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Alrededor de 1927: Historia y cultura en torno a un canon

Mainer

El concepto de generación es una de las formas más estrechas de canon porque se basa en un
idealismo histórico (se busca, a riesgo de simplificar las cosas, un determinante hegemónico que
aglutine las “reacciones” de un elenco privilegiado) porque desdeña la permeabilidad entre los
grupos y porque abandona a su suerte a lo que no coincide con la cronología o el ideario prefijados.
Probemos romper el mito que subyace en el fondo del concepto de generación. Nada
empieza bruscamente sino que se inicia como síntomas que todavía conviven con el pasado y se
cierra lentamente como sobrevivencia que corre paralela a los primeros balbuceos del futuro. La
historia de la cultura se ofrece como una pluralidad de ensayos de continuidad o de ruptura. Unos
prevalecen y otros decaen y otros se mezclan entre sí. Se da un vivo diálogo entre tendencias.
Entonces, se tomará como hipótesis de partida que la coyuntura de la llamada “generación
del 27” -es decir, su espacio histórico de constitución como eventual grupo de intereses- comienza
hacia 1915 y termina hacia 1925. En este período, fenece el modernismo convencional.
Este ámbito intelectual reconoce la generación de 1898 y se advierte que alborean los
orígenes de la vanguardia. También, se da una conversión del nacionalismo en materia estétca: el
país como sustancia de arte. La música nacionalista tuvo, asimismo, una huella importante en la
formación del grupo de 1927.
La encrucijada activa propone lo popular depurado, la tradición de creatividad y la disciplina
intelectual, la fidelidad a lo moderno con vitola de antiguo. Pero ya estamos hablando de un clima y
eso es, esencialmente, la generación del 27.

La búsqueda de un canon

1927 fue un año de revistas con una notable dispersión geográfica que nos habla de la
modernización de la vida de provincias bajo la dictadura de Primo de Rivera. En estas revistas
aparece el primer atisbo de una conciencia generacional. Pero, es muy posible que a la altura de
1930 hubiera ya un confuso montón de “generaciones del 27” (dependiendo de quien hiciera la
antología se incluían o no diferentes autores).

La construcción de la Generación en el recuerdo


La nostalgia fue la que organizó el “27 como generación”. Una nostalgia nacida del brutal
tajo que la guerra civil imprimió a la vida literaria española: las diferencias se borraron en el
recuerdo y el deseo de recobrar la identidad colectiva hizo homogéneo lo que quizá no lo hubiera
sido tanto de otro modo.
El historiador de la literatura debe tomar en cuenta los estragos e injusticias que la
configuración del canon ha hecho con los prosistas o con los pintores.

Más allá de la Generación del 27


La consideración de la generación del 27 ha entorpecido por muchos años la consideración
de la vanguardia en España como historia autónoma, dando el lugar debido al ultraísmo y al
creacionismo E incluso ha impedido ver la modernidad como un continnum, en vez de un
movimiento colapsado de generaciones sucesivas. La identificación de poesía moderna con poesía
pura y con el reducido repertorio propuesto por Ortega en La deshumanización del arte impidió ver
el elemento renovador del surrealismo, pero también la relación de esa poética con el desarrollo de
una estética postmodernista cercana a la ironía y a la cotidianidad.
Puede que algún día adoptemos la idea de Modernism a la anglosajona como el movimiento
de renovación que va desde el simbolismo al final de las vanguardias históricas. Esto permitiría
integrar armoniosamente en una unidad de intención poética a Unamuno y sus indagaciones sobre el
yo, a valle Inclán y su esperpento, a Baroja, a Azorín, a Machado, a Juan Ramón Jiménez, a Ramón
Gómez de la Serna, a Miró y a los escritores del 1927.
Algunas de las cosas intuidas por Ortega en 1925 eran ciertas: la impopularidad del arte
nuevo (su renuncia al éxito mayoritario y su alegría de ser un arte participado por pocos) y que
dividía a las gentes entre quienes lo entienden y quienes no lo entienden. Una de las definiciones
más clara del clima que llamamos “generación del 27” es la unanimidad en lo que no les gusta.
Si algo define ese momento español fue una continuidad con ciertos aspectos del pasado
inmediato. Que el rumbo lo marquen centenarios y recuperaciones (Góngora, Goya, Lope, el
romanticismo, Garcilaso) no lo es menos, si pensamos que la primera obligación del arte nuevo es
el internacionalismo. La historia del vanguardismo español, más allá de una o varias “generaciones
del 27”, requiere un tratamiento peculiar porque siempre es un nudo de contradicciones
fecundamente resueltas en acción: la misma persoa escribe el Romancero gitano y Poeta en Nueva
York.
Una generación es metodológicamente un lugar común. En la historia de la literatura los
lugares comunes solamente pueden ser estaciones provisionales, puntos de tangencia de muchos
elementos. No es solamente el texto el que debemos “deconstruir”; también merece la pena
“deconstruir” y reconstruir los contextos.

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