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Por otra parte, y si bien es cierto que no existe un perfil exacto del alumno víctima de sus
iguales, de los estudios realizados puede extraerse que hay algunas peculiaridades que suelen
estar presentes en niños que acaban convirtiéndose en sujetos pasivos de la violencia escolar.
Estos rasgos son los que se esbozan a continuación.
En primer término, son presa fácil de los agresores aquellos niños/as que poseen una
peculiaridad física que es diferente a la mayoría, lo que viene a corroborar que en nuestra
institución escolar no siempre se acepta de buen grado al que es diferente; así, los niños/as
que tienen las orejas grandes , poseen una estatura más alta o más baja que la media o
tienen una discapacidad del índole que sea, tienen más probabilidad de ser sujetos pasivos
de hechos violentos que quienes no comparten dichas particularidades.
Asimismo, los discentes que, por el motivo que sea, no se relacionan de un modo activo con
el grupo de iguales también son susceptibles de convertirse en víctimas de la violencia
escolar; en primer término, es posible que esa falta de la oportuna integración de deba a que
no hayan desarrollado las habilidades sociales necesarias para integrarse adecuadamente
en su grupo de iguales; es el caso de los niños tímidos, inseguros, sobreprotegidos o
solitarios; o también de aquellos niños que no son capaces de enfrentarse a otros por miedo
o por conformismo, o de aquellos que no se integran con sus iguales no porque no sean
capaces, sino porque no lo desean. Con estas premisas, para la persona agresora es fácil
reconocer a los niños diferentes o a los especialmente vulnerables, de modo que no le
resultará difícil ejercer sobre ellos conductas violentas.
Conclusión.
Hay que tener en cuenta que la posesión de alguno de los rasgos indicados no es una
condición sine qua non para que un escolar vaya a ser víctima de hechos violentos; no
obstante, no estaría de más que al alumnado al que se ha hecho referencia en este breve
artículo sea objeto de una atención específica por parte de la institución escolar (docentes,
orientadores, etc.) o a través de la implementación de programas de intervención de
carácter preventivo. Y si, desgraciadamente las estrategias protectoras de la violencia no han
surtido el efecto deseado, deben ponerse en marcha todos los mecanismos necesarios para
ayudar a la víctima a salir de la situación tan dañina en que se encuentra.
BIBLIOGRAFÍA