Sei sulla pagina 1di 42

Derecho

Constitucional
Unidad 1

® Derechos exclusivos de autoría y edición reservados para la Universidad


del Valle de México. Queda rigurosamente prohibida la reproducción total o
parcial del contenido de esta obra, por cualquier medio o procedimiento, así
como su distribución, para otros fines ajenos al uso exclusivo dentro de los
programas de formación profesional que ofrece la UVM.
Derecho Constitucional 1
Contenido

Unidad 1. Estructura y principios de la Constitución ..................................... 2

1.1. Evolución histórica del concepto de constitución .................................... 3

1.2. Antecedentes de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos


........................................................................................................... 12

1.3. Estructura de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos... 37

1.4. Finalidad del Derecho Constitucional y su relación con otras ramas del
Derecho................................................................................................ 39

Referencias ........................................................................................... 40
Unidad 1. Estructura y principios de la Constitución
En la presente unidad el alumno Conocerá, analizará y comprenderá el
significado del término Constitución, así mismo Identificará los diferentes tipos
de Constitución y las partes que la conforman.

1.1. Evolución histórica del concepto de constitución


La Historia Constitucional estudia tanto el constitucionalismo (movimiento
filosófico-político dirigido a limitar el ejercicio del poder estatal) como su
principal producto normativo: las Constituciones. El concepto de Constitución
debe al constitucionalismo que lo alumbró la idea de límite y ordenación del
poder público. Sin embargo, esa idea seminal no siempre estuvo dotada de un
mismo contenido. Así como puede hablarse de un constitucionalismo liberal,
democrático o social, que concibió de forma muy distinta la organización
estatal y los derechos fundamentales, también los conceptos de Constitución,
sin perder su noción de límite, se fueron amoldando a teorías y realidades muy
diversas. La Constitución, por tanto, es un producto histórico, y por ello la
Historia Constitucional permite esclarecer sus muy distintos significados.

Los diversos conceptos de Constitución que se sostuvieron a lo largo de un


proceso histórico que abarca casi tres siglos, no se han querido desde una
perspectiva cronológica, sino a partir de un sustrato doctrinal y dogmático
común. Para ello resulta muy útil la fecunda división tripartita (concepto
racional-normativo, concepto histórico y concepto sociológico), que expuso
Manuel García-Pelayo (1909-1991) en su influyente libro Derecho
Constitucional Comparado, publicado por vez primera en 1950 y reeditado
varias veces con posterioridad. Al adoptar y reivindicar esta tipología
quisiéramos sumarnos a los numerosos homenajes académicos que se han

Derecho Constitucional 3
tributado al insigne publicista español, primer Presidente de nuestro Tribunal
Constitucional, con motivo del reciente centenario de su nacimiento.

La clasificación del profesor García Pelayo, aunque menos objetiva que un


tratamiento cronológico, se caracteriza por una extraordinaria capacidad de
abstracción y síntesis, que permite aglutinar experiencias constitucionales
diversas dotadas de un basamento doctrinal común. Queda al margen de ella,
es cierto, la noción de “constitucionalismo antiguo” (según la ya clásica
definición de McIlwain), aunque bien podría encuadrarse en el concepto
sociológico de Constitución. Si no se le ha dedicado un estudio particular, se
debe a que hemos preferido centrarnos en los conceptos modernos de
Constitución, es decir, aquellos que toman como punto de partida la existencia
de un Estado que monopoliza el poder público y al que la propia Constitución
trata de limitar.

De acuerdo con el concepto racional-normativo de Constitución, ésta se


concibe como un sistema de normas derivado de un acto de voluntad que se
dirige a configurar los órganos estatales, sus competencias y relaciones
recíprocas. La decisión constituyente representa, por tanto, el origen del
sistema constitucional, desligado de ataduras históricas y sociológicas, que no
resultan vinculantes, aunque puedan tomarse como referente. De ahí que el
concepto racional-normativo se ligue a procesos revolucionarios que
pretendieron poner fin a las estructuras sociales y a las instituciones del
Antiguo Régimen.

Así sucedió en los Estados Unidos de América, en donde el proceso de


gestación del concepto de Constitución fue el resultado de la ruptura con las
tradiciones e instituciones británicas. Es allí en donde el término “Constitución”
empieza a adquirir un significado jurídico-político, conviviendo en un primer
momento con otros términos tales como Fundamentals, Orders, o Frames of
Government. A ello dedica su estudio del profesor Horst Dippel, basándose
principalmente en los panfletos y periódicos publicados entre 1774 y 1776,
momento en el que encuentra el germen del concepto de Constitución que se

Derecho Constitucional 4
plasmaría en las colonias británicas a partir de su emancipación respecto de la
metrópoli. El profesor Dippel muestra hasta qué punto el concepto racional-
normativo de Constitución que emergió en Estados Unidos se encontraba en su
origen fuertemente ligado a la idea de Constitución inglesa y a la definición que
de ésta había realizado Bolingbroke. El constitucionalismo norteamericano no
surgió, por tanto, en oposición frontal a la idea de Constitución inglesa
(histórica y no escrita), sino que fue deudora de esta última. En un primer
momento, las colonias trataron de erigirse como restauradoras de dicha
Constitución británica, hollada por el Parlamento y el Rey ingleses, en un
proceso que recordaba a la Revolución Gloriosa de 1688. Pero, quebrada sin
remedio la Constitución inglesa, empieza también a considerarse que los
territorios norteamericanos han regresado a un estado de naturaleza que
obligaba a formular un nuevo pacto social en el que se recogiese la sustancia
de los benéficos principios políticos de aquélla. De este modo, y a partir de las
teorías lockeanas de la soberanía popular, se daba forma a un texto normativo
derivado del pueblo y que, por su esencia, debía ser superior a la legislación.
Como pacto social, la Constitución aparece como pieza fundante del Estado, de
los miembros del pueblo soberano.

La experiencia francesa es en parte deudora de estas teorías, que cruzarán el


Atlántico, aunque mezcladas con las propias doctrinas contractualistas que, a
su vez, habían influido de modo determinante en el constitucionalismo
norteamericano. Como demuestra el estudio del profesor Roberto L. Blanco
Valdés, en Francia, al igual que en Estados Unidos, la Constitución aparece
como un acto normativo, emanado de la soberanía de la colectividad y
producto de un nuevo poder prejurídico, el poder constituyente, cuya
teorización alcanza en Francia las cumbres más altas merced a la universal
construcción del abate Sieyès. Pero, a diferencia de lo sucedido en el
constitucionalismo norteamericano, el valor político conferido a la Constitución,
como superior a la ley, no se traslada al plano jurídico, debido a los distintos
condicionantes que acompañaron a los procesos constituyentes de una y otra
orilla del Atlántico. La diferenciación entre Constitución y ley no se asentará,

Derecho Constitucional 5
por tanto, en una particular posición jurídico-formal de aquélla, sino en su
mayor rigidez, que habría de convertirla en indisponible por el legislador
ordinario. Pero, en realidad, para los revolucionarios franceses la ley aparece
como la fuente superior del derecho, a partir del dogma de la soberanía
nacional y la lógica de considerar todo acto emanado del Parlamento como
voluntad general soberana. De ahí que, como muestra el profesor Blanco
Valdés, no llegase a cuajar un proceso de control de constitucionalidad
semejante al judicial review norteamericano, a pesar de la existencia de
algunas relevantes teorizaciones como la elaborada por Sieyès en torno al jury
constitutionnel.

Si los modelos norteamericano y francés se han considerado habitualmente


como los puntos de referencia de posteriores ideas de Constitución racional-
normativa, el profesor José María Portillo Valdés intenta cambiar este
planteamiento en lo que se refiere al constitucionalismo del mundo hispánico.
A su parecer, allí se habría ido abriendo camino un constitucionalismo que
traería causa en la economía política y en un derecho de gentes adaptados a
una cultura católica. Así, la declaración de “libertad e independencia” sobre
cuya base germinó tanto la Constitución de Cádiz como las primeras
Constituciones iberoamericanas, retrotraía sus raíces a los postulados teóricos
del ius gentium. Por otra parte, el proceso particular de defensa del Reino, en
el caso de la metrópoli, y de los procesos emancipadores, en el caso de
América, debe tenerse en cuenta para comprender la particularidad de que los
congresos constituyentes fueran emanación más o menos directa de previos
movimientos juntistas. Las Constituciones resultantes, fruto de una idea de
soberanía que convertía a la nación en epicentro político, eran, por tanto,
textos escritos que respondían a un modelo racional-normativo, pero con la
particularidad de que estaban formulados para combatir tanto el enemigo
exterior (respuesta basada en el derecho de gentes) como al interior
(respuesta específicamente constitucional).

