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La Ternura

Marta Carpentier
La Ternura
cual el espectáculo se
magnifica.

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cuando ya mis músculos del mar ha sido besarla, Desde aquí miro explicarme la mecánica
pedían desesperados besar la arena paciente las olas abrirse como de su naturaleza y de
el descanso. Su ruego que le dio forma a las colmillos y caer con mí misma. Mi padre
era el que formulan rocas. Nadie sabe si fuerza mordiendo amaba los números,
las piernas cuando han hubo algo en su corazón la arena. Dicen que aunque nunca estudió
andado ya mucho, y los de algas que realmente vemos el mundo como tanto como él habría
tendones se rompen y latiese por ella. Nadie somos. Que incluso querido. Todos los
sólo entonces empiezas sabe si en el fondo de los colores, algo que matemáticos creen que
a sentir que se hacen su estómago, donde siempre pensamos que lo saben todo, y todos
fuertes. Sólo cuando todos aseguran que todos compartimos en los escritores también.
se rompen es cuando sólo hay monstruos una misma gama de Creemos que podemos
crecen. azules, también alberga apariencias y tonos, acercarnos a las cosas
ternura, en mitad de la dependen de quiénes y limitarlas, definirlas,
Escribir, eso es lo rabia y de la tinta, ya somos. Lo oscuro es estudiarlas, hacerles
que más he hecho que de allí salen cosas paz para algunos, pero una tremenda autopsia
desde entonces. Abrir asombrosas, miserables, terror para otros. y mostrárselas al
la ventana entera para pero también ese beso mundo como realmente
respirar del viento que desalmado que moja y No sé por qué escribo son. Los matemáticos
me llega de las olas, raja la arena. esto, por qué ahora. se enamoran de
escuchando ese choque Creo que es porque ecuaciones, te dicen
del agua contra las Yo no soy nadie aquí en el fondo estoy que eso es belleza, que
piedras, de las columnas para juzgar, yo sólo empezando a entender todos estamos hechos
marinas que se deshacen puedo observarlo. Soy cómo funciona esta isla de números.
y pierden entre la arena. una privilegiada por y cómo eran de ciertas
Nadie sabe en realidad poder verlo tan cerca, las palabras de mi Los escritores se
si la primera intención desde este palco en el padre que tanto intentó piensan que pueden con

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sus palabras, ya ves, Esta isla también es mío. No vas a viajar sido increíble pero
con una herramienta tan caos, lo muestra y lo solo jamás. nunca suficiente.” Pude
pobre, abarcar la esencia representa en todo lo haberla ahorcado en
de algo tan asombroso que permite que en ella Él se acercó y apoyó tantas ocasiones de
como la misma ocurra. Yo soy como un su barbilla en mi hombro haber querido, pensé,
existencia. Somos tan nervio que sobresale derecho, y después abrió pero ¿de qué habría
torpes y mediocres que de ella, y de mí se los brazos y yo los míos servido? Sus palabras
hasta los más poderosos multiplican en dirección también, para recibir su seguirían resonando,
terminan sintiendo al vacío muchos más abrazo sin lucha y sin creando ecos
lástima de sí mismos, nervios, más brazos, aspavientos. repetitivos, con el tono
al notar que ni siquiera cada uno lleno de células de su puntillosa voz,
con poder puede uno perfectas. Su carga es Los días siguientes a sobre mi cráneo día tras
acercarse un poco a la parpadeante, pero está que Victoria y Raúl se día, noche tras noche,
esencia de las cosas. ciega. Me acuerdo de marchasen, cada uno en aunque su cuerpo y sus
todas esas veces que me una dirección y con un ojos ya no estuviesen
La naturaleza es eso, caía de pequeña cuando rumbo distinto, fueron delante.
es rabia y literatura, salíamos a andar, luego días largos y vacíos
pero la literatura no besaba mis huesos de palabras por parte Sí, podía matarla
son palabras sobre un si me había hecho de Hestia. En una de a ella, pero no podría
papel, no son frases algún daño y seguía tantas cenas, me senté matar las ideas ni las
recitadas sobre una andando. Siempre tan, junto a ella y le dije palabras. De modo que
plataforma rodeada de tan imprudente que se “eres increíble tal como me marché y cerré mi
gente en medio de una me hacía imposible eres.” Ella soltó la copa dormitorio, y pedí que
gran plaza. La literatura no sentirme en de vino que bebía, me nadie entrase hasta que
es caos. ocasiones una víctima devolvió la mirada y yo no saliese. Comí
de mí misma, de este contestó “siempre he lo justo y dormí sólo

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—Ten cuidado con — Cuando te empeño incesante mostrar aquí para
el mar, no atiende a despiertes triste o con por sorprenderme. analizarlos, aunque sea
lógica alguna cuando se miedo, recuerda que Mi valentía me sólo de paso y con la
enfurece una parte diminuta de permitía quererme punta de los dedos.
este mundo, un cuerpo un poquito más, pero
— le dije sin apartar con vida y voz, estará también suponía Me admiraba a mí
mi mirada de la suya siempre preocupada por irremediablemente un misma en posición
esta vez. ti. lastre, ya que ¿dónde de rezo a los antiguos
queda la barrera que dioses de laselva, con
—Bien sabes que —¿El universo parte la mitad honrada la boca fría y casi
una parte de mí se recuerda? y bella de atreverse y la en las piedras, seca,
quedó para siempre en feroz, la que nos vuelve con la mirada hacia
esta isla, Elena, y ha —El universo lo animales que no miden dentro, aunque mis
sido un absoluto honor oye todo. Y cuando consecuencias más irises apuntasen afuera.
reencontrarla. Reza la onda de ruegos que allá de la inmediata? Golpeaba el suelo
para que el océano se se expande partiendo Aprendes a convivir
muestre noble conmigo. sobre el que me había
desde nosotros es tan contigo misma a veces agachado con la palma
grande, no puede fingir por pura inercia, y otras, abierta de par en par, y
—Es tu corazón, siquiera que la ignora. como en mi caso, porque
Raúl, el que domina el el mismo suelo subía y
Mi onda es inabarcable. me era muy difícil
océano que importase más lo se expandía alrededor
malo que lo bueno. En a base de hondas. Yo
—Iré en paz al notaba el movimiento,
— le cogí de las dos encuentro del mar, realidad, los términos
manos apretando antes “malo” y “bueno” se cómo este me levantaba
entonces. levemente tras mi golpe,
de continuar. desvían mucho de los
significados que quiero cómo mi pelo caía hasta
—Ve en paz, amigo

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cubrir mis orejas del podemos evitar ser se despierta asustado. isla, la mañana y las
todo. Rezaba mucho quienes somos. Nacerían algunas flores, estrellas por él. Tenía
antes, de pequeña y y Hestia las arrancaría y razón Raúl en algo, en
también de adolescente, Está bien, entonces las dejaría en la orilla, el fondo todo es simple
cuando tenía la edad que seamos justo lo que y los dientes de las olas si lo miramos de frente,
tiene mi hija ahora. Con somos. En mi caso, yo vendrían para buscarlas. sin darle muchas más
los años, entre muchas rezaba siempre a todos. vueltas, como miramos
otras cosas, una deja de La ropa que le presté al mar.
rezar, o al menos con A los dioses del color había sido de mi padre.
esa frecuencia. y a los de la oscuridad, Una camisa del color Se despidió uno a uno
a los dioses de la de la arena seca, una de todos mis hombres y
Mi madre, y no cascada, los dioses de chaqueta en perfectas de Hestia, a la que besó
deja de llamarme la la tortura, a los que se condiciones de color la mano mientras ella lo
atención, sólo rezaba desdibujaban en los ojos azul oscuro, un pañuelo miraba con desprecio.
a los dioses que ella delirantes de la bestia para el cuello y unas Él no se lo tuvo en
creía superiores, más casi muerta, y también botas. La ilusión por cuenta. Después abrazó
poderosos o más útiles, a los que observaban partir y seguir adelante a Jonás y le pidió a
o según le convenían al impasibles, satisfechos, con su vida iluminaba Victoria que estudiase
momento de soplar las las concepciones y su rostro con más y que viajase, pero que
velas y echar en falta. nacimientos. Y por si orgullo que el día. Quise también cuidase de
Ella me había enseñado no fuera poco, también subirme a ese carro, mí. Al final llegó a mi
así, y con esa enseñanza rezaba a las nubes, a las pero mis piernas ya no encuentro y me sonrió
debí haber crecido yo rocas y a los árboles. eran tan altas como mis de oreja a oreja; no
tras haberla perdido; A todo lo que mi ojo ganas, ya no era aquella supe adivinar si había
pero no, porque al fin catalogase como bello, niña tan fácil de sonrojar tristeza en sus ojos.
de este camino, no a todo lo que lograse que había apostado la

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debía preocuparse, ya bien, que ya sé cómo captar mi atención de Cuando Victoria
que el hecho de que funciona. una forma fuera de nació, tan bonita y tan
él volviese a irse era lo habitual. Casi todo débil a la vez, sentí el
sin duda lo mejor de —Tranquila, sigue alrededor, realmente, mensaje de la isla, esa
una enfermedad así. ahí metido en su cabaña porque fui una niña viva voz que siempre había
El momento en que sin ventanas a la orilla, e inflada de inocencia estado ahí susurrando
recuerdas lo pequeños tosiendo y mirando a la que todo le entre arrebatos de
que realmente somos y luego sus manos por si sorprendía, le resultaba impotencia que yo le
hemos sido todos. echa sangre. fascinante y digno de pertenecía, que tanto
admiración. Nunca me tenía de ella como
—Me sentiré un Se lo dije sonriente, ha sido fácil distinguir ella también de mí,
poco más cansada los serena. Era yo la que ni participar de la que ambas éramos
primeros días, después la tranquilizaba a ella todopoderosa dualidad y seríamos para
se me pasará ahora. Al fin y al cabo, de la que hacían uso siempre indivisibles.
ya me sabía esa historia: todos, beber de esa “Dos sistemas que
— le contesté. la isla respiraría unos misma copa donde si interactúan uno con
días, tal vez algunas adoras lo alto, pasas el otro durante un
—No quiero verte semanas, y después por alto lo bajo. Yo no, determinado período,
cansada. todo sería como había yo no. Yo lo necesitaba aun siendo separados
sido desde antes, y yo siempre todo, la imagen de alguna forma
—Sentiré el órgano apretaría los puños para y su reflejo, el vientre después, en algún
que siempre trabaja, y golpear el suelo y las y lo que absorbía, lo momento perdido
sentir tanto el trabajo de piedras tras el golpe que dejaban detrás y en el tiempo, siguen
ese órgano me agota. temblarían, escupirían lo que luego buscaban influyendo el uno en
su polvo como un desesperados delante. el otro de una manera
—Pues vigílamelo dragón gigantesco que sutil, siendo parte del

