Sei sulla pagina 1di 4

Brunt cap 5

Reforma y reacción 133 - 79.

La avaricia de la clase gobernante se reflejaba en la miseria y el descontento de las masas,


y en el contexto del malestar, algunos hombres iban a hacer naufragar el orden establecido.

Tiberio se interesó por el empobrecimiento de los ciudadanos y el aumento de la mano de


obra esclava. Los esclavos no podían utilizarse para luchar por Roma, como se podía hacer
con el propietario libre en casos de emergencia. Y la continua reducción del número de
campesinos que iban convirtiéndose en labradores sin tierra, sino que constituían también
una amenaza para la futura propagación de la raza italiana. Los indigentes no se podían
permitir casarse o criar niños, los que nacían eran abandonados y, o bien morían, o eran
criados como esclavos.

Tiberio intentó hacer revivir al campesinado del que se reclutaban los miembros de las
legiones.

Proyectaba distribuir la tierra pública entre los pobres, de la que grandes extensiones
habían sido ocupadas sencillamente para cultivo exclusivo de propietarios o servía como
terreno de pastoreo común. La mayor parte de la tierra pública había pasado a manos de
los ricos. Los que ocuparon la tierra terminaron considerándola como propia y la utilizaron
como dote, la hipotecaron y la vendieron.

El plan de Tiberio fracasó simplemente porque sus beneficiarios no estaban habituados a


trabajar en el campo.

El proyecto de ley fue promulgado y se designó un triunvirato que tenía plenos poderes para
medir la tierra pública, decidir en toda disputa sobre títulos y distribuir parcelas entre los
pobres.

Una vez promulgada la ley agraria, los partidarios rurales de Tiberio habían abandonado
Roma, y como las elecciones se celebraban en tiempos de cosecha, no podía contar con su
regreso. Intentó congraciarse con el proletariado urbano con la propuesta de reducir el
período del servicio militar y la de transferir los derechos judiciales del Senado a los Equites.
Muchos de sus colegas se opusieron a su reelección. Finalmente, Tiberio fue muerto a
palos junto con muchos de sus partidarios.

El Senado no se aventuró a anular la ley agraria.

Cayo promulgó en el año 111 una ley sobre las tierras públicas que reemplazaba a la de su
hermano Tiberio. Meramente incorporó enmiendas dictadas por la experiencia. Se
estableció una colonia en la parte fértil de Cartago porque se creía que en África se podía
obtener buenas cosechas. Las colonias italianas estaban reservadas a los ciudadanos más
respetables. Tal vez las colonias no estuvieran destinadas al sometimiento de labriegos sino
para lucro de los hombres de sustanciales recursos.
También dictó una ley según la cual debía ser reclutado los muchachos de menos de 18
años y la de que se debía dar ropa gratuita a los soldados, esta ley beneficiaba al
campesinado, que era el proveedor de legionarios. La segunda ley quedó en el olvido
después de su muerte.

La ciudades, hasta entonces exceptuadas debieron pagar un diezmo sobre la producción.


También existían derechos de aduana y tasas sobre el ganado que cobraban diferentes
compañías. En ausencia de una administración pública, el empleo de publicanos parecía
necesario. Todos los publicanos eran opresores.

Los miembros de la corte, que iniciaban procesos por extorsión contra los magistrados
romanos y los gobernadores provinciales, eran senadores y en algunos juicios recientes
habían mostrado ser demasiado parciales para con miembros de su propia clase como para
hacer justicia. Cayo transfirió el derecho de ocupar un asiento en los altos tribunales a los
equites. (como una manera de conseguir el apoyo de estos)

Graco promulgó una ley que impedía a los senadores la iniciación de juicios por extorsión,
pues su parcialidad estaba probada y otra que daba a los senadores y equites igual derecho
a integrar las listas de personas para juzgar casos civiles y criminales. Esta última fue
ignorada por la mayor parte de las autoridades. En el pasado los equites habían tenido que
ceder ante el Senado, pues eran sus jueces en los casos civiles y criminales más
importantes. Para que los equites fueran verdaderamente independientes, tenían que tener
participación en toda jurisdicción, aunque no hubiera resultado prudente ni aprobable
eliminar por entero a los senadores de la tarea, pues ellos eran quienes tenían más
experiencia y conocimientos legales.

