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dominio)

Actualización de deslindes y superficies prediales en inscripciones de dominio


! ♂ René Pica #

01/11/2001 Penjeam 0

Uno de los elementos sustanciales de la jurisdicción registral es la potestad que la ley otorga a los Conservadores de
Bienes Raíces para calificar los títulos cuya inscripción o anotación les es requerida.

Tal calificación, entendida como la facultad de examinar dichos títulos con el objeto de verificar si reúnen los
presupuestos legales necesarios para tener acceso al Registro respectivo, está consagrada en el artículo 13 del
Reglamento del Registro Conservatorio de Bienes Raíces, el cual dispone que el Conservador deberá negar la
inscripción si ésta es “en algún sentido legalmente inadmisible”.

Dicha disposición señala, como uno de los casos posibles de inadmisibilidad del título, la circunstancia de haberse
omitido en él las designaciones legales para la inscripción.

Por su parte, el artículo 78 del mismo cuerpo normativo establece, entre las designaciones necesarias para el registro
de títulos de propiedad y de derechos reales, la relativa al hombre y linderos del fundo.

La mencionada exigencia adquiere particular importancia si se considera que la función registral busca, por una parte,
mantener la historia de la propiedad raíz, y por otra, otorgar seguridad jurídica en conformidad a la ley respecto de los
actos y contratos de los cuales está llamada a dar fe.

Desde luego cabe recordar que, en nuestra legislación, la única vía para llevar a efecto la tradición de bienes raíces y
de derechos reales constituidos sobre ellos es su inscripción en el competente registro.

Baste, para dejar en evidencia la trascendencia descrita, con citar las palabras del propio redactor del Código Civil, don
Andrés Bello, que en el mensaje del Ejecutivo al Congreso proponiendo su aprobación señala que “como el Registro
Conservatorio está abierto a todos, no puede haber posesión más pública, más solemne, más indisputable, que la
inscripción”. Es más, deja en evidencia su intención de que el sistema registral abarque la totalidad de los derechos
reales existentes sobre inmuebles en nuestro país, al expresar que “son patentes los beneficios que se deberían a este
orden de cosas; la posesión de los bienes raíces, manifiesta, indisputable, caminando aceleradamente a una época en
que inscripción, posesión y propiedad serían términos idénticos; la propiedad territorial de toda la República a la vista
de todos, en un cuadro que representaría, por decirlo así, instantáneamente sus mutaciones, cargas y divisiones
sucesivas…”

El aumento creciente de negocios cuyo objeto lo constituyen bienes raíces y la incesante atomización de la tierra han
hecho imposible la simultaneidad entre la calidad y registro que el citado jurisconsulto pretendió.
Dicha falta de simultaneidad se traduce para nosotros en un problema, puesto que nos obliga a enfrentarnos en forma
cotidiana a títulos que contienen alteraciones notorias en las características del inmueble sobre el que recaen, con
respecto a las inscripciones previas existentes sobre el mismo.

No se trata, en realidad, de la disconformidad en los deslindes que pueda tener lugar, la que ha sido comúnmente
solucionada con las fórmulas “hoy fulano” y “antes zutano”, sino de un problema más complejo que eso: la superficie
predial y el señalamiento de medidas en los deslindes.

Es común que se produzcan discordancias entre títulos actuales o recientes e inscripciones anteriores sobre un mismo
bien raíz o entre la realidad y las inscripciones actualmente vigentes, sobre todo si estas últimas tienen cierta
antigedad. Dichas discordancias suelen explicarse por la carencia en el pasado de instrumentos de medición que hoy
en día son capaces de llegar a una exactitud sorprendente. Las subdivisiones prediales también han hecho lo suyo,
tanto por esta variable tecnológica como por el hecho mismo de producirse, puesto que, muchas veces, los planos en
que se grafican carecen de la claridad necesaria para relacionar los lotes resultantes con el predio original y sus
características.

