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Voy a manifestarte, dice a santa Brígida la santísima Virgen, lo que hice con el
alma de tu hijo Carlos cuando se apartaba del cuerpo. Hice lo que una mujer al
asistir a otra que está de parto, que la ayuda a fin de que no muera en el parto ni
el niño sea ahogado al
nacer, y cuida además de que no puedan matar al niño los enemigos de éste que
existen en
la misma casa. De igual modo obré yo, pues estuvo junto a tu hijo Carlos desde
antes de expirar, a fin de que no tuviese en su memoria el amor carnal, de suerte
que por él pensara o hablase algo contrario a Dios, ni omitiese algo agradable al
Señor, ni en menoscabo de su alma quisiera de modo alguno hacer algo que pudiera
ser contrario a la voluntad divina.
También en el duro trance de salir del cuerpo su alma lo ayudé, a fin de que no
padeciese
tan grave pena al morir, que por ella pudiera hacerse inconstante, desesperando en
algún
Igualmente custodié su alma de tal manera de sus mortales enemigos, esto es, de los
demonios, que ninguno de ellos pudiera tocarla, sino que al punto que salió del
cuerpo, la
recibí bajo mi custodia y defensa; de tal modo que al instante echó a huir y se
retiró la gran
Pero cómo después del fallecimiento de tu hijo Carlos fué juzgada su alma, se te
A los pocos días aparecióse la bienaventurada Virgen a santa Brígida, que velaba en
oración, y le dijo: Ya por la bondad de Dios te es lícito ver y oir cómo tuvo lugar
el juicio de
hermoso palacio y vió a nuestro Señor Jesucristo sentado en un trono como Emperador
veíase a su dignísima Madre, que estaba de pie y atendiendo mucho al juicio de que
se
trataba. Delante del Juez veíase también cierta alma que estaba con gran miedo y
terror,
desnuda como un niño recién nacido y caso del todo ciega, de modo que nada veía en
su
mismo tiempo Señora mía y Madre tuya, y a la cual amas tanto, que la has hecho
poderosa
injusticia tocante a esta alma que se halla presente. Porque según justicia, así
que esa alma
justo Juez, esa mujer, Madre tuya, cogiéndola en sus manos casi aun antes que
saliese del
todo bien; cuando fuiste creado, conocías esa justicia que existía en Dios desde la
eternidad
y sin principio; tuviste también el libre albedrío para hacer lo que más te
agradara, y
aunque escogiste aborrecer a Dios más bien que amarlo, no por eso dejas de
comprender
Dios, verdadero Juez; porque mientras esta alma estuvo en el cuerpo, me amó mucho,
recapacitando con mucha frecuencia en su mente, que Dios se dignó escogerme por
Madre
suya, y quiso exaltarme en sublime grado sobre todas las cosas criadas; y por esto
empezó
esa alma a amar a Dios con tanto amor, que en su corazón decía así: Me alegro tanto
de
que Dios ame sobre todas las cosas a la Virgen María su Madre, que no hay en el
mundo
criatura alguna ni placer corporal que recibiera yo en trueque de este gozo, y aun
lo
preferiría a todos los deleites de la tierra; y si posible fuera que en el más leve
ápice pudiera
Por tanto, sean dadas a Dios infinitas acciones de gracia y gloria sempiterna, por
esa
bendita gracia e inmensa gloria que ha dado a sus dignísima Madre. Mira ahora, oh
demonio, con qué voluntad murió éste, y qué te parece, si era más justo que antes
del juicio
de Dios estuviese bajo mi custodía su alma, o cayera en tus manos para que la
Y respondió el demonio: No tengo derecho alguno, para que antes del juicio caiga en
mis manos esa alma que te ama a ti más que a sí misma. Pero aunque en rigor de
justicia le
hiciste esa gracia antes del juicio, con todo, sus obras la condenarán para ser
castigada por
mis manos. Y ahora, oh temible Reina, te pregunto, por qué antes de salir el alma
nos
Esto lo hice yo, respondió la Virgen María, por ese ardiente amor que a mi cuerpo
tuvo, y por ese gozo que sentía, porque yo fuera la Madre de Dios. Por tanto,
alcancé de mi
Hijo la gracia de que ningún espíritu maligno se acercara a él, dondequiera que
estuviese, y
y que no haces injusticia al demonio más bien que al ángel. Adjudícame esta alma,
pues en
la sabiduría que tuve cuando me creaste, he escrito todos los pecados de ella, y
los he
conservado en la malicia que tuve, cuando caí del cielo. Porque al llegar esta alma
a tener
uso de razón y a comprender bien que era pecado lo que hacía, su propia voluntad lo
A lo que respondió el ángel bueno: Tan luego como la madre supo que la voluntad de
alcanzó el temor de Dios, de modo que siempre que caía en pecado, al punto se daba
prisa
para confesarse.
cabeza y demás miembros lo que creía tener, y todo trémulo y muy turbado dijo:
pecados estuvieron escritos. La materia significa los tiempos en que pecó; de los
cuales no
la gracia de que por cada pecado que había cometido, alcanzara contrición, haciendo
una
confesión humilde con amor de Dios y por esta causa están puestos en olvido y
borrados de
con que el referido caballero se había propuesto enmendar sus pecados, mas no lo
hizo.
Por consiguiente, añadió el demonio, tengo precisión de atormentarlo hasta que con
la
pena fueren satisfechos los pecados que ese caballero no cuidó enmendar en su vida.
