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Monición de entrada

Un año más celebramos en este penúltimo domingo de octubre la Jornada Mundial de


las Misiones. En ella la Iglesia toma conciencia de la dimensión universal de su labor
evangelizadora, que no puede restringirse a unos pocos lugares geográficos. Fiel al man-
dato del Señor, y con la fuerza del Espíritu en los corazones de los fieles, la Iglesia
difunde entre los hombres y los pueblos la Buena Nueva del Reino de Dios, con palabras y obras, a lo largo y
ancho del mundo y de la historia.
La celebración de la Eucaristía en este domingo es una nueva llamada a la comunión de mente y corazón con
Jesús. Como cristianos, al comulgar con Él nos unimos en Él a todos nuestros hermanos, hijos del mismo Padre,
que el Espíritu Santo nos impulsa a sentir como tales hermanos nuestros. Así vivió Pablo, el gran Apóstol de las
gentes; así se define él: apóstol por vocación; esa fue la esencia de su vida.
En este Año Santo Paulino le pedimos al Señor, por mediación de San Pablo, que la Iglesia escuche la lla-
mada de Dios y despliegue todo su potencial evangelizador para que Cristo sea conocido y amado por todos en
todo el mundo.

Acto penitencial
Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad; pidamos la gracia reden-
tora que nos regala en Jesucristo:

· Hijo de Dios, que elegiste a San Pablo para evangelizar a todos los pueblos. Señor, ten piedad.

· Jesús crucificado, fuerza de San Pablo en sus tareas apostólicas y en su debilidad. Cristo, ten piedad.

· Señor resucitado, corona de gloria de San Pablo. Señor, ten piedad.

Monición a las lecturas


Conocemos mucho de la vida de San Pablo y de sus viajes apostólicos por los escritos que nos han llegado
de él, conservados por la tradición de la Iglesia a lo largo de la historia. La segunda lectura de la Palabra de Dios
de este domingo muestra un aspecto de su profunda humanidad: cómo une al celo evangelizador la ternura de
su amor hacia las personas a las que se dirigió en su acción misionera. Resalta también su convencimiento de la
acción de Dios en ellas. Es la íntima unión del amor a Dios y a los demás.
Dispongámonos a acoger la Palabra que Dios nos dirige personalmente a cada uno de nosotros, por la que nos
manifiesta su amor y nos envía a vivir y anunciar el Evangelio como lo hizo San Pablo.

Ideas para la homilía


· Dios trabaja en el corazón de los seres humanos y a través de ellos guía con su mano providente y amo-
rosa los destinos del mundo. La primera lectura es un maravilloso ejemplo de cómo Dios actúa, buscando
incluso personas ajenas a su pueblo para llevar a cabo sus designios. Para ello es esencial entrar en una rela-
ción personal con Dios: “Te he llamado por tu nombre”. La expresión indica un conocimiento íntimo de Dios,
que se traduce en una respuesta total de confianza y de cumplimiento pleno de su voluntad.

Liturgia / Domund 2008 Obras Misionales Pontificias


· San Pablo ha vivido en primera persona esta experiencia de vocación y misión: su encuentro con el
Resucitado, que le llama por su nombre de pila, y la experiencia del amor de Dios crean en él la conciencia y la
responsabilidad de llevar a todos los hombres a vivir el plan de salvación manifestado y cumplido en Cristo:
“Contemplando la experiencia de San Pablo, comprendemos que la actividad misionera es respuesta al amor
con el que Dios nos ama” (Mensaje de Benedicto XVI para la Jornada del DOMUND, n. 2). San Pablo nos
cuenta que los mismos tesalonicenses, con su conversión, fueron un testimonio del Evangelio y contribuyeron a
su extensión por el Asia Menor.

· Conocer cómo Dios guía la historia para que se realicen sus designios de liberación (cf. Mensaje, n. 1) es
de importancia capital para entender la lectura del Evangelio de hoy. Frente a una concepción un tanto mágica
de la acción de Dios en el mundo, que caracteriza al mundo antiguo, Jesús propone una visión más acorde con
la realidad de la dignidad del hombre como persona y como hijo de Dios. El “dad al César lo que es del César
y a Dios lo que es de Dios” instaura un principio nuevo en la historia: la libertad de Dios para encomendar a los
seres humanos tareas determinadas y la libertad de la persona para responder a la llamada de Dios.

· “¡Cuántos se dejan interpelar hasta lo más profundo por esta petición de ayuda que se eleva de la huma-
nidad, dejan todo por Cristo y transmiten a los hombres la fe y el amor por Él!” (Mensaje, n. 3).

Preces
Al Dios de los designios de la historia dirigimos nuestra oración confiada:

· Por la Iglesia, para que sepa ser testigo fiel del Evangelio y colabore en su anuncio y extensión a todas
las personas y pueblos.

· Por el Papa y los obispos, para que se fortalezca en ellos la caridad pastoral, a imitación de San Pablo.

· Por los que tienen responsabilidades de gobierno de los pueblos y naciones, para que escuchen la voz
de Dios, que les indica lo mejor para ellos y para toda la humanidad.

· Por los misioneros, para que reproduzcan en sus vidas el celo apostólico de San Pablo.

· Por los que se sienten llamados a la misión universal de la Iglesia, para que la unión con Cristo les
conforme cada día más con Él, como lo vivió San Pablo.

· Por los que estamos aquí reunidos celebrando esta Eucaristía, para que con la fuerza de nuestra fe
contribuyamos a instaurar el Reino de Dios en nuestra sociedad.

Acoge, Padre de bondad, en tu misericordia la oración que tu Iglesia te presenta por intercesión de San Pablo,
para que por medio del Evangelio de tu Hijo se manifieste la fuerza de tu Espíritu en el mundo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre el pueblo y bendición


Dios, que os ama y en Cristo os ha escogido,
fortalezca vuestra fe, renueve vuestro amor
y afiance vuestra esperanza,
para que, con el poder del Espíritu Santo,
manifestéis con valentía el Evangelio al mundo
y este se renueve según la imagen de su designio de amor.
R/. Amén.

Juan Martínez. Colaborador de las Obras Misionales Pontificias

Liturgia / Domund 2008 Obras Misionales Pontificias

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