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UNIVERSIDAD NACIONAL EXPERIMENTAL DE LOS LLANOS

ORIENTALES “Ezequiel Zamora”


DOCTORADO EN CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN

GERENCIA EN LAS
ORGANIZACIONES EDUCATIVAS
PARA LA SOSTENIBILIDAD

GERENCIA ACADEMICA DE LA PEDAGOGIA DEL


AMOR

Autor: Reinaldo Casadiegos L


Eduiw Hernández M.

Tutor: Dr. Cerbileon Murillo R.

SAN CRISTOBAL MARZO DE 2019


La pedagogía del amor, entendida desde la raíz etimológica de la palabra,
con lleva a la transformación del ser en cuanto a ser. En efecto estas palabras, nos
deben llevar a ser testimonio de vida para nuestros estudiantes, con orientaciones
y alocuciones coherentes, porque educamos no tanto por el discurso, sino por lo
que somos y hacemos. Por esta razón, debemos plantar semillas y a la vez ser
reflejo de actitudes positivas. La sociedad actual pide con urgencia educadores
inspiradores que influyan positivamente en las futuras generaciones, por lo tanto,
surge este interrogante ¿Es necesario reflexionar acerca de las implicaciones de
educar mediante una pedagogía del amor, aquella que sea capaz de dejar una
huella imborrable en nuestros estudiantes?
El docente debe ser el motor que todo lo mueve desde su acción académica,
debe estar inmerso en una formación permanente e integral, para convertir
su gestión didáctica en un quehacer pedagógico que motive y promueva cambios e
inspire a los estudiantes a ser cada día mejores en lo personal, académico, social y
profesional. Al respecto un docente, según Ramírez (2009) debe ser el promotor de
una educación para todos(as), no dirigida a una minoría; de una educación
construida a partir de lo mediato e inmediato. De allí puede decirse que una
educación pensada en el futuro, en un mundo globalizado, no solo contribuirá al
saber sino también a la transformación del ser.
Por consiguiente, se debe partir de una naturaleza axiológica, que con lleve
a una pedagogía del amor, y a la promoción de una educación sustentada en este
contexto, que abrigue la esperanza de una formación más sólida e integral, que
mejore la vivencia de la condición humana, señala Xiauru (citado por Bárbara 2002)
“Educar es en esencia amar”. En nuestros días, se necesitan docentes
inspiradores y transformadores que lleven a su educando a ser fieles a sus
principios, que se han capaces de ser ejemplo de amor, paz, tolerancia, perdón,
reconciliación, solidaridad, sensibilidad, puntualidad, alegría y respeto.
De igual manera, es preciso acotar que la investigación de Maturana (1999),
cuando se refiere al “amor” como la emoción responsable de organizar la influencia
de las acciones humanas, debido a que permite conformar un espacio para
desarrollar las interacciones sociales que garanticen la convivencia y el buen trato
con el estudiante, que permita construir una convivencia sana con el estudiante.
Porque el educador comienza, precisamente, escuchando con toda su atención al
otro, (Freire, 1989,109-111) desde la íntima convicción de que el otro vale, de que
el otro es sabio y aporta conocimiento. Al contrario, en toda educación bancaria, de
tipo vertical, se absolutiza la ignorancia del educando y se lo niega como persona,
se lo “invisibiliza”. (Freire, 1992, 77) La educación y la sociedad verticales
obstaculizan la auténtica comunicación entre los hombres y en este sentido, nos
alejan del real sentido de la educación que es transformar.
Para ello, es necesario realizar procesos introspectivos que con lleven a
reflexionar y determinar cómo ejercemos nuestra labor docente. No podemos
acompañar a los estudiantes más lejos de donde nosotros hemos llegado. Nadie
puede exigir si no da, nadie puede dar si no tiene. En este sentido, la pedagogía del
amor de acuerdo a Pérez Esclarín (2014), devela que en la praxis académica "amor"
involucra ayuda, apoyo, ánimo, alegría, acompañamiento, amistad. Igualmente,
significa afirmar en el estudiante su valía y dignidad, más allá de simpatías,
del interés e inteligencia demostrada durante su aprendizaje y aceptarlo como es,
distinto a mí y a los demás alumnos.
Estos señalamientos nos pueden llevar a promover en la académica la
afectividad, alegría, espiritualidad, tolerancia, motivación; además de planificar,
