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03/07/2015 - 10:35

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Psicología

Estanislao Bachrach: "Al cerebro no le


importa que seas feliz, solo que
sobrevivas"
El biólogo argentino asegura que lo que pensamos transforma nuestro cerebro. El
primer paso para intentar cambiar lo que no nos gusta es el autoconocimiento.

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 actitud

 Cerebros

 coaching

 Estanislao Bachrach

 potencial
No podemos controlar nuestro cerebro pero sí gobernarlo un poco más. Bajo esta premisa el
biólogo Estanislao Bachrach publicó En Cambio, una guía para aprender a modificar el
cerebro y sacarlo de la rutina y del automatismo.
Bachcrach, que es doctor en Biología Molecular y fue investigador durante un lustro en la
Universidad de Harvard, defiende la neuroplasticidad cerebral a cualquier edad y señala que
el primer paso para intentar cambiar lo que no nos gusta es el autoconocimiento.
- ¿Podemos cambiar todo lo que nos propongamos de nuestro cerebro?
- Todo probablemente no, pero sí mucho más de lo que se creía. Desde una mirada
científica, durante muchos años se habló del cerebro como un órgano fijo pero cada vez hay
más experiencias que muestran que sigue siendo muy plástico incluso a los 80 o 90 años.
- ¿Cómo funciona este proceso de aprender a cambiar?
- El cerebro no reconoce realidad o fantasía, reconoce tus creencias, así que lo primero es
creer que lo puedes hacer. Y creer implica entender lo que va a suceder luego: trabajo,
disciplina, compromiso, tiempo… Para la neurociencia cambiar es sinónimo de aprender, lo
que pasa es que de adultos queremos dominar, no aprender de nuevo. Y antes de ponerte a
cambiar, tienes que conocerte a ti mismo bastante para saber si quieres mover algo de tu
vida.
- ¿Por qué cuesta tanto cambiar?
- Primero porque uno cree que no puede. Y después cuesta porque tiene que ver con un
aprendizaje que comportará fracaso en el camino. Y fundamentalmente porque en el proceso
de cambio hay dolor y no nos gusta el dolor. La gente tiene que entender que el cambio es
un proceso, es un camino. Pero en el proceso, que puede ser de un día, un año, diez años o
toda tu vida, hay dolor.
-…
- Y a mayor autocrítica, menos cambio en la vida. Eso no quiere decir que no seamos
críticos con nosotros, pero a menudo exageramos. En biología decimos que si vas a cambiar,
vas a equivocarte y si vas a aprender algo nuevo, vas a fallar.
- ¿Es el miedo uno de los aspectos que favorecen el ‘no-cambio’?
- Sí. No querer fracasar, no querer pasarlo mal, no quedar en ridículo… el cambio es un
trabajo personal y si estás pendiente de la mirada del otro, no lo vas a hacer. Lo que pasa es
que la sociedad vende el cambio como algo fantástico y el cerebro dice “¡No es fantástico!
¡Lo estoy pasando mal!”.
- ¿El cerebro está más preparado para el ‘no-cambio’?
- Está programado para no cambiar, pero tiene una capacidad de cambio que nosotros no
usamos. Y eso es tremendamente importante para cualquier edad. El cerebro busca la rutina
y el automatismo para no correr riesgos porque hace 100.000 años un cerebro así era
eficiente. Pero hoy no. Hoy ya no hay tigres en la calle. Tenemos un cerebro que es
absolutamente cavernícola en una sociedad y con una mente muy moderna. Y esto muchas
veces no es compatible. Estamos manejados por nuestro cerebro y la invitación del libro es
que uses más tus pensamientos, tus emociones. Que puedas dirigir un poco más tu vida en
lugar de que el cerebro te la dirija a vos.
- ¿Cómo empezamos?
- Leyendo el libro (risas). El cerebro odia que pienses por si piensas algo diferente o supone
riesgos. Así que este proceso empieza con una palabra que no me gusta mucho pero que es
real: el autoconocimiento. Tienes que conocerte y saber qué quieres cambiar.
- Y una vez que sabemos que queremos cambiar…
- Ahora no hay dudas científicas de que el cerebro funciona absolutamente diferente bajo el
deseo y el querer que bajo el deber. Matemáticamente: si uno quiere, el cerebro te presta las
neuronas, pero si uno ‘debe’ el cerebro se asusta y te da una o dos. Cuando el cambio es
realmente querido por uno y no por tu jefe o por tu marido, el cerebro funciona mucho mejor
porque es muy egoísta. Trabaja mucho mejor con todo lo que tenga que ver con él y su
beneficio que si trabaja por los demás.
- Habla de que tenemos 0,5 segundos para el cambio...
- Todas las acciones involuntarias cotidianas las hace el cerebro. Lo que mide la ciencia es:
desde que parte la señal hasta que haces la acción pasan 0,5 segundos. Cuando uno hace un
trabajo de introspección puede reconocer un montón de señales que el cerebro le está dando
0,3 segundos antes de que suceda. Y los 0,2 segundos restantes son el momento que tenés
para detener esa acción que pensadamente no quieres hacer. Es el espacio que queda entre la
conciencia de que lo estás por hacer y la acción que se realizó. Y esto es entrenable.
- ¿Cómo reconocemos esas señales?
- Primero tenés que decidir qué hábito que no te hace bien querés empezar a entrenar para
darte cuenta 0,3 segundos antes de que lo hagas y para tener 0,2 segundos para detenerlo.
-…
- Es imposible hacerlo con todas las cosas de tu vida. Hay que escoger uno. El más clásico
es fumar. Cuando reconocés lo que querés cambiar, después hay un trabajo muy intenso por
hacer. La gente fracasa porque lo quiere hacer sin dedicarse un minuto a conocerse. A veces
solo con cambiar una cosa es suficiente. Eso va a generar mucho más bienestar y mucha más
tranquilidad… y la gente se siente más segura de sí misma y mejor.
- La sensación es que estamos en manos de nuestro cerebro.
- Pero es una sensación, no es real. No podemos controlar a nuestro cerebro, pero sí
gobernarlo un poco mejor: podés tomar alguna decisión, darte cuenta de qué es lo que querés
cambiar a nivel de emociones, pensamientos y comportamientos. Se puede.
- Dice que el cerebro es el órgano más tóxico.
- Es pura química. Las arterias transportan el oxígeno y el alimento y las venas eliminan la
toxicidad. Cuando uno está dos minutos sin oxígeno en el cerebro, la muerte cerebral es por
acumulación de toxinas. Así que es un órgano muy tóxico que debe estar bien oxigenado. Y
la gente no sabe que el oxígeno además de alimentar a las células promueve la fabricación
instantánea de venas y arterias. Cuando uno respira profundo, la red capilar (venas y
arterias) crece y hay más neuronas limpias. Y neuronas limpias es igual a claridad mental,
pensar mejor y más tranquilo. Respirar profundo tiene beneficios inmediatos en ocho o
nueve segundos. Y si está más limpio, pensás mejor.
- ¿Qué diferencia hay entre el cerebro y la mente?
- El cerebro es el órgano, con sus neuronas y sus cables, y la mente son tus pensamientos y
tus emociones. La mente depende del cerebro, pensás y sentís porque tenés neuronas. Pero el
cerebro también es impactado por la mente. La calidad y el contenido de lo que pensás
modifican geográfica y físicamente tu cerebro. Si pensás todo el tiempo en negativo, en 10
años tu cerebro va a tener avenidas y autopistas cada vez más negativas. Y se van
retroalimentando. Y no hay que quitarle importancia: si seguís siendo pesimista, en 10 años
va a ser mucho peor. Lo que pensás transforma tu cerebro.
- ¿Estoy a tiempo de cambiar esto?
- ¡Esa es una frase autolimitante! Es reversible. Desde luego no es magia y este cambio no
va a suceder de golpe y un día te vas a despertar y se terminó el pesimismo. Hay que dedicar
tiempo, compromiso y disciplina a cambiar eso. Se llaman pensamientos negativos. En
algún momento se hizo un hábito en tu vida y ahora lo tenés incorporado y es automático.
-…
- Estamos a tiempo de dar marcha atrás por la plasticidad del cerebro. Pero cuantos más años
de pesimismo, más trabajo tenemos.
- Dice que debemos hablar más con nuestro cerebro. ¿Qué le tenemos que explicar?
-El cerebro trata de que no pensés, que no hagás nada nuevo y de que no cambies porque si
así estás bien no le importa si sos feliz. Al cerebro no le importa si te peleás con tu marido,
si tenés un sueldo bajo o si sos bajita. A él lo único que le importa es que sobrevivas. Y si
hasta hoy estás viva el cerebro dice “Repitamos todo, que todo el día de hoy sea idéntico al
de ayer”. Hablarle a tu cerebro sería pensar “esto me funcionó ayer, hoy quiero hacerlo
diferente”: quiero estudiar otra cosa, quiero tener otra relación… Si no te detenés a hablarle,
a hacer la pausa, a ver dónde estás hoy y qué querés para mañana el cerebro no lo va a hacer
nunca.
Fuente: La Vanguardia
https://www.clarin.com/entremujeres/bienestar/estanislao-bachrach-guia-transformar-cerebro_0_rJwp3UtP7l.html

