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APUNTES ACERCA DEL VALOR DE CORRER CUANDO ES

NECESARIO

Nada. La idea era que la historia fuera estremecedora desde un principio;


pero no. Todo comenzaba con la descripción de mi asesinato, luego, un par
de efectos narrativos llevarían al lector hacía la identificación plena con el
sufrimiento del personaje (es decir, mi propio sufrimiento); de igual forma,
los saltos temporales que tan hábilmente pensaba entretejer, harían que
usted se viera envuelto en una situación de la cual no podría escapar sino
hasta que, luego de experimentar una confortable decepción, comprendiera
el valor de correr cuando es necesario.

Pero no. Todo se vino al trasto desde mucho antes. La verdad aún no sé con
certeza qué pasó esa noche; para serle franco, a estas alturas ni siquiera sé
si realmente estoy muerto. Sin embargo, en esta ocasión daremos por
descontada la premisa de que permanezco vivo. Consciente de que todo
este asunto le parecerá algo aburrido, he preparado algunos bocadillos de
información que de seguro le harán falta cuando sienta que pierde las
fuerzas y que definitivamente ya no puede continuar. Pues bien, no se diga
más y echemos a andar este auto descompuesto que se dirige a toda
velocidad hacia ninguna parte.

Primero que todo imagine que camina por una carretera de una ciudad
cualquiera, quizá pueda servir de referencia la ciudad en la que usted vive.
Ubíquese en el sentido Sur-Norte, a lo mejor exista un viaducto o un puente
importante por allí, si no existe imagínese también el puente; es un puente
largo y sobre todo muy, muy alto. Ahí estoy parado yo. Sé que no me
conoce, no tendría por qué hacerlo, así que cámbieme a mí por usted, de
esta manera todo se hará más familiar y podrá sentirse más cómodo. Pues
bien, ahí, en medio de la carretera que se dirige al puente en el sentido Sur-
Norte estoy yo, o mejor dicho, está usted haciéndose pasar por mí. Ahora
camine hacia el centro del puente, olvidaba advertir que todo ocurre a eso
de las dos de la mañana, así que podrá suponer que son pocos los vehículos
que cruzan la ciudad a esta hora. Una vez llegue al centro del puente,
deténgase. Ahora sostenga las barandas de seguridad del puente, (las
barandas del mío fueron pintadas hace algunos años con colores llamativos,
esto con la idea de dar un mensaje de esperanza a los suicidas ocasionales,
desafortunadamente la iniciativa no tuvo éxito alguno), imagine usted el
tamaño, la forma y el color de sus barandas, de todas formas no tendrán
mucha relevancia dentro de la historia.

Bocadillo informativo # 1

Antes proseguir con lo ocurrido; debo advertir que nunca fui bueno para
nada, no tuve enemigos y jamás sentí nada por nadie. Comer uñas, era lo
único que en realidad me causaba un placer indefinible. Definitivamente,
hay un goce algebraico en el deseo de reducir la extensión propia. Así
como muchos de ustedes saben con exactitud cuándo acudir al peluquero,
acto que sin duda genera cierto placer, los comensales de uñas- en los
niveles más avanzados- llegan a descubrir sensaciones difíciles de advertir
de otra manera. Arquímedes de Siracusa, Carlomagno, Dante Alighieri,
Juana de Arco, Mozart, Adam Smith, Margaret Thatcher, Muhammad Ali y
Kurt Cobain; son sólo algunas de las personalidades que practicaron o
practican el antiquísimo arte de la Onicofagia1.

1
Del griego onyx, 'uña' y phagein, 'comer'.
Pues bien, todo esta perorata no tendría ningún valor si de antemano usted
no contempla que muy pronto dependerá de sus uñas para no caer al vacío
y que al intentar justificar todos estos años su desagradable costumbre
comparándose con personalidades de variados ámbitos, no hacía otra cosa
que firmar con letras doradas su propia muerte. En este punto deberíamos
volver al hecho de que aún no se sabe si realmente estoy muerto o si todo
es una digresión que conlleva a intentar entender la variable de si existió o
no otro personaje en la escena del (…mmm) evento en cuestión. Por ahora,
lo único cierto es que usted aún está parado en medio del puente, con sus
manos aferradas a la baranda de seguridad, en medio de la madrugada.
Hace frió y piensa en fumarse un cigarrillo –si usted es un no fumador debe
esforzarse y plantearse la necesidad de fumarse el cigarrillo-. Hasta aquí se
ha esbozado toda una situación, el tiempo y el espacio están plenamente
definidos; sin embargo, surge la necesidad de recorrer el camino en el
sentido contrario, descorrer los metros que nos separan del estado actual
(el puente-la baranda-el cigarrillo) y descubrir qué extraños
acontecimientos han de incitar a que alguien decida echar a andar por ahí a
altas horas de la madrugada, solo y sobre todo, sin cigarrillos; porque cabe
anotar que ante las ganas de fumar ha de sobrevenir una profunda
decepción al reparar en el paquete vacío que lleva consigo (siéntase
aliviado entonces lector no fumador). Después de resignarse por la falta de
tabaco, suelte la baranda y mire hacia el Norte, ahora y con mucho cuidado
eche a andar de espaldas, claro, claro, cuesta mucho adecuarse pero luego
de superar el qué dirán interior la cosa cobrará sentido.

