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Universidad Católica Juan Pablo II

Managua-Nicaragua

Catedrático: Pbro. Uriel Sandy

Asignatura:

Escritos Proféticos

Trabajo:

El profeta Ezequiel

Elaborado por:
Gabriel Antonio Chávez Carballo
El Profeta Ezequiel

El profeta Ezequiel es un personaje interesante para cualquier lector ya sea por todos los problemas
literarios que la crítica moderna a develado de su obra, así como por la fascinación que ha causado en
otros ámbitos psicológicos y paracientíficos, que en cierta manera dejan ver la calidad de obra y la
complejidad de su contenido. Su contenido, sus expresiones, la constante presencia de elementos
proféticos, jurídicos, religiosos hacen de la obra ser único entre la literatura profética de la Biblia1.
I. Ezequiel
Nos encontramos ante un profeta que era sacerdote del Templo de Jerusalén (Ez 1,3) y que se
convirtió en portavoz del Dios de Israel en tierra extranjera, en Babilonia2. Ezequiel (en hebreo
Yejezque'el; «Dios conforta») de hecho, era de la clase sacerdotal, y fue llevado a Babilonia como
cautivo en 598 a.C, juntamente con el rey Jeconías y parte de la aristocracia judaica, lo que supuso no
ejercer su ministerio sacerdotal. No sabemos qué edad tenía Ezequiel cuando fue deportado. Según
Flavio Josefa 8 era todavía un niño; en este caso debió de nacer entre el 610 y el 6053.
Según el mismo nos dice, moraba en una localidad llamada Tell- Abib, junto al río Kebar (o Náru
Kabaru, de las inscripciones cuneiformes), al sur de Babilonia. Allí vivía con su esposa, participando
de las penas de los exilados. La muerte de temprana de su esposa fue tomada como un símbolo de
Dios para Israel.
En el año quinto de su cautividad (593), mientras se hallaba a orillas de dicho río, fue llamado
misteriosamente al ministerio profético, que ejerció durante veintidós años. Su último escrito datado
es del 572 a. C. (año 27 de su traslado a Babilonia). No sabemos cómo ni cuándo murió. Según una
tradición antigua judaica, fue muerto por un juez del pueblo que habla sido reprendido por el profeta4.
II. Semblanza personal del Profeta
La personalidad de Ezequiel es una de las más extrañas y complejas del A. T. Pero al mismo tiempo,
una de las más imponentes y excepcionales. A partir de Klostermann, han sido muchos los críticos
que han querido ver en Ezequiel un enfermo mental con un psíquismo anómalo, rayano en la
esquizofrenia. Lo cierto es que es un místico, tiene frecuentes visiones (1,13,15; 3,16a.22ss; 8-11; 37,1-
14; 40-48), en las que actúa y participa. Más que ningún otro profeta realiza acciones simbólicas y
mímicas (batir palmas, bailotear). Es propenso al abatimiento, aunque otras veces se muestra casi
insensible. Durante un período relativamente largo pierde el habla.
Siente como nadie la tragedia de su pueblo (9, 8; 11, 13). Sin embargo, su misión le exige revestirse
como de una careta de rigidez e insensibilidad. Vive en una tensión continua entre sus sentimientos y
su misión. Tiene una imaginación desbordante, como lo demuestran sus imágenes grandiosas, a veces,