Estanislao Bachrach, el entrenador de


cerebros
Estaba destinado a pasar su vida en un laboratorio hasta que un hecho de corrupción en
Harvard lo obligó a cambiar de país, de profesión y de trabajo. Hoy es best seller, se dedica a
explicar cómo funciona nuestro cerebro y a entrenarlo para que las personas sean más
creativas. De la elite científica al River de Almeyda y la autoayuda inteligente.
028 de febrero de 2014 • 12:42
Fuente: Brando - Crédito: Fernando Dvoskin
La vida de Estanislao Bachrach cambió abruptamente a fines de 2004 en un
laboratorio de Harvard. Mientras sobre Boston caían copos blancos en
silencio, se dio cuenta de que su trabajo como biólogo de los últimos tres
años no servía. Había basado sus investigaciones sobre la distrofia
muscular de Duchenne – una enfermedad incurable– en la publicación
de una colega que contenía datos falsos. Un compañero tucumano lo alertó y
él mismo lo comprobó después de cinco meses de repetir las pruebas de manera
clandestina entre las doce y las cuatro de la mañana, a la hora que solo los chinos
trabajan en ese lugar. La invalidez de los datos significaba dos cosas: que su estadía
en aquel microuniverso de elite científica dejaba de tener sentido, y que en Harvard
también había corrupción. O sea, the end.
Lo que siguió fue el pánico, literal. Eran las ocho de la noche y estaba en su casa de
Boston. Primero fue el brazo que se le dormía, después las náuseas, los vómitos, el
cuerpo fuera de control. Todavía no sabía todo lo que luego sabría sobre la relación
entre las neuronas, las emociones y el cuerpo. Caminó bajo la nieve hasta el hospital
y, tras algunos estudios, le recetaron clonazepam. Usted acaba de tener un ataque de
pánico, le dijeron. Hijo de un psicoanalista lacaniano que siempre había soñado con
tener un hijo científico y de una psicoanalista freudiana, supo que lo que seguía era
hacer terapia. Luego, en terapia, supo que lo que seguía era sincerarse: él,
Estani, doctor en biología molecular, con una tesis sobre VIH en la
Universidad de Montpellier, investigador y profesor en Harvard, que a
los 33 años había invertido quince en estudiar, en realidad no quería ser
científico. No así. No quería pasarse diez horas al día en un laboratorio, solo,
interactuando con cosas que ni siquiera podía ver ni tocar. No quería parecerse a su
jefe. A él le gustaba la gente, el contacto con la gente, hablar con la gente, saber qué
le pasa, ayudarla. Y, además, quería volver a la Argentina.
Casi diez años después de aquella madrugada antieureka, Estanislao Bachrach vive
en Buenos Aires y trabaja y habla con gente. Mucha, de todo tipo. A veces con
grupos de empleados en empresas (como el Banco Galicia, Mercedes Benz, Coca
Cola, Tarjeta Naranja, Infinit, Carrefour, Wallmart, y siguen las firmas); otras, con
jugadores de fútbol (como con el River de Almeyda), y cada tanto, con grandes
audiencias (se convirtió en un clásico de las charlas Ted ). Su especialidad es
hacer que las personas conozcan cómo funciona el cerebro para
potenciar su creatividad.
Ah, además, es best seller. Su libro Ágilmente -en el que combina explicaciones
y ejemplos de cómo funciona el cerebro con ejercicios para entrenarlo-
agotó la tirada a la semana de su lanzamiento, hace un año. Lleva 100.000
ejemplares vendidos y sesenta semanas de permanencia en las listas de best
sellers. Hoy va por su edición número quince. Eso significa que Estani llegó a
muchísima gente. Más de la que él se imaginaba.
Fuente: Brando - Crédito: Fernando Dvoskin
Pero para poder hacer toda esta reconversión tuvo que, paradójicamente, volver a la
ciencia: se puso a estudiar lo que habían investigado sus colegas. Pero no los
biólogos moleculares, sino los neurocientíficos, esos especialistas en la
vedette del siglo XXI: el cerebro.
"Yo soy un traductor del lenguaje científico al mundo de las organizaciones: busco
cómo aprovechar lo que sabemos del cerebro para que las personas usen mejor su
energía en el trabajo, vayan más tranquilas a laburar, menos estresadas y sean
más creativas", se define, sentado en el jardín de un bar de Palermo. Habla rápido,
es enérgico. La resolana le da justo en la pelada, una marca estética que armoniza
con su tema. Sigue: "Miro qué saben los científicos de la neurociencia sobre eso, leo
los papers, entrevisto a las personas, viajo, veo qué está pasando en los
laboratorios, y después hago clics: ‘ Uy, esto puede ser para Recursos
Humanos, esto puede ser para Change Management, esto para
Desarrollo de Nuevos Negocios’ , ¿se entiende? Algunas cosas funcionan,
otras no".
La palabra clic no es casual. Según Estani – es decir, según los estudios que leyó
Estani– , ese clic sucede cuando se encienden circuitos neuronales
diferentes de los que solemos usar en la vida diaria, formateada por el
pensamiento analítico y repetitivo. Él tuvo uno de esos clics cuando, de
regreso en Buenos Aires y sin saber muy bien cómo seguir, el rector de la
Universidad Di Tella, Ernesto Schargrodsky, le ofreció hacer una maestría en
Negocios. "Como me encanta estudiar, le dije que sí, y ahí empecé a ver que
muchas cosas de las que yo sabía se podían aplicar en ese universo que era tan
