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LA ULTIMA CENA:
JESUS LAVA LOS PIES A SUS DISCIPULOS
TEXTO BIBLICO
«Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su
Hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que
estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.
Durante la cena, cuando ya el diablo había puesto en el corazón de
Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarle, sabiendo que el
Padre había puesto todo en sus manos, y que había salido de Dios, y a Dios
volvía, se levanta de la mesa, se quita sus vestidos y, tomando una toalla, se
la ciñó. Luego echa agua en un lebrillo y se puso a lavar los pies de los
discípulos y a secárselos con la toalla con que estaba ceñido.
(...) Después que les lavó los pies tomó sus vestidos, volvió a la mesa y
les dijo: — ¿Comprendéis lo que he hecho convosotros? Vosotrosme llamáis
el Maestro y el Señor, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el
Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies
unos a otros. Porque os he dado ejemplo para que también vosotros hagáis
como yo he hecho con vosotros». (Jn 13,1-15)
OTROS TEXTOS
Lc 17,7-10: «Cuando hayáis hecho todo lo que os fue mandado, decid: —
Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer».
Flp 2,5-8: «Tened los mismos sentimientos que Cristo... que se despojó a sí
mismo tomando la condición de siervo».
2. Cor 8,9: «Jesucristo... siendo rico, por vosotros se hizo pobre».
a
Lc 22,24-30: «El mayor entre vosotros sea como el menor; y el que gobierna
como el que sirve... Yo estoy en medio de vosotros como el que
sirve».
Jn 13,31-35: «Os doy un mandamiento nuevo... Que como yo os he amado así
os améis también vosotros los unos a los otros».
PUNTOS
1. Los amó hasta el extremo.
2. Durante la cena se levantó de la mesa.
3. Se puso a lavarles los pies.
4. Os he dado ejemplo.
MEDITACION
1. Los amó hasta el extremo
En la Cena comienza propiamente la Pasión de tu Señor. Las cartas ya
están jugadas: Jesús se ha metido en la boca del lobo yendo a Jerusalén para
celebrar la Pascua. Además no ha escatimado las críticas a los fariseos y a las
autoridades del Templo, a los que se enfrenta dialécticamente ante la regocijada
multitud de peregrinos venidos de todas partes a la fiesta.
Por otra parte el traidor, seducido por el diablo y movido por la codicia (Jn
12,4-6) o el desencanto (Jn 6,67-71), ya había convenido la entrega de su Maestro
—de tu Maestro— para aquella noche.
Y Jesús lo sabe. Pero su corazón, inundado de tristeza, está también rebosante
de amor en este momento en que ha llegado, por fin, su Hora: la Hora de pasar de
este mundo a su Padre por la puerta estrecha de la Pasión y de la Cruz.
«Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo...» Los suyos. Tú, a
quien el Señor ama y considera como cosa suya. Tú, que por el bautismo quedaste
sellado, consagrado.
«Los amó hasta el extremo», es decir, hasta el colmo del amor. Y el amor es
paciente, es servicial (1.a Cor 13,4).
Por ello el Señor va a realizar un gesto muy especial. El que tú contemplas
ahora en un silencio lleno de estupor y admiración.
4. Os he dado ejemplo
Aquí tienes la clave, la llave que te permite entrar en el corazón de tu
Señor. El no ha fingido, no ha hecho teatro: ha manifestado lo que encerraba su
interior. Pero lo ha hecho también por ti, por nosotros: «Para que también vosotros
hagáis como yo he hecho con vosotros».
Porque tú también te tienes que poner a los pies de tu hermano. De aquel
que te cae bien, y de aquel que te cae fatal. Del que te ama, y del que te odia.
¿Acaso no lavó él, de rodillas, los pies de Judas, sabiendo que le había vendido?
Jesús te pide —de una forma a la que tú no puedes negarte— que te
pongas al servicio incondicional de los que te rodean. Sin el paternalismo
suficiente de quien domina la situación, de quien da limosna. Antes al contrario,
se te pide un servicio humilde —lavar los pies— hecho sin esperanza de
recompensa: por puro amor del Maestro, que antes te lavó a ti.
En mi casa, en mi comunidad, en mi trabajo, en mi descanso, en la calle...
me aguardan las ocasiones de amar y servir a los hermanos como él me amó a
mí. Ahora es el tiempo de gracia, ahora es el momento oportuno, ahora ha
llegado el día en que puedo decirle a mi prójimo: —Gracias, hermano; que el
Señor te premie la ocasión que me brindas de servir en ti a Jesús.
ORACION
Señor, me da miedo verte así, a mis pies. Miedo porque sé que tu gesto
tiene que cambiar muchas cosas en mi vida, y yo soy un hombre «prudente»
al que no le gustan las transformaciones radicales.
Miedo de que pases ante mí y yo continúe como ahora, sentado,
aparentando indiferencia y renegándote en mi corazón, cada día, como
Judas.
Y sin embargo, ¿cómo temerte a ti, mi Dios, que porque me amas más
allá de lo que yo puedo imaginar, te me entregas como esclavo?
Aunque indigno, soy de los tuyos. Y tú eres mío, porque así lo quieres:
eres mi Señor y mi Maestro, mi amigo y mi verdadera alegría.
