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147-2014/20-2015/26-2015/34-2015

Inconstitucionalidad
Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia: San Salvador, a las catorce horas con
cuarenta minutos del día nueve de noviembre de dos mil dieciséis.
Los presentes procesos constitucionales acumulados han sido promovidos, el primero –Inc.
147-2014–, por los ciudadanos Julio Enrique Vega Álvarez y Mirna Sofía Vega Fratti; el segundo
-20-2015–, el tercero –26-2015– y el cuarto –34-2015–, por el ciudadano Salvador Enrique
Anaya Barraza, a fin de que este tribunal declare la inconstitucionalidad por vicios de contenido
de los arts. 7, inc. 3° letra b), 33 letras a) y j), 34 letra o) y 42 inc. 1° de la Ley de
Telecomunicaciones –en adelante LT–, aprobada mediante el Decreto legislativo n° 142, de 6-XI-
1997 y publicada en el Diario Oficial n° 218, tomo 337 de 2I-XI-1997, y reformada por el
Decreto Legislativo n° 787, de 28-VIII-2014, publicado en el Diario Oficial n° 176, tomo 404, de
24-IX-2014, por la supuesta contradicción con los arts. 11, 12 y 15 de la Constitución, que
consagran los principios de culpabilidad, reserva de ley y ne bis in idem.
Las disposiciones de la Ley de Telecomunicaciones impugnadas, prescriben lo siguiente: "Concesión para el
servicio público de telefonía
Art. 7.- [...] Las concesiones para la explotación del servicio público de telefonía sólo podrán ser revocadas por
cada una de las siguientes causas:
b) Por haber sido sancionado por cometer tres infracciones calificadas como muy graves en la 1ey, dentro de un
lapso de tres años".
"Infracciones graves
Art. 33.- Son infracciones graves: [...]
a) Cometer tres o más infracciones tipificadas como menos graves en el lapso de un mes, o doce en el lapso de
un año;
j) El incumplimiento de los reglamentos técnicos basados en las normas de calidad de servicios públicos de
telecomunicaciones establecidos por la SIGET, en el período de control definido por esta institución".
"Infracciones muy graves
Art. 34.- Son infracciones muy graves:
o) El incumplimiento reiterado de los reglamentos técnicos basados en las normas de calidad de servicio
establecidas por la SIGET, referente a los indicadores de calidad relacionados con el establecimiento y
duración de las llamadas telefónicas, servicio de datos, mensajería de texto y multimedia, calidad de la voz,
aplicación de tarifas, atención al cliente, cobertura radioeléctrica, daños y fallos en las redes y otros servicios
prestados en las redes de telecomunicaciones".
"Suspensión y revocación de la concesión
Art. 42.- El incumplimiento consecutivo de tres o más resoluciones sancionatorias por haber cometido
infracciones calificadas como graves y muy graves en esta Ley, dentro de un lapso de cinco años, es motivo
para declarar la suspensión provisional de la concesión por un plazo máximo de dos meses, previa audiencia al
concesionario".
En este proceso han intervenido los demandantes, la Asamblea Legislativa y el Fiscal
General de la República.
Analizados los argumentos y considerando:
I. En el proceso los intervinientes expusieron lo siguiente:
1. A. Los ciudadanos Vega Álvarez y Vega Fratti, en el proceso 147-2014, sostuvieron que
la letra b) del inc. 3° del art. 7 LT vulnera tanto el principio de culpabilidad del de ne bis in idem,
ya que la sumatoria de tres infracciones muy graves en un plazo de tres años constituye una
infracción autónoma que permite la revocación de una concesión otorgada.
Con relación al primero, sostienen que la referida sanción se impone no por una conducta
exteriorizada sino por el mero motivo de ser reincidente y ello se erige como una suerte de
presunción anticipada de culpabilidad respecto de un hecho que ha configurado. Respecto al
principio de inadmisibilidad de la múltiple persecución sostiene que en el precepto impugnado se
ha regulado una sanción administrativa sucesiva.
En otras palabras, afirman, quien haya soportado las consecuencias jurídicas de haber sido
sancionado con las multas legales debido al cometimiento de tres infracciones muy graves en un
lapso de tres años, se le vuelve a sancionar, bajo una referida calificación jurídica distinta. Y ello
se demuestra con la concurrencia de la triple identidad en el supuesto comentado: (a) en la
imposición de las cuatro sanciones referidas –las tres sanciones muy graves y la severa que es la
revocación– existe una relación jurídico-subjetiva que es la misma entre el concesionario de
telefonía y la Superintendencia General de Electricidad y Telecomunicaciones; (b) el bien
jurídico es idéntico: la protección de los derechos de los usuarios, de los operadores, proveedores
de servicios de telecomunicaciones; y (c) la imposición de la cuarta y más severa sanción, no es
consecuencia de la comisión de nuevos hechos, sino que se deriva de la existencia de hechos ya
castigados con anterioridad como muy graves.
B. Con referencia también al mismo precepto en análisis, en el proceso 34-2015, el
ciudadano Anaya Barraza sostiene que el tipo sancionatorio contenido en la letra b) se basa única
y exclusivamente en tratarse de una adición al cometimiento de infracciones muy graves previstas
en la LT, y por ende, en una violación al principio ne bis in idem.
Al efecto, menciona, la prohibición en referencia se encuentra estrechamente vinculada con
el principio y derecho a la seguridad jurídica contemplado en el art. 2 Cn.; en tal sentido, la
persecución punitiva que ya se realizó, o la sanción punitiva que se impuso, no puede repetirse si
concurre la denominada triple identidad entre sujetos, hechos y fundamentos. Por cierto, con
relación a supuestos que absorben el contenido fáctico de las dos o más multas anteriormente
impuestas.
Desde esta óptica sostiene no puede autorizarse legislativamente la duplicidad sancionatoria,
en una misma sede y para la defensa de un mismo bien jurídico por hechos respecto de los cuales
ya previamente se ha sancionado. Y en esto radica la inconstitucionalidad del precepto en
referencia, pues –en su parecer– no se sanciona un hecho nuevo; sino que el tipo sancionatorio se
circunscribe a castigar la acumulación de hechos por los cuales ya previamente se aplicó una
sanción.
Por lo anterior, los actores en sus respectivas demandas, solicitan que se declare
inconstitucional el precepto en cuestión.
2. En la misma linea argumental, en el proceso 26-2015, el ciudadano Anaya Barraza
sostiene la inconstitucionalidad de la letra a) del art. 33 así como del inciso primero del art. 42 LT
por contravenir la prohibición de la múltiple persecución o juzgamiento por los mismos hechos.
Asevera que ambos preceptos presentan como característica esencial acumulación de infracciones
conocidas y sancionadas previamente por lo que es evidente que se está juzgando dos veces por
la misma causa.
Son expresiones, recalca, de un uso abusivo y reiterado del poder punitivo del Estado en el
que es advertible la triple identidad tanto de sujetos, hechos y fundamentos. Así, con relación a la
letra a) del art. 33 LT, se impone de forma separada y posterior una multa grave cuya esencia son
infracciones menos graves ya cometidas, y en el inc. 1° del art. 42 LT, se impone una sanción de
mayor gravamen sobre la base de conductas valoradas previamente
Replica que, en este último caso, el no pago de una multa no puede considerarse un
comportamiento ilícito ex novo que pueda sancionarse autónomamente y de forma distinta al
motivo que generó la imposición de la multa.
