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Diócesis de Jaén

ORACIÓN
CON EL SANTÍSIMO
Promoción Diocesana
del Culto Eucarístico
SACRAMENTO
EN TIEMPO DE CUARESMA
Mis queridos hermanos:

Estamos inmersos en pleno tiempo cuaresmal y todas las acciones pastorales que
realizamos en estos días, pretenden preparar a nuestros fieles para vivir intensamente
la Semana Santa.

Es toda una oportunidad y un regalo del Señor cada celebración que nos proponen,
especialmente las cofradías y hermandades, porque podemos predicar la Palabra del
Señor y evangelizar a tantos hermanos que habitualmente no están presentes a lo largo
del año en la vida de la comunidad.

Desde esta promoción del culto Eucarístico queremos ayudaros y os enviamos,


por si encaja en vuestro plan pastoral cuaresmal, una oración con el Santísimo
Sacramento. En esta ocasión, no va dirigida tanto a los niños y adolescentes, sino más
bien a jóvenes y adultos.

Pensamos que sería positivo hacerla con los cofrades ya que se centra en el misterio
de la muerte y resurrección del Señor y ellos pueden identificarse.

Igualmente os enviamos una reflexión sobre el Jueves Santo, día de la institución


de la Eucaristía y del Sacerdocio ordenado. Aunque saldrá en la revista diocesana Iglesia
en Jaén también os lo hemos querido hacer llegar para vosotros y vuestros fieles porque
es una invitación a participar en la «hora santa» de la Víspera del Santo Triduo Pascual.

Os deseo de corazón un tiempo de gracia y conversión que nos prepare para celebrar
dignamente la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo, junto a un
gozoso tiempo de Pascua.

Siempre a vuestro servicio.

Mariano Cabeza Peralta


Promotor Diocesano de la Eucaristía
JUEVES SANTO,
LA MISA DE LA CENA DEL SEÑOR
La Eucaristía y el ministerio ordenado nos lo dio el Señor Jesús en la víspera de su
pasión como instrumento para vivir la nueva vida de Pascua.
El Jueves Santo celebramos estos misterios como introducción a las celebraciones
de los días santos del Santo Triduo Pascual.
No es una celebración autónoma y festiva en honor a la Eucaristía, desligada o sin
referencia al Santo Triduo sino en la Víspera de los días más solemnes del calendario
cristiano.
La oración colecta de la liturgia del Jueves Santo nos centra la celebración del
misterio: «Señor Dios nuestro, nos has convocado hoy para celebrar aquella misma
memorable Cena en que tu Hijo, antes de entregarse a la muerte, confió a la Iglesia el
banquete de su amor, el sacrificio de la nueva alianza eterna»
Banquete y sacrificio. No un banquete cualquiera, ni tan siquiera un banquete
conmemorativo o ritual, sino un banquete
sacramental porque ese pan que Jesús parte y
reparte con sus propias manos es su cuerpo. Y
esa copa en la que todos beben es su sangre.
Banquete sacramental y sacrificial cuando
en el Viernes Santo, primer día del Triduo
Pascual, en el altar de la cruz, Cristo rompe,
parte y reparte su cuerpo, donde Cristo
derrama su sangre, sangre de la alianza
nueva y eterna para el perdón de los
pecados.
El Jueves Santo fue la primera vez, la
institución de la Eucaristía y cada vez que
la celebramos se realiza la obra de la
redención:
«Concédenos, Señor, participar
dignamente en estos santos misterios,
pues cada vez que celebramos
este memorial de la muerte de tu Hijo,
se realiza la obra de nuestra redención»
(Oración sobre las ofrendas,
Jueves Santo)
En la encíclica del beato Juan Pablo II Ecclesia de Eucharistia, en el número 3 nos dice:
«Del misterio pascual nace la Iglesia. Precisamente por eso la Eucaristía, que es
por excelencia el sacramento del misterio pascual, está en el centro de la vida eclesial»
Y si la Iglesia vive de la Eucaristía, nosotros que somos sus miembros por el bautismo
también debemos vivir de ella si es que queremos tener vida.
El Jueves Santo es un bellísimo pórtico de gloria del sólido edificio del Triduo Pascual,
profecía de lo que será el triunfo pascual que la Iglesia se dispone a celebrar con especial
solemnidad en la noche de las noches, la Noche Pascual.
El Jueves Santo celebramos con inmenso agradecimiento la Pasión, Muerte y
Resurrección de Jesucristo, como Siervo de Dios y de los hombres sus hermanos.
Celebración gozosa de la Eucaristía, acción de gracias por el Sacerdocio ministerial
al servicio del Pueblo de Dios, día del amor fraterno porque en Cristo todos somos hijos
y hermanos.
El relato de los evangelios nos narra cómo el Señor después de la Cena marchó
con sus discípulos al Huertos de los Olivos para orar, como preparación inmediata a su
pasión y muerte.
Jesucristo invita a la oración en la noche del Jueves Santo. La respuesta de la Iglesia
es la «hora santa» que se celebra en todos los templos abiertos al culto.
Cada capilla de la reserva Eucarística de nuestra
Diócesis se convierte en un Getsemaní donde
Cristo, en su angustia, en su dolor, pide nuestra
compañía, nuestra atención, nuestra
comunión. Porque a la media noche,
cuando entramos en el Viernes Santo, el
banquete de la Eucaristía se torna en Cruz,
en Sacrificio, entrega y donación hasta la
muerte, esperando la noche gozosa de la
Resurrección en prolongada vigilia y el
Domingo solemne de Resurrección anuncia
que la noche ha sido testigo del triunfo del
Señor.