Dame, Señor, la gracia de sentirme siervo inútil. Cámbiame por dentro
con la fuerza de tu Espíritu Santo, para que yo no aprecie y defienda tanto mi
honor, como el tuyo; para que yo no busque tanto el ser estimado por los
demás, como el que te amen a ti.
Perdona mis fallos pasados: mi soberbia, mi ambición y la dure-za de
mi corazón de hielo. Di una sola palabra, una sola palabra que yo pueda
escuchar en mi interior —como a la pecadora, como a Zaqueo- y verás cómo
se transforma a imagen de tu Corazón.
Que no pierda la ocasión —¡ni una sola!— de servirte en mis hermanos.
Más aún, te pido como favor especialísimo que las mul-tipliques, pero de
forma que pasen desapercibidas a los demás. Que mi servicio sea tan
normal, algo tan debido, que nadie repare en él.
Como el de tu Madre bendita, espejo de santidad y causa de nuestra
alegría, que contigo en su seno se puso en camino hacia la montaña de Judá,
a casa de Isabel, para servirla en sus necesidades.
ORACIONES BREVES
«Señor, lávame y quedaré limpio».
«Jesucristo, por nosotros, se hizo pobre».
«Amaos los unos a los otros, como yo os amé».
«Nos amó hasta el extremo».
«Somos siervos inútiles».
Meditación 2ª: (Martes-tarde)
LA ULTIMA CENA:
JESUS INSTITUYE LA EUCARISTIA
TEXTO BIBLICO
«El primer día de los Ázimos, los discípulos se acercaron a Jesús y le
dijeron: — ¿Dónde quieres que te hagamos los preparativos para comer el
cordero de Pascua? El les dijo: —Id a la ciudad, a casa de Fulano, y decidle: El
Maestro dice: Mí tiempo está cerca; en tu casa voy a celebrar la Pascua con
mis discípulos.
Los discípulos hicieron lo que Jesús les había mandado, y prepararon
la Pascua.
Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Y mientras comían dijo: —
Yo os aseguro que uno de vosotros me entregará (...).
Mientras estaban comiendo, tomó Jesús pan y lo bendijo, lo par-tió y,
dándoselo a sus discípulos dijo: —Tomad, comed, éste es mi cuerpo. Tomó
luego una copa y, dadas las gracias, se la dio diciendo: —Bebed de ella todos,
porque ésta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos para
el perdón de los pecados. Y os digo que desde ahora no beberé de este
producto de la vid hasta el día en que lo beba con vosotros, nuevo, en el Reino
de mi Padre». (Mt 26,17-29)
OTROS TEXTOS
Paralelos: Mc 14,22-25; Lc 22,19-20; 1ª Cor 11,23-25.
Jn 4,7-14: «El que beba de esta agua volverá a tener sed; pero el que
beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás».
Jn 7,37-39: «Si alguno tiene sed, venga a mí, y beba el que cree en mí».
Jn 6,22-26: «Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan,
vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar es mi carne por
la vida del mundo».
1ª Cor 10,16: «El pan que partimos, ¿no es comunión con el Cuerpo de
Cristo?»
Ex 24,8: «Esta es la sangre de la Alianza que Yahveh ha hecho con vosotros».
Mt 11,25-30: « Yo te bendigo, Padre... porque has ocultado estas cosas a sabios
e inteligentes, y se las has revelado a los pequeños... Venid a mí
todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré
descanso».
PUNTOS
1. Al atardecer se puso a la mesa con los Doce.
2. Este es mi Cuerpo.
3. Bebed todos: ésta es mi sangre derramada.
MEDITACION
ORACIONES BREVES
«Señor, dame siempre de ese pan».
«Cuerpo de Cristo, sálvame».
«Sangre de Cristo, embriágame».
«El que coma de este pan vivirá para siempre».
«Acercaos a mí los sedientos».
Meditación 3ª: (Miércoles-mañana)
LA ORACION EN GETSEMANI
TEXTO BIBLICO
MEDITACION
1. Comenzó a sentir tristeza y angustia
El evangelista San Marcos dice «pavor». El Señor se ha separado de los Apóstoles
para orar retirado, y se lleva con él a los tres que lo vieron transfigurado en el Tabor.
«Mi alma está triste hasta la muerte, quedaos aquí», y se aleja aún más.
¿Quién podría acompañarle más allá?
El último paso ha de franquearlo solo, en la oscuridad de la obediencia de
la fe. Sobre él se han desatado con furia los poderes de las tinieblas.
Humanamente la soledad del Señor es múltiple. De un lado está la huida
cobarde que todos van a protagonizar allí mismo. ¡Qué lejos quedan aquellas
protestaciones de otro tiempo!: «Señor, ¿a dónde vamos a ir? Tú tienes palabras
de vida eterna.» Y aquél: « ¡Vayamos y muramos con él!»; y todavía hace unos
minutos: «Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré».
Está la traición de Judas, que no se conmovió en la Cena, ni siquiera al ver
a su Maestro postrado a sus pies. Está la despedida dolorosa que hizo —
¿podemos dudar de que así fuera?— de su santa Madre. Está el silencio de la
noche, cargado de paz otras veces, preñado de amenazas hoy.
