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Objetivos:
- Explicar el proceso de intercambio de sustancias entre la sangre y los tejidos a nivel de los
capilares teniendo en cuenta la estructura de los mismos y los mecanismos de transporte a
través del endotelio vascular.
- Explicar los mecanismos de control del riego sanguíneo teniendo en cuenta la estructura de
los vasos sanguíneos así como las estructuras nerviosas y las sustancias que actúan sobre la
musculatura lisa vascular.
Contenidos
- Intercambio capilar.
- Estructura de los capilares y características del endotelio.
- Paso de solutos a través de la membrana capilar. Difusión y pinocitosis.
- Movimiento de líquido entre la sangre y el líquido intersticial. Papel de la presión
hidrostática y la presión coloidosmótica del plasma.
- Control del riego sanguíneo.
- Autorregulación por los tejidos
- Relación entre el metabolismo y el riego sanguíneo.
- Control nervioso
- Regulación humoral.
Intercambio Capilar
Los capilares son los vasos sanguíneos más finos del sistema circulatorio (solo visibles al
microscopio) y están en contacto directo con el líquido intersticial en cada uno de los tejidos del
organismo. La pared de los capilares está compuesta por una única capa de células endoteliales
rodeada exteriormente por una membrana denominada membrana basal. Entre las células
endoteliales existen hendiduras de 6 a 7 nm que permiten el paso de moléculas pequeñas e iones de
un lado a otro de la pared capilar. Por otra parte, las células contienen una gran cantidad de
vesículas pinocíticas que pueden unirse y conformar túneles que van de un lado a otro de la célula,
los cuales se denominan canales pinocíticos. A través de estos canales también pasar moléculas de
sustancia del interior al exterior del capilar y viceversa. (Ver Guyton 1981, p. 428, fig 30-2).
El agua, al igual que el resto de las sustancias nutritivas y los productos metabólicos se intercambia
a nivel de la membrana capilar. El flujo de agua está determinado por el balance de fuerzas que
tienden a desplazar líquido hacia afuera del capilar y en sentido contrario, es decir los gradientes de
presión que se establecen a través de la membrana capilar. En este balance de presiones intervienen:
- la presión hidrostática del plasma en el interior del capilar o presión capilar (Pc)
- la presión hidrostática del líquido intersticial (Pif)
- la presiones coloidosmótica del plasma en el capilar (Πc)
- la presiones coloidosmótica del líquido intersticial (Πif).
La presión capilar y la presión coloidosmótica del liquido intersticial tienden a desplazar el líquido
hacia afuera del capilar, mientras que la presión coloidosmótica del plasma tiende a mover el
líquido en sentido contrario, es decir, hacia el interior del capilar. (Guyton 1981, p. 433, fig. 30-5).
La presión hidrostática del líquido intersticial teóricamente actuaría de la misma manera que la
presión coloidosmótica del plasma, no obstante, se ha demostrado que esta presión es casi nula y
en ocasiones negativa (Ver Guyton 1981, p.434-436).
La presión resultante o Presión de filtración sería la suma algebraica de las presiones antes
mencionadas: Pf = Pc – Pif + Πif – Πc. Los signos negativos indican las presiones que se oponen a
la salida del líquido hacia fuera del capilar. Si Pf > 0, el líquido se desplazará desde el capilar hacia
el tejido, lo cual se denomina filtración, mientras que Pf < 0 el líquido se moverá en dirección
opuesta y ocurrirá la reabsorción.
Se aprecia que existe una diferencia entre la presión resultante en cada extremo del capilar y apunta
hacia un predominio neto de la filtración, lo cual se traduciría en una acumulación de líquido en el
tejido, no obstante, sucede que la premeabilidad en el extremo venoso del capilar es mayor que en
el extremo arterial. Esto hace que aún cuando la presión es menor en el extremo venoso, el volumen
de líquido reabsorbido es muy similar al que se filtró en la porción inicial del capilar.
A pesar de esto, en realidad existe un ligero predominio de la filtración; el líquido que queda en
exceso en el espacio intersticial es retirado por los vasos linfáticos y devuelto nuevamente a la
circulación.
Los tejidos pueden regular el flujo de sangre a través de sus lechos capilares. En este proceso juega
un papel importante la estructura del sistema vascular presente en los tejidos: las arteriolas en el
interior de los órganos y tejidos dan lugar a las metarteriolas, vasos de un calibre aún menor, pero
que conservan fibras musculares lisas dispersas en sus paredes. Las metarteriolas a su vez se
continúan en los capilares.