Frente a estas diferencias el Conservador de Bienes Raíces, en su labor de ministro de fe que da cuenta de un registro
eminentemente público que constituye nada menos que requisito, prueba y garantía de la posesión y que
simultáneamente lo transforma en custodio de la historia de la propiedad raíz, se enfrenta a la disyuntiva de admitir o
no a inscripción un título que tiene por objeto un bien raíz cuya superficie y/o deslindes difieren de aquellos que
aparecían consignados en las inscripciones correlativas anteriores, o bien una solicitud de rectificación de los mismo.

Lo anterior se torna especialmente difícil si se considera que el citado artículo 78 del Reglamento ni siquiera exige la
consignación de la superficie. Y es que la disconformidad aludida presenta un problema evidente de seguridad jurídica
a una institución cuyo principal objetivo es garantizarlo o, al menos, propender a ella.

Cabe recordar en este punto que hay una presunción simplemente legal de veracidad del asiento registral y de
exactitud del mismo, debido a la pre-calificación que el Conservador hace del título respectivo, que tornan
particularmente relevante el hecho de que pueda existir disconformidad entre lo expuesto en el Registro y la realidad.

El aludido Reglamento no contiene norma expresa aplicable al problema planteado. Sólo hace referencia, en su
artículo 82, a la manera de enmendar y suplir las designaciones defectuosas o insuficientes de los títulos, consistente
en la suscripción de una minuta por las partes, y al mecanismo que debe utilizarse para rectificar errores, omisiones o
cualquiera otra modificación equivalente que el Conservador deba hacer, ya sea de oficio o a petición de parte,
denominado subinscripción.

Huelga decir que una simple minuta suscrita por las partes es insuficiente para alterar las características de un
inmueble inscrito, toda vez que las inscripciones sólo pueden hacerse en virtud de un título que conste por
instrumento público, sea escritura pública, sentencia o decreto judicial, sin que puedan modificarse en lo sustancial por
un simple instrumento privado.

En cuanto al mecanismo de la subinscripción, es claro que ésta debe ser hecha a petición de parte mediante una
escritura pública o bien a raíz de una sentencia o decreto judicial (como es obvio, no cabe en este caso actuación de
oficio por parte del Conservador), pero se mantiene la interrogante respecto del origen y contenido de estos actos.

Al respecto, don José Manuel Rodríguez, Conservador de Bienes Raíces de Quilpue, ha manifestado que, en el caso
específico de planos cuya superficie sea mayor que el título, debe rechazarse su agregación en el Registro de
Documentos y el interesado debe recurrir a la vía judicial, puesto que podrían verse perjudicados derechos de
propietarios colindantes. Ahora bien, si la superficie consignada en el plano es menor que la del título, plantea que
debe ser archivada, por cuanto se entendería que el poseedor renuncia al exceso expresado en el título.

En la práctica se ha hecho usual recurrir, en casos como los descritos, a una aplicación analógica de lo dispuesto en los
artículos 1831, 1832, 1833 del Código Civil. En ellos se distingue entre la compra de un predio por cabida o como
especie o cuerpo cierto. En este último caso, la diferencia de superficie que pueda producirse no tiene mayor
relevancia, puesto que el artículo 1833 ha dejado en evidencia que, en tal circunstancia, nada podrán alegar las partes
respecto de la superficie real.

Distinta es la situación si la venta es por cabida, pues en tal caso el artículo1832 expresa que, si la cabida real es
mayor que la declarada, el comprador debe completar el precio, salvo que el precio del exceso supere la décima parte
del precio de la cabida real, pues en tal evento podrá el comprador optar entre aumentar proporcionalmente el precio
o desistir del contrato, caso en que deberán resarcírsele los prejuicios conforme a las reglas generales. Por su parte, si
la cabida real es menor, deberá el vendedor completarla; y si no pudiere o no se le exigiere, deberá sufrir una
disminución proporcional del precio; pero si el precio de la cabida faltante alcanza a más de una décima parte del
precio de la cabida completa, podrá el comprador a su arbitrio, o aceptar la disminución del precio, o desistir del
contrato en los términos antes señalados.

La tolerancia del 10% manifestada en las normas antes vistas ha sido adoptada por los Conservadores de Bienes
Raíces, siendo frecuente que no pongan obstáculo a la inscripción de títulos cuya variación respecto del inmueble del
que da cuenta el registro respectivo no supere dicho porcentaje.