De otro lado está una soledad más terrible: la incomprensión de los discípulos
que, hasta en esa última cena, habían comenzado a discutir entre ellos sobre
quién era el más importante. Que no preveían lo que se les venía encima.
No sólo eso. «El tomó sobre sí nuestros pecados». En aquel instante, Jesús,
que había hecho cola para recibir el bautismo de Juan, pudo sentirse aplastado
por todos los pecados y crímenes, injusticias y opresiones, de los hombres de
todas las épocas. No quiso sustraerse a la amargura del alejamiento de Dios:
solidario de nuestros pecados, de una humanidad sufriente y pecadora.
Y así «el Señor descargó sobre él la culpa de todos nosotros» (Is 53,6).
En el fondo es un gran misterio, el cómo «la divinidad se esconde» (San
Ignacio), y la humanidad padece angustiosamente unos terribles sufrimientos
morales, aumentados por la previsión lúcida de los tormentos físicos que
comenzarían de inmediato.
Ve considerando todo esto para preparar tu corazón a la oración.
ORACIONES BREVES
« ¿No podéis velar una hora conmigo?».
«Velad y orad para no caer en tentación».
«No se haga mi voluntad, sino la tuya».
«Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo».
«No nos dejes caer en tentación».
Meditación 4ª: (miércoles-tarde)
EL PRENDIMIENTO
TEXTO BIBLICO
«Todavía estaba hablando cuando llegó Judas, uno de los Doce,
acompañado de un grupo numeroso con espadas y palos, de parte de los
sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo. El que le iba a entregar les
había dado esta señal: —Aquel a quien yo dé un beso, ése es; prendedle. Y al
instante se acercó a Jesús y le dijo: ¡Salve, Maestro!, y le dio un beso. Jesús
le dijo: —Amigo, ¿a qué vienes?
Entonces aquellos seacercaron, echaronmano a Jesús y le prendieron.
En esto, uno de los que estaban con Jesús echó mano a su espada, la sacó e,
hiriendo al siervo del Sumo Sacerdote, le llevó la oreja. Dícele entonces
Jesús: —Vuelve tu espada a su sitio, porque todos los que empuñen la
espada, a espada perecerán. ¿O piensas que no puedo yo rogar a mi Padre,
quien pondría al punto a mi disposición más de doce legiones de ángeles?
Pero, ¿cómo se cumplirían las Escrituras de que así debe suceder?
Entonces dijo Jesús a la gente: — ¿Habéis venido a prenderme con
espadas y palos, como a un bandido? Todos los días mesentaba en el Templo
para enseñar y no me detuvisteis. Pero todo esto ha sucedido para que se
cumplan las Escrituras de los profetas. «Entonces todos los discípulos lo
abandonaron y huyeron». (Mt 26,47-56)
OTROS TEXTOS
Paralelos: Mc 14,43-52; Lc 22,47-53; Jn 18,2-11.
Gal 2,19-20: «Con Cristo estoy crucificado... que me amó y se entregó a sí
mismo por mí.»
Ef 5,1-2: «...se entregó por nosotros como oblación y víctima de suave
aroma».
Sal 40(39): «Tú no quieres sacrificios ni ofrendas; y en cambio me abriste el
oído... entonces yo dije: —Aquí estoy, porque está escrito en el
libro que cumpla tu voluntad.»
Sal 56 (55): «Piedad, Dios mío, que me atacan y me acosan... Cuando siento
miedo confío en ti..., acechan mis pasos, me están aguardando...
Que retrocedan mis enemigos cuando te invoco...»
Sal 55 (54): «Si mi enemigo me injuriase lo aguantaría... pero eres tú, mi
amigo...»
PUNTOS
1. Y le dio un beso.
2. Vuelve tu espada a su sitio.
3. Los discípulos le abandonaron y huyeron.
MEDITACION
1. Y le dio un beso
Todavía sigues sin comprender cómo el Señor consintió que los labios del
traidor le rozasen en un gesto tan falso. Y ello es porque todavía no has perseverado
lo suficiente en la escuela de la Pasión, y no has hecho tuyas las entrañas de
misericordia del divino Maestro.
Ese beso le costó a Jesús más que el hecho de que lo maniataran con
brusquedad aquellos hombres violentos. Pero... « ¡Eres tú, mi amigo y confidente,
a quién unía una dulce intimidad!» (Sal 55,14-15).
Como le cuestan —le costaron— todas las traiciones y menosprecios de los
que se dicen amigos suyos. De aquellos que le siguen en el contento, en la
comodidad y en la consolación, pero que no son capaces de velar una hora en
Getsemaní, ni permanecer al pie de la cruz viendo el fracaso de aquello que amaban
y en que creían.
Fíjate, amigo de Jesús, que la amistad no es algo conquistado de-finitivamente,
sino algo que no cesa de construirse. Puedes profundizar en ella abriéndote con
confianza, sin repliegues, al Señor, con un sincero conocimiento de ti mismo: de tu
limitación, de tu inconsecuencia, de tu pobreza. La humildad será la contraseña
que te permitirá llegar más lejos.