1 Cf. RAYMOND BROWN. JOSEPH FITZMEYER. ROLAND E. MURPH. Nuevo comentario al Antiguo Testamento.
Ed. Verbo Divino. Estella (2005). P. 466.
2
JESÚS ARSUMENDI. El profetismo. Ed. Desclee de Brouwer. Bilbao, 1987. P. 57
3
LUIS ALONSO SCHOKEL-JUAN LUIS SICRE. Comentario a los Profetas. Tomo II. Ed. Cristiandad. P. 10
4
MAXIMILIANO GARCÍA CORDERO. Libros proféticos. Comentario Bíblico por profesores de salamanca. Tomo
III. Ed. BAC. Madrid, 1961. P. 778
sobrecargadas y hasta incoherentes (17). Y al mismo tiempo, es metódico, frío y objetivo. Capaz de
analizar hasta en sus más mínimos detalles un problema por complicado que sea5.
Ezequiel ha reunido en su persona al sacerdote, al profeta de acción y al visionario. Su mensaje y,
sobre todo, su expresión han quedado marcadas por estas tres realidades. Al sacerdote debe su
preocupación por el templo y por la ley (8). Su visión del Israel restaurado (40-48). Su insistencia en
los pecados cultuales (20). Su vocabulario muy semejante al del Código de Santidad (Lev 17-26)6
III. Ambiente histórico
La situación política internacional de la época de Ezequiel es similar al de Jeremías. Después del
colapso del imperio asirio en 612, en que tiene lugar la conquista de Nínive por Nabopolasar (625-
605), caudillo babilonio, auxiliado por los medos, Egipto quiere conquistar la zona de influencia en las
antiguas provincias conquistadas por Asiria; por ello, Necao II, en 609, sube, a través de Palestina y
Siria, al encuentro de los ejércitos medo-babilónicos. Al pasar por Megiddo, junto al Carmelo, le sale
al paso el rey Josías de Judá, que muere en el combate (609 a. C); le sucedió su hijo Joacaz, pero éste
fue depuesto por Necao II, que había establecido su cuartel general en Ribla, sobre el Orontes (Alta
Siria).
En su lugar colocó en el trono de Jerusalén al hijo de Josías, Eliaquim, al que cambió el nombre
en Joaquim (609-598). Poco después el faraón fue vencido en Carquemis (606 a. C.) por las tropas
acaudilladas por Nabucodonosor, hijo de Nabopolasar. En 605 muere Nabopolasar, y su hijo le sucede
en la dirección del nuevo imperio. Después de derrotar a los egipcios, Nabucodonosor hizo una
incursión por Palestina (606-5). En el 603, el rey de Judá, Joaquim, confiado en Egipto, se
insurreccionó contra el monarca caldeo, y éste se limitó de momento a enviar partidas de soldados que
devastasen Judá.
En 598 puso sitio formal a Jerusalén, durante cuyo asedio murió el rey Joaquim, y le sucedió su
hijo Joaquín o Jeconías, el cual se rindió a los tres meses de reinado, siendo deportado con la
aristocracia del país a Babilonia, y entre los cautivos estaba el propio Ezequiel. Las tropas caldeas
saquearon el templo, llevándose los vasos sagrados. El vencedor puso de rey en Jerusalén a Matanías,
hijo de Josías, cambiándole el nombre en Sedecías (598-586). Al principio éste se mantuvo sumiso a
Babilonia, pero por instigación del faraón Hofra se unió a una liga anticaldea organizada por Amón
y Tiro. Las tropas de Nabucodonosor volvieron al asedio y tomaron la ciudad en julio-agosto de 586.
La ciudad fue totalmente arrasada con su templo, y las fuerzas vivas de la población fueron
deportadas, quedando sólo en el país los labriegos y peonaje. Sedecías, capturado por los babilonios,
fue llevado a Ribla, donde delante de Nabucodonosor le sacaron los ojos después de asistir al asesinato
de sus hijos. Después fue deportado. Con ello la catástrofe nacional del pueblo judío llegó a su colmo,
y la crisis de la conciencia nacional fue el problema con que tuvieron que enfrentarse los profetas
Jeremías en Palestina y Ezequiel en el exilio7.
IV. Formación del libro8