Estas medidas judiciales no fueron populares. Una sola de ellas fue adoptada por la
mayoría de una sola tribu entre un total de treinta y cinco.

Cayo estaba decidido proteger al pueblo contra el ejercicio unilateral de la justicia por una
corte senatorial que había provocado la muerte de los partidarios de su hermano.
Probablemente su primera medida fue declarar por ley que no podía someterse a juicio la
vida de ningún ciudadano, salvo que el pueblo lo ordenara. Lo que permite que el pueblo
formara tribunales permanentes para juzgar algunos delitos (como el asesinato)

Otra ley muestra que toda la tierra antes “ocupada” pasaba ahora a ser propiedad privada.
La mayor parte del resto de las tierras públicas se reservaban para el libre pastoreo, lo cual
no significaba que los ricos no podían cercarlas ilegalmente y cultivarlas. El resultado total
fue que los pobres “perdieran todo” y quedaron reducidos a una situación de desempleo.
Otros campesinos no desposeídos todavía en el 133, con propiedades menos generosas,
estaban siendo arruinados por las viejas causas, en particular era frecuente la expropiación
violenta.

El problema agrario, que los Gracos no pudieron resolver, no desapareció. Se volvió más
agudo todavía al adquirir una nueva forma, la exigencia de asignaciones por parte de los
veteranos, provenientes ellos mismos del proletariado rural, exigencia que tenían el poder
de imponer si sus comandantes se mostraban dispuestos a respaldarlos. El Senado triunfó
sobre los Gracos con la espada, pero la espada iba a pasar a otras manos.

La destrucción de Tiberio y de toda su política como tribuno dividió al pueblo en dos partes.
Los plebeyos, que ahora significaba los pobres, contra la facción de la “nobleza”, los “pocos”
que dominaban el Senado y pretendían conservar esa autoridad; en ocasiones identifica
virtualmente la facción con el Senado. Estos hombres tiranizaban al Estado; los plebeyos
buscaban la libertad, algunas veces esta libertad era verse libre de la opresión y otras era la
participación en el poder político.

Para Cicerón la división se da entre “populares”, a quienes califica de sediciosos , con


frecuencia este lugar lo ocupan los Gracos, al parecer era Cayo quien más merecía ese
nombre. Los optimates incluyen toda la clase de la que provienen los senadores, la nobleza
campesina, los comerciantes y aun los libertos. Son optimates todos los que en política
cumplen con el deber de servir a los deseos, los intereses y las opiniones de los “buenos y
los prósperos”.
Los populares solían proponer, en desafío con el Senado, la distribución de tierras y de
granos o la disminución de las deudas; los optimates se resistían en nombre de los
derechos de propiedad o la economía pública.
Los optimates, eran por cierto, oligárquicos. Los populares, democráticos.
Ni los populares ni los optimates constituían partidos de una vida permanente. El Senado se
mantenía casi siempre dividido en facciones, y actuaba en respuesta de disputas privadas,
compitiendo por los cargos o discutiendo sobre cuestiones transitorias relativas al momento.
Pero estas facciones tendían a unirse cuando la autoridad o los intereses del conjunto
estaban en peligro. El Estado estaba dividido fundamentalmente en dos partes: si esta
división se manifestaba intermitentemente, era porque el hombre común sólo hallaba jefes
de modo esporádico.
Los equites habían ayudado al Senado a destruir a Cayo Graco. La alianza no tardó en
disolverse. Una larga guerra movida por la indignación pública, da inicio después de que un
ambicioso príncipe africano masacrara a los italianos que intervinieron en su contra. Tras
un intento de negociación, en el 110 son derrotados bajo sospecha de soborno y una ley
tribunicia quizás integrada por equites desterró a hombres eminentes y un “hombre nuevo”
Cayo Mario fue electo Cónsul, el voto de las tribus lo eligió, era el favorito de los artesanos,
entró respaldado por los Equites, de origen ecuestre.
Desde el 107 los proletari fueron incorporados a las legiones. Con muy escasas o ninguna
propiedad, estos proletarios rurales debieron ser arrendatarios o labriegos sin tierras, pero
su indigencia era sólo marginalmente mayor que la de muchos campesinos que antes
habían sido considerados aptos para el reclutamiento, que seguía siéndolo todavía y que
quedaban a menudo arruinados en el transcurso del servicio militar. La incorporación de
proletariado explica de por sí la proposición de dar tierras a los veteranos.
En el 95 los cónsules habían promulgado una ley por la que se investigaba la legitimidad de
una acusación según la cual algunos italianos habían usurpado la ciudadanía romana.