Pero puedes retroceder, si no vas hacia adelante. Cambiar poco a poco,
insensiblemente, haciéndote más «razonable», más calculador, como Judas. Tu
amor puede entibiarse si no te preocupas de encenderlo, incluso extinguirse. Y
quedarse en gestos externos, vacíos y traidores... ¡como aquel beso!
Entonces no te será difícil captar, cuando vayas al Getsemaní de la oración,
aquella queja inefable: —Amigo, ¿a qué has venido?
2. Vuelve tu espada a su sitio
Admiras, sin duda, el gesto valiente de Pedro, acometiendo él solo a aquel
tropel armado de palos y espadas. Ciertamente su coraje no le duró mucho, pero
la reacción fue de un celo gallardo.
Lástima que, en aquel, momento ese fervor fuera indiscreto. El Señor,
identificado totalmente con el querer del Padre que conocía perfectamente, se
entrega a una Pasión voluntariamente aceptada.
La Pasión no fue inevitable, como algunos piensan hoy. Fácilmente Jesús
podría haberse defendido, o haber huido esta situación.
Sin embargo, él quiere que se cumplan las Escrituras de los profetas, en las
cuales había leído el destino del Siervo de Yahveh: aquel cuyos padecimientos y
muerte traerían la salvación para todo el pueblo.
Esto tiene que moverte a amar a tu Señor por encima de toda medida. Amor
con amor se paga. Y él «me amó y se entregó a sí mismo por mí») (Gal 2,20). Soy
yo, es mi rescate y mi liberación, el motivo por el que el Señor se deja atar, por el
que renuncia a toda defensa para dar muerte en su cuerpo al pecado y a la muerte:
¡a mi pecado y a mi muerte!
Por eso la defensa armada de Pedro es inoportuna. Por eso el Maestro te
enseña, a un tiempo, el camino de la mansedumbre y el camino de la conformidad
con la voluntad de Dios.
ORACIONES BREVES
« ¿A quién buscáis».
«Dios mío, ven en mi auxilio; Señor, date prisa en socorrerme».
«Líbranos del mal».
«Del maligno enemigo, defiéndeme».
«El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?».
«Siempre confío en mi Dios».
Meditación 5ª: (jueves-mañana)
LAS NEGACIONES DE PEDRO
TEXTO BIBLICO
«Pedro le iba siguiendo de lejos. Habían encendido una hoguera en
medio del patio y estaban sentados alrededor; Pedro se sentó con ellos. Una
criada, al verle sentado junto a la lumbre, se le quedó mirando y dijo: —Este
también estaba con él. Pedro lo negó: — ¡Mujer, no le conozco!
Poco después, otro, viéndole, dijo: —Tútambién eres uno de ellos. Pedro
dijo Hombre, no lo soy!
Pasada como una hora, otro aseguraba: —Cierto que éste también
estaba con él, pues además es galileo. Le dijo Pedro: — ¡Hombre, no sé de
qué hablas!
Y en aquel momento, estando aún hablando, cantó un gallo, y el Señor
se volvió y miró a Pedro, y recordó Pedro las palabras del Señor, cuando le
dijo: —Antes que cante hay el gallo, me habrás negado tres veces. Y saliendo
fuera, rompió a llorar amargamente». (Lc 22,54-62)
OTROS TEXTOS
Paralelos: Mt 26,69-75; Mc 14,66-72; Jn 18,15-18 y 25-27.
Sal 141(140): «Coloca, Señor, una guardia en mi boca, un centi-nela a la puerta
de mis labios; no dejes inclinarse mi corazón a la maldad...»
Sal 73(72): «Qué bueno es Dios para el justo... pero yo por poco doy un mal
paso... viendo prosperar a los malvados... Insultan y hablan mal,
y desde lo alto amenazan con la opresión...»
Jer 2,1-5,19-21: «De ti recuerdo tu cariño juvenil... aquel seguirme tú por el
desierto, por la tierra no sembrada... que tus apostasías te
escarmienten; reconoce y ve lo malo y amargo que te resulta
dejar a Yahveh tu Dios...»
Sal 51(50): «Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa
compasión borra mi culpa... Contra ti solo pequé...»
PUNTOS
1. Pedro se sentó con ellos.
2. ¡Mujer, no le conozco!
3. El Señor se volvió y miró a Pedro.
4. Saliendo fuera rompió a llorar.
MEDITACION
1. Pedro se sentó con ellos
Después de aquella efímera muestra de arrojo, atacando espada en mano, él
solo, a los que venían a prender a su Señor, y después de la vergonzosa huida,
Pedro sigue de lejos. Teme y ama. Quisiera estar con Jesús, pero no se atreve; no
es capaz de superar sus aprensiones y respetos humanos, de modo que ni acompaña
ni abandona totalmente.
Como tú y yo cuando nos encontramos tibios: sin valor para romper del todo
con Jesús, e incluso añorando la intimidad de otros tiempos, pero sin la decisión
de apartar aquello que nos estorba el dulce reencuentro. Sin la diligencia de poner
los medios a nuestro alcance, cuesten lo que cuesten, para recobrar su amistad...
