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Pérdida y Reconstrucción
PREFACIO
La construcción de la identidad ha sido un tema recurrente y significativo en la historia
de la psicología prácticamente desde su origen—William James, con la distinción entre I y me,
es considerado el pionero de una visión narrativa de la identidad. Ya sea desde una
perspectiva evolutiva o desde las teorías de la personalidad, las grandes corrientes del
pensamiento psicológico han incorporado una visión propia sobre este fenómeno
característicamente humano. Al mismo tiempo, las teorías sobre los trastornos en el
funcionamiento psicológico tampoco son ajenas a la consideración de los aspectos de la
identidad que quedan afectados por la patología (p.e., en el caso del trastorno de personalidad
múltiple), y también la psicoterapia ha sido considerada por algunos autores como un proceso
de reconstrucción de la identidad del paciente/cliente. También la psicología social se ha
interesado ampliamente por este tema teniendo en cuenta las implicaciones que tiene en
cuanto al proceso de socialización. Recientemente, la psicología cognitiva (tradicionalemente
inspirada en la metáfora computacional) se ha unido al interés por la identidad y las narrativas
recuperando una visión del pensamiento humano más cercana a la atribución del significado
que al procesamiento de la información. En este momento histórico, las publicaciones sobre
narrativas y construcción de la identidad experimentan un crecimiento exponencial y se
cuentan por centenares.
Asumiendo el riesgo de simplificar una situación compleja, se puede detectar una
tendencia general en este cuerpo creciente de investigación y teorización. Mientras que las
teorías más tradicionales (especialmente psicoanálisis y humanismo) consideraban la
adquisición de la identidad como el surgimiento de una tendencia interiorizada y prácticamente
innata, las más contemporáneas (es decir, constructivismo y construccionismo) la consideran
como un proceso de interiorización de discursos y estructuras narrativas con una base no
únicamente personal sino también social. En este sentido, la identidad no se considera como
algo exclusivamente intrapsíquico e innato, sino como el producto de la co-construcción y
negociación de narrativas y discursos presentes en el contexto interpersonal y con una base en
el lenguaje—considerado no como una representación de la realidad sino como un instrumento
socialmente consensuado de construcción del significado. No es ajeno a este cambio de
énfasis el paso de una cultura moderna a una posmoderna, con el consecuente interés por los
aspectos de la interacción social que conforman nuestras presentaciones interpersonales e,
implícitamente, nuestro sentido de identidad.
La confluencia entre constructivismo, construccionismo, posmodernidad, psicología
narrativa e interés por la identidad ha permitido recuperar (o, a menudo, descubrir) las
conexiones entre psicología, antropología, lengua y literatura, con metodologías inspiradas en
la hermenéutica textual como por ejemplo el análisis del discurso, el análisis narrativo o el
análisis de conversaciones. La finalidad última de todas estas líneas de investigación y
teorización (diversas aunque epistemológicamente compatibles) consiste en un fomento de la
comprensión de la persona en sus propios términos—es decir, en el contexto de su discurso.
Es en esta zeitgeist constructivista, hermenéutica y posmoderna donde se ubica el presente
trabajo.
En este contexto, este trabajo pretende complementar este cuerpo de investigación en
dos ámbitos que consideramos especialmente susceptibles de elaboración: (a) la
conceptualización teórica sobre la construcción narrativa de la identidad en general y de la
pérdida y el duelo en particular y (b) el constraste de un método de análisis textual compatible
con este marco teórico.
Los seis capítulos de que se compone este trabajo tienen como objetivo alcanzar las
finalidades mencionadas. En el primer capítulo se exponen los fundamentos epistemológicos
del constructivismo, incidiendo especialmente en las diferencias existentes entre esta
epistemología y el objetivismo. El segundo capítulo se basa en los procesos psicológicos
humanos como procesos de atribución de significado que se estructuran en narrativas;
asumiendo la narrativa como metáfora raíz en psicología, se desarrolla una visión narrativa de
la identidad. En el tercer capítulo, se traducen las implicaciones de esta visión en psicoterapia--
entendida como reconstrucción de la narrativa del cliente--haciendo especial hincapié en el
paso del modelo médico tradicional al modelo narrativo en psicología. En el cuarto capítulo, y
tras hacer explícitas las inconsistencias básicas de las teorías tradicionales del duelo desde la
Pérdida y Reconstrucción
CAPÍTULO I
INTRODUCCIÓN AL CONSTRUCTIVISMO EN PSICOLOGÍA
El constructivismo intenta dar respuesta a la cuestión de cuál es la relación entre
conocimiento y realidad, alejándose a la vez de la postura idealista y de la realista. En
consecuencia, se enmarca en el ámbito filosófico tradicional de la epistemología, definida como
estudio del conocimiento humano y del proceso de conocer.
Según Chiari y Nuzzo (1993), la premisa básica del idealismo es la de que no existe una
realidad externa, por lo que el conocimiento es siempre una pura invención del sujeto, y la relación
conocimiento/realidad es de simple coincidencia. La respuesta realista a la misma cuestión
consiste en afirmar la existencia de una realidad externa, cognoscible e independiente del
observador. De esta forma el conocimiento se concibe como reflejo de la realidad, y la relación
entre ambos es de correspondencia.
Como alternativa a ambas posturas, la epistemología constructivista parte de la premisa de
que, exista o no una realidad externa al observador, el significado de ésta es sólo accesible
mediante la construcción de dimensiones de interpretación. El conocimiento se concibe como
construcción, y la relación entre éste y la realidad es de adaptación entendida como viabilidad.
De las definiciones elaboradas por los autores que se han ocupado del tema (por ejemplo,
Botella, 1995; Feixas y Villegas, 1990; Lyddon, 1988; Mahoney, 1988, 1991; Mahoney y Lyddon,
1988; Novak, 1988, 1993) se puede abstraer una comunalidad general: el constructivismo parte de
la premisa epistemológica fundamental de que tanto los individuos como los grupos de individuos
construyen proactivamente modelos de atribución de significado al mundo y a sí mismos, modelos
que varían ampliamente de uno a otro y que evolucionan en función de la experiencia. Estos
modelos de atribución de significado no se conciben como simples "filtros" de la experiencia
continua, sino como creadores activos de nuevas experiencias, que determinan lo que el individuo
percibirá como "realidad" (Mahoney y Lyddon, 1988).
La alternativa epistemológica al constructivismo se ha denominado objetivismo (véanse
Feixas y Villegas, 1990; Mahoney, 1991), y se basa en premisas opuestas a éste. En la Tabla 1.1
(inspirada parcialmente en Johnson et al., 1988 y Feixas y Villegas, 1990) se recogen las
diferencias fundamentales entre objetivismo y constructivismo en cuatro ámbitos distintos aunque
relacionados: visión del mundo, concepción del conocimiento, naturaleza de la justificación y visión
del ser humano. En las páginas que siguen elaboraremos la distinción entre constructivismo y
objetivismo guiándonos, para cada uno de los cuatro ámbitos presentados en la Tabla 1.1, por el
siguiente esquema: (a) presentación de la premisa objetivista, (b) críticas y limitaciones
fundamentales de la premisa objetivista y (c) presentación de la premisa constructivista alternativa.
Pérdida y Reconstrucción
OBJETIVISMO CONSTRUCTIVISMO
Naturaleza de la Justificación
Nos quedan exactamente los mismos criterios que utilizamos para evaluar cualquier otro
conocimiento (...) Nos quedan los criterios de juicio acerca de su coherencia, de su
utilidad, de su inteligibilidad, de las operaciones que permite realizar, de los efectos que
produce, del rigor de su argumentación... en definitiva, no su valor de verdad sino su valor
de uso, y su adecuación a las finalidades que asignamos, nosotros mismos, al desarrollo
de tal o cual tipo de conocimiento. (p. 25)
De acuerdo con la postura constructivista, el valor de uso de nuestras teorías personales puede
incrementarse mediante una serie infinita de aproximaciones a la realidad. Según Kelly (1955/1991,
p. 11) "esencialmente, esto significa que cualquiera de nuestras interpretaciones del universo
puede ser evaluada científicamente de forma gradual si persistimos y aprendemos de nuestros
errores". Tal como destacan Adams-Webber y Mancuso (1983), el problema no radica en si
nuestras hipótesis son ciertas o falsas, sino en la cuestión pragmática de cuál de ellas puede ser el
eje de referencia más útil para trazar cursos de acción alternativa en términos de sus
consecuencias anticipadas y para atribuir significado al feedback procedente de la experiencia
futura.
El constructivismo parte de una visión del ser humano como agente proactivo y
propositivo, que se adapta a su entorno a la vez que lo modifica, e integrado en sistemas más
amplios de relaciones sociales. La meta de la explicación constructivista no es reducir la conducta
humana a cadenas causa-efecto, sino entenderla como forma de experimentación por derecho
propio. De este modo el interés recae en la comprensión de las personas y los sistemas sociales
en sus propios términos, pues es en ese contexto en el que los procesos psicológicos de
anticipación adquieren pleno significado.
En resumen, durante las últimas décadas, y coincidiendo con la crisis de la Modernidad
como parangón del conocimiento científico, un número creciente de autores han puesto en
evidencia una serie de limitaciones de la epistemología objetivista aplicada al estudio de los
procesos mentales humanos (véanse Caparrós, 1985; Ibáñez, 1992; Kramer y Bopp, 1989; Reese
y Overton, 1970; Riegel, 1979). Según Caparrós (1985):
Filósofos e historiadores de la ciencia así como científicos en general desde finales de los
40 empezaron a distanciarse de los rigores del positivismo lógico y del fisicalismo
mostrándose más conscientes de los límites del conocimiento científico y de la importancia
de lo incodificable, más atentos a otras formas de conocimiento y a sus relaciones de
continuidad con el científico y más propensos a elaborar sus concepciones de la ciencia
según criterios derivados del análisis histórico de la auténtica actividad científica. (p. 216).
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A partir de lo antedicho, podríamos resumir esta primera premisa compartida por las
teorías constructivistas en psicología mediante la afirmación de que los procesos psicológicos
humanos implican la atribución proactiva de significado a la experiencia a partir de la construcción
de sus réplicas en términos de discriminaciones entendidas en sentido amplio--es decir, cognitivas,
emocionales y conductuales simultáneamente.
Mahoney (1988, p. 9) señala como tercer rasgo definitorio de las teorías constructivistas la
premisa de que los sistemas humanos "se organizan para proteger y perpetuar su integridad, y se
desarrollan vía diferenciaciones estructurales seleccionadas a partir de sus variaciones ensayo-
error". En lo tocante a esta característica resulta de particular relevancia la concepción de
Campbell (1974) y Popper (1972) sobre epistemología evolucionista. El concepto fundamental que
se extrae de estas elaboraciones es el de que el conocimiento sigue un proceso similar al de la
selección natural, en el que las hipótesis de mayor valor predictivo "sobreviven" a las demás. Por lo
tanto, (a) el criterio último de contraste de la hipótesis no es la verdad absoluta, sino el ajuste entre
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predicción y observación y (b) sujeto y entorno mantienen una relación dialéctica mediante la que
se modifican mutuamente.
Dado que consideramos desde el principio a los seres humanos como habitantes de la
dimensión temporal, es decir, vivos y en movimiento, no necesitamos conjurar fuerzas
motivacionales para hacer que se muevan. Sólo nos resta la tarea de explicar las
direcciones que adopten sus movimientos. (p. 265).
Como discuten Botella y Feixas (1993), esta "dirección" orienta al ser humano,
fundamentalmente, hacia el incremento de la capacidad anticipatoria y la coherencia interna de su
sistema de conocimiento, dado que se asume, como se comentó con anterioridad, que el "esfuerzo
en pos del significado" (Bartlett, 1932) es una característica innata de los procesos psicológicos.
Tras esta presentación sintética de las premisas básicas de la epistemología
constructivista y su aplicación a la psicología, el siguiente capítulo de este trabajo se dedica a la
exposición y discusión de una de las aproximaciones constructivistas, a nuestro entender, llamadas
a constituir una línea fructífera de conceptualización y comprensión en psicología: la psicología
narrativa.
Pérdida y Reconstrucción
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CAPÍTULO II
LA NARRATIVA COMO METÁFORA RAÍZ EN PSICOLOGÍA
Han pasado más de diez años desde la publicación del volumen de Sarbin (1986),
primer fundamento sólido de la psicología narrativa actual. En el transcurso de estos años, las
aproximaciones narrativas a gran variedad de procesos psicológicos humanos han ganado en
popularidad, y algunas de ellas constituyen hoy en día un cuerpo creciente de investigación. El
atractivo de la narrativa como metáfora raíz del funcionamiento psicológico humano parece ser
particularmente notorio entre constructivistas y son una excelente muestra de ello, entre otros,
el número especial del Journal of Constructivist Psychology (1994) dedicado a teoría y terapia
narrativa y la sección The narrative turn incluida en el volumen Constructivism in
Psychotherapy (Neimeyer y Mahoney, 1995).