Os invito a vivir intensamente el


Jueves Santo. Que la participación en los
misterios de este día vespertino os animen
e impulsen a introduciros en el Santo Triduo
Pascual para que acompañéis, como
cirineos, a Nuestro Señor en su Pasión,
Muerte y Resurrección, llegando al Tiempo
Pascual, resucitados, transformados,
transfigurados, a la luz de Cristo Resucitado.
ORACIÓN
CON EL SANTÍSIMO SACRAMENTO
• Exponemos el Santísimo Sacramento. Entonamos un canto apropiado para la exposición
y dejamos unos minutos en silencio. Luego hacemos la monición introductoria.

Monición introductoria:
El tiempo de Cuaresma nos invita a intensificar la oración y el encuentro con el Señor.
Es un tiempo especial y de gracia para prepararnos a las fiestas más importantes del
año cristiano, la Semana Santa, y dentro de esta, el Santo Triduo Pascual.
El Señor Jesús está con nosotros, presente realmente en la Eucaristía. Vamos a
contemplar su muerte y su resurrección y a meditar sobre el misterio de nuestra
salvación.
Os invito al recogimiento, al silencio, a la adoración. Pero también os invito a compartir
con los hermanos la oración y la reflexión.
Abramos nuestro oído, nuestra mente, nuestro corazón a la Palabra de Dios y a la
presencia eucarística de Dios.

PRIMERA PARTE:CRISTO MUERE EN LA CRUZ


TEXTO: Mc 15,33-39
Del Evangelio según San Marcos:
Al llegar el medio día, toda la región quedó en tinieblas hasta la
media tarde. Y, a la media tarde, Jesús clamó con voz potente:
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Algunos de los presentes decían: Mira, está llamando a Elías.
Y uno echó a correr y empapando una esponja en vinagre, la sujetó
a una caña, y le daba de beber, decía:
Dejad a ver si viene Elías a bajarlo.
Y Jesús dando un fuerte grito expiró.
El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.
El centurión al verlo morir dijo:
Realmente este hombre era Hijo de Dios.

Reflexión:
Qué momento tan tremendo para ti Señor. Estas en la cruz, eres consciente de tu final,
estas solo y sientes la soledad del que está rodeado de gente. Rezas confiado a tu Padre.
Los demás observan un espectáculo cruel. Quieren ver más espectáculo aún, ¡a ver si
viene el profeta Elías!

Hoy también muchos observan tu pasión como espectáculo por las calles de nuestros
pueblos, de nuestras ciudades. Pasa la imagen de Cristo y es un verdadero espectáculo
de luz, sonido, imagen, puesta en escena.
Y tú sigues orando en tu soledad.
Solo uno, además extranjero y pagano, entendió lo que ocurría allí: «Verdaderamente
este es Hijo de Dios». Sólo uno descubrió en tu cuerpo roto y mal herido al Hijo de Dios
Padre que se entrega por amor hasta la muerte.