Tal y como se analiza en el artículo elaborado por el profesor Juan Luis


Requejo, el concepto racional-normativo de Constitución se reformulará en el

Derecho Constitucional 6
siglo XX merced al genio jurídico de Hans Kelsen, que desprenderá los textos
constitucionales de su ligamen iusracionalista, acentuando el elemento lógico-
formal. La construcción kelseniana se enmarca precisamente en una reacción
contra el iusracionalismo imperante, que había impregnado toda la teoría de la
Constitución en la centuria anterior. El positivismo que, por el contrario, irá
arraigando en el mundo germánico, reaccionará contra estos presupuestos de
la mano de Laband, Merkl y Jellinek, entre otros. Pero Kelsen lleva a su
extremo la posición nomocrática, al buscar la fuente de validez constitucional
no ya en presuntas teorías político-fácticas –léase poder constituyente– sino en
referentes exclusivamente normativos. Kelsen llegará al máximo nivel de
abstracción, alcanzando los límites a los que conduce la idea racional-
normativa de Constitución: si el Estado se reduce a un ordenamiento jurídico
soberano, la Constitución, como estructuradora de ese Estado, ha de ser la
fuente jurídica lógicamente superior que determina los procesos de creación
normativa. Así vista, la Constitución no es, en sí misma, garantía de libertades
más allá de la seguridad jurídica y del principio de jerarquía. Con Kelsen, la
Constitución se formaliza hasta el punto de perder cualquier conexión
axiológica y función garantista.

La Constitución también se concibió como producto histórico, al considerar que


la antigüedad, y no la decisión, conformaba el auténtico canon de validez
jurídica. El concepto de Constitución histórica rechaza la idea racional-
normativa de un acto constituyente que produzca de una sola vez el
entramado constitucional. Antes bien, la Constitución sería el resultado de un
proceso histórico que a lo largo de los siglos iría moldeando una norma que en
su esencia acaba por convertirse en intangible.

Gran Bretaña fue el principal artífice del concepto histórico de Constitución. A


pesar de los intentos de establecer un texto racional-normativo durante el
mandato de Cromwell y por influencia de los levellers, la opción triunfante en
Inglaterra fue la de la Constitución histórica. Las libertades de los ingleses, y la
forma de gobierno de Albión, hallaría su fundamento no ya a través de un
único texto escrito en un solo acto, sino en el antiguo Statute Law que se

Derecho Constitucional 7
retrotraía hasta la Magna Carta de 1214, y en el common law que había ido
constituyendo el gobierno británico y afirmando los derechos de los ciudadanos
británicos. De todo ello se ocupa en este volumen Clara Álvarez Alonso, que
presta una especial atención al concepto de Antigua Constitución inglesa
defendido por Bolingbroke en A Dissertation upon de parties (1735), en donde,
con muchas referencias a otros contextos espaciales y temporales, muy en
particular a la vieja “Constitución castellana”, reelabora lo dicho por Coke y por
otros autores sobre la Old Constitution. La profesora Álvarez Alonso muestra la
extraordinaria eficacia legitimadora de este concepto, ejemplo paradigmático
de la construcción de un mito jurídico y de la utilización política de la historia.

La idea de una Constitución antigua o histórica fue acogida con entusiasmo en


la Europa continental por el pensamiento conservador e incluso reaccionario
durante el siglo XIX, a pesar de que en Inglaterra no habían tenido
precisamente ese significado. Cuando whigs y tories encabezaron la Revolución
Gloriosa de 1688, acudieron a la autoridad de las antiguas leyes inglesas para
derrocar a Jacobo II y establecer la dinastía Orange. Muy al contrario, en la
Europa continental el recurso a la Constitución histórica sirvió para reaccionar
contra el pensamiento revolucionario de cuño francés. Así sucedió en la propia
Francia de la Restauración, a partir de la Carta de 1814, pero también en
diversos Estados alemanes de la primera mitad del ochocientos y en la Italia
del Estatuto Albertino, como pone de relieve aquí el profesor Luigi Lacché. Las
Constituciones hallaron entonces una nueva fuente de legitimidad histórica, la
dinástica (el principio monárquico, según la dogmática germana), que las
convirtió en productos de la voluntad regia (Cartas Otorgadas) que tomaría el
relevo del poder constituyente del pueblo. Así vista, la Constitución no era ya
un límite externo al poder del Rey, procedente de la nación, es decir de la
sociedad al Estado, sino que era una autolimitación regia. En tanto los
detractores de las Cartas Otorgadas les negaban valor constitucional por no
proceder del pueblo soberano, sus partidarios entendían que la naturaleza
constitucional no podía cuestionarse, porque en ellas concurría la idea de límite
del poder estatal.

Derecho Constitucional 8
Como se examina en el estudio del profesor Joaquín Varela, la idea de una
“Constitución tradicional o histórica”, anterior y superior al documento
constitucional escrito, la defendió Jovellanos durante la Guerra de la
Independencia al igual que los diputados realistas en las Cortes de Cádiz, en
contra del concepto racional-normativo de Constitución que sustentaron los
liberales doceañistas y que se plasmó en la Constitución de 1812, sin perjuicio
de la apelación que en este texto se hacía a las leyes fundamentales de la
monarquía. Durante la primera década del reinado de Isabel II se fue
afianzando la doctrina de la Constitución histórica de España, plasmada en los
preámbulos del Estatuto Real y de la Constitución de 1845, a tenor de la cual
se consideraba que antes y por encima del texto constitucional, ahora
elaborado de consuno por el rey y las cortes y no por los representantes de la
nación soberana reunidos en Asamblea Constituyente, existía una Constitución
histórica, identificada con las leyes fundamentales de la monarquía. Una
Constitución cuya “esencia” (monarquía limitada, soberanía compartida entre
el rey y las Cortes, confesionalidad católica del Estado) suponía un límite
infranqueable para el legislador a la hora de elaborar el texto constitucional. En
el último tercio del siglo XIX Cánovas dará los últimos retoques a esta doctrina
(él prefiere hablar de “Constitución interna”), que cristaliza en la longeva
Constitución de 1876 y cuya impronta se percibe en el anteproyecto
constitucional de 1929 así como en el pensamiento político y en el
ordenamiento jurídico de la dictadura franquista.

El tercer gran concepto de Constitución en la historia es el “sociológico”, que se


caracteriza por difuminar el ser y el deber ser, al incorporar a la idea de
Constitución la realidad socio-política existente en cada momento. De esta
forma, esta versión constitucional diluye el elemento decisionista propio del
concepto racional-normativo, pero también el elemento ancestral de la noción
histórica: la Constitución se integra por las estructuras fácticas presentes en
cada momento, lo que explica el carácter dinámico inherente a esta forma de
entender las Constituciones.

Derecho Constitucional 9
El condicionamiento de la política sobre la normatividad se empieza a atisbar
en fechas tempranas en Inglaterra, a la que dedica su estudio el profesor
Ignacio Fernández Sarasola. Mientras muchos tratadistas seguían anclados en
la antigua idea de la balanced constitution que expresaba el statute law, a
partir sobre todo de 1832, por obra de John James Park, empiezan a alzarse
voces que ponen de relieve la distancia existente entre las prescripciones del
Derecho escrito, y las verdaderas fuentes de obligaciones constitucionales. La
Constitución “teórica”, en palabras de Park, habría dejado de aplicarse desde
finales del XVIII, reemplazada por una “Constitución real”, derivada del
funcionamiento efectivo de las instituciones. Elementos como la monarquía
parlamentaria, los partidos políticos, la responsabilidad política o la existencia
de un Gabinete, formarían parte de la Constitución británica, por más que no
los mencionasen las normas escritas. La antigua tensión entre statute law y
common law se reemplazaría entonces por la disyuntiva entre la “Constitución
teórica” y la “Constitución real”. La doctrina posterior empezaría a tomar en
consideración lo que empezaron a denominarse como “convenciones
constitucionales”, sustanciándose una rica controversia sobre su valor
normativo o político desde Dicey hasta Jennings y Marshall.

La concepción sociológica de Constitución aparece también en un primer


momento, y en la Europa continental, como reacción al concepto racional-
normativo, procedente tanto de sectores conservadores como socialistas. Entre
los primeros destaca la construcción del germano Lorenz Von Stein, quien veía
a la Constitución como la forma a través de la cual la plural voluntad del
pueblo estructurado orgánicamente se transformaba en voluntad estatal.

La Constitución, por tanto, no haría sino traducir los intereses de la clase


dominante, de modo que la estructura social condicionaba el contenido del
texto normativo. Ferdinand Lasalle representa el contrapunto socialista a esta
idea sociológica, tal y como muestra el estudio del profesor Joaquín Abellán. El
concepto de Constitución forjado en sendas conferencias pronunciadas en 1862
por el jurista germano se desarrollaría a raíz del conflicto constitucional en
cuya esencia se trataba de vislumbrar si el Parlamento, a través de su poder

Derecho Constitucional 10
presupuestario, debía imponerse al principio monárquico. Lasalle definiría la
Constitución a partir de su contrapunto con la ley, al considerar a la primera
como fundamento de la segunda. Pero ese “fundamento” no se lo confería la
Constitución escrita o “de papel”, sino lo que él denominaría “Constitución
real”, integrada por los poderes sociales y políticos (Rey, ejército, nobleza,
burguesía, clase obrera, opinión pública y banca) que determinaban la
dinámica del gobierno y sin los que cualquier Constitución formal no sería más
que una entelequia. A esta concepción sociológica se acogería también Marx y
el posterior pensamiento comunista.