Por lo anterior, solicita que ambos preceptos sean declarados inconstitucionales.
3. En el proceso 20-2015, el mismo ciudadano Anaya Barraza peticiona la presunta
constitucionalidad de la letra j) del art. 33 y letra o) del art. 34 LT por vulnerar el principio de
reserva de ley formal en el ámbito sancionatorio.
En el libelo de su dentando, sostiene que la privación o limitación de un derecho a raíz de la
realización de un ilícito administrativo está sometida al principio de reserva de ley, y ello resulta
así porque existe una incidencia negativa que se tiene en la esfera de los particulares. Por ende,
no corresponde al Órgano Ejecutivo, mediante la emisión de reglamentos o normas técnicas, la
innovación en materia sancionatoria en razón que ellas están objetivamente dirigidas a facilitar
los fines de la ley.
En el caso particular, tanto el art. 33 letra j) como el art. 34 o) de la LT establecen
infracciones administrativas por mera referencia a un conjunto normativo técnico a elaborar por
la Superintendencia General de Electricidad y Telecomunicaciones –SIGET– y que se identifican
como “reglamentos técnicos basados en las normas de telecomunicaciones", éstos son los que
determinarán la licitud o ilicitud de la actuación de los particulares.
Sostuvo entonces, que estos supuestos sancionatorios constituyen una vulneración del
principio de reserva de ley: pues no es la ley la que establece el núcleo de la conducta
sancionable sino que ella se deduce a partir de una remisión a un precepto infra-legal. Esto es
contrario, asegura, a lo que la jurisprudencia constitucional ha establecido, pues se ha exigido que
los comportamientos punibles, sea en sede penal o en sede administrativa, deban encontrarse
previamente tipificados en una ley en sentido formal sin que resulte admisible que su contenido
sea obtenido de un ordenamiento de inferior rango.
Adicionalmente, impugnó la letra o) del art. 34 LT por considerar que vulnera la prohibición
de la doble persecución y castigo por los mismos hechos. Sostuvo que este precepto retoma
circunstancias que son elementos típicos esenciales de otros anteriormente sancionados. En otras
palabras, afirma, la utilización del término "reiterar" en la disposición denota que se sanciona, de
modo repetido, un incumplimiento de las normas de calidad del servicio telefónico que establezca
la SIGET. Es así que se duplica de modo injustificado la respuesta punitiva del Estado contra una
misma persona, por los mismos acontecimientos históricos y respecto a la defensa de un mismo
bien jurídico.
Por lo anterior, solicita que sean declarados inconstitucionales ambos preceptos.
4. La Asamblea legislativa, en sus diferentes intervenciones, sostuvo que las sanciones
administrativas se imponen como consecuencia de una conducta de carácter ilícito realizado por
el administrado. Es un mal cuya finalidad es netamente retributiva y sus características esenciales
son: (a) proceden de la autoridad; (b) producen un efecto ablatorio; (c) prosiguen a la realización
de un ilícito; (d) cumplen una finalidad represora, y (e) su observancia exige la observancia de un
procedimiento administrativo.
Su fundamento de aplicación, señaló, es reprimir las transgresiones reiteradas en los distintos
campos de competencia y cuidado de la Administración, sin que ésta pueda apartarse en su
trámite de los principios y disposiciones establecidos en la Constitución.
Por otra parte, manifestó, que la Administración puede revocar una concesión como
consecuencia de la imposición de otras sanciones. Es una consecuencia legítima cuando se
suprimen o se niegan determinados derechos a la ciudadanía por parte del concesionario y que
este último se encuentra obligado a respetar. Conforme a lo anterior:
A. En el caso de la letra b) del art. 7 LT, sostuvo que es una demanda mal planteada, ya que
existe la posibilidad de sancionar ante incumplimientos reiterados por parte del concesionario;
sobretodo, cuando se norman las actividades del sector de telecomunicaciones que comprende la
regulación de los servicios públicos de telefonía, la explotación del espectro radioeléctrico, el
acceso a los recursos esenciales.
B. Respecto de la letras a) y j) del art. 33, letra o) del art. 34 e inc. 1° del art. 42, todos ellos
de la LT, afirmó que se tratan de agravaciones justificadas por una posterior reincidencia del
infractor –de acuerdo a la mayor peligrosidad o culpabilidad del autor, el fracaso de la prevención
especial o el desprecio que éste tiene hacia el ordenamiento jurídico–. Es así que el mensaje
normativo inserto en tales preceptos es evitar que el sistema jurídico sea burlado por el infractor
que incurre consecutivamente en su vulneración. Se trata entonces de finalidades legítimas
diferentes y de sanciones también distintas.
Por lo anterior, solicitó que se declare no ha lugar a dichas demandas pues ningún artículo de
los citados es inconstitucional.
5. A. El Fiscal General de la República, en sus diferentes intervenciones, sostuvo que la
concesión es un instrumento administrativo para habilitar o permitir la participación del sector
privado en el desarrollo de las actividades tradicionalmente identificadas por su finalidad de
aprovechamiento general como tareas del Estado; pero que la Administración Pública no puede
cumplir a cabalidad en forma directa, sobre todo por razones financieras. En suma, se trata de un
mecanismo que el Estado emplea para incorporar a los particulares en la realización de dichas
actividades que generalmente se relacionan con el uso de los bienes demaniales.
Es evidente que la concesión tiene un carácter complejo pues es: (a) un acto unilateral, por el
que se determina discrecionalmente y en casos de interés general el otorgamiento de la
concesión; (b) un acto reglamentario, por el que se fijan normas con efectos particulares y
generales que regulan la organización y funcionamiento del servicio público o la forma como se
hará la explotación de los bienes concesionados; y (c) un acto contractual de naturaleza financiera
que no puede ser modificado de manera unilateral por la Administración, y que se encuentra
destinado a establecer ciertas ventajas económicas personales, asegurar la remuneración del
concesionario, propiciar nuevas inversiones para mejorar el servicio o el bien concesionado y
proteger los intereses legítimos del particular, aunque sin dejar de subordinar los poderes de éste
a las obligaciones que en la materia impone la ley.
Por otra parte, conviene dejar sentado –afirmó– que los órganos administrativos pueden
aplicar sanciones de la más diversa índole ante el incumplimiento de los deberes y obligaciones
que impone la ley. Sin embargo, esto se encuentra sujeto a la existencia previa de un
procedimiento administrativo.
B. Respecto a los puntos controvertidos en los presentes procesos sostuvo:
a. En el caso de la letra b), inc. 3°, del art. 7 LT, si el concesionario es sancionado con la
revocación para la explotación del servicio público por reincidencia y esto permite iniciar
procedimientos sancionatorios simultáneos o sucesivos, ello supone una flagrante violación al art.
11 Cn., el cual impide ser sancionado de forma múltiple, ni tampoco a ser sometido a un doble
procedimiento.
b. Con relación a la letra j) del art. 33 y letra o) del art. 34 LT, sostuvo que tanto el Derecho
penal como el Derecho administrativo sancionador cuentan con un atributo legalista, pues su
fuente inmediata y única es la ley. De aquí emerge el denominado principio de reserva como una
garantía de la libertad ciudadana y de auto-limitación del poder punitivo estatal. Por otra parte, el
principio de tipicidad se constituye en una garantía de orden material, estableciendo la
predeterminación normativa de las conductas ilícitas y de las sanciones, permitiendo predecir con
certeza sus consecuencias.