5 JOSÉ PÉREZ CALVO. Profetas exilióos y post-exilico. Curso Bíblico a distancia. Madrid, 1972. P. 23.
6 Ibíd. JOSÉ MARÍA ABREGO El Profeta Ezequiel. Ed. Desclée de brouwer. Madrid. 2011.
7
MAXIMILIANO GARCÍA CORDERO. Libros proféticos. P. 780
8 Ibíd.
El contenido literario de Ezequiel difiere bien de los libros de Amos, Oseas, Miqueas, Isaías y
Jeremías. En éstos, lo esencial es el oráculo, o manifestación oral del profeta, puesta por escrito con
todo su vigor e independencia. En el libro de Ezequiel, en cambio, parece que nos encontramos con
un escritor que con estilo difuso y diluido va llenando páginas a base de descripciones de visiones y
acciones simbólicas.
Se le ha llamado «profeta de gabinete», porque en sus escritos no está el «oráculo conciso y
nervioso de los antiguos profetas» predominando la prosa deslavazada. Pero Ezequiel, más que
escritor, es ante todo un predicador que dialoga con su auditorio y que realiza acciones simbólicas ante
ellos. Bajo esta forma «es el más vivo, el más concreto de todos los profetas». Pero debemos descubrir
también al escritor que redacta sus oráculos para sus contemporáneos. Habla siempre en primera
persona, y de hecho hay unidad sustancial de estilo en todos los escritos que se le atribuyen. La
tradición judaico-cristiana ha sostenido siempre la autenticidad de sus escritos, como obra del profeta
del exilio, que trabajó en la formación del alma judía después de la catástrofe nacional. Sin embargo,
esto no quiere decir que el libro suyo, tal como hoy ha llegado a nosotros, sea obra redaccional
definitiva del profeta.
A pesar de un orden lógico general, hay, como hemos indicado, trastrueques y desajustes en el
texto, y estas anomalías han dado lugar a teorías excéntricas respecto del origen del libro de Ezequiel.
Así, hay quien adjudica al profeta del exilio sólo las partes poéticas, mientras que la masa prosaica
sería obra de un redactor del siglo V. Incluso se ha supuesto que la redacción final del libro es del siglo
III a. C , obra de un anónimo que habría presentado los hechos como ocurridos en el siglo VII a. C.
Autores más moderados, como Herntrich y Bertholet, suponen que el libro de Ezequiel es de la época
inmediata anterior o posterior a la caída de Jerusalén (597-6).9 Esta opinión ha sido aceptada por
muchos autores aun católicos; pero, pasada la primera impresión de novedad, las cosas van volviendo
a la tesis tradicional, ya que, si la nueva teoría parece dar razón del sentido de algunos textos, que
parecen intercalaciones redaccionales posteriores, por otra parte, aplicada como tesis general al libro,
crea mayores problemas de composición. Por ello creemos que es preferible mantener la posición
tradicional, que considera a Ezequiel como autor de todo el libro (con ligeras excepciones) que lleva su
nombre, y también es mejor suponer que el profeta desarrolló su ministerio desde el principio entre los
exilados de Babilonia, como se desprende de sus oráculos y escritos.
V. Vocación de Ezequiel
Vocación y misión del profeta (cc. 2-3). Ante la escena descrita, el profeta cae sobre su rostro en
tierra (1, 28). El hecho evidencia su conciencia de la trascendencia divina ante la que se siente como si
fuera nada, débil e incapaz de sostenerse en pie. La llamada es seguida de la misión, descrita en
términos que resaltan el drástico rechazo que seguirá por parte del pueblo al anuncio del mensaje
profético (2, 3-9). El gesto simbólico de comer un «libro en forma de rollo» (probablemente, de hojas

