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Al comparar el mensaje de Amós con el de Oseas, podemos decir que, mientras Oseas pone
de relieve el amor de Dios en medio de Sus juicios, Amós proclama la majestad y la
justicia insobornable de Dios contra los pecadores.
Fecha: Amós profetizó durante los reinados de Uzías de Judá (792–740 a.C.) y Jeroboam II
de Israel (793–753 a.C.). Su ministerio se desarrolló entre los años 760 y 750 a.C. y parece
que duró menos de dos años.
Trasfondo
Amós fue un profeta de Judea llamado a entregar un mensaje primordialmente a las tribus
del norte de Israel (7:15). Políticamente era un tiempo de prosperidad bajo el reino largo y
seguro de Jeroboam II quien, siguiendo el ejemplo de su padre Joás (2R 13:25), de manera
significativa “restauro los límites de Israel” (2R 14:25). También fue un tiempo de paz
tanto con Judá como con sus vecinos más distantes; la amenaza que estaba continuamente
presente de Asiria fue subyugada tiempo atrás en ese siglo debido al arrepentimiento de
Nínive ante la predicación de Jonás (Jon 3:10). No obstante, espiritualmente, fue un tiempo
de corrupción desenfrenada y decadencia moral.
Por su lado Judá, bajo Uzías, recobró Elat (puerto marítimo sobre el Golfo de Aqaba), y se
expandió hacia el sudoeste a expensas de los filisteos. Israel y Judá alcanzaron así una
nueva fuerza política y militar, pero la situación religiosa seguía en un estado lamentable:
Idolatría desenfrenada; ricos que vivían lujosamente mientras los pobres eran oprimidos;
inmoralidad generalizada; sistema judicial corrupto. La gente creía que aquella
prosperidad era una señal de las bendiciones de Dios.
La tarea de Amós fue proclamar el mensaje de que Dios estaba disgustado con su pueblo.
Su paciencia se había agotado. El castigo era inevitable. La nación sería destruida a menos
que cambiara su corazón y permitiera que «corra el juicio como las aguas, y la justicia
como impetuoso arroyo» (5.24).
El Hombre de Dios
Este predicador simple y patriota, dejó su hogar en Judá y caminó 35 kilómetros para llegar
a Betel, en el reino del norte, como un mensajero de Dios.
Su hogar. Tecoa era la tierra del profeta. Una pequeña villa situada a 20 kilómetros al sur
de Jerusalén, rodeada por pequeñas colinas de piedra caliza y por limitadas porciones
desérticas. Las montañas solitarias, donde Amós pasó largo tiempo, proveyeron la
atmósfera requerida para la preparación del profeta de Dios.
Profetas Menores 26 de enero del 2019
Conocía Amós todos los antecedentes de los filisteos y la historia primitiva y completa de
ellos, de Siria, de Judá e Israel. Estaba enterado de las leyes, tradiciones, pecados, triunfos
y fracasos de Israel en su pasado; esto le permitió hacer más efectiva y fecunda su labor. En
lo que dijo o escribió, exhibió algunos conocimientos astronómicos, que había aprendido en
su contacto con la naturaleza. Todos estos conocimientos le fueron muy útiles, de un modo
excepcional, en la interpretación de la voluntad divina al pueblo.
Amós fue compelido por una profunda convicción de que Dios lo llamaba a predicar a
Bethel, a dejar las ovejas que tan amorosamente había apacentado por muchos años. Debió
haber tenido el profeta su experiencia excepcional con el Todopoderoso en el desierto,
antes de tomar la decisión de darse al Señor. Y la mano de Dios fue siempre sobre él. No
era posible, ya, ni ahora ni después, retornar.
Y Jehová me tomó de tras el ganado, y me dijo: ve, y profetiza a mi pueblo Israel. (7:15).
Esta fue una imperiosa apelación que no podía ni debía ser declinada. Ningún grado de
desobediencia podía ser agradable a Dios.