Pero fíjate que, aquel que no pudo velar una hora con su Maestro cuando éste
se lo había pedido, ahora vela imprudentemente —no una hora, sino varias— con
los enemigos de su Maestro.
Nosotros no podemos juzgarle. ¿Acaso somos más fuertes que él, o más
consecuentes? ¿Acaso amamos más ardientemente a Jesús que lo amaba él?
Aprovéchate, más bien, amigo, del ejemplo para procurar no caer tú. «Pedro
se sentó con ellos». Cuando el Señor parece ausente, nuestro corazón inquieto
busca cualquier consuelo que colme su vacío. Y el remedio suele ser peor que la
enfermedad, porque ese alivio nos aleja más del Señor y nos expone a perderlo
para siempre.
Apártate, incluso en la desolación, de todo lo que no es Jesús ni puede llevarte a
él. No te sientes, sino ponte de pie y sal en busca del bien perdido. «Dichoso el hombre
que no sigue el consejo de los impíos..., ni se sienta en la reunión de los cínicos, sino
que su gozo es la Ley del Señor, y medita su Ley día y noche». (Sal 1,1-2).
2. ¡Mujer: no le conozco!
La negación, el pecado. La triste consecuencia de aquel primer abandono en
el huerto, de aquel perseverar en amigable trato con los enemigos de tu Maestro.
Peligrosa pendiente que va a conducir a nuevas e inmediatas negaciones: « ¡Hombre,
no lo soy!», «¡No sé de qué hablas!».
Nosotros sí lo sabemos, ¿verdad? ¡Es una experiencia tan frecuente y tan
amarga la del pecado! Forma parte de nuestra vida, de nuestra historia.
Como dice San Pablo (Rom 7,14), estamos vendidos al poder del pecado.
Porque, no una ni tres veces, sino muchas más, hemos renegado del Señor. Hemos
actuado como si no le conociéramos, muy conscientes a veces de que él nos pedía
otra cosa.
¿Motivos? Nosotros mismos no nos lo explicamos muy bien. En el fondo
pequeñas tonterías que nos hacen enrojecer cuando las consideramos seriamente:
nuestros malos hábitos, un deseo venido- so y desordenado de estima, nuestra
comodidad o conveniencia, la incontinencia de la lengua... No muy distintos de los
de Pedro, como vemos.
El se arredró ante una criada de la casa del Pontífice. Tú, hombre que te
precias de ser libre, ¿ante qué o quién vacilas?
Que nos mueva a humildad considerar quién cayó, tan incompa-rablemente
más alto en dignidad y santidad que nosotros. Y cuando alguna vez, animosamente,
le digamos al Señor que no le abandonaremos jamás, sepamos añadir: con tu
gracia ayudándome.
ORACION
Señor, hepecado. No querría haberlo hecho, no querría haberlo dicho, peroya
está. Me gustaría volver atrás, rectificar, peroya es tarde.
Nadie puede servir a dos señores, y yo he escogido el mío. Lo he escogido sin
convicción,porquemeatraíaconmilpromesasfalsasdefelicidad,dedichaplacentera
y fácil. He sido engañado porque me he querido dejar engañar, pues yo sabía, buen
Maestro, dónde estabael tesoro escondido. Pero,¡resulta tan duro aveces partir en
su búsqueda!
Cuando te contemplo así, maniatado, despreciado por tantos motivos por los
poderosos y por sus criados, abandonado de todos... se me hace muy difícil, Jesús,
ponerme a tu lado. No quiero parecer un «bicho raro» (¡todos lo hacen!); no quiero
quedarenevidencia(¡éstetambién estabaconél!); no quieroperder elpuestoque he
conquistado conmi esfuerzo.
Y, sin embargo, hoy no puedo soportar que me mires así sin que algo se me
rompa en mi interior. Hoy mis pecados han perdido su brillo, y se me vuelven una
carga insoportable. Todo lo que me parecía valioso se me ha convertido, bajo tu
mirada, en basura. Querría quedarme solo contigo, contra todo y todos...
Señor, tú conoces mi debilidad, pero también mi dolor. Señor, con Pedro yo te
digo también: Tú lo sabes todo; tú sabesque te quiero.
Permite que me deshaga en lágrimas. Aunque tú me hayas perdonado ya —
¡benditoseas!—yonecesitoreparartuamortraicionado.Necesitoaprender,necesito
experimentar que fuerade ti no puedo hallar la verdadera alegría.
Que no me desanime nunca, Señor. Que por pesadas que sean mis culpas no
pierda la esperanza, pues no hay comparaciónposible entre éstas y el valor infinito
de tuSagrada Pasión.
ORACIONES BREVES
«Éste también está con El».
«Misericordia, Dios mío, por tu bondad».
«Contra ti solo pequé».
«El Señor miró a Pedro».
«Señor, que vea».
