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Ser maestro, es una labor muy ardua, por eso las dedicatorias para maestros resaltan
ese trabajo, ellos se esfuerzan para que sus alumnos aprendan de la mejor manera
posible y nunca tiran la toalla cuando tiene pasión por su oficio, que en el país es uno
de los peores remunerados, pero a pesar de esto y de que su trabajo no termina al final
de la jornada ellos van a sus hogares a seguir con las calificaciones y las planeaciones
del saber a impartir para el siguiente día.
La figura del maestro, es sin lugar a dudas la más importante, después de los padres,
en la vida de una persona. ¿Quién no recuerda, a aquel personaje, hombre o mujer,
que le enseñó a despertar a la vida?
Seguro que sí, porque para todos nosotros, sin excepción, el maestro, la maestra, es
esa figura entrañable que en nuestra infancia veíamos lejano, y ahora, aunque no la
veamos tan cerca.
Hoy, con el paso del tiempo, recuerdo a mis maestros, y comparo su figura con la de
un misionero, que, sin marcharse a tierras de misión, aquí realizaban una labor callada
que se ha traducido en nuestro presente. Porque como rezaba un cartel puesto en la
pared de una escuela, “DONDE HAY UN MAESTRO HAY UNA ESPERANZA” …, si,
una esperanza para el futuro, ya que nos han hecho hombres libres por la cultura y por
la educación que nos han dado.
Los valores y actitudes son esenciales para el ser humano. Estos constituyen la esencia
más profunda de la personalidad y nunca, nunca, aunque no hayan estado reflejados
en el currículo, han estados relegados del quehacer educativo. Han ido juntos a la
instrucción, porque el maestro, los maestros todos han sido eso, maestros y no
solamente enseñantes.
Maestro no sólo es el que enseña, maestro es el que educa, maestro es el que forma,
no es un mero transmisor de conocimientos. Por suerte para nosotros, tenemos
“maestros” y “maestras”, hombres y mujeres que derrochaban bonhomía las
veinticuatro horas del día, que son maestros dentro y fuera de la escuela, que piensan
y se preocupan continuamente en sus alumnos, maestros que inculcan en nuestros
corazones los sentimientos de amor, bondad, ilusión, tolerancia. Si muchos de nuestros
maestros viviesen ahora, seguro que la emoción les embargaría al ver su obra, al ver a
sus “discípulos”, a los hombres y mujeres que ellos formaron, con su entrega a su
fascinante y noble profesión, la de maestro, y sentirían que su paso por esta vida no ha
sido en vano, porque sin ser escultores, sin ser pintores, sin ser literatos que dejen
obras que perduran con el paso del tiempo, ellos han conseguido la más perfecta de
las obras de este mundo: la persona humana.
No dejes de sembrarte con coraje en el surco del corazón humano, y volverás a ser pan
en muchas mesas para vivir cuando ya no vivas.
Muchas gracias.