nuevo para mí. Entonces empecé a explorar quién hacía esto de mezclar ciencia y
negocios en Estados Unidos, Australia, Alemania; viajé a Corea, a Japón; conocí
Samsung, LG, adidas, Amazon; empecé a hacer contactos. Era consciente de
que solo a un 1% de la gente le podía interesar mi mirada, pero también
sabía que ahí había un nicho".
Lo que él llama nicho es también la premisa fundamental de su métier, esa que
confirma en cada una de sus incursiones a grandes empresas y refuerza con los
estudios de neurociencia que lee y adapta en sus charlas, seminarios y
en el libro: la idea de que todos podemos ser creativos.
Claro que en tiempos en los que la creatividad es la moneda que mejor cotiza en el
mundo de los negocios, esto de que todos podemos hacerlo suena un poco a Sueño
Americano. "¿No suena un poco a Sueño Americano?". "Sí, pero es una idea teórica
de la neurociencia que dice que todos pensamos por patrones. O sea, yo te muestro
este vaso, ¿vos me decís que es el nuevo soporte de la Mac? No. El vaso no puede
ser un soporte de Mac para tu cerebro. Ser más creativo es salir de ese patrón y
proponer alternativas: el vaso puede ser el soporte de la Mac, puede significar
plantar un árbol, puede ser el nuevo formato de un celular, una mochila
chiquitita... Si yo te digo quinientas cosas distintas, una va a funcionar.
Pero el cerebro odia hacer eso, ese es el problema."
Fuente: Brando - Crédito: Fernando Dvoskin
- ¿Odia ser creativo?
– Claro, para qué tanto, te dice; ¿quinientas cosas tenemos que pensar?, si un
vaso es un vaso. El cerebro quiere algo conocido, que sirva y que no tome riesgos.
Ser más creativo es irse de la comodidad. Entonces, fisiológicamente, cualquiera
puede irse de ahí, cualquiera puede hacerlo.
– Pero que el cerebro no quiera hacerlo, ¿no es algo cultural?
– El cerebro no es cultura, cultura es la mente; el cerebro es pura supervivencia.
Por ejemplo, si vos dejás a tu cerebro solo, se tomaría diez de estos (señala su
licuado de frutas). "Tomemos mucho por las dudas", te dice. La mente qué dice:
"No, tranquilo, a la noche tomás otro líquido". El cerebro se define por tres
premisas, aprobadas por la comunidad científica. La primera es que es egoísta. Te
dice: "Todo lo que hago lo hago por mí, yo quiero pasarla bien, quiero sobrevivir".
Por eso, si ahora la moza se cae, tu cerebro lo primero que dice es "uf, qué suerte
que no me pasó a mí" y la mente va a decir "vayamos a ayudarla".
– ¿La segunda premisa?
– "Para poder sobrevivir, no gastemos energía al pedo, tengamos cuidado con la
energía". O sea, el cerebro este se formó hace 100 mil años, cuando había
leopardos: si vos estás gastando energía todo el tiempo, no vas a tener adrenalina
suficiente para salir corriendo. La creatividad es decirle a tu cerebro "¿sabés qué?,
no hay peligro ahí afuera, no me va a comer un leopardo, dame un poco de
energía para pensar distinto". Al principio cuesta. La creatividad necesita de esa
energía para romper ese patrón de ahorro y pensar.
– ¿Y el tercer patrón?
– La búsqueda permanente de minimizar riesgos, y maximizar placer. Yo estiro
una pierna porque estoy más cómodo, vos te ponés una mano debajo del mentón
porque estás más cómoda. Esas son decisiones que el cerebro va tomando las
veinticuatro horas.
– ¿Y eso también va en contra de la creatividad?
- Totalmente, porque la creatividad es incertidumbre, es riesgo. Por eso cuando
empiezo a trabajar con un equipo, y la gente dice "no puedo, no sé, y qué va a
pasar, ¿y esto le va a gustar al cliente?", yo aclaro que no tengo ninguna
respuesta, que hay que probar.
Estani dice "hay que probar" y muchos de los que lo vieron en acción pueden dar fe
del valor que el biólogo molecular devenido en divulgador científico y asesor en
recursos humanos le da al término. Como aquel grupo de ejecutivos que, en pleno
invierno, terminaron metidos en un lago de Nordelta con traje y todo. La idea,
cuenta Estani, era que cambiaran su percepción de la realidad. "Existe una
pregunta científica y es por qué las drogas te hacen más creativo. Algunos estudios
muestran que las drogas te cambian la percepción de la realidad, y la percepción
no es otra cosa que lo que tus cinco sentidos te dicen que está pasando. Las
drogas alteran esos circuitos. Lo que se demostró es que los circuitos
neuronales responsables de la imaginación se comparten con los de la
percepción. Entonces cuando vos toqueteás tu percepción con drogas,
estás toqueteando tu imaginación, y podés ser más creativo. Porque la
madre de la creatividad es la imaginación".
Fuente: Brando - Crédito: Fernando Dvoskin
– Pero se te complica drogar a la gente, ¿no?
– Claro, y por eso busco métodos alternativos. Una de las formas clásicas,
rápidas y gratis es poniendo a las personas en un lugar en el que nunca
estuvieron. En este caso de Nordelta, yo llegué y vi a los empleados de una
empresa que no voy a nombrar sentados en un aula con un PowerPoint. Entonces
digo: "Paren, ¿para qué vinimos acá si estamos en un lugar que podría ser la
oficina?". Y cuando vi que eran jóvenes y que se reían, me animé a correr los
límites.
– Ese fue tu momento creativo.