Meditación 6ª: (jueves-tarde)
JESUS ESCUPIDO Y CORONADO DE ESPINAS
TEXTO BIBLICO
«Entonces se pusieron a escupirle en la cara y a abofetearle; y otros a
golpearle, diciendo:—Adivínanos, Cristo. ¿Quién te ha pegado?» (Mt 27,67-
68)
«Entonces los soldados del procurador llevaron consigo a Jesús al
pretorio, y reunieron alrededor de él a toda la cohorte. Le desnudaron y le
echaron encima un manto púrpura; y trenzando una corona de espinas, se
la pusieron en la cabeza, y en su mano derecha una caña; y doblando la rodilla
delante de él, le hacían burla diciendo: —¡Salve, Rey de los judíos!, y después
de escupirle, cogían la caña y le golpeaban con ella la cabeza». (Mt 27,27-30)
OTROS TEXTOS
Paralelos: Mc 14,65; Lc 22,63-65.
Is 50,4-11: «Mi rostro no hurté a los insultos y salivazos. Porque Yahveh
habría de ayudarme... por eso puse mi cara como el pedernal.»
Is 52,13-15: «Así como se asombraron de él muchos —pues tan desfigurado
tenía el aspecto que no parecía hombre ni su apariencia era
humana— otro tanto se admirarán muchas naciones...»
Sal 22(21): «Pero yo soy un gusano, no un hombre, vergüenza de la gente,
desprecio del pueblo; al verme se burlan de mí...»
Sal 27(26): «Oigo en mi corazón: Buscad mi rostro. Tu rostro buscaré Señor,
no me escondas tu rostro... no me abandones, Dios de mi
salvación.»
Is 50,4-11: «Mi rostro no hurtó a los insultos y salivazos. Porque Yahveh
habría de ayudarme... por eso puse mi cara como el pedernal».
Is 53,1-7: «No tenía apariencia ni presencia... Despreciable y desecho de los
hombres, varón de dolores y sabedor de dolencias, como uno ante
quien se oculta el rostro, despreciable, y no le tuvimos en cuenta».
PUNTOS
1. Se pusieron a escupirle y abofetearle.
2. Adivina quién te ha pegado.
3. Le pusieron una corona de espinas.
MEDITACION
1. Se pusieron a escupirle y abofetearle
Esta escena nos resulta repugnante. En ella vemos hasta dónde puede
llegar la vileza y depravación del ser humano.
Condenado a muerte Jesús por los pontífices, para sus criados deja de ser
una persona. Es ya una cosa que no tiene derechos; algo en que poder saciar el
sadismo, el deseo de destrucción, la maldad... El juguete de una cruel y cobarde
decisión. No hay riesgos de que nadie vaya a pedir cuentas, de que nadie vaya a
tomar represalias. El «rabbí» no se defiende; sus discípulos han huido
atemorizados... ¿Por qué no bajarle los humos?
Por eso se ponen a escupirle a la cara. Y el rostro de tu Maestro se ensucia
con aquella porquería. Con la saliva asquerosa de los hombres pecadores.
Aquel rostro, el del «más bello de los hombres» (Sal 45,3), que tú y yo ansiamos
encontrar, se nos deforma, se nos oscurece. Nos cuesta trabajo reconocerlo.
¿Y cómo no ha de ser así, cuando tan poco nos esforzamos en mantenerlo
limpio? Cuando la baba de tu murmuración, de tus injurias, de la violencia que
llevas dentro, salpica su rostro purísimo, ya no atinas a verlo.
Míralo, que por ti él no esquivó aquella injuria humillantísima. Contempla a
tu Señor escupido con una compasión infinita, llora de pena por la parte de
culpa que tienes, e intenta limpiar, con actos de amor y desagravio, lo que todos
hemos contribuido a poner de esa manera.
2. Adivina quién te ha pegado
Aquellas furias están desatadas con ímpetu demoníaco contra el Maestro.
San Lucas dice que le cubrieron el rostro con un pañuelo, y así se comprende
mejor la frase.
¡Este se tenía por profeta! Adivina entonces quién te ha pegado esta
bofetada..., y este puñetazo en el costado..., y esta patada.
Y las risas... Las risas son lo peor.
Seguramente aquellos hombres, criados del palacio del Pontífice, no
conocían quién era Jesús. Por supuesto, no podían imaginar que era el Mesías,
que su pueblo esperaba ansiosamente. ¿No lo había condenado el Sanedrín,
junto con su amo, el representante oficial del pueblo depositario de las promesas
de Yahveh?
Nunca habrían visto antes al Señor, ni lo habrían escuchado...
Ignoran todo, pero se burlan, porque saben que con sus canalladas agradan
a sus señores.
Y Jesús sufre todo pacientemente. En silencio, sin quejarse. Sabiendo que
el Padre, a pesar de todo, no lo ha abandonado, soporta aquellas risas, aquellas
burlas, aquellos golpes y salivazos...; aceptándolo todo voluntariamente. Pudo
librarse de ellos, como de los demás sufrimientos; pudo destruir y confundir
instantáneamente a sus torturadores, con solo quererlo. No lo hizo.
Y, sin embargo, quiso su Pasión, porque amaba sin reservas al Padre, y te
amaba —¡hasta tal punto!— a ti.
Ama y pide perdón. Estudia la mejor manera de agradarle, y no alegues
jamás ignorancia en el cumplimiento de tus obligaciones, de tu deber, aunque
te parezcan de poca importancia.
ORACION
Maestro bueno, me impresiona y me entristece siempre el sufrimiento de los
inocentes.Cuandomiroamimundoylocontemplollenodevíctimasdelasinjusticias
y atrocidadesde los hombres, meentranganas de llorarode emigrar aotroplaneta.