Nuestro interés en el análisis de narrativas del self deriva del hecho de que, a pesar de
la creciente atención que han recibido las aproximaciones narrativas en psicología, ha sido
escasa la proliferación de métodos que tengan el objeto de leer e interpretar sistemáticamente
narrativas del self y que permitan, al mismo tiempo, que el interpretador trabaje con textos de
identidad producidos de forma natural (tales como diarios, epistolarios o autobiografías). En
este sentido, mientras algunos métodos de análisis son demasiado impresionistas--como el
análisis de autocaracterizaciones propuesto por Kelly (1955/1991)--otros imponen demasiadas
restricciones a los textos analizados o tienen el objetivo de evaluar únicamente unas pocas
dimensiones del texto narrativo (este último sería el caso de algunos de los métodos creados
con finalidades de investigación en psicoterapia). Dos métodos merecen especial
consideración a este respecto: el método de Análisis del Discurso (Villegas, 1992) y el método
para extraer y analizar constructos personales de narrativas del self autobiográficas (Botella y
Feixas, 1991). Mientras que ambos permiten que el interpretador trabaje con textos producidos
de forma natural, consideramos que el Anáilisis del Discurso requiere demasiado tiempo y que
es en algún modo insensible a la dimensión temporal característica de las narrativas,
focalizando más en la estructura conceptual y lingüística del texto que en su desarrollo
narrativo. Del mismo modo, el resultado final del método de Feixas (1988) es una rejilla que
puede someterse a algunas formas de análisis matemático pero, de nuevo, la riqueza narrativa
del texto se pierde en el proceso de transformación a un formato de rejilla.
En respuesta a las mencionadas carencias de los métodos tradicionales de análisis de
narrativas, nuestra pretensión en la aplicación de la metodología de grounded theory para el
análisis de narrativas del self (véase Capítulo V) no es la de obtener un índice cuantitativo de
algunas dimensiones textuales, sino la de permitir que el interpretador plantee y responda
preguntas sobre la construcción que el autor de la narrativa analizada tiene de su propia
identidad. Es la idea de la interpretación como cuestionamiento, profundamente enraizada en
la tradición hermenéutica y narratológica, que nos permite aplicar formas de análisis tales como
las implementadas en el programa informático QSR-NUD·IST.
Previamente a la exposición de la investigación realizada sobre narrativa del duelo, es
nuestro propósito ahondar en las conexiones teóricas entre procesos psicológicos humanos,
atribución de significado, narrativa, identidad y reconstrucción narrativa desde un
posicionamiento constructivista, así como en las aplicaciones prácticas derivadas de tales
conexiones.
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mismo modo, la utilización del término “guión” hace referencia al papel de la narrativa como
principio organizador en los procesos humanos de atribución de significado, del que nos
ocuparemos a continuación justificando, en primer lugar, en qué nos basamos para afirmar que
los procesos psicológicos humanos son procesos de atribución de significado y, en segundo
lugar, destacando la estructura narrativa que toman estos procesos de atribución de
significado.
De todos modos, como se afirma en otro lugar (Botella, Figueras, Herrero, y Pacheco, 1997)
este “giro hacia el significado” puede ser interpretado de forma diferente, dependiendo del
énfasis que uno ponga en la metáfora racionalista del ser humano como constructor de
sistemas conceptuales idealizados y neutrales, o en la metáfora constructivista del ser humano
como científico (Kelly, 1955/1991) o narrador de historias (Mair, 1989). En el segundo caso, se
hipotetiza que los procesos de atribución de significado asumen una estructura narrativa.
Definición de Narrativa
Autores como Howard (1991) identifican la narrativa con la cultura humana, con la
condición misma de ser humano, y otros, como Gonçalves (1995b) llegan incluso a establecer
un símil entre vida y narrativa:
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unas verdades universales que no persigue. No establece verdad, sino verosimilitud. White y
Epston (1993) concretan en cinco categorías la distinción entre pensamiento lógico-científico y
pensamiento narrativo:
I. Experiencia: En el pensamiento lógico-científico, son eliminadas las particularidades
de la experiencia personal, en favor de la cosificación y la clasificación. El pensamiento
narrativo enfatiza las particularidades de la experiencia vivida, cuyos puntos de unión entre los
diferentes aspectos son generadores de significado.
II. Tiempo: En el pensamiento lógico-científico, en la búsqueda de leyes universales, la
dimensión temporal queda excluida. En el pensamiento narrativo la temporalidad es una
dimensión crítica; los relatos existen en virtud del desarrollo de los acontecimientos a través del
tiempo.
III. Lenguaje: El pensamiento lógico-científico utiliza el modo indicativo, las
descripciones cuantitativas y el lenguaje técnico para evitar la polisemia. El pensamiento
narrativo suele utilizar el modo subjuntivo para crear un mundo de lenguaje implícito e
introducir la perspectiva múltiple; las descripciones son coloquiales y poéticas y la
conversación es exploratoria.
IV. Iniciativa personal (Agency): Desde el pensamiento lógico-científico se concibe a la
persona como un ser pasivo que reacciona ante determinadas fuerzas. En el pensamiento
narrativo la persona es protagonista o participante en su mundo de actos interpretativos;
construye su realidad.
V. Posición del observador: En el pensamiento lógico-científico el observador se sitúa
por encima y más allá de lo obsevado; se excluye al observador en aras de la objetividad. Lo
observado es inmune a los efectos de la observación. En el pensamiento narrativo, el
observador y lo observado se sitúan dentro de la narrativa y se influyen mutuamente.
Teniendo en cuenta lo antedicho, cuando hablamos de discurso argumentativo nos
estamos refiriendo a aquel que tiene su base en el pensamiento lógico-científico o
paradigmático. Este tipo de discurso tiene una estructura proposicional y persigue la verdad
histórica (aquello que “realmente” aconteció). Los procesos en él implícitos son la explicación y
la verificación, y su finalidad básica es argumentativa, la búsqueda de leyes o principios
generales. Su polo opuesto, el discurso narrativo, se nutre del pensamiento narrativo, se
estructura en narrativas (definidas más adelante) y tiene como criterios de valoración la
coherencia y significación--“verdad narrativa”, en términos de Spence (1982). En él están
implícitos los procesos de la comprensión y la interpretación y su finalidad es narrativa, la
producción de historias concretas.
Prince (1982, p. 4) enfatiza los requisitos formales de las narrativas: “Narrativa es la
representación de, como mínimo, dos acontecimientos o situaciones reales o ficticios en una
secuencia temporal, ninguno de los cuales presupone o vincula al otro” mientras, por su parte,
Sarbin (1986) subraya las funciones psicológicas de la narrativa:
Una historia es un cómputo simbolizado de acciones del ser humano que tiene una
dimensión temporal. La historia tiene un principio, un punto medio y un final. La historia
se sostiene por patrones reconocibles de acontecimientos denominados trama. Los
predicados humanos y las soluciones intentadas son centrales a la estructura de la
trama. (p. 3)
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ser humano piensa, percibe, imagina y hace elecciones morales de acuerdo con estructuras
narrativas”. Así, destacando el importante papel de la actividad narrativa en la experiencia
humana, Sarbin (1986) llega a definir la narrativa como principio organizador de la acción
humana, como la manera que tiene la persona de imponer una estructura al flujo de la
experiencia (Bruner, 1990, Howard, 1989, 1991; Polkinghorne, 1988; Sarbin, 1986). En
palabras de Polkinghorne (1988):
En este sentido, como afirma Sluzki (1995, p. 55): “Nuestro mundo se constituye en y a
través de una red de relatos o narrativas múltiples”; estos relatos tendrían un nivel de
dominancia variante según el contexto y a partir de ellos establecemos normas de conducta,
ordenamos los hechos en el tiempo y atribuimos significados (Gergen, 1982; Shotter, 1984;
Sluzki, 1995).
Por su parte, Sarbin (1986) describe la narrativa como “metáfora raíz” para la
psicología, en el sentido de ser prolífica en el examen e interpretación de la conducta humana.
Las “metáforas raíz” precisan los modelos filosóficos o científicos a partir de los cuales se
observa, se clasifica, se interpreta y se explica, y determinan las categorías de análisis y el tipo
de preguntas a efectuar. Fue Pepper (1942) quien, partiendo de distintas “metáforas raíz”,
elaboró una taxonomía de visiones del mundo y concluyó que las diferentes hipótesis
cosmológicas--formismo, mecanicismo, organicismo y contextualismo--derivan de distintas
“metáforas raíz” (ver Capítulo I).
En esta línea, autores como Gergen y Gergen (1986) enuncian que la mayoría de
filósofos de la actualidad consideran la filosofía de la ciencia en una fase post-empirista y, por
tanto no mecanicista, desde la que se propone que la construcción de teorías científicas se
consigue por las convenciones del discurso y no por hipotéticos lazos de unión entre teoría y
objeto. Así, el contextualismo contempla como categorías centrales el cambio y la novedad.
Presupone que el significado de un acontecimiento es el resultado de la interpretación de unos
acontecimientos en relación a otros, se corresponde con la “metáfora raíz” del hecho histórico,
y esta es también la metáfora que atañe a la descripción de la narrativa puesto que, tanto uno
como otra, no pueden ser adecuadamente comprendidos si no se localizan en un contexto
temporal y espacial (Hermans, 1995). En este sentido, el hecho histórico no se entiende
necesariamente como aquello acontecido en el pasado, sino que puede ser vivido en el
presente y representado y reconstruido de manera dinámica. Con la aceptación del
contextualismo y de la estrecha vinculación entre historia y narrativa, estamos afirmando que el
conocimiento y la existencia son inseparables y se organizan en narrativas (Gonçalves, 1995a).
A esta idea subyace la imposibilidad del conocimiento objetivo y, por inclusión, de la existencia
de una relación unívoca entre el referente y la palabra. En consecuencia, esto nos lleva a
destacar la importancia del contexto lingüístico e histórico y a reafirmar la naturaleza subjetiva
de la experiencia humana.
Así, desde las teorías que parten de una epistemología constructivista, la persona se
concibe como un ser intencional, autor y actor del guión de su vida pero también, como diría
Gergen (1992) desde el construccionismo social, el ser humano es esencialmente la
manifestación de las relaciones sociales que va construyendo a lo largo de su historia vital.
Fundamentalmente, y este es un aspecto que comparten, total o parcialmente, todas las
teorías constructivistas (Constructivismo radical, Construccionismo social, Constructivismo
Social, Psicología narrativa, Constructivismo evolutivo, Teoría de la asimilación y Psicología de
los Constructos Personales) el ser humano se constituye en sujeto de significación a través de
la narratividad.
De lo expuesto hasta el momento, se deduce la visión del ser humano como ser
intencional que atribuye significados a la realidad, que construye y reconstruye en continua
interacción con su medio, y que estructura intersubjetivamente sus atribuciones en narrativas
localizadas en un contexto dialógico. Así, el ser humano se constituye en ser intencional de
significación, en continuo estado de cambio y modificación a raíz de las relaciones que va
Pérdida y Reconstrucción
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Las narrativas no pueden ser vistas como algo que se origina y se cierra en el propio
individuo, en un sistema de exclusividad autopoyética. Su naturaleza experiencial,
hermenéutica y discursiva las hace igualmente indisociables de una matriz de
relaciones (...) las narrativas sólo tienen existencia en un proceso interpersonal de
construcción discursiva y como tal son inseparables del contexto cultural donde
ocurren. (p. 50)
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El self no es una entidad, apartada del mundo y que existe en ella misma sino, más
bien, se extiende hacia aspectos específicos del ambiente, tanto interpersonal como físico
(Rosenberg, 1979). Si la identidad del self es equiparable a una construcción narrativa,
podemos considerar al self como un narrador de historias o, en términos de Hermans y
Hermans-Jansen (1995, p. 1) como: “alguien que tiene una historia que contar sobre su propia
vida. Contando esa historia la persona otorga especial significación a acontecimientos
particulares (o grupos de acontecimientos) que funcionan como unidades de significado”.
Aquello que nos distingue como seres humanos es el hecho de ser narradores creativos de
historias, de tener la capacidad de descentrarnos de nuestras propias narrativas y contar
nuestras propias historias (Gonçalves, 1995b).
En este punto, de acuerdo con la clásica distinción establecida por William James
(1890) según la cual el self puede ser dividido en (a) el I (o self como
conocedor/observador/sujeto/autor) y (b) el me (o self como lo conocido/
observado/objeto/actor o personaje narrativo) cabe la consideración en las narrativas del rol de
autor o de actor (sujeto o objeto). La construcción narrativa es posible porque, como describe
Hermans (1995):
Gonçalves (1995b) en un intento de conciliación entre ambas dimensiones del self (el
self como objeto y como sujeto) presenta la alternativa del self como proyecto, es decir: “hacer
avanzar los objetos en un proceso de movimiento continuo, inacabado, y en algún modo
impredictible” (Gonçalves, 1995b, p. 197). El ser humano es un narrador que vive alternando la
posición de sujeto (fenómeno mental) y objeto (fenómeno físico) en la construcción de su
historia; trasciende esta distinción para convertirse en “proyecto”, para adentrarse en el mundo
de las potencialidades, de las construcciones humanas tanto intelectuales como físicas. ”En el
proceso de la narrativa humana, el individuo es simultáneamente el escritor, lo escrito y el
crítico literario” (Gonçalves, 1995b, p. 197). En términos de Lehrer (1988, p. 196): “para
reconciliar el I con el me (desarrollo) el self como texto... que simultáneamente es escrito y
leído. Leer partes de este texto corresponde al me y escribirlo al I”.
En la misma línea, Jaynes (1976) argumenta que el self puede ser considerado como
un “espacio mental”. El I construye un espacio análogo y, metafóricamente observa al me
moviéndose en ese espacio; dicho proceso puede denominarse “narrativización” (narratization)
y, tanto la estructuración de nuestro comportamiento como la asignación de causas1 al mismo
forman parte de la narrativización (Hermans y Kempen, 1993).