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uno para siempre ya las envuelve. entrando en la biblioteca que el naufragio había
parte del otro.” Uno de mi padre, buscando creado miedos nuevos
y otro, otro y uno. ¿Por qué escribo esto libros de Geografía. en la mente de Raúl.
Vueltas y vueltas ahora? Cinquecento También insistía mucho Ahora se mostraba serio
absurdas que sólo había sido siempre una en que Jonás sabía a todas horas al saber que
dicen lo mismo, todo el isla de pescadores, pero hablar de música, y tendría que viajar solo y
tiempo sin decirlo. Ah, a mí me daban pena que la música era algo repetía todo el tiempo
el tiempo, ese invento los peces. Es curioso, que estaba relacionado que no quería pecar de
tan ruin fabricado a por un lado, no parezco con los números. imprudente. Cuando
duras penas por el de esta isla, con esta “Todo lo está”, le había por fin decidimos que
hombre. Lo que esa extraña obsesión de contestado Raúl en una estaba listo para echarse
redicha frase pretende proteger lo que no puede ocasión, allí junto a la al océano de nuevo,
decir es lo siguiente: protegerse; pero por cabaña. Pensé que era
preparamos la comida,
cuando un lagarto se otro soy completamente quizá a eso a lo que se
posa mucho sobre refería cuando decía que el agua, la ropa y todo
ella, como dos lo que pensamos que le
una roca, ¿no queda partículas en una. No, Victoria sí le recordaba
parte del lagarto para a mí, a esa curiosidad haría falta y lo que él
no soy tan analítica
siempre en esa roca? ni mi capacidad de cruda que le infectaba nos había pedido.
Y en esta isla todo introspección es tan alta la vida y hacía de ella lo
es roca, y yo nací como puede parecer al que era- —No quiero volver a
siendo ya una especie leer estas palabras. Mi ver lo que vi en ti la otra
de lagarto que se auténtico estado natural Cuando el navío fue noche
torcía con el sol, y mi no es otro que el de la finalmente acabado, le
compasión se extiende incontinencia. Primero — me había dicho
hicimos también varias a mí Hestia poco
hasta llegar a esas actúo, y después, en caso pruebas bajo el sol y
rocas, y las incluye y de que ese “después” antes de aquel día.
después bajo la luna, ya Le insistí en que no
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explique. —Eres increíble. se hiciese efectivo y en el lugar donde había
llegase a tomar forma, estado varias burbujas
—No quiero tu —Pues yo me creo mi pensamiento decide del color de la lluvia
explicación. Han bastante. si debía actuar o no. sucia. Supuse que había
pasado muchas olas por Exacto, llega tarde. Así vida allí abajo. Cada vez
aquí, ya no me interesa Esa fue mi última funcionan mis nervios que uno golpea algo que
nada de lo que quieras frase antes de volver y mis estados de alerta, todos creían imposible
decirme. arriba para comer mis guerreros interiores: de golpear, surgen
con mi hija. Desde llegando tarde. cosas imprevisibles.
—Todavía no que había empezado Cogí otra piedra, más
comprendo qué viste en la construcción del R e c u e r d o azul esta vez, y luego
mí. navío había estado perfectamente una otra algo más verde, del
persiguiéndome y mañana de verano hace verde del musgo oscuro
—Qué tontería. pidiéndome marcharse ahora algunos años. que cubre y rodea al
a otras islas a estudiar. Bajé a la playa, me senté castillo. Y luego metí
Que quería conocer sobre las piedras y sentí todas ellas en un joyero
—¿Eso es una el agua subirme fría
mundo, decía, aprender de cristal con forma de
tontería? desde las piernas a la pentágono. Rodeé el
otros idiomas como
Jonás, conocer el espalda. Metí mi mano joyero con un trozo de
—No he necesitado izquierda en el agua y papel, sujeto con un
nunca ver nada concreto misterio de los números
y de las ecuaciones. Me encontré una piedra un lazo, en el cual podía
en ti. Te vi a ti, y eso ya poco más alargada que leerse “las piedras más
me parecía suficiente. preguntó si era cierto
que había una fórmula el resto, roja como el bonitas de la playa.”
No hace falta buscar pelo de Victoria, que aún
nada bajo eso, no hay matemática para
absolutamente todo, tardaría años en nacer. La culpa de que el
un secreto entre líneas, Al cogerla, surgieron resto de familias que
no hay nada más. y se pasaba los días

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vivían en Cinquecento arrepintieron todos los — Las palabras —No esperaba nada
se marchasen fue sin años que vinieron. Y caían desde mi boca sin menos de ti.
duda de las guerras. Se el océano no era más fuerza. Noté la mano
lucha y se soporta una que una trampa para de Hestia acariciarme Ya casi andaba
guerra, tal vez dos, pero peces, porque si no el pelo, pero no quería perfectamente, aunque
cuando llega a cinco es nos quedase la pesca, sentir ni el más mínimo a veces todavía
injusto etiquetar a las ¿de qué viviríamos? atisbo de lástima. Temo parecía que su cadera
personas de cobardes. Teníamos barcos, claro a la lástima más que a se quedaba algo
Se marcharon en sus que los teníamos, las la muerte. Me retiré los encogida con algunos
barcos en busca de únicas dos familias que restos de llanto seco movimientos.
islas más suaves donde quedábamos todavía en con los dedos y me
edificar de nuevo sus esta isla, pero ¿a dónde incorporé despacio para —En poco tiempo
castillos y construir sus íbamos a ir? Éste era irme. Hestia no quiso estarás listo.
jardines. Cinquecento nuestro hogar. decir nada más, sólo
estaba seco, las cenizas me miró marcharme y —Elena.
eran ya parte de su Me senté a explicarle volvió a acostarse junto
maquillaje, sus ríos todo esto a Victoria a su hijo. —¿Qué ocurre?
corrían por inercia, casi cuando cumplió los
sin fuerza, y cerraban cinco años, pero Y la mañana volvió
los párpados justo antes entonces comprendí —Sé que debí
como vuelve todo haberte escrito, pero...
de fundirse con el mar. que ella ya lo sabía siempre.
Tampoco los animales todo, porque ella
que quedaron parecían miraba a la isla como —Ni se te ocurra.
—¿Te gusta tu nuevo No hagas eso.
estar demasiado la he mirado yo desde navío?
satisfechos. A algunos siempre. Con piedad.
los cazaron, pero se Después de la última —Déjame que me
— le pregunté.

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Leonardo dormía acto de presencia, se lo guerra, cuando Jonás, el ¿Qué sería de su hijo
tranquilo bañado en la llevaría todo con ella. hijo pequeño de Leroy en un lugar como aquél?
suave luz de la luna. Te dije que era peor el jardinero, cumplió Ya no había sitio para un
Hestia se sorprendió al que el miedo y que la la edad apropiada para jardinero en la isla de las
verme, pero me invitó violencia. aprender el oficio de su cenizas y las piedras, en
a pasar sin problema. padre, Leroy se dirigió la “isla de la muerte”.
Nos sentamos en el filo —Lo sé. a mi padre para pedirle Añadió que cualquier
de su cama. Yo no me un favor. Ya apenas día nos tragaría, por esa
atrevía a mirarla a los —Te expliqué cuánto quedaban plantas en pie “manía” que teníamos
ojos todavía, después destruía. alrededor del castillo, por aferrarnos a ella
de lo que le hice. el jardín era un lugar al a pesar de haberse
—Pero también crea. que parecía mejor no convertido en un lugar
Habló ella primero, entrar si uno buscaba tan inhóspito. Ante
qué remedio, ya que a —Oh, Elena. Pero si o esperaba presenciar las honestas palabras
mí no me salía la voz. ahora ya lo sabes: sabes algo medianamente del jardinero, mi
que destruye siempre decente, y la isla había padre decidió mandar
—Te lo advertí, lo mucho más de lo que quedado abandonada y a buscar profesores
hice desde el primer día. crea. Si ni siquiera el sumida en un continuo que enseñasen a Jonás
tiempo, que es el más funeral. Monstruos que otro tipo de oficios y
—Lo sé. poderoso y temido no se dejaban cuidar, conocimientos, y de
adversario de todos, fueron exactamente esta forma ayudar al
puede derrotarle aún. las palabras que Leroy muchacho a contar con
—Te dije que esa utilizó para explicarle herramientas suficientes
actitud tan valiente que su zozobra a mi padre. para salir de esta isla del
mostrabas sólo lograría —No, ni siquiera lo
roza “Zozobra”, qué palabra demonio y encontrar un
traerte decepción, que más horrible. futuro mejor.
cada vez que hiciera

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Aquí nunca hemos en bajarse, quejándose que forma parte de ves abismo, y enfrente
sido de acoger a visitas por la inclinación de la nosotros, es imposible el mundo se asoma con
durante mucho tiempo, orilla y el movimiento curarla, se expande toda su deslealtad, pero
porque de hecho casi de las piedras al y extiende como una sabes que no puedes
nunca viene nadie, pisarlas, fue Laura, la araña tejiendo su propia arreglarlo, que tú no
¿quién va a venir? No profesora de solfeo. casa en nuestra sangre, eres parte de eso.
hay nada que ver aquí, Hestia le dedicó una de transformándonos
al menos para el que sus famosas miradas de por dentro y para Es lo mismo que
llega y va de paso, para desconfianza, a ella y a siempre. Nos esclaviza desgasta y que deforma
el clásico navegante que todos y cada uno de los y no deja lugar a la a las piedras, recordé, el
anda centrado en su ruta que bajaron de aquel claridad, la dignidad o beso cruel de las olas,
y no se para a encontrar barco. Sabía que venían la lógica. Nos descentra ese amor de espuma y
lo que no estaba gracias al ruego de su y nos resta perspectiva. frío que nunca llega del
buscando. Hay bellezas padre y para echarle Estaba enferma, llevaba todo ni se marcha para
que están sólo en el ojo una mano a su hermano años enferma y moriría siempre. Lo mismo que
del que mira esperando pequeño, pero le ya con esa enfermedad nos ha hecho personas,
esa belleza. Creamos lo costaba mucho confiar metida dentro, agarrada lo mismo que alguna
que esperamos. de verdad en alguien. al corazón como un vez nos ayudó a sentir
Ahora que lo pienso, niño que se abraza vida, es lo que nos
En el barco que topó quitándome a mí, y no a su madre para no aniquila después. La
con nuestra isla, aquel siempre, no la recuerdo caer al suelo, como un miserable, triunfante y
amanecer helado del confiando en nadie más. primate que aprieta majestuosa ternura.
invierno más largo Ella llevaba sus trenzas las ramas fuertes del
que recuerdo haber rubias sujetas sobre la árbol temeroso de sudar Me levanté de la
pasado, venían cuatro nuca y un vestido color y resbalarse. Miras cama y fui hasta el
pasajeros. La primera gris ceniza. No sabría debajo de ti, pero sólo cuarto de Hestia.