De acuerdo con esto, la exigencia de tipicidad impone el mandato al legislador de plasmar
explícitamente las conductas constitutivas de un ilícito penal o administrativo, y sólo aquellas
realidades que coincidan de modo riguroso o estricto con dichas infracciones pueden ser
castigadas. Esto excluye la interpretación extensiva o analógica. Afirma que si bien es cierto que
existe un relajamiento de las garantías extraíbles por la propia Constitución en la sede del
Derecho administrativo sancionador, esto no puede dar lugar a un "vaciamiento" del principio
hasta dejarlo sin contenido. Por tal motivo, recalcó, que la remisión legislativa a reglamentos,
configurando por ello descripciones típicas genéricas, coloca a la autoridad administrativa en una
posición de establecer con amplia discrecionalidad tanto el comportamiento prohibido como la
sanción. Y esto, sostiene, es contraria a la función de complementación que debe tener la norma
infra-legal.
Por lo anterior, sostuvo, es perceptible la vulneración al referido principio en los preceptos
en análisis ya que descarga en una norma inferior jerárquica la fijación de la conducta prohibida,
cediendo atribuciones legislativas a normas técnicas fijadas por un ente administrativo.
c. En otro punto, y en lo relativo a la letra a) del art. 33, letra o) del art. 34 e inciso 1° del art.
42 LT, se pronunció en el sentido que la prohibición de la múltiple persecución y juzgamiento ha
sido incorporada en una variedad de constitucionales y ordenamientos legales, evitando no sólo
respecto de dos procesos penales simultáneos o sucesivos, sino también, frente a procesos
administrativos sancionatorios. Y ello acontece ante la triple identidad de objeto, sujeto y causa
en dos procedimientos sucesivos o simultáneos.
Por ello, replicó, es contrario al espíritu de ese principio, la acumulación de hechos ya
sancionados anteriormente mediante la creación de una conducta ex novo como acontece en los
preceptos en examen; pues ellos contemplan situaciones relacionadas con la reincidencia y que
permiten dos o más procedimientos sancionatorios. Ello se constituye en una flagrante violación
a la garantía del ne bis in idem contemplada en el art. 11 Cn.
C. En conclusión, solicita la declaratoria de inconstitucionalidad de todos los artículos antes
relacionados.
II. En congruencia. con los motivos de inconstitucionalidad expuestos, primeramente
conviene hacer referencia a la derogatoria de los preceptos impugnados cuando éstos han sido
alegados como objeto de control por parte de esta Sala y la necesidad de sobreseer en tales casos
(III); posterior a ello, resulta procedente efectuar algunas consideraciones generales acerca del
principio de legalidad, en lo particular acerca de sus cuatro dimensiones –ley previa, ley escrita,
ley estricta y ley cierta– en el ámbito tanto del Derecho penal como del Derecho administrativo
sancionador (IV); luego resolver lo relativo a la supuesta infracción al principio constitucional de
la reserva de ley así como del mandato de taxatividad por parte los arts. 33 letra j) y 34 letra o)
LT (V). Posteriormente, resolver las impugnaciones relativas a los arts. 7 inc. 3° letra b); art. 33
letra a) y art. 34 letra o) relativas al principio ne bis in idem (VI y VII). Y por último, dictar el
fallo correspondiente.
III. 1. Sobre las modificaciones que la normativa impugnada sufre durante la tramitación de
un proceso de inconstitucionalidad, esta Sala ha sostenido que el proceso de inconstitucionalidad
tiene como finalidad un pronunciamiento eficaz, en el sentido que el mismo se traduzca en una
modificación de la realidad material –la invalidación de la disposición que, como consecuencia
del examen del contraste, resulte disconforme con la Constitución por vicio de forma o de
contenido–.
Por ende, el procedimiento de invalidación, sólo puede ocurrir cuando la disposición
impugnada se encuentra vigente, vale decir, cuando mantenga su capacidad de producir los
efectos imperativos propios de las disposiciones jurídicas –Auto de sobreseimiento de 18-IX-
2001, Inc. 15-98–.
2. Conforme a lo expuesto, y en relación con la pretensión incoada por el ciudadano Anaya
Barraza –demanda correspondiente al proceso 26-2015–, se tiene que el art. 42 LT ha sido
derogado en su anterior redacción mediante el Decreto Legislativo n° 372, de 5-V-2016,
publicado en el Diario Oficial n° 91 tomo n° 411 de 18-V-2016.
Desapareciendo entonces el precepto o cuerpo normativo impugnado y en que el
demandante fundamentó su argumentación, su pretensión carece de sentido y conviene sobreseer
al no existir el sustrato fáctico sobre el cual pronunciarse.
IV. 1. Primeramente, es necesario destacar que el principio de legalidad constituye un
elemento cosustancial al Estado de Derecho y se constituye en una conquista política irreversible
de los ciudadanos frente al poder estatal en lo relativo a la protección y garantía de sus derechos
fundamentales. El mismo descansa en la noción que el uso del poder coercitivo del Estado sobre
sus gobernados descansa en éste haya sido previamente determinado mediante una ley genérica y
abstracta elaborada conforme pautas de claridad y certeza en cuanto a la descripción de lo
punible.
Esta Sala –en su incesante jurisprudencia– relaciona el principio de legalidad con la
seguridad jurídica, en el sentido de una exigencia objetiva de regularidad estructural y funcional
del sistema jurídico a través de sus normas e instituciones y una dimensión subjetiva consistente
en la certeza del Derecho, en cuanto a que los destinatarios del mismo puedan organizar su
conducta y programa de vida bajo pautas razonables de previsibilidad (Sentencia de 14-II-1997,
Inc. 52-2003).
También el principio de legalidad debe caracterizarse en su sentido político como un
sometimiento de los poderes públicos a la ley como fundamento y límite de su actuación; en otras
palabras –y tomando en cuenta lo estipulado en los avis. 15 y 86 Cn.– prima el criterio de la
vinculación positiva, como condición previa y de existencia del accionar por parte de los órganos
del Estado, y donde sólo se encuentra habilitado por lo que la ley le faculta. En otra dimensión, el
mismo se convierte en una garantía al ciudadano de que no será castigado por aquellas hechos
que no constituyan injustos penales o administrativos ni le serán impuestas penas, medidas de
seguridad y sanciones administrativas que no hayan sido elaboradas conforme un procedimiento
democrático por el poder constitucionalmente habilitado para ello–el órgano legislativo–.
Estas diversas connotaciones del principio de legalidad han sido destacadas por esta Sala – v.
gr. sentencia de 23-X-2013, Inc. 19-2008– donde afirmó que el mismo ostenta un fundamento
democrático-representativo, que supone el rechazo total a la idea que la definición del delito – o
de la infracción administrativa –le corresponda al gobernante de turno o a los jueces, sino que tal
definición debe corresponder en un esquema estatal de división de poderes a la Asamblea
Legislativa como máximo representante de la voluntad popular. E igualmente, el referido
principio, ostenta un .fundamento político-criminal, el cual deviene en que las prohibiciones
normativas deben haber sido establecidas de forma previa, precisa e inequívoca para que el
ciudadano pueda orientar su conducta a fin de abstenerse a cometer aquellos hechos que lesionan
o ponen en peligro valores esenciales de la comunidad –bienes jurídicos– y que en el caso que
opte por afectarlos, prevea las consecuencias jurídicas con las que habrá que responder.