– Digamos que sí. Miré el lugar y dije: "Vamos al agua, así, como estamos". Y
entonces ahí me desafiaron y me dijeron: "Entrá vos primero", y yo metí mi pie, y
ahí otro enseguida se metió, entero, de cabeza al agua, y ahí todos lo siguieron y
yo me quedé en la playa mientras ellos hacían un brainstorming metidos hasta la
cintura. Después caminé hasta el hotel y me despedí: "Bueno, gente, gracias,
suerte, que lo pasen bien, espero haya servido… ".
– ¿Y funcionó?
– No sé, no me volvieron a llamar (risas), pero hago cosas parecidas con mis
alumnos de la maestría en Negocios de la Di Tella. Una vez contraté una
ambulancia. Imaginate: lunes, nueve de la noche, lluvia, pleno barrio de Núñez. De
pronto, en medio de la clase, entra un camillero y pregunta por Menganito.
Menganito era ingeniero, un tipo macanudísimo pero superestructurado, el más
estructurado de todos los alumnos. "Menganito, venga conmigo". Lo ataron a la
camilla y lo subieron a la ambulancia. Yo seguí dando clase y ellos se fueron por
Avenida Del Libertador con la ambulancia a todo lo que da, y dentro de la
ambulancia, el pibe haciendo el brainstorming. A los veinte minutos vuelve, pálido,
pero con una lista de cuarenta ideas que había pensado con ayuda de los
camilleros. Cuando vos ves las ideas del pibe, se relacionan con luces, con sonido,
con olores. Y ahí aparece la creatividad, la creatividad es asociar cosas que
aparentemente no tienen relación. Lo que pasa es que si vos te imponés, como la
mayoría del tiempo, "pensá en algo que sirva", ¡cagaste!, porque eso no es
creatividad, eso es el pasado. Que sirva significa "yo ya probé", entonces no es
creativo. Primero hay que desinhibir eso, que no es fácil, eh.
Hay algo de sinceridad científica en las respuestas de Bachrach. Al menos en un
primer momento. Después, claro, vienen los años de terapia y las frases que se
encuentran en un diván. Por ejemplo: si uno le pregunta si alguna vez se
arrepintió de haber estudiado biología, él va a decir, casi sin
respirar:"Sí, miles". Después, quizá también diga: "Bueno, en realidad, el deseo
de mi padre de tener un hijo científico, y las herramientas que me dio para poder
ahora... en fin, no estuvo tan mal". Lo mismo sucede cuando se le pregunta por la
mejor experiencia de su vida. Él va a responder, casi sin respirar: "River". Claro que
en este caso, cuando venga la parte reflexiva de la respuesta, no va a haber vueltas
psicoanalíticas: "River fue de lo mejor que me pasó en la vida".
Fuente: Brando - Crédito: Fernando Dvoskin
Lo dice como fanático. Lo dice como profesional. Lo dice como un nene que nunca
pensó que estaría en la cancha con uno de sus ídolos: Matías Almeyda. "Es un tipo
diferente, abierto, con ganas de aprender", dirá dos años después de atender el
teléfono, y que del otro lado, una voz que él conocía por la televisión le dijera:"Hola,
¿vos sos Estani? ¿Te venís a Tigre hoy? ¿Lo hacés por el equipo?". Faltaba una
semana para que River jugara la final por el ascenso y Matías Almeyda le
estaba pidiendo ayuda a él. Estani quedó paralizado. Era martes y su
agenda estallaba. Le pidió dos minutos para pensarlo. "No, te doy dos horas", le dijo
Almeyda. En esas dos horas Estani llamó a su mujer, le contó lo que había pasado, y
se fue rumbo a una isla del Tigre. Cuando se bajó de la lancha colectiva, lo esperaba
el DT. "Hacé lo que quieras", le dijo. Y, entonces, Estani desplegó lo mejor que sabía
hacer para poner en práctica en solo cuatro días algo que solía llevarle meses.
"Hay muchas cosas que no quiero contar por un tema de secreto profesional, pero
trabajamos con técnicas neurocientíficas el manejo de las emociones negativas.
Estaba frente a gente con mucha presión, estrés, algunos con miedo, bronca,
desilusión, toda una gama y una rama de emociones negativas por cosas que
estaban pasando. Y, por pedido de Almeyda, hicimos muchos ejercicios de trabajo
en equipo y confianza".
– ¿Los ejercicios no tenían nada que ver con el fútbol?
– Nada, cero. Uno, por ejemplo, era construir una estructura, con caños y pelotas,
en la cual si los 34 jugadores no estaban todos sincronizados, la estructura se caía.
Es una manera de mostrar que todo el equipo es necesario: acá no importa si vos
sos el capitán o el mejor jugador, el que mete todos los goles. Si tu compañero no
está ahí, no funciona. Debo reconocer que yo iba con muchos prejuicios, los que
solemos tener frente a un jugador de fútbol.
– Que solo tienen cabeza para patear la pelota.
– Sí. Prejuicios. Me fui sorprendido, es más, me fui con amigos, hoy tengo amigos
de esa época. Pero creo que la clave estuvo en explicarles desde el principio qué
quería hacer con ellos. Me paré, como hago con mis alumnos, con pizarrón,
marcadores, y les dije: "Gente, el cerebro es así, y cuando ustedes patean una
pelota, la pelota pasa seis lugares distintos del cerebro. Acá están las emociones,
acá está la experiencia, acá está la rutina"… y los pibes me miraban fascinados.
Ese fue mi gol. "Acá viene gente a hablarnos y nos dice lo que tenemos que hacer
como si fuésemos tarados. En cambio, vos nos tratás de igual a igual", me decían
después.