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cuantas llegasen luego. Comprendí la actitud decir cómo llevaba yo en bajar fue Sonia, una
Había intentado de desafiante de Hestia, el pelo. mujer ancha de caderas,
veras sonar cordial, esa sobreprotección de pelo corto y ojos
no vehemente. Él y dureza con la que Tras Laura se bajó excesivamente abiertos
abrió mucho los ojos y siempre me había Ana, una señora mayor y claros, que enseñaría
después sonrió de nuevo. hablado. Porque hay de expresión seria y a Jonás a leer con
“Por muchos años veces en que sí, en que que apenas tenía cuello. propiedad y a escribir
que pasen, no dejarás la entiendo. Caminaba echando su siguiendo todas las
de sorprenderme.” cuerpo, casi redondo normas de ortografía.
Le llevé hasta donde Parpadeé varias completamente, hacia Y, por último, poniendo
estaban construyendo veces, me pesaba la ambos lados, como si sus pies sobre las
su barco, y por su vista. Sin hacer esfuerzo fuese a caerse todo el puntiagudas piedras
gesto supuse que le apenas, dos lágrimas tiempo, tanto si pisaba casi a cámara lenta,
gustaba el progreso. Si anchas como serpientes, sobre las piedras como calculando exactamente
lo terminaban pronto, calientes como el agua sobre suelo firme. Ana el ángulo de aquella
podría escapar otra de los hoyos de la orilla, se encargaría, según superficie y cómo
vez y ya no volver a bajaron arañando mi indicó mi padre al verla debía situar el pie, se
Cinquecento jamás. cara entera, de extremo a pisar la orilla, de instruir incorporó a nuestra isla
extremo, de ojo a cuello. a Jonás en Geografía un caballero de casi
Aquella noche al Siempre tuvieron razón: y en otras lenguas del cincuenta años, unos
tumbarme, un cúmulo la ternura es mucho más océano, idiomas y veinte más que yo y
de recuerdos me punzó peligrosa que cualquier dialectos de otras islas que Hestia, muy bien
la sien hirviendo, como otro sentimiento. Logra y pueblos distintos al peinado, mostrando
suelen llegar ellos, de doblegar la esencia del nuestro. una sonrisa amplia a
esa forma inesperada animal cuyo cuerpo todo el mundo, que se
y angustiosa. posee, y una vez La tercera persona hacía llamar Raúl y

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era el esposo de Sonia. hasta que quedé harta y para pedirme que le mar, el que ahora nos
Raúl enseñaría a Jonás luego, pidiendo permiso abrazara. Le abracé sin enmarcaba y flanqueaba
a hacer cuentas, los educadamente, me aspavientos. Su cuello por los bordes, fuese
números y las fórmulas, puse de pie y me retiré, tenía el mismo olor en el mismo que le había
y, como decía Leroy, a buscando el frescor del el que hundí mi barbilla visto marcharse dos
conocer lo que somos y exterior del castillo. hacía casi veinte años décadas atrás.
lo que todo en el mundo al despedirme de él.
realmente es, desde los Allí abajo no había Como arrastrada por Nos separamos, y
cielos hasta las olas, luz, sólo algún rayo una inercia antigua, él me sujetó la cara
porque él pensaba debilucho que caía de pasé la palma derecha con ambas manos.
que en las cifras la luna a las piedras por su nuca, y por un “Gracias. Gracias otra
se encontraban las bajo mis pies. Sentí breve momento pareció vez por todo. Por el
respuestas a cualquier entonces unos pasos que no hubiese pasado cuidado incesante, por
pregunta, como si tímidos detrás de mí y por la isla tantísimo las noches de vigilia...”
fuesen milagrosas. me volví bruscamente, tiempo, que no la Bajó las manos y yo
“Siento asustarte”, dijo hubiesen atravesado le contesté. Le dije
La cena de bienvenida el supuesto marido de tantos veranos, con que no podía actuar
que organizó mi Sonia. “No pasa nada”, sus golpes de calor de otra manera con él,
padre fue abundante dije yo. A lo lejos, faltos de misericordia, que mi actitud hacia él
y tranquila, todos unas nubes imprevistas ni tantas primaveras, nunca sería distinta a
cumplieron con su habían empezado con su despliegue una de benevolencia y
papel correspondiente a recubrir parte del de formas y colores, compasión. Que no me
y comieron y bebieron techo abovedado del ni tantos inviernos importaba el tiempo que
y sonrieron, incluida mar. Pensé que eso largos difuminando a pasara, lo que él hiciese
mi preciosa Hestia. Yo quizá quería decir que su paso esas formas y o no hiciese, cuántas
también comí y bebí llovería, y me concentré colores. Parecía que ese olas se marcharan y

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con fuerza, casi playa. Al irme acercando cerrando fuerte los ojos marrón muy parecido al
levantando a pulso su a la cabaña, vi de lejos a para respirar muy hondo de los troncos cuando
cuerpo de los bloques Raúl intentando andar y no agobiarme, ya que son viejos, con pestañas
de piedra helada del él solo sobre las piedras la falta de sol siempre muy largas. Me
suelo. Empezó a movedizas, abriendo me había provocado preguntó si solía bajar
golpearme y a arañarme mucho los brazos para algo de asfixia. allí, y yo no supe muy
los dedos para soltarse, sostenerse bien y no bien qué responder, ya
pero yo apretaba perder el equilibrio. —¿Estás bien? que pensaba que había
más. Miré sus ojos Corrí hasta él gritándole cosas que no se debían
pedirme que la soltara, que se caería, pero él Me agaché sin contar a desconocidos.
sus labios intentando me rogó que le dejase contestar y me senté Él no insistió, se puso
respirar, y al final solté hacerlo, así que seguí sobre las piedras. Raúl a contar cosas sobre
la mano y me quedé sus pasos de cerca por se agachó también sí mismo mientras yo
allí de pie, junto a ella si daba algún traspiés. para sentarse junto a me dedicaba a colar
sin tocarla, mientras la Poco a poco, fue mí. “Si te incomodo los dedos entre las
veía tosiendo asustada. acercando los brazos dímelo y me voy sin piedras. Algunas de
Entonces me agaché de nuevo a su cuerpo, y más”. Me explicó que las historietas que
un poco y la miré sin para mi grata sorpresa, se sentía algo agobiado contaba se asemejaban
piedad a los ojos. “No logró andar hasta la entre tanta pared, que a algunas que había
vuelvas a molestarme orilla. allí dentro ya todos vivido yo. “Yo tengo
para decirme la verdad, hablaban de lo mismo. menos experiencia en
Hestia.” Al llegar, se dio la Tenía canas en el pelo todo que usted”, le dije,
vuelta despacio con detrás de las orejas, “pero también he vivido
Algunas semanas muchísimo cuidado, y unas tímidas arrugas cosas parecidas”.
más tarde, me levanté y abrió los brazos otra que le empezaban en el
me vestí para bajar a la vez, pero esta vez cuello, y los ojos de un —Oh, por favor, no