Como muestra Maurizio Fioravanti en el ensayo que cierra este volumen, el


reconocimiento de un orden jurídico básico, fundamentado históricamente (de
una Constitución en sentido material, en definitiva), como requisito previo para
la existencia misma del derecho positivo, está presente, en contra de lo que
suele afirmarse, en el concepto de Constitución que, en buena medida por
influjo de Savigny, sostuvo el positivismo jurídico alemán del siglo XIX y muy
en particular Jellinek. Su introductor en Italia, Vittorio Emanuele Orlando,
insistiría en este extremo. Este planteamiento lo criticará Kelsen, incluso de
forma despiadada, mientras su gran adversario, Carl Schmitt, ya durante la
República de Weimar, apelará a una “Constitución sustancial”, pero no para
fundamentar el derecho positivo, como había hecho Jellinek, sino para
contraponerla al documento constitucional aprobado por el Parlamento, con el
deliberado propósito de minar su legitimidad. La disyuntiva entre una
Constitución parlamentaria sin fundamento histórico y axiológico previo
(Kelsen) o a la apelación a una Constitución sustancial como ariete contra la
Constitución aprobada por el Parlamento (Schmitt), obligará a algunos autores
a buscar una solución mediadora, capaz de fundamentar y legitimar en un
conjunto de principios y valores el texto constitucional de una determinada
comunidad política. Así lo hará Smend y sobre todo Mortati en su obra clave:
La Costituzione in senso materiale (1940).

Derecho Constitucional 11
1.2. Antecedentes de la Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicanos

CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE LA
MONARQUÍA ESPAÑOLA, DE 19 DE
MARZO DE 1812.

En 1808 el emperador de Francia, Napoleón I, impuso a su hermano José


Bonaparte como rey de España después de obligar al rey Fernando VII a
renunciar a la corona e invadir militarmente el país como parte de su política
de hegemonía continental frente a otras monarquías europeas, principalmente
Austria, Prusia, Rusia e Inglaterra.

El pueblo español se levantó contra los ocupantes franceses y su resistencia se


manifestó en dos aspectos principales: una guerra de guerrillas larga y cruenta
y la bandera de la legitimidad del depuesto Fernando VII, lo que permitió más
adelante tanto la unidad política del movimiento mediante un sistema de
juntas patrióticas, como la unidad jurídica en una Constitución.

España, al mismo tiempo, enfrentaba una severa crisis económica, política y


social generada por la decadencia del comercio, la industria y la agricultura por
la guerra contra los invasores, la disminución o interrupción de los envíos de
recursos, manufacturas y materias primas de ultramar y la insurrección
armada en sus posesiones americanas. La reorganización del Estado se hizo
necesaria en todos los aspectos, incluida la revisión de la monarquía y sus

Derecho Constitucional 12
bases como forma de gobierno fundado en el derecho divino y la voluntad
absoluta del monarca.

Así, la organización de la resistencia en juntas locales y provinciales, incluidas


aquellas creadas en los dominios americanos para enfrentar la falta del rey
legítimo y asegurar la continuidad del gobierno en su ausencia, se orientó
hacia una redefinición constitucional de la monarquía española, al crearse el 25
de septiembre de 1808 una junta central llamada Junta Suprema Central y
Gubernativa del Reino, la cual convocó el 22 de enero de 1809 a integrar las
Cortes que redactarían la Constitución. La Junta Suprema cedió sus
atribuciones soberanas a un Consejo de Regencia que finalmente reunió a las
Cortes en Cádiz el 24 de septiembre de 1810, integradas por 308 diputados
electos por los diversos reinos y provincias españoles. La Constitución Política
de la Monarquía Española fue emitida el 19 de marzo de 1812. En la Nueva
España, el virrey Francisco Xavier Venegas de Saavedra juró la Constitución el
30 de septiembre de ese año.

No obstante el carácter general de la representación en las Cortes y la vigencia


de la Constitución en la Península y los dominios españoles, una vez
restaurado en el trono por el tratado de Valencey de 11 de diciembre de 1813,
Fernando VII decretó el 4 de mayo de 1814 la abolición de la Constitución y la
nulidad de las Cortes y todos sus actos, restaurándose así el régimen
absolutista. En la Ciudad de México, la abolición la realizó el virrey Félix María
Calleja del Rey.

Después de seis años de reinado absoluto, el levantamiento del Teniente


Coronel Rafael del Riego con las tropas que debían embarcarse para América
en Sevilla el 1o. de enero de 1820, consiguió que Fernando VII aceptara
nuevamente la Constitución de Cádiz y la jurara el 9 de marzo de ese año. En
la Nueva España las autoridades virreinales la juraron a su vez el 31 de mayo
del mismo año.

Antecedente fundamental del constitucionalismo mexicano, la también llamada


Constitución de Cádiz es la primera norma que con carácter supremo reguló la

Derecho Constitucional 13
estructura y el funcionamiento del Estado español en Europa, América y Asia,
concibiéndolo como una unidad política denominada “La Nación española”,
integrada por la “reunión de los españoles de ambos hemisferios”. Si bien esta
Constitución consolidaba a la monarquía como la forma de gobierno, eliminó su
ejercicio absoluto y la limitó a una función ejecutiva y administrativa con
rigurosos supuestos para la designación del Rey, determinación de su esfera de
competencia y una reducida discrecionalidad en su actividad pública a partir de
la reorganización política del reino. Inclusive aspectos privados como el
matrimonio, la descendencia y la sucesión al trono fueron previstos -desde
luego por los efectos que para la propia monarquía implicaban- en el texto
constitucional y por ello quedaron como parte del Estado de Derecho que con
éste se establecía. Su texto consagró también un ámbito garantizado
jurídicamente para la libertad individual con igualdad frente a la ley y
mecanismos constitucionales de control de la actuación de los poderes
públicos, tales como la sujeción a responsabilidad de las funciones públicas y el
principio de legalidad como requisito de validez para todo acto de gobierno.

La gran aportación de la Constitución de Cádiz es que arraigó en la conciencia


jurídica mexicana el principio de la soberanía popular, al radicar el poder
supremo del Estado en el pueblo y consagrar que “La soberanía reside
esencialmente en la Nación, y por lo mismo, pertenece a ésta exclusivamente
el derecho de establecer sus leyes fundamentales”. De igual manera, se
estableció que el gobierno no es un fin en sí mismo, sino el medio que tiene el
Estado para realizar el bien común: “El objeto del Gobierno es la felicidad de la
Nación, puesto que el fin de toda sociedad política no es otro que el bienestar
de los individuos que la componen”, aspectos permanentes en nuestra propia
visión como país independiente.

La Constitución Política de la Monarquía Española se divide en diez títulos,


integrados por 384 artículos.

Derecho Constitucional 14
DECRETO CONSTITUCIONAL PARA
LA LIBERTAD DE LA AMÉRICA
MEJICANA, DE 22 DE OCTUBRE DE
1814.

Desde el inicio de la insurrección armada en 1810, ésta contó con el respaldo


de juristas que comprendieron la necesidad de dotarla con un fundamento
jurídico que le permitiera definir sus objetivos y fijarlos en principios que la
orientaran y se tradujeran en instituciones que permitirían dotar de una
estructura permanente y viable a la nueva sociedad que se pretendía construir,
situación que se fue definiendo conforme el movimiento se consolidaba.

Ya en diciembre de 1810, Miguel Hidalgo y Costilla emitió un Manifiesto en el


que propone establecer “…un congreso que se componga de representantes de
todas las Ciudades, Villas y Lugares de este Reyno, que (…) dicte leyes suaves,
benéficas y acomodadas a las circunstancias de cada Pueblo (…)”. En 1811 el
licenciado Ignacio López Rayón, por entonces jefe del movimiento, una vez
muertos Hidalgo y sus jefes militares, integró la Junta Suprema Nacional
Americana en Zitácuaro, a la que siguió, también por las circunstancias de la
guerra, el Supremo Congreso Nacional de América (o de Anáhuac) el 14 de
septiembre de 1813 en Chilpancingo, bajo el mando de José María Morelos y
Pavón. Este Congreso suscribió el 6 de noviembre de ese año un Acta de
Declaración de la Independencia de la América Septentrional y el 22 de octubre
del año siguiente, ya instalada en Apatzingán, promulgó la primera

Derecho Constitucional 15
Constitución propiamente dicha, emitida en la entonces Nueva España, el
Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mejicana, también
conocida como Constitución de Apatzingán.

Mucho se ha discutido sobre la vigencia real o no del Decreto Constitucional de


1814 y si puede considerarse una Constitución y no sólo una expresión de los
anhelos político estatales de los insurgentes.

Para ello se podría decir, desde un punto de vista estrictamente formal, que su
aplicación no se observó en todo el territorio de la Nueva España ni fue jurada
en los términos prescritos por ella, de tal forma que todas las autoridades
pudieran considerarse constitucionales.

Lo cierto es que en los territorios dominados por los insurgentes,


particularmente por el Generalísimo Morelos, la Constitución de Apatzingán se
aplicó al ajustar el liderazgo insurgente a la misma su conducta, tanto formal
al integrarse el Poder Ejecutivo (Supremo Gobierno) y establecerse el Tribunal
Supremo de Justicia en los términos por ella prescritos, y el Supremo Congreso
laboró, si bien itinerante, hasta la decadencia del movimiento después del
fusilamiento de Morelos el 22 de diciembre de 1815, respetando su espíritu
como norma suprema, incluso en los avatares de la guerra. El mismo Morelos
no se desentendió del carácter soberano del Congreso y cayó prisionero
escoltándolo.