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En cuanto a la asignación de causas a nuestro comportamiento, también se enfatiza desde la
noción socio-cognitiva de la identidad como teoría personal. Según Berzonsky (1992) “en
términos socio-cognitivos, se ha conceptualizado la identidad como una teoría autoconstruida
sobre uno mismo. (...) Una teoría del self sirve como el marco conceptual dentro del cual se
construyen las experiencias personales, guía los procesos que la persona utiliza para afrontar
las demandas y problemas del ambiente” (p. 263).
Pérdida y Reconstrucción
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El me (o self como actor) puede ser identificado con un personaje en una narrativa del
self. En términos narrativos, “lo que habitualmente denominamos personaje es un tópico
común a un conjunto de proposiciones que predican de él como mínimo algunas
características” (Prince, 1982, p. 71). Ya que todas las proposiciones (o conceptos) que son
predicadas sobre el personaje me son esencialmente predicadas sobre uno mismo, el me
puede ser identificado con el autoconcepto.
La narrativización, tal y como la hemos definido con anterioridad, consiste en un doble
proceso de (a) entramado o disposición de la trama (emplotment) y (b) tematización
(thematization). El entramado implica “construir e interconectar acontecimientos de tal manera
que se desarrollen estructuras significativas” (Hermans y Kempen, 1993, p. 22). Podemos
definir “entramado” como la ordenación de los acontecimientos narrados a lo largo de una
estructura narrativa secuencial y extendida, ya sea en términos de relaciones temporales,
espaciales o causales. Vemos entonces la relación dialéctica que existe entre acontecimiento y
trama.
Como afirma Polkinghorne (1988), el significado de un acontecimiento deriva de cómo
interactúa con la trama; ambos (significado y trama) se transforman mutuamente de modo que
determinados acontecimientos no pueden originar cualquier trama y cualquier trama no puede
ordenar un conjunto de acontecimientos. Por otro lado, considerando que un tema permite la
consideración conjunta de los acontecimientos como partes interrelacionadas de una historia,
que “es un pensamiento o idea general del cual se toman un conjunto de proposiciones para
convertirse en una explicación” (Prince, 1982, p. 74) la tematización implica la estructuración
de los acontecimientos narrados a lo largo de un número más pequeño de temas transversales
que son supraordenados a los hechos que están siendo contados. Hermans y Kempen (1993,
p. 25) afirman: “El tema funciona como una guía para la selección de ciertos acontecimientos
como relevantes y otros como irrelevantes. A partir de un tema que guía, siempre pueden
generarse nuevos acontecimientos”.
En síntesis, en el proceso de narrativización los acontecimientos se disponen de
acuerdo con su relevancia para los temas que guían la narrativa. Una narrativa es coherente
en la medida que los acontecimientos entramados en ella son relevantes para su tema, y la
consideración de la relevancia de un acontecimiento para un tema en el contexto de la
organización total de la historia, depende tanto del narrador como de la perspectiva del
destinatario de la narrativa (Hermans y Kempen, 1993). Así, en aras de mantener la relevancia
de la narrativa para el destinatario, los supuestos intereses y conocimientos del destinatario
son un criterio importante para la selección, ordenamiento y reordenamiento de los
acontecimientos en una estructura narrativa. Un cambio en el tema que guía la narrativa--que
es siempre posible puesto que “cada cosa que existe puede ser reconstruída” (Kelly,
1955/1991)--se acompaña de un cambio en los acontecimientos seleccionados como
relevantes y dispuestos como tales (Hermans y Kempen, 1993). En términos de Hermans y
Kempen (1993):
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CAPÍTULO III
DIMENSIONES NARRATIVAS EN LA RECONSTRUCCIÓN PSICOLÓGICA
Si la reconstrucción psicológica implica un cambio en el tema y en los acontecimientos
seleccionados como relevantes en una narrativa de identidad, ésta es un tipo de reconstrucción
narrativa que hace referencia al cambio en las narrativas o teorías personales que la persona
ha ido construyendo en sus interacciones y con el posicionamiento en discursos disponibles en
su ámbito cultural de referencia.
Teniendo en cuenta la conceptualización de las narrativas como algo flexible, en
continuo desarrollo y reestructuración, el cambio en las teorías personales forma parte de la
evolución natural de los seres humanos. No obstante, este capítulo se destina a la
consideración de cómo se da esta reconstrucción psicológica en psicoterapia puesto que,
como afirma Martin (1994):
La psicoterapia es una forma única de conversación que intenta alterar las teorías
personales de los clientes (teorías que han sido construidas en base a la participación
en otras conversaciones, previas y actuales) de forma que permitan incrementar la
consecución de metas personales y la resolución o afrontamiento de problemas y
preocupaciones personales. (p. 98)
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Las palabras y oraciones que pronunciamos hablan de nosotros tanto, o más que
nosotros de ellas (...) el lenguaje nos moldea y nosotros lo utilizamos. Cada uso del
lenguaje es, en alguna medida, autorreferencial y se refiere a algunos aspectos de
nuestra experiencia. Cada cosa que decimos habla de nosotros y de algún aspecto de
nuestro mundo. Cada discurso sobre el mundo habla también sobre el self. (p. 124)
24
sentido, si los seres humanos actúan en consecuencia a las construcciones que, mediante el
lenguaje, han hecho de sí mismos y del mundo, en base a interpretaciones subjetivas y no a
hechos “reales” siempre es posible cambiar tales construcciones y lograr una nueva
interpretación del mundo (y/o del problema objeto de demanda, en el caso de un cliente en
terapia).
Habiendo hecho explícita la posibilidad de reconstrucción de las teorías personales
estructuradas en narrativas, es necesario dar respuesta a dos preguntas fundamentales: (a)
¿cuándo surge la necesidad de alterar la/s teoría/s personal/es? y (b) ¿cómo se desarrolla este
proceso de alteración o cambio de teorías personales o narrativas?. En cuanto al primer
interrogante, ya ha sido respondido parcialmente cuando se hacía referencia a aquellas
narrativas incoherentes con el actual sentido del self; los clientes acuden a terapia estando
sujetos a aquello que White y Epston (1993) denominan “narración dominante”, que descalifica,
limita o niega su personalidad, su sentido del self. De un modo más general, si como Mair
(1990, p. 123) afirma: “nuestras vidas se configuran en las historias que vivimos, y la cualidad
de nuestra experiencia se teje con las historias que narramos y las formas en las que nos es
permitido narrar”, cuando una persona no se ve reflejada a sí misma en las narrativas que los
demás cuentan sobre ella, ella misma no es capaz de narrar su propia historia o narra su vida
de forma tan ineficaz que sus relatos se hallan en contradicción con su experiencia vivida y no
le es posible anticipar nuevos acontecimientos, le faltan aquellos elementos que legitiman y
dan un sentido de coherencia y perspectiva a la propia vida. En estos casos, un terapeuta
constructivista no intentaría trabajar en la búsqueda de los estándares de la evidencia,
procedería de un modo más holístico intentando la aproximación a un nuevo juego de lenguaje
que permitiera al cliente acceder a maneras alternativas de reconstruir su narración actual. En
palabras de Neimeyer (1995):
En contraste con los terapeutas cognitivos que pretenden desmontar, poco a poco, los
pensamientos automáticos distorsionados, las creencias irracionales y las inferencias
ilógicas, los terapeutas constructivistas intentan articular el subtexto temático que
rodea la trama de la vida del cliente, intentando ayudarle a experimentar con nuevas
tramas que abren posibilidades para nuevos capítulos. (p. 22)
25
En cuanto a esta re-narración de la historia del cliente, Viney (1990) indica tres criterios--
provenientes de la teoría literaria--para la evaluación de narrativas, que son de utilidad para
especificar qué criterios deberá cumplir la nueva narrativa sobre sí mismo que el cliente co-
construya con el terapeuta. Según el primer criterio, las narrativas deben proporcionar una
secuencia de significados que, conjuntamente formen una entidad singular supraordenada y
distinta de sus partes (Kurtzman, 1987); el segundo criterio apunta a la cohesión y consistencia
interna de las narrativas (Agar & Hobbs, 1982) y el tercero refiere a la dimensión temporal y a
la integración de sus elementos que proporciona continuidad a la narrativa (Schafer, 1983). De
todos modos, debemos flexibilizar estos criterios derivados de la teoría literaria para que sean
útiles en el ámbito clínico. Según Viney (1990) en terapia, las historias deberían proporcionar
integración pero nunca alcanzar la inflexibilidad, ser internamente consistentes pero sólo lo
Pérdida y Reconstrucción
26
suficiente para permitir predicciones viables, integrar los acontecimientos en el tiempo para
conseguir una visión coherente del pasado, presente y futuro, así como proveer elecciones
viables para los clientes. También es interesante que otorguen sentido de poder y esperanza a
los clientes en terapia. Finalmente, afirma que “las buenas narraciones son aquellas que son
significativas, primero y de forma más importante para los clientes, pero secundariamente para
los terapeutas” (Viney, 1990, p. 439).
En definitiva, White y Epston (1995) identifican el proceso de terapia con un “rito de
paso”, descrito por van Gennep (1960) como un fenómeno universal que facilita la transición en
la vida social de un estatus de identidad a otro. Dividen este “rito de paso” en tres estadios:
separación, liminalidad y reincorporación. Describen el estadio de separación como aquel en el
que se separa al cliente de sus roles familiares y estatus habituales para entrar en un mundo
social que no le es familiar y en el cual sus presuposiciones sobre la vida quedan suspendidas
temporalmente; en terapia, esta etapa se facilita mediante la “externalización” del discurso
sobre el problema que, como ya ha sido mencionado, posibilita que el cliente vea su problema
como algo externo a él mismo y no como un rasgo inherente a él. En cuanto al espacio liminal,
el segundo estadio que White y Epston (1995) describen en el “rito de paso” que constituye el
proceso de terapia, se caracteriza por experiencias de desorganización, y confusión, aunque
también por un espíritu de exploración y por la aparición de un sentido de posibilidad; el mundo
se “subjuntiviza”, es decir, aparece como maleable e hipotético en lugar de fijo y estable, y
emergen de este modo conocimientos alternativos que proporcionan nuevas posibilidades al
cliente. Es el “como si” de la reconceptualización de los problemas en el proceso terapéutico,
que permite a los clientes empezar a construir una narrativa de identidad alternativa.
Finalmente, el tercer estadio o estadio de reincorporación constituye la clausura del “rito de
paso” (que equivale a la conclusión de la terapia). La persona se resitúa en el orden social de
su mundo familiar pero en una posición diferente, que suele estar acompañada por nuevos
roles, responsabilidades y libertades; en esta etapa, en el caso óptimo, la persona ha superado
exitosamente una transición que será legitimada y reconocida dentro de su propia comunidad.
A lo largo de este capítulo se ha desarrollado la idea de la psicoterapia como un
proceso en el cual se produce una reconstrucción de las narrativas del cliente. Esta
conceptualización de la psicoterapia, representa una alternativa al modelo médico tradicional
que es coherente con el constructivismo y que destaca el papel fundamental de los episodios
de transición como agentes fomentadores de cambio o reconstrucción. En el siguiente capítulo
se incidirá en uno de los episodios de transición más amenazantes para el universo de
creencias del ser humano, la pérdida, procediendo a identificar los distintos tipos de pérdida
que se pueden experimentar así como el proceso de reconstrucción que siguen.
Pérdida y Reconstrucción
27
CAPÍTULO IV
EL ENTRAMADO NARRATIVO DE LA PÉRDIDA
La pérdida es una experiencia inevitable en el ser humano. Desde tiempos remotos
hasta la actualidad, la gente ha respondido al tema de la muerte con rituales y solemnemente.
En este capítulo se pretende dar una visión actual de la pérdida y de la persona que vive una
situación traumática. A pesar de que nos referiremos mayormente a la pérdida de una figura de
vinculación emocional, todo lo mencionado en este capítulo puede ser aplicado también a
cualquier otro tipo de pérdida significativa (ej., la pérdida del país de origen).
Para tratar el tema de la pérdida y del trauma hemos dividido el capítulo en cuatro
secciones. En la primera sección se describen los tipos de pérdida que Neimeyer (1993) y
Rando (1995) han conceptualizado. En la segunda sección, se exponen los distintos factores
que influyen en la elaboración del duelo y que pueden concebirse en términos psicológicos,
sociales y fisiológicos. En la tercera sección, analizaremos las incoherencias fundamentales
entre las teorías del duelo elaboradas hasta el momento y la metateoría constructivista. Las
críticas a estas teorías servirán para elaborar los criterios de un modelo de intervención en el
duelo inspirado en la metateoría constructivista y más útil desde esta perspectiva. Estos
criterios serán expuestos en la cuarta sección de este capítulo en la que se elaborará una
teoría narrativa de la pérdida y del trauma coherente con el constructivismo (véase Capítulo I)
y con la visión narrativa de la experiencia humana (véase Capítulo II).
28
En este sentido, algunas de las personas que han perdido a su pareja creen experimentar la
presencia física de esa persona hasta, aproximadamente, trece meses después de la pérdida.
Estas sensaciones son algo más común de lo que se pueda suponer y no son patológicas en
ningún sentido. En lugar de ello, este fenómeno tiene que ver con mantener el ordenamiento
de la experiencia a un nivel muy fundamental.
Además de los dos tipos de pérdida que hemos mencionado hasta ahora, se puede
experimentar otro tipo de pérdida física o psicológica que se desarrolla como consecuencia de
la pérdida inicial. Este otro tipo de pérdida se denomina pérdida secundaria (Rando, 1984).