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me hables de usted — vivido. Aventuras de —Le escribiste expresión, no seas
me dijo. todo tipo, acompañadas muchas cartas, pero él imbécil.
de una expresividad a no te contestó, y al cabo
Me disculpé y seguí veces algo excesiva, de algún tiempo fuiste —¿Una expresión?
escuchándolo. Era un pero sin rozar jamás lo tú la que le volvió a
hombre que sabía decir inadecuado. De vez en escribir, siempre eras tú. —Son palabras.
las cosas, y casi todo lo cuando hacía pausas, Le escribiste y él te dijo,
que decía era agradable, sonreía, y se le colaba en una carta muchísimo —¿No eran tuyas
interesante o divertido. algo de la luna entre las más breve que la tuya, todas esas palabras,
Me recordaba a los patas de gallo y en unos que no podría volver a Elena?, ¿no te
antiguos trovadores, disimulados hoyuelos, contestarte hasta que pertenecían? ¿Cuánto
como los que mi padre haciéndole parecer tuviese algo más de tiempo ha pasado?
había hecho llamar más niño. “Si tiras de tiempo, que esperases
en mis primeros la cuerda, las estrellas a que él fuese el que —No me importa
cumpleaños. Un se mecen”, me dijo una escribiera, que cuando en absoluto, Hestia. Te
equilibrista nuevo que vez mi abuelo cuando tuviese tiempo te
dejas en evidencia.
trabajaba con palabras yo era todavía muy escribiría mucho más, y
en vez de cuerdas u pequeña. Su voz, la voz que vendría a visitarte y
de Raúl, se balanceaba que te añoraba tanto que —¿Estás segura? Se
objetos, un cantante olvidó completamente
que no cantaba, en el aire y tiraba de esa se le hacía insufrible
cuerda, y las estrellas ver cada día el océano. de ti, de vuestra
un cuentacuentos. supuestamente
Pensé que existía la del cielo parecía que Te dijo que le dolían
se meciesen, que se los ojos desde que no maravillosa amistad,
posibilidad de que todo de...
lo que contase fuese acercasen unas a otras y podían verte.
verdad, al fin y al cabo, se separasen luego.
—Eso es sólo una La interrumpí
tenía edad para haberlo
cogiéndola del cuello
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con sus ojos cansados que sea y deja que me Tras varias horas tomaba apuntes en su
justo desde el otro retire. sin sacar más de dos cuaderno. Creo que fue
extremo de la mesa. frases de mí, Raúl la primera vez que Jonás
Cuando acabamos de —Ya lo sabes. se puso de pie y se usaba uno, aunque ya
cenar, Victoria se fue a su dispuso a marcharse. le habíamos enseñado
cuarto y yo me dispuse —No, Hestia, no lo “Eres más dura que las a leer y a escribir años
entonces a dirigirme al sé. Y, ¿sabes qué?, no piedras”, añadió antes antes. Me senté a su lado
mío, hasta que me di creo que deba saberlo. de irse sacudiéndose la unos minutos esperando
cuenta de que Hestia Estás podrida en ti chaqueta. a mi amiga, y le pasé
me seguía. Me volví misma, bébete tú ese el dedo por detrás de
levantando la cabeza, veneno y déjame en Al día siguiente, la oreja para que me la
quizá para defenderme paz a mí. en el cuartillo de apartase riéndose, ya
de su incesante juicio, madera blanca del que siempre ha tenido
de esa lanza asesina No me dio tiempo a jardín, empezaron las muchas cosquillas. Ana
que dispara con los ojos volverme, ni a dar un lecciones. Las de Jonás sacó uno de sus libros
siempre que no aprueba paso adelante, cuando y las de todos. Yo bajé enormes y llenos de
algo. Eso no envejece volví a escucharla buscando a Hestia, pero ilustraciones de una
nunca, eso nunca se le hablar. ella no había bajado bolsa gigantesca de
arruga. todavía; allí sólo estaba tela que había traído, y
—Le escribiste, Ana, la señora sin cuello abrió uno de ellos por
—No te atrevas a Elena. Solté el que caminaba hacia una página con muchos
mirarme de esa forma, picaporte. los lados, explicándole animales y palabras. No
Elena — me dijo. algunos términos en una logré entender ninguna.
—¿De qué estás lengua extraña al hijo Ella, ante mi interés
—No sé qué quieres de Leroy, que la miraba mostrado por su libro,
hablando?
decirme, pero dime lo bastante interesado y se dirigió hacia mí antes

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Marta Carpentier La Ternura
de empezar su clase. había viajado y —¿Ves lo que te —Lo que sé es que
trabajado mucho digo, Elena? Los que no no lo eres. Ni la isla es
—Anoche te fuiste tiempo junto a él. pisan la orilla te tienen tan complicada, ni tú
muy pronto a la playa. miedo. tampoco. Todos somos
—¿Puedo preguntar más simples de lo que
—Me aburro con por qué? —Por supuesto que parecemos. Todo es
facilidad. no. insultantemente simple
—Es muy amable, siempre.
—Estuviste bien ¿verdad? Quizá —Por supuesto que
acompañada. demasiado. sí, tú eres mucho más Yo no quise añadir
valiente. nada más. Ya habíamos
—Sí, sí que lo es. dicho bastante para
—¿Cómo dice?
un encuentro como
—Mi hija me aquel. Aquella noche,
—Ten cuidado, —Y no dejará de recuerda a mí algunas
serlo. Digamos que... cenando, Victoria
niña, es lo único que veces, pero somos me preguntó quién
siento la obligación de desde siempre ha muy distintas. Y lo
mostrado un especial era exactamente el
decirte. agradezco. “superviviente amable
interés en entretener
a jóvenes como tú. de la cabaña”, y yo le
—¿A qué se refiere? —No seas tan dura aclaré sin más que un
Intenta no tomarme a contigo, no eres tan
mal este aviso, sé que viejo amigo. “Nunca
—A Raúl. horrible. me habías hablado de
es la primera vez que
hablamos y... él”, insistió. “No es
Me sorprendió —Soy complicada, importante, cariño. La
escuchar eso de alguien —No se preocupe. lo sabes. gente viene y se va.”
que supuestamente Hestia me atravesaba

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Marta Carpentier La Ternura
me ofendiese cuando seria y cogí impulso ¿Entretener? Una a Raúl sentado sobre
has dicho que no me para explicarlo. parte de mí sí se sintió una cuesta de rocas
crees. No me ofendes. ofendida en aquel grandes mirando al mar.
Te adoré entonces por —Somos todos momento, a pesar
eso, porque siempre me lo mismo, Raúl. Las de que era cierto —He hablado varias
decías lo que pensabas. criaturas, tú y yo. que yo no le conocía veces con él, y ya no
Me alegra que sigas de absolutamente hablo ni una más — me
siendo así. —¿No son algo más nada, pero me sentí dijo Hestia, —que hable
cobardes que nosotros? de pronto como un contigo, conmigo no
—Sigo teniendo Yo creo que sí, que lo trofeo inútil, una joven tiene nada que hacer.
también los mismos son. incauta a la que aquel
defectos. señor había intentado —Es un tipo divertido
Opté por no contestar seducir con extraños — me atreví a decir en
—Siempre que eso a eso. Maldita sea, ¿no encantamientos otras mi insensatez.
no lo sepan las criaturas somos todos cobardes mil veces aplicados de
del bosque... cuando nos toca, igual forma. Era, al fin —Es como un
animaluchos perdidos y al cabo, veinte años fantasma, Elena, dime
Ambos reímos de entre enigmas naturales mayor que yo, y si esa que tú también lo ves.
nuevo. Sí que sonaba y divinos que se era su afición, debía ser Es el típico vendedor de
ridículo eso de los encuentran y se pierden, muy bueno en ella. humo.
animales salvajes, que viven y se desviven
desconocidos, las implorando unos Algunas noches Yo asentí con la
dichosas criaturas del gramos de ternura, y después, volví a bajar cabeza y nos volvimos
corazón de la isla, así que después de tenerlos a la playa, esta vez al castillo, pero me
que intenté ponerme no saben qué hacer con acompañada por Hestia. parecía injusto tener
por un momento más ellos? A lo lejos, pudimos ver que renunciar a mis

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Marta Carpentier La Ternura
momentos junto al mar de más reír de verdad exposición. —Cuanto más te
sólo porque me decían de vez en cuando. toques, más te dolerá.
que huyese de aquel Ambos nos Las cosas se curan
señor. No quería tener Al verme aparecer sonreímos. Le pedí a cuando no se tocan.
que ser yo la que se a su derecha, Raúl se todos los dioses que sus
protegiese de nada ni de echó al lado para que yo frases no acabasen con —A veces no tengo
nadie, y sentía que no me sentase. Estaba un algún innecesario “y a claro si lo que parece
tenía por qué hacerlo, poco más serio que la ti.” malo en el fondo ha
fuese o no verdad la otra vez. Me preguntó sido bueno, y al revés.
advertencia de Ana. si mi prometido vivía —No te creo — decidí
Confié en mi criterio en la isla y le expliqué contestarle. Esperaba —Eso nos pasa a
y en mis mecanismos que no, que era de una que él me disparase todos.
de defensa: si era un isla no muy lejana con entonces algún gesto
vendedor de humo, la que manteníamos de desaprobación, pero —¿También a las
pues que me vendiese tratados de comercio en su lugar tan sólo criaturas del bosque?
humo, yo tenía claro muy útiles para la se puso a pasarse el
que no estaba interesada supervivencia de la dedo por las caderas. —¿Lo estás
en humo alguno, y que nuestra. “Sobrevivir es Apretaba algunas veces preguntando en serio?
al menos, si yo iba importante”, añadió a para ver si le dolía, y
a convertirme en un su largo discurso sobre soltaba un grito mudo
entretenimiento para él, islas y sobre comercio. momentáneo. —Siempre.
también él lo sería para Después yo insistí en
mí. Al fin y al cabo, me que, de todas maneras, —¿Cuándo voy a —¿Y por qué sonríes
hacía gracia su manera nos iba muy bien poder levantarme? — tanto?
de decir las cosas, y juntos, que hacíamos preguntó finalmente.
pensé que nunca estaba un buen equipo y que —Esperabas que

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Marta Carpentier La Ternura
cuento de terror para —Aquello se echó a me hacía feliz, y él Me quedé entonces
niños. Todo eso que me perder poco después de pareció regalarme una mirándole en silencio
cuentas de las criaturas marcharnos. sonrisa sincera. Sentí y admirando las
temerosas y del bosque. que se abría una puerta palabras que le estaba
—Vaya, lo siento. para que él también me dedicando a Sonia en
Sonreí, porque tenía hablase de su mujer y su ese momento, y por
toda la razón. — No hay mucho que vida junto a ella, y me primera vez en todo
contar. Sigo intentando expuso tranquilo y con el rato que habíamos
—Supongo que sí. amarrarme a la marea, una luz honesta sobre estado hablando, sus
seguir con la corriente sus ojos lo enamorado ojos marrones soltaron
—Tu hija quiere intentando no pisarla. que estaba, que nunca las olas y se pararon
viajar, Elena. Quiere Pero a veces es difícil, antes se había sentido frente a los míos.
salir de aquí. sobre todo cada vez que como se sentía con
ella acelera o que me ella, que era la mujer —Me encanta — me
detengo yo. perfecta para él. Todo dijo.
Miré unos segundos mi cuerpo se relajó, y
al mar a través de la pensé que era absurdo
entrada a la cabaña. Asentí con la cabeza —Te encanta ¿qué?
y dejé que siguiese haber pensado que su
Después volví a dejar amabilidad pudiese
posarse mis pupilas hablando. —Tu expresividad,
formar parte de alguna Elena. Eres
en las suyas como estratagema de acoso y
mariposas negras. Sin —He echado de increíblemente
derribo hacia mí; eso ya expresiva, aunque no te
aletear apenas, sin hacer menos esto. El olor a carecía de sentido, sino
mucho ruido. mar revuelto, el vuelo des ni cuenta.
no me estaría hablando
de las gaviotas por las de esa forma de su
—Lo sé. ¿Qué fue de mañanas... La luz. He —¿Lo dices en serio?
esposa.
tu esposa? echado de menos la

