relación con la glucemia, como es el caso de la insulina. Pero, además de la acción insulínica, los
IGF estimulan el crecimiento de muchas células, aumentando la producción de ADN y
favoreciendo la duplicación celular, tanto in vitro como in vivo. Favorecen también la diferenciación
de células de origen mesodérmico: mioblastos, células eritroides y condroblastos. Es muy posible
que parte de la actividad de la hormona de crecimiento se ejerza mediante su capacidad de
estimular la síntesis de IGF en el hígado y en los propios tejidos. De hecho, personas de baja talla
como los pigmeos se caracterizan por tener niveles normales de GH, pero niveles muy bajos de
IGF-I; algo parecido ocurre en algunas personas con síndromes de Down o de Turner, si bien en
casos limitados de síndrome de Down se ha apreciado una disfunción del eje hipotálamo-
hipofisario.
Los IGF actúan sobre receptores específicos situados en la membrana de diversas células; de
esta interacción derivan sus efectos fundamentales, pero muestran también débil afinidad por los
receptores insulínicos. La disponibilidad de IGF-I biosintético ha permitido realizar ensayos
terapéuticos preliminares a corto plazo, que han demostrado su eficacia biológica (efectos
metabólicos). Su indicación más firme, al menos en teoría, es el enanismo de tipo Laron en el que
la GH es ineficaz. También podría ser útil para promover la cicatrización de heridas y fracturas, en
el tratamiento de la osteoporosis y para provocar anabolismo en procesos en los que existe un
aumento acusado del catabolismo.
4. Regulación de la secreción de somatotropina