Cuanto más inmersa en el mundo de supuestos del que experimenta la pérdida estuviera la
persona fallecida, más pérdidas secundarias experimentará la persona que sufre su ausencia
(Rando, 1993). En el caso de un matrimonio, por ejemplo, los esposos cumplen muchos roles:
el rol de amigo/a, amante, compañero de viajes, etc. Cuando uno de ellos fallece, el otro pierde
a alguien que estaba cumpliendo todos esos roles simultáneamente y pierde, también, la
oportunidad de seguir realizando conjuntamente todas aquellas actividades que compartía con
el otro, es decir, sufre pérdidas secundarias como consecuencia de la pérdida inicial de la
figura de vinculación emocional. Sin embargo, como se ha comentado con anterioridad,
mientras todas las pérdidas físicas llevan asociadas pérdidas psicológicas secundarias, una
pérdida psicológica no necesariamente trae consigo pérdidas físicas.
La forma que tiene cada individuo de afrontar la pérdida y elaborar el duelo no sólo es
idiosincrásica sino que, además, depende de diversos factores que se exponen a continuación.
1. Factores psicológicos
29
El último factor psicológico que Rando (1993, 1995) tiene en cuenta hace referencia a
las características de la persona que está de luto como, por ejemplo: el nivel de madurez e
inteligencia; su mundo de supuestos (o visión del mundo); sus experiencias previas
(especialmente aquellas que hacen referencia a la pérdida y la muerte); las expectativas sobre
el luto y la aflicción; el contexto social, cultural, étnico, generacional y
religioso/filosófico/espiritual al que pertenece y su estilo de vida, entre otras.
2. Factores sociales
Según Rando (1993, 1995) los factores sociales incluyen el apoyo social que reciba la
persona, así como del reconocimiento, validación, aceptación y asistencia que le proporcionen
los demás. También influyen los ritos funerarios o conmemorativos, las implicaciones
patrimoniales y la cantidad de tiempo que haya transcurrido desde la muerte del otro.
3. Factores fisiológicos
Tanto las influencias que puede ejercer el consumo de drogas como la nutrición, el
descanso, el sueño, el ejercicio y la salud física son factores que, según esta autora, pueden
influir en el proceso de duelo.
30
estas teorías subestiman el significado personal de la pérdida y las acciones que uno pueda
llevar a cabo para superar el duelo, centrándose en las reacciones emocionales compartidas.
Otra crítica que puede hacerse a estas teorías es que todo proceso de duelo que siga
procesos distintos de los prescritos como normales es considerado patológico. La
consecuencia que esto conlleva es la exigencia de que la persona regrese a su funcionamiento
“normal” cuanto antes.
Por último, desde estas teorías se dedica muy poca atención a las reacciones de
distintas personas ante una misma pérdida; se ve a la aflicción como una experiencia privada
de un individuo aislado, sin tener en cuenta su entorno. La tendencia de estas teorías es la de
ver al duelo como una experiencia exclusiva de la persona que lo sufre.
Las críticas mencionadas hasta este momento se basan en las limitaciones que
suponen las teorías tradicionales del duelo tanto para la actuación de los profesionales como
para la de los propios sujetos que intentan elaborar el duelo o afrontar su propia muerte. Por
este motivo, Neimeyer (1997) propone un modelo alternativo del duelo, basado en una teoría
constructivista de la reconstrucción del significado ante una pérdida significativa (Neimeyer,
Keesee, y Fortner, 1997; Neimeyer y Stewart, 1996).
A continuación se consideran los criterios que debería cumplir un nuevo modelo del
duelo (según Neimeyer, 1997) para pasar posteriormente a desarrollar este modelo con más
detalle.
1. La muerte como cualquier acontecimiento puede validar o invalidar las suposiciones que
forman la base sobre la cual vivimos, o puede quedar como una experiencia nueva para la cual
no tenemos construcciones.
2. El duelo es un proceso personal, idiosincrásico, íntimo e inextricable de nuestro sentido de
quienes somos.
3. El duelo es algo que nosotros mismos hacemos, no algo que se nos hace a nosotros.
4. El duelo es el acto de afirmar o reconstruir un mundo personal de significado que ha sido
desafiado por la pérdida.
Pérdida y Reconstrucción
31
5. Los sentimientos tienen sus funciones y deben ser entendidos como señales de nuestros
esfuerzos por dar significado.
6. Todos construimos y reconstruimos nuestra identidad como supervivientes de la pérdida en
negociación con los demás.
Una vez sugeridos los supuestos básicos que, en el caso óptimo, debería satisfacer
una conceptualización constructivista/narrativa de la pérdida y el duelo, a continuación se
discute una de las principales aportaciones en este sentido: la elaborada por Neimeyer y
Stewart (en prensa).
La definición de un acontecimiento traumático que adoptan Neimeyer y Stewart (en
prensa) es la propuesta por Sewell (1996) y Sewell, Cromwell, Farrell-Higgins, Palmer, Ohlde, y
Patterson (1996) que elaboraron un modelo constructivista del trauma a partir del estudio de la
forma en que las personas definen sus experiencias. Sewell (1996) considera, al igual que
Kelly (1955/1991), que los individuos otorgan significado a los acontecimientos y situaciones en
función de sus experiencias previas. Conforme se van experimentando nuevas situaciones, se
van creando nuevos constructos que permiten relacionar la nueva situación con las que se han
vivido previamente. No obstante, una experiencia traumática o una pérdida significativa
bloquean este proceso y provocan que la situación traumática quede aislada y sin procesar.
Por este motivo, Sewell (1996) considera como experiencia traumática cualquier
acontecimiento o situación que resulte en esta construcción polarizada y fragmentada.
Tal y como afirman Neimeyer y Stewart (en prensa), la actividad y operación de una
narrativa, es decir, el entramado, organiza los acontecimientos y experiencias de la vida en la
forma de una historia coherente (Polkinghorne, 1991; Terrell y Lyddon, 1995; Vogel, 1994).
Más aun, la forma en que las narrativas proporcionan coherencia es mediante el entramado o
construyendo una historia unificada que proporcione una “concordancia discordante” o una
unidad concordante con los aspectos incongruentes de la experiencia (Ricoeur, 1991). Estas
historias son las que permiten que la persona comprenda y responda de forma adaptativa a los
acontecimientos y situaciones de la vida. Como se discutió con anterioridad (véase Capítulo II),
la narrativa puede ser considerada como el principio organizador de la acción humana
(Atkinson, 1995; Bruner, 1986; Hermans, Hermans-Jansen, 1995; Hermans y Kempen, 1993;
Mair, 1988; Polkinghorne, 1988, 1991; Russell y Van den Broek, 1992; Sarbin, 1986; Terrell y
Lyddon, 1995; Wigren, 1994).
Si “la estructura de nuestra vida es inherentemente narrativa” (Kirby, 1991, p.40),
también lo serán nuestros problemas. En consecuencia, si “las narrativas juegan un papel
fundamental en la consecución de continuidad, orden y una identidad coherente mediante la
organización temporal de la experiencia” (Rood, 1997, p. 4), una pérdida significativa o un
trauma supondrán la ruptura de esta continuidad.
La persona víctima de un trauma o que experimenta la pérdida de alguien o algo
significativo siente como si su historia personal estuviera “rota” o “incompleta” (Neimeyer y
Stewart, en prensa). La persona experimenta el hecho traumático y la vida después del mismo
como “dolorosamente fragmentados y desorganizados” (Neimeyer y Stewart, en prensa, p.8),
como si estuvieran disociados o hechos añicos (Siegel, 1995; Van der Kolk y Van der Hart; Van
der Hart y Brown, 1992). Esta ruptura traumática de la coherencia temporal de las narrativas
personales, especialmente de la narrativa primaria (definida por Neimeyer y Stewart (en
prensa) como la suma de la experiencia de todos los roles que desempeña una persona) es lo
que estas personas expresan como un “no poder creer en el futuro” (Rood, 1997). Este es un
efecto frecuente y perturbador para quien lo experimenta. A pesar de que las narrativas son
específicas para cada rol, la narrativa primaria o dominante es aquella que “proporciona una
única voz que satisface la necesidad de orden y coherencia mediante la coordinación de las
actividades de dar significado y organización” (Rood, 1997, p.6) y que, por lo tanto, proporciona
continuidad temporal a la identidad. La ruptura de esta narrativa primaria como consecuencia
de un hecho traumático introduce cambios significativos en la visión acerca de uno mismo y del
mundo, a menudo reflejados en la invalidación de estas visiones. Además, al experimentar la
ruptura como una incapacidad de anticipar el futuro, los posibles selves futuros de la persona
aparecen como inciertos y amenazantes (“No tengo ni idea de en quién me convertiré” o
“Nunca volveré a ser la misma persona que era antes”). Las personas que han sufrido una
pérdida significativa en sus vidas experimentan este miedo a no volver a ser los mismos que
eran antes expresando que una parte de ellos murió con la muerte del otro.
Pérdida y Reconstrucción
32
El self traumático difiere de los demás selves en que fue creado con procesos
psicológicos que operaban de forma muy diferente a cuando la persona no estaba
implicada en defenderse, escapar, sobrevivir o ser victimizada. El self traumático se
forja desde procesos psicológicos (sensación, percepción y cognición) que estaban
canalizados por la hipervigilancia, operando en formas dicotómicas primitivas (pero
adaptativas), y que implicaban emociones “abrumadoras”, basadas en la supervivencia
(p.9).
Este nuevo self se convierte en una parte esencial de la persona. Tanto es así, que llega a
constreñir los otros posibles selves. Según Klion y Pfenninger (1996) mientras exista este self
en su forma original, los procesos psicológicos disponibles para los previos selves quedan
limitados por los procesos psicológicos utilizados en la creación del self traumático. Es como si
este último envolviera a los demás de tal manera que la persona llega a sentir que no es quién
era antes.
Como se ha mencionado anteriormente, la narrativa del trauma no está “escrita” con
los mismos símbolos que el resto de narrativas previas al mismo. Esta nueva narrativa se
desarrolla a partir de los recuerdos de visiones, sonidos, olores y sentimientos que la persona
experimentó mientras la experiencia traumática tenía lugar. Sin embargo, no es una narrativa
que se cree de forma activa y voluntaria, tal y como sucede con el resto de narrativas.
Según Neimeyer y Stewart (en prensa) la existencia de narrativas tan dispares crea traumas
secundarios. Esto se debe a que la persona debe afrontar los roles que le son familiares con
narrativas que han quedado constreñidas por la narrativa del trauma, potenciándose, de este
modo, el sentimiento de pérdida de los pasados selves.
Estos autores también sostienen que mientras siga operando esta narrativa del trauma
seguirán desarrollándose roles traumáticos en situaciones en las que previamente no se
hubieran desarrollado, es decir, el self traumático experimenta distintas situaciones como si se
tratara del momento de la experiencia traumática. Sewell (1996) afirma que ante una situación
que contenga una mínima amenaza, la víctima de un trauma predice la ocurrencia de la
experiencia traumática en su totalidad.
Pérdida y Reconstrucción
33
Hasta ahora hemos visto como tras una pérdida significativa o una experiencia que la
persona vive como traumática, aparece una disonancia de la identidad (Rood, 1997) dada la
existencia de una narrativa del self pre-traumática y otra post-traumática que entran en
conflicto. Ante tal situación cabe plantearse cómo tratar al cliente en terapia. Una de las
opciones es ayudar al cliente a integrar la nueva narrativa con la anterior tal y como proponen
Neimeyer y Stewart (en prensa). Por el contrario, Rood (en prensa) propone que más que
defender esta unificación e integración, se debería ayudar al individuo a aceptar esta
disonancia con el objetivo de reconstruir un self futuro y la coherencia de la identidad.
Neimeyer y Stewart (en prensa) consideran que debe encontrarse la manera de unir el self
traumático y su correspondiente narrativa con los selves anteriores y la narrativa primaria que
conformaban la historia de vida del individuo previa a la pérdida o experiencia traumática.
Estos autores trabajan con sus clientes en un marco integrador desde el cual consideran que la
terapia debe permitir la integración de estos selves y narrativas en conflicto en el momento
presente.
En cambio, la postura de Rood (1997) consiste en utilizar las distintas voces de la
identidad pre- y post-traumática en un intento de construir una futura orientación y un posible
self futuro. Según este autor, al utilizar estas voces que pertenecen a distintos momentos
temporales, la restauración de la coherencia puede empezar sin necesidad de la integración.
Rood (1997) refuerza su argumento utilizando el corolario de fragmentación de Kelly
(1955/1991) según el cual “una persona puede emplear sucesivamente varios subsistemas de
construcción inferencialmente incompatibles entre sí” (p.58).
Este modelo pretende utilizar estos estados disonantes, múltiples, para poder trabajar
la reconstrucción de los significados personales y de un futuro esperanzador para el individuo.
Su objetivo es ayudar a la persona a establecer de nuevo la perspectiva de porvenir para que
el pasado, el presente y el futuro vuelvan a estar encadenados y a reinstaurar la continuidad
temporal de la propia narrativa. De este modo, se repara aquella ruptura de la coherencia
temporal que el trauma o la pérdida provocaron sobre la historia de vida personal.