En síntesis, el principio de legalidad reconocido en forma incontrovertible en los ámbitos
del Derecho penal y del Derecho administrativo sancionador, se constituye en una técnica de
tutela de la libertad y seguridad que se hace sentir con mayor protagonismo en el ámbito de la
restricción de los derechos fundamentales.
A ello se refiere el art. 15 del estatuto fundamental –dejando de lado otros preceptos que
regulan diversas dimensiones del principio en estudio–cuando establece: "[n]adie puede ser
juzgado sino conforme a las leyes promulgadas con anterioridad al hecho de que se trate, y por
los tribunales que previamente haya establecido la ley". En similar sentido el art. 15.1 del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos –PIDCP– que preceptúa: "[n]adie será condenado
por actos u omisiones que en el momento de cometerse no fueran delictivos según el derecho
nacional o internacional". Y la Convención Americana de Derechos Humanos –CADH– en su
artículo 9: "[n]adie puede ser condenado por acciones u omisiones que en el momento de
cometerse no fueran delictivos según el derecho aplicable".
2. Tradicionalmente, y en particular debido a su intenso desarrollo en el ámbito del Derecho
penal, se ha entendido como ámbitos comprendidos dentro de su cobertura las garantías penal,
criminal, jurisdiccional y de ejecución. Esto es: (a) la criminal, que exige que la conducta
delictiva se encuentre estipulada en la ley (nullum crimen sine lege); (b) la penal, que obliga a
que la ley señale la pena que corresponda al hecho (nulla poena sine lege); (c) la de carácter
jurisdiccional o procesal, que obliga a la existencia de un procedimiento penal de carácter previo
y legalmente establecido para la determinación de la responsabilidad penal; y (d) la de ejecución,
la cual requiere que el cumplimiento de una sanción penal se sujete a una normativa legal que la
regule.
Asimismo, el proceso de elaboración y aplicación de los preceptos sancionadores penales, se
ve influido de igual forma por este principio, en la medida que éste le impone las siguientes
condiciones: (a) la ley penal material debe ser previa al hecho enjuiciado (lex praevia); (b) de
igual manera debe ser emitida exclusivamente por el parlamento y bajo el carácter de ley formal
(lex scripta); (c) los términos utilizados en la disposición normativa han de ser claros, precisos e
inequívocos para el conocimiento de la generalidad, lo cual comprende un mandato de
determinación o taxatividad que ha de inspirar la tarea del legislador (lex certa); y (d) la
aplicación de la ley ha de ser en estricta concordancia con lo que en ella se ha plasmado, evitando
comprender supuestos que no se enmarcan dentro de su tenor literal (lex stricta) –v. gr. sentencia
de 23-XII-2010, Inc. 5-2001–.
No obstante lo anterior, es posible distinguir en el ámbito del principio en examen, una
faceta formal del mismo que se refiere al rango dentro de las fuentes jurídicas que deben ostentar
las normas tipificadoras de infracciones y sanciones que se corresponde con el ámbito de la
reserva de ley y su configuración previa a su aplicación –las denominadas garantías de reserva de
ley e irretroactividad de las normas sancionatorias desfavorables– así como en su faceta material
por la especial trascendencia que comprende la certeza y claridad de los preceptos como en la
relativo a la prohibición de la analogía –mandato de taxatividad y prohibición de la analogía
desfavorable–.
3. Si bien, se repite, el mayor desarrollo de este principio constitucional, ha tenido lugar en
el ámbito penal, no puede dejar de destacarse que también tiene aplicación dentro del Derecho
administrativo sancionador. En efecto, desde la sentencia de 17-XII-1992 –Inc. 3-92–, se ha
sostenido enfáticamente por esta Sala, que los principios inspiradores del ámbito penal y procesal
son de aplicación, conforme una adaptación funcional de los mismos a los fines de protección de
los intereses generales, al Derecho administrativo sancionador tanto en su ámbito de hetero-tutela
–sanciones gubernativas como de auto-tutela –Derecho disciplinario–.
En efecto, en dicho pronunciamiento, se sostuvo la necesaria observancia tanto en el ámbito
de la formulación de ilícitos administrativos como en cuanto a su aplicación, de los principios de
tipicidad, legalidad formal, prohibición de la retroactividad, interdicción de la analogía,
imposibilidad de doble enjuiciamiento o persecución de los mismos hechos, proporcionalidad de
la respuesta punitiva y culpabilidad.
Desde esta óptica, el principio de legalidad comporta en esta sede dos consecuencias
relevantes: (a) se proyecta tanto en el ámbito del Derecho penal como sobre el Derecho
administrativo sancionador al constituirse ambos manifestaciones de un único ius puniendi
estatal. En otras palabras, estamos ante un mismo ejercicio punitivo que puede ser ejercitado
mediante cualquiera de esas dos vertientes normativas, y en el que la diferencia entre ambos tipos
de injusto –el penal y el administrativo sancionador– es únicamente de grado; (b) al encontrarse
regulado el principio de legalidad dentro de la denominada parte dogmática de la Constitución,
éste no solamente se configura en un elemento básico co-sustancial al Estado de Derecho como
se relacionó supra, sino que el ciudadano cuenta con un derecho fundamental a 1a legalidad
punitiva, es decir, a no ser sancionado o procesado por conductas que no constituyan delito, falta
penal o infracción administrativa al momento en que tenga lugar su comisión.
4. Es así que ambas dimensiones del ius puniendi estatal están sujetas al denominado
mandato de tipicidad, el cual implica que la inobservancia de las estipulaciones relativas a la
protección de bienes e intereses –individuales o supra-individuales– serán sancionadas conforme
una ley que defina de forma clara, precisa e inequívoca los elementos básicos de cada infracción.
Es decir, los denominados elementos esenciales y elementos accidentales del tipo.
De ahí que el principio de tipicidad se traduce en la confección de tipos de injusto –penales o
administrativos sancionadores– que describan conductas socialmente dañosas en sus elementos
objetivos y subjetivos y las conmine en forma abstracta con sanciones administrativas o penas.
De suerte, que lo que no se encuentre dentro de ese ámbito de elaboración exclusivamente
legislativa cae fuera del ámbito de la punibilidad admisible constitucionalmente.
Conforme a ello, la necesidad de castigar nuevas modalidades delictivas o socialmente no
permitidas, pasa ineludiblemente por su adición a los ordenamientos jurídicos que poseen un
rango de ley formal y no bajo la discrecionalidad de quien ejerza la potestad sancionadora.
V. 1. En particular, se ha sostenido en una continua línea jurisprudencial que el principio de
legalidad sujeta la actuación de la Administración pública por lo que toda actuación de ella
deberá presentarse de forma necesaria como el ejercicio de un poder atribuido previamente por la
ley, la que lo construye y delimita. Esto significa que las entidades administrativas deben
someterse en todo momento a lo que la ley establezca, entendiendo tal expresión como indicativa
del concreto sistema de Derecho administrativo que rige en un ordenamiento jurídico dado –en
sus inicios, v. gr. sentencia de 16-XII-1997, Inc. 21-C-96–. Y una garantía relacionada con lo
anterior es, sin duda, la denominada reserva de ley formal para el ámbito sancionador.