En todo caso, en el Decreto Constitucional para la Libertad de la América


Mejicana es el cimiento sobre el que se han definido los principios identificables
como permanentes y característicos del constitucionalismo en nuestro país,
tales como la independencia, las libertades y derechos individuales, el gobierno
republicano (excepto el Reglamento Provisional Político del Imperio Mexicano
de 1823 y el Estatuto Provisional del Imperio Mexicano de 1865), y la
soberanía (popular o nacional), presentes aun variando el tipo de Estado,
federal o unitario y viceversa y la orientación político económica prevaleciente
en el momento histórico correspondiente.

La Constitución de Apatzingán consta de dos apartados y 242 artículos.

Derecho Constitucional 16
REGLAMENTO PROVISIONAL
POLÍTICO DEL IMPERIO MEXICANO,
DE 23 DE FEBRERO DE 1823.

El Primer Imperio Mexicano, que inició formalmente con el Acta de


Independencia en 1821 y concluyó con la caída del emperador Agustín I
(Agustín de Iturbide) en marzo de 1823 (coronado el 21 de julio de 1822),
contó con un documento normativo supremo hasta febrero de 1823, el
Reglamento Provisional Político del Imperio Mexicano, que abolió a su vez a la
Constitución Política de la Monarquía Española de 1812 como la Constitución
del Imperio, y convalidaba la modificación de abril de 1822 a los Tratados de
Córdoba, en cuanto a la entrega del trono mexicano a un príncipe no europeo.

El gobierno imperial nunca logró consolidarse debido al enfrentamiento en el


Congreso entre los partidarios de la monarquía moderada, los que favorecían
una absoluta y los que optaban por una República, situación que impidió no
sólo la emisión de la Constitución del Imperio, sino el funcionamiento
legislativo normal del Congreso.

Ante esta situación y el propio enfrentamiento del emperador con el Congreso,


Agustín I lo disolvió el 31 octubre de 1822 y estableció, en su lugar, la Junta
Nacional Instituyente.

La Junta, integrada por 45 miembros, se instaló en noviembre de ese año, con


el cometido de elaborar una Constitución conforme a las Bases
Constitucionales del 24 de febrero de 1822 para someterla a un nuevo

Derecho Constitucional 17
Congreso. En diciembre emitió el Reglamento Provisional Político del Imperio
Mexicano, aprobándolo el 23 de febrero de 1823.

Este documento no se había promulgado al abdicar Iturbide el 20 de marzo de


ese año. El 7 de ese mes se reinstaló el Congreso y declaró enseguida nula la
coronación de aquél y en consecuencia el gobierno que preveían el Plan de
Iguala y los Tratados de Córdoba.

El 21 de mayo el Congreso acordó que la nación adoptaría como forma de


gobierno la República representativa popular federal.

Con ello, el país estaba en condiciones de darse una Constitución propia con
absoluta autonomía de los acuerdos políticos que habían sustentado la
consumación de la Independencia.

El Reglamento Provisional Político del Imperio Mexicano consta de 100


artículos.

ACTA CONSTITUTIVA DE LA
FEDERACIÓN MEXICANA, DE 31 DE
ENERO DE 1824.

Una vez consumada la Independencia y emitida el Acta de Independencia del


Imperio Mexicano el 28 de septiembre de 1821, el país procedió a definir la
formación política que adoptaría en su vida independiente.

Derecho Constitucional 18
Un primer intento fue la Soberana Junta Provisional Gubernativa del Imperio
Mexicano que declaró la Independencia y nombró una Regencia colegiada en
tanto Fernando VII ocupaba el trono del Imperio. Las provincias fueron
uniéndose al Imperio y el 24 de febrero de 1822 se estableció el Soberano
Congreso Constituyente, que ante la negativa del rey de España para gobernar
el Imperio Mexicano y su desconocimiento de la Independencia, y presionado
por los partidarios de Iturbide, lo proclamó a éste emperador en mayo de ese
año, disolviéndose la Regencia con su coronación en el mes de julio.

El objetivo de este Congreso era votar una Constitución para el Imperio, como
una monarquía limitada, según la corriente liberal, o fuertemente centralizada
según los conservadores. El emperador, enfrentado al Congreso, lo disolvió y
creó en su lugar una Junta Nacional Instituyente, que aprobó el Reglamento
Provisional Político del Imperio Mexicano el 23 de febrero de 1823 en tanto se
emitía la Constitución definitiva del Imperio.

La indefinición política se tradujo en una crisis de gobernabilidad que culminó


con levantamientos militares (Planes de Veracruz y Casamata) en diciembre de
1822 y febrero de 1823. El 7 de marzo se reinstaló el Congreso, disolviéndose
la Junta Nacional Instituyente. Iturbide abdicó el día 20 y partió al exilio
mientras el Congreso nombraba un triunvirato para ejercer el Poder Ejecutivo
provisionalmente en tanto se redactaba una Constitución.

Este gobierno provisional convocó a un segundo Congreso Constituyente, que


se instaló el 7 de noviembre de 1823. La disyuntiva entonces era entre la
federación o la República central, si bien ya se había definido una tendencia
hacia el federalismo con el llamado “voto del Congreso”.

Así, el segundo Congreso Constituyente Mexicano emitió el Acta Constitutiva


de la Federación Mexicana el 31 de enero de 1824, por el que formalmente
establece el pacto federal y el gobierno republicano.

El primer Congreso había acordado el 21 de mayo de 1823 que la forma de


gobierno sería una república representativa, popular y federal, lo que dio lugar,
en noviembre, a la presentación del proyecto del Acta Constitutiva de la

Derecho Constitucional 19
Federación Mexicana, aprobada el 31 de enero del siguiente año, 1824, cuyo
papel en nuestra historia constitucional es fundamental, por tratarse del pacto
federal en sí, después simplemente reiterado en la Constitución de octubre del
mismo año y en las sucesivas constituciones federales.

En ella, expresamente se señala que los estados de la federación son


“independientes, libres y soberanos en lo que exclusivamente toque a su
administración y gobierno interior…” (Art. 6o.). Esto también resulta
trascendental ya que no se trata de entidades que al unirse han renunciado a
su soberanía, sino que la mantienen cediendo únicamente el ejercicio de la
misma en aquellas atribuciones que de común acuerdo atribuyen a la
federación, tanto las que señalan como competencias de los Poderes federales
como las prohibiciones que asumen para sí.

De igual manera, se adopta el régimen republicano (ejercicio dividido del poder


tanto para el gobierno federal como para el propio de los estados)
representativo popular (elección popular de representantes en el Poder
Legislativo).

Cabe destacar que el documento ya contiene garantías individuales, desde la


referencia general a la protección “por leyes sabias y justas (de) los derechos
del hombre y del ciudadano”, hasta otras específicas, como la manifestación de
las ideas, el debido proceso legal, la irretroactividad de la ley, la libertad de
imprenta y otras como “la ilustración y prosperidad general” (de la nación). El
Acta se compone por 36 artículos divididos en nueve partes.

CONSTITUCIÓN FEDERAL DE LOS


ESTADOS -UNIDOS MEXICANOS, DE 4
DE OCTUBRE DE 1824.

Derecho Constitucional 20
Decidida la forma de gobierno federal y republicano en el Acta Constitutiva de
la Federación Mexicana del 31 de enero de 1824, el Congreso Constituyente
discutió y elaboró la Constitución Federal de los Estados Uunidos Mexicanos de
abril a octubre de 1824, sancionándose el texto definitivo el día 4 de ese mes y
año y publicada el día 5.

Prevaleció en ella la postura favorable al federalismo, tanto como una


continuación ideológica natural del Acta Constitutiva como por el desprestigio
que había supuesto para el centralismo la ineficacia que a la larga tuvo la
Constitución de Cádiz como fundamento de un gobierno unitario, así como la
incapacidad del Imperio para resolver las divergencias entre los intereses
locales y regionales y los del centro.

Esta Constitución, en consecuencia, consagró el pacto federal estableciendo la


división de poderes y la concordancia entre el gobierno de la federación y los
gobiernos de los estados, que por otra parte garantizaron el carácter soberano
con el que se habían unido al Pacto al fijarse expresamente que la forma de
gobierno y la división de los poderes supremos de la Federación y de los
estados “jamás se podrán reformar”.

Recordemos que si no hubo una dispersión generalizada en la nación a la caída


del Imperio de Iturbide fue porque algunas entidades que no deseaban
permanecer como provincias bajo un gobierno central, como fue el caso de
Chiapas, Coahuila, Guanajuato, Jalisco, Michoacán, San Luis Potosí, “Las
Tamaulipas”, Texas, Yucatán o “Los Zacatecas”, comprometieron su unión en
un Estado “nacional” sólo bajo un régimen federal.