En conclusión, a pesar de que la pérdida y el trauma han sido temas ampliamente
trabajados por distintos autores, este capítulo muestra cómo las formas tradicionales de
concebirlos limitan las posibilidades de la intervención así como la del propio sujeto. Las
discrepancias entre la forma en que las teorías tradicionales concebían el duelo y la manera en
que lo conciben el constructivismo y la visión narrativa sugieren la necesidad de elaborar un
nuevo modelo del duelo y del trauma que incorpore la visión narrativa de la existencia y que
sea coherente con la epistemología constructivista.
Como hemos visto, este modelo considera al trauma o a la pérdida como hechos
perturbadores de la visión del mundo que hasta ese momento sostenía la persona que pasa
por ellos. Este hecho, que queda como una experiencia aislada, sin construir y que distorsiona
la coherencia temporal de la historia de vida personal, provoca el surgimiento de un self
traumático y de su correspondiente narrativa (la narrativa del trauma) que operan con procesos
psicológicos distintos a cuando la persona no se encuentra bajo estas circunstancias.
Pérdida y Reconstrucción
34
CAPÍTULO V
ANÁLISIS CUALITATIVO DE NARRATIVAS DE IDENTIDAD:
LA METODOLOGÍA DE GROUNDED THEORY
La metodología de grounded theory2 fue creada por Glaser y Strauss (1967) como una
aproximación a la investigación cualitativa. Estos autores desarrollaron el método en respuesta
a la crisis que se percibía en sociología a causa de la inflación de teorías no fundamentadas en
el análisis exhaustivo de casos con una existencia discursiva concreta.
Este método ha despertado el interés de quienes prefieren trabajar con textos en lugar
de con variables cuantitativas y sienten que los cánones de las ciencias naturales limitan sus
investigaciones en ciencias sociales. Aunque las ciencias naturales siguen ejerciendo una
fuerte influencia sobre las ciencias sociales, el desarrollo creciente de la investigación
cualitativa y la aceptación cada vez mayor de su publicación por parte de los consejos
editoriales de revistas importantes están contribuyendo a disminuir esa influencia.
El propósito de este capítulo es exponer sintéticamente la metodología de grounded
theory, en la que se basa nuestra aproximación al análisis de narrativas de identidad en
general, y de pérdida y duelo en particular. Para ello, hemos dividido el capítulo en cuatro
secciones. En la primera se describe el método en términos de su procedimiento y
características principales. Sin embargo, veremos cómo distintos autores incorporan algunos
aspectos del procedimiento de distinta forma. En realidad, las diferencias entre autores no se
encuentran tan sólo en el procedimiento. Estas disputas provienen del desacuerdo a un nivel
más profundo: la base teórica que sustenta el método. Procedentes de distinta formación, sus
creadores defienden distintas lógicas de justificación del método. En la segunda sección de
este capítulo se exponen las diferencias entre la postura de Glaser y la de Strauss y Corbin.
Rennie, descontento con ambos fundamentos teóricos--a pesar de que próximo a Glaser--
decide proponer una nueva lógica de justificación que será desarrollada en la tercera sección.
El capítulo continúa con la comparación del método de grounded theory con otros métodos de
investigación cualitativa. En esta sección se expondrán tanto sus similitudes como sus
diferencias. Asimismo, se propondrá el uso de programas informáticos como una ayuda para el
analista. Finalmente, el capítulo concluye con una descripción en forma de glosario de las
categorías de análisis incorporadas en nuestra aproximación constructivista/narrativa a la
identidad, procedentes de la aplicación de la metodología de grounded theory a textos
previamente analizados.
El objetivo del método de la grounded theory consiste en generar una teoría a partir del análisis
sistemático de los datos. Esta teoría surge del método de la comparación constante, basado en
una actitud ingenua del analista, que intenta que sus prejuicios o expectativas no le influyan.
Sin embargo, teniendo en cuenta que éstos pueden ser de interés para la posterior redacción
de la teoría, se aconseja a los analistas que lleven un diario de investigación o memoria
teórica. Todos estos aspectos serán tratados con detalle a continuación.
35
En un análisis de este tipo es necesario contar con datos, categorías y relaciones entre
categorías. Lo primero que cabe plantearse es, pues, el tipo de datos que se considera legítimo
para ser analizado. La metodología de grounded theory permite tomar cualquier tipo de datos
siempre y cuando signifiquen algo (Rennie, en prensa). Estos datos acostumbran a ser de tipo
discursivo/textual, de modo que los investigadores disponen de un texto que debe ser
analizado. Dado que el objetivo de este método es generar teoría, ésta debe desarrollarse a
partir de los datos de que se dispone. Dicho de otro modo, “el desarrollo de las
conceptualizaciones se pospone hasta que éstas se deriven de la inmersión en los datos
pertenecientes al fenómeno” (Rennie, en prensa, p. 25). El desarrollo de la grounded theory se
consigue a partir del método de la comparación constante.
El proceso que debe seguir el analista--propuesto por Glaser y Strauss (1967)--es el
que se expone a continuación. En primer lugar, se divide el texto en unidades de análisis.
Según el analista, éstas pueden adoptar diversas formas. En su versión original del método,
Glaser y Strauss (1967) recomendaron el análisis del texto línea por línea. Sin embargo, esta
idea inicial no tiene demasiado sentido si tenemos en cuenta que las personas representan el
significado de lo que quieren decir mediante palabras, frases y combinaciones de frases, pero
no en las líneas de que se compone un texto (Rennie, 1995). De este modo, este autor se
inclinó por “decidir las unidades de análisis en función del significado que se manifiesta en el
texto” (Rennie, 1995, p. 209). Empezó definiendo la unidad de significado como “un simple
pensamiento o concepto” (Rennie, 1995, p. 209). Sin embargo, al ser éstas unidades tan
pequeñas, el análisis se volvía demasiado repetitivo. Actualmente concibe como unidades de
análisis lo que entendemos por “episodios, temas o tópicos” (Rennie, 1995, p. 210), que
pueden extenderse desde unas frases a dos páginas del texto. A pesar de aumentar la
complejidad del análisis, pues deben asignarse muchas más categorías a estas unidades de
significado, las interrelaciones entre ellas afloran con mayor claridad y el análisis resulta menos
redundante.
Aunque el grupo de Rennie (p.e. Angus y Rennie, 1989; Rennie, 1992; Rennie y
Brewer, 1987; Watson y Rennie, en prensa)3 considera apropiado acceder directamente de las
unidades de significado a las categorías, Glaser y Strauss (1967) recomendaron un paso
intermedio: la formulación de códigos. Según los creadores del método, una vez determinadas
las unidades de significado, se hace un resumen de las mismas. Las unidades de significado
resumidas (códigos) son comparadas dentro de un mismo protocolo y entre ellos con la
finalidad de encontrar comunalidades de significado. A estos aspectos en común se les pone
una etiqueta. Cada una de estas etiquetas será considerada una categoría. Para Rennie y los
miembros de su grupo la forma de acceder a las categorías es preguntando a cada unidad de
análisis “¿Qué significado contiene?” (Rennie, 1995, p. 208). La respuesta a esta pregunta
puede ser una palabra o una frase; en cualquier caso, dicha respuesta será considerada como
una categoría. Rennie, Phillips y Quartaro (1988) recomiendan que en los primeros estadios
del análisis estas categorías sean descriptivas. La finalidad de reflejar el lenguaje utilizado en
el texto es mantenerse máximamente fiel al mismo.
Tras esta primera condensación del significado de la unidad de análisis, el investigador
podrá efectuar un segundo resumen de la misma. Tal y como sostienen Rennie et al. (1988) en
esta segunda abreviación no es necesario utilizar el mismo lenguaje del texto. En lugar de ello,
el analista puede construir categorías que ayuden a explicar las categorías descriptivas y las
relaciones que se establecen entre ellas (ver Collaizi, 1979; Sullivan, 1984). La pregunta
acerca del significado que contiene cada unidad de análisis se repite una y otra vez. Conforme
vayan emergiendo más categorías, las unidades de análisis se comparan con cada categoría.
Cada unidad de análisis es asignada a tantas categorías como sea posible. Este procedimiento
recibe el nombre de “categorización abierta” (Rennie et al. 1988, p. 143). Las categorías
también se comparan dentro de cada protocolo y entre ellos con el objetivo de encontrar más
comunalidades. Estas comunalidades entre categorías se denominn categorías de orden
superior. Toda esta conceptualización da lugar a una estructura jerárquica, donde las
categorías de nivel inferior se consideran propiedades de las categorías que las incluyen, es
3
Tras haber elaborado su estrategia de análisis de forma distinta a la que
recomendaron Glaser y Strauss (1967), el grupo de Rennie advirtió que Turner (1981) ya había
sugerido previamente una estrategia similar.
Pérdida y Reconstrucción
36
La Memoria Teórica
Mientras el analista recoge y analiza los datos, inevitablemente está sosteniendo sus propios
juicios acerca de los mismos. Pero el objetivo de este tipo de análisis exige mantenerse fiel al
texto que se está analizando, por lo que esos prejuicios deben dejarse a un lado o poner entre
paréntesis (procedimiento fenomenológico denominado bracketing, ver Giorgi, 1970). La
memoria teórica contribuye a separar las propias especulaciones del analista de la teoría
fundamentada en el texto.
El analista debe ir anotando todas las ideas que va teniendo durante el análisis de los
textos, en forma de recordatorios. Tal y como afirman Rennie et al. (1988), estos recordatorios
cumplen varias funciones: (a) ayudan al analista a darse cuenta de sus supuestos tácitos y le
animan a pensar en temas y patrones entre los datos, (b) hacen surgir especulaciones sobre
las propiedades de las categorías, las relaciones entre ellas o posibles criterios para la
selección de nuevas fuentes de datos, (c) permiten que el analista conserve ideas que tienen
un valor potencial pero que todavía son prematuras, (d) son útiles si surge un hueco entre la
teoría y los datos ya que son un recordatorio de las ideas que el analista tuvo durante el
análisis, (e) se utilizan para anotar las similitudes que el analista va encontrando entre la teoría
que va emergiendo y teorías o conceptos establecidos previamente, y (f) juegan un papel
esencial en la redacción de la teoría.
La Redacción de la Teoría
37
Llegados a este punto, hace falta mencionar aquellos aspectos que han llevado a los creadores
de la metodología de grounded theory por caminos distintos. Strauss y Corbin han llevado a
cabo algunas modificaciones de dicha metodología con las que Glaser difiere. A continuación
se exponen las principales diferencias entre estos autores, basadas en el trabajo de Rennie (en
prensa).
La principal disputa que existe entre ellos se basa en la lógica de justificación del
método que cada uno de ellos defiende. Para Strauss, afín al interaccionismo simbólico de la
escuela de Chicago (ver Blumer, 1969), la lógica de justificación del método es el
instrumentalismo de Dewey. Siendo así, Strauss y Corbin respaldan la valoración que hace
este autor del método experimental. Glaser, en cambio, discute esta vinculación del método al
instrumentalismo de Dewey. Según Glaser, el método fue presentado como una aproximación
orientada al descubrimiento para el desarrollo de teoría en sociología. La modificación que
Strauss y Corbin han hecho del método original lleva a estos autores a socavar la orientación al
descubrimiento que Glaser defiende e irónicamente les acerca a la teorización de la que
quisieron escapar al presentar el método en 1967.
Concebir distintas lógicas de justificación de la metodología de grounded theory
alcanza vastas consecuencias. Mientras según Glaser el método es únicamente inductivo,
Strauss y Corbin añaden la forma hipotético-deductiva a la grounded theory. Glaser, formado
en la sociología cuantitativa, inductivista, insiste en que este supuesto es erróneo. Según este
autor el método sólo lleva al analista a la elaboración de la teoría, no a su posterior verificación,
tal y como ya se afirmaba en los primeros trabajos sobre grounded theory (Glaser y Strauss,
1967; Glaser, 1978). De este modo, las categorías desarrolladas durante el análisis son válidas
en virtud del propio método. La intención de Glaser es reclamar el aspecto validacional del
método remarcando que: “mientras la creatividad es necesaria para generar las categorías y
sus propiedades, el investigador siempre debe validar que sean apropiadas y relevantes
mediante la saturación, la posibilidad de intercambiar índices, la relación con las categorías
nucleares y la integración en la teoría emergente” (Glaser, 1992, p. 18), es decir, mediante
indicadores de consistencia interna. De este modo, el método se construye a sí mismo como
inherentemente validacional. Ésta es la diferencia entre que el método sea verificacional o
validacional. Según Glaser, el método sirve para desarrollar una teoría a partir de los datos y
no para verificarla. En cambio, Strauss y Corbin sostienen que la verificación es parte del
método e incorporan la prueba de hipótesis en la comparación constante. Dado que la
verificación es deductiva, estos autores defienden que el método de la grounded theory es
hipotético-deductivo, contrariamente a Glaser que insiste en la forma inductiva del mismo.
Esta visión conlleva que Glaser considere como única fuente de datos el texto que se
esté analizando. Como se ha mencionado previamente, este autor considera que la validación
se mide con indicadores de consistencia interna. Strauss y Corbin han modificado también esta
forma de entender el método. Estos autores consideran que no sólo deben tenerse en cuenta
los datos que se analizan. En lugar de ello, según Strauss y Corbin, el analista puede
hipotetizar relaciones entre categorías que no estén necesariamente en los datos.