Nada en el camino de vuelta. Salvo algunos conjuntos residenciales,


negocios cerrados, un par de autos. Nadie en el camino. Como ve todo es
cosa de costumbre. Ahora que domina la técnica de caminar hacia atrás,
deténgase en los conjuntos residenciales sembrados en la ruta, recuerde a
los amigos que vivieron por allí, las fiestas a las que alguna vez asistió por
esos lares, o las interminables veces que ha pasado por este lugar rumbo a
su casa; si por el contrario no es usted una persona muy sociable o su lugar
de residencia se encuentra hacia la dirección opuesta, sencillamente
invéntese un par de amigos, algunas fiestas memorables y una casa. En
efecto, parece que no nos dirigimos a ningún lado, pero recuerde que entre
el ser y el no ser hay sólo una pequeña frontera y que usted está aquí bajo
su propia responsabilidad, si cree que la cosa no promete mucho, pues bien,
ahí le va un entremés para el camino:

Bocadillo informativo # 2

Como habrá podido darse cuenta tengo una casa. Vivo con mis padres en
un barrio residencial de la ciudad. No hago nada, no me gusta nada, salvo
comer uñas, como ya se pudo enterar. Sin embargo, de un tiempo para acá
he contemplado una idea que cada vez cobra más fuerza: Todo indica que
soy Jesucristo. Ya sé que corro el riesgo de ser censurado por más de uno
de ustedes, más si han aceptado a Jesucristo (o sea a mí) en sus corazones.
No crean, para mí también ha sido difícil todo este asunto, pero tengo
algunas evidencias que nos pueden ayudar a aceptar el hecho de que yo sea
el hijo de Dios. Para no abrumarlos con tanta palabrería, he subido algunos
videos a la internet, así que usted amable lector podrá ver con sus propios
ojos algunos hechos que deberían constatar que en realidad soy Jesús y si
no pues al menos sí qué algo raro pasa conmigo. Para cotejar mi teoría
puede dirigirse a este link:

http://www.youtube.com/watch?v=1D2xAujOXYUS
Como ve, la cosa se ha complicado un poco, y seguro que se complicará
más cuando usted descubra quienes son los dos sujetos que se asoman por
el otro extremo del puente; no sin antes llegar a donde se dirigía caminando
de espalda, descubrir qué carajos lo motivó a echar a andar en la
madrugada hasta llegar al puente, pararse, agarrarse de la baranda y esperar
a que los sujetos en cuestión se acerquen lo suficiente. Si usted fuera yo de
seguro no lo dudaría un instante y echaría a correr. Evidente o no, recuerde
que esta vez usted es yo, y eso puede acarrearle algunos inconvenientes.
Por ahora sigamos nuestro camino, y rápido porque tengo algunos asuntos
urgentes que atender, vivo o muerto. Camina hacia atrás. Nadie en el
camino. Una calle a la izquierda y derecho. Una casa. Este atajo nos ubica
de manera incómoda en el hogar paterno. A pesar de ello, voltee, saque la
llave y abra la puerta, suba las escaleras y recuéstese en su cama, mire
hacía el techo y piense en ella. Como puede ver se trata de una mujer, de
todas formas en mi infinita sabiduría he logrado despojarme de las ataduras
de la moral, así que usted puede decidir aquí si el objeto del deseo es una
mujer, un hombre, un hermafrodita, da igual, la verdad es que; por extraño
que parezca lo que usted diga es ley, así que aproveche y déjese de
tonterías. Sé que todo este asunto puede sonar confuso ya que antes había
dicho que jamás sentí nada por nadie, y de repente se aparece un alguien.
Ya que hemos llegado a este punto póngale un nombre, X o Y, no importa
cual, pero póngale un nombre (en mi caso será Pilar). Reafirmo que nunca
sentí nada por nadie, X, Y o Pilar, en cambio no podía dejar de sentir.
Piense que cuando uno siente está condenado a fracasar, ya que somos
seres inmutables, inconmensurables y desgraciados por naturaleza. Así que
si usted amigo, es de esos seres que se ha sentido tocado por sentimientos
particulares, aléjese de esos postulados, al menos por lo que resta de este
asunto y dedíquese a sentir universalmente. En fin, pedirle que se sienta
como Jesucristo sería atentar contra su integridad moral, así que
regresemos a nuestro camino. Usted pensaba en Pilar; ahora bien, cómase
las uñas mientras piensa en ella (sin ningún tipo de sentimiento particular
recuerde, más bien como una energía que necesita ser renovada), mire al
techo, dé vueltas en la cama, hacia un lado, hacia el otro, levántese por
café, no hay, prepare café (cargado y sin azúcar por favor), regrese al
cuarto, fúmese ese último cigarrillo que queda en la cajetilla (mmmm así
que era el último), cómase las uñas de nuevo, levántese, póngase algo
decente y salga de casa de una jodida vez porque tanta pensadera lo va a
enloquecer.