Su misión. ¿Por qué debería ser enviado a Betel? Seguramente que Jerusalén necesitaba de
su mensaje. A pesar de esto, Dios deseaba hablar al reino del Norte, con palabra de fuerte
amonestación. Betel era un pueblecito que distaba 16 km al norte de Jerusalén. Betel era el
lugar donde el santuario del culto de Baal había sido establecido, y en él adoraba Jeroboam
II.
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Su carácter. Amós fue simple, humilde; lo que puede llamarse un hombre de Dios, en toda
la extensión de la palabra, al cual llamó el Señor de sus ocupaciones ordinarias de pastor de
ovejas, para pronunciar el mensaje celestial a los oídos del pueblo de Israel. Fue un hombre
franco, directo, valeroso y dinámico. Tenía agudo resentimiento contra las viciosas
prácticas sociales. La rectitud y el sentido de justicia, ardían en su corazón cuando veía la
injusticia y la deshonestidad en los ciudadanos. Sus simpatías estuvieron siempre del lado
de los pobres. Sus penetrantes ojos, arrojaban fuego cuando veían en algún sitio el lujo, la
extravagancia y la inmoralidad. Estas manchas sociales eran como rojas banderas en sus
mejillas de hombre rústico y honrado.
Amós fue profundamente religioso. Su aguda penetración en las profundidades de Dios, fue
casi increíble. Posesionado de una visión del mundo y de una perspicacia evidente sobre los
problemas de carácter internacional, aparece como un visionario en medio de su pueblo, un
pueblo cuya cabeza era demasiada obtusa para discernir materias de tan profunda
significación y de tan largo alcance. Su ardiente valor y su modo directo de presentar su
mensaje contra los ricos, la influencia y el poder de su personalidad, lo señalan como un
gran reformador social y religioso. Conocía íntimamente a Dios, siempre estuvo seguro de
su llamamiento, sintió constantemente la mano de Dios sobre él y jamás tuvo miedo de
comunicar la verdad a persona alguna.
Fue un hombre modelado en la rígida disciplina del desierto, y estaba atento a todo evento
en las personas o en las naciones.
El libro
Cuando Amós se dio cuenta de que el pueblo de Israel no oyó y que no oiría su mensaje,
volvió a Judá, para dar forma escrita a sus proclamas. Mucho tiempo, meditación y estudio
debieron haberse dado al arreglo ordenado de estos sermones. Seguros estamos, de que el
texto fue fiel y cuidadosamente preservado.
El aspecto psicológico del mensaje. Unos pocos ejemplos sobresalientes, citados del
escrito de Amós, nos mostrarán la forma en que él actuó frente a las multitudes de Betel.
Era un día de fiesta religiosa. Una incontable multitud se había congregado para la gran
celebración de uno de los días más solemnes de Sión. Parece que Amós no tenía deseos de
predicar un sermón directo e inmediato que produjera una reacción violenta y
contraproducente. Este sabio predicador de los desiertos, se colocó en el lugar y ocasión
más convenientes. Empezando por pronunciar juicios contra Damasco, capital de Siria,
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ganó inmediatamente la atención de sus oyentes, a la par que sus simpatías. ¡Cómo eran
aborrecibles para Israel, los hijos de Damasco! Rápidamente abordó Amós, los problemas 4
antiquísimo de la lucha de los aguerridos y odiados filisteos, opresores de Israel. En rápida
sucesión, pronuncia juicios de ruina contra Fenicia, Edom, Amón y Moab, para tornarse
también contra la tierra de Judá. ¡Qué predicador tan maravilloso era este a ojos del pueblo!
Aspectos literarios
Es un poco ardua la tarea encaminada al examen de las cualidades literarias de un libro del
estilo del de Amós. Pero cuando estamos frente al escrito de este profeta de Dios,
descubrimos sin mucho esfuerzo su alto mérito literario. Con muy pocas excepciones, el
lenguaje es puro, las oraciones son llanas y correctamente construidas, legibles, claras,
enérgicas y hasta dramáticas.
El lenguaje usado, es hermoso y describe con belleza y colorido las ideas y los sucesos.