Esta idea lleva a Strauss y Corbin a ampliar el rango de datos considerados legítimos
para la metodología de grounded theory. En la medida en que datos externos al texto puedan
ser incorporados en el análisis, los recuerdos del analista podrán servir también como datos
empíricos legítimos. Glaser, como se habrá podido comprobar, sigue concibiendo la mayoría
de aspectos del método tal y como fueron formulados en las dos primeras obras acerca del
mismo (Glaser, 1978; Glaser y Strauss, 1967). De este modo, Glaser critica la incorporación de
la introspección del analista como dato aceptable durante el análisis. Más aun, le preocupa que
esta modificación lleve al método hacia la subjetividad y dogmatismo. Debe recordarse que el
propósito inicial del método residía en mantenerse próximo al texto y fundamentar la
generación de la teoría únicamente en los datos; de aquí que el método reciba el nombre de
grounded theory (teoría fundamentada en los datos).
Otro aspecto que Strauss y Corbin han ampliado del método hace referencia a las
condiciones del fenómeno que se está estudiando. Una vez más, el analista se incluye a sí
mismo en el análisis de los datos. Según Strauss y Corbin, todas las condiciones que el
analista suponga que están influyendo a la experiencia representada por las categorías deben
ser incorporadas. Siendo así, cabe la posibilidad de que algunas de estas condiciones no sean
extraídas de los datos sino del propio analista u otras fuentes externas al texto. Esto implica la
Pérdida y Reconstrucción
38
necesidad de utilizar una matriz condicional. En ella se presentan de forma esquemática todas
las condiciones que se supone pueden influir al fenómeno que se está estudiando. La matriz
condicional se presenta en los siguientes niveles de influencia: “Internacional; nacional;
comunidad; organizacional e institucional; sub-organizacional y sub-institucional; colectivo,
grupo e individual; interaccional y acción (Strauss y Corbin, 1990). Así, puede visualizarse
como un conjunto de círculos, uno dentro de otro, donde cada (nivel) corresponde a distintos
aspectos del mundo... En los anillos exteriores se encuentran aquellas características
condicionales más distantes a la acción/interacción; mientras que los anillos interiores
pertenecen a aquellas características condicionales más próximas a la secuencia
acción/interacción. (Strauss y Corbin, 1990, p. 161)
Como resultará obvio, Glaser critica esta postura. No se niega a utilizar un esquema
teórico que facilite la comprensión de las categorías y la relación que se establece entre ellas.
Sin embargo, advierte que se debe ser cuidadoso e incorporar tan sólo aquellas condiciones
que se correspondan con los datos que tenemos con la finalidad de no anticipar
conceptualizaciones sobre el fenómeno que se está estudiando. Este interés por no forzar los
datos es, una vez más, coherente con la formulación inicial de método donde se expone que el
analista debe ceñirse al texto (Glaser, 1992).
Algo parecido a lo que sucede con las condiciones que influyen a las categorías es lo
que ocurre con el significado de las mismas. Las condiciones debían hacerse explícitas en la
matriz condicional con el objetivo de permitir una mayor comprensión de las mismas. Del
mismo modo, el significado de las categorías debe enriquecerse utilizando un paradigma de
codificación. Éste paradigma no es más que un esquema compuesto por “condiciones,
contexto y secuencias y consecuencias de la acción/interacción” (Strauss y Corbin, 1990, p.
96). En la versión original del método se alentaba a los analistas a “desarrollar sistemas
categóricos que fueran estructurales o de proceso, o de ambos tipos, dependiendo de la
interpretación del significado de los datos” (Rennie, en prensa, p. 13). Si bien Glaser sigue
respetando esta visión y considera que no todo fenómeno social es necesariamente procesual,
para Strauss y Corbin convertir todo fenómeno social en un proceso es una exigencia (Corbin y
Strauss, 1990; Strauss, 1987; Strauss y Corbin, 1990, 1994).
Una vez mostradas las visiones actuales de los creadores del método de la grounded
theory y comprobada su incompatibilidad a ciertos niveles, se hace necesario optar por una de
ellas o, como ha hecho Rennie (en prensa), desarrollar una nueva lógica de justificación del
método. Este aspecto será elaborado a continuación.
Rennie (en prensa) considera que tanto la postura de Strauss y Corbin como la de Glaser son
inadecuadas como lógicas de justificación. Por esta razón, se decidió a exponer su propia
lógica de justificación a la que ha denominado: hermenéutica metódica para la investigación
cualitativa (Rennie, 1996), basándose en los trabajos de Margolis (1986, 1987, 1989, 1995).
Su posición es más próxima a la de Glaser que a la de los otros dos autores. Rennie
(en prensa) coincide con las críticas de Glaser a las modificaciones que Strauss y Corbin han
hecho sobre la versión original del método. No obstante, considera que Glaser defiende
débilmente que la metodología de grounded theory se basa únicamente en la inducción. La
razón de ello se encuentra en la teoría de la inferencia en la que Glaser se apoya. Ésta consta
de dos componentes, la inducción y la deducción. El problema de esta teoría es en que no hay
otra forma de validar las inducciones que no sea recurriendo a las deducciones. Por este
motivo, Rennie (en prensa) propone que la metodología de grounded theory debe basarse en
la teoría de la inferencia de Pierce (1965). Esta teoría considera tres formas de inferencia: la
abducción, la inducción y la deducción:
Abducir es hipotetizar, inducir es probar las abducciones y deducir es demostrar la
verdad apodíctica derivando una conclusión que está implicada tautológicamente en sus
premisas. Así, para Pierce el nuevo conocimiento es sólo abductivo. (Rennie, en prensa, p.25).
De este modo, Rennie (en prensa) justifica la simbiosis entre abducción e inducción que él
considera como característica de la investigación cualitativa.
Pérdida y Reconstrucción
39
Según Rennie (en prensa) una apropiada lógica de justificación de la grounded theory
debe tener presente los aspectos realistas y relativistas del método. Es por este motivo que
toma de Margolis (1986, 1987, 1989, 1995) la argumentación a favor de la reconciliación entre
realismo y relativismo. Este autor comparte con filósofos como Wittgenstein (1958) y Heidegger
(1927/1962) que más que estar separados dualísticamente del mundo, estamos inmersos en
formas de vida en el mundo. Así, las nociones de fundacionalismo, esencialismo y verdad
como correspondencia con la realidad son insostenibles. (...) todo conocimiento es relativo a la
estructura perceptiva del que conoce. Sin embargo, este relativismo no es un idealismo
subjetivo; en virtud de nuestra simbiosis con el mundo, es un relativismo sobre el mundo real.
(Rennie, en prensa, p. 23-24)
La reconciliación entre realismo y relativismo nos lleva a asentir que algunos
argumentos son de mayor utilidad que otros a la hora de explicar determinados fenómenos.
Por este motivo, la retórica4 de las ciencias humanas no es una retórica vacía. Según Rennie
(1995, autumn) todas las ciencias son retóricas. No obstante, la retórica de las ciencias
humanas es distinta a la retórica de las ciencias naturales. “En las ciencias humanas se
reconoce que cualquier investigación está inevitablemente condicionada por el marco de
referencia del investigador. Este reconocimiento es la base de que el objetivo de las ciencias
humanas sea, solamente, alcanzar la comprensión” (Rennie, 1995, p. 325-326). Para ello, se
hace imprescindible la presencia de, como mínimo, un sujeto que pretenda comprender a otro.
De ello se desprende que las ciencias humanas sean hermenéuticas. Sin embargo, “aunque la
investigación cualitativa es hermenéutica, es mejor que las hermenéuticas tradicionales”
(Rennie, en prensa, p. 25). Si bien las hermenéuticas tradicionales corren el peligro de
convertir el círculo hermenéutico en una circularidad viciosa, esto no sucede en la investigación
cualitativa. Ésta consigue reducir dicha circularidad viciosa debido a que “la comprensión
holística aplicada a las particularidades se deriva de las mismas particularidades, en virtud de
la combinación del bracketing y la simbiosis entre adbucción e inducción” (Rennie, en prensa,
p. 26) tal y como sucede con la metodología de grounded theory.
Rennie (en prensa) destaca otra consecuencia de la reconciliación entre realismo y
relativismo. Este autor critica que Glaser y Strauss y Corbin no incorporen en sus respectivas
lógicas de justificación del método el debate sobre ontología y epistemología que se está
produciendo en la posmodernidad con respecto a la modernidad (p.e. Gergen, 1994; Smith,
1994). Por este motivo, Rennie (en prensa) añade la crítica posmoderna al esencialismo y
fundacionalismo a su lógica de justificación.
Al integrar la simbiosis entre adbucción e inducción, el bracketing, la reconciliación
entre realismo y relativismo, la retórica, la hermenéutica y una teoría no fundacional de verdad,
la metodología de grounded theory se vuelve auto-suficiente. Puede considerarse que la
grounded theory es persuasiva por sí misma ya que toda pretensión de verdad en investigación
cualitativa es retórica (Rennie, en prensa).
Dado que el método del que estamos hablando no es el único al que se puede recurrir
si se desea hacer investigación cualitativa, resulta interesante considerar cuáles son las
características que este método comparte con los demás así cómo qué otras le separan.
40
Similitudes
Estas similitudes son básicamente estructurales. Atañen al tipo de datos con el que se trabaja y
a las características generales del análisis. En primer lugar, todos los métodos que se utilizan
en investigación cualitativa utilizan una misma fuente de datos: un texto. Éste puede proceder
de orígenes tan diversos como la transcripción de sesiones de terapia, diarios, biografías,
canciones, artículos, transcripciones de cintas de vídeo, etc. Todo aquello que pueda ser
convertido en un texto escrito es susceptible de ser analizado desde cualquier aproximación
cualitativa.
No obstante, la investigación cualitativa no cierra sus puertas a las técnicas de análisis
cuantitativo. Tanto la grounded theory como cualquier otro método pueden emplearse de forma
independiente o, si se desea, pueden combinarse con técnicas cuantitativas.
Por otro lado, la investigación cualitativa permite al investigador acercarse a aspectos
que acostumbran a ser de difícil acceso con los métodos de investigación tradicionales.
Finalmente, otro aspecto interesante que une a las personas interesadas en la
investigación cualitativa es la redefinición de los habituales cánones científicos para el estudio
del comportamiento humano (Strauss y Corbin, 1994) y la insistencia de que este tipo de
trabajo es interpretativo. Por ello, los analistas deben asumir la responsabilidad de su
interpretación acerca de lo que es observado, oído o leído.
Diferencias
La principal diferencia entre la metodología de grounded theory y los demás métodos está en
su objetivo. Con la grounded theory se pretende generar teoría a partir de los datos de que el
analista dispone. En la generación de ésta juega un papel imprescindible la interacción con los
datos (Glaser y Strauss, 1970). Pero esta teoría no es tan solo descriptiva como suele suceder
en otros métodos. En la metodología de grounded theory se introduce un elemento
fundamental: la densidad conceptual. Strauss y Corbin (1994) consideran que ésta se refiere a
“la riqueza del desarrollo de conceptos y relaciones--basada en la familiaridad con los datos y
en su análisis sistemático” (p. 274). De este modo, la teoría que llega a desarrollarse se
caracteriza por esta gran densidad conceptual.
Por último, es importante añadir que el análisis que lleva al desarrollo de la grounded
theory puede complementarse con la ayuda de algún programa informático. Dada la importante
cantidad de información con la que se trabaja, hacer el análisis a mano resulta casi imposible.
Las principales ventajas de utilizar un programa informático consisten en evitarse la ardua
tarea de escribir las unidades de significado cada vez que son asignadas a una categoría y en
evitarse todo el tiempo que se hubiera perdido de haberlo hecho a mano.
Uno de los programas que puede utilizarse como complemento del análisis es el QSR-
NUD·IST (Richards y Richards, 1993). Este programa es adecuado porque permite utilizar el
mismo tipo de datos necesario para el método de la grounded theory (textos de cualquier tipo:
entrevistas, documentos literarios, históricos, diarios, canciones, etc.). Además, con el QSR-
NUD·IST se pueden crear y explorar ideas y categorías, tan fundamentales en el método de la
grounded theory. Ésto permite una mayor flexibilidad a la hora de establecer relaciones entre
ellas y hacer hipótesis. El programa está también diseñado para hacer preguntas al texto y
construir teorías, objetivo principal del método de la grounded theory como ya hemos visto.
En conclusión, hasta este punto se ha descrito el procedimiento que debe seguir un
analista que utiliza la metodología de grounded theory, así como también sus características
principales. También se ha visto como en los 30 años que han pasado desde que el método
fue presentado por primera vez, ha ido sufriendo cambios que no han sido bien recibidos por
todos los autores. Sus creadores, Glaser y Strauss (1967), han ido distanciando sus posturas
hasta el punto de que el mismo Glaser (1992) ha llegado a plantearse si alguna vez llegaron a
entenderse. Mientras Glaser aboga por el aspecto inductivo y validacional del método, Strauss
une su postura a la de su discípula Corbin defendiendo que el método es hipotético-deductivo y
que, por lo tanto, es también verificacional. Glaser critica todas las modificaciones que Strauss
Pérdida y Reconstrucción
41
y Corbin han llevado a cabo sobre las características que tenía el método en su inicio. Fiel a
este comienzo, Glaser defiende el método tal y como fue planteado. De este modo, su postura
es la más coherente con los orígenes del método. No obstante, resulta sorprendente que la
versión más popular sea la de Strauss y Corbin. El hecho de que éstos autores sean más
referenciados puede ser debido a su promesa de simplicidad, de estructuración del
procedimiento y de verificación. A pesar de que la versión de Glaser esté menos
comercializada y parezca menos precisa, en realidad es un mejor camino para llegar a la
conceptualización de la teoría (ver Rennie, en prensa).