9El primero distingue dos autores, uno de los 39 primeros capítulos, que sería un profeta que vivió en
Jerusalén en los años críticos que precedieron a la des trucción de la ciudad. Los c.40-48 serían, pues, obra
de un redactor posterior a la época del exilio. El segundo cree que es Ezequiel el autor de todo el libro, pero
que lo concerniente a la predicación anterior a la caída de Jerusalén fue escrito por él cuando habitaba en
Palestina, mientras que los oráculos y escritos de restauración que siguieron a la destrucción de la Ciudad
Santa fueron escritos por él mismo en Babilonia. Supone que Ezequiel es el autor sustancial, en cuanto que
dejó resúmenes esquemáticos de sus profecías que fueron amplificados y publicados con su nombre por
redactores posteriores que pertenecían a su escuela profética
de papiro expresa la necesidad de que el profeta se deje llenar, primero, por la palabra de Dios para
poderla comunicar a los demás (3, 1-15). La circunstancia de estar escrito por «el haz y el envés» (2,
10) subraya la amplitud y profundidad del mensaje.
El tema de la llamada va unido a la responsabilidad de anunciar el mensaje (3, 16-21). La misión
de Ezequiel debe ser como la del «centinela», que advierte al pueblo cualquier ataque imprevisto: debe
anunciar la palabra de Dios, independientemente de su acogida por parte del pueblo. No es
responsable de la acogida del mensaje, pero sí de comunicarlo: si transmite fielmente la palabra divina,
salvará su vida; si no la comunica, será responsable de la suerte del malvado. El esquema expositivo
aparece en otros lugares del libro, particularmente en el anuncio de la responsabilidad personal
(especialmente cc. 18 y 33).
El forzado silencio del profeta (3, 22-27) será, por esto, un signo dramático del castigo reservado
a quien se obstina en rechazar la palabra de Dios.
VI. Teología e influencia de Ezequiel10
La nota teocéntrica. Esta nota es particularmente sensible en el escrito de Ezequiel. La trascendencia
de Yahveh está marcada en la visión inaugural (omnipresencia, omnisciencia, omnipotencia del
completamente otro): en la apelación habitual de «hijo de hombre»; en la denunciación del pecado de
soberbia (cap. 28); en las numerosas expresiones sobre el honor del nombre de Yahveh; en el hecho de
que el templo es en primer lugar su morada y como la introducción a su «santidad»; en la concepción
de la historia que lleva adelante con sus «días»; en el hecho de su gracia creadora que anuncia ya a san
Pablo. El restablecimiento nacional irá seguido de la conversión (36,28-31); será, pues, gratuito. El
pueblo de Dios, pueblo cualitativo.
a) La liquidación del pasado. Israel había pecado desde los orígenes; su fuente era impura. Ya en
Egipto no comprendió que Yahveh era un Dios celoso. La imagen del matrimonio y del adulterio
traduce la realidad de la alianza tal como fue practicada, evoca la imagen de la contaminación (tame'):
la historia de Israel es la de su pecado, al que sigue adherido. Así pues, el juicio se impone. La
generación actual sigue ligada a las faltas ancestrales y les da todavía más resalte: Jerusalén es el lugar
donde se ha concentrado el pecado. El juicio será allí inexorable y radical. Ezequiel es el notario de
este acto de Dios. Aquí coincide con Amos. Sin embargo, él también yuxtapuso a la primera idea, la
idea de un castigo selectivo (14,21-23; 8,6): es como el anuncio de lo que va a desarrollar a
continuación.
b) El «resto». Poco tiempo antes de la catástrofe necesaria, meditó sobre la cualidad de los
miembros del nuevo pueblo (18). Declaró abolido el axioma de la reversibilidad de las penas e instauró
la doctrina de la remuneración individual. La reversibilidad de las penas había sido hacía tiempo
borrada del derecho civil (2Re 14,5-6; Dt 24,16); el gobierno divino hereda de este progreso. Por lo
demás, la predicación profética (llamamiento al arrepentimiento personal) y la vida de los profetas
(notablemente Jeremías) han contribuido ya poderosamente a hacer descubrir el valor del individuo.
El ministerio de Ezequiel se presenta como casi pastoral desde el año 586. En adelante hay que
formarse un corazón nuevo (18,31). E1 voluntarismo judío está aquí en su centro y un día hablará de
«la alegría de los mandamientos». De hecho, la observancia de los mandamientos tiende a aparecer
como lo esencial de la actitud religiosa, Ezequiel gusta de recordar los decálogos que totalizan