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Marta Carpentier La Ternura
—Y esos ojillos tras esa frase tan simple distinta, ¿estoy loco? —Nunca me
que pones cuando no y que me repetiría hablaste del bosque, del
comprendes algo, o después en tantas —No, no lo estás. interior de la isla.
cuando te digo algo que ocasiones, se me hacía Su forma ha cambiado
no te esperas. Ahora imposible enfadarme. mucho desde entonces. —No es un sitio que
acabas de ponerlos Ahora la leo y la escribo Cuando enterramos a yo suela pisar mucho.
cuando te he dicho lo y son tan sólo palabras. mi padre, dos nuevos Quizá debería.
expresiva que eres. No sé si llenas de humo, acantilados se abrieron
¿Ves? Otra vez. de arena o sal. Pero mirando al norte, y —Leroy decía que
palabras. el río que atraviesa el allí sólo quedaban
Rompió a reírse a bosque es ahora mucho tumbas de plantas
carcajadas y yo no Pasaron muchos más ancho, con más muertas.
supe reaccionar, de días, a un ritmo que corriente y más hierro.
modo que me quedé aun hoy soy incapaz
mitad sonriendo, mitad de encarcelar entre —También quedan
—¿Hierro?
intentando no hacer frases, de acotar con animales. Su casa es
ningún gesto exagerado, el lenguaje. Jonás el interior, la mía es la
—Lo arrastra de las
porque me sentí ridícula aprendía mucho muy orilla.
montañas.
y pensé que se reía de deprisa, porque siempre
mí. fue un chico muy listo Me miraba —¿Os tienen miedo?
y muy aplicado. Yo sorprendido. Volvió a
—Eres muy bonita, estaba siendo instruida bajar la vista despacio —Temen acercarse
si me permites decirlo. para tomar cargo del hasta sus manos, y al mar, demasiada
Por favor, no te enfades. negocio de la isla luego se incorporó un exposición.
cuando mi padre faltara. poco más, intentando
Y lo cierto es que, Odiaba la pesca, odiaba estar más cómodo. —Parece parte de un

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Marta Carpentier La Ternura
buscando algo concreto. —Ya no enseñas los barcos, odiaba todo funcionan según sus
números a chicos lo odiable y dormía propias y antiguas
—No estoy perdidos — le dije. solamente noches creencias.
durmiendo muy bien, sueltas. “Si tiras de la
Elena. —No, ya no. Ahora cuerda, las estrellas se A la noche siguiente,
ayudo a transportar mecen.” mientras me encontraba
—Si quieres pido que mercancías. escribiendo en mi
te trasladen arriba, pero Bajé una de tantas habitación, sentí que
he pensado que cuanto —La vida no pasa noches hasta los algo raspaba el hueco
menos te moviese... dormitorios de los entre mi puerta y la
sólo por las piedras,
invitados con una hoja piedra del suelo, y me
pasa también por pequeña de uno de
—Claro, no. Aquí nosotros. asomé tras los bordes de
mejor. mis cuadernos, y sobre mi mesa. Era un trozo
ella escribí “que pases muy pequeño de papel
—Sí que lo hace. mañana un buen día”,
El silencio, por muy que decía: “Gracias. No
¿Cómo ha ido todo me agaché frente a la
breves que fuesen eres tan dura como las
por aquí? Sé lo de tu puerta del dormitorio de
sus apariciones, lucía piedras, me precipité al
marido y Leroy y... Lo Raúl y la dejé sobrevolar
un cuerpo denso y decirlo.” Lo leí varias
siento mucho. el frío suelo, como a
resplandeciente. Era veces y después lo
una persona más, un veces sobrevuelan las arrugué.
—No te preocupes. olas más pequeñas y
fantasma hecho de Las muertes llegan
carne y de agua que tímidas la orilla mojada. — E r e s
porque hacen falta Raúl y Sonia dormían increíblemente
pedía a gritos participar también.
cada vez que alguno en cuartos distintos divertida, no permitas
hablaba. por exigencias de mis que te convenzan de
—Percibo la isla padres, que siempre lo contrario — me

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Marta Carpentier La Ternura
dijo Raúl en nuestro pausas, me miraba y aún. las otras dos camas,
siguiente encuentro. — sonreía, y yo sentía una tan endebluchas e
En serio, nadie consigue extrema e incómoda Sentí que, por una improvisadas como la
hacerme reír tanto, sensación de vergüenza, parte, él no parecía suya, ahora vacías y
absolutamente nadie. acompañada de ese tener demasiado interés malolientes. Le prometí
reconocible calor bajo en pasar ni un segundo que ese olor se iría en
Le reconocí que, las mejillas. Aquella más sobre esta isla, algunos días, y él asintió
al menos, sí que era noche, tras retirarnos a y lo entendí porque, sin mirarme. Me puse de
peculiar, pero nunca dormir, volví a escuchar ¿quién querría pasar pie entonces para irme,
lo había visto de esa el vuelo torpe del papel tanto tiempo aquí? pero vi cómo su brazo
forma, y nunca nadie y me agaché para Nadie comprende cómo se alzaba para hacerme
me lo había dicho. abrirlo. “Eres lo que da funciona, ni siquiera una pregunta. Me senté
Pero él insistió y siguió vida a esta isla”, decía los que nacimos y de nuevo entonces y
contándome cosas, la tinta sobre el blanco. estamos hechos de esperé a que fuese él
intentando provocar ella, sus criaturas, sus quien me hablase.
opiniones contrarias en Tuve entonces la monstruos. Noté mi
mí. Me di cuenta de que idea de prepararle algo gesto cambiar, noté —Victoria se parece
lo hacía para que yo me más original, algo cómo el viejo eco del a ti — me dijo.
enfadase brevemente, distinto de tanta carta insomnio acumulado
ya que eso le divertía, y tanta noche sobre las aparecía y se pegaba a —No sé si eso es
pero siempre con la piedras. Escribí la frase mis párpados. Miré al bueno o malo, pero
mejor de las intenciones, correspondiente, por suelo y respiré hondo. Le gracias.
ya que decía que jamás supuesto, pero rompí expliqué que estábamos
soportaría verme aquel papel y metí cada construyéndole un Sonrió. Se miró
enfadada de veras. De uno de los trozos en barco, pero él seguía las dos palmas de las
vez en cuando hacía una página distinta de desviando la vista hacia manos, no sé bien si

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Marta Carpentier La Ternura
Raúl fue mejorando, todavía el sol ni había varios libros antiguos a mirarme cada vez
aunque todos los demás, asomado su corona de la enorme biblioteca con más furia. Me
uno a uno, fueron sobre las olas, me de mi padre. Le hice convencía muchas
cayendo en el abismo acerqué hasta la cabaña bajar hasta allí y buscar noches para que me
somnoliento de la isla. de Raúl. Él aún seguía cada uno de los libros quedase con ella en los
Todos perdieron la vida dormido, así que me hasta reunir todos y jardines y no bajase a la
con lentitud, sin fiereza. senté en una silla de cada uno de los trozos. playa. Empezaba todas
Simplemente estaba madera que uno de mis Sobre el único rincón las conversaciones
escrito de esa forma. hombres había dejado de arena mojada de la atravesándome con su
Raúl fue mejorando y allí para mí. Al poco playa, con un palo muy mirada, más azul que
el color de sus mejillas tiempo, él se pasó la flaco y pequeño, le el universo, y me dolía
fue tomando cada día mano por los ojos y los escribí la primera parte ya antes de que ella
más forma. Decidí no abrió, y después intentó de la frase. Sobre una empezase a hablar.
frenar la construcción estirar el cuerpo entero, de las piedras gigantes
de su barca, y no pero el dolor le frenó. blancuzcas, con un pico —Jamás lo entenderé.
tenía por qué ser más Miró a su derecha, pero de carbón, la segunda,
pequeña de lo que había se encontró con la pared y en qué libros debía —¿No entenderás
sido pensada en un de troncos de la cabaña. buscar su continuación. qué, Hestia?
principio. Sí, sería el Y así hasta que las tuvo
único navegante sobre —Pediré que te abran todas, las montó sobre el —Cómo puedes
ella y todavía no estaba una ventana — le dije. suelo de su dormitorio llegar a ser tan ridícula.
claro ni si podría volver y pudo leer mi mensaje,
a usar sus piernas, pero —No tienes por qué, que decía “eres tú quien
¿me quedaba otra? trae esa vida.”** —No sé a qué te
me iré pronto. refieres.
Una mañana, cuando —No puedes andar Hestia empezaba
—Oh, Elena, por
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Marta Carpentier La Ternura
todos los dioses primero. aquel momento. Había tristes. Una pena,
habidos y por haber. Sí conocido hacía más de porque no conocí nunca
que lo sabes, lo peor de —No lo conoces. quince años a una mujer mujer más guapa que
todo es que lo sabes, joven y entregada, llena Hestia.
que lo has sabido desde —¿Y crees que tú sí? de brillo e ilusión en
el principio. los ojos, que le había —Raúl pronto podrá
—Somos amigos, ofrecido todo, o casi andar, Elena.
No supe qué Hestia. Y eso, hasta todo. Había hecho que
contestarle. Sí, me donde mi mente respirase una isla ya Deberías procurarles
sentía ridícula cuando “ridícula” alcanza, no gastada de tristeza. La a los que salgan
ella me lo decía, a es algo de lo que huir. había hecho respirar por de ésta una barca
pesar del descomunal él. en condiciones e ir
amor con que solía —Tienes tu vida, preparando su marcha.
hacerlo. Elena, y él no es parte Fueron días raros.
de esa vida. Él vino, con Una tarde, a mitad de Tenía razón, eso era
—Hestia... su barco, su trabajo, su camino, Hestia me justo lo que debía hacer,
mujer. Y cuando acabe paró en la playa y me así que me dispuse a
—No tienes se irá. dijo que quería hablar hacerlo. Puse a muchos
justificación. En serio, conmigo. Asentí con la de mis hombres a
¿por qué haces esto? Sus palabras se cabeza y paseamos. Ella preparar una buena
Ya escuchaste que más posaron en mi cuerpo sí que había envejecido embarcación que echar
sabe el diablo por viejo haciendo fuerza, y sentí más que yo, su pelo al mar con los que
que por diablo, y él es que mi corazón hacía antes fue rubio era sobreviviesen.
de hecho ambas cosas, a su vez fuerza hacia ahora color gris ceniza,
viejo y diablo. Quizá fuera, defendiéndose del y sus ojos desconfiados Las tardes y las
más lo segundo que lo daño. Porque aquello era se mostraban siempre noches se sucedían y