organizar y desarrollar de forma consciente e intencionada el proceso educativo
con estrategias dirigidas a todas las esferas de la personalidad de los estudiantes.
De este modo, lograr una formación integral que aporte a la sociedad ciudadanos
felices, amorosos, solidarios; en otras palabras, formar honestos ciudadanos y
buenos cristianos democráticos capaces de resaltar los principios de amor, paz,
igualdad, equidad y la libertad.
El amor es el principio pedagógico esencial, que muy poco se habla en la
educación es imposible ser efectivo sin no se es afectivo. No es posible calidad sin
calidez. Ningún método, ninguna técnica, ningún currículo por abultado que sea,
puede reemplazar al afecto en educación. Amor se escribe con “a” de ayuda, apoyo,
ánimo, aliento, asombro, acompañamiento, amistad. La amistad significa no sólo un
antídoto contra la soledad, sino también un refuerzo recíproco en situaciones
difíciles y también un estímulo para avanzar. El educador es un amigo que ayuda a
cada alumno, especialmente a los más carentes y necesitados, a superarse, a
crecer, a ser mejores.
Amar significa aceptar al alumno como es, siempre original y distinto a mí y
a los demás alumnos, afirmar su aprecio y dignidad, más allá de si me cae bien o
mal, de si lo encuentro simpático o antipático, de si es inteligente o lento en su
aprendizaje, de si se muestra interesado o desinteresado. El amor genera confianza
y seguridad. Es muy importante que el niño se sienta en la escuela, desde el primer
día, aceptado, valorado y seguro. Sólo en una atmósfera de seguridad y confianza
podrá florecer la sensibilidad, el respeto mutuo y la motivación, tan esenciales para
un aprendizaje autónomo. Educar es un acto de amor mutuo. Es muy difícil crear un
clima propicio al aprendizaje si no hay relaciones cordiales y afectuosas entre el
profesor y el alumno, si uno rechaza o no acepta al otro, no habrá aprendizaje.
Cuentan que Aristóteles recibió el encargo de una familia muy rica de Atenas
de que instruyera a su hijo. Aceptó el encargo, pero al tercer día devolvió al hijo con
un recado para sus padres: “Diles que no puedo enseñarte nada”. Extrañados
fueron a preguntarle por qué afirmaba eso. -Es que su hijo no me quiere –respondió
el gran filósofo. Con base en lo anteriormente expuesto amar no es consentir,
sobreproteger, regalar notas, dejar hacer. El amor no se fija en las carencias del
alumno sino más bien, en sus talentos y potencialidades.
Vale la pena señalar, que el amor no crea dependencia, sino que da alas a
la libertad e impulsa a ser mejor. Busca el bien ser y no sólo el bienestar de los
demás. Ama el maestro que cree en cada alumno y lo acepta y valora como es, con
su cultura, su familia, sus carencias, sus talentos, sus heridas, sus problemas, su
lenguaje, sus sueños, miedos e ilusiones; celebra y se alegra de los éxitos de cada
uno aunque sean parciales; y siempre está dispuesto a ayudarle para que llegue
tan lejos como le sea posible en su crecimiento y desarrollo integral. Por ello, se
esfuerza por conocer la realidad familiar y social de cada alumno para, a partir de
ella, y a poder ser con la alianza de la familia, poder brindarle un mejor servicio
educativo.
La pedagogía del amor y ternura, no es un principio pedagógico que hoy se
descubrió, sino que esta pedagogía data de muchísimos años atrás, recordemos
que esta pedagogía fue puesta en práctica por el gran maestro de los maestros
llamado Jesús; quien con amor y ternura nos enseñó a través de las parábolas la
misión y propósito de su Padre. Este principio pedagógico está siendo retomado por
algunos estudiosos de la pedagogía, para sembrar en la mente y en el corazón de
cada uno de los maestros el amor y la ternura; porque la educación es un acto de
amor así como lo ha demostrado nuestro gran amigo Jesús.

Referencias:

Jiménez Campos, Mariela E (2016) Gerencia Académica de la Pedagogía del Amor


Universidad Fermín Toro. Lara Venezuela.

Pérez Esclarín, Antonio (2013) Pedagogía del amor y la ternura. Revista Cristiana
Católica.

Freile Paulo. (1968) Pedagogía del Oprimido. Siglo veintiuno editores s.a. México
D.F, 2ª ed.

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