En su fundamento, se ha relacionado en diferentes pronunciamientos emitidos por esta Sala,
al principio de división de poderes establecido en el art. 86 Cn., en la medida que el ejercicio de
poder público recae en varios órganos dentro del Estado los cuales ostentan competencias y
potestades delimitadas constitucionalmente, sin perjuicio de su complementariedad entre sí como
también su control y limitación recíproco en la adopción de las decisiones de la nación
salvadoreña –sentencia de 08-IV-2003, Inc. 22- 1999–.
Bajo esta óptica, resulta habitual que dentro de un sistema constitucional se confiera un
ámbito de exclusividad a un determinado órgano en determinadas materias.
Conforme lo anterior, la reserva de ley es una técnica de distribución de potestades
normativas a favor del órgano legislativo, lo cual implica que, determinadas materias –de especial
interés en el ámbito vital de los ciudadanos–, únicamente pueden ser reguladas por dicho ente. Y
esto, como garantía frente a las diversas potestades normativas que tienen otros órganos y frente a
sí misma.
En otras palabras –y como se señala en la sentencia de 15-III-2002, Inc. 30-96– la reserva de
ley es un medio para distribuir la facultad de producir disposiciones jurídicas entre los órganos y
entes públicos con potestad para ello, otorgándole preferencia a la Asamblea Legislativa en
relación con ciertos ámbitos de especial interés para los ciudadanos. Y esto no deriva de un
entendimiento clásico de la división de poderes, sino del entendimiento de que el procedimiento
legislativo es una técnica de garantía en el ámbito de la limitación a los derechos fundamentales
que se caracteriza en esencia por la participación democrática y el ejercicio aún de los grupos
con menor representatividad parlamentaria de su rol de contralores del poder. Son estos
principios que dominan el iter legislativo lo que garantizan de mejor manera los derechos de los
ciudadanos a diferencia del procedimiento de producción de normas infra-legales.
A ello hace referencia, el pronunciamiento en examen, cuando enuncia que el pluralismo, la
democracia, el libre debate, la publicidad entre otras características, justifican a la reserva de ley
como una atribución constitucional de la Asamblea Legislativa en cuanto a la regulación de
determinadas materias, como modo de asegurar que su adopción venga acompañada de un debate
público en el que puedan concurrir libremente los diferentes sectores sociales representados en el
parlamento.
Dentro de estos ámbitos se han reconocido por esta Sala, como materias comprendidas
dentro del ámbito de la reserva de ley formal, tanto el ámbito del Derecho penal como del
Derecho administrativo sancionador. A éste último debido a su semejanza con el primero y
considerarse como parte del mismo ius puniendi estatal.
Sin embargo, ello no impide que en situaciones debidamente razonadas y excepcionales se
admita la colaboración de normas infra-legales como los reglamentos en los supuestos
comprendidos en el Derecho sancionador. Conforme a ello, se admite la denominada reserva de
ley relativa, en aquellas ocasiones donde un decreto legislativo no regula de forma exhaustiva
una materia sino que únicamente se limita a dictaminar lo esencial y habilita que una norma de
rango inferior –como acontece con el reglamento– regule situaciones específicas, conexas o
complementarias. No obstante ello, lo básico de la materia y presupuestos habilitantes deben
encontrarse en la ley.
Al respecto, se ha sostenido que las s deben comprender los siguientes elementos: (a) una
regulación sustantiva de la materia, que no necesariamente debe pretender ser exhaustiva; (b) la
determinación de unas instrucciones, criterios o bases que sin llegar a suponer una regulación
agostada, resulten lo suficientemente expresivos para que a partir de ellos, pueda desarrollarse la
normativa complementaria; (c) la habilitación, es decir, una autorización al reglamento o a otra
norma inferior a la ley para que regule la materia sin poder exceder el marco asignado por la
norma superior; y (d) el resultado de la remisión que comprende el ensamblaje entre ambos tipos
de normas en una sola norma típica.
Conforme esta tesis relativa al ámbito de cobertura legal necesaria para la actividad
reglamentaria en el Derecho administrativo sancionador, puede afirmarse que tanto las
infracciones como las sanciones administrativas deben regularse conforme la ley emitida por el
parlamento salvadoreño, pero sin perjuicio de que en situaciones excepcionales derivadas de la
naturaleza de la materia o del sector que se pretenda normar pueda auxiliarse del reglamento;
pero sin que dicho precepto de naturaleza subordinada constituyan un ámbito de regulación
independiente y fuera de toda conexión con la ley habilitante.
Por ende, al menos en lo que corresponde al núcleo esencial del injusto administrativo, éste
debe quedar comprendido en sus elementos esenciales dentro de la ley administrativa
correspondiente. No resultando posible que, mediante un reglamento, se tipifiquen nuevas
infracciones, se introduzcan nuevas sanciones o se alteren las que ya se encuentren comprendidas
en la ley como una suerte de deslegalización.
2. Sin duda, que lo anterior también posee una innegable conexión con el ámbito de certeza
y taxatividad que requiere la descripción de los tipos de injusto administrativos –y de igual forma
que los penales– y que resulta entredicho con respecto a los tipos sancionatorios en blanco, los
cuales ineludiblemente requieren de una conexión con las regulaciones infra-legales pertinentes
para su integración en un único injusto típico.
Es evidente que el principio de taxatividad o certeza en cuanto a la descripción de lo
socialmente prohibido, impone un mandato al legislador: establecer con precisión y claridad las
conductas que reportarán ante su comisión consecuencias desfavorables a los ciudadanos.
Evitando en lo posible el uso de conceptos jurídicos indeterminados así como de remisiones
genéricas e indiscriminadas a otros sectores del ordenamiento jurídico –en particular, a preceptos
de rango inferiores a la ley– que terminen estableciendo la conducta infractora o su sanción.
Esto tiene importantes consecuencias en el grado de reprochabilidad o culpabilidad del
infractor, en la medida que debe ser comprobado probatoriamente el actual o potencial
conocimiento de la prohibición o mandato respectivo, y aún respecto de la norma de reenvío.
En el caso particular de los tipos en blanco –que generalmente este Tribunal ha conocido
respecto a la legislación penal especial– se han admitido excepcionalmente, siempre que la
naturaleza de la materia a regular así lo exija y se estipule en la norma con rango de ley el núcleo
esencial de la conducta de forma clara, precisa e inequívoca, no pudiendo quedar a una absoluta
discreción de la autoridad que emite la norma complementaria la determinación absoluta de lo no
permitido –v. gr. sentencia 4-IV-2008, Inc. 40-2006–. En otras palabras: (a) que el reenvío sea
expreso y esté justificado en razón del bien jurídico protegido; y (b) que el tipo de injusto
formulado en el ámbito de la potestad legislativa, contenga tanto la sanción y el núcleo de la
materia de prohibición, ostentando el precepto derivado, una naturaleza meramente
complementaria.