Por otra parte, y habida cuenta de la inestabilidad política que rodeó al primer
Congreso Constituyente, en la propia Constitución se dispuso que podría ser
reformada hasta 1830 (artículo 166) y eso sólo “ciertos artículos”, con el
objetivo de permitir el asentamiento institucional y la consolidación de las
prácticas constitucionales, dejando pasar tres periodos legislativos y un
periodo presidencial completos a partir del inicio de la vigencia de la
Constitución, facilitando la identificación de aspectos susceptibles de

Derecho Constitucional 21
consideración, ajustes o una eventual sustitución (en realidad se sucedieron
doce presidentes –tres en triunvirato- y tres ocasiones el general Antonio
López de Santa Anna, sin respetarse en su caso el tiempo exigido para la
reelección).

La Constitución Federal de los Estados-unidos mexicanos de 1824 está


integrada por 171 artículos divididos en siete Títulos: 1o. De la nación
mexicana, su territorio y religión; 2o. De la forma de gobierno de la nación, de
sus partes integrantes y división de su poder Supremo; 3o. Del poder
legislativo; 4o. Del supremo poder ejecutivo de la federación; 5o. Del poder
judicial de la federación; 6o. De los estados de la federación, y 7o. De la
observancia, interpretación y reforma de la constitución y acta constitutiva.

LEYES CONSTITUCIONALES, DE 29 DE
DICIEMBRE DE 1836.

El conflicto entre federalismo y centralismo tuvo en la campaña militar del


general Antonio López de Santa Anna contra el estado de Zacatecas en junio
de 1835, su máxima expresión de radicalismo e intolerancia, cuando el ejército
del dictador arrasó, además, Querétaro, San Luis Potosí y Jalisco, y se
desmembró Zacatecas para crear el actual estado de Aguascalientes.

Con este despliegue de fuerza, Santa Anna convocó en junio de 1835, a través
del Consejo de Gobierno, a sesión extraordinaria del Congreso, que inició sus
sesiones el 19 de julio de ese año, con el objetivo de revisar propuestas sobre

Derecho Constitucional 22
un posible cambio de gobierno, lo que implicaba una violación a la Constitución
de 1824 que señalaba irreformables los artículos relativos a ello.

En septiembre, el Congreso se declaró “Constituyente” y suspendió la vigencia


del Acta Constitutiva y la Constitución Federal de 1824 y asumió el dictar
cuanto decreto fuera necesario en virtud del clima de ingobernabilidad que se
estaba generando, habida cuenta de que algunos estados se resistían al
centralismo incluso con las armas.

En una decisión trascendental, se aprobó la disolución de las legislaturas


locales y su sustitución por Juntas Departamentales. Ello terminaba con el
federalismo, lo que se consumó con la emisión de las Bases para la nueva
Constitución (Bases Constitucionales expedidas por el Congreso Constituyente)
el 23 de octubre de 1835 y las siete Leyes Constitucionales, promulgadas entre
el 15 de diciembre de ese año y el 6 de diciembre de 1836, y emitidas por
decreto de 29 de diciembre de 1836.

Estas Leyes, que en conjunto integran un texto constitucional único,


establecieron la primera República centralista, y se mantuvieron en vigor hasta
la expedición de las Bases de Organización Política de la República Mexicana en
1843; sin embargo, no se materializó la estabilidad política que presuponía la
eliminación de la tendencia federalista en la norma suprema, pues tan sólo
entre 1836 y 1843 se sucedieron once presidencias de la República. De ellas,
cuatro del general López de Santa Anna, dos de Anastasio Bustamante y dos
de Nicolás Bravo.

Esta Constitución estructuró al Estado mexicano conforme a los postulados


políticos del centralismo, si bien conservó disposiciones importantes en materia
de garantías individuales y creó el denominado Supremo Poder Conservador,
que vigilaría la legalidad de los actos de los demás poderes, además de anular
leyes o decretos, suspender a la Corte Suprema y al Congreso, restablecerlos y
declarar incapacitado al Presidente, entre otras atribuciones absolutas.

Derecho Constitucional 23
BASES DE ORGANIZACIÓN POLÍTICA DE LA REPÚBLICA MEXICANA, DE
12 DE JUNIO DE 1843.

Este documento constitucional, también conocido como “Bases Orgánicas”, da


el contexto jurídico para la segunda República centralista. Su origen está en el
alzamiento del general Manuel Paredes y Arrillaga en 1841 para reformar las
siete Leyes Constitucionales, que concluyó con la renuncia del presidente
Anastasio Bustamante y Oseguera (quien ocupaba el cargo por tercera
ocasión), el desconocimiento de los Poderes y la designación de Francisco
Javier Echeverría Mignoni como Presidente provisional con poderes
extraordinarios.

De acuerdo con las “Bases de Tacubaya” (28 de septiembre de 1841) se eligió


un Congreso constituyente que se disolvió por la misma inestabilidad generada
por el conflicto entre centralistas y federalistas, por lo que se nombró una
Junta Nacional Legislativa que emitió las Bases Orgánicas para la Organización
Política de la República Mexicana, ya con el general Nicolás Bravo como nuevo
Presidente provisional, también centralista.

Mediante estas Bases fue instituida la segunda República centralista, que


anulaba el Supremo Poder Conservador creado por las Siete Leyes y otorgaba
mayores facultades al Ejecutivo, dándole un poder prácticamente dictatorial.

Este ordenamiento fue expedido el 12 de junio de 1843 y publicado el día 14.


Con él se mantiene como forma de gobierno la República representativa y
popular. Al igual que las Leyes Constitucionales, incluyen los derechos y
obligaciones de los mexicanos y agregan los de los ciudadanos mexicanos;
proscribe la esclavitud y establece un Poder Electoral, con un mecanismo de
elecciones indirectas.

El documento se compone por 202 artículos divididos en once títulos: I. De la


nación mexicana, su territorio, forma de gobierno y religión; II. De los
habitantes de la República. III. De los mexicanos, ciudadanos mexicanos y
derechos y obligaciones de unos y otros; IV. Poder Legislativo; V. Poder
Ejecutivo; VI. Del Poder Judicial; VII. Gobierno de los Departamentos; VIII.

Derecho Constitucional 24
Poder Electoral; IX. Disposiciones generales sobre administración de justicia;
X. De la hacienda pública, y XI. De la observancia y reforma de estas Bases.

Las Bases Orgánicas estuvieron en vigor formal hasta la expedición del Acta
Constitutiva y de Reformas de 1847, pero en los hechos las continuas
asonadas y la ingobernabilidad general hicieron imposible su observancia,
además de que el propio general Santa Anna, que dominó el periodo con sus
sexta y séptima presidencias, no contribuía con un caudillaje indefinido
políticamente a mejorar las condiciones del país y el consenso mínimo para el
funcionamiento de las instituciones.

Para finales de 1844, el general López de Santa Anna fue derrocado por una
enésima rebelión y exiliado en mayo de1845; el Congreso nombró el 1o. de
agosto de ese año Presidente constitucional al general José Joaquín de
Herrera, quien debió iniciar la resistencia frente a la invasión norteamericana
en 1846.

ACTA CONSTITUTIVA Y DE REFORMAS DE 18 DE MAYO DE 1847.

El experimento centralista iniciado en 1835 no había estabilizado políticamente al


país ni asegurado la paz interna y externa.

El enfrentamiento ideológico entre


federalistas y centralistas obligaba al
grupo conservador a endurecer la
reacción contra las reformas de 1833 y
1834 que habían afectado los intereses
militares y eclesiásticos y que originaron
conflictos armados en 1833 y 1835, así
como a continuos pronunciamientos y
sucesión de titulares del Poder Ejecutivo.

Derecho Constitucional 25
En este contexto, el 4 de agosto de 1846 el general José Mariano Salas se
levanta contra el presidente centralista Nicolás Bravo, con el Plan de la
Ciudadela, para restablecer el gobierno federalista y la Constitución de 1824,
en plena guerra contra la invasión norteamericana, que había iniciado
oficialmente en mayo de ese año, si bien desde 1836 se había perdido Texas,
que se incorporó a los Estados Unidos de América en 1845.

El general Salas convocó a un Congreso que tendría facultades constituyentes,


el que en diciembre comenzó a sesionar contando entre sus miembros, como
diputado por Oaxaca, al licenciado Benito Juárez García, y a los distinguidos
juristas Manuel Crescencio García Rejón y Mariano Otero Mestas. Por ley de 10
de febrero de 1847, el Congreso aprobó restablecer la Constitución Federal de
1824, contra el parecer de Otero, quien propuso a su vez añadirle un Acta de
Reformas en su famoso voto particular.

En lo político y militar, Salas había entregado el poder al general López de


Santa Anna, conforme al Plan de la Ciudadela, que a su vez lo dejó a Valentín
Gómez Farías, quien era el Vicepresidente. Santa Anna se reintegró con motivo
del levantamiento de los “Polkos” en la capital y posteriormente quedó como
Presidente interino el general Pedro María Anaya Álvarez.

Mientras tanto, en el Congreso se aprobó la propuesta de Otero el 18 de mayo


de ese año, como Acta Constitutiva y de Reformas, jurada el día 21 ya con el
general López de Santa Anna como presidente de la República, cargo que
desempeñaba por décima ocasión, en sustitución del general Anaya Álvarez.