¿A qué grupo pertenezco yo? ¿Al del espectáculo o tengo mirada de fe? ¿Al que busca lo
estético o busco el encuentro contigo? ¿Al que tiene mirada de espectador o mirada de fe?

Ayúdame Señor a encontrarte, ayúdame a no quedarme en lo externo, ayúdame a no


buscar lo espectacular, sino la sencillez y grandeza de tu entrega.

• Ahora guardamos unos minutos de silencio y de oración personal.


Luego se puede hacer una invitación a compartir en voz alta
la oración de petición, acción de gracias o la propia reflexión personal

SEGUNDA PARTE: CRISTO ES NUESTRA SALVACIÓN


TEXTO: Melitón de Sardes, siglo II, sobre la Pascua
De Melitón de Sardes sobre la Pascua:
Yo, dice Cristo, he abolido la muerte, he vencido al enemigo, he
pisoteado al infierno, he sujetado al fuerte, he llevado al hombre a
lo más alto de los cielos.
Venid, pues pueblos todos, que sois seducidos por el mal, recibid
el perdón de vuestros pecados. Yo soy vuestro perdón, la pascua
de vuestra salvación, el cordero degollado por vosotros, vuestra
agua lustral, vuestra luz, vuestro salvador, vuestra resurrección, yo
soy vuestro rey.
Os llevaré a las solemnidades del cielo, allí os resucitaré, os mostraré
al eterno Padre, os resucitaré con mi mano derecha.
El es el alfa y la omega, el principio y el fin, infalible y fin
incomprensible. El es el Cristo. El es el rey, es Jesús, la cabeza, el
Señor, aquel que resucitó de los muertos y está sentado a la diestra
del Padre. El está en el Padre y el Padre está en él.
A El la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.
Reflexión:
Tú eres Señor el alfa y la omega, el principio y el fin, porque tú eres Señor el que das
sentido a nuestra vida.
Sin ti, perdemos la orientación de nuestra existencia. Sin tí la vida es solo una anécdota
en el tiempo.
Tú nos salvas de una vida vivida sólo en el día, en el instante. De tí procede la vida y tú
eres la vida eterna.
Viéndote muerto, yerto, yacente puedo ver la condición humana sin Dios. Muchos me
lo dicen y me lo repiten, la muerte es el final, no queda nada, todo acaba en la muerte.
Y así sería si tú no hubieses resucitado Señor. Vería en tu final mi propio final.
Cuando te veo resucitado y triunfante de la muerte me cambia la perspectiva. Entonces,
me veo también triunfando y venciendo a la muerte, me veo vivo y resucitado.
Tú eres nuestra vida, tú eres nuestra esperanza, tú eres nuestro futuro cierto.
Cuántas gracias te doy Señor por el camino que me has abierto, por la luz al final del
sendero de mi existencia en esta tierra.
Gracias Señor por la Resurrección y la Vida eterna.

• Ahora guardamos unos minutos de silencio y de oración personal.


Luego se puede hacer una invitación a compartir en voz alta la oración de petición,
acción de gracias o la propia reflexión personal.

TERCERA PARTE: EN LA VIDA Y EN LA MUERTE


SOMOS DEL SEÑOR
TEXTO: Rom 14, 7-9
De la carta de San Pablo a los Romanos:
Hermanos:
Ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí
mismo.
Si vivimos, vivimos para el Señor, si morimos, morimos para el Señor,
en la vida y en la muerte somos del Señor.
Para esto murió y resucitó Cristo, para ser Señor de vivos y muertos.
Todos compareceremos ante el tribunal de Dios, porque está
escrito:
Por mi vida, dice el Señor
ante mí se doblará toda rodilla,
a mi me alabará toda lengua.
Por eso, cada uno dará cuentas a Dios de sí mismo.
Reflexión:
La vida es un don de Dios, un talento que se nos entrega al ser concebidos. Ninguno
vive para sí, ninguno muere para sí.
La vida es de Dios, un don gratuito que debemos ofrecer cada día al Señor y a los
hermanos. Vivimos para el Señor, somos del Señor.