La técnica de la delegación normativa complementaria –que para el caso este tribunal ha
utilizado en el ámbito de las leyes penales en blanco con remisión expresa al ordenamiento
administrativo– se ha legitimado conforme la función constitucional que tienen los diversos
órganos del Estado en la protección tanto del individuo cuino de la colectividad en general en
aquellos ámbitos sensibles a riesgos masivos y donde pueden reportarse daños y perjuicios de
difícil cuantificación.
Por ende, esta habilitación necesariamente expresa que se otorga a la Administración, es
válida siempre y cuando se efectúe bajo determinados presupuestos entre los cuales aparece el
mantenimiento irrestricto del núcleo de la prohibición en el tipo de injusto legal y el reenvío
tenga un carácter esencialmente complementario o accesorio, sin que ello implique la regulación
total de los componentes esenciales de la infracción en la norma derivada –Sentencias de 29-VII-
2009 y 3-X-2011, Incs. 92-2007 y 11-2007–.
3. En el ámbito expuesto por el demandante, conviene establecer si las infracciones
contempladas en la letra j) del art. 33 y o) del art. 34 inobservan el principio de reserva de ley
.
formal, en cuanto –según sostiene el demandante– deslegalizan el núcleo esencial de la conducta
típica. Sin embargo, enlaza esta presunta vulneración también con el mandato de taxatividad, en
la medida que se tratan de tipos de injustos administrativos en los que no resulta clara cuál es la
conducta prohibida.
De inicio, es procedente establecer que los preceptos cuestionados son parte del Decreto
Legislativo n° 787 de 28-VIII-2011 y publicado en el Diario Oficial n° 176, tomo 404 de 21-IX-
2016, y por medio del cual se adicionan como competencias de la SIGET tanto la inspección
como el control y supervisión del cumplimiento de las normas de calidad de los servicios de
telecomunicación por parte de los operadores de las redes comerciales.
Conforme a esto, el art. 5-A. introducido por el decreto legislativo en referencia, habilita
legalmente a la SIGET a dictar los reglamentos técnicos que establezcan las normas de calidad de
los servicios públicos en referencia. Sin embargo, los aspectos necesarios que deberán
comprender esas reglas técnicas no están detallados en el inciso primero del precepto en
referencia. Sino en la letra b) del mismo artículo cuando se refiere a la obligación de los entes
supervisados de informar respecto a los indicadores de calidad "...relacionados con el
establecimiento y duración de las llamadas telefónicas, servicios de datos, mensajería de texto y
multimedia, calidad de la voz, aplicación de tarifas, atención al cliente, cobertura radioeléctrica,
danos y fallas en las redes y otros servicios prestados en las redes de telecomunicaciones".
Y este elemento aparece claramente determinado en la infracción contemplada en la letra o)
del art. 34 LT cuando establece: "...[e]l incumplimiento reiterado de los reglamentos técnicos
basados en las normas de calidad de servicio establecidas por la SIGET, referente a los
indicadores de calidad relacionados con el establecimiento y duración de las llamadas telefónicas,
servicio de datos, mensajería de texto y multimedia, calidad de la voz, aplicación de tarifas,
atención al cliente, cobertura radioeléctrica, daños y fallos en las redes y otros servicios prestados
en las redes de telecomunicaciones".
De acuerdo a las consideraciones expresadas supra, el principio de reserva de ley no excluye
la posibilidad de remisiones de la ley a preceptos reglamentarios, en particular, cuando se tratan
de reglas técnicas cuya determinación por su materia –servicios de comunicación– corresponden
a. organismos como la SIGET. En efecto, no existe problema alguno en que los criterios técnicos
por su naturaleza puedan quedar bajo determinación del órgano administrativo encargado de su
control y supervisión. Sin embargo, esta posibilidad debe estar amparada en la respectiva
habilitación por la ley y que los elementos esenciales de la descripción típica queden
comprendidos en ella. Esto se advierte en la ya citada infracción establecida en la letra o), la cual
detalla los distintos rubros en los que serán establecidos los estándares de calidad en materia de
telecomunicaciones. Por lo anterior, conviene descartar el presunto vicio de constitucionalidad
por infracción del mandato de reserva de ley establecido por uno de los demandantes.
4. Empero, no acontece lo mismo con la infracción de la letra j) de art. 33 LT que
sintéticamente establece como el núcleo esencial de la conducta "...el incumplimiento de los
reglamentos técnicos basados en las normas de calidad de servicios públicos de
telecomunicaciones establecidos por la SIGET". Se advierte en este artículo no sólo vaguedad e
imprecisión acerca de la conducta prohibida –que únicamente relaciona con el incumplimiento de
preceptos de naturaleza técnica sin más–, sino que también, ni siquiera se encarga en detallar en
qué ámbitos o bajo qué condiciones la norma infra-legal completará a la norma habilitante.
Es perceptible entonces que el marco de actuación de la normativa complementaria no ha
sido previamente delimitado dentro del precepto en estudio y esto permite, la remisión a normas
infra- legales en los que los elementos de la descripción típica sean fijados en su totalidad por la
norma infra-legal. Más aún, cuando se trata de una norma sumamente genérica que permitirá la
ampliación de obligaciones y prohibiciones, que al menos en sus rasgos fundamentales, debieran
de quedar comprendidas en la ley.
Conviene tener presente que lo que intenta evitar el principio constitucional de reserva de ley
son las cláusulas genéricas e indeterminadas que permitan una deslegalización absoluta de la
materia o que ella penda absolutamente de la Administración en cuanto a su concreción. En tal
sentido, la colaboración reglamentaria –en su sentido constitucional– está llamada a contribuir a
la más correcta identificación de las conductas sancionables así como de sus infracciones, pero
sin que llegue a fijar el núcleo esencial de la prohibición. Por ende, cabe reputar de
inconstitucional la infracción contenida en la letra j) del art. 33 LT por constituirse en una
cláusula sumamente genérica que inobserva tanto el ámbito de la reserva de ley como el mandato
de certeza y taxatividad que debe regir al Derecho administrativo sancionador.
VI. Corresponde conocer de las impugnaciones relativas a la presunta vulneración al
principio relativo a la inadmisibilidad de la doble persecución o enjuiciamiento por los mismos
hechos contemplado en el art. 11 Cn.
1. La necesaria racionalidad que impone el ejercicio del ius puniendi respecto a la limitación
o restricción de los derechos fundamentales, imposibilita sancionar dos veces o más un mismo
supuesto fáctico. Y ello deriva en que uno de los más grandes objetivos del Estado es garantizar a
los ciudadanos que, ante los poderes públicos, no será posible una reiteración punitiva por lo
mismo, es decir, por lo que ya fue juzgado o procesado anteriormente.
En otras palabras, el principio ne bis in idem establece en su alcance más tradicional como la
prohibición del doble castigo por lo mismo, lo que le brinda un claro matiz sustantivo. Así lo
establece, por ejemplo el art. 14.7 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos cuando:
"[n]adie podrá ser juzgado ni sancionado por un delito por el cual haya sido ya condenado o
absuelto por una sentencia firme de acuerdo con la ley y el procedimiento penal de cada país".