Con el fin de impulsar el gobierno federal y darle viabilidad a la restablecida


Constitución de 1824, se emitieron leyes sobre elecciones de los Poderes
Legislativo y Ejecutivo (3 de junio de 1847), de los Supremos Poderes y de los
Ayuntamientos (19 de mayo de 1849), y unas Bases para la elección del
Presidente de la República y los senadores, el 13 de abril de 1850.

El Acta Constitutiva y de Reformas, documento de primera importancia en


nuestra historia jurídica, por contener por primera vez con carácter
constitucional las bases del Amparo, junto con el Acta Constitutiva de la

Derecho Constitucional 26
Federación y la propia Constitución Federal de 1824 integraron en conjunto la
Constitución Política de la República, con un carácter más formal que real
durante la dictadura santanista (1853-55), hasta la emisión de la Constitución
Federal de los Estados Unidos Mexicanos del 5 de febrero de 1857.

El Acta Constitutiva y de Reformas está integrada por dos partes: la primera


corresponde al decreto del Soberano Congreso extraordinario constituyente por
el que restablece la federación y el carácter independiente y soberano de los
estados que la componen (“Acta Constitutiva”), y la segunda al Acta de
Reformas, con 30 artículos.

BASES PARA LA ADMINISTRACIÓN DE LA REPÚBLICA, HASTA LA


PROMULGACIÓN DE LA CONSTITUCIÓN DE 22 DE ABRIL DE 1853.

En las elecciones presidenciales de 1851 se eligió Presidente al general Mariano


Arista Nuez, quien recibió el poder de manos de José Joaquín de Herrera sin
sobresaltos.

Sin embargo, debió renunciar en 1853 por la presión de un levantamiento en


Jalisco (Plan del Hospicio), quedando en su lugar Juan Bautista Ceballos,
Presidente de la Corte Suprema, quien a su vez se enfrentó al Congreso y se
indispuso con los alzados, dejando la presidencia a Manuel María Lombardini
de la Torre. Llamado nuevamente el general Santa Anna, quien asumió el
cargo por décima primera ocasión el 20 de abril de 1853.

Una vez retomado su puesto, Santa Anna se condujo dictatorialmente


exigiendo el trato de Su Alteza Serenísima; prorrogó su mandato
indefinidamente; suspendió los congresos locales; estableció la reglamentación
del ejercicio de las funciones de los gobernadores; reorganizó territorialmente
al país y llegó a realizar gestiones para el restablecimiento de la monarquía.

Para organizar su gobierno expidió el 22 de abril de 1853, las Bases para la


administración de la República, hasta la promulgación de la Constitución,
redactadas por Lucas Alamán y Escalada, destacado historiador, ideólogo del
partido conservador , por las que reorganiza el Poder Ejecutivo y establece
disposiciones orgánicas, todo con carácter transitorio hasta la emisión de la

Derecho Constitucional 27
nueva Constitución, que ya no se redactó por el triunfo de la Revolución de
Ayutla y la caída de la dictadura en 1855. Las Bases para la administración de
la República, hasta la promulgación de la Constitución, constan de tres
secciones independientes, con artículos propios, once la primera, cuatro la
segunda y cinco la tercera, para un total de 20 artículos.

ESTATUTO ORGÁNICO
PROVISIONAL DE LA REPÚBLICA

MEXICANA, DE 15 DE MAYO DE
1856

Este documento, suscrito por el presidente Ignacio Comonfort de los Ríos el 15


de mayo de 1856 y publicado el 23 del mismo mes y año, fue emitido para que
se aplicara mientras durasen las sesiones del Congreso Constituyente
convocado el 17 de octubre de 1855 por el entonces presidente Juan Álvarez
Hurtado, con base en el Plan de Ayutla lanzado el 1o. de marzo de 1854 contra
la dictadura del general Antonio López de Santa Anna, y hasta en tanto se
promulgara la nueva Constitución que habría de sustituir al Acta Constitutiva y
de Reformas de 1847.

El Estatuto fue enviado por el secretario de Estado y del Despacho de


Gobernación, José María Lafragua, a los gobernadores de los estados y al
Congreso Constituyente, argumentando que “El Estatuto es provisional; porque
solo rejirá el tiempo que tarde en sancionarse la constitución (…) El Exmo. Sr.
Presidente ha creido necesario por lo mismo que el Estatuto no solo comprenda

Derecho Constitucional 28
la organización provisoria del gobierno general y de los locales, sino también
todo lo relativo á los derechos y obligaciones de los habitantes de la República
(…) á fin de que en este período haya una regla fija que decida muchos casos
que diariamente ocurren (…) en general está tomado de la constitución de
1824 y de las Bases orgánicas de 1843; porque en uno y otro código se
encuentran consignados los principios democráticos”.

Sin embargo, el 4 de junio el Congreso rechazó aprobarlo y nombró el 17 de


julio una comisión para revisarlo, misma que no se pronunció al respecto.

Lo anterior, así como el rechazo por parte de algunos gobernadores a aplicarlo


debido a que no establecía una forma de gobierno definidamente centralista o
federal al disponer por una parte que “Los gobernadores de los Estados y
Distritos, y los jefes políticos de los Territorios, serán nombrados por el
presidente de la República…”, mientras que por otra establece como una
obligación de los ciudadanos el votar en las elecciones populares. La aplicación
del Reglamento fue impedida y nunca entró en vigor formal ni materialmente
en el país.

El 5 de febrero del año siguiente, 1857, el Congreso promulgó la Constitución


Federal de los Estados Unidos Mexicanos. El Estatuto Orgánico Provisional de la
República Mexicana se dividía en nueve secciones y 125 artículos.

CONSTITUCIÓN
FEDERAL DE LOS
ESTADOS UNIDOS

MEXICANOS, DE 5 DE
FEBRERO DE 1857.

Derecho Constitucional 29
Triunfante la Revolución de Ayutla de 1854, Juan Álvarez ocupó la presidencia
interina el 4 de octubre de 1855 y conforme al Plan de Ayutla y su reforma de
Acapulco, que además de la destitución de López de Santa Anna y la
designación de un presidente provisional, llamaba a un Congreso
extraordinario, el 17 de ese mismo mes, expidió la convocatoria para este
último.

El Congreso inició sus labores el 18 de febrero de 1856, y en junio la Comisión


de Constitución presentó un proyecto de Constitución que en esencia mantenía
el federalismo como forma de gobierno e incorporaba al texto constitucional el
liberalismo económico, las garantías individuales (denominados entonces
“derechos del hombre”) y el principio de la separación Iglesia-Estado.

El presidente sustituto Ignacio Comonfort había decretado el 15 de mayo un


Estatuto Orgánico Provisional de la República Mexicana, para que se aplicara
mientras se votaba y entraba en vigor la nueva Constitución. Este Estatuto no
fue aprobado por el Congreso, pese a haberse distribuido ya entre los
gobernadores de los estados, y a principios de junio lo desechó, continuando
aplicándose el Acta de 1847.

El texto final de la nueva Constitución, denominada Constitución Federal de los


Estados Unidos Mexicanos fue aprobado y jurado por el Congreso constituyente
y por el Presidente Comonfort, el 5 de febrero de 1857, y publicada por Bando
Solemne el 11 de marzo del mismo año. Por disposición de su artículo
transitorio, comenzaría su vigencia a partir del 16 de septiembre del mismo
año con excepción de “las disposiciones relativas a las elecciones de los
supremos poderes federales y de los estados”, con el fin de posibilitar el
establecimiento de la primera Legislatura constitucional.

La Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos contiene 128 artículos


divididos en ocho Títulos con el siguiente contenido: I. Derechos del hombre,
nacionalidad, extranjería y ciudadanía; II. Soberanía, forma de gobierno,
partes integrantes de la federación y territorio nacional; III. División de
Poderes; IV. Responsabilidad de los servidores públicos; V. Estados de la

Derecho Constitucional 30
federación; VI. Prevenciones generales; VII. Reformas a la Constitución, y
VIII. Inviolabilidad de la Constitución, y un artículo transitorio sobre el inicio de
su vigencia.

La polémica que generó esta Constitución federal y liberal desembocó en la


Guerra de Reforma –por las “Leyes de Reforma”, que reforzaban el carácter
laico del Estado- o de Tres Años (1858-1860) entre liberales y conservadores,
quienes la habían desconocido desde su aprobación, inclusive el propio
Presidente Comonfort, ya electo constitucionalmente, lo hizo al secundar el
levantamiento del general conservador Félix María Zuloaga Trillo y adherirse al
Plan de Tacubaya del 17 de diciembre de 1857, por el que se pedía la
abrogación de la Constitución.

Como consecuencia de la renuncia de Comonfort y por disposición de la propia


Constitución, asumió la presidencia de la República Benito Juárez quien era
entonces el Presidente de la Suprema Corte de Justicia.

Concluida la guerra civil con el triunfo liberal y una vez restaurada la República
y derrotado el gobierno imperial de Maximiliano I (1864-1867) instaurado por
el partido conservador con el apoyo de monárquicos mexicanos y el ejército
francés, que había invadido el país con el pretexto de la suspensión del pago
de un adeudo por parte del gobierno del Presidente Juárez, reinició su vigencia
general la Constitución de 1857 hasta la emisión de la Constitución Política de
los Estados Unidos Mexicanos del 5 de febrero de 1917, actualmente en vigor.