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Marta Carpentier La Ternura
Esperé varias luego bajó la vista a su daño. También las rocas verdad. Sí, no me mires
semanas hasta que mano para ver si había vinieron del mismo así. Imaginemos que le
él empezó a mejorar. sangre. No había, de lugar que nosotros, la compro ese humo, eso
Cuando por fin pudo forma que suspiró con misma cuna. Dicen que de que no se alejará de
hablar, aunque todavía alivio. no albergan vida, pero ti. ¿De verdad crees que
seguía tumbado y ¿no es el daño acaso debería? ¿Crees que
sin mucha fuerza en —Sabes que no parte intrínseca de todo lo mejor es que no se
las piernas, logró lo que existe? aleje?
incorporarse un poco — le contesté.
y me miró agradecido. —Me ha prometido Abrí la boca para
Pensé que sus ojos —Prácticamente. No que nunca nos hablar hasta en tres
eran exactamente los deberías estar aquí, sólo alejaremos mucho. ocasiones, pero ya
mismos, que eso debía hay enfermos. su sonrisa satisfecha
ser algo que jamás Hestia se rio se había dado por
envejecía. —Por eso estoy aquí. entonces con ganas ganadora. No, tenía
al escucharme. Paró razón. Algo en mí me
—Estás igual y arrancó de nuevo, decía que lo mejor para
No había el más ambos era acabar con
mínimo rastro de tapándose media cara
— arrancó a decirme e incluso inclinándose aquella amistad en aquel
dulzura en mis palabras, momento. Pero a la vez
finalmente. hacia detrás. Después
en el tono de mi voz, ni me enfadaba, igual o
en mi mirada. La sentía volvió a dirigirse a
Su voz también era la mí con un tono más más que las palabras
salir de mí robusta como de mi amiga, solamente
misma, sólo que ahora las rocas y posarse en solemne.
en la dureza no se intuía atreverme a pensarlo,
sus pupilas agotadas reconocérmelo a mí
suavidad. Tosió varias por la fiebre. Pensé en lo —Está bien,
veces tras hablar, y imaginemos que es misma. ¿No podíamos
que él pensaría de mí en

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Marta Carpentier La Ternura
ser amigos?, ¿tan diferencia de edad no era tan bravo ni tan desde que lo vi tirarse
insostenible era? Le es abismal, yo estoy sorprendente como desde proa en mitad de
insistí otra vez a Hestia, felizmente prometida antes. La juventud se la tormenta, dar varias
exponiéndole que había y él felizmente casado. me estaba escapando vueltas sobre las piedras
gente más dulce que Eso no es impedimento entre los dedos y todo a protegiéndose los ojos
otra, que él expresaba para forjar amistades. mi alrededor empezaba y caer casi a los pies de
de esa forma su inmensa a parecerse a la isla que uno de mis hombres,
confianza en mí y su —Elena, tú no eres describía el bueno de que lo había levantado
amistad. “Amistad”, más que su aplauso de Leroy. Arena bajo tierra, y llevado a la cabaña.
“amistad”... Cada turno en esta parada personas miserables, Llevaba con fiebre
vez que esa palabra de su viaje, que por solitarias o simplemente varios días y había
atravesaba mi boca, supuesto no acaba aquí. decepcionadas. Seguía vomitado todo lo que le
algo en las pupilas de viendo lo bello, lo habíamos llevado para
Hestia se abría. Tragué saliva seguía reconociendo, comer. Hestia me había
sabiendo que de nada pero ya no penetraba pedido que no pasase
—No es tu amigo, y serviría volver a en mis poros como el mucho tiempo allí,
tú no eres su amiga — enfrentarme a ella, me aire, ya no inundaba pero no había insistido.
me dijo. di la vuelta y me fui. mi existencia ni mis Le rodeamos el cuello
pulmones. Había con unas vendas, ya
—Por supuesto que No dejé de bajar a la aprendido a defenderme que se había arañado y
lo es. playa porque aquella de lo indefendible. temíamos que sangrase
era mi playa, no dejé demasiado. Mostraba
—¿Estás segura? de hablar con él porque El tercero de los unas ojeras muy blancas
las personas son sólo hombres que ocupaban y respiraba con algo de
—¿Dónde está personas, pensé, y él esa cabaña era Raúl. dificultad.
el problema? Sí, la se merecía de mí la Lo había reconocido

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Marta Carpentier La Ternura
que había allí, uno de encajar todas las piezas confianza que casi nadie perlas fascinantes para
ellos estaba moribundo, y levantar su navío de parecía mostrarle. Si mí, y me acariciaba a
tan exhausto que no nuevo, y que podrían algún día la tristeza me ratos con las uñas de su
quería beber nada y seguir con su ruta como despertaba y lograba voz hasta que dormía.
era incapaz de mirarte si nada. Nunca sabré que bajase la cabeza, él Aun así, los insectos
cuando le hablabas. si me maravilla más la sabía qué decir, cómo de la duda lograban
Supuse que no tardaría inocencia de los niños decirlo, para lograr algunas veces trepar
mucho en dejarnos y o la de los ancianos. confortarme. Se lo dije, hasta el cabecero para
no me equivoqué. La Ambos comparten esa y él me dijo que saber espantarme la paz,
misma rabia salvaje que sabiduría que sólo te que tenía el poder de de forma que decidí
lo había empujado aquí da sentirte a uno de los confortarme le llenaba acercarme a hablar
fue la que se lo llevó, extremos de la vida. de orgullo, y que yo con Ana, la señora sin
sobre una balsa serena, También deduje que era un regalo oportuno cuello que conocía
a la tumba más antigua parte de lo adorable para él en un momento todas las lenguas del
y más sagrada de todas. en aquel hombre me lo “extraño” de su vida, océano. Nos sentamos
producía el hecho de que mi presencia le en el banco de hierro
El segundo de esos verme tan reflejada en había iluminado y que estaba justo al bajar
hombres era un viejo él. Ese deseo de hacer hecho feliz, y que se desde las puertas de los
cascarrabias. Después todo lo que el espíritu sentía asombrado y baños. Era un buen sitio
de dos o tres días, me había pedido afortunado de que así para conversar, porque
insistió en levantarse siempre, sin atender fuera. desde aquel lugar no
y ponerse a montar de a órdenes, ni a líneas podía verse la playa,
nuevo el barco. Estaba trazadas, ni a mapas. Lo que al principio solamente un trozo
claro: había perdido Yo había pasado ya la habían sido sólo largo de manto azul.
la razón. Se pensaba imponente frontera de palabras amables,
que él solo lograría los cuarenta, y el mundo tomaron forma de —Llevo años

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Marta Carpentier La Ternura
trabajando con Raúl, y “No eres importante adentro y no hizo falta almas que lo navegan.
sólo puedo decirte que para él.” utilizarlas. Todos mis El mar todo lo hace a
no hay rumor incierto trabajadores tuvieron ciegas, se lo intenté
sobre él — me confesó Siguieron pasando que reorganizarse para explicar bien, porque
Ana. días, y uno de tantos, dormir en ellas como en el fondo es oscuro,
de repente, la expresión buenamente cupiesen. aunque desde fuera
—¿Y su esposa lo de Raúl era distinta. todos lo veamos color
sabe? Fue entonces cuando Les traje jarras con azul. Su majestuosidad
empecé a comprender. agua a los que vi más nos engaña, como
—Yo no voy a entrar Comprender no que dispuestos y ya más todo lo que es bello en
ahí. Hemos parado en ellas tuviesen razón, recuperados. Y a los un principio. Pero si
otras islas, me acuerdo porque yo seguí que parecían mostrarse besas las olas, si metes
muy bien de todas. apostando por él en más preparados mental el cuerpo entero entre
Les había prometido el todo momento, sino y físicamente, también ola y ola, si te dejas
cielo, con sus nubes y comprender lo idiota algo de comida. Al arrastrar por el agua que
sus pájaros, con sus... que había sido al no principio en forma has besado, empiezas
haberme dado cuenta de purés y de caldos, a darte cuenta de que
—¿Y cómo sé que es de lo que había entrado después más elaborada. solamente hay frío y
verdad? en mí, con disimulo, oscuridad allí abajo.
de puntillas, como —Esta isla está Que solo fue bello desde
—Si no lo sabes ya, entraban los papeles por maldita — me dijo uno afuera.
yo me preocuparía. la finísima raja sobre de ellos sin pestañear.
Grábate esta frase en el el suelo. Esperé a que Le expliqué que no era Salí de la segunda
cerebro, niña: no eres los demás se retirasen cierto, pero que el mar no cabaña y me dirigí
importante para él. y escribí, “por favor, comprendía de las vidas entonces a la tercera.
déjame ayudarte, no que lo rompen ni de las De los tres hombres

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Marta Carpentier La Ternura
ellos, preocupada seguramente todavía soporto verte mal.” Tras Reparé en que no
por su estado, y le deben quedar a día de dejárselo caer sobre la había pensado antes de
contesté que habíamos hoy. El océano acabará piedra, me retiré a mi decir aquello. Él, que
logrado salvar a siete. por llevárselas todas habitación, pero alguien no estaba acostumbrado
“Siete...”, repitió aquel algún día. golpeó la puerta. Abrí a que yo fuese la de las
hombre, visiblemente y no había nadie. Supe frases amables, abrió
entristecido. Me explicó Como la mayoría entonces que debía los ojos sorprendido.
en voz muy baja, casi de mis trabajadores se bajar a la playa. Me habló de lo especial
imperceptible, que en tuvieron que marchar, que era yo para él, cómo
el navío viajaban más mandé a Victoria a —Gracias por la en poquísimo tiempo
de setenta. Después quedarse junto a Jonás atención, realmente me había logrado crear
siguió tosiendo, y me en el despacho y yo hacía falta — me dijo él algo dentro de él que
sorprendió que aún me quedé sentada al llegar. no estaba y se sentía
quedase algo de agua junto a algunos de esos frágil frente a mí. “Eres
marina en sus pulmones. hombres. Me paseaba —¿Va todo bien? mi debilidad, Elena”,
de vez en cuando de un Llevas varios días con fueron literalmente sus
—Se los ha tragado lado a otro y de cabaña el gesto del revés. palabras. Sintiendo
el mar. Lo siento. en cabaña, pendiente cómo ese humo, real o
de lo que pudiesen —No sabes cómo ficticio, que llegaba a mí
No supe muy bien necesitar. Había dos en me alegra que te des desde su voz, se colaba
qué añadir, era una la primera cabaña, otros cuenta. Eso significa por mis párpados, oídos
situación desagradable dos en la siguiente, y que estás pendiente, y labios, llegaba hasta
para todos. Mi playa en la tercera los tres que te importo. mi garganta y bajaba
estaba repleta de piezas restantes. El resto de hasta el lugar donde casi
sueltas y destrozadas las cabañas habían nada llega, perdí toda
—Por supuesto que
de su barco. Tantas que sido construidas tierra capacidad de distinción
me importas.