Bocadillo informativo # 3

Recuerdo la primera vez que probé la cocaína. Fue con Pilar en una tienda
cerca al Estadio. Yo estaba muy borracho y me levanté a orinar. Ella entró
conmigo al baño, sacó una bolsa y me sirvió un pase con una llave. Primero
uno y luego otro. Me gustó. La cocaína no quita la borrachera como todos
creen. Pero si te da otro aire, te llena la cabeza de sangre y te deja, no
lúcido, pero sí despierto. Cuando uno prueba la cocaína por primera vez le
dan ganas de correr. Yo me las aguanté. Tenía diecisiete años. De eso hace
ya mucho, las cosas han cambiado considerablemente. Con Pilar probé
también los ácidos, los hongos, craqueamos heroína, fumamos mucha,
mucha marihuana. Probamos todo, pero nada me gustaba tanto como la
Cocaína, como sufro de rinitis casi nunca la esnifaba, en cambio me la
ponía en el paladar y esperaba a que se me durmiera la boca, me gustaba
sentir los dientes flojos y la lengua hecha una pelota. Es cierto que sentí un
retazo de esa explosividad autoengañosa que las drogas producen, pero en
ese tiempo yo aún no sabía quién era realmente, así que no importaba
mucho lo que sucedía conmigo. Julio Verne, Sigmund Freud, Herman
Hesse, Virginia Wolf, W. Burrough, John Lennon, Tom Waits, Madonna y
un largo etcétera, acudieron a las virtudes de la cocaína para estimular su
creatividad, sin embargo, es evidente que el daño degenerativo que la droga
causa en el sistema nervioso puede llevar al adicto a un estado de paranoia
absoluta. En realidad nunca fui un adicto, en cambio a veces creo sentirme
orgulloso de lo bien que nos llevamos mi paranoia y yo. En resumidas
cuentas, por más que Pilar tratara de estimular mi capacidad creativa, las
drogas no me interesaban mucho. A ella sí, tanto que un día lo dejó todo y
se fue corriendo. Nadie corrió tras ella. Hace días la vi pidiendo monedas
por la calle. Llevaba el cabello enredado y una mueca deforme en su cara.
No me vio.