Empero, también tiene una acepción o vertiente procedimental, que proscribe sufrir
sucesivamente diversos procesos por el mismo hecho, incluso, aunque ese múltiple
enjuiciamiento no suponga varios castigos. Y es esa línea que aparece su regulación en el art. 9
del Código Procesal Penal: "[n]adie será procesado ni condenado más de una vez por el mismo
hecho, aunque se modifique su calificación o se aleguen nuevas circunstancias".
Ambas dimensiones han sido reconocidas por esta Sala en diferentes pronunciamientos
como el dictado el 29-IV-2013 –Inc. 18-2008– donde se afirmó: "...se distingue una vertiente
sustantiva del referido principio que impide la imposición de doble condena por un mismo hecho
y una vertiente procedimental que conjura la posibilidad de un doble procedimiento sucesivo o
simultáneo; aspecto últimamente citado, que se relaciona con el verdadero sentido histórico de
conjurar el doble riesgo al que puede verse sometido el ciudadano en su integridad o sus bienes
(double jeopardy)".
2. El fundamento constitucional de la referida garantía descansa tanto el ámbito del principio
de tipicidad como en el de proporcionalidad. Con relación al primero, el verdadero fundamento
del ne bis in idem, se encuentra en el ámbito de la seguridad jurídica y en el mejor instrumento
que lo resguarda, esto es, el principio de legalidad y que se desarrolla más específicamente en la
tipicidad. Esto es que a una infracción se aplique una determinada sanción. Y de ahí que, la
exasperación punitiva no es más que el efecto de haber inobservado la estricta tipicidad a la que
debe adecuarse una conducta.
En otras palabras, a una sola conducta corresponde un solo tipo, y ante la concurrencia de
dos normas que tipifican de forma idéntica la materia de prohibición, sólo una de ellas tiene que
resultar aplicable, quedando excluida otra u otras que pudieran concurrir – concurso aparente
de normas sancionatorias–. Por ello, aplicar dos o más sanciones ante un supuesto de hecho
idéntico, se está configurando una respuesta jurídica distinta a la expresamente lijada por la ley.
De forma complementaria al principio de tipicidad, aparece la necesaria proporcionalidad
que debe regir la aplicación del poder punitivo estatal. Listo es reconocido en el proveído de 14-I-
2016 – Inc. 109-2013– donde se afirmó que la finalidad de la interdicción de la múltiple
persecución, es impedir la imposición de dobles castigos, por un mismo hecho y un mismo
fundamento; evitando así reacciones punitivas desproporcionadas por parte de la Administración.
En efecto, de los principios del Estado de Derecho se deriva el valor justicia. De ahí que,
toda intervención excesiva a los derechos fundamentales que vaya más allá de lo estrictamente
indispensable para la protección de los intereses públicos, inobserva el referido principio de la
prohibición de exceso.
Las normas sancionadoras ostentan un carácter eminentemente preventivo con relación a las
conductas que las infringen y cuya ejecución afecte o ponga en riesgo de lesión a los bienes
jurídicos. Ahora bien, si tales normas consideran que para la protección de un bien jurídico es
suficiente y adecuado imponer una determinada sanción, nada añade a esa finalidad preventiva y
protectora de la norma sancionadora la imposición de otras consecuencias adicionales
desfavorables. En tales casos, la imposición de dos o más sanciones por unos mismos hechos no
supone más que un derroche inútil y arbitrario de coacción en la esfera jurídica del ciudadano.
3. En la referida sentencia de 29-IV-2013 –Inc. 18-2008– se sostuvo que la presunta
violación del principio ne bis in ideen comporta el análisis de la denominada triple identidad,
esto, que en la aplicación de dos o más sanciones o procedimientos pudiera concurrir una
identidad en cuanto sujeto, hecho y fundamento, a excepción de aquellos casos en los que exista
una relación de supremacía especial de la Administración con relación al infractor.
En otras palabras, la garantía en referencia requiere el examen de su presupuesto positivo –la
concurrencia de la triple identidad– y la inexistencia de su presupuesto negativo –que no se trate
de aquellos casos en los que nos encontremos ante una relación de supremacía especial de la
Administración con relación al ciudadano–. Aunado a ello, podemos deducir igualmente que
tampoco es aplicable ante la inexistencia de alguno de los elementos que confirman la triple
identidad: esto es que se trate de diversos sujetos sancionados, existan hechos distintos o motivos
de persecución diferentes. En cualquiera de estas tres hipótesis indicadas, la prohibición de la
múltiple persecución o juzgamiento no despliega eficacia alguna.
En cuanto a la identidad de sujeto, esta Sala ha sostenido que debe de tratarse de un mismo
sujeto pasivo al que se le efectúa el reproche por una conducta antijurídica, sea cual sea su
naturaleza sancionadora y sea cual fuere la autoridad –judicial o administrativa– conocedora de
los mismos; esto es independiente del título de culpabilidad esgrimido contra ella –conducta
dolosa, culposa, etc.–. Respecto a la identidad del hecho, se entiende como el acontecimiento
histórico singularmente considerado e independiente de las diversas calificaciones jurídicas que
en relación al mismo se puedan aplicar. Empero, es posible efectuar una mayor precisión del
concepto, mediante los criterios finalista y normativo; de manera que se considerará que hay un
único hecho cuando la actuación corresponda a una misma manifestación de voluntad –criterio
finalista– y sea valorada unitariamente por el tipo –criterio normativo–. Por último, la identidad
de fundamento se relaciona a que las diversas normas que puedan entrar en análisis para su
aplicación protejan un mismo bien o interés público. Por tanto, no se vulnera la interdicción del
doble juzgamiento cuando se castiga en más de una ocasión para proteger un bien jurídico
distinto y tal hipótesis se encuentre en la ley como una infracción diferente. Lo cual puede dar
lugar al concurso de infracciones que resulta totalmente diferente al concurso aparente de normas
sancionatorias.
4. Más acorde con la garantía referida al ne bis in idem se encuentra la problemática relativa
al concurso aparente de normas sancionatorias, y donde el intérprete debe escoger cuál es la más
aplicable para contener todo el desvalor provocado por la conducta del agente. La concurrencia
de diversas normas sancionadoras y la escogitación de la más adecuada puede ser resuelta
conforme las reglas establecidas en el art. 7 del Código Penal en vigor –especialidad,
subsidiariedad y consunción– las cuales perfectamente pueden ser aplicadas en materia
administrativa sancionadora debido a que se tratan de principios generales que rigen al ius
puniendi en general.
Distinto es el caso de la concurrencia de diversas infracciones, y el cual se caracteriza
porque el sujeto en varias ocasiones ha agredido el mismo o distintos bienes jurídicos,
constituyéndose cada lesión una infracción autónoma –concurso real–; el sujeto de forma
repetida o reiterada agrede al mismo bien jurídico o una infracción le sirve como medio para
realizar otra –concurso ideal propio–; o realiza una pluralidad de infracciones de acuerdo a la
ejecución de un plan preconcebido o aprovechando idéntica ocasión a un mismo interés
jurídicamente protegido u otro de igual naturaleza –la infracción continuada–.
En estos casos, el desvalor –tanto de acción como de resultado– de la norma aplicable no
resulta agotado con la imposición de una sanción, sino que para captar su contenido socialmente
perturbador, requiere la aplicación de otros tipos sancionadores conforme las diferentes
modalidades concursales antes apuntadas. Así, la regla general es que en el caso de cualquiera de
los concursos real, ideal o continuado, son exigibles todas las responsabilidades correspondientes
por todos los ilícitos cometidos. v. gr. si un sujeto realiza dos infracciones –vulnerando dos veces
el ordenamiento jurídico– merece, por ello, dos reproches y castigos independientes.