Italia había gozado de paz interina durante unas cuatro generaciones. En el 90 y el 89


Roma debió recurrir a los nacidos libres de la ciudad de Roma para que prestaran servicios
de campaña y en las guarniciones debió incluso utilizar libertos. Al final, casi toda Italia
estaba sumida en la lucha. Se incendiaron y se saquearon muchas ciudades. Roma había
tenido que conceder la ciudadanía a los italianos leales, particularmente a los latinos.
Al conceder la ciudadanía a los aliados leales, el Senado había tratado de anular su poder
político incluyéndolos a todos en unas pocas tribus cuyos votos podían superarse siempre.
Los Equites favorecieron los reclamos de los nuevos ciudadanos con el objeto de impedir el
riesgo de mayores desórdenes.
Sila fue siempre un optimus devoto de la supremacía del Senado. En el 88 promulgó
nuevas salvaguardias constitucionales para su poder.
Durante los años 86/84, Cinna y sus amigos controlaron Italia, pero una vez en el poder,
concedieron muy escasa atención a los derechos del pueblo. No tenían política ni principio
alguno.
En el 83 regresó Sila decidido a vengarse. Cinna había sido ya muerto por los soldados a
los que había intentado llevar al este, anticipándose a Sila en una ofensiva. Sila no tardó en
poner en claro que no era su intención privar a los nuevos ciudadanos de sus derechos,
aunque algunos no confiaron en sus promesas. En el 83/82 Sila controlaba extensas partes
de Italia. Se había nombrado a si mismo dictador, sin límite de tiempo y con poder
legislativo. Se habló de tiranía. A principios del 78 murió repentinamente.
Las comunidades que habían intervenido a favor de los vencidos sufrieron la confiscación
de tierras y los habitantes de algunas de ellas se los privaron de la ciudadanía. Sila no
cumplió la promesa de observar los derechos de los nuevos ciudadanos.
Al confiscar la propiedad de los proscritos y las de los que habían muerto luchando contra
él, acrecentó bastamente el dominio público. Sila fue el que más se benefició de todos.
Además de tierras, sus adquisiciones incluían esclavos. También se otorgaron asignaciones
de terrenos a sus soldados. Sila deseaba ubicar a sus ciudades en colonias en las que
pudieran mantenerse juntos a varios miles de soldados con el objeto de poder movilizarse
rápidamente en caso de que su régimen se viera amenazado.
El proyecto constitucional de Sila, era atrincherar la autoridad del Senado contra la plebe y
los Equites por igual.
La plebe no tenía poder alguno a no ser que pudieran hallar a un jefe entre los magistrados,
generalmente, los tribunos. Sila privó a los tribunos del derecho de propiciar leyes. A Sila le
pareció entonces adecuado atacar además los intereses de los pobres. Abolió la
distribución de granos y dejó que el proletariado urbano recurriera a las grandes casas
como único alivio a sus miserias.
A los Equites se los privó de sus derechos judiciales, pero no de sus contratos para cobrar
tasas. Había que ampliar al Senado para integrar las cortes. Sila reclutó a “lo mejor de entre
los Equites” para fortalecerlo con un número de quinientos o seiscientos; el enrolamiento
automático de veinte cuestores anuales a la edad de treinta años o más, debía mantenerlo
en ese número. En este aspecto, no modificó significativamente los derechos del pueblo, ni
siquiera se anularon las leyes de la balota. Pero los cargos altos siguieron siendo de la
nobleza, que era poseedora de la mayor riqueza y del patronazgo.
Sila había sido un tirano, “un señor del lujo, la avaricia y la crueldad”. Fue duro para los
Equites, la multitud urbana, los desposeídos y los nuevos ciudadanos y no logró
recompensar a los ciudadanos.

Potrebbero piacerti anche