Vuelve y juega. El asunto se complica lo sé. Igual trataré de explicar todo


este rollo de forma sencilla y lineal a fin de conseguir que se vuelva a sentir
a gusto con la historia, aunque es difícil sentirse a gusto cuando una idea te
tortura tanto que te saca de casa a las dos de la mañana, te hace caminar por
la ciudad vacía, llegar al viaducto que comunica los dos extremos de la
ciudad, pararte a mirar el vacio, pensar en lo que harás apenas llegues a tu
destino y enseguida advertir la presencia de dos sujetos extraños que se
acercan rápidamente. Sí, es así, ahí está usted de nuevo, agarrado a las
barandas del puente, aguantando las ganas de fumar, cuando repara en los
dos tipos que emergen de la nada. En términos causales, es necesario que le
advierta que aquí es donde usted morirá o al menos creerá que está muerto
o que murió o que no murió, en fin; ahorremos tiempo. Los tipos se
acercarán a usted (que por la gracia divina decide no correr) y luego de que
descubran, navaja en mano por supuesto, que todo lo que lleva encima no
es más valioso que la cajetilla de cigarrillos vacía que aún conserva,
procederán a golpearlo en repetidas ocasiones, sorprendiéndose
seguramente de su considerable resistencia a los puñetazos.
Desgraciadamente, la ficción habla de aquellas cosas de las que se trata el
hecho de ser humano; así que por muy extraño que parezca, al ser
conscientes (dentro del estado de inconsciencia en que se encuentran) de
que usted es todo un saco de boxeo, los dos sujetos lo tomarán de los
brazos y de las piernas respectivamente, lo levantarán sobre las barandas de
las que, hasta hace apenas unos minutos usted estuvo aferrado, y lo
lanzarán a la oscuridad del vacío. Todo esto sería un asunto grave si usted
no supiera que por la gracia de su ser sobrevivirá a esa caída de treinta
metros, así que ante la mirada extraña de los dos sujetos no opondrá
resistencia alguna, al menos hasta que le da por mirar abajo y no podrá ver
nada y un vértigo abrumador le cegará el estómago y entonces sentirá
miedo y todas esas cosas que sienten (o sintieron) las personas que han sido
arrojadas desde puentes muy altos. Ahí usted actuará bajo un acto reflejo y
logrará aferrarse a la camisa del tipo que sostiene sus brazos, intentará
arañarlo, arañar algo, agarrarse de algo pero no puede, y ya sabrá por qué,
así que no malgastará su tiempo haciéndose preguntas tontas. Igual, en este
punto podrá darse cuenta que de nada serviría haber tenido uñas ya que
apenas sucede este percance, el sujeto que sostenía sus pies golpeará su
cara y logrará, eso sí con algo de esfuerzo, arrancarlo de la cara de su
compinche y aventarlo de una maldita vez a la espesura de la noche.

Hasta aquí todo ha sido presentado en el contexto de una sucesión de


acontecimientos desafortunados y algo inconexos. Si bien no ha sido mi
intención fastidiarlo o causarle ningún tipo de inconveniente, por el bien de
los dos le sugiero que regrese a la posición inicial, es decir, la posición que
tenía antes de verse inmiscuido en este asunto y vuelva a ser usted y yo
volveré, en contra de mis deseos, a ser yo. Me encuentro suspendido en el
vacío, aún no sé qué sucederá cuando caiga. Un alto porcentaje de las
personas que han sido arrojadas desde puentes no sobreviven a la caída,
dato no muy alentador si se tiene en cuenta que la mayoría de
sobrevivientes son niños entre los siete y los once años. Tengo treinta y tres
años, no tengo ninguna afición, no me gusta nada, me como las uñas y vivo
con mis padres, soy Jesucristo, estoy cayendo desde un puente a la nada y
tengo miedo. Salí de mi casa con el único propósito de buscar a una chica
llamada Pilar. La verdad simple y llana no era más que un rescoldo de
nostalgia. No había vuelto a pensar en ella hasta hace pocos días cuando la
vi caminando por la calle, iba medio muerta, intentando atrapar una idea
que la llevara a algún lado. Sé a dónde se dirigía. Pilar es la única persona
que cree en mí, es mi único discípulo, mi único apóstol, y ahora una
sensación de inmensa validación cósmica la conduce al mundo de los
muertos. Pilar es Lázaro, y debo revivirla. Ella sabe de mí, ella cree en mí,
así que iré a buscarla, a traer su alma de regreso, a convencerla de que
puedo protegerla, de que la infinitud no está en sus uñas sucias y largas. No
sé qué ha sido de mí, aún así cruzó el puente, corro a toda prisa hacia el
centro de la ciudad. El intercambiador, el centro comercial, la plaza de
mercado, un poco más allá está el infierno. Un olor a plástico quemado
oxigena mi camino, las paredes negras son el espejo en donde me miro y
me reconozco, cientos y cientos de miradas perdidas se van agrupando a mi
alrededor, toco sus llagas purulentas y de ellas emergen hermosas
imágenes, fragancias inexistentes, toco sus cabezas y sus demonios salen
expulsados de inmediato, toco sus manos y dejó en ellas la marca indeleble
de mi absoluta presencia. Busco entre la multitud y allí está Pilar. Viene
corriendo hacia mí, me ofrece su cigarrillo, se arrodilla y besa mis pies, le
doy mis manos y la gloria de mi ser inunda su experiencia.

Creo que las cosas salieron mejor de lo que esperábamos. La peor situación
posible solo ocurriría si en el camino se volviera a cruzar alguien en busca
de problemas, ante eso uno podría decir que la mejor salida es seguir
corriendo, correr y correr hasta hacerse un punto en la distancia y luego
nada. Pero bueno, es improbable que una situación suceda dos veces en
menos de lo que uno espera. Por ahora fumo, me como las uñas y me
convenzo de no estar muerto. Abrazo a pilar y gracias a mi infinita
sabiduría puedo percibir, en medio de su sonrisa podrida, que ella sabe que
puedo salvarla, y eso está bien, muy bien.

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