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Facultad de Teología
La Vida Monástica en el cristianismo: origen y
legitimidad.
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ALUMNO:
2° SEMESTRE
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Universidad Católica Lumen Gentium
Facultad de Teología
La Vida Monástica en el cristianismo: origen y
legitimidad.
Introducción
En los albores del siglo IV, comenzaron a surgir en el seno del cristianismo piadosas
historias de hombres y mujeres que anhelando un estado de vida más perfecto se encumbraron
en la más alta labor de vida ascética. Apartándose de los pueblos y de las ciudades se internaron
en el desierto y en lo profundo de los bosques, algunos se escondían en tumbas abandonadas o
en cuevas distantes buscando la santidad arrebatada ya por los tratados de tolerancia a los
cristianos que por este motivo ya no eran martirizados como en los primeros tiempos.
Comienza a leerse en este estilo de vida al que llamaremos «Vida Monástica» una fuerte
interpretación del llamado a la santidad como modelo de seguimiento que nos presenta el
Evangelio de San Mateo "Entonces dijo Jesús a sus discípulos: «Si alguno quiere venir en pos
de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la
perderá, pero quien pierda su vida por mí, la encontrará. Pues ¿de qué le servirá al hombre
ganar el mundo entero, si arruina su vida? O ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida?"
(Mt. 16, 24-26), partiendo de esta invitación muchos decidieron abandonarlo todo y abrazar
este singular estilo de vida, se piensa que el monaquismo es una corriente religiosa surgida en
el seno del cristianismo pero hay otras interpretaciones que apuntan a que no solo entre los
imitadores de Jesús de Nazaret de dio esta fuerte inclinación a la perfección espiritual, esta
también se ha manifestado en otras culturas, con características muy propias partiendo de su
realidad emotiva, histórica e ideológica.
Es por ello que surge la pregunta crucial a este ensayo ¿Es legítimo pensar que la vida
monástica tiene su orígenes en la tradición cristiana? A ella responderemos con una serie de
argumentos tomados del pensamiento de brillantes historiadores peritos en esta materia que
iluminaran nuestro entendimiento con la profundidad de sus estudios historiográficos, y así
descubriremos el origen de este peculiar estilo de vida, que sin lugar a dudas se ha desarrollado
en el cristianismo tanto en oriente como el occidente, floreciendo de manera abundante y en
muy variadas expresiones con singulares frutos de santidad, intelectualidad y proyección
espiritual y humana que aún hoy sigue enriqueciendo a la humanidad.
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Monaquismo en la India
En la India, afirma J. Monchanin, donde «el monacato es la más fiel expresión del genio
religioso hindú, de su ardor impaciente en la búsqueda la paz, en el encuentro del ser supremo,
en lo hondo de sí mismo, en lo hondo de todo, más allá de todo.»1 Es donde se desarrolla una
tradición monástica de peculiaridades propias y ricas en expresión ascética y mística que
sobrepasan nuestro criterio occidental pero que a la vez lo influyen con certezas validas de
trascendencia espiritual. Es allí en India donde mucho antes de la aparición del budismo y del
jainismo, existían muchos de monjes que no habitaban en monasterios, (porque no era una
forma establecida ni adoptada) sino que caminaban de una parte a otra, mendigando de puerta
en puerta el sustento diario, realizando duras penitencias ascéticas de ayuno y mortificación y
al mismo tiempo peregrinando hacia los santuarios más famosos de la India donde brindaban
culto a deidades tales como Brahama, Visnú y Shiva, triada principal entre los vedas. También
existían los monjes que preferían vivir en las profundidades de los bosques ocultos a la mirada
de la gente. Con la aparición en la historia de Buda y de Jiña que rompen la antiquísima
tradición brahmánica, con la enseñanza del camino de la renuncia monástica. Un camino
distinto al hinduista sobre todo por haber eliminado las castas. En esta forma de vida al inicio
itinerante y mendicante se comenzó a dar el proceso de cenobitismo y sometimiento voluntario
a la vivencia de una regla en donde la práctica de la pobreza alcanzo una aceptación notable.
1
MONCHANIN, J., y LE SAUX, H., Ermites, p. 33.
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Los nazareos en su contexto histórico presentan un parecido muy particular con los primeros
monjes cristianos que buscaban la soledad y el silencio que para ellos era una manifestación de
la presencia de Dios en ellos y que aceptaba sus vidas como donación.
«Los recabitas» por su parte fueron un grupo religioso extremista de las leyes y tradiciones
yahwistas. Estaban liderados por Rekab que luchaba contra el sincretismo idolátrico. Una
característica particular de este grupo fue su constante protesta contra la institución del
sedentarismo, no pretendían volver a la vida errante del éxodo, si no A las fuentes originales
de su tradición espiritual manteniendo los rasgos más puros de la fidelidad radical a la Alianza
de Yahweh.