Fuente: Brando - Crédito: Fernando Dvoskin


Durante esos cuatro días, Estani le enseñó a un plantel entero a manejar
el estrés. Algo que él en ese momento no podía hacer. Estuvo con migraña
permanente, que se agudizó cuando alguien filtró su nombre y algunos muchachos
de la barra lo fueron a buscar a la puerta de la Universidad y a su casa. Todo quedó
ahí, lo importante – para todos– sería la definición del sábado. Ese sábado, Estani
cumplió su sueño de hincha y de coach. Vio el partido desde el banco y siguió a los
jugadores al vestuario en medio de la euforia ganadora. Entonces Almeyda lo miró y
le dijo: "Hoy a la noche vamos todos a cenar con nuestras familias, vení con tu
mujer". Y Estani – el hincha, el profesional– quiso llorar de alegría.
Cuando Estani termina de dar una charla, indefectiblemente se le
acercan personas de todas las edades. Señoras y señores jubilados que
dicen que gracias a su libro se pusieron a estudiar; chicos que lo escuchaban
en Perros de la calle, el programa de radio de Andy Kusnetzoff, y lo tratan como a
un rockstar; hombres de negocios que le piden algún tip, así, a la pasada; políticos
que querrían probar sus técnicas ( "me llamaron de todos los partidos menos del
kirchnerismo, pero a todos les dije que no: no me interesa el rubro, por ahora" ).
Fans en general. Pero también recibe mails de personas que le cuentan sus
problemas de salud o llamados desesperados a la madrugada en los que le
preguntan, por ejemplo, si las operaciones con células madre en China funcionan.
Pedidos de auxilio como si él tuviera la fórmula mágica de la felicidad. Como si fuera
un gurú.
Y entonces empieza el malestar, y la necesidad de enumerar una serie de "no". Yo no
soy neurocientífico, yo no soy neurólogo, yo no soy médico. Repite. "Yo soy biólogo
y le tengo mucho miedo a la palabra gurú. ¿Trabajo en neurociencias? Sí. ¿Cómo?
Las estudio, las leo, interpreto papers, investigo, pero yo nunca metí la mano en el
cerebro de una persona, no sé nada de Parkinson, no sé nada de Alzheimer, no sé
nada de demencia. Los periodistas ponen ‘ el gurú de la neurociencia’ , y
en la Argentina hay gurúes de la neurociencia, hay gente que sabe
mucho y que es neurocientífica, y se enoja conmigo.¿Por qué? Celos,
envidia, ¡y tienen razón! A mí no me gustaría que dijeran "Fernanda Nicolini,
bióloga molecular", porque no es bióloga, ¡es periodista! ¿Se entiende?"
- ¿Y tu libro para quién es?
- Mi libro es para cualquiera. Creo que da la esperanza de que depende de lo que
hagas con tus pensamientos en el día a día, a qué te dediques, el cerebro puede
estar más sano o más enfermo, más o menos activo. Es como autoayuda
inteligente, autoayuda con base científica. Pero también digo: cuidado con los
estudios de neurociencia que son con pocos pacientes. Cuando vos ves un super-
paper majestuoso, increíble, que dice "demostraron que cuando vos estás
enamorado pasa tal cosa", por ahí es un estudio con cien personas. Está genial,
creo que la neurociencia es una disciplina que ayuda mucho a entender el mundo,
a entendernos a nosotros, pero vos tenés que comprarlo si probaste y te funciona.

Fuente: Brando - Crédito: Fernando Dvoskin


- ¿Por qué creés que hay tanta fascinación por el cerebro hoy?
- Yo creo que fascina el gran avance de la tecnología y el poder cientifizar cosas.
Pero yo no soy un científico que crea a rajatabla que la neurociencia es la
explicación de la vida, o que si no hacés esto, no podés ser creativo. Yo estoy en un
proceso en el que creo que si a vos te funciona escuchar a tu cura los domingos,
tenés que escuchar a tu cura. Si a vos te funciona terapia, hacé terapia. Si a vos te
funciona curtirte doscientas minas por semana, es lo que a vos te funciona, hacelo.
A los científicos no les gusta lo que digo, dicen no, no, la ciencia es la única que me
muestra todo, y si no es científico, no funciona.
- Ahí aparece la sobrevaluación de la ciencia, ¿pero no pasa lo mismo
con la creatividad? ¿El éxito de tu libro no pasa un poco por ahí?
- Digamos que la creatividad está de moda. La generación Y tiene esta
combinación que me parece fantástica y que los de la generación X no tuvimos.
Dicen: "Yo la quiero pasar bien también mientras trabajo". Y esta generación está
empezando a ser una fuerza importante en las compañías, y pide a gritos "haceme
pensar, haceme desafiar, teneme en cuenta, no soy una persona que sabe de
finanzas nada más, soy un tipo que tiene intereses variados". Yo dirigí durante
tres años la carrera de Administración de Empresas en la Di Tella y los head
hunters, los directores, me pedían eso: "Necesitamos a alguien de finanzas, pero
que le interese la historia, el deporte, y el periodismo. Necesitamos a alguien de
marketing, pero que sepa de arte, que le guste la política". ¿Se entiende? Como
pongo en el libro, vivir de manera más creativa nos acerca al proceso de evolución.
- ¿La evolución no es genética?
- Es que hemos evolucionado por dos grandes cosas: una, la biología y la genética,
como dice Darwin; y otra, la creatividad, que está en el hombre que descubre el
fuego, la rueda, una manera de cazar, de abrigarse. Todo eso fue movilizando a la
humanidad. Sin duda, esas son las personas que cambian los paradigmas, las
formas de pensar. Por eso, por contraste, a mí me gusta la persona común, el pibe
que dice "no, no puedo, no": me abre un desafío. Y, sobre todo, me gusta la gente
grande. Mi mamá habla perfecto francés y empezó a estudiar a los 60, pero
estudió porque le puso voluntad y tiempo. Hay gente que no tiene tiempo. Claro
que esa es una excusa también, el tiempo hay que hacérselo.
- O sea que volvemos al Sueño Americano: todos podemos ser creativos.
- Sí, pero va más allá de la creatividad en sí. Se trata de aprender a usar tu
energía para vivir mejor, en todos los sentidos.
https://www.lanacion.com.ar/1668171-estanislao-bachrach-el-entrenador-de-cerebros