Y contestó el ángel: Abre el saco y pide el juicio acerca de esos pecados, por los
cuales
Dicho esto, comenzó el demonio a dar voces como un loco y a decir: Me han
lo que en él se contenía: este saco era la pereza, en el cual puse todas las causas
por las que
debía yo castigarlo, pues por pereza omitió muchas obras buenas. Y respondió el
ángel: te
Y dijo el demonio: Todavía tengo aquí algo que presentar, que son sus pecados
amigos y visitar los santos lugares con muchos trabajos, y lo cumplió esto,
preparándose de
tal suerte, que la Santa Iglesia le concediese la indulgencia, pues por la enmienda
deseaba
Todavía debo castigarlo, respondió el demonio, por todos los pecados veniales que
cometió y que no borró con las indulgencias: son muchos millares, y todos los tengo
y lamentos y como un loco dijo el demonio: ¡Ay de mí!, no tengo que decir ni una
palabra,
porque me han arrancado de raíz la lengua. Lo ha hecho eso su madre con sus
continuas
oraciones y trabajos, dijo el ángel, porque de todo corazón amó el alma de su hijo.
Por la
caridad que la madre tuvo, fué voluntad de Dios que el alma se doliese, y
perdonarle todos
los pecados veniales que cometió desde su infancia; por eso tu lengua aparece
privada de
fuerzas.
Y replicó el demonio: Todavía tengo muy guardada en mi corazón una cosa que nadie
puede destruir, y es que adquirió algo con injusticia, sin cuidarse de devolverlo.
Por todo
propósito de satisfacer completamente con sus cortos bienes y según sus medios a
todos
aquellos a quienes había quitado algo injustamente. El Señor aceptó este propósito
como si
fuera obra, porque el hijo no podía vivir más tiempo. Ahora sus herederos deben
satisfacer
según puedan.
Si no tengo poder de castigarlo por sus pecados, dijo el demonio, deberé
castigarlo,
completo uso de razón y cuerpo sano. Pues las virtudes y buenas obras son los
tesoros que
deberia llevar consigo para ese reino, que es el glorioso reino de Dios. Deja, por
Y respondió el ángel: Escrito está que al que pida se le dará, y al que llame con
perseverancia se le abrirá. Oye tú, enemigo. Con súplicas a Dios y con obras de
piedad
durante más de treinta años, vertiendo muchos millares de lágrimas, para que Dios
se
dignase enviar el Espíritu Santo al corazón del hijo, de modo que éste ofreciera de
buena
voluntad al servicio del Señor sus bienes, su cuerpo y su alma. Y así lo concedió
el Señor;
pues este caballero se hizo tan fervoroso, que para nada quería vivir, sino para
hacer la
voluntad de Dios.
este amó mientras vivía, le aumentaron algún consuelo con sus méritos.
De esta suerte fué reuniendo un tesoro, como esos peregrinos que diariamente
truecan por las riquezas eternas los bienes perecederos; y por haberlo hecho así,
alcanzará
la santa ciudad de Jerusalén, y por haber deseado mucho exponer su vida peleando
fuese respetado con la debida reverencia el glorioso sepulcro del Señor; pero todo
esto era
con tal que hubiera este caballero estado en disposición de acometer tamaña
empresa. Por
tanto, tú, demonio, ninguna justicia tienes para suplir lo que él personalmente no
llevó a
cabo.
de buena gana con la voluntad divina, y amando a Dios con todo su corazón,
alcanzarán la
gracia del Señor. Quiere también este mismo Señor darles una parte de la corona
triunfal
de su bendito Cuerpo hecho hombre, con tal que se hallen purgados según recta
justicia.
Por tanto, oh demonio, de ninguna manera te pertenece hacer nada para su corona.
Al oir esto el demonio, dió con impaciencia fuertes rugidos, y dijo: ¡Ay de mí, que
me
más extraño es que hasta he olvidado el nombre que tenía mientras vivió. Sabe,
respondió
el ángel, que ahora en el cielo se llama el hijo de lágrimas. Entonces en voz alta
dijo el
demonio: ¡Cuán maldita es su sucia madre, que tuvo tan enorme vientre, que cupo en
él
tanta agua y todo estuvo lleno con humores de lágrimas! ¡Maldita sea ella por mí y
por toda
sus amigos.
Habló entonces Jesucristo Juez y dijo: Apártate tú, enemigo diablo. Después dijo al
alma: Ven tú, escogido mío. Al punto huyó el demonio. Y al ver esto santa Brígida,
dijo:
¡Oh eterna e incomprensible virtud, vos que sois el mismo Dios y Señor nuestro
Jesucristo!
Vos infundís en los corazones todos los buenos pensamientos, oraciones y lágrimas;
vos
ocultáis vuestros generosos dones, distribuyendo con ellos eternamente los premios
de la
gloria: déseos, pues, honra, rendido homenaje y acción de gracias, por todas las
cosas que
habéis criado. ¡Oh dulcísimo Dios mío! Vos me sois amadísimo, y mucho más querido
para
Entonces dijo también a la Santa el ángel: Debes saber que no te ha mostrado Dios
esta visión únicamente para consuelo tuyo, sino también para que los amigos de Dios
comprendan lo mucho que el Señor se digna hacer por las oraciones, lágrimas y
trabajos de
sus amigos, que caritativamente oran y trabajan en favor de otros con perseverancia
y
buena voluntad. Has de saber igualmente, que ese hijo tuyo no habría alcanzado
semejante
gracia, sino porque desde su niñez tuvo deseo de amar a Dios y a sus amigos, y de