En el punto en que se une la metarteriola con el capilar existe un esfínter precapilar, generalmente
formado por una única fibra muscular lisa que rodea circularmente el vaso. La función del esfínter
precapilar es cerrar el paso de la sangre a través del capilar cuando se contrae. En determinados
tejidos como el músculo esquelético, no existen estos esfínteres, sin embargo la función es realizada
por las metarteriolas mediante las fibras musculares de su pared. (Ver Guyton 1981, p. 277, fig. 20-
1).
Por otra parte, el flujo sanguíneo es directamente proporcional a la cantidad de capilares que se
encuentren activos en el tejido. En reposo, una buena parte de los capilares de los músculos
esqueléticos están inactivos, es decir que no circula sangre a través de ellos. Esto se logra mediante
el cierre de los esfínteres precapilares o la constricción de las metarteriolas que produce una
reducción del diámetro del vaso y reduce el paso de la sangre.
Al realizar actividad física, los músculos aumentan su metabolismo y por tanto requieren de un
mayor suministro de nutrientes y principalmente oxígeno, y esto hace que se dilate la musculatura
vascular y se activen los capilares. Si, por otra parte, la cantidad de nutrientes y/o O 2 transportados
por la sangre es insuficiente también aumentará el riego sanguíneo tisular aunque la actividad
metabólica no varíe apreciablemente.
Para explicar el mecanismo mediante el cual se lleva a cabo esta regulación se han planteado dos
teorías: la teoría de la vasodilatación y la teoría de la demanda de O2. La primera se basa en la
producción de sustancias vasodilatadoras en las células del tejido de forma proporcional a la falta de
oxígeno y/o nutrientes. La segunda plantea que a menor disponibilidad de oxígeno menor será la
contractilidad de las fibras musculares lisas de los esfínteres precapilares y las metaarteriolas,
provocando vasodilatación y por tanto aumento del riego sanguíneo. (Guyton 1981 p. 278-279)
Control nervioso
La inmensa mayoría de los vasos sanguíneos (excepto los capilares) están inervados por el sistema
nervioso simpático; la inervación parasimpática es muy escaza. Los nervios simpáticos llevan fibras
vasoconstrictoras y vasodilatadoras, pero las más importantes son las vasoconstrictoras.
La zona medial e inferior del centro vasomotor al ser estimulada inhibe a las zonas excitadoras,
dosminuyendo el tono vasomotor y la vasoconstricción. Esta zona se ha llamado zona inhibidora
del centro vasomotor. Sobre el centro vasomotor actúan centros superiores localizados también en
el encéfalo. Los cuales modifican su actividad y por ende el tono vascular.
El sistema vasodilatador simpático tiene menor importancia, ya que los tejidos son capaces de
aumentar el flujo sanguíneo en dependencia de sus necesidades; no obstante, se cree que el sistema
vasodilatador simpático facilita el aumento rápido del riego sanguíneo, principalmente en los
músculos esqueléticos ante situaciones de alarma en las que la autorregulación no es lo
suficientemente rápida. En algunos mamíferos se ha visto que las fibras vasodilatadoras simpáticas
liberan acetilcolina, sin embargo se cree que en los humanos el neurotransmisor involucrado puede
ser la adrenalina a través de la interacción con receptores β presentes en los vasos, puesto que la
afinidad por ellos es ligeramente mayor que por los receptores α.
Regulación humoral del flujo sanguíneo.
La regulación humoral se lleva a cabo por sustancias secretadas al líquido intersticial o a la sangre y
que tienen acción sobre la musculatura lisa vascular. Existen sustancias vasodilatadoras como la
bradicinina, la histamina, la serotonina y los derivados del ácido araquidónico (prostaglandinas, y
leucotrienos principalmente). La mayoría de ellas están involucradas en los procesos inflamatorios
y las reacciones alérgicas y anafilácticas.
También el organismo produce una serie de sustancias vasoconstrictoras. Las principales son la
noradrenalina y la adrenalina, liberadas por la médula suprarrenal. Este mecanismo refuerza o
sustituye al mecanismo vasoconstrictor simpático en caso de que este fallara y viceversa. Además,
mediante la sangre, la noradrenalina y la adrenalina alcanzan todos los sitios del organismo
prácticamente. La angiotensina II y la ADH o vasopresina también tienen acción vasoconstrictora.
La primera es mucho más potente, mientras que la segunda solo actúa en determinados lechos
vasculares.