Como se ha explicado en la tercera sección de este capítulo, un tercer autor juega un
papel importante en el desarrollo del metodología de grounded theory. Este autor, Rennie, está
en desacuerdo con ambas posturas, aunque reconoce que la de Glaser es la más acertada por
su coherencia con los objetivos para los que fue creado el método. Rennie expone su
hermenéutica metódica que surge como consecuencia del descontento de las otras dos lógicas
de justificación de la metodología de grounded theory. La hermenéutica metódica de Rennie
está fundamentada en los trabajos de Margolis y en la teoría de la inferencia de Pierce. Con
esta última reduce el peligro de la teoría de la inferencia con la que Glaser defiende el carácter
inductivo del método. Esta teoría lleva a que las inducciones dependan, en último término, de
las deducciones. Para solventar este obstáculo parece que la teoría de Pierce es la más
acertada pues acaba afirmando la simbiosis entre abducción e inducción, como ya se ha visto
en este capítulo. Con la exposición de su nueva lógica de justificación, la postura de Rennie
parece ser la más adecuada pues muestra los puntos débiles en las otras dos a la vez que
propone una posible solución.
Llegados a este punto, en las páginas que siguen se presenta el mapa jerárquico para
el análisis de narrativas de identidad (en su estructura básica) desarrollado por nosotros (véase
Botella et al., 1997) a partir del análisis de textos mediante la metodología de grounded theory
implementada en el softwaere QSR-NUD·IST. Tras la presentación gráfica del mapa se
incorpora un glosario de definición de las categoría utilizadas en nuestro análisis.
En términos narratológicos, “leer un texto puede equipararse a procesar los datos textuales
gradualmente formulando preguntas al texto y respondiéndolas en base a él” (Prince, 1982, p.
103). Leer (y analizar) un texto narrativo implica que las preguntas formuladas son relevantes.
Una pregunta es relevante si su posible respuesta lo es, es decir, para nuestros fines, si
acarrea información referida al tópico del concepto de identidad del autor.
La finalidad de una análisis constructivista cualitativo de las narrativas de identidad no
es llevar a cabo una aproximación estilística, gramatical, o puramente lingüística, sino
desarrollar una estructura conceptual altamente formalizada para la lectura de narrativas de
identidad a la búsqueda de una mejor comprensión del concepto de identidad de sus autores.
Si bien el grado de ambivalencia de algunas narrativas de identidad puede ser elevado
en términos de su lectura y análisis, otras presentan un mayor grado de restricciones textuales,
es decir, permiten sólo una o unas pocas respuestas correctas a las preguntas planteadas.
Leer y analizar una narrativa de identidad desde una perspectiva constructivista significa
respetar las restricciones textuales y mantener la propia interpretación tan próxima al texto
como sea posible.
El proceso de análisis puede ser dividido en dos etapas secuenciales. La primera se
lleva a cabo según una serie de conceptos jerárquicamente estructurados y teóricamente
relevantes comunes a toda narrativa de identidad. La segunda se lleva a cabo según una serie
de conceptos estructurados jerárquicamente y relevantes para la narrativa concreta que está
siendo analizada. En el Capítulo VI se incluye la matriz jerárquica utilizada por nosotros para
llevar a cabo el análisis.
Glosario
42
Autoconcepto extendido: El self no es una entidad, aislada del mundo y con existencia propia
sino que más bien se extiende hacia aspectos específicos del entorno, tanto interpersonales
como físicos (Rosenberg, 1979).
Narrativización: Proceso por el que el yo construye un espacio análogo y observa
metafóricamente al mí moviéndose en dicho espacio.
Entramado: “Proceso de construcción e interconexión de los acontecimientos de forma que se
desarrollen estructuras de significado” (Hermans & Kempen, 1993, p. 22). El entramado puede
definirse como la ordenación de los acontecimientos narrados en una estructura narrativa
secuencial y extensible (sea en términos de relaciones temporales, espaciales o causales).
Tematización: Estructuración de los acontecimientos narrados a lo largo de un número más
reducido de temas trans-seccionales superordenados a los hechos que se narran. “Un tema es
un pensamiento o idea general del que un conjunto de proposiciones se adopta como ejemplo”
(Prince, 1982, p. 74).
Conocimiento personal: Base de conocimiento construido en el dominio inter- e intrapersonal.
Self: En este contexto, self se refiere al personaje de la narrativa que coincide con la identidad
del autor.
Otros personajes: Todos aquellos personajes que aparecen en una narrativa del self y no son
el self.
Acotamiento contextual: Proceso de predicar una serie de proposiciones acerca del personaje
self que dependen del contexto en que se coloque narrativamente el personaje.
Acotamiento temporal: Proceso de predicar una serie de proposiciones acerca del personaje
self que dependen de la dimensión temporal en que se coloque narrativamente el personaje.
Acotamiento relacional: Proceso de predicar una serie de proposiciones acerca del personaje
self que dependen de la situación relacional en que se coloque narrativamente el personaje.
Teoría del self extendida: En términos sociocognitivos, la identidad ha sido conceptualizada
como una teoría autoconstruida sobre uno mismo (Berzonsky, 1994). Empleamos el término
“teoría del self extendida” para incluir todos los personajes que no son el self pero que, aun
así, son relevantes para la teoría del self.
Iniciativa (Agency): Posición relativa del autor de la narrativa del self respecto a su autoría;
puede ser pasiva o activa.
Causalidad: Teoría personal que mantiene el autor de la narrativa del self respecto al origen y
causa de los hechos entramados en ella.
Pérdida y Reconstrucción
43
CAPÍTULO VI
INVESTIGACIÓN APLICADA:
ANÁLISIS DE UNA NARRATIVA DE PÉRDIDA Y RECONSTRUCCIÓN
En las páginas anteriores de este trabajo se ha trazado una discusión sintética de la
epistemología constructivista y sus aplicaciones a la psicología (Capítulo I); se ha justificado la
propuesta de adoptar la narrativa como metáfora raíz en psicología (Capítulo II); se han
desarrollado las implicaciones de esta perspectiva constructivista/narrativa en cuanto al
proceso de reconstrucción psicológica (Capítulo III); se ha aplicado todo lo antedicho a la
conceptualización narrativa de la pérdida y el duelo (Capítulo IV) y se ha presentado la
metodología de grounded theory como una propuesta metodológica de sólida tradición en las
ciencias sociales aplicada al análisis cualitativo de narrativas del self.
Llegados a este punto, este capítulo se centrará en la aplicación de la metodología
propuesta en las páginas anteriores a una narrativa de pérdida y duelo con características que
la convierten en un caso ejemplar desde nuestra perspectiva. Dicha aplicación reviste un doble
objetivo: (a) validar el propio método de análisis en cuanto a su utilidad hermenéutica y su
sensibilidad a las dimensiones de significado (tácitas y/o explícitas) contenidas en la narrativa y
(b) conferir una cierta validación a la conceptualización constructivista/narrativa de la pérdida y
el duelo presentada en el Capítulo IV en cuanto a sus supuestos básicos.
El estudio de caso que se presenta a continuación se estructura de la siguiente forma:
en primer lugar, se presenta el caso haciendo énfasis en su ejemplaridad, es decir, en su
coherencia con los criterios definitorios de trauma, pérdida y duelo presentados en las páginas
anteriores. En segundo lugar, se desarrolla la forma de aplicación del método de análisis
cualitativo de narrativas del self discutido con más detalle en el Capítulo V. En tercer lugar, se
explicitan las hipótesis a contrastar como parte del segundo objetivo de esta aplicación.
Finalmente, y como fruto de dicho contraste, se discute la conexión entre nuestra
conceptualización teórica de referencia y el estudio de caso objeto de este capítulo.
La narrativa que se analiza a continuación (véase Anexo I) fue entregada a uno de los autores
de este trabajo como producto de un curso de doctorado5. Dicha narrativa no había sido
solicitada, sino que su autor (como explicita en la propia narrativa) decidió elaborarla por
iniciativa propia. El autor (Javier) es un padre de família de 53 años (en el momento de
redactar la narrativa), de clase social media-alta y que desempeña un cargo de gestión en una
institución universitaria. Aproximadamente un año antes del curso de doctorado (que tuvo lugar
en verano de 1996), se enfrentó al hecho traumático del suicidio de su hijo mayor, de 21 años.
La narrativa relata algunos detalles de la situación que llevó al suicio, del propio suicidio y de
su forma de enfrentarse a él. Consideramos esta narrativa como un “caso ejemplar” dado que
se ajusta estrictamente a la definición de hecho traumático adoptada en este trabajo (cualquier
acontecimiento o situación que resulte en una construcción polarizada y fragmentada, es decir,
que dificulte gravemente el proceso normal de elaboración de la narrativa del self).
Dado que el procedimiento de análisis objeto del presente trabajo constituye una forma
detallada y sofisticada de “extraer” el significado de la narrativa, manteniéndose fiel a la misma,
consideramos innecesario dar más detalles del texto en este punto, puesto que constituirán la
propia esencia del análisis que se presenta a continuación.
El método de análisis cualitativo de narrativas del self objeto del presente trabajo se basa,
como se explicitó en capítulos anteriores, en la metodología de grounded theory. De la
5
La narrativa se utiliza con el consentimiento explícito y escrito de su autor. Aun así, para
mantener su privacidad se han alterado o eliminado todos aquellos fragmentos que pudieran
permitir su identificación así como, evidentemente, su nombre.
Pérdida y Reconstrucción
44
aplicación de esta metodología a una serie de narrativas del self en general procede el mapa
jerárquico de categorías de análisis presentado en el Capítulo V. Llegados a este punto, y con
la finalidad de analizar una narrativa concreta (la narrativa de pérdida y duelo de Javier que se
presenta en el Anexo I), el método a seguir consiste en desarrollar el mapa jerárquico
presentado en el Capítulo V con tanto grado de detalle como se requiera para alcanzar la
saturación de las categorías en este caso. En la figura 6.1 se presenta dicho mapa jerárquico
detallado.
El procedimiento de análisis para este desarrollo también procede del método de la
comparación constante, que consiste en asignar categorías a cada unidad de análisis y
ordenar las categorías jerárquicamente. En una segunda fase, se codifican las unidades de
análisi en tantas categorías como corresponda. Una vez categorizado todo el texto, es posible
contrastar hipótesis de forma lógico/matemática (mediante los conectores del álgebra de
Boole) comparando las categorías entre sí. Este procedimiento sería obviamente imposible sin
la ayuda de un procedimiento computerizado, en nuestro caso el programa QSR-NUD·IST, que
permite almacenar el resultado de la codificación y combinar automáticamente las categorías
utilizando un número potencialmente ilimitado de combinaciones lógicas.
Evidentemente, tal sofisticación requiere que el analista defina y operacionalice
previamente al análisis las hipótesis que desea contrastar. En nuestro caso optamos por un
análisis centrado en el contraste de los seis supuestos básicos de la conceptualización
constructivista/narrativa de la pérdida y el duelo presentada en el Capítulo IV.
Como se discutió en el Capítulo IV, Neimeyer, Keesee y Fortner (1997) proponen seis
supuestos básicos para la elaboración de un modelo conceptual constructivista/narrativo del
duelo:
1. La muerte como cualquier acontecimiento puede validar o invalidar las suposiciones que
forman la base sobre la cual vivimos, o puede quedar como una experiencia nueva para la cual
no tenemos construcciones.
2. El duelo es un proceso personal, idiosincrásico, íntimo e inextricable de nuestro sentido de
quienes somos.
3. El duelo es algo que nosotros mismos hacemos, no algo que se nos hace a nosotros.
4. El duelo es el acto de afirmar o reconstruir un mundo personal de significado que ha sido
desafiado por la pérdida.
5. Los sentimientos tienen sus funciones y deben ser entendidos como señales de nuestros
esfuerzos por dar significado.
6. Todos construimos y reconstruimos nuestra identidad como supervivientes de la pérdida en
negociación con los demás.
Adoptando la lógica matemática del programa QSR-NUD·IST, estos seis supuestos
básicos pueden ser traducidos en hipótesis contrastables a partir del análisis del mapa de
categorías presentado en este trabajo. A continuación se presenta la operacionalización de
cada una de las hipótesis derivadas de dichos supuestos básicos, así como el resultado de su
contraste a partir de la aplicación del método objeto de este trabajo.
Supuesto 1
Pérdida y Reconstrucción
45
Si “la muerte como cualquier acontecimiento puede validar o invalidar las suposiciones
que forman la base sobre la cual vivimos, o puede quedar como una experiencia nueva para la
cual no tenemos construcciones” entonces las unidades de análisis6 codificadas en la categoría
“visión del mundo” y, simultáneamente en la fase del entramado de la narrativa analizada
correspondiente a la etapa “post-suicidio” deberían aparecer codificadas como emociones
“inconstruibles” (experiencia nueva), “validadoras” o “invalidadoras”. La base teórica de esta
operacionalización se inspira en la idea, compartida por la mayoría de teorías constructivistas,
de que la validación o invalidación de las suposiciones básicas de una persona genera una
activación emocional.
El resultado del contraste de la hipótesis antedicha (mediante el programa QSR-
NUD·IST aplicado a la narrativa objeto de estudio) arroja los siguientes datos:
(a) Del total de unidades de análisis contenidas en la intersección entre las categorías citadas
en la hipótesis (26 líneas de texto), 21 confirman la hipótesis, mientras que 7 no (el hecho de
que la suma total sea 28 en lugar de 26 se explica porque, tal como se indicó en el Capítulo V,
una misma unidad de análisis puede estar codificada en varias categorías).