En cuanto a la dosimetría del concurso de infracciones, conviene señalar que por regla
general funciona la regla de acumulación de los castigos correspondientes; sin perjuicio que en
ocasiones el legislador decida suavizar el tratamiento castigando por una sola infracción pero
aumentando el rigor del castigo estatal –denominado principio de exasperación– lo cual acontece
en el castigo tanto del concurso ideal como de la infracción continuada en materia penal. v. gr.
arts. 70 y 72 C. Pn.
VII. Resulta procedente, luego de las consideraciones jurídicas antecedentes, resolver las
impugnaciones relativas a la presunta vulneración al principio relativo a la inadmisibilidad de la
doble persecución y juzgamiento.
1. Desde la sentencia emitida el 29-IV-2013 –Inc. 18-2008– se ha señalado que toda
infracción administrativa como un comportamiento desvalorado y su realización da lugar a la
imposición de una determinada sanción. Por ende, el ámbito de aplicación de la sanción debe
agotar en única calificación todo el disvalor de la conducta y del resultado, sin que quepa
retornarlo posteriormente para constituir una nueva infracción. En síntesis, resulta contrario al ne
bis in idem en su vertiente sustantiva que una acumulación de conductas ya sancionadas en el
pasado puedan constituir una conducta sancionatoria nueva y diferente pero cuya esencia
responda a infracciones anteriores a la ley –sentencia de 13-II-2015, Inc. 21-2012–.
Este vicio es advertible en la letra a) del art. 33 LT cuando establece como infracción grave
"[c]ometer tres o más infracciones tipificadas como menos graves en el lapso de un mes, o doce
en el lapso de un año". Así, como lo establecido en la letra b) del art. 7 LT cuando revoca la
concesión por "haber sido sancionado por cometer tres infracciones calificadas como muy graves
en la Ley, dentro de un lapso de tres años". Por lo anterior, cabe considerarlas inconstitucionales
por vulnerar el principio de prohibición del doble juzgamiento, al castigar como un hecho nuevo,
injustos administrativos ya sancionados.
2. Sin embargo, merece un análisis aparte la conducta de incumplimiento establecida en el
art 34 letra o) LT.
Como se ha establecido supra, el ne bis in idem no prohíbe que ante una pluralidad de
conductas exista una multiplicidad de sanciones que puedan determinarse dentro de un mismo
proceso administrativo o en un proceso administrativo posterior bajo las figuras del concurso real
o ideal de infracciones, así como de la infracción continuada. Lo que esta garantía proscribe es
que ante una misma conducta se apliquen diversas sanciones cuando concurra la triple identidad
respecto del sujeto, el objeto y el interés jurídicamente protegido.
Bajo esta óptica, la conducta contemplada en la letra o) del art. 34 LT admite una
interpretación conforme, y en particular respecto término "incumplimiento reiterado". Si bien,
uno de los demandantes lo ha entendido como una infracción que se construye a partir de
infracciones ya cometidas, también puede ser entendido como una diversidad de infracciones
homogéneas que son detectadas conforme la potestad inspectora que tiene la SIGET de acuerdo a
lo establecido en el inc. 2° del art. 1 LT va que la referida entidad pública: "...deberá realizar por
sí, o por medio de los peritos o auditores autorizados y designados para ello, y supervisados por
personal de la SIGET, las inspecciones que considere necesarias con el fin de comprobar la
veracidad de la información aportada, en la medida que resulte necesario para el ejercicio de sus
funciones".
En tal sentido, el incumplimiento reiterado puede ser entendido como una pluralidad de
infracciones advertidas en los diversos ámbitos de supervisión estatal relativos a la calidad de los
servicios –establecimiento y duración de las llamadas telefónicas, servicios de datos, mensajería
de texto y multimedia, calidad de la voz, aplicación de tarifas, atención al cliente, cobertura
radioeléctrica, daños y fallas en las redes y otros servicios prestados en las redes de
telecomunicaciones– y que a manera de infracción continuada, son castigados como una sola
infracción muy grave dando lugar a un único procedimiento sancionatorio.
En cambio, si habría afectación clara al principio ne bis in idem, si todas esas infracciones
anteriormente sancionadas de acuerdo a la letra o) del art. 34 LT fueran pasibles de ser
reexaminadas posteriormente para constituir o agravar otra infracción.
3. Pudiendo efectuarse en el caso del art. 34 letra o) LT una interpretación conforme que
establezca su aplicación de acuerdo con la teoría de los concursos de infracciones, es conveniente
descartar su impugnación de inconstitucionalidad.
Por tanto,
Con base en las razones expuestas, disposiciones constitucionales citadas y artículos 10 y 11
de la Ley de Procedimientos Constitucionales, en nombre de la República de El Salvador, esta
Sala
Falla:
1. Sobreséese en el presente proceso, respecto de la pretensión relativa al inc. 1° del art. 42
LT, en virtud de que el contenido normativo inicialmente impugnado ha variado sustancialmente
por la reforma efectuada mediante el Decreto Legislativo n° 327 de 5-V-2016 y publicada en el
Diario Oficial n° 91, tomo 411 de 18-V-2016.
2. Declárase que no existe la inconstitucionalidad alegada con relación al art. 34 letra o) LT
por supuesta vulneración al principio de legalidad en dimensiones relativas al mandato de
taxatividad y reserva de ley formal, en la medida que los elementos esenciales de la conducta
típica se encuentran determinados en la ley.
3. Declárase que no existe la inconstitucionalidad alegada con relación al art. 34 letra o) LT
por supuesta vulneración al principio de prohibición del doble juzgamiento ya que el término
utilizado en la descripción típica –incumplimiento reiterado– puede ser interpretado como una
infracción continuada que dará lugar a un único procedimiento administrativo sancionatorio.
4. Decláranse inconstitucionales, de modo general y obligatorio, la letra b) del inc. 3° del
art. 7 así como la letra a) del art. 33, ambos de la LT, por contravenir el principio constitucional
relativo a la prohibición del doble juzgamiento, en tanto que un mismo hecho anteriormente
sancionado es tomado en cuenta nuevamente como elemento esencial de una infracción
administrativa más grave.
6. Declárase inconstitucional, de modo general y obligatorio, la letra j) del art. 33 LT por
contravenir el mandato de taxatividad y determinación de las normas sancionadoras, ya que la
conducta ahí regulada muestra una indeterminación en sus elementos típicos esenciales, y los
cuales no pueden ser regulados por una norma infra legal.
7. Notifíquese la presente resolución a todos los intervinientes.
8. Publíquese esta sentencia en el Diario Oficial dentro de los quince días siguientes a esta
fecha, debiendo remitirse copia de la misma al Director de dicho ente oficial.
A. PINEDA.---------F. MELENDEZ.----------- R. E. GONZALEZ.---------- FCO. E. ORTIZ. R.---
------PRONUNCIADO POR LOS SEÑORES MAGISTRADOS QUE LO SUSCRIBEN-----------
-E. SOCORRO C.---------SRIA.---------RUBRICADAS.-

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