Algunos entregan la vida completamente a Dios porque Dios los llama a esa vocación.
Hombres libres, conscientes de sus limitaciones pero privilegiados por ser llamados a
gastar su vida a favor de los demás. Sacerdotes, religiosos y religiosas, monjes y monjas
de clausura, personas consagradas.
Otros, son llamados por Dios al matrimonio y la vida familiar. A ser testigos del Señor en
el mundo, en las distintas estructuras sociales, políticas, culturales, económicas.
La vocación, como la vida misma, es un don de Dios, fuente de felicidad para quien la
recibe y de servicio a favor de los hermanos y del mundo.

• En este momento podemos invitar a alguna persona a dar testimonio


de su vocación: matrimonio, religiosa, seminarista, sacerdote…etc.
• Después hacemos un silencio y seguimos compartiendo la oración
o la reflexión personal.

CUARTA PARTE: EN CRISTO, ESTÁ TODO CUMPLIDO


TEXTO: Benedicto XVI, porta fidei 13
Del Papa Benedicto XVI:
En Jesucristo encuentra cumplimiento todo afán y todo anhelo del
corazón humano.
La alegría del amor, la respuesta al drama del sufrimiento y el dolor,
la fuerza del perdón ante la ofensa recibida y la victoria de la vida
ante el vacío de la muerte, todo tiene su cumplimiento en el misterio
de su Encarnación, de su hacerse hombre, de su compartir con
nosotros la debilidad humana para transformarla con el perdón de
su resurrección.
En él, muerto y resucitado por nuestra salvación, se iluminan
plenamente los ejemplos de fe que han marcado los últimos dos
mil años de nuestra historia de salvación.

Reflexión:
Antes de expirar, resumiste Señor el sentido de las promesas de Dios Padre y de tu
propia Encarnación: «Todo está cumplido».
Tu obediencia y amor hacia la voluntad del Padre y hacia los hombres se cumple con tu
entrega sin condiciones hasta el límite, hasta el extremo, la entrega total de tu vida.
Ahora nos toca a nosotros. Toca a tu Iglesia seguir cumpliendo, me toca a mí como
miembro vivo de la Iglesia.
Llevar la salvación a todos los hombres, que nadie ignore lo que tú nos ofreces, lo que
tú nos das como obra de tu misericordia providente con todos nosotros.

El Papa Benedicto XVI nos lo exhortaba en el mensaje de cuaresma de este año 2012.
Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras (Hb
10,24)

Fijarse es implicarse en la suerte de los demás. Y no sólo para remediar sus penurias
materiales que son muchas y graves. Sino también en sus penurias espirituales que no
son menos abundantes y graves.
El papa lo concretaba: «fijarse en el hermano implica la corrección fraterna con vista a
su salvación eterna».
«Es un gran servicio ayudar y dejarse ayudar a leer con verdad dentro de uno mismo,
para mejor nuestra vida y caminar cada vez más rectamente por los caminos del Señor.
Siempre es necesaria una mirada que ame y corrija, que conozca y reconozca, que
discierna y perdone, como ha hecho y hace Dios con cada uno de nosotros.»

Que yo también sea capaz de entregarme por el bien de los demás, que yo preste mi
voz, mis manos y mi corazón a los hermanos para seguir haciendo presente tu salvación
y el cumplimiento de la voluntad de nuestro Padre Dios.

• Ahora guardamos unos minutos de silencio y de oración personal.


Luego se puede hacer una invitación a compartir en voz alta
la oración de petición, acción de gracias o la propia reflexión personal.

CONCLUSIÓN
Gracias Señor por tu muerte y resurrección, gracias Señor por quedarte con nosotros
para siempre en la Eucaristía, presencia de Dios vivo y resucitado, que me acompaña,
que me alienta, que me esperanza. De Dios que vive y reina entre nosotros por los
siglos de los siglos. Amén.

• Cantamos Tantum ergo u otro canto Eucarístico adecuado.


• Oración antes de la Bendición.
• Bendición con el Santísimo Sacramento.
• Canto Eucarístico final.

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