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Marta Carpentier La Ternura
respecto a los límites suavizan.” Añadió que de inmediato a ver qué por los golpes de las
de mis propias frases. yo ya me había ganado ocurría. Se trataba de olas y las repentinas
Dije sin más, hablé lo preguntarle lo que un navío gigante que rocas.
que de mi cuerpo mi fuese, que jamás podría se había desviado en
idioma le quiso hablar, mentirme. Yo le dije que mitad de la tormenta Ala mañana siguiente,
y me escuché desde me habían advertido hasta acabar volcándose que tanto tardó en
lejos, como si una parte contra él. Asintió, ya lo y chocando contra llegar, estábamos todos
de mí ya no estuviese sabía, sabía lo que todo nosotros. Algunos agotados y todavía con
conmigo. el mundo iba contando de mis hombres, que el susto en el pecho.
de él. No le importaba, pasaban la noche en Hestia se había pasado
Le dije que no sabía ese hombre del que unas cabañas junto a la horas intentando dormir
qué me ocurría junto a hablaban no era él. Dijo playa esperando a que a Leonardo, y Victoria
él, y él respondió que que ninguno de ellos amaneciera para echarse no dejaba de hacer
a los dos nos ocurría le conocía. “Yo no voy al mar, consiguieron preguntas y de asomarse
exactamente lo mismo, a hacerte daño, ¿me con esfuerzo sacar de a las cabañas de los
que nos sentíamos en crees?” Dudé antes de aquella vorágine de trabajadores, donde
paz el uno junto al contestarle, pero no le láminas rotas, velas y habíamos logrado
otro, que sentíamos molestó. Le comuniqué enseres, los cuerpos recostar, curar un poco
que podíamos hablar entonces sin reparos de algunos hombres. y limpiar por encima
de cualquier cosa sin ese oleaje de dudas que Era plena madrugada a aquellos hombres.
juzgarnos, que quizá aparecían a veces y me y apenas se podía ver Uno de ellos abrió un
justo por eso había asaltaban, y añadió que a causa de la terrible ojo y solamente dijo
entrado yo en su vida él contra eso nada podía tormenta. Apestaba a “¿cuántos quedamos?”
“como entra toda la hacer. Me recomendó sal y algas, y los cuerpos Yo había pasado toda
espuma de las olas en las que mirase en mi de aquellos navegantes la noche y toda la
rocas, que cortan, pero interior y me contestase habían sido maltratados madrugada junto a

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pelo tan rubio como ella de sitios y trabajó de yo misma. Y justo antes sabía que era cierto.
e igual de abundante. todo lo que uno puede de que yo dijese nada, Siempre lo digo todo
trabajar, antes de decidir él me detuvo diciendo con la expresión, como
Leroy y mi padre al fin quedarse también “ya lo has dicho todo los animalillos. Si tengo
también murieron, aquí, con su familia y con los ojos.” hambre, lo ve todo el
como murieron las amigos, descansando y que me mire. Si tengo
flores, desgastados deleitándonos muchas Cuando le conté a sueño, también.
también por el agua y noches con las historias Hestia esa conversación,
por el frío. El exceso de sus aventuras. Estaba ella se llevó las manos —Dime qué sientes
de humedad se coló en bien tener otro hombre a la cabeza. Tardó un — me dijo Hestia.
sus huesos viejos y nos en la isla, aunque fuese buen rato en arrancar,
dejó levitando de dolor uno tan joven, aparte creo que porque no —Siento que es
sobre las piedras. No del pequeño Leonardo, quería hacerme daño. verdad lo que dice, y
recuerdo haber llorado cuyo padre estaba si miente al hacerlo, es
tanto en toda mi vida siempre en alta mar. —Elena, dime una una pena que no lo vea,
como el día en que tuve cosa. porque lo cierto es que
que enterrar a mi padre. La misma noche es verdad, que está ahí
del décimo quinto —Pregúntala. y yo lo veo.
La isla ahora era cumpleaños de Victoria,
mía, y tendría que unos gritos procedentes —Pero dime la —¿Qué ves?, ¿de qué
encargarme de sus de la playa nos verdad. hablas?
negocios y de la pesca, despertaron. Me puse
lo cual al principio fue de pie temblando del —Esa paz. Existe, la
bastante duro, pero susto y en el pasillo me —Yo siempre digo la
verdad. vea él o no, me mienta
no tenía más remedio. encontré a un acelerado o no. De modo que, en
Jonás viajó por multitud Jonás. Juntos bajamos caso de que todo en sus
Me creyó porque
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palabras sea mentira, que todo lo entiende limpio con las olas, que todo lo demás, cualquier
está diciendo algo siempre. refrescan todo aquello daño, cualquier lástima,
cierto mientras miente, que acarician, y otras se volviese de golpe
está hablando la verdad, —Veo lo que él venía como humo, insignificante. Victoria.
aunque crea que la no ve, lo que parece llenándolo todo de
inventa. que todos aquí han nostalgia, impregnando Al nacimiento de
perdido de vista. Veo los vestidos, los Victoria le siguió la
Me escuché, otra un cúmulo precioso de abrigos, los muebles, de repentina enfermedad
vez, desde lo alto, estrellas conectadas pegajosa, insoportable y muerte de mi
mirándome a mí misma entre sí formando a memoria. Me convencí marido. Los pocos que
y apuntándome a la vez partir del barro una de que esa playa había quedábamos en la isla
con el dedo. No quería persona. Veo un ser estado siempre así, pero vivimos un largo y
tener que juzgarme, que ama y que sufre, lo cierto es que ahora pesado luto. Los años
pero tampoco quería que intenta sobrevivir, era otra playa distinta. pasaron, como pasan
rendirme frente mí que habla y abraza y las olas sin mirar lo que
misma, perderme ante desea, que pierde y Me casé con el dejan atrás ni lo que
mis palabras. vuelve a empezar. Veo que era mi prometido barren consigo. Hestia
un humano, un hombre. algunos meses más conoció a un muchacho
—¿Qué ves en él, Veo alguien eterno que tarde, en la isla de la de otra isla y también
Elena? ha olvidado que lo es, que él venía, bajo un se casaron, y vinieron
que ha olvidado que es sol maravilloso, y no a vivir con nosotros a
Tardé algo en darle un trozo de universo mucho después llegó Cinquecento. El hijo
una respuesta. Después inconsciente de sí la que sería la sorpresa de Hestia, Leonardo,
me concentré en ese mismo. Veo belleza. más grande de todas, nació cuando Victoria
punto de adentro que la más bella con tanta ya había cumplido los
tanto sabe de todo, —También existe diferencia que hizo que nueve años. Tenía el

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Sentí pena de mí misma, Pero yo sé que lo sabes: violencia en el ser bien el daño, que entra
de cómo alguien podía sabes quién eres y sabes humano, Elena. en ti como la espuma
ser tan extremadamente qué eres. ésa de la que él te habla
frágil mientras fingía —No he dicho que que entra en las piedras,
que era poco menos que —Qué suerte tengo no exista. destrozándolas. Pero
invencible. Me dio pena de tenerte. el dolor es una mera
mi propia soberbia y —No has dicho que consecuencia, no es a lo
eché de menos el rencor —No, hija. Soy yo el la veas. Respóndeme que más debes temer.
y la rabia primitivas con afortunado por tenerte a a algo: ¿a qué temes
las que había crecido, ti.** más que a nada en este —¿Y a qué crees que
pero ahora ya no era esa mundo? debería tenerle mucho
chiquilla contestona que Crecieron flores, más miedo que al dolor?
nada sabía del mar ni y muchas, y las odié —¿Por qué me
de la roca. Ahora podía mientras crecían; y preguntas tanto? Ya lo Entendía lo que
sostenerle la mirada a la respiración de la sabes. Hestia estaba intentando
mi padre por muy turbia isla, al principio tan hacer, pero no quise ser
que ésta fuese y levantar enérgica y vital, cada —No, Elena, no lo yo la que se atreviese
la barbilla, aunque vez se levantaba de entonces a verbalizarlo.
sé. Dímelo tú.
estuviese arrodillada su infierno con más La dejé hablar a
por dentro. trabajo. Ahí abajo debía ella, dejé que lo que
—Le temo al dolor.
hacer mucho calor, y su explicaba se clavase en
—Elena, tú sabes aliento sabía a centro mi frente como espinas
quién eres. Puede que lo —Es cierto, le temes
de la tierra, a sangre del mucho al dolor. Le y la sangre me cubriese
hayas olvidado y que lo corazón del mundo. como una gasa los ojos.
olvides a veces, no pasa temes porque sabes
nada, todos lo hacemos. cómo eres, sabes qué
El aire a veces venía eres, sabes que no llevas —La ternura, Elena.