Hoy te hemirado a ti, lastimadoen tu cuerpo, yhumillado en tu espíritu,y con la
tristeza he sentidounagran admiración.
¡Qué bondad sin límites la tuya para identificarte con los pobres y oprimidos!
¡Para hacerte uno de ellos, cargando con nuestras dolencias, siendo molido por la
culpa denuestros pecados!
Estanocheeslaúltimadetuvidamortal.Nochelargayhorribleenquenopudiste
dormir, siendo continuamente atormentado. Permíteme, Señor, que te acompañe;
que, como discípulotuyo, comparta tu profundo anonadamientoy tus dolores.
Déjame que limpie ese rostro tuyo que tanto busco. Que descubra tus ojos
vendados y que me mire en ellos:yo, pobre pecador por cuyas culpas padeces todo
esto gustosamente. Necesitoque me mires otravez; no me basta con una —como a
Pedro—parallorar, puesmistraicionesfueronmuchas. Necesitoqueme mires para
po-der saber quién soy yo, por dónde van mis pasos extraviados.
Mírame, Señormío y Rey mío,para que sepa queme sigues amando apesar de
misdescuidos,yquemeaceptasentuseguimientoaunconociendomispocasfuerzas
y constancia,mis anteriores deslealtades.
Entre tus manosatadas dejo mi vida; tómala y dispón de ella según te parezca
mejor,que enelloencontraré yo mialegríay mi pazmás honda. Así,enelcielo, podré
contemplar un día tu rostro glorioso, en el que se complace el Padre, y al que la
multitud deángeles y santos adoracon júbilo por todala eternidad. Y así,en la tierra,
no olvidaré el rostro desfigurado de todos mis hermanos, en quienes tu Pasión
continua porlos siglos.
ORACIONES BREVES
«No me abandones, Dios de mi salvación».
«Su rostro no hurtó a insultos y salivazos».
«Oigo en mi corazón: buscad mi rostro».
«Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro».
«Se admirarán de él muchas naciones».
«Al verme se burlan de mí».
Meditación 7ª: (viernes-mañana)
JESUS CARGA CON LA CRUZ
TEXTO BIBLICO
« Tomaron, pues, a Jesús, y él, cargando con su cruz, salió hacia el lugar
llamado Calvario, que en hebreo se llama Gólgota...» (Jn 19,16-17)
OTROS TEXTOS
Gen 22,1-18: «Toma a tu hijo... al que amas, a Isaac, vete al país de Moña y
ofrécele allí en holocausto en uno de los montes... Tomó Abraham
la leña del holocausto, la cargó sobre su hijo Isaac... y se fueron
los dos juntos».
Sal 121 (120):«Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio?
El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra».
Lc 9,23-26: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome
su cruz cada día, y sígame» (también en Mt 16,24-27 y Mc 8,34-
38).
Is 30,30-21: «...con tus ojos verás al que te enseña, y con tu oído oirás detrás
de ti estas palabras: Ese es el camino, id por él...»
PUNTOS
1. El cargó con su cruz.
2. Salió hacia el Calvario.
MEDITACION
1. El cargó con su cruz
Una vez pronunciada la sentencia y entregado Jesús a sus verdugos,
no queda sino ejecutar la sentencia. Y a ello se procede inmediatamente.
¡Ahí está la cruz! No era esa cruz pulida, de rica madera y engastada
de metales preciosos; no esa cruz cubierta de flores que se venera en
mayo en muchos de nuestros pueblos; no esa joya que tal vez se lleva de
adorno sobre el pecho.
La Cruz del Señor es un madero tosco y sin desbastar. Sólo su vista
hace estremecer a cualquier hombre: instrumento del tormento más
cruel, más doloroso y más infamante que se había podido inventar.
Es posible que un escalofrío sacudiera también —¿por qué no?— la
delicada sensibilidad de Jesús. ¿Qué sentiría al escuchar los alaridos
desesperados de aquellos dos malhechores que sacaron a crucificar con
él? Muy seguramente éstos no esperaban ser ejecutados aquel día, la
víspera de la Pascua. Se aprovechó la ocasión que brindaba la condena a
muerte del Señor, tan urgida por los ju-díos, para cumplir también la de
aquellos desventurados; así se le restaba, además, importancia a la de
Jesús.
Y a los alaridos se unirían los insultos, pues por culpa de aquel loco
se les privaba de algunos días más de vida, de la esperanza que nunca se
pierde...
Tu Maestro, sin embargo, domina el estremecimiento de su
humanidad. Él, que se ha preparado muy largamente a este momento.
No es tiempo de echarse atrás, sino
de abrir los brazos para abrazarla.
¡Y en ese abrazo te estrecha
también a ti, a nosotros, a la
humanidad pecadora de todos los
tiempos!
La Cruz es pesada, pero el
amor da fuerzas. Así Jesús la carga
sobre sus hombros ensangrentados
por los latigazos y no la soltará hasta
llegar al Calvario. La Cruz que es el
peso de nuestros pecados, el precio
de nuestra redención. La Cruz en
que se va a clavar tu condena.