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J. ÁLVAREZ GOMEZ, Historia de la Vida Religiosa, T. I Desde los Orígenes hasta la reforma
Cluniacense. Instituto Teológico de la Vida Consagrada. Madrid 1987. 86
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Los asideos son otro grupo importante surgido en los albores del antiguo testamento que en el
Primer libro de los Macabeos los define como hombres devotos o piadosos, celosos observantes
de la Ley. Este grupo se caracterizaba por una férrea oposición a la política de su tiempo, eran
amantes de la ley. Grupo integrado por sacerdotes, escribas y gente sencilla, estaban en contra
de toda influencia pagana que se infiltraba en las filas del pueblo elegido. Igual que los recabitas
también buscaban volver a espiritualidad original del pueblo de la Alianza.
Los esenios, grupo fundamentalista famoso por las descripciones que de ellos hacen los
manuscritos encontrados en el Mar Muerto, que los evidencia como un grupo ascético-radical
de tipo heterodoxo.
Podemos decir que los esenios no continúan la tradición de los asideos, tienen sus propias
peculiaridades, porque sus orígenes se remontan, al tiempo en que los asideos vagaban por el
desierto. Según los manuscritos de Qumram su forma de vida y su ideología fueron la base de
su espiritualidad. En estos rollos se describen tres documentos en los que se funda toda la
máquina de esta agrupación de carácter monástico a saber: La Regla de la Comunidad, La
Regla de la Congregación y el llamado Documento de Damasco".
El monacato cristiano.
Existen muchas versiones sobre el origen del monacato cristiano, muchos aseguran que
surgió en los albores del siglo IV como una respuesta de su tiempo al deseo de santidad entre
los cristianos de este tiempo que deseosos de una vida más perfecta, encontraron en la soledad
del desierto la respuesta a sus clamores.
Hay muchas historias heroicas de hombres y mujeres que iluminan esta premisa tales como
San Antonio, de San Pablo de Tebas, de San Hilarión, San Pacomio y San Benito de Nursia,
María de Egipto, Sara, Teodora, Sinclética, Melania, María hermana de Pacomio, Marcela,
Macrina hermana de Gregorio de Nisa, que siguiendo la vitalidad de una regla emanada del
corazón del evangelio, fundaron grandes familias monásticas, algunas aun hoy vigentes, otras
ya extintas.
El centro culmen de la vida monástica desde el cristianismo es la imitación de Cristo en el
Desierto, donde iluminado por el Espíritu Santo es capaz de vencer las tentaciones del maligno
y salir victorioso en las batallas, para los primeros monjes este ideal de perfección se encontró
en la vida eremítica al inicio y en los grandes cenobios después.
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En el oriente los padres y madres del desierto impulsaron este singular estilo de vida
desapegados de todo afecto humano y toda posesión material, sin más tesoro que el Evangelio
de Cristo, y el firme deseo de imitar sus virtudes. En occidente surge la familia Benedictina
que siguiendo la regla de San Benito ilumino a la humanidad por muchos siglos custodiando
los grandes acervos culturales y religiosos en sus grandes bibliotecas preservando el saber de
muchas generaciones en su silencioso apostolado del «scriptorum» donde copiaban bibliotecas
enteras preservando el tesoro de la sabiduría del cual grandes porciones han llegado hasta
nosotros.
Así pues, partiendo de los datos anteriores, podemos establecer diferencias y semejanzas entre
la forma de vivir la vida monástica en las diversas culturas y determinar si el origen del
monacato es absolutamente cristiano o este tiene sus orígenes en otras concepciones religiosas
vemos ciertamente hay algunas semejanzas con el monacato cristiano sobre todo en dos puntos,
la búsqueda de la trascendencia y la vivencia de una regla.
A este respecto son iluminadoras las palabras de Jesús Álvarez Gómez en su obra «Historia de
la Vida Religiosa»3 quien citando la obra de otro grande de la historia, el protestante H.
Weingarten, titulada El Origen del monacato en la época post-constantiniana. En donde afirma
que la primacía del monacato no es cristiana ni tampoco monopolio exclusivo de la Iglesia
católica, Jesús Álvarez Gómez nos expone esta tesis de la siguiente manera:
Weingarten negaba el origen cristiano del monacato por considerar como piadosas leyendas
las vidas de San Antonio, de San Pablo de Tebas, de San Hilarión y, en general, todas las
fuentes del monacato cristiano primitivo, las cuales habrían sido compuestas con la
intención de ocultar los orígenes y las influencias paganas, o en el mejor de los casos judías,
del monacato cristiano. Weingarten apoyaba su tesis en las semejanzas y paralelismos
existentes entre esta forma de vida tan influyente en la Iglesia católica y las formas de
algunas instituciones monásticas de religiones anteriores al Cristianismo.
Motivados por estas palabras podemos decir que ciertamente el origen y la legitimidad de
la vida monástica no es monopolio cristiano y mucho menos de una tradición cristiana,
es un tesoro de toda la humanidad, esta peculiar forma de vida haya sus orígenes con el
hombre mismo y su deseo de perfección y evoluciona con el desarrollo del pensamiento
religioso en sus aspiraciones más variadas.
3
J. ÁLVAREZ GOMEZ, Historia de la Vida Religiosa, T. I Desde los Orígenes hasta la reforma
Cluniacense. Instituto Teológico de la Vida Consagrada. Madrid 1987. 36-37
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Conclusiones
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AGUSTÍN, Las Confesiones 1, 1, 1.