CULTURA

Estanislao Bachrach: "Hay


chantas que se aprovechan de la
moda de la neurociencia"
El popular biólogo, autor de dos best sellers de divulgación, habló con Infobae sobre
cómo fue escribir su primera novela y por qué se generó un “boom” a partir de las
disciplinas que estudian el cerebro. Dijo sentirse “incómodo” con que lo consideren un
gurú
Por Matías Falco 18 de septiembre de 2016

—Random es la primera novela que publica, ¿cómo fue ingresar en el terreno de la ficción
con este trabajo, que tiene tantos puntos en común con su vida?
—Es una precuela de Ágilmente y En cambio, porque la escribí en 2002. Ese año yo estaba en
Boston, trabajando en la Universidad de Harvard. Unos años antes, cuando vivía en Europa, me
había enterado algunas cosas sobre mi abuelo. Una doble vida de mi abuelo que fue asesinado en
1982, durante la dictadura. Mediante esos documentos que recibí sobre quién era mi abuelo hice
una investigación. Estando en Boston, me empezó a dar ganas de escribir cosas que
había descubierto sobre él. Y a la tardecita me iba a un barcito en la plaza de Harvard a volcar estos
hallazgos. Obviamente había muchos agujeros en la historia, cosas que no se sabían y me puse a
inventar. Me puse a hacer ficción casi a modo terapéutico. En el hospital laburaba a la mañana y en
la universidad daba clases a la noche. Estaba soltero, solo, y cuando no hacía deporte me ponía a
escribir. Se fue dando un relato gigante y así empecé a contar un poco lo que pasaba en el mundo
de la ciencia. Yo lo tenía muy idealizado y, como la novela cuenta, hay cosas no divertidas, no
éticas, que pasan en la ciencia y que pasan en realidad en todos lados. Me gustó mezclar el mundo
de mi abuelo y lo que le pasa el científico en su vida.
—¿Cuáles son estas decepciones de las que habla?
—Yo era un poco inocente. Las decepciones son las que pasan en cualquier trabajo. Hay gente que
miente, hay gente corrupta, gente que roba, gente que maltrata. Yo tenía idealizado el mundo del
científico como el mundo del noble, donde todo anda bien y se hace todo por la humanidad. Pero
me encontré con gente que hacía las cosas mal.
—Diez años atrás tuvo una crisis que lo alejó de los laboratorios, ¿cómo fue este momento?
—El momento fue extremadamente duro. Difícil. Me estoy refiriendo a mucho dolor mental y
físico. Venía de 17 años trabajando en el laboratorio, cambiando de países, de cultura, de idioma y
de temas con mucho esfuerzo y sacrificio creyendo que lo hacía por pasión y en algún
momento llegó esta crisis. Es una crisis que empieza en el laboratorio y después se traduce en mi
vida y me hace replantearme si quería vivir como científico.
—¿Cuánto duró esta crisis?
—Se prolongó durante muchos años. Esto fue en 2005. Hoy, con el lanzamiento de la novela,
vuelve un poco esa crisis. Porque es como revivir un poco aquella época. Fue doloroso: "¿Qué
hago? ¿dejo todo? Mirá todo lo que invertí, el suelo que tengo, no me puedo quejar…". Sin
embargo no estaba bien.
Portada de “Random”, de Estanislao Bachrach
—¿Qué le hizo pensar que eso no es lo que quería hacer de su vida?
—Primero me di cuenta de que no era el mundo que yo creía y después, mirar a mi jefe y pensar
que si yo seguía en esa carrera probablemente un día me pareciera a él. "¿Yo quiero trabajar como
trabaja él? ¿quiero vivir en Boston?". Y dije que no, pero él "no quiero" se peleaba con el "qué
debo hacer". Porque estaba el deber paterno de ser científico y exitoso.
—¿Cómo se lleva el mundo más ortodoxo de la ciencia con las disciplinas neurocientíficas a
las que ahora está abocado?
—Hay de todo. En el momento en que un científico que hizo 17 años de laboratorio y
escribió papers se pone a divulgar, hay mucha gente que te deja de hablar. Pero uno descubre
mucha otra gente muy interesada por tu trabajo. Y eso genera contradicciones, porque yo venía de
un mundo de mucha soberbia y arrogancia. Con los palos que me fui pegando, me fui encontrando
con otras personas que estaban interesadas y que también se dedicaban a cosas parecidas a mí. Me
costó un tiempo darme cuenta de que esto me iba a suceder. Una frase que me gusta mucho es: "El
clavo que sobresale es el que recibe el martillazo". Inesperadamente, a los libros les fue bien y eso
generó cosas buenas y malas, pero aprendí a vivir con ellas.
—¿A qué atribuye el interés hay por esta materia en estos años?
—Se capturó una época donde la gente venía de mucha autoayuda, de muchos gurúes.
Cuando aparecen personajes donde lo que cuentan tiene cierta base científica la gente por ahí cree
más o le presta más atención. Si eso es contado de manera sencilla, amena, divertida, si le llega lo
que uno escribe o lo que uno cuenta se siente muy identificado. ¿Quién no quiere cambiar algo en
la vida? ¿quién no tuvo una crisis? ¿quién no piensa que podría hacer otra cosa? ¿quién no duda de
uno mismo? Y eso creo que es un poco lo que estuvo pasando en estos últimos años. Gracias al
avance de la tecnología se ha permitido entender mucho más cómo funciona el cerebro. Pero, como
les digo a mis alumnos, no es una formula mágica, una receta, una panacea. Es una disciplina que
estudia el cerebro.
—¿Cuánto tiene que ver con la autoayuda?
—Todo o nada. La etiqueta es algo muy editorial, a mí no me molesta para nada. Hay gente que se
me acerca y me dice: "Este capítulo me ayudó para darme cuenta de que en la cena con mis hijos
debería…". ¿Es autoayuda? ¿Qué se yo? Sí. No me molesta para nada. Tiene de autoayuda el
momento en que lo leés y te ayuda para algo. Como ver una película, como ir a terapia o ir a la
iglesia. Todo puede ser autoayuda.
—¿Hay algo en la esencia de la neurociencia que podría hacer desconfiar a uno de su
cientificidad?
—La neurociencia se basa mucho en experimentos que se hacen con 20 o 30 personas y así se
sacan conclusiones mundiales sobre cómo somos los seres humanos. Se ha puesto muy de moda -en
los Estados Unidos hace 15 años, acá hace 3 o 4- y con las modas hay que tener cuidado porque se
puede tender a sobreeexagerar.
—Entonces tiene cierta fragilidad.
—Todo lo que es nuevo tiene fragilidad y son disciplinas bastante modernas comparadas con la
microbiología, la genética y la química. Es la fragilidad del nacimiento de una nueva disciplina que
al principio hizo mucho ruido, pero me parece que no viene a competir ni a sacarle el lugar a nadie.
Es como un complemento de otras disciplinas.
—Se ha generado una suerte de industria a partir de esto.
—Todas las modas generan industrias. Y aparecen chantas, gente que se aprovecha de las modas.
—Entonces la fragilidad sumado al boom puede dar lugar…
—Puede dar no, dio lugar y va a seguir dando lugar. Está en la inteligencia de cada persona decidir
quién le convence, quién no, de dónde viene cada uno… Yo estoy tranquilo con mi trabajo, sé
cómo lo hago y en los libros atrás están las referencias. Yo no inventé nada. Son cosas que he leído
de autores que sí hicieron ciencia e investigaron. Yo lo que hago es bajarlo a un lenguaje familiar.
Y siempre en esa bajada se pierde un poco de ciencia. Porque si no es difícil divulgar. Y la gente lo
tiene que tener claro eso. Pero, ¿cuál es el problema? Si lo leés, lo practicás, te hace mejor, te da
bienestar, sos un poquito más creativo, lográs un cambio en tu vida… Lo que yo escribo no es lo
que yo leo y traduzco. Es lo que trabajo todos los días. Me dedico a esto con personas hace seis o
siete años y veo cómo suceden los cambios y también lo aplico conmigo.
—¿Le incomoda el rol de gurú?
—Muchísimo, obvio. Peligroso. No me gusta nada. Soy un apasionado por lo que hago. Un
profesional que trata de hacer lo mejor posible su trabajo. Gurú es una etiqueta absurda.
https://www.infobae.com/america/cultura-america/2016/09/18/estanislao-bachrach-hay-chantas-que-se-aprovechan-
de-la-moda-de-la-neurociencia/