ORACIONES BREVES
«El cargó con la Cruz de nuestros pecados».
«Si alguno quiere seguirme, que se niegue a sí mismo».
«Toma tu cruz cada día y sígueme».
«El auxilio me viene del Señor».
«Misericordia, Señor, que desfallezco».
«Mándame ir tras de ti».
Meditación 8ª: (viernes-tarde)
JESUS ES CLAVADO EN LA CRUZ
TEXTO BIBLICO
«Llegados al lugar llamado Calvario, lo crucificaron allí a él y a los
malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús decía: —Padre,
perdónalos porque no saben lo que hacen.
Se repartieron sus vestidos, echando a suertes. Estaba el pueblo
mirando; los magistrados hacían muecas diciendo: —A otros salvó; que se
salve a sí mismo si él es el Cristo de Dios, el Elegido.
También los soldados se burlaban de él y, acercándose, le ofrecían
vinagre y le decían: —Si
tú eres el Rey de los
judíos, ¡sálvate!
Había encima de él
una inscripción: Este es
el rey de los judíos. Uno
de los malhechores
colgados le insultaba: —
¿No eres tú el Cristo?
Pues ¡sálvate a ti y a
nosotros! Pero el otro le
respondió diciendo: —
¿Es que no temes a Dios,
tú que sufres la misma
condena? Y nosotros con
razón, porque nos lo
hemos merecido con
nuestros he-chos; en
cambio éste nada malo
ha hecho. Y decía: —
Jesús, acuérdate de mí
cuando vengas con tu
Reino. Jesús le dijo: —Yo
te aseguro: hoy estarás
conmigo en el Paraíso».
(Lc 23,33-43)
PUNTOS
1. Lo crucificaron allí (1.a Palabra).
2. Se burlaban de él.
3. Acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino (2.a Palabra).
4. Agonía de Jesús (3.a, 4.a y 5.a Palabras).
MEDITACION
1. Lo crucificaron allí (1.a Palabra)
Este instante de la crucifixión tuvo que ser tan espantoso, que no hay duda
de que tu Madre, la Santísima Virgen, recibió una gracia especial de Dios para
soportarlo sin morir de dolor.
Nuestro Señor también sería asistido de una forma particular, porque, si no,
no podemos explicarnos cómo permaneció consciente hasta su muerte, tres
horas después, y cómo pudo darnos las últimas enseñanzas desde la cruz.
Escucha esos golpes secos que crucificaron el Corazón de tu Madre. Mira
esas manos adorables que han bendecido y curado, acariciado a niños y partido
el pan de la Eucaristía. Ahora, traspasadas por los clavos, sujetas al leño, manan
abundante sangre. Mira también esos pies infatigables que llevaron la Buena
Nueva a todo el país, esos pies que con tanta devoción ungió y besó la pecadora
arrepentida, y que ahora son inmovilizados con otro clavo.
Considera el dolor insufrible que provocaron los clavos al tala-drar partes
tan sensibles y puntos nerviosos tan importantes.
Y escucha a Jesús: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen».
Invoca ante el Padre el único atenuante posible a tan horrible crimen. Con
paciencia y caridad infinitas, en semejante momento, es capaz de hablar para
perdonar.
Si tienes dudas de fe alguna vez, acude a este lugar y ellas desaparecerán:
un hombre que es de tal manera consecuente con su enseñanza, en esas
circunstancias, no puede ser más que Dios.
Pídele a Jesús perdón, y duélete de cada golpe de martillo, de cada gota de
sangre vertida. Por tus pecados te haces enemigo y verdugo de tu Maestro,
aunque por su Cruz quedes justificado.
Llora tus faltas, pide misericordia y dale gracias por lección tan dolorosa.
2. Se burlaban de él
Los fariseos, los sumos sacerdotes, los soldados y el pueblo contemplan
cómo Jesús es elevado en la Cruz. Con sus brazos abiertos, queriendo estrechar
contra su Corazón a todo el mundo. Con una palabra de perdón en los labios.
Pero no se apiadan de él sino que, para que se cumpliera la Escritura, lo
cubren de injurias y burlas. «A otros salvó, ¡qué se salve a sí mismo si es el
Cristo!». «Baja de la cruz si eres el Hijo de Dios» (Mt 27,40).
¿Acaso no merecían morir ellos mil veces por blasfemar del Unigénito de
Dios? Ciertamente que sí. Pero ni bajó fuego del cielo, ni se abrió la tierra para
tragarlos. El único fuego fue el que ardía en el pecho sacratísimo de Jesús:
fuego de amor y misericordia.
Y lo único que se abrió fue la compuerta del perdón de Dios y las puertas
del cielo, cerradas desde el pecado de Adán.
Misterio insondable que no deberías cansarte nunca de contemplar. Si la
vista de la serpiente de bronce, erigida por Moisés en el desierto (Num 21.6-9),
curaba a los mordidos por las serpientes venenosas, ¡cuánto más la visión de
Cristo levantado en la Cruz por los pecadores, nos podrá salvar de las mordeduras
mortales de nuestros vicios y pecados! Y en esta contemplación no te olvides
nunca de consolar a nuestra Señora.