La duda persiste, entonces, cuando la disconformidad es mayor, circunstancia en que las alternativas de solución serán
las siguientes:

a) Si se trata de un título traslaticio de dominio o constitutivo de cualquier otro derecho real sobre el inmueble de que
se trate, hacer caso omiso de la discordancia anotada, citando simplemente los antecedentes que del predio se
entreguen en la inscripción primitiva.

b) Si se está solicitando directamente la modificación de la superficie o deslindes de un inmueble inscrito, exigir una
escritura pública en que concurran el poseedor y los titulares de los predios colindantes, declarando el aumento o
disminución de superficie, o la alteración de sus deslindes, según se requiera, medida que se encuentra amparada por
el título 842 del Código Civil, que consagra la servidumbre de demarcación como el derecho de todo dueño de un
predio a que se fijen los límites que lo separan de los predios colindantes.

c) Exigir, directamente y a todo evento, sentencia o decreto judicial obtenido en juicio declarativo que ordene alguna
de las modificaciones antes aludidas (también amparado por el artículo 842 antes citado).

d) En fin, se puede acudir a las disposiciones contenidas en el D.L. N 2.695 de 1979, sobre saneamiento de títulos de
dominio sobre la pequeña propiedad raíz, siempre que se trate de un retazo de terreno que exceda al aparentemente
amparado por la inscripción primitiva y se cumplan los demás requisitos legales (principalmente, posesión material
tranquila, pacífica e ininterrumpida por, al menos, cinco años).

Se advierte, en todo caso, que no procede inscribir o subinscribir en el Registro de Propiedad del Conservador de
Bienes Raíces los aumentos que reciba un inmueble producto de la accesión, puesto que las cosas se adquieren en
virtud de un solo modo. En consecuencia, si opera otro modo de adquirir y no la tradición, la inscripción no es
necesaria, puesto que ésta es sólo una forma de tradición. Así lo han sostenido Alessandri y Somarriva en su “Curso de
Derecho Civil”, citando jurisprudencia de la Excma. Corte Suprema en el mismo sentido.
A la misma conclusión arribó el Departamento de Estudios Registrales, argumentando, eso sí, que para llevar a efecto
una inscripción se requiere un título, el cual sería inexistente en tal evento.

En cuanto a modificaciones consistentes en la separación de una inscripción en dos distintas, producto de una
subdivisión previamente aprobada, pero siempre a nombre del mismo poseedor, cabe señalar que existe un fallo de un
juez de letras de Quilpué, de fecha 5 de febrero de 1986, en el cual, resolviendo un recurso de reclamación en contra
del Conservador de Bienes Raíces respectivo, se estimó procedente la separación requerida por el dueño a través de
minuta, puesto que no se vulnera con ella la única finalidad (según el fallo) del Reglamento del Registro Conservatorio
de Bienes Raíces, cual es mantener debidamente la historia de la propiedad raíz.

Por su parte, y mediante fallo de fecha 31 de julio de 1995, la Excma. Corte Suprema confirmó una sentencia dictada
por la Ilma. Corte de Apelaciones de Valparaíso, en la cual se señala que la rectificación del límite de un predio inscrito
en el Registro de Propiedad del Conservador recurrido (Quilpué) es propia de un juicio declarativo, para el cual la ley
establece el procedimiento a seguir.

De esta forma, pareciera restársele validez a las declaraciones vertidas por las partes en escrituras públicas, lo que
quedó también de manifiesto, al menos en lo que respecta a la declaración del vendedor en una escritura de venta, en
un fallo dictado en el año 1989, por la Ilma. Corte de Apelaciones de Santiago, en el cual se expreso que “la acción de
demarcación prospera únicamente si las propiedades no están delimitadas, o si estándolo establecen que el deslinde
debe ir por un lugar diferente al que existe, no bastando para este propósito como prueba, la nueva afirmación hecha
por el vendedor en la escritura de venta. La demarcación comprende una fase jurídica, labor que corresponde al juez y,
resuelve el problema, una material, correspondiendo a los prácticos fijar los hitos indicados en el fallo.
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