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Hay hombres que temen oxida. La única forma —Muchos pensarían lo suficiente hasta que
la violencia, que temen de ganar es huyendo de que estamos locos, pero mueren, ninguna flor de
el odio, que temen la ella, no existe ninguna no han vivido nunca en ésas que salgan ahora
guerra. Todo eso se otra. esta isla. va a aguantar el día a día
puede devolver, todo de esta tierra, la pesadez
eso se puede vengar. Si Yo no supe —No nos puede de este viento, la falta
me odias, yo te odiaré en contestarle, no recuerdo juzgar nadie. de calidez de estos
consecuencia. Si usas si lo hice, si me atreví muros. Caerán como
violencia contra mí, yo a decir algo que nada —Nos dirían que todas las demás cayeron
la usaré contra ti. Pero, tuviese que ver con cómo podemos intentar antes, y volveremos a
¿cómo se defiende uno aquello, algo trivial que frenar el aire, que cómo ser un puñado de seres
de la ternura? No hay intentase desnivelar nos atrevemos a ponerle quejumbrosos sobre
forma de defenderse unas décimas la balanza barreras a la vida, que un montón de agua
de ella. Si entra en ti, e inclinarla hacia mi cómo puede faltarnos sólida que deambulan
si la recibes, la única ego. tanta sensibilidad. sombríos, deseando
forma de devolverla es que su isla fuese más
haciéndola crecer. No Fue ese día cuando —Van a nacer flores, acogedora algunas
hay manera de frenarla, decidí alejarme un poco padre — tragué saliva, veces, pero sabiendo
la ternura sólo sirve más de Raúl, no por reconozco que asustada, la verdad. Al final, uno
para destruir aquello él, no porque dudase tras decir eso. sólo puede y debe ser lo
que la toca. Con ternura de él, sino por mí. Le que es.
abraza el agua asesina a veía de lejos pasear con —¿Crees que no lo
las rocas que desgasta, Sonia por la playa, por sé? Puede que sea lo Se puso entonces de
Elena. Con ternura los jardines oscuros, que más me preocupa. pie y me miró antes de
abraza el sol lo que seca, por los pasillos de mi Ya hemos hablado de seguir hablando. Vio lo
lo que arruga, lo que casa. Me sorprendía no esto: las flores adornan que había tras mis ojos.

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del barco, me retiré de la frase resbaló de mis sentir ni el más mínimo ancianos cuando hablan
aquella orilla, de pronto labios casi sin hacer atisbo de algo parecido de las madres, ese deseo
tan grande. Siempre yo fuerza: “la isla está a la envidia. Me hacía incesante de evitarle el
había estado allí, pero respirando.” tan increíblemente sufrimiento a sus hijos,
su paso por ella le había feliz verle feliz, de la a pesar de la certeza de
cambiado el rostro a Para mi padre manera que fuese, al que éste es inevitable y a
todas las realidades que fue incluso más lado de quien fuese, veces un buen maestro.
habían formado esta sorprendente. Cuando que la sola recompensa
isla. me hizo llamar a su o condición que pedía a Me acosté una de esas
despacho, no tuve claro cambio de mi atención noches y permanecí
Caminé hasta los si estaba enfadado o era ésa, aunque fuese en silencio mirando al
jardines siguiendo simplemente en estado al otro extremo de la techo.
a Hestia, aunque a de alerta. Se había mesa, al otro lado de
mitad de camino algo sentado mirando a la las puertas, a lo lejos No sonó ningún
consiguió frenarme. ventana, pensativo. en la playa. Poder ser papel, ningún golpe tras
Mi sorpresa fue más testigo al menos de la puerta. Fuera todo
grande que el vacío —Hola, padre. esos momentos en que estaba oscuro, pero
que acababa de sentir. Supongo que me has él demostraba estar dentro la oscuridad era
Miré al suelo, a las llamado porque te feliz. No tener que peor y sólo podía oír mi
piedras, y a mis pies… inquieta la isla. contemplar su rostro latido a tropezones. Al
Algo vibraba bajo ellas, serio jamás, no tener
despertar, miré el suelo.
algo distinto. Hestia —¿Es cierto? que observarle mirar
triste, ya que había Nada. Miré a la playa,
se acercó hasta donde
yo me había quedado tomado forma en mí un y él estaba allí sentado,
—Sí. Pero le pondré como tantas otras veces,
inmóvil, su mirada me sentimiento parecido
remedio, lo prometo. manoseando unas
preguntó qué ocurría, y al que describen los
piedras y tirándolas al
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agua. Bajé y le hablé pienso con el corazón. falta decir nada, pero cuando se enfurece”,
como si no hubiese Hestia tenía razón, era ya estaría hablando decidí decirle al fin
hablado antes con imposible defenderse. de todas formas, y era en pleno abrazo, con
Hestia, como si no Opté por no hacerlo absurdo gastar voz para la barbilla pegada
hubiese habido noche entonces, por disfrutar no decir apenas. Me a su cuello. “Este
oscura tras de mí, como en silencio de su voz acerqué, él abrió los abrazo tan largo es una
si no hubiese en mí nada y de su compañía, brazos, y yo caí sobre estrategia magnífica
aparte de ternura. hasta que llegase el ellos abriendo los míos para ocultarme tu
día en que tuviese como un pájaro que cae cara”, contestó él entre
Le hablé como si que irse. Después, a descansar después de susurros. Tenía razón,
nada y él también ya me encargaría yo un vuelo muy largo, o así que sonreí de nuevo
me respondió como sola, tranquila, de que intenta incrementar cerrando los brazos un
si nada, sonriendo, reencontrarme conmigo toda la fuerza que poco más, y ya por fin
mostrándome algunas misma. posee justo antes, le solté.
piedras de colores que precisamente, de ese
tenían formas curiosas. —Gracias, Elena — vuelo. Le miré mientras
No recuerdo qué me me dijo Raúl. subía en aquel barco de
dijo, pero recuerdo lo Una pequeña oración madera azul y observé
que pensé. Ése es el —¿Gracias por qué? dirigida al inmenso y cómo la embarcación
mayor defecto que he desdentado océano se subía poco a poco los
tenido desde siempre, —Por confiar en mí. separó de mis labios, escalones de las olas,
ya me lo decía mi padre una oración que pedía entrando seguro y
de pequeña y yo lo Me habló sobre su protección para todos, y fuerte en el mar. “Iba
veo de mayor, el peor infancia y algunas de las sobre todo para él. “Ten a pasar”, habló Hestia
defecto de todos. No cosas que decía ya me cuidado con el mar, no detrás de mí. Cuando
sé pensar con la mente, sonaban de antes. “A atiende a lógica alguna ya no se veía ni rastro

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abierta como siempre, acababa de darle una este ritmo creo que vas a Pero realmente no se
le deseó lo mejor a palmada en la espalda saberlo todo sobre mí”, creía lo que decía, por
Jonás y después se a Jonás y le decía adiós bromeó. Algunas veces eso guiñaba un ojo al
despidió de Hestia con a Hestia sin atreverse a disparaba algún halago hacerlo.
palabras muy amables. acercarse demasiado, que otro, pero ya no
Ana también lo hizo, intenté decirle algo, conseguía sonrojarme. —Sé que estás
aunque a su forma, más pero no pude. Supongo que me bromeando, Raúl.
sobria y un poco menos estaba acostumbrando
sentimental. Sonia las —¿Vas a hablar? — y me interesaba ahora —Vaya, entonces
siguió después, muy me invitó él, con una mucho más no apartar ya distingues cuándo
sonriente y cercana, media sonrisa. la vista de su rostro, bromeo de cuándo no.
recordándole a Jonás no perderme desde ese
que no tardase en poner —Reconoce que palco magnífico su
en práctica todos sus disfrutas como un niño. limpia y abierta risa, que —Es fácil: siempre
nuevos conocimientos, estar pendiente de sus estás bromeando y
ya que no todos los —Disfruto como un palabras. Era entonces
muchachos de su edad cuando él decidía dejar nunca estás bromeando.
adulto.
los tenían y eso era un caer una broma algo Le impactó y le hizo
privilegio increíble Tras decir eso, me grosera, intentando
que no debía jamás sorprenderme para gracia mi comentario.
dio la impresión de que
obviar. Mi padre les no estaba bromeando, hacerme reaccionar. —Chica lista —
dedicó también algunas porque al decirlo no concluyó.
palabras y yo les di un volvió a sonreír más, —Ya ni te cambia el
breve abrazo a cada y sus ojos se cubrieron gesto, te da igual lo que Algunos rayos del
uno. Cuando llegué a de un aire serio. Quise te diga. sol, que se volvían
donde estaba Raúl, que decirle que no hacía más anchos a medida

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que caían, le aclaraban torpemente y mi rostro neuronas más dormidas. dedo índice peinando
el pelo. Las pocas era un cristal, desde el los pelos de su brazo,
canas que mostraba se cual se iban mostrando Recuerdo aquel justo antes de llegar
veían brillantes, como uno a uno mis demonios día en que me sentía a la muñeca, y luego
hilos de oro sobre un ante el mundo. inmensamente triste a subiendo al cuello y
manto. Había algo causa de una pelea que acariciándolo despacio,
que le caracterizaba —No me puedo había tenido con Hestia, mientras observaba un
especialmente, y eran defender. y cómo él canceló gesto incomparable de
sus pestañas. Las tenía las lecciones que ya paz dibujarse sobre su
largas y muy negras, Eso fue lo que le dije había organizado con cara tranquila.
como barrotes que un día a Hestia, justo Jonás para ese día para
cortaban las barras cuando ya el último sol pasar horas conmigo Y sobre todo
amarillas que nos naranja había entrado intentando que me recuerdo el día en que
regalaba el cielo. Cada por completo en el olvidase de todo. Sentí se marcharon como
vez que cerraba los océano, derramándose esa cercanía y amistad si fuese ayer mismo,
ojos al sonreír, parecía y tiñendo toda el agua de las que me había como si hubiera
que sus pestañas los de mil tonos.** hablado, que no estaba despertado esta mañana
defendiesen. ¿De mi sola si él observaba en y no hubiese pasado ni
ternura? Puede ser, al Los días se mi rostro la tristeza. un año. Ni un sólo año.
fin y al cabo, llegó un sucedieron, y ahora
momento en que ésta algunos se entremezclan Recuerdo también Jonás y Leroy se
se disparaba en todas y los detalles se pierden aquella mañana que mostraron agradecidos
las direcciones. Igual en mi cabeza. Ahora nos tumbamos en las y satisfechos, se
que el rayo de sol aprieto los codos sobre piedras, mis dedos sobre abrazaron a todos y
que se estiraba hasta la mesa y un poco los suyos y su mano cada uno de ellos.
romperse, yo me rompía también de paso las apretando la mía. Mi Laura, tan dulce y tan

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