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Adrian Ignacio Maiarota

DNI 30718624

TP Historia Argentina
Análisis de cuentos

La fiesta del monstruo de Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares

El cuento de Borges y Bioy Casares, es un relato en primera persona, por parte de uno
de “los muchachos militantes peronistas”, hacia su novia Nelly, donde le cuenta las
peripecias, y algunos delitos que propician y suceden durante la jornada pantagruélica
en la que van a presenciar un discurso de Perón (el monstruo). La historia se desarrolla
desde el inicio del viaje con los compañeros de militancia, que zarpan en un camión
desde Tolosa, atravesando el sur del conurbano Bonaerense hasta llegar a Capital.
El hecho de referirse a Perón como el monstruo, también nos dice como se pensaba
acerca de los seguidores de Perón: un estereotipo negativamente exagerado donde el
militante peronista es malo, sucio, ladrón, va armado y habla en un lunfardo/cocoliche,
incluso impreciso para el mejor hablante de esta jerga. Esta exageración imprecisa dice
también quien está representando: la clase oligarca, que parece desempolvar la
oposición civilización/barbarie. También es llamativa la elección de la zona sur, que
desde fines de siglo XIX, fue la zona abandonada y relegada por las clases privilegiadas,
que escapaban hacia el norte de la ciudad.
En la misma línea, funciona la cita introductoria “Aquí empieza su aflicción” en La
Resfalosa de Hilario Ascasubi, poema antirrosista que relata la amenaza mazorquera a
partir de torturas. Frase introductoria que inaugura una línea de pensamiento que intenta
ligar al gobierno peronista con el rosista.
El cuento es fuertemente antiperonista y forma parte de una de las líneas críticas que se
le realizaban a Perón en su contexto: el vínculo con el Nazismo, ya que el viaje desde el
sur termine en la muerte de un joven judío a manos de los militantes del monstruo.

La señora Muerta de David Viñas

La señora muerta es la historia de un “levante” fallido. El relato transcurre durante la


noche del velatorio a Eva Perón. Es un relato en tercera persona, que involucra a Moure
y a una mujer.
El protagonista está representado como un hombre que concurre al velorio sin ningún
tipo de compromiso emotivo, político ni partidario, solo está buscando la oportunidad
de una relación sexual también desafectiva. Parece ser un típico piola porteño, que tuvo
la idea de inmiscuirse en la multitud, como si en la masa fuera más “fácil” encontrar lo
que buscaba.
A diferencia de Moure, la mujer (llamativamente el autor no hace mención del nombre)
está ahí por cierta convicción, es libre y sencilla, aunque también crédula.
La trama transcurre en la fila de entrada al velatorio, donde una multitud se agolpa para
poder ver el cuerpo embalsamado de Evita, en una noche que parece fría, un poco
lluviosa, donde el olor a basura quemada invade el clima. En una primera instancia, la
mujer evade algunos agasajos de Moure, así como Moure evade la pregunta acerca de
Eva Perón. La relación parece decantar por el frío y el hambre, más que por virtudes
propias de los personajes y se alejan de la multitud en un taxi, con rumbo a un “mueble”
(hotel alojamiento), con la condición de que sea cerca.
Es clara la representación de la multitud peronista, aunque no está en clave borgeana
exagerada, es en primer lugar masa un poco maleducada o que no tiene los principios
higiénicos que debería.
La mujer no tiene nombre, porque el autor está hablando de la “mujer peronista” en
general, y a su vez de la noción clasista de amor. El cuento se acelera sobre el final, y
quiebra con la palabra: “Yegua”, adjetivo con el que normalmente se referían a Eva
Perón las clases más reaccionarias al peronismo. Cuando la convicción de la mujer
parecía destinada a desaparecer, emerge nuevamente, se afirma, pone un límite. –Ah,
no... Eso sí que no –murmuraba hasta que encontró la manija y abrió la puerta–. Eso sí
que no se lo permito... Ahora lo que acontece es el amor, un amor que no parece fácil
de manipular, el amor hacia Eva Perón.

Cabecita negra de Germán Rozenmacher

El cuento de German Rozenmacher, nos relata la historia de Lanari, un hombre de la


clase media emergente, pero proveniente de las clases bajas, que vive con su familia
(esposa e hijo) en un departamento de Av. De Mayo, donde también tiene la ferretería
que pudo realizar con el fruto de su trabajo y su sacrificio. La historia transcurre en una
noche neblinosa, en la que Lanari está solo en su casa (su familia está en la quinta),
sufre de insomnio como su enfermedad de clase, y decide salir a fumar un cigarrillo a la
puerta de su casa.
Aparece una mujer, pidiendo ayuda, y Lanari, se propone a ayudarla. Aparece un
policía, que acusa a Lanari, mientras este intenta por diferentes vías escapar de la
situación. Primero, diferenciándose de la mujer, con alguna denigración, tratando de
poner al policía de su lado. Le sale mal, el policía es el hermano de la mujer. Aquí hay
una referencia al momento político. La policía, está bajo el brazo del peronismo. Más
tarde, también se va a hacer referencia a su oposición: “Tragaba saliva. Algo había sido
violado. “La chusma”, dijo para tranquilizarse, “Hay que aplastarlos, aplastarlos”,
dijo para tranquilizarse. “La fuerza pública”, dijo, “Tenemos toda la fuerza pública y
el ejército”, dijo para tranquilizarse.
Rozenmacher, hace una lectura de las clases medias, y su sentimiento de miedo, que en
el relato aparece como un sentimiento de violación, primero hacia las cuestiones
materiales, y después hacia las “buenas costumbres”. A Lanari, le produce rechazo que
la mujer se acueste en su cama y que el policía disfrute del hogar como si fuera propio.
Cuando despierta, sin saber si fue un sueño y con la inseguridad de compartir lo
sucedido, revisa toda la casa desesperado, para ver que se llevaron.

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