ESTATUTO PROVISIONAL DEL IMPERIO


MEXICANO, DE 10 DE ABRIL DE 1865.

Derecho Constitucional 31
Restablecida la paz con el triunfo de los liberales en la Guerra de Reforma en
1860, el Presidente Juárez se vio obligado a decretar, por ley del 17 de julio de
1861, la suspensión por dos años del pago de la deuda interna y externa, para
poder enfrentar la grave crisis financiera en que había dejado la contienda al
Estado mexicano. Las reacciones adversas no se hicieron esperar y ante la
presión que ejercieron particularmente los gobiernos de España, Francia y el
Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda, Juárez debió abrogar la ley en
cuestión (23 de noviembre), pero no fue suficiente para evitar el desembarco
en territorio nacional de fuerzas militares de esos tres países.

Entabladas las negociaciones, España y el Reino Unido retiraron sus tropas, no


así Francia que desconoció los acuerdos ya alcanzados el 19 de febrero de
1862 Tratados de La Soledad e invadió el país, con el apoyo de elementos
conservadores, monárquicos y eclesiásticos, que ya venían operando ante la
corte francesa de Napoleón III para conseguir su respaldo a un proyecto
monárquico en México. Ocupada la Ciudad de México en 1863 y con el ejército
republicano replegándose al interior del país el Presidente Juárez debió
alcanzar inclusive la frontera con Estados Unidos-, los franceses auspiciaron un
Junta Provisional que nombró un triunvirato que actuaría como Regencia
mientras una Junta de Notables resolvía a quién de entre la realeza europea
ofrecer el trono de México.

La elección recayó en el Archiduque austriaco Maximiliano de Habsburgo, quien


aceptó siempre que se constatara la voluntad de los mexicanos para su
entronización. Los ocupantes franceses y sus partidarios nacionales
organizaron las adhesiones “espontáneas” respectivas, así que después de
renunciar a sus derechos al trono del Imperio austriaco, Maximiliano llegó a
México el 29 de mayo de 1864 y se convirtió en el emperador Maximiliano I.

Pese al respaldo de Napoleón III, garantizado con los Tratados de Miramar de


abril de 1864, y de parte de la sociedad mexicana (especialmente los sectores

Derecho Constitucional 32
más radicales del conservadurismo), Maximiliano I no logró reforzar su
gobierno ni disminuir la resistencia armada de los republicanos. Al retirar
Napoleón sus tropas tanto por una inminente confrontación con Prusia, como
por la posible intervención norteamericana en el conflicto, Maximiliano debió
sostenerse con sus propios recursos.

Fracasadas las gestiones en Europa de su esposa la emperatriz Carlota y


derrotadas las fuerzas imperiales, Maximiliano I cayó prisionero en Querétaro,
donde fue juzgado junto con sus principales jefes militares y fusilado el 19 de
junio de 1867. Durante su reinado, Maximiliano I impulsó políticas liberales y
retomó las Leyes de Reforma, lo que lo enfrentó a sus patrocinadores pero sin
granjearle la simpatía de los republicanos, alineados bajo el resuelto liderazgo
del Presidente Juárez.

Entre las medidas que adoptó el Imperio para consolidarse jurídicamente está
la emisión del Estatuto Provisional del Imperio Mexicano, de 10 de abril de
1865, documento que debía preceder a una Constitución definitiva y contenía
la estructura político-administrativa del Imperio, así como sus principios en
materia económica y las garantías individuales que el emperador se
comprometía a respetar.

El Estatuto Provisional no sobrevivió a Maximiliano I, pero sirvió de base


teórica para la incipiente administración que comenzó a crear y mantuvo, si
bien nominalmente toda vez que careció por completo de una observancia
nacional, los principios libertarios y el Estado laico que sintetizan las luchas del
pueblo mexicano por consolidar una identidad propia durante el siglo XIX, en lo
que coincidía con la Constitución Federal republicana de 1857, cuya vigencia
quedó restaurada plenamente a la caída del segundo Imperio mexicano en
1867.

Derecho Constitucional 33
CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE LOS
ESTADOS UNIDOS MEXICANOS QUE
REFORMA LA DE 5 DE FEBRERO DE 1857,
DE 5 DE FEBRERO DE 1917.

La larga dictadura del general Porfirio Díaz Mori, iniciada en 1876, con dos
periodos de gobierno de incondicionales suyos, los generales Juan
Nepomuceno Méndez (1876-1877) y Manuel González Flores (1880-1884), así
como el ejercicio arbitrario del poder, cargado de favores para ciertos sectores
afectos del régimen y de dura persecución para otros que no le eran
partidarios o reivindicaban una mínima justicia social o económica, distinta a la
que estaba dispuesto a tolerar el sistema, tuvieron por con secuencia una
sociedad profundamente dividida, injusta y sostenida únicamente por la fuerza
de los aparatos represivos del dictador.

Esta situación alcanzó tales extremos que incluso elementos cercanos al poder
o favorecidos del mismo no pudieron dejar de percatarse de una potencial
explosividad social, resintiendo también el cierre de espacios políticos de
expresión y de posible canalización y solución de demandas de mayor alcance.
Todo ello sin negar la obra modernizadora y jurídica del gobierno, así como en
materia de comunicaciones y apertura al exterior, particularmente industrial y
de recepción de capitales.

De esta forma, a principios del siglo XX, se presentan ya, junto con las
manifestaciones de descontento campesinas y proletarias, demandas políticas
y sociales de grupos urbanos y profesionistas agrupados en círculos y partidos

Derecho Constitucional 34
políticos que culminarán con el llamamiento a la insurrección abierta en el Plan
de San Luis, suscrito por Francisco I. Madero el 5 de octubre de 1910, año de
la séptima reelección del general Díaz.

La capacidad de Madero para conjuntar las diversas reivindicaciones que se


integraron a su movimiento y los primeros combates serios con el ejército
federal, decidieron al general Díaz a renunciar a la presidencia y exiliarse en
Francia, mientras se designaba un Presidente provisional y se convocaba a
elecciones, en las que triunfó el propio Madero el 15 de octubre de 1911. Sin
embargo, muy pronto surgieron las desavenencias entre el Presidente y los
antiguos grupos porfiristas que intentaron un alzamiento en la capital, y
algunos revolucionarios insatisfechos con la lentitud de las reformas esperadas
o su abandono por parte del nuevo gobierno, como el orozquismo en el Norte y
los zapatistas en el Sur.

Mientras el ejército federal combatía a los rebeldes, nuevamente se alzaron los


militares porfiristas durante la llamada “Decena Trágica” en la Ciudad de
México (9-19 de febrero de 1913). Éstos y algunos oficiales del gobierno
encabezados por el general Victoriano Huerta entraron en tratos (Pacto de la
Ciudadela o de la Embajada, por el involucramiento del embajador
norteamericano Henry Lane Wilson) y mediante un golpe de Estado obligaron a
Madero y al Vicepresidente, José María Pino Suárez, a renunciar a sus cargos el
19 de febrero, siendo asesinados posteriormente (22 de febrero).

Cubiertas las formas legales, el general Huerta asumió la presidencia de la


República el mismo día. Sin embargo, la reacción a la usurpación no se hizo
esperar y casi enseguida ésta debió enfrentar la insurrección generalizada en
prácticamente todas las regiones del país.

Destacaron en la lucha hábiles y carismáticos revolucionarios, como Francisco


Villa (Doroteo Arango Arámbula), Venustiano Carranza Garza y Álvaro Obregón
Salido, en el Norte, y Emiliano Zapata Salazar en el Sur. Huerta respondió con
la militarización de la sociedad y los asesinatos selectivos de sus opositores.

Derecho Constitucional 35
Inclusive disolvió la XXVI Legislatura del Congreso y convocó a nuevas
elecciones parlamentarias el 10 de octubre de 1913.

El movimiento revolucionario mantenía cierta unidad mientras se luchaba


contra Huerta, pero una vez derrocado éste y disuelto el ejército federal
Tratados de Teoloyucan de 13 de agosto de 1914 dio comienzo la lucha entre
las diversas facciones que terminaron por agruparse en dos grandes corrientes
rivales, además de innumerables tendencias y partidas incluso
contrarrevolucionarias que continuaron manifestándose mucho tiempo: por un
lado la convencionista, establecido por la Convención de Aguascalientes de
septiembre-octubre de 1914, con Villa y Zapata como sus integrantes más
destacados, con la bandera de las reivindicaciones agraristas principalmente.

Por otro lado, el bando constitucionalista, dirigido por Venustiano Carranza y


delineado en el Plan de Guadalupe, que pretendía el restablecimiento pleno de
la Constitución de 1857 con las adecuaciones necesarias conforme a los
intereses y aspiraciones que se habían generado desde el levantamiento
maderista.

Vencido Villa y aislado Zapata, Carranza convocó a un Congreso Constituyente


el 19 de septiembre de 1916 que debía llevar adelante tales reformas. El
Congreso se instaló en diciembre de ese año en Querétaro y sesionó del 1o. de
diciembre de 1916 al 5 de febrero de 1917.