(b) De las 21 unidades de análisis que confirman la hipótesis, 9 se encuentran
codificadas como emociones validadoras (líneas de texto nº 47, 57, 58, 62, 63, 65, 68, 71, 84);
7 como invalidadoras (líneas de texto nº 16, 17, 22, 33, 38, 49, 54) y 5 como inconstruibles
(líneas de texto nº 16, 32, 49, 111, 112).
(c) De las 7 unidades que, aparentemente, desconfirman la hipótesis, 6 corresponden
a la cita de Francisco Varela incluida en la narrativa (líneas de texto nº 72 a 77). Es por ello que
no aparecen codificadas como emociones del autor de la narrativa. La séptima (línea de texto
nº 29), no aparece codificada como emoción porque, a nuestro juicio, se refiere al proceso de
reconstrucción posterior a la pérdida pero no claramente a sus componentes emocionales.
(d) Puede resultar chocante que 9 de las unidades de análisis consideradas aparezcan
codificadas como emociones validadoras, es decir, positivas—a pesar de que esta posibilidad
aparece recogida en el supuesto básico objeto de contraste. En nuestra opinión ésto se debe a
que esas 9 unidades de análisis corresponden todas ellas al proceso de reconstrucción, con lo
cual es lógico que, dado el curso positivo de la reconstrucción en este caso las emociones
asociadas sean positivas.
Considerado todo lo antedicho, se puede dar por confirmado el supuesto básico
operacionalizado en la hipótesis contrastada.
Supuesto 2
46
Supuesto 3
Si “el duelo es algo que nosotros mismos hacemos, no algo que se nos hace a nosotros”,
entonces el número total de unidades de análisis categorizadas como “activas” debería ser
superior al de “pasivas”. Como se podrá comprobar en la Tabla 6.1, ésto es efectivamente así,
siendo el número total de unidades de análisis codificadas como “activas” de 44 y el de
“pasivas” de 23.
Tabla 6.1 Distribución de categorías de análisis “activas” y “pasivas” según la fase del
entramado de la narrativa.
Supuesto 4
Si “el duelo es el acto de afirmar o reconstruir un mundo personal de significado que ha sido
desafiado por la pérdida”, entonces el número de unidades de análisis categorizadas como
“reconstrucción” en la categoría “post-suicidio” (que es la que corresponde, en principio, a la
fase de duelo) debería ser superior al número de unidades de análisis pertenecientes a
cualquier otra categoría diferente de “reconstrucción”. El resultado de este contraste, a primera
vista, puede parecer ambivalente, dado que el total de unidades de análisis en la categoría
“post-suicidio” es de 84 (unidades de análisis nº 16 a 25, 29 a 33, 37 a 58, 62 a 77, 81 a 84, 88
a 96, 100 a 103, 107 a 113, 117 a 123) de las cuales sólo 42 aparecen codificadas como
“reconstrucción” (unidades de análisis nº 29 a 31, 37, 47 a 49, 53 a 58, 62 a 77, 81 a 84, 88 a
96).
Pérdida y Reconstrucción
47
Sin embargo, un análisis pormenorizado de estos datos revela que pueden resultar
engañosos. De las tres etapas en las que hemos dividido la categoría ”pos-suicidio”, la primera
y segunda no son estrictamente de reconstrucción, dado que la experiencia traumática es
todavía demasiado reciente. Así, cuando se analizan las distribuciones por separado se
obtiene el siguiente patrón. De las 40 unidades de análisis categorizadas en la “etapa 1”
(unidades de análisis nº 16 a 24, 29, 30, 38 a 44, 50 a 52, 56, 100 a 103, 107 a 113, 117 a 123)
sólo 3 hacen referencia a “reconstrucción” (unidades de análisis nº 29, 30, 56). De las 6
unidades de análisis categorizadas en la “etapa 2” (unidades de análisis nº 45 a 49, 53) 4
hacen referencia a “reconstrucción” (unidades de análisis nº 47 a 49, 53). Sin embargo, de las
39 unidades de análisis categorizadas en la “etapa 3” (unidades de análisis nº 25, 31 a 33, 37,
54 a 58, 62 a 77, 81 a 84, 88 a 96) 36 hacen referencia a “reconstrucción” (unidades de análisis
nº 31, 37, 54 a 58, 62 a 77, 81 a 84, 88 a 96).
El hecho de que un 92.3% (es decir, 36 de 39) de las unidades de análisis
pertenecientes a la “etapa 3”, que es la que más propiamente identifica el proceso de
elaboración del duelo, confirma el supuesto básico objeto de contraste.
Supuesto 5
Desde la perspectiva del constructivismo, las emociones no se consideran como síntomas sino
como indicadores de ciclos de cambio en los patrones de atribución de significado a la
experiencia. Dado que estos patrones de cambio pueden ser de validación o de invalidación, la
función de las emociones puede ir asociada a una crisis en el sistema de constructos
personales o a un proceso de reconstrucción de dicho sistema.
En este sentido, si “los sentimientos tienen sus funciones y deben ser entendidos como
señales de nuestros esfuerzos de atribución de significado” y dichas funciones pueden ser de
“crisis” o de “reconstrucción”, entonces todas la unidades de análisis codificadas como
emociones deberían aparecer también como codificadas en la categoría “crisis” o en la
categoría “reconstrucción”. Esta hipótesis se cumple, ya que de las 58 unidades de análisis
codificadas como emociones (unidades de análisis nº 16 a 22, 24, 31 a 33, 37 a 42, 46, 47, 49,
51, 52, 54, 56 a 58, 62 a 66, 68 a 71, 81, 82, 84, 89 a 92, 94 a 96, 100 a 103, 107, 109 a 113,
120, 122, 123) 28 aparecen codificadas como “reconstrucción” (unidades de análisis nº 24, 31,
37, 47, 49, 54, 56 a 58, 62 a 66, 68 a 71, 81, 82, 84, 89 a 92, 94 a 96) y 31 como “crisis”
(unidades de análisis nº 16 a 22, 24, 32, 33, 38 a 42, 46, 51, 52, 100 a 103, 107, 109 a 113,
120, 122, 123).
Supuesto 6
48
justamente su muerte, en nuestra opinión, el elevado número de referencias a LB, tal como
explica la propia narrativa, se debe al papel fundamental que el propio autor de la narrativa
otorga a su intervención.
Como conclusión general de este apartado, el análisis cualitativo de la narrativa del
duelo objeto de este trabajo valida los seis supuestos básicos de la conceptualización
constructivista/narrativa de la pérdida y el duelo. En el propio proceso de contraste de las
hipótesis inspiradas en dichos supuestos básicos, y gracias a las características de la
metodología de grounded theory, se obtiene una comprensión hermenéutica de la narrativa de
identidad. Por ello consideramos que se cumplen los dos objetivos principales de este
apartado: (a) validar el propio método de análisis en cuanto a su utilidad hermenéutica y su
sensibilidad a las dimensiones de significado (tácitas y/o explícitas) contenidas en la narrativa y
(b) conferir una cierta validación a la conceptualización constructivista/narrativa de la pérdida y
el duelo presentada en el Capítulo IV en cuanto a sus supuestos básicos.
Pérdida y Reconstrucción
49
Anexo I
Transcripción de la Narrativa Analizada
RECONSTRUCCIÓN
En busca de luz
Pasó un año y, con mucha fuerza, la familia comenzó a tratar de ver más claro; el más
afectado, curiosamente el padre que nunca ha aceptado hasta ahora la tesis del suicidio,
retomó con plenitud sus funciones profesionales y académicas (que nunca dejó a la vista de
otras personas) y siguió mirando la vida escépticamente, con el mismo éxito de antes.
El estudio fue un buen paliativo y comenzó la reconstrucción personal y familiar hace
aproximadamente tres meses.
A esta fecha hay paz, tranquilidad y aceptación de un hecho que el padre califica de ajeno e
ilógico.
Pérdida y Reconstrucción
50
Ajeno, porque estas cosas jamás le pasan a uno; uno es testigo de estos hechos.
Ilógico, porque no es justo que mueran los hijos.
La reconstrucción psíquica del padre del joven de 21 años que voluntariamente se quitó la vida
han pasado por una serie de pasos en los cuales ha tenido gran influencia que la teoría
construcionista de Kelly y que se desarrollarán a continuación, sin mayores pretensiones que
entregar hechos y testimonios, producto de las lecturas obligadas de un curso doctoral, de las
interrelaciones en él logradas y de la tranquilidad obtenida a la luz de dichos hechos.
La primera etapa del proceso de reconstrucción comenzó con un cuestionamiento personal y
social.
Fue la etapa de la negación, de infelicidad, de largos silencios.
Esa etapa fue enfrentada escribiendo muchas y duras poesías, que sirvieron como válvula de
escape a la intensa presión que día a día se acumulaba en las instancias psíquicas del padre
del suicida.
Paralelamente se desarrolló un ansia autodestructiva que se tradujo en hechos tales como
arriesgar la vida en forma innecesaria, buscando algo que no se podía, ni aún puede
explicarse.
Es interesante señalar que esta etapa fue vivida y sufrida exclusivamente por la persona, quien
no comentó absolutamente con nadie la situación.
El proceso de destrucción avanzaba paulatinamente, lo que se observaba en la incapacidad de
hacer cosas que siempre esta persona mostró.
Un día, más o menos a tres meses del hecho trágico de la muerte del joven, el padre debió
consultar médico por un problema trivial y surgió el tema durante la conversación.
El médico hizo una advertencia en el sentido de buscar ayuda psicológica, dado el estado de
deterioro que alcanzaba la persona, lo que se materializó a los pocos días con la concurrencia
al estudio de un Psicólogo especialista en este tipo de casos.
Entre el padre y el profesional se despertó una corriente de simpatía, que terminó con el
Psicólogo contándole sus problemas al padre y éste más complicado que antes.
Sin embargo, es preciso decir que estas consultas sirvieron para fortalecer el espíritu del padre
y poco a poco comenzó a mirar el mundo, primero aceptando el hecho y segundo efectuando
una mejor planificación del futuro.
Podría decirse que esta etapa corresponde al inicio de la reconstrucción.
Eta etapa fue una de las más largas, ya que todo el sistema de constructos fue remecido
absolutamente y fue preciso comenzar de nuevo.
Hay que vivir un hecho como el relatado para poder entender lo que se siente.
Junto al hijo mueren las esperanzas, las creencias, el futuro.
No hay explicación ni consuelo ante un hecho de estas magnitudes.
En esa etapa, el padre, yo, llegué al doctorado.
Me volqué en la filosofía del Dr. F; en el torbellino que fue CM; la soberbia y erudición de AP, el
encanto y profundidad de CA, la creatividad de JG; la sabiduría de JM y finalmente la profunda
perturbación que dejaran las enseñanzas del Dr. LB.
Este fue el punto de quiebre, el punto de no retorno.
Creo que comencé mi propia reconstrucción a la luz de la Psicología Construcionista, ya que
esta cátedra me ayudó a salir del profundo foso en que he estado inmerso durante casi dos
años de mi vida.
A través de todo el proceso, los corolarios de Kelly se observan, unos con más fuerza, activos,
otros, pasivos pero presentes.
Estos han sido de gran ayuda en este proceso de rehabilitación psíquica, física, integral que he
experimentado y donde he sido sujeto y objeto.
a. Que previo a reconstruir la parte material de la vida hay que reelaborar la Espiritualidad.
b. Logrado lo anterior, es necesario hacer resurgir la emocionalidad; es preciso que el amor se
asome nuevamente y permita ver la vida nuevamente.
Pérdida y Reconstrucción
51
Recapitulación
El trabajo desarrollado en las páginas anteriores no tiene mayor mérito que haber logrado
sacar de lo más íntimo de mi psiquis una serie de recuerdos que me esforcé en guardar para
mi durante dos años.
Escribir estas líneas me ha otorgado tranquilidad espiritual y me ha permitido expulsar los
fantasmas que durante muchas noches no me dejaron dormir.
Creo que el mejor tratamiento que he tenido me lo he recetado yo mismo, a la luz de las
enseñanzas de la Psicología Construcionista.
Hago presente que no soy un especialista de la Psicología, ni siquiera un aficionado, que de
Construcionismo no se más allá de lo aprendido e clases, pero gracias a ello me he
reencontrado como ser humano.
Tu búsqueda
Rebeldía
Y fue mi rebeldía, aquella que una noche me llevara lejano a recorrer el mundo incierto de mi
mente urdiendo mis historias.
Mi tiempo se completa, mi mente se desvela buscando la respuesta al vacío inquietante que te
deja la vida.
Pérdida y Reconstrucción
52
Pero mientras más busco capto menos respuestas y el tiempo te cautiva con cerrojos de
tiempo.
La niebla de los años enturbia tus recuerdos y hoy, más rebelde que antes reniego de los
dioses y me pierdo en mi mismo sin saber mi destino.
Y ...
Y… aquella tarde hermosa besaste a la muerte sin sentir que dejabas mil penas a tu zaga.
Emprendiste el viaje abrazando a esa novia que subyugó tu alma y ensombreció tu espíritu.
¿Qué camino enfrentaste que no tienen retorno?
¿Hay sentido en el viaje que cruzó tu destino?
Nunca obtendré repuestas a mi eterna pregunta.
No sabré si el camino termina con la vida.
Y ...
Tu ausencia
53
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