10 A. ROBERT. A. FEUILLET. Introducción a la Biblia. Tomo I. Ed. Herder. Barcelona. 1967


confusamente los aspectos religiosos y morales, y las prohibiciones sexuales (cf. el código de santidad,
Lev 19). Resulta de ahí un rigorismo moral que será característico del alma judía: ésta tendrá la
religión de las observancias, y la liturgia de la expiación tendrá más tarde la función cotidiana de
borrar los pecados. Entre las observancias hay que notar la importancia dada al sábado.
c) El corazón nuevo (36,23-28). Una iniciativa divina va a crear en cada israelita la posibilidad
misma de ser miembro de la nueva alianza: comprende un perdón inicial, luego el don de un «espíritu»
nuevo, ordenado a la realización de la moralidad. En estas fórmulas se puede descubrir el pensamiento
y la expresión de Jeremías6. Ahí está verdaderamente el meollo de la profecía de Ezequiel. Se piensa
en el pueblo de mañana. Pero, como Isaías y Sofonías, Ezequiel trata ya de formarlo y es muy posible
que el salmo 51 (Miserere) naciera en su esfera de influencia.
El pueblo de Dios, pueblo mesiánico.
a) El nombre de Israel. La denominación «Israel», frecuente en Ezequiel, no es una designación
política, sino religiosa. Es el nombre del pueblo de la alianza, en los tiempos del desierto como en los
tiempos de la salud. Designa de hecho la gola, compuesta de judaítas: éstos constituirán la pars potior
del nuevo pueblo. En Ezequiel la expresión designa sólo en dos lugares el reino del norte: 4,4-6 (donde
parece secundaria la mención de Judá) y 37,16.
b) El Mesías. El esquema bipartito Israel-Judá se halla sólo en este último pasaje. Entonces se
habla del rey (melek) del porvenir, porque se evoca naturalmente a David en la representación de la
doble monarquía. Pero a este propósito hay que notar que «las referencias a David son bastante
automáticas y carecen del calor que les comunicaba Isaías» (Steinmann). No es ése el esquema
preferido por Ezequiel.
c) La Iglesia de Israel. Ezequiel, por el contrario, esboza la restauración según el esquema de las
doce tribus. Quizá responda a ello la designación como Nasi, del príncipe de la restauración. Ya hemos
visto el detalle de la tóráh de Ezequiel (cap. 40-48): «en el fondo, su verdadero Mesías es el templo»
(Steinmann). Yahveh mismo dicta su trazado y sus leyes: así reaccionarán los redactores del código
sacerdotal asociando las reglas rituales a las teofanías del Sinaí. Con esta visión, el profeta influyó
poderosamente en el porvenir de Israel.
Universalismo y particularismo.
Lo que Yahveh hace por Israel, interesa a las naciones: Israel es el pueblo testigo. Pero no es el
pueblo misionero que evocará un discípulo de Ezequiel, el Segundo Isaías. El retorno de Israel a su
tierra lavará al nombre de Yahveh de una especie de deshonra, pero no acarreará la conversión de los
goyim. Asimismo el triunfo sobre las naciones extranjeras — «servicio» que pedirá Yahveh a un
pueblo que será «el azote de Dios» — entra en un plan vengador. Los epígonos de Ezequiel no lo
olvidarán.
Ezequiel, padre del judaísmo.
Padre del judaísmo, Ezequiel lo es por muchos títulos, aunque es delicado apreciar su aportación
personal, que a veces no hizo sino acentuar perspectivas ya abiertas. Orquestó a Jer 31,31-34, así como
las prescripciones del código de santidad: heraldo de la gracia y heraldo del voluntarismo, portador de
una tradición compleja que nos transmitió enriquecida y clarificada por su genio de teólogo. Los
círculos sacerdotales de la cautividad, Esdras, los apocalípticos serán sus discípulos. Se le deberá, en
parte, el culto del templo y de la ley, el gusto de la «santidad» y el horror de la «contaminación», la
concepción de Israel como Iglesia, las ideas particularistas, el tema y el estilo apocalípticos que
caracterizarán las visiones de Zacarías y de Daniel. Los sabios heredarán de su problemática de la
retribución; pero Job y qdhelet irán más lejos que él, situándose en el mismo terreno.

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