Uno capta la impresión de que el artista literario ha empleado todas sus herramientas para
producir una obra maestra. Amós usa en profusión, la metáfora, el sarcasmo, la ironía, el
paralelismo, el colorido imaginario, las frases elocuentes, las antítesis (Esta figura (del
gr. «antí» = frente a (o: contra), + «thesis» = posición, consiste en poner un pensamiento,
idea o frase frente a otro, a fin de que el contraste resulte más llamativo), cláusulas
preposicionales y en muchos casos, se eleva sobre las alas de la más alta calidad poética.
La dicción es clara y vigorosa. Puede uno contemplar al orador en su mejor actuación. Su
fervor y su sinceridad, corren al través de sus discursos. Hay poder y pasión en cada línea.
Contenido
El libro de Amós es básicamente un mensaje de juicio; juicio sobre las naciones, oráculos y
visiones de juicio divino sobre Israel. Su tema central es que Israel ha roto su pacto con
Dios. En consecuencia, Dios castigará su pecado severamente. Amós comienza con una
serie de predicciones de juicio contra las naciones vecinas de Israel, incluyendo Judá, y
luego también dirige sus profecías contra Israel (1.3–2.16). Todas estas naciones serán
castigadas por ofensas específicas que han cometido contra Israel o alguna otra nación. Este
juicio sobre las naciones nos enseña que Dios es un monarca universal. Todas las naciones
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están en sus manos. Deben rendirle cuentas por sus ofensas contra otras naciones y pueblos.
Israel y Judá, sin embargo, serán castigadas por haber roto su pacto con Dios. La sección 5
siguiente (3.1–6.14) contiene una serie de tres oráculos o sermones contra Israel. Estos
incluyen la amenaza del exilio. Una tercera sección (7.1–9.10) ofrece una serie de cinco
visiones de juicio, en dos de las cuales Dios se retira. Finalmente, Amós predice la
restauración de Israel (9.11–15).
La integridad del libro. Todos los eruditos están de acuerdo en que la obra es el producto
directo de las manos de Amós, y que algunos cambios y adiciones muy pequeños han sido
hechos en él. Es muy probable que el libro se escribiera unos pocos meses después que el
profeta fue expulsado de Betel. Es evidentemente el resultado de un trabajo cuidadoso. El
autor comenzó con un plan definido y lo condujo a un desarrollo bien orientado. La
mayoría de los críticos objetan la genuinidad de la profecía contra Judá (2:4, 5) y la
felicidad y esperanza descritas en 9:8–15. La naturaleza de los pasajes en 4:13; 5:8, 9 y 9:5,
son considerados como adiciones posteriores. Los argumentos usados en contra, en cada
caso, están muy lejos de ser conclusivos.
En adición a los mensajes que en número de 5, como principales, han sido dados, podemos
señalar algunas lecciones de carácter práctico extractadas del libro.
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Aplicación personal
Amós subraya que la rectitud y la justicia son esenciales a una sociedad sana. La religión es
algo más que la observancia de determinadas festividades y la celebración de asambleas
sagradas; la verdadera religión demanda una vida recta. La manera como los seres humanos
tratan a los demás, revela cómo es su relación con Dios. Jesús dijo que el más grande de los
mandamientos era amar a Dios. El segundo, amar al prójimo como a nosotros mismos. Este
es el mensaje de Amós, y el que hoy en día necesitamos. Vivimos en una sociedad moderna
y materialista. Pero no debemos engañarnos pensando que la modernidad a nuestro
alrededor constituye una bendición de Dios. La tendencia a considerar que con ofrendas
materiales podemos contentar a Dios no nos ha abandonado. La prosperidad material
conduce frecuentemente a la corrupción moral y religiosa. La observancia externa de los
ritos cristianos no es suficiente. Dios demanda nuestra obediencia; una sentida disposición
del corazón, que se traduce en acciones en favor de los seres humanos que nos rodean.
Yates, K. M., & Corona, S. (2002). Los profetas del Antiguo Testamento (53). El Paso,
TX: Casa Bautista De Publicaciones.