El proyecto que presentó Carranza se limitaba a ciertas reformas formales y de


organización y funcionamiento de los Poderes, por lo que no reflejaba las
grandes aspiraciones económicas, políticas y sociales del movimiento
revolucionario en su conjunto, por lo que las diversas comisiones del Congreso
debatieron intensamente algunos aspectos particularmente trascendentales:
reforma agraria, derechos laborales y sociales, relaciones Iglesia-Estado,
redefinición del presidencialismo, así como la estructura económica y el
federalismo.

El resultado fue un texto nuevo, profundamente reivindicatorio de los


sacrificios de los precursores liberales y de los combatientes revolucionarios,

Derecho Constitucional 36
orientado hacia la justicia social como una obligación y una característica de la
nueva sociedad que se estaba fundando.

Nacía así el Estado social de Derecho en México junto con la primera


Constitución de su tipo en el mundo.

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que reforma la del 5


de febrero de 1857, como se le denominó oficialmente, se promulgó el 5 de
febrero de 1917, fue publicada el mismo día (con una fe de erratas el 6 de
febrero de 1917) y entró en vigor el 1o. de mayo de ese año.

Consta desde su versión original de 136 artículos divididos en nueve Títulos y


19 artículos transitorios.

Es la Constitución General de la República vigente en México y ha sido


reformada entre 1921 y septiembre de 2008, en 464 ocasiones en su
articulado y cuatro veces en sus artículos transitorios, lo que refleja la plena
convicción de la sociedad mexicana de mantenerla como su norma jurídica
fundamental y suprema rectora de nuestra vida nacional. Fuente de legitimidad
de las instituciones y de las leyes que emanan de ella.

El dinamismo del orden jurídico nacional fundado en la Constitución de 1917


nos arraiga como una sociedad plural e incluyente, con firmes perspectivas de
consolidación democrática frente a los retos que nos plantea el siglo XXI y sus
entornos nacional e internacional.

1.3. Estructura de la Constitución Política de los Estados


Unidos Mexicanos
La teoría jurídica mexicana divide el estudio de la Constitución en dos grandes
partes: la dogmática, que incluye las garantías o derechos individuales; y, la
pragmática, que establece: 1) la estructura, funcionamiento, y facultades de
los poderes federales y locales; 2) los principios que rigen a la nación y Estado
mexicanos; 3) prevenciones generales y complementarias; y, 4) disposiciones
transitorias. Se le denomina también carta magna, carta fundamental, pacto

Derecho Constitucional 37
federal o ley fundamental. La que actualmente nos rige fue promulgada el 5 de
febrero de 1917, contiene 136 artículos y 19 transitorios.

La Constitución incluye las normas y las características que tiene nuestro país,
la forma como está organizado y las reglas que todos los mexicanos debemos
seguir.

La Constitución es el documento en el que están escritos “los valores


constitucionales” como la legalidad, la igualdad, la justicia, la tolerancia, la
solidaridad, el patriotismo, el comportamiento cívico, la democracia y muchos
otros que nos permiten a todos los mexicanos conocer nuestras reglas para
poder convivir.

ESTRUCTURA (ÍNDICE) DE LA CONSTITUCIÓN:

TÍTULO PRIMERO

CAPÍTULO I (Art. 1 a 29) DE LOS DERECHOS HUMANOS Y SUS GARANTÍAS

CAPÍTULO II (Art. 30 a 32) DE LOS MEXICANOS

CAPÍTULO III (Art. 33) DE LOS EXTRANJEROS

CAPÍTULO IV (Art. 34 a 38) DE LOS CIUDADANOS MEXICANOS

TÍTULO SEGUNDO

CAPÍTULO I (Art. 39 a 41) DE LA SOBERANÍA NACIONAL Y DE LA FORMA DE


GOBIERNO

CAPÍTULO II (Art. 42 a 48) DE LAS PARTES INTEGRANTES DE LA FEDERACIÓN


Y DEL TERRITORIO NACIONAL

TÍTULO TERCERO

CAPÍTULO I (Art. 49) DE LA DIVISIÓN DE PODERES

CAPÍTULO II (Art. 50) DEL PODER LEGISLATIVO

-SECCIÓN I (Art. 51 a 70) DE LA ELECCIÓN E INSTALACIÓN DEL CONGRESO

-SECCIÓN II (Art. 71 a 72) DE LA INICIATIVA Y FORMACIÓN DE LAS LEYES

Derecho Constitucional 38
-SECCIÓN III (Art. 73 a 77) DE LAS FACULTADES DEL CONGRESO

-SECCIÓN IV (Art. 78) DE LA COMISIÓN PERMANENTE

-SECCIÓN V (Art. 79) DE LA FISCALIZACIÓN SUPERIOR DE LA FE-DERACIÓN

-CAPÍTULO III (Art. 80 a 93) DEL PODER EJECUTIVO

-CAPÍTULO IV (Art. 94 a 107) DEL PODER JUDICIAL

TÍTULO CUARTO (Art. 108 a 114)

DE LAS RESPONSABILIDADES DE LOS SERVIDORES PÚBLICOS Y PATRIMO-


NIAL DEL ESTADO

TÍTULO QUINTO (Art. 115 a 122)

DE LOS ESTADOS DE LA FEDERACIÓN Y DEL DISTRITO FEDERAL

TÍTULO SEXTO (Ar. 123) DEL TRABAJO Y DE LA PREVISIÓN SOCIAL

TÍTULO SÉPTIMO (Art. 124 a 134) PREVENCIONES GENERALES

TÍTULO OCTAVO (Art. 135) DE LAS REFORMAS DE LA CONSTITUCIÓN

TÍTULO NOVENO (Art. 136) DE LA INVIOLABILIDAD DE LA CONSTITUCIÓN

ARTÍCULOS TRANSITORIOS

1.4. Finalidad del Derecho Constitucional y su relación


con otras ramas del Derecho
Podemos afirmar que la finalidad del Derecho Constitucional es el estudio de
una constitución in concreto, no in abstracto, y el estudio de una constitución,
como afirma el Maestro Ignacio Burgoa, comprende el de todas sus
disposiciones, agrupándolas sistematizadamente en diversas instituciones o
materias que aquélla establece o regula.

De lo anterior se puede dilucidar que si la finalidad del Derecho Constitucional


es el estudio de una constitución in concreto, éste debe comprender todas las
instituciones o materias que en la constitución se encuentran normadas o

Derecho Constitucional 39
previstas por modo fundamental o básico, ponderándolas como contenido de
las disposiciones constitucionales respectivas.

Ahora bien, si el estudio de dichas instituciones o materias son objeto de una


legislación ordinaria, que desglosa o pormenoriza normativamente las reglas
consignadas en la constitución, el estudio de las mismas corresponderá a otra
disciplina jurídica.

Por ejemplo en el artículo 123 de nuestra Constitución de 1917 se consignan


las reglas fundamentales y supremas que norman las relaciones obrero-
patronales. Esas normas que se desenvuelven por la Ley Federal del Trabajo,
principalmente, son las que debe estudiar el Derecho Constitucional, toda vez
que están contenidas en la constitución, incumbiendo al Derecho Laboral el
análisis de las instituciones o materias reguladas por la legislación secundaria
respectiva.

El Derecho Constitucional debe estudiar la totalidad normativa de una


constitución, es decir todos los aspectos preceptivos de la ley fundamental. Por
lo tanto entre el Derecho Constitucional y las demás que integran la ciencia
jurídica, existe una correlación en sentido estricto. La diferencia estriba en que
el Derecho Constitucional y las demás ciencias jurídicas estudian las normas
constitucionales desde un ángulo perceptivo distinto, aunque coincidente en los
criterios metajurídicos1.

El Derecho Constitucional se relaciona con todas las demás ramas del Derecho
ya que la constitución como ley suprema las origina y rige. Por ejemplo: el
Derecho Administrativo tiene su fundamento en el artículo 90 constitucional.

1
Metajurídicos: Lo que está más allá, lo que excede o sale del ámbito propio de la norma jurídica.

Derecho Constitucional 40
Así, el Derecho Constitucional es una norma fundamental y las otras son
normas derivadas que estudian y analizan sus ordenamientos según su
normación secundaria.

Ahora bien, no porque la finalidad del Derecho Constitucional sea el análisis y


estudio de una constitución específica, debemos pensar que esto se refiere a
dar un simple comentario de las disposiciones establecidas en dicho
ordenamiento. Por lo tanto su estudio debe obedecer a una metodología en la
que concurran diversos puntos de vista para lograr su comprensión, mediante

Derecho Constitucional 41
el análisis sistemático2 de todas y cada una de las normaciones que
comprende.

Referencias
 Arteaga. E. & Trigueros, L. (2013). Derecho constitucional. México:
Oxford University Press.
 Burgoa, I. (2005). Derecho Constitucional. México: Porrúa.
 Cámara de Diputados del H. Congreso de la Unión (Última reforma
publicada DOF 7-07-2014), Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos. Disponible en:
http://www.normateca.gob.mx/Archivos/66_D_3867_08-07-2014.pdf
 Carpizo, J. (1995). La Constitución Mexicana de 1917. México: Porrúa.
 Historia Constitucional, n. 12, 2011. Disponible en:
http://www.historiaconstitucional.com.

2
Sistemático: Que sigue o se ajusta a un sistema

Derecho Constitucional 42

Potrebbero piacerti anche