SOCIEDAD / 7 de septiembre de 2014

Estanislao Bachrach: el profesor


cerebro
El biólogo molecular best seller explica cómo entrenar al cerebro para ser felices. Los secretos del
cambio y los circuitos neuronales que éste genera.

Por Marina Abiuso

No le gusta que le digan gurú. Mucho menos gurú de las neurociencias: “Yo soy biólogo
molecular, un pibe al que le gusta estudiar, ver qué está pasando en los laboratorios y qué de esa información se
puede usar para que a la gente normal le vaya mejor en la vida. Nada más”. Nada menos. Aunque rechace el
mote, Estanislao Bachrach es la nueva estrella de la divulgación científica y el protagonista de un suceso
editorial que comenzó con “Ágilmente” y que espera revalidar sus credenciales con “EnCambio”, una guía
práctica para aprender a modificar el cerebro sin bisturí, sin drogas; sólo con la mente. “Lo digo con humildad
porque no es una fórmula mágica. No vas a ser feliz por leer el libro, vas a tener que trabajar. Y quizás no
resulte”, aclara.
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No promete resultados, pero la gente lo sigue igual: decenas de empresas en Argentina y el exterior lo han
contratado para que trabaje con sus equipos durante los últimos cinco años, da clases en la Universidad
Torcuato Di Tella, distintos partidos políticos lo han querido de coach y hasta el director técnico Matías
Almeyda lo llevó a hablar con los jugadores de River antes del partido en el que se jugaban el regreso a la
primera categoría. A todos les habla del cerebro.
Tiene 43 años, está casado, tiene dos hijos y dice que es feliz. Que ahora sí es feliz. Que antes no. Antes es el
2005, cuando era investigador y docente en Harvard y pasaba siete días por semana en su laboratorio buscando
la cura para una rara enfermedad infantil.
Estanislao Bachrach: Estudié biología porque era el deseo de mis padres, ambos psicoanalistas. Te lo contesto
con muchos años de terapia detrás, eh. Yo era bueno y creía que quería eso. Estudié quince años sin parar hasta
que me ofrecieron trabajo de por vida en Boston y vino el click. Quise volver. Mi familia, mis colegas, mis
amigos, todos creían que estaba loco. Fue muy difícil decidirlo, estuve un año enfermo viendo médicos: me
sentía siempre mal, se me cayó el pelo. El cuerpo me estaba marcando algo hasta que me dí cuenta. Pasa que
cambiar, como cualquiera sabe, implica tomar ciertos riesgos. Esforzarse, ser un poquito distinto del que uno
era antes. La fuerza del libro “EnCambio” es que vos sos tu primer gran biocoteador. En realidad, tu cerebro.
NOTICIAS: ¿Nuestro cerebro no quiere que cambiemos?
Bachrach: Los cerebros son órganos que buscan la homogeneidad. Eso no nos hace tontos, nos hace eficientes.
Ese repetir constante es el modo que tenemos de supervivencia. En el libro cuento cómo podés involucrar a tu
mente: lo que deseás a largo plazo, cómo te podés ver. Sobre todo cómo te querés sentir. Esa es la piedra
angular: vos podés pensar y sentir diferente y eso altera tu cerebro, lo cambia. Tu mente tiene más poder sobre
el cerebro de lo que pensábamos.
NOTICIAS: ¿No es que el cerebro controla a la mente, sino al revés?
Bachrach: No, son las dos cosas. El paradigma de la neurociencia era que tu mente era eso que le pasaba a tu
cerebro. Hoy sabemos que eso es verdad, pero que también podés hacer que tu cerebro cambie de acuerdo con
lo que vos decidas pensar.
NOTICIAS: ¿Cómo cambia? ¿De forma?
Bachrach: Sí. Esto quiere decir que se generan nuevos circuitos neuronales, nuevos mapas. Vos tenés una
cantidad de neuronas que generan conexiones y van generándose nuevas. Cambiar es sinónimo de aprender.
NOTICIAS: ¿Uno le puede enseñar cosas al cerebro?
Bachrach: Obvio. Pasa que el cerebro está bien así. Si comés todos los días y no pasás necesidades, el cerebro
no te va a decir: “Dale, che, cambiemos”. Hay un porcentaje de la gente al que le gusta el cambio, pero no es la
mayoría. Los cerebros en general nos piden que estemos tranquilos. Lo que yo propongo es aprender a hablarle
al cerebro. A decirle: “¿Sabés qué? Yo entiendo que me estás cuidando y no querés aprender chino porque es un
esfuerzo, pero me va a servir en unos años porque tengo ganas de viajar”. Hay que convencer al cerebro de que
ese cambio es doloroso, pero que al final del proceso, te conviene. Entonces, ¿cómo le tenés que hablar al
cerebro? Prometiéndole que le vas a dar placer. El cerebro “te presta” sus neuronas si le prometés que eso que
hacés va a estar bueno.
NOTICIAS: ¿Es como un jefe? ¿Un padre? ¿Un superyó?
Bachrach: Depende de cómo lo mires. El tema es decirle a la gente que es normal que cueste aprender un
idioma o cambiar de laburo, porque el cerebro no quiere.
NOTICIAS: ¿O sea que el temor al cambio es neurológico y no emocional?
Bachrach: ¿Qué son las emociones? Neuronas prendidas. Hay áreas del cerebro responsables de las emociones.
Si a vos te va de una forma en la vida y querés cambiar, ¿qué decís? “Tengo que hacerlo diferente”. Esos son
los comportamientos, pero mi mirada es que, para cambiar, hay que pensar en el pensamiento y las emociones.
Porque vos hacés cosas en tu vida de acuerdo con lo que pensás y sentís.
NOTICIAS: Entonces, ¿usted dice que hay que cambiar lo que se piensa cuando se está sintiendo algo?
Bachrach: Cómo pienso esto y cómo me siento frente a esto.

