En principio basándonos en el concepto de Guillermo Cabanellas en el que señala

que la interpretación jurídica es “aquella que pretende descubrir para sí mismo

(comprender) o para los demás (revelas) el verdadero pensamiento del legislador
o explicar el sentido de una disposición”, podemos decir entonces que la
interpretación es aquel acto de esclarecer, desentrañar o explicar el sentido de
algo. En la filosofía el concepto de interpretación es de igual forma un trabajo de
descubrimiento o hallazgo sobre un significado de un conjunto de signos, es decir
una expresión. Teniendo en cuenta lo antes mencionado y llevándolo al plano
jurídico, encontramos que la interpretación jurídica nace de la necesidad de
aclarar y explicar de la mejor manera posible, aquella norma que causa confusión
es contradictora, o de aquellas simplemente el aplicador de la norma no logra
comprender la intención final del legislador al crearla. Por lo que es necesario
interpretar no la forma de expresión en sí, si no su sentido, su significado real,
descubrir el sentido que encierra, y de este sentido, del significado de la norma,
dependerá entonces si la misma puede ser aplicada o no al caso bajo análisis. Por
esta razón Luis Recasens afirma que “sin interpretación, ni siquiera habría
posibilidad de que existiera orden jurídico alguno” Pues si bien las normas
generales hablan en términos relativamente generales y abstractos, las realidades
sociales en las cuales se debe cumplir y aplicar esas leyes, son siempre
particulares y concretas. Por tanto, para poder cumplir o aplicar una norma es
ineludiblemente necesario convertir la regla general en una norma individualizada,
transformar los términos abstractos en preceptos concretos. Y esto es
precisamente lo que se llama interpretación. Para Kelsen la Interpretación es

una operación del espíritu que acompaña al proceso de creación del derecho
al pasar de la norma superior a una inferior. Según Kelsen no sólo se
interpreta cuando el juez va a aplicar la ley, emitiendo así la norma individual
referida al caso concreto que viene a ser su sentencia, sino también cuando
el Poder legislativo legisla, para lo cual tiene que aplicar la Constitución y
para cuyo efecto no puede dejar de interpretar la Carta magna.