NOTICIAS: ¿En qué se diferencia entrenar el cerebro a indagar en el inconsciente?


Bachrach: No tengo idea. Yo soy hijo de psicoanalistas pero no sé de psicoanálisis. Y no me gusta tocar la
guitarra. Yo hablo desde la biología. Entrenar el cerebro es como hacer un deporte. La gente hace pequeños
cambios en su vida y tal vez no se da cuenta o se critica.
NOTICIAS: Es interesante lo que dice sobre la autocrítica en el libro. Uno creería que es una herramienta
constructiva.
Bachrach: Cuanto más te autocriticás, menos cambiás. Instintivamente uno piensa que darse con el látigo nos
lleva a cambiar, pero yo prefiero la autocompasión. El cuidado de tu cerebro te va permitiendo ir animándote a
más cosas. Criticarte no te motiva, te encierra.
NOTICIAS: ¿Les cuesta más a los adultos el cambio?
Bachrach: Ese es un gran mito. Está supercomprobado que podés cambiar a la edad que quieras. Cuando sos
adulto parece más difícil porque tenés más patrones dominantes de pensar, te repetís que sos viejo, que no podés
aprender. Son esas actitudes las que hacen que no puedas. Pero la capacidad plástica de tu cerebro dice que sí,
que podrías. Experimento con gente de 70 u 80 años y veo que nacen neuronas a esa edad.
NOTICIAS: ¿Neuronas nuevas?
Bachrach: Sí. Manteniendo el cerebro activo. Si vos ves tele todo el día, las neuronas literalmente se mueren.
El cerebro se apaga si no lo usás, le parece que es un gasto de energía. Cuando ves viejos superlúcidos y les
preguntás qué hicieron, te contestan una de dos: o siguieron haciendo actividad física o siguieron activos
intelectualmente, cognitivamente, aunque sea jugando al póker con amigos…
Bachrach jugó al tenis, al fútbol, al squash. Hoy corre y hace meditación “mindfulness”, una técnica cercana al
budismo que –asegura– tiene evidencia científica de que funciona. Su método, en cambio, puede fallar: “Me
contrató una empresa y, después de un año de trabajo, se le fueron las tres mejores personas. Eran brillantes,
vieron su potencial, sintieron que podían hacer de todo pero que la empresa no les daba oportunidades y
renunciaron. Tuve que pedir disculpas”, recuerda.
NOTICIAS: Es la anécdota menos marketinera del mundo.
Bachrach: Es que yo no garantizo resultados. Fracaso mucho más de lo que tengo éxito. El 99% es fracaso.
¡Estoy aprendiendo! Me voy a equivocar y lo digo.
NOTICIAS: ¿Por qué trabaja con empresas y no con particulares, como en un consultorio?
Bachrach: Porque no podría, no soy coach, ni psicoanalista ni terapeuta. ¿Cómo un biólogo va a atender gente?
NOTICIAS: ¿Y cómo un biólogo va a atender a una empresa?
Bachrach: Porque ahí hay muchos cerebros. Y yo miro cerebros, no personas. Vos tenés tres grandes pedazos
de cerebro, uno más instintivo, uno más racional y uno más emocional. La evolución del hombre fue creando
distintos pedazos cerebrales. Por muchos años, los seres humanos creíamos que éramos seres racionales. ¿Qué
quiere decir? Que la mayoría de las decisiones que tomamos en el día son pensadas. Hoy está megacomprobado
en la teoría y en la práctica que las decisiones que tomamos son emocionales. La razón la usamos para justificar
aquello que hicimos, somos racionalizadores. Ser inteligente emocional es conocer las partes del cerebro,
cuanto más expresás por qué te sentís de una manera o cómo conviene decir algo, más inteligente sos. Esto
primero fue psicología, hoy es neurociencia y ya pasa al mundo de las organizaciones: se buscan líderes con
más inteligencia emocional.
NOTICIAS: En “EnCambio” habla de la principal razón por la que alguien quiere cambiar de trabajo.
Bachrach: ¡El jefe! Ganar mal es la quinta razón. Los estudios de mercado marcan eso y no es porque todos los
jefes sean malos, es por la importancia que le da el cerebro a lo social. Para el cerebro, lo social es cuestión de
vida o muerte. Si te llevás mal con tu jefe lo pasás tan mal como si tuvieses una fractura de tibia y peroné
porque el dolor social y el dolor físico activa las mismas áreas cerebrales. Por eso cuando estás mal, estás mal
de verdad. Eso es lo que traba “EnCambio”: las emociones. La personalidad es una construcción de lo que va
ocurriendo y es genética también. En ciencia está muy de moda entender que el ambiente impacta en la
expresión de tus genes. Antes se creía que al gen no había con qué darle.
Marina Abiuso
http://noticias.perfil.com/2014/09/07/estanislao-bachrachei-el-profesor-cerebro/

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